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La Prescripción de Las Acciones Judiciales en Las Relaciones de Consumo
La Prescripción de Las Acciones Judiciales en Las Relaciones de Consumo
Autor
Nallar, Florencia
:
Cita: RC D 1178/2018
Encabezado:
Esta disposición legal sufrió una modificación radical después de la sanción de la Ley
26994, habiendo quedado el art. 50 definitivamente redactado de la siguiente manera: "Las
sanciones emergentes de la presente ley prescriben en el término de tres años. La
prescripción se interrumpe por la comisión de nuevas infracciones o por el inicio de las
actuaciones administrativas". En este contexto, la Ley de Defensa del Consumidor
continúa tratando el tema del plazo de prescripción aplicable; pero ¿aplicable a qué?
De manera tal que los plazos de prescripción correspondientes a las acciones judiciales
originadas en relaciones de consumo no son otros que los establecidos en la legislación de
fondo, por lo que debemos remitir al Capítulo 2 del Título I del Libro Sexto, Sección 2,
arts. 2560 a 2564.
Así, a menos que la legislación local prevea un plazo de prescripción diferente, el plazo
genérico es de cinco años (art. 2560). A su turno, el art. 2561 fija diversos plazos
especiales, siendo de interés destacar aquí el segundo párrafo de dicha norma, según el cual
el reclamo de la indemnización de daños derivados de la responsabilidad civil prescribe a
los tres años. Finalmente, los art. 2562 y 2564 enumeran los casos en los que la acción
prescribe, respectivamente, a los dos años y al año.
Esta modificación introducida por la ley que sancionó el Código Civil y Comercial de la
Nación ha sido blanco de las más severas críticas dentro del pensamiento jurídico nacional,
señalándose que con ella se produce una regresión en la defensa de los derechos del
consumidor, pues determinadas materias en las cuales se mantiene vigente el plazo de
prescripción anual -como el contrato de seguros o de transporte terrestre- atenta contra el
acceso a la justicia de la parte débil de la relación de consumo.
Las numerosas críticas negativas respecto de la solución legislativa actual del plazo de
prescripción aplicable a las relaciones de consumo no hicieron sino desembocar en diversas
propuestas interpretativas, en pos de garantizar la defensa del consumidor o usuario a la que
-en definitiva- tiende la ley específica de la materia. En prieta síntesis, se echa mano al
principio hermenéutico favorable al consumidor consagrado en el art. 3 de la Ley 24240,
para concluir que el plazo que debe aplicarse es el de cinco años genérico establecido en el
art. 2560 de la legislación unificada.
Creemos que la nueva redacción del art. 50 impide la interpretación pretendida. En efecto,
más allá de que la reforma haya o no sido bienvenida, en el estado actual de la cuestión no
puede recurrirse a una interpretación forzada de la ley ni -como ocurre en otros casos-
convertir al principio in dubio pro consumidor en una herramienta para elegir la norma más
conveniente. Es claro que el legislador ha determinado cuáles son las aplicaciones legales
concretas en materia de prescripción de las acciones judiciales derivadas de las relaciones
de consumo: por regla general, aquéllas prescriben a los cinco años (art. 2560 del Código
Civil y Comercial). La excepción a dicha regla -expresamente establecida en el mismo art.
2560- la configura la circunstancia de que el mismo ordenamiento unificado o leyes
especiales remitan a otros plazos específicos. Y ello es precisamente lo que ocurre: es el
propio Código Civil y Comercial y diversas leyes especiales los que contienen plazos de
prescripción específicos según la materia de que se trate. Así, frente a un reclamo de
indemnización de daños derivados de la responsabilidad civil, el plazo genérico de cinco
años previsto en el art. 2560 se reduce a tres años (art. 2561 del nuevo ordenamiento legal
unificado); para vicios redhibitorios, un año (art. 2564); para el contrato de transporte, dos
años (art. 2562); para los contratos de seguros, un año (art. 58 de la Ley 17418). Además de
ello, no puede dejar de llamarse la atención sobre la supresión de la alusión al principio de
la interpretación más favorable al consumidor que contenía la norma en su redacción
anterior.
La solución, una vez más, no consiste en forzar a decir a la ley lo que claramente no dice,
desoyendo así lo normado y haciéndola caer en letra muerta; interpretar la norma en favor
del consumidor no implica destruir su contenido. Tampoco se trata de efectuar una lectura
hermenéutica de diversas normas -constitucionales e infra constitucionales- que derivan en
una conclusión que, si bien resulta acorde a esa protección del consumidor que tanto se
pregona, cae en un abrir y cerrar de ojos frente a la letra clara de determinadas normas que
regulan materias específicas.
La solución -en todo caso- radica en recoger los reclamos doctrinarios que datan de años
atrás, fundados en la realidad de la situación que viven los consumidores frente al poderío
de las grandes empresas, y fijar un plazo de prescripción de recepte esa realidad. Ocurre
que hablar del plazo de prescripción es hablar del lapso genérico que podría considerarse
razonable para el ejercicio de determinada acción. Un período de tiempo excesivo atenta
contra la seguridad jurídica, mientras que uno demasiado exiguo da por tierra con el acceso
a la justicia del damnificado. En este último orden de ideas, podría pensarse en la invalidez
constitucional de determinadas normas que prevén plazos exiguos de prescripción, pero ello
es algo que habrá que analizarse en cada caso concreto, dada la naturaleza del control de
constitucionalidad en nuestro derecho.