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JO S É M.

BLECUA

FLORESTA DE LÍRICA
ESPAÑOLA
SEG U N D A EDICIÓN,

CO RREGIDA Y AU M EN TAD A

f e

EDITORIAL CREDOS
© Editorial G redos, M ad rid , 1963.

N .° de R e g istro : 343 - 57 - — D epósito L e g a l: M . 18 4 3 -19 6 3

G ráficas Cóndor, S. A .— A viad or L in d b erg h , 5.— M ad rid -2 18 8 6 -19 6 3


A
J uan G u e r r e r o R u iz
t
“ Cónsul general de
la poesía española”
PRÓLOGO DE LA PRIM ERA EDICIÓN

Todos los libros tienen su fortuna, pero son pocos los que
nacen bajo un hado tan adverso como las Antologías. Y esta
Floresta que ahora aparece es lógico que no pueda huir de su
destino, ese destino que se resume en una sola palabra: des­
contento. Porque todo lector se siente antologo apasionado y tie­
ne sus amores (y es' natural que los tenga, y si no los tiene, peor
para él). En poesía, como en música, las pasiones son legíti­
mas, porque ninguna composición dice lo mismo a todos, ni
puede decirlo. “ ¿Por qué habrá preferido este poema al otro?” ,
se pregunta el lector apasionado. Incluso yo mismo me pre­
gunto algo parecido, y quito un poema y añado otro mientras
componen el libro. Y es seguro que en la segunda edición, si
es que la. Floresta tiene esa suerte, suprimiré y añadiré otros.
Y no es vacilación ni cuestión de gustos poco firmes, aunque
hay composiciones intangibles. ¡ Depende de tantas circunstan­
cias una selección poética! ¿Quién puede asegurar que me dirá
lo mismo el soneto de Quevedo que leí con tanto amor, casi
con dolorosa inquietud, hace dos años, en una tarde gris y ce­
nicienta, si ahora la tarde primaveral estalla en gozo y suenan
mil ruiseñores en la garganta? ¿Quién puede asegurar el mis­
mo decir de un poema a un joven de veinte años y a un pro­
fesor de cincuenta? Juan Ramón Jiménez, que tanto sabe de
poesía y de estos quehaceres, se preguntaba hace años: “ ¿G us­
ta lo mismo una poesía hoy que mañana; esta tarde, al sol,
que anoche con luna; en la calle, o dentro de casa, en una
misma hora? Los sentidos secretos que cada una encierra, ¿los
hemos entrevisto todos de una vez o, al menos, hemos entre­
visto una vez el más agudo?” .
Por esta causa, los obstáculos con que tropieza el antologo
son sencillamente insuperables. Y yo no los he intentado ven­

9
cer, porque sé muy bien que son invencibles. El mismo Juan
Ramón Jiménez escribía: “ Unas 'poesías escojidas’ no pueden
tener, como escojidas, un valor permanente, sino sólo el del
momento en que fue elejida cada una.” Y aunque él se refirie­
se a la obra propia, con la misma razón se puede aplicar a la
ajena. Y este ahora y aquí constituyen, nada menos, que parte
del ser persona, del ser hombre de carne y espíritu. Acepto,
pues, humildemente, incluso alegremente, el hecho de que esta
Floresta de lírica española nazca bajo el signo del descontento.
Pretender otra cosa sería pecar de soberbio y de pedante, y bien
sabe Dios lo lejos que está uno de esas pretensiones.
Pero creo tener derecho, por lo menos, a justificar lo que he
pretendido hacer, lo haya logrado o no. En primer lugar esta
Floresta no debió aparecer ahora, sino después. Reconozco que
la frase no es muy clara, pero con la explicación que sigue per­
derá su misterio: la Editorial G r e d o s , cuyo esfuerzo y origi­
nalidad no se pueden ocultar, ha iniciado ya la publicación de
una serie de volúmenes antológicos de poesía española, y esta
Floresta es un resumen de esos volúmenes. (Ha aparecido ya
el I, Poesía de tipo tradicional, en colaboración con el maestro
Dámaso Alonso; el II estará dedicado a la Poesía m edieval.)
Por esta causa han desaparecido las notas de todo tipo y remito
al lector a esos volúmenes. (Aparte de que el lector desintere­
sado por la erudición prescinde con facilidad de ellas.) Sólo se
dan al pie de los poemas las referencias bibliográficas de pro­
cedencia. Incluso cuando se cambia el nombre de un autor,
como sucede con la famosa canción que principia “ Ufano, ale­
gre, altivo, enamorado” , tantas veces atribuida a Mira de Ames-
cua, cuando es, realmente, de un desconocido José de Sarabia,
secretario del Duque de Medina Sidonia y amigo de Pedro Es­
pinosa.
En segundo lugar, se ha dado entrada a poetas — desde la
Edad Media hasta hoy— que jamás, o muy pocas veces, han
sido incluidos en las Antologías. La explicación es ociosa: creo
que la montaña exige el valle. Las cimas sólo pueden serlo en
relación con otras más pequeñas. Sé que este criterio podrá pa­
recer más histórico que estético y que será despreciado olímpi­
camente por algún lector, aunque más de una vez, y de eso
estoy seguro, ese lector agradecerá el regalo de un poema es­
crito por un desconocido. Pero, además, no siempre han mere­
cido quedar olvidados de las Antologías poetas delicados, pu­

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dorosos para la edición de sus obras, cuyos poemas van siendo
divulgados gracias a los desvelos de agudos conocedores. Pien­
so ahora concretamente en un Conde de Salinas, tan admirado
en su época, como desconocido después. Y tampoco olvidemos
que más de una vez los dioses han concedido la gracia de un
poema o de un solo verso a quien se esforzó con amor en que­
rer ser poeta, poema o verso que no debe quedar en olvido,
so pena de ser injustos.
En tercer lugar, esta Floresta presenta otra novedad: in-
duir poemas en lengua no castellana. Creo que también so­
bra la justificación. Por fortuna, el criterio de considerar tan
español al Marqués de Santillana como a Ausías March, a Una-
muno como a Maragall, no puede admitir objeciones. Por otra
parte, ¿cómo es posible prescindir de la gran lírica galaica
medieval sin dejar manca y chata la lírica española? En cam­
bio, por otras causas, he prescindido de la lírica hispanoameri­
cana a partir del siglo X IX , con la excepción de Rubén Darío,
sin el cual no se podría explicar la gran renovación de la líri­
ca española del siglo X X . Razones de extensión, principalmen­
te, obligaban a estos límites. Pero esa poesía será objeto de un
volumen especial.
Y esta razón de límites es la que ha obligado también
escoger los últimos poetas. Termino con, Miguel Hernández y
José Luis Hidalgo como representantes de dos generaciones
poéticas. Se me objetará que murieron sin que su obra adqui­
riese total plenitud, pero creo, a pesar de todo, que pueden
figurar muy bien como actitudes frente al quehacer poético.
De sobra sé que éste es el punto más delicado que se plantea a
un antologo, pero sé también que una Floresta que arranca de
lo más hondo de la Edad Media, y en la que no se han re­
gateado nombres, puede terminar con decoro de esta forma.
Lo cual no quiere decir que yo orille el problema en el volu­
men correspondiente. El lector no debe olvidar que el criterio
que ha presidido la orientación de esta Floresta ha sido, aparte
del estético, un criterio de historiador, tan legítimo como otro
cualquiera que se cumple hondamente, sinceramente. Y la his­
toria exige siempre un poco de reposo.
Y , por último, agradezco vivamente a los poetas vivos su
generosidad, sin la cual hubiera sido imposible este libro. He
procurado obtener el consentimiento de todos, pero en algún
caso — ignorancia de la residencia u olvido de la gestión enco­

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mendada a un amigo— no ha sido posible obtener ese consen­
timiento. Desde aquí pido perdón y suplico esa autorización.
Agradezco también a Agustín del Campo el afecto que ha pues­
to en la revisión del original y su ayuda en la siempre ingrata
tarea de corregir las pruebas, y a Pedro Bohigas y E. Correa
Calderón su generosa ayuda en la elección y copia de algunos
poemas catalanes y gallegos.
Jo s é M . B l e c u a

N O T A A L A SE G U N D A EDICIÓN

Por diversas razones, no siendo la menor su propia insatis^


facción, el autor de esta Floresta ha introducido diversos cam­
bios y algunas adiciones. Estos cambios y adiciones afectan a
Berceo [n.° 10 ], el Arcipreste de Hita [n.os 13 , 15 y 16 ] ,
D. Hurtado de Mendoza [94 y 96], Romero de Cepeda [10 9 ],
Ramírez Pagan [ m ] , L. Rodríguez [ 1 6 3 ] , Padilla [16 4 y 166],
Góngora [18 7 ] , Maluenda [205 y 206], Quevedo [230, 232,
233, 235, 238 y 24 1], Villamediana [243 y 244], Meló [2 8 3 ],
Salazar [29 1 y 292], Unamuno [441 y 442], J. R. Jiménez
[474 a 482], L. Felipe [487, 488 y 489], P. Salinas [506], Gui-
llén [ 5 1 1 ] , G. Diego [ 5 18 ] , Lorca [523 y 525], Alberti [548]
y Panero [552 a 5543* Una vez más debo agradecer a Agustín
del Campo su exquisita ayuda.
J. M. B.

12
/A R C H A S M O ZÁRABES

V a y s e meu corachón de mib,


ya, Rab, ¿si se me tomarád?
¡T a n mal meu doler li-l-habib!
Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?
["M i corazón se me va de mí. Oh Dios, ¿acaso se me tomará?
¡T a n fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuán­
do sanará?” ]

¿QUÉ faré, mamma?


Meu-l-habib estf ad yana.
[ “ ¿Qué haré, madre? Mi amigo está a la puerta.” ]
[T e x to s y versión de Dám aso A lonso, Cancioncillas "de amigo ” m ozá'
robes, en RFE, X X X I I I , 1949, págs. 3 1 1 y 320 .]

AN Ó N IM O
Principios del s. XIII

RAZÓN DE AMOR

Qui triste tiene su corazón


venga oir esta razón
Odrá 2 razón acabada,

1 R azón, discurso, plática.


2 Odrá, oirá.

13
feita 3 d’amor e bien rimada.
Un escolar la rimó
que siempre dueñas am ó;
mas siempre hobo crianza
en Alemania y en Francia;
moró mucho en Lombardía
pora aprender cortesía 4.
En el mes d’abril, depués yantar,
estaba so un olivar.
Entre cimas d’un manzanar
un vaso de plata vi estar.
Pleno 5 era d’un claro vino
que era bermejo e fino;
cubierto era de tal mesura 6
no lo tocas’ la calentura.
Una dueña lo í eva 7 puesto,
que era señora del huerto,
que, cuan8 su amigo viniese,
d’aquel vino a beber le diesse.
Qui de tal vino hobiesse
en la mañana cuan comiesse
e dello hobiesse cada día,
nuncas más enfermaría.
Arriba del manzanar
otro vaso vi estar;
pleno era d’un agua frida
que en el manzanar se nacía.
Bebiera d’ela de grado,
mas hobi 9 miedo que era encantado.
Sobre un prado pus5 mi tiesta
que nom’ fiziese mal la siesta10;
p artí11 de mí las vistiduras
que nom’ fiziés’ mal la calentura.

3 F eita, hecha. (Forma aragonesa de fecha.)


4 N ótese la influencia de lo francés.
5 Pleno, lleno.
6 M esura, medida, manera.
7 l, allí. — Eva, había. (L o allí había es forma aragonesa.)
8 Cuan, cuando.
9 H obi, hube, tuve.
10 Siesta, la hora de más calor del día.
11 Partí, quité.

14
Pleguém’ 12 a una fuente perenal,
nunca fue homne que vies’ tall;
tan grant virtud en sí había,
que de la fridor que d’í 13 ixía,
cient pasadas 14 a derredor
non sintríades la calor.
Todas yerbas que bien olién 15
la fuent cerca sí las tenié:
í es la salvia, í son as 16 rosas,
í . el lirio e las violas;
otras tantas yerbas í había,
que sol’ 17 nombrar no las sabría.
Mas ell olor que d’í ixía
a homne muerto ressucitaría.
Pris* 18 del agua un bocado
e fui todo esfriado.
En mi mano pris’ una flor,
sabet non toda la peyor 19t
e quis’ cantar de fin 20 amor.
Mas vi venir una doncela,
pues nací non vi tan b ella:
blanca era e bermeja,
cábelos cortos sobr’e ll21 oreja,
fruente blanca e lozana,
cara fresca como macana;
nariz egual e dreita 22,
nunca viestes tan bien feita;
ojos negros e ridientes,
boca a razón e blancos dientes;
labros bermejos non muy delgados,
por verdat bien mesurados;

12 Pleguém , llegúeme.
13 D ’í, de allí.
14 Pasadas, pasos.
15 Olién, pret. im p erf., olían.
16 A s, las (aragonesismo).
17 SóV, solamente.
18 Pris, cogí, tomé.
19 Peyor, peor.
20 Fin, fino.
21 Ell, de illa, la.
22 D reita, dereclía (aragonesismo).

15
por la Centura delgada,
bien estant e mesurada;
el manto e su brial
de xamet 23 era que non d’ál 24;
un sombrero tien’ en la tiesta
que nol’ fiziese mal la siesta;
unas luvas 25 tien’ en la mano,
sabet non gelas dio vilano.
De las flores viene tomando,
en alta voz d’amor cantando,
e decía: — “ ¡ Ay, meu 26 amigo,
” si me veré ya más contigo!
” Amet’ sempre e amaré
"cuanto que viva seré.
"Porque eres escolar
” quisquiere 27 te debría 28 más amar.
” Nuncua odí de homne decir
” que tanta bona manera hobo en sí.
” Más amaría contigo estar
” que toda España mandar;
” mas d’una cosa so cuitada:
” he miedo de seder engañada,
” que dizen que otra dona,
"cortesa e bela e bona,
” te quiere tan gran ben,
” por ti pierde su sen 29,
” e por eso he pavor
” que a ésa quieras mejor.
” ¡ Mas s’ io te vies’ una vegada,
” a plan 30 me queriés por am ada! ”
Cuant la mia señor31 esto dizía,
sabet a mí non vidía;

23 X a m e t, jam et, tejido de seda.


24 D ’ál, de otra cosa.
25 L uvas, guantes.
26 M eu, mío, mi.
,27 Quisquiere, cualquiera.
28 Debría, debería.
29 Sen, sentido.
30 A plan, ciertamente.
31 Mia señor: la terminación or era masculina y fem enina. (V id.
la su amor, verso 123.) 1

16
pero sé que no me conocía,
que cíe mí non foiría 32.
Yo non fiz aquí como vilano;
levém’ e pris’la por la mano.
Jumemos 33 amos en par
e posamos so ell olivar.
D ix’ le yo : — “ Dezit, la mia señor,
" ¿ s i supiestes nunca d’amor?” —
Diz ella: — “ A plan con grant amor ando,
"mas non coñozco mi amado;
” pero dizem’ un su mesajero,
"que es clérigo 34 e non cabalero,
"sabe muito 35 de trobar,
"de leyer e de cantar;
"dizem ’ que es de buenas yentes,
"mancebo barbapuñientes 36.”
— “ Por Dios, que digades, la mia señor,
"¿q u é donas 37 tenedes por la su amor?”
— “ Estas luvas y es’ capiello 3S,
” est’ o ra l39 y est’ aniello
"envió a mí es' meu amigo,
"que por la su amor trayo confriigo."
Yo conocí luego las alfayas 40
que yo gelas había enviadas.
Ela cofíoció una mi cinta man a mano 41,
qu’ela la fiziera con la su mano.
Tóliós’ 42 el manto de los hombros,
besóme la boca e por los ojos;
tan gran sabor de mí había,
sól* fablar non me podía.

32 H uiría.
33 Jum em os, juntám onos (forma aragonesa de iungere).
34 Clérigo, aquí hom bre de letras.
35 M u ito , mucho (forma aragonesa).
36 Barbapuñientes, joven al que comienza a salir la barba.
37 Donas, regalos.
38 Capiello, capillo, prenda para cubrir la cabeza, que usaban
dam as. (La terminación iello es aragonesa.)
39 Oral, velo que tapaba la boca.
40 A lfaya s, alhajas.
41 M an a m ano, en seguida.
42 Toliós, quitóse.

17

F. LÍRICA, I. — 2
— “ ¡Dios señor, a ti loado
” cuant 43 conozco meu amado !
” ¡ Agora he tod’ bien conmigo
” cuant conozco meo am igo!”
Una grant piefa alí estando,
de nuestro amor ementando 44,
ela m’ dixo : — “ El mió señor,
” oram’ 45 sería de tomar
” si a vos non fuese en pesar.”
Yo P dix’ : — “ It, la mia señor,
” pues que ir queredes,
” mas de mi amor pensat, fe que debedes.”
Ela m’ d ix o : — “ Bien seguro seit de mi amor,
“ no vos camiaré por un emperador.”
La mia señor se va privado 46,
dexa a mí desconortado47.
Desque la vi fuera del huerto,
por poco non fui muerto.
Por verdat quisiéram’ adormir,
mas una palomela vi,
tan blanca era como la nieve del puerto,
volando viene por medio del huerto.
Un cascabielo dorado
tray 48 al pie atado.
En la fuent'quiso entrar;
mas cuando a mí vido estar
entrós’ en el vaso del m algranar49.
Cuando en el vaso fue entrada,
e fue toda bien esfriada,
ela que quiso exir festino 50,
vertios’ el agua sobr’el vino...

[Edic. de R . Menéndez Pidal, R evue H ispanique, X III, 1905, pág. 008.]

43 Cuant, cuando.
44 E m entando, hablando.
45 Oram’, ahora me.
46 Privado, rápidamente.
47 Desconortado, desconsolado.
48 T rae.
49 Malgranar, granado (aragonesismo).
50 Festino, pronta, rápidamente.

18
REY DON DIONÍS

— Al flores, ai flores do verde pío,


se sabedes novas do meu amigo?
Ai, Deus, e u é?
Ai flores, ai flores do verde ramo,
se sabedes novas do meu amado?
Ai, Deus, e u é?
Se sabedes novas do meu amigo,
aquel que mentiu do que pos comigo?
Ai, Deus, e u é?
Se sabedes novas do meu amado,
aquel que mentiu do que mi á jurado?
Ai, Deus, e u é?
— Vos me preguntades polo voss’ amigo?
E eu ben vos digo que é sa’ e vivo :
Ai, Deus, e u é?
Vos me preguntades polo voss’ amado?
E eu ben vos digo que é v iv ’e sao :
Ai, Deus, e u é?
E eu ben vos digo que é sa* e vivo
e seerá vosc’ant’o prazo saido:
Ai, Deus, e u é?
E eu ben vos digo que é v iv ’e sao
e seerá vosc’ant’o prazo passado:
Ai, Deus, e u é?

NUNO FERN AN D ES TO RN EO L

L e v a d ’, amigo que dormides as manhaas frías;


toda'las aves do mundo d’amor dizian:
leda m ’and’eu.
Levad, amigo que dormide’ las frías manhaas;
toda-las aves do mundo d’amor cantavan:
leda m’and’eu.

19
Toda-las aves do mundo d’amor dizian;
do meu amor e do voss’en ment’avian :
leda m’and’eu.
Toda-las aves do mundo d’amor cantavan;
do meu amor e do voss’i enmentavan:
leda m’and’eu.
Do meu amor e do voss’en ment’avian;
vos lhi tolhestes os ramos en que siian:
leda m’and’eu.
Do meu amor e do voss’i enmentavan;
vos lhi tolhestes os ramos en que pousavan:
leda m’and’eu.
Vos lhi tolhestes os ramos en que siian
e lhi secastes as fontes en que bevian:
leda m’and’eu.
Vos lhi tolhestes os ramos en que pousavan
e lhi secastes as fontes u se banhavan:
leda m’and’eu.

MEEN D IÑ O

S ed ia -M’EU na ermida de San Simion


e cercaron-mi as ondas, que grandes son :
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo!
Estaba na ermida ant’o altar,
e cercaron-mi as ondas grandes do m ar:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo!
E cercaron-mi as ondas, que grandes son,
non ei i barqueiro, nen remador:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo!
E cercaron-mi as ondas do alto mar,
non ei i barqueiro, nen sei rem ar:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo!
Non ei i barqueiro, nen remador,

20
morrerei fremosa no mar maior:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu amigo!
Non ei i barqueiro, nen sei remar,
morrerei fremosa no alto m ar:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo!

M A R T ÍN - C O D A X

O n d a s do mar de Vigo,
se vistes meu am igo!
E ai Deus, se verrá cedo!
Ondas do mar levado,
se vistes meu amado!
E ai Deus, se verrá cedo!
Se vistes meu amigo,
o por que eu sospiro!
E ai Deus, se verrá cedo!
Se vistes meu amado,
por que ei gram cuidado!
E ai Deus, se verrá cedo!
[T e x to s según las Cantigas d ’am igo, ed. de J. J. N unes, vol. II, Coim-
bra, 1926, págs. 19 , 7 1 , 229 y 4 4 1.]

JO A N ZORRO

BARCAROLA

P e l a ribeyra do rio
cantando ia la dona^virgo
d’am or:
“ Venham ñas barcas polo rio
” a sabor.”

21
Pela ribeyra do alto
cantando ia la dona-d’algo
d’am or:
“ Venham ñas barcas polo rio
” a sabor.’ ’

BAILADA

BAYLEMOS agora, por Deus, ay velidas,


so aquestas avelaneyras frolidas
e quen £or velida como nós, velidas,
s’amig’ amar,
so aquestas avelaneyras frolidas
verrá baylar!
Baylemos agora, por Deus, ay loadas,
so aquestas avelaneyras granadas
e quen fór loada como nós, loadas,
s’amig’ amar,
so aquestas avelaneyras granadas
verrá baylar!
[T e x to s según O cancioneiro de Joan Zorro, ed. de Celso Ferreira da
Cunha, Río de Janeiro, 1949, págs. 57 y 59 .]

G O N ZA LO D E BERCEO
¿ 1 i8o?-i25o

10

MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA


Introducción

AM IGO S e vasallos de Dios omnipotent,


si vos me escuchássedes por vuestro consiment,
querría vos contar un buen avenim ent:
terrédeslo en cabo por bueno verament.
Yo maestro Gon^alvo de Berreo nomnado
yendo en romería cae^í en un prado
verde e bien sencido, de flores bien poblado,
logar cobdiijiaduero pora omne cansado.

22
Daban olor sobeio las flores bien olientes,
refrescaban en omne las caras e las mientes,
manaban cada canto fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en ivierno calientes.
Avié hi grand abondo de buenas arboledas,
milgranos e figueras, peros e mazanedas,
e muchas otras fructas de diversas monedas;
mas non avié ningunas podridas nin azedas.
La verdura del prado, la olor de las flores,
las sombras de los árbores de temprados sabores
refrescáronme todo, e perdí los sudores:
podrié vevir el omne con aquellos olores.
Nuncua trobé en sieglo logar tan deleitoso,
nin sombra tan temprada, ni olor tan sabroso.
Descargué mi rooiella por yazer más vifioso,
poséme a la sombra de un árbor fermoso.
Yaziendo a la sombra perdí todos cuidados,
odí sonos de aves dulces e modulados: '
nuncua udieron omnes órganos más temprados,
nin que formar pudiessen sones más acordados.
Unas tenién la quinta, e las otras doblavan,
otras tenién el punto, errar no las dexavan,
al posar, al mover todas se esperavan,
aves torpes nin roncas hi non se acostavan.
N o n ‘serié organista nin serié violero,
nin giga, nin salterio, nin mano de rotero,
nin estrument, nin lengua, nin tan claro vocero,
cuyo canto valiesse con esto un dinero.
Peroque vos dissiemos todas estas bondades,
non contamos las diezmas, esto bien lo creades:
que avié de noblezas tantas diversidades,
que no las contarién priores ni abbades.
El prado que vos digo avié otra bondat:
por calor nin por frío non perdié su beltat,
siempre estava verde en su entegredat,
non perdié la verdura por nulla tempestat.
Man a mano que fui en tierra acostado,
de todo el lazerio fui luego folgado:
oblidé toda cuita, el lazerio passado:
¡ qui allí se morasse serié bien venturado!
Los omnes e las aves cuantas acaecíen,

23
levaban de las flores cuantas levar queríen;
mas mengua en el prado ninguna non fagíen:
por una que levaban, tres e cuatro nazíen.
Semeia esti prado egual de paraíso,
en qui Dios tan grand gracia, tan grand bendición m iso:
el que crió tal cosa maestro fue anviso:
omne que hi morasse, nuncua perdrié el viso.
El fructo de los árbores era dulz’ e sabrido,
si don Adam oviesse de tal fructo comido,
de tan mala manera non serié decibido,
nin tomarién tal danno Eva ni so marido.
Señores e amigos, lo que dicho avernos,
palabra es oscura, esponerla queremos:
tolgamos la corteza, al meollo entremos,
prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos.
Todos cuantos ve vimos que en piedes andamos,
siquiere en presón, o en lecho yagamos,
todos somos romeos que camino andamos:
San Peidro lo diz esto, por él vos lo provamos.
Cuanto aquí vivimos, en ageno moramos;
la fianza durable suso la esperamos,
la nuestra romería estonz’ la acabamos
cuando a paraíso las almas enviamos.
En esta romería avernos un buen prado,
en qui trova repaire tot romeo cansado:
la Virgin Gloriosa, madre del buen criado,
del cual otro ninguno egual non fue trovado.
Esti prado fue siempre verde en onestat,
ca nunca ovo mácula la su virginidat,
post partum et in partu fue Virgin de verdat,
illesa, in corrupta en su entegredat.
Las cuatro fuentes claras que del prado manavan,
los cuatro evangelios esso significavan,
ca los evangelistas cuatro que los dictavan,
cuando los escribíen, con ella se fablavan.
Cuanto escribién ellos, ella lo emendava,
esso era bien firme, lo que ella laudava:
pareze que el riego todo della manava,
cuando a menos della nada non se guiava.
La sombra de los árbores, buena, dulz’ e sania,
en qui ave repaire toda la romería,

24
sí son las oraciones que faz’ Santa María,
que por los peccadores ruega noch’ e día.
Cuantos que son en mundo iustos e peccadores,
coronados e legos, reys e emperadores
allí corremos todos vassallos e señores,
codos a la su sombra irnos coger las flores.
Los árbores que facen sombra dulz’ e donosa,
son los santos mirados que faz’ la Gloriosa,
ca son mucho más dulzes que azúcar sabrosa,
la que dan al enfermo en la cuita raviosa.
Las aves que organan entre essos fructales,
que han las dulzes vozes, dicen cantos leales,
éstos son Agustín, Gregorio, otros tales,
cuantos que escribieron los sos fechos reales.
Estos avien con ella amor e atenencia,
en laudar los sos fechos metién toda femencia,
todos fablavan della, cascuno su sentencia;
pero tenién por todo todos una creencia.
El roseñor que canta por fina maestría,
siquiere la calandria que faz’ grand melodía,
mucho cantó meior el varón Isaía,
e los otros prophetas, onrada compañía.
Cantaron los apóstolos muedo muy natural,
confessores e mártires facién bien otro tal,
las vírgines siguieron la grand Madre caudal,
cantan delante della canto bien festival.
Por todas las eglesias, esto es cada día,
cantan laudes antella toda la clerecía:
todos li fajen cort a la Virgo M aría:
estos son roseñoles de grand placentería.
Tomemos ennas flores que componen el prado,
que lo fafen fermoso, apuesto e temprado:
las flores son los nomnes que li da el dictado
a la Virgo María, madre del buen criado.
La bendicta Virgen es estrella clamada,
estrella de los mares, guiona deseada,
es de los marineros en las cuitas guardada,
ca cuando essa veden, es la nave guiada.
Es clamada, e eslo de los cielos, Reina,
tiemplo de Jesu Cristo, estrella matutina,
señora natural, piadosa vezina,

25
de cuerpos e de almas salud e medicina.
Ella es vellocino que fue de Gedeón,
en qui vino la pluvia, una grand vissión;
ella es dicha fonda de David el varón,
con la cual confondió al gigant tan fellón.
Ella es dicha fuent’ de qui todos bevemos,
ella nos dio el cebo de qui todos comemos,
ella es dicha puerto a qui todos corremos,
e puerta por la cual entrada atendemos.
Ella es dicha puerta, en sí bien encerrada,
pora nos es abierta, pora damos la entrada;
ella es la palomba de fiel bien esmerada,
en qui non cae ira, siempre está pagada.
Ella con grand derecho es clamada Sión,
ca es nuestra talaya, nuestra defensión:
ella es dicha trono del rey Salomón,
rey de grand iusticia, sabio por mirazón.
Non es nomne ninguno que bien derecho venga,
que en ninguna guisa a ella non avenga:
non a tal que raíz en ella no la tenga,
nin Sancho nin Domingo, nin Sancha nin Domenga.
Es dicha vid, es uva, almendra, malgranada
que de granos de grafia está toda calcada;
oliva, cedro, bálssamo, palma bien aiumada,
piértega en que sovo la serpiente alzada.
El fust de Moisés enna mano portava
que confondió los sabios que Faraón preciava,
el que abrió los mares e depués los cerrava
si non a la Gloriosa, ál non significava.
Si metiéremos mientes en ell otro bastón
que partió la contienda que fue por Aarón,
ál non significaba, como diz la lectión,
si non a la Gloriosa, esto bien con razón.
Señores e amigos, en vano contendemos,
entramos en grand pozo, fondo nol’ trovaremos;
más serién los sus nomnes que nos della leemos
que las flores del campo del más grand que savemos.
Desuso lo dissiemos que eran los fructales
en qui facién las aves los cantos generales,
los sus sanctos mirados grandes e principales,
los cuales organamos ennas fiestas cabdales.

26
Quiero dexar con tanto las aves cantadores,
las sombras e las aguas, las devant dichas flores :
quiero d’estos fructales, tan plenos de dulzores,
fer unos pocos viessos, amigos e señores.
Quiero en estos árbores un ratiello sobir,
e de los sos mirados algunos escrivir,
la Gloriosa me guíe que lo pueda complir,
ca yo non me trevría en ello a venir.
Terrélo por miráculo que lo faz la Gloriosa
si guiarme quisiere a mí en esta cosa:
¡ Madre plena de gracia, Reina poderosa,
tú me guía en ello ca eres piadosa!
[Milagros de nuestra Señora, edic. de A . G . Solalinde, Clás. Cast., 44,
pág. 1 . ]

11
¡ E y a velar, eya velar, eya velar!
Velat aljama de los judiós.
¡ Eya velar!
Que non vos furten el Fijo de Dios.
¡ Eya velar!
Ca furtárvoslo querrán,
¡ eya velar!,
Andrés e Peidro et Joan.
¡ Eya velar!
Non sabedes tanto descanto,
¡ eya velar! ,
que salgades de so el canto.
¡ Eya velar!
Todos son kd^onciellos,
¡ eya velar!,
que asechan por los pestiellos.
¡ Eya velar!
Vuestra lengua tan palabrera,
¡ eya velar!,
havos dado mala carrera.
¡ Eya velar!
Todos son homnes plegadizos,
¡ eya velar!,
rioaduchos, mescladizos.
¡ Eya velar!

27
Vuestra lengua sin recabdo,
¡ eya velar! ,
por mal cabo vos ha echado.
¡ Eya velar!
Non sabedes tanto de engaño,
¡ eya velar! t
que salgades ende este año.
¡ Eya velar!
Non sabedes tanta razón,
í eya velar!,
que salgades de la prisión.
¡ Eya ve la r!
Tomasejo e Mateo,
¡ eya velar!,
de furtarlo han grant deseo.
¡ Eya velar!
El discípulo lo vendió,
¡ eya velar!,
el Maestro non lo entendió.
¡ Eya velar!
Don Filipo, Simón e Judas,
¡ eya velar!,
por furtar buscan ayudas.
¡ Eya velar!
Si lo quieren acometer,
¡eya velar!,
hoy es día de parescer.
¡ Eya velar!
¡ Eya velar, eya velar, eya velar!
[V id . sobre la ordenación estrófica de estos versos los trabajos de
L . Spitzer, N R F H , 1V , 1950 y sigs., y ]. B . T re n d , en la misma re'
vista, V , 19 5 1, págs. 266-8. Y o respeto la edición tradicional en
vista de que los estudiosos no se ponen de acuerdo.]

SE M TO B
Principios del s. XIV

12
PROVERBIOS
N in fea nin fermosa
en el mundo, aves

28
pued homre alcanzar cosa
si non con su revés.
Quien antes non esparce
trigo, non lo allega;
si son tierra non yace,
a espiga non llega.
Non se pued coger rosa
sin pisar las espinas;
la miel es dulce cosa,
mas tien agras vecinas.
La paz non se alcanza,
si non con guerrear;
non se gana folganja
si non con el lazrar.
Non ha noche sin día,
nin segar sin sembrar,
nin caliente sin fría,
nin reir sin llorar.
Non ha corto sin luengo,
nin tarde sin aína,
nin ha sin fumo fuego,
nin sin somas fariña.
N in ganar sin perder,
nin baxar sin alteza;
salvo en Dios, poder
non lo ha sin flaqueza.
[Proverbios morales, edic. de Ig. González Llubera, Cam bridge, 1947,
págs. 78-79.]

JU A N RU IZ, A R C IP R E S T E D E H IT A
Entre 128 3 y 1350

13
CANTIGA DE SERRANA
C e r c a la Tablada,
la sierra passada,
fállem e con Aldara
a la madrugada.
Encima del puerto
coidé ser muerto

29
de nieve e de frío
e dese rogío
e de grand elada.
A la decida,
di una corrida:
fallé una serrana
fermosa, lozana,
e bien colorada.
Dixe yo a ella :
— “ Omíllome, bella.” —
Diz : — “ Tú, que bien corres,
” aquí non te engorres:
” anda tu jomada.” —
Y ol’ d ixe: — “ Frío tengo
” e por eso vengo
” a vos, fermosura;
"quered, por mesura,
” oy darme posada.” —
Díxome la m oga:
— “ Pariente, mi choga
” el que en ela posa,
” comigo desposa,
” e dam’ grand soldada.” —
Y ol’ d ixe: — “ De grado;
” mas soy cassado
” aquí en Ferreros;
” mas de mis dineros
” darvos hé, amada.” —
D iz: — “ Trota comigo.” —
Levóme consigo,
e dióm’ buena lumbre,
como es de costumbre
de sierra nevada.
Dióme pan de genteno
tiznado, moreno,
e dióm’ vino malo,
agrillo e ralo,
e carne salada.
Dióm’ queso de cabras.
— “ Fidalgo — diz— , abras
” ese blago, e toma

30
"un canto de soma,
” que tengo guardada.”
Diz’ : — “ Huésped, almuerza,
” e bebe e esfuerza,
"caliéntate e paga;
” de mal nos’ te faga
” fasta la tomada.
” Quien dones me diere,
” cuales yo pediere,
” avrá bien de fena
” e lechiga buena,
” que nol’ coste nada.” —
— “ Vos, que eso dezides,
” ¿por qué non pedides
” la cosa gertera?” —
Ella diz: — “ ¡M aguera!,
” e sim’ será dada?
” Pues dam’ una finta
"bermeja, bien tinta,
” e buena camisa,
” fecha a mi guisa
” con su collarada.
” E dam’ buenas sartas
” de estaño e fartas,
” e dame halía -
” de buena valía,
"pelleja delgada.
” E dam’ buena toca,
"listada de cota,
” e dame ^apatas,
” de cuello bien altas,
” de piega labrada.
” Con aquestas joyas,
"quiero que lo oyas,
” serás bien venido;
"serás mi marido
” e yo tu velada.” —
— “ Serrana señora,
” tanto algo agora
"non trax' por ventura;
"m as faré fiadura

31
” para la tomada.” —
Díxome la heda:
— “ Do non hay moneda,
"non hay merchandía
"nin hay tan buen día
"nin cara pagada.
"N on hay mercadero
"bueno sin dinero,
"e yo non me pago
"del que non da algo
"nin le dó posada.
"N unca de omenaje
"pagan ostalaje;
"por dineros faze
"omne cuanto plaze:
"cosa es probada.” —

' 14

DE CÓMO MORIÓ TROTACONVENTOS E DE CÓMO EL ARCIPRESTE


FAZE SU PLANTO, DENOSTANDO E MALDIZIENDO LA MUERTE

¡ A y M uerte!, ¡muerta seas, muerta e malandante!


Mataste a mi v ie ja : ¡ matases a mí enante!
Enemiga del mundo, que non has semejante:
de tu memoria amarga non es quien non se espante.
¡M u erte!, al que tú fieres, liévastelo de belmez.
Al bueno e al malo, al noble e al refez,
a todos los egualas e lievas por un prez:
por papas e por reyes non das una vil nuez.
Non catas señorío, debdo nin amistad,
con todo el mundo tienes continua enamistad:
non hay en ti mesura, amor nin piedad;
sinon dolor, tristeza, pena e grand crueldad.
Non puede foir omne de ti nin se asconder,
nunca fue quien contigo oodiese bien contender;
la tu venida triste non se puede entender:
¡ desque vienes, non quieres a orne atender!
Dexas el cuerpo yermo a gusanos en fuesa;
al alma, que lo puebla, liévastela de priesa;
non es omne cierto de tu carrera aviesa.

32
¡ De fablar en ti, Muerte, espanto me atraviesa!
Eres en tal manera del mundo aborrida,
que, por bien que lo amen al omne en la vida,
en punto que tú vienes con tu mala venida,
¡ todos fuyen dél luego, como de res podrida!
Los que aman e quieren en vida su compaña,
aborrésfenlo muerto, como a cosa extraña;
parientes e amigos, todos le tienen saña,
todos fuyen dél luego, como si fuese araña.
De padres e de madres los fijos tan queridos,
amigos e amigas, deseados e servidos,
de mujeres leales los sus buenos maridos,
desque tú vienes, Muerte, luego son aborridos.
Fazes al mucho rico yazer en grand pobreza:
non tiene una meaja de toda su riqueza.
El que vivo es bueno e con mucha nobleza,
¡ vil, fediondo es muerto e aborrida vileza!
Non ha en el mundo libro nin escrito nin carta,
orne sabio nin necio, que de ti bien departa;
en el mundo non ha cosa que con bien de ti se parta;
salvo el cuervo negro, que de ti, muerte, se farta.
Cada día le dizes que tú le fartarás;
¡ el omne non es cierto cuándo e cuál matarás!
El que bien fazer podiese, hoy le valdría más
que non atender a ti nin a tu amigo eras, eras.
Señores, non querades ser amigos del cuervo:
temed sus amenazas, non fagades su ruego;
el bien que fazer podierdes, fazedlo hoy luego:
tened que eras morredes, ca la vida es juego.
La salud e la vida muy aína se muda,
en un punto se pierde, cuando omne non cuida:
el bien que farás eras palabla es desnuda;
vestidla con la obra, ante que muerte acuda.
Quien en mal juego porfía, más pierde que non cobra:
coida echar su suerte; echa mala fogobra.
Amigos, apergebidvos e fazed buena obra;
que, desque viene la Muerte, a toda cosa sombra.
Muchos cuidan ganar cuando dizen: “ ¡ A to d o !”
Viene un mal azar; trae dados en rodo.
Llega omne tesoros por lograr los apodo;
viene la muerte luego e déxalo con lodo.

33

F . LÍRICA, I. — 3
Pierde luego la fabla e el entendemiento;
de sus muchos tesoros e de su allegamiento
non puede levar nada nin faser testamento;
los averes llegados derrámalos mal viento.
Desque los sus parientes de la su muerte barruntan,
por lo heredar todo, amenudo se ayuntan;
cuando al físico por su dolencia preguntan,
si dizen que sanará, todos gelo repuntan.
Los que son más propíneos, hermanos e hermanas,
non coidan ver la hora que tangan las campanas;
más precian la erenfia fercanos e 9ercanas,
que non al parentesco, nin a las barbas canas.
Desque 1’ sal’ el alma al rico pecador,
déxanlo so la tierra: todos han pavor;
roban todo el algo, primero lo mejor,
el que lieva lo menos tiénese por peor.
Mucho fazen porque luego lo vayan a soterrar;
témense que las arcas les han a desferrar,
por oir luenga misa non lo quieren errar,
de todos sus tesoros danle poco axuar.
Non dan por Dios a pobres nin cantan sacrificios,
nin dizen oraciones, nin cumplen los oficios;
lo más siempre fazen los herederos novicios
es dar vozes al sordo, mas non otros servicios.
Entiérranlo de grado, e desque a gracias van,
amidos, tarde o nunca, en misa por él están;
por lo que ellos andaban, ya fallado lo han;
ellos lievan el algo, el alma lieva Satán.
Si dexa mujer moga, rica e paresgiente,
ante de misa dicha, otros la han en m iente;
que casará con más rico o con mogo valiente;
muda el trentanario, del duelo poco se siente.
Allegó el mesquino, e non sopo para quién;
e maguer que cada día esto ansí avien’,
non ha omne que faga su testamento bien
fasta que ya por ojo la muerte ve que vien’.
¡ Muerte, por más dezirte a mi corazón fuerzo!
Nunca das a los ornes conorte nin esfuerzo;
sinon, de que es muerto, quel’ come cogüerfo:
en ti tienes la tacha que tiene el mestuerfo.

34
Faze doler la cabera al que lo mucho coma;
otrosí tu mal ma^o, en punto que asoma,
en la cabera fiere, a todo fuerte doma;
non le valen mengías, desque tu rabia le toma.
Los ojos tan fermosos póneslos en el techo,
5¡égaslos en un punto, non han en sí provecho;
enmudeces la fabla, fazes enroquecer el pecho:
en ti es todo mal, rencura e despecho.
El oír e el oler, el tañer e el gustar,
todos cinco sesos tú los vienes tomar;
non hay omne que te sepa del todo denostar;
cuando eres denostada, ¿dó te vienes acostar?
Tiras toda vergüenza, desfeas fermosura,
desadonas la gracia, denuestas la mesura,
enflaquesfes la fuerza, enloques^es cordura,
lo dulce fazes fiel con tu mucha amargura.
Desprecias lozanía, el oro escure^es,
desfazes la fechura, alegría entristezes,
manzillas la limpieza, cortesía envileces:
¡ Muerte, matas la vida, al mundo aborres^es!
Non plazes a ninguno, a ti con muchos plaze;
con quien mata e muere e con cualquier que malface;
toda cosa bienfecha tu ma^o la desfaze;
non ha cosa que nasca, que tu red non enlaze.
Enemiga del bien, en el mal amador,
natura has de gota, del mal e de dolor;
al lugar do más sigues, aquel va muy peor,
do tú tarde requieres, aquel está mejor. .
Tu morada por siempre es infierno profundo:
¡ tú eres mal primero, tú eres mal segundo!
Pueblas mala morada e despueblas el mundo;
dizes a cada uno: “ ¡Y o sola a todos hundo!0
¡ Muerte, por ti es fecho el lugar infernal!
Ca veviendo omne siempre en mundo terrenal,
non abríen de ti miedo nin de tu mal hostal,
nin temeríe tu venida la carne humanal.
¡T ú yermas los pobrados, puebras los ^iminterios,
refazes los fonsarios, destruyes los imperios!
¡ Por tu miedo los santos fizieron los salterios!
Sinon Dios, todos temen tus penas e tus lazerios.

35
¡T ú despoblaste, Muerte, al fíelo e sus sillas!
Los que eran limpieza fezístelos manzillas:
fefiste de los ángeles diablos e renzillas,
escotan tu manjar a dobladas e senzillas.
El Señor que te fizo ¡ tú a éste mateste!
¡ Iesucristo Dios e orne tú aquéste peneste!
A l que tiene el cielo e la tierra ¡ a éste
tú le posiste miedo e tú le demudeste!
El infierno le teme ¡ e tú non le temiste!
¡Tem ióte la su carne! ¡Grand miedo le posiste!
¡ La su humanidat por tu miedo fue triste!
La Deidat non te temió; entonce non la viste.
¡ Nol’ cataste nil’ viste! ¡V ío te É l; bien te cató!
¡ La su muerte muy cruel a ti mucho espantó!
¡ Al infierno, e a los tuyos e a ti malquebrantó!
¡T ú l' mataste una hora! ¡É l por siempre te mató!
Cuando te quebrantó, ¡ entonce lo conosciste!
Si ante lo espantaste ¡ mil tanto pena hobiste!
¡ Dionos vida moriendo al que tú muerte diste!
¡ Sacónos de cabptivo la cruz en quel’ posiste!
A santos, que tenías en tu mala morada,
por la muerte de Cristos les fue la vida dad a:
¡ fue por su santa muerte tu casa despoblada!
¡ Quiéresla poblar matándol’, por su muerte fue yerm ada!
Sacó de las tus penas a nuestro padre Adán,
a Eva, nuestra madre, a sus fijos Sed e Can,
a Jafet, a patriarcas, al bueno d’ Abrahán,
a Isac e Isaías tomólos, non te dexó [a ] Dan.
A San Joan el Bautista con muchos patriarcas,
que teníes en las penas en las tus malas arcas,
al cabdillo de Moisén, que tenías en tus barcas,
profetas e otros santos muchos, que tú abarcas.
Yo dezir non sabría cuáles eran tenidos,
cuántos en tu infierno estaban apremidos:
a todos los sacó, a santos escogidos;
mas contigo dexó los tus malos perdidos.
A los suyos levólos con él a Paraíso,
do han vida, veyendo más gloria quien más quiso:
Él nos lieve consigo, que por nos muerte priso,
guárdenos de tu casa, non fagas de nos riso.

36
A los perdidos malos, que dexó en tu poder,
en fuego infernal los fazes tú arder,
en penas infernales les fazes encender,
para siempre jamás non los has de prender.
Dios quiera defendemos de la tu zalagarda,
aquel nos guarde de ti que de ti non se guarda;
ca por mucho que vivamos, por mucho que se tarda,
a venir se ha tu rabia, que a todo el mundo escarda.
Tanto eres, Muerte, sin bien e atal,
que dezir non se puede el diezmo de tu m al:
a Dios me acomiendo, que yo non fallo ál
que defenderme quiera de tu venida mortal.
Muerte desmesurada, ¡ matases a ti sola!
¿Qué oviste comigo? ¿M i leal vieja, dóla?
¡ Que me la mataste, M uerte! Jesucristo compióla
por la su santa sangre; ¡ por ella perdonóla!
¡ A y ! , ¡m i Trotaconventos, mi leal verdadera!
Muchos te seguían v iv a : ¡ muerta yazes señera!
¡ Dó te me han levado? ¡ Non [sé] cosa certera! '
Nunca toma con nuevas quien anda esta carrera. -
¡ Cierto, en Paraíso estás tú asentada!
¡ Con los mártires debes estar acompañada!
¡ Siempre en el mundo fuste por Dios martiriada!
¿Quién te me rebato, vieja, por mí siempre lazrada?
A Dios merced le pido que te dé la su gloria,
que más leal trotera nunca fue en memoria;
fazerte he un pitaflo, escripto con estoria: .
pues que a ti non viere, veré tu triste estoria.
Daré por ti limosna e faré oración,
faré cantar misas e daré oblación:
¡L a mi Trotaconventos, Dios te dé redepnción! •
El que salvó el mundo ¡ Él te dé salvación!
Dueñas, ¡ non me rebtedes nin me digades moyuelo!
Que si a vos serviera, avríedes della duelo.
¡ Lloraríedes por ella !, ¡ por su sotil anzuelo!
¡ Que a cuantas siguía, todas iban por el suelo!
Alta mujer nin baxa, encerrada nin ascondida,
non se le detenía, do fazía debatida:
non sé omne nin dueña, que tal oviese perdida,
que non tomase tristeza e pesar sin medida.
Fízele un pitaflo pequeño con dolor:

37
la tristeza me fizo ser rudo trovador.
Todos los que lo oyéredes, por Dios nuestro Señor,
la oración fagades por la vieja de amor.

15

DE LAS PROPIEDADES QUE LAS DUEÑAS CHICAS HAN

Q u ier o v o s abreviar la predicación,


que siempre me pagué de pequeño sermón
e de dueña pequeña e de breve razón:
ca lo poco e bien dicho finca en el coracón.
Del que mucho fabla ríen, quien mucho ríe es loco,
es en la dueña chica amor e non poco:
Dueñas hay muy grandes que por chicas non troco;
mas las chicas e las grandes se repienden del troco.
De las chicas, que bien diga, el Amor me fizo ruego,
que diga de sus noblezas; yo quiérolas dezir lu ego :
dezirvos he de dueñas chicas, que lo avredes por juego :
Son frías como la nieve e arden como el fuego.
Son frías de fuera; en el amor ardientes,
en cama solaz, trebejo, plazenteras, rientes;
en casa cuerdas, donosas, sosegadas, bien fazientes;
mucho ál y fallaredes, ado bien paredes mientes.
En pequeña girgon^a yaze grand resplandor,
en agúcar muy poco yaze mucho dulcor:
en la dueña pequeña yaze muy grand am or:
pocas palabras cumplen al buen entendedor.
Es pequeño el grano de la buena pemienta;
pero más que la nuez conorta e calienta:
así dueña pequeña, si todo amor consienta,
non ha plazer del mundo, que en ella non sienta.
Como en chica rosa está mucha color,
en oro muy poco grand pregio e grand valor,
como en poco blasmo yaze grand buen o lo r:
ansí en chica dueña yaze muy grand sabor.
Como robí pequeño tiene mucha bondat,
color, vertud e precio, e noble claridat:
ansí dueña pequeña tiene mucha beldat,
fermosura, donaire, amor e lealtad.
Chica es la calandria e chico el ruiseñor;

38
pero más dulfe canta que otra ave m ayor:
la mujer que es chica, por eso non es pior;
con doñeo es más dulce que afúcar nin flor.
Son aves pequeñas papagayo e orior;
pero cualquier dellas es dulce gritador,
adonada, fermosa, preciada cantador:
bien atal es la dueña pequeña con amor.
En la mujer pequeña non hay comparación:
terrenal paraíso es e grand consolación,
solaz e alegría, plazer e bendición;
¡ mejor es en la prueba, que en la salutación!
Siempre quis’ mujer chica, más que grande nin mayor:
non es desaguisado de grand mal ser foidor.
Del mal, tomar lo menos, dízelo el sabidor:
por ende de las mujeres la mejor es menor.

16

CANTAR DE RIEGOS

C r is t ia n o s , de Dios amigos,
a estos Riegos mendigos
con meajas e bodigos
queretnos acorrer
e queret por Dios fazer.
Si de vos non lo avernos,
otro algo non tenemos,
con que nos desayunar:
non lo podemos ganar
con estos cuerpos lasrados,
fiegos, pobres e cuitados.
Datnos de vestra caridat,
guárdevos Dios la claridat
de los vestros ojos; Dios,
por quien lo fazedes v o s;
gozo e plazer veades
de los fijos que mucho amades.
Nunca veades pesar,
déxevos Dios los criar
o ser arcidianos;
sean ricos e sean sanos,

39
non les dé Dios geguedat,
guárdelos de pobredat.
Déles mucho pan e vino,
que dé al pobre mesquino,
déles algos e dineros,
que dé a pobres romeros,
déles paños e vestidos,
que dé a fiegos tollidos.
Las vuestras fijas amadas
veádeslas bien casadas
con maridos caballeros
e con onrados pecheros,
con mercaderes corteses
e con ricos burgueses.
Los vuestros suegros e suegras,
los vuestros yernos e nueras,
los vivos e los finados
de Dios sean perdonados.
A vos dé buen galardón,
de los pecados perdón.
El Ángel esta ofrenda
en las sus manos la prenda.
Señor, oy’ a pecadores,
por los nuestros bienfechores.
T ú resfibe esta canción
e oye nuestra oración,
que nos, pobres, te rogamos
por quien nos dio que comamos,
e por el que dar lo quiso.
Dios, por nos muerte priso,
vos dé santo Paraíso.
Amén.
[T ex to s según el ms. S en la edic. de Jean D ucam in, T oulouse, 19 0 1,
págs. 18 3, 289, 304 y 329 .]

40
PERO LÓ PEZ D E A Y A L A
I 332' I 4°7

17

AQUÍ COMIENZA DE LOS MERCADORES

¿ P u e s qué de los mercadores aquí podría decir


si tienen tal oficio para poder fallir,
jurar e perjurar, en todo siempre mentir?
Olvidan Dios e alma, nunca cuidan morir.
En sus mercadurías han mucha confusión,
ha mentira e ha engaño e ha mala confesión;
Dios les quiera valer e hayan su perdón,
que cuanto ellos non dexan dar quinta por bordón.
Una vez pidrán cincuenta doblas por un paño;
si vieren que estades duro e entendedes vuestro daño,
diz’ : “ Por treinta vos lo dó” , mas ¡ nunca él cumpla el año
si non le costó cuarenta ayer de un homne extraño!
Diz’ : “ Tengo escarlatas de Brujas e de Mellinas,
veinte años ha que non fueron en esta tierra tan finas.”
Diz’ : “ Tomadlas vos, señor, antes que unas mis sobrinas
las lieven de mi casa, que son por ellas caninas.
Si vos tenedes dineros; si non, tomar vos he yo plata,
ca en mi tienda fallaredes toda buena barata.”
El cuitado que lo cree e una vez con él se ata
a través yace caído, si delante non se cata.
Non se tienen por contentos por una vez se doblar
su dinero, mas tres tanto lo quieren amuchiguar;
diz’ : “ Somos en perigro por la tierra e por la mar,
ca nos face agora el rey otros diezmos pagar.”

Las varas e las medidas Dios sabe cuáles serán;


una vos mostrarán luenga e con otra medirán;
todo es mercaduría, non entienden que en esto han
ellos pecado ninguno, pues que siempre así lo dan.
Si son cosas que a peso ellos hayan de vender,
que pesen más sus cosas sus artes van facer...

41
18

DITADO

SUFRO, Señor, tristura e penas cada día,


pero, Señor, non sufro tanto como d eb ía;
mas rescelo he, Señor, que por flaqueza mía
non lo pueda sofrir; por esto entendí
pedir a ti, Señor, si tu merced sería
que non fuese la pena más luenga que sofrí.
De muchos enemigos. Señor, soy perseguido,
contra el cuerpo e el alma, de todos mal traído;
vivo vida penada, triste, aborrescido,
si tú non me consuelas, ay, ¿qué será de mí?
¡ Acórreme, Señor, e sea defendido,
por la tu santa gracia, non me pierda a sí!
De cada día fago a ti los mis clamores,
con lloros e gemidos, sospiros e tremores;
ca tú solo, Dios, eres salud de pecadores,
cuyo acorro espero, e ál non entendí.
¡ Señor mío, amansa mis llagas e dolores,
e vean enemigos a qué Señor serví!
Tom a, Señor, tu faz contra mi corazón,
non dexes que fallesca en la tribulación,
la voz de mi gemido oyas toda sazón,
porque todos entiendan que tu gracia sentí,
ca en la tu esperanza tengo mi coracón:
siempre noches e días, en ál non comedí.
A ti alfo mis manos e muestro mi cuidado,
que me libres, Señor, non pase tan cuitado;
ca si me tú non vales fincaré olvidado,
e a ti loor non es que digan que perdí,
pues a tan alto Señor yo so acomendado,
con quien me fasta agora de todos defendí.
Los días me fallescen, el mal se me acrecienta,
non ha mal ni perigros que’l mi corazón non sienta:
Señor, tú me defiende, non muera en tormenta,
e me pueda loar que con tu poder vencí
a los mis enemigos, e su pensar les mienta,
non digan que, de acorro menguado, perecí.
Grant tiempo ha que como mi pan con amargura,
nunca de mí se parten enojos e tristura,

42
Señor, tú me ayuda e toma de mí cura,
e sea en penitencia el mal que'padescí;
e me libra de cuitas e cárcel e tristura,
e entienda que me vales después que a ti gem í...
[ Poesías del Canciller Pero LópeZ de A yala, edic. de K uersteiner, t. I,
N . Y o rk , 1920, págs. 5 1 y 12 2 ; pero no sigo todas sus lecciones.]

A L M IR A N T E DON DIEGO H URTAD O DE M EN D O ZA


t 140 4

19

COSAUTE

A q u e l árboi que vuelve la foxa


algo se le antoxa.
Aquel árbol del bel mirar
face de maniera flores quiere d a r:
algo se le antoxa.
Aquel árbol del bel veyer
face de maniera quiere florecer:
algo se le antoxa.
Face de maniera flores quiere d a r:
ya se demuestra; salidlas m irar:
algo se le antoxa.
Face de maniera quiere florecer:
ya se demuestra; salidlas a v e r:
algo se le antoxa.
Ya se demuestra; salidlas mirar.
Vengan las damas las fructas cortar:
algo se le antoxa.
Ya se demuestra; salidlas a ver;
vengan las damas las fructas cortar.
algo se le antoxa.
[E i Cancionero de Palacio, edic. de Francisca V endrell de M illas, Bar­
celona, 1945, pág. 137*]

43
A LFO N SO Á L V A R E Z D E V IL L A S A N D IN O
I 375'I 424

20

Esta cantiga fi¿o el dicho Alfonso ÁlvareZ, por ruego del ade•>
lantado Pero Manrique, cuando andaba enamorado desta su
mujer, fija que es del señor duque de Benavente.

SEÑORA, flor de azucena,


claro viso angelical,
vuestro amor me da grant pena.
Muchas en Extremadura
vos han grant envidia pura,
por cuantas han fermusura:
dubdo mucho si fue tal
en su tiempo Policena.
Fizo vos Dios delicada,
honesta, bien enseñada:
vuestra color matizada,
más que rosa del rosal,
me tormenta e desordena.
Donaire, gracioso brío
es todo vuestro atavío,
linda flor, deleite m ío :
yo vos fui siempre leal
más que fue Paris a Elena.
Vuestra vista deleitosa
más que lirio nin que rosa
me conquista, pues non osa
mi corazón decir cuál
es quien así lo enajena.
Complida de noble aseo,
cuando vuestra imagen veo,
otro placer non deseo
sinon sofrir bien o mal,
andando en vuestra cadena.
Non me basta más mi seso,
pláceme ser vuestro preso;
señora, por ende beso

44
vuestras manos de cristal,
clara luna en mayo llena.
[■Cancionero de Baena, M adrid, 18 5 1, núm. 8, pág. 18 .]

JU A N R O D R ÍG U EZ D E L PAD RÓ N
Primera mitad del s. XV
21
Esta cántica fizo Juan Rodríguez del Padrón cuando se fue me­
ter fraire a Jerusalén en despedimiento de su señora.
V iv eleda si podrás,
non esperes atendiendo,
que segunt peno sufriendo,
non entiendo
que jamás
te veré nin me verás.
¡ Oh dolorosa partida
de triste amador, que pido
licencia, que me despido
. de tu vista e de mi v id a !
El trabajo perderás
en haber de mí más cura;
que segunt mi grant tristura,
non entiendo
que jamás
te veré nin me verás. •
Pues que fustes la primera
de quien yo me cativé,
desde aquí vos do mi f e :
vos serés la postrimera.
[Ibidem , núm. 470., pág. 506.]

FE R R A N T S Á N C H E Z C A L A V E R A
Primera mitad del s. XV
22
Este decir fizo e ordenó el dicho Ferrant Sánchez Calavera,
comendador susodicho, cuando murió en Valladolid el honroso
e famoso caballero Ruy Díaz de Mendoza, fijo de Juan Furta'
do, mayordomo del Rey.

45
POR Dios, señores, quitemos el velo
que turba e ciega así nuestra v ista ;
miremos la muerte qu’el mundo conquista
lanzando lo alto e baxo por suelo.
Los nuestros gemidos traspasen el cielo
a Dios demandando cada uno perdón
de aquellas ofensas que en toda sazón
le fizo el viejo, mancebo, mozuelo.
Ca non es vida la que vevimos,
pues que viviendo se viene llegando
la muerte crüel, esquiva, e cuando
pensamos vevir, estonce morimos.
Somos bien ciertos dónde nascimos,
mas non somos ciertos a dónde morremos.
Certidumbre de vida un hora non habernos:
con llanto venimos, con llanto nos irnos.
¿Qué se ficieron los emperadores,
papas e reyes, grandes perlados,
duques e condes, caballeros famados,
los ricos, los fuertes e los sabidores,
e cuantos servieron lealmente amores
faciendo sus armas en todas las partes,
e los que fallaron ciencias e artes,
doctores, poetas e los trovadores?
¿Padres e fijos, hermanos, parientes,
amigos, amigas, que mucho amamos,
con quien comimos, bebimos, folgamos,
muchas garridas e fermosas gentes,
dueñas, doncellas, mancebos valientes
que logran so tierra las sus mancebías,
e otros señores que ha pocos días
que nosotros vimos aquí estar presentes?
¿E l duque de Cabra e el Almirante
e otros muy grandes asaz de Castilla,
agora Ruy Diez, que puso mancilla
su muerte a las gentes en tal estante
que la su grant fama fasta en Levante
sonaba en proeza e en toda bondat,
que en esta grant corte lucíe por verdat
su noble meneo e gentil semblante?

46
Todos aquestos que aquí son nombrados,
los unos son fechos ceniza e nada,
los otros son huesos, la carne quitada
e son derramados por los fonsados;
los otros están ya descoyuntados,
cabezas sin cuerpos, sin pies e sin manos;
los otros comienzan comer los gusanos;
los otros acaban de ser enterrados.
Pues ¿dó los imperios e dó los poderes,
reinos, rentas e los señoríos?
¿A dó los orgullos, las famas e bríos;
a dó las empresas, a dó los traeres?
¿A dó las ciencias, a dó los saberes,
a dó los maestros de la poetría;
a dó los rimares de grant maestría,
a dó los cantares, a dó los tañeres?
¿ A dó los tesoros, vasallos, servientes,
a dó los firmalles, piedras preciosas;
a dó el aljófar, posadas costosas,
a dó el algalia e aguas olientes?
¿A dó paños de oro, cadenas lucientes,
a dó los collares, las jarreteras,
a dó peñas grises, a dó peñas veras,
a dó las sonajas que van retiñientes?
¿A dó los convites, cenas e ayantares,
a dó las justas, a dó los torneos,
a dó nuevos trajes, extraños meneos,
a dó las artes de los danzadores;
a dó los comeres, a dó los manjares,
a dó la franqueza, a dó el expender,
a dó los risos, a dó el placer,
a dó menestriles, a dó los juglares?
Segunt yo creo sin fallecimiento,
complido es el tiempo que dixo a nos
el profeta Isaías, fijo de Amós.
Diz que cesaría todo ordenamiento
e vemíe por fedor podrimiento
e los hommes gentiles de grado morríen
e a sus puertas que los lloraríen,
e sería lo poblado en destruimiento.

47

t
Esta tal muerte con grant tribulanza
Jeremías profeta, lleno de enojos,
con repentimiento llorando sus ojos
e de muchas lágrimas grant abondanza,
mostrando sus faltas e muy grant erranza,
quien este escripto muy bien leerá
en este capítulo bien claro verá
que éste es el tiempo sin otra dubdanza.
Por ende buen seso era guamescer
de virtudes las almas que están despojadas,
tirar estas honras del cuerpo juntadas,
pues somos ciertos que se han de perder.
Quien este consejo quisiere facer
non habrá miedo jamás de morir,
mas traspasará de muerte a vevir
vida por siempre, sin le fallescer.
[Ibidem , núm. 5 30 .]

A U S ÍA S M A RCH
i379'i459
23

QuiNS tan segurs consells vas encerquant.


Cor malastruch, enfastijat de viure,
amich de plor e desamich de riure?
Com soferras los mals qui -t son davant?
Acuyta -t donchs a la Mort qui t’espera,
e per tos mals te allongues los joms,
aytant es luny ton delitos sojorns.
Com vols fugir a la Mort falaguera?
Bracos uberts es exid’ a carerra,
plorant sos ullsper sobres de gran goig.
Melodiós cantar de sa veu hoig,
dient: “ Amich, hix de casa ’strangera.
” En delit prench donar-te ma favor,
"que per nuil temps home nat l’a sentida;
"car yo defuig a tot home que -m crida,
” prenent aquell qui fuig de ma rigor.”
Ab hulls plorants e carra de terror,
cabells rompent ab grans hudulaments,

48
la Vida •m vol donar heretaments
e d ’aquests dons vol que sia senycr,
cridant ab veu orrible y dolorosa,
tal com la Mort crida -1 benauyrat,
car, si l’om es a mals aparellat,
la veu de Mort li es melodiosa.
Be -m maravell com es tan ergullosa
la voluntat de cascun amador.
No demanant a mi qui es Amor,
en mi sabran sa forca .poderosa.
Tots, maldient, sagramentegaran
que may Amor los tendrá’n son poder,
e, si -ls recont l’acolorat plaer,
lo temps perdut, sospirant, maldiran.
Nuil hom conech o don’, a mon senblan,
que, dolorit per Amor, faga planyer.
Yo son aquell de qui -s deu hom complanyer,
car de mon cor la sanch s’en va lonyan
per gran tristor, que li es acostada;
sequa -s tot jom l’umit qui -m sosté vida,
e la Tristor contra mi es ardida:
en mon socors má no s’i trob’ armada.
Lir entre carts, l’ora sent acostada,
que civilment es ma vida finida.
Puys que del tot ma’speranfa’s fúgida,
m’arma román en aquest mon dampnada.

24
CoLGUEN les gents ab alegría festes,
loant a Deu, entremesclant deports.
Places, carrers e delitables orts
sien cerquats ab recont de grans gestes.
E vaja yo los sepulcres cerquant,
interrogant animes infemades,
e respondran, car no son companyades
d’altre que mi en son continuu plant.
Cascú requer e vol a son senblant:
per<;ó no -m plau la pratica deis vius.
D ’imaginar mon estat son esquius,
si com d’om mort de mi prenen espant.
Lo rey Xipré, presoner d’un heretge,

49

F. LÍRICA, I. — 4
en mon esguart, no es malauyrat,
car 50 que vull no sera may fin at:
de mon desig no m pora guarir metge.
Cell Texion qui -1 buytre 1 menga -1 fetge
e per tots temps brota la cam de nou,
en son menjar aquell ocell may clou:
pus fort dolor d’aquesta m te lo setge,
car es hun verm qui romp la mia pensa,
altre lo cor, qui may cessen de rompre,
e llur treball no s pora enterrompre
sino ab 90 que d’aver se defensa.
E si la Mort no -m dugués tal offensa:
ffer mi absent d’una tan plasent vista,
no li graesch que de tera no vista
lo meu cors nuu qui de plaer no pensa
de perdre pus que lo ymaginar
los meus desigs no poder-se complir,
e, si -m cové mon derrer jom finir,
serán donats termens a ben amar.
E, si -n lo Cel Deu me vol allogar
part veur’a Ell, per complir mon delit
será mester que -m sia dellay dit
que d’esta mort vos ha plagut plorar,
penedint'Vos com per poqua merce
mor l’ignoscent e per amar-vos martre,
cell qui lo cors de l’arma vol departre,
si ferm cregués que -us dolrrieu de se.
Lir entre carts, vos sabeu e yo se
que -s pot be fer hom morir per amor.
Creure de mi que so en tal dolor,
no fareu molt que y doneu plena fe.

25
Lo temps es tal que tot animal brut
requer amor, cascú trobant son par.
Lo cervo brau sent en lo bosch bramar,
e son ferm bram per dolf cant es tengut.
Agrons e corps han melodia tanta
que llur semblant delitant enamora.
Lo rossinyol de tal cas s’entrenyora,
si lo seu cant sa ’namorada ’spanta.

50
E donchs, si m dolch, lo dolrre m’es degut .
com veig amats menys de poder amar;
e lo grosser per apte veig passar; '
Amor lo fa esser no conegut.
E d’a$ó -m ve piadosa complanta
com Desamor exorba ma ssenyora,
no conexent lo servent qui l’adora,
ne vol penssar qual es s’amor ne quanta. 1
N o com aquell, qui son be ha perdut,
metent a risch si poria guanyar,
é, vos amant, que -m volguesseu amar
delliberat: no sso’n amor vengut. ■
T ot nuu me trob vestit de grossa manta. t
Ma Voluntat Amor la té’n penyora,
e fo de que mon Cor se adolora
es com no veu ma fretura qu’es tanta.
Lir entre carts, ab milans ca$ la ganta,
y ab lo branxet la lebre corredora.
Assats al mon cascuna’s vividora,
e mon pits flach lo Passi de Rams canta!

26
Si per nuil temps creguí ser amador,
en mi conech d’amor poch sentiment.
Si mi compar al comú de la gent, ■.
es veritat qu’ en mi trob gran amor.
Pero, si guart algú del temps passat
y el que Amor pot fer en loch dispost,
nom d’amador solament no m’acost,
car tant com dech no so passionat.
Morta es ja la que tant he amat,
mas yo son viu, veent ella morir!
Ab gran amor no -s pot be soferir
que de la Mort me pusqua ver lunyat.
La dech anar on es lo seu cam í;
no sse que -m té qu’en afó no m’acort;
sembla que u vull, mas no es ver, puys Mort
res no la tol al qui la vol per ssi. .
Enquer está que vida no finí
com pecejat o sens sanch no román!
dient plorant: “ N o vullau mi lexar;

51
hajau dolor de la dolor de m i!”
O cor malvat d’aqaell qui -s veu tal cas,
com pecejat o sens sanch no rom án!
Molt poc* amor e pietat molt gran
degra bastar que senyal gran mostras.
Qui ser’ aquell qu’ en dolrre abastas
Lo piados mal de la Mort vengut?
O cruel mal, qui tolls la joventut
e fas podrir les cams dins en lo v a s !
L ’espirit, pie de paor, volant va
a l’incert loch, tement l’etemal d a n :
tot lo delit present deja román.
Qui es lo sant qui de Mort no dubtá?
Qui ser* aquell qui la mort planyera
d ’altre 'u de ssi, tant com es lo gran mal?
Sentir no -s pot lo damnatge mortal,
molt menys lo sab qui mort james tempta.
O cruell mal, donant departiment,
per tots los temps, ais coratges units!
Mos sentiments me trob esbalayts;
mon espirit no té son sentiment.
Tots mos amichs hajen complanyiment,
de mi, segons veuran ma passió.
Haja delit lo meu fals companyó
e l’envejós, qui de mal delit sent,
car, tant com puch, yo -m dolch e dolre -m vull.
e, com no Tn dolch, assats pas desplaher,
car yo desig que perdés tot plaher
e que james cessas plorar mon u ll!
Tan poch no am que ma cara no mull
d’aygua de plor, sa vida y mort pensant.
En tristor visch de sa vida membrant,
e de sa mort, aytant com puch, me dull.
No bast’ en m es; en mi no puch fer pus,
sin* obehir lo que ma dolor vol,
ans perdre vull la rahó, si la -m tol,
mas, puis no muyr, de poc’ amor m’acús.
Tot amador d’amar poch no s’escús
que sia viu e mort lo seu am at;

52
o que almenys del mon vise’ apartat:
que solament haja nom de resclus.
[Les obres, edició crítica per A m adeu Pages, Barcelona, 19 12 -14 . T . I,
218-20, 224-26, 389-90; II, 103-06.]

FERN ÁN P ÉR E Z D E G U Z M Á N
¿ i 376?-¿i 46o?

27

E l gentil niño Narciso,


en una fuente engañado,
de sí mesmo enamorado
muy esquiva muerte priso;
señora de noble riso
e de muy gracioso brío,
a mirar fuente nin río
non se atreva vuestro viso.
Deseando vuestra vida,
aún vos dé otro consejo:
que non se mire en espejo
vuestra faz clara e garrida.
¿Quién sabe si la partida
vos será dende tan fuerte,
porque fuese en vos la muerte
de Narciso repetida?
Engañaron sotilmente
por emaginación loca
fermosura e edad poca
al niño bien paresciente:
estrella resplandeciente,
mirad bien estas dos vías,
pues beldad e pocos días
cada cual en vos se siente,
¿Quién sino los serafines
vos vencen de fermosura,
de niñez e de frescura,
las flores de los jardines?
Pues, rosa de los jazmines,
habed la fuente excusada

53
por aquella que es llamada
estrella de los maitines.
•! • 1' Prados, rosas e flores
otorgo que los miredes,
e pláceme que escuchedes
dulces cantigas de amores;
mas por sol nin por calores
tal codicia non vos ciegue;
vuestra vista siempre niegue
las fuentes e sus dulzores.
Con placer e gozo e risa
ruego a Dios que resplandezcan
vuestros bienes e florezcan
más que los de Dido E lisa :
vuestra faz muy blanca, lisa,
jamás nunca sienta pena.
¡ Adiós, flor de azucena,
duélavos de esta pesquisa!
[Cancionero castellano del siglo X V , edic. de R . Foulché-Delbosc, N B A E ,
vol. X I X , pág. 686.] '

C A R V A J A L E S
f. 1443

28

DESNUDA en una queza


lavando a la fontana,
estaba la niña lozana,
las manos sobre la treza.
Sin zarcillos nin sartal,
en una corta camisa,
fermosura natural,
la boca llena de risa,
descubierta la cabeza
como ninfa de Diana;
miraba la niña lozana,
las manos sobre la treza.
[D el Cancionero de Lope de Stúñiga, M adrid, 18 72, pág. 38 7 .]

54
ÍÑ IG O LÓ PEZ D E M EN D O ZA , M ARQ UÉS
D E S A N T IL L A N A
1398-1458

29

E n el próspero tiempo las serenas


plañen e lloran, recelando el m al;
en el adverso ledas cantilenas
cantan, e atienden al buen temporal;
mas, ¿qué será de mí que las mis penas,
cuitas, trabajos e langor mortal
jamás alternan nin son punto ajenas,
sea destino o curso fatal?
Mas emprentadas el ánimo mío
las tiene, como piedra la figura,
fixas, estables, sin algund reposo.
El cuerdo acuerda, mas non el sandio;
la muerte veo,, e non me do cura:
¡ tal es la llaga del dardo amoroso!

30

VILLANCICO FECHO POR EL MARQUÉS DE SANTILLANA


A UNAS TRES FIJAS SUYAS

P or una gentil floresta


de lindas flores e rosas,
vide tres damas fermosas
que de amores han recuesta.
Yo, con voluntad muy presta,
me llegué a conoscellas;
comenzó la una de ellas
esta canción tan honesta:
“ Aguardan a mí:
” nunca tales guardas v i” .
Por mirar su fermosura
destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra con grand tristura

55
comenzó de sospirar
e decir este cantar
con muy honesta m esura:
“ La niña que amores ha,
"sola, ¿cómo dormirá?”
Por non les facer turbanza
non quise ir más adelante
a las que con ordenanza
cantaban tan consonante.
La otra con buen semblante
d ixo: “ — Señoras de estado,
"pues las dos habéis cantado,
"a mí conviene que cante: ”
“ Dejadlo al villano pene;
” vengúem e Dios delle” .
Desque ya hobieron cantado
estas señoras que digo,
yo salí desconsolado,
como home sin abrigo.
Ellas dixeron : “ — Amigo.
” non sois vos el que buscamos;
"mas cantad, pues que cantamos:
tfSospirando iba la niña
"e non por mí,
” que yo bien se lo entendí” .

SERRANILLAS

31

D e s p u é s que nascí,
non vi tal serrana
como esta mañana.
Allá a la vegüela,
a Mata el Espino,
en' ese camino
que va a Lozoyuela,
de guisa la vi,
que me fizo gana
la fructa temprana.
Garnacha traía
de oro, presada

56
con broncha dorada
que bien relucía.
A ella volví
diciendo: — “ Lozana,
" ¿ e sois vos villana?”
— “ Sí soy, caballero;
"si por mí lo habedes,
"decid qué queredes;
"fablad verdadero.”
Y o le dixe así:
— “ Juro por Santana
"que non sois villana.”

32
M o z u e l a de Bores
allá do la Lama,
púsome en amores.
Cuidé que olvidado
amor me tenía,
como quien se había
grand tiempo dexado
de tales dolores,
que más que la llama
queman amadores.
Mas vi la fermosa
de buen continente,
la cara placiente,
fresca como rosa,
de tales colores
cual nunca vi dama,
nin otra, señores.
Por lo cu al: — “ Señora"
(le dixe), “ en verdad
"la vuestra beldad
"saldrá desde agora
"dentre estos alcores,
"pues merece fama
” de grandes loores."
D ix o : — “ Caballero,
"tiradvos afuera:
"dexad la’ vaquera

57
"pasar al otero;
"ca dos labradores
"m e piden de Frama,
"entrambos pastores."
— “ Señora, pastor
"seré si quered es :
"mandarme podedes, .
"como a servidor:
"mayores dulzores
"será a mí la brama
"que oir ruiseñores."
Así concluimos
el nuestro proceso
sin facer exceso,
e nos avenimos.
E fueron las flores
de cabe Espinama
los encobridores. •
[Cancionero castellano del siglo X V , en N B A E , vol. X I X , págs. 522,
569, 572 y 574.]

JU A N D E M E N A
14 11- 14 5 6

33

CANCIÓN QUE FIZO JUAN DE MENA ESTANDO MAL

D o nd e yago en esta cama,


la mayor pena de mí
es pensar cuando partí
de entre brazos de mi dama.
A vueltas del mal que siento
de mi partida, pardiós,
tantas veces me arrepiento
cuantas me miembro de v o s :
tanto que me hacen fama
que de aquesto adolecí,
los que saben que partí
de entre brazos de mi dama.

58
Aunque padezco y me callo
por esto[s] mis tristes quexos,
no menos cerca los hallo
que vuestros bienes de lexos:
si la fin es que me llama,
¡ oh qué muerte que perdí
en vivir, cuando partí
de entre brazos de mi dam a!
[Cancionero castellano del siglo X V , en N B A E , vol. X I X , pág. 2 15 .]

GÓ M EZ M A N RIQ U E
¿ 1 4 1 2 ? ^ 1490?

' 34

A UNA DAMA QUE IBA CUBIERTA

E l corazón se me fue
donde vuestro bulto vi,
e luego vos conoscí
al punto que vos m iré;
que no pudo facer tanto
por mucho que vos cubriese
aquel vuestro negro manto
que no vos reconosciese.
Que debaxo se mostraba
vuestra gracia y gentil aire,
y el cubrir con buen donaire
todo lo magnifestaba;
así que con mis enojos
e muy grande turbación
allá se fueron- mis ojos
do tenía el corazón.

35

E l que arde en viva llama,


sirviendo a quien le condena,
no puede, según es fama,
sentir la pasión ajena.

59
Y o padezco por amores
tan afortunadas penas
que no siento las ajenas
cuitas de los am adores;
que cualquiera que bien ama
a quien su bien desordena,
no puede, según es fama,
sentir la pasión ajena.
[Cancionero castellano del siglo X V , en N B A E , vol. X X I I , páginas
128 y 1 1 . ]

JO R G E M A N R IQ U E
¿ i 44o ? 'i 479

36

COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE

R e c u e r d e el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor,
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
N o se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar

60
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el m orir:
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales,
los que viven por sus manos
y los ricos.
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
Aquel solo me encomiendo,
Aquel solo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo no conosció
. su deidad.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jomada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenescemos,
así que cuando morimos
descansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,

61
es para ganar aquel
que atendemos.
Y aun aquel fijo de Dios
para sobimos al cielo
descendió
a nascer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.
Si fuese en nuestro poder
tomar la cara fermosa
corporal,
como podemos facer
el ánima gloriosa
angelical,
¡ qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos:
dellas desface la edad,
dellas casos desastrados
que acaescen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.
Decidme, la fermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de joventud,

62
todo se toma graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Pues la sangre de los godos,
y el linaje, y la nobleza
tan crescida,
¡ por cuántas vías y modos
se sume su grand alteza
en esta v id a !
Unos, por poco valer,
¡ por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
Y otros, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
N o les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelve con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño.
Y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
etemales.
Los placeres y dulzores
desta vida trabajada

63
que tenemos,
¿qué son sino corredores,
y la muerte la celada
en que caemos?
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes llorosos
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y perlados
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos,
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leimos
• sus hestorias; .
no curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue dello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
¿Qué se fizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón,
¿qué se ficieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como trujieron?
Las justas y los torneos,

64
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?,
¿qué fueron sino verduras
de las eras?
¿Qué se ficieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se ficieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Que se fizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se fizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
Pues el otro su heredero,
don Enrique, ¡ qué poderes
alcanzaba!
¡ Cuán blando, cuán falaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas veréis cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró,
habiéndole sido amigo,
cuán poco duró con él
lo que le dio.
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan febridas,
los enriques y reales
del tesoro,
los jaeces, los caballos
de su gente, y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?,
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?

65

F . LÍRICA, I. — 5
Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡ qué corte tan excelente
tuvo, y cuánto grand señor
le siguió!
IVIas como fuese mortal,
metiólo la Muerte luego
en su fragua,
j O jiiicio divinal! :
cuando más ardía el fuego,
echaste agua.
Pues aquel grand condestable
maestre que conoscimos
tan privado,
no cumple que dél se fable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿fuéronle sino pesares
al dejar?
Pues los otros dos hermanos
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trujieron tan sojuzgados
a sus leyes,
aquella prosperidad
que tan alta fue sobida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que estando más encendida
fue amatada?
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y varones
como vimos tan potentes,

66
di, Muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que ficieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
y desfaces.
Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes
y banderas,
los castillos impunables,
los muros y balüartes
y barreras,
la cava honda chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?,
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
Aquel de buenos abrigo,
amado per virtüoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente,
sus grandes fechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero facer caros,
pues el mundo todo sabe
cuáles fueron.
¡ Qué amigo de sus amigos 1
j Qué señor para criados
y parientes!
¡ Qué enemigo de enemigos 1
¡ Qué maestro de esforzados
y valientes!
j Qué seso para discretos!
¡ Qué gracia para donosos!
¡ Qué razón!

67
¡ Qué benigno a los subjetos,
y a los bravos y dañosos,
un león!
En ventura Octavíano,
Julio César en vencer
y batallar,
en la virtud Africano,
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad un Trajano,
Tito en liberalidad
con alegría,
en su brazo Aurel’iano,
Marco Atilio en la verdad
que prometía.
Antonio Pío en clemencia,
Marco Aurelio en igualdad
del semblante,
Adriano en elocuencia,
Teodosio en humildad
y buen talante,
Aurelio Alexandre fue
en diciplina y rigor
de la guerra;
un Costantino en la fe,
Camilo en el grand amor
de su tierra.
N o dejó grandes tesoros,
ni alcanzó grandes riquezas
ni vajillas,
mas fizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron,
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
Pues por su honra y estado,

68
en otros tiempos pasados
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que fechos famosos
fizo en esta dicha guerra
que facía,
fizo tratos tan honrosos,
que le dieron aún más tierra
que tenía.
Estas sus viejas hestorias,
que con su brazo pintó
en joventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
en senectud.
Por su grand habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la grand caballería
del Espada.
Y sus villas y sus tierras,
ocupadas de tiranos
las falló,
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y en Castilla quien siguió
su partido.
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero,
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero,

69
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta,
diciendo : — “ Buen caballero,
"dejad el mundo engañoso
" y su halago;
"vuestro corazón de acero
"muestre su esfuerzo famoso
"en este trago;
" y pues de vida y salud
” fecistes tan poca cuenta
"per la fama,
"esfuércese la virtud
"para sofrir esta afruenta
"que vos llama.
"N o se os faga tan amarga
"la batalla temerosa
"que esperáis,
"pues otra vida más larga
"de fama tan gloriosa
"acá dejáis.
"Aunque esta vida de honor
"tampoco no es etemal
"n i verdadera,
"mas ccn todo es muy mejor
"que la otra temporal
"perescedera.
"E l vivir que es perdurable
"no se gana con estados
"mundanales,
"ni con vida deleitable,
"en que moran los pecados
"infernales;
"mas los buenos religiosos
"gánanlo con oraciones
" y con lloios,
"los caballeros famosos

70
"con trabajos y aflicciones
"contra moros.
" Y pues vos, claro varón,
"tanta sangre derramastes
"de paganos,
"esperad el galardón
"que en este mundo ganastes
"por las manos;
” y con esta confianza,
” y con la £e tan entera
"que tenéis,
"partid con buena esperanza,
"que estotra vida tercera
"ganaréis.”
— “ N o gastemos tiempo ya
” en esta vida mezquina
” por tal modo,
"que mi voluntad está
"conforme con la divina
"para todo;
” y consiento en mi morir
"con voluntad placentera
"clara y pura,
” que querer hombre vivir
” cuando Dios quiere que muera
” es locura.
"T ú , que por nuestra maldad
"tomaste forma servil
" y bajo nombre;
"T ú , que a tu divinidad
"juntaste cosa tan vil
"como el hombre;
"T ú , que tan grandes tormentos
"sofriste sin resistencia
"en tu persona,
"n o por mis merescimientos,
"m as por tu sola clemencia
"m e perdona."
Así con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,

71
cercado de su mujer,
de sus fijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien gela dio,
el cual la ponga en el cielo
en su gloria,
y aunque la vida murió,
nos dejó harto consuelo
su memoria.

37

CANCIÓN

Q u ie n no estuviere en presencia,
no tenga fe en confianza,
pues son olvido y mudanza
las condiciones de ausencia.
Quien quisiere ser amado,
trabaje por ser presente,
que cuan presto fuere ausente,
tan presto será olvidado.
Y pierda toda esperanza
quien no estuviere en presencia,
pues son olvido y mudanza
las condiciones de ausencia.
[Cancionero castellano del siglo X V , en N B A E , vol. X X I I , págs. 228
y 250.]

CARTAGENA

38

N o sé para qué nascí,


pues en tal extremo estó,
que el morir no quiere a mí
. y el vevir no quiero yo.
Todo el tiempo que viviere
temé muy justa querella
de la muerte, pues no quiere
a mí, queriendo yo a ella.

72
¿Qué fin espero de aquí,
pues la muerte me negó,
porque claramente vio
que era vida para mí?

E L B A C H IL L E R D E L A TO RRE

39

ESPARSA

C on dos extremos guerreo


que se causan de quereros:
ausente, muero por veros,
y presente, porque os veo.
¿Qué haré, triste, cativo,
cuitado, triste de mí,
que ni ausente yo comigo
hago vida, ni contigo,
ni puedo vevir sin ti?

GU EVARA

40

ESPARSA

L a s aves andan volando»


cantando canciones ledas,
las verdes hojas temblando,
las aguas dulces sonando,
los pavos hacen las ruedas:
yo, sin ventura amador,
contemplando mi tristura,
deshago por mi dolor
la gentil rueda de amor
que hice por mi ventura.

73
G A R C Í S Á N C H E Z D E BA D A JO Z
¿ 146 0? - ¿ 15 26 ?

41

RECONTANDO A SU AMIGA UN SUEÑO QUE SOÑÓ

L a mucha tristeza mía


que causó vuestro deseo,
ni de noche ni de día,
cuando estoy donde no os veo,
no olvida mi compañía.
Yo los días no los vivo,
velo las noches cativo,
y si alguna noche duermo,
suéñome muerto en un yermo
en la forma que aquí escribo.
Yo soñaba que me iba
desesperado de amor
por una montaña esquiva
donde si no un ruiseñor
no hallé otra cosa viva. '
Y del dolor que levaba,
soñaba que me finaba,
y el Amor que lo sabía,
y que a buscarme venía
y al ruiseñor preguntaba:
— “ Dime, lindo ruiseñor,
"¿viste por aquí perdido
” un muy leal amador
” que de mí viene herido?” —
— “ ¿Cóm o? ¿Sois vos el Am or?” —
— “ Sí, yo soy a quien seguís,
” y por quien dulces vevís
” todos los que bien amáis.” —
— “ Ya sé por quién preguntáis,
” por Garci-Sánchez decís.
” Muy poco ha que pasó
” solo por esta ribera,
” y como le vi y me vio,
” yo quise saber quién era

74
” y él luego me lo contó
"diciendo : — ’Yo soy aquel
"a quien más fue Amor crüel,
"crüel que causó el dolor,
"que a mí no me mató amor,
"sino la tristeza de él.’
” Yo le d ixe: — ’ ¿S i podré
” a tu mal dar algún medio?’
"D íx o m e : — ’No, y el porqué
” es porque aborrí el remedio
"cuando de él desesperé.’
“ Y estas palabras diciendo
” y las lágrimas corriendo,
"se fue con dolores graves,
” yo con otras muchas aves
"fuemos en pos de él siguiendo,
"hasta que muerto cayó
"allí entre unas acequias,
” y aquellas aves y yo
"le cantamos las obsequias,
"porque de amores murió:
” y aun no medio fallescido,
"la tristeza y el olvido
"le enterraron de críieles,
" y en estos verdes laureles
"fue su cuerpo convertido.
"D e allí nos quedó costumbre
"las aves enamoradas
"de cantar sobre su cumbre
"las tardes, las alboradas,
"cantares de dulcedumbre."—
— “ Pues yo os otorgo indulgencia
"de las penas que el ausencia
"os dará amor y tristura,
"a quien más su sepoltura
"servirá con reverencia."—
Vime alegre, vime ufano
de estar con tan dulce gente,
vime con bien soberano
enterrado honradamente
y muerto de vuestra mano.

75
Allí, estando en tal concierto,
creyendo que era muy cierto
que veía lo que escribo,
recordé y halléme vivo,
de la cual causa soy muerto.

42
VILLANCICO
S e cár o n m e los pesares
los ojos y el corazón,
que non pueden llorar, non.
Los pesares me secaron
el corazón y los ojos,
y a mis lágrimas y enojos,
y a mi salud acabaron.
Muerto en vida me dexaron,
traspasado de pasión,
que non puedo llorar, non.
Y de estar mortificado
mi corazón de pesar,
ya no está para llorar,
sino para ser llorado:
ésta es la causa, cuitado,
ésta es la triste ocasión,
que non puedo llorar, non.
Al principio de mi mal
lloraba mi perdimiento,
mas agora ya esto tal,
que de muerto no lo siento;
para tener sentimiento
tanta tengo de razón,
que non puedo llorar, non.

LO PE D E SO SA

43
CANCIÓN
L a vida, aunque da pasión,
no querría yo perdella,

76
por no perder la razón
que tengo de estar sin ella.
Aunque es de gran padescer
la tristeza dell amor,
tenella es tanto plazer
como sentilla es dolor:
así que tiene razón
mi pena para tenella,
pues ver quien da la pasión
es descanso padescella.

CO M EN D A D O R E SC R IV Á

44

CANCIÓN

V e n , muerte, tan escondida,


que no te sienta comigo,
porque el gozo de contigo
no me torne a dar la vida.
Ven como rayo que hiere,
que hasta que ha herido
no se siente su ruido,
por mejor hirir do quiere:
así sea tu venida,
si no, desde aquí me obligo
que el gozo que habré contigo
me dará de nuevo vida.
[ Cancionero General, de 1 5 1 1 , edic. de Bibls. Esps., t. I, Madrid, 1882,
págs. 293, 378, 419, 477, 606, 493 y 5 1 7 .]

PEDRO M A N U E L X IM É N E Z D E U RR EA
¿ 14 8 6 ?-^ 15 2 9 ?

45

VILLANCICO POR DESHECHA

¿POR qué queréis, ojos, ver.


pues el mirar

77
se paga con el llorar?
¿Por qué procuráis sentir
el placer que no es placer,
pues que veis para no ver
y no veis para morir?
¿Por qué trabajáis vivir
en el mirar,
pues se muere en el llorar?

46

ROMANCE

E n el placiente verano,
do son los días mayores,
acabaron mis placeres,
comenzaron mis dolores.
Cuando la tierra da hierba
y los árboles dan flores;
cuando aves hacen nidos
y cantan los ruiseñores;
cuando en la mar sosegada
entran los navegadores,
cuando los lirios y rosas
nos dan los buenos olores;
y cuando toda la gente,
ocupados de calores,
van aliviando la ropa
y buscando los frescores;
do son las mejores horas
las noches y los albores,
en este tiempo que digo
comenzaron mis amores
de una dama que yo vi,
dama de tantos primores:
de cuantos es conoscida,
de tantos tiene loores.
Su gracia por hermosura
tiene tantos servidores
cuantos yo por desdichado
tengo penas y dolores,
donde se me otorga muerte

78
y se me niegan favores.
Mas yo nunca olvidaré
estos amargos dulzores,
porque en la mucha firmeza
se muestran los amadores.

47

VILLANCICO

M a d r e , cuando enviudaré
a Zaragoza me iré.
A llí las viudas holgadas,
mucho más que las casadas,
allí son muy visitadas
de los que les tienen fe.
Visitadas y queridas,
muy queridas y servidas,
servidas y bien sabidas,
que yo sé bien cómo fue.
Viuda huelga en Zaragoza
más que casada ni moza;
cada cual dellas retoza
con mil cosillas que sé.
Madre, aquellas son mujeres
que, con sus dulces aferes,
ellas dan muchos placeres
y tienen quien gelos dé.
¡ Oh si viese ya morir
a mi marido, por ir
donde sé que he de sentir
placer con amor que habré!
Si mucho el vivir le dura
yo le daré gran tristura,
que por ir donde hay holgura
la vida le quitaré.
[ Cancionero, Zaragoza, 1878, págs. 257, 269 y 36 5.]

79
JU A N Á LV A R EZ GATO
f. 1463-1509

48

CANTAR ENDEREZADO A NUESTRO SEÑOR

A mor , no me dejes,
que me moriré.
Que en ti so yo vivo,
sin ti so cativo;
si me eres esquivo
perdido seré.
Si mal no me viene,
por ti se detiene;
en ti me sostiene
tu gracia y mi fe.
Que el que en ti se ceba,
que truene, que llueva,
no espere ya nueva
que pena le dé.
Que aquel que tú tienes
los males son bienes;
a él vas y vienes:
muy cierto lo sé.
A mor, no me dejes,
que me moriré.
[Obras com pletas, ed. J. A rtiles, M id rid , 1928, pág. 1 5 1 . ]

F R A Y AMBROSIO M O N T ESIN O
f. 14 8 5 -15 14

49

LA NOCHE SANTA

N o la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.
La Virgen a solas piensa qué hará

80
cuando al Rey de luz inmenso parirá,
si su divina esencia temblará,
o qué le podrá decir.
No la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.
[Cancionero, en la B A E , t. X X X V , pág. 438. Forma parte de un ex
tenso poema. L e doy forma estrófica de zéjel; compárese el Cando
ñero de Upsala, M éxico, 1944, pág. 56.]

F R A Y ÍÑ IG O DE M EN D O ZA
£. hacia 1480

50

ROMANCE QUE CANTÓ LA NOVENA ORDEN,


QUE SON LOS SERAFINES

GOZO muestren en la tierra


y en el limbo alegría,
fiestas hagan en el cielo ..
por el parto de María;
no halle lugar tristeza
en tan placentero día
pues que hoy de una doncella
el hijo de Dios nascía
humillado en carne humana,
para que por esta vía
se repare en nuestras sillas
lo que en ellas fallescía.
¡ Oh alta fuerza de am or!,
pues que tu dulce porfía
no sólo le hizo hombre,
mas a la muerte le envía,
digamos al sacro niño
con suave m elodía:

DESHECHA DEL ROMANCE

Eres niño y has amor:


¿qué jarás cuando mayor?

81

F . LÍRICA, I. — 6
Pues que en tu natividad
te quema la caridad,
en tu varonil edad
¿quién sufrirá su calor?
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?
Será tan vivo su fuego,
que con importuno ruego,
por salvar el mundo ciego,
te dará mortal dolor.
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?
Arderá tanto tu gana,
que por la natura humana
querrás pagar su manzana
con muerte de malhechor.
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?
¡ Oh amor digno de espanto!,
pues que en este niño sancto
has de pregonarte tanto,
cantemos a su loor:
Eres niño y has amor:
¿qué farás cuando mayor?

['Cancionero castellano del siglo X V , en N B A E , vol. X I X , pág. 14 .]

JU A N D E L E N C IN A
146 8-^ 1529 ?

VILLANCICOS

51

Ojos garzos ha la n iñ a:
¿quién ge los namoraría?
Son tan bellos y tan vivos
que a todos tienen cativos;
mas muéstralos tan esquivos
que roban ell alegría.

82
Roban el placer y gloria,
los sentidos y memoria:
de todos llevan vitoria
con su gentil galanía.
Con su gentil gentileza
ponen fe con más firmeza,
hacen vivir en tristeza
al que alegre ser solía.
No hay ninguno que los vea,
que su cativo no sea:
todo el mundo los desea
contemplar de noche y día.

52
N o te tardes que me muero,
carcelero,
no te tardes que me muero.
Apresura tu venida
porque no pierda la vida,
que la fe no está perdida.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
Bien sabes que la tardanza
trae gran desconfianza;
ven y cumple mi esperanza.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
Sácame desta cadena,
que recibo muy gran pena,
pues tu tardar me condena.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
La primer vez que me viste
sin te vencer me venciste;
suéltame pues me prendiste.
Carcélero,
no te tardes que me muero.
La llave para soltarme
ha de ser galardonarme,
proponiendo no olvidarme.
Carcelero,

83
no te tardes que me muero.
Y siempre cuanto vivieres
haré lo que tú quisieres,
si merced hacerme quieres.
Carcelero,
no te tardes que me muero.

53

F lo rec ió tanto mi mal


sin medida,
que hizo secar mi vida.
Floreció mi desventura
y secóse mi esperanza;
floreció mi gran tristura
con mucha desconfianza;
hizo mi bien tal mudanza
sin medida,
que hizo secar mi vida.
Hase mi vida secado
con sobra de pensamiento,
ha florecido el cuidado,
las pasiones y el tormento.
Fue tanto mi perdimiento
sin medida,
que hizo secar mi vida.
Secóse todo mi bien
con el mal que floreció,
no sé cúyo soy ni quién,
quel placer me despidió.
Tanto mi pena creció
sin medida,
que hizo secar mi vida.

[Cancionero, edic. de 1496, fols. 95 v „ 94 v . y 95 r.]

84
G IL V I C E N T E
¿ 1 4 6 5 ? ^ 15 36 ?

54

M u y graciosa es la doncella:
¡ cómo es bella y hermosa!
Digas tú, el marinero
que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.
Digas tú, el caballero
que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.
Digas tú, el pastorcico
que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.

55

¡ M a l h a y a quien los envuelve


los mis amores,
malhaya quien los envuelve!
Los mis amores primeros
en Sevilla quedan presos,
los mis amores,
j malhaya quien los envuelve!
En Sevilla quedan presos,
por cordón de mis cabellos,
los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve!
En Sevilla quedan ambos
los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve!
En Sevilla quedan ambos,
sobre ellos armaban bandos,
los mis amores,
¡ malhaya quien los envuelve!

85
56
E n la huerta nasce la rosa:
quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.
Por las riberas del río
limones coge la v irg o :
quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.
Limones cogía la virgo
para dar al su am igo:
quiérome ir allá
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.
Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

57
HALCÓN que se atreve
con garza guerrera,
peligros espera.
Halcón que se vuela
con garza a porfía,
cazarla quería
y no la recela.
Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.
La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.
[D e la Poesía de la E dad M edia, de Dám aso A lonso, Buenos A ires,
1942, págs. 344 y sig s.]

86
P O ESÍA A N Ó N IM A DE TIPO T R A D IC IO N A L

58

¡ L l o r a d , las damas; sí Dios os va la !


Guillen Peraza quedó en la Palma,
la flor marchita de la su cara.
N o eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.
Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres, sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza.
[T e x to según Endechas populares, de J. Pérez V id al, L a Laguna, 1952,
pág. 3 8 .]

59

A l alba venid, buen amigo,


al alba venid.
Am igo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
non trayáis compañía.
Venid a la luz del alba,
non traigáis gran compaña.

60

TR ES morillas me enamoran
en Jaén :
A xa y Fátima y Marién.
Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén :

87
A xa y Fátima y Manen.
Y hallábanlas cogidas
y tomaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaé n :
A xa y Fátima y Marién.
Tres moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas
iban a coger manzanas
a Ja é n :
A xa y Fátima y Marién.

61

DENTRO en el vergel
moriré.
Dentro en el rosal
matarm’ han.
Yo m’iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro del rosal
matarm’ han.

62

So ell encina, encina,


so ell encina.
Yo me iba, mi madre, a la romería;
por ir más devota fui sin compañía:
so ell encina.
Por ir más devota fui sin compañía;
tomé otro camino, dejé el que tenía:
so ell encina.
Halléme perdida en una montiña,
echéme a dormir al pie dell encina;
so ell encina.
A la media noche recordé, mezquina;
halléme en los brazos del que más quería:
so ell encina.

88
Pesóme, cuitada, de que amanecía,
porque yo gozaba del que más quería:
so ell encina.
Muy biendita sía
la tal romería,
so ell encina.

63

N o pueden dormir mis ojos,


no pueden dormir.
Y soñaba yo, mi madre,
dos horas antes del día
que me florecía la rosa:
el vino so ell agua frida.
N o pueden dormir.

64

P o r am o res lo m ald ijo


la m ala m ad re al b u en h ijo .
— j Si pluguiese a Dios del cielo,
y a su madre Santa María
que no fueses tú mi hijo,
porque yo fuese tu amiga! —
Esto dijo y lo maldijo
la mala madre al buen hijo.
Por amores lo maldijo.

65

M a l f e r i d a ib a la garza
e n am o rad a:
sola v a y g rito s d aba.
Donde la garza hace su nido,
ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.

66

D e lo s álam os v e n g o , m ad re,
de v e r có m o los m en ea el aire.

89
De los álamos de Sevilla,
de ver a mi linda amiga.
De los álamos vengo, madre,
de ver cómo los menea el aire.

67

GRITOS d ab a la m orem ca
so el o liv a r,
que las ramas hace temblar.
La niña, cuerpo garrido,
morenica, cuerpo garrido,
lloraba su muerto amigo
so el olivar:
que las ramas hace temblar.
[T extos de la Poesía de la Edad M edia, de Dám aso A lonso, págs. 402 y
siguientes.]

68
ENDECHA

P a r ió m e m i m ad re
u n a n o c h e escu ra,
c u b rió m e de lu to ,
fa ltó m e v e n tu ra .
Cuando yo nascí
era hora menguada,
ni perro se oía,
ni gallo cantaba;
ni gallo cantaba,
ni perro se oía,
sino mi ventura
que me maldecía.
Apartaos de mí,
bienafortunados,
que de sólo verme
seréis desdichados.
Dijeron mis hados,
cuando fui nascido,
si damas amase
fuese aborresodo.

90
Fui engendrado
en signo nocturno,
reinaba Saturno
en curso menguado.
Mi lecho y la cuna
es la dura tierra;
crióme una perra,
mujer no ninguna.
Muriendo mi madre,
con voz de tristura,
púsome por nombre
“ Hijo de ventura” .
Cupido, enojado
con sus sufragáneos,
el arco en las manos
me tiene encarado.
Sobróme el amor
de vuestra hermosura;
sobróme el dolor,
faltóme ventura.
ID e l Cancionero llamado Flor de enamorados, 1562. Reedición de A . Ro-
drígueZ'M oñino, V alencia, 1954, pág. 6 3.]

R O M A N C ES V IEJO S

69

PRESENTA ALMANZOR A GUSTIOS LAS CABEZAS DE SU S HIJOS

PÁRTESE el moro Alicante víspera de Sant Cebrián;


ocho cabezas llevaba, todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor, a recebírselo sale:
aunque perdió muchos moros piensa en esto bien ganar.
Mandara hacer un tablado para mejor las mirar;
mandó traer un cristiano que estaba en captividad,
como ante sí lo trujeron empezóle de hablar;
díjole : — “ Gonzalo Gustos, mira quién conocerás;
“ que lidiaron mis poderes en el campo de Almenar:
“ sacaron ocho cabezas, todas son de gran linaje.”
Respondió Gonzalo Gustos : — “ Presto os diré la verdad.”
Y limpiándoles la sangre asaz se fuera a turbar;

91
dijo llorando agramente : — “ ¡ Conózcolas por mi m al!
"L a una es de mi carillo; las otras me duelen más,
"de los Infantes de Lara son, mis hijos naturales.”
Así razona con ellas como si vivos hablasen:
— “ ¡ Dios os salve, el mi compadre, el mi amigo leal!,
"¿adonde son los mis hijos que yo os quise encomendar?
"Muerto sois como buen hombre, como hombre de fiar.”
Tomara otra cabeza del hijo mayor de edad:
— “ ¡ Sálveos Dios, Diego González, hombre de muy gran bon-
” del conde Fernán González alférez el principal, [dad,
” a vos amaba yo mucho, que me habíades de heredar!”
Alimpiándola con lágrimas volviérala a su lugar.
Y toma la del segundo, Martín Gómez que llamaban :
— “ ¡D ios os perdone, el mi hijo, hijo que mucho preciaba,
"jugador era de tablas el mejor de toda España:
” mesurado caballero, muy buen hablador en p laza!”
Y dejándola llorando, la del tercero tomaba :
— “ ¡ Hijo Suero Gustos, todo el mundo os estimaba ;
” el rey os tuviera en mucho sólo para la su caza!
” Gran caballero esforzado, muy buen bracero a ventaja.
” Ruy Gómez, vuestro tío, estas bodas ordenara.”
Y tomando la del cuarto lasamente la miraba :
— “ ¡ Oh hijo Fernán González (nombre del mejor de España,
” del buen conde de Castilla, aquel que vos baptizara),
"matador de puerco espín, amigo de gran compaña,
” nunca con gente de poco os vieran en alianza!”
Tomó la de Ruy González, de corazón la abrazaba:
— “ ¡ Hijo mío, hijo mío, quién como vos se hallara! ;
"nunca le oyeron mentira, nunca por oro ni plata;
"animoso, buen guerrero, muy gran feridor de espada,
"que a quien dábades de lleno tullido o muerto quedaba."
Tomando la del menor el dolor se le doblara:
— “ ¡H ijo Gonzalo González, los ojos de Doña Sancha!
" ¡ Qué nuevas irán a ella, que a vos más que a todos am a!
" ¡T a n apuesto de persona, decidor bueno entre damas,
"repartidor en su haber, aventajado en la lanza!
"¡M e jo r fuera la mi muerte que ver tan triste jo m a d a !"
Al duelo que el viejo hace toda Córdoba lloraba.
El rey Almanzor, cuidoso, consigo se lo llevaba
y mandó a una morica lo sirviese muy de gana.
Ésta le toma en prisiones y con amor le curaba;

92
hermana era del rey, doncella moza y lozana;
con ésta Gonzalo Gustos vino a perder su saña,
que de ella le nació un hijo que a los hermanos vengara.
[S ilv a de 1550, t. II, fol. 64, según Primavera y Flor de Romances, de
W olf y H ofm ann, t. I, Berlín, 1856, pág. 77, núm. 24.]

70

ROMANCE DEL INFANTE DON ALFONSO DE PORTUGAL

A y , ay, ay, qué fuertes penas; ay, ay, ay, qué fuerte mal.
Hablando estaba la reina en su palacio real
con la Infanta de Castilla, Princesa de Portugal.
A y, ay, ay, qué fuertes penas; ay, ay, ay, qué fuerte mal.
Allí vino un caballero con grandes lloros llorar:
— “ Nuevas te traigo, señora, dolorosas de contar.”
A y, ay, ay, qué fuertes penas; ay, ay, ay, qué fuerte mal.
“ A y, no son de reino extraño, d’aquí son, de Portugal:
"vuestro príncipe, señor, vuestro príncipe real”
(ay, ay, ay, qué fuertes penas; ay, ay, ay, qué fuerte mal)
“ es caído de un caballo y l’alma quiere a Dios dar;
” si lo quieres de ver vivo non le quieras detardar.”
A y, ay, ay, qué fuertes penas; ay, ay, ay, qué fuerte mal.
“ A llí estaba el rey su padre, que quiere desesperar;
"lloran todas las mujeres, casadas y por casar.”
A y, ay, ay, qué fuertes penas; ay, ay, ay, qué fuerte mal.
[ Rom anía, I (1872), 373. Comp. B A E , X X X V , 449.]

71

ROMANCE DE ABENÁMAR

Por Guadalquivir arriba el buen Rey Don Juan camina:


encontrara con un moro que Abenámar se decía.
El buen Rey desque lo vido d’esta suerte le decía:
— “ Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
” hijo eres de un moro perro y de una cristiana cativa.
” A tu padre llaman Halí, y a tu madre Catalina.
"Cuando tú naciste, moro, la luna estaba crecida,
” y la mar estaba en calma, viento no la rebullía.
” Moro que en tal signo nace no debe decir m entira:
” preso tengo un hijo tuyo, yo le otorgaré la vida,

93
” si me' dices la verdad de lo que preguntaría.
"Moro, si no me la dices, a ti también mataría.”
— “ Yo te la diré, buen Rey, si tú me otorgas la vida.”
— “ Dígasmela tú, el moro, que otorgada te sería.
” ¿Qué castillos son aquellos, que altos son y relucían?”
— “ El Alhambra era, señor, y la otra es la Mezquita;
” los otros los Alijares labrados a maravilla.
” E 1 moro que los labró cien doblas ganaba al día,
” y el día que no los labra de lo suyo las perdía;
"desque los tuvo labrados, el Rey le quitó la vida
” porque no labre otros tales al Rey del Andalucía.
” La otra era Granada, Granada la noblecida
” de los muchos caballeros y de gran ballestería.”
Allí habla el Rey Don Juan, bien oiréis lo que diría:
■—“ Granada, si tú quisieses contigo me casaría :
"darte he yo en arras y dote a Córdoba y a Sevilla,
” y a Jerez de la Frontera, que cabe sí la tenía.
” Granada, si más quisieses, mucho más yo te daría.”
A llí hablara Granada, al buen Rey le respondía:
— “ Casada só, el Rey Don Juan, casada, que no viuda;
” el moro que a mí me tiene bien defenderme querría” ...
[Cancionero de Rom ances, 1550, fol. 1 9 1, según Prim avera, t. I, pági­
nas 250-253 y notas 1 y 3 de la pág. 25 1 (núm. 78).]

72

ROMANCE DEL R EY MORO QUE PERDIÓ ALHAMA

PASEÁBASE el Rey moro por la ciudad de Granada


desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla.
— “ ¡A y de mi A lham a!”
Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego y al mensajero matara.
— “ ¡A y de mi A lham a!”
Descabalga de una muía, y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba subido se había al Alhambra.
— “ ¡A y de mi A lh am a!”
Como en el Alhambra estuvo, al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, sus añafiles de plata.
— “ ¡ A y de mi A lham a! ”
Y que las cajas de guerra apriesa toquen al arma,

94
porque lo oigan sus moros, los de la Vega y Granada.
— “ ¡A y de mi A lham a!”
Los moros que el son oyeron que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos juntado se ha gran batalla.
— “ ¡ A y de mi A lham a! ”
A llí habló un moro viejo, de esta manera hablara ?
— “ ¿Para qué nos llamas, Rey, para qué es esta llamada?”
— “ ¡A y de mi A lham a!”
— “ Habéis de saber, amigos, una nueva desdichada:
” que cristianos de braveza ya nos han ganado Alhama.”
— “ ¡A y de mi A lham a!”
A llí habló un Alfaquí de barba crecida y cana:
— “ ¡ Bien se te emplea, buen R ey! ¡ Buen Rey, bien se te em-
— “ ¡ A y de mi A lham a! ” [pleara! ”
— “ Mataste los Bencerrajes, que eran la flor de Granada;
"cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada.”
— “ ¡ A y de mi A lham a! ”
— “ Por eso mereces, Rey, una pena muy doblada;
•” que te pierdas tú y el reino, y aquí se pierda Granada.”
— “ ¡A y de mi A lham a!”

[Guerras civiles de Granada, por Pérez de H ita, según Primavera, t. I,


pág. 274, núm. 85 « .]

73

ROMANCE DE ROSAFLORIDA

E n Castilla está un castillo, que se llama Rocafrida;


al castillo llaman Roca, y a la fonte llaman Frida.
El pie tenía de oro y almenas de plata fina;
entre almena y almena está una piedra zafira;
canto relumbra de noche como el sol a mediodía.
Dentro estaba una doncella que llaman Rosaflorida;
siete condes la demandan, tres duques de Lombardía;
a todos les desdeñaba, tanta es su lozanía.
Enamoróse de Montesinos de oídas, que no de vista.
Una noche estando así, gritos da Rosaflorida;
oyérala un camarero, que en su cámara dormía.
— “ ¿Q u’es aquesto, mi señora? ¿Q u’es esto, Rosaflorida?
” 0 tenedes mal de amores, o estáis loca sandía.”
— “ N i yo tengo mal de amores, ni estoy loca sandía,

95
"mas llevásesme estas cartas a Francia la bien guarnida;
"diéseslas a Montesinos, la cosa que yo más quería;
"dile que me venga a ver para la Pascua Florida;
"darle he siete castillos los mejores que hay en Castilla;
" y si de mí más quisiere yo mucho más le daría:
"darle he yo este mi cuerpo, el más lindo que hay en Castilla,
"si no es el de mi hermana, que de fuego sea ardida."
[Cancionero de Rom ances, A m beres, s. a ., fol. 190 v .]

74

ROMANCE DEL PRISIONERO

Q u e por mayo era, por mayo, cuando los grandes calores,


cuando los enamorados van servir a sus amores,
sino yo, triste, mezquino, que yago en estas prisiones,
que ni sé cuándo es de día ni menos cuándo es de noche,
sino por una avecilla que me cantaba all albor;
matómela un ballestero: ¡ déle Dios mal galardón!
[Cancionero General, núm. 461, pág. 550.]

75

ROMANCE DE LA AMIGA MUERTA

E n los tiempos que me vi más alegre y placentero,


yo me partiera de Burgos para ir a Valladolid :
encontré con un palmero, él me habló, y dijo a s í:
— “ ¿Dónde vas tú, el desdichado? ¿Dónde vas?, ¡ triste de ti!
” ¡O h persona desdichada, en mal punto te conoscí!
"Muerta es tu enamorada, muerta es, que yo la v i :
"las andas en que la llevan de negro las vi cubrir,
"los responsos que le dicen yo los ayudé a decir;
"siete condes la lloraban, caballeros más de mil,
"llorábanla sus doncellas, llorando dicen a sí: '
"¡T ris te de aquel caballero que tal pérdida pierde a q u í!"
Desque aquesto oí, mezquino, en tierra muerto c a í;
desde aquellas dos horas no tomara, triste, en mí.
Desque hube retomado a la sepultura fui,
con lágrimas de mis ojos llorando decía a sí:
— “ Acógeme, mi señora, acógeme a par de ti.”

96
A l cabo de la sepoltura una triste voz o í:
— “ Vive, vive, enamorado, vive, pues que yo m orí:
"Dios te dé ventura en armas, y en amores otro que sí,
"que el cuerpo come la tierra, y el alma pena por ti.”
[Lorenzo de Sepúlveda, Romances n uevam ente sacados, Am beres, 15 5 1,
folio 236 v .]

76 ,

FONTE FRIDA, FONTE FRIDA

F o n t e frid a , fo n te fr id a , fo n te frid a y con am or,


d o todas las av e cicas v a n to m ar con solación,
si n o es la to rto lica, q u ’está v iu d a y con d o lo r ;
p o r a llí fu e ra p asar el tra id o r d el ru is e ñ o r;
las p alab ras q u e le d ice llen as son d e tr a ic ió n :
— “ Si tú quisieses, señora, yo sería tu servidor.”
— “ Vete d’ahí, enemigo, malo, falso, engañador,
” que ni poso en ramo verde, ni en prado que tenga flor;
” que si ell agua hallo clara, turbia la bebía y o ;
” que no quiero haber marido porque hijos no haya, no;
” no quiero placer con ellos, ni menos consolación.
” ¡ Déjame, triste enemigo, malo, falso, mal traidor,
” que no quiero ser tu amiga ni casar contigo, n o !”
[Cancionero General, núm. 439, pág. 536 .]

77

ROMANCE DEL CONDE ARNALDOS

¡ QUIÉN hubiese tal ventura sobre las aguas de mar,


como hubo el conde Amaldos la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano la caza iba a cazar,
vio venir una galera que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda, la ejercia de un cendal,
marinero que la manda diciendo viene un cantar
que la mar facía en calma, los vientos hace amainar,
los peces que andan n’el hondo arriba los hace andar,
las aves que andan volando n ’el mástel las faz posar;
allí fabló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que d irá:
— “ Por Dios te ruego, marinero, dígasme ora ese cantar.”

97

F. LÍRICA, I. — 7
Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a d a r:
— “ Yo no digo esta canción sino a quien comigo va.”
[Cancionero de Rom ances, A m beres, s. a ., fol. 193 r.]

JU A N F E R N Á N D E Z D E H E R E D IA
¿ 1485?-1549

78

CANCIÓN

PUSO tan to sen tim ien to


en m í el v e ro s p artir,
q u e la p en a d e l m o rir
d e p eq u eñ a n o la sien to .
Porque el cuerpo, de tollido,
de sentir penas doliente,
ya no sabe lo que siente,
porque no tiene sentido.
El mal que da sentimiento
en el alma es de sentir,
que la pena del morir
de pequeña no la siento.

79

Q u i e n a d os am o res am a,
a tra ic ió n le saq u e n el alm a.
Sin ninguna compasión,
muera muy peor que digo
el traidor que fuere amigo
de ley tan fuera razón.
Y pues hace tal traición,
que en dos partes se derrama,
a traición le saquen el alma.
[Obras, edic. de F . M artí Grajales, V alencia, 1913» págs. 1 3 1 y 1 6 1 .]

98
C R IST Ó B A L D E C A ST IL LE JO
¿ i 492? ' i 55°

80
A quí no hay
sin o v e r y d e s e a r ;
aquí no veo
sino m o rir con deseo.
Madre, un caballero
que estaba en este corro
a cada vuelta
hacíame del ojo.
Yo, como era bonica,
teníaselo en poco.
Madre, un escudero
que estaba en esta baila
a cada vuelta
asíame de la manga. .
Yo, como soy bonica,
teníaselo en nada.

81

VILLANCICO

N o pueden dormir mis ojos,


no pueden dormir.
Pero, ¿cómo dormirán
cercados en derredor
de soldados de dolor,
que siempre en armas están?
Los combates que les dan,
no los pudiendo sufrir,
no pueden dormir.
Alguna vez, de cansados
del angustia y del tormento,
se duermen que no lo siento,
que los hallo trasportados;
pero los sueños pesados
no les quieren consentir

99
que puedan dormir.
Mas ya que duerman un poco,
están tan desvanecidos,
que ellos quedan aturdidos,
yo poco menos de loco;
y si los muevo y provoco
con cerrar y con abrir,
no pueden dormir.

82

CANCIÓN

A q u e l caballero, madre,
como a mí le quiero yo,
y remedio no le dó.
Él me quiere más que a sí,
yo le mato de cruel;
mas en serlo contra él
también lo soy contra mí.
De verle penar así
muy penada vivo yo,
y remedio no le dó.

83

GLOSA DEL ROMANCE “ TIEMPO BU EN O ...”

¡ O h v id a d u lce y sab rosa,


si n o fu ese y a p a s a d a ;
sazón b ie n a v e n tu ra d a ,
tem p o rad a v e n t u r o s a !
¡ Oh descanso en que me v i !
¡ Oh bien de mil bienes lleno!
Tiem po bueno, tiempo bueno,
¿quién te me apartó de mí?
Y a que llevabas mi gloria
cuando de mí te apartaste,
dime, ¿por qué no llevaste
juntamente su memoria?
¿Por qué dejaste en mi seno
rastro del bien que perdí,

100
que en acordarme de ti
todo placer me es ajeno?
Siendo, pues, la llaga tal,
nadie culpe mi dolor.
¿Cuál es el bruto pastor
que no le duela su mal?
¿Quién es así negligente
que descuida en su cuidado?
¿Quién no llora lo pasado
viendo cuál va lo presente?
Si la vida se acabara
do se acabó la ventura,
aun la mesma sepultura
de dulce carne gozara;
mas quedando lastimado,
viviendo vida doliente,
¿quién es aquel que no siente
lo que ventura ha quitado?
Que aunque así, sin alegría,
me veis rico de pesar,
abajado a desear
lo que desechar solía;
aunque me veis sin estima,
en un rincón olvidado,
yo me v i ser bien amado,
mi deseo en alta cima.
El tiempo hizo mudanza,
dándome revés tamaño,
que, no contento del daño,
mató también la esperanza.
Y de verme, estando encima,
por el suelo derribado,
contemplar en lo pasado
la memoria me lastima.
El olvido, porque es medio,
húyele mi fantasía;
la muerte, que yo querría,
húyeme, porque es remedio;
lo bueno que se me antoja .
mi dicha no lo consiente;

101
y pues todo me es ausente,
no sé cuál extremo escoja.
De nada vivo contento,
y con todo vivo triste;
ausencia, tú me hiciste
de todos bienes ausente.
El más ligero accidente
de mi salud me despoja;
bien y mal todo me enoja,
¡cuitado de quien lo siente!
Muy grande fue mi favor,
grande mi prosperidad;
a sola mi voluntad
reconoscí por señor;
en mis brazos se acostaron
esperanzas, y no vanas;
tiempo fue y horas ufanas
las que mi vida gozaron.
Y agora no gozan della
sino solos mis enojos,
que manando por los ojos,
satisfacen su querella.
Verdes nascieron, tempranas,
que sin tiempo maduraron,
donde, tristes, se sembraron,
las simientes de mis canas.
Y lo que más grave siento
es que, teniendo pasiones,
me fuerzan las ocasiones
a mostrar contentamiento.
Que el mayor mal que hay aquí
es que sólo sé que peno;
y pues se tiene por bueno,
bien puedo decir así:
“ Tiempo bienaventurado,
en tiempo no conoscido,
antes de tiempo perdido,
y en todo tiempo llorado:
yo navegaba por ti
con viento manso y sereno;

102
tiempo bueno, tiempo bueno,
¿quién te me apartó de m í?"

DESHECHA

Si no remedia la muerte
los trabajos de mi vida,
va perdida.
Quedé con esta dolencia
del bien que de mí se fu e ;
que va cresciendo la fee
y menguando la paciencia.
Y así, maldigo mi suerte,
viéndola que va perdida
con la vida.
[Obras, edic. de J. Domínguez Bordona, Clás. Casts., t. 79, págs. 60,
148, 15 0 y 98.]

JU A N BO SC Á N
1 474-1542

84

A LA TRISTEZA

T r i s t e z a , pues y o so y tu y o ,
tú n o d e je s d e ser m ía ;
m ira b ie n q u e m e d e stru y o
só lo en v e r q u e el a le g ría
p resu m e d e h acerm e su y o .
¡ Oh tristeza,
q u e ap a rta rm e d e co n tigo
es la m ás a lta cru eza
q u e p u ed es usar c o n m ig o !
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.
P e ro , d i,
y a q u e esto en tu c o m p a ñ ía :

103
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echallo.
¿Quién jamás estuvo así?
Que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.
í Oh ventura!
¡ Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vemás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces,
mucho más que en tu presencia.

85

ANTIGUA lla g a q u e en m is h u esos cría,


no d eja reso llar el b u en deseo.
Yo por caminos ásperos rodeo,
por llegar a sosiego el alma mía.
Hurto algún gusto, mas mi fantasía
me le embaraza cuando le poseo;
medrar no puede aquello que granjeo,
que en tierra se sembró cruda y sombría.
El bien que el seso ofrece al sentimiento,
hace que amor me ponga diligencia
para cerrar mis ojos al tormento.
Porque bien sé que un blando pensamiento
da causa de tener menos paciencia,
y a veces es peligro estar contento.

86

D u l c e so ñ ar y d u lce c o n g o jarm e,
cu an d o estab a soñ an d o q u e s o ñ a b a ;

104
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme.
Dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba,
que alguna vez llegaba a despertarme.
¡ Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras, si vinieras tan pesado,
que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado;
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
[Las obras, edic. de W . K n app, M adrid, 1875, págs. 29, 19 1 y 205.]

FR A N C ISC O SÁ D E M IR A N D A
1495-1558

87

A ESTE VILANCETE QUE SE CANTA

En mi corazón vos tengo,


por las gentes no os veo.
Por lo cual, vuelto a mi seno,
por cuanto bien dél confío,
el mi corazón ajeno
volvió de nuevo a ser mío.
D ’otra parte yo, sandio,
engañado del deseo,
con los ojos devaneo.

88

A UM CANTAR ALHEIO •

¡ Q u ié n viese aquel día


cuando, cuando, cuando, ■
saliese mi vida
ya de tanto bando! •
¡ A y, mis tristes ojos,

105
tan tristes, tan tristes,
vistes mil enojos,
un placer no vistes;
vistes añadida
a mi pena pena
y en tan luenga vida
nunca una hora buena!
¡ Si a la suerte mía
pluguiese, ay, pluguiese
que viese ora el día
en que más no viese!
[Obras com pletas, edic. M . Rodrigues L ap a, vol. I, Lisboa, 1942, pá­
ginas 41 y 5 5 .]

G A R C ILA SO D E L A V E G A
1501-1536

89

ÉGLOGA PRIMERA

E l dulce lamentar de dos pastores,


Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
de pacer olvidadas, escuchando.
T ú , que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo,
y un grado sin segundo,
agora estés atento, solo y dado
al ínclito gobierno del Estado,
Albano'; agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero M arte;
agora de cuidados enojosos
y de negocios libre, por ventura
andes a caza el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos.

106
que en vano su morir van dilatando,
espera, que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma
de tus virtudes y famosas obras,
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mundo sobras.
En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día,
que se debe a tu fama y a tu gloria;
que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo dino de memoria,
el árbol de vitoria
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente
dé lugar a la yedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.
Saliendo de las ondas encendido
rayaba de los montes el altura
el sol, cuando Salicio, recostado
al pie de un alta haya, en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado:
él, con canto acordado
al rumor que sonaba
del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía;
y así como presente,
razonando con ella, le decía:

SALICIO

“ ¡ Oh más dura que mármol a mis quejas,


y al encendido fuego en que me quemo

107
más helada que nieve, Galatea!
Estoy muriendo, y aún la vida temo;
temóla con razón, pues tú me dejas;
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
¿D e un alma te desdeñas ser señora
donde siempre moraste, no pudiendo
della salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
El sol tiende los rayos de su lumbre
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre
paciendo va segura y libremente:
cuál con el sol presente,
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina:
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
cuando la sombra el mundo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿ Y tú, desta mi vida ya olvidada,
sin mostrar un pequeño sentimiento
de que por ti Salicio triste muera,
dejas llevar, desconocida, al viento
el amor y la fe, que ser guardada
eternamente sólo a mí debiera?
¡O h D ios!, ¿por qué siquiera
(pues ves desde tu altura
esta falsa perjura
causar la muerte de un estrecho amigo)
no recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amcr yo estoy muriendo,
¿qué hará el enemigo? ,
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

108
Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
¡ A y, cuánto me engañaba !
¡ Ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja repitiendo
la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
I Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
reputándolo yo por desvarío,
vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la siesta,
a beber en el Tajo mi ganado;
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,
por desusada parte
y por nuevo camino el agua se ib a ;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso enajenado iba siguiendo
del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Tu dulce habla, ¿en cuya oreja suena?
Tus claros ojos, ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe, ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
de tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
aunque fuese de piedra,
viendo mi amada yedra,
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo

109
hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Qué no se esperará de aquí adelante,
por difícil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?
Y juntamente, ¿qué tendrá por cierto,
o qué de hoy más no temerá el amante,
siendo a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
de mí, cuitado, fuiste,
notable causa diste
y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo,
que el más seguro tema con recelo
perder lo que estuviere poseyendo;
salid fuera sin duelo,
salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Materia diste al mundo de esperanza
de alcanzar lo imposible y no pensado,
y de hacer juntar lo diferente,
dando a quien diste el corazón malvado,
quitándolo de mí con tal mudanza,
que siempre sonará de gente en gente.
La cordera paciente
con el lobo hambriento
hará su ayuntamiento,
y con las simples aves sin ruido
harán las bravas sierpes ya su nido;
que mayor diferencia comprehendo
de ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada
la manteca y el queso está sobrado;
de mi cantar, pues, yo te vi agradada,
tanto, que no pudiera el mantuano
Títiro ser de ti más alabado.
No soy, pues, bien mirado,
tan disforme ni fe o ;
que aun agora me veo
en esta agua que corre clara y pura;
y cierto no trocara mi figura

110
con ese que de mí se está riendo;
trocara mi ventura.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?
Si no tuvieras condición terrible,
siempre fuera tenido de ti en precio,
y no viera de ti este apartamiento.
¿N o sabes que sin cuento
buscan en el estío
mis ovejas el frío
de la sierra de Cuenca, y el gobierno
del abrigado Extremo en el invierno?
Mas ¿qué vale el tener, si derritiendo
me estoy en llanto eterno?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan,
los árboles parece que se inclinan;
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen,
y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado,
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
T ú sola contra mí te endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a lo que tú heciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Mas ya que a socorrer aquí no vienes,
no dejes el lugar que tanto amaste,
que bien podrás venir de mí segura.
Y o dejaré el lugar do me dejaste;
ven, si por sólo esto te detienes.
Ves aquí un prado lleno de verdura,
ves aquí un espesura,
ves aquí un agua clara,
en otro tiempo cara,
a quien de ti con lágrimas me quejo.

111
Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
al que todo mi bien quitarme puede;
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede.”
Aquí dio fin a su cantar Salicio,
y sospirando en el postrero acento,
soltó de llanto una profunda vena.
Queriendo el monte al grave sentimiento
de aquel dolor en algo ser propicio,
con la pesada voz retumba y suena.
La blanca Filomena,
casi como dolida
y a compasión movida,
dulcemente responde al son lloroso.
Lo que cantó tras esto Nemoroso
decidlo vos, Piérides, que tanto
no puedo yo ni oso,
que siento enflaquecer mi débil canto.

NEMOROSO

“ Corrientes aguas, puras, cristalinas;


árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
yedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno;
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vijestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
0 con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría;
Y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso, en el reposo
estuve ya contento y descansado.
1 Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdate durmiendo aquí algún hora,
que despertando, a Elisa vi a mi lado.

112
¡ Oh miserable hado!
¡ Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
Más convenible suerte
a los cansados años de mi vida,
que es más que el hierro fuerte,
pues no la ha quebrantado tu partida.
¿D ó están agora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí como colgada
mi alma doquier que ellos se volvían?
¿D ó está la blanca mano delicada,
llena de vencimientos y despojos
que de mí mis sentidos le ofrecían?
Los cabellos que vían
con gran desprecio el oro,
como a menor tesoro,
¿adonde están?, ¿adonde el blando pecho?
¿D ó la coluna que el dorado techo
con presunción graciosa sostenía?
Aquesto todo agora ya se encierra,
por desventura mía,
en la fría, desierta y dura tierra.
¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver con largo apartamiento
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
El cielo en mis dolores
cargó la mano tanto,
que a sempiterno llanto
y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado
a la pesada vida y enojosa,
solo, desamparado,
ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa.
Después que nos dejaste, nunca pace
en hartura el ganado ya, ni acude
el campo al labrador con mano llena.
N o hay bien que en mal no se convierta y m ude:

113

F. LÍRICA., I. — 8 /
la mala hierba al trigo ahoga, y nace
en lugar suyo la infelice avena.
La tierra, que de buena
gana nos producía
flores con que solía
quitar en sólo vellas mil enojos,
produce agora en cambio estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable;
yo hago con mis ojos
crecer, llorando, el fruto miserable.
Como al partir del sol la sombra crece,
y en cayendo su rayo se levanta
la negra escuridad que el mundo cubre,
de do viene el temor que nos espanta,
y la medrosa forma en que se ofrece
aquella que la noche nos encubre,
hasta que el sol descubre
su luz pura y hermosa;
tal es la tenebrosa
noche de tu partir, en que he quedado
de sombra y de temor atormentado,
hasta que muerte el tiempo determine
que a ver el deseado
sol de tu clara vista me encamine.
Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido,
del duro labrador, que cautamente
le despojó su caro y dulce nido
de los tiernos hijuelos, entre tanto
que del amado ramo estaba ausente,
y aquel dolor que siente
con diferencia tanta
por la dulce garganta
despide, y a su canto el aire suena,
y la callada noche no refrena
su lamentable oficio y sus querellas,
trayendo de su pena
al cielo por testigo y las estrellas,
desta manera suelto ya la rienda
a mi dolor, y así me quejo en vano
de la dureza de la muerte airada.

114
Ella en mí corazón metió la mano,
y de allí me llevó mi dulce prenda;
que aquel era su nido y su morada.
¡ A y muerte arrebatada !
Por ti me estoy quejando
al cielo y enojando
con importuno llanto al mundo todo.
Tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
sentir, si ya del todo
primero no me quitan el sentido.
Tengo una parte aquí de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se me apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño
enternecerme siento, que sobre ellos
nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de allí se partan,
con sospiros calientes,
más que la llama ardientes,
los enjugo del llanto, y de consuno
casi los paso y cuento uno a uno;
juntándolos, con un cordón los a to :
tras esto el importuno
dolor me deja descansar un rato.
Mas luego a la memoria se me ofrece
aquella noche tenebrosa^ escura,
que tanto aflige esta ánima mezquina
con la memoria de mi desventura.
Verte presente agora me parece
en aquel duro trance de Lucina,
y aquella voz divina,
con cuyo son y acentos
a los airados vientos
pudieras amansar, que agora es m uda;
me parece que oigo que a la cruda,
inexorable diosa demandabas
en aquel paso ayuda;
y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?
¿íbate tanto en perseguir las fieras?
¿íbate tanto en un pastor dormido?
115
¿Cosa pudo bastar a tal crueza,
que, conmovida a compasión, oído
a los votos y lágrimas no dieras
por no ver hecha tierra tal belleza,
o no ver la tristeza
en que tu Nemoroso
queda, que su reposo
era seguir tu oficio, persiguiendo
las fieras por los montes, y ofreciendo
a tus sagradas aras los despojos?
¿ Y tú, ingrata, riendo
dejas morir mi bien ante los ojos?
Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
y en la tercera rueda
contigo mano a mano
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
donde descanse, y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?” .
Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que sólo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol bordadas de oro,
no vieran que era ya pasado el día.
La sombra se veía
venir corriendo apriesa
ya por la falda espesa
del altísimo monte, y recordando
ambos como de sueño, y acabando
el fugitivo sol, de luz escaso,
su ganado llevando,
se fueron recogiendo paso a paso.

116
SONETOS

90

E s c r i t o está en mi alma vuestro gesto,


y cuanto yo escrebir de vos deseo,
vos sola lo escrebistes, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.

91
¡ Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.
¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto el mal que me dejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

92

E n tanto que de rosa y azucena


se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena

117
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello, blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

93
CANCIÓN TERCERA

C on un manso ruido
de agua corriente y clara,
cerca el Danubio una isla, que pudiera
ser lugar escogido
para que descansara
quien como yo estó agora, no estuviera;
do siempre primavera
parece en la verdura
sembrada de las flores;
hacen los ruiseñores
renovar el placer o la tristura
con sus blandas querellas,
que nunca día ni noche cesan dellas.
Aquí estuve yo puesto,
o por mejor decillo,
preso y forzado y solo en tierra ajena;
bien pueden hacer esto
en quien puede sufrillo
y en quien él a sí mismo se condena.
T en go sólo una pena,
si muero desterrado
y en tanta desventura,
que piensen por ventura
que juntos tantos males me han llevado;
y sé yo bien que muero
por sólo aquello que morir espero.
El cuerpo está en poder
y en manos de quien puede

118
hacer a su placer lo que quisiere;
mas no podrá hacer
que mal librado quede,
mientras de mí otra prenda no tuviere.
Cuando ya el mal viniere
y la postrera suerte,
aquí me ha de hallar,
en el mismo lugar;
que otra cosa más dura que la muerte
me halla y ha hallado;
y esto sabe muy bien quien lo ha probado.
N o es necesario agora
hablar más sin provecho,
que es mi necesidad muy apretada;
pues ha sido en un hora
todo aquello deshecho
en que toda mi vida fue gastada.
Y al fin de tal jomada
¿presumen espantarme?
Sepan que ya no puedo
morir sino sin miedo;
que aun nunca qué temer quiso dejarme
la desventura mía,
que el bien y el miedo me quitó en un día.
Danubio, río divino,
que por fieras naciones
vas con tus claras ondas discurriendo,
pues no hay otro camino
por donde mis razones
vayan fuera de aquí, sino corriendo
por tus aguas y siendo
en ellas anegadas;
si en tierra tan ajena
en la desierta arena
fueren de alguno acaso en fin halladas,
entiérrelas, siquiera,
porque su error se acabe en su ribera.
Aunque en el agua mueras,
canción, no has de quejarte;
que yo he mirado bien lo que te toca.
Menos vida tuvieras

119
si hubieras de igualarte
con otras que se me han muerto en la boca.
Quién tiene culpa desto,
allá lo' entenderás de mí muy presto.
[T ex to s según la edic. de T . N avarro Tom ás en Clás. C ast., vol. 3 .]

D IEGO H URTADO DE M EN D O ZA
I 5 °3 'I 575

94

H o y deja todo el bien un desdichado


a quien quejas ni llantos no han v a lid o ;
hoy parte quien tomara por partido
también de su v ivir ser apartado.
H oy es cuando mis ojos han trocado
el veros por un llanto dolorido;
hoy vuestro desear será cumplido,
pues voy do he de morir desesperado.
H oy parto y llego a la postrer jomada,
la cual deseo ya más que ninguna,
por verme en algún hora descansada.
Y porque con mi muerte mi fortuna
os quite a vos de ser importunada,
y a mí quite el vivir, que me importuna.

95
REDONDILLAS

V a y viene mi pensamiento
como el mar seguro y manso;
lcuándo tendrá algim descanso
tan continuo movimiento ?

GLOSA

Parte el pensamiento mío


cargado de mil dolores,
y vuélveme con mayores
de la parte do le envío.

120
Aunque desto en la memoria
se engendra tanto contento,
que con tan dulce tormento,
cargado de pena y gloria,
va y viene mi pensamiento.
Como el mar muy sosegado
se regala con la calma,
así se regala el alma
con tan dichoso cuidado.
Mas allí mudanza alguna
no puede haber, pues descanso
con el mal que me importuna,
que no es sujeto a fortuna,
como el mar seguro y manso.
Si el cielo se muestra airado,
la mar luego se embravece,
y mientras el mar más crece,
está más firme en su estado.
N i a mí me cansa el penar,
ni yo con el mal me canso;
si algo me podrá cansar,
es venir a imaginar
cuándo tendrá algún descanso.
Que aunque en el más firme amor
mil mudanzas puede haber,
como es de pena a placer
y de descanso a dolor,
sólo en mí está reservado
en tan fijo y firme asiento;
que sin poder ser mudado,
está quedo y sosegado
tan continuo movimiento.

96

LETRILLA

S e r vieja y arrebolarse,
no puede tragarse.

121
GLOSA

El ponerse el arrebol
y lo blanco y colorado
en un rostro endemoniado
con más arrugas que col,
y en las cejas alcohol,
porque pueda divisarse,
no puede tragarse.
El encubrir con afeite
hueso que entre hueco y hueco
puede resonar un eco,
y el tenello por deleite,
y el relucir como aceite
rostro que era justo hollarse,
no puede tragarse.
El decir que le salieron
las canas en la niñez,
y que de un golpe otra vez
los dientes se le cayeron,
y atestiguar que lo vieron
quien en tal no pudo hallarse,
no puede tragarse.
[Obras poéticas, edic. W . K n app, M adrid, 1877, págs. 18 , 4 13 y 4 18 .]

S E B A S T IÁ N D E HOROZCO
¿ i 5io ?- i 58o
97

¡ A b a l a s , ábalas, a la !
] Aba la frol y la g ala!
Allá arriba, arriba,
junto a mi logare
viera yo serranas
cantar y baxlare;
y entre todas ellas
mi linda zagala.
] Aba la frol y la g ala!
[ Cancionero, ed. Bibls. A ndaluces, Sevilla, 1874, pág. 16 7 .]

122
SA N TA T E R E S A D E JE S Ú S
15 15 -15 8 2

98

VÉANTE mis ojos,


dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Vea quien quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere,
veré mil jardines:
flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
N o quiero contento
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo,
véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
[B A E , tomo LU I, pág. 5 10 .]

A N T O N IO D E V IL L E G A S
f. h. 1550

99

COPLAS A UN VILLANCICO VIEJO

En la peña, sobre la peña,


duerme la niña y sueña.
La niña, que amor había,
de amores se transportaba:

123
con su amigo se soñaba,
soñaba, mas no dorm ía:
que la dama enamorada
y en la peña,
no duerme, si amores sueña.
El corazón se le altera
con el sueño en que se v io :
si no vio lo que soñó,
soñó lo que ver quisiera;
hace representación
en la peña
de todo el sueño que sueña.
Sueños son que, Amor, envías
a los que traes desvelados,
pagas despiertos cuidados
con fingidas alegrías:
quien muere de hambre los días,
las noches manjares sueña
suso en la peña.
[ Inventario, M edina del Cam po, 156 5, f. 6 8 .]

H ERN AN D O DE A CU Ñ A
15 18 ^ 15 8 0 ?

100

AL R EY NUESTRO SEÑOR

Y a se acerca, señor, o es ya llegada


la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.
Ya tan alto principio en tal jomada
os muestra el fin de vuestro santo celo,
y anuncia al mundo para más consuelo
un Monarca, un Imperio y una Espada.
Ya el orbe de la tierra siente en parte
y espera en todo vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra.

124
Que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que vencido el mar, venza la tierra.

101

C omo vemos que un río mansamente


por do no halla estorbo, sin sonido,
sigue su natural curso seguido,
tal que aun apenas murmurar se siente;
pero si topa algún inconveniente
rompe con fuerza y pasa con ruido,
tanto que de muy lejos es sentido
el alto y gran rumor de la corriente:
por sosegado curso semejante
fueron un tiempo mis alegres días,
sin que queja o pasión de mí se oyese;
mas como se me puso amor delante,
la gran corriente de las ansias mías
fue fuerza que en el mundo se sintiese.

[ Varías Poesías, 2 .a ed ., M adrid, 1804, págs. 2 14 y 225.]

G U T IE R R E D E C E T IN A
15 2 0 -155 4

102

OJOS claros, serenos,


si de un dulce mirar sois alabados,
¿p or qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡ A y , tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

125
103

COMO garza real, alta en el cielo,


entre halcones puesta y rodeada,
que siendo de los unos remontada,
de los otros seguirse deja a vuelo,
viendo su muerte acá bajo en el suelo
por oculta virtud manifestada,
no tan presto será de él aquejada
que a voces mostrará su desconsuelo,
las pasadas locuras, los ardores
que por otras sentí, fueron, señora,
para me levantar rem ontadores;
pero viéndoos a vos, mi matadora,
el alma dio señal en sus temores
de la muerte que paso cada hora.

104

H o ras alegres que pasáis volando


porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
sabrosa noche que en tan dulce afrenta
el triste despedir me vas m ostrando;
importuno reloj que, apresurando
tu curso, mi dolor me representa;
estrellas con quien nunca tuve cuenta,
que mi partida vais acelerando;
gallo que mi pesar has denunciado,
lucero que mi luz va obscureciendo,
y tú, mal sosegada y moza Aurora,
si en vos cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
si no puede ser más, siquiera un hora.

105

C ercado de temor, lleno de espanto,


en la barca del triste pensamiento,
los remos en las manos del tormento,
por las ondas del mar del propio llanto
navegaba V an d alio; y si algún tanto

126
la esperanza le da propicio el viento,
la imposibilidad, en un momento,
le cubre el corazón de oscuro manto.
“ Vandalio, ¿qué harás ora? — decía— .
Fortuna te ha privado de la estrella
que era en el golfo de la mar tu guía.”
Y andándola a buscar, ciego sin ella,
cuando por más perdido se tenía,
viola ante los nublados ir más bella.

[Obras, edic. de H azañas, t. I, Sevilla, 1895, págs. 3, 4 1, 103 y 30.]

GREGO RIO S IL V E S T R E
i5 2 0 'i5 6 9

106

D ecid los que tratáis de agricultura


en este valle umbroso y desabrido:
¿qué fruto del deleite habéis tenido
que no se os tome luego en amargura?
Del gusto y del regalo y la dulzura
¿qué espigas y qué grano habéis cogido
que no salga nublado y revenido
del silo de la triste sepultura?
Del mal terreno y mala sementera
¿qué se puede segar, sino sospecha,
disgusto, confusión, remordimiento?
El alma siente ya desde la era
cómo ha de baratar de la cosecha
agosto seco, de etemal tormento.

107

MORTALES: ¿habéis visto mayor cosa


que siendo muerte me he tornado v id a .
y de áspera, crüel y desabrida
me he hecho blanda, dulce y amorosa?
Ya me codician todos por hermosa,
y de quien era más aborrecida

127
soy con alegre cara recibida,
por suerte deseada y venturosa.
¿Sabéis de qué manera el mortal velo
del alma santa desaté de aquella
por quien era el vivir dulce, agradable?
Murió doña María y subió al cielo;
quedó hecho el vivir muerte sin ella,
y alegre vida, yo, dulce y afable.
[Poesías, edic. de A . M arín Ocete, Granada, 1939, pág. 291 los dos so­
netos.]

PED RO D E A N D R A D E C A M IN H A
¿ i5 2 o ? -i5 8 9

108
VILLANCICO A ESTE CANTAR VIEJO

S e ñ o ra , que no miráis
que si penas tengo,
vos me las dais.
Cuanto sufro y cuanto siento
escrito traigo en mis ojos,
mil cuidados, mil enojos,
y nunca un contentamiento.
Vase como niebla al viento
la vida, y vos lo causáis,
señora, y no lo miráis.
Y o vivo de mi cuidado
y muero de vuestro olvid o;
cuanto por uno he ganado,
tanto por otro he perdido.
Ando como sin sentido,
ciego y loco, y no miráis
que sola vos lo causáis.

[Poesías inéditas, ed. de J. Priebsch, H alle, 1898, pág. 2 3 1 .]

128
JO A Q U ÍN ROMERO D E C E PE D A
f después de 1588

109
VILLANCICO

O jos, decídselo vos


con mirar,
pues tan bien sabéis hablar.
Habla, mis ojos, mirando,
pues la lengua está impedida;
descubrid esta herida,
mil lágrimas derramando;
decid lo que estoy pasando,
con mirar,
lo que yo no sé hablar.
Si no acertare a decir,
ojos, que muero por ver,
en vos podrán conocer
lo que no puedo encubrir.
Dad, mis ojos, a sentir,
con mirar,
pues tan bien sabéis hablar.

[Obras, Sevilla, 158 2 , £. 97 v.]

JO R G E D E M O N T EM A Y O R
¿ i5 2 o ? 'i5 Ó i

110

CÁNTICA
Cor m u n d u m crea in m e, D eus,
et sp iritum rectum innova in visceribus m eis.
Cría en mí, Señor, corazón limpio,
y espíritu derecho renueva en mis entrañas,

E n mí cría, Señor, corazón limpio,


pues me desamparó el que yo tenía;

129

F. LÍRICA, I. — 9
de su salud está muy olvidado,
sin camino se anda y sin provecho.
Salido es de su tierra, y peregrino
se anda en vanidades, como loco;
llámele, y nunca quiso responderme,
que sus pecados proprios le vendieron.
Pues cría en mí, Señor, corazón nuevo,
corazón limpio, manso y muy humilde,
pacífico, benigno y piadoso,
que al prójimo no haga mal ni diga,
no vuelva mal por mal como solía,
mas cumpla rectamente tu precepto.
Y sobre cuantos hay, ame a ti solo,
de ti piense contino y de ti hable,
y gracias te dé siempre por tus obras,
en los himnos y cantos se deleite.
Y aunque en la tierra esté, allá en el cielo
esté, converse y loe tu figura.
T al corazón como éste cría luego,
hazlo de nada, y presto, pues que puedes.
Y sea el corazón tal por tu gracia,
cual por naturaleza ser no puede.
Que la gracia del alma de ti viene
por creación divina, y luego hace
más claro el corazón que sol ni luna.
Ésta es quien las virtudes trae consigo,
y quien todos los vicios echa fuera.
Espíritu derecho en mis entrañas
renueva, y traerme ha por buen camino,
y de toda afección mala y terrena
limpio me dejará, y quedaré libre,
y subirme ha a las cosas celestiales;
juntarme ha por amor con todas ellas,
el proprio me hará que yo las ame,
y el amador y amado por la fuerza
de aquel amor, se hacen ambos uno.
Pues luego aquel espíritu que amare
las obras corporales será cuerpo,
y aquel solo espíritu, que ama
las obras del espíritu perfecto.
Pues dame un tal espíritu, que suba

130
a tu contemplación continamente.
Que espíritu eres tú, Señor eterno,
y espíritu han de ser los que te adoran,
que en espíritu limpio y verdadero
quieres ser adorado justamente.
Pues dame tú espíritu que busque
las cosas tuyas proprias, no las suyas,
y no lo que él quisiere, sino aquello
de que tú, gran Señor, fueres servido.
Renueva en mis entrañas, que están muertas,
un espíritu nuevo, y aun de nuevo
en este pecador debes hacelle:
que aquel que tú primero en mí pusiste,
mis males le ahogaron, y mis culpas.
Dame espíritu nuevo que renueve
lo que es por mi pecado envejescido.
Mi alma ame a ti naturalmente
como a su Señor proprio, sobre todos.
Que el amor natural es muy derecho,
por cuanto de tu solo amor procede;
pero su voluntad mala e inicua
la tiene en sí el pecado envejescida,
y este amor natural está embotado.
Pues renueva, Señor, con gracia tuya
este amor, porque vuelva en este punto
a su naturaleza, y a ti ame,
y a ti solo desee, y a ti quiera.
Y este amor sea tan firme en mis entrañas,
que allí eche raíces y florezca
mi ánima, y dé fruto de alabanzas;
y de tal suerte quede, que peligro
de muerte ni otra cosa no le impida
a estar conforme a ti, que le criaste.

[E l Cancionero, ed. A . González Palencia, Bibliófilos Españoles, M adrid,


19 32, págs. 324-6.]

131
DIEGO RAM IREZ PA G A N
¿i524?'después de 1562

111

Los ojos bellos, la amorosa frente,


los brazos, manos, pies, el claro viso,
que me han hecho de mí mismo diviso,
y en todo singular de la otra gente;
los crespados cabellos de oro ardiente,
el cuerdo resonar del dulce riso,
que en tierra hacer solía un paraíso,
ya es un poco de polvo que no siente.
Y yo, en dolor y desdeñado, vivo
[a] escuras, sin la lumbre que amé tanto,
como sin remos barco en mar esquivo.
Fenezca aquí mi enamorado canto,
seca es la vena del ingenio vivo
y la cítara mía vuelta en llanto.
.[Floresta de varia poesía, V alencia, 156 2. Pero lo copio de la edic. de
A . Pérez Gómez, t. I, Barcelona, 1950, pág. 58.]

LU IS DE CAMOENS
15 24 -1579

112
VERSO AJENO

Vos tenéis mi corazón.

GLOSA

Mi corazón me han robado,


y Amor, viendo mis enojos,
me d ijo : — “ Fuete llevado
” por los más hermosos ojos
"que desque vivo he mirado.
"Gracias sobrenaturales
” te lo tienen en prisión.”

132
Y si Amor tiene razón,
señora, por las señales,
vos tenéis mi corazón.

113
MOTE

¿D ó la mi ventura?
Que no~ veo alguna.

VOLTAS

Sepa quien padece


que en la sepultura
se esconde ventura
de quien la merece.
Allá me parece
que quiere fortuna
que yo halle alguna.
Naciendo mesquino,
dolor fue mi cam a;
tristeza fue el ama,
cuidado el padrino.
Vestióse el destine
negra vestidura,
huyó la ventura.
No se halló tormento
que allí no se hallase;
ni bien, que pasase
sino como viento.
¡ Oh, qué nacimiento,
que luego en la cuna
me siguió fortuna!
Esa dicha mía,
que siempre busqué,
buscándola, hallé
que no la hallaría;
que quien nace en día
d’estrella tan dura,
nunca halla ventura.
No puso mi estrella
más ventura en m in ;

133
ansí vive en fin
quien nasce sin ella.
N o me quejo d e lla ;
quejóme que atura
vida tan escura.

114

E l vaso reluciente y cristalino,


de ángeles agua clara y olorosa,
de blanca seda ornado y fresca rosa,
ligado con cabellos de oro fino,
bien claro parecía el don divino
labrado por la mano artificiosa
de aquella blanca ninfa, graciosa
más que el rubio lucero matutino.
N el vaso vuestro corpo se afigura,
rajado de los blandos miembros bellos,
y en el agua vuestra ánima pu ra;
la seda es la blancura, y los cabellos
son las prisiones, y la ligadura
con que mi libertad fue asida dellos.
[Lírica de C am oens, Coim bra, 19 32, págs. 16 y 16 3 .]

JERÓNIM O D E LO M A S C A N T O R A L
f. 1570

115

A brió m e Am or, con diestra mano, el lado


izquierdo, y en el pecho, ya herido,
un árbol puso, que ha en color vencido
el más hermoso verde y colorado.
Para que de mis penas el arado
y el aire de mis ansias encendido
le críen y le adornen, y el crecido
humor, por mis mejillas derramado.
Honor, fama, saber, virtud que espanta,
casta belleza en hábito divino,
son las raíces de esta ilustre planta.

134
Yo, triste, de tan rico peso indigno
(pecho por tierra), como a cosa santa,
la adoro y reverencio de contino.

116

Y a de mis quietos días el sereno


cielo se va turbando y, con sosiego,
en el alma se enciende un nuevo fuego
que me consume dulcemente el seno.
Recoge, corazón, recoge el freno
y a más sano lugar te vuelve luego,
pues que de amor el más sabroso juego
está con hiel templado y con veneno.
Al sospirar y al llanto triste y laso,
a oscura luz y a noches congojosas
no tomes, ya que miras libre al cielo.
Huye a los ojos bellos, cierra el paso
al vano desear y a mentirosas
esperanzas, y cércate de hielo.
[Las Obras, M adrid, 1578, fols. 68 v. y 225 v.]

FR A N C ISC O D E T E R R A Z A S
¿ I 5 2 5 ? - ¿ i 600?

117

D e j a d las hebras de oro ensortijado


que el ánima me tienen enlazada,
y volved a la nieve no pisada
lo blanco de esas rosas matizado.
Dejad las perlas y el coral preciado
de que esa boca está tan adornada;
y al cielo, de quien sois tan envidiada,
volved los soles que le habéis robado.
La gracia y discreción que muestra ha sido
del gran saber del celestial maestro,
volvédselo a la angélica natura;
y todo aquesto así restituido,

135
veréis que lo que os queda es propio vuestro: •
ser áspera, crüel, ingrata y dura.

118
j A y basas de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del cielo,
columnas de alabastro que en el suelo
nos dais del bien supremo claro indicio!
¡ Hermosos capiteles y artificio
del arco que aun de mí me pone celo!
¡ Altar donde el tirano dios mozuelo
hiciera de sí mismo sacrificio!
¡ A y puerta de la gloria de Cupido,
y guarda de la flor más estimada
de cuantas en el mundo son ni han sido!,
sepamos hasta cuándo estáis cerrada,
y el cristalino cielo es defendido
a quien jamás gustó fruta vedada.
[G allardo, Ensayo, t. I, M adrid, 1863, cois. 1003 y 1007.]

FRAY L U IS D E LE Ó N
15 27 *159 1

119

VIDA RETIRADA

¡ QUÉ descansada vida


la del que huye el mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,

136
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡ Oh monte, oh fuente, oh río !
¡ Oh secreto seguro deleitoso!
Roto casi el navio,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestiioso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar suave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
V ivir quiero conmigo, .
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
de ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego sosegada
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada

137
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea,
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso rüido
que del oro y del cetro pone olvido.
Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían:
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me baste, y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable­
mente se están los otros abrasando
con sed insaciable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.

120
A FRANCISCO SALINAS

E l aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.

138
A cuyo son divino
mi alma que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce
que el vulgo ciego adora,
la belleza caduca engañadora.
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
V e cómo el gran maestro
a aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado
con que este eterno templo es sustentado.
Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta
y entre ambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él ansí se anega,
que ningún accidente
extraño o peregrino oye o siente.
¡O h desmayo dichoso!,
¡ oh muerte que das v id a !, ¡o h dulce olvid o! ,
¡ durase en tu reposo .
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido !
A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos, a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.

139
¡ O h ! , suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás adormecidos.

121

A Diego Olarte
NOCHE SERENA

C uando contemplo el cielo


de innumerables luces ademado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado ;
el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente,
Olarte, y digo 'al fin con voz doliente:
Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura?
¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que de tu bien divino
olvidado, perdido,
sigue la vana sombra, el bien fingido?
El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando,
y con paso callado
el cielo vueltas dando
las horas del vivir le va hurtando.
¡ O h !, despertad, mortales;
mirad con atención en vuestro daño;
¿las almas inmortales
hechas a bien tamaño
podrán vivir de sombras y de engaño?
t
140
¡ A y ! , levantad los ojos
a aquesta celestial eterna esfera,
burlaréis los antojos
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto teme y cuanto espera.
¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
a aqueste gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?
Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto,
sus pasos desiguales,
y en proporción concorde tan iguales;
la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos de ella
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de Amor le sigue reluciente y bella;
y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte airado
y el Júpiter benino
de bienes mil cercado
serena el cielo con su rayo amado;
rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro,
tras él la muchedumbre
del reluciente coro
su luz va repartiendo y su tesoro.
¿Quién es el que esto mira,
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspira
por romper lo que encierra
el alma, y de estos bienes la destierra?
Aquí vive el contento,
aquí reina la p az; aquí asentado
en rico y alto asiento
está el Amor sagrado
de honra y de deleites rodeado.

141
Inmensa hermosura
aquí se muestra toda; y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.
¡ Oh campos verdaderos!,
¡ oh prados con verdad frescos y amenos!,
¡ riquísimos mineros!,
¡o h deleitosos senos!,
¡ repuestos valles de mil bienes llenos!

122

A FELIPE RUIZ

¿ C uándo será que pueda


libre de esta prisión volar al cielo,
Felipe, y en la rueda
que huye más del suelo,
contemplar la verdad pura sin velo?
Allí a mi vida junto
en luz resplandeciente convertido,
veré distinto y junto
lo que es y lo que ha sido,
y su principio propio y ascondido.
Entonces veré cómo
el divino poder echó el cimiento
tan a nivel y plomo,
do estable eterno asiento
posee el pesadísimo elemento.
Veré las inmortales
colunas do la tierra está fundada,
las lindes y señales
con que a la mar hinchada
la Providencia tiene aprisionada.
Por qué tiembla la tierra,
por qué las hondas mares se embravecen';
dó sale a mover guerra
el Cierzo, y por qué crecen
las aguas del Océano y descrecen;
de dó manan las fuentes;
quién ceba y quién bastece de los ríos

142
las perpetuas corrientes;
de los helados fríos
veré las causas, y de los estíos;
las soberanas aguas
del aire en la región quién las sostiene;
de los rayos las fraguas;
dó los tesoros tiene
de nieve Dios, y el trueno dónde viene.
¿N o ves cuando acontece
turbarse el aire todo en el verano?
El día se ennegrece,
sopla el Gallego insano,
y sube hasta el cielo el polvo vano.
Y entre las nubes mueve
su carro Dios, ligero y reluciente;
horrible son conmueve,
relumbra fuego ardiente,
treme la tierra, humíllase la gente.
La lluvia baña el techo,
invían largos ríos los collados;
su trabajo deshecho,
los campos anegados
miran los labradores espantados.
Y de allí levantado
veré los movimientos celestiales,
ansí el arrebatado
como los naturales,
las causas de los hados, las señales.
Quién rige las estrellas
veré, y quién las enciende con hermosas
y eficaces centellas;
por qué están las dos Osas
de bañarse en la mar siempre medrosas.
Veré este fuego eterno,
fuente de vida y luz, dó se mantiene;
y por qué en el ivierno
tan presuroso viene,
quién en las noches largas le detiene.
Veré sin movimiento
en la más alta esfera las moradas
del gozo y del contento,

143
de oro y luz labradas,
de espíritus dichosos habitadas.

123
AL LICENCIADO JUAN DE GRIAL

R e c o g e ya en el seno
el campo su hermosura, el cielo aoja
con luz triste el ameno
verdor, y hoja a hoja
las cimas de los árboles despoja.
Y a Febo inclina el paso
al resplandor Egeo, ya del día
las horas corta escaso;
ya Eolo al mediodía
soplando espesas nubes nos envía.
Ya el ave vengadora
del íbico navega los nublados,
y con voz ronca llora,
y al yugo el cuello atados
los bueyes van rompiendo los sembrados.
El tiempo nos convida
a los estudios nobles, y la fama,
Grial, a la subida
del sacro monte llama,
do no podrá subir la postrer llama.
Alarga el bien guiado
paso, y la cuesta vence, y solo gana
la cumbre del collado;
y do más pura mana
la fuente, satisfaz tu ardiente gana.
No cures si el perdido
error admira el oro y va sediento
en pos de un bien fingido;
que no ansí vuela el viento,
cuanto es fugaz y vano aquel contento.
Escribe lo que Febo
te dicta favorable, que lo antigo .
iguala y pasa el nuevo
estilo; y, caro amigo,
no esperes que podré atener contigo.

144
Que yo de un torbellino
traidor acometido y derrocado
de en medio del camino
al hondo, el plectro amado
y del vuelo las alas he quebrado.

124

EN LA ASCENSIÓN

¿ Y DEJAS, Pastor santo,


tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡ A y !, nube envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿D ó vuelas presurosa?
¡ Cuán rica tú te alejas!
¡ Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

125
DE LA VIDA DEL CIELO

A lm a región luciente,
prado de bienandanza, que ni al hielo
ni con el rayo ardiente

145

F. LÍRICA, I. — IO
fallece, fértil suelo,
producidor eterno de consuelo;
de púrpura y de nieve
florida la cabeza coronado,
a dulces pastos mueve
sin honda ni cayado
el buen Pastor en ti su hato amado.
Él va, y en pos dichosas
le siguen sus ovejas do las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace,
y cuanto más se goza más renace.
Ya dentro a la montaña
del alto bien las guía; ya en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
Pastor y pasto él solo y suerte buena.
Y de su esfera cuando
la cumbre toca altísimo subido
el sol, él sesteando
de su hato ceñido
con dulce son deleita el santo oído.
Toca el rabel sonoro,
y el inmortal dulzor el alma pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa
y lanza en aquel bien libre de tasa.
¡ Oh son!, ¡o h v o z ! ¡ Siquiera
pequeña parte alguna decendiese
en mi sentido, y fuera
de sí el alma pusiese
y toda en ti, oh Amor, la convirtiese!
Conocería dónde
sesteas, dulce Esposo, y desatada
desta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin vagar errada.

146
126
IMITACIÓN DEL PETRARCA
“ A gora con la aurora se levanta
mi luz, agora coge en rico ñudo
el hermoso cabello, agora el crudo
pecho ciñe con oro y la garganta;
agora vuelta al cielo, pura y santa,
las manos y ojos bellos alza, y pudo
dolerse agora de mi mal ag u d o ;
agora incomparable tañe y canta.”
Ansí digo, y del dulce error llevado
presente ante mis ojos la imagino
y lleno de humildad y amor la adoro;
mas luego vuelve en sí el engañado
ánimo y, conociendo el desatino,
la rienda suelta largamente al lloro.
[Obras poéticas, ed. del P . J. Llobera, Cuenca, 19 32, tomo I, págs. 26,
70, 159 , 1 9 1 , 206, 279, 2 3 1 ; tomo II, pág. 5 14 .]

E U G E N IO S A L A Z A R D E A LA R C Ó N
¿ 1 5 3 0 ?-i 603
127
VIDRIO DE ROSAS
j O h lozanico vaso vidrioso !
j Oh agua clara, fresca, dulce y p u ra!
¡ Oh rosas delicadas, en quien dura
un ser suave, lindo y oloroso!
El claro cielo, empíreo, glorioso,
¡o h lim pio v id rio !, en ti se me figura,
y en esa tu agua dulce la dulzura
que hinche aquel lugar tan deleitoso.
Las coloradas rosas que en ti veo
las gloriosas almas representan
que gozan del bien sumo y alegría.
Divinas esperanzas me sustentan:
Padre del cielo, ¡ cumple mi deseo!
Que sea rosa tal el alma mía.
[Del m s. Silva de varia poesía, R . A cad. de la H ist., est. 25, gr. 3 .a,
C . 56, f. 4 2 1.]

147
B A LT A SA R D EL A LC ÁZAR
1530 -1606

128
Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
¿cómo se compadece que a la mía
vengáis a ser de piedra dura y fría?
De tal desigualdad, ¿qué bien se espera?
Ley es de amor querer a quien os quiera,
y aborrecerle, ley de tiranía:
mísera fue, señora, la osadía
que os hizo establecer ley tan severa.
Vuestros tengo riquísimos despojos,
a fuerza de mis brazos granjeados,
que vos nunca rendírmelos quisistes;
y pues Amor y esos divinos ojos
han sido en el delito los culpados,
romped la injusta ley que establecistes.

129
CENA JOCOSA

E n Jaén, donde resido,


vive don Lope de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa
más brava dél que has oído.
Tenía este caballero
un criado portugués...
pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.
La mesa tenemos puesta;
lo que se ha de cenar, junto;
las tazas y el vino, a punto:
falta comenzar la fiesta.
Rebana pan. Bueno está.
La ensaladilla es del cielo;
y el salpicón, con su ajuelo,
¿no miras qué tufo da?

148
Comienza el vinillo nuevo
y échale la bendición:
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo.
Franco fue, Inés, ese toque;
pero arrójame la bota;
vale un florín cada gota
deste vinillo aloque.
¿D e qué taberna se trajo?
Mas y a : de la del cantillo;
diez y seis vale el cuartillo;
no tiene vino más bajo.
Por Nuestro Señor, que es mina
la taberna de Alcocer;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.
Si es o no invención moderna,
vive Dios, que no lo sé;
pero delicada fue
la invención de la taberna.
Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voime contento.
Esto, Inés, ello se alaba;
no es menester alaballo;
sola- una falta le h allo:
que con la priesa se acaba.
La ensalada y salpicón
hizo fin ; ¿qué viene ahora?
La morcilla. ¡ Oh, gran señora,
digna de veneración!
¡ Qué oronda viene y qué bella!
I Qué través y enjundias tiene!
Paréceme, Inés, que viene
para que demos en ella.
Pues ¡s u s !, encójase y entre,
que es algo estrecho el camino.
N o eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.

149
Echa de lo trasaniejo,
porque con más gusto com as:
Dios te salve, que así tomas,
como sabia, mi consejo.
Mas d i: ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡ Cómo la traidora pica !
Tal debe tener especias.
¡ Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos,
y asada por esas manos,
hechas a cebar lechones.
¡V iv e D ios!, que se podía
poner al lado del Rey
puerco, Inés, a toda ley,
que hinche tripa vacía.
El corazón me revienta
de placer. No sé de ti
cómo te va. Yo, por mí,
sospecho que estás contenta.
Alegre estoy, vive Dios.
Mas oye un punto su til:
¿N o pusiste allí un candil?
¿Cómo remanecen dos?
Pero son preguntas v iles;
ya sé lo que puede se r:
con este negro beber
se acrecientan los candiles.
Probemos lo del pichel.
¡ Alto licor celestial!
N o es el aloquillo tal,
no tiene que ver con él.
¡ Qué suavidad ! ¡ Qué clareza !
¡ Qué rancio gusto y olor!
¡ Qué paladar! ¡ Qué color,
todo con tanta fineza!
Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.

150
Prueba el queso, que es extrem o:
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es m ala:
bien puede bogar su remo.
Pues haz, Inés, lo que sueles:
daca de la bota llena
seis tragos. Hecha es la cena:
levántense los manteles.
Y a que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo...
Las once dan; yo me duermo:
quédese para mañana.
[Poesías, edic. de F . Rodríguez M arín, M adrid, 19 1 o, págs. 33 y 78.]

FERN AN D O DE H ERRERA
I5 3 4 'I 597

130
D e s p o ja la hermosa y verde frente
de los árboles altos el turbado
otoño, y dando paso al viento helado,
queda lugar al aura de ocidente.
Las plantas que ofendió, con el presente
espíritu de céfiro templado .
cobran honra y color, y esparce el prado
olor de bellas flores dulcemente.
Mas, ¡ oh triste!, que nunca mi esperanza,
después que la abatió desnuda el hielo,
, torna avivar para su bien perdido.
¡ Cruda suerte de amor, dura mudanza,
firme a mi mal, que el variar del cielo
tiene contra su fuerza suspendido!

151
131

ELEGÍA

N o bañes en el mar sagrado y cano,


callada Noche, tu corona oscura,
antes de oír este amador ufano.
Y tú alza de la húmida hondura
las verdes hebras de la bella frente,
de Náyades lozana hermosura.
Aquí, do el grande Betis ve presente
la armada vencedora, que el Egeo
manchó con sangre de la turca gente,
quiero decir la gloria en que me veo;
pero no cause invidia este bien mío
a quien aun no merece mi deseo.
Sosiega el curso, tú, profundo río,
oye mi gloria, pues también oíste
mis quejas en tu puro asiento frío.
Tú amaste, y como yo también supiste
del mal dolerte, y celebrar la gloria
de los pequeños bienes que tuviste.
Breve será la venturosa historia
de mi favo r; que breve es la alegría
que tiene algún lugar en mi memoria.
Cuando del claro cielo se desvía
del sol ardiente el alto carro apena
y casi igual espacio muestra el día,
con blanda voz, que entre las perlas suena,
teñido el rostro de color de rosa,
de honesto miedo, y de amor tierno llena,
me dijo así la bella desdeñosa
que un tiempo me negara la esperanza,
sorda a mi llanto y ansia congojosa:
— “ Si por firmeza y dulce amar se alcanza .
"premio de amor, yo tener bien debo
"de los males que sufro más holganza.
"M il veces, por no ser ingrata, pruebo
"vencer tu amor, pero al fin no puedo;
"que es mi pecho a sentillo rudo y nuevo.
"S i en sufrir más me vences, yo te ecedo

152
” en pura fe y afetos de terneza:
'V ive de hoy más ya confiado y ledo.”
N o sé si oí, si fui de su belleza
arrebatado, si perdí el sentido;
sé que allí se perdió mi fortaleza.
Turbado dije al fin : — “ Por no haber sido
” este tan grande bien de mí esperado,
"pienso que debe ser (si es bien) fingido.
” Señora, bien sabéis que mi cuidado
” todo se ocupa en v o s; que yo no siento
” ni pienso, sino en verme más penado.
” Mayor es que el humano mi tormento,
” y al mayor mal igual esfuerzo tengo,
” igual con el trabajo el sentimiento.
” Las penas que por sola vos sostengo
"m e dan valor, y mi firmeza crece
” cuanto más en mis males me entretengo.
” No quiero concederos que merece
” mi afán tal bien, que vos sintáis el daño;
” más ama quien más sufre y más padece.
” No es mi pecho tan rudo o tan extraño
” que no conosca en el dolor primero
” si en esto que dijistes cabe engaño.
” Un corazón de impenetrable acero
"tengo para sufrir, y está más fuerte,
"cuanto más el asalto es bravo y fiero.
"Diome el cielo en destino aquesta suerte,
" y yo la procuré, y hallé el camino
"para poder honrarme con mi muerte."
Lo demás que entre nos pasó no es dino,
Noche, de oir el Austro presuroso,
ni el viento de tus lechos más vecino.
Mete en el ancho piélago espumoso
tus negras trenzas y húmido semblante;
que en tanto que tú yaces en reposo
podrá Amor darme gloria semejante.

153
132
CANCIÓN
V o z de dolor y canto de gemido
y espíritu de miedo, envuelto en ira,
hagan principio acerbo a la memoria
de aquel día fatal aborrecido
que Lusitania mísera suspira,
desnuda de valor, falta de gloria;
y la llorosa historia
asombre con horror funesto y triste
dende el áfrico Atlante y seno ardiente
hasta do el mar de otro color se viste,
y do el límite rojo de Oriente,
y todas sus vencidas gentes fieras
ven tremolar de Cristo las banderas.
¡ A y de los que pasaron, confiados
en sus caballos y en la muchedumbre
de sus carros, en ti, Libia desierta,
y en su vigor y fuerzas engañados,
no alzaron su esperanza a aquella cumbre
de eterna lu z ; mas con soberbia cierta
se ofrecieron la incierta
vitoria; y sin volver a Dios sus ojos,
con yerto cuello y corazón ufano
sólo atendieron siempre a los despojos!
Y el santo de Israel abrió su mano,
y los dejó, y cayó en despeñadero
el carro y el caballo y caballero.
Vino el día crüel, el día lleno
de indinación, de ira y furor, que puso
en soledad y en un profundo llanto
de gente y de placer el reino ajeno.
El cielo no alumbró, quedó confuso
el nuevo sol, presago de mal tanto;
y con terrible espanto
el Señor visitó sobre sus males,
para humillar los fuertes arrogantes,
y levantó los bárbaros no iguales,
que con osados pechos y constantes
no busquen oro, mas con crudo hierro
venguen la ofensa y cometido yerro.

154
Los ímpios y robustos, indinados,
las ardientes espadas desnudaron
sobre la claridad y hermosura
de tu gloria y valor, y no cansados
en tu muerte, tu honor todo afearon,
mesquina Lusitania sin ventura:
y con frente segura
rompieron sin temor con fiero estrago
tus armadas escuadras y braveza.
La arena se tomó sangriento lago,
la llanura con muertos, aspereza;
cayó en unos vigor, cayó denuedo,
mas en otros, desmayo y torpe miedo.
¿Son éstos, por ventura, los famosos,
los fuertes y belígeros varones
que conturbaron con furor la tierra,
que sacudieron reinos poderosos,
que domaron las hórridas naciones,
que pusieron desierto en cruda guerra
cuanto enfrena y encierra
el mar Indo, y feroces destruyeron
grandes ciudades? ¿D ó la valentía?
¿Cómo así se acabaron y perdieron
tanto heroico valor en sólo un día;
y lejos de su patria derribados,
no fueron justamente sepultados?
Tales fueron aquéstos, cual hermoso
cedro del alto Líbano, vestido
de ramos, hojas con ecelsa alteza;
las aguas lo criaron poderoso,
sobre empinados árboles subido,
y se multiplicaron en grandeza
sus ramos con belleza;
y, extendiendo su sombra, se anidaron
las aves que sustenta el grande cielo,
y en sus hojas las fieras engendraron,
y hizo a mucha gente umbroso velo:
no igualó en celsitud y hermosura
jamás árbol alguno a su figura.
Pero elevóse con su verde cima,
y sublimó la presunción su pecho,

155
desvanecido todo y confiado,
haciendo de su alteza sólo estima.
Por eso Dios lo derribó deshecho,
a los ímpios y ajenos entregado,
por la raíz cortado;
que opreso de los montes arrojados,
sin ramos y sin hojas y desnudo,
huyeron dél los hombres espantados,
que su sombra tuvieron por escudo;
en su rüina y ramos cuantas fueron
las aves y las fieras se pusieron.
Tú, infanda Libia, en cuya seca arena
murió el vencido reino Lusitano,
y se acabó su generosa gloria,
no estés alegre y de ufanía llena,
porque tu temerosa y flaca mano
hubo sin esperanza tal vitoria,
indina de memoria;
que si el justo dolor mueve a venganza
alguna vez el español coraje,
despedazada con aguda lanza
compensarás muriendo el hecho ultraje;
y Luco, amedrentado, al mar inmenso
pagará de africana sangre el censo.
[T exto s según la edic. de V . García de D iego en Clás. Cast., vol. 26.
páginas 42, 60 y 45.]

133
“ PRESA soy de vos solo y por vos muero
(mi bella Luz me dijo dulcemente),
" y en este dulce error y bien presente,
"por vuestra causa sufro el dolor fiero.
"Regalo y amor mío, a quien más quiero,
"si muriéramos ambos juntamente,
"poco dolor tuviera, pues ausente
"no estaría de vos, como ya espero."
Yo, que tan tierno engaño oí, cuitado,
abrí todas las puertas al deseo,
por no quedar ingrato al amor mío.
Ahora entiendo el mal, y que engañado
fui de mi Luz, y tarde el daño veo,
sujeto a voluntad de su albedrío.

156
134

AL SUEÑO

SÜ AVE sueño, que con tardo vuelo


las alas perezosas blandamente
bates, de adormideras coronado,
por el sereno y adormido cielo,
ven ya al extremo puesto de Occidente,
y del licor sagrado
baña mis ojos; que, de amor cansado,
con las revueltas de mi pensamiento,
no admito algún reposo,
y el dolor desespera al sufrimiento.
¡O h sueño venturoso,
ven y a ; ven, dulce amor de Pasitea,
a quien rendirse de tu amor desea!
Divino sueño, gloria de mortales,
descanso alegre al mísero afligido,
sueño amoroso, ven a quien espera
descansar breve tiempo de sus males,
con el humor celeste desparcido.
¿Cómo sufres que muera
libre de tu poder quien tuyo era?
¿N o es dureza dejar un solo pecho
en perpetuo tormento
y que no entienda el bien que al mundo has hecho
sin gozar de tu aliento?
Ven, sueño blando, sueño deleitoso,
vuelve a mi alma ya, vuelve el reposo.
Sienta yo en este paso tu grandeza,
baja esparciendo el inmortal rocío,
huya la Alba, que en torno resplandece;
mira mi grave llanto y mi tristeza
y la razón del descontento mío,
y mi frente humedece,
en la sazón en que la lumbre crece.
Vuelve, sabroso sueño, y las hermosas
alas suenen ahora,
y huya con sus alas presurosas
la desabrida Aurora;

157
y lo que en mí faltó la noche fría
acabe la cercana luz del día.
Una corona fresca de tus flores,
sueño, ofrezco, y descubre el dulce efeto
en los cansados cercos de mis ojos;
que el aire, lleno en líquidos olores,
ya tiene por qué sea más secreto;
y destos mis enojos
destierra, manso sueño, los despojos.
Ven ya, pues, blando sueño, ven dichoso,
antes que el Oriente
descubra al sol con fuego presuroso.
Ven ya, sueño presente,
y acabará el dolor: así te vea
en brazos de tu dulce Pasitea.
Canción, si no agradares hecha en sueño,
como yo alcance a ser del sueño oído,
sufre el mal que te diere
quien más cuidado en tu dolor pidiere.
[T extos según las Rimas inéditas, M adrid, 1948, págs. 43 y 80.]

DIOGO B E R N A R D E S
1530-1605

135
MENO

L o s mis pensamientos,
madre,
pedírselos quiero al aire.

VOLTAS

Es razón que se los pida,


pues los levan sin razón;
que puesto que vanos son,
son de un alma enternecida.
Para respirar mi vida,
a mal no lo tengáis, madre,
que pida el aire al aire.

158
Vanseme por él de vuelo,
sin que pueda detenellos;
tal me dejan que recelo
que vuele el alma tras ellos.
Antes que tal sea, madre,
pedírselos quiero al aire.
[Obras com pletas, ed. de M arques Braga, vol. I, Lisboa, 1945, pág. 220.]

FR A N C ISC O D E FIG U ER O A
< ;i5 3 6 ? -¿ i6 i7 ?

136
P a rtien d o de la luz, donde solía
venir su luz, mis ojos han cegad o:
perdió también el corazón cuitado
el precioso manjar de que vivía.
El alma desechó la compañía
del cuerpo, y fuese tras el rostro amado;
así en mi triste ausencia he siempre estado
ciego y con hambre y sin el alma mía.
Agora que al lugar, que el pensamiento
nunca dejó, mis pasos presurosos
después de mil trabajos me han traído,
cobraron luz mis ojos tenebrosos
y su pastura el corazón hambriento,
pero no tomará el alma a su nido.

137

QUIEN ve las blancas y hermosas rosas


de mano virginal recién cogidas,
y con diversos tallos retejidas,
guirnaldas bellas hacen y olorosas;
. quien gusta de las aves más preciosas
las tiernas pechuguillas convertidas
en líquidos manjares y comidas
süaves, odoríferas, sabrosas;
y quien panales albos destilando
la rubia miel de la amarilla cera,

159
a lo que al gusto y vista más provoca,
pues tal es de mi ninfa el rostro, cuando
mi vista de la suya reverbera ■
y bebo las palabras de su boca.
[ Poesías, ed. de A . González Patencia, M adrid, 1943, págs. 47 y 12 4 .]

FR A N C ISC O D E A L D A N A
i 5 3 7 ' J 578

138
RECONOCIMIENTO DE LA VANIDAD DEL MUNDO

E n fin, en fin, tras tanto andar muriendo,


tras tanto variar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar nada cogiendo;
tras tanto acá y allá, yendo y viniendo
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh , D io s!, tras tanto error del buen camino
yo mismo de mi mal ministro siendo,
hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se esconde,
pues es la paga dél muerte y olvido.
Y en un rincón vivir con la victoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.

139
E l ímpetu cruel de mi destino
¡ cómo me arroja miserablemente
de tierra en tierra, de una en otra gente,
cerrando a mi quietud siempre el camino!
¡ Oh, si tras tanto mal grave y contino,
roto su velo mísero y doliente,
el alma con un vuelo diligente
volviese a la región de donde v in o !
Iríame por el cielo en compañía
del alma de algún caro y dulce amigo
con quien hice común acá mi suerte.

160
¡ Oh, qué montón de cosas le diría,
cuáles y cuántas, sin temer castigo
de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!

140

DESESPERACIÓN

M il veces callo que romper deseo


el cielo a gritos, y otras tantas tiento
dar a mi lengua voz y movimiento,
que en silencio mortal yacer la veo.
Anda cual velocísimo correo
por dentro el alma el suelto pensamiento,
con alto y de dolor lloroso acento,
casi en sombra de muerte un nuevo Orfeo.
No halla la memoria o la esperanza
rastro de imagen dulce o deleitable
con que la voluntad viva segura.
Cuanto en mí hallo es maldición que alcanza,
muerte que tarda, llanto inconsolable,
desdén del cielo, error de la ventura.
. [Obras com pletas, ed. de M . M oragón M aestre, M adrid, 19 53, vol. I,
págs. 67, 98 y 106, pero los tomo de A . Rodríguez-Moñirio, Castilla,
II (19 41-3), págs. 128, 12 7 y 129.]

FR A N C ISC O D E L A TO RRE

141

SlGO, silencio, tu estrellado manto,


de transparentes lumbres guarnecido,
enemiga del sol esclarecido,
ave nocturna de agorero canto.
El falso mago Amor, con el encanto
de palabras quebradas por olvido,
convirtió mi razón y mi sentido,
mi cuerpo no, por deshacelle en llanto.
T ú, que sabes mi mal, y tú, que fuiste
la ocasión principal de mi tormento,
por quien fui venturoso y desdichado,

161

F. LÍRICA, I. — I I
oye tú solo mi dolor, que al triste
a quien persigue cielo violento
no le está bien que sepa su cuidado.

142

¡ CU ÁN TAS veces te me has engalanado,


clara y amiga noche! ¡ Cuántas, llena
de escuridad y espanto, la serena
mansedumbre del cielo me has turbado!
Estrellas hay que saben mi cuidado
y que se han regalado con mi pena;
que, entre tanta beldad, la más ajena
de amor tiene su pecho enamorado.
Ellas saben amar, y saben ellas
que he contado su mal llorando el mío,
envuelto en los dobleces de tu manto.
Tú, con mil ojos, noche, mis querellas
oye y esconde, pues mi amargo llanto
es fruto inútil que al amor envío.
[Poesías, edición de A . Zam ora V icente, Clás. C ast., vol. 124, pági-
ñas 5 y 20.]

PEDRO L A Y N E Z
■ h. 1538 -158 4

143

SALGA con la doliente ánima fuera


la dolorosa voz sin alegría,
busque mi grave llanto nueva vía,
llorando pena tan amarga y fie ra ;
cámbiese ya mi alegre primavera
en noche eternamente escura y fría,
y pues muero por ti, señora mía,
escucha mi cansada voz postrera.
No muero desamado ni celoso,
que igual es cualquier suerte en tu presencia,
sólo un dolor me acaba agudo y fiero.

162
Para encubrirle más, ya no hay paciencia,
para mostrar cuál es, soy temeroso;
en fin, es tal que por callarle muero.
[Obras, ed. de J. de Entram basaguas, vol. II, M adrid, 19 5 1, pág. 210.]

LÓ P EZ M ALD O N AD O

144
VILLANCICO

POR seguir una ocasión


llena de vanos antojos,
el oficio de los ojos
ha tomado el corazón.
Por seguir un pensamiento,
atrevido y desmandado,
heme tanto aventurado,
que camino por el viento.
Y esta vana presunción
que nace de mis antojos
lloran con agua los ojos
y con sangre el corazón.
Peligro corre la vida,
pues estando tan cansada,
de ninguno es ayudada
y es de todos perseguida.
Y pues crece la ocasión
y no menguan los antojos,
faltará el agua a los ojos
y la sangre al corazón.
[ Cancionero, M adrid, 1586, f. 33 v .]

G A S P A R G IL POLO
f 1585

145

CUANDO la brava ausencia un alma hiere,


se ceba, imaginando, el pensamiento

163
que el bien que está más lejos, más contento
el corazón hará cuando viniere.
Remedio hay al dolor de quien tuviere
en esperanza puesto el fundamento,
que al fin tiene algún premio del tormento,
o al menos en su amor contento muere.
Mil penas con un gozo se descuentan,
y mil reproches ásperos se vengan
con sólo ver la angélica hermosura.
Mas cuando celos la ánima atormentan,
aunque después mil bienes sobrevengan,
«e toman rabia, pena y amargura.

146

CANCIÓN DE NEREA

E n el campo venturoso,
donde con clara corriente
Guadalavíar hermoso,
dejando el suelo abundoso,
da tributo al mar potente,
Galatea, desdeñosa
del dolor que a Licio daña,
iba alegre y bulliciosa
por la ribera arenosa
que el mar con sus ondas baña.
Entre la arena cogiendo
conchas y piedras pintadas,
muchos cantares diciendo
con el son del ronco estruendo
de las ondas alteradas.
Junto al agua se ponía,
y las ondas aguardaba,
y en verlas llegar huía,
pero a veces no podía
y el blanco pie se mojaba.
Licio, al cual en sufrimiento
amador ninguno iguala,
suspendió allí su tormento
mientras miraba el contento
de su polida zagala.

164
Mas cotejando su mal
con el gozo que ella había,
el fatigado zagal
con voz amarga y mortal
de esta manera decía:
“ Ninfa hermosa, no te vea
jugar con el mar horrendo,
y aunque más placer te sea,
huye del mar, Galatea,
como estás de Licio huyendo.
Deja agora de jugar,
que me es dolor importuno:
no me hagas más penar,
que en verte cerca del mar
tengo celos de Neptuno.
Causa mi triste cuidado
que a mi pensamiento crea,
porque ya está averiguado .
que si no es tu enamorado
lo será cuando te vea.
Y está cierto, perqué Amor
sabe desde que me hirió
que para pena mayor
me falta un competidor
más poderoso que yo.
Deja la seca ribera
do está el alga infructuosa,
guarda que no salga afuera
alguna marina fiera
enroscada y escamosa.
Huye ya, y mira que siento
por ti dolores sobrados,
porque con doble tormento
celos me da tu contento
y tu peligro cuidados.
En verte regocijada
celos me hacen acordar
de Europa, ninfa preciada,
del toro blanco engañada
en la ribera del mar.

165
Y el ordinario cuidado
hace que piense contino
de aquel desdeñoso alnado
orilla el mar arrastrado,
visto aquel monstruo marino.
Mas no veo en ti temor
de congoja y pena tanta;
que bien sé por mi dolor,
que a quien no teme al Amor
ningún peligro lo espanta.
Guarte, pues, de un gran cuidado,
que el vengativo Cupido,
viéndose menospreciado,
lo que no hace de grado
suele hacerlo de ofendido.
Ven conmigo al bosque ameno,
y al apacible sombrío
de olorosas flores lleno,
do en el día más sereno
no es enojoso el estío.
Si el agua te es placentera,
hay allí fuente tan bella,
que para ser la primera
entre todas, sólo espera
que tú te laves en ella.
En aqueste raso suelo
a guardar tu hermosa cara
no basta sombrero o v e lo ;
que estando al abierto cielo,
el sol morena te para.
No escuchas dulces concentos,
sino el espantoso estruendo
con que los bravosos vientos,
con soberbios movimientos,
van las aguas revolviendo.
Y tras la fortuna fiera
son las vistas más suaves
ver llegar a la ribera
la destrozada madera
de las anegadas naves.

166
Ven a la dulce floresta,
do natura no fue escasa,
donde, haciendo alegre fiesta,
la más calurosa siesta
con más deleite se pasa.
Huye los soberbios mares,
ven, verás cómo cantamos
tan deleitosos cantares,
que los más duros pesares
suspendemos y engañamos;
y aunque quien pasa dolores
Amor le fuerza a cantarlos,
yo haré que los pastores
no digan cantos de amores,
porque huelgues de escucharlos.
A llí, por bosques y prados,
podrás leer todas horas,
en mil robles señalados,
los nombres más celebrados
de las ninfas y pastoras.
Mas seráte cosa triste
ver tu nombre allí pintado,
en saber que escrita fuiste
por el que siempre tuviste
de tu memoria borrado.
Y aunque mucho estás airada,
no creo yo que te asombre
tanto el verte allí pintada,
como el ver que eres amada
del que allí escribió tu nombre.
No ser querida y amar
fuera triste desplacer;
mas ¿qué tormento o pesar
te puede, ninfa, causar
ser querida y no querer?
Mas desprecia cuanto quieras
a tu pastor, Galatea;
sólo que en esas riberas
cerca de las ondas fieras
con mis ojos no te vea.

167
¿Qué pasatiempo mejor
orilla el mar puede haÚarse
que escuchar el ruiseñor,
coger la olorosa flor
y en clara fuente lavarse?
Pluguiera a Dios que gozaras
de nuestro campo y ribera,
y porque más lo preciaras,
ojalá tú lo probaras,
antes que yo lo dijera.
Porque cuanto alabo aquí,
de su crédito le quito,
pues el contentarme a mí
bastará para que a ti
no te venga en apetito.”
Licio mucho más le hablara,
y tenía más que hablalle,
si ella no se lo estorbara,
que con desdeñosa cara
al triste dice que calle.
Volvió a sus juegos la fiera
y a sus llantos el pastor,
y de la misma manera
ella queda en la ribera,
y él en su mismo dolor.
[De Ja Diana enamorada, edic. R . Ferreres, Cías. Cast., vol. 13 5 , pági­
nas 85, 12 6 .]

L U IS D E R IBER A
¿I532?~d. 1 6 1 1

147

CONTEMPLACIÓN SOBRE LA SENTENCIA DE LOS CANTARES


FULGITE ME FLORIBUS, STIPATE ME MALIS, QUONIAM AMORE
LANGUEO”

C u brid de flores a la bella Esposa,


que se apaga el oriente en sus mejillas,
y un eceso de amor vuelve amarillas,
almas, si ya os tocó llama hermosa.

168
Revivid la temprana y fresca rosa
que viola parece, ¡maravillas
de vehemente ardor, y cómo humillas
al alma por tu santa unión ansiosa!
Las preciadas camuesas de sus huertos
traed para que huela, y el semblante
suyo fortaleced con nuevas flores;
que yace de amorosos desconciertos
ella herida, y el amor triunfante,
¿qué mucho que la venza mal de amores?

148

DE CRISTO YA RESUCITADO

R o s a s , brotad al tiempc que levanta


la cabeza triunfal del breve sueño
el sacro vencedor, trocado el ceño,
y huella el mundo su divina planta.
El cisne entre las ondas dulce canta,
y el campo, al espirar olor risueño,
al renovado fénix, sobre el leño
ve pulirse las plumas y se espanta.
Brotad, purpúreas rosas, y el aliento
vuestro, mezclado de canela y nardo,
bañe el semblante de carbuncos hecho.
Mueva el coro la voz y el instrumento,
el coro celestial, si más gallardo,
¿puede ofrecerse a más heroico hecho?
[Sagradas poesías, Sevilla, 16 12 , pero los tomo de la B A E , vol. X X X V ,
págs. 62 y 66.]

JU A N LÓ PEZ D E Ú BED A
f. h. 1580

149

VILLANCICO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

D io s, de amor llagado,
por el alma muere,

169
y ella busca y quiere
nuevo enamorado.
Quiere Dios y ordena
dar al alma vida,
viéndola perdida
y de culpas llena;
y hásele entregado,
si en pan le quisiere,
y ella busca y quiere
nuevo enamorado.
Amor a Dios llaga,
y el fiel amador
sólo el mismo amor
pide en cuenta y paga,
y mi Dios le ha dado
con que en ella espere,
y ella busca y quiere
nuevo enamorado.

150

VILLANCICO A LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

¿ Q u ié n podrá no amaros,
N iño Dios, agora,
que el alma que os ama
a Dios enamora?
¿Quién no os amará.
Niño, rey del cielo,
si aquí sois consuelo,
y la gloria allá?
Que el alma que os ama,
y por vos hoy llora,
tanto cuanto os ama
a Dios enamora.
Cuanto en ser de Dios
sois uno con él,
y es quererlo a él
quereros a vos;
que hay entre los dos
tal concierto agora,

170
que el alma que os ama
a Dios enamora.
[Cancionero y vergel de plantas divinas, A lcalá, 1588. Pero los copio de
la B A n , vol. X X X V , pág. 19 4 .]

S A N JU A N D E L A CRU Z
154 2*159 1

151

NOCHE OSCURA DEL ALMA

E n una noche oscura,


con ansias en amores inflamada,
j oh dichosa ventura !,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A escuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡ oh dichosa ventura !,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba,
más cierto que la luz del mediodía,
adonde- me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡ Oh noche que guiaste!
I Oh noche amable más que el alborada!
j Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido, •

171
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Am ado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

152
CÁNTICO ESPIRITUAL ENTRE EL ALMA Y CRISTO, SU ESPOSO

Esposa
¿ A d o n d e te escon d iste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decilde que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Pregunta a las criaturas


¡ Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!

172
Respuesta de las criaturas
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.

Esposa
¡ A y, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero,
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero.
Que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas, ¿cómo perseveras,
oh vida, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras,
las flechas que recibes,
de lo que del Amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿_por qué así le dejaste
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos
y sólo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡ Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados

173
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
Apártalos, Amado,
que voy de vuelo.

Esposo
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma,
al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Esposa
Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos.
La noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena, que recrea y enamora.
Cazadnos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.
Detente, Cierzo muerto;
ven, Austro que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto
y corran tus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
¡ Oh, ninfas de Judea,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales!
Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,

174
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.

Esposo
A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores,
y miedos de las noches veladores;
por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras,
y no toquéis al muro,
porque la Esposa duerma más seguro.
Entrádose ha la Esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.
Debajo del manzano
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.

Esposa
Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.
En la interior bodega
de mi Amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega,

175
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí, que antes seguía.
Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido,
que andando enamorada,
me hice perdidiza y fui ganada.
De flores y esmeraldas
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas
y en un cabello mío entretejidas.
En sólo aquel cabello,
que en mi cuello volar consideraste, •
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.
Cuando tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.

Esposo
La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tomado,

176
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.
En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
Esposa
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos
y el mosto de granadas gustaremos.
A llí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.
El aspirar del aire,
el canto de la dulce Filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena
con llama que consume y no da pena.
Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a v is ta de las ag u as d escen d ía.

153
CANCIONES DEL ALMA EN LA ÍNTIMA COMUNICACIÓN
DE UNIÓN DE AMOR DE DIOS
¡ O h llam a de am o r v iv a
q u e tiern a m e n te hieres

177

F. LÍRICA, I. — 12
de mi alma en el más profundo centro,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro!
¡ Oh cauterio süave!
¡ Oh regalada llaga!
¡ Oh mano blanda ! ¡ Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda p aga!
Matando, muerte en vida la hay trocado.
¡ Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡ Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo m oras!
Y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
¡ cuán delicadamente me enamoras!

154

CANTAR DEL ALMA QUE SE HUELGA DE CONOSCER A DIOS POR FE

Q u e b ie n sé y o ¡a fo n te q u e m an a y corre,
au n q u e es d e n o ch e.
Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo dó tiene su manida,
aunque es de noche.
Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella viene,
aunque es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.
Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.
Su claridad nunca es escurecida,

178
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.
Sé ser tan caudalosas sus corrientes,
que infiernos, cielos riegan, y las gentes,
aunque es de noche.
El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.
El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.
Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por damos vida,
aunque es de noche.
Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a escuras,
porque es de noche.
Aquesta viva fuente, que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque de noche.

[O bras, ed. del P . Silverio de Santa T eresa, Burgos, 19 4 1, p á g j. 798,


799, 804 y 809, donde sigue los textos de su edic. crítica, Burgos,
I 929' 3 l 'l

M IG U E L D E C E R V A N T E S
15 4 7 -16 16

155

¿Q UIÉN d e ja rá , d el v e r d e p ra d o u m b roso,
las frescas y e rb a s y las frescas fu e n te s ?
¿Quién, de seguir con pasos diligentes
la suelta liebre o jabalí cerdoso?
¿Quién, con el son amigo y sonoroso,
no detendrá las aves inocentes?
¿Quién, en las horas de la siesta, ardientes»
no buscará en las selvas el reposo,
por seguir los incendios, los temores,
los celos, iras, rabias, muertes, penas
del falso amor que tanto aflige al mundo?

179
Del campo son y han sido mis amores,
rosas son y jazmines mis cadenas,
libre nascí, y en libertad me fundo.
[La Galatea, ed. de Schevill y Bonilla, tomo II, M adrid, 19 14 , pág. 266.]

156

A PRECIOSA

CUANDO Preciosa el panderete toca


y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son que derrama con las manos,
flores son que despide de la boca;
suspensa el alma y la cordura loca
queda a los dulces actos sobrehumanos,
que de limpios, de honestos y de sanos,
su fama al cielo levantado toca.
Colgadas del menor de sus cabellos
mil almas lleva, y a sus plantas tiene
amor rendidas una y otra flecha:
ciega y alumbra con sus soles bellos,
su imperio amor por ellos le mantiene,
y aún más grandezas de su ser sospecha.
[La gitanilla, ed. Rodríguez M arín, Cías. Cast., tomo 27, pág. 6 1 .]

AL TÚMULO DEL R E Y FELIPE II EN SEVILLA

— “ ¡ VOTO a Dios que me espanta esta grandeza


" y que diera un doblón por describilla!
"Porque ¿a quién no suspende y maravilla
"esta máquina insigne, esta riqueza?
"Por Jesucristo vivo, cada pieza
"vale más de un millón, y que es mancilla
"que esto no dure un siglo, ¡ oh, gran S evilla!,
"Roma triunfante en ánimo y nobleza.
? "Apostaré que el ánima del muerto,
"por gozar de este sitio, hoy ha dejado
"la gloria, donde vive eternamente."
Esto oyó un valentón y d ijo : — “ Es cierto
"tiianto dice -voacé, seof soldado.

180
” Y el que dijere lo contrario, miente.”
Y luego, incontinente, ,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
[Obras com pletas, edic. de la R . A . E ., vol. V II, M adrid, 1923, pági­
na 253.]

L U IS B A R A H O N A D E SOTO
1548-1595

158
C A N C I Ó N

N u n c a os he visto, aunque muero,


misericordia jamás,
3» con todo, os quiero más
que al corazón con que os quiero.
Vuestra condición esquiva
mata a mi esperanza, y veo
que tanto crece el deseo
cuanto la ve menos viva.
Y así deseo y no espero,
por do el daño es sin compás;
3>, con todo, os quiero más
que al corazón con que os quiero.

159 /
A GREGORIO SILVESTRE

Si la arpa, si el órgano sabroso,


si el monacordio, si la dulce lira
que en vuestras manos, gran Silvestre, admira
y suspende el ingenio más furioso;
si el dulce verso fácil y gracioso,
con que a los vientos refrenáis la ira,
algún consuelo, aunque liviano, inspira
a un seso apasionado y amoroso,
¡ aquí, señor, que me ha rompido el pecho '
con punta de oro de acerado dardo ■ '
la mano más gentil que el cielo ha hecho!

181
¡ A q u í; que huyo el bien y el mal aguardo;
espero el daño y temo mi provecho;
he frío en brasas y entre hielos ardo!

160
ELEGÍA

¡ QUIÉN fuera cielo, ninfa más que él clara,


por gozar, cuando miras sus estrellas
con luces mil, la inmensa de tu cara,
o porque alguna vez te agradas dellas,
o por gozar por siempre tal riqueza,
pues cierto te has de ver contada entre ellas,
o por, desnudo de mortal corteza,
con otra incorruptible eternizado,
conservar por mil siglos tu belleza!
Hiciera el aire en tu región templado,
y diérale buen signo y buen planeta
al rico suelo de tus pies pisado.
Jamás prodigio triste ni cometa,
rayo ni trueno, nieve ni granizo,
turbara la región por ti quieta;
y allí en tus blancas manos, llovedizo,
un torbellino de oro y esmeraldas
cayera, y aun el cielo que lo hizo.
De estrellas te cubriera las espaldas,
la luna te pusiera sobre el pecho,
y mil luceros juntos en tus faldas.
Creciera allí la fama, no el provecho;
que dalle a tu beldad tan gran belleza
no fuera más que declarar lo hecho.
Mostrara mi deseo y sutileza,
nacida del amor, pues no pudiera
mostrar, aunque quisiera, más grandeza.
Ninguna más que tienes le añadiera,
ni puede procurarse, pues si el suelo
pudiera caber más, más se te diera.
Esto hiciera yo por mi consuelo,
y porque le debieras a mi mano
lo que le debes al que agora es cielo.
Al fin te diera, pues esotro es vano,

182
el manjar que los años da sin cuenta,
sacando tu vivir del curso humano,
y, lo que es más, tuviérate contenta.
[T e x to s de Luis Barahona de Soto, por F . Rodríguez M arín, M adrid,
1903, págs. 5 9 1, 684 y 770.]

AND RÉS R E Y D E A R T IE D A
i5 4 9 'i6 i3

161
A LAS PRETENSIONES

C uando en el aire torres edifico


sirviéndome de artífice el deseo,
veo que su gran fábrica y rodeo
requieren gasto de señor más rico.
A sí que, mis deseos, yo os suplico
que me dejéis en paz, pues ya no creo
de estos castillos más de lo que veo
que se consume y llega a ser tantico.
¿Queréislo ver? Mirad el fundamento
y del cordón corred hasta la almena,
que ello con lo demás veréis que es viento.
Pues en cosa que en tanto es mala o buena,
en cuanto la fabrica el pensamiento,
¿será bueno que funde gloria o pena?
[Discursos, epístolas y epigramas de A rtem idoro, Zaragoza, 1605,
fol. 92 v.]

• V IC E N T E E S P IN E L
1550 -1624

162

BLANCO marfil, que del profundo centro


con fuerza natural, que en mí mostraste,
la más subida prenda me arrancaste
que tiene el alma del sentido adentro;
trasparente cristal, que fuera y dentro

183
la compostura del divino engaste
tienes con tanta luz, o no hay quien baste
a tener resistencia al vivo encuentro;
nevada mano artificiosa y pura,
del más purificado y excelente
metal, del mundo en gran razón compuesta;
manos en quien las fuerzas de ventura
puestas están, dichoso aquel que siente
en tales manos su esperanza puesta.
[Diversas rimas, M adrid, 15 9 1, fol. 2 v .]

L U C A S R O D R ÍG U EZ

163
ROMANCE PASTORIL

P or la ribera del Júcar


va un pastor tras su ganado,
solo, pobre y sin abrigo,
en las montañas criado
al sol, al agua y al frío,
por montes, selvas, collados;
con lágrimas de sus ojos
el gabán lleva bañado,
y entre sí iba diciendo:
“ Crudo Amor, ya estás vengado;
niño me viste y pequeño,
de trabajos fatigado,
hecísteme que yo amase,
más que cuantos han amado,
a la más bella pastora
que jamás guardó ganado;
fui querido en breve tiempo
y en un momento olvidado;
con quejas moví los montes,
con quejas moví el poblado,
cantando nuevas canciones,
del ciego Amor abrasado,
y si alguno te sirviera

184
no espere serle pagado.”
Y por poder descansar
de su trabajo pesado,
a un alto sauce se arrima
con su rabel estimado,
por gozar del fresco viento,
y estos versos ha cantado:
“ Junto a una clara fuente
estaba un pastorcillo lastimado,
llorando amargamente
de amcroso cuidado,
sobre la verde yedra recostado.
Estaba de tal suerte
metido en gran congoja y pensamiento,
y con ansias de muerte
publica su tormento,
al pie de un alto roble, al fresco viento.
Dice de amor herido,
de tristeza y dolor acompañado:
’ ¿Por qué quieres, Cupido,
que viva tan penado,
un pastorcillo pobre enamorado?
¿Por qué con tanta pena
quieres que sienta el mal que agora siento?’
Y ausente en tierra ajena,
cada hora y momento
llora su doloroso apartamiento.”

[Romancero historiado, A lcalá, 1585, pero lo copio de la edic. de M a­


drid, 18 7 5, pág. 3 4 7 .]

PED RO D E P A D IL L A
1550 -159 5

164

VILLANCICO
QUERER, señora, contar
todas vuestras partes bellas,
será contar las estrellas
y las arenas del mar.

185
Es coger en red el viento,
y, en efecto, es ofenderos
pensar que puede entenderos
el más alto entendimiento.
Y querer nadie apurar
las cosas que en vos hay bellas,
será contar las estrellas
y las arenas del mar.
Las bellezas que tenéis
extraordinarias en vos,
son cifras que hizo Dios
con que al mundo le mostréis.
Y pensar nadie hallar
maneras de encarecellas
será contar las estrellas
y las arenas del mar.
Imaginar que no pasa
tan extraña perfección
la misma imaginación,
es hacer error sin tasa.
Y en vos querer señalar
lo que excede a las más bellas,
será contar las estrellas
y las arenas del mar.
El valor y hermosura
querer decir que en vos mora
y lo que al mundo enamora
de gracia y desenvoltura
será querer numerar
del monte Etna las centellas
y del cielo las estrellas
y las arenas del mar.

165
L a sierra es alta
y áspera de so b ir:
* los caños corren agua
y dan en el toronjil.
Madre, la mi madre,
del cuerpo atán garrido,
por aquella sierra

186
de aquel lomo erguido
iba una mañana
el mi lindo am igo:
llámele con mi toca
y con mis dedos cinco:
los caños corren agua
y dan en el toronjil.
[Thesoro de varias poesías, M adrid, 1580, fols. 1 1 2 v . y 402.]

166

Y o fundo en el arena, abrazo el viento,


escribo en agua y de la luz del cielo
privar procuro de ordinario el suelo,
siempre que aliviar pienso mi tormento.
En medio del invierno helado intento
cubrir los campos de un Horido velo,
y trocar en regalo el desconsuelo
y del sol detener el movimiento.
Labrar en un diamante fino quiero
varias figuras con la blanda cera,
y hacer gloria el reino del espanto.
Y enternecer con ruegos una fiera,
cuando de Silvia el corazón de acero
procuro que se ablande con mi llanto.'
[Églogas pastoriles, Sevilla, 1582, f. 2 4 1.]

G A S P A R D E A G U IL A R
i 56i ' i 623
167
HURTA a Abril la mano artificiosa
del tiempo la hermosura soberana,
y de aquellos despojos que le gana
compone el rostro de Belisa hermosa.
A sus mejillas da encamada rosa
con que escurece a Venus y a Diana;
con la azucena, de su frente ufana
descubre la hermosura milagrosa.

187
Del tornasol le forma los cabellos,
del lirio azul las venas transparentes,
de la alegre mosqueta los colores,
del hermoso clavel los labios bellos,
del nevado jazmín los blancos dientes.
¡ Quién fuese abeja de tan bellas flores!
[Rimas humanas y divinas, ed. de Francisco A . Carreres de C alatayu d.
V alencia, 19 5 1, pág. 10 6 .]

LU PERCIO LEO N A R D O DE A RGEN SO LA


I559'i6i3

168
CANCIÓN A LA ESPERANZA

A p l á c a s e muy presto
el temor importuno
y déjase llevar de la esperanza;
infierno es manifiesto
no ver indicio alguno
de que puede en la pena hacer mudanza.
Aflige la tardanza
del bien, pero consuela,
si se espera, saber que el tiempo vuela.
Alivia sus fatigas
el labrador cansado
cuando su yerta barba escarcha cubre,
pensando en las espigas
del agosto abrasado
y en los lagares ricos del octubre;
la hoz se le descubre
cuando el aradro apaña,
y con dulces memorias le acompaña.
Carga de hierro duro
sus miembros y se obliga
el joven al trabajo de la guerra.
Huye el ocio seguro,
trueca por la enemiga
su dulce, natural y amiga tierra;
mas cuando se destierra.

188
o al asalto acomete,
mil triunfos y mil glorias se promete.
La vida al mar confía,
y a dos tablas delgadas,
el otro, que del oro está sediento.
Escóndesele el día,
y las olas hinchadas
suben a combatir el firmamento;
él quita el pensamiento
de la muerte vecina,
y en el oro le pone y en la mina.
Deja el lecho caliente
con la esposa dormida
el cazador solícito y robusto.
Sufre el cierzo inclemente,
la nieve endurecida,
y tiene de su afán por premio justo
interrumpir el gusto
y la paz de las fieras,
en vano cautas, fuertes y ligeras.
Premio y cierto fin tiene
cualquier trabajo humano,
y el uno llama al otro sin mudanza;
el invierno entretiene
la opinión del verano,
y un tiempo sirve al otro de templanza.
El bien de la esperanza
solo quedó en el suelo
cuando todos huyeron para el cielo.
Si la esperanza quitas,
¿qué le dejas al mundo?
Su máquina disuelves y destruyes;
todo lo precipitas
en olvido profundo,
y ¿del fin natural, Flérida, huyes?
Si la cerviz rehuyes
de los brazos amados,
¿qué premio piensas dar a los cuidados?
Amor, en diferentes
géneros, dividido,
él publica su fin, y quien le admite.

189
Todos los accidentes
de un amante atrevido
(niegúelo o disimúlelo) permite.
Limite, pues, limite
la avara resistencia:
que, dada la ocasión, todo es licencia.

169
N o fueron tus divinos ojos, Ana,
los que al yugo amoroso me han rendido;
ni los rosados labios, dulce nido
del ciego niño, donde néctar mana;
ni las mejillas de color de grana;
ni el cabello, que al. oro es preferido;
ni las manos, que a tantos han vencido;
ni la voz, que está en duda si es humana.
Tu alma, que en tus obras se trasluce,
es la que sujetar pudo la mía,
porque fuese inmortal su cautiverio.
Así todo lo dicho se reduce
a sólo su poder, porque tenía
por ella cada cual su ministerio.

170

Si quiere Amor que siga sus antojos


y a sus hierros de nuevo rinda el cuello;
que por ídolo adore un rostro bello
y que vistan su templo mis despojos,
la flaca luz renueve de mis ojos,
restituya a mi frente su cabello,
a mis labios la rosa y primer vello,
que ya pendiente y yerto es dos manojos.
Y entonces, como sierpe renovada,
a la puerta de Filis inclemente
resistiré a la lluvia y a los vientos.
Mas si no ha de volver la edad pasada,
y todo con la edad es diferente,
¿por qué no lo han de ser mis pensamientos?

190
BA R TO LO M É LEO N A R D O D E A R G E N S O L A
15 6 1-16 3 4

171
S u e l t a el cabello al céfiro travieso,
para que recompense, Cintia, un rato
de los muchos que usurpa el aparato
que le añade, no gracia, sino peso.
¡ Cuánta más luz que coronado o preso
nos descubre ondeando sin recato!
Y dime si en las leyes del ornato
respondió al arte con tan gran suceso.
A cabellos de mal seguros reyes
ofrezcan ambiciosos resplandores
las ondas y las minas del oriente;
los tuyos, ni los crespes ni los dores;
y pues crecieron en tan libre frente,
imiten su altivez, no guarden leyes.

172

POR verte, Inés, ¿qué avaras celosías


no asaltaré? ¿Qué puertas, qué canceles,
aunque los arme de candados fieles
tu madre y de arcabuces las espías?
Pero el seguirte en las mañanas frías
de abril, cuando mostrarte al campo sueles,
bien que con los jazmines y claveles
de tu rostro a la Aurora desafías,
eso no, amiga, n o ; que aunque en los prados
plácido iguala el mes las yerbas secas,
porque igualmente les aviva el seno,
con las risueñas auras, que en jaquecas
sordas convierte al húmedo sereno,
hace los cimenterios corcovados.

191
173

A UN CABALLERO Y UNA DAMA QUE SE CRIARON JUNTOS DESDE


NIÑOS Y SIENDO MAYORES DE EDAD PERSEVERARON EN LA MISMA
CONVERSACIÓN

FlRMlO, en tu edad ningún peligro hay le v e ;


porque nos hablas ya con voz escura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.
Y en ti, oh Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual sobre la cumbre pura
vivo forma un rubí su centro breve.
Sienta vuestra amistad leyes m ayores:
que siempre Amor para ei primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.
Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?

174

SONETO A SU HERMANO LUPERCIO, PORQUE SE HACÍA MIRAR


LAS RAYAS DE LA MANO

F abio , pensar que el Padre soberano


en esas rayas de la palma diestra
(que son arrugas de la piel) te muestra
los accidentes del discurso humano,
es beber con el vulgo el error vano
de la ignorancia, su común maestra;
bien te confieso que la suerte nuestra,
mala o buena, la puso en nuestra mano.
Di, ¿quién te estorbará el ser rey, si vives
sin envidiar la suerte de los reyes,
tan contento y pacífico en la tuya,
que estén ociosas para ti sus leyes,
y cualquier novedad que el cielo influya
como cosa ordinaria la recibes?

'1 9 2
D E U N O D E LOS A R G E N S O L A S

175
Y o os quiero confesar, don Juan, primero
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero tras esto confesaros quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero.
Mas ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul. ¡ Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
[Rimas, ed. de J. M . Blecua, Zaragoza, 19 50 -51, págs. 36, 66, 79, del t. I,
y 49, 1 9 1 , 223, 228, 669 del t. II.]

JU A N D E S A L IN A S
1 559-1643

176

EN ALABANZA DE LA ROSA EN COMPETENCIA DEL JAZMÍN

E l que eligió en el jardín


el jazmín, no fue discreto,
que no tiene olor perfeto
si se marchita el jazmín. .
Mas la rosa hasta su fin,
porque aun su morir se alabe,
tiene olor más dulce y suave,
fragancia más olorosa:
luego mejor es la rosa
y el jazmín menos süave.
T ú , que rosa y jazmín ves,
eliges la pompa breve

193 .

F . LÍRICA, I. — 13
del jazmín, fragante nieve,
que un soplo al céfiro es;
mas conociendo después
la altiva lisonja hermosa
de la rosa, cuidadosa
la antepondrás en tu amor;
que es el jazmín poca flor,
mucha fragancia la rosa.
[ Poesías, Sevilla, 1869, t. II, pág. 16 3 .]

C R IST Ó B A L D E M ESA
15 6 1-16 3 3

177

E l que alaba la vida de la Corte


no goce el bien del campo solitario,
y su ambicioso pensamiento vario,
nunca sepa regir por firme norte.
Con despachos y cartas de gran porte,
desesperado espere al ordinario,
y ande de secretario en secretario,
dando en varios negocios vario corte.
Procure ser privado del privado,
adule por diversas pretensiones,
a todos los que gozan el gobierno.
Afane por saber cosas de estado;
de las llaves doradas y bastones,
y tenga mal verano y mal invierno.
[R im as, M adrid, 1 6 1 1 , fol. 12 0 .]

L U IS D E GÓ N G O RA
15 6 1-16 2 7

178

L a más bella niña


de nuestro lugar,
hoy viuda y sola

194
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su m al:
Dejadme llorar
orillas del mar.
Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
dejadme llorar
orillas del mar.
En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar
orillas del mar.
No me pongáis freno
ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis m al; ■
harto peor fuera
morir y callar.
Dejadme llorar
orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿quién no llorará
aunque tenga el pecho
como un pedernal,

195
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar.
Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
orillas del mar.

179

D a bienes Fortuna
que no están escritos:
citando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.
¡ Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros sambenitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.
A veces despoja
de choza y apero
al mayor cabrero,
y a quien se le antoja
la cabra más coja
parió dos cabritos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.
Porque en una aldea
un pobre mancebo

196
hurtó sólo un huevo,
al sol bambolea,
y otro se pasea
con cien mil delitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos,

180

A m a r r a d o al duro banco
de una galera turquesca,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de Dragut
en la playa de Marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
“ ¡O h sagrado mar de España,
famosa olaya serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias!,
"pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
"tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
"porque si es verdad que llora
mi captiverio en tu arena,
bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas.
"Dam e ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua;
"pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.

197
” ¡Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado,
a nadie matarán penas!”
En esto se descubrieron
de la Religión seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.

181

ROMANCE DE ANGÉLICA Y MEDORO

E n un pastoral albergue,
que la guerra entre unos robres
lo dejó por escondido
o lo perdonó por pobre.
do la paz viste pellico
y conduce entre pastores
ovejas del monte al llano
y cabras del llano al monte,
mal herido y bien curado,
se alberga un dichoso joven,
que sin clavarle Amor flecha,
lo corono de favores.
Las venas con poca sangre,
los ojos con mucha noche,
lo halló en el campo aquella
vida y muerte de los hombres.
Del palafrén se derriba,
no porque al moro conoce,
sino por ver que la hierba
tanta sangre paga en flores.
Limpíale el rostro, y la mano
siente al Amor que se esconde
tras las rosas, que la muerte
va violando sus colores.
Escondióse tras las rosas
porque labren sus arpones
el diamante del Catay
con aquella sangre noble.

198
Ya le regala los ojos,
ya le entra, sin ver por dónde,
una piedad mal nacida
entre dulces escorpiones.
Ya es herido el pedernal,
ya despide el primer golpe
centellas de agua. ¡ Oh, piedad,
hija de padres traidores!
Hierbas aplica a sus llagas,
que si no sanan entonces,
en virtud de tales manos
lisonjean los dolores.
Amor le ofrece su venda,
mas ella sus velos rompe
para ligar sus heridas:
los rayos del Sol perdonen.
Los últimos nudos daba
cuando el cielo la socorre
de un villano en una yegua
que iba penetrando el bosque.
Enfrénanle de la bella
las tristes piadosas voces,
que los firmes troncos mueven
y las sordas piedras oyen.
Y la que mejor se halla
en las selvas que en la Corte,
simple bondad, al pío ruego
cortésmente corresponde.
Humilde se apea el villano
y sobre la yegua pone
un cuerpo con poca sangre,
pero con dos corazones;
a su cabaña los guía,
que el Sol deja su horizonte
y el humo de su cabaña
les va sirviendo de Norte.
Llegaron temprano a ella,
do una labradora acoge
un mal vivo con dos almas
y una ciega con dos soles.

199
Blando heno en vez de pluma
para lecho les compone,
que será tálamo luego
do el garzón sus dichas logre.
Las manos, pues, cuyos dedos
desta vida fueron dioses,
restituyen a Medoro
salud nueva, fuerzas dobles.
Y le entregan, cuando menos,
su beldad y un reino en dote,
segunda invidia de Marte,
primera dicha de Adonis.
Corona un lascivo enjambre
de Cupidillos menores
la choza, bien como abejas
hueco tronco de alcornoque.
¡ Qué de nudos le está dando
a un áspid la Invidia torpe,
contando de las palomas
los arrullos gemidores!
¡ Qué bien la destierra Amor,
haciendo la cuerda azote,
porque el caso no se infame
y el lugar no se inficione!
Todo es gala el Africano,
su vestido espira olores,
el lunado arco suspende,
y el corvo alfanje depone.
Tórtolas enamoradas
son sus roncos atambores,
y los volantes de Venus
sus bien seguidos pendones.
Desnuda el pecho anda ella,
vuela el cabello sin orden;
si lo abrocha, es con claveles,
con jazmines si lo coge.
El pie calza en lazos de oro,
porque la nieve se goce,
y no se vaya por pies
la hermosura del orbe.

200
Todo sirve a los amantes:
plumas les baten, veloces,
airecillos lisonjeros,
si no son murmuradores.
Los campos les dan alfombras,
los árboles pabellones,
la apacible fuente sueño,
música los ruiseñores.
Los troncos les dan cortezas
en que se guarden sus nombres,
mejor que en tablas de mármol
o que en láminas de bronce.
N o hay verde fresno sin letra,
ni blanco chopo sin m ote;
si un valle “ Angélica” suena,
otro “ Angélica” responde.
Cuevas do el silencio apenas
deja que sombras las moren
profanan con sus abrazos
a pesar de sus horrores.
- Choza, pues, tálamo y lecho,
cortesanos labradores,
aires, campos, fuentes, vegas,
cuevas, troncos, aves, flores,
fresnos, chopos, montes, valles,
contestes destos amores,
el cielo os guarde, si puede,
de las locuras del Conde.

182

AL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR

C aíd o se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
. porque ha caído sobre él!
Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo,
y coronada del hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía

201
de tiniebla tan crüel,
caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
De un solo clavel ceñida
la Virgen, aurora bella,
al mundo se le dio, y ella
quedó cual antes florida;
a la púrpura caída
sólo fue el heno fiel.
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
El heno, pues, que fue dino,
a pesar de tantas nieves,
de ver en sus brazos leves
este rosicler divino,
para su lecho fue lmo,
oro para su dosel.
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!

183
N o son todos ruiseñores
los que cantan entre las flores,
sino campanitas de plata
que tocan al Alba,
sino trompeticas de oro
que hacen la salva
a los soles que adoro.
No todas las voces ledas
son de sirenas con plumas,
cuyas húmidas espumas
son las verdes alamedas.
Si suspendido te quedas
a los süaves clamores,

202
no son todos ruiseñores
lus que cantan entre las flores,
sino campanitas de plata
que tocan al Alba,
sino trompeticas de oro
que hacen la salva
a los soles que adoro.
Lo artificioso que admira,
y lo dulce que consuela,
no es de aquel violín que vuela
ni de esotra inquieta lira;
otro instrumento es quien tira
de los sentidos m ejores:
N o son todos ruiseñores
los que cantan entre las flores,
sino campanitas de plata
que tocan al Alba,
sino trompeticas de oro
que hacen la salva
a los soles que adoro.

184

Y a besando unas manos cristalinas,


ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Am or sacó entre el oro de sus m inas;
ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,
estaba, oh claro Sol invidioso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.
Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.

185
M IENTRAS por competir con tu cabello,
oro bruñido al Sol relumbra en vano,

203
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio b e llo ;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

186
A CÓRDOBA

¡ Oh excelso muro, oh torres coronadas


de honor, de majestad, de gallardía!
J Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!
J Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
J Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas rüinas y despojos
que enriquece Genil y Darro baña
tu memoria no fue alimento mío,
nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, ¡ oh patria, oh flor de España!

187

S e ñ o r a d o ñ a p u en te s e g o v ia n a ,
cu yos ojos están llo ran d o aren a,
si es por el río, m u y en h o rab u en a,
au n q u e estáis p ara v iu d a m u y g a la n a .
De estangurria murió. No hay castellana
lavandera que no llore de pena,
y fulano sotillo se condena
de olmos negros a loba luterana.

204
Bien es verdad que dicen los doctores
que no es muerto, sino que del estío
le causan parasismo los calores;
que a los primeros del diciembre frío,
de sus muías harán estos señores
que los orines den salud al río,

188

¡ QuÉ de invidiosos montes levantados,


de nieves impedidos,
me contienden tus dulces ojos bellos!
í Qué de ríos del hielo tan atados,
del agua tan crecidos,
me defienden el ya volver a vellos!
¡ Y que, burlando dellos,
el noble pensamiento
por verte viste plumas, pisa el viento!
N i a las tinieblas de la noche oscura
ni a los hielos perdona,
y a la mayor dificultad engaña;
no hay guardas hoy de llave tan segura
que nieguen tu persona,
que no desmienta con discreta maña;
ni emprenderá hazaña
tu esposo, cuando lidie,
que no la registre él, y yo no invidie.
Allá vueles, lisonja de mis penas,
que con igual licencia
penetras el abismo, el cielo escalas;
y mientras yo te aguardo en las cadenas
desta rabiosa ausencia,
al viento agravien tus ligeras alas.
Y a veo que te calas
donde bordada tela
un lecho abriga y mil dulzuras cela.
Tarde batiste la invidiosa pluma,
que en sabrosa fatiga
vieras (muerta la voz, suelto el cabello)
la blanca hija de la blanca espuma,
no sé si en brazos diga

205
de un fiero Marte, o de un Adonis bello;
ya anudada a su cuello,
podrás verla dormida,
y a él casi trasladado a nueva vida.
Desnuda el brazo, el pecho descubierta,
entre templada nieve
evaporar contempla un fuego helado,
y al esposo, en figura casi muerta,
que el silencio le bebe
del sueño con sudor solicitado.
Dormid, que el dios alado,
de vuestras almas dueño,
con el dedo en la boca os guarda el sueño.
Dormid, copia gentil de amantes nobles,
en los dichosos nudos
que a los lazos de amor os dio Him eneo;
mientras yo, desterrado, destos robles
y peñascos desnudos
la piedad con mis lágrimas granjeo.
Coronad el deseo
de gloria, en recordando;
sea el lecho de batalla campo blando.
Canción, di al pensamiento
que corra la cortina,
y vuelva el desdichado que camina.
[ Obras completas, edic. de J. c I. Millé, Madrid (1932), págs. 5, 290, 26,
120, 403, 358, 461, 463, 471, 502 y 593.]

LO PE D E V E G A
156 2 -16 35

189

VERSOS de amor, conceptos esparcidos


engendrados del alma en mis cuidados,
partos de mis sentidos abrasados,
con más dolor que libertad nacidos;
expósitos al mundo en que perdidos
tan rotos anduvistes y trocados,

206
que sólo donde fuistes engendrados
fuérades por la sangre conocidos.
Pues que le hurtáis el laberinto a Creta,
a Dédalo los altos pensamientos,
la furia al mar, las llamas al abismo,
si aquel áspid hermoso no os aceta,
dejad la tierra, entretened los vientos,
descansaréis en vuestro centro mismo,

190
I r y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma y ir con alma ajena,
oir la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

191
S u e l t a mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes tú de igual decoro,
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.
Ponle su esquila de labrado estaño
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas cumple un año.
Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.
Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta y verásle si a mi choza viene,
que aún tienen sal las manos de su dueño.

207
192

¿QUÉ tengo yo que mi amistad procuras?


¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡ Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te ab rí! ¡ Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
Cuántas veces el ángel me decía:
“ ¡A lm a, asómate agora a la ventana,
"verás con cuánto amor llamar porfía! ”
¡ Y cuántas, hermosura soberana :
“ Mañana le abriremos” — respondía— ,
para lo mismo responder mañana!

193

N o sabe qué es amor quien no te ama,


celestial hermosura, esposo bello:
tu cabeza es de oro, y tu cabello
como el cogollo que la palma enrama;
tu boca como lirio, que derrama
licor al alba; de marfil tu cuello;
tu mano el tomo, y en su palma el sello,
que el alma por disfraz jacintos llama.
¡A y D ios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza, y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?
Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que un hora amando
venza los años que pasé fingiendo.

194
“ MlRA, Zaide, que te aviso
que no pases por mi calle,
ni hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
ni preguntes en qué entiendo
ni quién viene a visitarme,

208
qué fiestas me dan contento
o qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe.
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo jinete,
que danzas, cantas y tañes,
gentil hombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo,
señalado por linaje,
el gallo de las bravatas,
la nata de los donaires,
y pierdo mucho en perderte
y gano mucho en amarte,
y que si nacieras mudo
fuera posible adorarte;
y oor este inconveniente
determino de dejarte,
que eres pródigo de lengua
y amargan tus libertades,
y habrá menester ponerte
quien quisiere sustentarte
un alcázar en el pecho
y en los labios un alcaide.
Mucho pueden con las damas
los galanes de tus partes,
porque los quieren briosos,
que rompan y que desgarren;
mas tras esto, Zaide amigo,
si algún convite te hacen
al plato de sus favores,
quieren que comas y calles.
Costoso fue el que te hice;
venturoso fueras, Zaide,
si conservarme supieras

209

F . LÍRICA, I. — 1 4
como supiste obligarme.
Apenas fuiste salido
de los jardines de Tarfe
cuando hiciste de la tuya
y de mi desdicha alarde.
A un morito mal nacido
me dicen que le enseñaste
la trenza de los cabellos
que te puse en el turbante.
N o quiero que me la vuelvas
ni quiero que me la guardes,
mas quiero que entiendas, moro,
que en mi desgracia la traes.
También me certificaron
cómo le desafiaste
por las verdades que dijo,
que nunca fueran verdades.
De mala gana me río;
¡ qué donoso disparate !
N o guardas tú tu secreto
¿ y quieres que otro le guarde?
N o quiero admitir disculpa:
otra vez vuelvo a avisarte
que ésta será la postrera
que me hables y te hable.”
Dijo la discreta Zaida
a un altivo bencerraje,
y al despedirle repite:
“ Quien tal hace, que tal pague.”

195
A Mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos.
N i estoy bien ni mal conmigo,
mas dice mi entendimiento

210
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan
fácilmente me defiendo,
pero no puedo guardarme
de' los peligros de un necio.
Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
“ Sólo sé que no sé nada” ,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
N o me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos
¿cómo pueden ser discretos?
N o puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.
Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres

211
que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos
los proprios y los ajenos;
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.
¿ A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?
Todos andan bien vestidos,
y quéjanse de los precios,
de medio arriba, romanos,
de medio abajo, romeros.
Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,
y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efetos.
Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra,
universal m ovimiento:
la mejor vida, el favor,
la mejor sangre, el dinero.
Oigo tañer las campanas
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles' eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
¡ Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!

212
Fea pintan a la envidia,
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos;
ni murmuraron del grande
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni pascua dieron.
Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.

196
L a Niña a quien dijo el ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de ser de Dios madre
le trujo tan altas nuevas,
ya le mira en un pesebre
llorando lágrimas tiernas,
que obligándose a ser hombre
también se obliga a sus penas.
“ ¿Qué tenéis, dulce Jesús?
— le dice la niña bella— ,
"¿ta n presto sentís, mis ojos,
"el dolor de mi pobreza?
"Y o no tengo otros palacios
” en que recibiros pueda,
"sino mis brazos y pechos
"que os regalan y sustentan.
"N o puedo más, amor mío,
"porque si yo más pudiera,
"vos sabéis qye vuestros cielos

213
"envidiaran mi riqueza.”
El niño recién nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la sabiduría
de su eterno Padre inmensa,
mas revelándole el alma
de la Virgen la respuesta,
cubrió de sueño en sus brazos
blandamente sus estrellas.
Ella entonces, desatando
la voz regalada y tierna,
así tuvo a su armonía
la de los cielos suspensa:
“ Pues andáis en las palmas,
"ángeles santos,
” que se duerme mi niño,
"tened los ramos.
"Palmas de Belén
"que mueven airados
” los furiosos vientos
” que suenan tanto :
"n o le hagáis ruido,
"corred más paso,
"que se duerme mi niño,
"tened los ramos.
"E l niño divino,
” que está cansado
” de llorar en la tierra
” por su descanso,
” sosegar quiere un poco
"del tierno llanto.
"Que se duerme mi niño,
"tened los ramos.
"Rigurosos hielos
"le están cercando;
"y a veis que no tengo
"con qué guardarlo.
"Ángeles divinos
"que vais volando,
"que se duerme mi niño,
"tened los ramos.”

214
197

N o ser, Luscinda, tus bellas


niñas formalmente estrellas,
bien puede ser;
pero que en su claridad
no tengan cierta deidad,
no puede ser.
Que su boca celestial
no sea el mismo coral,
bien puede ser;
mas que no exceda a la rosa
en ser roja y olorosa,
no puede ser.
Que no sea el blanco pecho
de nieve o cristales hecho,
bien puede ser;
mas que no exceda en blancura
cristales y nieve pura,
no puede ser.
Que no sea sol ni Apolo,
ángel puro y fénix solo,
bien puede ser;
pero que de ángel no tenga
lo que con ángel convenga,
no puede ser.
Que rio sean lirios sus venas
ni sus manos azucenas,
bien puede ser;
mas que en ellas no se vean
cuantas gracias se desean,
no puede ser.

198

Si os p artiéred es al alb a
q u e d ito , p asito , am o r,
n o esp an téis al ru iseñ o r.
Si os levantáis de mañana
de los brazos que os desean,
porque en los brazos no os vean

215
de alguna envidia liviana,
pisad con planta de lana,
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñcr.

199

BELARDO A AMARILIS

AGORA creo, y en razón lo fundo.


Amarilis indiana, que estoy muerto,
pues que vos me escribís del otro mundo.
Lo que en duda temí tendré por cierto,
pues desde el mar del Sur nave de pluma
en las puertas del alma toma puerto.
¡ Qué clara, qué copiosa y dulce sum a!
Nunca la hermosa vida de su dueño
voraz el tiempo consumir presuma.
Bien sé que en responder crédito empeño;
vos, de la línea equinoccial sirena,
me despertáis de tan profundo sueño.
¡ Qué rica tela! ¡ Qué abundante y llena
de cuanto al más retórico acompaña!
¡ Qué bien parece que es indiana ve n a !
Y o no lo niego; ingenios tiene España,
libros dirán lo que su musa luce
y en propia rima imitación extraña;
mas los que el clima antártico produce
sutiles son, notables son en todo;
lisonja aquí ni emulación me induce.
Apenas de escribiros hallo el modo,
si bien me le enseñáis en vuestros versos
a cuyo dulce estilo me acomodo.
En mares tan remotos y diversos
¿cómo podré yo veros ni escribiros
mis sucesos, o prósperos o adversos?
Del alma, que os adora sé deciros,
que es gran tercera la divina fam a;
por imposible me costáis suspiros.
Amo naturalmente a quien me ama
y no sé aborrecer quien me aborrece,
que a la naturaleza el odio infama.

216
Yo os amo justamente, y tanto crece
mi amor cuanto en mi idea os imagino
con el valor que vuestro honor merece.
A vuestra luz mi pensamiento inclino,
de cuyo sol antípoda me veo,
cual suele lo mortal de lo divino,
aunque para correr libre el deseo
es remora pequeña el mar de España
y todo el golfo del mayor Nereo.
El ciego que jamás se desengaña
imagina mayor toda hermosura
y le deleita más lo que le engaña.
Así yo, penetrando la luz pura
de vuestro sin igual- entendimiento,
tendré más sol en noche más escura.
Mas, ¿qué os diré de m í? Porque no siento
que un átomo merezca de alabanza
quien tiene presunción de su talento.
Deciros faltas es desconfianza,
y porque yo jamás las dije ajenas,
no quiero hacer de mí tan gran mudanza.
que no era gala de quien sirve apenas
pintarse con defectos a quien tiene
aquellas obras cuales son por buenas.
Si me decís quién sois y que previene
un platónico amor vuestro sentido
que a provocaros desde España viene,
para quereros yo licencia os pido,
que dejaros de amar injuria fuera,
por eso mismo que de vos lo he sido.
Pues escuchad de mi persona afuera,
que dicen que fue buena no ha mil años,
y donde algún aliento persevera,
partes, sin dar a la distancia engaños,
que adonde amor es alma el cuerpo es sombra
y la misma alabanza desengaños.
Tiene su silla en la bordada alfombra
de Castilla el valor de la Montaña
que el valle de Carriedo España nombra.
A llí otro tiempo se cifraba España,
allí tuve principio; mas ¿ qué importa

217
nacer laurel y ser humilde caña?
Falta dinero allí, la tierra es corta;
vino mi padre del solar de Vega,
así a los pobres la nobleza exhorta.
Siguióle hasta Madrid, de celos ciega,
su amorosa mujer, porque él quería
una española Elena, entonces griega;
’ hicieron amistades y aquel día
fue piedra en mi primero fundamento
la paz de su celosa fantasía.
En fin, por celos soy, ¡ qué nacimiento!
Imaginalde vos, que haber nacido
de tan inquieta causa fue portento.
Apenas supe hablar, cuando advertido
de las febeas musas escribía
con pluma por cortar versos del nido.
Llegó la edad y del estudio el día,
donde sus pensamientos engañando
lo que con vivo ingenio prometía,
de los primeros rudimentos dando
notables esperanzas a su intento,
las artes hice mágicas volando.
Aquí luego engañó mi pensamiento
Raimundo Lulio, labirinto grave,
rémora de mi corto entendimiento.
Quien por sus cursos estudiar no sabe,
no se fíe de cifras, aunque alguno
de lo infuso de Adán su ingenio alabe.
Matemática oí, que ya,importuno
se me mostraba con la flor ardiente
cualquier trabajo, y no admití ninguno.
Amor, que Amor en cuanto dice miente,
me dijo que a seguirle me inclinase;
lo que entonces medré mi edad lo siente.
Mas como yo beldad ajena amase,
dime a letras humanas, y con ellas
quiso el poeta amor que me quedase.
Favorecido, en fin, de mis estrellas,
algunas lenguas supe y de la mía
ricos aumentos adquirí por ellas.

218
Lo demás preguntad a mi poesía,
que ella os dirá, si bien tan mal impresa,
de lo que me ayudé cuando escribía.
Dos veces me casé, de cuya empresa
sacaréis que acerté, pues porfiaba,
que nadie vuelve a ver lo que le pesa.
Un hijo tuve en quien mi alma estaba;
allá también sabréis por mi elegía
que Carlos de mis ojos se llamaba.
Siete veces el sol retrocedía
desde la octava parte al Cancro fiero,
igualando la noche con el día,
a círculos menores lisonjero,
y el de su nacimiento me contaba,
cuando perdió la luz mi sol primero.
Allí murió la vida que animaba
la vida de Jacinta. ¡ A y muerte fiera!
La flecha erraste al componer la aljaba.
¡ Cuánto fuera mejor que yo muriera
que no que en los principios de su aurora
Carlos tan larga noche padeciera!
Lope quedó, que es el que vive agora.
¿N o estudia Lope? ¿Qué queréis que os diga,
si él me dice que Marte le enamora?
Marcela con tres lustros ya me obliga
a ofrecérsela a Dios, a quien desea,
si él se sirviere que su intento siga.
Aquí, pues no ha de haber nadie que crea
amor de un padre, no es decir exceso
que no fue necia y se libró de fea.
Feliciana el dolor me muestra impreso
de su difunta madre en lengua y ojos;
de su parto m urió; ¡ triste suceso!
Porque tan gran virtud a sus despojos
mis lágrimas obliga y mi memoria,
que no curan los tiempos mis enojos.
De sus costumbres santas hice historia
para mirarme en ellas cada día,
envidia de su muerte y de su gloria.
Dejé las galas que seglar vestía;
ordenéme. Amarilis, que importába

219
el ordenarse a la desorden mía.
Quien piensa que yo amé cuanto miraba,
vanamente juzgó per el oído,
engaño que aun apenas hoy se acaba.
Los dulces versos tiernamente han sido
piadosa culpa en los primeros años.
¡ A y si los viera yo cubrir de olvido!
Bien hayan los poetas que en extraños
círculos enigmáticos escriben,
pues por ocultos no padecen daños.
Los claros pensamientos que perciben
sin molestia, Amarilis, los oídos,
menos seguros de ser castos viven.
Tiernos conceptos del amor nacidos
no son para la vida imperfecciones,
ni está sujeta el alma a los sentidos.
Matemáticas son demostraciones
la variedad del gusto y la mudanza,
indigna de los ínclitos varones.
No pienso que a la vida parte alcanza,
juzgando bien, de la amorosa plum a:
si el alma es posesión, la fe esperanza.
Dígalo mi salud cuando presuma
mayor descompostura el maldiciente
que forma torres sobre blanda espuma.
Y así podréis amarme justamente
como yo os amo, pues las almas vuelan
tan ligeras, que no hay amor ausente.
Esta es mi v id a ; mis deseos anhelan
sólo a buen fin, sin pretensiones locas,
que por tan corta vida se desvelan.
Dijo el Petrarca con razones pocas
que de Laura esperaba la hermosura
— ¡oh casto amor, que a lo inmortal provocas! —
después de muerta en la celeste y pura
parte, que peregrinas impresiones
no admite, como aquí la noche escura.
Mi vida son mis libros, mis acciones
una humildad contenta que no envidia
las riquezas de ajenas posesiones.

220
La confusión a veces me fastidia,
y aunque vivo en la Corte, estoy más lejos
que está de la Moscovia la Numidia.
Tócanme solamente los reflejos
de los grandes palacios a mis ojos,
más solos que las hayas y los tejos.
Para dar a la tierra los despojos
que sirvieron al alma de cortina,
¿quién trueca blanda paz por sus enojos?
Yo tengo una fortuna peregrina,
que tarde la venció poder humano;
así me destinó fuerza divina.
Tal vez la estimación me finge enano,
tal vez gigante, y yo con igual frente
no pierdo triste ni contento gano.
Séneca lo enseñó divinamente,
que el aplauso vulgar y el vituperio
han de sentir los sabios igualmente.
El hombre que gobierna bien su imperio
desprecia la objeción y la alabanza
deste, aunque infame, breve cautiverio;
porque dar el mordaz desconfianza
al hombre ya provecto no es cordura,
que por ventura dice lo que alcanza.
Estima la amistad sincera y pura
de aquellos virtüosos que son sabios,
que sin virtud no hay amistad segura.
Que de la ingratitud tal vez mis labios
formen alguna queja, no es delito,
que han hecho muchos necios los agravios.
De mi vida, Amarilis, os he escrito
lo que nunca pensé, mirad si os quiero,
pues tantas libertades me permito.
No he querido con vos ser lisonjero
llamándoos hija del divino Apolo,
que mayores hipérboles espero;
pues aunque os tenga tan distinto polo
os podrán alcanzar mis alabanzas
a vos de la virtud ejemplo solo,
que no son menester las esperanzas
donde se ven las almas inmortales

221
ni sujetas a olvidos ni a mudanzas.
No se pondrá jamás en los umbrales
deste horizonte el sol, aunque perciba
Anfitrite sus perlas y corales,
sin que le diga yo que, así la esquiva
Dafne sus rayos amorosa espere,
presa en laurel la planta fugitiva,
os diga cuánto el pensamiento os quiere,
que os quiere el pensamiento y no los ojos;
que éste os ha de querer mientras no os viere.
Sin ojos, ¿quién amó? ¿Quién en despojos
rindió sin vista el alma? ¡ Oh gran victoria,
amor sin pena y gloria sin enojos!
Que no hay gloria mortal, si llaman gloria
la que es mortal, como querer adonde
se baña en paz del alma la memoria.
Aquí los celos el amor esconde,
aunque os he dicho que nací de celos,
y si ellos no le llaman no responde.
Por varios mares, por distintos cielos
muchas cosas se dicen que no tienen
tanta verdad al descubrir los velos.
Celias de sólo el cielo me entretienen:
no las temáis, que Celias de la tierra
a ser infiernos de las almas vienen.
Si tanta tierra y mar el paso cierra
a celos, y no a amor imaginado,
huya de nuestra paz tan fiera guerra.
Y pues habéis el alma consagrado
al cándido pastor de Dorotea,
que inclinó la cabeza en su cayado,
cantad su vida vos, pues que se emplea
virgen sujeto en casto pensamiento,
para que el mundo sus grandezas v e a ;
que vuestro celestial entendimiento
le dará gloria accidental cantando
entre las luces del empirio asiento.
Honrad la patria vuestra propagando
de tan heroicos padres la memoria,
su valor generoso eternizando,
pues lo que con la espada su victoria

222
ganó a su sangre, vos, en dulce suma,
coronando laurel de mayor gloria
dos mundos de Felipe vuestra pluma.
[Poesías líricas, ed. de J. F . M ontesinos, Clás. Cast., vol. 68, págs. 202,
2 15 , 238, 249, 2 5 1, 1 1 4 ; vol. 75, págs. 226, 1 7 5 ; vol. 68, págs. 15 3 ,
1 5 5 ; vol. 75, pág. 19 6 .]

PEDRO D E M E D IN A M E D IN ILLA
m. antes de 16 2 1

200
ÉGLOGA EN LA MUERTE DE DOÑA ISABEL DE URBINA
LISARDO - BELARDO

Y o canto con voz triste


dos pastores que cantan,
ambos de un mismo caso lastimados.
T ú, que sus penas viste
(si penas no te espantan),
oye mis versos de dolor bañados.
Permitan los cuidados
que la grandeza cría,
que escuches, gran Mecenas,
sus rústicas avenas,
mientras mi nueva Musa canta un día
con voz mayor que de hombre
la gran corona y gloria de tu nombre.
Y en tanto que tus glorias
(envidia de Alejandro)
fueren con las edades igualadas,
y dieren tus vitorias
materia a tu Menandro,
que olvide las Eneidas celebradas;
mientras las heredadas
banderas ponen miedo
en bárbaras naciones,
del Sur a los Triones,
con el divino timbre de Toledo,
escucha a dos pastores
en rudos versos trágicos amores.

223
Cuando en la peña asiste
el pájaro agorero,
que a cantar en la noche madrugaba,
en lo más mudo y triste,
entre el norte y lucero,
porque el del mundo ya en el cielo estaba;
al pie de la ancha cava
que baña el cano Tormes
de aquella Alba gloriosa,
por sus dueños famosa,
lloraban dos pastores tan conformes
que el llanto de Lisardo
duplicaba los ecos de Belardo.

LISARDO

Elisa, más hermosa


que vio en humano engaste
Alma Real, dignísima de imperio;
que para nueva diosa
del mundo te libraste,
dejándole en afrenta y vituperio;
si por alto misterio
aún en tu gloria sabes
de miserias humanas,
si tocan voces vanas
sus lumbreras, cruceros y arquitrabes,
penetren mis suspiros
sus colunas de jaspes y zafiros.
Helado Guadarrama,
humilde Manzanares
por campos del divino Isidro arados,
riberas de Jarama,
vegas del claro Henares,
montes del Tajo, valles, selvas, prados,
llorad los acabados
años, y la cosecha,
la estéril sementera,
la hambre venidera,
que ni luce el esquilmo, ni aprovecha.
Llore el ciprés y el olmo
por quien al campo daba hartura y colmo.

224
Si vive cierta gente
con ver y oler las flores
que ofrece el fértil Ganges a millares,
mejor eternamente
vivieran los pastores
viendo la flor del mundo en Manzanares.
Oh, tiempo, no te pares,
ni des verdura al prado,
ni primavera hermosa,
pues marchitó la rosa
la cruda reja del villano arado,
la muerte, que es más dura
que el arado, la reja y mi ventura.
Vitoriosa guadaña,
que ya el laurel te ciño
pues a quien te venció vencida llevas;
no tengas por hazaña
coger un blanco armiño
cuya limpieza en cautivarle pruebas:
que mal tu ingenio apruebas,
porque si pretendías .
manchar su estampa bella,
allá donde es estrella
vive en eterna efigie largos días;
y allí es razón se quede,
que no en estampas donde el tiempo puede.
Parece que la veo
en cierta huelga un día
que peces y almas a placer pescaba;
con donaire y deseo
un alfiler prendía
y un listón suyo por sedal lanzaba;
y como allí nadaba,
por ser grande el Estío,
el querido consorte,
hacia el amado norte
enderezó los ojos y el n avio;
¿pero qué pez hubiera
que a tan sabrosa muerte no acudiera?
Y allí cerca del Tajo,
Tajo que el oro engendras

225

F . LÍRICA, I. — 15
por pies de montes de cabellos canos,
de una cuesta en lo bajo
la vi partiendo almendras,
menos sabrosas y albas que sus manos;
las flores de los llanos,
los lirios y las plantas
estaban envidiosas
de almendras tan dichosas
tocadas de aquel labio y manos santas,
que allí pudo comerlas
con boca de corales y de perlas.
Oh, muerte, pues me acuerdas
las piedras de tal mina,
que fue del indo amor rico trofeo,
refregaré las cuerdas
otra vez con resina,
y Títiro repose, y duerma O rfeo;
y pues hiciste empleo
con mano avara y fuerte
de prendas tan altivas,
dinos, muerte, así v iv a s:
¿dónde estas piedras las escondes, muerte?
Que si con vidas medras,
almas daremos por tan ricas piedras.
¿ A qué región llevaste
la discreción y acento
que dijo, y pudo, y supo cuanto quiso?
¿En qué jazmín echaste
aquel divino aliento,
que allí será el terreno paraíso?
La risa con aviso,
¿a qué aurora la diste?
¿ Y a cuál esfera el día
que en sus ojos ardía?
Mas como la robaste, muerte triste,
es tesoro enterrado,
que el ladrón muerto despreció turbado.
Oh, Tormes riguroso,
que con tal desatino
pusiste luto y sombra a nuestro polo;
vive de ti quejoso

226
Belardo, aquel divino,
honra del claro Tajo y luz de Apolo;
aquel único y solo
que tus Islas de arena
celebró tantas veces
que escucharon tus peces
su dulce lira y pastoral avena;
cuando él te honraba, ¡ ay triste!,
lo que más adoró, tierra volviste.
Si algún pastor curioso
quisiere entre sus buenos
saber quién fue su Elisa, esta pastora,
lo más está dudoso,
mas diciendo lo menos,
fue noble, fue discreta, fue señora;
ningún zagal ignora
que el mayoral Urbano,
su amado padre y noble,
le dio ganado al doble,
de invierno a Extremo, a Cuenca en el verano.
Tormes, esto es sabido
si la pensáis casar con el olvido.
Porque contar agora
sus virtudes divinas
fuera contar de Abril todas las flores,
las perlas a la Aurora,
las piedras a las minas,
las palabras a Amor, y los amores.
Así, Tormes, mejores
de templanza y de cielo,
que yace en ti olvidada
la más pura y amada
beldad que supo amar en mortal velo;
tal fue, Tormes, el robo,
y la cordera que traspuso el lobo.
Fue de Belardo vida,
y a sus fortunas, fuerte
estuvo siempre como al mar la roca;
fue del cielo venida,
llevónosla la muerte,
que acecha lo precioso, el bien apoca.

227
Lloremos, pues nos toca;
llore el valle y el prado
con los montes supremos;
muchas veces lloremos;
llore el hato, el aprisco y el ganado;
y si en llanto acabamos,
de nuevo a ser, para llorar, volvamos.
Y tú, amigo perfeto,
que sin tu luz quedaste,
sin guía, siendo luz de los poetas;
yo te juro y prometo
que el nombre que adoraste
dure lo que duraren los planetas;
ni quedarán sujetas
al tiempo sus virtudes,
mas en bronce y en jaspe,
desde Cádiz a Idaspe,
y más, Belardo, cuando tú me ayudes;
y en tanto sólo digo
que he sentido tus penas como amigo.
Aquí cayó en la tierra
Lisardo sin sentido,
atravesado del dolor funesto;
las fieras de la sierra
doblaron el gemido,
y el Tormes, de corrido, pasó presto.
Cantó luego tras esto
el que más penas lleva
y mayor luto viste,
aquel Belardo triste;
mas tú, divina Euterpe, con voz nueva
nos dirás en tu canto
lo que pudo cantar quien perdió tanto.

BELARDO

Otro mundo, otra luz me parece ésta,


y aunque hay pocas estrellas, yo solía
tales noches pasarlas con más gusto.
Oh, cuán caro el mirar al cielo cuesta,
y qué cielo me cuesta un triste día,
y qué días me ha dado el tiempo injusto.

228
Cuando el doler es justo,
puede mejor un hera
descansar el que llera;
mas yo, con ser tan justo el mal que siento,
un hora no descanso, ni un momento,
ni tal pediré yo, ni Dios lo quiera;
que muerto mi contento,
mayor tormento que sentir quisiera.
¿Cómo, fingido Tormes, es buen trato
burlar al peregrino, y al que trata
de hacer su patria tus ajenos valles?
Oh, ya siempre de hoy más Tormes ingrato',
indigno de urna de cristal y plata,
digno de arroyo de afrentosas calles.
Ruego a Dios que no halles
agua cuando la quieras,
ni pan en tus riberas,
ni techo vedriado del rocío
te cubra de la nieve, ni del frío,
y que nadie te escriba, ni te nombre,
y que, turbio y vacío,
encuentres río que te quite el nombre.
¿Qué te había hecho el Tajo por ventura,
o qué nuestro Salicio a tus Albanos,
si no es cantar sus glorias y despojos?
¿Qué te hizo mi luz eterna y pura,
si no es acrecentarte por los llanos,
derritiendo las nieves con sus ojos?
Oh, qué amargos manojos
de retama y torvisco
pace mi flaco aprisco.
Oh, mi cordera sobre el cielo amada,
a pan y a pensamientos regalada.
Oh, qué noche tan larga se me ofrece,
larga, oscura y helada,
que un alba puse en Alba y no amanece.
Elisa, de mis ojos norte y guía,
mi bien, amores míos, mi señora,
mi amor en competencia el verdadero,
luz de los ojos en que fuiste aurora,
mi postrera esperanza, toda mía,

229
por quien en Dios, y en ti de verte espero;
mi requiebro primero
con quien yo tuve amados
coloquios alternados;
cuando la mano con tu fe me dabas,
cuando verdad y veras me enseñabas,
y cuando para esclavo me rendías,
¿por qué no me avisabas
que me comprabas por tan pocos días?
¿Adonde están los ojos de paloma
que al amor contra España dieron jaras
con que leyes impuso y quebró fueros?
¿Adonde el labio de carmín en goma,
y aquellas dos mejillas, blancas aras
donde amor degollaba mil corderos?
Los cadejos primeros
carmenados y bellos,
que ardió nieve cabe ellos,
¿a qué sombra siguieron? Mas el puerto
por donde yo pasé herido y muerto,
de manzanas de plata coronado,
dirá, llano y desierto,
que no es bien cierto el bien de un desdichado.
Por ti al pasto primero vez ninguna
vi volver a las redes la parida
que trajese las ubres con alforza.
Por ti, a pesar del hielo y de la luna,
la más flaca, primal y comalida
de cándido licor bañó la orza;
la nata como alcorza
caliente se cuajaba
y en la leche nadaba.
T ú el año seco en lluvias le trocaste,
y en flores los abrojos que pisaste.
Por ti fue rey el monte y la espesura;
mas como nos dejaste,
•dejónos el contento y la ventura.
Ya no saca mi honda al lobo fiero
el hurto de los dientes, ya no estampo
mis dichas en los olmos que solía,
ya no soy hombre, ni aun zagal entero,
ya te llamo en el monte, ya en el campo,
y otra voz me responde todo el día.
Si d ig o : — “ Elisa mía,
¿adonde está mi vida?” ,
de allá me dicen: — “ Ida.”
Yo en tanto mal, para vivir cobarde,
la muerte juzgo para luego tarde;
y así, mi Elisa, en tanto desconsuelo
no tengo bien que aguarde
sino sólo pedir mi muerte al cielo.
Oh maravilla octava de Filipo
mayor que la potencia de fortuna,
de mejor duración y más firmeza;
pues yo de vuestra gloria participo,
¿por qué vos no lloráis por la coluna
que os prestó gravedad y suma alteza?
Cayó mi fortaleza,
aquel templo divino
forzado a tierra vino,
y entre las armas, triunfos y banderas
perdiéronse las ricas vedr'feras;
y, puesto ya por tierra el noble fuerte,
poblé cadenas fieras,
desierta argolla que forjó la muerte.
Yo me era un pajarillo prisionero
que hice en monte ajeno el nido vano,
del azor en mis vegas perseguido;
mas asechado allá del pastor fiero
prendió con dura percha y cruda mano
de mi querida alondra el cuello y nido;
y yo, al caso venido,
la vi al lazo rendida,
en el surco tendida,
alrededor las plumas polvorosas,
fieras señales de la lucha odiosas,
cual deja el cierzo al olmo deshojado
o como están las rosas
que el niño pisa cuando está enojado.
Y así cual tierno infante que teniendo
en una mano el pan y en otra flores,
si le quitan las flores, impaciente,

231
de enojo, rabia y de coraje ardiendo,
con el mucho regalo y los amores.
arroja pan y flores juntamente;
tal de razón ausente
con gran razón me enojo
y mi salud arrojo;
la muerte un fiero intento resucita,
desnuda el crudo hierro, el brazo incita,
la cual presto será de mí creída;
que pues mi flor me quita,
no quiero yo el sustento que es la vida.
Mas no es posible, Elisa, que vivimos
en una voz, un cuerpo, un alma, un nudo,
pues no me llevas ni de mí te acuerdas.
Si dos templadas cuerdas siempre fuimos,
¿cómo es posible que la muerte pudo
tocarte sin tocar entrambas cuerdas?
Mas allá donde acuerdas
en temos más subidos
los signos no aprendidos,
si tal vez entre coros de almas santas
de dulces y clarísimas gargantas
alabanzas a Dios cantar quisieres,
canta por mí, si cantas,
que bien saben allá que mi voz eres.
Acaba de llevarme donde halle
aquellos ojos míos de mi vida,
y aquella vida mía de mis ojos,
aquellas iris, paz de nuestro valle,
aquel cabello donde amor se anida
y aquellas manos donde fui despojos;
no han de ser los enojos,
Elisa, tan de veras;
llévame a ti; ¿qué esperas?;
desátame estos nudos, baste agora,
desata por la vida que te adora,
pide que parta y suba sin tardanza,
pide, esposa y señora,
que un huésped nuevo cuanto pide alcanza.
Pide ya, Elisa, amor de mis amores,
que yo presto te vea, y no suspire

232
uno, sin noche, eterno y claro día;
que asidos por las manos entre flores,
firme y leda me mires y te mire
respirando en tu vista, y tú en la mía.
Oh ilustre mediodía
que naces de ti mismo
y te vido el abismo,
pues en tus paralelos nace el alba,
que al presidio del mundo rinde salva,
mientras mi día sale por tu cumbre,
sin lumbre quedo en Alba,
esperando la muerte que me alumbre.
Y tú, mi vida que por mí no vienes
por no ser a tus fuerzas más posible,
como yo de tu fe tengo creído;
aquellos tuyos mal logrados bienes
de esta cansada vida e insufrible
(que más muerte sin ti que vida ha sido)
ofrezco al mudo olvido:
un laurel y una lira
y una voz que suspira,
quedando en este tronco duro y pardo
escrito con la punta de este dardo,
porque haya troncos de mis males llenos:
“ Aquí acabó Belardo
que más amó, y gozó su gloria menos.”
A llí murió la voz con dulce calma
y se trocó el acento en un gemido
que la respiración le suspendía;
que como el gran dolor tocó en el alma
quedó la unión y fuerzas del sentido
sin el uso y acciones que solía.
Ya comenzaba el día,
y el aurora aliñosa
madrugaba en la rosa,
barriendo con escobas recamadas
las sombras perezosas y olvidadas.
Mas en cuanto descansa el triste amante
de las penas pasadas,
tú, Mecenas, espera que yo cante.
[T ex to según la edición de G. D iego en la revista A lfar, n .° 50,
mayo 1925.]

233
JO SÉ D E V A L D IV IE L S O
¿i 56o ?-i 638
201
LETRA A UNA ALMA PERDIDA

La malva morenica, y va,


la malva morena.
Por irte tras tus antojos,
alma, olvidas mis amores,
y pensando coger flores,
tienes de coger abrojos.
¡ Ay, morena de mis o jo s!
De ti, sin mí, ¿qué será?
La malva morenica, y va,
la malva morena.
Después que a verme no vienes,
estás tan marchita y lacia,
que sé que no tienes gracia
ni que cosa buena tienes:
vuelve a tus seguros bienes,
que con los que el mundo da,
la malva morenica, y va,
la malva morena.
Basta ya tanto desdén
pues ves que por tu amor muero,
el pecho abierto te espero,
a aqueste pecho te v e n :
yo sé que en él te irá bien,
que si te estás por allá,
la malva morenica, y va,
la malva morena.
Después, alma, que te fuiste,
diré, pues que me olvidaste,
que sin alma me dejaste,
pues sabes que mi alma fu iste:
vuelve al pecho que rompiste,
que como sin alma está,
la malva morenica, y va,
la malva morena.

234
202

LETRA AL NIÑO JESÚ S

E n t r a mayo y sale abril;


¡cuán garridico me le vi venir!
Hízose mayo encarnado
el Niño Jesús que adoro,
y entre el pelo rizo de oro,
de hermosas flores cercado.
Como un mayo enamorado,
al alma viene a servir;
¡cuán garridico me le vi venir!
Hecho ya un florido mayo,
por si su Esposa despierta,
quiere plantarse a su puerta
por dar vida a su desmayo;
estrecho le venía el sayo,
y en Belén se le hizo abrir;
¡cuán garridico me le vi venir!
Por servir a sus amores
ciñe sus sienes hermosas
de jazmines y de rosas,
que son de su amor colores;
mas, ¡ ay D ios!, que tras las flores,
espinas le han de salir:
¡cuán garridico me le vi venir!
Entra mayo y sale abril;
¡cuán garridico me le vi venir!
[Romancero espiritual, M adrid, 1880, págs. 105 y 227.]

PEDRO U Ñ A N DE R IA Z A
t 1607

203

Si el que es más desdichado alcanza muerte,


ninguno es con extremo desdichado;
que el tiempo libre le pondrá en estado
que no espere ni tema injusta suerte.

235
Todos viven penando si se advierte:
éste por no perder lo que ha ganado,
aquél porque jamás se vio premiado :
condición de la vida injusta y fuerte.
Tal suerte aumenta el bien, y tal le ataja,
a tal despojan porque tal posea,
sucede a gran pesar grande alegría.
Mas, ¡ a y !, que al fin les viene en la mortaja,
al que era triste, lo que más desea;
al que es alegre, lo que más temía.

204

TRONANDO las nubes negras,


y espesos los claros aires,
con remolinos y polvo
señalaban tempestades;
tinieblas cubren la tierra
sin que la noche llegase
y el sol se escondió, huyendo
de los relámpagos grandes.
Entre dos tajadas peñas
junto a un monte de arrayanes,
estaba Riselo solo
con sus cabras una tarde;
y antes que el pastor pudiera
recogerlas ni guardarse,
rompen las nubes sus senos
y disformes piedras caen.
“ — ¿Qué es esto, cielo? — decía— ;
"¿ ta n grande venganza cabe
"en vuestro pecho piadoso
"contra simples animales?
” Si yo soy el que pequé,
” mi ganado no lo pague;
” y si el mío lo merece,
” al que es ajeno dejadle.
” Mil fieras contrarias mías
"huyendo van a buscarme:
"que al hombre acuden los brutos
"en peligros semejantes.

236
"D ejad mi pobre cabrío,
"medrosas fieras, dejadme,
" y buscad quien os guarezca
"sin que el cielo os descalabre."
En esto pasó la nube,
mostrando por otra parte
el sol sus dorados rayos
y su divino semblante.
Alegre quedó Riselo
diciendo a su mal que aguarde
alguna mudanza de éstas,
a pesar de sus pesares.
[Rimas, Zaragoza, 1876, págs. 27 y 64.]

A N T O N IO D E M A L U E N D A
¿1 5 6 3 1 6 3 0 ?

205

LOS TRABAJOS DE LA VIDA

¡ T RABAJOS, peso dulce, don precioso


al que con humildad os sufre y lle va ;
toque de la virtud; ilustre prueba
del corazón constante y generoso!
¡ Saludable licor, néctar sabroso
que las fuerzas del ánimo renueva;
breve y seguro atajo; senda nueva
para llegar al reino del reposo !
¡ Dichoso el que os abraza y se sustenta
del fruto del honor y de la gloria
que entre vuestras espinas nace y crece!
¡ Mas ay de aquel, que, en ocio y vida exenta,
dejando al mundo infame su memoria,
sin beber de este cáliz envejece!

206

CULTO INMORTAL

BlEN como el can fiel que se. ha perdido,


solícito, continuo y anhelando,

237
va con torcidos pasos rastreando
el olor de su dueño conocido;
que aunque esté con halagos detenido
adonde le acogieron lisonjeando,
sintió apenas la voz del amo, cuando
sale a buscarle alegre y desvalido,
así mi corazón que, enajenado
de su bien, por industria o por engaño,
hasta ahora moró en poder ajeno,
en recibiendo del semblante amado
un rayo que destierra el desengaño,
adora el sol que enriqueció su seno.
[Algunas rimas castellanas, edic. de D . Juan Pérez de Guzm án, S evilla,
1892, págs. 42 y 83.]

DIEGO D E S IL V A Y M EN D O ZA , CO N D E D E S A L IN A S
1564-1630

207
D e tu muerte, que fue un breve suspiro,
¡ qué largo suspirar se ha comenzado!
Es cilicio en el alma mi cuidado
que le estrecha y aprieta cuanto miro.
Si hay vez en que esforzándome respiro,
más me ahoga un aliento procurado:
ni sé si trueco o si renuevo estado
cuando a escuchar el alma me retiro.
Cual gusano que va de sí tejiendo
su cárcel y su eterna sepultura,
así me enredo yo en mi pensamiento;
si es morir acabar de estar muriendo,
lo que nunca esperé de la ventura
esperaré del mal de un bien violento.

208

UNA, dos, tres estrellas, veinte, ciento,


mil, un millón, millares de millares;
¡ válgame Dios, que tienen mis pesares
su retrato en el alto firmamento!

238
Tú, Norte, siempre firme en un asiento,
a mi fe será bien que te compares;
tú, Bocina, con vueltas circulares,
y todas a un nivel, con mi tormento.
Las estrellas errantes son mis dichas,
las siempre fijas son los males míos,
los luceros los ojos que yo adoro,
las nubes, en su efecto, mis desdichas,
que lloviendo, crecer hacen los ríos,
como yo con las lágrimas que lloro.

209
N u n c a ofendí la fe con la esperanza;
vivo presente en olvidada ausencia;
después de eternidades de paciencia
no merezco quejarme de tardanza.
Soy sacrificio que arde en tu alabanza
(fuera morir no arder sin resistencia);
¡ oh puro amor, oh nueva quintaesencia!,
de infierno sacas bienaventuranza.
Cerca de visto y lejos de mirado,
ni de agravios me vi favorecido,
ni tu olvido alcanzó de qué olvidarse;
tu descuido encarece mi cuidado;
quererte más no puedo, ni he podido,
que esto es amarte y lo demás amarse.
[Poesías publicadas por L . Rosales en Escorial, núm. 47, año 1944, pá­
ginas 11 0 , n i y 112 .]

JU A N D E A RG U IJO
156 7-16 23

210
LA CONSTANCIA

AUNQUE en soberbias olas se revuelva


el mar, y conmovida en sus cimientos
gima la tierra, y los contrarios vientos
talen la cumbre en la robusta selva;

239
aunque la ciega confusión envuelva
en discordia mortal los elementos,
y con nuevas señales y portentos
la máquina estrellada se disuelva,
no desfallece ni se ve oprimido
del varón justo el ánimo constante,
que su mal como ajeno considera;
y en la m ayor adversidad sufrido,
la airada suerte con igual semblante
mira seguro y alentado espera.

211
NARCISO

C r e c e el insano amor, crece el engaño


del que en las aguas vio su imagen b e lla ;
y él, sola causa en su mortal querella,
busca el remedio y acrecienta el daño.
V u elve a ver en la fuente, caso extraño,
que della sale el fuego, mas en ella
templarlo piensa; y la enemiga estrella
sus ojos cierra al fácil desengaño.
Fallecieron las fuerzas y el sentido .
al ciego amante amado, que a su suerte
la belleza fatal cayó rendida.
Y ahora, en flor purpúrea convertido,
la agua, que fue principio de su muerte,
hace que crezca y prueba a darle vida.

212
A ARIÓN, MÚSICO

MIENTRAS llevado de un delfín piadoso


pasa A rion el mar, suspende el viento
y las aguas enfrena el blando acento
de la cítara y canto artificioso.
Las nereidas, dejando el espumoso
albergue, al dulce son de su instrumento
tejen en concertado movimiento
festivo coro en el teatro undoso.

240
Tetis, Nereo y Doris con espanto
oyeron su armonía; ni faltaste,
grande Neptuno, y tú, Glauco, saliste.
¡O h inmensa fuerza del suave canto!
Si la fiera codicia no amansaste,
aguas, vientos, delfín, dioses venciste.
[Textos de la B A E , vol. X X X II, págs. 392, 395 y 400.]

BERN A RD O D E B A L B U E N A
1568-1627

213
P erdido ando, señora, entre la gente
sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin v id a :
sin vos porque de mí no sois servida,
sin mí porque con vos no estoy presente;
sin ser porque del ser estando ausente
no hay cosa que del ser no me despida;
sin Dios porque mi alma a Dios olvida
por contemplar en vos continuamente;
sin vida porque ausente de su alma
nadie vive, y si ya no estoy difunto
es en fe de esperar vuestra venida.
¡ Oh bellos ojos, luz preciosa y alma,
vuelve a mirarme, volveréisme al punto
a vos, a mí, mi ser, mi Dios, mi vida!
[Siglo de oro en las selvas de Eríjile, Mrsdrid, 18 21, pág. 97.]

FRA N C ISC O D E M ED RAN O


1570-1607

214

al tiempo tomar de ti, señora,


VERÉ
por mí venganza, hurtando tu hermosura;
veré el cabello vuelto en nieve pura,
que el arte y juventud encrespa y dora.

241

F. LÍRICA, I. — 16
Y en vez de rosas, con que tiñe ahora
tus mejillas la edad, ¡ a y !, mal segura
lilios sucederán en la madura,
que el pesar quiten y la envidia a Flora.
Mas cuando a tu belleza el tiempo ciego
los filos embotare, y el aliento
a tu boca hurtare soberana,
bullir verás mi herida, arder el fuego :
que ni muere la llama, calmo el viento,
ni la herida, embotado el hierro, sana.

215

N o sé cómo ni cuándo ni qué cosa


sentí que me llenaba de dulzura;
sé que llegó a mis brazos la hermosura,
de gozarse conmigo cudiciosa;
sé que llegó, si bien con temerosa
vista resistí apena su figura;
luego pasmé como el que en noche oscura,
perdido el tino, el pie mover no osa.
Siguió un gran gozo a aqueste pasmo o sueño
— no sé cuándo ni cómo ni qué ha sido—
que lo sensible todo puso en calma.
Ignorarlo es saber: que es bien pequeño
el que puede abarcar solo el sentido,
y éste pudo caber en sola el alma.

216
Qu ien te dice que ausencia causa olvido
mal supo amar, porque si amar supiera,
¿qué la ausencia?, la muerte nunca hubiera
las mientes de su amor adormecido.
¿Podrá olvidar su llaga un corzo herido
del acertado hierro, cuando quiera
huir medroso, con veloz carrera,
las manos que la flecha han despedido?
Herida es el amor tan penetrante
que llega al alma, y tuya fue la flecha
de quien la mía dichosa fue herida.

242
No temas, pues, en verme así distante, '
que la herida, Amarili, una vez hecha,
siempre, siempre y doquiera será herida.

217

A DON ALONSO DE SANTILLÁN, QUE VOLVÍA DE LAS INDIAS

¡ O h mil veces conmigo reducido


al postrer punto de la vida odioso! '
¿C u ál astro poderoso
hoy te ha restituido
a tu suelo dichoso,
Santiso, la mitad del alma mía?
Contigo alegremente los ardores
de los soles mayores,
contigo no sentía
del cierzo los rigores.
Ambos del mar huimos proceloso
la saña; a mí por medio del cerrado
peligro mi buen hado
alegre y victorioso
a puerto me ha sacado;
a ti segunda vez, mal advertido,
la resaca sorbió del mar hambriento, 1
y al arbitrio del viento •
y al caso permitido
te viste, y sin aliento.
Cumple tu voto, y grato al cielo santo,
con lágrimas gozosas ya el sereno :
rostro baña y el seno;
que yo, Santiso, al tanto,
te espero en Mirarbueno.
¡ Oh, fuese a mi vejez firme reposo
este lugar! De mis navegaciones
y peregrinaciones,
¡ oh término dichoso %
fuese, y de mis pasiones!
Este rincón, de todos los del suelo •
me place más, do brota la primera
y la rosa postrera;

243
do siempre es uno el cielo,
do siempre es primavera.
Este a la mesa espléndida conmigo
y al brindis te convida. ¡ Oh cuerdo exceso!
Dulce me es ser travieso,
cobrado un tal amigo,
dulce perder el seso.
[Remedios de Am or de Don Pedro Venegas de Saavedra, con otras
diversas rimas de Don Francisco de Medrano, Palermo, 16 17, pági­
nas 116 , 140, 159, 168.]

RODRIGO CARO
15 73-16 4 7

218
CANCIÓN

E S T O S , Fabio, ¡a y dolor!, que ves ahora


campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa.
A quí de Cipión la vencedora
colonia fue. Por tierra derribado
yace el temido honor de la espantosa
muralla y lastimosa
reliquia es solamente.
De su invencible gente
sólo quedan memorias funerales,
donde erraron ya sombras de alto ejemplo.
Este llano fue plaza, allí fue tem plo;
de todo apenas quedan las señales.
Del gimnasio y las termas regaladas
leves vuelan cenizas desdichadas.
Las torres que desprecio al aire fueron
a su gran pesadumbre se rindieron.
Este despedazado anfiteatro,
ímpio honor de los dioses, cuya afrenta
publica el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡ oh fábula del tiem po!, representa
cuánta fue su grandeza y es su estrago.

244
¿Cómo en el cerco vago
de su desierta arena
el gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues fieras hay, está el desnudo
luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte?
Todo despareció: cambió la suerte
voces alegres en silencio m udo;
mas aun el tiempo da en estos despojos
espectáculos fieros a los ojos,
y miran tan confusos lo presente,
que voces de dolor el alma siente.
Aquí nació aquel rayo de la guerra,
gran padre de la patria, honor de España,
pío, felice, triunfador Trajano,
ante quien muda se prostró la tierra
que ve del Sol la cuna, y la que baña
el mar también vencido gaditano.
A quí de Elio Adriano,
de Teodosio divino,
de Silio peregrino
rodaron de marfil y oro las cunas.
Aquí ya de laurel, ya de jazmines
coronados los vieron los jardines
que ahora son zarzales y lagunas.
La casa para el César fabricada ,
¡ a y ! yace de lagartos vil morada.
Casas, jardines, césares murieron,
y aun las piedras que de ellos se escribieron.
Fabio, si tú no lloras, pon atenta
la vista en luengas calles destruidas,
mira mármoles y arcos destrozados,
mira estatuas soberbias, que violenta
Némesis derribó, yacer tendidas,
y ya en alto silencio sepultados ■
sus dueños celebrados.
Así a Troya figuro,
así a su antiguo muro, ,
y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas,
¡ oh patria de los dioses y los reyes!
Y a ti, a quien no valieron justas leyes,
fábrica de Minerva, sabia Atenas,

245
emulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades,
que no os respetó el hado, no la muerte,
¡ a y ! , ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.
Mas, ¿para qué la mente se derrama
en buscar al dolor nuevo argumento?
Basta ejemplo menor, basta el presente.
Que aun se ve el humo aquí, aun se ve la llama,
aun se oyen llantos hoy, hoy ronco acento.
Tal genio o religión fuerza la mente
de la vecina gente
que refiere admirada
que en la noche callada
una voz triste se oye que llorando
“ Cayó Itálica” , d ice: y lastimosa
Eco reclama “ Itálica” en la hojosa
selva que se le opone, resonando
“ Itálica” , y el caro nombre oído
de Itálica, renuevan el gemido
mil sombras nobles en su gran rüina.
¡T an to aun la plebe a sentimiento inclina!
Esta corta piedad que, agradecido
huésped, a tus sagrados manes debo,
Ies dó y consagro, Itálica famosa.
T ú (si lloroso den han admitido
las ingratas cenizas de que llevo
dulce noticia asaz, si lastimosa)
permíteme, piadosa
usura a tierno llanto,
que vea el cuerpo santo
de Geroncio, tu mártir y prelado.
Muestra de su sepulcro algunas señas
y cavaré con lágrimas las peñas
que ocultan su sarcófago sagrado.
Pero mal pido el único consuelo
de todo el bien que airado quitó el cielo.
Goza en las tuyas sus reliquias bellas
para invidia del mundo y las estrellas.

[Poetas de los siglos X V I y X V II, selecc. de P. Blanco Suárez, Madrid,


1933, pág. 297, aunque modifico la puntuación.]

246
FR A N C ISC O D E BO RJA, PR ÍN C IPE D E E SQ U ILA C H E
1577-16 58

219
A mé una peña; en una helada sierra
puso el amor mi pensamiento loco;
hielo y rigor es cuanto miro y toco,
perpetua confusión, celosa guerra.
Decir no puedo que engañado yerra
quien ama mucho, quien espera poco;
pues yo, forzado de mi amor, provoco
al mismo engaño que mi pecho encierra.
Llorando vivo los cansados días,
del breve sueño las prolijas horas,
de un loco amor los peligrosos años.
No da remedio el tiempo a mis porfías,
que viven de mi seso vencedoras,
llorando enojos y pidiendo engaños.

220
T an dormido pasa el T ajo
entre unos álamos verdes,
que ni los troncos le escuchan,
ni las arenas le sienten.
En su silencio y descanso
los ruiseñores alegres
a voces le están diciendo
que, pues sale el sol, despierte.
En los juncos de su orilla •
daba la dulce corriente,
si no de que está despierta,
señales de que se mueve.
Hasta llegar a Toledo,
no es posible que recuerde;
que sólo despiertan peñas
a quien sobre arenas duerme.
Junto a un peñasco en que forma
el sol en su orilla siempre,
al nacer, sombra en las aguas,

247
y en los campos, al ponerse,
estaba el pastor Lisardo
con las ovejas que tiene,
que por ver la cara al sol
ni juegan, pacen, ni beben,
y templando el instrumento,
que no fue poco el tenerle,
dijo a las aguas del T ajo,
a quien cantó tantas v e c e s:
“ Cristales del Tajo,
” que dormís al son
” del risueño viento,
"d e su alegre voz,
” despertad, que os llaman
” las aves y el sol.
” Aguas cristalinas
” que bajáis de Cuenca
” a regar los campos
” y a dejar las sierras,
” si en vuestras riberas
” no os despierto yo,
” despertad, que os llaman
” las aves y el sol.”
[Las obras en verso, Am beres,. 1654, págs. 58 y 400.]

L U IS M A R T ÍN D E L A P L A Z A
15 77 -16 2 5

221

N e r e id a s , que con manos de esmeraldas,


para sangrarle las ocultas venas,
de perlas, nácar y corales llenas,
azotáis de N eptuno las espaldas;
y ceñidas las frentes con guirnaldas,
sobre azules delfines y ballenas
oro puro cernéis de las arenas,
y lo guardáis en las mojadas fald as;
decidme, así de nuestro alegre coro
no os aparte aquel dios que en Eolia mora

248
y con valiente soplo os hace agravios,
¿halláis corales, perlas, nácar, oro,
tal como yo lo hallo en mi señora
en cabellos, en frente, en boca, en labios?

222
V eo , señora, al son de mi instrumento,
cuando entona mi voz tu nombre santo,
parar los ríos a escuchar mi canto,
correr los montes, y callar el viento:
y luego si publico mi tormento,
huir los ríos con temor y espanto,
y ser los montes sordos a mi llanto,
y el viento murmurar del triste acento.
Y es porque haces sus arenas de oro,
traes a los montes un verano eterno,
y das olor al viento que te toca.
Yo deshago, llorando, su tesoro,
traigo a los montes un helado ivierno,
y doy al viento el fuego de mi boca.
[De la Primera Parte de las Flores de poetas ilustres, ed. de Quirós y
Rodríguez Marín, Sevilla, 1896, págs. 208 y 227.]

PEDRO ESPIN O SA
1578 -16 50

223

A LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

E n turquesadas nubes y celajes


están en los alcázares empirios,
con blancas hachas y con blancos cirios,
del sacro Dios los soberanos pajes;
humean de mil suertes y linajes,
entre amaranto y plateados lirios,
enciensos indios y pebetes sirios,
sobre alfombras de lazos y follajes.
Por manto el sol, la luna por chapines,
llegó la Virgen a la empírea sala,

249
visita que esperaba el Cielo tanto.
Echáronse a sus pies los serafines,
cantáronle los ángeles la gala,
y sentóla a su lado el Verbo santo.

224

A LA NAVEGACIÓN DE SAN RAIMUNDO

T iran yeguas de nieve


el carro de cambiante argentería
sobre que viene el día
con rubias trenzas, de quien perlas llueve;
la alcatifa sembrada de diamantes
se borda y se matiza
de génuli, carmín y azul ceniza,
cuando de sus alcobas,
cerúleas, espumantes,
sale Neptuno horrendo,
quitando de la frente el musgo y ovas,
alborotado con el sordo estruendo
que hacen los tritones,
que en tomo van de un manto
que el agua corta, que sustenta un santo;
y recostado en el azul tridente,
con arrugada frente,
mira el barco veloz que va volando,
sus erizadas ondas despreciando.
De claridades bellas
vido pintada y rica la canoa;
que la luna era proa,
la popa el sol, y lo demás estrellas;
y, viendo aquesta maravilla santa,
bebe el delgado viento
y a un caracol torcido le da aliento
y en el profundo estrecho,
oyendo furia tanta,
Doris, con miedo helado,
los azules hijuelos llegó al pecho;
aparecieron sobre el mar salado
los escamosos dioses,
a quien Neptuno pide

250
apriesa el carro que las ondas m ide;
encima sube, a los caballos grita
y a volar los incita,
hasta que al venerable santo llega,
y con espuma los tritones ciega.
Parece el mar que bulle
brocado azul, de plata la entretela;
por donde el carro vuela,
que, por más gala, a veces se zabulle;
de nácares cubiertas las espaldas
relumbra el dios que rige
fieros caballos de color de acije,
que con las ondas chocan,
del cual, entre esmeraldas
y sanguinos corales,
los cabellos al pecho helado tocan,
de quien manan clarísimos cristales,
y sobre el carro verde,
un caudaloso río
de las barbas preñadas de rocío;
y los que deste triunfo allí se admiran
también del viejo miran
que las canas, por más ornato, aforra
de una arrugada concha en vez de gorra.
Arrojan los delfines
por las narices blanca espuma en arco
sobre el profundo charco,
y, destilando de las verdes crines
aljófar, las nereidas asomaron
y las dulces sirenas
sobre pintadas conchas de ballenas;
Tritón, Forco y Proteo
delante se mostraron,
cuando salió rigiendo
un caballo marino el dios Nereo,
que con hendido pie va el mar hendiendo.
La escuadra de las ninfas
ligera en tomo zarpa,
midiendo acentos en discante y arpa;
y tú, Raimundo, sobre el pobre manto,
miras la fiesta, en tanto,

251
que hace a tu santísima persona
el turquesado mar de Barcelona.
Con ligera pujanza
el Rey te sigue, y con hinchadas velas,
en tanto que tú vuelas,
venciendo tu barquillo su esperanza;
tómase cana espuma el mar cerúleo;
los remeros que bogan
del movimiento del batir se ahogan;
abriendo cuevas hondas,
con movimiento hercúleo,
herrados espolones
rompen las crespas y sonantes ondas;
tiemblan con los furiosos empellones
las galeras de abeto;
los forzados, remando.
arroyos de sudor iban sudando,
y el Rey entiende que un lugar no pasa;
en cólera se abrasa,
y, arrebatado de un dolor interno,
vierte el coraje por el rostro tierno.
Mas tú, tomando tierra,
y religiosa admiración la orilla,
sacudes la barquilla
que te libró de la tormenta y guerra,
y así la cuelgas en sagrado templo
como cuando, devoto,
la tabla al templo consagró el piloto.
Los hombres que miraron
el caso sin ejemplo,
siguiéndote infinitos,
en. confusos tropeles te cercaron,
hiriendo las estrellas con los gritos;
mas tú, ¡ oh padre Raimundo!,
del tropel te adelantas
con rostro humilde y sosegadas plantas,
y, en tu celda encerrado,
del Rey lloras y gimes el pecado;
el cual, tomando puerto apriesa apriesa,
se arrepiente, te busca y se confiesa.

252
Canción, que, navegando,
vas tras de San Raimundo,
con el favor de don Andrés de Córdoba,
no al ábrego bramando
ni al piélago profundo
tem as: porque la virgen Panopea
te ha prometido cierto
buen tiempo, mar tranquilo, dulce puerto.

225
P SALMO

PREGONA el firmamento
las obras de tus manos,
y en mí escribiste un libro de tu ciencia;
tierra, mar, fuego, viento
publican tu potencia,
y todo cuanto veo
me dice que te ame
y que en tu amor me inflame;
mas mayor que mi amor es mi deseo.
Mejor que yo, Dios mío, lo conoces;
sordo estoy a las voces
que me dan tus sagradas maravillas
llamándome, Señor, a tus amores:
¿quién te enseñó, mi Dios, a hacer flores
y en una hoja de entretalles llena
bordar lazos con cuatro o seis labores?
¿Quién te enseñó el perfil de la azucena,
o quién la rosa coronada de oro,
reina de los olores,
y el hermoso deccíro
que guardan los claveles,
reyes de los colores,
sobre el botón tendiendo su belleza?
¿D e qué son tus pinceles,
que pintan con tan diestra sutileza
las venas de los lirios?
La luna y sol, sin resplandor segundo,
ojos del cielo, lámparas del mundo,
¿de dónde los sacaste,

253
y los que el cielo adornan por engaste
albos diamantes trémulos?
¿ Y el que buscando el centro tiene fuego
claro desasosiego?
¿ Y el agua, que, con paso medio humano,
busca a los hombres, murmurando en vano
que 1’alma se le iguale en floja y fría?
¿ Y el que, animoso, al mar lo vuelve cano,
no por la edad, por pleitos y porfía,
viento hinchado que tormentas cría?
Y ¿sobre qué pusiste
la inmensa madre tierra,
que embraza montes, que provincias viste,
que los mares encierra
y con armas de arena los resiste?
¡ Oh altísimo Señor que me hiciste!
No pasaré adelante:
tu poder mismo tus hazañas cante:
que, si bien las mirara,
sabiamente debiera de estar loco,
atónito y pasmado desto poco.
¡ A y ! tu olor me recrea,
sáname tu memoria,
mas no me hartaré hasta que vea,
¡o h Señor!, tu presencia, que es mi gloria.
¿En dónde estás, en dónde estás, mi vida?
¿Dónde te hallaré? ¿Dónde te escondes?
Ven, Señor, que mi alma
de amor está perdida,
y T ú no le respondes;
desfallece de amor y dice a gritos:
“ ¿Dónde le hallaré, que no le veo,
a Aquel, a Aquel hermoso que deseo?”
Oigo tu voz y cobro nuevo aliento;
mas como no te hallo,
derramo mis querellas por el viento.
¡ Oh am or! ¡ Oh Jesús m ío !
¡O h vida m ía!, recibid mi alma,
que herida de amores os la envío,

254
envuelta en su querella.
¡ Allá, Señor, os avenid con ella!
[Obras, colecc. y anot. por F . Rodríguez M arín, M adrid, 1909, págs. 20,
22-25 y 60-62.]

F R A Y H O R T EN SIO F É L IX PA R A V IC IN O
1580-1633

226
A UNOS OJOS NEGROS

H er m o so s negros ojos,
blanco de un hombre que os ofrece en suma
a sí todo en despojos,
lenguas me quiero hacer con esta pluma,
y sea yo tan dichoso
que ojos se haga vuestro dueño hermoso.
Oh queridas estrellas,
que entre los velos de la noche negra,
con turbadas centellas,
entretenéis la luz que al mundo alegra,
por tomar a porfía
de la noche el color, la luz del día.
Espejos relevados,
que guarneció el amor de ébano puro,
sosegad mis cuidados,
que apenas de las niñas me aseguro,
si el cielo los ha hecho
los ojos de cristal, de roca el pecho.
Mares de vidrio o hielo,
donde ojalá mi alma un siglo bogue,
de negro os cubrió el cielo,
por hacer de lo negro, como azogue,
espaldas a los lejos
y mirarse en vosotros como espejos.
Cargue el indio un tesoro
de diamantes mayores unos que otro?
el chino cargue de oro,
de perlas, esmeraldas, mas vosotros,
como tan peregrinos,

255
de azabache os cargáis, ojos divinos.
¡A y o jo s!, que sois hojas,
aunque negras, de temple toledano,
que en sangre de almas rojas,
muerto dejáis el cuerpo, extraña mano,
terrible golpe y fuerte,
que con espada negra dais la muerte.
Son vuestros filos tales,
que entre negras cautelas los admiro,
obráis, sí, dulces males,
como enemigo al fin hacéis el tiro,
por encubrir la espada
tiráis con vaina y todo la estocada.
Ojos, el que no os ama,
quédese en blanco, pues lo negro deja,
que yo en mi ardiente llama
ni pido libertad, ni tengo queja;
pues por tal hermosura
pido al amor me dé negra ventura.

[Obras postum as, divinas y hum anas, A lcalá, 1650, pág. 77.]

FR A N C ISC O LÓ PEZ D E Z A R A T E
1580-1658

227

DESPUÉS DE UNA GRANDE ENFERMEDAD EN SU MAYOR EDAD

¡ U n año más, Señor, con tanto día,


y con minuto tanto, tanto, tanto!
I Y en risa tan continua, siendo el llanto
lo que incesablemente se os debía!
¡ Perdidos lustros! Y la escarcha fría
(como ya en tiempo) ocupa sin espanto
la cabeza y el rostro, y el quebranto
desune partes que el vigor unía.
¡ Casi al último polvo reducido,
donde no habrá más paso, aunque la fama
lo pretenda en pirámide o coloso!

256
¿T an ya sin mí, que estoy de mí olvidado?
¿T an ya no yo, que soy quien más me infama?
Mostrad en mí el poder de lo piadoso.

. 228
DESENGAÑO EN LO FRÁGIL DE LA HERMOSURA

PUES que se muere con haber nacido,


siendo el ser tan a riesgo de la vida,
que el minuto menor es homicida,
de que el mejor cristal queda sentido,
mira que el golpe, en polvo ya escondido,
y la luz con el polvo tan unida,
se halla más sepultada que encendida,
pues lo más della muere, habiendo sido.
Si es tu defensa nada, ¡ oh vidro le v e !,
tan de acaso tu luz para apagada,
que no admite esperanza por lo breve;
si la más cierta vida es la pasada,
de la presente, ¿quién fiar se atreve?
¿Quién a más, si, aun gozándola, es soñada?
[Obras varias, ed. de J. Sim ón Díaz, vol. II, M adrid, 1947, pági-
ñas 53 y 88.]

A N Ó N I M O

229
A CRISTO CRUCIFICADO

N o me mueve, mi Dios, para quererte


el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
T ú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido ;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

257

F . L ÍR IC A , I. — 1 7
No tienes que me dar porque te quiera;
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
[T exto de Poetas novo'hispanos, de A . M éndez Planearte, vol. I, M é'
xico, 1942, pág. 139 .]

FRA N C ISC O D E Q U EV ED O Y V IL L E G A S
1580-1645
230
REPRESÉNTASE LA BREVEDAD DE LO QUE SE VIVE Y CUÁN NADA
PARECE LO QUE SE VIVIÓ

“ ¡ A h de la v id a !” ... ¿Nadie me responde?


¡ Aquí de los antaños que he v ivid o !
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las horas, mi locura las esconde.
¡ Que sin poder saber cómo ni adonde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fu e ; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

231

SIGNIFÍCASE LA PROPIA BREVEDAD DE LA VIDA SIN PENSAR


Y CON PADECER, SALTEADA DE LA MUERTE

¡ F u e sueño a y e r; mañana será tie rra!


¡ Poco antes, nada; y poco después, hum o!
¡ Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sum o;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

258
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento, .
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.

232
CONOCE LA DILIGENCIA CON QUE SE ACERCA LA MUERTE Y PRO­
CURA CONOCER TAMBIÉN LA CONVENIENCIA DE SUVENIDA,
Y APROVECHARSE DE ESE CONOCIMIENTO
Y a formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer d ía;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar piadosa viene
espíritu en miserias anudado?
Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.

233
DESCUIDO DEL DIVERTIDO VIVIR A QUIEN LA MUERTE
LLEGA IMPENSADA
V iv ir es caminar breve jom ada,
y muerte v iv a es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil -cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada.
Nada, que, siendo, es poco, y será nada
en poco tiempo, que ambiciosa olvida;
pues, de la vanidad mal persuadida,
anhela duración, tierra animada.
Llevada de engañoso pensamiento
y de esperanza burladora y ciega,
tropezará en el mismo monumento.

259
Como el que, divertido, el mar navega,
y, sin moverse, vuela con el viento,
y antes que piense en acercarse, llega.

234

M iré los muros de la patria mía,


si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

235
T odo tras sí lo lleva el año breve
de la vida mortal, burlando el brío
al acero valiente, al mármol frío,
que contra el Tiem po su dureza atreve.
Antes que sepa andar el pie, se mueve
camino de la muerte, donde envío
mi vida oscura: pobre y turbio río
que negro mar con altas ondas bebe.
Todo corto momento es paso largo
que doy, a mi pesar, en tal jornada,
pues, parado y durmiendo, siempre aguijo.
Breve suspiro, y último, y amargo,
es la muerte, forzosa y heredada:
mas si es ley y no pena, ¿qué me aflijo?

236

A FUGITIVAS sombras doy abrazos;


en los sueños se cansa el alma m ía;

260
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos m íos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y, como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.

237

D ejad que a voces diga el bien que pierdo,


si con mi llanto a lástima os provoco;
y permitidme hacer cosas de loco,
que parezco muy mal, amante y cuerdo.
La red que rompo y la prisión que muerdo,
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si per mi mal de lo que fui me acuerdo.
Óiganme todos; consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin premio viví, sin juicio muera.
De gritar solamente quiero hartarme;
sepa de mí a lo menos esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.

238

COMUNICACIÓN DE AMOR INVISIBLE POR LOS OJOS

Si mis párpados, Lisi, labios fueran,


besos fueran los rayos visuales
de mis ojos, que al soi miran caudales
águilas, y besaran más que vieran.
Tus bellezas, hidrópicos, bebieran,
y cristales, sedientos de cristales;
de luces y de incendios celestiales,
alimentando su morir, vivieran.

261
De invisible comercio mantenidos,
y desnudos de cuerpo los favores,
gozaran mis potencias y sentidos;
mudos se requebraran los ardores;
pudieran apartados verse unidos,
y en público, secretos los amores.

239
AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
C e r r a r podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido;
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

240
A UN HIPÓCRITA DE PERENNE VALENTÍA
Su colerilla tiene cualquier mosca;
sombra, aunque poca, hace cualquier pelo;
rápesele del casco y del cerbelo,
que teme nadie catadura hosca.
La vista arisca y la palabra tosca;
rebosando la faz libros del duelo,
y por mostachos de un vencejo el vu elo;
ceja serpiente, que al mirar se enrosca.
Todos son trastos de batalla andante
u de epidemia, que discurre aprisa,
muertos atrás y muertos adelante.
Si el demonio tan mal su bulto guisa,
el moharrache advierta, mendicante,
que pretende dar miedo y que da risa.

262
241

VARIOS LINAJES DE CALVAS

“ M a d r e s , las que tenéis hijas,


ansí Dios os dé ventura,
que no se las deis a calvos,
sino a gente de pelusa.
"Escarmentad en mí todas;
que me casaron a zurdas
con un capón de cabeza,
desbarbado hasta la nuca.
"Antes que calvicasadas
es mejor verlas difuntas:
que un lampiño de mollera
es una vejiga lucia.
"Pues que si cincha la calva
con las melenas que anuda,
descubrirá con el viento,
de trecho a trecho, pechugas.
"H a y calvas sacerdotales,
y de estas calvas hay muchas,
que, en figura de coronas,
vuelven los maridos curas.
"Calvas jerónimas hay
como las sillas de rú a :
cerco delgado y redondo;
los demás, plaza y tonsura.
"H a y calvas asentadoras,
y habían los que las usan
de traerlas con greguescos, .
por tapar cosa tan sucia.
"Calvillas hay vergonzantes,
como descalabraduras;
pero yo llamo calvarios
a las montosas y agudas.
"H a y calvatruenos también,
donde está la barahúnda
de nudos y de lazadas,
de trenzas y de costuras.
"H a y calvas de mapamundi,
que con mil líneas se cruzan,

263
con zonas y paralelos
de carreras que las surcan.
” H ay aprendices de calvos,
que el cabello se rebujan,
y, por tapar el melón,
representan una furia.
” Yo he visto una calva rasa,
que dándola el sol, relumbra,
calavera de espejuelo,
vidriado de las tumbas.
"Marido de pie de cruz
con una muchacha rubia,
¿qué engendrará, si se casa,
sino un racimo de Judas?**
En esto, huyendo de un calvo,
entró una moza de Asturias,
de las que dicen que olvidan
los cogotes en la cuna;
y a voces desesperadas,
maldiciendo su ventura,
dijo de aquesta manera,
cariharta y cejijunta :
“ Calvos van los hombres, madre,
calvos van;
mas ellos cabellerán.
"Cabéllense en hora buena,
pues como del brazo ha sido
siempre la manga el vestido,
hoy del casco, aunque sea ajena,
es bien lo sea la melena,
y que ande también galán.
Calvos van los hombres, madre,
calvos van;
mas ellos cabellerán.
Quién hay que pueda creello
que haya por naturaleza
heréticos de cabeza,
calvinistas de cabello?
Los que se atreven a sello,
¿a qué no se atreverán?
Calvos van los hombres, madre,

264
calvos van;
mas ellos cabellerán.
"Cuando hubo españoles finos,
menos dulces y más crudos,
eran los hombres lanudos;
ya son como perros chinos.
Zamarro fue Montesinos,
el Cid, Bernardo y Roldán.
Calvos van los hombres, madre,
calvos van;
mas ellos cabellerán.
” Si a los hombres los queremos
para pelarlos acá
y pelados vienen ya,
si no hay que pelar, ¿qué haremos?
Antes morir que encalvemos:
alerta, hijas de Adán.
Calvos van los hombres, madre,
calvos van;
mas ellos cabellerán.”

[T exto s según mi edic. de la Poesía original, Barcelona, 1963, núms. 2,


3, 8, 1 1 , 29, 30, 355, 359, 447, 4 7 1, 586 y 7 17 .]

JU A N D E T A S IS, CO N D E D E V IL L A M E D IA N A
1582-16 22

242

SILEN CIO ,en tu sepulcro deposito


ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado y en la arena escrito.
Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy [no] más que a la razón me allano,
y al tiempo le daré cuanto me quito.
Limitaré deseos y esperanzas,
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondré breves a mi vida,
para que no me venzan acechanzas

265
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida hüida.

243
U n mal m e sigue y otro no me d e ja ;
si callo, no me sufro a mí conmigo,
y si pruebo a quejarme, cuanto digo
nuevo peligro es y culpa vieja.
Ya la noticia cumple, pues se aleja,
mas la distante voz de un enemigo
despierta las ofensas y el castigo,
y la razón sepulta de mi queja.
¿Qué haremos, pues, sino morir callando,
hasta que la fortuna desagravie
razón tan muerta, sinrazón tan viva? .
Los preceptos inicuos tolerando
del tiempo, que aunque muera, que aunque rabie,
la voz no hable ni la pluma escriba.

244
D e b e tan poco al tiempo el que ha nacido
en la estéril región de nuestros años,
que premiada la culpa y los engaños,
el mérito se encoge escarnecido.
Ser un inútil anhelar perdido
y natural remedio a los extraños,
avisar las ofensas con los daños
y haber de agradecer el ofendido...
Máquina de ambición, aplausos de ira,
donde sólo es verdad el justo miedo
del que percibe el daño y se retira.
Violenta adulación, mañoso enredo
en fe violada han puesto a la mentira
fuerza de ley y sombra de denuedo.

245
A ndo tan altamente que no alcanza
al sujeto la v ista ; sólo verse
puede por fe, y por fe comprehenderse,
aquella excelsa luz sin semejanza.

266
N i un átomo de sombra de esperanza
a mi suerte jamás pudo atreverse;
antes llegó mi amor a prometerse
en vivo fuego bienaventuranza.
Que sólo lo inmortal respeta y ama,
nunca por lo posible se enajena,
como no aspira a causa transitoria;
antes, si en la pureza de la llama
es la gloria lo acerbo de la pena,
no ha de poder faltarme en pena gloria.
[Obras, M adrid, 16 35, págs. 95, 10 1, 103 y 107.]

246
AL ALGUACIL DE CORTE PEDRO VERGEL

L a llave del toril, por ser más diestro,


dieron al buen Vergel, y por cercano
deudo de los que tiene so su mano,
pues le tiene esta villa por cabestro.
Aunque en esto de cuernos es maestro
y de la facultad es el decano,
un torillo, enemigo de su hermano,
al suelo le arrojó con fin siniestro.
Pero como jamás hombres han visto
un cuerno de otro cuerno horadado,
y Vergel con los toros es bienquisto,
aunque esta vez le vieron apretado,
sano y salvo salió, gracias a Cristo:
que Vergel contra cuernos es hadado.

247
. POR maldecir lo que soy
me acuerdo de lo que fui,
perdido dentro de mí
como en un desierto estoy.
En los cuidados de ausencia
para jamás salir entro,
y el dolor busca su centro:
encuéntrale en mi paciencia.

267
N o tiene mi pensamiento
alivio en tan gran extremo,
muriendo de cuanto temo
y huyendo de cuanto siento.
Todas las razones niego
y sin razón ni distinto
me meto en un laberinto,
ciego, y guiado de un ciego.
Y cuanto más voy entrando
de todo tanto más pierdo;
nunca penas hacen cuerdo
al que enloqueció penando.
Lleno de contradicciones,
por caminos diferentes,
muero en los inconvenientes
y ando a buscar las razones.
Por el mal de más mudanzas,
cercado de sobresaltos,
voy en pensamientos altos
en mi fe sin esperanzas.
Con tanta fortuna lucho
en este paso tan agro,
que será escapar milagro
según el peligro es mucho.
V oy de cuidado en cuidado
llegando al mayor extremo :
desespero cuanto tem o;
deseo desesperado.
De remedio desconfío;
más temo cuanto más siento,
pues como dichoso intento
y desdichado porfío.
Contar mi mal desde acá
tengo por tiempo perdido;
pues desde allá no fue oído,
de acá ¿cómo lo será?
La tierra, el agua y el viento
y el fuego mi mal ordenan,
y aunque juntos me condenan,
me salva mi pensamiento.

268
Mi pecho, del fuego esfera,
da al viento quejas que lleve;
agua de mis ojos llueve;
la tierra presto me espera.
Traigan el tiempo y fortuna
a cuidados más cuidados,
verán los tiempos mudados
siempre mi voluntad una.
Ayuden a perseguirme
el tiempo, el lugar y el modo
hasta que se mude todo
con quien muere de ser firme.
Todo al fin se podrá ver
y todo se m udará; ■
lo que jamás se verá
es dejaros de querer.

[De la A ntología poética de L . R ., M adrid, 1944, págs. 14 1 y 3 17 .]

L U IS CA R R ILLO Y SO TO M AYO R
¿i 585? ' i 6i o
248
A LA ALTEZA DEL PENSAMIENTO, Y SU CONSUELO

P u e s servís a un perdido, y tan perdidos,


dejadme, pensamientos desdichados.
Basten los pasos por mi mal andados,
basten los pasos por mi mal perdidos.
¿Qué, osados, me queréis? ¿A dó, atrevidos,
montes altos ponéis de mis cuidados?
Mirad vuestros iguales fulminados,
mirad los robles, de su piel vestidos.
Dan vida a mi mediano pensamiento
el ver un pino y una fuente clara,
en esta soledad que el alma adora:
el árbol tiembla al proceloso viento,
corrida el agua, de humildad, no para;
que el alto teme y el humilde llora.

269
249

A UN OLMO, CONSOLANDO SU MAL

E nojo un tiempo fue tu cuello alzado,


a la patria del Euro proceloso:
era tu verde tronco y cuello hojoso,
dosel al ancho Betis, sombra al prado.
Ya que la edad te humilla, derribado,
gimes del tiempo agravios; ya, lloroso,
tu ausencia llora el río caudaloso,
tu falta siente y llora el verde prado.
Envidia al alto cielo fue tu altura:
cual tú me abraza el suelo, derribado,
imagen tuya al fin, ¡ oh tronco hermoso!
T u mal llora del Betis la agua pura:
y quien llore mi mal nunca se ha hallado:
¡ que aun en esto me falta el ser dichoso!

250

A LAS PENAS DEL AMOR INMORTALES

HAMBRIENTO desear, dulce apetito,


hambriento apetecer, dulce deseo,
detened el rigor, ¡ a y !, ya, pues veo
mi negro día en vuestro enojo escrito.
Mientras con más calor os solicito
vuestro ardiente querer, mi dulce empleo,
por más que el bien a vuestro bien rodeo,
huye el remedio término infinito.
Sin duda moriré, pues que mis bienes
alimentan hambrientos a mis m ales:
tú, dulce apetecer, la culpa tienes.
Muriendo, de sus penas desiguales,
pecho, será imposible te enajenes:
hijos del alma son, son inmortales. •
[Poesías com pletas, ed. de Dám aso A lonso, M adrid, 1936, págs. 62, 78
Y 93 -]

270
JU A N D E JÁ U R E G U I
158 3-16 4 1

251

A UN NAVÍO DESTROZADO EN LA RIBERA DEL MAR

E s t e bajel inútil, seco y roto,


tan despreciado ya del agua y viento,
vio con desprecio el vasto movimiento
del proceloso mar, del Euro y Noto.
Soberbio al golfo, humilde a su piloto,
y del rico metal siempre sediento,
trajo sus minas al ibero asiento,
habidas en el índico remoto.
Ausente yace de la selva cara,
do el verde ornato conservar pudiera,
mejor que pudo cargas de tesoro.
Así quien sigue la codicia avara,
tal vez mezquino muere en extranjera
provincia, falto de consuelo y oro.

252

AFECTO AMOROSO COMUNICADO AL SILENCIO

D e ja tu albergue oculto,
mudo silencio; que en el margen frío
deste sagrado río,
y en este valle solitario inculto,
te aguarda el oecho mío.
Entra en mi pecho, y te diré medroso
lo que a ninguno digo,
de que es amor testigo,
y aun a ti revelarlo apenas oso.
Ven, ¡ oh silencio fie l!, y escucha atento,
tú solo, y mi callado pensamiento
sabrás; mas no querría
me oyese el blando céfiro, y al eco
en algún tronco hueco
comunicase la palabra mía,
o que en el agua fría

271
el Betis escondido me escuchase;
sabrás que el cielo ordena
que con alegre pena
en dulces llamas el amor me abrase,
y que, en su fuego el corazón deshecho,
de sus tormentos viva satisfecho.
Al incendio süave
de un soberano ardor estoy rendido;
que ni remedio pido,
ni quien me le ha de dar mis penas sabe,
porque a su casto oído
no se atreve mi lengua; en fin, no aguardo
otro mayor consuelo,
sino saber que un cielo
es el incendio en que padezco y ardo,
y que el honor de tan ilustre empleo
es premio suficiente a mi deseo.
Si extremos semejantes
te maravillan, ¡ oh silencio am igo!,
no entiendas, no, que sigo
el vano razonar de los amantes.
No extraño que te espantes;
pretendo sí que mis verdades creas.
Mi gozo es el tormento,
el fuego mi sustento,
y déste se alimentan mis ideas.
Con tal regalo, el corazón me inflama
la causa bella de mi pena y llama.
Silencio, no te niego
que osado alguna vez tentar quisiera
que ya Lisarda oyera
cuánto me abrasa de su vista el fuego,
y mi verdad creyera.
Ardo en la pura luz del claro día,
veme la noche ardiendo;
en nuevo ardor me enciendo
cuando su oscura sombra el sol desvía,
y todos los objetos igualmente
son a mis ojos una llama ardiente.
Mas huyo que lo entienda
(¡justo recato!), si ha de ser preciso

272
le dé mi lengua aviso,
y mi atrevida voz al fin la ofenda.
¡ Oh alegre paraíso !
No quiera el cielo que a la dulce calma
de tu beldad serena
turbe una breve pena,
aunque mil siglos la padezca el alma;
dile, silencio, tú, con señas mudas,
lo que ha ignorado siempre y tú no dudas.
Mas, ¡ a y !, no se lo digas,
que es forzoso decirlo en mi presencia;
y bien que la decencia
de tu recato advierto, al fin me obligas
que espere su sentencia,
y el temor ya me dice en voz expresa:
“ No has sido poco osado
sólo en haberla am ado:
no te abalances a mayor empresa;
basta que sepan tu amorosa historia
el secreto silencio y tu memoria.”
[T exto s según la B A E , vol. X L I I , págs. 104 y 117 .]

FR A N C ISC O D E RIOJA
¿i583?'i659

253
»

A rdo en la llama más hermosa y pura


que amante generoso arder pudiera,
y necia envidia, no piedad severa,
tan dulce incendio en mí apagar procura,
¡ Oh cómo vanamente se aventura
quien con violencia y con rigor espera
que un alto fuego en la ceniza muera,
mientra un alma a sabor en él se apura!
Si yo entre vagas luces de alba frente
me abraso, y entre blanda nieve y roja,
es culpa de tu amor no hacer caso.
No es la lumbre del sol más poderosa,
y agrada más naciendo en el oriente
que cuando se nos muere en el ocaso.

273

F . LÍRICA, I. — l 8
254

E n mi prisión y en mi profunda pena


sólo el llanto me hace compañía,
y el horrendo metal que noche y día
en tom o al pie molestamente suena.
No vine a este rigor por culpa ajena,
yo dejé el ocio y paz en que vivía,
y corrí al mal, corrí a la llama mía,
y muero ardiendo en áspera cadena.
Así del manso mar en la llanura,
levantando la frente onda lozana,
la tierra al agua en que nació prefiere;
mueve su pompa a la ribera ufana,
y cuanto más sus cercos apresura,
rota más presto en las arenas muere.

255

P a s a , Tirsis, cual sombra incierta y vana


este nuestro vivir, y como nieve
al tibio rayo, desvanece en breve
todo apacible bien y gloria humana.
Mira cuánto en color, cuánto en lozana
juventud confiar el hombre debe,
si así acabó Medrano : ¡ oh, en vuelo leve,
subido haya a la estanza soberana!
Siento su fin veloz (aunque no incierto,
triste imagino aquel que nos aguarda)
sólo por no avenirle en pena, en lloro.
Tirsis, deja este mar, vuelve ya al puerto
la nave y busca el celestial tesoro;
que a nos quizá tan triste fin no tarda.

256

A LA ROSA

P u r a , encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría,

274
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosa ,
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas
y oro de su cabello dio a tu frente.
¡ Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
y esto, purpúrea flor, y esto ¿no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate licencioso su ardimiento
el color y el aliento;
tiendes aun no las alas abrasadas,
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la aurora
mustia tu nacimiento o muerte llora.
[T exto s según la edic. de B A E , vol. X X X I I , págs. 378, 380, 378 y 3 8 1.]

AN D RÉS FERN ÁND EZ DE ANDRADA

257
EPÍSTOLA MORAL A FABIO

FABIO, las esperanzas cortesanas


prisiones son do el ambicioso muere,
y donde al más activo nacen canas;
el que no las limare o las rompiere,
ni el nombre de varón ha merecido, •
ni subir al honor que pretendiere.

275
El ánimo plebeyo y abatido
procura, en sus intentos temeroso,
antes estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso,
al caso adverso inclinará la frente,
antes que la rodilla al poderoso.
Más coronas, más triunfos dio al prudente
que supo retirarse, la Fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.
Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna:
dejémosla pasar, como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes la ribera.
Aquel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado.
Peculio proprio es ya de la privanza
cuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.
El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo, precede y pasa al bueno :
¿qué espera la virtud o qué confía?
Vente, y reposa en el materno seno
de la antigua Romúlea, cuyo clima
te será más humano y más sereno;
adonde, por lo menos, cuando oprima
nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
“ [Blanda le se a !” , al derramarla encima;
donde no dejarás la mesa ayuno
cuando en ella te falte el peceraro,
o cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como, en la oscura noche del Egeo,
busca el piloto el eminente faro;
que, si acortas y ciñes tu deseo,
dirás; “ Lo que desprecio he conseguido” ,
que la opinión vulgar es devaneo. '
Más quiere el ruiseñor su pobre nido

276
de pluma y leves pajas, más sus quejas,
en el monte repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
¡ Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado!
Cese el ansia y la sed de los oficios,
que acepta el don y burla del intento
el ídolo, a quien haces sacrificios.
Iguala con la vida el pensamiento,
y no le pasarás de hoy a mañana,
ni aun quizá de un momento a otro momento.
Apenas tienes ni una sombra vana
de nuestra antigua Itálica, y ¿esperas?
¡ Oh error perpetuo de la vida humana!
Las enseñas grecianas, las banderas
del senado y romana monarquía
murieron y pasaron sus carreras.
¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?
¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde? ¡O h ciego desvarío!
¿Será que de este sueño se recuerde?
¿Será que pueda ser que me desvío
de la vida viviendo, y que esté unida
la cauta muerte al simple vivir mío?
Como los ríos que en veloz corrida
se llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida.
De la pasada edad, ¿qué me ha quedado?
¿O qué tengo yo a dicha en la que espero,
sino alguna noticia de mi hado?
¡ Oh si acabase, viendo como muero,
de aprender a morir, antes que llegue
aquel forzoso término postrero;
antes que aquesta mies inútil siegue
de la severa muerte dura mano,
y a la común materia se. la entregue! .

277
Pasáronse las flores del verano,
el otoño pasó con sus racimos,
pasó el invierno con sus nieves cano;
las hojas que en las altas selvas vimos
cayeron, ¡ y nosotros a porfía
en nuestro engaño inmóviles vivimos !
Temamos al Señor que nos envía
las espigas del año y la hartura,
y la temprana pluvia y la tardía.
No imitemos la tierra siempre dura
a las aguas del cielo y al arado,
ni la vid cuyo fruto no madura.
¿Piensas acaso tú que fue criado
el varón para el rayo de la guerra,
para sulcar el piélago salado,
para medir el orbe de la tierra
o el cerco por do el sol siempre camina?
¡ Oh, quien así lo piensa, cuánto yerra!
Esta nuestra porción, alta y divina,
a mayores acciones es llamada
y en más nobles objetos se termina.
Así aquella que al hombre sólo es dada,
sacra razón y pura, me despierta,
de esplendor y de rayos coronada;
y en la fría región dura y desierta
de aqueste pecho enciende nueva llama,
y la luz vuelve a arder que estaba muerta.
Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente,
que no afecto los nombres ni la fama.
El soberbio tirano del Oriente
que maciza las torres de cien codos
de cándido metal puro y luciente,
apenas puede ya comprar los modos
del pecar; la virtud es más barata;
ella consigo misma ruega a todos.
¡ Mísero aquel que corre y se dilata
por cuantos son los climas y los mares,
perseguidor del oro y de la plata!

278
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
Esto tan solamente es cuanto debe
naturaleza al parco y al discreto,
y algún manjar común, honesto y leve.
No, porque así te escribo, hagas conceto
que pongo la virtud en ejercicio;
que aun esto fue difícil a Epíteto.
Basta, al que empieza, aborrecer el vicio,
y el ánimo enseñar a ser modesto;
después le será el cielo más propicio.
Despreciar el deleite no es supuesto
de sólida virtud ; que aun el vicioso
en sí proprio le nota de molesto.
Mas no podrás negarme cuán forzoso
este camino sea al alto asiento,
morada de la paz y del reposo.
N o sazona la fruta en un momento
aquella inteligencia que mensura
la duración de todo a su talento.
Flor la vimos ayer hermosa y pura,
luego materia acerba y desabrida,
y sabrosa después, dulce y madura;
tal la humana prudencia es bien que mida
y compase y dispense las acciones
que han de ser compañeras de la vida.
No quiera Dios que siga los varones
que moran nuestras plazas macilentos,
de la virtud infames histriones;
estos inmundos trágicos, atentos
al aplauso común, cuyas entrañas
son oscuros e infaustos monumentos.
¡ Cuán callada que pasa las montañas
el aura, respirando mansamente!
¡ Qué gárrula y sonora por las cañas!
¡ Qué muda la virtud por el prudente!
¡ Qué redundante y llena de tüido
por el vano, ambicioso y aparente!
Quiero imitar al pueblo en el vestido,
en las costumbres sólo a los mejores,

279
sin presumir de roto y mal ceñido.
No resplandezca el oro y las colores
en nuestro traje, ni tampoco sea
igual al de los dóricos cantores.
Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.
En el plebeyo barro mal tostado
hubo ya quien bebió tan ambicioso
como en el vaso Múrino preciado;
y alguno tan ilustre y generoso
que usó, como si fuera vil gaveta,
del cristal transparente y luminoso.
Sin la templanza ¿viste tú perfeta
alguna cosa? ¡O h m uerte!, ven callada,
como sueles venir en la saeta;
no en la tonante máquina preñada
de fuego y de rumor; que no es mi puerta
de doblados metales fabricada.
Así, Fabio, me enseña descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta.
No te burles de ver cuánto confío,
ni al arte de decir, vana y pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.
¿Es por ventura menos poderosa
que el vicio la virtud? ¿O menos fuerte?
N o la arguyas de flaca y temerosa.
La codicia en las manos de la suerte
se arroja al mar, la ira a las espadas,
y la ambición se ríe de la muerte.
Y ¿no serán siquiera tan osadas
las opuestas acciones, si las miro
de más nobles objetos ayudadas?
Y a, dulce amigo, huyo y me retiro;
de cuanto simple amé rompí los lazos;
ven y verás al grande fin que aspiro,
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
[T exto según la edic. de P . Blanco Suárez en Poetas de los siglos X V I
y X V I I , M adrid, 19 33, págs. 3 16 y sigs.]

280
A D R IÁ N D E PRADO
f. h. 1620

258
CANCIÓN REAL A SAN JERÓNIMO EN SIRIA

E n la desierta Siria destemplada,


cuyos montes preñados de animales
llegan con la cabeza a las estrellas;
tierra de pardos riscos empedrada,
de cuyos avarientos pedernales
la cólera del sol saca centellas;
donde las flores bellas
nunca su pie enterraron
ni su algalia sembraron,
y adonde tiene siempre puesto el cielo
su pabellón azul de terciopelo,
y cuyas piedras nunca se mojaron,
porque de aquí jamás preñada nube
a convertirse en agua al cielo sube.
A quí sólo se ven rajadas peñas
de cuyo vientre estéril por un lado
nace trepando el mísero quejigo.
Tienen aquí las próvidas cigüeñas
el tosco y pobre nido fabricado,
de los caducos padres dulce abrigo.
Nunca el dorado trigo
halló aquí sepultura,
porque esta tierra dura
no ha sentido jamás sobre su frente
lengua de azada ni de arado diente,
ni golpe de la sabia agricultura,
sino sólo del cielo los rigores,
fuego de rayos y del sol calores.
Están aquí los pálidos peñascos
sustentando mil nidos de halcones
en sus calvas y tórridas cabezas,
y en la rotura que dejó en sus cascos
el rayo con su bala y perdigones,
por hilas mete el sol salamanquesas;

281
y armada de cortezas,
por la misma herida,
sale a buscar la vida
una encina tenaz sin flor ni hoja,
y, saliendo, en los brazos se le arroja
una inútil higuera mal vestida,
a quien tienen del tiempo los sucesos,
desnuda, pobre, enferma y en los huesos.
Hay en aqueste yermo piedra rubia
que jamás la cabeza se ha mojado,
ni su frente adornó bella guirnalda;
antes, para pedir al cielo pluvia,
tiene, desde que Dios cuerpo le ha dado,
la boca abierta en medio de la espalda;
y de color de gualda,
por entre sus dos labios,
a padecer agravios
del rubio sol y de su ardiente estoque,
sale en lugar de lengua un alcornoque,
cuyos pies corvos como pobres sabios,
porque a los cielos pida agua la roca,
no le dejan jamás cerrar la boca.
Entre aquestos peñascos perezosos
levanta la cabeza encenizada
la cerviz recia de un pelado risco,
de cuyos hombros toscos y nudosos
pende la espalda hidrópica y tostada
con dos costillas secas de un lentisco;
y del pecho arenisco
dos yedras amarillas,
también como costillas,
que por entre los músculos y huecos
van paseando aquellos miembros secos,
pintando venas hasta las mejillas,
las cuales con su máscara de piedra
pasar no dejan la asombrada yedra.
Tiene roturas mil este peñasco,
y en ella la tarántola pintada
labra aposento con su débil hebra,
y el áspid, con su ropa de damasco,
asoma la cabeza jaspeada

282
por entre las dos rejas de otra quiebra.
Aquí la vil culebra,
del lagarto engullida,
por escapar la vida,
pretende sacar chispas con la cola
del pedernal rebelde, que arrebola
con la sangre que sale de su herida,
y finalmente muere y deja harto
el tenaz diente del voraz lagarto.
Viénese por un lado deslizando
un cobarde escuadrón de lagartijas,
tras e.l cual una víbora desciende,
y con la mayor de ellas encontrando
entre las muelas tardas y prolijas
muerde sus carnes y sus huesos hiende.
Déjala muerta y tiende
el paso hacia delante,
y en aquel mismo instante
al cadáver se llega el tosco grajo,
la verde avispa y negro escarabajo,
y entre todos le comen sin trinchante,
dejando solamente hueso y niervo,
para que lleve al nido el sagaz cuervo.
Veréis también aquí de las hormigas
el etíope ejército ordenado
ir a buscar el mísero sustento,
y no topando auríferas espigas
vuelve con una arista que ha encontrado
una de ellas cargada al aposento.
Otra, con paso lento,
arrastrando ha traído
un caracol torcido;
trae una a cuestas una seca hoja
y otra tirando della atrás se enoja.
Y otras tres llevan una pluma al nido,
y si dos riñen sobre un grano verde,
la que más puede a esotra arrastra y muerde.
Por el un lado de las dos dobleces
se fabrica una escura y gruesa ruga,
dentro la cual veréis centelleando
del búho montaraz los verdes ojos,

283
cuyo humor cristalino el sol no enjuga,
y sobre una verruga,
que de jaspe morisco
tiene en la frente el risco,
veréis la veloz águila sentada,
en comer un cernícalo ocupada,
y abajo en otra quiebra un basilisco,
y en otras mil roturas y rincones
osos, grifos, serpientes y leones.
En el redondo vientre desta peña
labró naturaleza toscamente
un aposento helado, claro, enjuto,
por una parte de color de alheña,
por otra parte azul y transparente,
propria morada de algún fauno o bruto:
tiene de intenso luto,
que tiñe pedernales
cerca de los umbrales,
dos remiendos que el cielo los pespunta,
y otros de una mezclilla do se junta
la esmeralda y zafir con los corales,
la cual librea luego que amanece
con pasamanos de oro el sol guarnece.
A la pequeña boca desta cueva,
echan un melancólico ribete
los espinosos brazos de una zarza,
la cual a cuestas por el risco lleva
la carga de sus crines y copete,
hecho de seda pálida cadarza,
y para que se esparza
el esmalte y follajes
y las puntas y encajes
de que lleva vestida con mil lazos
la multitud confusa de sus brazos,
y entre otros va poniendo sus plumajes,
cuyas moras allí reciben luego
el baptismo que el sol les da de fuego.
En esta cueva, pues, y en este yermo
el cardenal Jerónimo se oculta,
porque a Dios descubrir su pecho quiere,
y para vivir siempre, el cuerpo enfermo

284
en esta helada bóveda sepulta,
que quien se entierra vivo nunca muere.
Pensará quien le viere,
en aquel sitio bronco,
que es algún seco tronco,
que su flaqueza y penitencia es tanta,
que apenas le concede la garganta
sacar la inútil voz del pecho ronco;
porque con llanto y lágrimas veloces
negocia con su Dios, más que con voces.
Del edificio de su cuerpo bello
solamente le queda la madera
con la media naranja que le cubre.
Sobre los huecos de su débil cuello
la calva y titubante calavera,
que la piel flaca y arrugada encubre;
la cual sólo descubre
las enjutas mejillas
y las frescas canillas
de la vellosa pierna y flaco brazo,
el nudoso y decrépito espinazo,
y el escuadrón desnudo de costillas,
las quijadas, artejos y pulmones,
de aquellos pedernales eslabones.
Desta hendida barba mal peinada
caen sobre el pecho lleno de roturas
las plateadas canas reverendas,
y vense por la piel parda y tostada
de los huesos los poros y junturas,
y de las venas las confusas sendas.
Vense a modo de riendas
los nervios importantes,
unidos y distantes,
ceñir los miembros de su cuerpo todo,
y desde la muñeca hasta el codo
los que ciñen el brazo tan tirantes,
que con ellos la mano apenas medra,
porque aprietan sus dedos una piedra.
Tiene el dotor divino alta estatura,
el color entre pardo y macilento,
delgado el cuello, grande la cabeza,

285
ceñido un breve lienzo a la cintura,
blanco y listado, pero ya sangriento,
a costa de sus venas y aspereza.
Los ojos, de flaqueza,
en el casco metidos,
turbios y consumidos,
de color verde y claro, como acanto,
pero ya hechos corriente con el llanto;
cuadrados dientes, anchos y bruñidos,
delgados labios, boca bien cortada,
y la nariz enjuta y afilada.
La calva circular, grande y lustrosa,
tiene por orla de pequeñas canas
a las espaldas una media luna,
y la frente quebrada y espaciosa,
sobre las cejas fértiles y ancianas,
tres arrugas quebradas una a una.
Y la frágil columna
del cuello seca y monda
descubre cómo es honda;
del cañón del sustento los anillos
desiguales, distintos y amarillos,
y de la nuez la cáscara redonda.
Y vense luego de los dos costados
las claves de los huesos desarmados.
Una rotura abrió naturaleza
en la cueva, por donde mete un brazo
una jara que fuera nace y crece.
Aqueste palo dentro se endereza,
el cual, atravesando otro pedazo,
hace una cruz que de ébano parece.
La cual, cuando amanece,
entra a besar postrado
el rubio sol dorado
por la mesma rotura, boca o poro.
En la cual cruz está con clavos de oro
un Cristo de metal, crucificado,
que, a dejar de ser bronce y no estar muerto,
no sufriera el rigor de aquel desierto.
Tiene este crucifijo por calvario
el roto casco de una calavera

286
que cuelga de la cruz con un vencejo,
en cuya frente de este relicario
tiene éste engastado: “ Soy lo que no era
y serás lo que soy, mísero viejo.”
Debajo deste espejo,
en la tierra caído,
tiene un bordón torcido,
un libro y los antojos en su caja;
y sobre un risco que la piedra ataja
arrojado el capelo y el vestido,
que solamente a un risco se concede
sustentar un capelo, y aun no puede.
Delante desta antigua imagen, tiene
el prelado ilustrísimo clavadas
en la tierra, en dos hoyos, las rodillas;
la cual postura tanto le entretiene,
que están las losas por allí gastadas
del continuo ejercicio de herillas.
A quí se hace astillas
con un mellado canto
el pecho, hasta que tanto
precipite su sangre mil arroyos
a llenar a la tierra los dos hoyos
que le ha hecho en la cara el viejo santo.
El cual así le dice a cada instante
a su crucificado y tierno amante:
“ Señor, si tuve como piedra el pecho,
con esta piedra ya, sin darle alivio,
carne lo hago por sacar más medra,
y si en la piedra yo señal no he hecho
con lágrimas y llanto, como tibio,
basta que haga en mí señal la piedra.
Y a veis que no se arredra,
de mi espalda mezquina,
la dura disciplina
y estrecha cota de un cilicio tosco,
y que en aqueste yermo no conozco
sino el sustento que me da una encina
por piedras que le tira el brazo anciano,
por tener siempre piedras en la mano.
Bien veis que bebo de agua turbia al día

287
lo que aquesta pequeña y triste concha
saca del vientre vil de una laguna,
y que no tengo aquí por compañía
sino del cielo la veloz antorcha
y la cara inconstante de la Luna.
Esta vida importuna
me tiene como un leño,
no me conoce el sueño,
ni quiero sino sólo el de la muerte.
Del cual haced, Señor, que yo despierte
a gozaros sin fin, porque si dueño
no me hacéis de las célicas moradas,
el cielo he de pediros a pedradas."
Acaba ya, canción. Lo dicho baste,
que como te criaste
entre peñas y riscos y aspereza
es tal tu poquedad y tu rudeza,
que al santo mío, que alabar pretendes,
cuando le ensalzas pienso que le ofendes.

[Cancionero de 1628, edic. de J. M . Blecua, M adrid, 1945, págs. 7,


207-219.]

ANÓ NIM O

259
CEGUEDAD DE UN AMANTE

D e s c o n s o l a d a , lá n g u id a , caíd a
so b re la fa z tristísim a d el v ie n to ,
en n u b e, en lu to , en caos so ñ o lien to ,
la alm a d e l m u n d o está d e sp a v o rid a .
Al hielo la ave y al terror rendida;
no canta el río, calla descontento;
van las estrellas por el firmamento
perezosas y negras y sin vida.
I Qué dormido, qué solo que está el mundo!
N i el pájaro más triste se lam enta;
el mar no se oye, el aire está parado.
Las horas pasan con horror profundo.

288
¿ Y yo canto en imagen tan violenta?
S ít que estoy loco yo y enamorado.
[M s. 272 de la Bibl. U n iv. de Zaragoza, f. 14 v . De mediados del s i ­
g l o X V II.]

JO SÉ D E S A R A B IA
£. 1620

260
U fa n o , alegre, altivo, enamorado,
cortando el aire el suelto jilguerillo,
sentóse en el pimpollo de una haya,
y con el pico de marfil nevado
entre el pechuelo blanco y amarillo,
las plumas concertó pajiza y b aya;
y celoso se ensaya
a discantar en alto contrapunto
sus celos y amor junto,
y al ramillo, y al prado y a las flores
libre y ufano cuenta sus amores.
Mas, ¡ a y !, que en este estado
el cazador crüel, de astucia armado,
escondido le acecha,
y al tierno corazón aguda flecha
tira con mano esquiva
y envuelto en sangre en tierra lo derriba.
¡ A y , vida mal lograda,
retrato de mi suerte desdichada!
De la custodia del amor materno
el corderillo juguetón se aleja,
enamorado de la yerba y flores,
y por la libertad y pasto tierno
el cándido licor olvida y deja,
por quien hizo a su madre mil am ores:
sin conocer temores,
de la florida primavera bella
el vario manto huella
con retozos y brincos licenciosos,
y pace tallos tiernos y sabrosos.
Mas, ¡ a y ! , que en un otero

289

F . LÍRICA, I. — 19
dio en la boca del lobo carnicero,
que en partes diferentes
lo dividió con sus voraces dientes,
y a convertirse vino
en purpúreo el dorado vellocino.
¡ Oh inocencia ofendida,
breve bien, caro pasto, corta vida!
Rica con sus penachos y copetes,
ufana y loca, con ligero vuelo
se remonta la garza a las estrellas,
y, aliñando sus negros martinetes,
procura parecer allá en el cielo
la reina sola de las aves bellas;
y por ser ella de ellas
la que más altanera se remonta,
ya se encubre y trasmonta
a los ojos del lince más atentos
y se contempla reina de los vientos.
Mas, ¡ a y !, que en la alta nube
el águila la ve y al cielo sube,
donde con pico y garra
el pecho candidísimo desgarra
del bello airón que quiso
volar tan alto con tan corto aviso.
¡A y , pájaro altanero,
de mi suerte retrato verdadero!
Al son de las belígeras trompetas
y al rimbombar del sonoroso parche,
forma escuadrón el general gallardo;
con relinchos, bufidos y corvetas
pide el caballo que la gente marche
trocando en paso presuroso el tardo.
Tocó el clarín bastardo
la esperada señal de arremetida,
y en batalla rompida,
teniendo cierta del vencer la gloria,
oyó su gente que gritó victoria;
mas, ¡ a y !, que el desconcierto
del capitán bisoño y poco experto,
por no guardar el orden
causó en su gente general desorden;

290
y, la ocasión perdida,
el vencedor perdió victoria y vida.
¡ A y, fortuna contraria,
en mis prósperos fines siempre varia!
A l cristalino y mudo lisonjero
la altiva dama en su beldad se goza,
contemplándose Venus en la tierra,
y al más soberbio corazón de acero
con su vista enternece y alboroza,
y es de las libertades dulce guerra:
el desamor destierra
de donde pone sus divinos ojos,
y de ellos son despojos
los purísimos castos de Diana,
y en su belleza se contempla ufana.
Mas, ¡ a y !, que un accidente,
apenas puso el pulso intercadente,
cuando cubrió de manchas,
cárdenas ronchas y viruelas anchas,
el bello rostro hermoso,
trocándole en horrible y espantoso.
¡ A y, beldad malograda,
muerta luz, turbio sol y flor pisada!
Sobre frágiles leños, y con alas
de lienzo débil, que del mar son carros,
el mercader surcó sus claras olas:
llegó a la India, y, rico de bengalas,
perlas, aromas, nácares bizarros,
dio vuelta a las riberas españolas.
Tremoló banderolas,
flámulos, estandartes, gallardetes;
dio premio a los grumetes
por haber descubierto
de la querida patria el dulce puerto.
Mas, ¡ a y ! , que estaba ignoto
a la experiencia y ciencia del piloto
en la barra un peñasco,
donde, chocando de la nave el casco,
dio a fondo, hechos mil piezas,
mercader, esperanzas y riquezas.

291
¡ Pobre bajel, figura
del que anegó mi próspera ventura!
Mi pensamiento con ligero vuelo
ufano, alegre, altivo, enamorado,
sin conocer temores la memoria,
se remontó, señora, hasta tu cielo,
y contrastando tu desdén helado,
venció mi fe, gritó el amor victoria,
y en la sublime gloria
de tu beldad se retrataba el alma;
el mar de amor en calma
mi navecilla con su viento en popa
llevaba navegando a toda ropa.
Mas, ¡ a y ! , que mi contento
fue el pajarillo y corderillo exento;
fue la garza altanera,
fue el capitán que la victoria espera,
fue la Venus del mundo,
fue la nave del piélago profundo;
pues por diversos modos
todas las muertes padecí de todos.
Canción, ve a la coluna
que sustentó mi próspera fortuna,
y verás que si entonces
te pareció de mármoles y bronces,
hoy es m ujer; y en suma
breve bien, fácil viento, leve espuma.
[Atribución según el m s. hispánico 56 de la Bibl.* de H arvard , donde
re z a : Canción de don José de Sarabia, Secretario del D uque de M e '
dina Sidonia, con nom bre im puesto de “T revijano”. Como del T re -
vijano aparece también en distintos m s. de la N acional. V id . mi nota
en la RFE, X X V I , 1942, págs. 80-83. T e x to según la edic. de R. Foul-
ché-Delbosc en la R ev. H ispanique, t. X V I , 1907, págs. 288 y sigs.,
aunque no acepto todas sus lecciones.]

292
PED RO SOTO D E ROJAS
1584-1658

261

INFIERNO DE AMOR SU PECHO

U n infierno es mi pecho, un encendido


tálamo de las furias de amor ciego ;
no hay miseria ni llanto,
no hay dolor, no hay tristeza, no hay tormento
cual el que callo y siento.
En mí nacen (de mí) temor y espanto;
a lo que toco la esperanza niego,
sin merecer descuento en tanta pena.
Y si por aguas de memoria ajena
no le soy parecido,
le soy por aguas de mi propio olvido.

262

DIVISIÓN, TRIBUTO NATURAL

A l l á dejé mi corazón atado


dentro de vuestro pecho, en mi partida,
y por dulce principio de mi vida
guardo del vuestro el singular traslado.
Con vos unido estoy, aunque apartado,
sin que pesada intermisión lo impida,
que de amistad por Ebos extendida
montes penetra el curso dilatado.
Bien es que el alma sensitiva aprieta
y de hambre y sed en esta ausencia muere,
porque le quitan su porción perfeta;
mas oficiando' la razón infiere
(y le propone) que nació sujeta
a división de lo que bien se quiere.
[Desengaño de Am or en rimas, Madrid, 1623, fols. 38 y 75 v.J

293
L U IS D E U L LO A Y P ER E IR A
1584-1674

263

A LAS CENIZAS DE UN AMANTE PUESTAS


EN UN RELOJ DE ARENA

E s t a q u e te señ ala d e los años


las ho ras d e q u e go zas en em p eñ o ,
m u d a cen iza, y , en cristal p eq u eñ o ,
le n g u a q u e te refiere d esen g añ o s,
un tiempo fue Lisardo, a quien engaños
de Filis, su querido ingrato dueño,
trasladaron del uno al otro sueño:
prevente, huésped, en ajenos daños.
En tanto estrecho al miserable puso
el incendio de amor y la aspereza
de condición esquiva y desdeñosa.
Postumo el polvo guarda el primer uso
inobediente a la naturaleza:
padeció vivo, y muerto no reposa.

264

CONSUELO ENGAÑOSO DE LA AUSENCIA

NIEGUENME a v u e stro s ojos celestiales


m ares y m o n tes de so b erb ia lle n o s :
y en v u e stra au sen cia, de rem ed io ajen os,
sien ta m i v id a los p ro lijo s m ales.
Que si gran ira y gran amor, iguales
merecen el castigo, por lo menos
podremos vernos en oscuros senos,
más allá de los límites mortales.
Pero si yo, de mucho amar la pena,
y vos, de mucho aborrecer, debemos,
esta esperanza lisonjera miente,
que a pagar cada culpa se condena
en diferentes orbes, y tendremos
para penar estancia diferente.
[Obras, Madrid, 1674, págs. 2 1 y 44.]

294
JOÁO P IN TO D ELG A D O

265
N o os sea molesto a vos, todos los pa­
santes, carrera, y ved si hay dolor como
mi dolor, que vino a mí, que afligió al
Señor en día de ira de su furor.
[Jeremías, L ament.]

¡ O h vosotros que pasáis,


y el extremo a que he llegado
por dicha no imagináis,
vuestro paso apresurado
tened, porque me veáis!
De vuestra lástima fío
que, si con el Océano ‘
no puede medirse un río,
digáis que dolor humano
no puede igualarse al mío.
De aquello que se edifica
y más su firmeza alaba,
su fin la fama publica,
que lo que el tiempo fabrica
el mismo tiempo lo acaba.
N o fue mi ruina así,
que al punto que me olvidé
del cielo a quien ofendí,
sin tiempo el tiempo llamé
para vengarse de mí.
Llamándome santidad,
los efetos de mis manos
eran justicia y verdad,
mas, como se han vuelto vanos,
seguieron la vanidad.
Llorando el daño Israel
del incauto atrevimiento
del ídolo de Betel,
yo, en lugar de escarmiento,
seguí los errores dél.
Y o fui la viña cercada
y del rocío celeste

295
era mi planta bañada;
mas, siendo mi fruto agreste,
fui de gentiles pisada.
La torre, que en medio della
mi amado me fabricó,
fue la casa santa y bella
y, sin merecerla yo,
quedé perdida en perdella.
El bien fundado lagar,
tan firme en mi beneficio,
ha sido el sagrado altar
donde se vio derramar
la sangre por sacrificio.
Y viendo que mi pecado
el fruto era de mi gusto,
con justa razón airado
el Señor, como es tan justo,
con ira me ha vendimiado.
De Canaán he procedido,
siendo Amorreo mi padre,
que este bien no ha conocido,
y como Hetea, mi madre,
entre inmundicia he vivido.
Volvió mi tiempo de amor,
y el que desnuda me vio,
me cubrió de su favor,
y de precioso valor
joyas y prendas me dio.
La diadema, que segura
creía que estaba en mí,
la seda y la bordadura
hicieron volverme así,
confiada en mi hermosura.
De mis vestidos tomé,
y de diversas colores
mis altares fabriqué,
y fui tras mis amadores,
y el verdadero dejé.
Fui para mí tan crüel,
que sólo a quien me ofendía
he sido amante fiel,

296
y el don que a mí me debía,
yo misma le he dado a él.
Por esto extendió su mano
el Señor, de mí ofendido,
y agora sé lo que gano
en despertar de mi olvido
con la espada del tirano.
[Poema de la reina E ste r..., edic. de I. S. R évah , Lisboa, 1954, pág. 170.]

A N T O N IO H U R T A D O D E M EN D O ZA
¿I 586P - I 644
266

ROMANCE

D e un obispo de cristal,
de un licenciado de perlas,
de un corregidor de rosa,
de un alcalde de azucenas,
de un jazmín en su garnacha,
de un clavel en su espetera,
de un alba en su oriente mismo,
de un cielo en su altura mesma,
yo, pecador nada errado,
me enamoré, y tan de veras,
que anda amor de capa y gorra,
ceños viste y calza flechas.
Cuando esperé que en la niña,
brillando tantas bellezas,
florecía el sol auroras,
el cielo nevaba estrellas,
hallo en la injusta rapaza,
pero todo hermoso en ella,
desnudo lo Chumacero,
y flechado lo Contreras,
Que hoy Dorazo en Buen Retiro
mostró la faz tan severa
entre lisonjas de yeso
y entre mentiras de piedra,

297
que — ministro seco y duro
de los que en dudosa audiencia
caducan una esperanza,
granizan una respuesta—
fue más crespo y más helado
que vos (él tu guarda fuera),
que vos digo, Anfrisa hermosa,
gloria mía hasta en mi pena.
Bello serafín togado,
que entre madres y entre suegras
tremola en dulces meluras
ancianidades tan tiernas.
De un milagro de hermosura,
¿cómo una hermosa tan fiera
nació, siendo herencia suya
la perfección en que reina?
Bellísima cien mil veces
(que pocas son para vuestras),
y otras cien mil veces cruda,
que muchas son para ciertas.
Fría pólvora de azúcar
en blanca y rubia pimienta,
justicia de Dios en flores
y cielo gozado en quejas;
mentira hermosa de hielo,
de amor gloriosa cautela,
en cuyo incendio erizado
vidas arden y almas tiemblan;
cuando en almíbar de nieve
caer mansamente dejas
palabras que en tibios labios
tan airosamente queman;
cuando en tu purpúrea boca
en lucientes primaveras
se baña la vista, y Flora
donaires chispa en tu lengua;
cuando en floridos balcones
tanta aurora centellea
ese risueño prodigio,
quietud flaca y traición bella;
cuya voz, que entre desmayos

298
brasas pronuncia y navega
golfos de flor, y en escollos
de rosa y jazmín se quiebra,
tan ardiente batería
hace en mi pecho que apenas
deja en mí noticias vivas,
sino en la fe nunca muerta.
Cuando los sentidos tienes
en dulcísima conversa
suspensos, y en tus palabras
venenos bebe la oreja,
a tus bellos ojos d ig o :
—-“ Soles, temed competencias
” de una boca que habla rayos
” en tempestades discretas.” —
Si en piélagos de hermosura
a quien te ve con tormentas
en diluvios desazones,
el que te escucha se anega;
si, en fin, a ningún sentido
tus perfecciones no dejan
en paz y cuanto respira
tocas arma y mueves guerra,
¿qué ha de hacer un alma tuya,
que te llama y te confiesa
deidad sí, porque es justicia;
dueño no, porque es soberbia;
pero que te adora humilde?
Aun las ansias no le niegan,
que cobardes, cuando finas,
aun se están negando ofensas.
¡ Oh venturoso aquel día
que yo te adoré! Aunque sea
morir desaprovechado:
que ya logra lo que acierta.
Hermosísima señora,
que en dulce tropel de inmensas
beldades, a tus beldades
aun la inmensidad es deuda,
con la ley común de amantes
ofenda el vivir, ofenda

299
todo, pero no permita
profanar vulgares huellas.
Pero el amor con respecto
haga ley, y ley tan nueva,
que sólo en los imposibles,
quien los creyere, los venza.
[Obras líricas y cómicas, divinas y hum anas, M adrid, 17 2 8 ? , págs. 98-99.]

FR. JERÓ N IM O D E S A N JO SÉ
1587-16 54

267

VITA NOSTRA VAPOR ADMODICUM PARENS

A l trasmontar del sol, su luz dorada,


cogió de unos-fantásticos bosquejos
la tabla, y al matiz de sus reflejos,
dejóla de colores variada.
Aquí sobre morado cairelada
arden las fimbras de oro en varios lejos,
acullá reverbera en sus espejos
la nube de los rayos retocada;
suben por otra parte, en penachera
de oro, verde y azul, volantes puros,
tomasolando visos y arreboles;
mas, ¡ oh breve y fantástica quim era!,
pónese el sol, y quedan luego oscuros
los vaporcillos, que eran otros soles.
[Poesías selectas, Zaragoza, 1876, pág. 39.]

268
EL RUISEÑOR Y LA ROSA

A q u é l l a , la más dulce de las aves,


y ésta, la más hermosa de las flores,
esparcían blandísimos amores
en cánticos y nácares süaves.
Cuando suspensa, entre cuidados graves,
un alma, que atendía a sus primores,

300
arrebatada a objetos superiores,
les entregó del corazón las llaves.
Si aquí — dijo— en el yermo de esta vida
"tanto una rosa, un ruiseñor eleva
” (¡tan grande es su belleza y su dulzura!),
"¿cu ál será la floresta prometida?
" ¡O h dulce melodía siempre nueva!
" ¡ Oh siempre floridísima hermosura! ”
[De la A gud eza y arte de ingenio, de B. Gracián, H uesca, 1649,
na 367.]

ESTEBAN M ANUEL DE V IL L E G A S
1589-1669

269

ODA

¡ O h cuán dulce y suave-


es ver al campo cuando más recrea!
En él se queja el ave,
el viento espira, el agua lisonjea,
y las pintadas flores
crían mil visos, paren mil olores.
El álamo y el pino
sirven de estorbos a la luz de Febo;
brinda el vaso contino
del claro arroyo con aljófar nuevo,
y la tendida grama
mesa a la gula es, y al sueño cama.
Tú solamente, bella,
nos haces falta, Tíndaris graciosa;
y si tu blanca huella
no te nos presta como el alba hermosa,
lo dulce y lo suave
¡ cuán amargo será, cuán duro y g rave!
270

AL CÉFIRO

DULCE vecino de la verde selva,


huésped eterno del abril florido,
vital aliento de la madre Venus,
Céfiro blando.
Si de mis ansias el amor supiste,
tú, que las quejas de mi amor llevaste,
oye, no temas, y a mi ninfa dile,
dile que muero.
Filis un tiempo mi dolor sabía,
Filis un tiempo mi dolor lloraba,
quísome un tiempo, mas agora temo,
temo sus iras.
Así los dioses con amor paterno,
así los cielos con amor benigno,
nieguen al tiempo que feliz volares
nieve a la tierra.
Jamás el peso de la nube parda,
cuando amenace la elevada cumbre,
toque tus hombros, ni su mal granizo
hiera tus alas.
[Eróticas o Am atorias, ed. de N . A lonso Cortés en Clás. C ast., vol. 2 1 ,
págs. 54 y 349.]

B E R N A R D A F E R R E IR A D E L A C E R D A
1595-1644

271

JARDÍN cerrado, inundación de olores;


fuente sellada, cristalina y pura;
inexpugnable torre, do segura
de asaltos, goza el alma sus amores.
Intactas guardas tus hermosas flores,
matas la sed, destierras la secura,
ostentas majestad, y desa altura
penden trofeos siempre vencedores.

302
El verdor tuyo nunca el lustre pierde,
ni se enturbia el candor de tu corriente;
firme está tu invencible fortaleza.
Que es el jardín cerrado siempre verde,
es siempre clara la guardada fuente,
y es propria de la torre la firmeza.
[Soledades de Bvgaco, Lisb oa, 1634. L o tomo de M . Serrano y Sanz,
A p u n te s para una Bibl. de Escritoras españolas, M adrid, 1903, t. I,
pág. 4 13 .]

B E R N A R D IN O D E REBO LLED O
1597-1676

272

E s t e oolvo que agitan mar y viento,


de vidrio a cárcel breve reducido,
las horas de la edad en repetido
y continuo señala movimiento.
Representando con el mudo acento,
y por eso de pocos entendido,
entre el tiempo que fue y el que no ha sido,
el presente que vivo de un momento.
A l fenecer el curso de mi vida,
fenecerán los males que me han dado
noticia tal de la flaqueza humana.
Que ni temo el morir, ni se me olvida
que vidrio quebradizo, y aun quebrado,
soy ahora, y seré polvo mañana.

273

SEÑOR, no con furor me reprehendas,


ni castigues con ira 1 ;
ten lástima de mí que soy enfermo;
y sáname, Señor, porque mis huesos 2
están atormentados,
el alma perturbada.

1 Sal., 38, 1 .
2 Sal., 38, 3-
303
¡O h, Señor!, ¿hasta cuándo
estarás su socorro dilatando?
Señor, vuelve a librarla
por tu misericordia, y a salvarla.
Pues en la muerte ¿quién tendrá memoria,
ni del sepulcro exaltará tu gloria? 3
Trabajado suspiro;
toda la noche nada
en lágrimas mi lecho,
y en ellas mi sitial está deshecho.
El enojo mis ojos enflaquece4,
el continuo pesar los envejece.
Separaos de mí cuantos
obráis iniquidades,
que oyó Dios de mi llanto los acentos:
Jehová mi voz ha oído,
el Señor ha mis ruegos admitido.
Avergonzados teman
todos mis enemigos;
de vergüenza el temor bañe su frente
arrebatada y repentinamente.
[Obras poéticas, M adrid, 1778, t. I, pág. 6 36 ; t. III, págs. 7-8.]

PEDRO C A LD E R Ó N D E LA BARCA
1600-1681 •

274
EN LA MUERTE DE LA SEÑORA DOÑA INÉS ZAPATA,
DEDICADA A DOÑA MARÍA ZAPATA

S o laesta vez quisiera,


bellísima Amarili, me escucharas,
no por ser la postrera
que he de cantar afectos suspendidos,
sino porque mi voz de ti confía
que esta vez se merezca a tus oídos
por lastimosa, ya que no por mía.

3 S al., 30, 9 ; Isa., 38, 18.


4 Job, 17 , 7 ; S al., 3 1 , 10 .

304
No tanto liras hoy, endechas canto;
no celebro hermosuras,
porque hermosuras lloro;
quien tanto siente que se atreva a tanto,
si hay alas mal seguras
que deban a su vuelo esferas de oro
sin pagar a su vuelo ondas de llanto.
¡ A y, A m arili!, a cuánto
se dispuso el afecto enternecido,
mas si el afecto ha sido
dueño de tanto efecto,
enmudezca el dolor, hable el afecto;
si pudo enmudecer o si hablar pudo
retórico dolor y afecto mudo.
¿Diré que el cierzo airado,
verde ladrón del prado,
robó el clavel y mal logró la rosa?
Mas no, porque era Nise más hermosa.
¿Diré que obscura nube,
nocturna garza que a los cielos sube,
borró el lucero, deslució la estrella?
No, porque era más bella.
¿Diré que niebla parda
la vanidad del sol tanto acobarda
que muere al primer paso
y el oriente tropieza en el ocaso
mintiéndonos el día?
No, porque Nise más que el sol ardía.
¿Diré que el mar violento
hidrópico bebió, bebió sediento,
la fuentecilla fría
que en su orilla nacía, ■
siendo cuna y sepulcro, vida y muerte?
Mas no, que en Nise más beldad se advierte.
¿Diré que rayo libre,
ya fleche sierpes, ya culebras vibre,
en cenizas desate el edificio
que en los brazos del viento nos da indicio
de que en sus hombros el zafir estriba?
Mas no, que aún era Nise más altiva.

305

F . LÍRICA, I. — 2 0
¿Pues qué diré que mi dolor avise?
Diré que murió Nise.
Sí, pues murió con ella
deshecha flor, desvanecida estrella,
día abortado, mal lograda fuente,
y torre antes caduca que eminente,
fingiéndose la muerte en un desmayo
el cierzo, niebla, nube, mar y rayo.
Nise murió. Dura pensión del hado
que no tenga en el mundo la belleza,
por belleza siquiera, algún sagrado.
Nise murió. ¡ Qué asombro! ¡ Qué tristeza
¡ Oh ley del hado dura,
decretado rigor, fatal violencia,
que no tenga en el mundo la hermosura,
por hermosura, alguna preeminencia!
Nise murió. ¡ Qué extraña desventura
que no goce el ingenio por divino
privilegio en las cortes del destino!
Todos a su despecho,
a mayor majestad rindan el pecho;
el pecho, en esta ley determinado,
tercera vez dura pensión del hado.
A tres Gracias tres Parcas combatieron,
y las Gracias vencieron,
que su rigor a profanar no atreve
tanta luz, tanta rosa, tanta nieve.
Y aunque Nise quedó muerta y rendida,
dejó despierta en su beldad la v id a ;
y así las Parcas lágrimas lloraron,
las Parcas su sepulcro acompañaron,
esfera breve donde
la luz se eclipsa, el resplandor se esconde.
A cuya sepultura
un mármol consagraron que dijera:
“ Aquí debajo de esta losa dura
la hermosura naciera,
si naciera sembrada la hermosura” .
Pero siga el consuelo
al llanto, a la tristeza el alegría;
corra la niebla el velo
y a la n o c h e suced a a le g re el día.
La noche muestre ya la estrella hermosa,
lama el Aura el clavel, beba la rosa,
pues Nise coronada
de nueva luz, la Nise laureada,
la adama el sol, y en trono de diamante
está pisando estrellas,
imagen ya de aquellas luces bellas,
carácter ya de aquellos otros puros
que bordan paralelos y coluros.
Y tú, hermosa Amarili, el sentimiento
trueca en gusto, en invidia el escarmiento,
pues la tierra sabiendo que tenía
dos soles, y uno apenas merecía,
liberal con el cielo
quiso partir y te dejó en el suelo
a ti, porque más bella
fénix ya del amor, venzas aquella
competencia dichosa,
pues ya sola en el mundo eres hermosa.
[Del Cancionero de 1628, edic. de J. M . Blecua, M adrid, 1945, pág. 618.]

JERÓ N IM O D E C Á N C ER
t 1655

275
DÉCIMAS QUE UN GALÁN LE LEYÓ A UNA DAMA QUE ESTABA EN
UN JARDÍN, ESCRITAS A ESTE INTENTO, HABLANDO CON ELLA

M o d e r n o , flo rid o m es,


tú q u e , con g a rb o g e n til,
tien es n eu tral el abril
al arb itrio d e tu s pies,
to d o este sitio cortés
te o b ed ece si le tocas,
y las flo res q u e p ro vo cas,
tus p la n tas (por m ás fortu n a)
q u ie re n b esar u n a a un a,
p o rq u e no cab en m ás bocas.
Aliñábase la rosa,

307
recelando tu venida,
y alientos de prevenida,
ya eran desmayos de hermosa.
Afeitó el jazmín la airosa
tez de su rostro nevado
de suerte, que este esmaltado
espacio lucir se ve
muchas veces a tu pie
y una vez a su cuidado.
Esa fuente tu hermosura
quiere ver, y en sí tropieza;
buen testigo a la belleza
es quien todo lo murmura.
El aura llegar procura
a besar tu boca hermosa,
y volviendo presurosa
a las rondas del vergel,
la desconoció el clavel
en venir más olorosa.
Viendo tan nuevos primores
la primavera en tus luces,
y que en su imperio introduces
fragranté cisma de flores,
a fuerzas tan superiores
huyó rendido el laurel,
y así te juro fiel
por el ameno jardín,
aura, abril, fuente, jazmín,
fragrancia, rosa y clavel.
[Obras varias, M adrid, 16 5 1, f. 64 v.]

A N A ST A SIO PAN TALEÓ N DE R IBER A


1600-1629

276
A DON DIEGO DE LUCENA, PINTOR FAMOSO Y GRANDE INGENIO,
HABIENDO RETRATADO AL POETA

P oca,Diego, soy tinta, bien que debe


en esa tinta poca a tu pintura

308
tanto espíritu docta mi figura,
cuanto pudo admitir lámina breve.
A ser eterna aun más por sí se atreve,
que por la fe de su materia dura,
otra vez animada criatura
luces a tu pincel mi aliento debe.
Por ti vuelvo a v iv ir; la imagen bella
que en la paciencia heroica de tu mano
quedó vocal, lo dice peregrina.
Tanta inmortalidad me adquiero en ella,
que entre el uno y el otro ser humano,
sólo al primero temo mi rüina.
[Obras, ed. de R . de Balbín, M adrid, 1944, t. I, pág. 22 1.]

SALVAD O R JA C IN T O POLO DE M ED IN A
1603-1676

277
LA AZUCENA

HONESTA Venus, azucena hermosa,


vergüenza de la rosa
(pues por ti se le atreve,
a avergonzar la púrpura, la nieve),
con los riesgos de linda
junto al peligro de una fuente naces.
Aurora de los prados floreciente,
bellísima fragancia de la fuente,
abejuela de plata en su ribera,
bebes sus linfas, sus alientos paces.
Estrella de cristal en verde esfera
aroma les influyes a las flores,
y al dejarse escuchar en resplandores
(en ecos de la Aurora), la mañana,
nieve del mayo, madrugaste cana,
con alma de oro castidad vestida,
sin que tache una espina tu pureza,
rondada del arroyo tu belleza,
y tu alma del hombre pretendida.

309
278

ROMANCE

¡ A y , cóm o corre en el p rad o


un a rro y o f u g it iv o !
Dando traspiés en las flores,
cada flor es un peligro.
De claveles y azucenas
mil fragantes obeliscos
quieren detenerle el paso,
arrogantes y atrevidos.
Vengando el cristal su agravio,
más veloz cursa el camino,
porque le quieren espejo
les estorba el ser narcisos.
Fili, en su margen de flores,
que es entre el vulgo florido
ya roja pompa de mayo,
ya del abril blanco lirio,
melancólica se queja
de las ausencias de Silvio,
tiranía voluntaria
de su bien libre albedrío.
Porque engañe sus tristezas
se muestra alegre y festivo,
y entre triscas de cristal
la tira chinas de vidrio.
Corre, admirado y alegre,
porque en su hermosura ha visto
todo el sol en poco cielo,
todo el cielo en dos zafiros,
a dar noticia en el valle
que la hermosa Fili ha sido
queja de la primavera
en lo galán y florido.
[Obras escogidas, ed. de José M aría de Cossío, M adrid, 19 3 1, págs. m
y 121.]

310
G A B R IE L B O C Á N G E L
1603-1658

279
A UN SOLDADO DE QUIEN SE REFIERE QUE, MATÁNDOLE EN UN
HECHO DE ARMAS, SE QUEDÓ UN RATO EN PIE DESPUÉS DE
MUERTO

T u obstinado cadáver nos advierte


que hay vida muerta, pero no vencida,
pues sólo en tu valor, sólo en tu vida,
algo miró después de sí la muerte.
Fuerte es la Parca, pero tú más fuerte;
no se debió a su golpe tu caída;
tú contra ti la ayudas ya rendida, .
que ¿quién pudiera, sino tú, vencerte?
T ú dividiste el trance indivisible
de morir y postrarte, tan altivo,
que en el daño común no hallas ejemplo.
¿Cuánto más que inmortal y que invencible
contemplaré que fuiste cuando vivo,
si el cadáver intrépido contemplo?

280

Y o cantaré de amor tan dulcemente


el rato que me hurtare a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de amores,
empiece a confesar que amores siente.
Verá cómo no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores,
imitan en el suelo su corriente.
Verá que ni en amar alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza).
Porque si todo amor es esperanza,
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?

311
281

OYENDO EN EL MAR, AL ANOCHECER, UN CLARÍN


QUE TOCABA UN FORZADO

Y a falta el sol, que quieto el mar y el cielo


niegan unidos la distante arena:
un ave de metal el aire estrena,
que vuela en voz cuanto se niega en vuelo.
Hijo infeliz del africano suelo
es, que hurtado al rigor de la cadena,
hoy música traición hace a su pena
(si pena puede haber donde hay consuelo).
Suene tu voz (menos que yo), forzado,
pues tu clarín es sucesor del remo
y alternas el gemido con el canto.
Mientras yo al mar de Venus condenado,
de un extremo de amor paso a otro extremo,
y, porque alivia, aun se me niega el llanto.
[Obras, edic. de R . Renítez Claros, vol. I, M adrid, 1946, págs. 56, 258 y
2 7 1.]

PED RO D E QU 1RÓS
¿i 6o 7? - i 667
282
EN LA MUERTE DE UN NIÑO
T i e r n a flor difunta oprime
la gravedad de esta losa:
¡ de tus alientos el día,
qué breves tuvo las horas!
En vano la muerte quiso,
de tu esperanza envidiosa,
desde las primeras luces
reducirte a mudas sombras;
pues los campos de zafir,
viviente lumbre, te gozan,
que para ser hoy su estrella
fue la tuya venturosa.

312
La tierra de este sepulcro,
fértil siempre a tus memorias,
del muerto grano que sella,
diluvios dará de rosas.
Abriles, desvanecidos
en su floreciente pompa,
envidiarán tu fortuna
al rasgar julio sus hojas.
Luz trémula, breve en fin,
tu ocaso te fue lisonja,
pues en poca edad lograste
lo que en mucha mil no logran.
Esas cándidas cenizas,
no tristes, como las otras,
producen para la envidia
todo cuanto aquéllas borran.
No pise, huésped, tu planta
lección del tiempo tan docta:
j Mire el nacer y el morir,
qué breves distancias form an!
[Poesías divinas y hum anas, Sevilla, 1887, pág. 92.]

FR A N C ISC O M A N U E L D E MELO
1608'1666

283
CONTRA LAS ESPERANZAS

¿ Q u é es lo que me llevasteis, esperanza?


Gracias al madrugar del escarmiento,
pequeño estrago es sólo un rendimiento,
que no costó la sangre a la confianza.
Averiguad primero la templanza
de mi deseo, o fácil o sediento;
presumiréis después del vencimiento,
y antes no blasonéis de la mudanza.
Cuando no sucedió, no sucedido
el alma lo creía; y si esperaba,
ceremonia del caso hizo a los días.

313
Tened, que no triunfasteis de mi olvido:
para venceros yo solo bastaba:
si no, volvamos a las fantasías.

284
VENCIMIENTO DE AUSENCIA

D i l a t á n d o s e v a n p o r esos llan o s
los v e rd e s m o n tes y los claros r í o s ;
larg o s los un os p ara ser d e s v ío s ;
altos los otros p ara ser tiran os.
Agora de los astros soberanos
cumplen la obstinación mis desvarios,
cual si fuesen también los albedríos
sujetos a las furias de sus manos.
Pero tú, Estrella celestial, subida
los astros vencerás, ríos y montes,
vengándole a mis ojos su violencia.
Luz gozará la fe, alma, la vida,
miedo la suerte, sol los horizontes,
paga el amor y crédito la ausencia.
[Las tres m usas del M elodino, Lisboa, 1649, fols. 12 v . y 23.]

A N T O N IO D E SO LÍS
16 10 -16 8 6

285

CONTRA LA SOLEDAD

E l hombre que del hombre se desvía,


y los desiertos, Pármeno, apetece,
o entre su misma flema se entorpece,
o se embelesa en su melancolía.
Si allá en tu solitaria fantasía
menos veloz el tiempo te parece,
repara bien si el ocio desvanece
aquello inútil que le sobra al día.
Cuando en ese hacer nada te contemplo,

314
temo si tu retiro es negligencia,
porque nadie está bien solo consigo:
que el bueno pierde el fruto del ejemplo,
el sabio es avariento de la ciencia,
y el malo es delincuente sin testigo.
[Varias poesías, M adrid, 17 16 , pág. 57.]

FR A N C ISC O D E TR ILLO Y FIG U ER O A


¿ i6 i 8 ? '¿ 1680?

286
¡ V á l g a m e Dios, que los ánsares vuelan;
válgame Dios, que saben volar!
Andando en el suelo
vide un ánsar chico,
y alzando su pico
vino a mí de vuelo,
diome un gran consuelo
de verlo alear.
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan;
válgame Dios, que saben volar!
El ánsar gracioso
comenzó a picarme,
y aun a enamorarme
su pico amoroso,
mas como alevoso
volvióme a dejar.
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan;
válgame Dios, que saben volar!
Era tan bonico,
que me dejó en calma,
dando gusto al alma
su agraciado pico,
pues era, aunque chico,
grande en el picar.
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan;
válgame Dios, que saben volar!
Mas' quisiera 'yo
nunca haberle visto,

315
pues dulce le asisto,
y cruel se huyó,
sólo me dejó
que sentir y amar.
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan;
válgame Dios, que saben volar!
A y, Amor cruel,
cuando quieres paces
qué de halagos haces;
cuando no, qué infiel.
¿Dónde iré tras él,
que no sé volar?
¡Válgame Dios, que los ánsares vuelan;
válgame Dios, que saben volar!
f Obras, ed. de A . Gallego M orell, M adrid, 19 5 1, pág. 12 5 .]

JU A N DE O V AN D O Y S A N T A R É N
¿iÓ25?--d. 1670

287

E n guardapiés rosado ayer salías


tocándote al espejo de esa fuente,
flor de las flores, rosa; y en tu oriente
al alba rayos de ámbar esparcías;
hoy reparé cuán presto te ponías,
siendo de la floresta sol luciente,
y desmayado el nácar floreciente,
en rosaseca el rosicler teñías;
no sientas, flor, el acabarte rosa,
que en una aurora, eternidad de fama
deja esa pira de carmín hermosa.
Duración sin honor antes infam a;
muerte es la vida que muriendo acosa;
vida es la muerte que viviendo aclama.

[Octos de Castalia, M álaga, 1663, f. 26 v .]

316
A N T O N IO H E N R IQ U E Z GÓM EZ
f. 1636-1660

288

AL CURSO Y VELOCIDAD DEL TIEMPO

E s t e que, exhalación sin consumirse,


por los cuatro elementos se pasea,
palestra es de mi marcial pelea
y campo que no espera dividirse.
Voile siguiendo, y sígueme sin irse,
voime quedando, y por quedarse emplea
su mismo vuelo, y hallo que desea
ir y quedarse y con quedar partirse.
Mi error me dice que su rapto apruebe,
pero ¿dónde camino, si su esfera
casi lo eterno con las alas mueve?
No me atrevo a seguirle aunque quisiera,
que corre mucho y temo que me lleve
en el' último fin de la carrera.

289
A LA PERDIDA LIBERTAD DE LA PATRIA

Si de la libertad desposeído
estoy y formo voz, ¿cómo lamento
suspiros que se quedan en el viento,
pesares que no llegan al oído?
Quien su patria perdió tiene perdido
el que juzga tener entendimiento,
que el que vive sujeto al sentimiento
y no muere, carece de sentido.
Mas es que como vive la esperanza,
vecina del dolor, por consolarme, ,
dice que tenga en ella confianza;
pero mejor le fuera no engañarme,
pues si me sale falsa su fianza
he de pagar la deuda con matarme.
[Academias morales de las Musas, Madrid, 1647, págs. 71 y 38. Com
párese Poesía heroica del Imperio, de L. Rosales y L. F. Vivanco
vol. II, Madrid, 1943, págs. 552 y 553.]

317
290

ELEGÍA

CUANDO co n tem p lo m i p asad a g lc n a ,


y m e v e o sin m í, d u d a m i estad o
si h a de m o rir co n m igo m i m em o ria.
En vano se lastima mi cuidado,
conociendo que amar un imposible
contradice del cuerdo lo acertado.
¿Qué importa que mi pena sea terrible,
si consiste mi bien en mi destierro?
Decreto justo para ser posible.
Despeñado caí de un alto cerro,
pero puedo decir seguramente
que no nació de mí tan grande yerro.
Lloro mi patria, y de ella estoy ausente,
desgracia del nacer lo habrá causado,
pensión original del que no siente.
Si pudiera mi amor de lo pasado
hacer de olvido un pacto a la memoria,
quedara el corazón más aliviado.
Mas es esta enemiga tan notoria,
que porque sabe que me da disgusto,
muerte me da con mi pasada gloria.
¡ Oh quién supiera (aun por camino injusto)
dónde la hierba de olvidar se cría,
para morir tal vez con algún gusto!
A la Tesalia fuera, y sufriría
(por borrar las especies desta fiera)
que me abrasara el que ilumina el día.
Sin memoria quedara, de manera
que pudiera juzgar con la visiva
de más amor y ciencia verdadera.
Pero si quiere el hado que no viva,
presente esta enemiga lo pasado
— pues nunca en mi pesar se mostró esquiva— .
Bien quisiera, pues lloro desterrado,
que aliviara de penas al sentido,
para quedar de su traición vengado.
Pero querer borrar con el olvido

318
los bienes, y los males presentarme,
ingratitud parece en un rendido.
Si quiere con lo vano deleitarme,
alentando la fe de mi esperanza,
¿cómo segunda vez podrá engañarme?
No tengo, no, segura confianza
de ver lo que perdí, ¡ qué necio he sido!
El bien que yo perdí tarde se alcanza.
Perdí mi libertad, perdí mi nido,
perdió mi alma el centro más dichoso,
y a mí mismo también, pues me ha perdido.
¿Cómo puedo aguardar ningún reposo,
si el reloj de mi vida se ha quebrado,
parándose el volante perezoso?
Dejé mi albergue tierno y regalado,
y dejé con el alma mi albedrío,
pues todo en tierra ajena me ha faltado.
Fuéseme sin pensar mi aliento y brío,
y si de alguna gala me adornaba,
hoy del espejo con razón no fío.
Mi sencilla verdad, con quien hablaba,
si la quiero buscar, la hallo vendida;
dejóme, y fuese donde el alma estaba.
La imagen en el pecho tengo asida
de aquel siglo dorado, donde estuve
gozando el mayo de mi edad florida.
Una contraria y deslucida nube
turbar pretende el sol de aquella infancia,
adonde racional origen tuve.
¡ A y de m í!, que perdí (sin arrogancia)
la ciencia más segura y verdadera,
aunque algunos la den por ignorancia.
Perdí mi estimación, parte primera,
del cortesano estilo noble llave,
adonde el juicio halló su primavera.
Hablaba el idioma siempre grave,
adornado de nobles oradores,
siendo su acento para mí süave.
Eran mis penas por mi bien menores,
que la patria, divina compañía,
siempre vuelve los males en favores.

319
Gané la noche, si perdí mi d ía ;
no es mucho que en tinieblas sepultado
esté quien vive en la Noruega fría.
Perdí lo más precioso de mi estado,
perdí mi libertad; con esto digo
cuanto puede decir un desdichado.
j Oh tú, cualquiera bárbaro enemigo,
fundamento crüel de mi fortuna,
si gloria quieres, sirve de testigo!
Sin esperanza me dejaste alguna
de volver a cobrar lo que por suerte
el cielo me otorgó desde la cuna.
Conténtate de verme desta suerte;
que ya no me ha quedado, si me miras,
más firme bien que el aguardar mi muerte.
Y si por ella, bárbaro, suspiras,
ruega que viva, pues viviendo ganas
las saetas, cobarde, que me tiras.
Salieron, sí, mis esperanzas vanas,
pues pensando volver a ver mi esfera,
con la esperanza me llené de canas.
Allá dejé mi alma verdadera,
no vivo, no, con la que allí tenía
(o se ha trocado en otra la primera).
Hallo extranjera la que llamo mía,
pues veo rebelados los sentidos,
huyendo de tan justa compañía.
Fábula vengo a ser de los nacidos;
no es mucho que lo sea, pues llegaron
a aborrecer verdades los oídos.
No suelen, no, los campos que adornaron
el mayo y el abril helarse al Norte,
como todos mis miembros se me helaron.
N i el brazo suele (aunque al honor le importe)
segar con mano fuerte los vitales,
como mi herida dio sangre en el corte.
No gime entre las selvas y cristales
la tórtola su amada compañera,
como yo mis fortunas y mis males.
Ave mi patria fue, mas ¿quién dijera
que el nido de mi alma le faltara,

320
y que las alas de mi amor perdiera?
Si pérdida tan grande se alcanzara
con suspiros, con lágrimas y penas,
con mi sangre otra vez la conquistara.
Mas, ¡ ay dolor!, que sin piedad condenas
los lazos que te ha dado la crianza
adonde nunca tu pasión refrenas.
Entendió mi perdida confianza
volver a poseer lo que era suyo,
y cerróse la puerta a la esperanza.
Con justa causa y con razón arguyo
de cobarde al deseo inobediente,
pues vive cuando de sus brazos huyo.
A penas largas me lloré presente,
no a leves males lastimaba, cuanto
alumbra ese topacio transparente.
Si mi sepulcro labro con el llanto,
ofrézcase en las aras de su pira
tan continuo pesar y dolor tanto.
A los aires enciende, si suspira,
mi corazón, pues de centellas lleno,
líquidos Etnas por los ojos gira.
Si estuviera el sentido tan ajeno
como lo está de recobrar su fama,
pudiérase beber este veneno.
Mas, ¡a y de m í!, que en la extranjera llama
aun no soy mariposa, que muriendo
goza la luz de lo que adora y ama.
En diferente clima entré riendo,
imaginando, como tierno infante,
que era mi patria la que estaba viendo.
Halléme rodeado en un instante
de más babeles que en Señar compuso
el soberbio rigor de aquel gigante.
Hallé mi cuerpo convertido en huso;
que el que muda de patria decir puede
que a mudar de costumbre se dispuso.
Si en los frases y términos excede
el propio al extranjero, su idioma
por guerra babilónica me quede. .
Bien la patria perdida el brío doma,

321

F . LÍRICA, I. — 21
pues cuando se acredita el movimiento,
de lo que fue, ni aun los amagos toma.
Hablo, y no me entienden, y esto siento
tan sumamente, que me torno mudo,
barriendo sin fe mi entendimiento.
Y si a vengarme del agravio acudo,
el más vil de la tierra le deshace
a la paciencia su divino escudo.
Ninguno de razón me satisface,
todo es a fuerza de pasión tirana
cuanto conmigo la malicia hace.
¿Quién de mi patria santa y cortesana
me trujo a conocer diversas gentes,
ajenas de la mía, soberana?
No hay más seguros deudos ni parientes
que las piedras del noble nacimiento,
que son siempre seguros y obedientes.
Cuando me paro a contemplar de asiento
lo que al presente soy y lo que he sido,
el ansia se me dobla y el tormento.
Cuando me veo solo y perseguido,
reparo si yo soy el que merezco
la imagen de mi ser en tanto olvido.
Y si me llaman, sin sentido ofrezco
la vista al hombre, hallándome engañado
de ver que aun a mí mismo me parezco.
Si me recuerdan mi perdido estado,
como si algún letargo me dejara,
respondo con semblante alborotado.
Y si en mi rostro el sabio reparara,
leyera en letras de color de cera
la pasión del espíritu en mi cara.
Perder la libertad, ¿quién lo sufriera,
sino la ley de honor, que siempre ha sido
en el honrado superior esfera?
Bien pudiera volver favorecido,
mas eso fuera bueno si llevara
lo mismo que saqué del patrio nido.
Si con volver mi fama restaurara,
a la Libia cruel vuelta le diera;
que morir en mi patria me bastara.

322
Pero volver a dar venganza fiera
a mis émulos todos, fuera cosa
para que muerte yo propio me diera.
Ampáreme la mano poderosa;
que con ella seguramente vivo
libre de esta canalla maliciosa.
Bien sabe el cielo que con sangre escribo
del corazón estos renglones puros;
que al fin el cuerpo es animal nocivo.
Él no puede seguir estos seguros
dolores del espíritu, que el alma
los llora dentro de sus propios muros.
Y pues se queda mi destierro en calma,
tomen ejemplo en mí cuantos pretenden
en tierra ajena vitoriosa palma;
que no hay segura vida
cuando la libertad está perdida.
[T exto según la B A E , vol. X L I I , pág. 366.]

A G U S T ÍN DE SALAZAR Y TO RRES
1642-1673

291
CELEBRA LA BREVEDAD DE LA VIDA DE LA ROSA

E s t e ejemplo feliz de la hermosura


que en purpúreos ardores resplandece,
si a dar admiraciones amanece,
a no dar escarmientos se apresura.
No miden los espacios su ventura,
pues cuando breve exhalación florece,
de aplausos de la vista se enriquece
y de injurias del tiempo se asegura.
¿Para qué más edad? Si no mejora
la pompa que en fragranté incendio brilla,
y a cada instante contrapone un daño.
Sobrada eternidad es una hora
para ser en la muerte maravilla
y no ser en la vida desengaño.

323

F . LÍRICA, I. — 21*
292
A LAS OJERAS DE UNA DAMA

I l u m in a d o s d el co lo r d el cielo,
los p árp ad o s h erm o sos d e unos ojos,
rau d ales d e zafir q u e, sin en o jo s,
los sen tid o s an eg an p o r c o n su e lo ;
p iratas son d el sol q u e, sin d e sv e lo ,
las lu ces rob an a sus ray o s rojos,
q u e v a lid o s b lason an p or d esp o jo s,
som bra a sus luces y a sus rayo s h ielo.
Del alma más esquiva las potencias,
el sitio azul en cercos y clausura,
sitiadas rinde sin acción violenta.
Que es imposible en tantas influencias
resistir al imán de su hermosura,
por centro de la vida, que la alienta.
[Cythara de Apolo, Madrid, 1694, págs. 53-54.]

FRA N CISC O D E L A TO RRE S E V IL


£. 1650-1680

293
A UNA VELA ARDIENDO
V e l a q u e en g o lfo s d e esp len d o r n a v e g a s
p or can d o res lu cid o s e x te n d id a ,
h asta d esv a n e c er, d esv a n e c id a,
y cieg a p o r lu cir, h a sta q u e c ie g a s :
si seren a lu z h a y , presto te a n e g a s ;
si corre tem p e stad , v a s s u m e r g id a ;
h u ye s con b re v e soplo d e tu v id a
y con seren a calm a a tu fin lleg as.
Tan sin memoria viene tu occidente,
que aun de leves cenizas breve copia,
noticia no dará de lo luciente.
Humo será a tu fin, pira no impropia;
dejarás sombra en todo, y solamente
no dejarás la sombra de ti propia.
[Entretenimiento de las musas, Zaragoza, 1654, pág. 64.]

324
294

AL MAR EN METÁFORA DE UN CABALLO

E spu m o so caballo en quien procura


ser señal, como estrella, el norte frío ;
carreras se le imponen a tu brío
y pasos se le miden a tu altura.
Formidable relincho es tu voz dura;
tienes, con extendido señorío,
una torcida crin en cada río
y en cada fuerte puerto una herradura.
Haces mil caracoles de contino;
paras fiel a la calma que te enfrena
y pisas lo que abate tu camino.
Pícate espuela el aire que te llena;
el hombre te inventó silla de pino
y Dios te señaló freno de arena.
[Ms. M'79 de la B.a Nacional. Vid. Poesía heroica del Imperio, de
L. F. Vivanco y L. Rosales, vol. II, Madrid, 1943, pág. 715.]

SOR JU A N A IN É S D E L A CRU Z
. 16 5 1-16 9 5

295

V e r d e embeleso de la vida humana,


loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado,
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

325
296

EN QUE SATISFACE UN RECELO CON LA RETÓRICA DEL LLANTO

E st a tarde, mi bien, cuando te hablaba,


como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía;
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
' con sombras necias, con indicios vanos :
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

297
CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE

DETENTE, sombra de mi bien esquivo,


imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu firma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pccho
si te labra prisión mi fantasía.
[Obras completas, edic. de A. Méndez Planearte, México, 1951, pági-
ñas 200 y 287-8.]

326
ÍN D IC E GENERAL DEL TOMO I

Págs.

Prólogo de la primera edición ................................................ 9


Nota a la segunda edición ....................................................... 12 •
Jarchas m ozárabes....................................................................... 13
Ra¿ón de a m o r ............................................................. . .......... 13
Rey don D io n ís ........................................................................... 19
Nuno Fernandes Torneol ......................................................... 19
Meendiño ....................................................................................... 20
Martín Codax .............................................................................. 21
Joan Z o r r o ..................................................................................... 21
Gonzalo de B e rc e o ..................................................................... 22
Sem T o b ................................................................................. ... 28
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita ... .......................................... 29
Pero López de A y a la .................................................................. 41
Almirante don Diego Hurtado de M en d o za...................... 43
Alfonso Álvarez de V illasan d in o ......................................... 44
Juan Rodríguez del P a d ró n ...................................................... 45
Ferrant Sánchez C a la v e ra ........................................................ 45
Ausías M a r c h ................................................................................ 48
Fernán Pérez de Guzmán ....................... ................ .......... 53
C a rva ja les....................................................................................... 54
íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana .......... 55
Juan de M e n a ............................................................................... 58
Gómez Manrique ........................................................................ 59
Jorge M an riqu e............................................................................. 60
Cartagena ....................................................................................... 72
El Bachiller de la T o r r e ......................................... ................... 73

32 7
Págs.

G u e v a ra .......................................................................................... 73
Garcí Sánchez de B a d a jo z ........................................................ 74
Lope de S o s a ................................................................................ 76
Comendador E s c riv á ................................................................... 77
Pedro Manuel Ximénez de U r r e a .......................................... 77
Juan Álvarez G a t o ...................................................................... 80
Fray Ambrosio M ontesino........................................................ 80
Fray Iñigo de M en d o za............................................................. 81
Juan del E n c in a ............................................................................. 82
Gil V ic e n te .................................................................................... 85
Poesía anónima de tipo tradicional......................................... 87
Romances v ie jo s ........................................................................... 91
Juan Fernández de H e re d ia ...................................................... 98
Cristóbal de C astillejo................................................................. 99
Juan B o scá n ................................................................................... 103
Francisco Sá de M iran d a............................................................ 105
Garcilaso de la Vega ................................................................. 106
Diego Hurtado de M en doza..................................................... 120
Sebastián de H o ro z c o ................................................................ 12 2
Santa Teresa de J e s ú s ............................................................... 12 3
Antonio de Villegas .................................................................. 12 3
Hernando de Acuña .................................................................. 124
Gutierre de C e tin a ....................................................................... 125
Gregorio Silvestre ....................................................................... 12 7
Pedro de Andrade C am in h a..................................................... 128
Joaquín Romero de C e p e d a ...................................................... 129
Jorge de M ontem ayor................................................................. 129
Diego Ramírez P a g á n ................................................................. 13 2
Luis de C am oens.......................................................................... 13 2
Jerónimo de Lomas C an to ral.................................................... 134
Francisco de T e rra z a s.................................................................. 135
Fray Luis de L e ó n ....................................................................... 136
Eugenio Salazar de A la rc ó n ...................................................... 147
Baltasar del A lc á z a r.................................................................... 148
Fernando der H e rre ra .................................................................. 15 1
Diogo B em ard es........................................................................... 158
Francisco de Figueroa ................................................................ 159
Francisco de A ld a n a .................................................................... 160
Francisco de la T o r r e ................................................................ 16 1

328
Págs.

Pedro Laynez ............................................................................... 162


López Maldonado ....................................................................... 163
Gaspar Gil Polo ........................................................................... 163
Luis de R ib e r a ............................................................................. 168
Juan López de Ü b e d a ................................................................ 169
San Juan de la Cruz .................................................................. 17 1
Miguel de C ervan tes.................................................................. 179
Luis Barahona de Soto .............................................................. 18 1
Andrés Rey de A rtie d a ............................................................. 183
Vicente E sp in e l............................................................................ 183
Lucas R o d ríg u ez.......................................................................... 184
Pedro de P a d illa .......................................................................... 185
Gaspar de A g u ila r....................................................................... 187
Lupercio Leonardo de A rgen sola............................................. 188
Bartolomé Leonardo de A rgen sola......................................... 19 1
Uno de los A rgen solas.............................................................. 193
Juan de S a lin a s ............................................................................ 193
Cristóbal de M e s a ........................................................................ 194
Luis de G ó n g o ra .......................................................................... 194
Lope de V e g a ............................................................................... 206
Pedro de Medina M ed in illa...................................................... 223
José de V a ld iv ie lso ..................................................................... 234
Pedro Liñán de R ia z a ................................................................. 235
Antonio de Maluenda ............................................................... 237
Diego de Silva y Mendoza, Conde de Salinas ................ 238
Juan de A r g u iio ........................................................................... 239
Bernardo de Balbuena ....................... ..................................... 2 4J
Francisco de M e d ran o ............................................................... 24 I
Rodrigo Caro ................................................................................ 244
Francisco de Borja, Príncipe de E squ ilach e....................... 247
Luis Martín de la P la z a ............................................................. 2 4&
Pedro Espinosa ............................................................................. 249
Fray Hortensio Félix Paravicino ........................................... 255
Francisco López de Z a r a t e ....................................................... 256
Soneto a Cristo crucificado1 ...................................................... 257
Francisco de Quevedo y V ille g a s............................................. 258
Juan de Tasis, Conde de Villam ediana.................................. 265
Luis Carrillo y So to m ayo r....................................................... 269

329
Págs.

Juan de Já u re g u i.......................................................................... 271


Francisco de R io ja ........................................................................ 273
Andrés Fernández de A n d ra d a ................................................ 275
Adrián de P r a d o .......................................................................... 281
Ceguedad de un a m a n te............................................................ 288
José de S a ra b ia .............................................................................. 289
Pedro Soto de R o ja s ................................................................... 293
Luis de Ulloa y P e re ira ............................................................. 294
Joao Pinto Delgado ..................................................................... 295
Antonio Hürtado de M en d o za................................................ 297
Fray Jerónimo de San J o s é ....................................................... 300
Esteban Manuel de V ille g a s ..................................................... 301
Bernarda Ferreira de L a c e rd a .................................................. 302
Bemardino de R eb o lled o .......................................................... 303
Pedro Calderón de la B a r c a ...................................................... 304
Jerónimo de C á n c e r.................................................................... 307
Anastasio Pantaleón de R ib e ra ................................................ 308
Salvador Jacinto Polo de Medina ........................................... 309
Gabriel B o cán gel.......................................................................... 3 11
Pedro de Q u iró s........................................................................... 3 12
Francisco Manuel de M e ló ........................................................ 3 13
Antonio de S o lís .......................................................................... 3 14
Francisco de Trillo y F ig u ero a ................................................ 3 15
Juan de Ovando y San taré n ..................................................... 3 16
Antonio Henríquez G ó m e z ...................................................... 3 17
Agustín de Salazar y T o r r e s .................................................. 323
Francisco de la Torre S e v i l ...................................................... 324
Sor Juana Inés de la Cruz ........................................................ 325

330

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