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El Camino Rojo A Sabaiba
El Camino Rojo A Sabaiba
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Primer acto
Fabián se cubre los ojos con las manos y voltea la cara inmediata-
mente; oye la voz de un anciano cerca de él; este anciano de grandes
ojeras y de pelo blanco se llama Mayo.
Gladys: Mayo.
Mayo: Señora... (Pausa.) Aquí lo tiene, llegó puntual. (Señala a
Fabián.)
Gladys: Perfecto. (Pausa.) Es él, no hay duda, no hay duda; es
impresionante.
Mayo: No habla mucho, es obstinado.
Gladys: Todo corresponde; todos los rasgos corresponden, nin-
guno falta.
Mayo: (Muy preocupado.) No ha querido hablar la lechuza, yo no
entiendo lo que dice.
Gladys: ¡Mayo!
Mayo: He revisado nuevos libros y diccionarios.
Gladys: ¿Nuevos secretos?
Mayo: Señora... yo...
Gladys: Vete Mayo, creo que no sirves para esto.
Mayo: Es que...
Capitán: ¡Señora!
Gladys: ¿Qué sucede, capitán?, ¿qué pasa?
Capitán: Es increíble, señora, es como un sueño, pero nos ataca
un barco pirata.
Gladys: ¿En pleno siglo XX?
Capitán: Pero tenemos suficientes armas.
Gladys: Han de ser holandeses, esos nunca dejaron de ser bár-
baros.
Capitán: Podríamos fugarnos usted y yo en una embarcación
pequeña que ya tengo preparada, el Caribe no está lejos.
Gladys: Yo voy al África, capitán, y usted para eso fue contratado.
Capitán: No salga de su camarote, nadie se acercará al barco en
el que usted viaja, de eso me encargo, y va mi vida de por
medio.
Salen todos. Entra el ama muy seria, se talla la cara con las manos
y se limpia los ojos. Se dirige a Arbel y a Carmen.
Hombre 1: ¡Qué truco ni qué truco, lo que pasa es que fue desen-
cantada!
Hombre 2: Que se decida ahora qué se va a hacer con su cuerpo.
(Siempre hay comentarios alrededor de estos primeros parla-
mentos.)
Mujer 1: Yo creo que Celso debe decirnos si es mejor quemar el
cuerpo y echarlo al mar.
Hombre 3: Al mar no porque puede envenenar a todos los pes-
cados.
Hombre 1: ¿Cuáles pescados? No hay ni uno, ni pa’ remedio en
los canales.
Mujer 2: Yo digo que hay que despedazarla y enterrar los peda-
zos por los cuatro puntos cardinales. (Entran los hombres 4
y 5 corriendo.)
Hombre 2: ¿Quihubo?
La mujer casi ni termina las palabras porque por uno de los extre-
mos del escenario entra Fabián, quien viene completamente sucio,
despeinado; es para ellos como una aparición. Uno a uno, los habi-
tantes van volteando a ver al extraño. Hay una atmósfera de miedo,
de misterio, y hay un terrible silencio. Fabián se halla confundido,
solo; ha perdido la palabra, está mudo. Los habitantes del pueblo no
se atreven a proferir ni un sonido, algunos solo retroceden ante la
visión. Es una larga, muy larga y tensa pausa. Finalmente, un viejo
se adelanta un poco del grupo, y mira a Fabián de arriba abajo.
TELÓN
Segundo acto
Se abre una pausa que nos permite escuchar muy bien el viento y el
sacudirse de las olas. Gladys se levanta y se encamina hacia cual-
quier lado. Un marino deja unas sogas y se marcha, el viento sopla
con lentitud y a lo lejos alguien rasga, sin tocar nada preciso, una
guitarra.
Carmen: Vendrá un hijo para que este acto sea vengado. Será el
día de la ira y todo el pueblo caerá en sus manos; este pueblo
debe ser castigado. No respetará niños, ni mujeres, ni viejos,
ni nadie, ni nadie, ni nadie.
Se dirigen por lo pronto hacia Sabaiba. Cuando los ven venir al-
gunos gritan: «¡Allá vienen, allá vienen!» La gente se reúne a la
entrada del pueblo como formando un muro que impida la entrada.
TELÓN
Nota: una vez que se ha cerrado el telón llega, entre el público una le-
chuza volando y se detiene sobre un reflector y canta: bubu, bubú.