Está en la página 1de 4

El feudalismo sigue vivo, sostiene usted.

Eso es, la democracia apenas pueda ocultar que vivimos en una sociedad de señores.

¿Señores feudales?

Ahonda sólo un poquito y lo verás.

¿En qué lo nota?

Lo delata el vocabulario, un lenguaje señorial que oyes cada día. ¿O no? Honorabilidad.
Clientelismo. Linaje. Privilegios. Poder. Preeminencia...

Son sólo palabras.

El lenguaje explicita: los señores del Antiguo Régimen y del mundo colonial son hoy legalmente
ciudadanos, pero...perviven con un poder similar al de tiempos que creíamos superados.

¿Cómo se ha dado cuenta?

Las crisis sacan a la luz cosas ocultas: vemos que el señor nunca se había ido. Quizá yo lo vea mejor
por mi perspectiva excéntrica.

¿Excéntrica?

Nací muy lejos del centro del sistema, en un barrio marginal de Guayaquil, en Ecuador, y crecí
entre campesinos y obreros, borrachos, putas y ladrones. Un barrio muy rojo.

¿Alguna estampa reseñable?


La de mi tío abuelo, el Tigre: escribía, publicaba en la prensa. Fue mi primer héroe.

¿Por qué?

Por ser un artista de verdad, plenamente comprometido con su arte, como Baudelaire. Mi tío
abuelo dejó su trabajo en el periódico para no escribir al dictado de un jefe. ¡Desde los seis años
he querido ser como él!

¡Lo compara al poeta Baudelaire!

Baudelaire es el modelo de artista, para mí. ¡Insobornable! Puedes ceder en todo..., excepto en tu
arte. Baudelaire no trabajó para no descuidar su arte.

¿Le imita usted?

“Seré escritor”, me propuse de niño. Y hoy lo soy... Lo prioritario en mi vida es leer y escribir, el
resto es accesorio.

¿Qué camino ha seguido?

De joven tuve un accidente de coche, salí gateando y me dije: “¿Qué está pasando? ¡Tengo que
pensar!”.

¿Pensar?

Me di cuenta de que no es tan fácil, ¡que no sabemos pensar! Y mi vida dependía de eso. Así que
estudié filosofía. Y salí devastado.

¿Por qué?

Todo es ruina. Hemos admirado, hemos repetido..., ¡pero no pensado!


Algún filósofo le inspiraría...

Hölderlin: “El ser humano es un signo por descifrar”. Y Beckett: “No hay nada que decir, no hay
cómo decirlo, sólo la necesidad de decirlo”.

¿Qué necesita decir?

Que vivimos en una sociedad de señores. La idea de honor, a la vez vil y elevada: está ya en la
Ilíada de Homero, los señores ultrajan y matan...por honor. ¡Esto pervive, 3.000 años después!
Pura moral aristocrática.

Quizá sea más antropológico que aristocrático...

“Sé siempre el mejor”, “sé superior al resto”: una moral de reyes y señores, y hoy de empresarios
capitalistas. Es siempre la misma ética de la excelencia, la jerarquía, la ostentación, la deferencia.

¿No hemos cambiado?

Llevamos dentro la moral aristocrática según la que no tenemos la misma dignidad humana: un
indigente vale menos que tú.

No.

¿Vemos plenamente humano a un refugiado? ¿A un indocumentado? ¿A un gitano? No. Y somos


etnocéntricos...

¿No sirvió la Revolución Francesa?

Diluyó discriminaciones fiscales, jurisdiccionales, de oportunidades..., ¡pero no morales! Eso quedó


intacto. Sobrevive la ética judeo-greco-latino-cristiana, un pensamiento que unificó Europa.
Quizá porque sea lo menos malo.

Pero... pensemos un poco más. La Iglesia y la Ilustración conducen al liberalismo capitalista, que
consideramos favorable al desarrollo humano...

Sí.

Pero contiene los valores aristocráticos de obediencia y sumisión, a su vez tan prácti- cos para el
capitalismo: ¡la ética de la dominación!

Si usted lo ve así...

Puedes observarlo en la monumentalidad aplastante de la arquitectura institucional: busca


disuadirte de cualquier veleidad levantisca.

No lo había pensado.

Es difícil pensar, ya digo... O fíjate en los apellidos, los linajes... En las academias para
ennoblecerse... Cómo ser virtuoso para ser distinguido... ¿No son los filántropos la actual nobleza
aristocrática? Todo igual.

¿En qué queda entonces la democracia?

Lejos, mientras no acojamos la ética de lo pequeño y la reciprocidad. Nuestra cultura es aún


aristocrática, no democrática: aún preferimos lo exclusivo a lo compartido, lo imperecedero a lo
evanescente, la solemnidad al juego, el honor al respeto...

Entiendo.

Obama ordenó arrojar al mar el cadáver de Bin Laden: actuó igual que Aquiles impidiendo enterrar
a Héctor. Como en la Ilíada, como hace 3.000 años, igual.

También podría gustarte