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Tartessos

Tartessos(en griego antiguo, Τάρτησσος Tártēssos, en latín, Tartessus) es el


nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización
de Occidente. Posible heredera del Bronce final atlántico, se desarrolló en el
triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en la
costa suroeste de la península ibérica, así como en la de Badajoz durante
el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro. Se presume que tuvo por eje el
río Tartessos, que pudo ser el que los romanos llamaron
luego Betis (antes Oleum flumen = río de aceite) y los árabes Guadalquivir (del
árabe ‫ الوادي_الكبير‬al-wādi al-kabīr, que significa ‘El Río (o el Torrente) grande’).
Sin embargo, hay autores que la sitúan en la confluencia de las bocas
del Odiel con el Tinto (ría de Huelva), puesto que bajo la propia ciudad
onubense es sabido que se hallan sepultados importantes restos. También se
ha situado el núcleo del país tarteso en torno al río Barbate (Porlan, 2015).
Tartesos influyó sobre las tierras del interior y el Algarve portugués. Los
tartesios desarrollaron presumiblemente una lengua y escritura distinta a la
de los pueblos vecinos y, en su fase final, tuvieron influencias culturales
de egipcios y fenicios.
La primera fuente histórica que alude a Tartessos se halla en la obra
de Hecateo, en el siglo VI a. C., quien fue considerado por los autores antiguos
como un logógrafo, término que definía a los historiadores antes de los
tiempos de Heródoto y Tucídides. Hecateo menciona varias ciudades
tartésicas, mientras que Heródoto (la siguiente fuente relevante) habla del
rey Argantonio (que se cree significaría (El hombre o señor) de la plata) que
gobernó más de 100 años y de su incontable riqueza, sabiduría y generosidad.
Una más tardía data del siglo IV d. C., del escritor romano Rufo Festo Avieno,
que escribió una obra titulada Ora maritima, poema en el que se describen las
costas mediterráneas. Esta obra estaría fechada hacia el siglo IV a. C. De ella
Avieno dijo que era un «periplo», es decir, un viaje de navegación costera
realizado por un marino griego o cartaginés, en el que partiendo de las costas
de Britannia o de Cornualles (Inglaterra) llegó
hasta Massalia (actual Marsella). Como resultado de aquel viaje se narran los
lugares visitados por el desconocido marino, que proporciona las noticias más
antiguas sobre la península ibérica.
Sobre el origen de la cultura tartesia se ha escrito mucho, a pesar de lo cual
nada es seguro todavía.1 Entre las corrientes principales estarían la indigenista
y la colonialista:
Según las investigaciones más recientes, esta cultura se formó a partir de la
evolución de las poblaciones locales herederas del Bronce del suroeste
peninsular, evolución que llegó a su clímax cuando comenzaron a relacionarse
con las factorías fenicias del litoral.2
Según otros, la cultura tartesia sería el resultado exclusivo de
la aculturación de los indígenas por parte de los fenicios. Esta teoría se apoya
en las cronologías de colonización y en los restos arqueológicos, como
cerámicas bruñidas con decoración de retícula, piezas de barniz rojo y las
representaciones religiosas, que claramente hacen referencias a dioses
orientales, como Astarté, Baal o Melkart.
Sobre el origen de los propios tartesios, y en el marco de las
teorías difusionistas tan en boga hasta los años 70 del siglo XX, se ha llegado a
decir que llegaron a la península con los Pueblos del Mar, o incluso que
pudieron ser pueblos indoeuropeos precursores de la cultura celta3 o gentes
procedentes de las estepas al norte del Cáucaso, que se asentaron sobre el
sustrato prehistórico. O que podrían haber traído con ellos el neolítico,
la agricultura y la ganadería, desde el Oriente Próximo4 y originado la cultura
argárica y la de los campos de urnas.

El núcleo original de la cultura tartesia comprende aproximadamente el


territorio de las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Dos áreas
especialmente importantes fueron los centros mineros de los
ríos Tinto y Odiel y la llanura agropecuaria del Guadalquivir. Estas eran las
zonas más intensamente pobladas y desde ellas la influencia tartesia se
extendería durante el Bronce final y la Primera edad del hierro por buena parte
del resto de Andalucía y Extremadura, así como el Algarve y
el Alentejo portugueses.567
Algunos asentamientos importantes de la costa
fueron Asta, Nabrissa, Spal, Onoba, Ossonoba, Olissipo y Mastia, mientras
que en el interior se destacan Corduba, Carmo, Astigi, Carambolo, Tejada la
Vieja, Setefilla8 y Cancho Roano (Badajoz).
En una última fase (siglo VI AC), se produjo una emigración hacia el norte por
motivos desconocidos que pobló el valle del Guadiana e incluso el Valle de
Alcudia, tal como demuestran los yacimientos tartésicos de Cancho Roano, El
Turuñuelo.9

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