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El Concepto de Desarrollo Sostenible Relacionado Con El Derecho Internacional de Inversió1
El Concepto de Desarrollo Sostenible Relacionado Con El Derecho Internacional de Inversió1
CONCEPTO DE INVERSIÓN.
basada en los activos, cuyo alcance va más allá de cubrir solo la inversión
extranjera directa, ya que la definición abarca "todo tipo de activo" o "cualquier tipo
de activo", acompañado de una lista de ejemplos. Dichas listas generalmente
incluyen cinco categorías de activos: primero, bienes muebles e inmuebles y
cualquier derecho de propiedad relacionado, como hipotecas, gravámenes o
prendas; segundo, varios tipos de intereses en compañías, como acciones,
acciones, bonos, obligaciones o cualquier otra forma de participación en una
empresa, empresa comercial o empresa conjunta; tercero, reclamaciones de
dinero y reclamos bajo un contrato que tiene un valor financiero y préstamos
directamente relacionados con una inversión específica; cuarto, derechos de
propiedad intelectual; y quinto, concesiones comerciales, es decir, derechos
conferidos por la ley o en virtud de contratos.
Rudolf Dolzer (2006), señala que, en una economía globalizada, este marco
básico de los tratados de inversión puede verse como un instrumento clave para
promover el flujo de inversión entre los países que son parte de estos acuerdos. O
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El riesgo soberano podría compararse con el riesgo crediticio, ya que corresponde a un indicador
que el mercado o una institución financiera le atribuye a un determinado deudor, y cuyo objetivo es
medir la probabilidad de que el emisor sea responsable con las obligaciones contraídas. Canton y
Packer, 1996, citados por Rojas Gómez (2008).
pueden verse como mecanismos legales que obstaculizan la diversidad jurídica
internacional basada en la soberanía de cada estado receptor. Desde un punto de
vista sistémico que considera la inversión extranjera como un componente clave
para promover el crecimiento y reducir la pobreza, los tratados bilaterales de
inversión son un conjunto acordado de reglas que sirven para atraer inversión
extranjera al reducir el espacio para acciones arbitrarias y sin principios del estado
anfitrión y por lo tanto, contribuyen al buen gobierno, que es una condición
necesaria para el logro del progreso económico en el estado anfitrión.
Además, este autor indica que los tratados de inversión extranjera se basan en la
presunción de que las garantías otorgadas a los inversores extranjeros por el
sistema jurídico interno del país de acogida pueden ser -o pueden resultar
insuficientes- para el propósito especial previsto por esos tratados, que es
principalmente la creación de un clima favorable a la inversión diseñado para
atraer la inversión extranjera deseada por el estado anfitrión. Esta lógica
subyacente se aplica igualmente a los tratados bilaterales de inversión bilaterales
y a la generación reciente de acuerdos de libre comercio que contienen reglas de
inversión.
Debido que como lo advierte Campos Sánchez (2013) el carácter amplio del
concepto de inversión que se ha utilizado en los Acuerdos para la Protección de
Inversiones y en los Tratados de Libre Comercio, y la falta de una definición dentro
del Convenio de Washington, ha generado que las controversias que surjan entre
los inversionistas y el Estado en el ámbito del CIADI, se deba realizar un análisis
de la competencia ratione materiae de los tribunales arbitrales. Por lo cual, se
toma la decisión del 23 de julio de 2001 en el caso Salini Costruttori S.p.A. e
Italstrade S.p.A. contra Marruecos, como un hito importante en relación a las
decisiones arbitrales del CIADI que han analizado la noción de inversión.
Respecto a este Test, Sorto Guzmán (2013), citando a Dolzer y Schreuer (2008),
señala que una vez alcanzados los tres primeros presupuestos, es decir, la
contribución en efectivo o en especie, la certeza de la duración de la ejecución, y
la participación en el riesgo del contrato, el último elemento no debe ser difícil de
hallarse presente, ya que materializar el desarrollo económico dentro de un país
no puede verse en el corto plazo, sino que requiere del paso del tiempo para que
el inversionista comience a generar riqueza y que la misma se distribuya a través
del pago de salarios, las políticas de desarrollo y compromiso social, la creación
de infraestructura, entre otros.
De igual manera, como lo señala Demírkol (2015), mientras que muchos casos
han seguido el Test Salini, para otros se ha convertido en un punto de partida,
quienes han desarrollado el Test agregando nuevos elementos, como en el caso
Phoenix Action v. The Czech Republic, cono conocido también como el Test
Phoenix, en el cual, se agregan dos condiciones suplementarias a los cuatro
presupuestos del Test Salini. En consecuencia, una inversión debe ser legal (no
en violación de las leyes del estado anfitrión) y debe hacerse de buena fe. Como
consecuencia, el Test de Phoenix introdujo una prueba compuesta de seis
elementos: los cuatro elementos del Test Salini, más la inversión de acuerdo con
las leyes del estado anfitrión y la inversión de buena fe.
Por lo tanto, Gracia Rojas (2015) señala que el concepto de desarrollo sostenible
nace de la necesidad de mantener una relación directa entre el medio ambiente y
la economía, buscando eliminar la contradicción entre el desarrollo económico y la
preservación del ambiente sano. Así, el concepto de desarrollo sostenible se ha
encontrado en una serie de problemáticas de la supervivencia global, que ha
propiciado la reconstrucción de una relación entre el medio ambiente y la
sociedad.
De igual manera, Sánchez Pérez (2002) señala que la relación entre desarrollo y
medio ambiente implica entender el concepto de desarrollo sostenible, el cual, ha
surgido como una nueva alternativa a la visión de desarrollo. De esta manera, la
idea que tiende a aceptarse en todo el mundo es que los problemas del medio
ambiente son los problemas de desarrollo y que la meta del desarrollo sostenible
debe ser la de conciliar el crecimiento económico para la población en general,
presente y futura, con la renovabilidad de los recursos, involucrando un proceso
que implica cambios políticos, económicos, fiscales, industriales y de manejo de
los recursos naturales, bióticos y energéticos.
Así, Gómez Guiterrez (2014) indica que, para alcanzar un desarrollo sostenible, se
deben valorar las implicaciones económicas y ambientales del desarrollo, donde
no debe primar exclusivamente el aspecto económico, por lo cual, toda nueva
inversión debe contemplar una evaluación de sus impactos ambientales, a corto,
mediano y largo plazo. Las estrategias de desarrollo deben integrar ambos
aspectos. Además, tampoco puede primar exclusivamente un enfoque
ambientalista. Toda actividad económica conlleva utilizar recursos del medio
natural, materiales y energía, y a su vez genera algún tipo de residuos que se
devuelven al medio natural, y pueden o no ser degradados y asimilados por este.
Pero, se argumenta, sin recursos económicos no se pueden satisfacer las
necesidades sociales, ni tampoco dar solución a los pasivos o daños ambientales
generados en el pasado.
REFERENCIAS.