sociales presentes en la adolescencia Docente: Dilia Osorio Alumna: Oriana Kellzi – 5to año fecha: 17-02-2021 Asignatura: orientación La comunicación efectiva implica una comunicación asertiva. La comunicación asertiva, en este sentido, se refiere a la utilización de la inteligencia emocional para que los elementos de la comunicación no verbal como, por ejemplo, el tono de voz, puedan complementar el mensaje y no dificultarlo. Para hablar de la comunicación afectiva-efectiva, es necesario que nos enfoquemos sobre las necesidades humanas básicas, calificados en tres tipos: ser vistos, ser tocados y ser escuchados. En este sentido, la función afectiva de la comunicación hace referencia a toda la gama de emociones, sentimientos y vivencias que se generan y se desarrollan a través de la comunicación y que permiten la satisfacción de la imperiosa necesidad que todos tenemos de compartir nuestras impresiones, nuestros sentimientos y sentirnos comprendidos, aceptados y amados por las personas que nos son afectivamente significativas. El arte de la comunicación afectiva satisfactoria y eficiente es un aprendizaje que se adquiere fundamentalmente en el seno del hogar y en las instituciones educativas a las cuales nos hallamos vinculados. Posteriormente se desarrolla y se fortifica a través de nuestros vínculos laborales y afectivos a lo largo de nuestra vida adulta. En el proceso de desarrollo de la comunicación tiene significativa importancia la afectividad, la autoestima, la empatía, el diálogo y el desarrollo de la dimensión espiritual, conceptos que se desarrollan principalmente desde el seno del hogar, en la relación con progenitores, hermanos y abuelos, y en la etapa escolar en las relaciones con profesores, compañeros y amigos. La pedagogía del amor o pedagogía de la ternura es reconocimiento de diferencias, capacidad para comprender y tolerar, para dialogar y llegar a acuerdos, para soñar y reír, para enfrentar la adversidad y aprender de las derrotas y de los fracasos, tanto como de los aciertos y los éxitos. La ternura es encariñamiento con lo que hacemos y lo que somos, es deseo de transformarnos y ser cada vez más grandes y mejores. Por esto, ternura también es exigencia, compromiso, responsabilidad, rigor, cumplimiento, trabajo sistemático, dedicación y esfuerzo, crítica permanente y fraterna. En consecuencia, no promueve el dejar hacer o deja pasar, ni el caos, el desorden o la indisciplina; por el contrario, promueve la construcción de normas de manera colectiva, que partan de las convicciones y sentimientos y que suponen la motivación necesaria para que se cumplan. La familia ejerce y representa una gran fuente de influencia en la orientación en cuanto a valores, relaciones sociales, gustos y preferencias, suministra conocimientos, desarrolla actitudes y convicciones todo esto sustentado en una base de apoyo, amor y una íntima comunicación emocional. La educación es un proceso ininterrumpido, continuo y dinámico donde el fin es perseguir la autonomía de los hijos. Donde para educar no es necesario ser perfecto, es normal equivocarse. Las familias es la primera escuela y la tenemos desde que nacemos, es por eso que debemos procurar estar bien informados de lo que sucede en el mundo exterior para asi poder ayudar a nuestros hijos a tomar la mejor decisión, pero también como se predica con el ejemplo tenemos que prestar especial atención en lo que hacemos y decimos para no dar información que se contradiga, como dicen que nuestros hechos reflejen nuestros dichos. El hogar es un ambiente propicio para que, tras varios años de convivencia y conocimiento entre sus miembros, se desarrollen valores de amor y unión familiar pero también de respeto al espacio de cada uno, todo ello mediante la adopción de actitudes de armonía, cooperación, tolerancia y honestidad. Por otro lado, cuando se presentan conflictos en la familia éstos pueden influir en el comportamiento y el desarrollo personal de cada uno de los miembros. En niños y adolescentes, los problemas en el hogar impactan en diferente grado su desempeño escolar y sus relaciones personales. Hablar con honestidad y sinceridad evita que las emociones se antepongan a la razón. Seguramente has tenido alguna discusión acalorada con tu hijo en la que él o tú han cedido al enojo, sin antes detenerse a conocer qué es lo que exactamente sucedió y las razones de ese estado de ánimo. Para conseguir una buena convivencia familiar, es imprescindible que padres e hijos respeten la individualidad de cada uno. Por ejemplo, cada quien tiene derecho a expresar sus gustos dentro de su propio dormitorio, así como en la forma de vestir y arreglo persona. No basta con tolerar y respetar al otro: para conseguir una buena convivencia familiar, los miembros de tu familia se deben conocer. Esto implica compartir tiempo de ocio y participar en actividades que propicien la alegría y el disfrute colectivo. También puedes organizar noches familiares una vez a la semana para jugar con videojuegos o juegos de mesa, platicar o resolver algún tema importante entre todos, o sólo cenar. Lo importante es destinar un espacio a la convivencia familiar que sea un compromiso tan importante como asistir a la escuela o al trabajo. Respetar al otro, otorgarle valor y preocuparse por su situación, estos son los componentes esenciales del altruismo. Cuando esta actitud prevalece en nosotros, se manifiesta bajo la forma de la benevolencia hacia los que entran en la mira de nuestra atención y se traduce por la disponibilidad y la voluntad de cuidarse a sí mismo. O cuando menos evitaremos hacernos daño. Al contrario, si otorgamos poco valor al otro, nos será indiferente: no tendremos en cuenta sus necesidades, quizá ni nos demos cuenta de ellas. Saber respetar a los demás es esencial, pues representa valorar y tolerar las diferencias y comprender que ellas nos hacen crecer. Entendemos por respeto al acto mediante el cual una persona tiene consideración por otra y actúa teniendo en cuenta sus intereses, capacidades, preferencias, miedos o sentimientos. El respeto es una de las acciones más importantes y primarias que los seres humanos pueden tener entre sí porque el mismo significa siempre valorar lo que al otro lo hace diferente a uno y tolerar esas diferencias en pos de vivir mejor en comunidad. El respeto puede aplicarse a diferentes grupos de la sociedad y variar en términos de sus características dependiendo de ello: el respeto por los niños y por la infancia supone su protección, el respeto por la libertad de expresión supone su defensa, el respeto por los ancianos supone su atención constante, etc. Respetar al otro, otorgarle valor y preocuparse por su situación, estos son los componentes esenciales del altruismo. Cuando esta actitud prevalece en nosotros, se manifiesta bajo la forma de la benevolencia hacia los que entran en la mira de nuestra atención y se traduce por la disponibilidad y la voluntad de cuidarse a sí mismo. O cuando menos evitaremos hacernos daño. Al contrario, si otorgamos poco valor al otro, nos será indiferente: no tendremos en cuenta sus necesidades, quizá ni nos demos cuenta de ellas. Oír y escuchar son dos actitudes distintas. Se oyen muchas cosas, pero se escucha poco. Cuando oímos no prestamos una atención profunda, sino que simplemente captamos la sucesión de sonidos que se produce a nuestro alrededor. Mientras que cuando escuchamos nuestra atención va dirigida hacia algún sonido o mensaje específico, es decir, existe una intencionalidad, encontrándose todos nuestros sentidos enfocados a lo que estamos recibiendo. Aprender a escuchar, la base de toda comunicación Un proverbio oriental dice: “Nadie pone más en evidencia su torpeza y mala crianza, que el que empieza a hablar antes de que su interlocutor haya concluido”. El hecho de escuchar no es una actitud natural del individuo, que más bien tiende a centrarse en sí mismo o a interpretar lo poco que escucha a su manera. La verdadera naturaleza del hombre es sobre todo verbalizar sus sentimientos, juzgar y dar consejos. Saber escuchar pocas veces es algo innato. Más bien al contrario. Como el lenguaje, la escucha se aprende y se perfecciona con el tiempo. El justo equilibrio entre saber escuchar y saber hablar produce el dialogo. Ocurre a veces que cuando estamos hablando con otra persona tenemos tanto el otro como nosotros dificultades para escuchar, pasando de “escuchar” a “oír” en muchas ocasiones, mientras elaboramos qué vamos a decir cuando el otro acabe, en vez de intentar prestar atención a lo que nos dicen, quedando el dialogo bloqueado. Si todos queremos hablar a la vez y no se escuchan las razones de los otros, no habrá dialogo como tal sino monólogos yuxtapuestos. Solo una actitud de escucha atenta hace fecunda la palabra que podemos dar a nuestro interlocutor. Es difícil poder decir al otro algo que resulte válido si no abrimos de par en par nuestros oídos para escucharlo. Así la persona escuchada sentirá que le están dando la importancia que merece, quedando agradecida y creándose a su vez un clima de respeto, estima y confianza.