Reflexión sobre “El traductor del Ulises” de Lucas Petersen
El capítulo 4 de Lucas Petersen sobre la traducción del Ulises me
resultó fascinante ya que realiza un variado análisis de cómo y por qué Salas Subirat tradujo a Joyce. Varias generaciones leyeron en español la traducción de una de las obras más complejas de la literatura moderna gracias a la versión de un escritor menor, que no era traductor y que no sabía suficiente inglés como para lidiar con las sofisticaciones del idioma, y mucho menos con el registro coloquial irlandés. Petersen explica en este capítulo que Salas tradujo la novela de Joyce con intención de “entender” el Ulises y que luego, con el contrato de Santiago Rueda en mano, se convirtió en una traducción para “divulgar” el texto de Joyce. Gracias a esta “divulgación” la traducción deja de ser aquí un mero ejercicio literario y pasa a ser una batalla, una práctica perseverante que le lleva al traductor cinco años en la cual se mezcla la cultura con experiencias y con conocimiento; y fue este escritor menor argentino quien hizo legible la novela del deseado ícono moderno y la puso al alcance de todos y todas. Me parece interesante la forma en que Petersen se enfoca en distinguir las diferentes traducciones de un mismo fragmento y las versiones corregidas de algunos pasajes porque dejan entrever que no todo es tan simple en el mundo de la traducción, que una versión no es siempre la acertada y que existen varias formas de traducir un mismo fragmento. Otro aspecto que creo valioso de mencionar es el hecho de que Petersen argumenta muy bien el porqué es un inconveniente cuando no hay equivalentes castellanos para los nombres de pila, lo cual crea una inconsistencia en la historia. También menciona que Salas crea diminutivos de estos nombres y, en ciertas ocasiones, no recuerda el cambio y deja aparecer algún “Stevie” o “Molly” para personajes que antes fueron rebautizados en castellano. Si ya de por sí la novela es bastante enredosa, Salas suma algunos dobles que terminan incrementando la confusión del lector. Para no ser traductor, Petersen realiza un ejemplar trabajo en recoger y analizar varias incógnitas en la traducción y en este capítulo deja bien en claro las dificultades que se presentan al querer traducir esta novela emblemática, pero tan enriquecedora de la literatura moderna. Este capítulo me ayudó a profundizar mi comprensión sobre la ardua tarea del traductor y a valorar este puente que une la lengua de origen con la lengua del lector.