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Cuando hablamos de la comunidad primitiva del ser humano, nos referimos al estadio más antiguo de
organización socio-económica del que se tiene registro en la historia de nuestra especie. Es decir, fue
el primer modo de organización de los grupos humanos primitivos.
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Con el inicio de la civilización humana se formaron las sociedades previas a la llamada Revolución del
Neolítico (hace unos 9.000 años) y al descubrimiento y masificación de la agricultura.
De acuerdo a la doctrina de Karl Marx, esta organización inicial era la más adecuada para
una comunidad humana nómada o seminómada, que vivía de la caza, pesca y recolección. En ella, las
distinciones de clase, estrato social o incluso de género no eran todavía necesarias, ni relevantes.
Además: Prehistoria
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La esclavitud fue sumamente frecuente en las épocas antiguas, en las que constituyó incluso una
figura jurídica, contemplada por el Estado, que se imponía a los vencidos en batalla y a sus familias, o
a los capturados y sometidos en regiones conquistadas militarmente. También se podía llegar a ser
esclavo por deudas (apremio individual) o por haber cometido algún delito.
La esclavitud fue abolida en la mayoría de los países de Occidente entre el siglo XIX y el XX, y
hoy en día se considera un crimen contra la humanidad, penado internacionalmente por tratados y
organizaciones globales.
Los esclavos no recibían salario, ni tenían derechos laborales de ningún tipo; pero la posesión de
esclavos obligaba al amo a proveerles de alimento, ropaje, techo y herramientas de trabajo. En los
casos en que el esclavo podía legalmente liberarse, debía restituir al amo el valor de su trabajo en
dinero, como compensación por la pérdida de su patrimonio.
Además, la condición de esclavo era hereditaria, y los hijos nacidos de esclavo podían estar
sometidos también a esta condición. No era inusual, en los casos de esclavitud por contrato, que los
hijos se sometieran como esclavos para pagar las deudas heredadas del padre. Una vez que su labor
cubriera el equivalente al monto adeudado, podían volver a su libertad.
Existieron vendedores y traficantes de esclavos, que eran los encargados de suministrar a los amos
nuevos esclavos, capturados en otras culturas de geografías apartadas, o que podían ser niños
abandonados, hijos no reconocidos, etc.
Esclavismo y feudalismo
El sistema esclavista proliferó en la antigüedad pero en el tránsito hacia la Edad Media sufrió un
retroceso. El sistema feudal, que consistía en la división de los Reinos en pequeñas parcelas
controladas militar y legalmente por un terrateniente, mantuvo la figura del esclavo para casos
puntuales, pero prefirió la del siervo que, a fin de cuentas, trabajaba voluntariamente a cambio de
protección y orden del señor feudal, sometidos a sus leyes y designios.
Sin embargo, los siervos eran libres y podían elegir adónde irse, podían elegir a qué señor feudal
servir, y eran ciudadanos de pleno, a pesar de constituir la clase social más baja del medioevo,
señoreada por la Aristocracia y controlada por el Clero. La labor de los siervos era pagada con una
parte de su producción agrícola (lo demás iba para el terrateniente) y con protección militar ante las
guerras y las invasiones bárbaras, frecuentes para la época.
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Una de las características principales del sistema feudal fue la descentralización del poder, ejercido a
través de nobles organizados en feudos, que tenían una relativa independencia del monarca, pero
estaban supeditados a su rey con estrechos lazos de lealtad. Los nobles heredaban sus títulos, que
pasaban de generación en generación.
En este «pacto» se establecían relaciones mutuas, el vasallo recibía una tierra donde habitar y
protección militar a cambio de una relación de dependencia con el señor feudal. El vasallo debía
administrar la tierra y tomar las armas en defensa de su señor en caso de ser necesario. Además, debía
pagar tributo de su cosecha o producción.
Dentro de esta estructura también existían los campesinos, que eran aquellos que trabajaban la tierra y
estaban bajo el dominio total del señor feudal, por lo que no eran considerados hombres libres.
Durante la época feudal la tierra era garante de dinero y, por lo tanto, la posesión más preciada. Las
actividades económicas eran restringidas y consistían principalmente en la agricultura y en la
producción artesanal.
Todo el ordenamiento social y moral de la época se explicaba bajo la figura de Dios, ya que el rey
había perdido poder político y no era más que el representante divino en la tierra.
Ante la incompetencia de los monarcas para hacer frente a las invasiones y la posterior crisis política y
social, el poder pasó a estar en manos de los señores feudales, que se convirtieron en los jefes
sociales máximos. Ellos debían regular el orden y mantener la paz dentro de su estructura,
impartían justicia, cobraban impuestos y brindaban protección a la población desde el castillo, que fue
erigido como nuevo símbolo de poder.
La nobleza. Formada por la realeza y los señores feudales, tenían la mayor parte de las
tierras y el poder político. Se solía acceder a este estrato por linaje.
El clero. Formado por religiosos que representaban a la Iglesia y cumplían roles
eclesiásticos, políticos, educativos y/o sociales, y tenían privilegios.
El Tercer Estado. Formado por la mayoría de la población, ciudadanos que no eran nobles
ni clero, no tenían privilegios y pagaban impuestos. Fue un grupo muy variado formado por
campesinos, comerciantes y burgueses.
Existen varias causas que lo llevaron a su fin, entre las que están:
¿Qué es el capitalismo?
El capitalismo es el sistema socioeconómico imperante en Occidente después de la caída
del feudalismo medieval, y dominante en el mundo entero en la actualidad del siglo XXI. Es un
sistema propio de las sociedades industriales burguesas.
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Sus dos rasgos principales y definitorios son: la propiedad privada de los medios de producción y el
libre ejercicio económico. Su nombre proviene de la idea del capital, esto es, del rol central
del dinero en las relaciones de producción y de consumo.
El capitalismo propone que el dinero marque la medida del intercambio de bienes y servicios, y que
sea obtenido de diferentes formas:
En las sociedades capitalistas, por lo tanto, las relaciones de producción y trabajo, y de consumo de
bienes y servicios, están determinadas respectivamente por un sistema salarial y un sistema de precios.
De esa manera, los individuos consumen lo que la cantidad de dinero que producen les permite.
La sociedad entera funciona, entonces, buscando obtener un beneficio, esto es, un ingreso económico
mayor a los egresos, que permita un excedente de capital (con el cual consumir, invertir o ahorrar).
Ver también: Neoliberalismo
Por otro lado, el capitalismo construye una sociedad dividida en clases sociales de acuerdo a su
ingreso económico y posesión de capitales (o propiedades). Dichas clases sociales son, de acuerdo a la
mirada marxista del capitalismo:
Su antecedente más directo se ubica hacia el final del Medioevo, a medida que surgía de la sociedad
feudal una nueva clase social dominante: la burguesía, cuya actividad comercial permitía la
acumulación de dinero u otros activos (mercancía, y después maquinaria), lo cual es un rasgo
fundamental para el surgimiento de la lógica capitalista.
El espíritu del capitalismo clásico de la época fue comprendido por el economista y filósofo escocés
Adam Smith (1723-1790). Fue plasmado en su La riqueza de las naciones (1776), de donde surgió el
fundamento central del libre mercado, que aconsejaba la menor intromisión del Estado posible.
Sus ideas fueron luego parte de la filosofía del Liberalismo del siglo XIX, época que presenció el
desarrollo del sistema de fábricas, y el gigantesco éxodo de las regiones rurales a las urbanas que
éste ocasionó, dando origen así a la clase obrera o proletariado.
En adelante, el capitalismo sufrió enormes cambios en su modo de funcionamiento, impulsado por las
catástrofes económicas del siglo XX y sus dos guerras mundiales. Además, la constante innovación
tecnológica que marcó la segunda mitad de ese siglo, hasta que el capitalismo se volvió global de
inicios del siglo XXI.
Críticas al capitalismo
La contaminación actual es en parte consecuencia del capitalismo.
El capitalismo ha sido duramente criticado desde dos perspectivas, principalmente: la marxista y
la ecológica.
O sea, que el trabajo de los obreros es capitalizado por la burguesía, que extrae de ello
una plusvalía o ganancia, eximiéndose así de tomar parte en el trabajo.
Esta mirada, nacida en el seno de la brutal sociedad capitalista del siglo XIX, proponía que el
capitalismo reproducía la pobreza, yendo en beneficio únicamente de las clases pudientes, que
necesitaban de grandes cantidades de trabajadores que explotar.
Por otro lado, la crítica ecológica apunta a que la actividad industrial y el consumo de energía que
sostiene el modelo capitalista de producción es inviable e insostenible en el tiempo, ya que impone
un altísimo costo ecológico al planeta. El cambio climático, la contaminación ambiental y la
destrucción de ecosistemas son parte de las responsabilidades que se le achacan al modelo capitalista
mundial.
El conflicto entre ambos modos de organización económica y social, conocido como la Guerra Fría,
enfrentó a Estados Unidos y la URSS como líderes de cada grupo, en los campos de la economía, la
innovación tecnológica, la influencia política y la fuerza militar. Sin embargo, fue un enfrentamiento
indirecto: ninguno de estos países le declaró la guerra al otro.
¿Qué es el socialismo?
El socialismo es una corriente filosófica de pensamiento económico, social y político, así como un
conjunto diverso de teorías políticas, movimientos y sistemas socioeconómicos que en
dicho pensamiento se han inspirado.
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Todas ella tienen en común la defensa de la propiedad pública, colectiva o cooperativa de
los medios de producción de la sociedad, en lugar de su propiedad en manos privadas. Además,
propone la planificación y organización de la vida social y económica desde las fuerzas que componen
al Estado.
No hay, sin embargo, una forma única de socialismo. Ni siquiera hay un consenso respecto de qué es
exactamente o cómo se debería implementar en lo político, social o económico.
Así, existen formas más radicales (que suelen llamarse comunistas) que proponen la abolición de la
propiedad privada, y otras en cambio que proponen la convivencia con la economía de mercado,
aunque bajo formas de control y espíritu social. Lo mismo ocurre en lo político con el respeto a
la democracia y a la diversidad de los partidos: hay quienes proponen la dictadura del proletariado, y
otros que defienden la socialdemocracia.
El uso del término “socialista” con el sentido contemporáneo data de alrededor de 1830. Se usó para
describir al ala más radical de los diversos movimientos y filosofías políticas nacidos durante los
estallidos revolucionarios del siglo XVIII, que asociaban al capitalismo naciente los malestares
sociales de la época, en especial los seguidores de Robert Owen y Henri de Saint-Simon.
Algunos más pragmáticos y otros más idealistas, estos movimientos compartían visiones mayormente
agrarias del socialismo, y fueron bautizados con ese nombre por Pierre Leroux en su artículo Del
individualismo y el socialismo en Revue encyclopédique de 1833.
Con la Ilustración, que abogaba por el uso de la razón humana en la comprensión y el mejoramiento
de la sociedad, nació el primer socialismo moderno, industrial, que hoy en día conocemos como
socialismo clásico. Sus dos cunas fueron Francia e Inglaterra. Aunque carecieron de un cuerpo de
ideas en conjunto, contaron con importantes pensadores y militantes que allanaron el camino para la
llegada en el siglo XIX del marxismo.
Alcanzó su apogeo político a inicios del siglo XX, con la Revolución Rusa de 1917 que, bajo la
conducción de Vladimir Ilych Lenin (1870-1924), puso fin para siempre a la monarquía zarista. Así se
fundó el primer país socialista (marxista-leninista) de la historia, la Rusia soviética, que después se
convirtió en la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).
Los acontecimientos de Rusia avivaron los sentimientos reaccionarios europeos. Así, fueron utilizados
para justificar ideológicamente el nacimiento del fascismo, un movimiento político dictatorial y
fundamentalmente anticomunista, que desencadenó la Segunda Guerra Mundial.
Al término de la guerra a mediados del siglo XX el mundo asumió formalmente la división en dos
bloques, a lo largo de lo que se llamó la Guerra Fría: el bloque capitalista liderado por Estados
Unidos e Inglaterra, y el bloque comunista o socialista liderado por la URSS y China, que tras
la Revolución Comunista China (1949) había instaurado su propia visión del socialismo, el maoísmo.
Eventos semejantes ocurrieron en otras naciones del mundo, como Vietnam (la Revolución de Agosto
de 1945), Corea (tras la Guerra de Corea de 1950-1953), Cuba (la Revolución cubana de 1959),
Camboya (tras la Guerra Civil Camboyana de 1967-1975), entre otros.
Sin embargo, hacia el término del siglo XX, y sobre todo tras la disolución de la Unión Soviética en
1991, la mayoría de los países socialistas se habían sumergido en la crisis y se habían visto obligados a
reinventarse y asumir más o menos formalmente una economía de mercado. La última década del siglo
XX anunció la muerte del socialismo y el supuesto “Fin de la historia”, en palabras del pensador
japonés Francis Fukuyama.
Aun así, un nuevo experimento político tomó el título de “Socialismo del siglo XXI”, un término
del economista alemán Heinz Dietrich Steffan. Comenzó a ganar renombre mundial gracias a su
evocación en el V Foro Social Mundial por parte del entonces presidente venezolano, Hugo Chávez
Frías (1954-2013), en el marco de su autodenominada Revolución Bolivariana.
Socialismo utópico
Socialistas utópicos como Babeuf surgieron tras la Revolución Francesa.
El socialismo utópico es el nombre empleado para referirse a los movimientos socialistas y
revolucionarios que se opusieron al capitalismo temprano, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, y
que son previos a la aparición del marxismo. Se trató de vertientes muy distintas entre sí, surgidas a
raíz de los ciclos revolucionarios cercanos al 1800.
Algunos de los más importantes socialistas de esta tendencia aparecieron tras la Revolución
Francesa de 1789. Diversos militantes radicales, como el periodista francés François-Noël Babeuf
(1760-1797), denunciaron que la Revolución había fracasado en el cumplimiento de sus
ideales de libertad, igualdad y fraternidad.
En consecuencia, esto militantes abogaron por la disolución de la propiedad privada, así como el
equitativo reparto y disfrute de las tierras. Estas ideas condujeron a Babeuf a la ejecución, acusado de
conspirar contra el gobierno, lo cual hizo de él un mártir para la causa socialista durante el siglo XIX.
Existía un vínculo entre el socialismo pre-marxista y la filosofía de la Ilustración, que abogaba por
un mundo racionalmente construido.
Por ejemplo, Robert Owen (1771-1858) era un industrial galés cuyos ingenios textiles, altamente
rentables, operaban bajo estándares humanitarios inusuales para la época (no trabajaba nadie por
debajo de los 10 años, por ejemplo). Para Owen, la naturaleza humana no nacía, sino que se hacía, y
por lo tanto el egoísmo era consecuencia de las condiciones de vida, y totalmente reversible.
Así, Owen compró tierras en el estado de Indiana, Estados Unidos, donde en 1825 intentó establecer
una comunidad ideal: cooperativa, social y autosustentable, conocida como New Harmony (“Nueva
Harmonía” en inglés). El proyecto por desgracia fracasó tras unos pocos años, llevándose consigo la
mayor parte de la fortuna de Owen.
Otros nombres importantes dentro del socialismo utópico son los de François-Marie-Charles Fourier
(1772-1837), creador de comunidades socialistas llamadas “falansterios”; Pierre-Joseph Proudhon
(1809-1865), creador del “mutualismo” o socialismo libertario; y los de Louis Blanc (1811-1882),
Étienne Cabet (1788-1856), Jean-Jacques Pillot (1808-1877), Pierre Leroux (1797-1871), entre otros.
Socialismo científico
El socialismo científico fue el fundamento de toda la doctrina marxista posterior.
El socialismo científico es la corriente teórica del socialismo que desarrollaron Friedrich Engels y
Karl Marx, así denominada por sus propios autores. Fue el fundamento de toda la doctrina marxista
posterior y así la distinguió de las vertientes previas, que pasaron a denominarse “socialismo utópico”.
El término «socialismo científico» ya había sido usado por Pierre-Joseph Proudhon en su ensayo ¿Qué
es la propiedad? de 1840 para bautizar a un modelo de sociedad gobernada por la razón y dirigida por
científicos.
La distinción entre el socialismo científico y sus antecesores tiene que ver con la incorporación de la
metodología científica ideada por Marx: el Materialismo histórico. Dicho método propone una
mirada histórica y empírica de la sociedad humana, a partir de la conformación de los medios de
producción y de su control por una clase social determinada.
Así, Marx y Engels combatieron, a través de una mirada científica, tanto a las ideas burguesas
tradicionales de la historia como resultado de grandes hombres y grandes ideas, como a las visiones
socialistas más abstractas, que giraban en torno a las ideas de justicia, libertad e igualdad.
Socialismo y comunismo
Hoy en día no existe una diferencia clara y universal entre los términos “socialismo” o “socialista” y
“comunismo” o “comunista”. Sin embargo, se asocia el término comunismo a las vertientes más
radicales o extremistas, mientras que el socialismo se reserva para formas más laxas o más
combinadas con la democracia.
Sin embargo, el término “comunismo” es previo al de “socialismo”, y fue de uso corriente por los
neobabuvistas (seguidores del legado de François Babeuf). Entre ellos se encuentran franceses como
Jean-Jacques Pillot y Étienne Cabet.
Ambos organizaron un enorme banquete con presencia de más de mil comensales casi todos obreros,
en las afueras de París el 1 de julio de 1840. Allí se discutió la necesidad de cambios profundos para
alcanzar la “igualdad real”, que no pasaba únicamente por lo político.
En esos tiempos, los “comunistas” y “socialistas” se distinguían entre sí, justamente, en su grado de
radicalismo y el compromiso que mostraran con las ideas de lucha de clases. Es justamente por eso que
Marx y Engels eligen el término “comunismo” y no “socialismo” para desarrollar sus tesis filosóficas
y para nombrar la asociación que fundaron en 1847, la liga de los Comunistas.
Sin embargo, tanto Engels como Marx consideraban que socialistas y comunistas tenían un objetivo
común: alcanzar la sociedad sin clases sociales. En ese sentido, el socialismo era un primer estadio,
más laxo, que le abriría las puertas al comunismo, venciendo al Estado y superando la democracia
burguesa.
Socialismo y capitalismo
Desde mediados del siglo XX, el socialismo y el capitalismo se consideran doctrinas
enfrentadas en su tesis filosófica central.
Socialismo. Aboga por la propiedad pública o social, por una economía dirigida desde el
Estado y tiende a la concentración del poder en las figuras políticas.
Capitalismo. Defiende la propiedad privada, tiende hacia el libre mercado y hacia la
descentralización del poder político, empoderando la iniciativa privada, como las empresas.
Sin embargo, desde finales del siglo XX no existe realmente una potencia socialista que se oponga
al capitalismo y la globalización, sino algunas naciones con modelos más o menos separados del resto
del mundo. Entre ellas se encuentra China (cuyo socialismo sui generis contempla, desde finales de la
década de 1970, una economía de mercado), Corea del Norte, Cuba o Eritrea