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EL FOTÓGRAFO CREADOR

... la tierra y el cielo se separaron y el Ancestro original, la Serpiente


Arco Iris, trajo la vida a todos los ancestros primordiales quienes, a su
vez, a través de sus pensamientos, sueños y viajes, cantaron el mundo
hasta propiciar su existencia.
Leyenda de aborígenes Australianos.

Después del almuerzo hacía un calor de mierda, no se podía estar sino en el pasillo del
hostel. Casi todos volvían a esa hora luego de pasearse vendiendo pulseras, arreglos de
plata o piedra. Hablábamos muy pausado, con preguntas inocentes y respuestas serenas,
lógicas. Que haces por acá, se le pregunta al Rolo (o sea de Bogotá), y nos habla de su
arte. Estoy en Perú casi 6 meses porque acá pasan...es una cultura diferente a la de las
ciudades, quiero decir, me encuentro con las cosas más curiosas, nos dice pensativo, sin
poder explicarse. Esas cosas son las que fotografía. Recién te entiendo, le digo. Para mi
viajar era un escape, para él, una búsqueda: en una yunsada cerca de Pucallpa sus fotos
muestran la orgiástica fiesta desde las escenas principales, folklóricas, turísticas, hasta
pequeños detalles, como aquella del viejo completamente embarrado de pies a cintura,
cargando un colorido jarro de arcilla, disponiéndose a mojar a una flaca desprevenida.
Las expone, alegre, en la pantallita de su cámara. En la última sale él, en una ronda de
ebrios, bailando.

¿Serán así las tardes de Iquitos todo el tiempo? Sudorosas tardes de cuatro tipos
araposos, desconocidos entre sí, que están de pasada, o quien sabe, cualquiera de
nosotros se queda por el amor de andar en el malecón con el cuerpo sudando, la camisa
sin abotonar, y quedarse ahí hasta el rojo atardecer...

Cerca de la plaza, desde los balcones de piedra del malecón, se puede ver un barco
abandonado. El Rolo hizo del barco su escena. Había una foto en el que uno de los
residentes del barco lo descubre. Fue precisa, me dice, estaba viendo los grafitis del
segundo piso y cuando llego al borde de la popa él la saca su cabeza desde el primer
piso mirando hacia arriba; y mira, ahí está! jajaja. El tipo le pidió plata y el Rolo le dio
lo que tenía –2 soles– a cambio de algunas fotos. Terminaron como amigos y, de hecho,
él también vendrá más tarde, para la noche que fumábamos, desamparadamente, un
bate. Resultó ser un músico de Santa Fé, y al ver a Sebastián, que tiene cara de salvaje,
dijo: "sa' cara de demonio". Sebastián, había molido a palasos a un borracho que le dijo
chileno conchatumare, pero se rio del comentario del músico, que partió muy pronto esa
noche al barco abandonado, con su gordura, sus ojotas y su guitarra al hombro.

Sebastián, artesano, trabaja la platería. Drets en la parte superior del pelo y pelado a los
costados. Barba larga al centro del mentón. Pequeño y duro. Ha convivido con
indígenas y cuando le dije que no son salvajes me dice: "si lo son, pero saben mucho
también". Herramientas: dos martillos, uno para golpear y otro como base, y así le da
forma al manojo de alambre que le cuesta utilizar porque no encuentra ninguna de las
dos puntas. Se sienta en el piso del pasillo, suspirando de calor, y continua su collar para
dos piedras. Le pone un alambre enrrollado de jebe como brazo para el cuello y le
muestra el collar al artesano argentino. Bieeeen hermano, le responde. El artesano
argentino era el mayor de todos. Estaba viajando 16 años desde que se jodió con las
drogas; fue de lo primero que dijo esa tarde, y se puso serio, luego bromista, luego
fraterno. Que haces acá, me dijo más tarde –cuando leía a Lucho Hernandez, sentado en
los balcones, asombrado por ese lento y casi completamente rojo aterdecer–. Leyendo
un poco. Leyendo, ta' bien eso. ¿Hay gente en casa? Escuché gente en los cuartos del
fondo, le digo. Nos vemos, ya deben estar fumando.

Llegué a casa a cenar con el malabarista argentino. Adoptó un gato recién nacido; lo
encontró asustado detrás de la refrigeradora del hostel. Mientras hablábamos, llega el
artesano argentino con una pareja que buscaban donde dormir. No les rebajan de 10
lucas la noche así que se van. Reconozco a la chica porque le compré una pulsera y
hablamos unos segundos; ella indiferente. Me mira de reojo y se va pensativa. El
artesano argentino propone hacer una chancha para la gaseosa. Voy por ella. Al volver,
Sebastián estaba en la puerta, con los ojos que parecían que iban a explotar, rojísimos y
abiertos de par en par. ¿Se fumó una pintada? me preguntaba desde la esquina de la
calle. Vamos adentro para una gaseosa, le digo. Ahí paso Cuzco, se lo agradezco. Más
tarde llega Wilmer: cajamarquino, malabarista y aprendiz de guitarra. Él y su grupo de
Cajamarca hacen música andina tipo "lejos de ti voy a morir". Wilmer tiene una sonrisa
constante, expresiva y algo forzada. Debe tener algo con su filosofía, pensé. Hey Cusco,
me dice, vamos a sacar la guitarra al pasillo. Saca su azulina guitarra y tocamos,
cantamos. El malabarista argentino siempre tiene hierba así que fumamos. Lleva tatuado
a sus padres en cada pectoral; camisa roja y blanca, a cuadros, sin botones; drets y una
gorra de rapero; tiene un mp3 con dos canciones de Hendrix que las escucha durante el
sexo; no habla mucho y es atento con su gato: así es el malabarista argentino. Al rato
llega el Rolo. Se sienta y nos muestra un edificio abandonado en su pequeña cámara
digital. Wilmer le dice que esta embrujada. Iremos mañana sin falta. El porro rota y
suena Hendrix: se armó.

Breve interrupción: el señor oriental que duerme en el cuarto alado mío –el mismo que
se pasó la noche de ayer diciendo una y otra vez: "Ohhhh I hate peruvian people!! All of
them!! I hate them!!"– entra con un travesti. El personaje extraño, tiene que sacarlo: es
su deber como encargado del hostel. El Rolo nos mira a todos con una sonrisa ¿Habían
visto a alguien así antes? dice. Y es que el personaje extraño es un verdadero
impertinente, egocéntrico y aburguesado. (En el Perú, hay una fractura cultural, una
mezcla de muchas cosas y por eso los cholos son agresivos, ¿no has visto como de
agresivos son los boleteros?, me dijo un día. Carajo, despiértate a la madrugada y
cómete esa chamba, a ver si te la pasas sonriente) Estaba palteado pero igual se decide
sacar al travesti. El oriental le grita. "Sorry, prohibido" repite y repite el personaje
extraño, ridículamente invencible. Desde el pasillo, al rato, vemos una esbelta silueta
que se va orgullosa, contando su dinero.

– Oe invítame tu cigarro pues –dice el personaje extraño, fatigado.


– No te doy porque es marihuana –dice el fotógrafo.
– No te hagas pues. Pasa oe. Yo te invito mi gaseosa y no me vas a dar tu cigarro.
– Ya vale. Toma. Jaja.
– ¿Es tabaco o es marihuana? –me pregunta–. Es que le tengo pánico. Cuando fumo me
pongo...
– Míralo, huélelo. Es tabaco.
– Eso me dijeron la otra vez y estos me dieron weed. Uno desconfía pues.
– Jajaja parcero –interrumpe el Rolo, alegre, dirigiéndose a mí–. ¡Ese día! También
tengo fotos de ese día.

En su cámara se ve al personaje extraño en el cuarto del fondo, confundido y rodeado


por todos. A la siguiente se le ve fumándose el porro, la siguiente sonriendo y la última
sacando la lengua de perfil, flaco, sombrío, con muchos piercings, flequillo largo,
rapada la cabeza a la derecha. Rotamos las fotos riéndonos a no poder. Es que es un
personaje, dice el fotógrafo. Todo un personaje, repite el artesano argentino. Siiiii, todo
un personaje, decimos en coro. Era como el eco del arte.

Iquitos, marzo del 2017

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