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Erskine Caldwell
II. Los cuentos suceden siempre ahora, aun cuando hablen del pasado. No hay tiempo para más, y
ni falta que hace.
El cuento es enemigo de la retórica y de los períodos largos que quitan agilidad y velocidad a la
trama.
III. El excesivo desarrollo de la acción es la anemia del cuento. O, mejor dicho, su muerte por
asfixia.
El cuento es acción, pero no sobrecarga de acción. Hay cuentos de una inmovilidad opresiva pero
eficaz.
IV. En las primeras líneas del cuento se juega la vida; en las últimas líneas, la resurrección. En
cuanto al título, al contrario de lo que muchos piensan, si es demasiado brillante se olvida
fácilmente.
Un buen comienzo es como una buena apertura de ajedrez; un buen desarrollo depende de una
buena apertura; si apertura y desarrollo son buenos, hasta el fin sorpresivo sale sobrando. Lo del
título es una observación sagaz.
VI. La atmósfera puede ser lo más memorable de un argumento. La mirada puede ser el personaje
principal.
"La caída de la casa Usher", de Poe, cuento gótico por excelencia, crea una atmósfera opresiva
muy eficaz.
VII. En narrativa, el lirismo contenido produce magia. El lirismo sin freno, trucos.
Bioy Casares dijo alguna vez: Yo quisiera escribir una novela que tenga, de la intimidad, la falta de
énfasis. ¡Hay que evitar los énfasis líricos! Y los otros.
VIII. La voz del narrador tiene tal importancia que no debe notarse. Resulta más fácil mentir desde
la discreción que desde la exhibición o el ingenio.
Otra vez es mejor un narrador reticente, que sabe dosificar sus revelaciones, que un latero pródigo
en detalles superfluos.
IX. Por excepciones que puedan citarse, la frase corta resulta la más natural para un cuento.
Corregir: reducir.
Corregir: reducir. Esta es una máxima fundamental. Hay que cortar flecos, encajes, lentejuelas y
otros abalorios.
X. El talento es el ritmo. Los problemas más sutiles empiezan en la puntuación. La buena
puntuación ayuda a la respiración del lector y subraya la importancia del ritmo de la prosa.