Está en la página 1de 58

https://t.

me/+oPiXcn09iyo5NGIx
Traducción

Rose

Corrección

Phinex

Diseño

Harley Quinn

Lectura Final

Black
Trabajo sin fines de lucro, traducción de fans para fans, por lo que se prohíbe
su venta.
Favor de no modificar, publicar o subir capturas en redes sociales.

PROHIBIDA SU VENTA
Sinopsis
Advertencia
Dedicatoria
1 Nolan
2 Rose
3 Nolan
4 Rose
5 Nolan
6 Rose
7 Nolan
8 Rose
Epílogo
Innocent Rose
Rose es la mejor amiga de mi hija, y no debería desearla como la quiero.
Durante años, la he visto crecer y convertirse en una mujer hermosa. La he deseado durante
mucho tiempo, pero he sabido disimularlo con mi preocupación paternal por su bienestar
Hasta el día en que le ofrezco que se mude conmigo y me doy cuenta de que no soy tan
fuerte como creía. Quiero reclamar cada centímetro de ella, y no seré tan gentil como se merece.
Rose podría ser inocente y estar completamente fuera de los límites, pero nunca fui un
seguidor de las reglas.
Rose será mía, y haré lo que sea para conseguirlo.
Nolan
E
sta tiene que ser la peor idea que he tenido nunca.
¿En qué estaba pensando al invitar a Rose a vivir con nosotros?
Evitar obsesionarme con ella ya ha sido bastante difícil desde lejos, pero tenerla
bajo el mismo techo será imposible.
No me jodas. Ella está afligida, y todo lo que puedo pensar es en cómo su apretado
cuerpecito me tienta cada segundo del día.
―¿Seguro que no te importa tenerme? ―La dulce voz de Rose me llega al oído. Casi me
atraganto con mi propia saliva.
¿Me importa tenerla? Tenerla es todo en lo que puedo pensar. Tenerla en el sofá, inclinada
sobre la mesa de la cocina, contra la pared, en mi cama. La quiero en todas partes y todo el
tiempo.
―¿Nolan? ―Me toca el brazo, con la preocupación grabada en sus bonitas facciones―.
¿Estás bien?
―¡Sí! Por supuesto que no me importa tenerte aquí. Me alegro de que hayas aceptado mi
invitación. No me gusta la idea de que te quedes sola en esa vieja casa.
―A mí tampoco. Sabes que me encanta estar aquí.
Mi corazón tartamudea cuando se pasa una mano por la frente y luego se levanta su espesa
y ondulada cabellera dorada para secarse el sudor de la nuca.
―Siempre me haces sentir como en casa, y ya te has esforzado mucho.
―En absoluto. ―Tengo que apartar la mirada de la ligera película de sudor que aún cubre
su pecho, o no tendré más remedio que averiguar a qué sabe. Tendré que meter la lengua entre
esos dos globos llenos y, joder, le estoy mirando las tetas.
―Sólo quiero que sepas lo agradecida que estoy. ―Sus grandes y luminosos ojos color
avellana miran hacia abajo antes de raspar el suelo con la puntera de su zapatilla―. No podía
soportar la idea de estar sola, pero nunca habría pedido quedarme aquí. No quería ser una
molestia. Te agradezco mucho que hagas esto.
―Es un placer. ―Más bien, me gustaría que fuera mi placer. Ahora mismo, es más como
mi tortura, y dudo que las cosas se pongan más fáciles. Sabiendo que está aquí, a dos puertas de
mi habitación. Sola en su cama, con un camisón que apenas le cubre el culo... o eso ya me he
imaginado.
Si no la conociera bien, pensaría que está intentando excitarme a propósito, inclinándose
sobre una pila de cajas hasta que sus tetas descansan sobre la superficie, apretadas por los brazos
cruzados. La camiseta de tirantes escotada que lleva no deja mucho a la imaginación. Tengo que
forzarme para apartar la mirada, y no sólo porque no quiero que se dé cuenta de que la miro.
Mucho más de esto, y estaré duro como una roca. Ella no necesita ver eso.
No, ya no es una niña, pero podría serlo. La conozco desde que mi hija se me acercó un día
a la salida del colegio y me anunció que Rose era su nueva mejor amiga. Eso fue hace siete años,
y sigue siendo cierto hoy en día.
Liz irrumpe en el dormitorio que hasta hace dos días servía de almacén, llevando una bolsa
de mano en cada hombro.
―Creo que esto es lo último. Muy fácil.
―Fácil para ti. ―Con las manos apoyadas en la parte baja de la espalda, gimo,
estirándome―. No montaste el marco de la cama ni ayudaste a subir la cómoda.
Liz se limita a poner los ojos en blanco, como suelen hacer las chicas de dieciocho años sin
dolor de espalda, pero Rose parece tomárselo en serio.
―Lo siento. Lo último que quiero es molestarte. ―Mientras habla, se quita el coletero de
la muñeca y, levantando los brazos, enrolla sus gruesos y ondulados mechones rubios en un moño
sobre la cabeza.
Mientras lucho por mi vida, haciendo todo lo posible para que no me pillen mirándola. La
forma en que sus pezones se clavan en el algodón que los cubre, a punto de estallar. El
levantamiento de la camisa, revelando una franja de piel cremosa sobre la cintura de sus
pantalones cortos. Unos pantalones cortos que permiten ver sus largas y delgadas piernas.
Muslos que suplican ser separados, lamidos, incluso mordidos, hasta que suspira con dolor...
Mierda. Estoy medio empalmado cuando me doy cuenta y le doy la espalda a las chicas.
―No me vas a echar. ―De nuevo, su elección de palabras me deja ahogado.
Ya era bastante malo que ella consumiera gran parte de mis pensamientos privados. En la
ducha, en la cama. Eso podía soportarlo, aunque me sintiera como un viejo pervertido
obsesionado con un cuerpecito exquisito y una cara bonita. Es patético, pero no sería el primer
hombre que se masturba pensando en una chica demasiado joven para él.
Tenerla aquí lleva todo a nuevos y peligrosos niveles.
Es una niña que ha perdido a su abuelo, el único padre que ha tenido desde que tenía cinco
años. Está sola en el mundo y necesita ayuda, no que un viejo la babosee.
Tal vez si sigo repitiéndome eso a mí mismo, será suficiente para ayudarme a detener esta
obsesión enfermiza. Eso es lo que es. Enferma. Fuera de control.
―Te ayudaré con la ropa si quieres. ―Liz está fuera de sí, y verla tan feliz hace que toda la
tentación valga la pena. Debe de sentirse como en una fiesta de pijamas con su mejor amiga.
Ambas decidieron tomarse un año antes de empezar la universidad en lugar de lanzarse
directamente al compromiso, lo que significa que tendrán mucho tiempo para estar juntas
cuando Rose más lo necesita.
No puedo joder esto para ninguna de ellas.
Es hora de recordar que soy un hombre adulto con responsabilidades.
No recuerdo ni una sola de esas responsabilidades cuando Rose abre la cremallera de una
de sus bolsas y empieza a sacar ropa de ella. ¿Tenía que empezar por la ropa interior? De repente,
la habitación no contiene aire. Tengo que abrir de golpe la ventana para respirar.
Ella se da cuenta.
―¿Estás bien, Nolan? Parece que no te sientes bien.
―Estoy bien ―me ahogo―. Un poco sin aliento es todo.
―Es muy raro que le llames Nolan. ―Liz se ríe―. Suena gracioso.
―Me dijo que podía.
―Eso es. ―Me ocupo de colgar soportes sobre las ventanas para que ella pueda tener
persianas para mayor privacidad. La idea de que alguien pueda mirarla me hace hervir la sangre.
No dejaré que eso ocurra.
Pero puedes mirarla todo lo que quieras, ¿verdad?
Eso es diferente. Yo puedo controlarme. No sé si un gilipollas cualquiera andando por la
calle podría decir lo mismo.
―¿Puedo llamarte Nolan? ―pregunta mi hija, riéndose.
―Ya sabes la respuesta. ―Miro por encima del hombro a tiempo de ver a Rose ordenando
una pila de bragas de encaje, casi transparentes. Ayúdame, Dios. Estoy completamente jodido.
Sobre todo cuando levanta la mirada y me pilla mirándola en el último momento. Mierda.
Vuelvo a centrar mi atención en mi trabajo mientras mi cuerpo tiembla por el esfuerzo de
mantener las manos quietas.
―¿Puedes enseñarme a taladrar, Nolan?
No tiene ni idea de lo que dice. Deja de ser un puto pervertido.
―Claro, no es difícil ―grazno―. Pero acabo de terminar. Quizá la próxima vez. ―Menos
mal, porque no sé si podría soportar estar mucho más cerca de lo que estamos ahora.
―Me muero de hambre. ―Liz cierra el cajón de la cómoda con un golpe―. Bajemos y
vamos a cenar.
―Sí, hagamos algo rico. ―Rose me mira, con una tímida sonrisa. ―Sólo tienes que
descansar. Quizás darte una ducha para aliviar el dolor de tus músculos.
―Es amable de tu parte preocuparte. ―Eso no es lo que más necesito aliviar. No cuando
mi polla está tan malditamente decidida a meterme en problemas.
No puedo dejar de mirarle el culo mientras ella y Liz salen de la habitación, debatiendo
sobre lo que quieren hacer esta noche. Como un jugoso melocotón rogándome que le hinque el
diente.
Tiene razón. Necesito una ducha, aunque no de las que me alivian el dolor de hombros y
espalda. Necesito el agua lo bastante helada como para sacudirme y volver a pensar como un
hombre cuerdo.
No sé qué me hizo ofrecerme a tenerla aquí. La preocupación formaba parte de ello: ha sido
una hermana para Liz y ha pasado innumerables noches y fines de semana aquí. La idea de que
viviera sola en la casa de su abuelo muerto no me gustaba.
Pero eso no es ni de lejos toda la historia. Es lo que me digo a mí mismo para que esto
parezca algo decente. Sé muy bien que los pensamientos en mi cabeza son cualquier cosa menos
decentes.
Buscaba la oportunidad de tenerla cerca. Bajo mi techo, en mi mesa, al final del pasillo.
Aproveché la oportunidad cuando la tuve , y ahora tengo que vivir con la tentación constante.
Aunque una ducha no es mala idea. Una vez guardadas mis herramientas, me giro para salir
de la habitación cuando un destello de encaje Rosa claro llama mi atención.
Cedo al impulso antes de que me dé tiempo a detenerme y me agacho para coger lo que
resultan ser unas braguitas diminutas. No es un tanga, pero dudo que cubra ni la mitad de su
tentador culo. El calor estalla en mis entrañas y no puedo evitar que mi polla se ponga dura al
instante.
¿Y si las dejó aquí para mí?
Estoy seguro de que no es eso, pero la idea se me pasa por la cabeza mientras levanto las
bragas hasta mi nariz e inhalo profundamente, cerrando los ojos mientras el aroma a coño fresco
y joven inunda mis sentidos. Lo que daría por probarla.
Como la relación con tu hija.
Mis ojos se abren, y la visión de los bonitos labios de su coño abriéndose para mí se
desvanece.
Demasiado para eso.
Pero eso no me impide meterme las bragas en el bolsillo. Si no puedo tener su coño
alrededor de mi polla mientras me corro, tendrán que hacerlo ellas.
Rose

D
espertarme en casa de Liz no es nada nuevo.
He pasado no sé cuántas noches quedándome a dormir. Cien, tal vez, o doscientas.
He hecho esto antes.
Pero yo no estaba en esta habitación. Esa es una explicación de por qué mi corazón
está a punto de salirse del pecho cuando me doy cuenta de que estoy en un lugar desconocido.
La otra es pensar en lo que ya no asomaba por debajo de la cama cuando subí anoche,
después de cenar y limpiar y sentarnos juntas a ver una película.
Liz nunca vino aquí. La única persona en esta habitación después de que bajamos a la cocina
fue Nolan. Y cuando subí a para dormir, las bragas no estaban.
Se los llevó. Sé que lo hizo. Me dije que era estúpido dejarlas ahí, como si lo estuviera
tentando sin razón.
Supongo que tenía que probármelo a mí misma, de cualquier manera. Estuvieran aquí o no,
sabría dónde me dejaba con él. Cómo se siente.
Ahora lo sé, y me sorprende haber dormido algo anoche.
Tal vez sea bueno que ahora tenga algo por lo que sentirme feliz, porque de lo contrario
probablemente no haría otra cosa que quedarme tumbada y llorar todo el día. No es que el abuelo
muriera de la nada: su salud no era buena desde hacía meses, pero yo seguía esperando que se
recuperara. Supongo que no quería pensar más allá de perderlo. Eso significaría resolver muchas
otras cosas.
Pero aquí estoy, y la casa está a mi nombre según el testamento que dejó. No podría vivir
allí sola. Me volvería loca si tuviera que pasar cada día rodeada de todos esos recuerdos, por no
hablar de irme a dormir sola cada noche con las viejas tablas del suelo crujiendo y asentándose.
Sería mejor si vendo el lugar rápidamente y consigo un apartamento por mi cuenta. Eso,
podría manejarlo, y significaría no ser torturada por Nolan.
He estado enamorada de él desde que tengo memoria. No sé cuándo empezó. Creo que lo
primero que me llamó la atención fue su sentido del humor. Siempre me ha hecho reír, pero no
de esa forma cursi que tienen algunos padres. Tampoco me trató nunca como a una niña estúpida.
Cuando nos hacía preguntas después de recogernos de un baile o una fiesta, siempre nos
escuchaba. Incluso ahora, sé que si alguna vez tengo un problema, puedo acudir a él y no me
juzgará. No siempre sentí lo mismo por mi abuelo, que era demasiado anticuado para entender
muchas cosas.
Aparte de eso, no es que solo lo quiera porque sea divertido y amable. Solo pensar en su
cuerpo grande y fuerte me hace morderme el labio mientras me tumbo de lado, envuelta en un
capullo de mantas perfumadas.
Deslizo una mano por mi muslo e imagino que es la suya, sólo que tendría que cubrir mucha
más piel si eso fuera cierto.
Ayer casi me olvido de lo que estaba haciendo más de una vez. No podía apartar los ojos de
la forma en que esas manos enormes manejaban las cajas y el armazón de la cama como si no
pesaran nada. Debe ser una enfermedad o algo así, la forma en que no podía dejar de imaginar
cómo me manejaría.
Como siempre, la imagen en mi cabeza de Nolan pasando sus manos gigantes por mi cuerpo
mucho más pequeño me moja.
Y me mojo aún más cuando vuelvo a pensar en las bragas.
Todo este tiempo, pensé que sólo era yo. Me decía a mí misma que sólo me veía como una
niña, incluso cuando me hice mayor y empecé a captar las miraditas que me echaba cuando creía
que no me daba cuenta. Me agachaba a recoger algo y él apartaba la mirada rápidamente cuando
me levantaba, o me sentaba frente a él, como hice anoche en la cena, y se quedaba mirándome
las tetas. A veces ni siquiera creo que sepa que lo está haciendo, porque se hace el sorprendido
antes de apartar la mirada.
Supuse que no significaba más que eso. No es que los hombres nunca me hayan mirado así.
Pero él es el único que quería que me mirara, esa es la cuestión.
Así que ahora se supone que tengo que vivir aquí, viéndolo todos los días, y saber todo el
tiempo que me quitó las bragas.
¿En qué estaba pensando al decir que sí cuando me ofreció quedarme con ellos? Lo único
que importaba era la idea de estar cerca de él.
Ahora voy a tener que esforzarme más que nunca para no flirtear ni acercarme demasiado
a él. Para tocarle como fantaseo. Ahora, no es sólo lo que yo quiero. Él también lo quiere, y la
idea de provocarlo cuando sé que está interesado...
No puedo dejar que vaya demasiado lejos, eso es todo. No quiero herir a Liz, y sé que lo
haría. Se sentiría demasiado rara. Incluso podría sentir que la traicioné si alguna vez supiera que
estaba tratando de seducir a su padre.
Así que supongo que tendré que quedarme con el coño mojado y los pezones duros hasta
que pueda vender la casa y conseguir un lugar propio.
No tengo ni idea de cuánto tardará.
Quizá no debería haber venido, aunque hubiera sido raro estar sola en casa. Seguiría siendo
más seguro que enfrentarme a él y tener que fingir que no me da un vuelco el corazón cada vez
que entra en una habitación.
En la casa sólo se oye mi respiración. Soy la única aquí, ya que Nolan y Liz están trabajando.
Aunque ella solo hace el turno de mañana en la cafetería, así que estará en casa a la hora de
comer.
Hicimos planes para ir a la tienda de comestibles después de que ella llegue a casa para
comprar algo para la cena de esta noche. Es divertido cocinar juntas, pero nunca podré decirle la
otra razón por la que sugerí que cocináramos de nuevo esta noche.
Me encanta saber que he preparado una comida para él y verle disfrutarla me hace sentir
tan bien por dentro. Quiero tener esa sensación una y otra vez el resto de mi vida.
Me levanto, me quito el pijama y vuelvo a morderme el labio al mirar el lugar donde se me
cayeron las bragas. Me pregunto qué habrá hecho con ellas. ¿Y si se tocó mientras las tenía en la
mano? ¿Y si durmió con ellas en la almohada? O quizá las lleva ahora consigo, en el bolsillo,
como un recordatorio secreto.
Lo que significa que lleva todo el día pensando en mí. La idea me calienta la cara y un
zumbido recorre mi cuerpo.
Me pregunto si es verdad. Como si estuviera sentado en una reunión ahora mismo,
pensando en mí todo el tiempo. Me pregunto si se le pone dura la polla, como noté ayer cuando
pensó que no miraba. No pudo evitarlo.
Casi sentí pena por él. No fue suficiente para que dejara de burlarme un poco de él. Decirle
cosas que sabía que le llegarían.
Realmente debería intentar salir de aquí e irme a mi propia casa tan pronto como pueda.
Quizá por el bien de los dos.
Si no estuviera aquí, no tendría el placer de deambular por la casa sola, repasando su rutina
diaria a través de las cosas que encuentro tiradas por ahí. Como la taza de café del fregadero. La
recojo, inhalo el aroma de lo que queda dentro y luego rozo el borde con los labios antes de
vaciarla y meterla en el lavavajillas. Tengo que empezar a levantarme antes, quizá pueda
prepararle el café y el desayuno por la mañana.
Me hace sonreír mientras me sirvo un tazón de cereales. Siento un cosquilleo en la piel
cuando me imagino de pie junto a los fogones, dando la vuelta a las tortitas cuando él entra a
desayunar. Me cogería por las caderas y me acariciaría el cuello antes de darme la vuelta para
darme un beso largo y profundo.
Y sería la cosa más simple del mundo. Estar juntos. En la intimidad. No habría nada que
ocultar, y podría besarle y tocarle siempre que quisiera. Hasta que se quemara el desayuno.
Mis cereales están remojados cuando salgo de mi fantasía. Ni siquiera sé lo que estoy
pensando. Nunca sucederá. Vale, me desea. Gran cosa. Apuesto a que también quiere mil
millones de dólares. Eso no significa que vaya a pasar.
Mi corazón se hunde mientras miro alrededor de la cocina grande y hogareña. Nunca será
mía, igual que él nunca será mío. Tengo que dejar de pensar en él de esta manera. Sólo acabará
haciéndome daño.
Por alguna razón, una vez que he terminado de comer, me dejo llevar por la curiosidad. Sé
que no debería, pero la tentación es demasiado fuerte. Nunca he estado sola en esta casa. Nunca
he tenido la oportunidad de...
No lo hagas. Los gritos de mi conciencia no me detienen en mi camino escaleras arriba y al
final del pasillo. La puerta de su habitación está más adelante, atrayéndome. Quiero sentirme
cerca de él. No hay nada malo en ello.
Ya había echado un vistazo antes, cuando la puerta estaba parcialmente abierta, pero entrar
es otra historia. La colcha azul marino está pulcramente alisada sobre la cama. Me gusta que lo
haga aunque duerma solo. Me gusta lo ordenado que es.
También organiza en orden la ropa de su armario. Paso una mano por la hilera de camisas
de vestir y los polos de colores antes de inclinarme e inspirar profundamente. Es como estar con
él.
No es suficiente. Cruzo la habitación y abro los cajones de la cómoda antes de llegar a sus
camisetas. Son suaves al tacto, están gastadas y todas desprenden el mismo olor a almizcle. Saco
una camiseta gris, me la acerco a la nariz, cierro los ojos e imagino que me abraza y mi cabeza
descansa sobre su pecho.
Está bien, pero no es suficiente.
Una pequeña parte de mí aún sabe que es una mala idea, pero no puedo evitarlo. No quiero
hacerlo. Quiero tumbarme en la cama con su camisa extendida como si estuviera tumbado a mi
lado.
Así que eso es lo que hago, acurrucarme con la cabeza sobre la camisa y los ojos cerrados.
Ahora lo veo todo más claro. Tumbada aquí con él. Tocándole, siendo tocada. Su corazón empieza
a latir más rápido que el mío.
―Nolan. ―susurro, rodando sobre mi espalda, casi sintiendo sus labios en mi garganta.
En mi mente, paso las manos por su espeso cabello. Siempre he pensado que las canas que se
entremezclan con las hebras negras son sexys. Muy sexys.
Tengo los pezones como balas, deseando que me los toquen. El roce de mis dedos contra
ellos me hace gemir y arquear la espalda, gimiendo. Me está tocando, explorando, dejándome
sin aliento. Es tan bueno. Es tan bueno. Conoce mi cuerpo como si fuera suyo.
Al olerlo a mi alrededor, me resulta mucho más fácil imaginármelo empujándome contra el
colchón con su enorme cuerpo. Mi cabeza se balancea de un lado a otro mientras me sumerjo
más en la fantasía, y mis manos se deslizan por mis tetas, y luego más abajo, hasta donde estoy
ardiendo y empapada.
Quiero hacerle gemir. Oírle susurrar mi nombre. Viviría para siempre. Lo único que puedo
hacer ahora es imaginar su voz grave retumbando en mi oído mientras su mano trabaja bajo mis
shorts y mi tanga.
Dios mío, mis labios están cubiertos de mis jugos, tan húmedos que mis dedos se deslizan
sobre mi piel antes de hundirse más profundamente. Hasta donde más duele, dolorida,
palpitante y necesitada. Necesitada de él, de Nolan, de que sus gruesos dedos posean cada
centímetro de mi cuerpo.
Lo veo encima de mí, entrando y saliendo de mi coño. Su cara tan cerca, su aliento caliente,
sus ojos grises como el acero clavados en los míos. Nublados por el placer que le produce mi
cuerpo. Le hago sentir tan bien como él me hace sentir a mí, demostrándole que soy suficiente
para él. No soy demasiado joven ni inexperta. Puedo hacerle sentir bien.
―Rose... mi dulce Rose... ―Mis gemidos resuenan en la habitación, y mis caderas se
levantan del colchón, con los pies bien plantados―. Tu coño se siente tan bien...
―¿Eres mi niña buena? ―gruñe, machacándome―. ¿Agarrando mi polla tan fuerte?
¿Volviéndome loco hasta que tenga que follarte? ―Y todo lo que puedo hacer es gemir sin poder
evitarlo. Quiero ser su niña buena. Su dulce Rose, clavándole los dedos en los hombros,
rodeándole con las piernas para atraerle más profundamente. Seré lo que él quiera que sea.
Me apresuro hacia la meta, mis caderas se sacuden, la humedad cubre mis dedos y corre
por mi raja. Sólo una vez, si pudiera tenerlo sólo una vez sería suficiente. Encima de mí. Dentro
de mí.
En la fracción de segundo antes de que todo se derrumbe y yo grite mi liberación, sé que
nunca será suficiente. Una vez, diez veces, mil. Siempre querré más de él. Para siempre.
―Nolan. ―Suena tan bien susurrado sin aliento mientras aún tiemblo por las réplicas.
Pero él no está aquí. No importa lo claro que me lo imagine o lo bien que me convenza de que
está encima de mí.
Debería parar esto. Necesito parar esto. Si no, no podré evitarlo por mucho más tiempo.
Cada vez será más difícil alejarme de él.
Las líneas se van a desdibujar, y al final terminaré lastimando a Liz. Y tal vez me rompan el
corazón.
Ese pensamiento me hace saltar de la cama. Tengo que ser más fuerte, maldita sea. No
puedo hacerle daño a mi mejor amiga.
Aunque eso no me impide tomar la camisa y llevármela como una ocurrencia tardía. Nunca
echará de menos una camisa, y nunca necesita saber que dormiré con ella puesta.
Yo lo sabré, y eso tendrá que ser suficiente.
Nolan

―A
w, papá. Te hicimos la cena y todo. ―Prácticamente podía oír a Liz
haciendo pucheros por teléfono cuando llamé antes para decir que llegaría
tarde a casa―. Rose quería asegurarse de que tuvieras todos tus favoritos
esta noche.
No significa nada. Deja de ser un maldito pervertido. Fue enfermizo, la forma en que mis
pensamientos se movieron inmediatamente en esa dirección. Como si estuviera cocinando para
mí porque me desea. Porque eso no es en absoluto lo mismo.
―Lo siento, cariño. Guárdame las sobras para calentarlas cuando llegue a casa.
No me apetece calentar las sobras de pasta y pollo a la parmesana, aunque Rose las haya
preparado especialmente para mí. Prefiero comerme su coño que su comida.
Y esa es la patética razón por la que me quedé hasta tarde en la oficina. Por eso me fui mucho
después que los demás, dando las buenas noches al personal de limpieza al salir. No es que sea
exactamente anormal que trabaje hasta tarde, pero hoy en día intento hacerlo desde casa. Quiero
estar presente para Liz.
Ahora tiene a Rose para hacerle compañía. Al menos no tengo que preocuparme de que se
pierda o se sienta sola porque no puedo controlar mi desbocada lujuria por una chica casi un
cuarto de siglo más joven que yo.
Son más de las diez cuando doblo la esquina de mi calle. Mi corazón late con fuerza, joder.
¿Por qué me emociono tanto? Hay una chica de la edad de mi hija en la habitación de invitados.
Es legal desde hace unos cinco minutos.
No soy un hombre estúpido; al menos, nunca creí que lo fuera hasta ahora. Siempre me
pregunté qué les pasaba a los hombres que cometían errores que acababan hundiendo sus vidas.
Asuntos con la niñera y mierdas así.
Ahora, creo que lo entiendo. A veces te enfrentas a alguien que te roba la razón y la lógica.
Lo que parece imposible cuando piensas con claridad cobra sentido de repente. Te dirías
cualquier cosa con tal de conseguir lo que quieres.
No voy a cometer ese error. No voy a romper la confianza de mi hija y quitarle una amistad
que ha significado tanto para ella.
La luz del porche está encendida, pero la casa está casi a oscuras. Liz ha estado trabajando
en el turno de mañana últimamente, así que ya podría estar en la cama. Espero que Rose haya
seguido su ejemplo sin nada mejor que hacer. Incluso si está leyendo o en su portátil, mientras
esté fuera de mi vista y por lo tanto no sea una tentación, por mí está bien.
La única luz encendida en el primer piso es la que hay sobre la estufa. Liz ha pegado un
post-it en la encimera: ‘La cena está en la nevera. Será mejor que comas algo’.
No puedo evitar reírme por lo bajo al ver cómo mi hija intenta ser mi madre.
Aunque no estoy de humor para casi nada. Se me ha pasado el apetito mientras me
enterraba en correos atrasados e informes que debería haber leído hace semanas. Si algo bueno
ha tenido la mudanza de Rose es que ya me he puesto al día con mucho trabajo. Puede que incluso
vacíe mi bandeja de entrada gracias a ella.
Es fácil reírse de mí mismo ahora, sin rastro del tentador cuerpo de Rose. Por mucho que
la anhele, sé que es mejor que nos evitemos. Pero, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Saltarme la
cena en casa hasta que se haya ido? ¿Cuánto durará eso? ¿Qué pasará los fines de semana?
Soy un hombre adulto, pero esta chica puede ser dueña de mi alma.
En lugar de tomar un tentempié, me voy directamente a las escaleras. Ya he pasado la edad
de comer algo más que un ligero tentempié a estas horas de la noche, de todos modos, no si
quiero dormir. Porque eres un viejo, ¿o lo has olvidado? No necesito oír las burlas de mi propio
subconsciente.
Lo que más necesito es descansar después de haber pasado casi toda la noche en vela. No
podía quitarme de la cabeza el recuerdo de estar sentado en el sofá con ella, viendo una película
de la que no recuerdo ni un minuto sólo veinticuatro horas después. Tan atento a todos sus
movimientos. La forma en que se mordía el labio cuando estaba inmersa en la historia. Sus mocos
cuando las cosas se ponían emotivas. Sus risitas de impotencia con los chistes.
Es increíble que me acordara de respirar.
Dudo que las cosas mejoren esta noche, pero el cansancio tiene que acabar venciendo.
Camino por el pasillo familiar en la oscuridad después de sólo echar un vistazo a la puerta de
Rose en el camino, encendiendo las luces una vez que llego a mi habitación.
Al instante, está claro que algo falla.
Hay algo en mí que el tiempo nunca cambiará: Me gustan las cosas de cierta manera, al
menos en mi habitación y en el baño. No siempre puedo controlar los hábitos de Liz, pero sí los
míos, y esta mañana he hecho la cama como siempre.
Una cama en la que está claro que alguien se ha tumbado desde entonces. Hay una
hendidura en las almohadas y la colcha está arrugada. No es mi imaginación haciendo horas
extras. No estaba así cuando me fui a la oficina.
Sigo mirando la cama de camino a la cómoda, donde abro un cajón para sacar ropa de cama.
De alguna manera, también parecen diferentes. Como si alguien hubiera revisado mis camisetas.
¿Liz? No tendría ningún motivo para hacerlo, y creo que ya me conoce lo suficiente como
para saber que notaría una ligera diferencia.
Tendría más cuidado.
¿Rose? ¿Qué razón tendría para entrar en mi habitación?
No puedo apartar los ojos de la cama mientras me desvisto. ¿Qué hago al respecto? Si de
verdad se ha metido en mis asuntos, parece que es el tipo de cosas que tengo que cortar de raíz.
Una cosa es que me obsesione con ella, pero quiero saber si puedo confiar en ella. Ni una sola
vez me ha dado la impresión de que no sea de fiar, nunca en todos estos años. Confío en ella como
en mi hija.
Le robaste las bragas. Está bien, tal vez no estoy en posición de juzgar. Hay un mundo de
diferencia entre recoger un par de bragas del suelo y entrar en el dormitorio de un hombre para
hurgar en sus cajones y tumbarse en su cama.
No sé exactamente qué me saca de mi habitación y me lleva al pasillo. Este no es el tipo de
cosas por las que despiertas a una persona. No parece que haya robado nada, y podríamos hablar
de esto fácilmente por la mañana.
¿Qué voy a hacer? ¿Irrumpir en la sala y empezar a disparar preguntas? ¿Un equipo SWAT
de un solo hombre? La idea me hace reír.
Incluso sin la intención de despertarla, algo me lleva por el pasillo igualmente. Interés por
ella, para empezar. ¿Quién es esta chica? Todo este tiempo he tenido una cierta idea de ella.
Dulce e inocente, sensata, honesta.
Sólo soy humano. Ahora no puedo evitar preguntarme si había algo detrás de toda la mierda
que me hizo pasar ayer. Ahora me pregunto si me estaba excitando a propósito. Si es capaz de
entrar en mi habitación y ponerse cómoda, es capaz de cualquier cosa.
Lo que haría todo esto mucho más difícil.
Una cosa es decirme a mí mismo que no tiene ni idea de lo que está haciendo o de cómo me
está afectando. Saber que hay algo detrás de todo esto, que tiene el mismo tipo de ideas sobre mí
que yo sobre ella, me quitaría el poco autocontrol que me queda.
Estoy siendo un maldito idiota. De ninguna manera me quiere a mí, un viejo, una figura
paterna. Una chica como ella podría tener cualquier hombre que quiera, cualquier hombre en el
mundo.
Hermosa y con un cuerpo por el que vale la pena hipotecar toda una vida. Es mi ego el que
habla, eso es todo.
Incluso podría estar imaginando la situación con la cama.
O eso podría ser lo que quiero creer.
Una forma de absolverme, echándole la culpa a ella por hacer todo lo posible para llamar
mi atención. Necesito llevar mi culo a la cama.
―No...
Al principio, no estoy seguro de haberlo oído. Tan suave, apenas un susurro. Sin embargo,
junto con el crujido de los muelles de la cama, se me eriza el vello de la nuca. El sonido viene del
otro lado de la puerta cerrada. La habitación de Rose.
Antes de darme cuenta, estoy cogiendo el pomo, girándolo y empujando la puerta para
abrirla.
―¿Rose? ―Susurro.
Esto no está mal si creo que necesita ayuda, y la necesita.
No puedo verla, pero la oigo revolverse en la cama, respirar rápidamente, gemir como si le
doliera algo.
―No, por favor ―jadea―. ¡Haz algo! No dejes que... ¡tienes que ayudarle!
La angustia en su voz me hace volar hacia la cama, la preocupación me agarra por la
garganta.
―Rose ―murmuro, sacudiendo el colchón con la pierna―. Rose, despierta. Estás
teniendo una pesadilla.
Puedo distinguir su forma oscura en las luces de la calle. Mueve la cabeza de un lado a otro,
frenética.
―¡No le dejes morir!
―Rose. ―Odio hacerlo, pero cualquier cosa es mejor que lo que parece que está pasando.
La cojo por los hombros y le doy una firme sacudida.
Por suerte, es suficiente. Se despierta con un jadeo agudo antes de caer contra mí.
―Dios mío. Dios mío.
―Estás a salvo. Ha sido un sueño. ―Está temblando como un animal asustado, lo que no
me da otra opción que sentarme y rodearla con mis brazos. No hay nada de necesidad en ello.
Sólo quiero ayudar, aliviar.
―Fue tan real. ―Su voz es apagada, su cara apretada contra mi pecho, pero no puedo fingir
que no oigo la agonía en sus palabras.
No hace falta mucho para reunir todas las piezas.
―¿Estabas soñando con tu abuelo?
Se queda callada durante un buen rato y su respiración empieza a ralentizarse.
Una vez que se ha calmado, asiente.
―Nadie quiso ayudarle. No podía hacer nada. Me sentía tan impotente.
Y ahora me siento el mayor gilipollas del mundo. Esta chica ha pasado por el trauma de
perder a alguien importante para ella. No me extraña que no quisiera estar sola en esa casa. ¿Y
si tenía una pesadilla y se despertaba sola, sin nadie que la abrazara? Nada más que una casa
vacía llena de fantasmas.
―Estás a salvo aquí. Y Rose, no había nada que pudieras haber hecho. Estabas a su lado
cuando te necesitaba, y eso era todo lo que podías hacer.
―Siempre me siento tan sola en el sueño.
―Pero no lo estás. Nunca estarás sola, siempre estamos aquí.
Mis ojos se han adaptado a la oscuridad, tanto que puedo leer su expresión cuando levanta
la cabeza. El miedo, la impotencia. La incertidumbre sobre su futuro. Tengo tantas ganas de
ahuyentarlo todo.
Me ocuparé de todo. Seré todo lo que necesites.
Están tan cerca de la punta de mi lengua, esas palabras, palabras que nunca podría decir.
Porque no puedo retirarlas. Y no sé qué haría si me rechazara, que sé que lo haría. No tendría
elección.
―¿Por qué no vuelves a dormir ahora? ―No puedo pasar ni un minuto más con ella así,
sentada en la cama, tan cerca de mí. Ahora que la pesadilla ha pasado, mi anhelo ha resurgido
con más fuerza que nunca. Nunca la había abrazado, y la forma en que se aferra a mí no ayuda a
mi debilidad.
Lo peor es que reconozco que la camisa que lleva es mía. La que cogió de la cómoda. Estaba
en mi cama. Lleva mi ropa.
No soy sólo yo.
Tengo que salir de esta habitación inmediatamente, o acabaré cometiendo un error que no
podré arreglar.
Rose
S
er suya es todo lo que siempre he querido. Estar en sus brazos. Me abraza con tanta
delicadeza, casi como si temiera que sus grandes brazos me fueran a aplastar.
Nunca me había sentido tan segura y protegida.
Casi tengo miedo de no haber despertado. Que todavía estoy soñando. Pero no, no puede
ser verdad, porque nunca había tenido un sueño tan vívido. Incluso puedo oír los latidos de su
corazón bajo mi oreja cuando apoyo la cabeza contra su pecho.
En casa. Por fin estoy en casa. Donde siempre he pertenecido.
Tardó mucho en llegar, pero la espera mereció la pena. No cambiaría por nada el tiempo
que pasé deseándolo.
Cada paso me ha traído hasta aquí. Cierro los ojos y sonrío suavemente para mis adentros.
¿He sido alguna vez tan feliz?
―Tengo que irme.
Mis ojos se abren de golpe, mi corazón pide a gritos que se detenga. Eso es lo que me hace
aferrarme a él. El miedo a que se vaya cuando por fin lo tengo justo donde siempre lo he querido.
No es la primera vez que tengo esa pesadilla. Ni siquiera de cerca. Pero es la primera vez
que me despierto sintiéndome segura y protegida. Como si no estuviera sola.
Y fue Nolan quien lo logró. Quien me abrazó y me dejó descansar en sus brazos. Nunca
nada se había sentido tan bien, y él quiere que termine.
―¿Qué he hecho? ―Susurro.
Estoy desesperada por hacer que se quede ahora que lo tengo aquí. ¿Cómo sé que volveré a
tener esta oportunidad?
Aparta la cara mientras me quita las manos de la camisa.
―Nada. No has hecho nada. Pero ambos sabemos que no está bien que esté aquí contigo.
―Eso no es verdad.
―Lo es, Rose. ―Su voz suena adolorida, y lo siento por él, pero lo quiero demasiado como
para que me importe.
Me acerco y enciendo la lámpara que hay junto a la cama; ahora veo la angustia grabada en
sus hermosas facciones, en lugar de oírla sólo en su voz.
―Soy yo quien decide si está bien o no, ¿no? No me siento incómoda. Te quiero aquí.
―Yo también puedo opinar. ―Se levanta, sacudiendo la cabeza―. Y esto está mal. Está
mal que yo esté contigo así. Te calmaste, y eso es a lo que vine a asegurarme.
No, no puedo dejar que esto pase. No puedo dejar que se vaya.
―Por favor, quédate ―susurro, al borde de las lágrimas―. No quiero estar sola.
―Lo siento, pero...
―Veo cómo me miras.
Oh, mierda. Lo hice. No puedo fingir que no lo hice, no más de lo que él puede decirlo.
El cambio que se produce en él es evidente. Su cuerpo se tensa, sus hombros se levantan y
juraría que deja de respirar durante un largo y pesado instante.
―¿Qué? ―gruñe, con los ojos desorbitados.
―He dicho que he visto cómo me miras. ―Es demasiado tarde para fingir lo contrario, así
que no me molestaré―. Sé lo que significa. Sé que me deseas.
―Esto es inapropiado. ―Se da la vuelta y mi corazón amenaza con hacerse añicos.
No, no, esta no es la forma en que se supone que debe suceder. No puedo dejar que salga
de esta habitación.
―Sé que cogiste mis bragas. ―Claro, porque ¿por qué no empeorar las cosas? Así de
desesperada estoy por mantenerlo conmigo. Diría cualquier cosa, haría cualquier cosa para que
se quede.
Se queda inmóvil, de espaldas a mí.
―Eso no es cierto ―gruñe.
―Sé que fuiste tú, y no me importa. Me gusta. Los dejé en el suelo para ti.
Exhala y baja la cabeza.
―Lo hiciste.
―Sí. ―Ahora que está fuera, no puedo contenerme. Como si un dique estallara dentro de
mí―. Te he deseado desde que tengo memoria.
―Rose... ―La palabra sale casi como un gemido.
―Es verdad. Sé que no está bien, pero no puedo evitar lo que siento. Y tampoco quiero
hacerlo.
Cada segundo que pasamos en silencio es una tortura, pero al menos fui lo bastante valiente
para decirlo.
Bien. Díselo a ti misma cuando te eche y tengas que vivir sola.
Se rompe el silencio.
―¿Por eso llevas mi camiseta? ―Gira la cabeza lo suficiente para verme de reojo. Se ha
dado cuenta, pero no parece molesto.
―¿Quieres que te lo devuelva? ―No sé qué me ha pasado.
Nunca había sido tan abierta y descarada, ni siquiera en mis fantasías más salvajes. Nunca
hubiera imaginado cruzar los brazos y quitarme la camiseta. Cuando no se mueve, la hago una
bola y se la tiro a la espalda.
―Esto no es un juego. Sé que no eres una chica estúpida. Sabes lo que esto significa.
―Tienes razón. No soy estúpida, y sé que no es un juego. No estoy jugando. Todo lo que
quiero eres tú. Y si tú me quieres a mí, no hay razón...
―Hay razones de sobra.
Se da la vuelta y se queda con la boca abierta al verme. El peso de su mirada me pone la piel
de gallina mientras se relame los labios y balbucea.
―Deberías... deberías... cubrirte...
―¿Por qué respiras tan rápido? ¿Es porque te gusta lo que ves? ―No puedo creer que esté
haciendo esto, diciendo esto, pero no quiero parar. Por primera vez en mucho tiempo, las cosas
se sienten bien. Como si siempre hubiera sido así―. Mírame ―le suplico en un susurro―. No
hay nada malo en desearme. Soy una mujer adulta, y tú eres un hombre adulto.
―Soy demasiado viejo para ti.
―No lo creo. Creo que tienes la edad perfecta. Y creo que...
Bajo la mirada hacia el enorme bulto de su pantalón de chándal gris.
―Creo que sabes lo que quieres. Si los dos queremos lo mismo, ¿qué tiene eso de malo?
―Sabes que lo es...
―Sólo sé que quiero que me toques. Que toques mi cuerpo. Hace años que quiero decirte
esas palabras.
Traga saliva.
―He querido oírlas. Cristo, ¿qué estoy diciendo?
Dios mío. Lo tengo.
Realmente lo tengo. Está exactamente donde he querido que estuviera durante años: en la
palma de mi mano, admitiendo que me desea. Puede intentar resistirse todo lo que quiera, pero
es inútil. No me ha quitado los ojos de encima desde que se dio la vuelta. Veo el hambre en ellos.
Veo cómo me desea, por mucho que intente resistirse.
Sólo necesita un poco de ayuda para empujarle el resto del camino hasta el borde y caer en
mis brazos.
―¿Así que sabes que hoy he estado en tu habitación? ―Me apoyo en las palmas de las
manos, arqueando un poco la espalda para que mis tetas sobresalgan más. Su suave gemido me
da más confianza―. ¿Quieres saber lo que hice en tu cama?
―Rose, no deberías hacer esto. ―Es casi un lamento como si me suplicara en vez de
ordenar.
―Me toqué ―confieso, y no sé si es vergüenza o excitación lo que me hace sonrojar―. Me
toqué hasta correrme, y estuve pensando en ti todo el rato. Imaginando que estabas allí conmigo.
Todas las cosas que me gustaría que me hicieras si estuvieras.
―Dios mío ―gime. Empieza a sudarle la frente.
―¿Debo describirte esas cosas? ¿O quieres venir aquí y hacerlas? Porque he esperado
mucho tiempo por ello. Estoy cansada de esperar.
Mi corazón tartamudea y un relámpago de miedo recorre mi espina dorsal antes de
susurrar:
―Y sé que tú me deseas tanto como yo. Somos dos adultos. ¿Por qué tenemos que sufrir si
no es necesario?
No puedo creer que lo haya dicho antes de perder los nervios.
Se frota las manos en los muslos, gruñendo suavemente con cada respiración.
―Nunca, nunca podríamos decírselo a Liz. ―Incluso da un pequeño respingo cuando
pronuncia su nombre.
―Por supuesto que no. Quedaría entre tú y yo. Nuestro pequeño secreto. ―Mientras
hablo, retiro la manta para que pueda verme las piernas desnudas. Piernas que abro lentamente,
mirándole fijamente y observando su reacción.
Baja los párpados y da un paso lento hacia la cama, luego otro, hasta que por fin está de pie
frente a mí, con la polla tan cerca que podría frotarme la cara contra ella.
Pero no lo hago, ya que no estoy segura de lo que haría después. Nunca he estado aquí antes,
nunca he dejado que nadie vea mi cuerpo. Nunca he tocado a un hombre, aunque he visto vídeos,
así que sé algunas cosas.
Si él quisiera metérmela en la boca, lo haría. Cualquier cosa por él. Con tal de que esto no
tenga que terminar.
―Joder, ¿qué se supone que tengo que hacer?
Parece torturado, pero eso no le impide acercarse a mí. Despacio, muy despacio, y contengo
la respiración esperando a que haga contacto.
Cuando lo hace, cuando me pasa los dedos por la mandíbula, no puedo evitar estremecerme
de alivio. De placer.
―Eres tan hermosa ―susurra, mirándome con esos ojos penetrantes con los que he soñado
tanto tiempo―. Perfecta y joven. Demasiado buena para mí.
―Eso no es verdad. ―Cierro mi mano alrededor de la suya y la deslizo por mi garganta,
luego por mi pecho―. Eres lo que quiero. Soy tuya.
Los dos gemimos cuando su palma recorre mi ya erecto pezón. Me siento tan bien que
podría llorar. Me he tocado tantas veces pensando en él, pero nunca fue así. Él es lo que me ha
faltado todo este tiempo. No la idea de él. Su tacto, su calor, el sonido de sus gemidos impotentes
mientras me acaricia el pecho. Encaja perfectamente en su palma. Estoy hecha para él.
―Más, por favor ―susurro mientras me recuesto―. Tócame. Tócame toda.
―No debería. ―Pero añade la otra mano, igual, masajeándome las tetas y acariciándome
los pezones. Estoy indefensa ante las sensaciones que ha desatado―. ¿Te sientes bien?
―Mm-hmm...
―¿Tienes el coño mojado?
Mierda, no me lo puedo creer.
―Sí ―susurro, porque lo está. Empapado―. Y duele. Me duele mucho.
―¿Porque estás tan caliente y preparada para mí? ―Asiento con la cabeza―. Tal vez se
sienta mejor si lo beso. ¿Qué te parece?
Sus dedos presionan mi tierna carne.
―¿Estaría bien? ¿Si te beso el coño? ¿Si arrastro mi lengua por él?
Es sólo lo que he imaginado cientos de veces, y ahora mi cuerpo arde más que nunca. Me
sorprende que la cama no estalle en llamas.
―Por favor. Por favor, hazlo, Nolan.
Hace una pausa, cuando espero que se sumerja entre mis muslos.
―¿Has hecho esto antes?
―Nunca he hecho nada antes. ―Su mirada se ensancha, pero es la verdad―. Quería
esperarte. Eres todo lo que siempre he querido.
Un escalofrío le recorre y sus fosas nasales se agitan.
―No sabes cuánto deseaba oír eso.
Tengo que recordar esto. La forma en que mi corazón se acelera cuando se sube a la cama
entre mis piernas. La emoción de pasarle los dedos por el cabello, tan suave como imaginaba.
Sus hombros anchos y firmes bajo mis manos, la forma en que sus músculos se mueven bajo su
piel.
Se siente tan bueno. Tan bueno.
Sus labios dejan un rastro de fuego por mi cuerpo, sobre mi vientre, y luego más abajo.
―Oh, Dios, sí ―suspiro, levantando las caderas para ofrecérselo.
Mi cuerpo es suyo. Soy suya, y siempre lo he sido.
―Puedo olerte. Lo caliente y húmeda que estás para mí ―gruñe antes de presionar con sus
labios la parte interior de mi muslo. No sé qué me gusta más, si sus labios o la barba áspera de
sus mejillas. Quiero más. Es lo único que sé.
En sus ojos brilla la maldad y en su boca se dibuja una sonrisa desagradable cuando pasa
un dedo por mi raja, cubierta de algodón empapado.
―¿Quieres decir que todo esto es para mí?
―Oh, sí ―gimo, levantando de nuevo las caderas. Es una agonía lo que me está haciendo.
Me está matando. No puedo soportarlo más.
Pero si se detuviera, lo mataría.
―¿Qué he hecho para tener esta suerte?
En lugar de su dedo, es su lengua la que recorre mi raja hasta que tengo que meterme el
puño en la boca para no despertar a Liz. Hasta ahora creía saber lo que era sentirse bien, pero no
tenía ni idea.
De repente, gruñe, y lo siguiente que sé es que me ha hecho pedazos la tanga y me ha
cubierto el coño con la boca. Alzo mis manos y le agarro la nuca antes de que sepa lo que estoy
haciendo, manteniéndolo cerca.
Me rodea las piernas con los brazos, las abre más y las sujeta. Le pedí, le supliqué, que
hiciera esto, pero ahora él tiene el control. Sabe exactamente lo que necesito. No podría
expresarlo con palabras, pero él lo sabe.
Su lengua trabaja mi clítoris en cortos y apretados movimientos que me hacen volver a
morderme el puño por miedo a despertar a Liz. ¿Qué pensaría si se encontrara a su mejor amiga
desnuda debajo de su padre?
Su padre, que ahora gruñe, exigente, hambriento de mí.
Por mi coño, que ahora gotea sobre su cara para que pueda lamer hasta la última gota. No
puedo aguantar mucho más. Me va a matar, voy a morir aquí, todo es demasiado bueno. No
puedo soportarlo. Mi corazón va a explotar.
Todo se paraliza y me quedo inmóvil un instante antes de que el mundo se rompa a mi
alrededor. Oleadas de pura felicidad comienzan en mi interior y se extienden hasta que las
lágrimas ruedan por mis mejillas. Lágrimas de felicidad, alegría y alivio.
―Nolan. ―Sonrío entre lágrimas.
¿Susurrar su nombre mientras él puede oírlo? Es un sueño hecho realidad.
Aparta la boca de mí y se queda quieto. Después de lo que parece demasiado tiempo, abro
los ojos y miro hacia abajo, a lo largo de mi cuerpo.
―¿Va todo bien? ¿He hecho algo mal?
―No. No, no lo hiciste. ―Sigue empalmado cuando se empuja de la cama y se pasa un
brazo por la boca―. Maldita sea. Esto no debería haber pasado. ¿En qué estaba pensando?
―Lo deseaba. ―Todavía estoy sin aliento y temblorosa, pero me siento―. Esto era algo
que yo quería. No lo pongas sólo en ti.
―Bien. Entonces, ¿en qué estábamos pensando? ―Sacude la cabeza, su cara es una
máscara de disgusto que hace que mi cuerpo pase del ardor al escalofrío―. Esto no volverá a
ocurrir.
No. Él no puede hacer esto. No puede darme tanto placer y alegría y luego quitármelo.
―Por favor, no digas eso.
―Sucedió esta vez, y eso siempre quedará entre tú y yo. ―Hay algo parecido a una amenaza
en su voz. Entiendo lo que quiere decir, y es un poco insultante.
―No diré ni una palabra.
―Si, olvidemos todo lo que dijimos. ―Abro la boca, dispuesta a pelear, pero él me corta
con un simple movimiento de cabeza―. Todo. Soy demasiado mayor para ti. Esto no puede
pasar.
―Por favor, ¿podemos hablar de ello?
Hablo conmigo misma porque cuando termino, él ya se ha ido y la puerta está cerrada.
No puedo renunciar a él.
Ahora no. No cuando sé lo bien que se siente cuando me toca.
Sé lo mucho que quiere tocarme.
Nunca voy a olvidarlo, por mucho que él quiera.
Aunque sea lo mejor.
Nolan
M
e voy a ir al infierno.
No lo dudes. Merezco freírme por toda la eternidad después de lo que he hecho.
Llamarla mujer sería un tecnicismo. Sigue siendo una niña. Es inocente, y hasta
anoche, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
Fui el primer hombre en contemplar su coño. El primero en deleitarse con él.
Lo que daría por darme un festín con ella ahora mismo. Mi polla se pone tiesa al pensarlo,
lo que es casi un milagro después de haberme masturbado tres veces durante la noche. No podía
dormir. Sólo podía recordar y desear... joder, qué ganas tenía.
Ya cometí el error. No puedo volver a cometerlo. Es demasiado joven. La conozco desde
que era una niña. Es jodidamente enfermo.
Era una niña inocente antes de que me aprovechara de ella. Puede que ella no lo entienda,
pero yo sí, y lo que hice es imperdonable. Ella se merece algo mejor.
Me cubro los ojos con un brazo para protegerme de la luz matutina y gimo de pura miseria.
Miseria que merezco por haber sido tan débil. Complaciéndome con ella cuando sabía muy bien
lo equivocado que estaba.
Más tiesa que nunca, a mi polla no parece importarle. No importa cuántas veces me diga
estas cosas a mí mismo. No me convenceré, no en el fondo.
Y eso es un problema porque no puede volver a ocurrir. Absolutamente no puede. Yo-
nosotros cometimos un error como a veces hace la gente, pero eso es todo. Podemos seguir
adelante con esto.
Diablos, incluso podría ser más fácil lidiar con tenerla cerca ahora que al menos algunas de
mis fantasías se han hecho realidad.
Tocar. Lamer. Saborear. Oír mi nombre salir de sus labios mientras sus jugos cubren mi
lengua y mi barbilla.
Ahora ya lo sé. Ya no tengo que adivinar. He creado suficientes recuerdos con ella para el
resto de mi vida, si fuera necesario, y así es exactamente como debe ser. Porque no puede, no
debe volver a suceder de ninguna manera, uno de nosotros tiene que ser el adulto. El realista.
¿Y qué si la idea me causa un dolor literal? Me duele el pecho como si tuviera algo encima
cuando salgo de la cama. Todavía puedo oler su aroma en mi labio superior y es suficiente para
que me retuerza dolorosamente en los calzoncillos. Su dulce coño, tan dulce como su nombre
indica.
Un coño que no podré volver a probar, ni tocar, ni siquiera pensar. Cuanto más lo piense,
más lo desearé.
Hablando de una jodida situación imposible.
Liz ya se ha ido hace horas, dejándome solo en casa con la tentadora al final del pasillo. Es
casi cruel. Sé que si fuera a su habitación ahora mismo, echaría la manta hacia atrás, se abriría
de piernas y suplicaría más de lo que le di anoche.
Y yo sería impotente contra eso, como lo fui en el momento en que ella dijo que me quería.
En el momento en que se quitó la camisa, me perdí. No había esperanza de resistirme.
No puedo volver a poner a ninguno de los dos en esa situación, eso es todo.
Hoy, encontraré formas de mantenerme ocupado mientras Liz está en el trabajo. No puedo
creer que dependa de mi propia hija para hacer de chaperona. Es vergonzoso, al menos debería
avergonzarme. Pero la verdad, no lo siento.
Porque eso significaría olvidar lo bueno que fue. Muy bueno. Finalmente, pude darme lo
que más quería. Lo que ambos evidentemente queríamos.
Esta mañana podría haberme dado una ducha fría. Pero dudo que exista agua lo bastante
fría como para congelar o borrar el recuerdo de haberla sujetado y obligado a aceptar lo que yo
estaba tan desesperado por darle.
¿Puedo confiar en que se quede callada? La pregunta me da escalofríos. Me inclino hacia la
ducha y abro los grifos antes de desnudarme, meditándolo. Todavía tengo la polla tiesa, pero no
puedo confiar en que le importe mucho la verdad. Lo único que le importa es metérsela. Una
virgen. Tan jodidamente apretada, tan caliente. Si cobrara vida bajo mi lengua, ¿qué haría
conmigo dentro de esa funda sedosa?
Dios mío, voy a volverme loco si no paro.
¿Por qué me torturo así?
Para cuando estoy en la ducha, ya he decidido que es de fiar.
Quiere a Liz como a una hermana y nunca haría nada que dañara su amistad. Mi hija es una
niña sensata e inteligente, pero cuando se trata de situaciones delicadas como esta, ese tipo de
cosas no suelen importar.
Meto la cabeza bajo el agua, dejando que me corra por la cabeza y la cara. Quizá me ayude
a pensar mejor. Algo tiene que hacerlo.
Tardo un segundo en darme cuenta de que la puerta del baño está abierta, visible a través
de la mampara de la ducha. El cristal se abre no un segundo antes de darme cuenta de que no
estoy solo.
Mi corazón salta al verla, de pie frente a mí, sin ropa que oculte su hermoso cuerpo. Perfecta
de pies a cabeza. Intacta para cualquiera excepto para mí.
Y esos ojos grandes e inocentes que de alguna manera son sabios. Sabe exactamente lo que
hace, aunque aún no comprenda las consecuencias de jugar con fuego.
Despierta de una puta vez.
―¿Qué estás haciendo? ―Si sueno enojado, es conmigo mismo por alentar esto en primer
lugar―. No entras en la ducha conmigo. No puedes hacer eso.
―Pensé que tal vez te vendría bien un poco de ayuda para lavarte la espalda. ―Apenas
contengo un gemido cuando sus dientes blancos se hunden en su labio inferior―. Y cualquier
otra cosa que no puedas alcanzar.
―No necesito ayuda ―gruño.
Sí, sí, necesito toda la ayuda posible. De lo contrario, no tendré más remedio que cometer
el mismo maldito error como el tonto sin remedio que soy.
―Pero lo quieres, ¿verdad? Me deseas a mí. ―Mira al suelo y frunce el ceño―. Está
entrando agua por todas partes. O me dejas entrar o cierras la puerta antes de que se inunde el
baño.
Tendría que dejármelo a mí, ¿no? Como si yo eligiera cerrar la puerta y dejarla al otro lado
de ella. Como si pudiera resistirme a verla, suplicando ser tocada y reclamada. Sólo soy humano,
joder.
Y no puedo hacer nada para evitar el hecho de que ella me pertenece. Es mía. ¿Por qué la
querría tanto si no estuviera destinado a ser así? Pienso como un niño, pero no puedo evitar el
ardiente deseo de hacerla mía para siempre. De atarla a mí, en cuerpo y alma.
Es con un gemido de debilidad que la agarro, tirando de ella hacia mí, gruñendo como el
animal en que me ha convertido.
―¿Qué se supone que debo hacer contigo? ―pregunto mientras la puerta se cierra y el
vapor nos envuelve.
Joder, esto es completamente diferente. Cuerpo desnudo contra cuerpo desnudo, el agua
deslizándose entre nosotros, su piel resbaladiza bajo mis manos.
―Eres tan grande por todas partes ―susurra, y su tacto es mágico, ilumina partes de mí
que creía muertas. Despierta la parte que he contenido durante tanto tiempo.
Esta mujer. Esta mágica y preciosa mujer.
―Tócame ―suplica con un susurro tembloroso―. Tócame por todas partes. Me muero
por ti.
No sé si es lo mejor que me ha pasado o lo peor. Llevándome a hacer las cosas que hasta
ahora sólo había imaginado. Moldear sus tetas con mis manos. Memorizar la curva de su culo, la
firmeza de sus muslos, el calor de su coño cuando lo acaricio de refilón.
Moliendo mi polla contra ella, me estremezco de necesidad apenas contenida.
―Quiero que me metas esto. ―Sus dedos se cierran alrededor de mi polla, y mis ojos casi
se ponen en blanco ante su suave contacto.
―¿Dónde quieres que la ponga?
―Donde tú quieras. ―Desliza su mano por mi cuerpo mientras me estremezco de nuevo,
con mis rodillas a punto de doblarse. Es un sueño húmedo hecho realidad, susurrando lo que
tanto he deseado oír.
―Es peligroso ofrecer eso.
―Confío en ti. ―Su boca está cerca de la mía, el aliento se mezcla entre nosotros. Deshace
cualquier atisbo de autocontrol con sus dedos, acariciándome con entusiasmo, aunque no con
habilidad. Pero el entusiasmo llega muy lejos: ya se me están levantando las pelotas, a punto de
vaciarse.
Tengo que rodearla con la mano antes de que sea demasiado tarde.
―Más despacio ―le aconsejo, mis labios rozando los suyos. La tensión es insoportable, a
punto de estallar. Ella gime, sin aliento, aferrándose a mí.
―Muéstrame qué hacer. Enséñame a hacerte sentir bien como tú me has hecho sentir bien
a mí. ―Sus ojos están nublados cuando se encuentran con los míos, abiertos y llenos de
lujuria―. Eso es todo lo que quiero. Hacerte sentir bien.
―Ponte de rodillas. ―Porque, ¿quién podría resistirse? Esta criatura perfecta e intacta
está tan ansiosa por complacerme y lista para aprender. Y joder, quiero enseñarle.
―Voy a metértela en la boca ―gruño, acercándome a sus labios una vez que se ha
acomodado ante mí―. Te enseñaré lo que hay que hacer.
―Sé hacer algunas cosas ―confiesa, y como para demostrarlo entonces, extiende la lengua
y la pasa por la parte inferior. No me queda más remedio que apoyar la espalda en la pared.
―¿En serio?
―He visto vídeos.
―¿Te gusta ver porno mientras te tocas? ―le pregunto, acariciándole el pelo mojado
mientras la veo jugar conmigo.
―Lo vi para saber qué hacer contigo. Cuando pasara esto, deseaba saber qué te gustaría.
Y todo pensamiento consciente desaparece cuando me rodea con los labios y me introduce
profundamente en su boca. No recuerdo la última vez que me chuparon la polla, pero la espera
ha merecido la pena.
―Has aprendido bien ―gimo, sonriéndole en señal de aprobación mientras ella sube y
baja la cabeza lentamente, acariciándome con esos labios carnosos y pasándome por su lengua―.
Estás haciendo que mi polla se sienta tan bien.
Ella gime, y yo sé que está contenta, y yo arremeto en su boca. Es lo más sencillo, este toma
y daca, rendirme por fin a lo que he necesitado durante tanto tiempo.
―Buena chica. ―Tomando su cabeza con ambas manos, no puedo evitar mover mis
caderas, profundizando las caricias hasta que toco el fondo de su garganta y la ahogo―. Relájate.
Acéptalo. Dijiste que querías que me sintiera bien. Pues tómala. Chúpame la polla.
Ella gime, pero se resiste, y sus manos suben y bajan por mis muslos, arrastrando las uñas
sobre mi piel y aumentando la emoción. La estoy utilizando, sí, pero ella está en esto conmigo. Y
apuesto a que está goteando en el suelo.
―¿Tienes el coño caliente y húmedo para mí? ―Le pregunto, apartándole el cabello de la
cara mientras me introduzco en su dulce boca.
Las vibraciones de sus gemidos son casi suficientes para deshacerme. Tengo que retroceder
antes de estallar. Ella gime y se sienta sobre los talones.
―¿No lo he hecho bien? ―pregunta preocupada.
―No, lo hiciste perfecto. ―Nunca había estado tan guapa como ahora, con su expresión
ansiosa y esos labios rojos hinchados―. No quiero correrme así.
―¿Estaba a punto de hacer que te corrieras?
―Sí, inocente Rose. ―Atrapo sus labios con los míos, saboreando su carnosidad y los
ruiditos que hace―. Ibas a hacer que me corriera. Y me voy a correr, pero cuando lo haga quiero
que te corras conmigo. ¿Alguna vez lo has imaginado así? ―Le pregunto, con la polla atrapada
entre los dos, mientras separo sus nalgas para que el agua corra entre ellas.
Su cabeza se echa hacia atrás y sus gemidos de lujuria llenan el aire.
―Sí, todo el tiempo ―gime.
Tengo que tomar una decisión, y la tomo rápidamente, urgido por mi polla en tensión.
Quiero que se sienta cómoda cuando hagamos esto. Lo que debemos hacer, lo que absolutamente
tenemos que hacer. La necesito. Ya he esperado tanto.
No hace preguntas mientras cierro el grifo, sólo habla cuando salgo del baño y le doy una
toalla.
―¿Qué estamos haciendo?
―Te voy a llevar a la cama ―gruño, cogiendo otra toalla y tirando de ella hacia el
dormitorio. En lugar de usarla conmigo, extiendo la toalla sobre la cama, la cojo por la cintura y
la tiro encima. No me cuesta ningún esfuerzo, porque es muy ligera y se deja mover como yo
quiero.
―Abre las piernas, nena. ―No hay tiempo para la dulzura o la ternura. No cuando el único
pensamiento consciente que poseo gira en torno a reclamar y poseer.
Me devuelve a la realidad con una sola pregunta mientras me subo a la cama entre sus
muslos cremosos.
―¿Me va a doler?
La ternura hace a un lado la lujuria. Con cuidado, le retiro el cabello mojado de la sien y se
lo paso por detrás de la oreja. Tan joven, tan frágil.
―No, nena. Haré todo lo posible para que no sea así. Tú sólo aférrate a mí.
Ambos gemimos al contacto de mi mano con sus labios, cubiertos de jugos que manan
libremente de su agujero expectante. Se ofrece tan voluntariamente que casi me rompe el
corazón. La confianza brilla en sus ojos y en su sonrisa cuando me mira, esperando que la tome.
―¿Estás segura? ―Pregunto, atenazada por el deseo y la preocupación, mientras me
retuerzo y goteo de necesidad.
―Por favor. Por favor, dame lo que quiero. Esto es todo lo que quiero. ―Está al borde de
las lágrimas, pero sonríe―. Por favor, Nolan. Quiero que seas tú. Siempre has sido tú.
Aun así, se agarrota al sentir la presión contra su abertura. Apenas he empezado a estirarla.
―Relájate. ―Me inclino hacia abajo, salpicando besos suaves a lo largo de su mandíbula y
la garganta―. Relájate para mí. Déjame entrar.
Cada roce de mis labios la alivia más hasta que se afloja lo suficiente como para permitir
que mi bulbosa cabeza traspase su entrada.
―¡Oh, Dios! ―Ella me agarra de golpe, brazos y piernas enredados a mi alrededor, sus
uñas rompiendo la piel de mi espalda―. ¡Qué bien sienta! ¡Oh, Dios, sí...!
Sí, lo es, y es tan jodidamente apretada que apenas puedo moverme. A este ritmo, no voy a
aguantar más de unas cuantas caricias, con su cuerpo maduro retorciéndose bajo el mío y sus
constantes súplicas de más resonando en mis oídos. Está tan hambrienta que lo único que quiero
es satisfacerla.
Me acerco a su barrera y ella respira con dolor.
―Recuerda, relájate. ―Sólo que esta vez lo digo apretando los dientes, con cada latido de
mi corazón perdiendo el control. En el último segundo, bajo la cabeza y cubro su boca con la mía,
metiendo la lengua un instante antes de presionar. La barrera cede de repente y prácticamente
me absorbe hasta el fondo de su coño.
Grita en mi boca, pero mi lengua le quita el dolor mientras mi polla se mueve despacio, muy
despacio, dentro de ella. La estiro y la lleno hasta que sus gritos de éxtasis casi ahogan el torrente
de sangre que me llega a los oídos por los latidos acelerados de mi corazón.
Tengo que romper el beso para respirar, y ella casi grita.
―¡Sí! Sí, es tan bueno. ¡Oh, Dios mío! Nolan. ―Sus uñas me recorren la espalda, el agudo
escozor aumenta de algún modo las sensaciones que se acumulan en mis pelotas y en la base de
mi columna, más intensas con cada roce, con cada caricia.
―Quiero que te corras conmigo ―le gruño al oído, y ella asiente frenéticamente en
respuesta―. Córrete conmigo. Haz realidad tus fantasías, nena.
Se aprieta más a mi alrededor, cada parte de ella me atrae profundamente y casi me sujeta.
―¡Tan bueno! Qué bien! ―solloza, y sus lágrimas ruedan por sus mejillas hasta mojarme
la cara―. Fóllame. Fóllame, Nolan. Por favor.
Pronto, eso es lo que estoy haciendo. La machaco, olvidándome de ser suave para obedecer
las órdenes de su cuerpo y las mías. Es salvaje, se agita debajo de mí con sus demandas. Como si
bastara mi polla para desatar a un animal.
―Córrete en mi polla ―gruño, penetrándola y tomando lo que es mío.
―¡Voy a correrme! ―Y entonces se arquea contra mí, apretando su coño hasta que tengo
que rechinar los dientes contra un rugido casi de dolor, antes de que llegue a la cresta y lo que
parece un millón de pequeños músculos masajeen mi longitud, ordeñándome.
No hay más remedio que ceder, dejarse llevar. Me meto hasta las pelotas antes de que la
liberación me invada y la llene con una descarga tras otra de esperma caliente. Me derramo
dentro de ella, se lo doy todo, todo de mí. Hasta que no queda más remedio que dejarse caer
sobre ella, los dos jadeando, perdidos en el momento. Es lo más parecido al gozo que he sentido
en años.
Y es todo suyo, cada pedacito. Ella me lo dio. Y pensar que intenté detener esto.
―Nolan. ―La satisfacción en su voz es suficiente, pero levanto la cabeza para mirarla de
todos modos. Su sonrisa es radiante, sus ojos brillan―. Nolan.
―Rose.
La realidad irrumpe en el peor momento. Me corrí dentro de ella. ¿En qué coño estaba
pensando?
Pensaba que quería que fuera mía, por completo, y eso significa llevar también a mi hijo.
Pero hay demasiado a nuestro alrededor, demasiado en el camino. Demasiadas cosas que no
hemos resuelto.
―¿Qué te pasa? Creía que estabas contento. ―Se apoya en los codos cuando me desenredo
de ella y me siento.
―Estaba... estoy ―corrijo―. Pero hay demasiada incertidumbre.
―Sé lo que quiero―. Me toca el hombro y me odio por causarle el más mínimo dolor o
confusión.
―Puede que no siempre sea así. ―Cubriéndome la cara con las manos, sacudo la cabeza
con disgusto y decepción. Lo que quiero es cogerla en brazos y abrazarla, pero sería tan
irresponsable como lo que ya hemos hecho. Lo que yo ya he hecho. ―No deberíamos estar
haciendo esto. Tú lo sabes, yo lo sé. Eres demasiado...
―Estoy cansada de que me digas que soy demasiado joven. No soy demasiado joven para
saber lo que quiero. No me insultes.
―Estoy tratando de cuidarte.
―Puedes cuidarme dándome lo que quiero, que eres tú. No me importa si está bien o mal
a los ojos de los demás. A mí me parece bien. ¿Eso no importa?
Ya no sé qué coño estoy pensando ni qué se supone que debo hacer ahora. Sólo sé que ya la
quiero otra vez, y que también la querré después. Nunca va a parar, no importa lo que me diga.
No importa cómo lo intente. Es inútil. Ella está en mi sangre ahora.
―Nadie puede saberlo ―susurro, levantando su mano de mi hombro y apretando mis
labios contra el dorso―. Todavía no.
Hay picardía en su risita.
―Es algo sexy, tener un secreto.
Ojalá pudiera creer que siempre se sentirá así.
Rose
―¡M
ierda! No mires. ―Liz clava sus dedos en mi brazo, prácticamente
colgando de mí mientras caminamos por la tienda.
―¿Qué? ―Susurro, mirando al frente.
―Son Scott y Hunter. ―Su voz está tensa por la emoción―. Deben estar en casa para las
vacaciones.
Son los chicos más guapos de nuestra clase y Liz estuvo enamorada de ellos durante años.
Un día era Hunter, y al día siguiente, era Scott. Eran tan inseparables como nosotros dos, y
supongo que eso no ha cambiado.
Ahora, mirándolos de reojo, estoy más confundida que nunca sobre por qué le gustan.
Quiero decir, son monos, pero son niños.
Puede que tengan la misma edad que yo, pero lo único que veo son dos chiquillos
rebuscando entre los estantes de camisetas mientras pasamos.
―No los he visto desde la graduación ―susurra, mirando por encima del hombro―. Para
un segundo.
¿En la sección de hombres? Si eso la hace feliz. Considerando que me acosté con su padre,
supongo que es lo menos que puedo hacer.
Me sorprende que no lo vea escrito en mi cara. La culpa y la paranoia. Sigo esperando que
el resto del mundo lo vea. Ya no soy virgen. Perdí mi virginidad con el único hombre que siempre
quise. Me arruinó para todos los demás porque nadie podría estar a su altura.
En los días transcurridos desde entonces, hemos tenido cuidado de ocultárselo a Liz. Me
he colado en su habitación todas las noches y siempre estoy fuera antes de que ella se levante
para ir a trabajar. Por lo demás, compartimos la casa como personas normales que no follan como
animales.
Y por eso, cuando los chicos se fijan en nosotros, no siento nada. Nada de excitación,
aunque eso es lo que Liz siente claramente. Se anima cuando nos ven merodeando cerca, se echa
el cabello oscuro por encima de un hombro y mueve la cadera hacia un lado.
―¿Qué, has olvidado mi número ahora que nos hemos graduado? Creía que habían
desaparecido de la faz de la Tierra.
Tengo que forzar una sonrisa mientras la sigo hacia ellos, pero mi mente está a kilómetros
de distancia. Si ella lo supiera, pero nunca podrá. Hoy ha sido una tortura caminar con ella.
Nolan es lo único que tengo en mente, y la única persona con la que hablaría de mi primera vez
es la única que no puede saberlo. Tengo que guardármelo todo dentro.
No me di cuenta de que me estaba quedando dormida hasta que me dio un codazo. La
expresión de su cara me dice que me he perdido algo.
―Perdona, ¿qué has dicho? ―le pregunto.
Ella ensancha los ojos de esa manera especial que dice Apóyame en esto o estás muerto
para mí.
―He dicho que no tenemos nada planeado para esta noche.
Hunter asiente, sonriendo mientras me mira de arriba abajo de una forma que reconozco.
―Estábamos pensando que podríamos ir a comer algo más tarde esta noche. Ponernos al
día y eso.
Es lo último que quiero hacer. Significa pasar tiempo lejos de Nolan. Como si no fuera
bastante malo tener que quedarme aquí y fingir que no tengo nada en mente, como he tenido que
hacer toda la tarde mientras comprábamos. Me espera una noche entera haciendo lo mismo.
Liz está apartada de los chicos, mirándome fijamente y con esa misma mirada
inconfundible. No quiero arruinarle esto. Ya estoy haciendo suficiente para dañar nuestra
amistad a sus espaldas. ¿Y quién sabe? Podría acabar saliendo con uno de ellos. Esto podría llevar
a algo que la haga muy feliz. No puedo retenerla.
Aunque mi corazón no esté ni cerca de ello. Ni siquiera cerca. Se hunde ante la idea de pasar
horas actuando como si me importara cualquiera de estos dos y lo que han estado haciendo con
ellos mismos en los meses desde que nos graduamos.
―Claro ―acepto con una sonrisa que no siento―. Suena genial.

―Espera un momento. ―Nolan nos mira a Liz y a mí mientras los tres


estamos en el salón. Él baja la frente cada segundo que pasa mientras su anuncio cala hondo―.
¿Qué van a hacer?
―Vamos a salir a cenar esta noche en Luca's. Rose y yo.
―Esa no es la parte por la que preguntaba. ―Está haciendo un gran esfuerzo para no
mirarme, eso es obvio. ¿Liz nota sus puños cerrados? Claro que sí.
Me duele el corazón por ella. De verdad. Estuvo tan emocionada todo el camino a casa,
parloteando sin parar sobre qué ponerse. A pesar de lo agotador que fue, hice todo lo que pude
para igualar esa emoción.
Ahora se le borra la sonrisa.
―Te acuerdas de ellos, papá. Fui a la escuela con ellos desde primer grado. Son buenos
chicos. Sólo vamos a ponernos al día.
―No va a ocurrir, así que mejor olvida la idea ahora mismo.
―No lo entiendo. ―Sus ojos oscuros se llenan de lágrimas―. Es sólo una cena.
Lo tengo en la punta de la lengua, todo el asunto. La verdadera razón por la que no quiere
que ella salga. No tiene nada que ver con los chicos en sí. Tiene que ver con que salga con alguien
que no sea él. Lo siento en mis huesos.
Pero no puedo decirlo. No puedo herirla así. Sería mucho peor que lo que ella está sintiendo
ahora. No puedo creer que estoy atrapado entre ellos de esta manera.
Me lanza una mirada llena de dolor que me suplica en silencio que hable por ella.
―Es sólo una cena ―susurro. No me sentiría cómoda metiéndome en medio de esto
aunque nunca me hubiera puesto una mano encima. Seguiría sintiendo que no es mi lugar.
¿Es tan obvio para Liz como para mí que está evitando mirarme deliberadamente?
―No va a pasar, así que quítate la idea de la cabeza ahora. Llama a esos chicos y diles que
no irás a cenar esta noche ni ninguna otra.
―Pero, ¿por qué? ¿Por qué te comportas así? Tú no eres así.
Su cara se pone tan roja que me asusta un poco. Parece a punto de explotar.
―No me digas cómo debo sentirme o reaccionar, maldita sea.
Es como si aspirara todo el aire de la habitación. Nunca lo había oído maldecir, no con ira.
Y no a Liz.
Está muy dolorida, muy confusa, sacudiendo un poco la cabeza como si no pudiera creer lo
que acaba de oír más que yo.
―No lo entiendo. ¿Por qué actúas así? ¿Qué he hecho?
―¿Qué has hecho? ―Se pasa las manos por el pelo antes de soltarlas―. ¿No te basta con
no escucharme sin cuestionarlo todo? Empecemos por ahí. Sigo siendo tu padre, y cuando digo
algo, se acabó. Se acabó.
―Pero ya no soy una niña.
―¿Quién lo dice?
―¡Lo dice la ley! ―responde ella a gritos―. Tengo dieciocho años. Siempre he hecho todo
lo que has querido. Nunca te llevo la contraria, jamás. Todo lo que pido es una noche fuera para
ir a cenar con amigos que no he visto en meses, y actúas como si hablara de un fin de semana en
Las Vegas o algo así.
―No finjas que esto es sólo una cuestión de ver amigos ―se burla―. No me importa que
tengas dieciocho años. Sigues viviendo bajo este techo, lo que significa que obedeces mis reglas,
y no quiero que salgas con esos chicos ni con ningún otro. ¿Entendido?
Le tiembla la barbilla, pero mantiene la cabeza alta.
―Está bien. Tal vez ya no viva bajo este techo.
Esto es una locura. No puedo dejar que siga sin intentar ayudar.
―Hey... ―susurro, extendiendo un brazo para rodearla. ¿Por qué? No tengo ni idea. Quizá
si consigo sacarla de la habitación, ambos se calmarán antes de que alguno de los dos diga algo
de lo que no pueda retractarse.
Todo es culpa mía. Debería decir algo, realmente debería.
Por otra parte, no es culpa mía que Nolan no pueda soportar la idea de que yo salga a una
simple cena. No quiero que su relación se resienta, pero tampoco es que yo le obligue a actuar
así. Todo esto es cosa suya.
Ella se aleja de mí, mirándole fijamente.
―¡Ya no soy una niña! Y no puedes impedirme que salga con mis amigos.
―Vives en mi casa y pago todas tus facturas, jovencita, mientras ahorras tus ganancias.
Puedo hacer lo que quiera.
Se le arruga la cara de dolor antes de correr por el salón y subir las escaleras dando
pisotones. Los dos nos sobresaltamos cuando la puerta de su habitación se cierra con tanta fuerza
que algunos de los cuadros de las paredes se tambalean.
Me mira con ojos desorbitados. Es un completo desastre, pero incluso ahora, mi cuerpo
reacciona ante él. Se me acelera el pulso y me acaloro por dentro. No puedo evitar desear que me
tire al suelo y me penetre a la fuerza.
―No irás ―susurra entre dientes apretados, temblando de una rabia que no hace más que
aumentar el fuego que arde en mi interior.
No puedo dejar que mi ansia por su tacto se interponga ahora.
―¿Quién lo dice? ―susurro. Me cuesta creerlo, y por la forma en que se queda con la boca
abierta, es evidente que él tampoco se lo cree.
―¿Perdón? ¿Realmente estoy escuchando esto?
―Depende. ―Le miro de frente, con las manos en las caderas―. Porque no puedes tener
las dos cosas.
―¿Qué significa eso? ―Imita mi postura, lo que me hace rechinar los dientes. Sin
embargo, no voy a morder el anzuelo y dejar que mi ira se interponga. Esto es mucho más
importante que una pequeña disputa.
―Significa que no puedes decirme qué hacer. O los dos tenemos una relación y lo decimos
abiertamente o voy a ver a otros chicos. No puedes exigir que espere el resto de mi vida. ¿Qué,
debería unirme a un convento? Tendría que convertirme primero, ya sabes.
―¿De dónde viene esto? ―Me mira como si nunca me hubiera visto antes, y de alguna
manera eso sólo empeora las cosas. Como si nunca hubiera esperado que tuviera sentimientos o
deseos propios.
Como si no tuviera necesidades como persona.
―Viene de la realidad. Lo que dije fue en serio. No puedo pasar el resto de mi vida
esperando a que decidas que está bien que estemos juntos. O somos una cosa o soy libre de vivir
mi vida. Depende de ti.
Estoy temblando y empiezo a sudar cuando doy la vuelta sobre mis talones y subo los
escalones como hizo Liz. Mi corazón quiere que me detenga, que vuelva con él y le diga la verdad.
No quiero ver a nadie más. Esos chicos no significan nada. Nadie significa nada para mí
excepto él porque sólo lo he querido a él. Ni siquiera puedo pensar en nadie que me haya gustado
en el instituto porque estaba demasiado ocupada queriéndole a él. Amándolo.
A veces, sin embargo, tienes que ponerte súper incómodo en el momento en lugar de estar
un poco incómodo el resto de tu vida. Duele verlo así, pero tal vez esto es lo que necesita. Nunca
se va a decidir a menos que le fuerce, y eso es lo que estoy haciendo ahora.
Al final, tendrá que aceptar que estamos hechos el uno para el otro. Tal vez este es el
empujón que necesita para ver lo que la vida podría ser en lugar de quedarse en la valla.
Tengo que creerlo, si no, le hago daño, y a mí, sin motivo.
Nolan

E
sto es lo mejor.
Se merece una vida propia.
Alguien de su edad, como debe ser. Soy un viejo, al menos comparado con ella.
Así es como debería ser su vida. Citas y chicos y toda esa mierda feliz.
Puedo decirme lo que quiera, pero nunca funcionará. Nunca dejaré de querer romper todos
los platos de los armarios de la cocina mientras ella está en una cita.
No tiene que gustarme, pero es lo mejor para ella. Si me preocupo por Rose, tengo que
preocuparme por lo que más necesita.
Un día, querrá un futuro.
¿Y qué si parece que me están desollando vivo mientras recorro la primera planta como un
animal enjaulado?
No puedo pensar en otra cosa que no sea ella, sentada con un chico, riéndose de sus bromas
y dejando que la toque. No sé quién es, pero sé que no merece estar en su presencia, y mucho
menos tocarla y coquetear y hacerse una idea equivocada.
Porque no hay hombre en la tierra que no se haga la misma idea después de pasar medio
minuto con ella. Su cuerpo, delicioso y tentador, ¿quién podría resistirse? Yo tuve esa edad una
vez. Sé cómo funciona la mente de un joven.
Diablos, yo no soy mejor, y tengo más del doble de su edad.
¿Y si decide salir con él? ¿Que no vale la pena esperar por mí? Joder. No puedo fingir que
eso sería lo mejor. No cuando la necesito tanto como al oxígeno. No cuando ella es mía.
Necesito mear o salirme del tiesto, pero no consigo que mi polla y mi cabeza coincidan. Sé
lo que está bien, pero no me siento bien. Me siento miserable, enfurecido, listo para matar.
Mis puños se cierran y se abren a cada paso que doy por la casa. Ningún niño podría hacerle
lo que yo le he hecho. Nunca estará satisfecha. No sabrían ni cómo tratarla, probablemente
bombeando lejos, ajenos a todo lo que no sean ellos mismos.
¿Se supone que debo quedarme aquí y dejar que eso pase? ¿Quedarme aquí y esperar a que
un pedazo de mierda piense que tiene derecho a su cuerpo?
Apenas puedo ver bien. La rabia nubla mis pensamientos al igual que mi visión, rabia y algo
más. Algo aún más oscuro, profundo, caliente.
Me detengo en seco en el centro de la cocina, el verdadero peso de lo que me ha estado
reteniendo todo este tiempo me golpea desde todos los lados.
¿Y si decide que soy demasiado viejo y me deja?
Ya está. Esa es la última pieza del rompecabezas encajando en su lugar, y ahora la imagen
es clara. No es sólo que no quiero arruinar su vida ensillándola con un viejo como yo.
No sé si podría aguantar el golpe si ella decide que merece a alguien más joven. Un día,
decidirá que está cansada de que la vean con un hombre tan mayor como su padre y me descartará
por un modelo más joven. Eso es lo que más me asusta porque la amo. Dios, la amo.
Rose no es así... ¿verdad? No puedo imaginarlo, pero el tiempo puede cambiar a la gente.
Sabes que nunca cambiará.
Podría equivocarme. Por otra parte, nunca hay garantías. No sabía cuando empecé mi
negocio que acabaría convirtiéndolo en un éxito. No tenía ni idea cuando decidí criar a Liz por
mi cuenta después del divorcio que acabaríamos convirtiéndonos en un equipo unido. Tuve que
dar un salto de fe.
Hay que dar otro salto. Mi sangre bombea, la adrenalina corre por mi sistema mientras
contemplo mis opciones.
Puedo quedarme aquí y romper hasta el último mueble de la puta casa.
O puedo ir a ella y poner todo a sus pies. Todo de mí. Tengo que creer que esto es lo que
ella quiere, pero también significaría correr el riesgo de confiar en que siempre será lo que ella
quiere. Que siempre seré lo que ella quiere.
Maldita sea, estábamos destinados a estar juntos. Fin de la historia. Si ella me quiere ahora,
eso no va a cambiar, como tampoco lo hará mi amor por ella. He estado viendo todo esto mal.
Nada de lo que hay entre nosotros es lógico. Simplemente es, y no puedes luchar contra algo que
simplemente es.
Eso es lo que me hace salir por la puerta, llaves en mano. Liz dijo que iban a Luca’s, así que
conduzco en esa dirección, no a diez minutos. Esto es una puta locura, pero nada en el mundo
podría alejarme de ella ahora que me he decidido. La sacaré pateando y gritando si es necesario,
pero antes de que acabe la noche, Rose sabrá que es mía. Nunca habrá otra duda al respecto.
Son las siete y media cuando estaciono delante del restaurante, lo que significa que llevan
allí una media hora. Pero es entre semana, así que no hay muchos coches en el aparcamiento. Si
hago una escena, no será delante de mucha gente.
Espero no llegar a eso, pero no voy a dejar que me detenga. Llevo demasiado tiempo
preocupado por lo que pensarán los demás.
El aroma del ajo y los tomates me golpea nada más cruzar el umbral. Como siempre, hay
un ambiente tranquilo y encantador. Por desgracia, estoy a punto de romperlo.
―¿Puedo ayudarle? ―pregunta sonriente la chica que está detrás del puesto.
―Busco a mi hija. ―Inclino el cuello y busco en la habitación hasta que veo una cabeza de
cabello dorado cerca de la esquina del fondo, en una cabina semicircular.
Ignorando a la anfitriona, empiezo a cruzar el comedor, observando atentamente. No se
han fijado en mí, así que tengo la oportunidad de observar. Las chicas se sientan en el centro, y
Liz habla animadamente con los dos chicos, riéndose y burlándose de ellos mientras,
obviamente, ellos también le tocan un poco las pelotas. Ella sólo finge estar ofendida.
Es Rose la que parece no pertenecer al grupo. Está sentada con los brazos cruzados sobre
el pecho, mordiéndose el labio y mirando lo que queda de su ensalada. Tiene la frente arrugada
por la concentración. ¿En qué estará pensando? Sea lo que sea, le impide disfrutar.
Ella y Liz no podrían ser menos parecidas. Podría ser mi ego coloreando mi percepción,
pero no parece que ella quiera estar aquí en absoluto.
No es hasta que estoy prácticamente encima de la cabina que alguien se fija en mí. Liz da
un grito ahogado y Rose se sienta más erguida y se queda con la boca abierta. Rose lleva un jersey
de cuello alto que no deja ni un centímetro de piel al descubierto.
Los dos chicos levantan la vista y veo un vago reconocimiento en sus expresiones.
―Chicos, necesito un minuto aquí.
―Espera un momento. ―Liz sacude la cabeza casi violentamente, mirándome―. ¿Qué
estás haciendo?
―O dejas que tus amigos se aparten para que pueda decir lo que he venido a decir, o pueden
ver esto de cerca. Depende de ustedes.
―Vamos para allá. ―Uno de ellos hace un gesto al otro, y no pierden tiempo en acercarse
a las ventanas delanteras, donde tiene lugar una conversación tensa y susurrada.
―¡Papá! ¿Hablas en serio? ―Liz parece a punto de desmoronarse en la miseria, mirando
a su alrededor como avergonzada―. ¿Por qué estás aquí? Ya hablamos de esto.
Rose no ha dicho ni una palabra. Apenas ha reaccionado, prefiriendo mirarme en silencio.
―No estoy aquí por ti ―le digo a mi hija mientras miro a la mujer que amo.
Ahora está todo tan claro. Me ha bastado verla con otro hombre para estar seguro de que
es la mujer con la que estaba destinado a pasar mi vida. La profundidad de la emoción en mi
corazón me deja sin aliento.
Nunca se trató sólo de su cuerpo o del mío. Ella es mi vida.
―Sabes por qué estoy aquí ―le digo―. ¿Verdad?
Rose traga saliva, sus labios forman una línea firme mientras niega con la cabeza. Así que
no me lo va a poner fácil.
―Me parece justo. Liz ―le digo a mi hija mirándola―, debería haber sido sincero desde
el principio. No es que no quisiera que salieras esta noche. Es Rose. Porque...
Por favor, no dejes que esto sea un error.
―Porque estoy enamorado de Rose.
―¿En serio? ―Rose susurra. Hay lágrimas en sus ojos, haciéndolos brillar―. ¿De verdad?
¿Estás enamorado de mí?
―Estoy de cabeza. Nunca me había sentido así, pero no puedo pasar otro día de mi vida
sin él. Te necesito. Saber que estabas aquí esta noche lo dejó todo claro. Eres mía y no voy a
dejarte escapar.
―Era todo lo que quería. ―Se ríe y llora a la vez, se quita las lágrimas entre risitas mientras
sale de la cabina y se lanza a mis brazos. La paz que me invade en cuanto la abrazo me demuestra
lo bien que lo hago. Lo necesaria que es para mi felicidad, para mi vida.
Sin embargo, hay alguien más a quien no puedo olvidar. Con Rose en brazos, miro a mi hija
en busca de perdón. Tiene los ojos muy abiertos, nos mira con el ceño fruncido y la boca
ligeramente abierta.
―Lo siento, cariño ―murmuro mientras ella me mira boquiabierta―. No puedo evitarlo.
Lo intenté, pero no pude hacer nada.
El dolor empieza a lacerarme el corazón cuando se tapa la boca con una mano. Siempre iba
a haber un sacrificio, ¿no? Sólo deseo que no sea ella.
Excepto que no está llorando o conteniendo un grito.
Se ríe.
―¡Duh! ―Da una palmada, riendo alegremente―. ¡Por fin!
―Espera. ¿Qué? ―Rose se vuelve hacia ella, con las manos en las caderas―. Ni siquiera
finjas que sabes de esto.
―¡Lo sé desde hace años! ¿Me estás tomando el pelo? Siempre lo estás mirando, él siempre
te estaba mirando, era obvio. Casi sentí que debía disculparme sólo por estar en la misma
habitación con ustedes dos. ―Se pasa una mano por debajo de los ojos, llorando de risa―. Pero
era obvio que ninguno de los dos tenía las pelotas para seguir adelante con nada, así que pensé
en esperar y ver qué pasaba.
Rose coge una servilleta y se la lanza.
―¡No puedo creerlo! Me he estado retorciendo por esto.
―Lo siento ―le dice Liz, resoplando en una carcajada―. No he podido evitarlo.
―¿Y te parece bien? ―Pregunto, un poco abrumado. Mi hija lo ha sabido. ¿Cómo de ciego
he estado?
Su sonrisa es cálida, sabionda.
―Sí. He tenido tiempo para pensarlo y supongo que hay cosas que no puedes evitar. Es
obvio que esto es de verdad, y no voy a interponerme. Sólo quiero que sean felices, porque los
quiero.
―¿Te importa si me voy antes?― Rose le pregunta―. Odio dejarte sola.
Liz sólo finge arcadas.
―Dios mío, por favor. Vete. Haré mucho ruido cuando vuelva a casa para que sepas que ya
no están solos. ―Hace un gran gesto poniendo los ojos en blanco antes de saludar a los chicos al
otro lado de la habitación, haciéndoles un gesto para que vuelvan.
―Dame un segundo. ―Con la mano de Rose en la mía, me giro hacia la pareja que se acerca
a la mesa―. Ustedes. Les recuerdo que conozco a sus padres. Si alguno de ustedes le hace daño
a mi hija, les cortaré las putas pelotas. ¿Entendido?
―Sí, señor ―murmuran ambos, con las manos cruzadas delante y aspecto compungido.
―De acuerdo, siempre que nos entendamos. ―Sin dejar de coger a Rose de la mano, salgo
del restaurante con ella a mi lado.
Como debe ser.
Como siempre será.
Rose
N
unca había sido tan feliz. No sabía que era posible que una persona fuera tan
feliz.
Sentada a su lado, sabiendo que me ama. Quiero ser sincera con él de todo.
Nunca me sentí tan orgullosa como ahora, yendo a casa con él. Quiero que el
mundo lo sepa.
―Sabes que realmente no quería ir. ―Siento que él ya lo sabe, pero quiero decirlo de todos
modos. Sólo para estar segura.
―Eso esperaba. ―Se acerca y cierra una mano sobre mi rodilla. Incluso a través de mis
vaqueros, su tacto es abrasador―. Lo vi cuando llegué. Parecías triste.
―Lo estaba, pero intentaba demostrar algo.
―Y lo hiciste.
―No te enfades.
―Estoy lo más alejado de la locura. ―Me aprieta la rodilla y se ríe―. Me has abierto los
ojos. Debería agradecértelo.
―Se me ocurre una forma de que me lo agradezcas.
Se ríe, sacudiendo la cabeza.
―He creado un monstruo. ¿Qué pasó con mi inocente Rose?
―No me has metido nada en la cabeza que no estuviera ya ahí. ―Cojo su mano y la deslizo
más arriba por mi pierna, entre mis muslos―. Pero ahora que te tengo donde siempre te he
querido, no voy a perder el tiempo.
―Creo que he ido al cielo.
Parece una eternidad hasta que llegamos a la entrada, donde estaciona el coche e
inmediatamente se vuelve hacia mí, me coge por la nuca y tira de mí.
―No te amo. Jodidamente te amo.
La fuerza de su beso me sorprende, pero mi cuerpo reacciona como siempre.
Inmediatamente, siento que me debilito, como si me derritiera contra él. Mi pulso se acelera, mi
piel hormiguea, mi coño se calienta y se humedece a la vez. Como si siempre estuviera
esperándole, lista para ir adonde él quiera llevarme.
―En la casa. Ahora. ―Apaga el motor y abre la puerta con tanta fuerza que, si no lo
supiera, pensaría que está enfadado. No, simplemente tiene mucha prisa por entrar.
Yo también, y el corazón me da un vuelco cuando ambos entramos a trompicones. Cierra la
puerta de una patada y echa la cerradura casi sin cuidado antes de agarrarme y acercarme a él.
―Podría devorarte aquí y ahora ―susurra mientras me aprieta el culo con los dedos y me
presiona contra él. Ya está empalmado, a punto de salirse de los pantalones y moliendo contra
mí.
Es todo mío. Todo él. Tengo todo lo que quiero.
No puedo apartar las manos de él, igual que él no puede dejar de tocarme, y para cuando
llegamos a las escaleras, le estoy desabrochando la camisa. Ni siquiera se cambió después del
trabajo. Estaba demasiado ocupado enloqueciendo por mi salida.
―Rómpela de una puta vez ―gruñe antes de hacerlo él mismo. Los botones saltan y se
esparcen por el suelo, y yo aprovecho para pasarle las manos por el pecho y por las ondulaciones
de sus abdominales. Nunca me cansaré de tocarlo.
―Voy a mancillarte en todas las habitaciones de esta casa ―jura, inclinándose sobre mí
hasta que me siento en las escaleras. Cuando mete las manos bajo mi jersey, me lo quito y lo tiro
a un lado mientras él me quita el sujetador y entierra su cara entre mis tetas.
Su desesperación me excita. Está así de necesitado de mí. No puede esperar a que me quite
la ropa.
Lo único que puedo hacer es pasarle los dedos por el cabello mientras su tacto y su beso
encienden un fuego en mi interior. No puedo evitar mover las caderas en círculos con la
esperanza de tocar algo, cualquier cosa, que acabe con el dolor que me ha causado.
Estar antes con esos chicos sólo me ha recordado lo que Nolan le hace a mi cuerpo sin
siquiera tocarme. Sólo pensar en él es suficiente, o una simple mirada, o una sonrisa.
Lo que hay entre nosotros es magia.
La mano que mete entre mis muslos es otro tipo de magia. Presiona, empujando la costura
contra mi clítoris.
―Voy a hacerte gritar mi nombre en todas las habitaciones. En todas las posturas. Con mi
lengua en tu coño y mi polla en tu culo. Voy a tenerte toda, y nunca olvidarás a quién perteneces.
Todo lo que puedo hacer es asentir, perdida bajo su hechizo. Aceptaría cualquier cosa con
tal de que no dejara de tocarme. Con tal de que nunca deje de hacerlo.
―Y tendremos una vida juntos. ―Me lame la piel, la garganta, los pezones, todo lo que
puede alcanzar mientras cabalgo sobre su mano―. Un futuro. Tú y yo.
―¡Sí! ―Grito, tirando de su pelo, haciendo fuerza.
―Y vas a tener a mi bebé. ¿Verdad?
―¡Sí, Nolan! Dios, ¡sí! ―Incluso ahora, tan cerca del borde, lo veo en los ojos de mi mente.
Puedo imaginarme llevando a su bebé mientras crece dentro de mí, y luego viéndole adorar a
nuestra niña o niño.
―Porque eres mía. Cada puta parte de ti es mía. ―Presiona con firmeza, casi
dolorosamente, pero es todo lo que necesito para llegar al límite y hacerme gritar de nuevo. Es
como si todo muro entre nosotros desapareciera y no hubiera nada más que esto. El placer que
me da. La forma en que me hace sentir segura entre sus brazos.
Cuando abro los ojos, me está mirando y me olvido de respirar. No sé cuántas veces he
deseado esto. ¿Cuántas veces lo he visto en mi cabeza y me he dicho que nunca ocurriría, que
sólo podía ser un sueño? Desde hace años.
Qué suerte tengo. ¿Cuánta gente consigue esto? Saber a dónde pertenecen. Han encontrado
a su persona y nunca volverán a dejar de ser queridos.
―Te amo, Nolan.―Lo juro, mi corazón va a explotar. Casi no puedo creer que sea real y
que le esté diciendo esas palabras.
Veo brillar el amor en su rostro.
―Te amo. Mi preciosa Rose.
Pero no todo es ternura. Una vez que me besa, el calor vuelve a encenderse. Me quita los
botines y yo me bajo los vaqueros y las bragas. Me da igual dónde estemos. Moriré sin él dentro
de mí.
―Fóllame ―susurro, agarrándolo y estrechándolo contra mí.
Nuestras miradas se cruzan y juraría que salta electricidad entre nosotros.
―De rodillas. Date la vuelta.
―¿Así? ―Hago lo que me dice y meneo el culo. Mis rodillas están en el segundo escalón,
mis manos por encima de mí, y levanto las caderas para mostrarme. Todo lo que le pertenece.
Que esté de acuerdo conmigo no debería sorprenderme.
―¿Y a quién pertenece esto? ―pregunta, y el sonido de su cremallera hace que se me corte
la respiración.
―A ti. Sólo a ti.
―Qué bonito. ―Arrastra los dedos entre mis labios, los separa y los hunde hasta el fondo,
para volver a sacarlos.
Jadeo de sorpresa y placer cuando sigue moviéndose y finalmente se detiene en mi culo
apretado.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunto jadeando, pero la pregunta termina en un gemido
cuando traza círculos alrededor de mi entrada.
―Dijiste que me pertenecías.
Tiene razón. La tenía. Cada parte de mí.
Por eso me inclino hacia él, cierro los ojos y me concentro en lo que me hace sentir.
―¿Me vas a dejar entrar esta noche? ―susurra, presionando con el pulgar, tan cerca del
orificio.
¿Cómo podría decir que no cuando se siente tan bien? Puede que esté mal y sucio, pero eso
sólo hace que lo desee más.
―Sí. Toma todo de mí.
Miro por encima del hombro cómo se pone detrás de mí, con su gruesa y venosa polla en la
mano. Apenas noto la presión contra mi coño cuando ya está dentro de mí, sacudiéndome hacia
delante. El ángulo es una locura, lo que le permite penetrarme más que antes. Enseguida, me
aprieto a su alrededor. Como si mi coño lo estuviera reclamando de la misma forma que él me
reclama a mí.
―Joder, qué bien ―gruñe, me agarra de las caderas y me empuja contra él mientras me
penetra hasta el fondo―. Cristo, tan apretado.
Lo acompaño, me muevo contra él, lo cabalgo como él me cabalga a mí.
―Eso es ―gruñe en señal de aprobación, hundiendo sus dedos en mi carne hasta que gimo
de dolor y placer―. Folla mi polla. Córrete en mí.
Sus palabras desatan algo en lo más profundo de mi ser, algo oscuro y salvaje. Me asusta
un poco, pero también le doy la bienvenida, me agarro con más fuerza a la escalera y planto las
rodillas con más firmeza antes de subir y bajar sobre su cuerpo, cabalgándolo con fuerza como
me dicta mi instinto.
―¿Así? ―Pregunto―. ¿Así?
―¡Joder, sí! Tan jodidamente caliente. ―Me pasa una mano por la espalda antes de
enredarme el cabello en el puño. Se inclina sobre mí y me muerde la nuca antes de pasarme la
lengua por el mismo sitio. El dolor se mezcla con el placer, y eso, más la forma en que nos
golpeamos con cada caricia, borra todo lo demás hasta que vuelvo a gritar, dejándolo salir sin
que nadie más me oiga.
Es mío, siempre será mío, y nadie me lo quitará. Como debe ser.
―¡Nolan! ―Sollozo, moviéndome más rápido y más fuerte a medida que aumenta―. ¡Me
corro!
―Dámelo. ―me gruñe al oído―. Dámelo todo.
No puedo evitarlo. Tengo que hacerlo. Tengo que dárselo, igual que tengo que dejar salir
toda la tensión que se acumula en mí. Mis gemidos suben de tono hasta casi chillar, y a él le
encanta. Se mueve conmigo, gruñe, y el sonido de su pérdida de control me hace perderme a mí
misma, hasta que por fin se rompe la tensión.
Por mucho que no quiera que esto termine, es casi un alivio.
―Mi niña buena. ―Ralentiza sus caricias, pero no se detiene, y el sonido se hace más fuerte
ahora que me he corrido. Estoy chorreando, la humedad cubre mis muslos y hace que sus manos
se deslicen sobre mi piel. Se retira y me acaricia el culo y las piernas.
Pero no ha terminado.
―Necesito que respires para mí ―gruñe, masajeando mi culo―. Te prometo que no te
haré daño. Pero necesito follarme este culo. Es la única parte de ti que no he tenido.
―Es tuyo―. Giro la cabeza, mirándole fijamente a los ojos para que sepa que lo digo en
serio. ―Fóllame el culo. Haz que me corra otra vez.
―Si esto es un sueño, que nadie me despierte. ―Pasa sus manos entre mis mejillas,
cubriéndolas de mi resbaladizo líquido antes de volver a jugar conmigo. Esta vez, en lugar de
limitarse a acariciar la entrada, desliza su pulgar lubricado en mi culo.
Es muy difícil adaptarse, las nuevas sensaciones hacen que mis pensamientos vayan en un
millón de direcciones. Está tan mal, pero sienta tan bien. Tan sucio, pero no puede haber nada
sucio entre nosotros. No entre Nolan y yo. Estamos más allá de eso.
―Más, dame más ―suplico―. Dame tu polla. Por favor. ―No sé qué me pasa, pero no me
importa. Quiero esto. Lo necesito.
―Hay una gran diferencia entre un pulgar y un...
―Confío en ti. ―Le devuelvo la mirada, mordiéndome el labio―. ¿Por favor? ¿Toma mi
culo? Hazme sentir bien.
―Eres una chica tan mala cuando quieres. ―Claro, pero eso no le impide tomarme de la
mano y arrastrarla por mi humedad antes de detenerse de nuevo en mi agujero.
―Relájate para mí. ―Es todo lo que dice antes de abrirse paso hacia el interior.
Todo a mi alrededor parece romperse de la mejor manera. Nunca imaginé lo bien que me
sentiría. Una vez superada la extrañeza, un profundo placer se instala en mis huesos y me deja
gimiendo su nombre mientras me llena centímetro a centímetro. Es tan delicado que no quiere
hacerme daño, pero sé por su respiración que apenas resiste. Siento que lucha por mantener el
control.
―Es bueno ―gimo para hacérselo saber―. Muy bueno. Dame más. Dámelo todo.
―Sólo si te corres una vez más. ―Sus muslos tocan los míos y nuestros cuerpos se
entrelazan, se estremece antes de hablar―. Tócate para mí. Córrete mientras me follo este culo.
Sé una buena chica y córrete para mí.
No puedo evitarlo cuando habla así. Mi cuerpo estalla en escalofríos mientras mi mano
encuentra mi sensible clítoris, aún palpitante como el resto de mi coño. El más leve roce y hasta
el rastro de dolor desaparece cuando empiezo a mover los dedos sobre el manojo de nervios,
empujándome más alto como él se está haciendo a sí mismo con cada movimiento. Cada
embestida.
―Dámela ―jadeo, mis dedos vuelan sobre mi clítoris mientras me muevo contra él―.
Dame esa polla. Quiero que te corras dentro de mí. ¿Lo harás?
―Oh, joder ―gime, enterrándose hasta las pelotas.
―Córrete dentro de mi culo ―suplico, ya tan cerca del borde―. Por favor. Por favor,
Nolan, dámelo.
―Aquí viene, pequeña. ¿Estás lista?
―¡Sí! Sí, dámelo. Dámelo todo. ―Como estoy a punto de correrme, todo mi interior se
tensa mientras un calor insoportable se extiende por mí. Tiene que parar. Tengo que correrme.
―Prepárate... oh mierda... ¡Rose! ―Me penetra profundamente una fracción de segundo
antes de que una oleada de calor me llene y me haga caer al vacío, débil, gimiendo y temblando,
pero tan feliz. Exultante.
Sigue dentro de mí cuando se inclina sobre mi cuerpo, una mano a cada lado de las mías.
―Te amo. Mi perfecta y hermosa Rose. ―Las únicas palabras que siempre he querido oír.
El único hombre que siempre he querido dentro de mí.
―Te amo. ―Ahora mismo, totalmente aniquilada, es todo lo que sé. Le amo. Como
siempre lo he hecho.
Como siempre lo haré, para siempre.
Nolan

―V
a a ser genial. ―Liz prácticamente rebota en su silla de emoción―. Es tan
bonito, y hay mucho espacio y luz solar, y se supone que el bloque es
seguro.
Esa es su opinión, por lo que a mí respecta.
―No sé si me gusta la idea de que vivas tan lejos.
Rose intercambia una mirada con ella antes de ofrecerme una sonrisa que me dice lo que
ya suponía: prometió estar del lado de Liz.
―Apenas está a media hora. Ni siquiera, cuando hay tráfico.
―Tendría que haber sabido que se iban a unir en mi contra ―refunfuño. No lo digo en
serio. Claro que me pone nervioso que mi hija se vaya a vivir sola por primera vez, pero tenía que
acabar ocurriendo. Lo sé.
No tiene por qué gustarme.
―En cuanto empiece las clases, voy a necesitar mi intimidad ―argumenta Liz―. Nunca
hay paz y tranquilidad por aquí.
Sé de qué habla y sé que exagera, pero de todos modos me hace un nudo en la garganta.
Hacemos todo lo posible por estar callados. El único momento en que no lo estamos es cuando
ella no está aquí.
Entiendo lo que está tratando de decir. Ella también quiere darnos nuestra privacidad,
tanto como quiere tener la suya propia. Ella está feliz por nosotros, sí, pero eso no significa que
no sea a veces un poco extraño. Quiero decir, comparto la cama con su mejor amiga.
―Si esto es lo que quieres, cariño, es lo que quiero. Sólo por favor, por el amor de todo lo
sagrado, no le pidas a tu viejo que te ayude a mudarte. ¿Qué tal si llamamos a una empresa y yo
lo pago en vez de sacrificar mi espalda esta vez?
Sonríe de oreja a oreja mientras mueve la cabeza.
―Como si fuera a discutir eso. ―Vuelvo a centrar mi atención en la comida, pero no antes
de que las chicas intercambien un pulgar hacia arriba cuando creen que no las veo.
―Ahí estaba yo, pensando que podrían ir juntas a la escuela.
―Lo haremos ―me asegura Rose―. Pero conduciré hasta allí por separado. Nada tiene
que cambiar realmente.
―Me alegro de haberme tomado mi tiempo para pensar ―decide Liz, sirviéndose más
espaguetis―. Ahora sé lo que quiero hacer. No estoy sólo adivinando.
―Lo mismo digo ―asiente Rose.
―Con ese título de marketing que ganarás, podrías venir a trabajar para tu viejo.
Liz pone los ojos en blanco y Rose me da un codazo.
―¿Y mi título de educación? ¿Podría usarlo en tu empresa?
―Estaré atento a cualquier puesto ―le ofrezco con un guiño. Me gustaría verla en muchos
puestos, y ninguno de ellos tiene que ver con mi empresa. Preferiría saber que me espera aquí al
final de un largo día, pero no es tan sencillo. Quererla significa dejarla tener su propia vida.
Tampoco es que desperdicie una oportunidad para hacerme feliz. A veces pienso que hace
todo lo que puede pensando en mí. Cocinar mis comidas favoritas, mantener la casa limpia. Es
más organizada que yo, lo cual es mucho decir.
Y cuando estamos solos, los dos solos...
No puedo pensar en eso en compañía mixta. Los últimos meses han sido una lección de
autodisciplina. He aprendido a no pensar demasiado en mi vida sexual cuando mi hija está cerca.
Dentro de poco, ya no tendré que preocuparme por eso.
Por mucho que eche de menos tener a Liz aquí, hay algo que decir de tener a Rose a solas.
Sólo nosotros dos.
Rose da un sorbo a su agua antes de exhalar un profundo suspiro.
―Siempre que no te importe que me vaya de permiso dentro de seis o siete meses.
Doy vueltas a los espaguetis en el tenedor, inconsciente... hasta que sus palabras calan
hondo.
―¿Por qué necesitas irte de permiso? ―¿En seis o siete meses?
―Eso es más o menos cuando nazca el bebé.
Mi tenedor cae al plato, olvidado.
―¿Vas a tener un bebé?
―Eso dice el médico. He ido hoy. ―Se muerde el labio, con los rasgos contraídos, antes de
acomodarse el cabello detrás de la oreja en un gesto nervioso―. ¿Estás... contento?
Vaya pregunta.
―¡Estoy jodidamente emocionado! ¿Me tomas el pelo? Es lo que te dije que quería. ―Echo
mi silla hacia atrás de golpe antes de tirar de ella y envolverla en un abrazo.
―Te dije que se alegraría. ―Liz se ríe, y Rose se ríe con ella. Oigo el alivio en ella. ¿No fui
lo suficientemente claro sobre lo que quería para nosotros?
Estoy a punto de hacerle esa pregunta cuando ella responde.
―Una cosa es decir que lo quieres y otra cosa es estar bien cuando sucede.
―Estoy más que bien. Estoy extasiado. ―No hay palabras para describirlo. Ella me ha
dado todo lo que siempre quise―. Gracias. Nuestro bebé. Apenas puedo creerlo.
―Ahora definitivamente me mudo, sin ofender. ―Liz se cruza de brazos, sonriendo―.
¿Quién puede estudiar con un bebé gritando?
Me está tomando el pelo. Está tan emocionada como yo.
Y por lo que a mí respecta, éste no será nuestro último bebé. Planeo embarazar a Rose tan
a menudo como sea posible y llenar esta casa de niños. Serán una alegría si son la mitad de
hermosos, amables e inteligentes como su madre.
Como la alegría que me da mi Rose.
―Soy un hombre afortunado ―me maravillo, sosteniendo su cara entre mis manos―. Y te
amo.
―Te amo ―susurra ella, radiante.
―Y voy a estropear la mierda de ti.
Se ríe, arqueando una ceja. Mi preciosa e inocente listilla. No la querría de ninguna otra
forma.
―¿Bromeas? Sé que lo harás.
Darcy Rose es una autora de novelas de vapor con un toque oscuro, superventas del USA
Today.
Si te gustan los libros cortos, tabúes y pervertidos, has llegado al lugar adecuado. Darcy
escribe sobre heroínas tímidas e inocentes, para emparejarlas con héroes oscuros e intensos que
solo tienen ojos para una chica.
Para todo lo relacionado con Darcy, haz clic aquí o escanea el código que aparece
a continuación.

También podría gustarte