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El Concepto de Soberanı́a en

Carl Schmitt
(Y su aplicación al régimen de Augusto Pinochet)

———————————————–
Fabián Ricardo Navarro
Sistemas Polı́ticos
Prof. Antonio Rivera
29 de Enero de 2009
La Soberanı́a en Schmitt

Índice
1. Un Concepto Fundamental: el “Estado de Excepción” 2

2. La Soberanı́a y el Estado de Excepción 5

3. La Paradoja de la Soberanı́a. 6

4. El Régimen de Pinochet “bajo la lupa” de Schmitt. 9

5. Bibliografı́a 12

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La Soberanı́a en Schmitt

En este breve ensayo pretendemos exponer algunos de los aspectos más impor-
tantes del concepto de Soberanı́a tal como lo entiende Carl Schmitt, para poste-
riormente aplicarlos al análisis de un caso concreto, a saber, el régimen del general
Augusto Pinochet. En este sentido, nuestro ensayo se estructurará en dos partes
bien diferenciadas: en la primera nos dedicaremos exclusivamente al pensamiento
de Schmitt, mientras que en la segunda haremos un recorrido histórico a través de
los momentos más importantes del régimen pinochetista, y veremos como éste se
puede entender casi perfectamente desde los presupuestos schmittianos.

1. Un Concepto Fundamental: el “Estado de Ex-


cepción”
Antes de adentrarnos en esta breve exposición del problema de la Soberanı́a
tal como se presenta en el pensamiento de Carl Schmitt, es necesario detenernos
un momento a considerar el significado de lo que él denomina “Estado de Excep-
ción”, ya que se trata de un concepto absolutamente fundamental dentro de su
teorı́a polı́tica. El “Estado de Excepción”, tal como lo utiliza Schmitt, no se refiere
a un hecho jurı́dico especial, sino más bien al cese de todo hecho y marco jurı́dico
establecido. Es verdad que esta caracterización parece bastante insuficiente, pero
no debemos llamarnos a engaño, pues de alguna manera dicha vaguedad es carac-
terı́stica de la suspensión de toda normatividad. Por lo demás, el mismo Schmitt
reconoce la imposibilidad de delimitar de forma exhaustiva dicho caso excepcional :

((El caso excepcional, el que no está previsto en el orden jurı́dico


vigente, puede tal vez ser calificado como caso de extrema necesidad,
de peligro para el Estado o de otra manera análoga, pero no se puede
delimitar rigurosamente.))1

Además, dentro de esta dificultad de caracterización, también hemos de tener en


cuenta que es muy difı́cil diferenciar el “Estado de Excepción” de la guerra civil
1
Schmitt, C. Teologı́a Polı́tica. Trotta, Madrid, 2009. pp. 36-37.

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La Soberanı́a en Schmitt

propiamente dicha, puesto que en ambos casos se darı́a una situación opuesta al
orden normal vigente; esta es, por lo demás, la razón que hace a algunos autores
hablar de indiscernibilidad entre ellas.2
Ahora bien, es importante dejar claro -aunque parezca reiterativo- que el caso
excepcional del que habla Schmitt, no es un derecho más dentro del orden jurı́di-
co, como podrı́a ser por ejemplo el derecho legal de resistencia, sino más bien una
situación en la que todo derecho y toda norma pierden su vigencia.3 Por eso el
“Estado de Excepción” también puede entenderse como el lı́mite del orden jurı́dico,
es decir, aquello ante lo que se posiciona la normatividad. De esta manera, la rela-
ción entre Estado de Derecho y “Estado de Excepción” puede entenderse como la
relación que se da entre un yo y un tú: el yo no es sı́ mismo más que frente a lo que
lo delimita, frente a aquello que se presenta como otro; y al mismo tiempo, ese otro
sólo es otro respecto al yo que entra en relación con él. Del mismo modo, el Estado
de Derecho se delimita frente a una situación que excluye toda norma, frente al
caos; caos cuya naturaleza consiste precisamente en estar fuera de todo contexto de
normatividad y mantener una relación limı́trofe con él. En este sentido, es impor-
tante tener presente dicho detalle, puesto que nos resultará de suma importancia
-como en su momento veremos- para entender La Paradoja de la Soberanı́a en Carl
Schmitt. Como vemos, aunque la caracterización del caso excepcional resulte en
extremo difı́cil4 , podemos estar seguros de que no se trata de una simple facultad
extraordinaria o de un decreto jurı́dico de necesidad, sino de una suspensión total
y absoluta del orden jurı́dico vigente.5 Ahora bien, hay un aspecto que no debemos
perder de vista, y es el hecho de que la excepción, aunque suponga un lı́mite al
estado normativo, no por eso deja de tener con él una estrecha relación, que incluso
podrı́amos catalogar de interdependencia.
2
Cfr. Agamben, G. Estado de Excepción. Editorial Pre-textos, 2004. p. 10.
3
Ibid. . . p. 14.
4
Cfr. Dotti, J. Teologı́a Polı́tica y Excepción. en Dáimon, revista de Filosofı́a, no 13, Julio-
Diciembre de 1996. p. 132.
5
Cfr. Agamben, G. Homo Sacer. Editorial Pre-textos, Valencia, 2003. p. 43.

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La Soberanı́a en Schmitt

((No es la excepción la que se sustrae a la regla, sino que es la regla la


que suspendiéndose, da lugar a la excepción y, sólo de este modo, se
constituye como regla, manteniéndose en relación con ella.))6

Ası́, el “Estado de Excepción” como lı́mite del orden jurı́dico, sólo parece ser in-
teligible desde la normatividad, puesto que de no existir norma alguna tampoco
serı́a posible comprender qué significa su suspensión total. Por lo demás, es fácil
apreciar el hecho de que si no existiese ningún orden jurı́dico tampoco existirı́a
una situación que lo delimitase, y esto sencillamente porque no habrı́a nada que
delimitar. Consecuentemente, hemos de decir que, en ausencia de normatividad,
resulta imposible entender qué significa el “Estado de Excepción”.
Pero quizá el aspecto más interesante -ası́ como el más importante- de esta rela-
ción sea la consideración del “Estado de Excepción” como condición de legitimación
del orden jurı́dico: el caso excepcional es el que abre la posibilidad de la vigencia
de la norma, y esto no sólo por cuanto define el umbral del orden jurı́dico, sino
también por cuanto se convierte en un paradigma constitutivo.7 Y es que el orden
jurı́dico sólo adquiere carácter legı́timo como lo normal ante aquello que deja fuera,
es decir, ante la suspensión de toda norma. Además, si tenemos en cuenta que la
norma no puede “auto-legitimarse”, tendremos que admitir que su validez debe ne-
cesariamente proceder de algo que esté más allá de ella, y ese algo es precisamente
el “Estado de Excepción” como horizonte de posibilidad.
6
Ibid. . . p. 31.
7
Cfr. Agamben, G. Estado de Excepción. . . Op. cit. p. 17.

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La Soberanı́a en Schmitt

2. La Soberanı́a y el Estado de Excepción


Para Carl Schmitt, ((Soberano es aquel que decide sobre el estado de excepción)).8
Evidentemente, esto supone convertir el concepto de soberanı́a en un concepto
lı́mite, puesto que al referirse precisamente a la situación que delimita el orden
jurı́dico, la soberanı́a aparece ubicada justamente en el más allá del Derecho, por
más que nunca pierda su conexión con él.
Es importante darse cuenta, a este respecto, que Schmitt no pone en duda
ni problematiza el concepto de soberanı́a como poder supremos y originario de
mandar; lo que él hace es preguntarse por la aplicación concreta de tal poder: ¿quién
es el llamado a decidir en una situación que trasciende el contexto de normatividad?
¿Quién asume la competencia en un caso para el cual no se ha previsto competencia
alguna?

((. . . quién dispone de las facultades no regladas constitucionalmente,


es decir, quién es competente cuando el orden jurı́dico no resuelve el
problema de la competencia.))9

Naturalmente, la respuesta es: el Soberano. Esto puede parecer, a primera vista,


una estrategia puramente circular que no nos dice otra cosa sino que el soberano
es aquél que detenta el poder soberano. Evidentemente, si nos quedamos sólo con
esto entonces no avanzamos nada. Pero Schmitt no va por ese camino: lo que él
quiere poner de manifiesto es que el poder soberano sólo aparece en escena -se
concretiza, podrı́amos decir- cuando cesa el orden jurı́dico y que, en ese sentido,
trasciende toda normatividad. Esta es la razón por la cual el poder soberano es
ilimitado y absoluto, porque no se encuentra sometido a ningún tipo de norma, no
le es necesario dar cuenta de su proceder porque no hay nada ante lo que tenga que
dar cuenta, no existe derecho alguno que tenga que respetar porque se encuentra
más allá de todo derecho. Ası́, la suspensión del orden jurı́dico es la condición
de posibilidad del ejercicio del poder soberano propiamente dicho, pero al mismo
tiempo, dicho poder soberano es la condición de legitimidad de cualquier contexto
normativo. Exto explica por qué la excepción pone de manifiesto al soberano.
8
Schmitt, C. Teologı́a Polı́tica. . . Op. cit. p. 35
9
Ibid. . . p. 42.

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La Soberanı́a en Schmitt

¿Quién puede decidir más allá del marco de decisión? Pues sencillamente aquél
que está por encima de dicho marco y puede dar lugar, sin necesidad de contar con
nadie ni nada, a uno nuevo. De ahı́ la frase de Schmitt:

((El soberano crea esa situación y la garantiza en su totalidad. Él


asume el monopolio de la última decisión. En lo cual estriba
precisamente la esencia de la soberanı́a del Estado, que más que
monopolio de la coacción o del mando es monopolio de la
decisión. . . ))10

La decisión del soberano crea la normatividad, le da carta de legitimidad. Y es


en este punto concreto que, a nuestro modo de entender, Schmitt entronca directa-
mente con Hobbes y también con Bodino, en el sentido de que el orden jurı́dico, el
entramado normativo, depende en última instancia de la voluntad del soberano. La
facultad caracterı́stica del poder soberano siguie siendo la de crear leyes, la de dar
legitimidad a lo que él mismo establece; que en Schmitt se traduce en la facultad
de decidir más allá de todo horizonte de normatividad:al decidir, el soberano hace
la norma

((. . . lo que se cuestiona en la excepción soberana es, según Schmitt, la


misma condición de posibilidad de la validez de la norma jurı́dica y,
con ésta, el propio sentido de la autoridad estatal. El soberano, por
medio del estado de excepción, crea y garantiza la situación de la que
el derecho tiene necesidad para su propia vigencia.))11

3. La Paradoja de la Soberanı́a.
Con lo dicho hasta el momento, no es difı́cil comprender que en el pensamiento
de Carl Schmitt la soberanı́a se presente con un carácter marcadamente paradójico.
Por un lado se encuentra más allá del orden jurı́dico vigente, pero al mismo tiempo
no deja de formar parte de dicho orden, por cuanto tiene poder de decisión sobre
él. En este sentido, vemos con claridad que la dependencia entre el caso excepcional
y el estado de derecho tiene un carácter mucho más recı́proco de lo que podı́amos
haber pensado.
10
Ibid. . . p. 43.
11
Agamben, G. Homo Sacer. . . Op. cit. p. 27.

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La Soberanı́a en Schmitt

El poder soberano que se manifiesta en la excepción está por encima de todo


contexto normativo, ya que su misma aparación supone el cese de éste último. Ahora
bien, esto no implica que al mismo tiempo dicho poder soberano no se encuentre,
en cierto sentido, inmerso en el orden jurı́dico que de él depende y al cual puede
transformar. Obviamente, esto es algo que intuitivamente resulta bastante difı́cil
de comprender, pues supone pensar en algo que está al mismo tiempo, aunque no
en el mismo sentido, dentro y fuera del orden jurı́dico vigente. Quizá podrı́a ayudar
un poco el considerar que el poder soberano, al crear la normalidad mediante su
poder de decisión, no desaparece por completo del horizonte jurı́dico, sino que
permanece en el trasfondo y legitima lo vigente; lo que ocurre es que mientras
está inmerso en el contexto normativo el trono del poder soberano está vacı́o y sólo
es ocupado cuando el cese del orden jurı́dico trae consigo el “Estado de Excepción”.
A esto precisamente parecen poder aplicarse las palabras de Giorgio Agamben en
El Reino y la Gloria, cuando dice:

((Pero lo que esto significa es que el centro de la máquina


gubernamental está vacı́o. El trono vacı́o, el hetoimasia tou thronou,
que aparece en los arcos y en los ábsides de las bası́licas paleocristianas
y bizantinas, es, quizá, en este sentido, el sı́mbolo más significativo del
poder.))12

De esta manera, aunque pueda parecer realmente sorprendente, las palabras de


Agamben ponen de manifiesto, a nuestro entender, algo que es absolutamente ne-
cesario para el correcto funcionamiento del orden jurı́dico: cuando la normatividad
está vigente, el trono del poder soberano debe permancer vacı́o. De no ser ası́, el
orden normativo estarı́a dividido contra sı́ mismo, por cuanto tendrı́a en su interior
algo que estarı́a por encima de él y al cual no podrı́a regular; resulta bastante fácil
entender que, de darse semejante situación, el contexto normativo nunca podrı́a
funcionar satisfactoriamente, pues siempre se encontrarı́a bajo la sombra del ca-
pricho del poder soberano. Para que el contexto normativo pueda desempeñar su
papel de manera óptima, debe tener, mientras esté vigente, la mayor independencia
posible, cosa que no serı́a viable si el trono del poder soberano estuviese ocupado.
12
Agamben, G. El Reino y la Gloria. Editorial Adriana-Hidalgo, 2008. p. 15.

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La Soberanı́a en Schmitt

Consecuentemente, debemos concluir que es una exigencia fundamental del or-


den jurı́dico -tal como lo piensa Schmitt- que el punto neurálgico y medular de la
máquina gubernamental esté completamente vacı́o.

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La Soberanı́a en Schmitt

4. El Régimen de Pinochet “bajo la lupa” de


Schmitt.
Antes de aplicar directamente el pensamiento de Schmitt al caso del régimen
militar que se dio en Chile entre los años 1973 y 1990, intentaremos presentar, si
bien de forma muy breve, el contexto histórico en el que nos encontramos.
Como marco de referencia global, hemos de recordar que los acontecimientos
aún se sitúan en el ámbiente de la Guerra Frı́a. Pues bien, en septiembre de 1970
Salvador Allende gana las elecciones presidenciales con tan sólo el 36,3 por ciento
de los sufragios, y se convierte ası́ en el primer presidente marxista elegido de forma
incuestionablemente democrática en América Latina. El caso, como era de esperar,
tiene una resonancia inmediata en todo el Cono Sur.
No obstante, la sorpresa inicial dio paso, casi de forma inmediata, a la inesta-
bilidad: en marzo de 1971 la coalición de Allende obtiene una fantástica votación
de casi el 50 por ciento en las elecciones municipales; acto seguido, en octubre de
ese mismo año, Allende decide nacionalizar las minas de cobre (recordemos que en
ese momento Chile era uno de los mayores productores de cobre a nivel mundial).
En octubre del año siguiente, las masivas huelgas de camioneros y comerciantes en
contra del gobierno de Allende y sus medidas llevan al paı́s al borde del colapso.
Posteriormente, en marzo de 1973 el gobierno obtiene tan sólo un 43 por ciento de
los votos en la elecciones parlamentarias, frente al 53 por ciento de la oposición.
En abril de ese mismo año la ciudadanı́a se echa a la calle y se producen enormes
manifestaciones contra Allende, al tiempo que violentos enfrentamientos con parti-
darios del gobierno. Ası́ las cosas, en junio de 1973 un reducido grupo de soldados
y oficiales se rebela contra el gobierno y consigue sacar a la calle cuatro tanques;
no obstante, fueron rápidamente sofocados por las fuerzas del gobierno.
Ante la poca confianza que Allende podı́a depositar en los dirigentes militares,
en agosto de 1973 toma una decisión que al poco tiempo se volverı́a contra él:
designa comandante en jefe de las fuerzas armadas al general Augusto
Pinochet.
Aquı́ es donde -aunque sólo seamos capaces de verlo correctamente a posteriori,

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La Soberanı́a en Schmitt

o sea, una vez que se han dado los acontecimientos- hace su aparición quien casi de
inmediato ocuparı́a el trono del poder soberano. En efecto, el 11 de septiembre de
1973 (ni siquiera habı́a transcurrido un mes de la designación de Pinochet) fuerzas
armadas encabezadas por el recién nombrado jefe del ejército derrocan a Allende,
quien se suicida durante el bombardeo al palacio de gobierno. De esta manera,
entramos en el “Estado de Excepción”.
La sublevación del ejército y el bombardeo del Palacio Presidencial -con el co-
rrespondiente suicidio del jefe del ejecutivo- hicieron caer por tierra la normatividad
vigente hasta el momento; el orden jurı́dico-polı́tico establecido quedó inmediata-
mente invalidado y una Junta de Gobierno -con Pinochet a la cabeza- asumió el
poder.
En diciembre de 1974, Pinochet asume como Jefe del Estado, conserva la jefatu-
ra del ejército, y la Junta Militar actúa como Poder Legislativo. Aparentemente, se
continúa viviendo en una república democrática, pero la realidad es muy diferente:
Pinochet concentra en sus manos todo el poder; es presidente, jefe del ejército y, por
tanto, también tiene control sobre la Junta Militar. El poder del general Pinochet
responde ası́ a las caracterı́sticas del poder soberano propuestas por Schmitt.13
Efectivamente, hace su aparición con el advenimiento del “Estado de Excep-
ción”, y tiene poder para instaurar la nueva normalidad. Ahora bien, incluso cuan-
do Pinochet realiza una serie de consultas ciudadanas para rechazar la ((agresión
internacional)) que le acusa de violaciones a los derechos humanos, y las autorida-
des anuncian un apoyo de más del 90 por ciento, lo que en realidad está ocurriendo
es un intento de legitimación hacia el exterior. Pinochet no necesita consultar a
la ciudadanı́a para tomar sus decisiones, pero sı́ parece necesitarlo para contentar
a los potenciales agresores externos; con lo cual, sigue siendo válido decir que el
general tiene poder de decisión sobre la normatividad.
Este último hecho se pone de manifiesto una vez más cuando en marzo de
1981 Pinochet jura como el primer Presidente bajo una nueva Constitución. El
nuevo orden normativo ya ha sido configurado, y el poder soberano, en un caso
13
linespread1Cfr. Ensalaco, M. Chile under Pinochet: recovering the truth. University of
Pennsylvania Press, Philadelphia (Pennsylvania), 2000. p. 50.

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La Soberanı́a en Schmitt

que claramente podrı́amos tachar de ficción jurı́dica, pretende incorporarse a ese


marco normativo y mantenerlo. La problemática, y la tensión extrema que podemos
observar, es que el orden jurı́dico polı́tico no tiene validez absoluta en su propio
ámbito, puesto que como el trono del poder soberano sigue ocupado, dicho orden
sigue estando a merced de algo que está por encima de él.
Pues bien, esta situación de tensión entre orden jurı́dico y poder soberano se
mantendrá muchı́simo más tiempo del que se suele pensar. En efecto, incluso cuando
en diciembre de 1989 el candidato presidencial de la oposición, Patricio Aylwin,
gana al candidato del régimen y de la derecha polı́tica (Pinochet habı́a firmado la
Ley de Partidos Polı́ticos en marzo de 1987), y asume la presidencia del gobierno
en marzo de 1990, el general Pinochet aún conserva el mando del ejército. El poder
soberano aún continúa sentado en el trono; la presencia del poder militar que
conserva Pinochet aún se hace sentir fuertemente, un claro ejemplo de esto es la
intacta conservación tanto de la Constitución como de las estructuras económicas
impuestas por el régimen, durante los dos primeros gobiernos de la “democracia”.
Y es que la posibilidad de una reacción por parte de los militares -al mando de
Pinochet, por supuesto- estaba siempre presente en el horizonte de toda reforma
polı́tico-económica sustanciosa. En este sentido, los “gobiernos democráticos” que
aún contaron con la presencia del General, nunca se sintieron lo suficientemente
libres como para desarrollar su propia y genuina lı́nea de acción polı́tica, dato que
demuestra de forma contundente, que el trono del poder soberano aún no estaba
vacı́o y, por tanto, que el orden normativo aún no contaba con plena independencia.
La extrema tensión a la que antes hemos aludido, sólo llegó a su fin en marzo
de 1998, cuando Pinochet finalmente entrega el mando del ejército y jura como
senador vitalicio. El trono por fin esta vacı́o; el orden jurı́dico-polı́tico tiene, final-
mente, vigencia absoluta en su ámbito. . . las reformas y el desarrollo que el paı́s ha
experimentado desde entonces son hechos evidentes.

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La Soberanı́a en Schmitt

5. Bibliografı́a
Agamben, G. Estado de Excepción. Editorial Pre-textos, Valencia. 2004.

Agamben, G. Homo Sacer. Editorial Pre-textos, Valencia, 2003.

Agamben, G. El Reino y la Gloria. Editorial Adriana-Hidalgo, 2008.

Dotti, J. Teologı́a Polı́tica y Excepción. en Dáimon, revista de Filosofı́a, no


13, Julio-Diciembre de 1996.

Ensalaco, M. Chile under Pinochet: recovering the truth. University of Pennsyl-


vania Press, Philadelphia (Pennsylvania), 2000.

Schmitt, C. Teologı́a Polı́tica. Trotta, Madrid, 2009.

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