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Paul E. Lovejoy
“África y la esclavitud”
(“Africa e a escravidao”. En: Lovejoy, Paul E. A escravidao na África: Uma história de suas
transformaçoes, Río de Janeiro, Editora Civilizaçao Brasileira, 2002, pp. 27-56)
Traducción del portugués: Paula Reiter
Revisión de la traducción: Luciana L. Contarino Sparta
Para uso interno exclusivo de la cátedra de Historia de la Colonización y la Descolonización.
La esclavitud fue un importante fenómeno de la historia, presente en diversos lugares, desde la
antigüedad clásica hasta tiempos recientes. África estaba íntimamente relacionada con esa
historia, como fuente principal de esclavos de las antiguas civilizaciones, el mundo islámico, la
India y las Américas y como una de las principales regiones donde la esclavitud era habitual. De
hecho, la esclavitud en África duró hasta el siglo XX, mucho más que en las Américas. Es necesaria
una explicación de dicha antigüedad y persistencia para comprender el desarrollo histórico de la
esclavitud en África y para evaluar la impronta del tráfico de esclavos en ese desarrollo. De modo
general, la esclavitud se expandió en al menos tres etapas – de 1350 a 1600, de 1600 a 1800 y de
1800 a 1900 – que fueron fundamentales para la economía política africana. Dicha expansión se
produjo en dos niveles relacionados con el comercio exterior. En primer lugar, la esclavitud ocupó
un área geográfica cada vez mayor, difundiéndose hacia el exterior de las regiones que se
involucraban directamente en el comercio exterior de esclavos. En segundo lugar, el papel de los
esclavos fue cada vez más importante en la economía y en la sociedad, provocando una
transformación del orden social, económico y político. También en este caso el comercio exterior
estaba vinculado con esa transformación.
para modificar dicha situación1. Estos diversos atributos necesitan examinarse detalladamente
para hacer más claras las distinciones entre esclavitud y otras relaciones serviles.
Como propiedad, los esclavos eran bienes muebles, es decir, podían comprarse y venderse.
Pertenecían a sus señores, que, al menos teóricamente, tenían pleno poder sobre ellos. Las
instituciones religiosas, unidades de parentesco y otros grupos de la sociedad no los protegían
como personas ante la ley, aunque algunas veces se los reconociera como seres humanos. Al ser
bienes muebles, se los podía tratar como mercancía. Sin embargo, raramente eran simples
mercancías, ya que por lo general se imponían restricciones a la venta de esclavos, siempre que
hubiera algún grado de aculturación. Estas restricciones podían ser meramente morales, como en
las Américas, donde al menos teóricamente se consideraba erróneo separar a las familias cuando
se producían las ventas, aunque en realidad los dueños de esclavos hacían lo que querían. En otras
situaciones, las restricciones eran realmente puestas en práctica o automáticamente se concedía a
las personas algún grado de autonomía que impedía la venta. En la práctica islámica y bajo la ley
islámica, las mujeres tomadas como concubinas no podían venderse legalmente una vez que
tenían hijos de su señor. Más allá de esto, esos niños eran técnicamente libres y por lo general se
los reconocía como tales. En muchos casos, las mujeres obtenían su libertad a la muerte de su
señor y, en algunos otros casos, se las consideraba nominalmente libres en cuanto daban a luz,
aunque en general no podían librarse de su posición de concubinas. En realidad, alcanzaban una
posición intermedia entre esclavas y libres. Otras restricciones a la venta limitaban el poder de los
señores de vender a los hijos de esclavos, ya sea por sentimientos religiosos, en el caso del Islam, o
por causa de un parentesco reconocido o una posición étnica que hubieran sido confirmados. Si se
concretaba la venta, se la justificaba en términos de actividad criminal, brujería o alguna otra
razón ideológicamente aceptable; generalmente, esas mismas razones podían conducir a la venta
de los miembros nacidos libres de la misma sociedad. Sin embargo, era una característica de la
esclavitud que se considerase al cautivo propiedad de otra persona o grupo empresarial, a pesar
de las restricciones a la naturaleza de esa relación de propiedad existentes en la práctica.
1
En el análisis siguiente he sido influenciado por Finley (1968). También se consultaron otras obras del autor
de 1964, 1973, 1979 y 1980.
2
Kopytoff y Miers discuten esto en términos de marginalidad de los esclavos; ver “African 'slavery' as an
institution of marginaliry”, en Miers y Kopytoff (1977).
3
Una discusión particularmente perceptiva es la de Goody (1980).
4
La relación entre el control sobre la producción y el control sobre la reproducción fue discutido de modo
más completo por Meillassoux; ver 1972, 1978 a, y 1999a. Para una crítica del enfoque de Meillassoux,
véase O'Laughlin, 1977.
5
Ver la excelente discusión en Meillassoux, 1983.
6
Finley 1968, p. 310.
7
Me influenciaron las siguientes obras: Terray (1974 y 1979); Foster-Carrer (1978); Rey (1971 y 1973); Marx
3
Es necesaria una digresión para que se pueda establecer lo que se entiende por “libertad”. El
término es efectivamente relativo. Las personas son más libres para tomar decisiones por sí
mismas o son menos libres para hacerlo. Todas las sociedades imponen numerosas restricciones a
los individuos, pero incluso reconociendo eso podemos todavía entender a los esclavos como
personas particularmente coaccionadas. En el contexto de las sociedades esclavistas, la libertad
implicaba una posición reconocida en una casta, en una clase dirigente, en un grupo de parentesco
o en algún tipo de institución. Dicha identificación incluía un conjunto de derechos y obligaciones
que variaban considerablemente de acuerdo con la situación, pero incluso diferían de los esclavos,
que técnicamente no tenían derechos, sólo obligaciones. EL acto de emancipación, cuando se
daba, transmitía el reconocimiento de que esclavo y hombre libre eran opuestos. La emancipación
demostraba dramáticamente que el poder estaba en manos de los hombres libres, no de los
esclavos.
Por lo tanto, la esclavitud era básicamente un medio que negaba a los extranjeros los derechos y
privilegios de una determinada sociedad, para que se los pudiera explotar con objetivos
económicos, políticos y/o sociales2. Por lo general se los consideraba étnicamente diferentes: la
ausencia de parentesco era un distintivo común. Una persona que hablara la misma lengua que su
señor, sin acento, que compartiera la misma cultura, que creyera en la misma religión y
comprendiera las relaciones políticas que determinaban cómo se ejercía el poder era más difícil de
controlar que un extraño. Cuando las diferencias culturales o dialectales eran imperceptibles, el
nivel de explotación y el aislamiento social de los esclavos eran limitados; tales situaciones
sugerían que la posesión de esclavos era reducida y que la estratificación política y económica era
mínima. De hecho, en las formas más desarrolladas de esclavitud se trasladaba a los esclavos a
una distancia considerable de su lugar de nacimiento, remarcándose de ese modo sus orígenes
extranjeros. Esa erradicación era tan dramática como el transporte de los africanos a través del
Atlántico o del desierto del Sahara, o tan poco dramática como la captura de personas que vivían a
solamente cien kilómetros de donde los esclavizaban. Ambas situaciones contribuían a definir al
esclavo como un extraño, al menos en primera instancia. Con el paso del tiempo, las distinciones
culturales se difuminaban y, de ese modo, variaba la extensión en que el origen extranjero
funcionaba como un factor.
2
Kopytoff y Miers discuten esto en términos de marginalidad de los esclavos; ver “African 'slavery' as an
institution of marginaliry”, en Miers y Kopytoff (1977).
4
Cuando las estructuras sociales y las economías se complejizaban, también se hacía más
pronunciada la identificación de los esclavos como extranjeros, de modo que la aculturación que
se producía no afectaba la capacidad de los señores de explotar el trabajo y los servicios de sus
cautivos. Para los musulmanes, la religión era un modo de clasificación de los esclavos. Los
recientemente adquiridos por lo general no eran musulmanes o lo eran sólo nominalmente.
Incluso cuando los esclavos comenzaban a practicar el islamismo, generalmente se los consideraba
menos devotos. Para los europeos, los esclavos eran vistos como racialmente distintos; a pesar de
la aculturación, eran definidos como extranjeros todavía con mayor claridad, garantizándose de
esta forma que la adquisición de derechos en la sociedad de origen europea fuese severamente
limitada. Se hacían otras distinciones más sutiles, que incluían las diferencias de dialecto, el acento
de las personas que aprendían un nuevo idioma, marcas faciales y corporales, características
físicas evidentes y, la más común de todas, la memoria.
Por lo general, la esclavitud comenzaba por medio de la violencia, que reducía la posición de una
persona en condición de libertad a la condición de esclavo3. La guerra era la forma más común de
violencia, mediante la cual se esclavizaban prisioneros. Las variantes en la organización de dicha
violencia –incluyendo los ataques cuyo fin era la obtención de esclavos, bandidaje y secuestro–
señalan que a la esclavización violenta se la puede ver en una continua sucesión de la acción
política a gran escala, donde solo puede ser un subproducto de la guerra y no su causa, o como
una actividad criminal a pequeña escala, en la que esclavizar es el único objetivo de la acción. En
su conjunto, las guerras, los ataques en busca de esclavos y el secuestro fueron responsables de la
mayor parte de los nuevos esclavos en la historia. Incluso cuando el motivo de la guerra no
implicaba la adquisición de esclavos, la conexión entre la guerra y la esclavitud era muchas veces
estrecha. En las sociedades donde habitualmente se esclavizaban prisioneros, los beligerantes
invariablemente tomaban en cuenta las posibilidades de costear los gastos de la guerra con la
venta o la utilización de los esclavos. Cuando las guerras e invasiones eran crónicas, la
esclavización y reesclavización de los pueblos era constante y en tales situaciones la incidencia de
la esclavitud aumentaba.
Mientras que guerras y violencias similares fueron responsables de la mayor parte de los pueblos
esclavizados de la historia reciente, los procedimientos judiciales y religiosos
fueron responsables de algunos episodios de esclavización. La esclavitud era una
forma de castigo judicial, principalmente para los crímenes como asesinato, robo, adulterio y
3
Una discusión particularmente perceptiva es la de Goody (1980).
5
brujería. Los métodos mediante los cuales se esclavizaba a presuntos delincuentes variaban
bastante y estos muchas veces eran vendidos fuera de sus comunidades. No obstante, esta forma
de esclavización estribaba una vez más en la violencia, aunque se encontraba legitimada ante los
ojos de la sociedad en cuestión. La posición social de una persona era radicalmente rebajada: el
nuevo esclavo podía perder su calidad de miembro de la comunidad y su castigo podía confirmar
un estatus que se trasmitía a sus descendientes.
Hay ejemplos de esclavitud voluntaria, especialmente cuando la amenaza de morir de hambre
dejaba a la persona sin ningún otro recurso. Sin embargo, la sociedad o los enemigos no lo
consideraban conscientemente como un caso de violencia. Podían existir causas estructurales que
colocaban a las personas en situaciones en las que no se les podía asegurar su supervivencia y
creían necesario esclavizarse a sí mismas. Esta dimensión estructural podía traer consigo una
dimensión que en última instancia era de explotación y violencia. Sin embargo, la esclavización
voluntaria no era común, y probablemente fue responsable de un pequeño porcentaje esclavos en
la mayoría de los lugares. Además, la posibilidad de la esclavización voluntaria dependía de la
existencia de una institución esclavista en la que la violencia era fundamental. Si no existía tal
institución, una persona no podía convertirse en un esclavo, sino en un cliente o algún otro tipo de
dependiente. El hecho de que se pudiera atribuir la posición de esclavo en tales circunstancias
indica que otros tipos de servilismo no eran adecuados, ya sea porque fuesen raras o porque su
definición excluía tales casos.
El grado de coerción que implicaba la esclavitud a veces era explícito y otras implícito. El señor
podía imponer su voluntad gracias a su capacidad de castigar a los esclavos que no cedían a sus
órdenes o no desempeñaban satisfactoriamente sus tareas. Azotes, confinamiento, falta de
alimento, trabajo forzado extra y la capacidad de disponer de los esclavos a través de la venta
eran medios comunes de coerción. El castigo físico podía conducir a la muerte e incluso
cuando había una prohibición legal o consensual de matar esclavos, raramente se la aplicaba. Por
lo general la coerción era indirecta. El ejemplo del castigo o la venta de otros esclavos y el
conocimiento de que el señor podía hacerlo eran suficientes para mantener la disciplina de los
cautivos. Otros ejemplos eran los sacrificios de esclavos en funerales y ceremonias públicas,
frecuentes en algunos lugares. Tales demostraciones públicas por lo general no eran una forma de
castigo por insubordinación; de hecho, a veces se las concebía como un honor, pero en la mayor
parte de los casos los esclavos se compraban específicamente para el sacrificio. Como la
6
insubordinación podía derivar en la venta, los riesgos eran obvios para los esclavos vendidos. El
comprador podía muy bien necesitar una víctima sacrificial.
La esclavitud estaba relacionada fundamentalmente con el trabajo. No era la única forma de
trabajo dependiente, pero los esclavos podían ser llevados a desempeñar cualquier tarea en la
economía. Tenían que hacer lo que se les ordenaba; como consecuencia, desempeñaban las tareas
más innobles y pesadas y a veces corrían grandes riesgos. En el caso de los cautivos, el concepto
de trabajo no se lo consideraba separado del esclavo como persona. Era un instrumento de
trabajo y se podía utilizar la coerción para forzar la aquiescencia a determinadas órdenes. Se
ordenaba al esclavo lo que debía hacer y, si no lo hacía, se lo castigaba severamente. La esclavitud
podía existir y existía junto con otras formas de trabajo, incluyendo la servidumbre (en la cual las
personas estaban vinculadas a la tierra y las obligaciones con el señor se fijaban
consuetudinariamente), la clientela (subordinación voluntaria sin remuneración fijada por los
servicios), trabajo asalariado (en el cual la remuneración por el trabajo estaba monetizada),
empeño (en el cual se consideraba al trabajo como los intereses sobre una deuda y al empeño
como colateral a la deuda) y el trabajo comunal (muchas veces basado en el parentesco o franjas
etarias, en el cual el trabajo era visto como una actividad recíproca basada en el intercambio
pasado o futuro). Estas otras formas de trabajo también podían implicar coerción, pero no al
punto de que pudieran denominarse esclavitud.
Una característica peculiar de la esclavitud era la falta absoluta de opción de los esclavos. La total
sumisión a los caprichos de su señor significaba que se les podía atribuir cualquier tarea en la
sociedad o en la economía. En consecuencia, no solamente desempeñaron las tareas más bajas y
laboriosas, sino que también asumieron posiciones de autoridad y tuvieron acceso a una riqueza
considerable. El trabajador de la plantation y el capataz de los esclavos tenían en común la
subordinación a su señor. Ambos se encargaban de una tarea, pero la naturaleza de su empleo era
tan diferente que prácticamente no tenían intereses mutuos. La identidad del esclavo se daba a
través de su señor. Legalmente, el señor era responsable de las acciones del esclavo y esa
responsabilidad era la misma para los esclavos administrativos y para los trabajadores comunes.
De este modo, los esclavos no constituían necesariamente una clase. Su dependencia podía
derivar en la subordinación de su identidad a la de su señor, de quien dependía su posición, o
podía conducir al desarrollo de un sentimiento de camaradería con otros esclavos y por lo tanto
constituir la base de una conciencia de clase. Si los esclavos y otros reconocían una clara distinción
7
podían romperse a través de la remoción de los niños, si el señor lo deseaba. El señor podía
recompensar al esclavo de sexo masculino o podía privarlo de su sexualidad a través de la
castración.
La condición de esclavo se heredaba. Esto significaba que el factor de propiedad, la característica
de ser un extraño y el modo de movilización del trabajo continuaban en la siguiente generación,
aunque en la práctica la condición de esclavo se modificaba con frecuencia. La condición de los
cautivos se transformaba desde la instancia inicial de la esclavización, a lo largo de la vida del
esclavo, y esa evolución continuaba por la generación siguiente y más allá. La modificación variaba
de una sociedad a otra, siendo más pronunciada en algunos lugares que en otros. La idea del
esclavo como extranjero se hacía más difícil de sostener cuando comenzaba a comprender y
aceptar la cultura de su señor. Incluso cuando todavía se consideraban y definían como
extranjeros, los esclavos recibían generalmente elementos básicos, como el acceso a la tierra,
esposas, protección, ritos religiosos y otros atributos. Los aspectos más técnicos de la esclavitud,
incluidos los factores de propiedad, trabajo y la condición de extranjero, podían invocarse
arbitrariamente, pero en la práctica los derechos legales de los señores no se ejercían plenamente.
En general se llegaba a algún tipo de acuerdo entre señores y esclavos. El nivel sociológico de
dicha relación implicaba que los esclavos reconocieran que eran dependientes, posición que
requería la subordinación al señor, pero los señores también debían aceptar la existencia de
límites hasta donde podían forzar a los esclavos.
Los que nacían en la esclavitud se hallaban en una posición diferente a la de aquellos que habían
sido esclavizados pues no existía el acto inicial de violencia. Los padres podían contarle a sus hijos
sobre su esclavización, pero esa no era la experiencia de los hijos. Los niños también podían tomar
conocimiento de la esclavización a través de nuevos cautivos y se los educaba en una sociedad
donde esos actos se conocían muy bien. También estaba presente la amenaza de la violencia.
Legalmente, muchas veces podían ser separadas de sus padres y venderse, aunque en la práctica
esto ocurría raramente. La misma inseguridad que llevó a la esclavización de sus padres o de los
nuevos esclavos con los que ellos estaban en contacto podía conducir a su propia re-esclavización
a través de guerras o ataques. Y podían venderse si se comportaban de un modo que no era
aceptable. Por lo tanto, se mantuvo la violencia detrás del acto de esclavización, aunque para los
descendientes de esclavos se transformó de acción real en amenaza. Como tal, la violencia todavía
era una dimensión crucial del control social.
9
Más allá de esto, en ambos casos la violencia inherente a la esclavitud afectaba a la psicología de
los esclavos. El conocimiento de los horrores de la esclavización y el miedo a la acción arbitraria
producía en los esclavos tanto una tendencia psicológica a la servidumbre como el potencial para
la rebelión. Esta dualidad se relacionaba con la coerción propia a la institución, pues la memoria y
la observación servían como métodos eficaces para mantener una atmósfera en la que la amenaza
de violencia estaba siempre presente. Los esclavos no tenían que sufrir necesariamente los azotes;
de hecho, tenían la habilidad de evitarlos.
El número de esclavos no era naturalmente estable y las poblaciones cautivas por lo general
tenían que reabastecerse5. Un motivo de ello era la duración relativamente corta de la vida de los
esclavos. La muerte podía ser consecuencia del trabajo particularmente riguroso, aunque los
sacrificios funerarios y las operaciones de castración fallidas también cumplían un papel en este
sentido. Otro factor eran las condiciones de viaje de los esclavos que se destinaban a mercados
distantes, ya sea porque se los transportaba de una esfera microbiana a otra o porque las raciones
eran muchas veces inadecuadas. El desequilibrio demográfico entre los sexos era otra razón. El
número de mujeres en una población es la variable principal para determinar si se mantendrá o no
estable, se expandirá o se contraerá. Cuando el número de esclavos del sexo masculino era
superior, como ocurría en las Américas; o cuando había una distribución desigual de mujeres
esclavas en la sociedad, como en muchas regiones de África, la tasa de natalidad podía ser
demasiado baja para mantener el contingente de cautivos. La situación de las poblaciones que
tenían un número excesivo de esclavos de sexo masculino llevaba a una declinación general de la
población total, no solo de esclavos, a menos que se importaran más cautivos. Cuando había una
distribución despareja de las mujeres esclavas, la población en general no disminuía
necesariamente, sino solamente la proporción de esclavos. Los hombres libres tomaban a las
mujeres como esposas o concubinas, de modo que todavía seguían teniendo hijos. Como la
posición social de las concubinas y las esposas esclavas se transformaba, llevándolas muchas veces
a la asimilación o a la emancipación total, el tamaño de la población esclava consecuentemente
disminuía. Con frecuencia, a los hijos de esposas esclavas y padres libres se les concedía la libertad
total o parcial. Bajo la ley islámica, eso estaba más acentuado. Una vez que tenían hijos, las
concubinas no se podían vender y obtenían su libertad a la muerte del señor. Los hijos de esas
uniones eran libres al nacer. En otras circunstancias, la costumbre establecía que las esposas se
incorporaran a la sociedad e, incluso cuando a sus hijos no se les concedían todos los derechos y
5
Ver la excelente discusión en Meillassoux, 1983.
10
privilegios de los hijos de madres libres, la costumbre impedía la venta y otros tratos que se
imponían a los recién esclavizados. Estos aspectos de asimilación gradual o de total emancipación
contradecían el rasgo de la esclavitud que enfatizaba la condición heredada, pero eran
compatibles con el poder del señor de manipular las funciones sexuales y reproductivas según sus
propios objetivos.
De esta característica de la esclavitud se derivaba la importancia permanente de la esclavización y
del comercio esclavo, instrumentos que reabastecían de esclavos a la sociedad. La continuación de
la esclavización y del comercio reforzaban la cuestión de propiedad en la esclavitud, pero lo hacía
de forma desigual. A los recién esclavizados o comercializados se los trataba como bienes. Los que
habían vivido en un solo lugar durante muchos años después de su compra o esclavización tenían
menos probabilidades de que se los tratara como si fueran una simple mercancía. La institución
como un todo estaba firmemente basada en una relación de propiedad, pero los esclavos
experimentaban individualmente una modificación en esa relación, hasta que algunos dejaban de
ser una propiedad o incluso esclavos.
Es necesario un breve comentario para considerar el caso especial de la esclavitud en las Américas,
porque el sistema americano tuvo un desarrollo particularmente deletéreo. Muchos aspectos de la
esclavitud americana eran similares a la esclavitud en otras épocas y lugares, como el tamaño
relativo de la población cautiva, la concentración de esclavos en unidades económicas lo
suficientemente grandes para clasificarse como plantation y el grado de violencia física y coerción
psicológica utilizadas para mantener a los esclavos en sus lugares. No obstante, el sistema de
esclavitud americano era único en dos aspectos: la manipulación de la raza como un medio para
controlar la población cautiva y la dimensión de la racionalización económica del sistema. En las
Américas, el objetivo principal del trabajo esclavo era la producción de mercancías esenciales -
azúcar, café, tabaco, arroz, algodón, oro y plata- para la venta en los mercados internacionales.
Por otra parte, diversos aspectos comunes en otros sistemas esclavistas estaban ausentes o eran
relativamente poco importantes en las Américas. Estos incluían la utilización de los esclavos en el
gobierno, la existencia de eunucos y el sacrificio de esclavos en funerales y otras circunstancias. Se
identifican las similitudes y diferencias con el fin de neutralizar la tendencia a considerar la
esclavitud como una institución peculiarmente americana. Los sistemas esclavistas individuales
tenían sus propias características, pero de todos modos es posible analizar los patrones más
abarcativos que distinguieron a la esclavitud de otras formas de explotación.
11
6
Finley 1968, p. 310.
7
Me influenciaron las siguientes obras: Terray (1974 y 1979); Foster-Carrer (1978); Rey (1971 y 1973); Marx
(1965); Jewishiewicki (1977); y Padgug (1976). Para un examen crítico de la literatura marxista, véase Law
(1978 b y 1981).
8
Esto se discute de manera más completa en Lovejoy (1981 c).
13
10
Hindess y Hirst, 1975; Amin, 1976; Berstein y Depelchin 1978-9; Althusser 1977; y Althusser y Balibar
1970. Para una excelente crítica del enfoque ahistórico de esos marxistas, véase Law 1981.
11
Terray 1979.
15
meseta de Xona, en el interior del valle del Zambeze. Asimismo, existía un comercio interno de
otros productos además del oro, que eran nuez de cola entre los bosques de África occidental al
oeste el río Volta y la sabana, al norte; cobre, que se comercializaba al sur del Sahara hacia el valle
bajo del Níger y también se distribuía hacia el exterior de las regiones situadas al sur del moderno
Zaire; sal de muchas fuentes, incluyendo numerosos lugares en el desierto del Sahara, en la costa
del mar Rojo en Etiopía, regiones centrales en el interior de Angola, diversos lugares en la costa de
Guinea y otros en las cercanías de los Grandes Lagos de África centro-oriental. A pesar de su
probable antigüedad, ese comercio regional era relativamente independiente del sector externo.
Además, los otros principales desarrollos económicos durante el milenio anterior al siglo XV
también estuvieron relativamente aislados. El movimiento de los agricultores de lengua bantú a
través del África central, oriental y meridional, la emergencia del nomadismo pastoril como una
especialidad en la sabana septentrional y a lo largo del corredor lacustre de África oriental y la
difusión de la explotación del hierro y de la producción artesanal eran, a pesar de las conexiones
ocasionales con el mundo exterior, como en el caso del algodón textil, mucho más influyentes a
nivel regional que internacional.
Una de las características del desarrollo regional era una estructura social basada en la etnia y en
el parentesco. Aunque no se conozca el origen histórico de las sociedades basadas en el
parentesco, las evidencias lingüísticas, culturales y económicas indican que dichas estructuras eran
muy antiguas. Por ejemplo, las referencias más antiguas al parentesco revelan que las distinciones
matrilineales y patrilineales ya estaban bien formadas a principios del siglo XVI. Gran parte de la
región costera de África occidental era patrilineal, excepto los akanes de la Costa del Oro. En África
centro-occidental, los pueblos mantenían patrones matrilineales, como lo hacen hoy sus
descendientes. Esta continuidad, que, hablando en líneas generales, también coincide con
distinciones étnicas, sugiere que los pueblos del interior distantes de los primeros observadores
compartían esas estructuras. Así, la evidencia litoraleña con relación al África centro-occidental
indica la probable existencia de una región de sociedades matrilineales que se expanden por el
continente hacia el océano Indicio, así como sucede hoy en día. Nada en los registros históricos
indica que ese patrón haya cambiado abruptamente en alguna época del pasado12.
Las sociedades basadas en el parentesco han sido diversamente descriptas como caracterizadas
por un modo de producción “de linaje” o “doméstico”13. Este modo de producción tenía las
12
Hair (1967); y Miller (1981 a).
13
Rey (1975 b); Sahlins (1972); y Terray (1969).
16
más jóvenes no tenían todavía permiso para participar plenamente de las decisiones del linaje.
Incluso el matrimonio y el concubinato eran instituciones de dependencia.
Los dependientes se movilizaban por el interés del linaje de acuerdo con lo que determinaban los
hombres más viejos. Realizaban un trabajo cooperativo en los campos, organizaban expediciones
de caza, defendían las ciudades contra las agresiones y participaban en ceremonias religiosas.
Como la tierra era muchas veces un bien común y como el matrimonio implicaba pagos que
resultaban excesivos para que la mayoría de los jóvenes pudieran cubrirlos sin la ayuda de los más
viejos, los lazos de parentesco eran fuertes. En tiempos difíciles, dichos lazos otorgaban seguridad.
Los parientes más jóvenes en principio eran los más vulnerables. Por ello, necesitaban a la familia,
ya que por lo general no contaban con riquezas ni edad suficiente para cuidar de sí mismos. Por
otro lado, eran los más perjudicados en tiempos difíciles.
Como lo demuestra el empeño, otros lazos que no se basaban en el parentesco eran importantes
porque sustituían o eludían las conexiones biológicas16. Al retenerse como garantía de una deuda,
los individuos empeñados tenían conexiones familiares, pero no eran acreedores. De este modo,
su valor se basaba en la expectativa de que sus parientes pagarían la deuda y así los liberarían de
la servidumbre. Los empeñados podían utilizarse en esa calidad, porque estaban directamente
relacionados con el deudor. Generalmente eran los niños quienes eran forzados a empeñarse y su
trabajo pertenecía al acreedor mientras permanecían con él. Al saldarse la deuda se los rescataba.
No se los maltrataba, ya que por lo general se conocía a su familia. Legalmente no se los podía
vender. Eran una garantía y se esperaba que el periodo de servicio fuese breve. Para el acreedor,
los empeñados eran una inversión. Aquí había otro dependiente, que no se relacionaba a través
del parentesco y que podía ser llamado a ejercer diversas funciones de utilidad. Había poco que
perder. Si el empeñado moría, debía proporcionarse otro, siempre y cuando no hubiera habido
malos tratos.
En todas las sociedades, un hombre podía tener muchas mujeres bajo su dominio, incluyendo
esclavas, empeñadas y libres17. Casarse con una mujer libre implicaba realizar pagos a su familia y,
de ese modo, un padre que contara con determinada riqueza y autoridad podía mejorar su
posición social, al pactar bodas beneficiosas para sus hijas o sobrinas, según fuese la sociedad
16
Douglas exploró la institución del empeño, pero no en un contexto histórico, en su artículo pionero de
1964. Ver también Douglas (1960).
17
Hay muchos estudios sobre la relación entre matrimonio y esclavitud; véase, por ejemplo, Meillassoux
(1972); Kopyroff y Miers (1977); Miller (1981 a), pp. 45-6; Rey (1969); y las contribuciones en Robertson y
Klein (1983), principalmente Klein (1983) y Meillassoux (1983). Véase también Klein (1998).
18
patrilineal o matrilineal. Además, un hombre podía casarse con empeñadas o esclavas y de esa
forma evitar los pagos nupciales. Al casarse con una empeñada, se cancelaba la deuda y por lo
general no había obligaciones con la familia de la mujer a la que se unía. El costo de casarse con
una esclava era el precio de su adquisición y, como difícilmente se conocía a su familia, la mujer se
volvía completamente dependiente de su marido. Esas uniones con empeñadas y esclavas no eran
las bodas preferidas; por lo general, las uniones más deseadas eran los contratos entre primos,
porque dichos matrimonios se daban entre personas libres y fortalecían los lazos de parentesco.
Sin embargo, una vez que se celebraba un matrimonio respetable, un hombre podía buscar
esposas adicionales que fueran empeñadas o esclavas.
Estas prácticas matrimoniales explican por qué había una gran demanda de mujeres en condición
de servidumbre. La naturaleza de esas relaciones promovía la asimilación, no la segregación. Las
mujeres se convertían en parte de la familia. Las mujeres con las que el señor no se casaba o
tomaba como concubinas eran entregadas a sus dependientes de sexo masculino, hijos, sobrinos y
fieles seguidores. En todos estos casos, las mujeres esclavas se volvían efectivamente
dependientes libres, principalmente después de tener hijos de un hombre libre. Por el contrario,
las esposas esclavas de hombres esclavizados mantenían su condición servil. Generalmente, en
esas situaciones no había, ni podía haber, un acto de emancipación, porque los lazos de
parentesco se determinaban por el nacimiento. La incorporación plena a un linaje, que
correspondía a la emancipación, se daba gradualmente, dependiendo del grado de aculturación, el
matrimonio con miembros efectivos del linaje o manifestaciones individuales de lealtad. En
ausencia de clases articuladas, la condición de esclavo evolucionaba de modo similar a los cambios
en otras categorías sociales. Con el tiempo los jóvenes devenían ancianos; los esclavos o sus
descendientes se convertían gradualmente en miembros del linaje.
Como la mayoría de los esclavos domésticos eran mujeres o niñas, estas observaciones sobre las
costumbres matrimoniales ayudan a explicar la evolución hacia la plena asimilación. Las mujeres y
los esclavos que nacían en la familia se asimilaban fácilmente y la venta de estos era ocasional. No
era habitual la venta de aquellos tomados como esclavos cuando eran niños, a quienes se trataba
como miembros de la familia. Sus tareas podían ser más serviles, pero se les concedía muchas
veces responsabilidades en el comercio, en la producción artesanal o en otras ocupaciones. Los
esclavos de segunda generación podían tener la misma suerte o un destino aún mejor.
El énfasis en la dependencia podía reflejarse en las prácticas religiosas; los sacrificios, por ejemplo,
eran interpretados como una expresión de continuidad entre este mundo y el próximo y la
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pasibles de ser esclavizados. Previo al establecimiento de los primeros califatos, los esclavos
provenían en gran medida de las regiones fronterizas donde aún se libraba la guerra santa. Así,
una antigua división se estableció entre las tierras islámicas centrales y la frontera y el grado de
especialización pasó a definir este sistema de esclavitud. Las provincias islámicas centrales
constituían el mercado para los esclavos; el abastecimiento provenía de las regiones fronterizas.
Los cautivos no eran necesariamente negros, aunque los negros siempre constituían una
proporción significativa de la población esclava. También provenían de Europa occidental y de las
estepas del sur de Rusia. Por lo general eran prisioneros de guerra no musulmanes que se habían
resistido a la expansión del Islam. Se concebía a la esclavitud como una especie de aprendizaje
religioso para los paganos. Inicialmente, a los judíos y cristianos residentes se les concedía un
estatus especial de “personas del libro”, reconocidos como hombres libres sujetos a tasas y
limitaciones especiales sobre las libertades civiles, pero libres de la esclavización. Algunos
cristianos eran esclavizados durante las guerras, principalmente en Europa occidental, pero la
mayoría de los esclavos procedía de otros lugares.
La naturaleza de la demanda de esclavos revela algunos aspectos importantes del comercio. Se
preferían, en mayor medida, a las mujeres y a los niños que a los hombres. También tenían más
probabilidades de incorporarse a la sociedad musulmana. Se entrenaba a los niños, eunucos o no,
para el servicio militar o doméstico y se promovía a los más competentes. Las mujeres también se
convertían en domésticas y a las que eran consideradas más bellas, un factor de gran influencia en
el precio de los esclavos, se las ubicaba en harenes. Los hombres adultos y las mujeres menos
atractivas se destinaban a las tareas más bajas y laboriosas y su población tenía que reabastecerse
constantemente a través de nuevas importaciones. Esta esclavitud no era una institución que se
auto perpetuaba y los que nacían en cautiverio formaban una pequeña porción de la población
esclava. La sociedad musulmana asimilaba a la mayoría de los hijos de los esclavos, los cuales eran
sustituidos por nuevas importaciones. Emancipación, concubinato, servidumbre doméstica,
puestos políticos y posición militar también dificultaban el establecimiento de una clase de
esclavos con una conciencia distinta de clase propia. También se minimizaba a la raza como factor
de mantenimiento de la condición servil. La exigencia religiosa que establecía que los nuevos
esclavos fuesen paganos y la necesidad de continuas importaciones para mantener la población
esclava, transformó al África negra en una importante fuente de esclavos para el mundo islámico.
Como el África subsahariana inicialmente se encontraba por fuera de los territorios islámicos, los
musulmanes y otros comerciantes buscaban esclavos en África. Las guerras locales, los criminales
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condenados, secuestros y posibles deudas eran las fuentes de esclavos para los comerciantes
visitantes, que reunían a los cautivos en pequeños grupos para transportarlos a través del mar
Rojo y remontando la costa oriental africana, o se reunían para formar caravanas que atravesaban
el Sahara. El comercio de exportación fue relativamente modesto antes del siglo XV y en realidad
no se expandió hasta del siglo XIX. En la mayoría de los casos, las exportaciones alcanzaban a unos
pocos millares de esclavos al año y, como las regiones afectadas eran casi siempre muy extensas,
por lo general el impacto local se minimizaba.
En la tradición islámica se consideraba a la esclavitud como un medio para convertir a los no
musulmanes. Así, una de las tareas del señor era la instrucción religiosa y teóricamente no se
podía esclavizar a los musulmanes, aunque en la práctica muchas veces esto no se respetara. La
conversión no llevaba automáticamente a la emancipación, pero sí a la asimilación a la sociedad
del señor; juzgada de acuerdo con la observancia de la religión, se la consideraba un prerrequisito
para la emancipación y normalmente garantizaba un trato mejor. Un aspecto de la tradición
religiosa y de la tradición legal era que la emancipación, como un acto de liberación de los esclavos
y de cambio de su condición, se encontraba claramente definida. En las sociedades basadas en el
parentesco, la emancipación era un proceso reconocido por la integración progresiva de las
sucesivas generaciones a través del matrimonio, hasta que las personas terminaban
perteneciendo integralmente al grupo. Muchas veces no había acto de emancipación en el sentido
exacto de la palabra. En la práctica islámica, sí lo había.
Las funciones que desempeñaban los esclavos también eran diferentes, en parte porque las
estructuras de las sociedades islámicas eran frecuentemente de mayor escala que entre los grupos
de parentesco. Por ejemplo, en los grandes estados islámicos de la cuenca del Mediterráneo, se
utilizaba a los cautivos en el gobierno y en el servicio militar, ocupaciones que no existían en
sociedades sin estado. Los oficiales y soldados esclavos muchas veces se mostraban muy leales
debido a la dependencia personal para con su señor. Los eunucos formaban una categoría especial
de esclavos que no parece haber sido característica de la mayoría de las sociedades no
musulmanas basadas en el parentesco. Los eunucos, que podían utilizarse en funciones
administrativas y como fiscales de los harenes, eran particularmente dependientes, sin tener
siquiera la chance de establecer intereses que fueran independientes de su señor. Bajo la
influencia del Islam, la práctica se difundió por el África subsahariana, junto con el empleo de
esclavos en el ejército y en la burocracia.
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La visión islámica de las mujeres esclavas también difería de la que se basaba en el parentesco. La
ley islámica limitaba el número de esposas a cuatro, aunque solamente las consideraciones
materiales y los caprichos personales limitasen el número de concubinas. Tanto en contextos
islámicos como no islámicos, los hombres podían tener cuantas mujeres pudieran mantener, pero
era diferente lo que establecía la ley. La costumbre islámica, que determinaba una clara
delimitación entre esclavos y libres, permitía la emancipación de concubinas que tenían hijos de su
amo. Legalmente ellas obtenían la libertad a la muerte de su señor, pero no podían venderse una
vez que tuvieran hijos. En la práctica, también las esposas de origen esclavo de las sociedades
basadas en el parentesco raramente se vendían y esa posición aumentaba la probabilidad de que
se convirtieran en miembros del grupo familiar y, por consiguiente, en libres. Los términos de
referencia diferían pero la práctica era bastante similar.
En muchas sociedades islámicas, los esclavos también ejecutaban tareas que se relacionaban más
directamente con la producción y el comercio. Es cierto que la escala de actividad económica en
las cuencas del Mediterráneo y del océano Índico implicaba un mayor comercio, un nivel más alto
de desarrollo tecnológico y la posibilidad de una explotación más especializada del trabajo esclavo
que en el resto del África negra hasta épocas recientes. En realidad, a los esclavos se les asignaban
con frecuencia tareas que no eran directamente productivas, las cuales, por el contrario,
alimentaban una jerarquía política y social que explotaba a una población de campesinos libres,
artesanos y poblaciones no esclavas. Aunque a los esclavos se los utilizaba con mayor frecuencia
en funciones domésticas (incluyendo sexuales) o en el gobierno y en el servicio militar,
ocasionalmente se los empleaba en la producción, como en las minas de sal de Arabia, de Persia y
del norte del Sahara. Se utilizaba a otros cautivos en los emprendimientos agrícolas a gran escala y
en la fabricación artesanal. Aunque no fuera la principal relación de producción, la frecuencia y la
escala de este trabajo diferían bastante del uso de cautivos en las economías menos especializadas
de las sociedades africanas basadas en el parentesco.
Esos usos diferentes de los esclavos, la distinción más clara entre esclavos y libres y el empleo
ocasional de cautivos en las actividades productivas demuestran una clara diferencia entre la
esclavitud de las sociedades basadas en el parentesco y la esclavitud en la ley y la tradición
islámica. La diferencia más importante era que esclavismo en las tierras islámicas había pasado por
una transformación parcial del tipo al que Finley identifica como significativa en la
institucionalización de la esclavitud. No había surgido un sistema económico plenamente basado
en el trabajo esclavo en la mayor parte del mundo islámico entre el 700 y el 1400, a pesar de la
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Tabla 1.1
era la notable ausencia de una influencia extranjera en el plano ideológico. Casi no había
internalización de las actitudes europeas con relación a la esclavitud pues teorías y prácticas
islámicas habían sido adoptadas en muchos lugares. El impacto del mercado produjo algunos
cambios a causa de la influencia europea, pero ese factor tuvo más importancia a nivel económico
que en el campo ideológico. Se siguió concibiendo a la esclavitud en términos de parentesco, aun
cuando los esclavos recibían nuevas tareas. Los esclavos eran cada vez más utilizados en el
gobierno, el comercio y el servicio militar, de formas similares a su utilización en los países
musulmanes. La estructura y los títulos eran diferentes, pero la función era la misma. Lo mismo
ocurría con relación al control de las mujeres. Las reglas polígamas permitían que los hombres
tuvieran tantas esposas como pudieran adquirir. No había racionalización de esa práctica por
medio de leyes que regularan el número de esposas y el estatus de las concubinas, como se daba
en la ley islámica. Sin embargo, los resultados eran similares. Los hombres importantes tenían
muchas esposas, algunas de las cuales eran esclavas, y esa distribución desigual de las mujeres
dentro de la sociedad era un elemento de control social, principalmente porque las mujeres eran a
menudo los principales trabajadores de la agricultura, así como las reproductoras de la familia. El
control de las mujeres permitía la dominación de la producción y la reproducción. Este aspecto del
esclavismo tuvo un importante impacto en el comercio de exportación. Los europeos querían
trabajadores para el campo y las minas. En realidad no les importaba mucho su sexo, aunque quizá
tenían una ligera preferencia por los esclavos del sexo masculino. Los africanos querían a mujeres
y niños. De ahí surgió una división natural de la población esclava, con los comerciantes europeos
comprando aproximadamente dos hombres por cada mujer y a veces una proporción aún mayor
de hombres. El comercio europeo era significativamente diferente del comercio musulmán por el
Sahara, el Mar Rojo y el océano Índico. Los musulmanes también querían mujeres, no hombres, y
eso se hacía evidente en los precios más altos que se pagaban por las mujeres en el comercio
musulmán.
La transformación de la esclavitud en las regiones africanas no musulmanas se relacionaba con la
extensión del comercio de exportación y con el grado en que políticos y comerciantes alimentaban
ese comercio a través de la esclavización y del tráfico. Como el número de esclavos aumentaba
continuamente y se afirmaba la capacidad de mantener una oferta regular, fue posible utilizar a
los esclavos de nuevas formas. Estas nuevas formas estaban a menudo relacionadas con el
aumento de la escala de producción de bienes, incluyendo oro, mercancías agrícolas,
manufacturas y sal. En el siglo XIX, esta utilización productiva de los esclavos devino importante en
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La escala de esta exportación demuestra su impacto. Más de 11 millones de esclavos dejaron las
playas de la costa atlántica de África; tal vez un número aún mayor haya encontrado el camino
hacia los países islámicos del norte, Arabia y la India. Aunque el foco aquí es la historia de la
esclavitud dentro de África y no el destino de los africanos fuera del continente, el volumen de ese
comercio era tan sustancial que revela un elemento esencial en el control social de los esclavos y,
en realidad, de otros dependientes, dentro de África. La exportación era una de las posibilidades
con las que los esclavos se enfrentaban; la explotación interna era otra. Ambas estaban
íntimamente relacionadas en su estructura. Los esclavos generalmente se vendían si fracasaban en
el cumplimiento de sus obligaciones y la venta, no sólo por el Atlántico, sino también por el
desierto del Sahara, el Mar Rojo y el océano Índico, era una forma de castigo y, por lo tanto, una
amenaza que ayudaba a controlar las acciones de los cautivos. El comercio implicaba grandes
riesgos para los esclavos, incluyendo marchas forzadas, alimentación precaria, exposición a
enfermedades por agotamiento y hambre y maltratos. La muerte y los daños físicos permanentes
eran habituales y los esclavos lo sabían por experiencia propia.
Como fuente para el comercio exterior desde tiempos inmemoriales, África era un depósito de
esclavos baratos y abundante; en realidad, estaban disponibles. Este aspecto, la esclavización, era
otra dimensión del esclavismo en África y afectó fuertemente la historia de la institución en el
continente. Es incorrecto pensar que los africanos esclavizaban a sus hermanos, aunque esto a
veces ocurría. En realidad, los africanos esclavizaban a sus enemigos. Esta concepción de quién
podía ser esclavizado servía a los intereses del mercado externo y permitía el ascenso político de
algunos africanos en el continente. La guerra, el secuestro y la manipulación de instituciones
jurídicas y religiosas son responsables de la esclavización de la mayoría de los cautivos, tanto de
los exportados como de los retenidos en África. A diferencia de otros lugares donde la esclavitud
era común, como particularmente en América y en las partes centrales del mundo islámico, la
esclavización regular era una característica esencial del esclavismo como institución. Los señores
de esclavos en las Américas y en los principales estados islámicos contaban con el tráfico para
obtener la mayoría de sus cautivos. Por lo general, ellos mismos no eran responsables de la
esclavización directa de las personas. En África, los esclavizadores y los propietarios de esclavos
eran a menudo los mismos. Europa y las tierras centrales islámicas veían a las áreas periféricas
como una fuente de esclavos y África era una de esas regiones periféricas, prácticamente la única
para las Américas y la principal para los países islámicos. Los esclavos también se movían dentro
de África, de zonas que eran más periféricas hacia lugares que eran más centrales, pero la
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esclavización era un aspecto predominante en todas partes. No había una separación funcional
entre la esclavitud y la utilización de esclavos; permanecían intrincadamente asociadas.
Esta conexión revela una característica fundamental del esclavismo en África; cuando se articuló
totalmente con la utilización de esclavos en la producción, la esclavitud se transformó en un modo
de producción distinto. La historia de la esclavitud implicaba la interacción entre la esclavización,
el tráfico de esclavos y la utilización de cautivos en la propia África. Un examen de esta interacción
demuestra la emergencia de un sistema de esclavitud que era fundamental para la economía
política de diversas regiones del continente. Este sistema se expandió hasta las últimas décadas
del siglo XIX. El proceso de esclavización aumentó; el comercio creció en respuesta a los nuevos y
mayores mercados y la utilización de esclavos en África se volvió más habitual. Relacionada con la
articulación de ese sistema, con sus vínculos estructurales con otras partes del mundo, dentro de
África se consolidó una estructura política y social que contaba en gran medida con la esclavitud.
La producción dependía, en grados variados, del trabajo esclavo. El poder político contaba con
ejércitos de esclavos. El comercio exterior implicaba la venta de esclavos, muchas veces como la
mercancía principal.