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Tartessos fue una antigua civilización que se desarrolló en el suroeste de la península ibérica entre los ríos Guadalquivir, Tinto y Odiel durante el Bronce Final y la Edad de Hierro. Se cree que los tartesios desarrollaron su propia lengua y escritura. Tartessos influyó en las regiones vecinas de Andalucía, Extremadura y el sur de Portugal. Los orígenes exactos de la cultura tartesia son inciertos, aunque probablemente evolucionó de las poblaciones locales
Descripción original:
Tartessos(en griego antiguo, Τάρτησσος Tártēssos, en latín, Tartessus) es el nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización de Occidente.
Tartessos fue una antigua civilización que se desarrolló en el suroeste de la península ibérica entre los ríos Guadalquivir, Tinto y Odiel durante el Bronce Final y la Edad de Hierro. Se cree que los tartesios desarrollaron su propia lengua y escritura. Tartessos influyó en las regiones vecinas de Andalucía, Extremadura y el sur de Portugal. Los orígenes exactos de la cultura tartesia son inciertos, aunque probablemente evolucionó de las poblaciones locales
Tartessos fue una antigua civilización que se desarrolló en el suroeste de la península ibérica entre los ríos Guadalquivir, Tinto y Odiel durante el Bronce Final y la Edad de Hierro. Se cree que los tartesios desarrollaron su propia lengua y escritura. Tartessos influyó en las regiones vecinas de Andalucía, Extremadura y el sur de Portugal. Los orígenes exactos de la cultura tartesia son inciertos, aunque probablemente evolucionó de las poblaciones locales
Tartessos(en griego antiguo, Τάρτησσος Tártēssos, en latín, Tartessus) es el
nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización de Occidente. Posible heredera del Bronce final atlántico, se desarrolló en el triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en la costa suroeste de la península ibérica, así como en la de Badajoz durante el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro. Se presume que tuvo por eje el río Tartessos, que pudo ser el que los romanos llamaron luego Betis (antes Oleum flumen = río de aceite) y los árabes Guadalquivir (del árabe الوادي_الكبيرal-wādi al-kabīr, que significa ‘El Río (o el Torrente) grande’). Sin embargo, hay autores que la sitúan en la confluencia de las bocas del Odiel con el Tinto (ría de Huelva), puesto que bajo la propia ciudad onubense es sabido que se hallan sepultados importantes restos. También se ha situado el núcleo del país tarteso en torno al río Barbate (Porlan, 2015). Tartesos influyó sobre las tierras del interior y el Algarve portugués. Los tartesios desarrollaron presumiblemente una lengua y escritura distinta a la de los pueblos vecinos y, en su fase final, tuvieron influencias culturales de egipcios y fenicios. La primera fuente histórica que alude a Tartessos se halla en la obra de Hecateo, en el siglo VI a. C., quien fue considerado por los autores antiguos como un logógrafo, término que definía a los historiadores antes de los tiempos de Heródoto y Tucídides. Hecateo menciona varias ciudades tartésicas, mientras que Heródoto (la siguiente fuente relevante) habla del rey Argantonio (que se cree significaría (El hombre o señor) de la plata) que gobernó más de 100 años y de su incontable riqueza, sabiduría y generosidad. Una más tardía data del siglo IV d. C., del escritor romano Rufo Festo Avieno, que escribió una obra titulada Ora maritima, poema en el que se describen las costas mediterráneas. Esta obra estaría fechada hacia el siglo IV a. C. De ella Avieno dijo que era un «periplo», es decir, un viaje de navegación costera realizado por un marino griego o cartaginés, en el que partiendo de las costas de Britannia o de Cornualles (Inglaterra) llegó hasta Massalia (actual Marsella). Como resultado de aquel viaje se narran los lugares visitados por el desconocido marino, que proporciona las noticias más antiguas sobre la península ibérica. Sobre el origen de la cultura tartesia se ha escrito mucho, a pesar de lo cual nada es seguro todavía.1 Entre las corrientes principales estarían la indigenista y la colonialista: Según las investigaciones más recientes, esta cultura se formó a partir de la evolución de las poblaciones locales herederas del Bronce del suroeste peninsular, evolución que llegó a su clímax cuando comenzaron a relacionarse con las factorías fenicias del litoral.2 Según otros, la cultura tartesia sería el resultado exclusivo de la aculturación de los indígenas por parte de los fenicios. Esta teoría se apoya en las cronologías de colonización y en los restos arqueológicos, como cerámicas bruñidas con decoración de retícula, piezas de barniz rojo y las representaciones religiosas, que claramente hacen referencias a dioses orientales, como Astarté, Baal o Melkart. Sobre el origen de los propios tartesios, y en el marco de las teorías difusionistas tan en boga hasta los años 70 del siglo XX, se ha llegado a decir que llegaron a la península con los Pueblos del Mar, o incluso que pudieron ser pueblos indoeuropeos precursores de la cultura celta3 o gentes procedentes de las estepas al norte del Cáucaso, que se asentaron sobre el sustrato prehistórico. O que podrían haber traído con ellos el neolítico, la agricultura y la ganadería, desde el Oriente Próximo4 y originado la cultura argárica y la de los campos de urnas.
El núcleo original de la cultura tartesia comprende aproximadamente el
territorio de las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Dos áreas especialmente importantes fueron los centros mineros de los ríos Tinto y Odiel y la llanura agropecuaria del Guadalquivir. Estas eran las zonas más intensamente pobladas y desde ellas la influencia tartesia se extendería durante el Bronce final y la Primera edad del hierro por buena parte del resto de Andalucía y Extremadura, así como el Algarve y el Alentejo portugueses.567 Algunos asentamientos importantes de la costa fueron Asta, Nabrissa, Spal, Onoba, Ossonoba, Olissipo y Mastia, mientras que en el interior se destacan Corduba, Carmo, Astigi, Carambolo, Tejada la Vieja, Setefilla8 y Cancho Roano (Badajoz). En una última fase (siglo VI AC), se produjo una emigración hacia el norte por motivos desconocidos que pobló el valle del Guadiana e incluso el Valle de Alcudia, tal como demuestran los yacimientos tartésicos de Cancho Roano, El Turuñuelo.9
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