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Nicolás Copérnico

REVOLUCIONES
DE LAS
ORBITAS
CELESTES
TOMO I

INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL


Nicolás Copérnico

REVOLUCIONES
DE LAS
ORBITAS
CELESTES
TOMO I
Llega esta obra, a la comunidad estudiosa del
Instituto Politécnico Nacional, sin fines de lucro

Revoluciones d e las órbitas celestes - Tomo I


Nicolás Copémico
D.R. © 1999 INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL
ISBN 968-7001-76-3
Primera Edición

Impreso en México
PRESENTACIÓN

La actividad editorial desarrollada por el Instituto


Politécnico Nacional, está encaminada al cumplimiento
de objetivos fundamentales, tales como: el abatimiento
del costo de los textos de apoyo para los planes de
estudio de diversas carreras y disciplinas que se
cursan en la institución, y el estímulo al profesorado
para que su esfuerzo en el campo de la investigación
técnica y científica y su experiencia en la cátedra, se
plasmen en volúmenes que circulen entre el mayor
número de estudiantes, docentes e investigadores.
En este contexto, iniciamos la publicación de una
nueva colección de libros institucionales de carácter
académico y costo reducido, que ofrece a los jóvenes
estudiantes de los niveles medio superior y superior un
acceso más directo hacia el conocimiento forjado en el
esfuerzo y la dedicación de los docentes e
investigadores del propio Instituto.
Este material bibliográfico especializado, se nutre en
parte de trabajos originales de nuestra planta de
profesores, lo que reviste la mayor importancia puesto
que además de contemplar de forma particular los
aspectos pedagógicos específicos que desarrollan en
su práctica diaria, permite incentivarlos y demuestra
que en México contamos con la suficiencia científico-
técnica que nos permitirá impulsar el desarrollo del
país.
Este programa editorial pretende abarcar gran parte
de las materias que integran el conjunto de planes de
estudio del Instituto y reflejar en sus publicaciones la
unificación de esfuerzos y voluntades que, sin lugar a
dudas, repercutirán en una entusiasta aceptación
estudiantil. Además, se inserta en el espíritu que ha
distinguido siempre al Politécnico, de realizar la
encomiable tarea de llevar el conocimiento científico y
tecnológico a los sectores mayoritarios de nuestro país.
En un periodo histórico como el que vivimos, esta
tarea reviste suma importancia, ya que se hace en
extremo urgente extender la ayuda institucional para
que nuestros educandos encuentren los apoyos que
les faciliten el continuar sus estudios profesionales, tan
necesarios para el desarrollo de la nación.
Este proyecto editorial seguramente marcará un
nuevo rumbo en el proyecto académico del Instituto
Politécnico Nacional, e impactará en la educación
tecnológica y en el desarrollo integral del México del
siglo XXI.

Diódoro Guerra Rodríguez


I N D I C E

Al Santísimo Señor Paulo I I I , Sumo Pontífice 13


Prefacio a los Libros de las Revoluciones 15

L IB RO PR IM E R O

P ro em io 23
Capitulo 1.— Que el m undo es esférico 25
Capítulo I I .—Q ue la T ierra también es esférica 25
Capítulo I I I .— Cómo la tierra con el agua forma u n globo 26
Capitulo I V .—Q ue el movimiento de los cuerpos celestes es igual,
circular y perpetuo, o sea compuesto de movimientos circulares 28
Capítulo V .—Si tiene la T ierra un movimiento circular y del lugar
que ocupa 29
Capitulo V I.—De la inmensidad del cielo a la magnitud de la T ierra 31
Capitulo V I I .—Por qué los antiguos pensaron que la T ierra descan­
saba en medio del m undo como su centro 33
Capítulo V I I I .—Contestación a dichas razones y su insuficiencia 34
Capitulo I X .—Si se pueden atribuir a la T ierra varios movimientos,
y del centro del m undo 37
Capitulo X .—Del orden de las órbitas celestes 38
Capítulo X I .—Demostración del triple movimiento de la T ierra 43
Capítulo X I I .—D e las líneas rectas que se subtienden en un círculo 47
Capítulo X I I I .—D e los lados y ángulos de los triángulos planos
rectilíneos 58
Capitulo X I V . —D e los triángulos esféricos 62
Proemio 81
Capitulo I .—De los círculos y sus nombres 82
Capitulo I I .—D e la oblicuidad de la eclíptica y la distancia de los
trópicos y como se determinan 83
Capítulo I I I .—De los arcos y ángulos en que se cortan los círculos
del ecuador, de la eclíptica y del meridiano, y como se calculan
con ellos declinaciones y ascensiones rectas 85
Capítulo I V .—Cómo determ inar la declinación y ascensión recta de
un astro situado fuera del círculo que pasa por en medio de los
signos, pero cuya longitud y latitud h a sido establecida, y con
que grado del zodíaco divide por la m itad el ciclo 88
Capítulo V .—Sobre las secciones del horizonte 92
Capítulo V I .—Cuales son las diferencias entre las sombras del medio­
día 93
Capítulo VII. —De qué modo el día más largo, la latitud del orto y
la inclinación de la esfera, se derivan entre sí, y sobre la diferen­
cia de los días 95
Capitulo VIII. —D e las horas y partes del día y de la noche 98
Capitulo I X. —De la ascensión oblicua de las partes del zodíaco y
de que modo para cualquier grado del orto determinaremos
el grado que está en medio del cielo 104
Capítulo X. —Sobre el ángulo de sección de la eclíptica con el ho­
rizonte 106
Capítulo XI . —Del uso de estas tablas 111
Capítulo XI I . —De los ángulos y de los arcos de círculos que pasan
por los polos del horizonte y cortan el mismo círculo de la
eclíptica 112
Capítulo XI I I . —Del orto y ocaso de los astros 113
Capítulo X I V.—De la búsqueda de los lugares de las estrellas y del
catálogo de las estrellas fijas 115
Catálogo de los Signos y Estrellas y primeramente de las que
están en la región septentrional 121
De las que están en medio y alrededor del Círculo del Zodíaco 139
De las que están en la Región Austral 159
X ir o tá t C o p itn ic o , te lra to al ó leo p in ta d o en r l tig lo X V I
AL SANTISIMO SEÑOR
PAULO III,
SUMO PONTIFICE
NICOLAS COPERNICO
PR E FA C IO A LOS LIB R O S D E LAS R E V O L U C IO N E S

Ciertamente, Santísimo Padre, puedo darm e cuenta de que tan pronto


como ciertas personas se enteren que en mis libros, que escribí sobre las
Revoluciones de las esferas del mundo, atribuyo al globo terrestre cierto
movimiento, en seguida vociferarán contra tal opinión para rechazarla,
porque mi obra no me agrada de tal modo, que no considere lo que de
ella otros juzgaren.
Y aunque yo sepa que los razonamientos de los filósofos están más
allá del juicio del vulgo, debido a que el estudio de ellos es buscar la
verdad en todas las cosas, puesto que Dios lo h a perm itido a la razón
hum ana, sin embargo, creo que deberíamos apartam os enteram ente de
las opiniones ajenas a la rectitud. Y cuando consideré cuan absur­
da parecerá esta dxQÓafia (acroama) a quienes saben que la opinión
de la Tierra colocada inmóvil en medio del cielo como su centro, fue con­
firm ada por el juicio de muchos siglos, si yo asegurase, por el contrario,
que la T ie n a se mueve, largo tiempo dudé en mi interior si daría a la luz
los comentarios que escribí, o fuese mejor seguir el ejemplo de los pitagó­
ricos y algunos otros, que no por escrito, sino de palabra, solían transmitir
sólo a sus parientes y amigos los misterios d e su filosofía, como testifica
Lisis en su carta o Hiparco.
Sin embargo, me parece que hicieron esto, no como algunos juz­
garon, por una m ala gana envidiosa en comunicar sus doctrinas, sino
para que la hermosura de este asunto investigado por grandes varo­
nes, no fuese despreciado por aquéllos a quienes la pereza no deja
dedicarse a ningún trabajo d« letras, sino a lo más lucrativo, o por
quiénes fueren estimulados con exhortaciones y ejemplos de otros al
liberal estudio de la filosofía, y que por la estupidez de su ingenio
están entre los filósofos como zánganos entre abejas. Por tanto, cuando
yo reflexionaba sobre esto, el tem or al desprecio que me viniese por la
novedad y absurdidad de mi opinión, casi me obligó a abandonar por
completo la obra propuesta.
Pero mis amigos m e retrajeron de m i larga vacilación y resistencia.
El prim ero entre ellos fue Nicolás Schonbcrg, cardenal de C apua, céle­
bre en to d a clase de doctrinas. El siguiente fue m i devoto amigo Tiedcman
Giese, obispo de Culxn, muy estudioso de las sagradas y de todas las
buenas letras. Este, en efecto, muchas veces me exhortaba, y añadiendo
a veces los reproches, insistía en que publicase este libro y lo dejase por
fin aparecer, pues conmigo ha estado oculto no sólo nueve años, sino
ya por cuatro novenios. Lo mismo hicieron otros varios eminentísimos y
doctísimos varones, urgiéndome a que no rehusase por más tiempo a comu­
nicar mi obra, por el miedo que yo sentía, p ara la común utilidad de los
estudiosos de las matemáticas. Decían que cuanto más absurda parezca
a algunos ahora esta doctrina m ía del movimiento de la T ierra, tanta
más admiración y favor obtendrá después de la publicación de mis co­
mentarios, cuando esas mismas personas vean disipada la niebla de la
obscuridad por la claridad de mis demostraciones. Pues convencido por
estos persuasores y por aquella esperanza, por fin permití a mis amigos
em prender la edición del trabajo que tanto tiempo solicitaron.
Y quizá no adm irará tanto a T u Santidad que me atreva a sacar
a la luz mis lucubraciones, después que tanto trabajo me tomé en elabo­
rarlas y en escribir mis pensamientos sobre el movimiento de la Tierra,
como estarás ansioso de oír de mí, qué es lo que me vino a la mente y
tanto dudé para que me decidiese a im aginar algún movimiento de la Tie­
rra, contra la opinión general de los matemáticos y casi contra el sentido
común. Y, por tanto, no quiero ocultar a T u Santidad, que nada me mo­
vió más a pensar en otra razón p ara deducir los movimientos de las esferas
del mundo, que el haber sabido de los matemáticos, que ellos mismos no
están de acuerdo sobre aquéllos. Porque, en prim er lugar, los m atem á­
ticos han estado tan inciertos del movimiento del Sol y de la Luna, que
no pudieron observar y dem ostrar la perpetua m agnitud del ciclo anual,
luego, al establecer los movimientos solares y lunares, y de las otras
cinco estrellas errantes, no utilizaron los mismos principios, suposiciones
y demostraciones que para las revoluciones y movimientos aparentes.
Porque algunos usaron sólo círculos homocéntricos, otros, círculos ex­
céntricos y epiciclos, sin que sus investigaciones llegaran a la plen3 con­
firmación. Los que tuvieron por cierto el homocentro, aunque llegasen
a demostrar los diversos movimientos componentes, sin embargo, no
pudieron demostrar nada seguro, que concordase con los fenómeno».
Mas los que pensaron en los círculos excéntricos, aunque pareció que
por esta teoría resolvieron numéricamente gran parte del movimiento,
mientras tanto, admitieron muchas cosas, que contradecían los primeros
principios de la regularidad del movimiento, como se vio después.
Además, no fueron capaces de describir o de deducir de aquella teo­
ría la cosa principal, es decir, la forma del m undo y la definida simetría
de sus partes. Les ocurrió como si alguien tuviese manos, pies, cabera y
otros miembros tomados de distintos lugares, bellos, pero que no guardan
la proporción del cuerpo representado, ni la correspondencia entre sí, de
modo que con ellos compusieran más un monstruo que u n hombre. Y así
en el proceso de la demostración, que llamaron método, se olvidaron de al­
go muy necesario, o encontraron haber adm itido cosas ajenas, que de nin­
guna m anera pertenecían al objeto. Lo cual no habría acontecido de
ningún modo si hubieran seguido principios ciertos. Porque si las hipótesis
admitidas por ellos no fueran falsas, todo lo deducido de ellas hubiera
podido ser comprobado sin duda alguna. Y aunque lo que digo es cosa
obscura, en su lugar será más clara.
Pues bien, como repasara mucho tiempo conmigo esta incertidumbre
de las matemáticas tradicionales para deducir los movimientos de las
esferas del orbe, comenzó a entristecerme que los filósofos, que en otros
aspectos han averiguado con sumo cuidado los menores detalles del mundo,
no hayan descubierto ningún esquema seguro acerca de los movimientos
de la máquina del universo, que fue creado p ara nosotros por el Optim o
y Regulador Artífice. Por lo cual me tomé el trabajo de releer todos
los libros de los filósofos que pudiera conseguir, para indagar si alguno
opinó alguna vez, que el movimiento de las esferas del m undo fu e*
otro del que proponen los que enseñan matemáticas en las escuelas. Y
ciertamente, encontré en Cicerón, que Niceto fue el primero en afirm ar
que la T ie ija se mueve. Después, encontré en Plutarco que varios otros
fueron de la misma opinión, y con gusto transcribo sus palabras, para
que sean conocidas por todos.

OI fi¿t Sá Xm fi/r tir rf¡v yijr, QilóXaog dé IJv&ayÓQeiot; xvx?m ncQt-


y¿etodai n tg l xó n vg xataxvxX oü AofotJ ófioágoaü/c >JAúu x a i atXr¡y^.
’HeaxXeldr,e ¿ IJorzixóz xai * £ x ? a n o ? ó /Iv&ay^gciog xiwovai p e r xt¡v yf¡v
oi y t perafiaux& {, t gojpríí dU tfp i f f o v t o / i i f r p ánó ÓVGfiwr I jú
átazoXáe rtegi t<3 Mío» a fa rjí x ¿
v tq o v .
(Algunos piensan que la Tierra está quieta; pero Filolao, el Pitagórico,
dice que se mueve alrededor del fuego con un movimiento circular obli­
cuo, como el Sol y la Luna. Heráclides del Ponto y Ecfanto, el Pitagó­
rico, no daban a la Tierra ningún movimiento de locomoción, sino más
bien un movimiento limitado de orto y ocaso alrededor de su centro,
como una rueda.)
Y encontré ocasión de comenzar a m editar también sobre la movilidad
de la Tierra. Y aunque m e parecía absurda esta opinión, sin embargo,
como sabia que otros antes que yo tuvieran esta libertad, de m odo que
algunos compusieron círculos para dem ostrar los fenómenos de los astros,
estimé que también a m í me sería fácilmente perm itido experimentar, si
dando a la T ierra algún movimiento, pudiese encontrar las revoluciones
de las esferas celestes con más firmes demostraciones que las de mis
predecesores.
Y así, establecidos por m í los movimientos que asigno a la T ierra en
mi obra, después de muchas y largas observaciones encontré al fin, que
si los movimientos de los demás astros errantes se relacionan con el
movimiento circular de la T ierra, y si los movimientos se calculan de
acuerdo con la revolución de cada planeta, no sólo se seguirán todos los
fenómenos, sino que también se enlazarán de tal m anera los astros en
todos los órdenes y magnitudes de sus esferas y órbitas y con el propio
cielo, que n ada puede desplazarse en algún lugar sin confundir las partes
restantes y todo el universo. Por lo cual, tam bién en el desarrollo de mi
<*ra he seguido un orden, de modo que en el prim er libro describo todas
las posiciones de las esferas junto con los movimientos que atribuyo a la
Tierra, p ara que dicho libro contenga una exposición general de la cons­
titución del universo.
Y en los demás libros relaciono todos los movimientos de los
otros astros y de sus esferas con la movilidad de la T ierra, de
modo que puede deducirse lo que puede salvarse del movimiento
aparente de los restantes planetas y de sus órbitas, si a la Tierra se le
concede movimiento. Y no dudo que los doctos e inteligentes m atem á­
ticos estarán de acuerdo conmigo en lo que la filosofía exige en primer
lugar, conocer y experimentar, no ligera sino profundamente, lo que
para demostración de estas cosas, en esta obra se manifiesta. Y para que
tanto los cultos como los ignorantes, vieran que en m í no hay que sospe­
char ningún subterfugio, preferí dedicar mis lucubraciones a T u San­
tidad, antes que a cualquier otro, porque incluso en este remotísimo
rincón de la T ierra donde vivo, se sabe que eres eminentísimo en la
dignidad de tu orden y en tu am or a todas las letras y además a las ma­
temáticas, de donde por tu juicio y autoridad puedes con más facilidad
reprim ir la mordacidad de los calumniadores, aunque el proverbio dice
que no hay remedio contra la m ordida de un sicofante.
Si tal vez hay “charlatanes’’, que aunque ignorantes de todas las
matemáticas, se decidan ellos mismos a opinar, y distorsionen malamente
algún lugar de la Sagrada Escritura para su propósito de censurar y
atacar mi obra, n ada me importa, hasta el punto que también condenaré
sus juicios como temerarios, porque no es desconocido que Lactancio,
por otra parte célebre escritor, pero pequeño matemático, habló tan
puerilmente de la forma de la Tierra, que se reía de los que afirmaban
que tenía forma de globo. No debe sorprendemos pues, a los estudiosos,
si gente como esa se rie de nosotros. Las matemáticas se escriben para los
matemáticos, y entre ellos, si no me equivoco, mis trabajos serán conside­
rados como una contribución a la comunidad eclesiástica, cuyo gobierno
tiene ahora T u Santidad. Porque no hace mucho, bajo León X , cuando
en el Concilio Latcranense se trataba de la reforma del Calendario Ecle­
siástico, quedó entonces indecisa, por la única razón de que la magnitud
de los años y los meses, y los movimientos del Sol y de la Luna, todavía
no se habían medido con suficiente precisión. Desde esc tiempo presté
mayor atención a hacer observaciones más exactas de esas cosas, acon­
sejado por el preclarísimo varón Paulo, obispo de Fossombrone, que ha­
bía estado presente en esas deliberaciones. Pero lo que he realizado en
esta materia, lo dejo al juicio de T u Santidad en particular y de los
demás doctos matemáticos. Y para que no parezca a T u Santidad, que
prometo u n a utilidad a este libro que no puedo conseguir, entro desde
luego en materia.
LIBRO PRIMERO
P R O E M IO

Entre muchos y variados estudios de artes y letras, sobre las cuales


el ingenio de los hombres se ocupa, esrimo que principalm ente deben
ser abrazadas y seguidas con sumo cuidado, aquellas que se ocupan de
cosas muy hermosas y dignas de ser conocidas. Tales son las que tratan
de las maravillosas revoluciones del m undo y del curso de los astros, de
sus magnitudes y distancias, orto y ocaso, y de las causas de todo lo
demás que se ve en el cielo, y que, al fin explican la form a total. Porque,
¿qué puede haber más hermoso que el cielo, conteniendo toda esa her­
mosura? L o cual aclaran hasta sus diversos nombres: Cielo y M undo,
pureza y adorno, incluidos en esas denominaciones. Y por eso, muchos
filósofos lo llamaron dios visible, por su extraordinaria excelencia. Y de
ahí, que si la dignidad de las artes se estima por la m ateria de que tratan,
la que algunos llaman Astronomía, otros Astrología y muchos de los anti­
guos la consumación de las matemáticas, será sobre las demás en gran
m anera excelentísima. Ella está, sin duda, a la cabeza de todas las artes
nobles, es la más digna para el entendimiento del hombre libre, y se
apoya en todas las otras ramas de las m atemáticas: Aritmética, Geome­
tría, O ptica, Geodesia, Mecánica y también algunas otras, todas se ofre­
cen a su servicio. Y aunque todas las buenas artes abstraen de los vicios
y dirigen la mente del hombre a lo mejor, ésta puede d ar eso mismo y
más abundantem ente con increíble delectación del ánimo. ¿Q uién que
se adhiera a tales objetos, que ve constituidos y dirigidos p o r la divina
dispensación con óptim o orden, por la asidua contemplación de ellos y
cierto hábito, no es provocado a lo m ejor y no adm ira al Artífice de
todo, en quien está toda felicidad y todo bien? No en vano dijo aquel
divino salmista, “que se deleita en los trabajos de Dios y exulta al ver
las obras de sus manos”, ya que por estos medios como vehículos, somos
conducidos a la contemplación del Sumo Bien. Y cuanta utilidad y
ornamento trae a estas repúblicas este conocimiento (aún pasando por
alto las innumerables ventajas que proporciona a los particulares), exce­
lentemente lo advirtió Platón, quien en el Libro Séptimo de las Leyes,
juzga que debe ser en especial buscado, a fin de que la ciudad viva vigi­
lante, acerca del orden de los días en meses y años y de la determinación
de los tiempos de las solemnidades y sacrificios preceptuados, y dice,
que si alguien niega que este estudio es necesario para un hombre que
alcanza óptim a sabiduría, piensa cstultísi mam ente ya que nadie puede
ser agradable a la divinidad, si no cree preciso conocer el Sol, la Luna
y los demás astros.
Pero esta ciencia, que puede ser llam ada más divina que humana,
que se ocupa de cosas tan altas, no carece de dificultades. Principalmente,
en lo que se refiere a sus principios y suposiciones que los griegos llaman
“hipótesis”, en las cuales veremos cuán discordes estuvieron los que inten­
taron ocuparse de ellas y como no em plearon los mismos métodos de
cálculo.
Además, los cursos d e los astros y de las revoluciones de las estrellas
no pueden definirse en números exactos y conocimientos perfectos, sino
con mucho tiempo y muchas observaciones previas, que como he dicho,
pueden ser transmitidas a la posteridad. Ptolomeo de Alejandría sobre­
salió mucho de otros por su admirable diligencia y habilidad, y con ayuda
de cuarenta años de observaciones, consumó todo este arte a tal grado que
parecía no faltarle nada que no hubiera tocado. Sin embargo, vemos
que muchas cosas no concuerdan con los movimientos que se deducen de su
doctrina, sino más bien con otros que fueron descubiertos más tarde y
eran desconocidos para él. Por lo que también Plutarco, cuando habla
del ciclo anual del Sol dice: “hasta ahora el movimiento de los astros
ha vencido la pericia de los matemáticos” . Porque si tomo el año como
ejemplo, creo es bien sabido, cuan diversos han sido siempre los juicios
sobre él, hasta el punto de que muchos desesperaron de poder encontrar
una explicación cierta. Así en el caso de otras estrellas intentaré, con el
favor de Dios, sin quien n ada podemos, inquirir esto más detalladamente,
ya que el gran intervalo de tiempo entre nosotros y los fundadores de
este arte, cuyos descubrimientos podemos com parar con los nuevos reali­
zados por nosotros, nos da más posibilidades para probar nuestra propia
teoría. Además, por o tro lado, confieso que expondré muchas cosas
diferentes de mis predecesores, aunque con su ayuda, porque fueron ellos
los que primero abrieron la puerta a esas investigaciones.
C a p ít u l o I

Q U E EL M U N D O ES ESFERICO

Lo primero que debemos advertir es que el m undo es una esfera, ya


porque esta forma sea perfectísima entre todas, que no tiene comparación
con ninguna otra, por ser íntegra, ya porque sea la de mayor capacidad
de todas las figuras, que comprende todas y conviene muchísimo conser­
var; sea también porque absolutamente todas las partes del universo, es
decir, el Sol, la Luna y las estrellas, en tal forma aparecen; sea porque
en ella todas las cosas tienden a perfeccionarse, como se ve en las gotas
de agua y en los demás cuerpos líquidos, puesto que por sí tienden a limi­
tarse. Y así, tal forma no dude alguien en atribuir a los cuerpos di­
vinos.

C a p ít u l o II

Q U E LA T IE R R A TAM BIEN ES ESFERICA

Q ue la Tierra también sea un globo se ve porque todas sus partes se


apoyan en su centro. Sin embargo, su absoluta esfericidad no se nota
desde luego con tanta altitud de los montes y profundidad de los valles,
que, sin embargo, varían mínimamente la redondez de la Tierra. Lo cual
es manifiesto porque hacia el septentrión, por donde quiera que se vaya,
se ve el vértice de la revolución diurna elevarse poco a poco en lo alto,
y otro tanto declina en sentido inverso, y en el norte también se observa
que muchas estrellas no tienen ocaso, y en el austro muchas no tienen
orto. Así también, Canopo no se ve en Italia y en Egipto está patente.
En Italia se observa la última estrella de Fluvio, y en nuestra zona fría
se ignora. Al contrario, los que viajan hacia el Sur, ven subir unas
estrellas y b ajar otras, las que para nosotros están muy altas. Por otra
parte, las inclinaciones de los polos, a «guales distancias de los terrestres,
tienen en todos esos lugares la misma razón, lo cual no acontece con
ninguna figura, sino con la esférica. Por donde se pone de manifiesto
que la T ierra tiene también su eje y, por tanto, es redonda. Añádase
también que los naturales de los países de Oriente, no perciben los
eclipses vespertinos del Sol y de la Luna, ni los de Occidente los eclipses
m atutinos; pero entre los habitantes de la zona media, algunos los ven
más pronto y otros m ás tarde. Además, la form a de las aguas es observada
por los navegantes, que desde la nave no ven la tierra, que desde la
altura del mástil se contempla. Y al contrario, si en la punta del mástil
hay algo brillante, al apartarse el navio de la tierra, poco a poco se ve
descender por los que están en la orilla, hasta que como poniéndose se
oculta. Consta también que las aguas por su naturaleza, corren hacia
abajo, lo mismo que la tierra, y no suben en el litoral más allá de lo que
la convexidad de la orilla permite. Por lo cual, la tierra está tanto más
alta cuando más se eleva sobre el océano.

C a p ít u l o III

C O M O LA T IE R R A C O N EL AGUA FO R M A U N GLOBO

De aquí, por tanto, que el océano que rodea la tierra con sus muchos
mares, llena hasta los más profundos abismos. Así que convenía que
fueran menos las aguas que la tierra, p ara que las aguas no absorbiesen
toda la tierra, ya que ambas tienden al mismo centro de gravedad, y
también p ara que dejaran descubiertas algunas partes de tierra en islas
patentes aquí y allá, para salud de las criaturas vivientes. Porque el
propio continente y orbe terrestre, ¿qué es sino una isla mayor que las
demás? No hay que creer a ciertos peripatéticos, quienes mantuvieron
que la totalidad del agua es diez veces mayor que la de la tierra, porque
en la transmutación de los elementos, al licuar una parte de tierra resul­
tan diez de agua. Y dicen que la tierra sobresale una cierta distancia,
porque al existir espacios vacíos en el interior, no se equilibra en todas
partes respecto a su peso, y así el centro de gravedad es diferente del
centro de magnitud. Pero se equivocaron por su ignorancia del arte de la
Geometría, no sabiendo que ni siquiera siete veces puede ser mayor el
agua y parte de la tierra quedara seca, sin que fuera evacuada de su cen­
tro de gravedad, cediendo su lugar a las aguas como más pesadas. Por­
que las esferas se relacionan entre si por el cubo de sus dimensiones, y
si hubiera siete partes de agua por una de tierra, el diám etro de la Tierra
no podría ser mayor que el radio del globo de las aguas. T a n lejos de la
verdad es que las aguas sean diez veces más que la tierra.
Q ue no hay diferencia entre el centro de gravedad y el centro de
m agnitud de la T ierra puede creerse, porque la convexidad de la T ierra
que emerge del océano no está creciendo de modo continuo, ya que en
ese caso alejaría las aguas marinas todo lo posible y no dejaría penetrar
los vastos golfos y m ares internos. Además, no cesaría de aum entar la
profundidad del abismo desde la orilla del oceáno, y no habría isla, o
escollo, o cualquier otro terreno que impidiera a los navegantes poder
avanzar lejos. Porque consta que entre el m ar de Egipto y el Golfo
Arábigo, apenas hay unos 15 estadios, casi en el centro del orbe terres­
tre. Y a su vez, Ptolomeo en su Cosmografía, hace extender la tierra
habitable hasta el círculo medio, dejando lo demás como zonas descono­
cidas, donde más recientemente se han encontrado C atay y otras am plí­
simas regiones, hasta de 60 grados de longitud, de modo que ya es mayor la
extensión de la tierra habitada que la de los océanos. Y aún más si añadi­
mos las islas que en nuestros tiempos se han encontrado bajo los auspicios
de los reyes de España y Portugal, y principalmente, América, llamada
así por su descubridor que m andaba los navios, y de la cual no se encuen­
tra aun su m agnitud total, por lo que se considera un segundo orbe
terrestre, jun to con m uchas islas antes desconocidas, que no nos sorpren­
dería fueran antípodas o antíctonas. Esta misma América por razones
geométricas, se supone que está situada en la región diametralmente
opuesta a la In d ia del Ganges.
E n fin, de todo esto juzgo que es manifiesto que tierra y agua tienen
un mismo centro de gravedad, que es el mismo centro de m agnitud de la
Tierra, que al ser más pesada, se llenan con agua todas sus depresiones,
y por tanto, es menos el agua en comparación con la tierra, aunque una
mayor superficie aparezca cubierta con ese líquido. Porque la figura que
tiene la Tierra con las aguas que le rodean, necesariamente aparece en
la sombra de la Tierra, perfectamente circular, que se proyecta en la
L una en los eclipses de la misma. Por tanto la T ierra no es plana como
Empédocles y Anaxíinenes opinaron; ni timpanoide como dijo Seucipo;
ni escafoide como consideró H eráclito; ni de algún otro modo cóncava
como aseguró Dem ócrito; ni cilindrica, como propuso A naxim andro; y
no está arraigada en su parte inferior con infinitas y robustas raíces como
supuso Jenófanes; sino absolutam ente redonda, como perciben los filó­
sofos.
C a p ít u l o IV

Q U E EL M O V IM IE N T O D E LO S C U E R PO S CELESTES ES
IG U A L, C IR C U L A R Y PE R PE T U O , O SEA C O M PU ESTO
D E M O V IM IE N T O S CIRCU LA RES

Después de lo anterior, señalaremos ahora que el movimiento de los


cuerpos celestes es circular. Porque el movimiento de las esferas es girar
en un círculo, y este acto lo expresa su misma forma, que es el cuerpo
más sencillo, donde no hay que buscar n i principio ni fin, ni distinguir
uno de otro, puesto que cada uno se mueve por sí mismo. Pero por otra
parte, son muchos los movimientos de las esferas o círculos orbita­
les. Conocidísima de todos, es la cotidiana revolución terrestre, que los
griego: llaman wx&JpeQo, es decir, del intervalo de tiempo de un día
y una noche. Por medio de este movimiento, todo el mundo, con excep­
ción de la Tierra, se supone avanza del este al oeste. Y además se toma
como medida común de todos los demás movimientos, ya que el tiempo
lo determinamos, principalmente por el número de días.
Después vemos otras revoluciones en sentido inverso, es decir, del
oeste al este, por parte del Sol, la Luna y los cinco astros errantes. Así,
el Sol nos da el año, la L una los meses, que son los períodos más cono­
cidos, y los otros cinco planetas, siguen cada uno su propio circuito.
Hay, sin embargo, diferencia en muchos puntos. Primero, no giran alre­
dedor de los mismos polos, sino que recorren la oblicua eclíptica, y des­
pués, en su mismo ciclo, no los vemos seguir siempre igual. Porque el
Sol y la Luna cumplen su curso unas veces más despacio y otras más aprisa.
Observamos también como los otros cinco planetas incluso retroceden
a veces, luego de detenerse u n tiempo. Y aunque el Sol siempre se des­
plaza directamente en su camino, aquéllos de varios modos van errantes,
unas veces hacia el sur y otras hacia el norte los vemos vagar, por lo
cual son llamados planetas. A esto añadase también que algunas veces
se acercan más a la Tierra, lo que se llama perigeo, y otras veces están
más lejos lo que se llama apogeo. Y no es menos necesario declarar,
que el movimiento es circular o compuesto de muchos círculos, porque
en sus desigualdades observan una ley cierta, ya que sus posiciones vuel­
ven a repetirse, lo cual no pudiera ser si no fuesen circulares sus reco­
rridos. Porque sólo es un círculo el que puede repetirse sin cesar, como,
por ejemplo, el movimiento del Sol en círculo produce la desigualdad de
los días y las noches, y nos repite las cuatro estaciones de año, para todo
lo cual se sobreentienden muchos movimientos, porque es imposible que
un simple cuerpo celeste se mueva irregularmente sobre u n a sola esfera.
Y esto sucedería así por la inconstancia de la virtud motriz, sea por
causa exterior o por su intima naturaleza, o por la disparidad de las
revoluciones de los cuerpos. Sin embargo, repugnando ambas cosas al
entendimiento, siendo indigno juzgar asi de aquellos cuerpos que están
constituidos con óptim a ordenación, es m ejor aceptar que sus movi­
mientos son iguales, y que nosotros los vemos desiguales por los diversos
polos de su recorrido, o porque la Tierra, tampoco está en el centro de
los círculos en que esos astros giran. Y cuando observamos desde la
Tierra, sucede que al pasar los planetas, a causa de sus desiguales dis­
tancias a la Tierra, los vemos mayores cuando están más cerca, que cuan­
do se encuentran más lejos (como h a sido demostrado en O p tic a). Y así,
en el caso de arcos iguales (por las distintas distancias en que son vis­
tos), aparecen movimientos desiguales en tiempos iguales. Por esta causa
considero necesario ante todo, que advirtamos cuidadosamente lo que es
habitual en el ciclo de la Tierra, para que al querer escrutar lo altísimo,
no ignoremos las cosas que nos son más próximas, y, por el mismo error,
atribuyamos lo que es propio de esta T ierra a los cuerpos celestes.

C a p ít u l o V

SI T IE N E LA T IE R R A U N M O V IM IE N T O CIRCU LA R
Y DEL LUGAR Q U E OCUPA

Ya quedó pues demostrado que también la T ierra tiene form a de


globo, y pienso que ahora hay que ver si también de su forma se deriva
su movimiento, y que lugar tiene en el universo, sin lo cual no puede
encontrarse una razón cierta de los movimientos que aparecen en los
cielos. Muchos autores convienen en que la T ierra descansa en medio,
del universo, y consideran este punto inopinable y hasta creen ridículo
pensar lo contrario. Sin embargo, si atentamente examinamos el asunto,
veremos que esta cuestión no está aun resuelta y que de ninguna manera
rs despreciable. Porque todo lo que se ve de aparente cambio de lugar, se
debe al movimiento de la cosa observada, o del observador, o a movimien­
tos necesariamente dispares de ambos. Porque cuando avanzan a la vez de
igual modo no se percibe movimiento relativo entre la cosa vista y el es­
pectador. Y desde la Tierra es donde todo el circuito celesda! se contem­
pla y se presenta a nuestra vista. Por tanto, si se concede a la Tierra
algún movimiento, el mismo aparecerá en el universo que hay afuera,
pero en sentido inverso, como si las cosas pasaran por arriba. Así se
observa en prim er lugar en la revolución cotidiana. Este movimiento pa­
rece -arrastrar a todo el mundo, menos a la T ierra y a lo que está cerca
de ella. Y si admitimos que el cielo no interviene en nada de esc movi­
miento, y que la T ierra d a vuelta de occidente a oriente, tanto el orto
como el ocaso del Sol y la Luna, atentam ente considerados quedarían
bien explicados. Y siendo el cielo el que comprende y abarca todas las
cosas, lugar común de todo el universo, no se com prende bien con clari­
dad, porque el movimiento no se ha de atribuir al contenido antes que
al continente, a lo colocado antes que al lugar donde se coloca. Esta
opinión era razonable p ara Heráclides y Ecfanto, pitagóricos, y para
Niceto el Siracusano, según C icerón: que en medio del m undo d a vueltas
la Tierra. Y suponían que las estrellas se ponen al interponerse la Tierra,
y que al cesar dicho obstáculo, salían de nuevo.
Supuesto lo anterior, siguen otras cosas y una duda no m enor sobre el
lugar de la Tierra, aunque ya es aceptado, generalmente por todos, que
se encuentra en el centro del mundo. Porque si alguien negare que la
T ierra ocupa el lugar medio o central del mundo, sin embargo no adm itiría
que la distancia a dicho centro sea com parable a las dimensiones de la
esfera de las estrellas no errantes, aunque se considera evidente respec­
to de las órbitas del Sol y los planetas; y juzgaron, por lo mismo, que los
movimientos de estos aparecen diversos, como si fueran regulados por
otro centro diferente del de la T ierra, lo que podría quizá proporcionar
razones adecuadas sobre el aparente desplazamiento irregular. El que los
astros errantes aparezcan, a veces más cerca de la T ierra y en otras oca­
siones, estén más lejos, argum enta necesariamente a favor de que la
T ierra no es el centro de sus círculos. Lo que no está todavía aclarado es
si la Tierra se acerca y se aleja de ellos, o ellos de la Tierra. Y tampoco
sería sorprendente si alguien opinara que la T ierra posee algún otro
movimiento además de su revolución cotidiana. De hecho, a Filolao el
Pitagórico, m atem ático no vulgar, puesto que Platón no demoró el ir a
Italia para gozar de su presencia, según aseguran los biógrafos del filósofo
griego, se le atribuye haber m antenido que la T ierra giraba en un círculo,
vagaba con otros movimientos y era uno de los planetas. Sin embargo,
muchos han creído poder dem ostrar por razones geométricas, que la
T ierra está en el centro del m undo y que en la inmensidad del cielo es
como a modo de punto central, y que está inmóvil por esta causa, ya
que cuando el universo se desplaza, el centro permanece quieto y lo que
está más próximo a este centro es movido lo más despacio posible.
C a p ít u l o VI

D E LA INM ENSIDAD D EL CIELO


A LA M A G N ITU D D E LA T IER R A
De que la gran mole de la T ierra no tenga ninguna relación con
la inmensidad del cielo, puede deducirse de que los círculos límites
(que es la traducción del griego “horizontes” ), dividen toda la esfera
celestes en dos mitades, lo cual no pudiera hacerse sila grandeza de la
Tierra en comparación con el cielo o su distancia al centro del mundo,
fueran considerables. Porque el círculo que divide por la m itad a la
esfera pasa por su centro y es el mayor círculo que puede circunscribirse
en ella. Representemos el horizonte con el círculo ABCD y la Tierra,
desde donde observamos, con el punto E centro del horizonte, que separa
los astros visibles de Jos ocultos. Luego con una dioptra, un horoscopio
o un corobate, colocado en E, vemos aparecer a Cáncer en el punto C y
en el mismo momento comienza Capricornio su ocaso en A. Por tanto co­
mo AEC form a una línea recta según la dioptra, debe ser un diámetro
de la eclíptica, puesto que los seis signos limitan un semicírculo, cuyo
centro E es el centro del horizonte.
Y de nuevo al terminarse la vuelta,
de modo que el principio de Capri­
cornio salga en B, se verá entonces a
Cáncer tener su ocaso en D , y BED
formará una línea recta, diámetro del
zodíaco. Pero ya se ha visto que AEC
es también un diámetro del mismo
círculo, por lo que su sección co­
mún estará en el centro E. Así pues
el horizonte siempre cortará por la
mitad a la eclíptica, que es un círculo
máximo de la esfera. Porque en una esfera, si un círculo divide a otro
de los círculos máximos en dos mitades, el biscctor es un círculo máximo.
Por consiguiente, el círculo del horizonte debe ser máximo y su centro
es el mismo de la eclíptica, según parece. Sin embargo, aunque son dife­
rentes las líneas que pasan por el centro de la T ierra y por su superficie,
tomando en cuenta su inmensidad respecto a la Tierra, son semejantes a
líneas paralelas, que por la gran distancia de su final, pueden considerar­
se como una sola, cuando el espacio entre ellas no puede compararse con su
longitud, como ha sido demostrado en Optica. Este es, sin duda, un argu­
mentó suficiente p ara dem ostrar que el ciclo es inmenso en comparación
con la T ierra y presenta el aspecto de una grandeza infinita, y que según
nuestros sentidos, la T ierra es al cielo como un punto es a un cuerpo y
como una m agnitud finita es a una infinita. Vemos que nada más que
esto h a sido demostrado y de ello no se deduce que la T ierra deba estar
precisamente en medio del mundo. Y más debería adm iram os que esta
vasta inmensidad recorra su vuelta en veinticuatro horas, en lugar de
que lo haga su parte mínima, como lo es la Tierra. Porque decir que el
centro es inmóvil y que las cosas más próximas al centro se mueven
menos, no prueba que la T ierra descansa en medio del mundo, ya que
no es diferente decir que el ciclo gira sobre los polos que están quietos,
y lo que está más cercano a dichos polos va más lento. Así vemos que
Cinosura se mueve más despacio que Aguila o Canícula, porque, muy
cerca del polo, describe un círculo más pequeño, ya que están todas
sobre una simple esfera, cuyo movimiento se detiene sobre su eje y que
no perm ite que sus partes tengan desplazamientos iguales entre sí, pues en
la revolución emplean el mismo tiempo, pero no sobre el mismo espacio.
En esto se apoya el argum ento de que la T ierra es una parte de la esfe­
ra celeste y que su movimiento es de la misma especie, pero al estar más
próxima al centro, avanza con lentitud a su posición siguiente. Por tanto, se
movería como cuerpo existente, no sería centro y avanzaría, en el mismo
tiempo, arcos similares pero más pequeños, que los de la esfera celeste.
L a falsedad de esto es clara como la luz, porque de ser cierto debería
estar fija al mediodía en un lugar y a la medianoche en otro, y no
habría ortos y ocasos diarios, ya que el movimiento del todo y de las
partes debe ser uno e inseparable. Pero no sucede así, porque en la reali­
dad los astros encerrados en órbitas más pequeñas las recorren con más
rapidez que los colocados en mayores círculos. Así, Saturno, la mayor
de las estrellas errantes, d a su vuelta en 30 años, m ientras que la Luna,
sin duda la más próxim a a la Tierra, recorre su circuito en un mes. Y,
la Tierra, se estima que recorre su espacio en un día y u n a noche. Pero
resurge una duda sobre esa revolución cotidiana de la Tierra.
Y tam bién el lugar que ocupa la T ierra resulta aun más incierto en
virtud de lo supradicho. Porque esta demostración sólo prueba que el
cielo tiene m agnitud indefinida respecto a la Tierra. Y hasta donde se
extiende esta inmensidad de ningún modo consta. (Al contrario, !os
corpúsculos diminutos e indivisibles que llaman átomos, cuando se toman
en parejas o en pequeño número no componen u n cuerpo visible, pero
pueden ser reunidos en cantidad tan grande, que serán al fin bastantes
para form ar una m agnitud observable. L o mismo sucede con el lugar
de la 'Fierra, aunque no esté en el centro del mundo, su distancia es insig­
nificante en comparación con la esfera de las estrellas no errantes.)

C a p ít u l o V II

PO R Q U E LOS A N T IG U O S PENSARON Q U E LA T IE R R A
DESCANSABA EN M E D IO D EL M U N D O
C O M O SU C E N T R O

A este respecto, los primeros filósofos, entre varias razones, alegaron


ante todo la gravedad y la ligereza, para intentar afirm ar que la Tierra
está en reposo en medio del mundo. Porque la T ierra es el elemento más
pesado y todas las cosas de algún peso son llevadas hacia olla y forradas
a desplazarse en su profundidad hacia el centro, 'orque siendo la Tierra
un globo, hacia el cual las cosas pesadas desde cualquier dirección son
llevadas en ángulos rectos con la superficie, y si aquí no fueran retenidas
bajarían todas al mismo centro, puesto que la línea recta perpendicular
a una superficie plana donde toca a una esfera, pasa por el centro. Y todo
lo que descendiera hasta el centro, quedaría allí en reposo. T anto más
entonces estará la T ierra quieta en el centro, y siendo el receptáculo
de todo lo que cae sobre ella, permanecerá quieta a causa de su peso.
De modo análogo, algunos filósofos tratan de probar esto por razón
del movimiento y de su naturaleza. Porque un cuerpo simple tiene un
movimiento simple, dice Aristóteles, pero el movimiento simple puede
ser recto y circular. Y los rectilíneos pueden ser hacia abajo o hacia
arriba. Por lo cual, todo movimiento simple es hacia el centro, que es
el movimiento hacia abajo, o procedente del centro, que es hacia arriba,
o es alrededor del punto central, que es el circular. Y así conviene, en
verdad, que el agua y la tierra, que son elementos tenidos por pesados,
tiendan hacia abajo buscando el centro; pero el aire y el fuego, a los que
se atribuye la ligereza, se muevan del centro hacia arriba. Y vanos que es
común conceder a esos cuatro elementos el movimiento rectilíneo, y a
los cuerpos celestes el circular alrededor del centro. Todo esto según
Aristóteles.
Por tanto, Pcolomeo de Alejandría dice que si la T ierra dieia vueltas,
al menos la revolución cotidiana, sería preciso que sucediera todo lo
contrario de lo arriba dicho.- Porque, necesariamente, este movimiento
sería muy evidente y su celeridad insuperable, puesto que en veinticuatro
horas atraviesa Ja T ierra todo su circuito. Pero este repentino y vertigi­
noso movimiento sería completamente incapaz de recoger o unir las cosas,
y más bien serviría p ara dispersar o disolver lo que estuviese unido, si
no lo refrenase alguna otra coherencia para que todo siguiera junto.
Y hace mucho tiempo, añadió, que la Tierra ya dispersada hubiera pa­
sado al cielo (lo que es ridiculo afirm ar) y por lo mismo todo lo animado
y cualquier otra cosa, libres de toda atadura, en m anera alguna permane­
cerían sólidos. Además, lo que cac no llegaría al lugar señalado, y desde
luego no a lo largo de la perpendicular, tan grande es la rapidez que lo
arrastra. Y también las nubes y las otras cosas pendientes en el aire,
siempre las veríamo6 llevadas hacia occidente.

C a p ít u l o V III

CO N TESTA C IO N A D ICH A S RAZONES Y SU IN SU FIC IE N C IA

Por estas y similares causas dicen que la T ierra descansa en medio


del mundo y que no hay duda sobre ello. Y desde luego, si alguien opi­
nara que la Tierra da vueltas, diría también que el movimiento sería
natural y no violento. Y lo que está de acuerdo con la naturaleza, obra
efectos contrarios a aquellos que es según la violencia. Porque lo causado
por el ímpetu, es disolvente por necesidad, y no podría subsistir mucho
tiempo. Prro lo que se lleva a cabo conforme a la naturaleza, se m an­
tiene debidamente y conservará su óptim a composición. En vano, teme
Ptolomeo que la T ierra y todo lo ten-estre se disperse en una revolución
causada por la eficacia de la naturaleza, que tan lejos está de las artes o
de lo que puede proceder del ingenio humano. Pero, ¿por qué no sospe­
cha también lo mismo de todo el mundo, cuyo movimiento debe ser tanto
más veloz, cuánto mayor es el cielo que la T ierra? ¿O el cielo ha llegado
a ser tan inmenso, por qué la indecible impetuosidad de su movimiento
lo ha arrastrado lejos del centro, y por qué el cielo caería si volviera al
reposo? Ciertamente, si se pudiera m antener ese razonamiento, también
la magnitud del cielo llegaría al infinito. Porque cuanto más se eleva el
movimiento por el ímpetu, más rápido será el desplazamiento, conside­
rando la circunferencia creciente que debe recorrerse cada veinticuatro
horas: y al aum entar la velocidad del movimiento se am pliaría la inmen­
sidad del ciclo. D e este modo, la velocidad haría crecer infinitamente la
magnitud, y la magnitud la velocidad.
Y de acuerdo con el axioma de la física, lo que es infinito no puede
ser atravesado ni movido de alguna forma, el cielo estaría necesariamente
en reposo. Pero dicen que fuera del cielo no hay cuerpo alguno, ni vacío,
ni nada en absoluto, por eso no hay nada que pueda escapar del cielo;
entonces en verdad sorprende que algo puede ser m antenido junto por
nada. Pero si el cielo fuera infinito y fuera finita sólo su concavidad
interior, podría decirse con más razón que no hay n ada fuera del cielo,
pues algo que ocupe cierto espacio debe estar en él, pero el cielo penna-
necerá inmóvil. Porque el movimiento es la razón más poderosa con la
que intentan deducir que el m undo es finito. Pero dejemos disputar a los
filósofos de la naturaleza si el m undo es finito o infinito; una cosa tenemos
por cierta, que la T ierra está contenida entre sus polos, y su superficie
es esférica. ¿Por que, pues, aún dudamos en concederle la movilidad que
a su forma y por su propia naturaleza le conviene mejor, que poner en
conmoción a todo el m undo cuyos limites ignoramos y no podemos cono­
cer? ¿Y por qué no admitimos que esa apariencia de revolución diaria
del ciclo, no pertenece en realidad a la T ierra? Y las cosas suceden como
cuando el Eneas de Virgilio dice:
“Saliendo del puerto, la tierra y las ciudades retroceden” .
Porque cuando un navio flota con m ar tranquilo, todo lo que está
fuera les parece a los navegantes que avanza con u n movimiento, que
es la imagen del suyo propio, y piensan al contrario, que ellos y todas
sus cosas están quietas. Así, sin duda, puede acontecer con el movimiento
de la Tierra, que creamos se mueva en círculo todo el mundo. ¿Q ué dire­
mos, pues, de las nubes y de otras cosas que flotan en el aire, bajan, se
detienen y suben de nuevo? Alegaremos que no sólo la T ierra y el ele­
mento líquido a ella unido se mueven de esta forma, sino tam bién el
aire y cualquier otra cosa del mismo modo relacionada con la Tierra. Ya
que el aire próximo mezclado con tierra, o con agua, obedece a la misma
naturaleza que la Tierra, o porque el movimiento del aire es adquirido,
en el cual participa sin resistencia d ada la contigüidad y perfecta rota­
ción terrestre. A su vez, no es menos sorprendente cuando dicen que la
región más alta del aire sigue el movimiento celeste, como se h a demos­
trado por las estrellas que surgen repentinam ente, pienso en los cometas,
llamados “pogonías" (barbadas) por los griegos. Porque ese lugar se
asigna para su generación, y como las demás estrellas, nacen y se ponen.
Podemos decir que esa parte del aire está desprovista de movimiento
terrestre por su gran distancia a la Tierra. Por eso, el aire más próximo
a la Tierra, y las cosas que flotan en él, aparecen tranquilas, a no ser
que el viento o cualquier otre ím petu, las agiten de un lado a otro, como
a veces acontece. Porque, ¿no es el viento en el aire lo que las olas en
el mar?
Es preciso reconocer, que el descender y ascender de los cuerpos es
un movimiento doble en comparación con el m undo, y está compuesto,
en general, del rectilíneo y el circular. Y como cualquier cosa desciende
por su peso, porque contiene m ucha tierra, no es dudoso que las partes
sigan la naturaleza del todo, y es por esta razón que lo ígneo es lanzado
arriba con fuerza. Porque este fuego terrestre lo m antiene principalmente
la m ateria terrena, y la llama, no se define de otro modo, que como humo
ardiente. Es propiedad del fuego extenderse a todo lo que encuentra y to­
m ar tan ta fuerza, que no puede impedirse de ningún modo ni con ningún
artificio que rompa su prisión y termine su obra. Y el movimiento de
expansión va del centro a la circunferencia, y si cualquier parte de la
Tierra se encendiera, seria llevada del centro a lo alto. Según esto, como
ellos dicen, un cuerpo simple posee un movimiento simple, lo que se ha
comprobado primero en el movimiento circular, siempre que el cuerpo
simple permanezca en su lugar natural y en su unidad. En dicho lugar,
y no en otro, es cuando el movimiento es circular y se queda allí como si
estuviera quieto. Pero el movimiento rectilíneo sobreviene a aquellas cosas
que son desplazadas de su lugar natural, o que son empujadas fuera,
o de algún modo alejadas. Y nada repugna tanto a la forma de gobierno
como que algo esté fuera de su sitio. Luego el movimiento rectilíneo se
produce sólo en cuerpos que no están en condiciones correctas y no se
ajustan perfectamente a su naturaleza, cuando se separan de su conjunto
y abandonan su unidad. Por lo cual, lo que es llevado arriba o abajo, sin
tom ar en cuenta el movimiento circular, no tiene un movimiento simple
uniform e e igual. Porque no puede estar en equilibrio con su ligereza o
el ímpetu de su peso. Y cualquier cosa que cae, al principio lo hace con
lendtud, pero aum enta su velocidad conforme va cayendo. Y al contrario,
notamos que este fuego terrestre (y no conocemos otro) cuando se lleva
a lo alto de inmediato se debilita, como manifestación de la violencia de
la m ateria terrestre. El movimiento circular siempre es igual, porque
tiene u n a causa indeficiente, pero el rectilíneo disminuye su velocidad,
porque hallado lugar, el objeto deja de ser pesado o ligero, y termina
su desplazamiento. Correspondiendo pues el movimiento circular al todo
y el rectilíneo a las partes, podemos decir que el movimiento circular es
al rectilíneo, como el ser anim ado es al enfermo.
Y ciertamente, que Aristóteles considere tres géneros de movimiento
simple: desde el centro, hacia el centro y alrededor del centro, lo juzgare­
mos como un solo acto de razón, lo mismo que distinguimos entre línea,
punto y superficie, aunque ninguno de ellos puede subsistir sin los demás
o sin el cuerpo.
Tam bién ocurre, que cuanto más noble y divina es la condición
de algo, se le debe atribuir el estado de inmovilidad, mientras que los
cambios e inestabilidad corresponden mucho más a la Tierra que al
mundo. Y también añado que parece absurdo que se atribuya movi­
miento más al continente o colocador, que al contenido o colocado, como
es la Tierra. Finalmente, siendo manifiesto que los asiros errantes están
a veces más cerca y otras más lejos de la Tierra, el movimiento de un
mismo cuerpo alrededor del centro, se refiere al centro de la Tierra,
y sería a la vez desde el centro y hacia el centro. Por tanto, es necesario
que el movimiento alrededor del centro se tome de modo más general y
bastaría que cada movimiento estuviera de acuerdo con su propio centro.
Vemos por eso, que es m ucho más probable el movimiento de la Tierra
que su quietud, especialmente, la revolución cotidiana, como más propia
de la Tierra. Y esto juzgo ser bastante sobre la prim era parte de la
cuestión.
C a p ít u l o IX

SI SE PU ED EN A T R IB U IR A LA T IE R R A
V A RIO S M O V IM IE N T O S, Y DEL C E N T R O D EL M U N D O

Puesto que nada se opone a la movilidad de la Tierra, me parece que


se debe ver ahora si también le pueden convenir otros movimientos, de
m odo que pueda ser considerada como astro errante. Q ue no es el centro
de todas las revoluciones, lo declara el movimiento aparente desigual de
los planetas y sus distancias variables a la Tierra, que no podrían enten­
derse si sus círculos tuvieran como homocentro a la Tierra. Por tanto,
sí existen muchos centros, no es temerario d u d ar si el centro de gravedad
de la Tierra será el centro del m undo en lugar de algún otro. Yo mismo
pienso que la gravedad no es otra cosa que cierta propensión natural de
las partes, implantada por la divina providencia del Artífice universal,
para buscar su unidad e integridad, atraídas para juntarse en forma de
globo. Cuya propiedad es muy creíble que también la posean el Sol,
la Luna y los otxos planetas resplandecientes, para que por su eficacia
conserven la redondez en que se nos presentan, aunque, sin embargo,
realicen sus movimientos circulares de muchos modos diferentes. Porque
si la T ierra posee también otros movimientos diferentes del giro alrededor
de su centro, es necesario que sean similares a los que aparecen en el
exterior en muchos cuerpos celestes y que encontremos el circuito anual.
Porque si se cambiasen de solares a terrestres y se concediera inmovili­
dad al So!, los ortos y ocasos de los signos y de las estrellas fijas, que las
convierten en m atutinas o vespertinas, aparecerían del mismo modo, y ob­
servaríamos las detenciones, retrocesos y avances de las errantes, no como
propios, sino como un movimiento de la Tierra, que cam bia su s aparien­
cias. En fin, que el Sol se debe considerar como centro drl mundo. Y la
razón del orden con que esos cuerpos se van sucediendo y toda la armonía
del m undo nos lo enseña, si es que vemos tales cosas, como se dice, con
los dos ojos.

C a p ít u l o X

D EL O R D E N D E LAS O R B ITA S CELESTES

N o veo que alguien dude, que las estrellas fijas sean las más altas
de todo lo visible en el cíelo. Sabemos que los antiguos filósofos querían
establecer el orden de los astros errantes o planetas de acuerdo con la
m agnitud de sus revoluciones, por la razón de que al moverse con igual
velocidad, los que están más lejos se verán avanzar más despacio, como
Euclides demostró en su O ptica. Y por ello juzgaban que la L una recorre
su órbita en un tiempo brevísimo, porque al estar más próxim a a la
Tierra, d a vueltas en un círculo mínimo. E n cambio Saturno es el más
elevado, porque completa su circuito en el período más largo. Después de
él, viene Júpiter, luego M arte. De Venus y M ercurio, encontramos varias
opiniones, porque no tienen todas las elongaciones angulares al Sol como
los otros. Por tanto, unos lo colocan sobre el Sol como Timeo según
Platón, otros bajo el Sol como Ptolomeo y buena parte de los recientes.
Alpetragio pone a Venus superior al Sol y a M ercurio inferior.
Pues los seguidores de Platón estiman que todos los planetas (que son
cuerpos obscuros) brillan con luz recibida del Sol. Por eso piensan que
si están bajo el Sol, en virtud de la poca distancia que los separa de él,
se verían reducido? a la m itad o a parte de su redondez. Porque la luz que
les llega, la reflejan sobre todo hacia arriba, o sea hacia el Sol, como se ve
en el caso de la Luna nueva o menguante. Tam bién dicen que a veces,
el Sol se obscurece por su interposición con eclipse de luz en proporción
a su m agnitud; y como esto nunca sucede, piensan que de ningún modo
pueden estar debajo del Sol.
Contra esto, los que colocan a Venus y a Mercurio bajo el Sol recla­
m an tener la razón por la am plitud del espacio que descubren entre el
Sol y la Luna. Porque la máxima distancia que determ inaron entre la
T ierra y la Luna, 64 1/6 mayor que el radio terrestre tomado como
unidad, está contenida 18 veces en el menor alejamiento del Sol a la
T ierra, que son 1,160 unidades, y por tanto, el intervalo entre el Sol y
la L una es de 1,096 unidades Y para que tan vasta extensión no perm a­
nezca vacia, encuentran que los intervalos entre los perigeos y apogeos,
que establecen el espesor de las esferas, completan casi los mismos núme­
ros, de modo que al apogeo de la L una debe suceder el perigeo de
Mercurio, y al apogeo de Mercurio, le sigue el perigeo de Venus, y el
apogeo de Venus casi toca al perigeo del Sol. Pues entre los ápsides de
Mercurio hay unas 177/2 unidades de las indicadas antes y el espacio
restante está casi lleno con las 910 unidades de la distancia entre el
apogeo y el perigeo de Venus. Pero no admiten que esos planetas tengan
una cierta opacidad como la de la Luna, sino suponen que brillan con
luz propia o que todos sus cuerpos están impregnados de luz solar y que
por eso no obscurecen al Sol, sino lo que es un evento rarísimo, cuando
se interponen entre nuestra vista y el Sol, ya que en genera!, tienen menor
anchura. Además, siendo estos cuerpos muy pequeños en comparación
con el Sol, ya que Venus aunque mayor que Mercurio apenas puede
cubrir la centésima parte del disco solar, como afirma Mohamed Albate-
nio, que estima que el diámetro del Sol es diez veces mayor y, por tanto,
no puede verse fácilmente tan pequeña m ancha en tan grandísima luz.
Aunque Averroes en su paráfrasis de Ptolomeo, hace mención de haber
visto algo negruzco, cuando observaba la conjunción del Sol y Mercurio,
que él había calculado. Y así deducen que estos dos planetas se mueven
abajo del círculo solar.
Pero cuán débil e incierto es este razonamiento, queda de manifiesto
cuando dicen que !a más corta distancia de la Tierra a la Luna es 38
unidades, siendo el radio terrestre una unidad, de acuerdo con Ptolomeo,
pero una estimación más verdadera da 49 unidades, como veremos más
abajo. Sin embargo, sabemos que en este gran espacio sólo hay aire, o
si prefieren lo que llaman elemento ígneo. Además, el diámetro del
epiciclo de Venus, en virtud del cual éste tiene una digresión angular
de 45 grados a cada lado del Sol, sería seis veces mayor que la distancia del
centro de la Tierra a su perigeo, como se demostrará en su lugar. ¿Q ué
dirían entonces, qué es lo que está contenido en todo ese espacio, tan gran­
de que encierra la Tierra, el aire, el éter, la Luna y Mercurio, además de
aquel vasto epiciclo de Venus, si girase alrededor de la T ierra inmóvil?
Y también lo poco convincente de la argumentación de Ptolomeo
cuando dice que convendría poner al Sol en medio entre los planetas con
elongaciones angulares completas y los que no las presentan, queda de­
mostrada y probada su falsedad cuando la Luna aparece en todas las
elongaciones.
Pero, ¿qué causa alegan los que ponen a Venus bajo el Sol, y des­
pués a Mercurio, o los separan en otro orden, de modo que no recorren
circuitos separados e independientes del Sol como los demás astros erran­
tes, si sólo la razón de velocidad a lentitud no oculta su orden? Conven­
drá, por tanto, que la T ierra no sea el centro al cual se refiere todo el
orden de planetas y sus órbitas, o no tendremos razón segura de su
ordenamiento, ni sabremos por qué el lugar más elevado se asigna a Sa­
turno, en lugar de a Júpiter o a cualquier otro planeta. Por lo cual,
juzgo que de ninguna m anera podemos despreciar la opinión de M ar­
ciano Capella, que escribió la Enciclopedia, y de algunos otros latinos.
Pues mantienen, que Venus y M ercurio giran alrededor del Sol como
centro, y por esra causa piensan que no alcanzan más elongación respecto
de él, que lo perm itido por la convexidad de sus órbitas, porque no des­
criben círculos alrededor de la T ierra como los deinás, pero tienen ápsi­
des intercambiables. No quieren decir o tra cosa, sino que alrededor
del Sol está el centro de sus esferas. Así, la órbita de M ercurio estaría
dentro de la órbita de Venus, cuya longitud es más del doble, y encon­
trará espacio suficiente en aquella gran am plitud. Y por eso, si alguien
aprovechara la ocasión para adscribir el mismo centro a Saturno, Júpiter
y M arte, de modo que la m agnitud de sus órbitas entienda ser tanta, que
dentro de ellas esté contenido todo lo comprendido y rodeado por la
Tierra, no cometerá error, como demuestra la tabla de relaciones de sus
movimientos.
Pues consta que los planetas están siempre más cerca de la Tierra
cuando tienen su nacimiento por la tarde, es decir, cuando están opues­
tos al Sol, estando la T ierra entre ellos y el Sol. Pero están m ás alejados
de la T ierra en su ocaso vespertino, es decir cuando están ocultos en las
proximidades del Sol, en especial, cuando tenemos el Sol entre ellos y la
Tierra. L o que indica con bastante claridad que su centro más pertenece
al Sol y es el mismo al cual Venus y M ercurio refieren sus revoluciones.
Pero como todos tienen un centro común, es necesario que el espacio entre
la órbita convexa de Venus y la cóncava de M arte sea considerada como
una esfera homocén trica respecto a ambas superficies, y que reciba a la
T ierra y a su satélite la L u n a y todo lo contenido bajo el globo lunar.
Porque no hay medio de separar a la L una de la T ierra, que sin duda
están muy próximas, y más cuando en el mismo espacio encontramos
p ara ambas suficiente y amplio lugar.
Y de aquí que no nos avergoncemos de m antener que esta totalidad,
incluida la L una y el centro de la Tierra, recorren su órbita entre las
otras estrellas errantes en una revolución anual alrededor del Sol, y que
el centro del m undo está alrededor del Sol. Digo también que el Sol
permanece por siempre inmóvil, y que cualquier movimiento aparente
que se Ic atribuya, puede explicarse por el movimiento de la T ierra; que
la m agnitud del m undo es tal, que aunque la distancia de la T ierra al
Sol en relación con cualquier otra esfera planetaria es bastante manifies­
ta, resulta imperceptible respecto a la esfera de las estrellas fijas. En­
cuentro más fácil adm itir eso, que con equella casi infinita m ultitud de
esferas distraer el entendimiento, como están obligados a hacer los que
destinaron a la T ierra como centro del mundo. Pero es de creer más bien
la sagacidad de la naturaleza, que así como evita con gran cuidado pro­
ducir lo superfluo o inútil, prefiere, a menudo, dotar a una cosa con
muchos efectos.
T odo lo cual son cosas m uy difíciles y casi inopinables y contra la
opinión de muchos, sin embargo, con ayuda de Dios, las haremos más
claras que la Iuí. Jel Sol, al menos para aquellos que no ignoran el arte
de las matemáticas. Por tanto si la prim era ley es todavía válida (por­
que nadie p odrá alegar un m étodo más conveniente p ara m edir la m ag­
nitud de las órbitas, que la duración del tiem po), el orden de las esferas
es el siguiente, comenzando por el m ás elevado.
L a prim era y más alta de todas es la esfera de las estrellas fijas, que
conteniéndose a sí misma y a todo lo demás, es por eso inmóvil y es el
lugar del universo, a donde se refiere el movimiento y posición de todas
las otras estrellas. Porque al contrario de lo que otros juzgan, que tam ­
bién ella cambia, nosotros asignaremos a esa apariencia otra causa al ha­
cer la deducción del movimiento terrestre. Sigue Saturno, el prim ero de
los astros errantes, que completa su circuito en 30 años. Después viene
Júp iter con su revolución de 12 años. Luego M arte, que d a su vuelta en
dos años. El cuarto lugar en orden lo tiene la T ierra, por hacer su revo­
lución en un año con la órbita lunar contenida como epiciclo. El quinto
corresponde a Venus que regresa en nueve meses. El sexto y últim o sitio
lo ocupa Mercurio, que com pleta su giro en un período de 80 días. Y
en el centro de todos reposa el S o l ‘Porque, ¿quién podrá poner esta
lám para en otro o m ejor lugar de este hermosísimo templo, desde el cual
pueda iluminarlo todo al mismo tiempo? Y a que alguien no ineptam en­
te lo llamó la lucerna, otros la m ente y otros el rector del m undo. Tris-
megisto lo denominó dios visible; en Electro de Sófocles, el que todo
lo ve. Y así está el Sol como en un solio real, gobernando la familia de
los astros que lo circundan. Y en cuanto a la T ierra, esta no se priva
de los servicios de la Luna, pero como dice Aristóteles en De Animalibus,
la L u n a tiene con la T ierra un gran parentesco. Como si la Tierra fuera
fecundada por el Sol y se preñase para su parto anual. Porque encontra­
mos bajo este orden u n a adm irable sim etría del m undo y u n seguro nexo
1.— Esfera inmóvil de las estrellas fijas
2.— Saturno, revolución en 30 años
3.—Júpiter, revolución en 12 años
4.— M arte, revolución bianual
5.—T ierra con Luna, revolución anual
6.—Venus, nueve meses
7.— Mercurio, 80 días
de arm onía en el movimiento y m agnitud de las esloras, que en otra par­
te no puede encontrarse. Y ahora séame perm itido advertir a los obser­
vadores cuidadosos, por qué aparece m ayor el progreso y regreso en
Jú p iter que en Saturno y m enor que en M arte; y, a su vez, mayor
e n Venus que en M ercurio. Y por qué eso* eventos recíprocos se ven más
a m enudo en Saturno que en Júpiter y son aun menos frecuentes en
M arte y Venus que en Mercurio. Además, cuál es el motivo de que cuan­
do Saturno, Júpiter y M arte son acrónicos (están en oposición), se
encuentran más próximos a la T ierra, que cuando se acerca su ocultación
y reaparición. Pero especialmente M arte, cuando está en oposición al
Sol, parece ser igual en m agnitud a Júpiter (se distingue de él sólo por
su color rojizo), pero cuando se descubre por observación cuidadosa con
un sextante, se encuentra con dificultad entre las estrellas de segunda
m agnitud. Todas estas cosas proceden de la misma causa, o sea del m o­
vimiento de la Tierra.
Como nada de esto aparece en las estrellas fijas, se comprueba que
están a una inmensa altura, por lo que el ciclo de su movimiento anual
o su imagen desaparecen de nuestra vista, porque para todo lo visible
hay una cierta distancia, más allá de la cual deja de veree, como se
demuestra en O ptica. Porque del más alto de los astros errantes a la
esfera de las estrellas fijas, hay un gran espacio, como confirma el cin­
tilar de sus luces. Cuyo indicio perm ite distinguirlas de los planetas,
porque entre los movibles y los inmóviles convenía que hubiese gran dife­
rencia. ¡ T a n admirable es sin d u d a esta divina obra del O ptim o Artífice
Máximo!
C a p ít u l o XI

D E M O ST R A C IO N D EL T R IP L E M O V IM IE N T O D E LA T IE R R A

Ya que tantos y tan grandes testimonios dan los astros errantes so­
bre la movilidad de la Tierra, expondremos ahora un resumen de sus
movimientos, demostrando sus apariencias al menos como hipótesis. D e­
bemos adm itir tres movimientos. El primero, llam ado por los griegos
rojfir¡iuQiv6v como ya dijimos, es el propio circuito del día y de la
noche, que gira alrededor del eje terrestre del oeste al este, describiendo
el ecuador o círculo equinoccial, que algunos im itando el significado de
la expresión griega tcijficeirós llaman equidial. El segundo es el movi­
m iento anual del centro que describe el círculo de los signos (zodiaco,
eclíptica), también de occidente a oriente, o sea que, en consecuencia,
circula entre* Venus y M arte, como ya dijimos, jun to con los cuerpos que
le acompañan. Esto hace que el propio Sol se vea pasar por el zodíaco
con un movimiento similar. D e este modo, por ejemplo cuando el centro
de la T ierra atraviesa Capricornio, el Sol parece cruzar por Cáncer, y
cuando atraviesa Acuario, el Sol parece cruzar Leo, y así sucesivamente
(como indicam os). Es necesario com prender que el ecuador y el eje de la

T ierra tienen una inclinación variable con el círculo y el plano de la eclíp­


tica. Porque si permaneciera fija y no tuviera otro movimiento que simple­
m ente el circular, no aparecería ninguna desigualdad del día y la noche,
sino que siempre sería solsticio de verano o de invierno; o equinoccio; o
verano, o invierno, o alguna o tra estación del año continuaría sin varia­
ción. Sigue pues, el tercer movimiento que es la declinación; también una
revolución anual, pero en sentido contrario hacia los signos precedentes,
es decir hacia el oeste, retrocediendo contra el movimiento del centro. Y
así ambos movimientos casi iguales entre sí, pero de sentido opuesto, hacen
que el eje de la T ierra y el mayor de los paralelos, el ecuador, permanez­
can aproximadamente en la misma parte del mundo, y parece que están
inmóviles. Mientras tanto se ve mover el Sol a lo largo de la oblicua eclíp­
tica con el mismo movimiento que el centro de la Tierra, como si éste
fuera el centro del mundo, ya que según recordarán, la distancia de la
Tierra al Sol, es insignificante en comparación con la esfera de las estre­
llas fijas. Estando las cosas así, necesitamos verlas con nuestros ojos, en
lugar de limitarse a lo que pueda decirse.
Describamos ya el círculo ABCD, que representará el circuito anual del
centro de la Tierra en el plano de la eclíptica, y sea su centro E, el Sol.
Dividamos el círculo en cuatro partes iguales por medio de los diáme­
tros AEG y BED. El punto A es el comienzo de C áncer; B de Libra; G
de Capricornio, y D de Aries. Luego pongamos el centro de la Tierra, pri­
mero en A, alrededor del cual señalaremos el ecuador terrestre FG H I,
pero no en el mismo plano, sólo GAJ es secdón común a los dos círcu­
los, es decir, el ecuador y la eclíptica.
Dibujemos también el diám etro FAH, perpendicular a GAI, y sea F
la máxima declinación hacia el sur y H la m áxim a inclinación hacia el
norte. Con esta disposición, los terrestres verán el Sol, que está en el cen­
tro E, en el solsticio de invierno bajo Capricornio, a causa de la mayor de­
clinación boreal H vuelta hacia el Sol. Porque la inclinación del ecuador
respecto a la línea AE, describe por la revolución diurna el trópico de
invierno, que es paralelo al ecuador a la distancia comprendida por el
ángulo de inclinación EAH. Aváncese ahora el centro de la T ierra de
oeste a este y sea F el límite de la declinación máxima, que tendrá igual
movimiento en sentido opuesto, hasta que en B, ambos hayan recorrido
cuadrantes de círculo. M ientras tanto, por la igualdad de las revolucio­
nes, el ángulo EA I siempre es igual al ángulo AEB, los diámetros FAH y
FBH, GAI y GBI serán siempre paralelos, y el ecuador permanecerá
paralelo al ecuador. Y por la causa ya tantas veces repetida, aparecen
como las mismas líneas en la inmensidad del cielo. Ahí, desde el punto
B, comienzo de Libra, E parecerá estar en Aries, y la sección común de
los dos círculos citados coincidirá con la línea GBIE, respecto a la cual
la revolución diurna no tiene declinación, porque cada declinación es­
tará a un lado u otro de esta línea. Y así, el Sol será visto pronto en el
equinoccio de primavera. Avance de nuevo el centro de la Tierra bajo
las mismas condiciones y cuando haya completado el semicírculo en C,
el Sol aparecerá entrando en Cáncer. Pero como la declinación austral
F del ecuador se dirige ahora hacia el Sol, y éste se ve en el norte, atra­
vesando el trópico estival según el ángulo de inclinación ECF. O tra vez,
cuando F recorre el tercer cuadrante del círculo, la sección común G I
caerá sobre la línea ED, por lo que el Sol, visto en Libra, habrá alcan­
zado el equinoccio de otoño. Pero luego, al seguir el movimiento progre­
sivo, H F g ira gradualm ente en dirección al Sol, y volveremos a la misma
situación de nuestro punto de partida.
D e otro m odo: Sea ahora de igual m anera en el plano siguiente:
AEC el diám etro de la eclíptica y su sección común con el círculo ABC
perpendicular al plano. E n este círculo trazamos en A y C, esto es, bajo
Cáncer y Capricornio, el meridiano terrestre que pasa por los polos
D G FI. Y sea el eje de la T ierra D F, el polo Boreal D y el austral F, y

Parte Boreal

el diám etro ecuatorial G I. Por tanto, cuando F se vuelve hacia el Sol,


que está en E, y la inclinación del ecuador es hacia el norte según el
ángulo IA E, entonces el movimiento alrededor del eje describirá, con
el diámetro K L y la distancia L I, el paralelo austral del ecuador, que
aparece respecto al Sol como el trópico de Capricornio. O bien, para
hablar con más propiedad, este movimiento alrededor del eje form a una
superficie cónica en dirección a AC, con el centro de la Tierra como vér­
tice y un círculo paralelo al ecuador como base. Además, en el signo
opuesto C, sucede lo mismo, pero al revés. Está claro por tanto, como
los dos movimientos opuestos entre sí, o sea, el del centro y el de la
inclinación, fuerzan al eje de la T ierra a perm anecer en equilibrio del
mismo modo y a conservar una posición similar, y como hacen aparecer
todo como si fueran movimientos solares.
Pero decíamos que las revoluciones anuales del centro y la declina­
ción eran casi iguales, porque si lo fueran exactamente, sería necesario
que los puntos del equinoccio y solsticio, y la oblicuidad de la eclíptica
respecto a la esfera de las estrellas fijas, n o cambiase de ninguna manera.
Pero siendo poca la diferencia, no se nota claram ente sino pasado mucho
tiempo. Desde tiempos de Ptolomeo hasta los nuestros, h a habido una
precesión de equinoccios y solsticios de unos 21 grados, por esta causa,
creyeron algunos que se mueve la esfera de las estrellas fijas y colocaron
una novena esfera más elevada. Y cuando esto no bastó, los modernos
añadieron u n a décima, pero sin obtener el resultado apetecido, que
nosotros esperamos conseguir del movimiento de la T ierra, que como
principio e hipótesis, usaremos p a ra dem ostrar otras cosas.

CAPn-ULO X I I

D E LAS LIN EA S R ECTA S


Q U E SE SU B TIEN D EN EN U N C IR C U L O
Puesto que el ángulo no mide la línea recta subtensa, igual que la
línea no mide el ángulo, pero el arco si lo hace, se encontró un método
con el cual pueden ser conocidas las líneas que subtienden cualquier
arco. Por medio de esas rectas, o cuerdas, es posible determ inar el arco
correspondiente a u n ángulo, y, al contrario, con ayuda del arco encon­
tra r la recta o cuerda que subtiende el ángulo. Por lo cual no es ajeno
a este libro que tratemos de esas líneas y también de los lados y ángulos
de triángulos planos y esféricos, lo cual enseñó Ptolomeo en ejemplos
dispersos, para que de ese modo, esos problemas queden ahora de una
vez resueltos, y, en adelante, esté más claro lo que tratemos.
A hora, por acuerdo general de los matemáticos, dividimos el círculo
en 360 grados. Pero los antiguos tom aban un diám etro de 120 partes.
Despufo, para evitar la complicación de m inutos y segundos en multipli­
caciones y divisiones de los números relacionados con esas líneas, que
en general, son de m agnitud inconmensurable, y a m enudo se tom a su cua­
drado, algunos de los posteriores establecieron un diám etro de 1,200,000
partes, o con dos millones de partes, o con alguna otra cantidad racional,
desde los tiempos en que comenzó el uso general de los números hindúes
(arábigos). Estos números superan sin duda a cualesquiera otros, griegos
o latinos, en la extraordinaria sencillez de su empleo y en la prontitud
con que se acomodan a los raciocinios. Y nosotros, también por la misma
causa, tomamos aquí una división del diám etro en 200,000 partes, que
puede excluir los errores patentes. Porque respecto a las cosas no rela­
cionadas número a número, será bastante para conseguir una buena
aproximación. Pero explicaremos esto en seis teoremas y un problema,
siguiendo en general a Ptolomeo.
Teorema Primero

D ado el diám etro de un círculo, están dados también los lados del
triángulo, tetrágono, hexágono, pentágono y decágono, que el propio
círculo circunscribe.
Porque el radio o la m itad del diám etro es igual al lado del hexágono;
el cuadrado del lado del triángulo es triple, y el cuadrado del lado del
tetrágono doble del cuadrado del lado del hexágono, según está demos­
trado en los Elementos de Euclides. Si al lado del hexágono se le d a
una longitud de u n millón de partes, el del tetrágono tiene 141,422
partes, y el del triángulo 173,205.
Sea AB el lado del hexágono, que por el problema 1 del libro I I o
10 del libro V I de Euclides, se corta en m edia y extrem a razón en el
punto G, siendo CB el seg-
. V ° ^ m entó mayor, al que se
añade su igual BD. Por
tanto, toda la linea ABD estará dividida en media y extrem a razón,
y el segundo menor BD, será el lado del decágono inscrito en el círculo,
por los preceptos 5 y 9 del libro X I I I de Euclides.
Y la m edida BD se h a rá de este m odo: Divídase AB en sus dos
mitades en el punto E, se ve por el precepto 3 del libro X I I I de Euclides,
que el cuadrado de EBD es igual al quíntuplo de EB. Pero EB tiene
asignada una longitud de 50,000 partes y se conoce pues el quíntuplo
de su cuadrado de donde EBD será igual a 111,803 partes, de las cuales
si quitamos 50,000 partes de EB, quedan 61,803 partes para BD, que es
el lado del decágono buscado.
Además, el lado del pentágono, cuyo cuadrado es igual a la suma de
los cuadrados de los lados del hexágono, tendrá 117,557 partes.
Por consiguiente, dado el diám etro del círculo, están dados los lados
del triángulo, tetrágono, pentágono, hexágono y decágono, inscritos en el
mismo círculo, que era lo que debíamos demostrar.

P O R ISM A

Por tanto, es claro que cuando fuere dada la línea subtensa de algún
arco, puede encontrarse tam bién la cuerda que subtiende el resto del
semicírculo.
Y a que el ángulo de un semicírculo es recto y en triángulos rectán­
gulos, el cuadrado de la cuerda que subtiende el ángulo recto, es decir,
el cuadrado del diámetro, es igual a la sum a de los cuadrados de los la­
dos que comprenden dicho ángulo, el lado del decágono que subtiende
36 grados en la circunferencia, h a sido demostrado que tiene 61,803
partes para un diámetro de 200,000, y la subtensa de las restantes 144
grados del semicírculo se valora en 190,211. Y en el caso del lado del pen­
tágono, que es igual a 117,557 partes del diámetro y subtiende un arco de
72 grados, se determ ina una recta de 161,803 partes, que subtienden los
restantes 108 grados del semicírculo.

Teorema Segundo

Si un cuadrilátero se inscribe en un círculo, el rectángulo compren­


dido por las diagonales, es igual a los dos rectángulos contenidos en los
dos pares de lados opuestos.
Sea el cuadrilátero ABCD inscri­
to en un círculo. Digo que el rec­
tángulo comprendido por las diago­
nales AG y DB es igual a la suma
de los contenidos en AB, D C y AD,
BC. Hagamos iguales las ángulos
ABE y CBD, y por adición serán A
iguales también los ángulos ABD y
EBC, siendo EBD igual a ambos.
Además, son iguales los ángulos AGB
y BDA, porque están en el mismo segmento de círculo, y por tanto los
dos triángulos semejantes, BCE y BDA, tendrán sus lados proporcio­
nales, de modo que BC es a BD como EC es a AD. Y de ahí el rectán­
gulo EC, BD es igual al rectángulo BC, AD.
Y también son semejantes los triángulos ABE y CBD, porque son
iguales los ángulos ABE y CBD, y los ángulos BAC y BCD, porque inter­
ceptan el mismo arco de círculo. De nuevo, AB es a BD como AE es a
CD y el rectángulo AB, .CD es igual al AE, BD. Pero ya quedó dicho
que el rectángulo AD, BC es igual al rectángulo BD, E C ; y en conjunto,
el rectángulo BD, AC es igual a la suma de los rectángulos AD, BC y
AB, CD. Lo cual era oportuno demostrar.

Teorema Tercero

En consecuencia, si fueran dadas rectas subtensas con arcos desigua­


les de un semicírculo, estará dada también la cuerda del arco en que el
mayor excede al menor.
En el semicírculo ABCD con diám etro AD, las xectas dadas AB y
AC subtienden arcos desiguales.
Para nosotros, que queremos determ inar la cuerda subtensa BC, es­
tán dadas por medio de lo anterior, las cuerdas BG y CD , que subtien­
den los arcos restantes del semicírculo, donde forman el cuadrilátero
ABCD; cuyas diagonales AC y BD
fueran dadas junto con los tres la­
dos AB, AD y CD.
Y
tángulo AC, BD es igual a la suma
A "" ^ D de los rectángulos AB, CD y AD,
BC. Por tanto, el rectángulo AD, BC es igual al AC, menos AB, CD. Y
así dividiendo en lo posible por AD, obtenemos el valor buscado de la
subtensa BC.
Por consiguiente, cuando según los datos anteriores conocemos, por
ejemplo, los lados del pentágono y del hexágono, podemos calcular la
cuerda que subtiende la diferencia de arcos, 12 grados, que es igual a
20,905 partes del diámetro.

Teorem a Cuarto

D ada la recta que subtiende un arco, se da también la cuerda de la


m itad de dicho arco.
Describamos el círculo ABC, cuyo
diám etro es AC. Conocemos el arco
BC con su subtensa, y por el centro
E trazamos la recta EF, que corta en
ángulos rectos a BC. De acuerdo con
el 3 del libro I I I de Euclides, corta
por la mitad a la cuerda BC en F y al
arco en D. Dibujemos las rectas que
subtienden los arcos AB y BD. Los
triángulos ABC y EFC son rectángu­
los y semejantes, porque tienen común el ángulo ECF, por tanto, como C F
es la m itad del BFC, EF es la m itad de AB. Pero la cuerda AB está dada
porque subtiende el arco restante del semicírculo. Así pues, EF está dada,
y también DF, que completa la mitad del diám etro DEG, y añadimos BG.
En el triángulo BDG, del ángulo recto B desciende la recta BF perpen­
dicular a la base y el rectángulo GD, D F es igual al cuadrado BD. Por
tanto, se da la longitud de BD y subtiende la m itad del arco BDC.
Como ya conocemos la cuerda que subtiende 12 grados, la de 6 gra­
dos tendrá 10,467 partes; la de 3 grados, 5,325 partes, la de 1J4 grados,
2,618 partes; y la de y+, 1,309.

Teorema Quinto

De nuevo, cuando se dan las cuerdas que subtienden dos arcos, tam ­
bién está dada la subtensa del arco suma de los otros dos.
Están dadas en un círculo las cuerdas que subtienden los arcos AB y
BC, digo que está dada también la subtensa de todo el arco ABC.
Dibujemos los diámetros AFD y
BFE y también las cuerdas BD y CE,
dadas en virtud de lo anterior, al
ser conocidas las subtensas AB y
BC. Por tanto, D E es igual a AB.
Al añadir CD, se completa el cua­
drángulo BCDE, cuyas diagonales
BD y CE están dadas junto con los
tres lados BC, D E y BE. Además,
el lado restante CD lo deducimos
por el segundo teorema. Por tanto,
la cuerda CA que subtiende el resto del semicírculo ABC, será conocida,
y es lo que se buscaba
Además, habiendo encontrado las cuerdas que subtienden 3 grados,
l / í y Y* de grado, por medio de esos intervalos se puede obtener una
tabla con las proporciones más exactas. Sin embargo, si aum entan los
grados, sumando arcos por mitades o de otro modo, no sin razón duda­
ríamos del resultado referente a las cuerdas, porque nos fallarían las
gráficas con las cuales habrían de demostrarse. No obstante, nada nos
impide encontrar de otra forma cuál es ésta parte de error perceptible
a los sentidos, y cuál disiente menos del número supuesto. Esto fue lo
que Ptolomeo también buscó respecto a las subtensas de ur. grado y medio
grado, y nos advirtió sobre ello en prim er lugar.

Teorema Sexto

La ra>ón de dos arcos es mayor que la razón do la mayor cuertu a la


menor. Sea un círculo con dos arcos sucesivos desiguales AB y BC. y sea
BC el mayor. Digo que *% razón del arco BC al AB es mayor que la razón
de la cuerda BC a la AB.
Estas subtensas comprenden el
ángulo B, al que bisecamos con la
recta DD, y añadimos AC, que corta
a BD en el punto E. Tracemos de
modo similar AD y CD, que son igua­
les, porque subtienden arcos iguales.
Como en el triángulo ABC, la bi­
sectriz del ángulo corta a AC en E,
tenemos que los segmentos de la ba­
se EC y AE, son entre si como BC
y AB, y ya que BC es mayor que
AB, también EC será mayor que EA.
Si D F es perpendicular a AC, la dividirá en dos mitades en el punto
F, que debe encontrarse, necesariamente, en el segmento mayor E C ; y co­
m o en cada triángulo el mayor ángulo es subtendido por el mayor lado, en
el triángulo DEF, el lado D E es mayor que D F, y por tanto, AD es mayor
que DE, porque la circunferencia descrita con D como centro y D E como
radio, corta a AD y pasa más allá de D F. Si corta a AD en H y se traza
la recta D F I, el sector E D I es mayor que el triángulo ED F, mientras el
triángulo DEA es mayor que el sector DEH. Por lo tanto la razón del tri­
ángulo D EF al DEA es m enor que la razón del sector D E I al D E H . Pero
los sectores son proporcionales a sus arcos o a sus ángulos en el centro,
mientras los triángulos con el mismo vértice, son proporcionales a sus
bases. D e acuerdo con esto, la razón de los ángulos ED F y ADE es m a­
yor que la razón de las bases EF y AE.
Por consiguiente, componiendo la razón del ángulo FDA al ADE es
mayor que la de la AF a AE y del mismo modo la razón de los ángulos
CDA y ADE es mayor que la de las bases AC y AE. Pero separando la
razón de los ángulos CD E y EDA, es mayor que la de CE y E A ; y siendo
la razón de los ángulos CD E y EDA igual a las de los arcos CB y AB, y
también la de las bases CE y AE a las de las cuerdas BC y AB, tendremos
que la razón de los arcos CB y AB es mayor que la de las cuerdas BC
y AB. Com o se quería demostrar.

PR O B LEM A

Aunque el arco es siempre mayor que la recta que lo subtiende y la


recta es la línea más corta entre las que tienen iguales extremos, al re­
ducirse más y más las secciones del círculo, la desigualdad se aproxima
a la igualdad, hasta que al final, la línea circular y la línea recta exis­
ten a la vez en el punto de tangencia sobre el círculo. Por tanto es nece­
sario que hasta un m om ento antes difieran entre sí, aunque la discre­
pancia no sea manifiesta.
Por ejemplo, si el arco AB tiene
3 grados y el AC l'/a grados, se ha
demostrado que la cuerda AB es igual
a 5,325 partes, cuando el diámetro
tiene 200,000, y que la cuerda AC.
tiene 2,618. Y siendo doble el arco
AB respecto al AC, la cuerda AB es
m enor del doble de la cuerda AC,
que supera en u n a p arte a 2,617.
Pero si hacemos el arco AB igual a
1J4 grados, y el AC igual a $4 de
grado, la cuerda AB será de 2,618
partes y la AC de 1,309; aunque esta AC debe ser mayor que la m itad de
la subtensa AB, no se aprecia la diferencia, y las relaciones de los arcos
a las rectas son aparentem ente iguales.
Como vemos, hemos llegado tan lejos que la diferencia entre línea
circular y recta escapa a los senados, como si fueran la misma línea. Por
tanto, no dudamos en tom ar 1,309 como subtensa de d e grado, y en
la misma proporción, encontrar la cuerda del grado y del resto del mismo.
Y así, si sumamos J4 a $4, damos a un grado una cuerda de 1,745 p ar­
tes, a / i grado, 872J4 partes, y a 1/3 de grado, unas 582. Y juzgo que
es bastante si sólo recogemos en una tabla las mitades de las cuerdas
que subtienden un arco doble, con lo cual nos limitamos al cuadrante que
se necesita para extenderse al semicírculo. Pero principalmente en demos­
traciones y cálculos se usan con más frecuencia las semicuerdas que las
cuerdas.
Presentamos ahora u n a tabla con incrementos de 1/6 de grado,
y con tres columnas. En la prim era, grados y sextas partes de grado.
En la segunda, semicuerdas que subtienden arcos dobles. L a tercera con­
tiene las diferencias entre las longitudes numéricas de cada semicuerda,
y con ayuda de estas diferencias podemos hacer adiciones proporcionales
tom ando semicuerdas de cierto número de minutos.
v, g .

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Grad M ía. Grad Grad Mi::.
0 10 291 291 7 40 13341 288 15 10 26163 260
0 20 582 291 7 50 13629 288 15 20 26443 281
0 30 873 290 8 0 13917 288 15 30 26724 280
0 40 1163 291 8 10 14205 288 15 40 27004 280
0 50 1454 291 8 20 14493 288 15 50 27284 280
1 0 1745 291 8 30 14781 288 16 0 27564 279
1 10 2030 291 8 40 15069 287 16 10 27843 279
1 20 2327 290 8 50 15350 287 16 20 28122 279
1 30 2617 291 9 0 15643 288 10 30 2S401 279
I 40 2908 291 9 10 15931 287 16 40 28680 279
1 50 3199 291 9 20 16218 287 16 50 28959 278
2 0 3490 291 9 30 16505 287 17 0 29237 278
2 10 3781 290 9 40 16792 280 17 10 29-315 278
2 20 4071 291 9 50 17078 287 17 20 29703 278
2 30 4362 291 10 0 17305 280 17 30 3G071 277
2 40 4653 290 10 10 17051 286 17 40 30348 277
2 50 4943 291 10 20 17937 286 17 50 30625 277
3 0 5234 290 10 30 18223 286 18 0 30902 276
3 10 5524 290 10 40 1SÓ09 2S6 18 10 31178 276
3 20 5814 291 10 50 18795 286 18 20 31454 276
3 30 6105 290 1\ 0 19081 285 18 30 31730 276
3 40 6395 290 11 10 19360 286 18 40 32000 276
3 50 6685 290 11 20 19052 285 18 50 32282 275
4 0 6975 290 11 30 19937 285 19 0 32557 275
4 10 7265 290 11 40 20222 285 19 10 32832 274
4 20 7555 290 11 50 20507 284 19 20 33106 275
4 30 7845 200 12 0 20791 285 19 30 33381 274
4 40 8135 290 13 10 21076 284 19 40 33655 274
4 50 8425 290 12 20 21360 284 19 50 33929 273
5 0 8713 290 12 30 21644 284 20 0 34202 273
5 10 9005 290 12 40 21928 2S4 20 10 34475 273
5 20 9295 290 12 50 22212 283 20 20 34748 273
5 30 9585 289 13 0 22495 283 20 30 35021 272
5 40 9874 290 13 10 22778 284 20 40 35293 272
5 50 10164 289 13 20 23062 282 20 50 35565 272
6 0 10453 289 13 30 23344 283 21 0 35837 271
6 10 10742 289 13 40 23027 283 21 10 33108 271
6 20 11031 289 13 50 23910 282 21 20 36379 271
0 30 11320 289 14 0 24192 282 21 30 36650 270
0 40 11609 289 14 10 24474 282 21 40 30920 270
0 50 11898 289 14 20 24750 282 21 50 37190 270
7 0 12187 289 14 30 26038 281 22 0 37460 270
7 10 12470 288 14 40 25319 282 22 10 87 730 269
7 20 12764 288 14 50 26601 281 22 20 37999 269
7 30 13053 288 15 0 26882 281 22 30 88268 269
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Crad M in. C iad M in. Crad Afín.
22 40 38587 268 30 10 50252 251 37 40 61107 230
22 50 38S05 268 30 20 50503 251 37 50 61337 229
23 0 39073 268 30 30 50754 250 38 0 61566 220
23 10 39341 267 30 40 51004 250 38 10 61705 229
23 20 39608 267 30 50 51254 250 38 20 62024 227
23 30 39B75 266 31 0 51504 249 38 30 62251 22S
23 40 40141 267 31 10 51753 249 38 40 62479 227
23 50 40408 266 31 20 52002 248 38 50 62706 226
24 0 40674 265 31 30 52250 248 39 0 62932 226
24 10 40939 265 31 40 52498 247 39 10 63158 225
24 20. 41204 265 31 50 52745 247 39 20 63383 225
24 30 41469 265 32 0 52992 246 39 30 63608 224
24 40 41734 264 32 10 53238 246 39 40 63832 224
24 50 41998 264 32 20 53484 246 39 50 64056 223
25 0 42262 263 32 30 53730 245 40 0 64279 222
25 10 42525 263 32 40 53975 245 40 10 64501 222
25 20 42788 263 32 50 54220 244 40 20 64723 222
25 30 43051 262 33 0 54464 244 40 30 64945 221
25 40 43313 262 33 10 54708 243 40 40 65166 220
25 50 43575 262 33 20 54951 243 40 50 65386 220
28 0 43837 261 33 30 55194 242 41 0 65606 219
26 10 44098 261 33 40 55436 242 41 10 65825 219
26 20 44359 261 33 50 55678 241 41 20 66044 218
26 30 44620 260 34 0 55919 241 41 30 66262 218
26 40 44880 260 34 10 56160 240 41 40 66480 217
28 50 45140 259 34 20 56400 241 41 50 66697 216
27 0 45399 259 34 30 56641 239 42 0 66913 216
27 10 45658 259 34 40 56880 239 42 10 67129 215
27 20 45917 258 34 50 57119 239 42 20 67344 215
27 30 46175 258 35 0 57358 238 42 30 67559 214
27 40 46433 257 35 10 57596 237 42 40 67773 214
27 50 46590 257 35 20 57833 237 42 50 67987 213
28 0 46947 257 35 30 58070 237 43 0 68200 212
28 10 47204 256 35 40 58307 236 43 10 68412 212
28 20 47460 256 35 50 58543 236 43 20 68624 211
28 30 47716 255 36 0 58779 235 43 30 68835 211
28 40 47971 255 36 10 59014 234 43 40 69046 210
28 50 48226 255 36 20 59248 234 43 50 69256 210
29 0 48481 254 36 30 59482 234 44 0 69466 209
29 10 48735 254 • 36 40 59716 233 44 10 69675 208
29 20 48989 253 36 50 59949 232 44 20 69883 208
29 30 49242 253 37 0 60181 232 44 30 70091 207
29 40 49495 253 37 10 60413 232 44 40 70298 207
29 50 49748 252 37 20 60645 231 44 50 70505 206
30 0 50000 252 37 30 60876 231 45 0 70711 205
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C rad M in. C rad M in. Crad \M¡n.
45 10 70916 205 52 40 79512 176 60 10 86747 145
45 20 71121 204 52 50 79688 176 60 20 86892 144
45 30 71325 204 53 0 79864 174 60 30 87036 142
45 40 71529 203 53 10 80038 174 60 40 87178 142
45 50 71732 202 53 20 80212 174 60 50 87320 142
46 0 71934 202 53 30 80386 172 61 0 87462 141
46 10 72136 201 53 40 80558 172 61 10 87603 140
46 20 72337 200 53 50 80730 172 61 20 87743 139
46 30 72537 200 54 0 80902 170 61 30 87882 138
46 40 72737 199 54 10 81072 170 61 40 85020 138
46 50 72936 199 54 20 81242 169 61 50 88158 137
47 0 73135 198 54 30 81411 169 62 0 88295 136
47 10 73333 198 54 40 81580 168 62 10 88431 135
47 20 73531 197 54 50 81748 167 62 20 8S566 135
47 30 73728 196 55 0 81915 167 62 30 88701 134
47 40 73924 195 55 10 82082 166 62 40 88835 133
47 50 74119 195 55 20 82248 165 62 50 88968 133
48 0 74314 194 55 30 82413 164 63 0 89101 131
48 10 74508 194 55 40 82577 161 63 10 89232 131
48 20 74702 194 55 50 82741 163 63 20 89363 130
48 30 74896 194 56 0 82904 162 63 30 89493 129
48 40 75088 192 56 10 83066 162 63 40 80622 129
48 50 75280 191 56 20 83228 161 63 50 89751 128
49 0 7S471 190 56 30 83389 160 64 0 89879 127
49 10 75661 190 56 40 83549 159 64 10 90006 127
49 20 75851 189 56 50 83708 159 64 20 90133 125
49 30 76040 189 57 0 83S67 158 M 30 90258 125
49 40 76299 188 57 10 81025 157 64 40 90383 124
49 50 70117 187 57 20 84182 157 64 50 90507 124
50 0 76604 187 57 30 84339 156 65 0 90031 122
50 10 76791 186 57 40 84495 155 65 10 90753 123
50 20 76977 185 57 50 84GÓO 155 65 20 90875 121
50 30 77162 185 58 0 84805 154 65 30 9 0 9 % 120
50 40 77347 184 58 10 84959 153 65 40 91116 119
50 50 77531 184 58 20 85112 152 65 50 91235 119
51 0 77715 182 58 30 85264 151 66 0 91354 118
51 10 77897 182 58 40 85415 151 66 10 91472 118
51 20 78079 182 58 50 85566 151 66 20 91590 116
51 30 782C1 181 59 0 85717 149 66 30 91706 116
51 40 78142 180 59 10 85S66 149 66 40 91822 114
51 50 78622 179 59 20 86015 14S 66 50 91936 114
52 0 78801 179 59 30 80163 147 67 0 92050 114
52 10 78DS0 178 59 40 86310 147 67 10 92104 112
52 20 79158 177 59 50 86457 145 67 20 92276 112
52 30 79335 177 60 0 86Ü02 145 67 3C 923SS 111
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Grad. Afín. Grad. A fín. Grad. M in .
07 40 92499 110 75 10 96667 75 82 40 99182 37
67 50 92609 109 75 20 96742 73 82 50 99219 36
68 0 92718 109 75 30 96815 72 83 0 99255 35
68 10 92827 108 75 40 95887 72 83 10 90290 34
68 20 92935 107 75 50 96959 71 83 20 99324 33
68 30 93042 106 76 0 97030 60 83 30 99357 32
68 40 93148 105 76 10 97099 70 83 40 90389 32
68 50 93253 105 76 20 97169 68 83 50 90421 31
60 0 93358 104 78 30 97237 67 84 0 90452 30
69 10 93462 103 76 40 97304 67 84 10 90482 29
69 20 93565 102 76 50 97371 66 84 20 99511 28
69 30 93667 102 77 0 97437 65 84 30 99539 28
69 40 93769 101 77 10 97602 64 84 40 99507 27
69 50 93870 99 77 20 97566 64 84 50 99594 26
70 0 93969 99 77 30 97630 62 85 0 99620 24
70 10 94068 99 77 40 97692 62 85 10 99644 24
70 20 94167 97 77 50 97754 61 85 20 99668 24
70 30 94264 97 78 0 97815 60 85 30 99692 22
70 40 94361 96 78 10 97875 59 85 40 99714 22
70 50 94457 95 78 20 97934 58 85 50 99736 20
71 0 94552 94 78 30 97992 58 88 0 99756 20
71 10 94646 93 78 40 9S050 57 86 10 99776 19
71 20 94739 93 78 50 98107 56 86 20 99795 18
71 30 94832 92 79 0 98163 55 86 30 99813 17
71 40 94924 91 79 10 98218 54 86 40 99830 17
71 50 95015 90 79 20 98272 53 86 50 99847 16
72 0 95105 90 79 30 98325 53 87 0 99803 15
72 10 95195 89 79 40 9S378 52 87 10 99678 14
72 20 9528-1 88 79 50 98430 51 87 20 99892 13
72 30 95372 87 80 0 98481 50 87 30 99905 12
72 40 95459 86 80 10 98531 49 87 40 99917 11
72 50 95545 85 80 20 98580 49 87 50 99928 11
73 0 95630 85 80 30 98629 47 88 0 90939 10
73 10 95715 84 80 40 98676 47 88 10 90949 0
73 20 95799 83 80 50 98723 46 88 20 90958 8
73 30 95882 82 81 0 9S769 45 88 30 999G6 7
73 40 95964 81 81 10 98814 44 88 40 99973 6
73 50 96045 81 81 20 98858 44 88 50 99979 6
74 0 96126 80 81 30 98902 42 89 0 90985 4
74 10 96206 79 81 40 95944 42 80 10 90989 4
74 20 C6285 78 81 50 98986 41 89 20 00993 3
74 30 96363 77 82 0 90027 40 80 30 09996 2
74 40 96440 77 82 10 90067 30 89 40 09998 1
74 50 C6517 75 82 20 00106 38 89 50 09900 1
75 0 96592 75 82 30 90144 38 00 0 100000 0
C a p ít u l o X III

D E LOS LADOS Y ANGULOS


D E LOS T R IA N G U L O S PLANOS R E C T IL IN E O S

Dados los ángulos del triángulo, tendremos los lados.


Sea, digo, el triángulo ABC que
B por el 5 del libro IV de Euclides
tiene circunscrito un círculo.
Por tanto, los arcos AB, BC y
CA estarán dados en grados, de los
que 360 grados son iguales a dos án-
C gulos rectos. Dados los arcos, los la­
dos del triángulo inscrito en el círcu­
lo los determinaremos como subten­
sas, según Jo expuesto en la tabla
anterior, donde se supone que el
diám etro tiene 200,000 partes.

2a

Pero si se dan dos lados del triángulo jun to con alguno de sus ángulos,
conoceremos también el otro lado y los demás ángulos.
Porque los lados son iguales o desiguales, y el ángulo dado será recto,
agudo u obtuso. Además, los lados dados pueden o no com prender el
ángulo dado.
Tomemos primero en el triángulo
ABC, los dos lados dados iguales
A AB y AC, que comprenden el ángu­
lo dad
restantes en la base BC son también
conocidos, por ser iguales, como la
m itad de la diferencia entre dos án­
gulos rectos y A. Y si el ángulo dado
al principio está en la base, nos da
enseguida su compañero y restándo­
los de dos rectos, obtenemos el tercero.
Pero dados los ángulos de un triángulo, están dados los lados; y ade­
más la base BC está dada por la tabla, donde AB o AC como radio, tienen
100,000 partes o el diám etro 200,000.

2b

Pero si el ángulo BAC comprendido por los lados dados, es recto,


el resultado será el mismo.
Porque es evidente que la suma
de los cuadrados sobre AB y AC, es
igual al formado sobre la base BC.
Por tanto, BC está dado en longitud,
y los lados con su relación m utua.
Pero el segmento de círculo que com­
prende un triángulo rectángulo es
un semicírculo y la base BC el diámetro. Es decir, las subtensas AB y
AC de los ángulos restantes B y C estarán dadas en partes, de las que
BC tiene 200,000.
Y la tabla nos revelará los ángulos en grados, siendo 180 grados
igual a dos ángulos rectos. Lo mismo se obtendrá si BC está dado junto
con uno de los lados que forman el ángulo recto, lo que creo consta de
modo evidente.

2c

Sea ahora dado el ángulo agudo


ABC, comprendido por los lados d a ­
dos AB y BC. Del punto A bajemos
un a perpendicular a BC, prolongando
este lado si fuera necesario, según la
normal AD caiga dentro o fuera del
triángulo. Con ella se obtienen los
dos triángulos rectángulos ABD y
ADC, y como los ángulos de ABD están dados, D es recto y B lo cono­
cemos por hipótesis, AD y BD estarán dados por la tabla como sub­
tensas de los ángulos A y B, en partes de las que AB, diám etro del círculo,
tiene 200,000
Y en la misma proporción que se da la longitud de AB, se darán
análogamente AD y BD; y también CD, que es la diferencia entre BC y
BD. Por tanto, en el triángulo rectángulo ADC, conocidos los lados AD
y CD, estarán dados el lado AC buscado y el ángulo ACD por la demos­
tración precedente.

2d

Y de otro modo sucede si el ángu­


lo B
se baja una perpendicular AD al la­
do BC prolongado, que form a el tri­
ángulo ABD con sus ángulos cono­
cidos. El ángulo ABD exterior al
ABC está dado, y el D es recto. Por
tantos los lados BD y AD los determinamos en partes, de la que AB
tiene 200,000; y como BA y BC están en una relación dada, se deter­
m ina AB en las mismas partes que dan el valor de BD y de toda la
recta CBD.
Por consiguiente, tam bién en el triángulo rectángulo ADC, al co­
nocerse los lados AD y CD, se deducen el lado AC y los ángulos BAC y
ACB, que buscábamos.

Si uno de los lados dado, AC o AB, subtiende el ángulo dado B ; AC


se obtiene en partes, de las que el diám etro del círculo que circunscribe
el triángulo ABC tiene 200,000 y de acuerdo con la relación dada entre
AC y AB, se nos da AB en partes similares. Además, la tabla nos propor­
ciona el ángulo ACB junto con el ángulo restante BAC, por lo que cono­
cemos tam bién la subtensa CB. Y por esta relación se determ ina en cual­
quier magnitud.

Dados todos los lados del trián­


gulo, se dan los ángulos.
Es sabido, como ya indicamos,
que cada uno de los ángulos de un
triángulo equilátero es la tercera par­
te de dos rectos.
Tam bién está claro para el trián­
gulo isósceles; porque cada uno de
los lados iguales es al tercero, como medio diám etro es a la subtensa del
arco, por lo cual se d a en la tabla el ángulo comprendido por los dos
lados iguales, siendo 360 grados alrededor del centro iguales a cuatro
ángulos rectos. Entonces los dos ángulos en la base también so nos dan
como la m itad del ángulo suplementario.
Nos falta ahora dem ostrar lo mismo en el caso del triángulo escaleno,
que de modo similar dividiremos en triángulos rectángulos.
Sea pues el triángulo escaleno
ABC, cuyos lados están dados, y al
lado más largo BC, bajamos la per­
pendicular AD. Según el 13 del libro
I I de Euclides, sabemos que si AB
subtiende el ángulo agudo, el cua­
drado sobre AC m ás el cuadrado so­
bre BC, menos el cuadrado sobre AB es igual a dos veces el rectángulo
BC, CD.
E n efecto, es necesario que C sea ángulo agudo, porque en caso
contrario, AB sería el mayor lado, contra la hipótesis de acuerdo con
los 17-19 del libro I de Euclides.
Por tanto, están dados BD y DC,
y determinaremos los triángulos rec­
tángulos ABD y A D C con sus la­
dos y ángulos, como se ha repetido
antes a menudo, y así encontramos
los ángulos buscados del triángulo
ABC.

De otro modo. De acuerdo con


el 36 del libro I I I de Euclides, po­
demos disponer quizá de un método
más cómodo.
Si con el lado más corto BC como
radio y el punto C como centro,
describimos un círculo que corte a
los dos lados restantes o a uno de
ellos. Consideremos primero cuando
corta a los dos, al AB en el punto
E y al AC en D. Prolonguemos la
recta ADC hasta el punto F , para
completar el diámetro DCF. Con es­
ta Construcción está claro el dicho precepto de Euclides, que son iguales
los rectángulos FA, AD y BA, A E ; siendo ambos iguales al cuadrado de
la tangente al círculo en A. Pero toda la recta AF y sus segmentos están
dados, ya que los radios C F y C D son iguales a BC, y AD es la dife­
rencia entre CA y CD. Por lo cual como el rectángulo BA, AE está da­
do, conocemos la longitud de AE y también el resto BE, subtensa del
arco BE. A ñidiendo EC, tendremos el triángulo isósceles BCE con todos
sus lados dados.
Y así se determ ina el ángulo EBC. Por tanto, en el triángulo ABC,
los ángulos restantes C y A, pueden calcularse como se h a indicado
antes.
Sin embargo, si el circulo no corta a AB como en la o tra figura don­
de AB cae en la parte cóncava de la circunferencia, estarán dados BE,
el ángulo CBE en el triángulo isósceles BCE y también el ángulo exterior
ABC. Y en adelante, con la mism a demostración anterior se nos dan
los demás ángulos.
Y hemos dicho bastante acerca de los triángulos rectilíneos, en que se
basa la m ayor parte de la Geodesia. Ahora pasemos a los esféricos.

C a p ít u l o X IV

D E LO S T R IA N G U L O S E SFERICO S

En este lugar tomamos como triángulo convexo al comprendido por


tres arcos de círculo sobre una superficie esférica. Pero consideramos la
diferencia y m agnitud de los ángulos sobre u n arco del círculo máximo
trazado con el punto de sección como polo; y este arco es el interceptado
por los cuadrantes de los círculos que form an el ángulo. El arco así esta­
blecido es a toda la circunferencia, como el ángulo de la sección es a
cuatro rectos, que hemos dicho contienen 360 grados iguales.

Si tomamos tres arcos de círculo máximo sobre u n a esfera, de los


cuales dos cualesquiera juntos sean más largos que el tercero, es claro
que con ellos se puede componer un triángulo esférico.
Porque lo que aquí se propone de los arcos, está indicado en el pre­
cepto 23 del libro X I de Euclides. Existe la misma proporción entre
ángulos y entre arcos y como los círculos máximos pasan por el centro
de la esfera, es evidente que los tres sectores de los círculos a que per­
tenecen los tres arcos, ¿orinan un ángulo sólido en el centro de la esfera.
Luego, h a sido establecido lo que aquí fue propuesto.

II
Cualquier arco de un triángulo esférico es m enor que un semicírculo.
Porque el semicírculo no forma en el centro ningún ángulo, sino
que descansa en una linea recta. M as los dos otros ángulos que intercep­
tan los arcos, no pueden complementar u n ángulo sólido en el centro y
por tanto, no form an un triángulo esférico. Y pienso que ésta fue la
causa de que en la explicación de Ptolomeo sobre este género de triángu­
los, en particular de la figura del sector esférico, declara que ninguno
de los arcos considerados puede ser mayor que un semicírculo.

II I
En los dos triángulos esféricos que tienen un ángulo recto, la subtensa
del doble del lado opuesto a dicho ángulo, es a la subtensa del doble de
uno de los lados que forman el ángulo recto, como el diámetro de la
esfera es a la cuerda que subtiende el doble del ángulo comprendido en

Sea pues el triángulo esférico ABC, cuyo ángulo C es recto. Digo


que la subtensa del doble de AB es a la del doble de BC, como el diámetro
de la esfera es a la cuerda del doble del ángulo BAC sobre el círculo
máximo de la esfera.
Con A como polo, trace D E, arco de un círculo máximo, y complete
los cuadrantes ABD y A CE de los círculos. Y desde el centro F de la
esfera, dibuje las secciones comunes de los círculos: FA de los círculos
ABD y A C E; FE de los círculos ACE y D E, y FD de los círculos ABD
y D E, y además, FC de los círculos AC y BC. Luego trace las perpendi­
culares BG a FA, B I a F C y D K a FE, y añada GI.
Si un círculo corta a otro descrito por los polos del prim ero, lo hace
en ángulos rectos, por tanto el ángulo comprendido AED será recto y el
ACB lo es también por hipótesis; y cada uno de los planos ED F y BCF son
perpendiculares al AEF. Por consiguiente, si desde el punto K en el seg­
mento com ún FK E, se levanta una recta normal al plano subyacente, ésta
recta y K D formarán un ángulo recto, por definición de planos perpen­
diculares entre sí. Por lo cual, según el 4 del libro X I de Euclides, la
recta K D es perpendicular al círculo AEF. Pero si BI fue levantada en
la misma relación al mismo plano y de acuerdo con el 6 del libro X I de
Euclides, D K es paralela a BI, y FD es paralela a GB porque los ángulos
FGB y G FD son rectos, y por el 10 del libro X I de Euclides son iguales
los ángulos FD K y GBI. Pero el ángulo FD K es recto, y por definición,
G I es perpendicular a IB. Los lados de triángulos semejantes son propor­
cionales, y D F es a BG como D K es a BI, pero BI es la m itad de la
cuerda que subtiende el doble del arco CB, ya que form a un ángulo
recto con el radio C F, y por el mismo motivo, BG es la semicuerda del
doble del lado BA y D K la semicuerda del doble de D E, o del doble,
del ángulo A, siendo D F la m itad del diám etro de la esfera. Por tanto,
está claro que la subtensa del doble de AB es a la del doble de BC, como
el diám etro de la esfera es a la cuerda que subtiende el doble del ángulo
A, o del arco D E que intercepta. Lo que era necesario demostrar.

IV

En cualquier triángulo con u n ángulo recto y además otro ángulo y


un lado dados, conoceremos tam bién el otro ángulo, y los dos lados
restantes.
Sea el triángulo ABC, que tiene el ángulo A y además el ángulo B
dado. Para el lado fallante estudiaremos tres casos. O es adyacente a
ambos ángulos dados, como AB, o sólo al ángulo recto, como AC, o es
opuesto al ángulo recto, como BC.
Sea primero AB el lado dado y con C como polo describamos el arco
D E del círculo máximo. Completemos los cuadrantes CAD y CBE, y
prolonguemos AB y D E hasta que se corten en el punto F. Así, F será a su
vez, el polo de CAD, porque los ángulos A y D son rectos. Y puesto
que en una esfera dos círculos máximos que se cortan en ángulos rectos,
se bisecan m utuam ente y cada uno pasa por los polos del otro, ABF y
D E F son cuadrantes de círculos. Y como AB está dado, BF -lo estará
también como resto del cuadrante, y el ángulo EBF es opuesto por el
vértice e igual al ángulo dado ABC.

Pero ya h a sido demostrado que la cuerda del doble de BF a a la


del doble de EF, como el diám etro de la esfera es a la subtensa del
doble del ángulo EBF. Tres valores han sido dados: el diám etro de la
esfera, la cuerda del doble de BF y la del doble del ángulo EBF. Cono­
cemos pues las scmicucrdasj y de acuerdo con el 15. del libro V I de
Euclides, determinamos tam bién la subtensa del doble de EF, y por la
tabla, el propio arco EF y D E, el resto del cuadrante o ángulo C, que
buscábamos.
Del mismo modo, a su vez, la cuerda del doble de D E es a la del
doble de AB como la del1doble de EBC es a la del doble de CB. Pero
DE, AB y CBE han sido ya dados sobre los cuadrantes de círculo, y por
tanto, será conocida la cuarta subtensa del doble del arco CB, y el lado
CB que se buscaba.
Y la cuerda del doble de CB es a la del doble de CA como la del
doble de BF es a la del doble de EF, porque ambas razones son iguales a
la del diám etro de la esfera, y la cuerda del doble del ángulo CBA, y dos
relaciones iguales a una tercera son iguales entre sí. Como las tres cuerdas
BF, E F y CB están dadas, puede deducirse también la cuarta subtensa CA
y el arco CA, tercer lado del triángulo ABC.
Sea ahora AC el lado dado, y nuestro problem a encontrar los lados
AB y BC, junto con el ángulo restante C. D e nuevo, análogamente y
por permutación, las cuerdas del doble de CA y CB, están entre sí como
la subtensa del doble del ángulo ABC y el diámetro.
Como el lado CB está dado, tam bién conocemos los restos AD y BE
de cuadrantes del círculo. Y o tra vez, la cuerda, doble de AD es a la
cuerda del doble de BE, como la cuerda del doble de ABF, o sea el diá­
metro, es a la del doble de BF. Por tanto, están dados el arco BF y el
último lado AB. Y de modo similar, la relación de las cuerdas del doble
de BC y AB es igual a la de las subtensas del doble de FBE y de DE.
De aquí se deduce el arco D E, o sea el restante ángulo C.
Además, si BC fuera el lado dado, de nuevo como antes conoceremos
AC y los restos de cuadrantes AD y BE. Con las subtensas y el diámetro,
como muchas veces queda, dicho, determinaremos el arco BF y el lado
restante AB. Y después, como en el teorema precedente, por medio de los
arcos conocidos BC, AB y CBE, obtendremos el arco ED, es decir, el
ángulo restante C, que queríamos.
Y así, de nuevo en el triángulo ABC, dados los ángulos A y B, de
los cuales A es recto, y uno de los tres lados, se deduce el tercer ángulo
y los otros dos lados, como ha sido demostrado.

Dados los ángulos de un triángulo rectángulo, se conocen también


los lados.
Conservando la figura precedente, al estar dado el ángulo C, lo están
también el arco D E y EF, resto del cuadrante. Y como BEF es un ángulo
recto, porque BE desciende del polo del arco D E F, y el ángulo EBF es
igual a su opuesto por el vértice, que es conocido, el triángulo BEF, con
un ángulo recto E, y dados el ángulo B y el lado E F, tiene sus lados y
ángulos determinados por el teorema precedente. Por tanto, BF es dado,
y también AB, resto del cuadrante, y de modo análogo, en el triángulo
ABC, determinaremos los demás lados AC y BC, por la demostración
anterior.

VI

Si en la misma esfera dos triángulos tienen un ángulo recto, y además


otro ángulo y un lado iguales, sean estos lados adyacentes a los ángulos
iguales u opuestos a uno de ellos, tendrán también iguales, respectivamen­
te, los lados restantes y el tercer ángulo.
Sea el hemisferio ABC, en el cual
se tom an dos triángulos ABD y CEF,
cuyos ángulos A y C son rectos, y
además, el ángulo ADB es igual a un
lado del otro. Consideremos primero
que los lados iguales son adyacen­
tes a ángulos iguales, es decir, AD
igual a CE. Digo que también el
lado AB es igual al CF, el BD
al E F, y el ángulo restante ABD al
CFE. Con B y F como polos, dibuje­
mos G H J e IK L , cuadrantes de
círculo máximo, y complétense los
cuadrantes A D I y C E I. Necesariamente se cortan en el punto I, polo del
hemisferio, porque los ángulos A y C son rectos, y los cuadrantes G H I y
C E I han sido trazados por los polos del círculo ABC. Como se h a su­
puesto que los lados AD y CE son iguales, por substracción el arco D I
es igual al IE y por opuestos en el vértice a ángulos iguales, lo son tam ­
bién los ángulos ID H e IEK . Ademas los ángulos H y K son rectos, y al
ser iguales entre sí dos relaciones iguales a una tercera, según el teorema
tercero de este capítulo, la razón de las cuerdas del doble de D I y de
H I, es igual a la del diám etro de la esfera y la subtensa del doble del
ángulo ID H , y la razón de los cucitlas del doble de IE e IK , es igual a la
del diámetro de la esfera y la subtensa del doble del ángulo y la razón de
las cuerdas del doble de IE e IK , es igual a Ja del diámetro de la esfera
y la subtensa del doble del ángulo IE K . Por tanto, la cuerda del doble
de D I es a la del doble de H I como la del doble de IE es a la del
doble de IK . Y por el 14 del libro V de Euclides, como la subtensa
del doble de D I es igual a la del doble de IE , la del doble de H I será
igual también a la del doble de IK , y como en círculos iguales cuerdas
iguales subtienden arcos iguales, y como partes de múltiplos están en la
misma relación que estos, los arcos planos IH e IK , serán iguales, lo mis­
mo que los restos de los cuadrantes G H y K E, y está claro que los
ángulos B y F son iguales. Y la razón de las cuerdas del doble de AD
y BD, y las del doble de E C ’y BD, son iguales a la razón de las cuerdas
del doble de EC y EF. Porque la subtensa del doble de H G es a la del
doble de KJL como la cuerda del doble de BDH, o sea el diámetro,
por la. inversa del tercer teorema, y AD es igual a CE. Por tanto, por
el 14 del libro V de los Elementos de Euclides, el arco BD es igual al
EF, ya que son iguales las subtensas del doble de los arcos.
Del mismo modo, siendo iguales BD y EF, demostraremos que los
lados y ángulos restantes son iguales; y a su vez, si se supone que los la­
dos AB y C F son iguales, los resultados confirmarán idénticas relaciones.

V II

Y también, si no hubiere ángulo recto, con tal que los lados adyacen­
tes a ángulos iguales sean iguales entre sí, se demostrará lo mismo.
En este caso, si en los dos triángulos ABD y C EF, son iguales los
ángulos B y F, los ángulos E y F, los lados adyacentes a esos ángulos BD
y EF, digo que esos triángulos son equiláteros y equiángulos.
U n a vez más con B y F como
polos, trácemos dos arcos de círculos
máximos G H y KL. Y prolongando
AD y GH, se cortan en N ; y del
mismo modo EC y L K se extienden
hasta M . En los dos triángulos HD N
y E K M , los ángulos H D N y K EM ,
son iguales por opuestos en el vértice
a ángulos iguales, y los ángulos H y
K son rectos, por la intersección de
círculos que pasa cada uno por los po­
los del otro, además, los lados D H
.y E K son iguales, por tanto los triángulos son equiláteros y equiángulos;
por la precedente demostración.
Y o tra vez, los arcos G H y K L son iguales por correspondientes a
ángulos B y F iguales, de donde son también iguales los arcos GHN
y M K L, por el axioma de adición de iguales. Por tanto, hay dos trián­
gulos AGN y M CL donde son iguales los lados GN y M L , los ángulos
ANG y C M L y los ángulos G y L que son rectos. Así los triángulos ten­
drán sus lados y ángulos iguales. Como si iguales se restan de iguales, ob­
tenemos iguales, serán iguales los arcos AD y CE, AB y C F, y los ángulos
BAD y ECF, como se debía demostrar.

V III

Y todavía más, si dos triángulos tienen dos lados de uno, iguales a dos
lados del otro, y un ángulo igual a un ángulo, sean los comprendidos por
los lados iguales, o u n ángulo en la base, también las bases y los otros
ángulos serán iguales.
Como en la figura precedente, sean iguales los lados AB y CF, AD
y CE, y tomemos prim ero como iguales los ángulos A y C comprendidos
por lados iguales. Digo también, que serán iguales las bases BD y EF,
y los ángulos B y F y BDA y GEF. 'leñem os dos triángulos AGN y
C LM , cuyos ángulos G y L son rectos y los ángulos GAN y M O L son
suplementarios respectivamente de BAD y ECF.
Entonces son iguales los ángulos
GAN y M CL, y por tanto, los trián­
gulos son equiángulos y equiláteros,
como son iguales■los arcos AN y
C M , y AD y CE. Por substracción
lo serán también D N y M E. Pero ya
está claro que los ángulos D N II y
E M K son iguales, y los ángulos H
y K son rectos, por lo que los dos
triángulos D H N y E M K son también
equiángulos y equiláteros. D e donde
los arcos BD y EF son iguales y tam ­
bién los G H y KL. Por lo cual, son
iguales los ángulos B y F , y ADB
y FEC. Pero si en lugar de los lados AD y EC suponemos que son igua­
les las bases BD y EF, que son opuestos a ángulos iguales, y si lo demás
no varía, la demostración será •similar. Porque los ángulos exteriores
GAN y M C L son iguales, y los ángulos G y L son rectos, y el lado
AG es igual al CL, tendremos los dos triángulos AGN y M C L con iguales
ángulos y lados. Y además, como partes de ellos son iguales, los dos
triángulos D N H y M E K , porque los ángulos K y E son rectos, los ángu­
los D N H y K M E iguales, y los lados D H y E K iguales por substracción
del cuadrante; de lo cual se sigue lo mismo que deducimos antes.

IX

Además, en triángulos esféricos isósceles, los ángulos de la base son


iguales entre sí.
Sea el triángulo ABC cuyos dos lados AB y A C son iguales. Digo que
los ángulos en la base ABC y ACB son iguales. Del vértice A se hace
descender un círculo máximo que corta a la base en ángulos rectos,
es d e d r un círculo que pasa por los
A polos de la base.
Como los dos triángulos ABD y
ADC tienen iguales los lados BA y
AC, AD es común y los ángulos en
D son rectos, queda claro de la pre­
cedente demostración, que son igua­
les los ángulos ABC y ACB, como se
debía probar.

PO R ISM A

De aqui se deduce que el arco trazado desde el vértice de un triángulo


isósceles y que es perpendicular a la base, biseca a ésta y al ángulo com­
prendido por los lados iguales y viceversa; lo que consta por la demos­
tración anterior.

Si dos triángulos de la misma esfera, tienen los lados respectivos de


uno iguales a los del otro, tendrán los ángulos respectivos del primero
iguales a los del segundo.
Porque en cada triángulo, los tres segmentos de círculos máximos for­
m an pirámides que tienen sus vértices en el centro de la esfera, y como
bases los triángulos planos comprendidos por las rectas que subtienden
los arcos de los triángulos convexos. Y esas pirámides son semejantes
e iguales por la definición de figuras sólidas semejantes e iguales. Y la
relación de semejanza, es que los ángulos de uno, tomados en cualquier
orden, son iguales a los ángulos respectivos del otro. Por tanto, los
triángulos tendrán sus ángulos iguales entre sí. En particular, los m atem á­
ticos que definen semejanza de figuras dicen, de m odo más general, que
son figuras con declinaciones semejantes y los ángulos respectivos iguales
entre sí.
D e lo cual juzgo ser manifiesto que en la esfera los triángulos que son
equiláteros son semejantes, como sucede en los triángulos planos.
Cada triángulo que tiene dados dos lados y un ángulo, tendrá dado3
también sus restantes lados y ángulos.
Porque si los dos lados dados son iguales, I03 ángulos en la base serán
iguales, y al dibüjar un arco desde el vértice perpendicular a la base, se
encontrará fácilmente lo buscado, por el corolario del noveno teorema.
Sin embargo, si los dos lados da­
dos fueran desiguales, como en el
triángulo ABC, donde se d a el án­
gulo A junto con dos lados, que
comprenden o no dicho ángulo. Pri­
mero, tomemos como dados los lados
AB y AC que lo comprenden y con
C como polo dibujemos el arco de
círculo máximo D E F y completemos
los cuadrantes CAD y CBE. Prolon­
guemos además A B 'hasta que corte
a DE en el punto F. Así también en el triángulo ADF, el lado AD es
complementario de AC y el ángulo BAD suplementario del CAB.
Porque las relaciones y dimensiones de esos ángulos son las mismas
que las de los ángulos de intersecciones de rectas y planos, y el ángulo
D es recto. Por consiguiente, en virtud del cuarto teorema, el triángulo
ADF tendrá dados sus lados y ángulos. Y de nuevo en el triángulo BEF,
se h a encontrado el ángulo F y el ángulo E es recto, por la intersección
de círculos que pasa cada uno por el polo del otro. Además, el lado BF
es la diferencia de los arcos ABF y AB. De donde por el mismo teorema,
el triángulo BEF tiene también dados los ángulos y lados. O sea, BC el
lado buscado, será el resto del cuadrante de BE. Además, el arco D E es la
diferencia de los arcos D EF y EF, es decir, se ha determinado el ángulo
C, y por medio del ángulo EBF se encuentra su opuesto por el vértice
ABC, que buscábamos.
Pero si en lugar del lado AB, se supone dado el CB opuesto al ángulo
dado, sucederá lo mismo, porque están dados AD y BE, los restos de los
cuadrantes y por el mismo argumento, los dos triángulos ADF y BEF
tendrán ángulos y lados dados, como antes. Por consiguiente, el triángulo
ABC propuesto tendrá lados y ángulos dados, como afirmamos.
M ás todavía, si dos ángulos cualesquiera fueran dados con un lado,
obtendremos el mismo resultado.
Pues conservando la figura ante­
rior, sea primero el triángulo ABC
con dos ángulos dados ACB y BAC,
junto con el lado AC, adyacente a
ambos. Además si uno de los ángulos
dados fuera recto, todo lo demás se
deduciría de los razonamientos del
cuarto teorem a precedente. Pero que­
remos un teorema distinto y que nin­
guno de los ángulos sea recto.
Así, será AD el resto del cuadrante CAD, el ángulo BAD suplemen­
tario del BAC, y el ángulo D recto. Es decir, por el cuarto teorema, el
triángulo AFD tendrá dados sus ángulos y lados. Y por el ángulo dado
C, conocemos el arco D E y el arco EF resto de su cuadrante. Además, el
ángulo BEF es recto y el ángulo F es común a ambos triángulos. Del
mismo modo, por el cuarto teorema están dados BE y BF, y por medio
de ellos determinamos los lados AB y BC que buscábamos. Además, si
uno de los ángulos dados es opuesto al lado dado, es decir, si el ángulo
ABC se da en lugar del ACB, .sin variarles otras condiciones, se puede
demostrar de modo similar, que iodo el triángulo A D F tendrá dados sus
ángulos y lados. Lo mismo que su parte, el triángulo BEF, por tener
común el ángulo F, el ángulo EBF opuesto por el vértice a uno dado y el
ángulo E recto, lo que demuestra, como antes, que son conocidos todos
los lados, de lo cual se deduce lo que dijimos. Porque todo está ligado
siempre entre sí y con nexo perpetuo, como corresponde a la form a de
globo.

X III

Dados en fin todos los lados de u n triángulo, estarán dados los


ángulos.
Si están dados todos los lados del triángulo ABC, digo que estarán de­
terminados todos los ángulos. El triángulo puede tener o no lados igua­
les. Sean primero ¡guales AB y AC. E3tá claro que también serán iguales
las mitades de las cuerdas que subtienden el doble de esos lados. Sien­
do esas mitades BE y CE, que por estar a la misma distancia del cen-
tro de la esfera, se cortarán entre sí
en el punto E sobre DE, la sección A
com ún de los círculos; según la defi­
nición 4 del libro I I I de Euclides y
su inversa.
Pero de acuerdo con la 3 del mis- ^
m o libro, en el plano ABD el ángulo
DEB es recto, y en el plano ACD ocu­
rre lo mismo con el ángulo DEC.
Por tanto, tom ando en cuenta la defi­
nición 3 del libro X I de Euclides,
BEC es el ángulo de inclinación de
los planos y lo encontraremos como
sigue: como hay una recta que sub­
tiende el arco BC, tendremos un triángulo rectilíneo BEC, con sus lados da­
dos porque lo están los arcos, y como podemos encontrar sus ángulos, ob­
tendremos el ángulo BEC buscado, es decir, el ángulo esférico BAC, y en­
contraremos los demás como anteriormente.
Pero si el triángulo es escaleno como en la segunda figura, es eviden­
te que las mitades de las cuerdas que subtienden el doble de los lados,
de ningún modo se tocan.
Porque si el arco AC es mayor
que el AB, como C F es la m itad de
la subtensa del doble de AC, C F cae
más abajo. Pero si AC es m enor que
AB, C F cae más arriba., como acon­
tece con tales líneas, según están más
cerca o más lejos del centro, de acuer­
do con el 15 de! libro I I I de Eucli-
des. Luego, hágase FG paralela a
BE, y en el punto G corta a BD, la
sección común de los círculos, y
añadamos GC. Por tanto es m ani­
fiesto que los ángulos EFG y AEB
son rectos y también lo es el ángulo
EFC , porque C F es la m itad de la cuerda del doble de AC.
Es decir, el ángulo CFG será el ángulo de la sección de los círculos
AB y AC y podemos encontrarlo újmbién. Porque D F es a FG como DE
es a EB, ya que los triángulos D FG y DEB son semejantes. O sea,
FG está dado en las mismas partes que FC.
Y en la ínisma relación están DG y DB, por lo que DG estará dado
en partea de las cuales DG tiene 100,000. Pero como el ángulo GDG
está dado por el arco BG, por el segundo teorema de los triángulos planos,
el lado GG está dado en las mismas partes en que se dan los lados restan­
tes del triángulo plano GFC. Por consiguiente, según el último teorema
de los triángulos planos, obtendremos el ángulo GFC, es decir, el ángulo
esférico BAC, que estábamos buscando. Y los ángulos restantes los deter­
minaremos por el undécimo teorema de los triángulos esféricos.

x rv

Si un arco dado del círculo se corta de modo que ambos segmentos sean
menos que un semicírculo, y conocemos la razón de la semicuerda que
subtiende el doble de un segmento y la que subtiende el doble del otro,
podemos determ inar los arcos de esos segmentos.
Sea ABC el arco dado alrededor del centro D , que se corta en alguna
parte, en el punto E, pero de modo que los segmentos sean menores que
un semicírculo. Si conocemos la longitud de la proporción de las mi­
tades de las subtensas del doble de AB y BC, digo que estos arcos podrán
determinarse.
Dibujemos la recta AC, que cor­
ta al diámetro en el punto E, y de
los extremos A y C, bajemos perpen­
diculares AF y CG al diámetro, que
son necesariamente las semicuerda»!
del doble de AB y BC. Por tanto, en
los triángulos rectángulos AEF y
CEG, los ángulos AEF y CEG son
iguales por opuestos en el vértice E.
Y como en los triángulos equiángu­
los y semejantes, los lados opuestos a
ángulos iguales son proporcionales,
AF es a CG como AE es a EC.
Por tanto, obtendremos AE y EC en las mismas partes con que se
dieron AF o GG. Pero la subtensa del arco ABC .está fijada en las
mismas partes con que se dio PD. D K será la semicuerda que subtiende
subtensa AC, y el resto EK . Juntem os DA y DK, y los daremos en las
mismas partes con que se dio BD. D K será la semicuerda que subtiende
el segmento remanente que es suplementario del arco ABC, y está com­
prendido por el ángulo DAK, y por consiguiente está dado el ángulo
A D K que comprende la m itad del arco ABC. Pero en el triángulo
EDK con dos lados conocidos y el ángulo E D K recto, determinaremos
también el ángulo E D K . D e donde deduciremos todo el ángulo EDA, que
comprende el arco AB; por lo cual conoceremos también el arco restante
CB. Y esto es lo que intentábamos demostrar.

XV

Si están dados todos los ángulos de un triángulo, aunque ninguno sea


recto, se nos darán todos los lados.
Sea el triángulo ABC con todos
sus ángulos dados, de los cuales mn->
guno es recto. Digo que también se
nos darán todos los lados. Desde uno
de los ángulos, como A, baje el arco
AD a través de los polos de CB. AD
cortará a BC en ángulos rectos y
caerá dentro del triángulo, a no ser
que alguno de los ángulos B o C de
la base, fuere obtuso y el otro agu­
do. Si esto sucediera, el arco se de­
bería trazar desde el ángulo obtu­
so hasta la base. Con los cuadrantes BAF, CAG y DAE completados
y con B y C como polos, se dibujan los arcos EF y EG.
P or tanto, los ángulos F y G serán rectos. Además, en el triángulo
rectángulo EAF, la razón de las semicuerdas del doble de AE y de EF
es igual a la de la mitad del diám etro de la esfera y la m itad de la sub­
tensa del doble del ángulo EAF. Sirailarmente, en el triángulo rectángulo
AEG, la razón de las semicuerdas del'doble de AE y de EB es igual a la
de la mitad del diám etro de la esfera y lá m itad de la subtensa del doble
del ángulo EAG. Y por el mismo motivo, la razón de las semicuerdas del
doble de E F y de EG es igual a las del doble del ángulo EAF y del ángu­
lo EAG. Y como los arcos FE y EG están dados como complementarios
de los ángulos B y C, será conocida la razón entre los ángulos EAF y
EAG, es d e d r. entre BAD y CAD, que son sus ángulos opuestos por el
vértice. Ahora, ha sido obtenido el ángulo completo BAC, y por el teo­
rema precedente, podemos deducir también los ángulos BAD y CAD.
Entonces, con el quinto teorema, obtendremos los lados AB, BD, AC, CD,
y todo el arco BC.
Lo que hemos expuesro de los triángulos, basta por ahora .para cubrir
nuestras necesidades. T ratarlos con más detalle, exigiría u n a obra más
voluminosa.
T o n e d e C o p i n ó t e , d o n d e tra b a jó en la redacción d i :u obra
R evo lu cio n es de las O r b ita í C*l*>le>
LIBRO SEGUNDO
P R O E M IO

Expusimos ya un resumen de los tres movimientos terrestres, por me­


dio de los cuales prometimos dem ostrar todas las apariencias de los as­
tros. Ahora cumpliremos nuestra promesa examinando e investigando
por panes cada problema según nuestras posibilidades. Comenzaremos por
el movimiento m ejor conocido de todos, la revolución del tiempo diurno
o nocturno, que ya dijimos llam an los griegos movimiento equidial
dado que la referimos total y directamente al globo terráqueo, ya que
de ese movimiento surgen los meses, los años y otros períodos de tiempo
con distintos nombres, como números procedentes de una unidad.
Por tanto, diremos sólo unas pocas palabras sobre la desigualdad de
los días y las noches, de la salida y puesta del Sol, de las partes del zo­
díaco y de los signos, y de las consecuencias de este tipo de revolución;
porque sobre esto, muchos escribieron con bastante abundancia y lo que
dicen está en arm onía y acuerdo con nuestras concepciones. N ada se
altera si lo que otros han dem ostrado con u n a T ierra quieta y un mundo
vertiginoso, nosotros lo conseguimos de una m anera opuesta y llega­
mos a la misma m eta, porque cosas recíprocas, armonizan inversamente
entre sí.
Sin embargo, no omitiremos n ada de lo necesario indicado por nues­
tros predecesores. Q ue nadie se admire si hablamos aún del orto y del
ocaso del Sol y de las estrellas, y de cosas semejantes a éstas.
Pero emplearemos el lenguaje corriente que puede ser entendido por
todos, siempre teniendo en-cuenta que:
“ Para nosotros, transportados por la Tierra, el Sol y la L una parecen
pasar por encima; y las estrellas vuelven a sus antiguos lugares y de
nuevo se alejan.”
C a p ít u l o I

DE LOS C IR C U L O S Y SUS NOM BRES

Ya indicamos que el círculo equinoccial o ecuador, es el mayor de


los paralelos del globo terrestre descrito alrededor de los polos en su
diaria revolución, y la eclíptica o círculo de los signos está en medio de
la zona circular del zodíaco, bajo la cual el centro de la Tierra recorre
su circuito anual. Pero la eclíptica es oblicua al ecuador, debido a la
inclinación del eje terrestre, y describe durante la revolución cotidiana,
dos círculos que la tocan de cada lado del ecuador, como límites máxi­
mos de su oblicuidad, y que se llaman trópicos.
En ellos el Sol parree realizar sus vueltas, es decir, sus cambios de
dirección de verano e invierno. De ahí, que el círculo boreal se llama tró­
pico del solsticio de verano y el austral, trópico del solsticio de invierno
o hiemal, como fue indicado en nuestra narración sumaria anterior de
las revoluciones terrestres. Después sigue el llamado horizonte, o círculo
límite según los latinos (porque separa la parte visible del m undo de la
que está oculta). Allí se ven nacer todos los astros que se ponen, tiene
su centro en la superficie terrestre y su polo en nuestro vértice directa­
mente arriba. Pero ya que es imposible com parar la T ierra con la in­
mensidad del cielo, en relación con cuya m agnitud es incluso indiscer­
nible la distancia total entre el Sol y la L una (según nuestra hipótesis,
el círculo del horizonte parece bisecar el firmamento, como si pasase
por el centro del mundo, como se demostró al principio, pero cuando el
horizonte es oblicuo al ecuador, toca también de cada lado de éste a
círculos paralelos gemelos, o sea, el círculo norte de las estrellas siempre
visibles y el sur de las siempre ocultas.
El primero fue llamado ártico y el segundo antártico por Proclo y
los griegos, y resultan mayores o menores según la oblicuidad det hori­
zonte y la elevación del polo del ecuador. Q ueda el círculo meridiano que
pasa por los polos del horizonte y también por los polos del ecuador, por
tanto, es perpendicular a estos dos círculos. Cuando el Sol lo alcanza m ar­
ca medio día y media noche. Pero esos dos círculos que tienen sus
centros en la superficie terrestre, el horizonte y el meridiano, siguen sin
duda, el movimiento de la Tierra tal como aparece a nuestra vista. Por­
que el ojo está siempre en el centio da la esfera de todo lo visible que lo
rodea. Además, todos las círculos supuestos sobre la T ierra producen
círculos en el cielo a imagen y semejanza, como se demuestra en Cosmo­
grafía y al tratar de las dimensiones de la Tierra. Y esos círculos, de
todos modos son los únicos con nombres propios, aunque hay infinitas
maneras de designar los otros.

C a p ít u l o II

D E LA OBLICUIDAD DE LA ECLIPTIC A
Y LA DISTANCIA DE LOS T R O PIC O S
Y C O M O SE D ETERM IN A N

Puesto que el círculo de la eclíptica está entre los trópicos y cruza


el ecuador oblicuamente, creo necesario tratar ahora de observar la dis­
tancia entre los trópicos y de ahí, cual sea el ángulo de la sección éntre el
ecuador y la eclíptica. Porque para percibir esto por los sentidos con
ayuda de instrumentos artificiales, por medio de los cuales puede reali­
z a re mejor el trabajo, es necesario tener preparado un cuadro de m a­
dera, o mejor de otro material más sólido, como piedra o metal, porque
la madera puede inducir a error al observador al variar su consistencia
por alguna alteración del aire.
Luego, una superficie ha de aplanarse muy cuidadosamente, y su an­
chura debe ser suficiente para adm itir división en secciones, es decir,
de unos tres o cuatro codos.
Luego, con uno de los ángulos como centro y con un lado como radio,
se traza un cuadrante de círculo y se divide en 90 grados iguales y cada
uno de éstos se subdivide en 60 minutos o en las fracciones que puedan
caber. Después, un gnomon (estilo) 'o varilla cilindrica bien torneada se
fija perpendicular en dicho centro a la superficie, de la que sobresale un
poco, digamos el grueso de un dedo o menos.
Cuando el instrumento ha sido preparado de este modo, lo siguiente
es trazar la línea del meridiano sobre la capa del pavimento, en el plano
del horizonte, que ha sido igualado diligentemente con el hidroscopio o
corobate, para que no se incline en alguna parte. En el pavimento se
describe un círculo y se erige un gnomon en el centro. Se observa algún
tiempo antes del mediodía donde toca la sombra de circunferencia del
círculo, y se marca una señal. Se hace lo mismo por la tarde y el arco
entre las dos señales se divide por la m itad. L a línea recta dibujada por
el centro del círculo y el punto de la sección nos indica, infaliblemente,
la dirección meridional y septentrional.
Sobre el piso tomado como base, levántese perpendicular el plano del
instrumento con el centro del cuadrante hacia el sur, de modo que la
vertical bajada desde ese centro, forme ángulos rectos con la linea del
meridiano, y resultará así que la superficie del instrum ento tendrá el
círculo meridiano.
En adelante se observará durante los días del solsticio de verano e
invierno, las sombras del Sol al mediodía, al ser arrojadas por el índice
o cilindro desde el centro del cuadrante, sobre cuyo arco, una m arca
sujeta indica con más certeza el lugar de la sombra, el centro de la cual
se anota en grados y minutos con la mayor precisión posible; porque si
hacemos esto, el arco entre las dos sombras señaladas de los solsticios,
puede determinarse y nos d ará la distancia entre los trópicos y la obli­
cuidad total de la eclíptica. Tom ando la m itad del arco, tendremos la
distancia de los trópicos al ecuador, y estará determinado el ángulo de
inclinación entre la eclíptica y el ecuador.
D e este modo, Ptolomeo tomó el intervalo entre los límites arriba
indicados, el boreal y el austral, rom o 47 grados, 42 m inutos y 40 segun­
dos, teniendo el círculo 360 grados; observado antes por H iparco y
Eratóstencs como de 11 partes, p ara u n círculo total de 83. L a mitad de
ese arco, 23 grados, 51 minutos, 20 segundos, p ara un círculo de 360 gra­
dos, muestra la distancia de los trópicos al ecuador y cual es el ángulo
de éste con la eclíptica. Y pensaba Ptolomeo, que así era y así permane­
cería siempre sin variar. Pero se h a encontrado que esas distancias lian
disminuido continuamente desde esa época hasta la nuestra. Ya ha sido
descubierto por nosotros y algunos de nuestros contemporáneos, que la
distancia entre los trópicos no es más de unos 46 grados, 58 minutos, y
el ángulo de la sección 23 grados, 29 minutos. De aqui resulta bastante
patente que varia la oblicuidad de la eclíptica. Mas adelante aclararemos
m ucho una conjetura bastante probable de que ese ángulo no es nunca
mayor de 23 grados, 52 minutos y nunca m enor de 23 grados, 28 m i­
nutos.
C a p ít u l o III

D E LO S ARCOS Y A N GULOS EN Q U E SE CO RTA N


LOS C IR C U L O S D EL ECUADOR,
D E LA E C L IPT IC A Y D EL M E R ID IA N O ,
Y C O M O SE CALCULAN CON ELLOS
D E C LIN A C IO N ES Y ASCENSIONES R ECTAS

De acuerdo con lo dicho en el caso del horizonte, que por él nacen


y se ocultan las partes del mundo, decimos que el círculo meridiano
divide por la mitad al cielo. D urante 24 horas esta linca es cruzada tanto
por la eclíptica como por el ecuador, cuyas circunferencias divide cor­
tándolas en la intersección de primavera y otoño, y a su vez, tiene su
circunferencia dividida por el arco interceptado por los otros dos círculos.
Como todos son círculos máximos, form an un triángulo esférico rec­
tángulo porque el ángulo es recto, por definición, donde el círculo m eri­
diano corta el ecuador descrito a través de sus polos. A hora, el arco del
círculo meridiano, o cualquier arco de círculo que pase por los polos
del ecuador e interceptado como se h a dicho, se denom ina la declinación
de un segmento del zodíaco, y el arco correspondiente sobre el ecuador
es llamado la ascensión recta, que se establece simultáneamente con el
arco similar del zodíaco.
Todo esto se dem uestra fácilmente en un triángulo convexo.
Sea ABCD un círculo que pasa
a la vez por los polos del zodíaco y
del ecuador, que muchos llaman co­
luro. Sean además, AEC la m itad de
la eclíptica, BED la m itad del ecua­
dor, el punto E el equinoccio de pri­
mavera, el A el solsticio de verano y
C el solsticio de invierno. Tomemos
ahora F como polo de la revolución
diaria y sobre la eclíptica el arco
EG con 30 grados. Por ejemplo, al
que corta el cuadrante de circulo
FGH.
Entonces está claro que en el triángulo EG H están dados el lado EG
igual a 30 grados, el ángulo G EH , que de acuerdo con la declinación
m áxima es igual a 23 grados 28 minutos; siendo cuatro ángulos rectos
iguales a 360 grados, y el ángulo GHF. es recto. Por tanto, según el
cuarto teorema de los triángulos esféricos, el triángulo EGH tiene todos
sus ángulos y lados conocidos. Porque fue demostrado que la razón de
las cuerdas del doble de EG y G H , es igual a la razón de las cuerdas
del doble de AGE, o diám etro de la esfera, y el doble de AB, estando
las semicuerdas en la misma relación. L a m itad de la cuerda del doble
de AGE es igual al radio y a 100,000 partes, la semicuerda del doble de
AB tiene 39,822 partes, y la del doble de EG, 50,000 partes. Además, si
cuatro números son proporcionales, el producto de los medios es igual al
producto de los extremos. De donde la m itad de la subtensa del doble
del arco G il, vale 19,911, y por la Tabla, dicho arco tiene 11 grados 29
minutos, que es la declinación del segmento EG. Por lo cual, también en
el triángulo AFG se nos dan el lado FG igual a 78 grados, 31 minutos,
y el lado AG de 60 grado?, como restos de cuadrantes, y el ángulo FAG
es recto. D el mismo modo son proporcionales las semicuerdas del doble
de FG , AG, F G H y BH. Como tres de estas subtensas están dadas, puede
determinarse la cuarta que es BH igual a 62 grados 6 minutos, que es la
ascensión recta del solsticio de verano, y H E 27 grados 54 minutos, del
equinoccio de primavera. D e modo análogo, dados los lados FG con 78
grados 31 minutos, AF con 64 grados 30 minutos, y AGE cuadrante de
círculo, el ángulo AGF tiene 69 grados 23>/a minutos, y es igual a su
opuesto por el vértice IIG E . Procederemos en lo demás como en este
ejemplo.
No debemos ignorar el hecho de que el círculo meridiano corta a la
eclíptica a ángulos rectos en los puntos donde esta toca a los trópicos,
porque entonces el m eridiano le corta pasando por sus polos.
Pero en los puntos equinocciales,
el meridiano form a un ángulo menor
que un recto por la inclinación de la
eclíptica, y cuyo valor es de 66 gra­
dos 32 minutos de acuerdo con el
menor valor de dicha inclinación.
Además, señalaremos que lados y
ángulos iguales de los triángulos se
deducen de arcos iguales de la eclíp­
tica tomados desde los puntos de
solsticio o equinoccio.
D e este modo dibujemos el arco
ecuatorial ABC y el de la eclíptica DBE, que se cortan en el punto B
donde está el equinoccio, y si tomamos como iguales los arcos FB y BG,
y también los arcos K FL y K M G , dos cuadrantes de círculo que pasan
por el polo K de la revolución diaria, tendremos dos triángulos: FLB
y BMG, cuyos lados BF y BG son iguales, los ángulos en B opuestos
por el vértice también iguales, y los ángulos en L y M rectos.
Poi tanto, según el sexto teorema de los triángulos esféricos, los
lados y ángulos son iguales. O sea, son iguales las declinaciones FL y
MG, las ascensiones rectas LB y BM y los ángulos restantes F y G.
Esto mismo se manifiesta al suponer arcos iguales tomados desde un
punto de solsticio, por ejemplo, cuando AB y BC a los dos lados del pun­
to de contacto B, están a la misma distancia de éste.
Porque cuando los arcos DA y
DB han sido trazados desde el polo
al ecuador, son semejantes los dos
triángulos ABD y DBC cuyas bases
AB y BC son iguales, el lado BD es
común y los ángulos en B son rectos.
De acuerdo con el octavo teorema
de los triángulos esféricos, tendrán
pues iguales sus ángulos y lados res­
pectivos.
Lo que pone de manifiesto que ángulos y lados de un cuadrante de
la eclíptica están de acuerdo con los restantes cuadrantes de todo el
círculo. Agregaremos un ejemplo de esto en la descripción de las Tablas.
En la prim era columna están colocados los grados del zodiaco; en la
siguiente, las declinaciones correspondientes a esos grados; y en la tercera
los minutos, que son las diferencias entre declinaciones particulares y las
que ocurren cuando la eclíptica tiene oblicuidad máxima, la mayor de
estas diferencias vale 24 minutos. Haremos lo mismo con las Tablas
de ascensiones rectas y ángulos meridianos. Porque es necesario cambial
todo lo que es consecuencia de la oblicuidad del zodíaco, al variar ésta.
Además, en las ascensiones rectas se ha encontrado una diferencia extre­
madamente pequeña que no excede un décimo de ‘‘tiempo” y que en
el espacio de una hora representa solo 1/150 de “ tiempo” . Los antiguos
dieron el nombre de tiempos a las partes del ecuador, que se levantan
junto con las de la eclíptica.
Ambos círculos, como se ha repetido a menudo, tienen 360 parles,
pero para distinguirlas, la mayoría de nuestros predecesores llaman "gra­
dos” a las partes de la eclíptica y “tiempos” a las del ecuador, y los
imitaremos en- el resto de la obra. Y aunque es tan pequeña esta diferen­
cia, que puede despreciarse, no dudo también aquí ponerla Estas Tablas
pueden aplicarse a cualquier otra oblicuidad de la eclíptica, s: de acuer­
do con la relación de diferencia entre la menor y la mayor oblicuidad de
la eclíptica, hacemos las correcciones pertinentes. Por ejemplo, si con una
oblicuidad de 23 grados 34 minutos deseamos conocer cual es la decli­
nación obtenida al tom ar u n a distancia de 30 grados desde el ecuador
sobre la eclíptica, encontramos en la columna de declinaciones 11 grados
29 minutos y en la colum na de diferencias 11 minutos. Esos 11 minutos
deberán añadirse en el caso de la mayor oblicuidad de la eclíptica, que
dijimos es 23 grados 52 minutos.
Pero como ya hemos indicado que la oblicuidad es 23 grados 34 minu­
tos, 6 m inutos mayor que la menor oblicuidad, lo que es la cuarta parte de
24 minutos, exceso de la mayor oblicuidad sobre la menor. Luego 3 mi­
nutos es a 11 minutos inás o menos como 6 minutos es a 24 minutos.
Cuando añado 3 minutos a los 11 grados 29 minutos tendremos 11 grados
32 minutos, que m edirá entonces la declinación del arco de 30 grados en
la eclíptica desde el ecuador. Lo mismo sucede en las Tablas de ángulos
meridianos y de ascensiones rectas, excepto que debemos siempre sumar
las diferencias en las segundas y restarlas en los primeros, para que todo
se deduzca de acuerdo con el tiempo.

C a p ít u l o IV

C O M O D E T E R M IN A R LA D E C L IN A C IO N Y ASCENSION R EC TA
D E U N A STRO SIT U A D O FU ER A D EL C IR C U L O Q U E PASA
PO R EN M E D IO D E L O S SIGNOS, PE R O CUYA L O N G IT U D Y
L A T IT U D HA S ID O ESTABLECIDA, Y C O N Q U E G RA D O DEL
ZO D IA CO D IV ID E PO R LA M IT A D EL CIELO

Ya expusimos lo relativo a la eclíptica, al ecuador y a sus intersec­


ciones. Pero en relación con la revolución diaria, es interesante conocer
no sólo que partes aparecen, por medio de las cuales se descubren las
causas de que el Sol salga donde lo hace, sino también saber que hay
una demostración similar de la declinación desde el ecuador y la ascen­
sión recta en el caso de las estrellas fijas o errantes que están fuera de la
eclíptica, pero cuya longitud y latitud h a sido dada.
Describamos el círculo ABCD por los polos del ecuador y de la eclíp­
tica. Sean AEC el semicírculo ecuatorial con el polo F, BED el semi­
círculo de la eclíptica con el polo G, y su intersección con el ccuador
en el punto E. Luego, desde el polo G se traza el arco G H K L , a través
de una estrella, cuya posición está en el punto H , y desde el polo del mo­
vimiento diurno desciende un cuadrante FHN.Vf.
Zodiaco D ift- Zodíaco D ife- Zodíaco D if t.
tencías Itcliiw cionts nncias Declinaciones reacias
Grad. Grad. M in . M in . Grad. G rad. M in . J im . G rad. Grad. M in . M in.
1 0 24 0 81 11 £0 11 61 20 23 20
2 0 48 1 32 12 11 13 62 20 35 21
3 1 12 1 33 12 32 12 63 20 47 21
4 1 88 2 34 12 52 13 64 20 58 21
5 2 0 2 35 13 12 13 65 21 9 21
6 2 23 2 36 13 32 14 66 21 20 22
7 2 47 8 37 13 52 14 67 21 30 22
8 3 11 3 38 14 12 14 68 21 40 22
9 3 35 4 39 14 31 14 69 21 49 22
10 3 58 4 40 14 50 14 70 21 58 22
11 4 22 4 41 15 9 15 71 22 7 22
12 4 45 4 42 15 27 15 72 22 15 23
13 5 9 5 43 15 46 16 73 22 23 23
14 5 32 5 44 16 4 16 74 22 30 23
15 5 55 5 45 16 22 16 75 22 37 23
16 6 19 6 46 16 39 17 76 22 44 23
17 6 41 6 47 16 56 17 77 22 50 23
18 7 4 7 48 17 13 17 78 22 55 23
10 7 27 7 49 17 30 18 79 23 1 24
20 7 49 8 50 17 48 18 80 23 5 24
21 8 12 8 51 18 1 18 81 23 10 24
22 8 34 8 62 18 17 18 82 23 13 24
23 8 57 9 53 18 32 19 83 23 17 24
24 9 19 9 54 18 47 19 84 23 20 24
25 9 41 9 55 19 2 19 85 23 22 24
26 10 a 10 56 19 16 19 86 23 24 24
27 10 25 10 57 19 30 20 87 23 26 24
28 10 46 10 58 19 44 20 88 23 27 24
29 11 8 10 59 19 57 20 89 23 28 24
30 11 29 11 60 20 10 20 80 23 28 24
Zodiaco D ife­ Zodiaco Dife­ Zodiaco D ife­
Ecuador rencias Ecuador rencias Eeuador rencias
Grad. T iem p . M in. M in . Grad. T iem p. M in. M in. Grad. T iem p. M in. M in.
1 0 55 0 31 28 54 4 61 58 51 4
2 1 50 0 32 29 51 4 62 59 54 4
3 2 45 0 33 30 50 4 63 60 57 4
4 3 40 0 34 31 46 4 64 62 0 4
5 4 35 0 35 32 45 4 65 63 3 4
6 5 30 0 36 33 43 5 66 64 6 3
7 6 25 1 37 34 41 5 67 65 9 3
8 7 20 1 38 35 40 5 68 66 13 3
9 8 15 1 39 36 38 5 69 67 17 3
10 9 11 1 40 37 37 5 70 68 21 3
11 10 6 1 41 38 36 5 71 69 25 3
12 11 0 2 42 39 35 5 72 70 29 3
13 11 57 2 43 40 34 5 73 71 33 3
14 12 52 2 44 41 33 6 74 72 38 2
15 13 48 2 45 42 32 6 75 73 43 2
16 14 43 2 46 43 31 6 76 74 47 2
17 15 39 2 47 44 32 5 77 75 52 2
18 16 34 3 48 45 32 5 78 76 57 2
19 17 31 3 49 46 32 5 79 78 2 2
20 18 27 3 60 47 33 5 8G 79 7 2
21 19 23 3 51 48 34 5 81 80 12 1
22 20 19 3 52 49 35 5 82 81 17 1
23 21 15 3 53 50 36 5 83 82 22 1
24 22 10 4 5-1 51 37 5 84 83 27 1
25 23 9 4 55 52 38 4 85 84 33 1
26 24 6 4 56 53 41 4 86 85 38 0
27 25 3 4 57 54 43 4 87 86 43 0
28 28 0 4 58 55 45 4 88 87 48 0
29 26 67 4 59 56 46 4 89 88 54 0
30 27 54 4 60 57 48 4 90 90 0 0
Zodiaco Dife*- Zodiaco D ife­ Zodíaco D ift.
Angulos rendes Angulos rencias Angulo: rendas
Crad. Crad. M in. M in . Crad. Crad. M in. M in. Crad. C iad. M in. M in .
1 66 32 24 31 09 35 21 61 78 7 12
2 66 33 24 32 69 48 21 62 78 29 12
8 66 34 24 33 70 0 20 63 78 51 11
4 66 35 24 34 70 13 20 64 79 14 11
5 66 37 24 35 70 26 20 65 79 36 11
6 66 39 24 36 70 39 20 66 79 59 10
7 66 42 24 37 70 53 20 67 80 22 10
8 66 44 24 38 71 7 19 68 80 45 10
9 66 47 24 39 71 22 19 69 81 9 9
10 66 51 24 40 71 36 19 70 81 33 9
11 66 55 24 41 71 52 19 71 81 58 8
12 66 59 24 42 72 8 18 72 82 22 8
13 67 4 23 43 72 24 18 73 82 46 7
14 67 10 23 44 72 39 18 74 83 11 7
15 67 15 23 45 72 55 17 75 83 35 6
16 67 21 23 46 73 11 17 76 84 0 6
17 67 27 23 47 73 28 17 77 84 25 6
18 67 34 23 48 73 47 17 78 84 50 5
19 67 41 23 49 74 6 16 79 85 15 5
20 67 49 23 50 74 24 16 80 85 40 4
21 67 56 23 51 74 42 16 81 86 5 4
22 68 4 22 52 75 1 15 82 86 30 3
23 68 13 22 53 75 21 15 83 86 55 3
24 68 22 22 54 75 40 15 84 87 19 3
25 68 32 22 55 76 1 14 85 87 53 2
26 68 41 22 56 76 21 14 86 88 17 2
27 68 61 22 57 76 42 14 87 88 41 1
28 60 2 21 58 77 3 13 88 89 6 1
29 69 13 21 59 77 24 13 89 89 33 0
SO 69 24 21 60 77 45 13 90 90 0 0
Es evidente que la estrella situa­
da en H cae sobre el m eridiano al
mismo tiempo que lo hacen los pun­
tos M y N , que el arco H M N es la
declinación de la estrella respecto
del ecuador, y que EN es la ascen­
sión recta en la esfera recta: lo que
estábamos buscando.
En este caso, en el triángulo KEL,
están dados el lado K E y el ángulo
K E L y el ángulo E K L es recto. Por
tanto, según el cuarto teorema de los
triángulos esféricos son conocidos los
lados K L y EL, además del ángulo
K LE. D e donde, por adición determinamos todo el arco H K L. Y por lo
mismo, en el triángulo H L N están dados dos ángulos, el H L N y el recto
LN H , y el lado HL. E n consecuencia, por el mismo cuarto teorem a de los
triángulos esféricos serán conocidos los lados restantes: H N , declinación
de la estrella, LN y la distancia restante N E, ascensión recta, que m ide la
m agnitud del cambio de la esfera desde el equinoccio a la estrella.
D e otro modo, si en lo anterior se toma K E, el arco de la eclíptica
como la asctnsión recta de L E, la tabla de ascensiones rectas nos dará
inversamente LE, de donde deduciremos LK como la declinación corres­
pondiente a LE y el ángulo K L E por la tabla de ángulos meridianos. Por
cual, conoceremos todos los restantes lados y ángulos. Entonces, por me­
dio de la ascensión recta EN, obtendremos el número de grados de EM ,
el arco del zodíaco, y la estrella con el punto M divide por la m itad
el cielo.

C apítulo V

SOBRE LAS SEC C IO N ES D E L H O R IZ O N T E

El horizonte de una esfera recta es diferente del de una esfera oblicua.


Por eso, el horizonte al cual es perpendicular el ecuador, o que pasa
por los polos de éste, se llam a horizonte recto. El horizonte que tiene
alguna inclinación con el -ícuador se denomina horizonte de una esfera
oblicua. Por consiguiente, ¿n u n horizonte recto, todas las estrellas salen
y se ponen, y los días s o i siempre iguales a las noches. Porque este
horizonte biseca todos los paralelos descritos por el movimiento diurno
y pasa por sus polos, y ocurre aquí lo que ya explicamos en el círculo
meridiano. M as aquí el día lo formamos desde el orto al ocaso del Sol,
no desde la luz a las tinieblas, como supone el vulgo; ea decir, desde el
am anecer a la prim era antorcha. Pero diremos algo m ás a este respecto
al hablar de la salida y la puesta de los signos.
P or el contrario, cuando el eje de la T ierra es perpendicular al hori­
zonte, no hay ortos ni ocasos, pero todas las estrellas están siempre visi­
bles u ocultas en su vuelta, m ientras no sean afectadas por otro movimien­
to como el anual alrededor del Sol. Por consiguiente, el día dura aquí
siempre medio año y la noche el otro m edio; y no hay n ada que diferencíe
el invierno y el estío, ya que el horizonte coincide con el ecuador.
Por otro lado, en una esfera oblicua, ciertas estrellas nacen y se
ponen, y otras están siempre visibles o siempre ocultas; y mientras tanto,
los días y las noches son iguales, ahí donde u n horizonte oblicuo toca
dos círculos paralelos, según su inclinación. Y de esos círculos, el más
próximo al polo visible es el límite de las estrellas que están siempre a
la vista, y a la inversa, el círculo más próximo al polo que no se ve, es
el lím ite de las estrellas siempre ocultas. Por tanto, el horizonte situado
p o r completo entre esos límites, corta a todos los paralelos intermedios
en arcos desiguales, excepto al ecuador, el más grande de .los paralelos
y los círculos máximos se bisecan entre sí. Por tanto, u n horizonte oblicuo
en el hemisferio superior corta arcos de paralelos hacia el polo visible
mayores que h a d a el polo austral oculto, y lo inverso sucede en el
hemisferio escondido. El Sol se hace visible en esos horizontes por razón
del movimiento diurno y causa la desigualdad de los días y las noches.

C a p it u l o VI

CU A LES SO N LAS D IFE R E N C IA S


E N T R E LAS SOMBRAS D EL M E D IO D IA

H ay diferencias entre las sombras del mediodía, oor lo que unos pue­
blos se denominan pensóos, otros anfiscios, y oíros más heteroscios.
Los periscios pueden llamarse circumunbrátilcs, porque arrojan la sombra
por todos lados. Viven donde la distancia entre el vértice o el polo del
horizonte y el polo terrestre es m enor o no mayor que entre el trópico
y el ecuador. Porque allí los paralelos que el horizonte toca en los límites
de las estrellas siempre visibles o siempre ocultas, son mayores o iguales
que los trópicos. Y en el verano, el Sol arriba en lo alto entre las estrellas
siempre visibles y lanza la sombra del gnomon en cada dirección. Pero
donde el horizonte toca los trópicos, estos son los límites entre estrellas
siempre visibles y siempre ocultas. Por lo cual, en lugar de ser media­
noche en el solsticio, el Sol parece rozar la tierra, y en ese momento todo
el círculo de la eclíptica coincide con el horizonte. Seis signos salen do un
lado, seis se ponen por el opuesto y el polo del zodíaco coincide con el
polo del horizonte.
Los anfiscios, que viven entre los trópicos, lanzan la sombra del me­
diodía a ambos lados. Es el espacio que los antiguos llamaban zona media,
y como por toda ella el zodíaco pasa directo dos veces por encima,
como se demuestra en el segundo teorem a de los Fenómenos de Euclides,
la sombra del gnomon se arro ja allí en dos direcciones. Como el Sol se
mueve a u n lado y otro, la sombra del indicador apunta a veces al sur
y a veces al norte.
El resto de nosotros que habitamos la región entre las otras dos,
somos heteroscios, porque arrojam os nuestra sombra del m ediodía en una
sola dirección, hacia el septentrión.
Los antiguos matemáticos estaban acostumbrados a dividir el mundo
en siete climas a través de Meroe, Siena, Alejandría, Rodas, el Heles-
ponto, la m itad del Pom o, Boristene, Bizancio, y los demás, con simples
círculos paralelos según las diferencias entre los días más largos y la
longitud de las sombras, que observaban por medio de gnomones al me­
diodía en los días de equinoccios y solsticios y de acuerdo con la elevación
del polo o la latitud de algún segmento. Como todo esto h a cambiado
en parte con el tiempo, no son exactam ente las mismas que fueron antes,
al tom ar en cuenta la oblicuidad variable de la eclíptica, que, como indi­
camos, no era conocida por los antiguos, o de modo más correcto, tomando
en cuenta la inclinación variable del ecuador respecto del plano de la
eclíptica, de la que aquellas relaciones dependen. Pero las elevaciones del
polo o la latitud de los lugares, y las sombras equinocciales, concuerdan
con las descubiertas y anotadas en la antigüedad. Esto tenía que suceder
porque el ecuador depende del polo del globo terrestre. Por tanto, aque­
llos segmentos no se designan y definen con bastante precisión por las
sombras observadas en días especiales, sino más correctamente por sus
distancias al ecuador, que perm anecen fijas a perpetuidad. Sin embargo,
aunque esta variabilidad de los trópicos al ser muy ligera, adm ite sólo pe­
queña diversidad de días y de sombras en el sur, se hace más patente
para los que se mueven hacia el norte. E n lo que se refiere a la sombra
de los indicadores, está claro que p a ra cierta altitud dada del Sol, puede
deducirse la longitud de la sombra, y viceversa.
D e este modo, si el gnomon AB
arroja una sombra BC, como el in­
dicador es perpendicular al plano del
horizonte, el ángulo ABC debe ser
siempre recto, por definición de lí­
neas perpendiculares a un plano. Por
tanto, si añadimos AC, tendremos
un triángulo rectángulo ABC, y para
determ inada altitud del Sol, conoce­
remos el ángulo ACB, y por el pri­
m er precepto de los triángulos pla­
nos, estará dada la razón del indi­
cador AB a su sombra BC y pode­
mos conseguir la longitud de BC.
Al contrario, cuando se dan AB y BC, constatamos por el tercer
teorema de los triángulos planos, cuál es el ángulo ACB y qué elevación
del Sol produce esa sombra en ese tiempo. Por eso losantiguos, al des­
cribir las regiones del globo terráqueo, daban la longitud de lassombras
del mediodía, unas veces en los equinoccios y otras en los solsticios.

C a p it u l o V II

D E Q U E M O D O E L D IA MAS LARGO,
LA L A T IT U D D EL O R T O Y LA IN C L IN A C IO N D E LA ESFERA,
SE D E R IV A N E N T R E SI,
Y SOBRE LA D IF E R E N C IA D E LO S DIAS

Así también demostraremos a la vez p ara cualquier oblicuidad de


la esfera o inclinación del horizonte, cuáles son el día más largo y el más
corto, junto con la latitud del orto
solar y la diferencia de los días res­
tantes. Esa latitud es el arco del hori­
zonte interceptado entre las salidas
del Sol en los solsticios de verano e
invierno, o la suma de las distancias B
del orto solsticial desde el equi­
noccial.
Sean ABCD el círculo meridiano,
BED el semicírculo del horizonte en
el hemisferio oriental y AEC el semi-
círculo similar del ecuador con F como polo norte. Tomemos el punto G
como la salida del Sol en el solsticio de verano y dibujemos el arco FG H
de círculo máximo. Puesto que el movimiento de la esfera terrestre se
realiza alrededor del polo F del ecuador, necesariamente los puntos G y H
alcanzan el meridiano ABCD al mismo tiempo, porque los círculos pa­
ralelos están alrededor de los mismos polos por donde pasan los círculos
máximos, que interceptan arcos iguales en aquellos paralelos.
Por lo cual, el mismo tiem po del orto en G al mediodía mide también
el arco A E H ; y el tiem po desde la medianoche a la salida del Sol mide
C H el arco restante y subterráneo del semicírculo, y AE y E C son cua­
drantes de circulo, porque fueron trazados a través del polo ABCD. Por
tanto, E H será la m itad de la diferencia entre el día más largo y el
equinoccio, y EG la distancia entre el orto solar equinoccial y solsticial.
Y a que en el triángulo E H G , el ángulo G E H , oblicuidad de la esfera,
es establecido por medio del arco A B; el ángulo G H E es recto y el lado
G H está dado como la distancia del trópico estival al ecuador; los lados
restantes serán determinados por el cuarto teorem a de los triángulos
esféricos, o sea, el lado E H como la mitad de la diferencia entre el día
más largo y el equinoccio, y el lado G E como la latitud del orto solar.
Además, si junto con el lado G H se d a E H , m itad de la diferencia entre
el día más largo y el equinoccio, o bien EG, será conocido el ángulo E
de inclinación de la esfera, y de ahí FD la elevación del polo sobre el
horizonte.
Pero aunque n o se tom e el trópico, sino algún punto G en la eclíptica,
los arcos EG y E H pueden determinarse, porque la T abla de declinaciones
arriba expuesta nos dice que el arco G H de declinación corresponde a
ese grado del zodíaco, y lo dem ás puede demostrarse del mismo modo.
D e aquí se deduce que los grados de la eclíptica que están a igual distan­
cia del trópico, cortan arcos iguales del horizonte entre la salida del Sol
equinoccial y los propios grados, y hacen inversamente iguales la longitud
de los días y las noches. Y esto es porque los paralelos que pasan por esos
grados de la eclíptica son iguales, ya que dichos grados tienen la misma
declinación.
Pero cuando arcos iguales se tom an entre la intersección equinoccial
y los 2 grados zodiacales, d e nuevo las latitudes del o rto son iguales pero
en diversas direcciones, y las duraciones de los días y las noches son
inversamente iguales, porque en los dos lados del equinoccio, esas d u ra­
ciones describen arcos iguales de paralelos, de acuerdo como los propios
signos, que están a la misma distancia del equinoccio tienen iguales de­
clinaciones desde el ecuador.
Dibujemos en la misma figura GM y KN, los arcos de paralelos que
cortan el horizonte BED en los puntos G y K y sea L K O un cuadrante
de circulo máximo que pasa por el polo austral L.
Como las declinaciones H G y K O
son iguales, los dos triángulos DFG
y BLK tendrán dos lados de uno
iguales a dos lados del otro: FG y
LK , y las elevaciones de polo FD y
LB.: Además los ángulos D y B son 15
rectos, por lo que los terceros lados
DG y BK serán iguales, y de ahí, co­
mo las latitudes del orto son los res­
tos de los cuadrantes, GE será igual
a EK.
Como también los lados EG y G H son iguales, respectivamente, a
los lados E K y K O , los ángulos en E son iguales por opuestos por
el vértice y los lados restantes EH y E O son iguales, sumando un
cuadrante a estos últimos, tendremos que los arcos D EC y AEH serán
también iguales, pero como círculos máximos descritos por los polos de
círculos paralelos les cortan en arcos similares, G M y K N serán similares
e iguales. Como debíamos demostrar.
Pero todo esto puede demostrarse de modo diferente.
Tracemos del mismo modo el cír­
culo meridiano ABCD con centro en
E. Sean AEC el diámetro del ecua­
dor y la sección común de ambos
círculos, BED el diám etro del hori­
zonte y la línea meridiana, L E M el
eje de la esfera y L el polo visible
y M el oculto. Tomemos AF como
la distancia del solsticio de verano o
como alguna otra declinación, y ha­
cia AF dibujemos FG como diámetro
de un paralelo y su sección común con el meridiano que cortará al eje
en K y al meridiano en N.
Por tanto, de acuerdo con la definición de Posidonio, esas lineas son
paralelas, ya que no se acercan ni se alejan entre sí y las perpendiculares
entre ellas son iguales, es decir, K E es igual a la mitad de la subtensa del
doble del arco AF. Análogamente, K N será la m itad de la cuerda que
subtiende el doble del arco del círculo paralelo cuyo radio es FK . Y el
doble de ese arco es la diferencia entre el día equinoccial y el otro día. Y
esto es verdad porque todos los semicírculos de los que esas rectas son
diámetros y secciones comunes, es decir, BED del horizonte oblicuo, LE M
del horizonte recto, AEC del ecuador y FK G del paralelo, son perpen­
diculares al plano del círculo ABCD, y por el 19 del libro X I de los
elementos de Euclides, las secciones comunes que form an entre sí son
perpendiculares al mismo plano en los puntos E, K y N ; y por el 6 del
libro X I esas secciones comunes son normales entre sí. Y K , es el centro
del paralelo y E el centro de la esfera. De donde EN es la m itad de la
subtensa del doble del arco del horizonte que es la diferencia entre
la salida del Sol en el paralelo y en el equinoccio. Como fueron da­
das la declinación A F y el resto FL del cuadrante KE, la semicuerda
que subtiende el doble del arco AF y F K la semicuerda del doble de
FL serán establecidas en partes, de las cuales AE tiene 100 mil. Pero
en el triángulo rectángulo EK N está dado el ángulo K EN por ser D L la
elevación del polo y el ángulo restante K N E es igual a AEB porque en la
esfera oblicua los paralelos están igualmente inclinados hacia el ho­
rizonte, y los lados están dados en las mismas partes de las que el
radio de la esfera tiene 100 mil. Por tanto, KN será dado en partes,
de las que el radio K F del paralelo tiene 100 mil, porque K N es la
semicuerda que subtiende el arco que mide la distancia entre el día equi­
noccial y el día en el paralelo; y este arco es dado en grados, teniendo
todo el círculo paralelo 360 grados. De esto se deduce claramente que
la razón de FK y K N consta de otras dos, la de la subtensa del doble
de FL y la del doble de AF, o sea FK j K E, y la de la subtensa del doble
de AB y la del doble de D L o sea EK v KN. Es decir, EK se tom a como
m edia entre FK y KN. De modo similar, la razón de BE y EN se compo­
ne de las de BE y EK , y de K E y EN. Así, juzgo que no sólo puede
determinarse la desigualdad de los días y las noches, sino también que
en el caso de la L u n a y las estrellas, cuyas declinaciones sobre los para­
lelos descritos por el movimiento diurno han sido dadas, los segmentos
de dichos paralelos que están encima del horizonte pueden distinguir­
se de ios que se encuentran debajo, y en consecuencia, los ortos y ocasos
de dichos astros se pueden fácilmente comprender.

C a p ít u l o V III

DE LAS HORAS Y PA RTES D EL D IA Y D E LA N O C H E

Por lo dicho, quede claro que si en la T abla tomamos la diferencia


Elevación del Polo
D tch -
r.acion Sí • sr 53° SV 36* 56"
Crad. T iem p . M í* . T iem p . M in. T iem p . Afin . T iem p . M in . T iem p . M in . T iem p . M in .
1 0 36 0 37 0 39 0 40 0 42 0 44
2 1 12 1 15 1 18 1 21 1 24 1 27
3 1 48 1 53 1 57 2 2 2 6 2 11
4 2 24 2 30 2 36 2 42 2 48 2 55
5 3 1 3 8 3 15 3 23 3 31 3 39
6 3 37 3 46 3 55 4 4 4 13 4 23
7 4 14 4 24 4 34 4 45 4 50 5 7
8 4 51 5 2 5 14 5 26 5 39 5 52
9 5 28 5 41 5 54 6 8 6 22 6 36

10 6 5 6 20 6 35 6 50 7 3 7 22
11 6 42 6 59 7 15 7 32 7 49 8 7
12 7 20 7 38 7 56 8 15 8 84 8 53

13 7 58 8 18 8 37 8 58 9 18 9 39
14 8 37 8 58 9 19 9 41 10 3 10 26
15 9 16 9 38 . 10 1 10 25 10 49 11 14

16 9 55 10 19 10 44 11 9 11 25 12 2
17 10 35 11 1 11 27 11 54 12 22 12 50
18 11 16 11 43 12 11 12 40 13 9 13 39
19 11 56 12 25 12 55 13 26 13 57 14 29
20 12 38 13 9 13 40 14 13 14 46 15 20
21 13 20 13 53 14 ¿6 15 0 15 30 16 12
22 14 3 14 37 15 13 15 49 16 27 17 5
23 14 47 15 23 16 0 16 38 17 17 17 58
24 15 31 id 9 16 48 17 29 18 10 18 52

25 16 16 16 58 17 38 18 20 19 3 19 48
26 17 2 17 45 •* « 28 19 12 19 58 20 45
27 17 60 18 3í 19 19 20 6 20 54 21 44
28 18 38 19 24 20 12 21 1 21 51 22 43
29 19 27 20 16 21 6 21 67 22 50 23 45
30 20 18 21 9 22 1 22 55 23 61 24 48

31 21 10 22 3 22 58 23 55 24 53 25 53
32 22 3 22 59 23 56 24 56 25 57 27 0
33 22 57 23 54 24 19 25 59 27 3 28 9
34 23 55 24 56 25 59 27 4 28 10 29 21
35 24 53 25 57 27 3 28 10 29 21 30 35
36 25 53 27 0 28 9 29 21 30 85 31 52
Elevación del Polo
D«cU-
nación sr 38* S9° O
40a 41 ¡X
Grad. T iem p . M in. T iem p . M in . T iem p . M in . T iem p . M in . T iem p . M in . T iem p . M iti.

1 0 45 0 47 0 49 0 50 0 52 0 54
2 1 31 1 34 1 37 1 41 1 44 1 48
8 2 16 2 21 2 28 2 31 2 37 2 42
« 3 1 3 8 3 15 3 22 3 29 3 37
S 3 47 3 55 4 4 4 13 4 22 4 31
0 4 33 4 43 4 53 5 4 5 15 5 26
7 5 19 5 30 5 42 5 55 6 8 6 21
8 6 5 6 18 6 32 6 46 7 1 7 16
0 6 51 7 6 7 22 7 38 7 55 8 12
10 7 38 7 55 8 13 8 30 8 49 9 8
11 8 25 8 44 9 3 9 23 9 44 10 5
12 9 13 9 34 9 55 10 16 10 39 11 2
13 10 1 10 24 10 46 11 10 11 35 12 0
14 10 50 11 14 11 39 12 5 12 31 12 58
15 11 39 12 5 12 32 13 0 13 28 13 58
16 12 29 12 57 13 26 13 65 14 26 14 58
17 13 19 13 49 14 20 14 52 15 25 15 59
18 14 10 14 42 15 15 15 49 16 24 17 1
19 15 2 15 36 16 11 16 48 17 25 18 4
20 15 55 16 31 17 8 17 47 18 27 19 8
21 16 49 17 27 18 7 18 47 19 30 20 13
22 17 44 18 24 19 6 19 49 20 34 21 20
23 18 89 19 22 20 6 20 52 21 39 22 28
24 19 36 20 21 21 8 21 56 22 46 23 38
25 20 34 21 21 22 11 23 2 23 55 24 50
26 21 34 22 24 23 16 24 10 25 8 26 3
27 22 35 23 28 24 22 25 19 26 17 27 18
28 23 37 24 33 25 30 26 30 27 31 28 36
29 24 41 25 40 26 40 27 43 28 48 29 57
30 25 47 26 49 27 52 28 69 30 7 31 19

31 26 55 28 0 29 7 30 17 31 29 32 45
32 28 5 29 13 30 54 31 31 32 54 34 14
33 29 18 30 29 31 44 33 1 34 22 35 47
34 30 32 31 48 33 6 34 27 35 54 37 24
35 31 51 33 10 34 33 35 59 37 30 39 6
36 33 12 34 35 36 2 37 34 39 10 40 51
Elevación del Polo
D td i.
nación vr •
U ■V 4 tr
G ítd . T iem p. M in . Tiem p. M in . T iem p . M in . T iem p. M in . T iem p. M in . T iem p . M in .
1 0 56 0 58 1 0 1 2 1 4 1 7
2 1 52 1 56 2 0 2 4 2 9 2 13
3 2 48 2 54 3 0 3 7 3 23 3 20
4 3 44 3 62 4 1 4 9 4 18 4 27
6 4 41 4 51 5 1 5 12 5 23 6 35
6 5 37 5 60 '6 2 6 15 6 28 6 42

7 6 34 6 49 7 3 7 18 7 34 7 50
8 7 32 7 48 8 6 8 22 8 40 8 59
0 8 30 8 48 9 7 9 28 9 47 10 8
10 9 28 9 48 10 9 10 31 10 54 11 18
11 10 27 10 49 11 13 U 37 12 2 12 28
12 11 26 11 51 12 16 12 43 13 11 13 39
13 12 26 12 53 13 21 13 £0 14 20 14 51
14 13 27 13 56 14 26 14 58 15 30 16 5
16 14 28 15 0 15 32 16 7 16 42 17 19
16 15 31 16 5 16 40 17 16 17 54 18 34
17 16 34 17 10 17 48 18 27 19 8 19 61
18 17 38 18 17 18 68 19 40 20 23 21 9
19 18 44 19 25 20 9 20 53 21 40 22 29
20 19 50 20 35 21 21 22 8 22 58 23 51
31 20 59 21 46 22 34 23 25 24 18 25 14
22 22 8 22 58 23 50 24 44 25 40 26 40
23 23 19 24 12 25 7 26 5 27 5 28 8
24 24 32 25 28 26 26 27 27 28 31 29 38
25 25 47 26 46 27 48 28 52 30 0 31 12
26 27 3 23 6 29 11 30 20 31 32 32 48
27 28 22 29 29 30 38 31 51 33 7 34 28

28 29 44 30 54 32 7 33 25 34 45 36 12
29 31 8 32 22 33 40 35 2 36 28 38 0
30 32 35 33 53 35 16 36 43 38 15 39 63

31 34 5 35 28 36 66 38 29 40 7 41 52
32 35 38 37 7 38 40 40 19 42 4 43 67
33 37 16 38 50 40 30 42 15 44 8 46 »

34 38 58 40 39 42 25 44 18 46 20 48 31
36 40 46 42 33 44 27 46 23 48 36 51 3
36 42 39 44 33 46 36 43 47 51 11 53 47
Elevación del Polo
D*di~
nación 45* £0' 61 • 62° 64

Grad. M in , T irm p . M in. T iem p . M in. M in. V: J f t» . M in .
1 1 9 1 12 1 14 1 17 1 20 1 23
2 2 18 2 23 2 28 2 34 2 39 2 45
3 3 27 3 35 3 43 3 61 3 59 4 8
4 4 37 4 47 4 67 5 8 5 19 5 • 31
5 5 47 5 60 6 12 6 28 6 40 6 55
8 6 57 7 12 7 27 7 44 8 1 8 19
7 8 7 8 25 8 43 9 2 9 23 9 44
3 9 18 0 38 10 0 10 22 10 45 11 9
9 10 30 10 53 11 17 11 42 12 8 12 35
10 11 42 12 8 12 35 13 3 13 32 14 3
11 12 55 13 24 13 53 14 24 14 57 15 31
12 14 9 14 40 15 13 15 47 16 23 17 0
13 15 24 15 53 16 31 17 11 17 50 18 32
14 16 40 17 17 17 50 18 37 19 19 20 4
15 17 57 18 39 19 19 20 4 20 50 21 38
16 19 16 19 59 20 44 21 32 22 22 23 15
17 20 33 21 22 22 11 23 2 23 56 24 53
18 21 57 22 47 23 39 24 34 25 33 26 34

19 23 23 24 14 25 10 26 9 27 11 28 17
20 24 45 25 42 26 43 27 46 28 63 30 A.
21 26 12 27 14 28 18 29 26 30 37 31 54
22 27 42 28 47 29 66 31 8 32 25 33 47
23 29 14 30 23 31 37 32 54 34 17 35 45
24 31 4 32 3 33 21 34 44 36 13 37 48

25 32 26 33 46 35 10 36 39 38 14 39 59
26 34 8 35 32 37 2 38 38 40 20 42 10
27 35 53 37 23 39 0 40 42 42 33 44 32

28 37 43 39 19 41 2 42 53 44 53 47 2
29 39 37 41 21 43 12 45 12 47 21 49 44
30 41 37 43 29 45 29 47 39 50 1 52 37

31 43 44 45 44 47 54 50 16 52 53 55 48
32 45 67 48 8 SO 30 53 -7 56 1 59 19
33 48 19 60 44 53 20 56 13 59 28 63 21

34 50 54 53 30 56 20 59 42 63 31 68 11
35 53 40 56 34 59 58 63 40 68 18 74 32
36 66 42 59 59 63 47 68 26 74 36 90 0
Elevación d e l P o lo
Dam­
nación 65a 66 • sr 68a 68? ecr
Crad. T iem p . M in. T iem p. ¡ fin . T iem p . M in . T iem p . M in . T iem p . M in. T iem p . M in .
1 1 26 1 29 1 32 1 36 1 40 1 44
2 2 52 2 58 3 5 3 12 3 20 3 28
3 4 17 4 27 4 38 4 49 5 0 5 12
4 5 44 5 57 6 11 6 25 6 41 6 57
6 7 11 7 27 7 44 8 3 8 22 8 43
6 8 S8 8 58 9 19 9 41 10 4 10 29
7 10 6 10 29 10 54 11 20 11 47 12 17
5 11 35 12 1 12 30 13 0 13 32 14 5
0 13 4 13 35 14 7 14 41 15 17 15 55

10 14 35 15 9 15 45 16 23 17 4 17 47
11 16 7 16 45 17 25 18 8 18 53 19 41
12 17 40 18 22 19 6 19 53 20 43 21 36

18 19 15 20 1 20 50 21 41 22 36 23 34
14 20 52 21 42 22 35 23 31 24 31 25 35
15 22 30 23 24 24 22 25 23 26 29 27 39

16 24 10 25 9 26 12 27 19 28 30 29 47
17 25 53 26 57 28 5 29 18 30 35 31 59
18 27 39 28 48 30 1 31 20 32 44 34 19
19 29 27 30 41 32 1 33 20 34 58 36 37
20 31 19 32. 39 34 5 35 37 37 17 39 5
21 33 15 34 41 36 14 37 54 39 42 41 40
22 35 14 36 48 38 28 40 17 42 15 44 25
23 37 19 39 0 40 49 42 47 44 57 47 20
24 39 29 41 18 43 17 45 26 47 49 50 27

25 41 45 43 44 45 54 48 16 50 54 53 52
26 44 9 46 18 48 41 51 19 54 16 57 39
27 46 41 .4 9 4 31 41 54 38 58 0 61 57

28 49 24 52 1 54 58 58 19 62 14 67 4
29 52 2U 55 16 58 36 62 31 67 18 73 46
30 55 32 58 52 62 45 67 31 73 55 90 0

31 59 6 62 58 67 42 74 4 90 0
32 63 10 67 53 74 12 90 0
33 68 .1 74 19 90 0
34 74 33 90 0
35 00 0
36
de días que corresponde a la declinación de el Sol bajo la propuesta ele­
vación del polo, y la añadimos a un cuadrante de círculo en las declina-
sioncs boreales, la restamos en las australes, y doblamos el resultado,
tendremos la longitud de aquel día y la duración de la noche que es
el resto del círculo. Y cada uno de esos segmentos divididos por quince
“tiempos” nos mostrará cuantas horas iguales contienen. Pero tomando
la doceava parte tendremos la duración de una hora estacional. Estas
horas toman su nombre de su día, del cual cada hora es siempre la do­
ceava parte. Por lo que laá horas encontradas fueron llamadas por los
antiguos solstidales-estivales, equinocciales y solsticiales-invemales. Pero
no hubo otras horas al principio que las doce desde la luz a la oscuridad
y dividían la noche en cuatro vigilias.
Este uso de las horas duró largo tiempo con el tácito consentimiento
de las gentes, para lo cual inventaron las clepsidras en las que por adi­
ción o substracción del agua que goteaba ajustaban las horas' a las dife­
rentes duraciones de los días, y también para que el cielo nublado no
ocultara las distinciones de los tiempos. Pero después, cuando horas
iguales comunes al día y a la noche entraron en uso general, por ser más
fáciles de observar, las horas estacionales vinieron en desuso, de modo
que si preguntan a alguien si es la hora prima, la tercia, la sexta, la
nona o la undécima del día, no sabrá que responder o lo hará con algo
que no viene al caso. Ahora algunos miden dicho número de horas igua­
les desde el mediodía, otros desde la puesta del Sol, la media noche o la
salida del Sol, según para cada ciudad estuviere establecido.

C a p ít u l o IX

D E LA ASCENSION O BLICU A DE LAS PARTES D EL ZODIACO


Y D E Q U E M O D O PARA C U A L Q U IE R GRADO DEL O R T O
D E T E R M IN A R E M O S EL GRADO
Q U E ESTA EN M E D IO DEL C IE L O

Ahora que han sido expuestas las longitudes y diferencias de días y


noel íes, sigue en su orden oportuno, la presentación de las ascensiones
oblicuas, es decir junto con que “ tiempos” del ecuador, la dodecatemoria,
o sea las doceavas partes del zodíaco, o algunos otros arcos suyos cruzan
el horizonte. Porque las diferencias entre ascensiones oblicuas y rectas,
son las mismas que entre el equinoccio y un día diferente como ya in­
dicamos. Además, los antiguos asignaron nombres de seres animados a las
doce constelaciones de estrellas fijas, y a partir del equinoccio de prima­
vera las denom inaron: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, y las restantes en
orden.
Repetimos para mayor evidencia,
el circulo meridiano ABCD, el semi­
círculo ecuatorial AEC y el horizon­
te BED que se cortan entre sí en el
punto E. Tomemos ahora el punto H
como el equinoccio. Por este punto
pasa la eclíptica F H I y corta el ho­
rizonte en L , y por esta intersección
tracemos K LM , cuadrante de círcu­
lo máximo que baja desde K , el polo
del ecuador.
Así no hay d u d a que el arco H L del zodíaco y el H E del ecuador
cruzan juntos el horizonte, pero en la esfera recta aquel arco se levanta
junto con el arco H E M . El arco EM es la diferencia entre esas ascensio­
nes y ya hemos dem ostrado que es. la m itad de la diferencia entre el equi-1
noccio .y el día diferente. Sin embargo, en una declinación boreal, lo
que fue allí añadido es aquí substraído, pero en una declinación austral
es adicionado a la ascensión recta que puede volverse oblicua. Y ' de
aquí, la extensión en que ha emergido todo un signo o algún otro arco
del zodíaco, puede ponerse de manifiesto por las ascensiones num eradas
desde el principio al final.
De esto sigue que cuando se d an algunos grados de la eclíptica, la
salida de los cuales ha sido m edida desde el equinoccio, es conocido
tam bién el grado que está en medio del cielo. Porque cuando h a sido
dada la declinación de un grado que sale en L , como correspondiente
a H L , la distancia desde el equinoccio, el arco H E M es la ascensión rec­
ta y todo el A H E M es el arco semidiurno. Es conocido entonces el arco
restante AH, y este arco es la ascensión recta del FH , determ inado por la
Tabla, o porque están dados AFH, ángulo de sección y A H F junto con
el lado AH y el ángulo F A H es recto. D e ese modo, conocemos FH L ,
todo el arco de la eclíptica entre el grado del orto y el grado medio del
cielo. Viceversa, si está dado prim ero el grado en medio del cielo, o sea
el arco FH , conoceremos también el signo que está saliendo.
Se sabe cual es la declinación del arco AF y por medio del ángulo
de oblicuidad de la esfera, determinaremos el arco AFB y el resto FB.
A hora en el triángulo BFL, están dados el ángulo BFL por lo anterior,
y el lado FB; además el ángulo FBL es recto. Por tanto, se h a encontra­
do el lado F H L buscado, que deduciremos abajo por otro método.
C a p ít u l o X

SO BRE EL A N G U LO D E SECC IO N
D E LA E C L IP T IC A C O N EL H O R IZ O N T E

Además, como la eclíptica es oblicua al eje de la esfera, form a varios


ángulos con el horizonte. Porque ya hemos dicho en el caso de la dife­
rencia de las sombras, que dos grados opuestos del zodíaco pasan a través
del eje del horizonte de aquellos que viven entre los trópicos. Pero pienso
que para nuestro propósito será suficiente dem ostrar los ángulos que
encuentran los habitantes lieteroscios. Por medio de esos ángulos, puede
comprenderse la relación universal de los mismos. Según esto, creo que
es bastante claro, que en la esfera oblicua, cuando sale el equinoccio o el
comienzo de Aries, tanto más aum enta la mayor declinación austral me­
dida desde el principio de Capricornio que está entonces en medio del
cielo cuanto más la eclíptica se mclina y se acerca al horizonte. Y al con­
trario cuando la eclíptica tiene una mayor elevación, -forma un ángulo
oriental mayor, cuando el comienzo de L ibra está emergiendo y el prin­
cipio de Cáncer está en medio del cielo. Porque esos tres círculos, el
ecuador, la eclíptica y el horizonte coinciden con una sección com ún en
los polos del círculo meridiano, cuyos arcos irfterceptados por aquellos
muestran que valor debe tener el ángulo oriental.
Pero para poner de manifiesto como realizar las medidas de otras
partes del zodíaco, sean de nuevo, ABCD el círculo meridiano, BED el
semicírculo del horizonte, AEC el semicírculo de la eclíptica y E el pun-
'to 'd o n d e sale un grado d e la eclíptica Nuestro problema es encontrar
el valor del ángulo AEB si cuatro rectos tienen 360 grados. Y a que E es el
grado del orto, están dados, por lo anterior, el grado .que está en medio
del cielo y el arco AE. Y como el ángulo ABE es recto, la razón de las
cuerdas del doble de AE y del doble
de AB es igual a la del diám etro de
la esfera y la subtensa del doble de
AEB, por tanto, este ángulo será
también conocido.
Pero si el grado dado no es de
orto sino el grado en medio del cielo,
o sea A, puede determinarse el án­
gulo AEB a partir del ángulo oriental
o ángulo de orto. Porque con el polo
en E describamos F G H cuadrante de
Elevación d el Polo
=3 48°
iS 59° vr sr i r sr
N Atotntion Atcention Atcensvm Ascensión A iccnñon Ascmrüm
Sign. TirmpMin. Vir,.:f;J,í¡ Tirmpjrfir.^ ir: TUmpíMia.

I
i
T 6 3 34 3 20 3 6 2 50 2 32 2 12 1 49
12 7 10 6 44 6 15 5 44 5 8 4 27 3 40
18 10 50 10 10 9 27 8 39 7 47 6 44 5 34
34 14 32 13 39 12 43 11 40 10 28 9 7 7 32
30 18 26 17 21 16 11 14 51 13 26 11 40 9 40

v 6 22 30 21 12 19 46 18 14 16 25 14 22 11 57
12 28 39 25 10 23 32 21 42 19 38 17 13 14 23
u 31 0 29 20 27 29 25 24 23 2 20 17 17 2
M 35 38 33 47 31 43 29 25 26 47 23 42 20 2
30 40 30 38 30 36 15 33 41 30 49 27 26 23 23

X 6 45 39 43 31 ’ 41 7 38 23 35 15 31 34 27 7
12 51 8 48 52 46 20 43 27 40 8 36 13 31 26
18 56 56 54 35 51 56 48 56 45 28 41 22 36 20
24 63 0 60 36 57 54 54 49 51 15 47 1 41 49
90 69 25 66 59 64 16 61 10 57 34 53 28 48 3

@ 6 76 6 73 42 71 0 67 55 64 21 60 7 54 55
12 83 2 80 41 78 2 75 2 71 34 67 28 62 ‘ 26
18 90 10 87 54 85 22 82 29 79 10 75 16 70 28
24 97 27 95 19 92 55 90 11 87 3 83 22 78 55
30 104 54 102 54 100 39 98 5 95 .13 91 50 87 46

0 6 112 24 110 33 108 30 106 11 103 33 100 28 96 48


12 119 56 118 16 116 25 114 20 111 58 109 13 105 58
18 127 29 126 0 124 23 122 32 120 28 118 3 115 13
24 135 4 133 46 132 21 130 48 128 59 126 56 124 31
30 145 38 141 33 140 23 139 3 137 38 135 52 133 52

H7 fl 150 11 149 19 148 23 147 20 146 8 144 47 143 13


12 157 41 157 1 156 19 155 29 154 38 153 36 153 24
18 165 7 164 40 164 12 163 41 163 5 162 24 162 47
24 172 34 172 21 172 6 171 51 171 33 171 12 170 49
30l 180 0 180 0 180 0 180 0 180 0 180 0 180 0
Elevación del Polo
M S3° 4JT 4T Bí • 5? 57*
V o
N Ascensión Ascensión Ascensión Ascensión Ascensión Ascensión Atctmion
SIgn. Tiemp.Min. Tiemp. Min Tiemp.Min. Tiemp.Min TUmpMin. Tiemp.Min.

ü 6 187 26 187 39 187 54 188 9 188 27 188 48 189 11


12 194 53 195 19 195 48 196 19 196 55 197 36 198 23
18 202 21 203 0 203 41 204 30 205 24 206 25 207 36
24 209 49 210 41 211 37 212 40 213 52 215 13 216 48
30 217 22 218 27 219 37 220 67 222 22 224 8 226 8

m 6 224 56 226 14 227 38 229 12 231 1 233 4 235 29


12 232 56 234 0 235 37 237 28 239 32 241 57 244 47
18 240 31 241 44 243 35 245 40 248 2 250 47 254 2
24 247 36 249 27 251 30 253 49 256 27 259 32 263 12
30 255 36 257 6 259 21 261 52 264 47 268 10 272 14

* 6 262 8 264 41 267 5 269 49 272 57 276 38 281 5


12 269 50 272 6 274 38 277 31 280 50 284 45 289 32
18 276 58 279 19 281 58 248 58 288 26 292 32 297 34
24 283 54 286 18 289 0 292 5 295 39 299 53 305 5
30 290 75 293 1 295 45 298 50 302 26 306 42 311 58

•C 6 297 0 299 24 302 6 305 11 308 45 312 59 318 11


12 303 4 305 25 305 4 311 4 314 32 318 38 323 40
18 308 63 311 8 313 40 316 33 319 52 323 17 328 31
24 314 21 316 29 318 63 321 37 324 45 328 26 332 53
30 319 30 321 30 323 45 326 19 329 XI 332 34 338 38

■ 6 324 21 326 13 328 16 330 35 333 13 336 18 339 58


12 330 0 330 40 332 31 334 36 336 68 339 43 342 58
18 333 21 334 50 336 27 338 18 340 22 342 47 345 37
24 337 30 338 48 340 3 341 46 343 35 345 38 348 3
30 341 34 342 39 343 49 345 9 346 34 948 20 350 20

X 6 345 29 346 21 347 17 348 20 349 32 350 63 352 28


12 349 11 349 51 350 33 351 21 352 14 353 16 354 26
IS 352 50 353 16 353 45 354 16 354 62 355 33 356 20
24 356 26 356 40 356 23 367 10 357 53 357 48 358 11
30 360 0 360 0 360 0 360 0 360 0 360 0 360 0
'T ase * t a i i o s A k c u io s d s ia E cl Í m tca . c o r « . H o n z o n s
^—--- -— —- - - - j- r
E b a d 6 n d : l P o to
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«íínjjuío i í í guli» AngvTo Anp.ulo ■Anf.vto AtiF.uXo é a sá b
Pr. <7««T. ií» n . C ia d . ¿ f f t: C ra i. M in . Crad. M in . Crad. •M in . C r a i. M iu . C r a i.' M in .
O 27 37. 24 32 21 32 18 33 23 32 12‘ 32 9 32
6 37 37 24 28 2L 36 13 36 15 35 12 35 0 35
32 27 49 24 39 21 48 38 47 15 45 12 43 9 41
18 23 13 25 S 22 6 19 3 15 69 12 56 O 53
24 SS <5 25 40 22 34 19 53 16 23 13 18 30 13
50 » ‘2 7 2G 13 S» 11 20 6 16 58 13 45 10 31
6 «2 10 27 £ n *9 25 48 17 34 14 20 1Z 2
12 31 21 5K O 24 56 20 41 18 23 15 3 11 40
16 32 ■£•> 29 5a 2S 3 22 43 19 21 15 86 12 26
34 5 C9 43 27 23 24 2 20 «1 16 £9 13' 20
3 35 40 32 17 28 52 25 26 21 52 18 14 14 26
« 5/ 25) 31 1 30 37 27 6 23 11 19 42 15 48
12 Zh) 32 s>; 4 32 32 28 66 2S 15 21 25 17 23
18 41 44 38 14 34 41 31 3 27 18 23 25 19 16
24 ■'A 8 40 32 37 •2 33 22 29 35 25 37 21 26
50 45 41 43 11 39 33 35 53 32 5 28 6 23 52
6 18 45 51 42 15 33 35 34 44 30 50 26 38
72 h¿ 3 iS 34 45 >0 4! S 37 JR5 33 43 £9 34
13 64. 44 61 '20 47 48 44 13 40 31 35 40 22 39
5T4 57 30 54 6 50 38 47 6 43 33 39 43 35 60
30 eo 4 66 42 63 22 49 64 46 21 42 43 33 56
6 C2 40 59 27 56 0 52 34 4^ 9 45 37 41 57
12 64 59 6L 44 68 26 55 7 51 46 48 19 44 48
28 67 7 63 53 60 20 57 28 54 6 £0 47 4 7 ’. 24
24 68 89 65 62 62 42 59 30 56 17 53 7 49 47
SO 70 33 67 27 64 18 61 17 58 9 54 50 52 33
6 72 O 68 63 65 61 62 4G 59 37 56 27 53 16
12 73 4 70 •2 66 59 63 58 60 53 57 50 54 46
18 73 61 70 •fio 67 49 61 48 61 46 58 45 55 44
24 74 19 7i 20 68 20 63 19 62 18 59 17 56 16
30 74 28 71 23 68 28 65 28 62 28 59 28 56 28
T a b l a d e l a s A s c e n s io n e s d e i o s S io n o s e n l a
R e v o l u c ió n d e l a E s f e k a R e c t a

Zodiaco Ajcensionts Un grado Zodiaco Ascensiones lln grado


Signo: Grad. Ti-mf\Mi;i. TUrup. Aíin Signos Grad. Tiemp.Min Tum p. Min.

Arica 6 5 30 0 55 Libra 6 185 80 0 55


T 12 11 0 0 55 12 191 0 0 55
18 16 34 0 56 18 196 34 0 56
24 22 10 0 • 56 24 202 10 0 56
30 27 54 0 57 30 207 54 0 57

Taurua 6 33 43 0 58 Scoipio 6 213 43 0 58


'ti 12 39 35 0 59 m 12 219 35 0 59
18 45 32 1 0 18 225 32 1 0
24 51 37 1 1 24 231 37 1 1
30 57 48 1 2 30 237 48 1 2

Gtmini 6 64 6 1 3 Sagittariu* 6 244 6 1 3


X 12 70 29 1 4 * 12 250 29 1 4
18 76 57 1 5 18 256 57 1 5
24 83 27 1 5 24 263 27 1 5
30 90 0 1 5 30 270 a 1 5

Cancel 6 96 33 1 5 Capricorras 6 276 33 1 6


0 12 103 3 1 5 *C 12 283 3 1 5
18 109 31 1 5 18 289 31 1 5
24 115 54 1 4 24 295 54 1 4
30 122 12 1 3 30 302 12 1 3

Leo 6 128 23 1 2 Aquariua 6 308 23 1 2


fí 12 134 28 1 1 m 12 314 28 1 1
18 140 25 1 0 18 320 25 1 0
24 146 17 0 59 24 326 17 0 59
30 152 6 0 58 30 332 6 0 58

Virgo 6 157 50 0 57 Paces 6 337 50 0 57


HP 12 163 28 0 66 X 12 343 26 0 56
18 169 0 0 56 18 349 0 0 56
24 174 30 0 55 24 354 30 0 55
30 180 0 0 55 30 360 0 0 56
círculo máximo, y completemos los cuadrantes EAG y EBH. Por tanto,
estando d ad a la altitud AB del meridiano, A F será el resto de su cuadran­
te. Y conocido por lo anterior el ángulo FA G y siendo el ángulo FGA
recto, se obtendrá el arco FG y el resto de su cuadrante G H , que miden
el ángulo de orto buscado. D e modo similar, es tam bién evidente que
para el grado que está en m edio del ciclo, está dado el grado que está
saliendo, porque la razón de las cuerdas del doble de G H y del doble
de AB es igual a la del diám etro de la esfera y la cuerda del doble de AE
como en los triángulos esféricos.
Tam bién de estas cosas adjuntam os tres ejemplos de Tablas. L a pri­
m era será la T abla de ascensiones rectas en la esfera recta, comenzando
con Aries con incrementos de 6 grados del zodíaco. L a segunda in­
cluirá las ascensiones en la esfera oblicua, por pasos tam bién de 6
grados, desde el paralelo de elevación polar de 39 grados al paralelo de
57 grados, con incrementos de la elevación de 3 grados. L a T abla restan­
te contiene los ángulos formados con el horizonte y procede en el zodíaco
con incrementos de 6 grados y los mismos siete segmentos. Esas Tablas
han sido confeccionadas de acuerdo con la m enor oblicuidad de la
eclíptica o sea 23 grados 28 minutos, aproxim adam ente correcta para
nuestro siglo.

C a p ít u l o X I

D EL U SO D E ESTAS TABLAS

El uso de estas Tablas está aclarado por las demostraciones, ya que si


tomamos la ascensión recta correspondiente a u n grado conocido del
Sol, y si para cada hora igualmente medida desde el m edio día le añadi­
mos 15 “tiempos”, no contando los 360 de todo el círculo si excede de ese
valor, la suma de las ascensiones rectas d ará el grado del zodíaco en
medio del cielo a la hora propuesta. Similarmente si hace lo mismo en el
caso de la ascensión oblicua de su región, tendrá el grado del orto de la
edíptica p ara la hora medida desde la salida el Sol. Además, en el caso
de ciertas estrellas que están fuera de la eclíptica, pero cuya ascensión
recta h a sido establecida (como arriba indicam os), los grados del zodíaco
que están en medio del cielo junto con ellas, están dados según la tabla
por su ascensión recta desde el comienzo de Aries; y los grados de la
eclíptica que salen con ellas están dados por su ascensión oblicua, de
acuerdo como las ascensiones y partes de la eclíptica están colocadas en
las regiones correspondientes de las Tablas.
Igualm ente, es posible operar con el ocaso, por el lugar opuesto.
Por lo cual, si a la ascensión recta en medio del cielo se le añade un
cuadrante de círculo, la suma es la ascensión oblicua del grado del orto.
O sea, por el grado en m edio del cielo se conoce él grado del orto y
viceversa. Sigue la T ab la de los ángulos de la eclíptica con el horizonte,
que se m iden en el grado del orto del zodíaco. D e aquí se comprende
cual es la elevación del grado 90 de la eclíptica sobre el horizonte, dato
que eá muy necesario saber en los eclipses solares.

C a p ít u l o X II

D E L O S A N G U LO S Y D E LO S A RC O S D E C IR C U L O S
Q U E PASAN PO R LO S P O L O S D EL H O R IZ O N T E
Y C O R T A N EL M IS M O C IR C U L O DE LA E C L IPT IC A

Expondremos ahora la relación de ángulos y arcos formados por la


intersección de la eclíptica con los círculos que pasan por el vértice del
horizonte, cuando los cruzamientos tienen alguna altitud sobre éste.
Pero hablamos antes de la altitud m eridiana del Sol o de cualquier grado
del zodíaco que está en medio del cielo, y del ángulo de sección con el
meridiano ya que el círculo, meridiano es también uno de los que pasan
por el polo del horizonte. Además, hemos tratado ya el ángulo del signo
que sale, complementario del ángulo comprendido por un círculo m áxi­
mo que pasa por el vértice del horizonte y por el orto del zodíaco.
Por tanto, falta considerar las secciones medias, es decir, las del círcu­
lo m eridiano con los semicírculos de la eclíptica y del horizonte.
Repitamos la figura anterior.
Tomemos G como un punto so­
bre la eclíptica entre el medio d ía y
el punto de orto u ocaso. Por G,
hagamos descender desde F, polo del
horizonte, un cuadrante de círculo
FG H . Está d ada la hora AGE como
el arco total de la eclíptica entre el
merdiiano y el horizonte, y por hi­
pótesis se conoce AG.
De modo análogo, como están da­
das la altitud del meridiano AB y el
ángulo del meridiano FAG, se determ ina AF. Y por lo indicado en los
triángulos esféricos, está dado el arco FG , y el arco G H resto del cua­
drante, que es la altitud de G, y como el ángulo FAG es conocido, he­
mos encontrado lo que queríamos. Aprovechamos de Ptolomeo todo esto
de ángulos e intersecciones de la eclíptica y hemos recurrido a las ense­
ñanzas generales de los triángulos esféricos.
Si alguien desea ejercitarse en este estudio, puede encontrar para sí
más utilidades que las dadas en nuestros ejemplos.

C a p ít u l o X III

D E L O R T O Y O C A SO D E LOS A STRO S

El orto y ocaso de los astros parece depender de la revolución diaria,


no sólo las simples salidas y puestas que acabamos de tratar, sino también
las m atutinas o vespertinas, porque a pesar de estar afectada su aparición
por el curso de la revolución anual, será m ejor hablar de ellas ahora. Los
matemáticos distinguían los ortos y ocasos reales de los aparentes. L a
salida m atutina de un astro es verdadera cuando emerge a la vez que el
Sol, y el ocaso m atutino es verdadero cuando la puesta del astro coin­
cide con el orto solar, cuyo tiempo medio todos llam an m atutino. L a sa­
lida vespertina es verdadera cuando el Sol se pone al emerger el astro,
y el ocaso vespertino es verdadero cuando se ponen a la vez el Sol y el
astro; cuyo tiempo medio llam an vespertino.
Sin embargo, la salida m atutina de u n astro es aparente cuando emerge
primero en el am anecer y comienza a verse antes del orto solar, y el
ocaso m atutino es aparente cuando el astro se pone muy pronto, antes
de que salga el Sol. L a salida vespertina es aparente cuando se ve nacer
el astro al atardecer, y el ocaso vespertino es aparente cuando el astro
deja de ser visible algún tiem po después del ocaso solar, y está oculto
p o r la proxim idad del Sol, hasta que vuelven a surgir en el orden anterior
en el orto m atutino. Esto es verdad p ara las estrellas fijas y para los
planetas Saturno, Júpiter y M arte. Pero Venus y M ercurio nacen y se
ponen de m odo distinto. Porque no son ocultados por el acercamiento
del Sol, ni se descubren de nuevo por su alejamiento, sino viniendo de
frente, el brillo del Sol los confunde y hace desaparecer. C uando los
planetas superiores tienen un orto vespertino y un ocaso m atutino no se
obscurecen en algún momento dejando de ilum inar p o r la noche, mien­
tras los planetas inferiores perm anecen escondidos sin diferencia del ocaso
al orto y no pueden verse en parte alguna.
H ay todavía otra difeiencia, en los planetas más elevados los ortos y
ocasos matutinos verdaderos son anteriores a los aparentes, y los ortos
y ocasos vespertinos son posteriores a los aparentes, porque en la m añana
preceden a la salida del Sol y en la taide siguen.a su puesta. Sin embar­
go, en los planetas más bajos los ortos aparentes matutinos y vespertinos
son posteriores a los verdaderos, m ientras los ocasos aparentes son ante­
riores a los verdaderos.
Ahora podemos comprobar de lo anterior, donde expusimos la ascen­
sión oblicua de una estrella que tiene una posición conocida, como
pueden distinguirse los ortos y ocasos, y junto con qué grado de .la eclíp­
tica, la estrella sale y se pone, y en qué posición o grado opuesto, si el
Sol se h a hecho visible en ese tiempo, la estrella tiene sus verdaderos
orto y ocaso, m atutino o vespertino. Las salidas y puestas aparentes
difieren de las verdaderas de acuerdo con la claridad y m agnitud del
astro, ya que ias de luz más potente están meneo obscurecidas por los
rayos solares, que las menos luminosas. Y los límites de aparición y
ocultación están determinados en el hemisferio inferior, entre el horizonte
y el Sol, por arcos de círculos subterráneos que pasan por los polos del
horizonte. ,
Los limites son 12 grados p ara las estrellas fijas primarias, 11 grados
p ara Saturno, 10 grados para Júpiter, 11/ 2 grados para M arte, 5 gra­
dos para V e n n y 10 grados p ara Mercurio. Pero en todo este periodo
durante el cual lo que resta de luz diurna cede a la noche que completa
el crepúsculo o el amanecer, hay 18 grados de dicho círculo. Cuando el
Sol ha atravesado esos grados, las estrellas más pequeñas comienzan tam ­
bién a ser visibles. Con esta distancia, determ inan los matemáticos un
paralelo bajo el horizonte en el hemisferio inferior y dicen que cuando
el Sol alcanza ese paralelo, term ina el día y comienza la noche.
Por tanto, cuando hemos determ inado con qué grado del zodíaco
sale o se pone el astro y cual es el ángulo de sección de la eclíptica con
el horizonte en ese punto, y si también encontramos cuantos grados de la
eclíptica entre el grado del orto y el Sol son suficientes para d a r a éste
una altitud bajo el horizonte de acuerdo con los límites prescritos del
astro en cuestión, podremos anunciar si este primero va a emerger o a
ocultarse. Pero lo indicado en la explicación anterior sobre la altitud
del Sol sobre la 'fierra, concuerda por completo con su descenso bajo
la misma. Porque no hay diferencia en las correspondientes posiciones,
y en consecuencia, aquellas estrellas que se ponen en el hemisferio visi­
ble están saliendo en el hemisferio oculto y todo es a la inversa como es
fácil de comprender.
Y es suficiente lo dicho acerca del orto y ocaso de los astros y de la
revolución cotidiana del globo terrestre.
C a p ít u l o X IV

D E LA B U SQ U ED A D E LOS LUGARES D E LAS ESTRELLAS


Y DEL CA TA LO G O D E LAS ESTRELLAS FIJAS

Después de haber expuesto la revolución diaria del globo terrestre y


de sus consecuencias, debemos continuar con la demostración del circuito
anual.
Pero como algunos de los antiguos matemáticos indicaron que debe
preceder el estudio de los fenómenos de las estrellas no errantes, por sor
primordial en este arte, decidimos seguir esta opinión, por que entre
nuestros principios e hipótesis habíamos supuesto que la esfera de las
estrellas fijas, a la que se refieren los movimientos erráticos de los plane­
tas, está completamente inmóvil. Pero nadie debería sorprenderse que
sigamos este orden, aunque Ptolomeo en su Almagesto o M agna Cons­
trucción señala que no puede darse una explicación de las estrellas fijas,
si antes no precediere el conocimiento de las posiciones del Sol y de la
L una, y por esto decidió diferir lo relativo a las estrellas fijas.
Pero estamos contra esta opinión. Porque si se entiende por los núme­
ros que calculan el movimiento aparente del Sol y de la Luna, quizás
la opinión se m antenga, ya que así, Menelao, el geométra descubrió la
posición de muchas estrellas por medio de los números de sus conjun­
ciones con la' Lima.
Pero haremos mucho mejor si determinamos u n a estrella con ayuda
de instrumentos, después de exam inar con cuidado las posiciones del Sol
y de la Luna, como ahora enseñaremos. Y nos aconseja esto también la
nulidad de los intentos de los que pensaban, que la m agnitud del año
solar podía definirse sólo con ayuda de los equinoccios y solsticios, sin
las estrellas fijas.
Nos advirtió sobre esto Ptolomeo, que había evaluado el año solar
en su época, no sin sospecha de error, que con el tiempo pudiera pre­
sentarse, y aconsejó a la posteridad, se examinase la certeza ulterior de
este asunto. Por lo tanto, nos parece valioso ese esfuerzo, como en este
libro presentaremos, para m ostrar „como, con instrumentos artificiales,
pueden establecerse las posiciones del Sol y de la Luna, esto es, a que
distancia están del equinoccio de prim avera o de algún otro punto car­
dinal del mundo. El conocimiento de esas posiciones nos dará facilidades
para investigar los otros astros, y así podremos poner ante sus ojos la
esfera de las estrellas fijas, entretejidas de constelaciones.
Ya hemos expuesto antes con que instrumentos puede determinarse
la distancia de los trópicos, la oblicuidad del zodíaco y la inclinación
de la esfera, o la altitud del polo del ecuador. Del mismo modo podemos
establecer cualquier otra altitud del Sol al mediodía. Esta altitud, por
medio de su diferencia con la inclinación de la esfera, nos indicará cuál
es la declinación del Sol respecto del ecuador. Por medio de esta decli­
nación, la posición del Sol a mediodía quedará clara al ser medida en
el equinoccio o en el solsticio. Vemos que el Sol parece recorrer apro­
ximadamente 1 grado en el transcurso de 24 horas, o sea, 2 / i minutos
por hora. De donde, podemos determ inar su lugar con facilidad en cual­
quier otra hora indicada.
Pero para observar las posiciones de la Luna y de las estrellas se
construyó otro instrumento, que Ptolomeo llamó astrolabio. Se fabrica
con dos círculos, o m ejor con aros de un cuarto de círculo, con sus super­
ficies cóncavas y convexas perpendiculares a los lados planos. Esos aros
serán iguales y similares en todo y de tam año adecuado, para que no
sean de manejo difícil por sus grandes dimensiones, pero, por otro lado,
necesitan tener suficiente am plitud para dividirse en grados y minutos.
A nchura y grosor deben ser, al menos, la trigésima parte de su diámetro.
Luego deben ajustarse juntos form ando ángulos rectos entre sí, de modo
que coincidan sus lados cóncavos y convexos, como en la redondez de un
globo. U no de los círculos tendría lo posición relativa del zodíaco, y
el otro, la del círculo que pasa por los polos del ecuador y de la eclíptica.
Por tanto, el círculo del zodíaco se dividirá en el número convenido de
360 grados, que se subdivirán según la capacidad del instrumento. Ade­
más, cuando los cuadrantes del otro círculo han sido medidos desde la
eclíptica, los polos de ésta se m arcarán sobre él; y cuando una distancia
correspondiente á la oblicuidad del zodíaco h a sido señalada desde esos
puntos, se anotarán también los polos del ecuador.
Cuando estos círculos estén listos, se prepararán otros dos círculos
y se m ontarán por los mismos polos de la eclíptica, y se moverán sobre
esos polos, u n círculo exterior y otro interior. Deben tener el mismo grueso
entre sus superficies planas y la anchura de ésta será igual a la de los
otros círculos; estarán construidos de modo que la superficie cóncava
del mayor coincida en todos los puntos con la superficie convexa del
zodíaco, y la superficie convexa del m enor con la superficie cóncava
del zodíaco. Sin embargo, no deben im pedir el giro, de m odo que la
eclíptica con su meridiano y entre sí puedan pasar libre y fácilmente.
Perforaremos orificios en esos círculos según el diám etro en los polos del
zodiaco y en esos orificios fijaremos ejes para unir los círculos y moverlos.
El círculo interior será dividido en 360 grados, de tal m anera que loe cua­
drantes desde los polos tengan 90 grados. Además, en su concavidad se co­
locará un quinto círculo, que pueda girar en el mismo plano, y con un
aparato fijado a sus superficies planas, que tiene orificios en un diá­
m etro y reflectores u oculares, por donde la luz del astro, como en
u n a dioptra, pueda irrum pir y salir a lo largo de dicho diámetro. Y
ciertos dispositivos o índices p ara números se m ontan en este quinto
círculo en puntos opuestos p ara poder observar las latitudes del circulo
continente. Finalmente, se añade un sexto círculo que rodea y sostiene
todo el astrolabio, suspendido por medio de uniones firmes en los polos
del ecuador y fijado sobre una columna o soporte, donde se apoya per­
pendicular al plano del horizonte. Además esos polos serán ajustados
a la inclinación de la esfera, de form a que el ángulo exterior tendrá
u n a posición similar al meridiano y cuidaremos que no se mueva lo
más mínimo.
Después de haber preparado así este instrumento, cuando deseemos
hallar la posición de alguna estrella, por la tarde o al aproximarse la
puesta de Sol, y al mismo tiempo que la L una es también visible, ajus­
taremos el círculo exterior al grado de la eclíptica, donde hemos deter­
m inado por los métodos anteriores, que el Sol está en ese tiempo. D are­
mos la vuelta después a la intersección del zodíaco con el círculo exterior
h a d a el mismo Sol, hasta que ambos círculos que pasan por sus polos, se
cubran a la vez a sí mismos con sombras. Entonces giraremos el círculo
interno hacia la Luna, y con el ojo colocado en su plano, marcaremos
su posición sobre la parte zodiacal del instrumento, donde vemos la
L una como opuesta, o donde está bisecada por el mismo plano. Esa será
la posición de la Luna vista en longitud. Porque sin la L u n a no hay
m anera de descubrir los lugares de las estrellas, que sólo ella, entre
todas, participa del día y de la noche. Luego, llegada la noche, cuando
es visible la estrella cuya posición buscamos, adaptarem os el círculo exte­
rior al lugar ocupado por la Luna, en relación con la cual establecemos
la posición del astrolabio, como hicimos en el caso del Sol. Entonces,
también volveremos el círculo interior hacia la estrella, hasta que ésta
parezca estar en contacto con las superficies planas del círculo y sea vista
a través de los oculares, que están en el círculo contenido. D e este modo
habremos determ inado la longitud y la latitud de la estrella. Cuando esto
se hace, el grado del zodíaco en medio del ciclo se encuentra ante nuestros
ojos, y estará clara la hora en que se realizó la operación.
Por ejemplo, en el año segundo del em perador Antonio Pío. Ptolomeo,
el noveno día de Farm utí octavo mes de los egipcios, en Alejandría,
queriendo observar cerca del ocaso del Sol, el lugar de la estrella Basi­
lisco o Régulo, en el pecho de Leo, dirigió su astrolabio hacia el Sol que
ya se ponía a 5 horas ecuatoriales después del mediodía. E n este tiempo,
el Sol se encontraba a 3 1/2 4 grados de Piscis, y al mover el círculo inte­
rior comprobo que la L u n a estaba a 92 yí grados al éste del Sol por lo cual
se vio que la Luna se situaba entonces a 5 1/6 grados de Géminis. Des­
pués de media hora, cuando se cumplían 6 horas desde el mediodía y la
estrella comenzaba a aparecer y \ grados de Géminis estaban en medio
del cielo, giró el círculo exterior del instrumento al sitio ya determinado
de la Luna. Continuando con el círculo interior, tomó la distancia a la
estrella desde la Luna como 57 1/10 grados al este. Según se dijo, la Luna
había sido encontrada a 92j^ grados del Sol poniente, lo que la colocaba
a 5 1/6 de Géminis; pero era correcto p ara la L una avanzar ]A grado
en el espacio durante m edia hora, puesto que la porción horaria de su
movimiento.es más o m e n o s de Z¡ g T a d o ; pero te n ie n d o en c u e n t a la
paralaje substractiva de la Luna debe haber sido ligeramente menor de
Y* de grado, lo que es decir, alrededor de 1/6 de grado, por tanto, la
L una se encontraba a 5 1/3 grados de Géminis. Pero cuando hemos dis­
cutido las paralajes de la Luna, la diferencia no parece haber sido tan
grande, de donde será- bastante evidente que la posición observada de la
Luna era m ayor de 5 1/3 grados, pero algo m enor de 5 2 /5 grados. La
adición a esto de 57 1/10 grados localiza la estrella a 2 grados 30 m inu­
tos de Leo, a una distancia de unos 32/ i grados del solsticio vernal del
Sol y con una latitud norte de 1/6 de grado. Esta era la posición de
Basilisco y, en consecuencia, el camino estaba abierto para otras estrellas
no errantes. Esta observación de Ptolomeo fue realizada el 24 de febrero
del año 139 de Nuestro Señor según el calendario romano, primer año de
la 229 Olimpiada.
Así, aquel eminentísimo matemático anotó la posición, que cada una
de las estrellas tenía en ese tiempo en relación con el equinoccio de
prim avera, y catalogó las constelaciones de animales celestes. D e ese modo,
nos ayudó no poco en nuestro estudio, relevándonos de un trabajo bastan­
te arduo, para que quienes pensamos que los lugares de las estrellas no
deberían referirse a los equinoccios variables con el tiempo, sino estos
relacionarlos con la esfera de las estrellas fijas, y podamos con facilidad
deducir la descripción de los astros de algún otro inmutable principio.
Decidimos comenzar esa enumeración con Aries como prim er signo y la
prim era de sus estrellas que está en su cabeza, de manera que tendremos
u n a configuración absoluta y siempre la misma para aquellas estrellas
que lucen juntas como fija» y unidas perpetuamente, una vez que ocupa­
ron su sede. Y son admirables el cuidado y diligencia de los antiguos
que clasificaron las estrellas en cuarenta y ocho constelaciones, excepto
aquellas que el círculo de las estrellas siempre ocultas separaba, y así
estas estrellas fuera de constelaciones perm anecieron ignoradas para ellos.
D e acuerdo con la exposición de Teón el Joven en su Arataea, las
estrellas se ordenaban en form a de imágenes sólo por su gran m ultitud,
que puede dividirse en partes, designadas separadam ente por ciertas
denominaciones de acuerdo con u n a costumbre bastante antigua, puesto
que ya en Hcsíodo y Hom ero leemos Pléyades, H íadas, A rturo y Orión.
Y en la descripción de las estrellas de acuerdo con su longitud no deja­
mos doceavas partes o dodccatemorias, medidas de los equinoccios a los
solsticios, sino el simple y acostumbrado núm ero de grados. En lo demás,
seguiremos a Ptolomeo con poras excepciones de lo que se h a viciado,
o que es de otro modo según comprobamos. Y en el siguiente libro ense­
ñaremos como encontrar sus distancias desde aquellos puntos cardinales
(los equinoccios).
CATALOGO D E LOS SIGNOS Y ESTRELLAS Y PRIM ERAM EN TE
D E I>AS Q U E ESTAN EN LA REG IO N SEPTEN TR IO N A L

Longitud Latitud
Forma de las Estrellas Grados M in . Grados M in. M agnitud
D Z LA O SA M ENOR O CINOSURA

En el extremo de la cauda 53 30 c/3 66 0 3


L a que sigue en la cauda 55 50 w 70 0 4
lJ
E n la salida de la cauda 69 20 < 74 0 4
L a más austral en el £
lado precedente del O
cuadrángulo 83 0 75 20 4
L a m ás boreal en el
mismo lado 87 0 £ 77 40 4
L a m ás austral en el
lado siguiente 100 30 H
r\h. 72 40 2
M
L a más boreal en el w
mismo lado 109 30 </> 74 50 2

7 estrellas, de las cuales son de segunda m agnitud 2, de tercera 1, de cuarta 4


L a m ás austral no cons­
telada ccrca de Cinosu­
ra , en linea recta con
el lado siguiente 103 20 71 10 4
DK LA OSA MAYOR, QUE LLAMAN JI& U C B

L a que está en el rostro 78 40 39 50 4


L a precedente en los dos
ojos 79 10 43 0 5
L a que sigue a ésta 79 40 43 0 5
L a precedente de las C/3
dos en la frente 79 30 47 10 5
L a que sigue en la frente 81 0 47 0 5
L a precedente en la ore­
ja derecha 81 30 O
k—J 50 30 5
La que antecede de las
dos en el cuello 85 50 43 50 4
L a que sigue 92 50 44 20 4
L a más boreal de las dos tí
en el pecho 94 20 44 0 4
E
L a más austral 93 20 tí 42 0 4
En la rodilla siniestra
anterior 89 0 35 0 3
L a más boreal de las dos
en el pie siniestro de­
lantero 89 50 29 0 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ¡as E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE L A OSA MAYOR Q UE LLAMAN H ÉLIC E

La más austral 88 40 28 30 3
En la rodilla diestra
delantera 89 0 36 0 4
L a que está bajo la mis­ <
ma rodilla 101 10 33 30 4
En el hombro 104 0 £ 49 0 2
E n el flanco 105 30 44 30 2
En la salida de la. cauda 116 30 O 51 0 3
E n la pierna posterior i-*
izquierda 117 20 46 30 2
La precedente de las dos
en el pie izquierdo
posterior 106 0 H 29 38 3
L a que sigue 107 30 28 15 3
En la cavidad izquierda 115 0 £ 35 15 4
L a más boreal de las
dos en el pie diestro w
posterior 123 10 25 50 3
L a más austral 123 40 25 0 3
L a primera de las tres,
p*
en la cauda, después
de la salida 125 30 53 30 2
L a de en medio 131 20 55 40 2
L a última en el extremo C/3
de la cauda 143 10 54 0 2

27 estrellas, de las cuales son d r segunda magnitud 6, de tercera 8, de cuarta 8


de quinta 5.

LAS QUE ESTÁ N CERCA DE H É L IC E , FUERA n E CO NSTELA C IO N ES

AI sur de la cauda 141 10 39 45 3


L a que antecede m is
obscura 133 30 H 41 20 5
Entre los pie» delante­
O*
til
ros de Osa y la cabeza c/>
de Leo 98 20 17 15 4
L a que está másboreal 96
L o n g itu d Latitud
F o rm a d i las E strella s G rados M in . Grados Min. Magnitud

LAS Q UE «ESTÁN CERCA DE H É L IC E , EUERA DE CONSTELACIONES

La última de las tres


obscuras 99 30 20 0 obscura
La que antecede a ésta 95 30 H 22 45 obscura
La que antecede aún más 94 30 a* 23 15 obscura
a
La que entre los pies de* i■s>
lanteros y Géminis 100 20 22 15 obscura
N o consteladas 8, cuyas magnitudes son: de tercera 1, de cuarta 2, de quinta 1,
obscuras 4.

DEL DRAGÓN

La que está en la lengua 200 0 76 30 4


En la boca 215 10 78 30 4 mayor
Arriba del ojo- 216 30 75 40 3
En la mejilla 229 40 75 20 4
Sobre la cabeza 233 30 75 30 3
La más boreal en la pri­ <
mera inflexión» del cue­
llo 258 40 55 82 20 4
La más austral 295 50 78 15 4
Entre ella* 262 10 O 80 20 4
La que sigue a éstas al

—<
oriente en la segunda
cvrya 282 50 ry. 81 10 4
La más austral del Jado
precedente del cuadri­ Ld
látero 331 20 r* 81 40 4
Al norte del mismo lado 343 50 83 0 4
Al norte en el lado si­ £
guiente 1 0 78 50 4
AI sur de! mismo lado 346 10 W 77 50 4
Austral en el triángulo
de la tercera curva 4 0
h 80 30 4
L a precedente de las res­
Ph
tantes del triángulo 15 0 81 40 5
La que sigue 19 30 w 80 15 5
La antecedente de las
tres en el triángulo 66 20 C/3 83 30 4
L a más austral de las
restantes del mismo
triángulo 43 40 83 30 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strella s O rador M in . G rados M in . M a g n itu d

DEL DRAGÓN

L a más boreal de las dos


superiores 35 10 84 50 4
La que sigue de las des
pequeñas al este del
triángulo 200 0 87 30 6
La que antecede 195 0 86 50 6
La más austral de las tres ti
que siguen en linea
recta
La de enmedio de las tres
152
152
30
50
iO 81
83
15
0
5
5
L a más boreal de ellas
La más boreal de las dos
151 0 3
H
84 50 3

que siguen hacia el, Z


oeste
L a m ás austral
153
156
20
30
8
£
78
74
0
40
3
4
M ás al oeste en la vuelta w
de la cauda 156 0 en 70 0 3
L a precedente de dos
más distantes 120 40 64 40 4
L a que sigue de esa 124 30 65 30 3
L a siguiente en la cauda 192 30 61 15 3
E n el extremo de la cau­ •
da 186 30 56 15 3

31 estrellas, de las cuales son: de tercera magnitud 8, de cuarta 16, de quinta 5,


de sexta 2.

DF. CF.FF.O

E n el pie derecho 28 40 75 40 4
En el pie Izquierdo 26 20 64 15 4
En el lado derecho bajo <
el dngulo 0 40 z 71 10 4
r\
La que toca arriba del
hombro derecho 340 0 Pü 69 0 3
La que toca en la articu­ H
lación derecha de la 2
cadera 332 40
ti 72 0 4
H
La que sigue y toca la CLh
misma cadera 333 20 ti 74 0 4
Cf j
L a que está en el pecho 352 0 65 30 5
Longitud Latitud
Forma de las Estrellas Grados M in. Grados M in. Magnitud

i> t c b f x o

E n el brazo izquierdo 1 0 62 30 4
La más austral de las
tres en la liara 339 40 H 60 15 5
L a que está en medio fr.
de ellas 340 40 w 61
m 15 4
L a más boreal de las
tres 342 20 61 30 5

11 estrellas, de las cuales son: de tercera magnitud 1, de cuarta 7, de quinta 3.

De dos no consteladas la r*
que precede a la tiara 337 0 q* 64 0 5
La que la sigue 344 40 W 59 30 4
CO
D EI. BOYERO O AKTOFILAX

La que precede de Jas


tres en la mano izquier­
da 145 40 58 40 5
L a que está en medio
más austral de las tres 147 30 58 20 5
L a que sigue de las tres 149 0 60 10 5
E n la articulación izquier- ^
d a de la cadera 143 0 54 40 5 £d
En el hombro izquierdo 163 0 49 0 3
En la cabeza 170 0 53 50 4 ^ 53 50 4 mayo
En el hombro derecho 179 0 48 40 4 Q
L a m is austral de las
dos en el gancho 179 0 53 15 4 ^
La más al norte, en el ^
extremo del gancho 178 20 57 30 4 uq
La más boreal de las dos FH
bajo el hombro en el £3
venablo 181 0 46 10 4 c/D 46 104 mayor
L a más austral 181 50 45 30 5
E n el extremo de la
mano derecha 181 35 41 20 5
La que precede de las
dos en la palm a 180 0 41 40 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M in . G rados M in . M agnitud

DEL BOYERO O ARTOFÍLAX

La que sigue de ésta 180 20 42 30 5


En el exfremo del mango >J
del gancho 181 0 40 20 5
M
E n la pier-ia. derecha 173 20 ow 40 15 3
La que sigue de dos, en ►
—4
el cíngulo 169 0 41 40 4
La que antecede 168 20 t™1 42 10 4 mayor
En el talón derecho 178 40 id 28 0 3
L a m is boreal de tres en H
la pierna izquierda 164 40 fx. 28 0 3
:»o U3 30 4
En medio de las tres 163 c/3 26
L a m ás austral 164 50 25 0 4

22 estrellas, de las cuales son: de tercera magnitud 4, de cuarta 9, de quinta 9.

No constelada entre las


piernas, que llaman
Arturo 170 20 31 30 1

i>r. I.A CORONA BOREAL

1.a que brilla en la corona 188 0 44 30 2 mayor


La que precede a todas 185 0 J 46 10 4 mayor
La que sigue en el norte 185 10 < 48 0 5
La que sigue m is al norte 193 0 § 50 30 6
w
L a que sigue y brilla M
hacia el sur 191 30 £ 44 45 4
r*
L a que sigue más de
cerca 190 30 § 44 50 4
La que sigue después m is
Tejos 194 40 £ 46 10 4
L a que sigue a todas en w
la corona 195 0 49 20 4

8 enrollas, de las cuales son: de segunda magnitud 1, de cuarta 5, de quinta 1,


de sexta 1.

DP. P N C O N A St O D P I. H OM BRE ARRODILLADO

En !a cabera 221 0 37 30 3
L o n g itu d L a titu d
G rados M in . G rados M in .

DE E K C O K ftSI O DEL HOMBRE. ARRODILLADO

En Ja axila derecha, 207 0 43 0


E n el brazo derecho 205 0 40 10
En el flanco derecho 201 20 37 10
E n el hombro izquierdo 220 0 48 0
E n el brazo izquierdo 225 20 49 30 mayor
En d flanco izquierdo 231 0 <73 42 0
La más al este de las tres

en la palma izquierda 238 50 52 50 mayor
L a más boreal de las
otras dns 235 0 54 0 mayor
L a más austral 234 30 < 53 0
E n el lado derecho 207 10 56 10
E n el lado izquierdo 213 30 £ 53 30
,-.n la parte baja de la
nalga izquierda 213 20 O 56 10
Al comienzo de la pierna 214 30 58 30
La que precede de las
tres en la pierna iz­ ptf
quierda 217 20 59 50
La que sigue a ésta 218 40 H 60 20
L a tercera siguiente 219 40 61 15
En la rodilla izquierda 237 10 £ 61 0
En la parte superior de
la nalga izquierda 225 30 tí 69 20 4
I j í precedente de las tres
del pie izquierdo J88 40 r -’ 70 6
15
En medio de ellas 220 10 Cl. 71 15 6
La siguiente de las tres 223 0 72 0 6
L n el comienzo de la
w
pierna derecha 207 0 60 15 4 mayor
En la misma pierna, más C/5
al norte . 198 50 63 0 4
En la rodilla derecha 189 0 65 30 4 mayor
I-a más austral de las
dos bajo la misma ro­
dilla 186 40 63 40 4
La más al norte 183 30 64 15 4
En la tibia derecha 184 30 60 0 4
Longitud Latitud
Forma de las Estrtlku Grados M in. Grados M in. M a g n itu d

DE ENQONAS1 O ORI. H OM BRE ARRODILLADO

E n el extremo del pie


derecho, la misma del
extremo del gancho
de! Boyero 178 20 57 30
No constelada más n u ­ tí
c/2
tra! del brazo derecho 206 0 38 10

Fuera de esta última, 28 estrellas de la* cuales io n : de tercera m agnitud 6, de


cuarta 17, de quinta 2, de sexta 3.

r>E l ir a

L a brillante, que se
llama L ira o Fidlcula 250 :o 62 0 1
La más boreal de las dos
adyacentes 253 40 62 40 * mayor
La más austral 253 61 0 4 mayor
En medio del nacimien­ a
to de los cuernos 262 0 ^ 60 0 4
L a más boreal de las dos £
que siguen hacia el O
oriente 265 20 £ 61 20 4
L a más austral 265 60 20 4
0 H
L a más boreal de las dos
que preceden en la EÜ
juntura 254 2° £ 56 10 3
L a más austral 254 i° s 55 0 4 menor
L a más boreal de las dos co
que siguen en el mis­
mo yugo 257 30 55 20 3
L a más austral 258 20 54 45 ' 4 menor

10 estrellas, de las cuales son: de prim era magnitud 1, de tercera 2, de cuarta 7.

D E L C IS N E O AVE

En la boca •267 50 49 20 3
En la cabeza 272 20 C-i 50 30 5
En medio del cuello 279 20 54 30 4 mayor
En el pecho 291 50 tí 56 20 3
/i
La brillante en la cola 302 30 60 0 2
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d t la s E stre lla s G ra d o s M in . G rados M in . M a g n itu d

oxt c is n e o AVE

E n el codo del ala dere-


cha 282 40 64 40 3
L a m ás austral de las
tres en la parte plana
del ala derecha' 285 50 69 40 4
L a que está en medio 284 30 71 30 4 mayor
L a últim a de las tres en <
el extremo del ala 310 0 74 0 4 mayor
E n el codo del ala O
294 10
M 49 30 3
izquierda P4
En medio de la misma H
ala 298 10 Z 52 10 4 mayor
E n el extremo de la misma 300 •0 W
r ■ 74 0 3
E n el pie izquierdo 303 20 P1 55 10 4 mayor
Ph
E n la rodilla izquierda 307 50 « 57 0 4
L a que precede de las co
dos en el pie derecho 294 30 64 0 4
U na que sigue 296 0 64 30 4
Nebulosa en la rodilla
derecha 303 30 63 45 5

17 estrellas, de las cuales son: de secunda m agnitud 1, de tercera 5, de cuarta 9,


de quinta 2.

Y DK DOS CKKCA DEL C IS N E , t V ERA DE CO NSTELA CIO N ES

La más austral de dos


b aja el ala izquierda 306 0 49 40 4
La más boreal 307 10 51 40 4

D E CASIOTEA

E n la cabeza 1 10 45 20 4
En el pecho 4 10 46 45 3 mayor
E n el cingulo 6 47 50 4
20 nJ
Sobre el asiento hacia
las caderas 10 £a
o 49 0 3 mayor
E n las rodillas 13 40 00 45 30 3
E n la pierna 20 20 47 45 4
E n el extremo del pie 355 0 48 20 4
E n el brazo izquierdo 8 0 44 20 4
L o n g itu d L a titu d
G rados M in . G rados M in .

DE CASIOPEA

En el codo izquierdo 7 40 45 0 5
En el codo derecho 357 40 50 0 6
En el pie del atiento 8 20 52 40 4
En medio de la subida 1 10 tí 51 40 3 me ñor
C/3
En el extremo 27 10 51 40 6

13 estrellas, de las cuales son: do tercera m agnitud 4, de cuarta 6,


de sexta 2.

DE PERSEO

Nebulosa en el extremo
de la mano derecha 21 0 40 30 nebulón
En el codo derecho 24 30 37 30 4
En el hombro derecho 26 0 34 30 4 menor.
En el hombro izquierdo 20 50 32 20 4
En la cabeza o nébula 24 0 < 34 30 4
E n las espaldas 24 50 31 10 4
L a que brilla en el lado S z¡
derecho 28 10 30 0 2
L a que precede de tres O
en el mismo lado 28 40 27 30 4
L a que está en medio 30 20 >—< . 27 40 4
L a restante de las tres 31 0 27 30 3
En el codo izquierdo 24 0 27 0 4
L a que brilla en la mano r .
izquierda y en la cabe­ H
za de Medusa' 23 0 23 0 2
L a que sigue en la mis* £
m a cabeza 22 30 21 0 4
L a que precede en la tí
misma cabeza 21 0 r , 21 0 4
La que precede a ésta 20 10 H 22 15 4
E n la rodilla derecha 38 10 28 15 4
HH.
A
La que precede a ésta
en la rodilla 37 10 tí 28 10 4
La quq precede a dos en
el vientre 35 40 CO 25 10 4
L a que sigue 37 20 26 15 4
En la cadera derecha 37 30 24 30 5
Longitud Latitud
Forma de las Estrellas Grados M in. Grados M in. Magnitud

DE PER8KO

En la pantorrilla derecha 39 40 28 45 5
En la cadera izquierda 30 10 . 21 40 4 mayor
En la rodilla izquierda 32 0 19 50 3
En la pierna izquierda 31 40 w 14 45 3 mayor
En el talón izquierdo 24 30 00 12 0 3 menor
En lo alto del pie izquier­
do 29 40 11 0 3 mayor

26 estrellas, de Iai cuales son: de segunda magnitud 2, de tercera 5, de cuarta 16,


de quinta 2, nebulosa 1.

DE LAS que ESTÁ N CERCA DK PKRSLO , FUERA DK CONSTELACIONES

La que está x oriente


de la rodilla izquierda 34 10 31 0 5
En el norte de la rodilla £*<
derecha 38 20 31 0 5
La que antecede a la tí
en
cabeza de Medusa 18 0 20 40 obscura

De tres estrellas son: dos de quinta magnitud y u n a obscura.

DE H EN IO CO O E L AURIGA

L a más austral de dos


en la cabeza 55 50 30 0 4
La que está más al norte 55 40 30 50
E n el hombro izquierdo, tí
la brillante que Ha- **■
man Capella 78 20 5 22 30 1
E n el hombro derecho 56 20 0 2
10 5
En el codo derecho 54 30 15 15 4
En la palma derecha 56 10 £ 13 30 4 mayor
En el codo izquierdo 45 20 tí 20 40 4 mayor
L a que antecede a las uT*
Cabrillas 45 30 18 0 4 menor
La de la palma izquierda cn
que sigue a las Cabrillas 46 30 18 0 4 mayor
E n la pantorrilla izquierda 53 10 10 10 3 menor
L o n g itu d U titv d
F o rm a de la t E tlr tlla t G ra d o i M in . G rados M in . M a g n itu d

D E H E N lO C O O EL AURIGA

E n la p a n to r rilla d e re ­
c h a y e n e! extrem o
d e l cu e rn o n o rte de
T a u ro 49 0 5 0 3 m ayor
E n el to b illo 49 20 8 30 5
a*
E n e l tra te ro 49 40
w
12 20 5
P e q u e ñ a e n el pie izq u ier­ CO
do 24 0 10 20 6

14- e strellas d e las cu ales so n : d e p rim e ra m a g n itu d 1, d e seg u n d a 1 , d e te rc e ra 2 ,


d e c u a r ta 7 , d e q u in ta 2, d e se x ta 1 .

de o y iu c o O SERPEN TA RIO

E n l a cabeza 228 10 36 0 3
’ *a q u e p reced e a las dos
e n el h o m b ro d erech o 231 20 27 15 4 m ay o r
L a q u e sigue 232 20 26 45 4
M
L a q u e p re c e d e a las dos <
e n el h o m b ro izq u ier­ 2
do 216 40 O 33 0 4
L a q u e sigue 218 0 V 31 50 4
E n el co d o izquierdo 211 40 H 34 30 4
L a q u e p re c e d e d e dos Z
e n la m a n o izq u ierd a 208 20 H 17 0 4
Li
L a q u e sigue 209 20 tu 12 30 3
E n el co d o d erech o 220 0 tí 15 0 4
C/3
L a q u e p re c e d e en
m a n o d erech a 205 40 18 40 4 m enor
L a q u e sigue 207 40 14 20 4
E n la ro d illa d erech a 224 30 4 30 3
E n la tib ia d e re c h a 227 0 Bor. 2 15 3 m ay o r
L a q u e p re c e d e d e c u a tro
e n el p íe derech o 226 20 A ust 2 15 4 m ayor
L a q u e sigue 227 40 A ust. 1 30 4 m ay o r
L a te rc e ra q u e sigue 228 20 A u st. 0 20 4 m ay o r
L a r e s ta n te q u e « g u e 229 10 AusL 0 45 5 m ayor
L a q u e to ca d taló n 229 30 A ust 1 0 5
E n la ro d illa izq u ierd a 215 30 Bor. 11 50 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ¡at E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

1)E O íIU C O O SERPENTARIO

L a m á s b o re a l d e tre» en
lin e a r e c ta e n la p ie rn a
iz q u ie rd a 2215
15 00 B or. 5 220
0 5 m ay o r
E n m e d io d e ellas 214 0 B or. 3 10 5
213 10 Bor. 1 40 5 m ayor
E n el ta ló n izq u ierd o 215 40 Bor. 0 40 5
L a q u e to ca e l a rc o d el
p ie izq u ierd o 214 0 A ust 0 45 4

2 4 estrellas, d e las cu ales so n : d e te rc e ra m a g n itu d 5 , d e c u a r ta 13, d e q u in ta 6 .

CERCA DE OF1UCO, FUERA l>R CONSTELACIONES

L a m ás b o real de las tres


a l o rie n te d e l h o m b ro
d ere c h o 235 20 28 10 4
L a d e e n m ed io d e las
tre* ' 236 0 f . 26 20 4
L a m i s a u s tra l d e las H
tre« 233 4 0 * gj 25 0 4
O tr a q u e sigue a la* tre s 2 3 7 0 c/D 27 0 4
U n a se p a ra d a d e la s c u a ­
tro e n e l n o rte 238 0 33 0 4

P o r ta n to , to d as las 5 n o co n stelad as son d e c u a r ta m a g n itu d

D * LA S M H E K T E

E n el c u a d rilá te ro q u e
e stá e n la m ejilla 192 10 38 0 4
L a q u e to ca la n ariz 201 0 >-3 40 0 4
E n la sien 197 40 35 0 3
z
Al com ienzo d el cuello 195 20 34 15 3
o
w
E n la m ita d d el c u a d ri­
lá te ro y e n la bo ca 194 40 37 J5 4
i
A l n o rte d e la cabeza 201 30 42 30 4
E n la p rim e ra v uelta tí
d el cuello 195 0 H 29 15 3
L a m ás b o real d e la s tres P
q u e siguen 198 10
tí 26 30 4

L a de e n m ed io de ellas 197 40 25 20 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ta i E strellas G rados M i n . G rados M in . M a g n itu d

DE LA S E R P IE N T E

L a m i s a u s tra l d e las tres 199 40 24 0 3


L a q u e p re c e d e d e d o s e n
l a m a n o iz q u ie rd a d el
S e rp e n ta rio 202 0 ¡2 16 30 4
L a q u e sig u e a é ita y 1
e n l a m ism a m an o 211 30 16 15 5
$
L a q u e e s t i a tr á s d e la §w
c a d e ra d e re c h a 227 0 10 30 4
L a m i s a u s tra l -d e ' d o s
£
H
q u e siguen 230 20 8 30 4 m ayor
L a q u e e s tá a l n o rte 231 10 ¿-4 10 30 4
W
d e s p u é s d e 1a m a n o H
d e r e c h a , e n la in fle­ cl<
x ió n d e la co la 237 0 W 20 0 4
C/2
L a q u e sig u e e n la c a u d a 242 0 21 10 4 m ayor
E n e l e x tre m o d e la
cauda 251 40 27 0 4

18 estrellas, d e las cu ales s o n : d e te rc e ra m a g n itu d 5 , d e c u a r ta 12 y d e q u in ta 1.

s a c it a o LA FL E C H A

E n l a cú sp id e 273 30 39 20 4
L a q u e sig u e d e .tre s e n r !
e l a i til 270 0 39 10 6
£
E n m e d io d e e lla ' 269 10 W 39 50 5
L a q u e a n te c e d e a la s tres 268 0 co 39 0 5
E n la r a n u r a 266 40 38 45 5

5 estrellas, d e las cu ales sor»: d e c u a r ta m a g n itu d 1, d e q u in ta 3 y d e se x ta 1.

D EL ÁGUILA

E n m e d io d e la cab eza 270 30 26 50 4


E n e l cuello 268 10 27 10 3
E n la e sp a ld a , la b r i­
lla n te q u e lla m a n
A g u ila 267 10 29 10 2 m ay o r
P ró x im a a esta, m i s
fe
BI
b o re a l 268 0 00 30 0 3 n je n o r
L a q u e p re c e d e e n el
h o m b ro izq u ierd o 266 30 31 30 3
L a q u e sig u e 269 20 31 30 5
l o n g it u d L a titu d
F o rm a de lar E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DEL AOUÍLA

L a q u e p reced e en el
h o m b ro d erech o 263 0 28 40 5
H
L a q u e sigue 264 30 cu 26 40 5
E n la co la, to can d o el w
círcu lo lácteo 255 30 00 26 30 3

9 E strellas, cu y a m ag n itu d es so n : d e se g u n d a 1, d e te rc e ra 4 , d e c u a r ta 1 , q u in ta 3.

CERCA DEL AOUILA, FUERA DE CONSTELACIONES

L a q u e precede a l s u r de
l a cab eza 272 0 21 40 3
L a q u e «guft 272 10 29 10 3
D el h o m b ro d erecho, H
v u elto h a c ia e l á b re g o 259 20 25 0 4 m ayor

H a c ia e l a u s tro 261 30 CO 20 0 3
M á s a u s tra l 263 0 15 30 5
L a q u e p reced e a to d a s 254 30 18 10 3

6 n o co n stelad as, cu y as m a g n itu d es so n : d e te rc e ra 4, d e c u a rta 1 y d e q u in ta 1 .

DEL DELFÍN

La q u e p re c e d e d e la s
tres e n la cola 281 0 29 10 3 m en o r
L a m ás b o real d e las CO
o tra s d o s 282 0 tí 29 0 4. m enor
L a m á s a u s tra l
L a m á s a u s tra l d el la d o
282 0 9 26 40 4
g
p re c e d e n te d el ro m b o i­
de 281 50
o
H-4 32 0 3 m enor
L a m is b o real d el m ism o
£
la d o 283 30 > 33 50 3 m enor
L a m ás a u s tra l d e l la d o tí
q u a sigue
L a m ás b o real del m ism o
284 40
i
Cu
32 0 3 m enor
W
la d o 286 50 CO 33 10 3 m enor
L a m ás a u s tra l d e las tres
e n tre la cola y e l ro m b o 280 50 34 15 6
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

D EL DELFÍN

La q u e p re c e d e a las
otra» d o s h a c ia el n o rte 2 8 0 50 31 50 í
L a q u e s ig u e ' 282 20 31 30 C

10 estrellas, d e las cu ales so n : d e te rc e ra m a g n itu d 5 , d e c u a r ta ' !, d e sexta 3.

D E LA SECCIÓN D EL CABALLO

L a q u e precede- d e d o s
e n la cab eza 2 89 40 20 30 o b sc u ra
L a q u e sigue 292 20 20 40 o b sc u ra
L a q u e p re c e d e d e d o s fu
e n la b o c a 289 40 w 25 30
CO o bscura
L a q u e sig u e 291 0 25 0 o b sc u ra

D e c u a tro estrellas, to d a s obscuras.

D EL CABALLO ALADO O M O A S O

D e n tr o d e la b o ca a b ie rta 298 40 21 30 3 m ayor


L a m ás b o re a l d e d o s
c e rc a n a s e n la cab eza 302 40 16 50 3
L a m á s a l su r 301 20 16 0 4
L a m i s a u s tra l d e dos e n
la c rin 314 40 en 15 0 5
I * m i s b o real 313 50 16 0 5
L a p re c e d e n te d e do s e n ¡<
l a cerv iz 312 10 £ 18 0 3
I-a sig u ien te 313 50 O 19 0 4
»—<
E n el ja r r e te izq u ierd o 305 40 36 30 4 m ayor
E n la ro d illa iz q u ie rd a 311 0 34 15 4 m ayor
E n el j a r r e te d e re c h o 317 0 41 10 4 m ayor
L a p re c e d e n te d e dos tí
c e rcan as e n el p e c h o 319 30 29 0 4
s
L a q u e sig u e 320 20 tí 29 30 4
L a m ás b o re a l d e d o s e n C/3
la ro d illa d e re c h a 322 20 35 0 3
M á s a l su r 32J 50 24 30 5
L a m á s b o re a l d e d o s e n
el c u e rp o b a jo el a la 327 50 25 40 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DHL CABALLO ALADO O PROAS O

L a m ás a u s tra l 328 20 25 0
E n la e sp a ld a y 1* a rtic u ­
la c ió n d e l a la 350 19 40 m enor
E n el h o m b ro d erech o y
e n e l com ienzo d e la
p ie rn a 323 30 tí 31 0 m enor
E n e l e x tre m o d e l a la 335 30 c/D 12 30 m enor
E n e l om b lig o , q u e
es co m ú n d e la cabeza
d e A n d ró m e d a 341 10 26 m enor

2 0 estrella», cuya» m a g n itu d e s so n : d e se g u n d a 4 , d e te rc e ra 4 , d e c u a r ta 9 y d e


q u in ta 3.

DE ANDRÓM&DA

L a q u e e s tá e n l a es­
p a ld a 348 40 24 30 3
E n e l h o m b ro d ere c h o 349 40 27 0 4
E n el h o m b ro izq u ier­
do 347 40 23 0 4
L a m i s a u s tra l e n el
b razo d erech o 347 0 32 0 4
co
L a m i s b o real 348 0 tí 33 30 4
L a d e e n m e d io d e la s . tí
tre s 348 20 < 32 20 5
L a m i s a u s tra l d e tre s e n
lo a lto d o l a m a n o O
i—i
d e re c h a 343 0 & 41 0 4
E n m e d io d e ellas 344 0 H
>-jm 42 0 4
L a m ás b o real d e tres 345 30 44 0 4
E n el b razo izq u ierd o 347 30 17 30 4
1
E n el co d o izq u ierd o 349 0 15 50 3
L a m is a u s tra l d e tres en t í
OQ
el cln g u lo 357 10 25 20 3
L a d e en. m ed io 355 10 30 0 3
L a m i s se p te n trio n a l 355 20 32 30 3
E n e l p í e izq u ierd o 10 10 23 0 3
E n e l p ie d e re c h o 10 30 37 20 4
M i s al su r d e estas 8 30 35 20 4
L o n g itu d , L a titu d
F o rm a d e ¡as E strellas G rados M in . G rados M i n ; M a g n itu d

T>r. ANDRÓMEDA

L a m á» b o re a l d e la* d o s
b a jo el ja r re te 5 40 29 0 4
L a m ás a u s tra l 5 20 28 0 4
E n la ro d illa d e re c h a 5 30 35 30 5
L a r n í i b o re a l d e do» en
a
l a tú n ic a 6 0 W 34 30 5
L a m ás a u s tra l 7 30 c/3 32 30 5
N o c o n ste la d a a l o este d e
lik m a n o d e re c h a 5 0 44 0 3

2 3 estrellas, d e te r c e r a m a g n itu d 7, d e c u a rta 12 , d e q u in ta

2SZ. TRlÁNOVLO

E n e l v í r tíc e d e l t r ü n g u -
lo 4 20 16 30 3
SEPT.

L a q u e p re c e d e d e tre s
e n la b a se 9 20 20 40 3
E n m e d io 9 . 30 20 20 4
L a q u e sig u e d e la< tre s 10 10 19 0 3

4 estrella*, d e te rc e ra m a g n itu d 3 , d e c u a r ta 1.

P o r lo ta n to , e n la re g ió n se p te n trio n a l, toda* l a i estrellas io n 3 6 0 : D e p r i m e n


m a g n itu d 3 , d e se g u n d a 18, .d e te r c e r a 8 1 , d e c u a r ta 177, d e q u in ta 5 8 , d e
se x U 13, n e b u lo s a 1, y o b scu ras 9.
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ¡as E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

D E A R tE* O E l CARNERO

L a p re c e d e n te d e do* en
el cu ern o , y la p rim e ra
d e to d as 0 0 Bor. 7 20 3 m enor
L a q u e sig u e e n e l c u e rn o 1 0 B or. 8 20 3
L a m á s b o re a l d e d o s e n
la a b e r tu r a d e l a b o c a 4 20 Bor. 7 40 5
L a m á s a u s tra l 4 50 Bor. 6 0 5
E n la cerviz 9 50 Bor. 5 50 5
E n lo s riñ o n e s 10 50 B or. 6 0 6
E n e l com ienzo d e la
cauda 14 40 B o r. 4 50 5
L a q u e p re c e d e d e tres
e n la c a u d a 17 10 B or. 1 40 4
L a d e e a m ed io 18 40 B or. 2 30 4
L a s ig u ie n te d e la s tres 20 20 B or. 1 50 4
E n la c a d e ra 13 0 B or. 1 10 5
E n e l ja r r e te 11 20 A ust. 1 30 5
E n e l ex trem o d el p ie
p o ste rio r 8 10 A ust. 5 15 4 m ayor

13 estrellas, d e te rc e ra m a g n itu d '2, d e c u a r ta 4 , d e q u in ta 6 , d e se x ta 1.

CERCA DE A R IE S , FUERA DE CO NSTELA CIO N ES

L a b r illa n te so b re la
cabeza 3 30 Bor. 10 0 3
L a m u y b o real so b re el
d o rso 13 0 B or. 10 10 4
L a m á s b o real d e la s tres-
p e q u e ñ a s re sta n te s 14 40 Bor. 12 40 5
L a d e en m ed io 13 0 Bor. 10 40 5
L a m ás a u s tra l 12 30 Bor. 10 40 5

3 estrella», d e te rc e ra m a g n itu d I, d e c u a r ta 1, d e q u in ta 3.

D E T A U R O >O E L TORO

L a m ás b o re a l de la s c u a ­
tr o e n la sección 19 40 A ust. 6 0 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e la t E strellar G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE TAURO O EL TORO

L a o tr a d e sp u é s d e la
a n te r io r 19 20 A ust.. 7 15 4
L a te rc e ra 18 0 A ust. 8 30 4
L a c u a r ta m i s a u s tra l 17 50 A ust. 9 JS 4
E n el Iton tb ro d erech o 23 0 A ust. 9 30 5
E n el p e c h o 27 0 A ust. 8 0 3
E n l a ro d illa d erech a 30 0 A ust. 12 40 4
E n e l ja r re te d erech o 26 20 A ust. 14 50 4
E n la ro d illa izq u ierd a 33 30 A ust. 10 0 4
E n e l j a r r e te izq u ierd o 36 20 A ust. 13 30 4
L a d e las n arices d e las
cin co d el ro stro llam a*
d a s S ú c u la s liia d c a 32 0 A ust. 5 45 3 m enor
E n tr e é sta y el o jo b o real 33 40 A ust. 4 15 3 m enor
E n tr e é sta y el o jo a u s tra l 34 10 A ust. 0 50 3 m enor
E n e l m ism o o jo , la b r i ­
lla n te , q u e los R o m a ­
n o s lla m a n P alilicius 36 0 A ust. 5 10 1
E n el o jo b o real 35 10 A ust. 3 0 3 m enor
E n el c u e m o a u s tra l e n ­
tr e l a b ase y la o reja 40 30 A ust. 4 0 4
L a m is a u s tra l d e las d o s
d e l m ism o cu ern o 43 40 A ust. 5 0 4
L a m ás a l n o rte 43 20 A ust. 3 30 5
E n el e x tre m o d el m ism o 50 30 A ust. 2 30 3
E n el o rig e n d el c u ern o
se p te n trio n a l 49 0 A ust. 4 0 4 V enus
e n su
ap o g eo
4 8 ° 20’
E n e l ex trem o del m ism o
h a c ia el p ie d e re c h o d e
H en io co 49 0 B or. 5 0 3
L a m á s a l n o rte d e las
d o s e n la o r e ja b o real 35 20 B or. 4 30 5
I a m i s a u s tra l d e ellas 35 0 Bor. 4 0 5
L a p re c e d e n te d e dos
o e q u e ñ a s e n la cerviz 30 20 B or. 0 40 5
I-a q u e sigue 32 20 Bor. 1 0 6
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE TAURO O RL TORO

L a m ás a u s tra l d e ! la d o
p re c e d e n te del c u a d ri-
Iá te ro e n el cuello 31 20 Bor. 5 0 5
L a m á s b o real d el m ism o
lad o 32 10 Bor. 7 10 5
L a m ás au stral d e l lad o
q u e sigue 35 20 Bor. 3 0 5
L a m is b o real d e este
lad o 35 0 Bor. 5 0 5
E n el lím ite n o rte del
la d o p re c e d e n te d e las
P léyades, V eig ilia 25 30 Bor. ♦ 30 5
D el m ism o lad o , e n el
lím ite au stral 25 50 Bor. 4 40 5
E n el lím ite m uy an g o sto
sig u ien te d e las P léy a­
des 27 0 Bor. 5 20 5
U n a p eq u e ñ a d e las P lé ­
yades se p ara d a d e los
lím ites 26 0 Bor. 3 0 5

3 2 estrellas, sin las q u e están en el ex trem o ^septentrional d el cu ern o , io n d e p rim e ra


m a g n itu d 1, d e te rc e ra 6, d e c u a rta 11, d e q u in ta 13, d e se x ta 1.

CERCA DE TAURO, FUERA DE CONSTELACION ES

E n tre el p ie y b a jo el
h o m b ro 18 20 A ust. 17 30 4
L a q u e p reced e d e tres
al su r ■del c u ern o 43 20 A ust. 2 0 5
L a d e en m ed io d e las tres 47 20 A ust 1 45 5
L a q u e sigue d e las tres 49 20 A ust 2 0 5
L a m ás b o real d e do s
b a jo el ex trem o d el
m ism o cuerno 52 20 A ust. 6 20 5
L a m ás au stral 52 20 A ust. 7 40 5
L a q u e p reced e d e cinco
b a jo e l cu e rn o b o real 50 20 Bor. 2 40 5
L a o tr a q u e sigue 52 20 Bor. 1 0 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a de la s E strelles G rados M i n . G rados M in . M a g n itu d

CURCA DE TA U RO , FUERA DE CO NSTELA CIO N ES

L a te rc e ra q u e sigue 34 20 Bor. 1 20 5
L a m ás b o re a l d e la* re a ­
ta n te s, 55 40 B or. 3 20 5
L a m i» a u s tra l 56 40 B or. 1 15 5

D e 11 estrella* n o co n stelada», t o n 'd e cu arta, m a g n itu d 1, y d e q u in ta 10.

DE C ÉM IN IS O LO S C EM EL O S

E n la cab eza d el gem elo


p re c e d e n te , C is to r 76 40 Bor. 9 30 2
E n la cab ez a d e l gem elo
q u e sigue, b a jo l a r o ja
a m a rille n ta , P óleux 79 50 B or. . 6 15 2
E n el co d o iz q u ierd o del
gem elo q u e p reced e 70 0 Bor. 10 0 4
E n el m ism o b razo 72 0 Bor. 7 20 4
Er. la e sp a ld a d el m ism o
g em elo 75 20 B or. 5 30 4
E n el h o m b ro d e re c h o
d el m ism o 77 20 B or. 4 50 4
E n el h o m b ro izq u ierd o
d e l sig u ien te gem elo 80 0 B or. 2 40 4
E n el la d o d e re c h o del
gem elo p re c e d e n te 75 0 B or. 2 40 5
E n el la d o iz q u ie rd o d el
« ¡guíente gem elo 76 30 B or. 3 0 5
E n la r o d illa izq u ierd a
d e l g em elo p re c e d e n te 66 30 B or. 1 30 3
E n la r o d illa izq u ierd a
d e l q u e sig u e 71 35 A u*t 2 30 3
E n l a in g le iz q u ie rd a del
m ism o 75 0 A m t. 0 30 3
E n la c a v id a d d e la ro ­
d illa d e re c h a d el m ism o 74 40 Au»t. 0 40 5
L a m ás a l o este e n el
d e l g em elo p re c e d e n te 60 0 Au*t. 1 30 4
E n el m ism o p ie , la q u e
sigue 61 30 A u st. 1 15 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strelles G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE G EM INIS O LOS OBVÍELOS

E n e l ex trem o d el pie
d el gem elo p reced en te 63 30 A ust. 3 30 4
L a q u e sigue e n el d o rso
d el p ie 65 20 A ust 7 30 3
E n la p la n ta d e l m ism o
p ie 68 0 A ust. 10 30 4

18 estrella», d e se g u n d a m a g n itu d 2, d e te rc e ra 5 , d e c u a rta 9 , d e q u in ta 2.

CERCA D E o i u t N I S , JU E R A DE CONSTELACIONES

L a q u e p reced e a l ex­
tre m o d e l p ie d e l g e ­
m elo p re c e d e n te 57 30 A ust. 0 40
L a b rilla n te a n te l a r o ­
d illa d el m ism o 59 50 Bor. 5 50 m ayor
L a q u e a n te c e d e e n la
ro d illa izq u ierd a del
sig u ien te 8« n e lo 68 30 A ust. 2 15
L a m i» b o real d e la s trt»
sigu ien tes e n la m an o
d e re c h a del sig u ien te
gem elo 81 40 A ust. 20
L a q u e e stá e n m ed io 79 40 A ust 20
L a m ás a u s tra l d e la»
tre» cerca d el b razo
d erech o 79 20 A ust 30
L a b rilla n te q u e sigue a
la» tre s 84 0 A ust 40

D e 7 estrellas n o co n steladas, son d e c u a r ta m a g n itu d 3 , d e q u in ta 4.

DE CÁNCER o EL CA NO REJO

L a n eb u lo sa e n m ed io d el
p ech o , q u e se llam a
P esebre 93 40 B or. 0 40 n ebulosa
L a m á s b o re a l d e dos
p reced en tes e n el cu a ­
d rilá te ro 91 0 • Bor. 1 15 4 m enor
lo n g itu d L a titu d
F o rm a de las EitreU as G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

D E CANCER O Z L CA NG REJO

L a m i s a u s tra l 91 20 A ust. 1 10 4 menor


L a m i s b o real d e l á i do s
sig u ien tes, q u e lla m a n
A snos 93 40 B or. 2 40 4 mayor
E l A sno a u s tra l 94 40 A usL 0 10 4 mayor
L a q u e la d e la p a ta
a u s tra l 99 50 A ust. 5 30 4
E n el b razo se p te n trio ­
n al 91 40 Bor. 11 50 4
E n el ex trem o d el p ie
b o real 86 0 B or. 1 0 5
E n e l e x tre m o del pie
a u s tra l 90 30 AusL 7 30 4 m ayor

9 estrellas, d e c u a r ta m a g n itu d 7, d e q u i n t a 1, n eb u lo sa 1.

CERCA DE CÁNCER, FUBRA DE CONSTELACIONES

E n c im a del codo d e la
q u e la a u s tra l 103 0 A ust. 2 40 4 m enor
L a que sig u e a l ex trem o
d e la m ism a q u ela 105 0 A ust. 5 40 4 m enor
L a que p re c e d e d e dos
sc b re la n u b ecilla 97 20 B or. 4 ' 50 5
L a que sig u e a ésta 100 20 B or. 7 15 5

D e c u a tro n o co n stelad as, son d e .c u arta m a g n itu d 2, d e q u in ta 2.

DE LEO O E L LEÓN

E n la n ariz 101 40 B or. 10 0 4


E n la a b e r tu ra d e la bo ca 104 30 Bor. 7 30 4
L a m i s b o real d e d o s en
la c a b era 107 40 Bor. 12 0 3
L a m i s a u s tra l 107 30 B or. 9 30 3 m ay o r
L a m i s b o real de tre s en
la cerviz 113 30 Bor. 11 0 3 A pogeo
L a q u e e s t i e n m edio 115 30 Bor. 8 30 2 d e M a rte
L a m i s a u s tra l d e las 109® 5 0 '
tres 114 0 Bor. 4 30 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strella s G rados M i n . G rados M in . M a g n itu d

DE LEO O E L LEÓN

E n el co ra z ó n , l a q u e
lla m a n Basilisco o
R é g u lo 115 50 A ust. 0 10 1
L a m i s a u s tra l d e d o s en
e l p e ch o 116 50 A ust. , 1 50 4
U n p o c o a l o este d e la
d e l co razó n 113 20 Á ust 0 15 5
E n la ro d illa d e re c h a
a n te r io r 110 40 B or. 0 0 5
E n la g a rra d e re c h a 117 30 A ust. 3 40 6
E n la r o d illa izq u ierd a
a n te r io r 12 2 30 A u st. 4 10 4
E n la g a r ra iz q u ie rd a 115 50 A ust. 4 15 4
E n la a x ila izq u ierd a 12 2 30 A ust. 0 10 4
L a q u e p re c e d e d e tres
e n e l v ie n tre 120 20 B o r. 4 0 6
L a m i s b o re a l d e do s
q u e siguen 126 20 B or. 5 20 6
L a m i s a u s tra l 125 40 B or. 2 20 6
L a q u e p re c e d e d e d o s en
e l lo m o 124 40 B or. 12 15 5
L a q u e sigue 127 30 B or. 13 40 2
L a m i s b o re a l d e d o s e n
la g ru p a .127 40 B o r, 11 30 5
L a m i s a u s tra l 129 40 B or. 9 40 3
E n l a c a d e r a p o ste rio r 133 40 B or. 5 50 3
E n l a c a v id a d 135 0 B o r. 1 15 4
E n e l c o d o p o ste rio r 135 0 A ust 0 50 4
E n el p ie p o s te rio r 134 0 A ust. 3 0 5
E n e l e x tre m o d e l a co la 137 50 Bor. 11 50 1

2 7 estrellas, so n d e p r im e ra m a g n itu d 2 , d e s e g u n d a 2 , d e te r c e r a 6, d e c u a r ta
8, d e q u in ta 5 , d e se x ta 4 .

C U IC A DE L E O , FUERA D E CO NSTELA CIO N ES

L a p re c e d e n te d e doa so ­
b r e el d o rso 119 20 B or. 13 20 5
L a q u e sigue 121 30 B or. 15 30 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G ra d o t M in . G rados M in . M a g n itu d

CERCA DK I.F.O, TUKRA DK CON3TKLACIONKS

La m á s b o real d e tres
b a jo e l v ie n tre 129 50 Bor. 1 10 4 m enor
L a d e e n m e d io 130 30 A ust. 0 30 5
L a m á s a u itr a l d e las
tres 132 20 Aust. 2 40 5
L a m i s a le ja d a a l n o rte
e n tro los ex trem o s d e
L e o y el e n ja m b re d e
n eb u lo sas llam ad o C a ­
b e lle ra d e B cren ice 138 10 Bor. 30 0 lu m in o sa
L a q u e p re c e d e d e dos
a u s tra le s 133 30 Bor. 25 0 obscura
L a q u e sig u e, e n fig u ra
d e h o ja d e h ie d ra 141 50 Bor. 25 30 o b sc u ra

D e 8 n o c o n stelad as son: d e c u a r ta m a g n itu d 1, d e q u in ta 4 , lu m in o sa

1>E VIRGO O LA VIROKN

La p re c e d e n te m ás a u s ­
tr a l d e do s e n lo a lto
d e la cab ez a 139 40 B or. 4 15 5
L a q u e sigue, m ás sep­
te n trio n a l 140 20 B o r. 5 40 5
L a m ás b o re a l de; d o s e n
el ro stro 144 0 B or. 8 0 5
U n a m istral 143 30 Bor. 5 30 5
E n el e x tre m o d el b ra z o
iz q u ie rd a y a u s tra l 142 20 Bor. 6 0 3
L a q u e p re c e d e a c u a tro
e n el b razo iz q u ie rd o 151 35 Bor. 1 10 3
O tr a q u e sigue 156 30 B or. 2 50 3
L a te rc e ra 160 30 B or. 2 50 5
La ú ltim a q u e sigue d e
las c u a tro 164 20 Bor. 1 40 4
E n el la d o d e re c h o , b a jo
el c in g u lo 137 40 Bor. 8 30 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a de la s E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE VIROO O LA VIRGEN

L a p re c e d e n te d e tres e n
el a la d e re c h a y b o real 151 30 Bor. 13 50 5
La m á s a u s tra l de las
do» re sta n te s 153 30 Bor. 11 40 6 A pogeo
de
J ú p ite r
154* 20'
D e la s m ism as, la m ás
b o real lla m a d a V en d i­
m iad o r 155 30 Bor. 15 10 3 m ayor
E n la m a n o izq u ierd a,
l a q u e se llam a E sp ig a 170 0 A ust. 2 0 1
B a jo el ceñ id o r e n la
n a lg a d e re c h a 168 10 Bor. 8 40 3
L a m ás b o real d e do s p re­
c e d e n te s d el c u a d rilá ­
te ro d e la c a d e ra iz­
q u ie rd a 169 40 Bor. 2 20 5
L a m is a u s tra l 170 20 Bor. 0 10 6
L a m ás b o real de dos
q u e siguen 173 20 Bor. 1 30 4
U n a a u s tra l 171 20 Bor. 0 20 5
E n la ro d illa izq u ierd a 175 0 Bor. 1 30 5
E n el la d o p o ste rio r d e la
c a d e ra d e re c h a ' 171 20 Bor. 8 30 5
E n la tú n ic a , e n m ed io 180 0 Bor. 7 30 4
L a m ás a u s tra l 180 40 B or. 2 40 4
L a m ás b o real 181 40 Bor. 11 40 4
E n el p ie izq u ierd o y
a u s tra l 183 20 Bor. 0 30 4 A pogeo
de
M e rcu rio
183° 20'
E n el p ie d ere c h o y
boreal 186 o. Bor. 9 50 3

26 estrella*, son de p rim e ra m a g n itu d 1, d e te rc e ra 7, d e c u a r ta 6 , d e q u in ta


10 . d e sexta 3.
L o n g itu d L a titu d
F o n n a de las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

CERCA DE VIRGO, FUERA DE CONSTELACIONES

L a p re c e d e n te d e tre s en
lín e a r e c ta b a jo el bra»
zo izq u ierd o 158 0 A ust. 3 30 5
L a q u e e s tá e n rced io 162 20 A ust. 3 30 5
L a q u e sigue 165 35 A ust. 3 20 5
L f. p re c e d e n te d e tre s en
lin e a r e c ta b a jo la
E sp ig * 170 30 A ust. 7 20 6
L a d e e n m e d io d e ellas,
q u e es d o b le 171 30 A ust. 8 20 5
L a q u e sig u e d e la s tres 173 30 A ust. 7 50 6

S o n 6 n o co n stelad as, d e q u in ta m a g n itu d 4 y d e sexta 2

D E LAS QUELAS

L a b r illa n te d e las d o s
en el e x tre m o d e la
q u e la a u s tra l 191 20 Bor. 0 40 2
M á s o b sc u ra h a c ia e l n o r te 190 20 Bor. 2 30 5
L a b rilla n te d e la s do s
e n el ex trem o , d e la
q u e la n o rte 195 30 B or. 8 30 2
M á s o b sc u ra q u e p re c e d e
a éstas 191 0 B or. 8 30 5
E n m ed io d e l a q u e la
a u s tra l 197 20 B or. I 4
E n la m ism a, l a q u e
p re c e d e 194 40 B o r. 1 15 4
E n m e d io d $ la q u e la
b o real 200 50 B or. 3 45 4
E n !a m ism a, la q u e sig u e 206 20 B or. 4 30 4

8 estrellas, io n d e s e g u n d a m a g n itu d 2 , d e cu a rta - 4 , d e q u in ta 2 .

CERCA DE LAS Q U E LA S, FU E R A D E CONSTELACIONES

L a p re c e d e n te d e las tres
a l n o rte d e 1? q u e la
b o real 199 30 B o r. 9 0 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M in . Grados M in . M a g n itu d

CERCA DE LAS QUELA S, FUERA DE CONSTELACIONES

L a m ás a u s tra l d e las dos


q u e siguen 207 0 Bor. 6 40 4
D e ellas, la boreal 207 40 Bor. 9 15 4
L a sig u ien te d e las tres
e n tre las q u elas 205 50 Bor. 5 30 6
L a m i s b o real d e la s d o s
re sta n te s p reced en tes 203 40 B or. 2 0 4
L a a u s tra l 204 30 Bor. 1 30 5
L a p re c e d e n te d e las L e í,
b a jo la q u e la A ustral 196 20 A ust. 7 30 3
L as d o s re sta n te s que
siguen 204 30 A ust. 8 10 4
l a a u s tra l 205 20 A ust. 9 40 4

D e 9 n o co n stelad as son d e te rc e ra m a g n itu d 1, d e c u a r ta 5 , d e q u in ta 2 , d e sexta I.

DEL ESCORPIÓN

E n la fre n te , la m is b o -
re a l d e tres q u e b rilla n 209 40 B or. I 20 3
L a d e e n m ed io 209 0 A ust. 1 40 3
L a m ás a u s tra l d e las tres 209 0 A ust. 5 0 3
L a m ás a u s tra l y e n el
p ie 209 20 A ust. 7 50 3
L a m is» b o re a l d e dos
a d e c e n te s b rillan tes 210 20 Bor. 1 40 4
L a au stral 210 40 Bor. 0 30 4
L a p re c e d e n te d e tres b r i­
llan tes e n e l ry e rp o 214 0 A ust. 3 45 3
l a r u tila n te e n m edio
lla m a d a A n tarcs 216 0 A ust 4 0 2
L a q u e sigue d e la s tres 217 50 A ust. 5 30 3
L a q u e p re c e d e d e las d o s
en el ú ltim o a c e tib u lo 2 12 40 A ust. 6 10 5
L a siguiente 213 50 AusL 6 40 5
E n la p rim e ra v érteb ra
del cu erp o 221 50 A ust. 11 0 3
E n la se g u n d a v érteb ra 222 10 A ust 15 0 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

D EL ESCORPIÓN

L a m á s b o real d e la do*
b le e n la te rc e ra 223 20 A ust. 18 40 A pogeo
de
S a tu rn o
22 6 ° 3 0 '
L a m i t a u s tra l d e la
d o b le 223 30 A ust. 18 0 3
E n la c u a r ta v e rte b ra 226 30 A ust 19 30 9
E n la q u in ta 231 30 AusL 18 50 3
E n la se x ta v é rte b ra 233 50 A ust. 16 40 3
E n la s é p tim a q u e está
p ró x im a a l a g u ijó n 232 20 A ust. 15 10 3
L a q u e sig u e d e do s en
el a g u ijó n 23 0 50 A ust. 13 20 3
L a a n te c e d e n te 230 20 A ust. 13 30 4

21 estrellas, so n d e se g u n d a m a g n itu d 1, d e te r c e r a 13, d e c u a r ta 5 , d e q u in ta 2.

CURCA DEL ESC O R P IÓ N , FUERA DE CO NSTELA CION ES

L a n eb u lo sa q u e sig u e al
a g u ijó n 23 4 30 A ust. 13 15 n ebulosa
L a p re c e d e n te d e d o s a l
n o rte d el a g u ijó n 228 50 A u st. 6 10 5
L a q u e sigue 232 50 A ust. 4 10 5

D e tres n o co n stelad as, to n d e q u in ta m a g n itu d 2 , n eb u lo sa 1.

DE ¡SAGITARIO

E n la p u n t a de la sa eta 237 50 A ust. 6 30 3


E n el p u ñ o d e la m a n o
izq u ierd a 241 0 A ust. 6 30 3
E n la p a r t e a u s tra l del
a rc o 241 20 A ust. 10 50 3
L a m i s a u s tra l d e dos en
el n o rte 242 20 A ust. 1 30 3
L a m ás Iw rcal e n la
ex tre m id a d d e l a rc o 240 0 Bor. 2 50 4
E n el h o m b ro izq u ierd o 248 40 A ust. 3 10 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las Estrellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

X>* SA GITARIO

L a q u e an teced e a esa
e n el d a rd o 246 20 A ust 3 50 >
*/
E n el o jo, u n a nebulosa
doble 248 30 B or. 0 45 nebulosa
L a q u e a n te c e d e d e tres
e n la cabeza 249 0 Bor. 2 10 4
L a d e e n m ed io 251 0 Bor. 1 30 4 m ayor
L a q u e sigue 252 30 Bor. 2 0 4
L a ruí» a u s tra l d e la»
tre» en la p a rte n o n e
d e l m a n to 254 40 Bor. 2 50 4
L a d e e n m ed io 255 40 ' Bor. 4 30 ♦
L a m ás b o real de la» tres 256 10 Bor. 6 30 4
L a o b scu ra q u e sigue a
las trea 259 0 Bor. 5 30 6
L a m ¿» b o re a l d e d o s en
la p a r te s u r d el m a n to 262 50 Bor. 5 50 5
L a m ás a u s tra l 261 0 Bor. 2 0 6
E n e l h o m b ro d e re c h o 255 40 Au»t. 1 50 3
E n el co d o derecho. 258 10 A ust. 2 50 5
E n l a esp ald a 253 20 A ust. 2 30 5
E n la articu lació n del
h o m b ro 251 0 A ust 4 30 4 m ay o r
B a jo la a x ila 249 40 A ust. 6 45 3
E n e l ja rre te izquierdo
d e la n te ro 251 0 A ust. 23 0 2
E n la ro d illa d e la m is­
m a p ie rn a 250 20 A ust. 18 0 2
E n el ja rre te d ere c h o d e ­
la n te ro 240 0 A ust. 13 0 3
E n el o m o p lato izq u ierd o 260 40 A ust. 13 30 3
E n la ro d illa d erech a
a n te rio r 260 0 A ust. 20 10 3
L a q u e p reced e en e l lad o
n o rte del c u a d rilá te ro
a l com ienzo 261 0 A ust 4 50 5
L a q u e sigue en el
m ism o la d o 261 10 A ust 4 50 5
L a q u e p reced e e n el
la d o au stral 261 50 A ust 5 50 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e la s E s tu lla s G ra d o s M in . G rados M in . M a g n itu d

DE SAGITARIO

L a q u e lig u e cu el m ú -
m o la d o 263 0 A u st. 6 30 5

31 estrellas, sor de segunda m agnitud 2, de tercera 9, de cuarta 9, de quinta 8,


de sexta 2, nebulosa 1.

DE CAPRICORNIO

L a más b o re a l d e las tres


e n e l c u e rn o q u e p re-
c ed e 270 40 Bor. 7 30 3
L a d e e n m e d io 271 0 B or. 6 40 6
L a m á s a u s tra l d e la s tres 27 0 40 B or. 5 0 3
E n e l e x tre m o d e l si-
g u ie n te c u e rn o 27 2 20 B or. 8 0 6
L a m á s a u s tra l d e tre s en
la a b e r tu r a d e la b o ca 27 2 20 Bor. 0 45 6
L a q u e p re c e d e d e la s d o s
re sta n te s 272 0 Bor. 1 45 6
L a q u e sig u e 272 10 Bor. 1 30 6
B a jo el o jo d e re c h o 270 30 B or. 0 40 5
L a m á s b o re a l d e d o s e n
l a cerviz 275 0 Bor. 4 50 6
L a m á s a u s tra l 275 10 A ust. 0 50 5
E n la ro d illa d e r e c h a 274 10 A ust. 6 30 4
E n la r o d illa iz q u ie rd a
d o b la d a 275 0 A ust. 8 40 4
E n e l h o m b ro izq u ierd o 280 0 A ust. 7 40 4
L a p re c e d e n te d e dos
c o n tig u a s b a jo e l v ien -
ir é 283 30 A ust. 6 50 4
L a q u e sigue 283 40 A ust. 6 0 5
L a q u e sig u e d e tre s e n
m e d io d e l c u e rp o 282 0 A ust. 4 15 5
L a m á s a u s tra l d e ü s d o s
re s ta n te s precede- ites 28 0 0 A ust. 4 0 5
L a m á s se p te n trio n a l d e
ellas 280 0 2 50 5
L a q u e p re c e d e d e os e n
el d o rso 280 0 A ust. 0 0 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a de ta i E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE CAPRICORNIO

L a q u e sig u e 284 20 A ust. 0 50 4


L a q u e p reced e d e d o s
en la p a rte su r d e l es-
p iru z o 286 40 A ust 4 45 4
L a sig u ien te 288 20 A ust 4 30 4
L a q u e p reced e d e d o s e n
e l n acim ien to d e la
co la 288 40 A ust 2 10 3
L a q u e sigue 289 40 A ust 2 0 3
I-* q u e p reced e d e c u a ­
tr o e n lam p arte b o real
d e la cola 290 10 A ust. 2 20 4
La m ás a u s tra l d e las
tres restan tes 292 0 A ust 5 0 5
L a d e e n m edio 291 0 A ust 2 50 5
L a m á s b o real e n el e x ­
tre m o de la cola 292 0 Bor. 4 20 5

28 estrellas, son d e te rc e ra m a g n itu d 4 , d e c u a r ta 9 , d e q u in ta 9 , <

DE ACUARIO

En l a cabeza ■¿93 40 B or. 15 45 5


En el h o m b ro d erecho,
La m ás clara 299 40 Bor. 11 0 3
La m ás obscura 298 30 Bor. 9 40 5
En el h o m b ro izquierdo 290 0 Bor. 8 50 3
B ajo la ax ila 290 40 Bor. 6 15 5
L a q u e sig u e d e tres b a jo
l a m a n o d e re c h a e n la
v estid u ra 280 0 Bor. 3 30 3
L a d e e n m edio 279 30 Bor. 8 0 4
L a p rc c e d e n ta d e las tres 278 0 Bor. 8 30 3
E n e l codo derech o 302 50 Bor. 8 45 3
L a m ás b o real e n la
m an o d erech a 303 0 Bor. 10 45 3
L a q u e p reced e d e las
do s restan tes au strales 305 20 Bor. 9 0 3
L a q u e s ig u e 306 40 Bor. 8 30 3
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ta i E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE A C U A R IO

L a q u e p reced e de d o s c e r­
c a n a s e n la cad era
d e re c h a 299 30 Bor. 3 0 4
L a q u e sigue 300 20 B or. 2 10 5
E n la n a lg a d erech a 302 0 A ust. 0 50 4
L a m i s a u s tra l d e dos
e n la n a lg a iz q u ie rd a 295 0 A ust. 1 40 4
L a m á s se p ten trio n al 295 30 B or. 4 0 6
L a aaás a u s tra l e n la tib ia
d e re c h a 305 0 A ust. 7 30 3
L a m&s boreal 304 40 A ust. 5 0 4
E n la c a d e ra iz q u ie rd a 301 0 A ust. 5 40 5
L a m á s a u s tra l d e d o s e n
la tib ia izq u ierd a 300 40 A ust. 10 0 5
L a se p ten trio n al b a jo la
ro d illa 302 10 A ust. 9 0 5
L a p rim e ra e n la c a íd a
d e l a g u a desde la m an o 303 20 Bor. 2 0 4
L a sig u ien te, m ás a u s­
tra l 308 10 B or. 0 10 4
L a q u e sig u e, en la p r i­
m e ra o n d a d el a g u a 311 0 A ust. 1 10 4
L a q u e sigue a é sta 313 20 A ust. 0 30 4
E n la o tr a o n d a a u s tra l 313 50 A ust. I 40 4
L a m á s b o real d e dos
q u e siguen 312 30 A ust. 3 30 4
U n a a u s tra l 3 J2 50 A ust. 4 10 4
E n el a u s tro , se p a ra d a 314 10 A ust. 8 15 5
D esp u és d e éstas, la q u e
p re c e d e d e do s j u n t a ' 316 0 A ust. 11 0 5
L a q u e sigue 316 30 A ust. 10 50 5
L a m ás b o real d e tre s en
WWW

l a te rc e ra o n d a d e a g u a 315 0 A ust 14 0
L a d e e n m ed io 316 0 A ust. 14 45
L a q u e sig u e d e la s tres 316 30 A ust. 15 40
L a m á s b o real d e tres
q u e siguen, e n u n a fi­
g u r a sim ilar 310 20 A ust 14 10
l a d e e n m edio 310 50 A ust. 15 0
L a m á s a u s tra l d e las tres 311 40 A ust '5 45
L o n g itu d L a titu d
F orm a d e las Estrellas Grados M in . G rados M in. M a g n itu d

DE ACUARIO

E n la ú ltim a o n d a , la
q u e p reced e de tres 305 10 Aust. 14 50 4
L a m i s a u s tra l d e dos
q u e siguen 306 0 A ust. 15 20 4
L a m is horca! 306 30 A ust 14 0 4
L a ú ltim a d el a g u a en
la b o ca del pe*
au stral 300 20 A ust. 23 0 1

42 estrellas, d e las cuales son d e p rim e ra m a g n itu d 1, d e te rc e ra 9 , d e c u a rta 18, de


q u in ta 13 y d e se x ta 1.

CERCA D i ACUARIO, FUE*A DE CONSTELACIONES

L a q u e precede d e tres
siguientes a la o n d a
del ag u a 320 0 Aust. 15 30 4
L a m ás b o real d e las dos
restante* 323 0 A ust. 14 20 4
L a m ás a u s tra l d e ellas 322 20 A ust. 18 15 4

T re s estrellas d e c u a rta m a g n itu d , m ayores.

DE Fl-SCIS O LOS pec.e s

E n la bo ca d el p er q u e
an teced e 315 0 Bor. 9 15 4
L a m ás a u s tra l de la s do*
e n el occipucio 317 30 Bor. 7 30 4 m ayor
L a boreal 321 30 Bor. 9 30 4
D e do s e n e l dorso, la
q u e an teced e 319 20 Bor. 9 20 4
L a q u e sigue 324 0 Bor. 7 30 4
E n el v ie n tre la q u e
p reced e 319 20 Bor. 4 30 4
L a siguiente 323 0 B or. 2 30 4
E n la cola d el m ism o p ez 329 20 Bor. 6 20 4
E n su sedal la p rim e ra
desde la cola 334 20 B or. 5 45 6
L a q u e sigue 336 20 Bor. o 45 6
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M i n . G rados M in . M a g n itu d

DE P ISC IS O LO S P IC E S

D e sp u é s d e éstas, d e
tre s b rilla n te s, la q u e
p reced e 340 30 B or. 2 15 4
L a d e en m ed io 343 50 B or. 1 10 4
L a sig u ien te 346 20 A ust. 1 20 4
L a m ás b o re a l d e d o s p e ­
q u e ñ a s e n la c u rv a 345 40 A ust 2 0 6
L a a u s tra l 346 20 A ust. 5 0 6
L a q u e p re c e d e d e tres
d esp u é s d e la c u rv a 350 20 A ust. 2 20 4
L a d e e n m ed io 352 0 A ust. 4 40 4
L a sig u ien te 354 0 A u$t 7 45 4
E n la u n ió n d e am bos
sed ales 356 0 A ust 8 30 3
E n el sed al b o re a l, la
q u e p re c e d e a la u n 'ó n 354 0 A ust 4 20 4
L a m ás a u s tra l d e tres
q u e sig u en 353 30 Bor. 1 30 5
L a d e e n m ed io 353 ‘ 40 B or. 5 20 3
L a m á s b o re a l d e las tres
y ú ltim a e n el sed al 353 50 Bor. 9 0 4

D E L P E Z Q U E SIGUE

L a m a s b o re a l d e do s en
la b o c a 355 20 Bor. 21 45. 5
L a a u s tra l 355 0 Bor. 21 30 5
L a q u e sig u e d e tres p e ­
q u e ñ a s e n la cab ez a , 352 0 B or. 20 0 6
L a d e e n m e d io 351 0 Bor. 19 50 6
L a q u e p re c e d e a las
tre s 350 20 Bor. 23 0 6
L a q u e p re c e d e d e tres e n
la a le ta a u s tra l, c e rc a
d el co d o iz q u ie rd o d e
A n d ró m e d a 349 0 Bor. 14 20 4
L a d e en. m e d io 349 40 Bor. 13 0 4
L a .q u e sig u e d e las tres 351 0 Bor. 12 0 4
L a m ás b o re a l d e d o s e n
la trip a 355 30 B or. 17 0
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e la s E stre lla s G rados M in . G rados M in . M q g n itu d

D EL n Z Q U E MOUF.

L a q u e e s tá m á* a l s u r 352 40 B or. 15 20 4
E n la a le ta o rie n ta l cerca
d e la co la 353 20 B or. II 45 4

3 4 estrellas, so n d e te r c e r a m a g n itu d 2, d e c u a r ta 2 2 , d e q u in ta 3 y d e se x ta 7.

CFJtCA DE P IS C IS , FUERA DE CO NSTELA CION ES

L a q u e p re c e d e e n e l la d o
n o rte d e l c u a d rilá te ro
b a jo el p ea del o este 324 30 A ust. 2 40 4
L a q u e sigu e 325 35 A ust. 2 30 4
L a q u e a n te c e d e d e l
la d o a u s tra l 324 0 A ust 5 50 4
L a q u e sig u e 325 40 A ust 5 30 4

4 n o c o n ste la d a s, to d a s d e c u a r ta m a g n itu d .

P o r ta n to , to d a s la s e strellas q u e e s tá n e n el zo d íaco son 348. A s a b e r: d e p rim e ra


m a g n itu d 5 , d e se g u n d a 9 , d e te rc e ra 65, d e c u a r ta 132, d e q u in ta 105, d e sexta
27 , n eb u lo sas 3 y o b scu ras 2. Y ad e m á s las in n u m e ra b le s d e l a y a c ita d a C a b e lle ra
d e B eren ice, d e n o m in a d a a s í p o r C o n ó n , el m a tem ático .
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e l a t E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE CE T U S O LA BALLENA

E n ¡a e x tre m id a d d e la
n ariz 11 0 7 45 4
E n la m a n d íb u la , la si­
g u ie n te d e tres 11 0 11 20 3
L a m e d ia e n m ita d d e la
b o ca 6 0 11 30 3
L a q u e p rc c c d c d e (reí
en la m ejilla 3 50 14 0 3
E n el o jo 4 0 00 8 10 4
E n la c a b e lle ra , b o real 5 30 6 20 4
L a q u e p re c e d e e n la tí
m elen a 1 0 4 10 4
I.a m ás b o re a l d el lad o tí
p re c e d e n te e n e l c u a ­
d r ilá te ro d el p ech o 353 20 < 24 30 4
I-a a u s tra l 356 40 28 0 4
L a m i s b o re a l d e la s d o s
q u e siguen 0 0 25 10 4
L a a u s tra l 0 20 27 30 3
D e tre s e n el cu erp o , la r*
d e en m e d io 345 20 25 20 3
C/3
L a a u s tra l 346 20 30 30 4
L a m ás b o re a l d e tres 348 '20 20 0 3
L a q u e sig u e d e d o s en D
la c a u d a 343 0 15 20 3
L a p re c e d e n te 338 20 < 15 40 3
L a m ás b o re a l d el lad o
siguiente del cuadrilá-
tc io , e n la c a u d a 335 0 11 40 5
L a a u s tra l 334 0 13 40 5
L a b o real d e las d o s p r e ­
c e d e n te s te sta n te s 332 40 13 0 5
L a a u s tra l 332 20 14 0 5
E n la e x tre m id a d sep ­
te n trio n a l d e la c a u d a 327 40 9 30 3
E n la e x tre m id a d au s­
tra l d e la c a u d a 329 0 20 20 3

22 E stre lla s, d e la s q u e so n 10 d e te rc e ra m a g n itu d , 8 d e c u a r ta y 4 d e q u in ta .


L o n g itu d L a titu d
F o rm a d t las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DS ORTÓN

N e b u lo sa e n la cabeza 50 20 16 30 nebulosa
E n e l h o m b ro d erech o ,
la b rilla n te ro jiza 55 20 17 0 1
E n el h o m b ro izq u ierd o 43 40 17 30 2 m ay o r
L a q u e sigue d e ésta 48 20 18 0 4 m enor
E n e l co d o d erech o 57 40 14 30 4
E n e l a n te b ra z o d erech o 59 40 11 50 6
E n la m a n o d e re c h a , la ce
q u e sig u e d el la d o
a u s tra l d el c a u d rilá te ro 59 50 10 40 4
w
L a q u e p reced e 59 20 9 45 4
L a sig u ien te d el lad o
boreal 60 40 8 15 6
L a q u e p reced e e n el
m ism o la d o 59 0 < 8 15 6
L a q u e p reced e d e do s e n
la m aza 55 0 f4 3 45 5
L a q u e sig u e 57 40 3 15 5
L a q u e sig u e de c u a tro H
a lin e a d a s e n el d o n o 50 50 19 40 4
L a se g u n d a q u e p reced e 49 40 20 0 6
en
L a te rc e ra p reced en te 48 40 20 20 6
E n c u a rto lu g a r p re ­
c e d e n te 47 30 £ 20 30 5
E n e l escu d o , la m ás
b o re a l d e nueve 43 50 < 8 0 4
L a se g u n d a 42 40 8 10 4
L « te rc e ra 41 20 10 15 4
L a c u a r ta 39 40 12 50 4
L a q u in ta 38 30 14 15 4
L a sex ta 37 50 15 50 3
L a sé p tim a 38 10 17 10 3
L a o c ta v a 38 40 20 20 3
L a r e s ta n te d e é s ta i
y m ás au stral 39 40 21 30 3
E n el ta h a lí o c in to , d e
tre s m á s b rillan tes, la
q u e p reced e 48 40 24 10 2
L a d e e n m ed io 50 40 24 50 2
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ¡as E s tu lla s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

D E ORION

L a q u e sig u e d e las tres,


e n lin e a re c ta 52 40 25 30 2
E n e l p u ñ o d e la e s p a d a 47 10 25 50 3
L a m ás b o re a l d e tres e n
la e sp a d a 50 10 28 40 4
L a d e e n m ed io
L a m ás a u s tra l
L a q u e sig u e d e d o s e n
50
50
0
20 £3

29
29
30
50
3
3 menor

el ex trem o d e la esp ad a
L a q u e p re c e d e
51
49 30
0
IB 30
30
30
50
4
4
E n e l p ie iz q u ie rd o , la en
c la r a y c o m ú n con
E lu v io 42 30 3 31 30 1
E n la p ie rn a izq u ierd a 44 20 30 15 4 mayor
E n el ta ló n izq u ierd o 46 40 31 10 4
E n l a r o d illa d e re c h a 53 30 33 30 3

D e 3 8 estrellas, d e p rim e ra m a g n itu d 2 , d e se g u n d a 4 , d e te rc e ra 8, d e c u a r ta 15,


d e q u in ta 3 , d e se x ta 5 y u n a neb u lo sa.

DK FI.UV IO O E L RÍO

D esp u és d e l p ie izq u ierd o


d e O rio n y a l p rin cip io
d e F lu v io 41 40 31 50
E n la flex ió n de la p ie r ­
n a d e O rion', la m ás
b o real 42 10 28 15
L a q u e sigue d e d o s des­
p u és d e é sta 41 20 en 29 50
L a q u e p re c e d e 38 0 W 28 15
L a q u e sigue d e las p ró ­
x im as do* 36 30 25 15
L a q u e p reced e 33 30 H 25 20
L a q u e sig u e d e tres d es­ en
D
p u és d e ellas 29 40 26 0
^<4
L a d e e n m ed io 29 0 27 0
L a q u e a n te c e d e d e las
tr tj 26 10 27 50 4
D esp u és d e u n espacio,
l a q u e sig u e d e cua’tro 20 20 32 50 3
L o n g itu d L a ti tu d
F o rm a d e las E strellas G rados M i n . G rados M in . M a g n itu d

D E FLU V IO O E L RÍO

L a q u e p re c e d e a ésta 18 0 31 0
L a te rc e ra q u e p re c e d e 17 30 28 50
L a q u e a n te c e d e d e to d as
la s c u a tro 15 30 28 0
O t r a v e z , d e l m ism o
m o d o , la q u e sig u e d e
la s c u a tro 10 30 25 30
L a q p e a n te c e d e a ésta 8 10 23 50
T a m b ié n la q u e p re c e d e
& é sta 5 30 23 10
L a q u e a n te c e d e d e estas t /2
c u a tro 3 50 23 15
L a q u e e s tá e n la v u e lta W
d e F lu v io , y to c a el
p e c h o d e la B allena 338 30 32 10
>—<
L a q u e sig u e a ésta 339 10 34 50
D e tre s sig u ien tes, la
q u e p re c e d e 2 10 < 38 30
L a d e e n m ed io 7 10 38 10
L a q u e sig u e d e las tres 10 30 PS 39 0
L a m ás b o re a l d el la d o
p re c e d e n te d el cua­
d rilá te ro 14 40 41 30
L a a u s tra l 14 30 42 30
</>
L a q u e a n te c e d e e n el
l a d o q u e sigue 15 30 ► * 43 20
l a q u e sig u e d e las
m ism as c u a tro 18 0 43 20
I-a m á s b o real d e dos <
c o n tig u a s h a c ia o rie n te 27 30 50 20
L a m ás a l su r 28 20 51 45
L a q u e sig u e d e d o s e n
l a c u rv a 21 30 53 50
I-a q u e p reced e 19 10 53 10
L a q u e sig u e d e tre s en
la d ista n c ia q u e resta 11 10 53 0
L a d e e n m ed io 8 10 53 30
L a q u e p re c e d e d e las tres 5 10 52 0
L a b r illa n te en. el e x tre ­
m o d el R io 333 30 53 30

D e 34 estrellas, d e p rim e ra m a g n itu d 1, d e te rc e ra J , d e c u a r ta 27

162
L o n g itu d L a titu d
F crm a d e la: E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

» r . L r.F U S O LA I.IERRK

L a m ás b o real del lad o


p re c e d e n te d el c u a d ri­
lá te ro e n la s oreja* 43 0 35 0 5
L a a u s tra l 43 10 36 30 5
L a m is b o real del lad o
q u e sig u e 44 40 35 30 5
L a a u s tra l 44 40 36 40 5
E n e l m e n tó n 42 30 j 39 40 4 m ayor
E n el ex trem o del pie
izq u ierd o d e la n te ro 39 30 OÍ 45 15 4 m ayor
E n m ed io d e l cu erp o 48 50 H 41 30 3
B a jo el v ie n tre 48 10 p 44 20 3
L a m ás b o real d e do s e n <3^
los p ies posteriores 54 20 44 0 4
L a m ás a l su r 52 20 45 50 4
E n e l lom o 53 20 38 20 4
E n el ex trem o d e la co la 56 0 38 10 4

D e 12 estrellas, 2 d e te rc e ra m a g n itu d , 6 de c u a r ta y 4 d e q u in ta.

DEL CAN

E n la b o ca, brillan tísi-


m a , llam ad » C a n 71 0 39 10 1
E n las o rejas 73 0 35 0 4
E n la cabeza 74 40 36 30 5
L a m ás b o real d e do s en
el cuello 76 40 37 45 4
L a au stral 78 40 cn 40 0 4
E n el p echo 73 50 30 5
S 4 2
L a m ás b o real d e d o s e n
la ro d illa d erech a 69 30 41 15 5
L a a u s tra l 69 20 — 42 30 5
C/2
E n el ex trem o d e l p ie
d elan tero 64 20 < 41 20 3
L a q u e p re c e d e d e d o s
e n la ro d illa izq u ierd a 68 0 46 30 5
L a q u e sigue 69 30 45 50 5
L a q u e sig u e d e do s en
el h o m b ro izq u ierd o 78 0 46 0 4
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d t la s E strella s G ra d o s M i n . G ra d o s M in . M a g n itu d

D EL CAN

L a q u e a n te c e d e 75 0 47 0 5
E n l a c a d e ra izq u ierd a 80 0 C/3 48 45 3
B a jo el v ie n tre , e n tre
lo s m u slo s 77 0
3
i-j
51 30 3
E n la c a v id a d d e l p ie &
d ere c h o 76 20 55 10 4
E n el e x tre m o d el m is­
D
m o p ie 77 0 < 55 40 3
E n el e x tre m o d e la co la 85 30 50 30 3

D e 18 estrella», d e p r im e ra m a g n itu d 1 , d e te r c e r a 5 , d e c u a r ta 5 y d e q u in ta 7.

CERCA D EL C A N , FU E R A D E C O N STELA CIO N ES

H a c ia el se p te n trió n c e r­
ca d e la cabeza del
H an 72 50 25 15 4
S

L a m á s a u s tra l e n lín e a
r e c t a b a jo los p ies
E

p o ste rio re s 63 20 60 30 4
L a m i s b o re a l 64 40 58 45 4
L a m á s se p te n trio n a l 66 20 57 0 4
L a r e s ta n te y m ás b o re a l <
d e l a s c u a tro 67 30 56 0 4
L a q u e p re c e d e d e tr e s
h a c ia e l ocaso, c a s i e n
lin e a re c ta 50 20 55 30 4
L a d e e n m e d io 53 40
H 57 40 4
L a q u e sig u e d e la s tre s 55 40 59 30 4
B a jo d e é sta , l a q u e p r e ­
c e d e d e d o s b rilla n te s 52 20 59 40 2
L a q u e a n te c e d e 49 20 P 57 40 2
L a q u e re s ta , la m ás
a u s tra l d e ellas 45 30 < 59 30 4

D e 11 e stre lla s, d o s d e s e g u n d a m a g n itu d y 9 d e c u a r ta .


L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE LA CANÍCULA O PHOCIÓN O LA FKIUUTA

E n el cu ello 78 20 14 0 4
E n el m u slo , la b rilla n te ,
q u e es Ja m ism a C a - JD
n íc u la o P r o d ó n 82 30 < 16 10 1

D e' d o s estrellas, 1 d e p rim e ra m a g n itu d y 1 d e c u a rta .

DR ARCO O LA NAVP.

L a q u e p reced e d e do»
en e l ex trem o d e la
N av e 93 40 42 40 5
L a q u e sigue 97 40 43 20 3
L a m á s b o re a l d e d o s e n
la p o p a 92 10 45 0
L a q u e e stá m ás a l su r 92 10 46 0
C/3
L a q u e p re c e d e d e la s do s 88 40 45 30
E n m ed io d e l escudo,
b rilla n te 89 40 W 47 15
L a q u e p re c e d e d e tre s
b a jo el escu d o 88 40 49 45
L a q u e sigue 92 40 49 50
JLa d e e n m ed io d e las <
tres 91 50 49 15
E n el ex trem o del tim ó n 97 20 49 50
L a m á s b o real d e d o s e n
l a q u illa d e p o p a 87 ?0 53 0
L a a u s tra l 87 20 H 58 30
L a m ás b o real e n e l asien ­
to d e p o p a 93 30 C/D 55 30
L a q u e p re c e d e d e tres
e p e l m ism o asien to 95 30 .5 8 30
L a d e e n m ed io 96 40 57 15
1 .a q u e sigue 99 50 57 45
L a b rilla n te , q u e sigue <
e n el trav esan o 104 30 58 20 2
B a jo é sta , la q u e p reced e
d e do s ob scu ras 101 30 60 0 5
L a q u e sigue J04 20 59 20 5
L a q u e p re c e d e d e dos
b a jo Ja c ita d a b rilla n te 106 30 56 40 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

DE ARCO O LA NAVE

L a q u e sig u e 10 / 40 57 0 5
L a m ás b o re a l d e la s tres
en lo s p e q u e ñ o s escudos
y a l p ie d e l m ástil 119 0 51 30 m ayor
L a d e e n m e d io 119 30 55 30 m ayor
L a a u s tra l d e las tres 117 20 57 10
L a m á s b o re a l d e la s d o s
ju n t a s b a jo éstas 122 30 60 0
L a m á s a u s tra l 122 20 61 15
l a m á s a u s tra l d e d o s e n
00
m e d io d e l m ástil 113 30 51 30
L a b o real 112 40 49 0
w
L a q u e p r e c e d e d e d o s en
lo a l t o d e la vela 111 20 . 1 43 20
L a q u e sig u e 112 20 43 30
B a jo la te r c e r a q u e sigue
a l escu d o 98 30 54 30 *> menor
E n la se cció n d e l p u e n te 100 SO 51 15 2
E n tre lo s re m o s e n la (á
q u illa 93 0 63 0 4
L a o b sc u ra q u e sig u e d e K
é sta 10 2 20 64 30 6
L a b r illa n te q u e sig u e d e cn
é s ta e n la c u b ie rta 113 20 63 50 2
L a b r illa n te a l s u r m ás D
d e n tr o d e la q u illa 121 50 69 40 2
L a q u e p re c e d e d e tres <
q u e sig u e n a ésta 128 30 65 40 3
L a d e e n m e d io 134 40 65 50 3
la q u e sig u e 139 20 65 50 o
L a p re c e d e n te d e d o s q u e
sig u e n a la sección 144 20 62 50 3
L a q u e sig u e 151 20 62 15 3
L a p re c e d e n te e n el re m o
n o ro e ste 37 20 63 50 4 m ayor
L a q u e sig u e 73 30 65 40 3 m ayor
L a q u e p r e c e d e e n el
re m o t e s ta n te , C a n o p n 70 30 73 0 1
L o n g itu d L a titu d
F o rm e d e las E strellas G rados M in . Grados M in . M a g n itu d

r>E ARCO O LA NAVE

L a q u e f a lta q u e sigue
a ésta 82 20 71 50 3 m ayor

D e 45 estrellas, de p rim e ra m a g n itu d I , d e seg u n d a 6 , d e te rc e ra 8, d e e d a r ta 22,


de q u in ta 7, d e sexta I.

DE LA. HIDRA

L a m i s a u s tra l d e las d o s
m ás a l oeste d e cinco
e n la cabeza, en la
n ariz 97 20 15 0 4
L a m á s b o real d e dos en
el ojo 98 40 13 40 4
L a m ás b o real d e do*
q u e sig u en en el occi­
pucio 99 •o cñ 11 30 4
L a a u s tra l d e ellas y en
la g a rg a n ta 98 50 14 45 4
L a q u e sigue a todas
éstas en l a m e jilla 100 50 12 15 4
L a q u e p reced e d e do*
e n el com ienzo d el cue­
llo 103 40 < 11 50 5
L a q u e sigue 106 40 13 30 4
L a m ed ia d e tres e n la
PÉi
flexión d el cuello III 40 15 20 4
L a q u e sigue a ésta 114 ‘ 0 r . 14 50 4
L a m á s au stral 111 40. r* 17 10 4
L a obscura y b o real d e
d o s co n tig u as h a c ia el en
sur 112 30 19 45 6
L a q u e sigue, b rilla n te y
au stral 113 20 20 30 2
L a q u e p re c e d e d e tres
d espués d e Ja flexión
del cuello 119 20 26 30 i
L a q u e sigue 124 30 23 15 4
La. d e e n m ed io de ellas 122 0 26 0 4
L a q u e -p reced e d e tres
e n iin e a recta. 131 20 24 30 3
L o n g itu d L a titu d
G rados M in . G rados M in .

D E LA HIDRA

L a d e e n m ed io 133 20 23 0
L a q u e sig u e 136 20 22 10
L a m ás b o re a l d e d o s
co
b a jo la b ase d e C r á te r 144 50 25 45
W
L a a u s tra l 145 40 tí 30 10
L a p re c e d e n te d e tres e n <
e l triá n g u lo d esp u és d e
é sta s 155 30
£ 31 20
fe
D e las m ism as, la a u s tra l 157 50 p 34 10
L a q u e sig u e d e las m is­ <
m as tres 159 30 31 40
D e s p u é s d el C u e rv o , la
próxim a, d e la co la 173 20 13 30
E n el e x tre m o d e la co la 186 50 17 30

D e 25 estrellas, d e se g u n d a m a g n itu d 1, d e te rc e ra 3 , d e c u a r ta 19, d e q u in ta 1


y d e sexta 1 .

C E R C A D E H ID R A , F U E R A D E C O N S T E L A C IO N E S

A l s u r d e la cabeza 96 0 23 15 3
L a q u e sig u e d e l a s d el
cu ello 124 20 26 0 3

N o c o n ste la d a s, 2 <de t e r c a a. m a g n itu d

D E CRÁTER o LA C O FA

E n la b a se d e C rá te r,
q u e es c o m ú n c o n
liid ra 139 40 23 0 4
I-a m á s a u s tra l d e d o s e n
m e d io d e C r á te r 146 0 !9 30 4
1
D e ellas, la b o real 143 30 < 18 0 4
E n el o rific io circ u la r
a u s tra l 150 20 18 30 4 m ayor
f e
E n e l c irc u lo b o re a l 142 40 p 13 40 4
E n l a p a r te s u r d e l p ie 152 30 < 16 50 4 m enor
E n la p a r t e n o r te d e l p ie 145 0 11 50 4

S ie te estrellas, to d a s d e c u a rta m a g n itu d .


L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e ¡as E strellas Grados M in . G rados M in . M a g n itu d

DEL CUERVO

E n el ro stro , co m ú n con
H id r a 158 40 21 30 3
E n la cerviz 157 40 co 19 40 3
E n el pecho 160 0 tí 18 10 5
E n el a la d erech a y t í

p reced en te 160 50 14 50 3
¡ 3
L a q u e precede d e dos p
e n el a la siguiente 160 0 O) 12 30 3
L a q u e sigue 161 20 11 45 4
E n el extrem o del pie, <
com ún con H id ra 163 50 18 10 3

D e 7 estrellas, 5 d e te rc e ra m a g n itu d , 1 d e c u a r ta y 1 d e quinta.

D EL CENTAURO

I-a m ás a u s tra l d e c u a tro


e n la cabeza 183 50 21 20 5
L a q u e está m ás a l n o rte 183 20 13 50 5
L a que p reced e d e las dos C/3
e n m edio 182 30 20 30 5
L a q u e sig u e y ú ltim a de
las cu atro 183 20 tí 20 0 5
E n el h o m b ro irq u ierd o
y p reced en te 179 30 tí 25 30 3
E u el h o m b ro derech o 189 0 22 30 3
E n la a rtic u la c ió n del <
h o m b ro izquierdo 182 30 17 30 4
L a m ás b o real d e do s en
&
el la d o p reced en te del
c u a d rilá te ro e n e l es­ r
cu d o 191 30 H 22 30 4
L a au stral 192 30 23 45 4.
D e las d o s restan tes, la v:
q u e está en lo a lto del
escudo 193 20 p !8 J5 4
L a m ás a l s u r 196 ;’0 20 50 /
L a q u e p reced e d e tres
e n el la d o d erech o i 86 40 28 20
L a d e en m edio 187 20 29 20
L a q u e sigue 188 30 28 0
L o n g itu d la titu d
F o rm a d e ¡as E stre lla s G rados M in . G ra d o s M in . M a g n itu d

D E L CEN TA U RO

E n el b ra z o d e re c h o 189 40 26 30 4
E n d c o d o d e re c h o 196 10 25 15 3
E n el e x tre m o d e la
m a n o d e re c h a 200 50 24 0 4
L a b r illa n te e n e l n a c í-.
m ie n to d e l c u e r p o h u -
m ano 191 20 33 30 3
L a q u e sig u e d e d o s ob s­
c u ra s 191 0 31 0 5
L a q u e p re c e d e 189 50 30 20 5
C/3
E n e l co m ien zo d e l d o rso 185 30 33 50 5
L a q u e a n te c e d e a é sta
e n d d o n o d e l c a b a llo 182 20 37 30 5
L a q u e sig u e d e tr e s e n
el lo m o 179 10 40 0 3
L a d e e n m e d io 178 20 40 20 4
L a q u e a n te c e d e d e tres 176 0 < 41 0 5
L a q u e p re c e d e d e dos
c o n tig u a s e n la c a d e ra
ti 10 2
d e re c h a 176 0 46
L a q u e sig u e 176 40 46 45 4
E n el p e c h o , b a jo d ”
so b a co d e l c a b a llo 191 40 40 45 4
L a p re c e d e n te d e d o s b a jo C/3
e l v ie n tre 179 50 43 0 2
L a q u e sig u e 181 0 43 45 3
E n e l h u e c o d e l p ie d e ­
re c h o p o ste rio r 183 20 51 10 2
E n l a p a n to r rilla d el
m iim o 188 40 51 40 2
E n •) h u e c o d e l p ie
iz q u ie rd o 188 40 55 10 4
B a jo ol nui<r-.tIo d el
m isino 184 30 55 40 4
E n lo í\»to d ei ¡,¡e d e re -
ci c. a n te r io r 181 40 41 10 1
E i. 1a r o :; U iz q u ie rd a 197 30 45 20 2
J í^ c ia tu -r» b a jo el
r .v u lo tira •cho 188 0 49 10 3

£-'* J 7 i * ‘us, so n d e p r i m e n m a g n itu d 1, d e s e g u n d a 5 , d e te r c e r a 7, d e c u a r ta


15 y d e q u in ta *9»
L o n g itu d L a titu d
G rados M in . G rados M in .

P E L A B E S T IA R E T E N ID A P O R E L C E N T A U R O

E n lo a lto d el p ie p o s ­
te rio r, h a d a la m an o
del C e n ta u ro 20 1 20 24 50 3
E n el h u eco d el m ism o
p ie 199 10 20 10 3
L a q u e p reced e d e do*
e n el h o m b ro 204 20 en 21 15 4
L a q u e sigue 207 30 21 0 4
E n m ed io d e l cu erp o 206 20 W 25 10 4
E n e l v ie n tre 203 30 27 0 5
E n la c a d e ra 204 10 29 0 5
L a m á* b o real d e do s al
com ienzo d e l a c a d e ra 208 0 28 30 5
0 < 30 0 5
L a au stral 207
E n la c im a d el lom o 208 40 33 10 5
I a m ás a u s tra l d e tres
en el ex trem o d e la
co la 193 20 H 31 20 5
L a d e e n m edio 195 10 30 0 4
L a sep ten trio n al d e tres 196 20 co 29 20 4
L a m ás a u s tra l d e do s en
e l cuello 2 12 10 17 0 4
L a b o real 212 40 P 15 20 4
I-a q u e p reced e d e d o s
e n la g a rg a n ta 209 0 <¡ 13 30 4
L a q u e sigue 2 10 0 12 50 4
L a m ás a u s tra l d e d o s en
el pie d e la n te ro 240 40 11 30 4
L a m ás a l n o rte 239 50 10 0 4

D e 19 estrella», so n <3e te rc e ra m a g n itu d 2 , de c u a r ta .11 y d e q u in ta 6 .

DK LOS LARES O E L TU RÍBU LO

L a m ás b o real d e do*
e n la base 231 0 22 40 5
L a au stia l 233 40 H 23 43 4
E n m ed io d e! a ra 229 30 1/3 26 30 4
L a m ás b o re a l d e tres en D
<
e l h o rn illo 224 0 30 20 5
L o n g itu d L a titu d
F o rm a d e las E strella s G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

T>Z LO S LARES O E L TU R ÍB U LO

L a a u s tra l d e la s o tra s
do s c o n tig u as 228 30 34 10 4
L a b o re a l 228 20 33 20 4
E n m ed io d e la lla m a 224 10 34 10 4

D e 7 estrella», son d e c u a r ta m a g n itu d 5 y d e q u in ta 2.

DK LA CORONA A USTRAL

L a q u e p re c e d e e n el
b o rd e e x te rio r 242 30 cn 21 30 4
L a q u e sig u e e n la
co ro n a 245 0 21 0 5

L a q u e rig u e d e ésta 246- 30 20 20 5
L a q u e ta m b ié n sigue
a é sta 248 10 ' >-l 20 0 4
D esp u és d e ésta, a n te la
ro d illa d e S ag itario 249 30 18 30 5
L a b r illa n te a l n o rte d e
la ro d illa 250 40 o4 17 10 . 4
L a m á s b o real 250 10 16 0 4
T o d a v ía m á s b o real 249 50 15 ¿0 4
L a q u e sig u e d e d o s e n
l a p a r te n o r te d el b o rd e 248 30 15 50 6
248 0 co 14 50 6
L a q u e p reced e
L a q u e p re c e d e a a lg u n a
d ista n c ia 245 10 14 40 5
L a q u e ta m b ié n a n te c e ­
d e a ésta 243 0 < 15 50 5
L a q u e re s ta , m á s a l su r 242 30 18 30 5

D e 13 estrellas, so n d e c u a r ta m a g n itu d 3 , d e q u in ta 6, d e se x ta 2.

UE P IS C IS O E L P E Z AUSTRAL

Kn I?f lx ica, la m ism a d el


e x tre m o d e l a g u a d e
A cu ario 300 20 23 0 1
H
L a q u e p re c e d e d e tre s 00
en Ja cab eza 294 0 3 21 20 4
L a d e e n m ed io 297 30 < 22 15 4
Lauguud L a titu d
F o rm a de las E strellas G rados M in . G rados M in . M a g n itu d

D E P IS C IS O E L P E Z A U ST R A L

L a sig u iente 299 0 22 30 4


L a q u e e s tá e n la ag a lla 297 40 16 15 4
E n la a le ta d o rsal y au s­ co
tra l 288 30 w 19 30 5
L a q u e sig u e d e d o s e n el —

v ie n tre 294 30 15 10 5
2*■*■1
L a q u e a n te c e d e 292 10 H 14 30 4
L a q u e sigue d e tres en CO
la a le ta sep ten trio n al 288 30 D 15 15 4
L a d e e n m e d io 285 10 < 16 30 4
L a q u e p reced e d e tres 284 20 18 10 4
E n e l e x tre m o d e la co la 289 20 22 15 4

D e 11 estrellas, son d e c u a r ta m a g n itu d 9 y d e q u in ta 2.

C E R C A D E P I S C I S A U S T R A L , F U E R A D E C O N S T E L A C IO N E S

L a q u e p reced e d e la s
b rilla n te s a l o este d e
Piscis 271 20 22 20 3
L a d e e n m ed io 274 30 03 22 10 3
L a -q u e sig u e d e las tres 277 20 21 0 3
L a o b sc u ra q u e p re c e d e a —
é sta 275 20 2 20 50 5
L a m á s a u s tra l d e las f-
d em ás h a c ia el se p te n ­ t/3
>■»
trió n 277 10 16 0 4
L a m á s a l n o rte 277 10 < 14 50 4

D e 6 estrellas, son d e te rc e ra m a g n itu d 3 , d e c u a r ta 2, d e q u in ta 1.

E n la m ism a p a r te a u s tra l, so n 3 1 6 estrellas, d e la s cu ales so n : d e p r im e ra m a g n itu d


7 , d e se g u n d a 18, d e te rc e ra 60, d e c u a r ta 167, d e q u in ta 5 4 , d e se x ta 9 , n e b u lo ­
sa 1. P or lo ta n to , to d as las estrellas e n to ta l, son 1024, d e las cu ales son d e p rim e ra
m a g n itu d 15, d e se g u n d a 4 5, d e te rc e ra 206, d e c u a r ta 4 7 6 , d o q u in ta 217, de
se x ta 4 9 , o b scu ras 11 y n eb u lo sas 5.
I ' r V t i i m J r I» I. .'» « r v .ljil «fe C sm S *r ia. «J t|W
4r »4*1 • Ut¿

0 e í^ o m { i» d > e rc $ ia 0 a f m a r ie

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,, iSwtcípOinrfaíívijmt'juC jWunlomciícOun. *l»m«Whnt»i3
h& jpkf.Q <i Cc.Todanó jppcBj». l? n i
_____________ A W (1 <*fj fiX 0tw ndi¿n j wt»e» (I
M fute r<jwndxCj*fe C«fti rík p a m f.& td itf pfrtitdO H
bi^iuíoc ur bta-jti a fum fin áutpotm «jn jre confetti. Oiccutí «<
rsr :iii!¡bw ;nxjw *tnpp aa Jrt»knóonfr jb OM fwrtm» bu. tXc*
Cmgc.' (KKM......... ____& t ( a m f i W B o n K * t a w e r i f f t » g U i r f w l C T t 4 E » « J » » * p « « ü " <

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Kfr&WMfeMriftaiUbJftjgfttMmqiX'NÍAntURiiKt anir í v .i Ij i : 11
<w c u jj k * orcwak*. fcKM amp o^c# * ? t* qui ¿atrar. ímawnKnw*'
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K«tfctf» Rpton. jh rastró céo-í» pdkOrmiM x r ^ ^ a n m pb*u-i: MúCMUiMp(
c$«ó n k «v^tu» & g rv m nte4*owtw<)a u t c w 0*it>iie> Jtfm * a M s nnrtx*o.s?oi t Uh£ mu
e 9.iftm3.»t»i mt*ueaso«r,-wti f<'j¿»«.wcrnr< j jnócfTWluVjír.aá <-¿on ium b 0o»o6l&«tf a
BUWMtc '¡ocmtm tflcdrt-n*«>:.!o o M & ttio » .> o wro fjr rjo k a r e foMiusi» *i» tx *ae> ? :a n
a w B « h im tw » v » if» « « w " n J» M n « w « M rtc ü to r« W « .N ia íV m 'iii« » tií9 .fi« i.> lt» íV
« a i » itcp w w » « t « n r r e d u n d í lartp to w j 'T jn a » < r-M o fo rf» ¿ rtf* f t j m r i a m o s « i *
ra*& c<arrj w i i f e j t r r « t » i ¿ t o o ( o o f * jp o n j Jftuk-cu.'d>1 fjixijj » -» iro \xv»-i
xíx íx m a C » tm t ctietrto b e n « r N ? p<ntu% tvvnx- mirffui nurjaifcw proi^vA t i y . ijum nó c*
0
i n c}rfot> « i i í a w - .'f á t f o i p t u * i a m u c j i J o n ' í r j j iñ <fl < B Q M 9 a V b :tg p M M Í B m * i « < (
eiffiir:»CK\ni*mC<jtT»ití po«ení.tb ip!»rm fii»ívr-x-jn aref.tjiw iff^ o.-T K p O C i-.T ir':
lovpbu jtptxfcni. Smemomtu rj»w fMiumji-.nKri’rt.tln ia toufrmu ruírt«i n«ulu-mkIjiJ
ncMktnafctc^iinmdl.illoAhuVKpicTicvr. JilKnmruiur<c|>Srb«’.i(\'lini:.i}u<' co.'átrudiv'jO’J

I 'iíinj U *». /.'(.*** J. NíK 1U ■


(U ii k h f t x r r ir ix o c u i! « i i o « r i l t k Km M it« v
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u;t* «In » ( »H« i l .|«é*.n Ku*.»- •!< tu?*
« n •• . n*\c/ *■-•! Ji C»k iimAt * -•
AL L E C T O R

SOBRE LAS H IP O T E S IS D E E ST A OBRA

N o dudo que ciertos eruditos, divulgada ya la fam a de la novedad


de las hipótesis de esta obra, a saber, que la T ierra se mueve y que el
Sol está inmóvil en medio del Universo, se habrán sentido vivamente
ofendidos y juzgarán que no conviene perturbar las disciplinas liberales
desde antaño debidamente establecidas. Pero si quieren ponderar exac­
tam ente la cuestión, encontrarán que el autor de esta ob ra no h a hecho
nada que merezca represión. Pues es propio del astrónom o compaginar,
con observación diligente y talentosa, la historia de los movimientos ce­
lestes. Y además pensar y determ inar las causas hipotéticas de los mismos,
ya que las verdaderas no puede alcanzarlas por ningún razonam iento; y
con esos supuestos, calcular dichos movimientos según los principios
de la geometría, tanto para el futuro como en el pasado. A hora bien,
este artista sobresale notablemente en am bas cosas. N o es necesario que
esas hipótesis sean verdaderas, ni siquiera que sean verosímiles; basta
solamente que proporcionen un cálculo congruente con las observaciones,
a menos que alguien sea tan ignorante de la geometría y de la óptica
que considere verosímil el epiciclo de Venus y crea que esa es la causa
de que el planeta unas veces preceda y otras siga al Sol a u n a distan­
cia de cuarenta grados o más. Pues, ¿quién no verá, en este supuesto,
que se sigue necesariamente que el diám etro del planeta en el perigeo ha
de aparecer más de cuatro veces m ayor y su cuerpo más de dieciséis
veces mayor en el apogeo, a lo cual se opone, sin embargo, la experiencia
de todas las épocas? O tras cosas hay en esta disciplina n o menos absurdas,
que no es necesario discutir ahora. Pues está bastante claro que este arte
ignora plena y sencillamente, las causas de los movimientos irregulares
aparentes. Y si postula algunas ficticias, y ciertamente postula muchísimas,
no las propone para persuadir a nadie, sino p ara establecer un cálculo
correcto. Así pues, ofreciéndose varias hipótesis para explicar un solo y
mismo movimiento (como la excentricidad y el e p id d o en el caso del
movimiento solar) el astrónomo preferirá la que sea más fácil d e com­
prender. £1 filósofo quizá exija más adecuación a la realidad; pero ni
•uno n i otro com prenderán ni enseñarán n ad a con certeza, a menos qüe
no les sea divinamente revelado. Dejemos, pues, que estas nuevas hipó­
tesis aparezcan entré las antiguas, que en n ada son más verosímiles, sobre
todo porque son admirables y fáciles y llevan consigo u n tesoro ingente de
doctísimas observaciones. Y que nadie, por lo que a las hipótesis se
refiere, espere n ada cierto de la astronomía, porque ésta no puede darlo;
no sea que, tom ando p o r verdadero lo que fue establecido p a ra otro
uso, salga de esta disciplina más necio de lo que entró. Salud.
N ICO LA S SC H O N BERG
CARDENAL D E CAPUA,
A N IC O LA S C O PE R N IC O : SALUD

H abiendo oído hablar a todos, desde hace años, de tu constante es­


fuerzo, empecé a sentir gran sim patía p o r ti y a congratularm e de
nuestros hombres, entre los que floreces con tan grande gloria. Pues tengo
entendido que no sólo dominas notablemente las invenciones de los an­
tiguos matemáticos, sino que has establecido una nueva explicación del
m undo, según la cual enseñas que la T ierra se mueve, que el Sol ocupa
el punto central del Universo y que el octavo cielo permanece perpe­
tuam ente inmóvil y fijo; que la Luna, con los elementos de su esfera,
está situada entre el cielo de M arte y el de Venus y gira en tom o al Sol
con un recorrido anual; y que has elaborado unos comentarios de todo
este razonamiento astronómico y confeccionado unas tablas p a ra el cálcu­
lo de los movimientos de las estrellas errantes, con suma adm iración de
todos.
P or lo cual, varón doctísimo, si no tr es molesto, te suplico ve­
hementemente u n a y otra vez, que comuniques esta invención tuya a los
estudiosos y me remitas cuanto antes tus elucubraciones sobre la esfera
del Universo juntam ente con las Tablas y cualquier otra cosa que tengas
sobre este tema. D i a Teodorico de R aden el encargo de que se copie y
se me envíe todo a mis expensas. Y si en ello m e complaces, entiende
que habrás tratado con un hombre bien dispuesto hacia tí y deseoso de
satisfacer ta n grandes dotes. Salud.
En Roma, en las calendas de noviembre del año 1,536.
El libro Revoluciones de las órbitas celestes -T om o / - del
autor Nicolás Copémico, se terminó de imprimir el 15 de
Mayo de 1999, por Editora Hoy en Tampico, S.A de C.V.,
Altamira#611 Ppniente, zona centro, Tampico, Tamaulipas.
La edición fue de 3,000 ejemplares más sobrantes para
reposición y estuvo al cuidado del Dr. Femando Aldape
Barrerá.

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