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PREFIERO QUE ME COMAN LOS PERROS

CARLA ZÚÑIGA M.

ESCENA 1: Me estoy volviendo loca.

Una mesa y dos sillas. La sala de una psicóloga. La psicóloga mira la hora
mientras piensa en otra cosa. Está cansada, le encantaría estar en otro lugar,
con otras personas, en otro tiempo. Eugenia está despeinada y caótica,
desorbitada, sucia.

EUGENIA:
Me estoy volviendo loca.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
No sé.

PSICÓLOGA:
¿Cómo no lo sabe?

EUGENIA:
No puedo dormir.

PSICÓLOGA:
¿Desde cuándo?

EUGENIA:
Desde hace tiempo.

PSICÓLOGA:
¿Cuánto tiempo?

EUGENIA:
Años.

PSICÓLOGA:
¿Cuántos años?

EUGENIA:
¿Diez?

PSICÓLOGA:
¿¿Diez??

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EUGENIA:
Sí, más o menos diez.

PSICÓLOGA:
¿Desde hace más o menos diez años que no puede dormir?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
Eso es mucho tiempo.

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Por qué no puede dormir?

EUGENIA:
No sé.

PSICÓLOGA:
¿Cuánto duerme por día?

EUGENIA:
Depende. A veces duermo tres horas. A veces cinco. A veces nada. Depende.

PSICÓLOGA:
¿De qué?

EUGENIA:
De cómo me sienta.

PSICÓLOGA:
No creo que sea síntoma de que usted se esté volviendo loca…

EUGENIA:
Me obsesiono con cosas.

PSICÓLOGA:
¿Con qué cosas?

EUGENIA:
Con personas.

PSICÓLOGA:
¿Se obsesiona con personas?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:

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¿Qué clase de personas?

EUGENIA:
Hombres y mujeres.

PSICÓLOGA:
¿Qué hace?

EUGENIA:
Me obsesiono.

PSICÓLOGA:
¿Y qué más?

EUGENIA:
A veces voy a sus casas.

PSICÓLOGA:
¿Ellos la invitan?

EUGENIA:
No.

PSICÓLOGA:
¿Entonces?

EUGENIA:
Voy cuando ellos no están.

PSICÓLOGA:
¿Y cómo entra?

EUGENIA:
A veces rompo sus ventanas. O saco copias de sus llaves. Me hago amiga de sus
conserjes.

PSICÓLOGA:
¿Y qué hace?

EUGENIA:
¿Cuándo?

PSICÓLOGA:
Cuando entra a sus casas.

EUGENIA:
Lloro.

PSICÓLOGA:
¿Llora?

EUGENIA:

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Sí.

PSICÓLOGA:
¿Cómo?

EUGENIA:
Entro a sus piezas, me acuesto en sus camas y lloro.

PSICÓLOGA:
¿Por qué hace eso?

EUGENIA:
No sé.

PSICÓLOGA:
Eso es ilegal.

EUGENIA:
Si sé.

PSICÓLOGA:
¿Alguna vez la han pillado?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Y qué pasó?

EUGENIA:
Estuve presa una noche.

PSICÓLOGA:
¿Por qué hace eso?

EUGENIA:
¿Qué?

PSICÓLOGA:
Seguir a estas personas.

EUGENIA:
No lo sé.

PSICÓLOGA:
No sé si eso que usted hace signifique que usted esté…

EUGENIA:
Escucho voces.

PSICÓLOGA:
¿Cómo?
EUGENIA:

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Escucho voces.

PSICÓLOGA:
¿Qué voces?

EUGENIA:
Voces.

PSICÓLOGA:
¿De quién?

EUGENIA:
No se vaya a reír de mí.
PSICÓLOGA:
¿Por qué me reiría de usted?

EUGENIA:
Porque es ridículo.

PSICÓLOGA:
¿Cómo ridículo?

EUGENIA:
Escucho a mi amigo imaginario.

PSICÓLOGA:
¿A su amigo imaginario?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Usted escucha que su amigo imaginario le habla?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Su amigo imaginario de cuando era niña?

EUGENIA:
No…

PSICÓLOGA:
¿No era su amigo imaginario de cuando era niña?

EUGENIA:
No… lo tuve cuando era más grande.

PSICÓLOGA:
¿Qué edad tenía usted cuando tenía a este amigo imaginario?

EUGENIA:

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Quince… o veinte, más o menos.

PSICÓLOGA:
¿Por qué tenía un amigo imaginario a esta edad?
EUGENIA:
No tenía amigos verdaderos, me sentía muy sola. Mi adolescencia fue difícil.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
No lo sé. Me molestaban. Siempre fui muy retraída.

PSICÓLOGA:
¿Y quién era este amigo imaginario?

EUGENIA:
No se vaya a reír de mí.

PSICÓLOGA:
No me voy a reír de ti.

EUGENIA:
Es ridículo.

PSICÓLOGA:
¿Quién era?

EUGENIA:
Mi papá.

PSICÓLOGA:
¿Su papá?

EUGENIA:
Sí. Mi papá cuando joven.

PSICÓLOGA:
¿Su papá era su amigo imaginario?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Su papá estaba muerto?

EUGENIA:
No. Nunca lo conocí.

PSICÓLOGA:
¿Usted nunca conoció a su papá?

EUGENIA:

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No. Sólo una vez vi una foto de él de cuando era joven.

PSICÓLOGA:
¿Y él era su amigo imaginario?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
No lo sé. Siempre quise conocerlo.

PSICÓLOGA:
¿Nunca lo conoció?

EUGENIA:
No.

PSICÓLOGA:
¿Por qué no?

EUGENIA:
Se fue antes de que yo naciera.

PSICÓLOGA:
¿Dónde se fue?

EUGENIA:
No lo sé.

PSICÓLOGA:
¿Trató de encontrarlo?

EUGENIA:
Sí.
PSICÓLOGA:
¿Y?

EUGENIA:
No pude encontrarlo. Mi mamá nunca me dijo su nombre.

PSICÓLOGA:
¿Por qué no?

EUGENIA:
Mi mamá me odia.

PSICÓLOGA:
¿Por qué cree que la odia?

EUGENIA:

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Porque me lo dijo.

PSICÓLOGA:
¿Cuándo?

EUGENIA:
Ayer.

PSICÓLOGA:
¿Ayer?

EUGENIA:
Ayer. Antes de ayer. Siempre me lo dice.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
Porque soy lesbiana.

PSICÓLOGA:
¿Usted es lesbiana?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Y su mamá la odia por eso?
EUGENIA:
Sí. Y por otras cosas más.

PSICÓLOGA:
¿Qué otras cosas más?

EUGENIA:
Por haber nacido.

PSICÓLOGA:
¿Por qué cree eso?

EUGENIA:
Ella me lo dice siempre.

PSICÓLOGA:
¿Siempre se ha llevado mal con ella?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
Cuénteme más de su amigo imaginario.

EUGENIA:

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Era mi papá.

PSICÓLOGA:
Era su papá que nunca conoció.

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Pero usted lo veía?

EUGENIA:
No, sólo estaba en mi imaginación. No existía. Yo sabía que no existía.

PSICÓLOGA:
¿Y qué hacían?

EUGENIA:
Yo le hablaba, le contaba mis cosas, lo que sentía, lo que me pasaba en el día.

PSICÓLOGA:
¿Y él le respondía?

EUGENIA:
No realmente. O sea, yo me imaginaba que me respondía. Pero era yo misma. Yo
sabía que era mentira.

PSICÓLOGA:
¿Y qué le respondía?

EUGENIA:
Me retaba. Era muy severo conmigo.

PSICÓLOGA:
¿La retaba?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿No era cariñoso con usted?

EUGENIA:
No.

PSICÓLOGA:
Su papá, que era su amigo imaginario.

EUGENIA:
Claro.

PSICÓLOGA:

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¿La hacía feliz?

EUGENIA:
¿Qué cosa?

PSICÓLOGA:
¿La hacía feliz tener a su papá de amigo imaginario?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Pero nunca lo vio?

EUGENIA:
Nunca. Sólo estaba en mi imaginación.

PSICÓLOGA:
¿Y ahora empezó a escuchar su voz?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
Ya.

EUGENIA:
Y, en realidad…

PSICÓLOGA:
¿Sí?

EUGENIA:
Empecé a verlo.

PSICÓLOGA:
¿Empezó a verlo?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Desde hace cuánto que lo ve?

EUGENIA:
Desde hace algún tiempo.

PSICÓLOGA:
¿Cuánto tiempo?

EUGENIA:
Desde hace un par de semanas.
PSICÓLOGA:

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¿Desde hace un par de semanas que lo empezó a ver?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
Pero desde hace diez años que lo escucha.

EUGENIA:

PSICÓLOGA:
¿Desde hace diez años que escucha a su amigo imaginario, que es su papá, y además
no puede dormir?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Qué pasó hace diez años?

EUGENIA:
No lo sé.

PSICÓLOGA:
Haga memoria.

EUGENIA:
Me echaron del trabajo.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
Por un accidente que hubo.

PSICÓLOGA:
¿En qué trabajaba?

EUGENIA:
Trabajaba en un jardín infantil.

PSCÓLOGA:
¿Era parvularia?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Y qué pasó?

EUGENIA:

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Hubo un accidente.

PSICÓLOGA:
¿Tenía alguna amiga en el jardín?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Era imaginaria?

EUGENIA:
No.

PSICÓLOGA:
¿Quién era?

EUGENIA:
La tía Betzabé.

PSICÓLOGA:
¿Era otra parvularia?

EUGENIA:
Ella hacía el aseo.

PSICÓLOGA:
¿Y volvió a trabajar de parvularia?

EUGENIA:
No.

PSICÓLOGA:
¿Y qué ha hecho todos estos años?
EUGENIA:
Me puse a trabajar en otra cosa.

PSICÓLOGA:
¿En qué?

EUGENIA:
Ahora soy prostituta.

PSICÓLOGA:
¿Qué?

EUGENIA:
Prostituta. Prostitución.

PSICÓLOGA:
Ah, ok. Ya. Ok.

EUGENIA:

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Tengo mucho miedo de volverme loca.

PSICÓLOGA:
¿Cuándo ve a su amigo imaginario?

EUGENIA:
Mi papá.

PSICÓLOGA:
Sí, a su papá.

EUGENIA:
No lo sé, a veces.

PSICÓLOGA:
¿Ahora lo está viendo?

EUGENIA:
No.

PSICÓLOGA:
¿Y cuándo lo ve?

EUGENIA:
A veces, es relativo.
PSICÓLOGA:
¿Y usted es prostituta?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
No sé.

PSICÓLOGA:
Ya.

EUGENIA:
¿Le molesta?

PSICÓLOGA:
¿Por qué me va a molestar?

EUGENIA:
No sé.

PSICÓLOGA:
No.

EUGENIA:

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Ah.

PSICÓLOGA:
¿Cuál fue el accidente?

EUGENIA:
¿Del trabajo?

PSICÓLOGA:
Sí.

EUGENIA:
Un accidente.

PSICÓLOGA:
¿Cuál?
EUGENIA:
Se me murió algo.

PSICÓLOGA:
¿Qué se le murió?

EUGENIA:
Una planta.

PSICÓLOGA:
¿Una planta?

EUGENIA:
Sí. La planta del curso que los niños cuidaban.

PSICÓLOGA:
¿Por eso la echaron?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Qué clase de planta era?

EUGENIA:
Una planta normal.

PSICÓLOGA:
¿Y por qué se le murió?

EUGENIA:
Me olvidé regarla. Y se me quedó al sol. Se murió.

PSICÓLOGA:
¿Y cómo se sintió con su despido?

EUGENIA:

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Devastada.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
No sé.
PSICÓLOGA:
¿Le gustaba trabajar ahí?

EUGENIA:
No, lo odiaba.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
Me explotaban, me trataban mal, nunca me valoraron.

PSICÓLOGA:
¿Cuánto tiempo trabajó ahí?

EUGENIA:
Quince años.

PSICÓLOGA:
Eso es mucho tiempo.

EUGENIA:
Si…

PSICÓLOGA:
¿Qué le pasa?

EUGENIA:
Nada, ¿Por qué?

PSICÓLOGA:
Está llorando.

EUGENIA:
Sí… verdad, no me había dado cuenta.

PSICÓLOGA:
¿Entonces por qué se sintió devastada?

EUGENIA:
¿Cuándo?

PSICÓLOGA:
Cuando la echaron.
EUGENIA:
Por la planta.

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PSICÓLOGA:
¿Se sintió mal por la planta?

EUGENIA:
Sí.

PSICÓLOGA:
¿Pero usted no era feliz en su trabajo?

EUGENIA:
No, era miserable.

PSICÓLOGA:
¿Le pagaban mal?

EUGENIA:
Pésimo.

PSICÓLOGA:
¿Trabajaba mucho?

EUGENIA:
Todo el día.

PSICÓLOGA:
¿Por qué seguía trabajando ahí?

EUGENIA:
Me daba miedo renunciar.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA: Llorando más fuerte.


No sé. Nunca he sido buena tomando decisiones.

PSICÓLOGA:
Tranquila, ¿Quiere agua?

EUGENIA:
No, gracias.
PSICÓLOGA:
¿Está bien?

EUGENIA:
No, estoy muy deprimida, doctora.

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
Me siento muy sola.

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PSICÓLOGA:
Cuénteme cómo era esa planta.

EUGENIA:
¿Cuál planta?

PSICÓLOGA:
La que se le murió.

EUGENIA:
Yo amaba esa planta. La amaba mucho. Y ahora ya no está.

PSICÓLOGA:
¿Por qué no compró otra planta?

EUGENIA:
Las cosas no funcionan así.

PSICÓLOGA:
¿Y cómo funcionan las cosas?

EUGENIA:
¿A usted alguna vez se le ha muerto alguna planta, doctora?

PSICÓLOGA:
¿Qué? No, a mí no me gustan las plantas.

EUGENIA:
¿Me podría abrazar?

PSICÓLOGA:
¿Qué?
EUGENIA:
Que si me puede abrazar.

PSICÓLOGA:
Lo siento, no puedo.

EUGENIA:
¿Por qué no?

PSICÓLOGA:
No se puede.

EUGENIA:
Se lo suplico.

PSICÓLOGA:
Ya, se acabó la hora.

EUGENIA:
¿Qué?

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PSICÓLOGA:
Se acabó la hora.

EUGENIA:
Todavía quedan cinco minutos.

PSICÓLOGA:
No.

EUGENIA:
Sí…

PSICÓLOGA:
Son treinta mil.

EUGENIA:
Si sé. ¿Le pasa algo?

PSICÓLOGA:
No. ¿Por qué?

EUGENIA:
No sé.
PSICÓLOGA:
No me pasa nada.

EUGENIA:
¿Está segura?

PSICÓLOGA:
Sí.

EUGENIA:
Le pago a su secretaria, ¿Verdad?

PSICÓLOGA:
Sí, por favor.

EUGENIA:
¿Nos vemos la próxima semana?

PSICÓLOGA:
De eso quería hablarte. No voy a poder seguir viéndote.

EUGENIA:
¿Qué? ¿Por qué no?

PSICÓLOGA:
Me salió un trabajo en otra parte.

EUGENIA:
¿En qué otra parte?

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PSICÓLOGA:
En otra ciudad.

EUGENIA:
¿En qué ciudad?

PSICÓLOGA:
Lejos.

EUGENIA:
¿Dónde?

PSICÓLOGA:
En el sur.
EUGENIA:
¿En qué parte del sur?

PSICÓLOGA:
En una isla.

EUGENIA:
¿Cuál isla?

PSICÓLOGA:
Una de esas islas del sur.

EUGENIA:
Dios mío, no puede ser, doctora. Recién nos estamos conociendo, yo me he estado
sintiendo mejor… me gusta hablar con usted… me hace sentir tan aliviada…

PSICÓLOGA:
Te voy a derivar con un amigo mío que es psiquiatra, él te puede dar pastillas.

EUGENIA:
No quiero pastillas.

PSICÓLOGA:
¿Por qué no, Eugenia?

EUGENIA:
No me gustan las pastillas.

PSICÓLOGA:
Las pastillas podrían ayudarte a sentirte más normal.

EUGENIA:
¿Y cuándo va a volver?

PSICÓLOGA:
Nunca. No voy a volver.

EUGENIA:

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Tal vez puedo viajar al sur, y usted me puede seguir atendiendo allá…

PSICÓLOGA:
No, Eugenia, no va a poder ser.
EUGENIA:
Qué triste…

PSICÓLOGA:
Disculpa, pero tengo a otro paciente esperándome, necesito que te vayas.

EUGENIA:
Doctora, usted me ha ayudado mucho, quiero darle las gracias, yo siento que usted
me entiende…

PSICÓLOGA:
Toma, acá está el teléfono de mi amigo.

EUGENIA:
No lo quiero, quiero seguir tratándome con usted.

PSICÓLOGA: Pasándole el papel.


Toma, Eugenia.

EUGENIA:
No nos vamos a ver nunca más.

PSICÓLOGA:
No.

EUGENIA:
Quiero darle un abrazo.

PSICÓLOGA:
No creo que sea correcto.

EUGENIA:
Por favor, doctora.

PSICÓLOGA:
No.

EUGENIA:
Insisto.

PSICÓLOGA:
Bueno.

Ambas mujeres se abrazan.

EUGENIA:
Hasta siempre, doctora, nunca, nunca la voy a olvidar.

PSICÓLOGA:

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Chao, Eugenia.

Eugenia sale.

ESCENA 2: El amigo imaginario y la mentira de la psicóloga.

La misma habitación de la Psicóloga. La luz es tenue. A Eugenia le está


hablando su amigo imaginario que también es su papá. Ella está escuchándolo
en silencio.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Nadie te quiere, Eugenia. Estás sola. Nadie quiere estar contigo. Eres mentirosa. No
tienes a nadie. Siempre duermes sola, siempre comes sola, ni siquiera tienes un gato,
no tienes nada. Si te mueres hoy día, ¿Cuánta gente va a ir a tu funeral, Eugenia? Ni
siquiera tu psicóloga te soporta. Tu oftalmólogo también te dejó tirada, tu dermatólogo
te odia. Vas a tener que empezar a tratarte sola. Tú misma vas a tener que empezar a
tocarte a ver si aparece ese tumor cancerígeno que tanto miedo te da encontrarte, y
que va a aparecer, Eugenia. En algún momento va a aparecer. ¿Y qué vas a hacer?, si
ningún doctor quiere atenderte. Vas a tener que dejártelo ahí hasta que un día te
mueras sola en tu departamento. Abrazada a tu título de parvularia y a los dibujos que
los niños te regalaban antes, hace diez años cuando existías de verdad, cuando eras la
tía Eugenia. Antes de que se te muriera la planta. Antes de que todo se fuera a la
mierda. Esos niños ya son adolescentes. Ha pasado tanto tiempo. Esos niños ya no se
acuerdan de ti. Tú te acuerdas de sus nombres, pero ellos ya te olvidaron. Trabajaste
tanto para que fueran felices, para que te amaran, y ellos sólo se acuerdan de que
mataste a la planta. De que corriste con la planta muerta por todo el jardín, gritando
como loca. Con los ojos desorbitados, con el pelo desordenado. Con una mueca ridícula
en la cara. Lo que mataste no fue una planta, Eugenia. Fue algo mucho peor. Anda a
tirarte al río, Eugenia. A nadie le va a importar.

La luz se enciende. La Psicóloga está sentada con un paciente que no entiende


nada. Eugenia está parada al lado de la puerta, se ve algo confundida.

PSICÓLOGA:
¿Qué pasa, Eugenia?

EUGENIA:
Nada… estaba hablando con mi papá…

PSICÓLOGA:
¿Qué? ¿Con tu papá? ¿Qué estás haciendo acá?

EUGENIA:
¿Por qué me mintió?

PSICÓLOGA:

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Eugenia, estoy en la mitad de la consulta con un paciente…

EUGENIA:
¿Por qué me dijo que no me podía seguir atendiendo?

PSICÓLOGA:
Porque no puedo seguir atendiéndote.

EUGENIA:
Me dijo que iba a irse a vivir a otra ciudad.

PSICÓLOGA:
Sí…

EUGENIA:
¿Y?

PSICÓLOGA:
¿Y qué?

EUGENIA:
Es mentira.

PSICÓLOGA:
No… me corrieron la fecha del trabajo… me voy la próxima semana…

EUGENIA:
Mentira.

PSICÓLOGA:
¿De qué estás hablando?

EUGENIA:
Fui hasta su casa, no tiene nada embalado, no se va a cambiar.

PSICÓLOGA:
¿Fuiste a mi casa?

EUGENIA:
Sí.
PSICÓLOGA:
Voy a llamar a los carabineros.

EUGENIA:
Doctora, ¿Por qué no me quiere atender?

PSICÓLOGA:
Eugenia, ándate, ahora.

EUGENIA:
¿Es porque soy lesbiana?

PSICÓLOGA:

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No, Eugenia.

EUGENIA:
¿Es porque soy prostituta?

PSICÓLOGA:
¡No!

EUGENIA:
¿Qué es, entonces?

PSICÓLOGA:
Ya te dije, me tengo que ir…

EUGENIA:
No. Revisé su mail, su correo, sus cosas, en ninguna parte tiene alguna información de
que se vaya a ir lejos.

PSICÓLOGA:
¿Por qué hiciste eso, Eugenia?

EUGENIA:
Doctora, nosotras tuvimos una conexión que no he tenido con nadie más.

PSICÓLOGA:
Ándate, Eugenia, estás loca.

EUGENIA:
Ya sé que estoy loca, usted es la única que me puede ayudar.

PSICÓLOGA:
Te di el número de mi amigo psiquiatra que te puede dar pastillas…

EUGENIA:
¡No quiero tomar pastillas!

PSICÓLOGA:
Te harían bien.

EUGENIA:
No, yo quiero hablar con usted.

PSICÓLOGA:
¡Estoy con otro paciente!

EUGENIA: Al paciente.
¿Disculpa? ¿Crees que puedas volver otro día?

PSICÓLOGA:
Eugenia, este pobre hombre se siente muy solo, trató de suicidarse la semana pasada,
se colgó de la oficina de su jefe…

PACIENTE:

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En realidad yo soy el jefe y me traté de cortar las venas en el baño de mujeres…

PSICÓLOGA:
Bueno, da lo mismo, Eugenia, no eres la única que está sufriendo en el mundo.

EUGENIA:
Si quieren los dejo terminar, pero me tiene que atender después de él…

PSICÓLOGA:
Bueno, espera afuera.

EUGENIA:
No, no voy a salir.

PSICÓLOGA:
Eugenia…

EUGENIA:
Me voy a quedar acá.
PSICÓLOGA: Al otro paciente.
Disculpa, necesito que te vayas, por favor, mi secretaria te va a llamar para que re
agendemos… y no vuelvas a tratar de suicidarte… tienes mucho por qué vivir… haz una
lista de las cosas por las cuales debes seguir viviendo… y tráemela la próxima
semana…

El paciente se levanta, desilusionado y confundido.

PACIENTE: A Eugenia, tomándole las manos.


Tranquila, yo entiendo cómo te sientes.

EUGENIA:
Suélteme, usted no me conoce.

PSICÓLOGA:
¡Eugenia!

El Paciente sale, triste, sintiéndose más solo que antes.

EUGENIA:
¿Por qué lo atiende a él y no a mí?

PSICÓLOGA:
¿Cómo entraste a mi casa?

EUGENIA:
Me hice amiga de su conserje.

PSICÓLOGA:
Eugenia, no puedes entrar así a las casas de las personas.

EUGENIA:
Perdóneme, doctora, yo no quise pasarla a llevar. Pero sentí que me estaba
mintiendo… y me rompe el corazón, doctora, me lo rompe más de lo roto que ya está…

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PSICÓLOGA:
¿Qué quieres?

EUGENIA:
Quiero que me diga por qué no me quiere atender.

PSICÓLOGA:
¿Te has escuchado a ti misma, Eugenia?
EUGENIA:
Sí…

PSICÓLOGA:
¿Y?

EUGENIA:
¿Y qué?

PSICÓLOGA:
Eres insoportable.

EUGENIA:
¿Por qué me dice eso, doctora?

PSICÓLOGA:
Porque es verdad. Mira, estoy pasando por un momento difícil en mi vida… no estoy
bien… no puedo tratarte… no puedo lidiar con tu amigo imaginario, ni tu lesbianismo,
ni tu prostitución, ni tu planta…

EUGENIA:
Doctora, ¿Qué le pasa?

PSICÓLOGA:
¿Por qué?

EUGENIA:
Está llorando.

PSICÓLOGA:
Chuta, verdad.

EUGENIA:
¿Quiere agua?

PSICÓLOGA:
No, gracias.

EUGENIA:
Doctora.

PSICÓLOGA:
¿Sí?

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EUGENIA:
En realidad le mentí.

PSICÓLOGA:
¿No entraste a mi casa?

EUGENIA:
Sí, si entré.

PSICÓLOGA:
¿Y entonces?

EUGENIA:
Le mentí en otra cosa.

PSICÓLOGA:
¿En qué?

EUGENIA:
No me echaron por matar una planta.

PSICÓLOGA:
¿Por qué te echaron?

EUGENIA:
Maté otra cosa.

PSICÓLOGA:
No quiero saber, Eugenia, de verdad.

EUGENIA:
Maté a un niño, doctora.

PSICÓLOGA:
¿Un niño?

EUGENIA:
Sí.

La Psicóloga comienza a llorar.

PSICÓLOGA:
No puedo ayudarte, Eugenia, lo siento mucho.

EUGENIA:
Pero, doctora…

PSICÓLOGA:
Ándate.

EUGENIA:
¿Oiga?

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PSICÓLOGA:
¿Qué?

EUGENIA:
¿No quiere ir a tomarse un café?

PSICÓLOGA:
¿Qué?

EUGENIA:
Ya que no me quiere atender. Tal vez quiere ir a tomarse un café conmigo. O una
cerveza.

PSICÓLOGA:
No.

EUGENIA: Señalando una foto que tiene la Psicóloga en su escritorio.


¿Quién es ese joven de la foto?

La Psicóloga nuevamente comienza a llorar.

EUGENIA:
¿Y no quiere ir al cine? Tal vez podemos ir al cine.

La Psicóloga no responde.

EUGENIA:
O al teatro. ¿Le gusta el teatro?

La Psicóloga no responde.

EUGENIA:
O a la ópera.

La Psicóloga no responde.

ESCENA 3: En la casa de otras personas.

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Eugenia, vestida de prostituta, hace el aseo en una casa. Limpia los pisos, las
ventanas, riega las plantas.

EUGENIA:
Fuimos a la misma clase de yoga.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Tú no haces yoga.

EUGENIA:
Sí hago.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


La estabas siguiendo.

EUGENIA:
No.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
No.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
Bueno ya, sí.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Y?

EUGENIA:
Se asustó mucho.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Y qué dijo?

EUGENIA:
Se enfureció. Dijo que me iba a poner una orden judicial para que no me acercara más
a ella.
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
No te quiere.

EUGENIA:
Después me va a querer.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Nunca te va a querer. La asustaste.

EUGENIA:
Ya se le va a pasar.

28
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Eres ridícula.

EUGENIA:
Ya sé.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Te estás volviendo loca.

EUGENIA:
¿Por qué?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estás hablando conmigo.

EUGENIA:
¿Y?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No existo.

EUGENIA:
¿Cómo lo sabes?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No soy real.

EUGENIA:
¿No eres un fantasma? Tal vez eres el espíritu de mi padre que me visita… y no es que
esté loca… significa que tengo una conexión especial con los muertos…

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
¿Cómo sabes?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Porque lo sé.

EUGENIA:
Pero para mí eres tan real.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Ya sé.

EUGENIA:
¿Hay alguien más que sea imaginario?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿A qué te refieres?

29
EUGENIA:
¿Hay alguien más en mi vida que sea imaginario y yo no me haya dado cuenta?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
¿Quién?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


La tía del aseo.

EUGENIA:
¿La tía Betzabé?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
Imposible.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Por qué?

EUGENIA:
Ella era mi amiga…

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Y?

EUGENIA:
Siempre estábamos juntas.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estabas sola.

EUGENIA:
Íbamos a almorzar… conversábamos…

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
Sí.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


La inventaste.

EUGENIA:
¿Por qué?
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Porque te sentías sola.

30
EUGENIA:
Pero ella hacía el aseo.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No, tú hacías el aseo.

EUGENIA:
No, yo era parvularia.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Pero también hacías el aseo.
EUGENIA:
¿Por qué?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Porque la directora del colegio te odiaba.

EUGENIA:
¿Por qué me odiaba?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Porque sí.

EUGENIA:
¿Cómo porque sí?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Porque podía.

EUGENIA:
¿Qué le hice?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Nada.

EUGENIA:
Me gritaba delante de todos, me humillaba. Siempre traté de caerle bien, pero me
odiaba. No sé por qué.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Le daba rabia que fueras inferior a ella.

EUGENIA:
No era inferior a ella.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí lo eras. Tú y tu amiga imaginaria, la tía del aseo, lo eran. Tú lo sabías, por eso
llorabas.

EUGENIA:
No lloraba.

31
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Sí. Acuérdate. Te encerrabas en el baño de las niñas y llorabas.

EUGENIA:
¿Por qué lloraba?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estabas cansada. Odiabas tu vida. Odiabas tu trabajo. Odiabas a las personas que
trabajaban contigo. Odiabas los gritos, las humillaciones, las diferencias. Te daba pena
que los niños se hicieran grandes y tuvieran que pasar por lo mismo. Por tanta
frustración.

EUGENIA:
Aún tienen su ropa guardada en un cajón.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No la vuelvas a lavar.

EUGENIA:
¿Por qué no?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Siempre la lavas.

EUGENIA:
¿Crees que ellos se den cuenta?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿De qué?

EUGENIA:
De que entro a su casa.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No lo sé.

EUGENIA:
La primera vez que entré fue porque les quería dejar una carta pidiéndoles perdón.
Pero los dos estaban tan deprimidos que la casa estaba hecha un asco y me puse a
limpiar. Limpié todo menos la pieza del niño. Nunca me he atrevido a entrar ahí. Me
gusta esta casa. A veces duermo adentro de ese closet que está en el pasillo y que
nunca abren. Los escucho mientras comen. Salgo silenciosamente en la madrugada.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estás loca, Eugenia.
EUGENIA:
Ya sé.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Deberías dejar de hacer estas cosas.

EUGENIA:

32
No sé cómo hacerlo.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Deberías volver a ser normal.

EUGENIA:
¿Qué significa ser normal?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Ser como eras antes. Deberías volver a trabajar en el jardín.

EUGENIA:
No, qué triste sería eso.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Deberías tomar pastillas.

EUGENIA:
No me gustan.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Por qué no?

EUGENIA:
Una vez tomé. Me hacían sentir feliz, era horrible.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Por qué era horrible?

EUGENIA:
Porque no era verdad.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Y?

EUGENIA:
Quiero tener una vida que sea de verdad.
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Esto no es una vida de verdad.

EUGENIA:
¿Por qué no?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estás sola.

EUGENIA:
Te tengo a ti.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Siempre peleamos.
EUGENIA:
No me importa.

33
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
¿Quién era ese joven?

EUGENIA:
¿Qué joven?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


El joven de la foto de la Psicóloga.

EUGENIA:
No sé.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Mentirosa.

EUGENIA:
En serio no sé.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Por qué ella es tan importante?

EUGENIA:
Porque me entiende.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No te entiende, te odia.
EUGENIA:
Va a entenderme.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Cuándo?

EUGENIA:
Cuando le cuente lo que me pasó.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No quiere escucharte.

EUGENIA:
Va a escucharme.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No va a entenderte. Nadie va a entenderte. Nadie entiende a nadie. Estamos solos.

EUGENIA:
No digas eso.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Es verdad.

EUGENIA:
Tú me entiendes a mí.

34
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
No, no te entiendo. No te entiendo y además te encuentro estúpida.

EUGENIA:
Ella no es imaginaria, ¿Cierto?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
¿Estás seguro?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
No suenas seguro.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estoy seguro.

EUGENIA:
¿Quién más es imaginario?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Ah?

EUGENIA:
¿Hay alguien más que yo vea y no sea real?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Mucha gente.

EUGENIA:
¿Mucha gente?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí. Pero a todos les pasa. Al menos una de todas las personas que conocemos sólo
existe en nuestra imaginación, sólo que la gente no se lo pregunta. Está comprobado
científicamente.

EUGENIA:
¿En serio?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
¿Mi mamá es imaginaria?
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
No.

35
EUGENIA:
¿Mi abuela?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
¿Quién?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Tu nana.

EUGENIA:
¿La señora Juanita?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
Imposible.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Por qué?

EUGENIA:
Mi mamá también la ve.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Cómo sabes?

EUGENIA:
A veces… almorzamos juntas las tres…

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
¿No?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No. Piénsalo bien.

EUGENIA:
Pero… tengo su número en el celular.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
Sí. Sacando su celular. Mira, acá está.
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Llámala.

36
EUGENIA: Llamando por teléfono.
¿Aló? ¿Señora Juanita? ¿Cómo? Ah, ok, gracias.
Eugenia corta.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


¿Qué pasó?

EUGENIA:
Dijeron que era un restaurant de comida china… pero si yo la llamé ayer… estoy
segura…

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No.

EUGENIA:
¿Entonces quién hace el aseo en mi casa?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Tú.

EUGENIA:
¿Yo?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Sí.

EUGENIA:
Me estoy volviendo loca.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Tómate las pastillas.

EUGENIA:
¿Cuáles?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


No sé. Cualquiera que te tranquilicen.

EUGENIA:
No.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Deja tu trabajo de prostituta. Vuelve a ser parvularia.

EUGENIA:
No. Yo sólo necesito a alguien que me entienda, que me escuche, eso es todo.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Nunca vas a encontrar a nadie.

EUGENIA:
Cállate, no sabes lo que dices.

37
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Sabes que tengo razón.

EUGENIA:
Yo quiero ser feliz.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Nunca vas a ser feliz. Nadie es verdaderamente feliz. Y menos tú, que eres estúpida y
más encima mataste un niño.

EUGENIA:
Para de decirme esas cosas…

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Eugenia, nadie nunca te va a querer.

El perro se acerca moviendo la cola. Se echa al lado de Eugenia. Ella lo


acaricia.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


El perro tampoco existe.

EUGENIA:
¿Qué?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Es imaginario.

EUGENIA:
¿Y el gato?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Tampoco existe.

EUGENIA:
¿Y el canario?

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Estás sola, Eugenia. Estás completamente sola.

ESCENA 4: Eugenia le cuenta la verdad a la doctora.

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La pieza de la Psicóloga. La Psicóloga está en pijama, acostada en su cama
con el teléfono en la mano. En una silla al lado de ella se encuentra Eugenia,
que está vestida de prostituta. Es la noche.

PSICÓLOGA: Hablando por teléfono.


¿Aló? Sí, necesito que vengan urgentemente. Una mujer entró a mi casa. Rompió la
ventana con una piedra. Venga rápido, por favor. Avenida Los Perros 445. Por favor,
apúrense. Corta. Ándate, Eugenia, ya vienen los carabineros.

Desde lejos se escucha el llanto de una guagua.

EUGENIA:
Doctora, le voy a contar lo que me pasó.

PSICÓLOGA:
¿¿En qué idioma quieres que te diga que no quiero escucharte??

EUGENIA:
Llevaba casi un mes sin dormir. Tenía ataques de angustia, me despertaba en las
noches, llorando, tenía pesadillas, soñaba con el trabajo…

PSICÓLOGA:
Eres tan egoísta, Eugenia, sólo piensas en ti, en lo que a ti te pasó, nunca piensas en
los demás, llegas y entras a mi casa sin importarte que a lo mejor yo también me
estoy volviendo loca…

EUGENIA:
Voy a hablarle del accidente.

PSICÓLOGA:
No, no voy a escucharte porque tú tampoco me escuchas a mí. Estoy pasando por el
peor momento de mi vida, Eugenia, estoy a punto de caerme a pedazos y no puedo
soportar tus problemas ni los de nadie… por eso te mentí y te dije que no podía
atenderte más…

EUGENIA:
Mi jefa me odiaba. Me humillaba delante de todos. Decía que yo era demasiado vieja,
demasiado lenta, que no sabía cómo tratar a los niños.

PSICÓLOGA:
¿Me estás escuchando? ¡No puedo ayudarte! Estoy cansada, estoy aburrida de mi vida,
tuve una hija porque pensé que así las cosas cobrarían sentido, pero ahora todo es
infinitamente más terrible.

La Psicóloga se levanta a ver a su hija y sale de la pieza. Eugenia le sigue


gritando para que la escuche desde lejos.

EUGENIA:
Yo lloraba, en los recreos, en las horas de colación, mientras los niños dormían la
siesta. Yo lloraba, no sabía qué hacer. Me sentía tan torpe, tan estúpida, me odiaba a
mí misma por ser tan débil, por tener tanto miedo, por no poder renunciar, por no
poder decir lo que sentía… Llevaba casi seis meses trabajando horas extra. Haciendo lo
posible para que no me echaran, para que me quisieran, para que mi existencia fuera

39
significativa y trascendente. Pero nada funcionaba, y llegaba la noche y después
llegaba el día, y todos los días eran iguales, y estaba cansada y me dormía llorando y
no sabías qué día era, ni qué mes, ni qué año. Y me equivocaba al decir los nombres
de los niños. Y a Juan le decía Ana y a Ana le decía Pedro. Y en vez de tomarme el café
me tomé el cloro. Y todo salía tan caro y no había plata para nada. Y todos tenían todo
pero yo no tenía nada. De esto se trata la vida? ¿De no parar nunca? ¿De vivir siempre
el mismo día? Del trabajo a la casa. De la casa al doctor. Del doctor al banco. Del
banco al trabajo. Y una y otra vez la fantasía de parar, de pegarme un tiro, de
desaparecer, de mandar todo a la mierda, de matarlos a todos, sobre todo a las otras
tías, sobre todo a los papás de los niños, pero nunca a los niños, nunca, nunca a los
niños, porque los pobres niños van a tener que vivir la misma vida de mierda, los días
iguales, las ganas de morirse, las horas extra, los tristes finales. Y a mi mamá le decía
perro y al perro mamá y a Julio, Gabriela y a Gabriela José.

Entra la Psicóloga. La guagua sigue llorando desde la pieza del lado.

PSICÓLOGA:
Despertaste a la niña.

EUGENIA:
Yo la puedo hacer dormir, yo soy parvularia.

PSICÓLOGA:
No te acerques a ella.

EUGENIA:
Ese día me desperté con ganas de morirme. Abrí los ojos, miré por la ventana y pensé:
“Me encantaría estar muerta”, ¿Alguna vez le ha pasado, doctora? ¿Alguna vez ha
tenido esa sensación?

PSICÓLOGA:
¿Por qué crees que yo puedo ayudarte? Mírame, Eugenia. Mi vida es una mierda. No
puedo con todo esto, no puedo.

EUGENIA:
Fui a buscar a los niños a sus casas. Los pasé a buscar en el auto, nos fuimos en el
camino cantando canciones. Cuando llegamos al jardín yo me bajé del auto y las ganas
de morirme volvieron. Últimamente cada vez que llegaba al jardín me angustiaba
mucho, me daban ganas de llorar y de salir corriendo a tirarme de algún precipicio. Me
daba horror que me humillaran, que me gritaran, que me equivocara en todo. Eres tan
idiota, Eugenia, tan bruta, tan miserable. Temblando le abrí la puerta a los niños. Y se
bajaron todos, yo le juro que se bajaron todos…

PSICÓLOGA:
¡Cállate, por la mierda! ¡Cállate! ¡Cállate!

Por la ventana aparece un carabinero, trae encendida una linterna, por lo que
no se le ve la cara.

PSICÓLOGA:
¡Por fin llegaron! Esta mujer acaba de entrar a la fuerza a mi casa, por favor,
sáquenla…

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CARABINERO:
Buenas noches, señorita… ¿Doctora?

PSICÓLOGA:
¿Ah?

El Carabinero apaga la linterna. Es el paciente que antes estaba en la


consulta.

PACIENTE:
Doctora, soy yo.

PSICÓLOGA:
¿Camilo…?

PACIENTE:
Juan.

PSICÓLOGA:
Ah, sí…

PACIENTE:
Creí que estaba en el sur.

PSICÓLOGA:
¿Eres carabinero?

PACIENTE:
Sí, ¿Se acuerda de que hablamos como siete sesiones de lo mucho que odio mi trabajo
y de que esa es la razón principal de por qué me quiero matar?

PSICÓLOGA:
Sí, verdad. Camilo…

PACIENTE:
Juan.

PSICÓLOGA:
Juan. Necesito que saques a esta mujer de mi casa… quebró una de mis ventanas con
una piedra…

PACIENTE: A Eugenia.
Hola.

EUGENIA:
¿Sabes qué? Estamos conversando algo súper privado, ándate no más.

El Paciente comienza a irse.

PSICÓLOGA:
¡No! ¿Adónde vas? Necesito que la saques de mi casa.

El Paciente vuelve.

41
EUGENIA:
Ándate.

PSICÓLOGA:
No, no te vayas.

PACIENTE:
¿Usted cree en el destino, doctora? Justo esta noche había comprado unas navajas
para cortarme las venas en la patrulla. Pero el destino quiso que yo viniera a esta casa
y me encontrara con ustedes.

Desde lejos vuelve a sonar el llanto de guagua.

PSICÓLOGA:
Por favor, Juan, necesito que me ayudes, ella me está siguiendo, es segunda vez que
entra a mi casa…

EUGENIA:
Quinta.

PSICOLOGA:
¿Qué?

EUGENIA:
Es la quinta vez.

PSICÓLOGA:
Camilo…

PACIENTE:
Juan.

PSICÓLOGA:
Juan, necesito que saques a esta mujer de mi casa ahora…

PACIENTE:
Doctora…

PSICÓLOGA:
¿Qué?

PACIENTE:
Acá está la lista que me pidió de las razones por las cuales no debería morirme,
doctora. No encontré ninguna, es una hoja en blanco.

PSICÓLOGA:
¿Estás escuchando lo que te digo? Necesito que saques a esta mujer de mi casa…

La guagua llora más fuerte.

EUGENIA:

42
Doctora, déjeme que termine de contarle mi historia.

PSICÓLOGA:
Váyanse, los dos váyanse de mi casa.

PACIENTE:
Odio mi trabajo doctora, yo quería estudiar danza.

EUGENIA:
Yo de verdad creí que los había bajado a todos del auto… Pero después cuando volví en
la tarde… Me di cuenta de que… Abrí la puerta… Y ahí lo vi… el niño estaba tirado en el
asiento de atrás… pálido… había vomitado el asiento… era un infierno… hacía calor…
era verano… había estado ahí todo el día… seis horas… lo tomé en brazos…

PSICÓLOGA:
¡Váyanse los dos de mi casa! ¡Ahora!

PACIENTE:
Tranquilícese, doctora.

PSICÓLOGA:
¿Cómo quieres que me tranquilice?

EUGENIA:
Por favor que no esté muerto, por favor que sea mentira, que sea otra vida, que le
esté pasando a otro, que estén muertos los otros niños pero este no… me puse a
gritar… fue un grito seco, agudo, eterno… llamen a la ambulancia… esa voz no parecía
mi voz… corrí con el niño por todo el patio… todos me miraban sin entender nada… la
directora me miró… me quitó al niño de los brazos… me miró con tanta rabia… con
tanta pena… ¿Qué hiciste, Eugenia?... Lo mataste, está muerto… La mamá del niño lo
había ido a buscar… por eso nos habíamos puesto a buscarlo… La mujer miraba a su
hijo sin creerlo… sin entender… me seguía preguntando qué era lo que pasaba… pero
yo no la escuchaba… yo sólo escuchaba a mi amigo imaginario que era mi papá, que
me decía… por eso nunca quise conocerte, Eugenia… por eso me fui… por este
momento… porque mataste un niño…

PSICÓLOGA:
¿Eso?

EUGENIA:
¿Qué?

PSICÓLOGA:
¿Terminaste?

EUGENIA:
Sí, doctora.

PSICÓLOGA:
Ya te escuché. Ahora ándate.
EUGENIA:
¿Qué?

43
PSICÓLOGA:
Ándate.

EUGENIA:
¿No escuchó mi historia?

PSICÓLOGA:
Sí la escuché.

EUGENIA:
¿Y?

PSICÓLOGA:
¿Y qué?

EUGENIA:
¿No va a llorar?

PSICÓLOGA:
¿Qué?

EUGENIA:
¿No está llorando?
PSICÓLOGA:
¿Por qué debería estar llorando?

PACIENTE:
Yo estoy llorando.

EUGENIA:
Voy a contarle la historia de nuevo.

PSICÓLOGA:
¿Qué es lo que te pasa?

EUGENIA:
No entiendo.

PSICÓLOGA:
¿Qué cosa?

EUGENIA:
Por qué no me entiendes.

PSICÓLOGA:
¿Por qué debería entenderte?

EUGENIA:
Porque tú también mataste a un niño.

PSICÓLOGA:
¿De qué estás hablando?

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EUGENIA:
Yo sé.

PSICÓLOGA:
¿Qué cosa?

EUGENIA:
De tu paciente que se suicidó y mató a su hijo de tres años. Por eso vine a verte.
Porque pensé que tú me ibas a entender.

PSICÓLOGA:
¿Qué?

EUGENIA:
Era vecino mío. Yo no lo conocía tanto pero fui a su funeral. Y ahí te vi a ti. Te vi tan
frágil, tan triste. Pregunté quién eras y ahí me dijeron. Eras su psicóloga.
Inmediatamente pensé que tú ibas a entenderme, que habíamos pasado por lo
mismo…

PSICÓLOGA:
Estás completamente loca, Eugenia… eso no se hace… no puedes manipular así a las
personas… no puedo creer que es por eso que me viniste a ver…

La Psicóloga se acerca a Eugenia y comienza a pegarle, Eugenia le pega de


vuelta y comienzan a forcejear. Poco a poco comienzan a pegarse más fuerte.
Ambas mujeres se caen al piso.
El paciente trata de que las mujeres se separen pero no lo logra. Confundido y
nervioso, toma su pistola y dispara al cielo. Se escucha un grito de mujer, es
la vecina del departamento de arriba de la Psicóloga, que acaba de recibir una
bala loca.

PACIENTE:
Dios mío… ¿Estamos en un departamento? Creí que estábamos en una casa… ¿Quién
vive arriba? Ese fue el grito de un perro… debe haber sido un perro… yo puedo pagarle
el veterinario… soy tan tonto… todo lo hago mal… voy a irme… no le cuenten a nadie…
tal vez le llegó en la pierna no más… no creo que sea grave… me voy a ir… voy a ir a
ver el río… tengo ganas de nadar un poco…

El Paciente sale. La guagua sigue llorando. Ambas mujeres quedan sentadas


en el piso.

PSICÓLOGA:
Era mi paciente favorito. Era un joven tan dulce, tan atormentado. Tenía un amigo
imaginario, igual que tú Eugenia. Tenía los ojos azules, profundos como el cielo. La
última vez que lo vi estaba triste pero no lo escuché. Lo dejé que hablara pero no lo
escuché. No escuché nada, ni una sola palabra. Yo estaba pensando en otra cosa, en
otros pacientes, en otros trabajos, en por qué mi vida era tan miserable. Antes de irse
me abrazó, me abrazó fuerte como si hubiera sabido que nunca más nos íbamos a ver,
y me sonrió con la sonrisa más triste que he visto en mi vida. Cuando sonó el teléfono
en la noche inmediatamente pensé en él. Se había disparado y además había matado a
su pequeño hijo de tres años. Había un tercer disparo. En la pared había dibujado a su
amigo imaginario y le había disparado también. Se lo había llevado con él para que no
se quedara solo. A veces fantaseo con que me hubiera disparado a mí también ese día,

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en nuestra última consulta, antes de sonreírme con esa sonrisa tan triste. Paso todos
los días por afuera de su casa. Está vacía, deshabitada, desde la calle se puede ver el
disparo en la pared. Me encantaría entrar, sueño con que entro y limpio la sangre del
piso, el dibujo del amigo imaginario. Pero yo no soy como tú, yo nunca voy a entrar.

EUGENIA:
Yo podría acompañarte.

PSICÓLOGA:
Gracias, Eugenia.

EUGENIA:
Podríamos ir ahora.

PSICÓLOGA:
No, Eugenia. Ya lo decidí, yo nunca voy a entrar.

EUGENIA:
No digas eso.

PSICÓLOGA:
¿Todo este tiempo supiste lo que me había pasado?

EUGENIA:
Sí, doctora, por eso pensé que podíamos ayudarnos mutuamente.

PSICÓLOGA:
¿Y qué íbamos a hacer, Eugenia? ¿Nos íbamos a ir a vivir juntas al campo e íbamos a
ser felices para siempre? ¿Íbamos a colgar en el living los cuadros de las personas que
murieron por nuestra culpa y los íbamos a mirar todas las noches antes de dormirnos?

EUGENIA:
¿Y por qué no? ¿Por qué no podríamos haber hecho eso? ¿Por qué no podríamos haber
ido juntas una vez al mes al cementerio? ¿Por qué no podría llevarte al jardín infantil y
mostrarte el lugar exacto donde murió el niño y tú me muestras la casa dónde se
suicidó tu paciente y dónde mató a su hijo? Y después podríamos ir al cine y llorar
juntas con una película y después ir a comer y un día yo pago la cuenta y después la
pagas tú. ¿Por qué no? Si yo me siento sola y tú también.

PSICÓLOGA:
Las cosas no funcionan así, Eugenia.

EUGENIA:
¿Y cómo funcionan las cosas?

PSICÓLOGA:
Estamos solas tú y yo. Todos estamos solos. Hay que seguir. Hay que tomar pastillas,
aguantarse el dolor, no andar contándoselo a todo el mundo, cuando te pregunten
cómo estás decir que estás bien, hay que trabajar, hay que tener una familia, hay que
seguir.
EUGENIA:
No puedo. Estoy loca.

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PSICÓLOGA:
Vuelve a la normalidad. Llevas diez años viviendo fuera, trabajando de prostituta,
entrando a escondidas a llorar en la casa de los padres del niño que mataste. La vida
siguió, Eugenia.

EUGENIA:
¿Qué tengo que hacer?

PSICÓLOGA:
Lo que sea.

EUGENIA:
¿No podemos seguir viéndonos?

PSICÓLOGA:
No. Dos personas con vidas tan miserables no pueden juntarse.

EUGENIA:
Nadie nunca me ha querido, doctora.

PSICÓLOGA:
Los niños te quieren.

EUGENIA:
Pero yo los mato.

PSICÓLOGA:
Ya no más, Eugenia.

Eugenia se levanta del piso.

EUGENIA:
Hasta siempre, doctora. Espero que su vida mejore.

PSICÓLOGA:
Lo mismo para ti, Eugenia.

EUGENIA:
¿Me puede abrazar?

PSICÓLOGA:
No, Eugenia.

Eugenia sale. La Psicóloga se acuesta en su cama. La Psicóloga se acomoda y


apaga la luz. En la oscuridad ella sigue con los ojos abiertos mientras su hija
sigue llorando en la pieza del fondo.

ESCENA 5: Hacer callar al amigo imaginario.

Eugenia frente al espejo de su baño habla con su amigo imaginario.

47
EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:
Te dije. Te dije que nunca nadie te va a querer.

EUGENIA:
Los niños me quieren.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Pero tú los matas.

EUGENIA:
Ya no más.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Vas a quedarte sola.

EUGENIA:
No me importa.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Aún sigues pensando que algún día vas a ser feliz, eres tan ridícula, Eugenia.

EUGENIA:
Te amo, papá.

EL AMIGO IMAGINARIO QUE TAMBIÉN ES SU PAPÁ:


Yo no a ti.

Eugenia se dispara con una pistola en la cabeza.

ESCENA 6: En el jardín infantil y la vida nueva.

Eugenia hace una clase para los pequeños niños en el jardín infantil. Tiene
una venda sobre la cabeza, pero se ve feliz.

EUGENIA:
Tómense de las manos, niños. Canten fuerte. Miren por la ventana, hay un día tan
lindo. Amo el verano. Eso que está botado allá es un pájaro muerto. La muerte es
natural. Sus abuelos van a morir y después sus padres y se van a quedar solos.
Dibujen sus vacaciones, adónde fueron, si fueron felices… Quiero que todos tomen de
las manos a sus amigos imaginarios. Y les digan que los quieren mucho. ¿Cómo no vas
a tener un amigo imaginario? Todos tenemos amigos imaginarios. Todos dibujen a su
amigo imaginario en una hoja de papel. Miren, yo ya dibujé el mío. Y ahora vamos a ir
al patio y los vamos a enterrar en la tierra. Vamos a llorar todos juntos porque cuando
alguien que uno ama se muere uno debe llorar muy fuerte. Y vamos a cantar
canciones y luego vamos a mirar el cielo y vamos a darle gracias al universo por estar
vivos. ¿Saben cuántos niños se mueren al día? Muchos. Por eso debemos vivir el
ahora. A un niño en particular. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué estás llorando? ¿Se

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murió hace poco tu abuelito? ¿Lo viste muerto? ¿Lo viste en el ataúd? La muerte es
natural, amor. No llores. Todos estamos acá contigo. Ven, siéntate en mis piernas. Qué
extraña es tu cara. No sé, es real. Es muy real. Te veo y te encuentro tan real.

Eugenia abraza al niño y el niño la abraza a ella.

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