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El tercer movimiento es el de los polos. Por causas físicas ocurre que el eje de la tierra,
tras una solo revolución anual, está ligeramente inclinado hacia adelante respecto a su
anterior posición.
Capítulo 2.
Al comienzo Dios creó la materia, de tal modo que la cantidad de materia, en tanto que
materia, viene a ser como la forma y el origen de la defunción. Pues Dios quiso por esto
que la cantidad existiese antes que todo.
La imagen De Dios, uno-trino en la superficie de la esfera, esto es, del padre en El Centro,
del hijo en la superficie, del espíritu en la regularidad de la relación entre el punto y la
circunferencia.
El creador sapientísimo fundó el cuanto y concibió las cantidades, cuya esencia toda, por
así decirlo, consistiría en la doble distinción entre recto y curvo, de las cuales lo curvo nos
representa a la divinidad de las dos formas ya mencionadas.
Ya Aristóteles argumento ampliamente en favor de que todo el mundo se haya clausurado
dentro de la figura esférica, extrayendo los argumentos de, la nobleza de la figura
esférica. Por otra parte, el movimiento circular de las estrellas arguye que los demás
orbes son redondos. Por lo mismo no hay de necesidad de ulterior prueba de que lo curvo
ha sido empleado en la arquitectura del mundo.
Del mismo modo que la superficie esférica se consideró antes por ser la más perfecta de
todas, ahora pasemos de un salto a los sólidos en tanto la elección de los cuerpos,
retengamos solo aquellos cuyos planos todos sean equiláteros y equiángulos; y nos
quedarán estos 5 cuerpos regulares a los que los friegas dieron los nombres de cubo o
hexaedro, pirámide o tetraedro, dodecaedro, icosaedro, octaedro. Y que no puede haber
más que estos cinco.
Por tanto, al igual que el número de estos es definido y muy pequeño y las especies de
los otros innumerables o infinitos, del mismo modo fue adecuado que hubiese en el
mundo día clases de estrellas, distinguidas entre sí, por una diferencia evidente (cuál es la
diferencia entre movimiento y reposo) de las cuales clases, un es aparentemente infinita,
la de las fijas, la otra escasa, la de los planetas. Pero supuesto que los planetas necesitan
del movimiento se sigue que para obtenerlo debieron recibir orbes redondos.
Tenemos orbes mediante el movimiento y cuerpos sólidos mediante número y
magnitudes; Dios en esta fábrica de móviles inscribió a los cuerpos sólidos dentro de
esferas y a las esferas dentro de sólidos, hasta el punto de que ningún cuerpo sólido
quedase sin vestir por dentro y por fuera mediante orbes móviles. Si se yuxtaponen los
cinco cuerpos separados y encerrados por orbes tendremos el número de seis orbes.
Pero Copérnico propone también seis esferas y dispuestas entre si de dos en dos de tal
manera proporcionada que estos cinco cuerpos puedan interponerse entre ellas del modo
más adecuado: todo lo cual es la suma de lo que sigue.
Pues, que se podría decir o imaginar más admirable, más apto para persuadir que:
aquello que Copérnico estableció por observación a partir de los efectos a posteriori,
como un ciego afirma sus pasos con el bastón.
Más si alguien quiérete eliminar estas razones filosóficas sin argumentos, bajo el pretexto
de que un hombre nuevo como yo proponga al cabo de los siglos estás tazones
filosóficas, mientras callan las antiguas lumbreras de la filosofía, le mostraré cómo guía,
autoridad y precursor desde la remota antigüedad a Pitágoras, porque al haber visto la
importancia de los cinco cuerpos sólidos, con razones casi iguales hace más de dos mil
años a las mis. Equiparó pues, la tierra a un cubo, porque ambos son estables. Atribuyó el
icosaedro al cielo, porque ambos son giratorios; la pirámide al fuego, por tener la forma de
la llama; y los otros dos cuerpos los distribuyó entre el aire y el agua, por la semejanza
con sus vecinos en la formación de uno y otro. Pero le faltó u Copérnico que le dijese
primero que a lo que hay en el mundo; de no haberle faltado, no cabe duda de que
hubiese hallado la razón de porque es así, y esta proporción de los cielos Sería ahora tan
bien conocida como los propios cinco cuerpos sólidos, y también tan aceptada como el
actual transcurso del tiempo debilita la opinión sobre el movimiento del sol y el reposo de
la tierra.
Según Copérnico, la máxima diferencia de sustancias se da entre Júpiter y Marte, pues la
distancia desde Marte al sol no alcanza a la tercera parte de la distancia de Júpiter.
Búsquese pues el cuerpo que produce la mayor diferencia entre el orbe circunscrito y en
orbe inscrito, y tal cuerpo es el tetraedro o pirámide. Hay pues una pirámide ente Marte y
Júpiter. Tras estos, la mayor diferencia en distancias se da entre Júpiter y Saturno. Similar
diferencia aparece en la esfera interior y exterior de un cubo. Por ende, Saturno rodea a
un cubo y el cubo rodea a júpiter.
La proporción entre Venus y mercurio es casi igual, y la que se da entre las esferas de un
octaedro no es muy diferente. Por tanto Venus rodea a este cuerpo y mercurio queda
dentro del mismo
Las dos proporciones restantes entre Venus y la tierra y entre está y Marte son muy
pequeñas y casi iguales. En el icosaedro y en el dodecaedro también las distancias entre
los orbes son iguales y están en la proporción más pequeña entre si. Por ello es probable
que Marte gire en torno a la tierra interponiendo entre ambos uno u otro de dichos sólidos,
mientras la tierra se haya separada de Venus por el otro cuerpo
Capítulo 3
Examinemos ahora las razones de demuestran que los cuerpos habrían de estar
dispuestos entre los orbes según el orden susodicho. Primero estos cuerpos se dividen en
tres primarios, cubo, tetraedro, dodecaedro, y dos secundarios, octaedro e icosaedro.
Esta distinción es completamente adecuada por las propiedades de una y otra clase: 1.
Los primaros de distinguen entre ellos por el plano de sus caras, los secundarios lo tienen
triangular. 2. Cada uno de los primarios tiene su propio plano: el cubo el cuadrado, la
pirámide el triángulo, el dodecaedro el Pentágono; los secundarios participan todos del
triángulo de la pirámide. 3. Los primarios utilizan todos, un vértice simple, es decir,
comprendido entre tres planos; los secundarios utilizan cuatro o cinco planos para un
ángulo sólido. 4. Los primarios no deben su origen ni sus propiedades a ningún otro; los
secundarios tienen la mayor parte a partir de los primarios.5. Los primarios no pueden
moverse armónicamente salvo entorno a un diámetro que pase por El Centro de una de
las caras o El Centro de caras opuestas; los secundarios en cambio, sobre un diámetro
que pase por vértices opuestos. 6. Es propiedad de los primeros el sostenerse estables;
de los secundarios, el ser inestables. 7. Añádase finalmente, que los primarios son en
número perfecto de tres, los secundarios en número imperfecto de dos, y que los
primarios tienen todas las clases de ángulos, el cubo el recto, la pirámide el agudo, el
dodecaedro el obtuso mientras que los otros dos solo tienen el obtuso.
Capítulo 6
Nadie se extrañara ahora de que tras el cubo venga la pirámide, puesto que: casi se
atrevió a competir por la primacía con el cubo. O bien ella misma o sus homólogos
irregulares concurren en la formación de los demás sólidos. El tetraedro puede
descomponerse en cuatro pirámides perfectas y un año octaedro de caras las mitad más
pequeña. Al igual que en el plano todas las figuras poligonales se resuelven en triángulos,
de igual modo los demás sólidos han de resolverse en pirámides. De aquí que muchas de
sus líneas, al igual que las del cubo, se cuantifiquen tan fácilmente en razón de la
diagonal. La regularidad de la pirámide depende solo de sus lados, mientras que la
regularidad del cubo depende también de sus ángulos. Los hombres, imitando está
sabiduría de la naturaleza, construyen primero los materiales en perpendicular y después
los juntan en ángulos rectos y más tarde los aseguran y estabilizan con triángulos. Al
tener la pirámide el ángulo agudo, es anterior a los obtusángulos. Pues lo que tiene
medida exacta es siempre anterior en orden. Pero toda vez que el número seis de caras
es un número perfecto, se sigue que la pirámide, que tiene menos caras, no debe
ciertamente anteponerse al cubo, sino posponerse inmediatamente a el.
Tenemos la razón de que entre Júpiter y Marte, en segundo lugar se encuentre la
pirámide. Anteriormente habíamos dejado en suspenso que cuerpo habría de ir en tercer
lugar, entre Marte y la tierra. Ahora eso se infiere con toda facilidad. Dado que de los
cuerpos primarios solo queda el dodecaedro este será el tercero en orden, entre Marte y
la tierra
Capítulo 12
Muchos han considerado a la división del Zodiaco en doce signos iguales como una
ficción humana, es decir, como algo son base natural alguna. Aunque nada tengo que
objetar en esto, sin embargo para no rechazar a la ligera cosa alguna, propondré una
causa para esta división.
Fuera de la cantidad, o de lo semejante a la cantidad, dotado de una potencia cualquiera,
no hay nada numerable en todo el universo, excepto Dios. Veamos que adquiere o sufre
el zodiaco con esta división. De los sectores surgidos del modo dicho, la figura resultante
de la sección del cubo será cuadrada, igual que la del octaedro, y triangular la de la
pirámide, decagonal para la de los otros dos. Cuatro veces treinta suman ciento veinte.
Por tanto, si se inscriben el cuadrado, el triángulo y el decágono en un círculo sobre un
mismo punto, determinarán sobre la circunferencia diferentes arcos a todos los cuales
medirá una porción de círculo no mayor que una ciento veintava parte.
Dado que el triple de estos es 360, observamos que semejante división no carece por
completo de base. Si ahora tratamos un cuadrado y un triángulo por separado y a partir
del mismo punto, la más pequeña parte de circunferencia será duodécima parte de la
circunferencia, ósea un círculo.
Además hasta qué punto está división duodenaria resulta apreciada en la naturaleza
Capítulo 17
Puesto que todos los demás en casa revolución describen círculos de la misma amplitud
(pues cuanto en un lado se apartan del sol otro tanto se acerca en el otro lado de su
curso). Solamente mercurio ha merecido de los especialistas que se pueda decir que
describe un círculo unas veces mayor y otras veces menor. Aunque yo no haya llegado a
conciliar dicha particular desigualdad con esta diferencia entre la órbita y la esfera, yo lo
dudo de que el creador entendiese a las exigencias de esta figura a la hora de adjudicar
los movimientos a mercurio