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Agradezco al Padre Héctor De Los Ríos por haberme invitado a compartir con ustedes esta

reflexión sobre Nuestra Señora la Virgen María, que creo nos invitará a conocerla y a
amarla más. Espero sea de gran provecho espiritual para todos los radioescuchas.

Música: 1. María, tú que supiste vivir

MARÍA VIVE LA PASCUA DE CRISTO

“Jesús se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.


Por eso Dios lo exaltó…” Fil 2,8-9
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Lc 1,38
“Bienventurada tú, porque has creído… “ Lc 1,45
“Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios
y la cumplen” Lc 8,21

Para hacer esta reflexión me he acercado a varios escritos de autores espirituales como: San Juan
Pablo II en su libro Totus Tuus: El mensaje mariano de un papa santo; la Exhortación apostólica del
Papa Francisco: El gozo del Evangelio; los evangelios de Juan y de Lucas y he buscado también en
Internet, reflexiones sobre María en la Pascua de Cristo. En este rastreo he encontrado ideas que no
había visto tan claras antes, sobre el proceso de madurez o plenificación, digamos así, del modo de
la relación de María con su Hijo, el Hijo de Dios…

Contemplar hoy a María, dolorosa al pie de la cruz, nos lleva a pensar que ella
desde la Encarnación hasta la Ascensión del Señor al Cielo, estuvo siempre a su
lado, lo siguió y vivió paso a paso los momentos decisivos de su Hijo, que fueron
preparando y estaban encaminados a vivir la Pascua, ese momento sublime de su
glorificación en la Cruz y su Resurrección. Ella fue viviendo en la fe, que se iba
desarrollando según la evolución pascual de kénosis-glorificación, la experiencia de
lo que era ser madre de Dios, de su hijo que tenía una natural relación con su
Padre, la cual se expresaba en la obediencia a su querer, a sus designios. La Virgen
inmaculada vivió dolorosamente en plena solidaridad con Cristo Redentor y con
nosotros, pecadores penitentes.

Por eso mi reflexión se va por este camino: María vive la Pascua de Cristo desde su
relación con él y desde su obediencia al Padre, de quien se siente la “esclava”, es
decir, la que hace todo lo que el Padre le dice, vive por Él y para Él. Es una pascua
que va viviendo en la fe, “guardando todo y meditándolo en su corazón” en ese

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corazón que va aprendiendo a conocer, a entender, a aceptar que su misión no es
solo la de dar cuerpo a Dios, sino la de ayudar a Jesús a crecer ante Dios y ante los
hombres, a insertarse en su pueblo y costumbres, acompañar, sostener, animar al
Salvador del mundo. Es por eso corredentora de la humanidad. La Virgen vivió en
el misterio pascual de Cristo porque lo preanunció como el acontecimiento salvífico
de Jesús.

María vivió de modo perenne el misterio pascual que Simeón le había profetizado.
El mismo evangelio recuerda algunas estaciones del vía crucis de María: duda de
José sobre su maternidad, parto en Belén, huida a Egipto, pérdida de Jesús en el
templo, no aceptación por parte de Jesús en el desarrollo de su apostolado, estando
en el calvario a los pies de la cruz. Y, con Jesús y en Jesús, también María va
pasando de ver a Cristo como persona física a Cristo como persona eclesial (Jn
19,25ss), de una maternidad física a una maternidad espiritual y pascual respecto a
la iIlesia (Jn 16,21).

1. Vivir la Pascua: conformarse a la voluntad de Dios, exige morir a la


propia voluntad…
Y me gustó mirar a María en su vivencia de la Pascua de su Hijo, desde la razón
profunda que tiene la pasión, muerte y resurrección de Cristo y es lo que nos dice
San Pablo en la cita con la cual introduje: Es la obediencia al Padre, que por amor
al mundo, envió a su Hijo a realizar la tarea de la salvación y Dios Hijo obedeció;
Jesús, el salvador tomó en serio el querer del Padre, obedeció hasta el final; ese fue
el motivo de su pasión, muerte y resurrección, la salvación del hombre por la
obediencia por amor. De manera que vivir la Pascua a partir de la de Jesús, exige
amar y servir, y conformar la propia voluntad a la voluntad de Dios, morir a la
propia y asumir la de Dios, en el diario vivir, hasta las últimas consecuencias.

2. María en la Anunciación: María se hace una con Dios; mujer de fe.


Es así como María al aceptar la invitación del Ángel a unirse al Plan salvador de
Dios, acepta la intervención del Espíritu en ella; con su “FIAT”, asume, aún sin
saber, vivir con el que iba a ser su Hijo, todas las consecuencias del camino que él
iba a recorrer por amor; se vuelve la cooperadora de la obra de la salvación. María
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hizo de la voluntad de Dios la suya propia y se comprometió, de una vez por todas,
a lo que él quisiera, se hizo su sierva… Allí comenzó María a vivir, su propia
pascua… muerte a sus propios planes de vida con José, para aceptar el plan de Dios
sobre ella: ser corredentora.

Música: 2. ANUNCIACIÓN

3. María en la Visita a Isabel: María se entrega en el servicio de caridad,


expresión máxima del amor pascual, que va hasta la muerte.
Cuando Jesús celebró, antes de morir, la última cena con sus amigos, tuvo un gesto
de máxima caridad con ellos y fue el lavarles los pies (contexto del lavatorio en la
cultura judía)… hacerse servidor de sus amigos, era un gesto premonitorio que
anticipaba la propia entrega de su vida, por amor… olvido total de sí, es la Kenosis
que de cierta manera María había vivido cuando luego del anuncio del Ángel, partió
para donde Isabel a servirla, compartiéndole el gran amor del cual era objeto por
parte de Dios… la caridad hace morir a sí mismo por servir al otro… María obedece
al impulso vigoroso del Espíritu de dar al mundo al Salvador y a lo que Isabel
movida por el Espíritu, confirma en su saludo, la grandeza de lo que Dios ha hecho
en ella: convertirla en la “madre de mi Señor”.

4. María y los hechos que rodean el nacimiento de Jesús: salir de su casa,


puertas cerradas, humildad del lugar, huida a Egipto
El acontecimiento del parto narrado por Lucas, y que comienza con la salida de
Nazaret, en vísperas de dar a luz, nos hace ver a María participando intensamente
en lo que se realiza en ella: como forastera, experimentar que se cierran las puertas,
dar a luz a su hijo, envolverlo en pañales, acostarlo en un pesebre…en la suma
pobreza, que vivirá Jesús toda su vida, hasta la Cruz… Esta acción de María es el
resultado de su plena disponibilidad a cooperar en el plan de Dios y manifestado ya
en la Anunciación con su “Hágase en mí según tu voluntad”, palabras que después
va pronunciar Cristo a la hora de su agonía.

El hecho de no ser recibida en ninguna casa, nos trae a la memoria las palabras de
San Juan en el prólogo de su Evangelio: “Vino a los suyos y los suyos no lo
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recibieron” es un rechazo tanto al Hijo como a la Madre y muestra cómo María
estaba ya asociada al destino de sufrimiento de su Hijo y era partícipe de su misión
redentora, es también la Pascua de María asociada a la de Cristo.

La Virgen concibió y experimentó la progresiva separación de Jesús de su


existencia como un morir progresivo según la carne para renacer según el espíritu.

5. María en la Presentación de Jesús en el Templo: Profecía de Simeón,


anuncio de su participación en el sufrimiento de su Hijo.
Presentar a Jesús al templo, nos muestra la intención de José y de María de
obedecer fielmente a la voluntad de Dios y a la vez de consagrar a Jesús a Dios, en
el mismo lugar donde Dios está presente, en el Templo. Ya en el ofrecimiento de
dos tórtolas y dos pichones, la ofrenda de los pobres, María está entregando en
realidad, al verdadero Cordero que deberá redimir la humanidad.

En el Templo se encuentran con Simeón, que además de experimentar el


cumplimiento de una promesa que le hizo Dios, descubre y confirma la identidad
del niño cuando eleva el cántico” Ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz…
mis ojos han contemplado a tu Salvador…” y luego predice a la Virgen que
participará en el destino de su Hijo el cual está puesto para caída y elevación de
muchos y le anuncia a María que una espada atravesará el alma… anuncio claro de
la pascua dolorosa de Cristo a la cual está asociada María … Este sufrimiento
materno llegará a su culmen en la pasión, cando se unirá a su Hijo plenamente, en
el sacrificio redentor. La existencia humana de la Virgen debe ser desgarrada y
destruida para resucitar con Jesús. En su vida están juntas la gloria y el
padecimiento, que ya desde antes venían juntas e iban a ser para siempre una ley
de su vida.

A partir de la profecía de Simeón, María une de modo intenso y misterioso su vida


a la misión dolorosa de Cristo: se convertirá en la fiel cooperadora de su Hijo para
la salvación del género humano.

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6. María y la pérdida de Jesús en el Templo: Se va rompiendo el vínculo
carnal.
A medida que va creciendo y va tomando parte en la vida del pueblo, Jesús va
descubriendo su misión y su dependencia del Padre… muestra una firme
separación de José y de María, y se va viendo que la norma de su comportamiento
solo pertenece a su Padre; los vínculos familiares terrenos van adquiriendo otra
dimensión. Aunque era tuyo, María, le pertenecía con más intensidad a su Padre
Dios; María Jesús acentúa su separación mostrando su independencia para hacer
los trabajos que su Padre le había asignado.

Con este episodio, Jesús prepara a su madre para el misterio de la Redención. En


estos tres días terribles, de separación de su hijo, de preocupación y angustia, de
búsqueda incansable, María, al igual que José, son introducidos por Jesús en una
vivencia anticipada del triduo de su pasión, muerte y resurrección; los introduce en
el misterio del sufrimiento que lleva a la alegría.

Ya aquí, Jesús con la respuesta que da a María: “y ¿por qué me buscabais? ¿No
sabíais que yo debía ocuparme de las cosas de mi Padre?” Lc 2,49, Jesús ya les
estaba revelando el misterio de su persona, estaba abriéndoles nuevas perspectivas
sobre su futuro. ¿Qué sintieron María y José con esta respuesta? No
comprendieron… María guardaba cuidadosamente, todas estas cosas en su
corazón… ¡Dolor…? Incertidumbre? Noche de la fe? Cómo iba viviendo María este
cambio en la relación… con despojo, con fe, con esperanza… es una pascua que
María experimenta… su hijo es primero Hijo de Dios, a quien le debe su
obediencia… ella relaciona estos acontecimientos con lo que el Ángel le reveló en la
Anunciación, ahonda en el misterio y ofreciendo de nuevo su colaboración, renueva
su “fiat”.

Aquí en el Templo de Jerusalén, Jesús asocia a su Madre a sí; ya no es la madre que


lo engendró, sino la Mujer que, con su obediencia al plan del Padre, podrá
colaborar en el misterio de la Redención. Nueva dimensión de su cooperación en la
salvación.

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Cuando Jesús se fue de la casa, y se hizo bautizar por Juan en el Jordán,
seguramente fue un momento duro para María, pues quedaba sola, su hijo vivía
una fuerte ruptura con los lazos familiares para dedicarse por entero a la tarea que
el Padre le confió: la salvación de los hombres del pecado. María lo sigue… María
sufre, su corazón se estremece con las dificultades y sufrimientos que va teniendo
Jesús en el cumplimiento de su misión… y seguía guardando y meditando todo en
su corazón.

Música: 3. Bendita entre las mujeres

7. La bienaventuranza mariana
Jesús mismo invitó explícitamente a su madre a introducirse en esta maternidad
salvífico-pascual, como lo vimos en la Perdida en Jerusalén y en las bodas de Caná.
Cuando le dicen a Jesús que “su madre, sus hermanos y hermanas” le llaman (Mc
3,31-32), él precisa: mi madre es aquella que “hace la voluntad de Dios” (Mc 3,33-
35;). Y en Lc 11,27-28 ante la expresión de la mujer que dijo: “dichoso el vientre que
te llevo y los pechos que te alimentaron”, Jesús sin vacilar responde “Dichosos más
bien los que oyen a Palabra de Dios y la guardan”. Reconoce una vez más la fe
inquebrantable de María y su obediencia a la voluntad de Dios, en ella el Señor iba
haciendo maravillas y por eso todas las generaciones la llaman “Bienaventurada”.
Es así como María iba creciendo y madurando en la fe, e iba comprendiendo la
misión de Jesús y su relación con él… hasta experimentar el espíritu del
Resucitado.

8. María en la Pasión del Señor


Se consuma la separación natural de la madre con el Hijo cuando Jesús muere en la
cruz, ella ha experimentado el poder y la fuerza, la sabiduría y la gracia, el fracaso y
la locura. Al lado de Jesús crucificado ella experimentó la espada y la señal de
contradicción como lo profetizó el anciano Simeón.

Jesús confía el discípulo a su Madre, asignándole así, una nueva misión materna
(Jn 19,26s); el apelativo de “mujer” que también Jesús usó en las bodas de Caná,
para llevar a María a una nueva dimensión de su misión de madre, muestra que las
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palabras del Salvador quieren situarse en un plano más elevado. Jesús le reconoce
que con su participación en su misterio pascual ha adquirido una maternidad
eclesial pues en Juan está representada, la nueva humanidad, la Iglesia misma. Su
“sí” a este proyecto constituye, una aceptación, aunque dolorosa, del sacrificio de
Cristo, su hijo, que ella generosamente acoge, adhiriéndose a la voluntad divina.
Ella sentía y era testigo de que algo terminaba y de que algo nuevo comenzaba.

En correspondencia con este progresivo morir al vínculo físico con Jesús (kénosis
mariana), María lleva a cabo una unión y uniformidad correspondiente con Jesús
como Espíritu resucitado.

Música: 4. Te miro a los ojos o Madre del Silencio

9. María en la Resurrección de Jesús:


Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María "es la única que mantiene
viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente
de la Resurrección"1

Es legítimo pensar que lo más seguro es que Jesús resucitado se apareció a su


madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba
se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del
hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría
confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por
voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la
cruz y, por tanto, más firmes en la fe.
El carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta
unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz (cf. Jn 19, 25), parecen postular su
participación particularísima en el misterio de la Resurrección de Cristo, como
testigo privilegiada y presente en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), como
sostiene un autor del siglo V, Sedulio, 2 que Cristo se manifestó en el esplendor de la
vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el
1
JUAN PABLO II. Catequesis durante la audiencia general del 3 de abril de 1996, n. 2: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 5 de abril de 1996, p. 3
2
cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s

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camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia
de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida.

Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el "resplandor" de la Iglesia;
completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio
pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la
humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los
muertos.

10. Pascua de Cristo, Pascua de su Madre


La espera que vive la Madre del Señor, el sábado santo, constituye uno de los
momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía
plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la
realización plena de las promesas divinas.

Verdaderamente María vivió el “misterio de la redención con él y bajo él, por la


gracia de Dios omnipotente” (LC 56). Esta vida suya tejida de vía crucis es la que la
piedad popular ha venerado e imitado sobre todo en María madre dolorosa, aunque
resulta para nosotros inefable su resurgir según el Espíritu de Cristo, resurgir
realizado progresivamente ya en su vida terrena.

EI hecho de que María fuera introducida a vivir con Cristo y en Cristo el


misterio pascual nos ayuda a comprender lo que para ella significó ser
proclamada kejaritoméne (Lc 1,28.35-46), es decir, objeto por
excelencia de la benevolencia de Dios. Ella fue privilegiada por puro
don de Dios en participar de modo singular en el misterio pascual del
Señor. 
Esta es su grandeza primaria (LG 65). Verdaderamente fue la madre que se asoció a
Cristo en su nacer como Espíritu resucitado. María concibió a Jesús antes “en su
espíritu que en su seno”, han afirmado algunos padres de la Iglesia 3.

3
San Agustín, Sermon 215,4: PL 38,1074; san León, Sermon I in nativitate 1: PL 54,191) y el Vat II (LG 64)

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Precisamente porque la espiritualidad de María se centró de modo
singular en la participación de la existencia pascual de Cristo, es
“evidentemente maestra de vida espiritual para cada uno de los
cristianos” (MC 21). 
Vida espiritual significa dejar que el misterio pascual nos impregne hasta hacernos
seres pneumatizados, llenos, poseídos del Espíritu Santo. Si nos transformamos
así, somos como aferrados por el Espíritu de Cristo; nos hacemos dóciles a sus
carismas. La Virgen, por el hecho de estar inmersa en el misterio pascual del Señor,
fue enteramente pneumatizada, o sea, hecha totalmente disponible para ser del
todo poseída en su ser humano por el Espíritu Santo. Luis M. de Montfort observa
M/ES: “He dicho que el Espíritu de María es el Espíritu de Dios. Ella, en efecto, no
se dejó nunca conducir por su propio espíritu, sino siempre por el Espíritu de Dios,
el cual se hizo su dueño hasta el punto de convertirse en el espíritu mismo de
María”. María nos enseña y nos educa para adherirnos a Dios en Cristo, hasta
convertirnos en un solo Espíritu con el Señor. Ella fue dirigida por el Espíritu,
porque ya en la tierra se dejó animar íntimamente por el misterio pascual del
Señor.

Entonces a María Dolorosa la podemos contemplar ahora feliz, porque su


esperanza se vio cumplida, porque su Hijo vive, porque sigue siendo la Madre de su
Hijo, de Juan y de todos los seres humanos, de la Iglesia, … así podemos cantarle y
alabarla con el canto que la Iglesia le dedica a ella durante todos los días de Pascua
en el lugar del Angelus:

Música: 5. Reina del cielo alégrate

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