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Mes: Abril
TECNOLOGÍA
Johanna Álvarez
804-805-806-807
Estos animales también practican el distanciamiento social para
no enfermar
PUBLICADO 25 MAR 2020 14:21 CET, ACTUALIZADO 5 NOV 2020 6:48 CET
En los países más afectados por la pandemia de coronavirus, muchas personas tienen dificultades para
evitar el contacto con otras personas y quedarse en casa.
Sin embargo, el distanciamiento social no es un concepto nuevo en el mundo natural, donde las
enfermedades infecciosas son habituales. De hecho, varias especies sociales expulsan a los miembros
de su propia comunidad si los ha infectado un patógeno.
Es difícil, porque como nos explica Joseph Kiesecker, científico principal de The Nature Conservancy,
no siempre es «fácil distinguir» a los individuos infecciosos.
Sin embargo, los animales pueden detectar determinadas enfermedades (a veces antes de que
aparezcan síntomas visibles) gracias a sus sentidos especializados y modificar su comportamiento para
evitar enfermar.
Las abejas melíferas y los chimpancés, por ejemplo, pueden ser implacables a la hora de expulsar a los
enfermos.
V E R G A L E R Í A
Las enfermedades bacterianas que afectan a las colonias de abejas, como la loque americana, son
particularmente devastadoras, ya que acaban con las larvas de abeja desde dentro. «Dejan un residuo
viscoso de color castaño. Y huele muy muy mal», explica Alison McAfee, investigadora posdoctoral del
departamento de Entomología y Patología Vegetal de la Universidad del Estado de Carolina del Norte.
Según la investigación de McAfee, las larvas infectadas emiten sustancias químicas reveladoras que
pueden oler las abejas mayores, como ácido oleico y β-ocimeno, una feromona de las abejas. Una vez
las identifican, las abejas expulsan a los miembros infectados de la colmena.
Como esta adaptación evolutiva protege la salud de una colonia, apicultores e investigadores han criado
de forma selectiva este comportamiento durante décadas. Ahora, estas abejas más «higiénicas»
zumban por todo Estados Unidos.
«Durante dos minutos enteros, el viejo [McGregor] permaneció sentado, inmóvil, observándolos»,
escribió Goodall en su libro de 1971 En la senda del hombre.
«En realidad, no es tan diferente de la reacción de algunas sociedades ante una tragedia como esa en la
actualidad», contó al periódico Sun Sentinel en 1985.
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Goodall documentó otros casos de chimpancés con polio excluidos durante su investigación, aunque
señaló que, en algunos casos, el grupo readmitió a los individuos infectados.
Al igual que los humanos, los chimpancés son criaturas visuales y hay estudios que sugieren que el
estigma inicial de los chimpancés con polio podría ser producto del miedo y el asco que sienten por sus
deformidades, algo que forma parte de la estrategia de evitar contraer la enfermedad que provoca
dichas deformidades.
Antes de que Kiesecker empezara a estudiar a los renacuajos de rana toro a finales de los 90, los modelos
que predecían la propagación de enfermedades dentro de grupos de animales salvajes asumían que el
contacto con individuos infectados era aleatorio.
Suponían que cada miembro de la población tenía las mismas probabilidades que cualquiera de
contraer la enfermedad.
«Pero es evidente que los animales son más listos», afirma Kiesecker.
En sus experimentos, Kiesecker descubrió que los renacuajos no solo podían detectar una candidiasis
letal en otros renacuajos, sino que los individuos sanos trataban de evitar a los enfermos. Como las
abejas melíferas, los renacuajos determinan quién está enfermo y quién no a partir de señales químicas.
Las langostas comunes del Caribe también rehúyen a los miembros enfermos de su comunidad mucho
antes de que sean contagiosos.
Normalmente, las langostas infectadas con el virus mortal Panulirus argus tardan unas ocho semanas
en volverse contagiosas. Las langostas, que son animales sociales, ya empiezan a evitar a los enfermos
cuatro semanas después de la infección, cuando son capaces de detectar determinadas sustancias
químicas que producen los individuos enfermos.
Por ejemplo, los ratones hembra pueden determinar si sus posibles parejas están infectadas de alguna
enfermedad olisqueándolas. Si el ratón hembra huele una infección parasitaria en la orina del macho,
es probable que pase a otras parejas más sanas, según los investigadores de la Universidad de Ontario
Occidental.
El pez guppy (Poecilia reticulata) macho sufre un escrutinio similar por parte de sus parejas en
potencia. Los peces hembra prefieren a parejas sin parásitos de forma aplastante. Una combinación de
pistas visuales de una infección, como las aletas pinzadas o la palidez, y determinadas sustancias
químicas que emite la piel infectada delata a los machos enfermos.
En general, cabe destacar que, a diferencia de nosotros, los animales no saben que «si se quedan en
casa, quizá reduzcan la tasa de transmisión», explica Kiesecker. «Como humanos, nosotros sí podemos
hacerlo. Es una diferencia importante».