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EL JUEGO CON LA CAJA DE ARENA DESDE UNA

MIRADA KLEINIANA

Liliana Alzate Vélez

Para optar al título

Maestría en Psicología Clínica

Directora de Tesis

Dra. Cecilia Muñoz Vila

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

MAESTRÍA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA

NOVIEMBRE 2011
TABLA DE CONTENIDO
RESUMEN................................................................................................. 5

INTRODUCCIÓN ...................................................................................... 6

I. OBJETIVOS, METODOLOGÌA E INTERVENCIÒN ............................ 10

II. MARCO CONCEPTUAL .................................................................. 15

III. MATERIAL CLÍNICO ................................................................... 46

IV. REFLEXIONES FINALES ............................................................. 155


INDICE DE FIGURAS

FIGURA 1 ................................................................................................ 50

FIGURA 2 ................................................................................................ 52

FIGURA 3 ................................................................................................ 54

FIGURA 4 ................................................................................................ 57

FIGURA 5 ................................................................................................ 59

FIGURA 6 ................................................................................................ 60

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FIGURA 27 ............................................................................................. 103

FIGURA 28 ............................................................................................. 104

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FIGURA 30 ............................................................................................. 108

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FIGURA 38 ............................................................................................. 135

FIGURA 39 ............................................................................................. 137

FIGURA 40 ............................................................................................. 140

FIGURA 41 ............................................................................................. 142

FIGURA 42 ............................................................................................. 144

FIGURA 43 ............................................................................................. 145

FIGURA 44 ............................................................................................. 147

FIGURA 45 ............................................................................................. 149


Quisiera agradecer a mis padres y hermanas que, desde la distancia, me apoyaban y

animaban a continuar, aun en momentos de turbulencia emocional. A mis amigas por

soportar mis largas ausencias. A mi directora de tesis Cecilia por compartir conmigo sus

amplios conocimientos y servir como continente de mis vacilaciones, y a mi analista

María Victoria, por su compañía y por ayudarme a ver, a través de mis sueños, que mi

deseo estaba puesto en el trabajo con la Caja de arena.


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RESUMEN
La tesis explora, desde el enfoque psicoanalítico freudiano y kleiniano, el
Juego con la caja de arena, a través del análisis de tres casos clínicos con niños
en edad escolar. A partir de ello, se logró evidenciar la dimensión estructural y
dinámica, bajo el esquema de S. Freud y M. Klein, y se determinaron algunos
de los mecanismos de defensa que utilizaron cada uno de los pacientes:
introyección, proyección, negación, idealización, escisión, identificación
proyectiva, sentimientos de culpa e intentos de reparación. También,
emergieron ansiedades persecutorias, depresivas y confusionales, y
sentimientos ambivalentes presentes en fantasías inconscientes. El Juego con la
caja de arena demostró ser un instrumento que permite observar los escenarios
y escenas psíquicas de la mente de los pacientes, a través de la relación que
establecen con la arena, ya que el espacio reducido de la caja, los movimientos,
el lenguaje y la transferencia limitada hacen que se concentren, más
rápidamente, las realizaciones de las fantasías internas.

Palabras clave: Caja de arena, Psicoanálisis, dimensión estructural, dimensión dinámica,


mecanismos de defensa, ansiedades, fantasías inconscientes, estados mentales.
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INTRODUCCIÓN
El interés por el Juego con la caja de arena, como instrumento terapéutico, me surgió a
partir de mi trabajo como Psicóloga clínica, en instituciones que trabajan con población
vulnerable. Me dejaba inquieta y un poco perpleja observar cómo una cantidad
considerable de niños debían ser vistos por una Psicóloga en un espacio físico muy
limitado, donde las acciones y actuaciones propias del juego de roles no tenían cabida; la
cantidad de sesiones con las que podía contar un niño, también eran pocas, y los recursos
como hojas, colores, tijeras, y muñecos eran escasos ,por no decir inexistentes, quedando
reducida mi labor, muchas veces, a llenar formatos con información general e imprecisa
sobre los avances que cada niño había tenido después de cada intervención. Las
instituciones no mostraban ningún interés en la emocionalidad y, mucho menos, en crear y
respetar un espacio que permitiera a cada uno de estos niños y niñas procesar situaciones
emocionales tan dolorosas como el abuso sexual, la negligencia, el abandono, el maltrato
sin límites de los padres, la muerte de seres queridos en actos violentos, la precariedad en la
satisfacción de sus necesidades básicas y la vivencia de inseguridad externa.

Todo esto me llevó a la búsqueda de un método que permitiera a los infantes expresar
todas sus vivencias, de manera poco invasiva, pero efectiva, teniendo en cuenta las
dificultades existentes: fue cuando me encontré con El juego con la caja de arena. Empecé a
documentarme y, tuve claro que se trataba de un método terapéutico usado ampliamente y
de manera exclusiva por analistas junguianos, lo cual se alejaba de mi campo explicativo,
que por ese entonces era freudiano.

En esa época yo trabajaba en una institución para niños infractores, ubicada en el


barrio Cerro norte. La población que habita ese territorio, en su mayoría, son considerados
como vulnerables, por sus características socio–económicamente bajas. No se ignora, que
donde se instaura la pobreza, se encuentra suelo fértil donde surgen una cadena de
problemáticas de orden social especialmente severas. Eran niños que veían la Norma como
un detonante de agresividad, y a cualquiera que intentara ponerles un límite como su
enemigo. Entre ellos, Juan, de seis años, fue el primero con quien utilicé el Juego con la
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caja de arena. No hablaba con nadie, no participaba de ninguna actividad, iba a la


institución únicamente a comer y a desplegar, desmesuradamente, todos sus impulsos
agresivos contra sus compañeros o docentes; también era uno de los informantes de una
pandilla local. Cuando él, que jamás permitía algún tipo de cercanía, vio la caja de arena y
algunos muñequitos en miniatura, inmediatamente empezó a jugar; sus juegos eran
básicamente batallas, pero hacía un uso muy creativo de los elementos.

Al finalizar, se dirigió a mi y me dijo que vendría todos los días, a la misma hora,
después de salir de colegio; que, además, eran necesarios para él otros muñecos, los
enumeró y me dijo que si era posible pintar el fondo de la caja de azul para que fuera el
agua. Seguí sus instrucciones y observé cómo, de manera constante, asistía a su sesión con
la caja de arena y me solicitaba a su lado, ayudándole a cortar pedazos de tela. Los
profesores estaban sorprendidos por su cambio, en el trato con las personas. Comprendí, al
finalizar, que había encontrado un lugar donde podía simbolizar toda su rabia y, por lo
tanto, no tenía necesidad de actuarla.

Esta nueva situación que me mostraba Juan, me llevó a realizar el presente trabajo
sobre La caja de arena, utilizada como técnica terapéutica, con tres niños en proceso de
inserción escolar en el barrio Cerro norte, sobre quienes, inicialmente, había algunos
prejuicios externos sobre su condición mental, provenientes de la mirada de los padres y
docentes; pero, poco a poco, gracias a la Supervisión y a la ampliación del marco
conceptual, se fue dando una comprensión y un uso diferente al método del Juego, que me
permitió contactar el inmensamente rico mundo de las fantasías inconscientes en la mente
de los niños.

Con la realización de este trabajo, se busca dar cuenta de los efectos que este método,
desde un enfoque freudiano y kleiniano, puede generar en los pacientes. Históricamente,
esta técnica fue creada y estudiada ampliamente por analistas de la escuela de Carl G. Jung.
En 1954, la analista junguiana Dora Kalff lo creó y, desde entonces, se expandió todo un
corpus de investigaciones, en el que se dan amplias descripciones de la técnica y la
práctica; también, se han realizado divulgaciones en publicaciones en diversos países del
8

mundo, como Japón, Estados Unidos, Alemania, Italia e Inglaterra. Los estudios han hecho
énfasis en la descripción de casos clínicos, en el análisis de símbolos presentes en
diferentes procesos clínicos, comparaciones de tipos de construcciones de escenarios,
hechos por ciertos grupos de personas, buscando correlaciones que lleven al
establecimiento de patrones de referencia e identificación de beneficios. Poco se ha
elaborado, además, desde nuevas miradas teóricas, sobre este procedimiento técnico.

La caja de arena es una herramienta de intervención terapéutica de amplia difusión, que


ha mostrado ser muy útil en la expresión de los contenidos inconscientes, logrando así que
se tramita el dolor mental de manera poco invasiva, en un escenario contenedor y limitado.
En Colombia, la aplicación del Juego es aún incipiente, por el poco conocimiento,
investigación y difusión que se ha hecho del mismo en los procesos de formación
profesional, y por el hecho de ser utilizado en la práctica clínica, únicamente por los
analistas junguianos.

Así las cosas, con este trabajo se busca realizar una profundización sobre la manera
como El juego con la caja de arena genera efectos terapéuticos, tomando como punto de
partida el enfoque teórico de la Psicología analítica, y teniendo en cuenta los aportes
teóricos de otros analistas como S. Freud, M. Klein, D. Winnicott y W. Bion.

Melanie Klein nos permitirá ver cómo el niño, a través del juego, representa
simbólicamente sus ansiedades, defensas y sentimientos, presentes en sus fantasías
inconscientes, y cómo el alcanzar el simbolismo es un logro en su desarrollo, y el
fundamento para la sublimación en el adulto. Además, se revisará su Técnica del juego,
paralelamente al Juego en la caja de arena. Con Bion, se revisarán sus desarrollos sobre el
vinculo madre-bebé, y cómo se expresan las funciones maternas en el desarrollo del
pensamiento, utilizando, además, la tesis de una Maestría (Katherine Navarrete, 2008
dirigida por Cecilia Muñoz) donde se logró elaborar un marco sistemático y sencillo sobre
este tema específico. Y con Winnicott, se trabajará el concepto de espacio potencial y sus
definiciones y comprensiones sobre el juego en la niñez. Con el aporte de estos autores se
9

busca comprender El juego desde otra perspectiva, intentando ampliar el campo conceptual
y la comprensión de esta interesante técnica.
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I. OBJETIVOS, METODOLOGÍA E INTERVENCIÓN

1. Objetivo general
Explorar, con tres pacientes niños, una nueva mirada al Juego con la caja de arena, bajo
el esquema de comprensión psicoanalítico Freudiano y Kleiniano, entendiendo que el
espacio limitado de la caja de arena permite expresar al niño libremente los contenidos de
su mente inconsciente.

-Objetivos específicos
 Utilizar La caja de arena, para explorar la dimensión estructural y dinámica bajo
el esquema de Freud y Klein.

 Explorar las defensas (introyección, proyección, negación, idealización,


escisión, identificación proyectiva, sentimientos de culpa e intentos de
reparación), ansiedades (persecutorias, defensivas y confusionales) y
sentimientos (amor y odio) presentes en fantasías inconscientes.

2. Metodología
La presente investigación se desarrolló en el marco de una metodología cualitativa, que
permite explorar, describir o comprender, de manea inductiva, un fenómeno, o cualquier
situación que se quiera estudiar, a partir de las experiencias y los significados que las
personas le asignen a estas, y cuyo propósito es descubrir conceptos y relaciones en los
datos, para luego organizarlos en un esquema explicativo teórico. (Strauss, 2002. p. 12)

En esta investigación los datos se obtuvieron de cada una de las sesiones terapéuticas
que se registraron en protocolos y las relaciones se establecieron con la Supervisión
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después de cada una de las sesiones y con el marco teórico del psicoanálisis freudiano y
kleiniano.

2.1 Método
Se realizó un estudio de caso cualitativo, a través del cual fue posible profundizar en los
comportamientos y las emociones de una persona en particular, o de un grupo; de esta
manera, se pone más énfasis en el análisis completo de un número limitado de condiciones
y sus interrelaciones. (Naghi, 2002. p. 87) Esto permitió establecer, a través del material
recogido con los tres casos, la manera específica de interacción de cada uno, con la Caja de
arena y con la terapeuta, para lo cual fueron fundamentales sus producciones -verbales y no
verbales- en el salón de juego, ya que permitieron el acceso al mundo interno y al sentido
inconsciente de sus actos.

2.2 Diseño
Se utilizó un diseño de tipo descriptivo, esto es, contar con unas hipótesis de base, que
buscan confirmarse a través del análisis de algún material cualitativo primario. (Strauss,
2002. p. 36).

Así las cosas, el material se recogió durante cada sesión psicoterapéutica, que se
sistematizaron, una a una, por medio de protocolos; luego fueron revisadas en la
Supervisión, para realizar la construcción del análisis de los tres casos, teniendo en cuenta
aquellas categorías que surgieron, de la Supervisión y de la teoría, lo cual dio lugar a
comentarios de cada uno de los fenómenos bajo observación y a la obtención de hallazgos.

2.3 Participantes y acceso a la información


Este trabajo de investigación se llevó a cabo en un jardín infantil de la Asociación Pro
Defensa de los Derechos de los Niños, en el barrio Cerro norte de la ciudad de Bogotá D.
C., durante siete meses. Se aplicó con tres niños, con edades entre los cuatro y seis años.
12

Con uno de ellos, Samuel, que fue llevado por su madre por identificar en él algunos rasgos
depresivos, se trabajó en un proyecto de grupo, con la Caja de arena expresiva, una vez a la
semana. Además, se tuvo la Supervisión de Eva Pattis analista junguiana, de quien
aparecen, en la tesis, comentarios sobre las cuatro primeras sesiones. Con los otros dos,
Josué, que fue remitido por la docente a cargo por su dificultad en el lenguaje y en su
interacción social, y Yamile, que fue llevada por su madre después de su separación, se
realizó psicoterapia, dentro de la institución, utilizando el instrumento, con consultas una
vez por semana, durante seis meses, con la Supervisión de la doctora Cecilia Muñoz.

Para garantizar la intimidad, anonimato y confidencialidad de la información, se


cambiaron sus nombres y algunos datos biográficos. Los padres firmaron un
consentimiento informado para su publicación.

2.4 Instrumentos
Se utilizaron protocolos detallados de cada una de las sesiones, elaborados apenas
algunos minutos después. En ellos, se hizo la trascripción de todo lo que el paciente hizo y
dijo, de sus gestos y, también, de los elementos contratransferenciales. De Yamile y Samuel
hubo 15 y de Josué 16.

También, se tuvieron en cuenta otros instrumentos, como entrevistas iniciales y finales


con cada uno de los padres, incluso otras elaboraciones de los pequeños, como dibujos y
fotografías, sobre los mundos que, al final de cada sesión, quedaban plasmados en la arena.

La actitud por parte de la terapeuta fue neutral, de atención cálida, no invasiva, de


respeto, de escucha activa, de observación frente al vínculo que surgía, cuidando, en todo
momento, la alianza terapéutica. También se fue tolerante frente a las manifestaciones
dolorosas, terroríficas o silenciosas, para ofrecer un marco que ayudara a contener las
emociones y, así, dar paso al pensamiento.
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2.5 Procedimientos
Una vez recogido el material,, se pasó cada uno de los protocolos por el filtro de la
Supervisión, de donde surgieron algunas categorías de análisis: lo reiterativo en algunas
construcciones e imágenes en la arena y lo novedoso que aparecía; las actitudes del niño
hacia la terapeuta, la caja y los muñecos en miniatura, y la manera como el niño mostraba
el vínculo entre sus objetos y sí-mismo, a través del Juego con la caja de arena.

A partir de esto, se pudo construir el análisis de cada una de las sesiones, con sus
comentarios enfocados hacia las categorías extraídas de la Supervisión y al marco teórico,
aunque en menor medida.

Luego, se realizó un examen general de cada caso; se le dio una mirada integrada al
material fenomenológico, a lo analizado en Supervisión y al marco conceptual
psicoanalítico freudiano y kleiniano, que contenía la dimensión estructural y dinámica de la
Metapsicología; también, individualmente, se exploró los mecanismos de defensa de cada
niño: introyección, proyección, negación, idealización, escisión, identificación proyectiva,
sentimientos de culpa e intentos de reparación; ansiedades persecutorias, depresivas y
confusionales; y sentimientos ambivalentes presentes en fantasías inconscientes.

En último lugar, se realizaron unas reflexiones finales sobre algunos hallazgos, a saber,
la Caja de arena como espacio terapéutico, donde se pueden observar las escenas psíquicas
de la mente; y que, gracias a sus limitaciones en cuanto a espacio, movimiento, lenguaje y
transferencia que la técnica misma establece, se concentran más rápidamente las fantasías
inconscientes. Con el conjunto de este material se elaboró esta Tesis.

3. Intervenciones
Las intervenciones psicoterapéuticas fueron realizadas, en su totalidad, en el Jardín
infantil de la Asociación Pro Defensa de los Derechos de los Niños, cuyo objetivo
primordial es el restablecimiento de los derechos vulnerados de la infancia.
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La atención psicológica en la Institución, a veces, se vio suspendida por la constante


celebración de festividades, actividades de capacitación a profesores, y por las
interrupciones de algunas docentes que entraban al consultorio de manera abrupta, aun
explicándoles la necesidad de que aquél fuera un espacio respetado. Esto da cuenta de las
limitaciones propias de una intervención clínica de enfoque psicoanalítico en una
institución educativa.
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II. MARCO CONCEPTUAL


En este capítulo encontraremos los aportes teóricos de autores dedicados a la
investigación en Psicología analítica y también a Psicoanalistas de orientación freudiana,
kleiniana y neokleiniana.

A. Notas sobre el juego y la caja de arena


Encontraremos de una manera resumida los principales hallazgos que han realizado
algunos autores sobre el Juego y la caja de arena.

1. La caja de arena, instrumento terapéutico de enfoque junguiano


Con el nombre de ‘Juego con la caja de arena’ se ha designado el método
psicoterapéutico creado por la analista junguiana suiza Dora Kalff, quien hizo una
adaptación de la Técnica de los mundos de Margaret Lowenfeld, Pediatra y Psiquiatra
infantil inglesa, quien la creó, a partir de una valoración de la experiencia táctil con la
arena, el agua y juguetes en miniatura. (Lowenfeld, 2005).

El procedimiento utilizado por Kalff, entre 1954 y 1956, unió los principios básicos del
planteamiento de Lowenfeld (quien fue su maestra en Londres) con su propia perspectiva,
la cual estuvo enriquecida con la Filosofía oriental y con sus conocimientos de la teoría
junguiana, mostrando que el símbolo jugaba un papel muy importante, como instrumento
del cambio psíquico, de lo cual resulto el sandplay aplicable al trabajo terapéutico que se
utiliza, tanto con niños como con adultos, para acceder a los contenidos del inconsciente de
una manera no verbal. “No es sólo un método de terapia, sino un medio activo a través del
cual los contenidos de la imaginación se hacen reales y visibles” (Kalff, 1980. p. 84)

El Juego con la caja de arena ha sido, hasta el momento, un método experiencial


utilizado por psicoterapeutas junguianos para la observación de los contenidos de la
imaginación, activando la fantasía, a través de un medio artístico que permite el análisis
individual o grupal de realidades complejas, y está basado en el trabajo creativo, no
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racional, que alcanza el nivel preverbal de la psique; es, además, un espacio delimitado, con
la materia que es la arena y los objetos que son las figuras en miniatura. (Pattis, 2008).
La caja de arena nos da la posibilidad, no solamente de ir muy lejos hacia atrás
en la niñez de cada uno, sino de regresar a las profundidades análogas en la
niñez colectiva de la humanidad… La caja de arena se ocupa de las áreas de
experiencia preverbales y presimbólicas, a través de la formación y
manipulación de objetos concretos. (Pattis, 2010, p. 23)

Así las cosas, el trabajo con la arena reactualiza las primeras vivencias del individuo,
referidas a la cuestión de la confianza básica y la seguridad personal, construida a través de
los cuidados recibidos por los padres y, por lo tanto, es un escenario donde, a través del
contacto con ese elemento, es posible curar las experiencias traumáticas.

No obstante, el Juego no surge únicamente de las ideas y los aportes teóricos de


investigadores, sino, antes bien, tiene sus raíces en el juego simbólico de la niñez, ya que,
desde siempre, los niños han encontrado en la tierra y en los objetos en miniatura del
mundo que los rodea, las herramientas básicas para estructurar su imaginación; además,
hace parte de las conductas sanas del niño y es su forma de aproximarse al mundo. En los
espacios de juego, ocurren ciertas transformaciones en la psique, que posibilitan la sanación
y la diferenciación del niño. (Ibídem)

Una de sus características fundamentales ha sido su escenario triangular: la caja de


arena, el paciente y el terapeuta. Como caja de madera ofrece un espacio limitado y
contenedor. Para la terapia se debe utilizar una con arena húmeda y otra con seca, pero, en
ocasiones, por razones prácticas, se utiliza una sola, con la arena un poco húmeda. “Para
eso empleo una caja de arena con dimensiones preestablecidas (57x72x7), que delimita la
fantasía de los que juegan y que, de este modo, actúa como un factor ordenador.” (Kalff,
Op. Cit., p. 16) El fondo y los bodes deben ir pintados de color azul celeste, así el paciente
podrá representar el agua con el fondo o el cielo con los bordes.
17

La arena, por su parte, es un material flexible, moldeable, cambiante y modificable,


que permite al paciente una experiencia sensorial, donde puede construir o deconstruir
mundos posibles tridimensionalmente. Pattis (2010) argumenta, que la arena fue
desgranada, en un proceso muy lento, por el viento y el agua, en partículas ínfimas que el
ojo humano apenas puede diferenciar y, cómo hay diferencias entre los distintos tipos de
arena: los granos del mar y del desierto son redondeados; la de cuarzo se compone de
granos con cantos filosos y, por el contrario, la de río es más volátil.
¿Por qué razón se escoge exactamente la arena como material? Porque permite
una gama más amplia de posibilidades de diseño, en las que se puede construir
y deconstruir, sin que sea necesario contar con habilidades manuales
especiales. Con solo dibujar unas pocas líneas en la arena seca, se dejan unas
huellas que jamás parecerán torpes o inexpertas…adicionalmente, la arena
ofrece de igual manera, tanto la adaptación como la resistencia; representa la
materia en su forma más elemental…la arena puede contener todo un continuo
de polaridades de manera poco complicada; dependiendo de cuánta agua se le
mezcla, la arena puede ser brillante, seca, luminosa, o por el contrario, oscura,
húmeda y pesada. La arena puede verse limpia y pura, simbolizando el orden, y
también, aparece sucia y turbia representando el caos. Estas pocas cualidades
opuestas son suficientes para permitirnos ver condiciones psicológicas, como la
depresión, la manía, o la conducta compulsiva expresada en la arena. (Pattis,
Ibíd., p. 5)

Esta idea ayuda a comprender, cómo la arena, al ser un elemento con una consistencia
sólida/liquida, invita al paciente a expresarse libremente, a dejarse llevar, simplemente, y
presentando menores resistencias, al momento de mostrar sus procesos psíquicos.

Para profundizar esta descripción, los granos de la arena tienen la tendencia, al igual
que los fluidos, de llenar espacios vacíos, analogía que también se puede hacer con respecto
a lo psíquico. Su textura suave puede provocar, en quien la toca, la sensación de estar
palpando la piel y, por lo tanto, puede ser acariciada o, por el contrario, temida. (Pattis
2011)
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Las figuras en miniatura, según Pattis (Ibíd.) deben corresponder al nivel cultural del
paciente, debe haber cosas que él conozca de su medio, y también algunos otros
desconocidos. Con ellas, el paciente debe poder representar un mundo pequeño, por lo
tanto, son fundamentales objetos como elementos de la Naturaleza (plantas, piedras,
maderas, conchas); animales (peces, reptiles, insectos, pájaros, siguiendo la filogénesis
hasta los mamíferos más grandes); personas de diferentes edades, culturas y profesiones;
viviendas variadas, de animales y personas; elementos para amoblar una casa y alimentos;
juguetes bélicos; diferentes medios de transporte; objetos que representen lo siniestro
(esqueletos, ataúdes, la muerte, el infierno); figuras fantásticas horribles (monstruos,
espíritus, brujas o magos); figuras de las religiones del mundo. Es necesario poner a su
disposición una cantidad suficiente de objetos, de tal manera que en él haya el sentimiento
tranquilizador de que puede armar los mundos que necesite. Otro aspecto importante, es
que las figuritas deben ubicarse siempre en el mismo lugar, de tal manera que tenga una
idea clara de dónde puede encontrar lo que necesita para construir su dibujo sobre la arena.

El paciente se encuentra con un espacio concreto, adicional y neutral que propicia la


caja de arena y, por lo tanto, puede tener la sensación de estar más solo consigo mismo.
Cualquier cosa que le represente dolor afectivo o que le produzca angustia o ira, puede
hacer su aparición en ese espacio (Pattis 2010). Para él, lo que sea inaceptable o negativo
está en la caja, y no únicamente en el interior de sí-mismo, en el mundo exterior o en el
terapeuta.

Para el trabajo con la caja de arena, el paciente debe contar con un espacio libre y
protegido, es decir, el lugar debe ser seguro, tranquilo, sin interrupciones, y protegido de
influencias externas, como los padres o maestros, ya que, solo así, se puede asegurar que lo
que ha experimentado y ha descubierto interiormente, se puede conservar y continuar
desarrollando hasta la siguiente sesión.

El terapeuta es quien tiene la función de observador y acompañante silencioso, y quien,


además, debe promover el establecimiento de una relación empática, del tal modo que
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pueda favorecer la creación de un ’espacio libre y protegido‘ (Kalff, Ibíd.), necesario para
que se exprese, sin temor de ser juzgado o de recibir imposiciones del terapeuta.

Yoshikawa) dice, en este mismo sentido:


El papel del terapeuta es el de testigo, de actuar como partero de la creación
del símbolo, por tanto, es importante que él tenga una actitud de apertura y
aceptación en la que la expresión del sí-mismo estará segura y con una actitud
de protección, para que el paciente permanezca dentro de sus propios limites
naturales. (1999. p. 7)

En relación con lo anterior, con este método junguiano se evidencia, que por su
carácter triangular, se diferencia del análisis tradicional, donde dos personas tratan de
elaborar un tercer lugar de comunicación, que es la dimensión simbólica. Mientras que con
el Juego, ese tercer espacio simbólico es anticipado, y está presente desde el comienzo,
como algo concreto y material.

El objetivo con esta labor no es modificar un comportamiento problemático, sino, antes


bien, que este pueda ser expresado exactamente como es. Por lo tanto, los terapeutas
junguianos evitan las interpretaciones verbales de las escenas, ya que esto puede interferir
con la espontaneidad del proceso creativo del paciente e impedirle el contacto con el
inconsciente, a través de la actividad del juego libre.

Así las cosas, la interpretación de las escenas de la caja de arena pueden ayudarle al
terapeuta a tener una mejor comprensión del juego, pero no son devueltas al paciente, para
no realizar juicios y poder mantenerse en una actitud de apertura.

Kalff, Martín (2007) presenta algunos aspectos que se deben tener en cuenta para la
interpretación de las escenas en la caja de arena: La historia personal del paciente, clínica y
su situación actual; lo que verbaliza, sus interacciones con el terapeuta, estados del animo,
sus comentarios, hechos mientras va trabajando con la arena; el impacto que produce en el
terapeuta la escena que quede plasmada; la forma como se ha utilizado el espacio; cómo se
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usa y se selecciona la arena, si prefiere la arena seca o la húmeda, y qué sentimientos


provoco el contacto con ella; el arreglo de los objetos y los colores dominantes; el uso que
da a las figuras y su lugar de ubicación; si la naturaleza de la escena es dinámica o estática;
el significado simbólico de las figuras; patrones de desarrollo interior; e interpretaciones, en
términos de la relación paciente-terapeuta.

El método del ‘trabajo expresivo’ con arena es una modificación del trabajo terapéutico
individual, que se trabaja con la caja de arena, y se diferencia, básicamente, por dos
aspectos: es grupal y se trabaja con poblaciones vulnerables.
En el año 2008, el trabajo expresivo con arena pudo ser aplicado, por primera
vez, en forma más amplia, como terapia para trastornos de estrés
postraumáticos en la zona de terremotos de Sichuan.
El método predominantemente no verbal, basado en procesos imaginativos, es
apropiado para situaciones de crisis graves, como las ocasionadas por
catástrofes naturales o guerras, situaciones en las que surge, repentinamente, la
enorme necesidad de una asistencia psicológica. (Pattis, 2011. Prólogo)

Esta variación en el trabajo con arena surge, entonces, como una necesidad de cubrir
una mayor población vulnerable, con un método intercultural y fácilmente aplicable, para el
tratamiento de trastornos psíquicos, donde al paciente se le ofrece un marco de confianza
contenedor, en el cual su psique pueda producir aquello que necesita para su curación.
El trabajo expresivo con arena tiene lugar en el grupo, y se limita a la
disposición de un espacio libre y protegido. Quizás, pueda ser descrito como
cuidado terapéutico, y signifique que el terapeuta no intenta, considerando la
construcción en la arena, ni extraer algo más del niño, ni trasmitir algo de sus
propios conocimientos o momentos emocionales. (Pattis, Ibíd., p. 28)

De esta manera, el trabajo expresivo con arena tiene sus propias reglas: es un trabajo
grupal aunque sus características no son de grupo, esto es, cada terapeuta (voluntario)
estará trabajando con un niño y su propia caja de arena, lo que se comparte con los otros es
el espacio con las figuritas en miniatura; además el trabajo se realiza totalmente en silencio
a no ser que el niño tenga alguna inquietud o quiera decir algo sobre lo que construyo al
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final de la sesión. Además los acompañantes de los niños no requieren ser terapeutas, ni
conocer unas técnicas especificas, sino que deben ser unas personas psíquicamente sanas
que puedan poner su personalidad a disposición del paciente, para que este pueda
aprovechar al máximo las características de la psique de crear imágenes espontáneas,
representar contenidos psíquicos, esto es, estados del ser, emociones, pensamientos,
fantasías de modo concreto y tridimensional.

2. La terapia infantil a través del juego en el enfoque kleiniano


Melanie Klein observó y analizó niños muy pequeños, lo cual la llevó a la comprensión
de sus estados mentales, y así pudo evidenciar cómo la vida del niño y la del adulto es la
consecuencia de sus más tempranas emociones y fantasías inconscientes.

Klein (1930), muestra cómo las introyecciones que tuvieron lugar en la temprana
infancia, y las fantasías inconscientes, son la base para que luego se puedan configurar los
símbolos. Esta analista plantea, que en el desarrollo mental hay una etapa temprana, en la
que se activa el sadismo en cada una de las fuentes de placer libidinal. La etapa temprana
inicia con la fase oral sádica, es decir, el deseo de devorar el pecho de la madre, o a toda
ella, y cuyo objetivo es apoderarse del contenido del cuerpo de la madre, destruyéndola con
su sadismo, y finaliza con la etapa anal. Ahora, al mismo tiempo, el sujeto se está
introduciendo en el Complejo de Edipo, de tal manera, que es un periodo en el que,
igualmente, predomina el sadismo. El niño busca encontrar en el interior de ella,
básicamente, tres cosas: El pene del padre, excrementos y niños. Y, desde sus fantasías
inconscientes, cree que todas estas cosas son comestibles. Así, cree que el pene del padre es
incorporado por la madre durante el acto sexual. Esto hace que los ataques del niño estén
dirigidos hacia la pareja de los padres, a quienes despedaza en su fantasía, por medio del
sadismo uretral, anal, o bien oral y muscular. Pero, este ataque se devuelve contra él, en
forma de angustia profunda y abrumadora, por el temor de una retaliación por parte de
ambos padres, situación que moviliza los mecanismos más primitivos del yo, que son
22

dirigidos hacia el propio sadismo del sujeto y contra el objeto atacado retaliador, pues
ambos son considerados fuentes de peligro. Esta defensa tiene carácter violento.

Es debido a esa angustia, y al interés libidinal, que el niño empieza a utilizar los
mecanismos de escisión e identificación proyectiva. Desea destruir los órganos (pene,
pecho, vagina), los ataca en la fantasía y comienza a temerles. Así, el niño empieza a
igualar dichos órganos con otras cosas, que se convertirán, secundariamenete, en objetos de
angustia, y que serán, también, por las combinaciones y transformaciones, la base para el
simbolismo.
El simbolismo es el fundamento de toda sublimación y de todo talento, ya que
es a través de la ecuación simbólica que cosas, actividades e intereses se
convierten en tema de fantasías libidinales…El simbolismo no sólo constituye
el fundamento de toda fantasía y sublimación, sino que, sobre él se construye
también la relación del sujeto con el mundo exterior y con la realidad en
general. (Klein, Op. Cit., p. 210)

De esta manera, el desarrollo del yo y su relación con la realidad depende de la etapa


temprana y de cómo se toleren las primeras situaciones de angustia que en ella surgen. Si el
yo se defiende, de manera excesiva y prematura, contra el sadismo, se va a dificultar la
relación del niño con la realidad y la fantasía, pues a través de la exploración sádica del
cuerpo materno y del mundo exterior, queda detenida la relación simbólica con cosas y
objetos que representan el cuerpo de la madre.

Así las cosas, cuando la represión actúa y se progresa hacia la formación de símbolos,
estos proporcionan una oportunidad a la Libido de desplazarse a otros objetos y actividades
de autoconservación, llegando así a la sublimación. En este mismo sentido, se puede ver
cómo el niño avanza desde juegos, actividades y símbolos primitivos, hacia otros que se
van volviendo más elaborados y complicados. La tolerancia a los impulsos amorosos,
agresivos y aún destructivos propios parece estar detrás de esta evolución.
Detrás de toda forma de actividad de juego yace un proceso de descarga de
fantasías de masturbación operando en la forma de un continuo impulso de
23

jugar; y este proceso, que actúa como una compulsión a la repetición,


constituye el mecanismo fundamental del juego infantil y de todas las
sublimaciones subsiguientes, y que las inhibiciones en el juego y en el trabajo
surgen de una represión fuerte e indebida de aquellas fantasías y, con ellas, de
toda la vida imaginativa del niño. Las experiencias sexuales del niño están
enlazadas con sus fantasías masturbatorias y por medio del juego logran
representación y abreación. (Klein, 1929. p. 141)

A través de la técnica del juego, el niño muestra sus representaciones simbólicas e,


igualmente, se puede tener acceso a sus angustias, sentimientos de amor y odio,
sentimientos de culpa, y también a las defensas que usa contra ellos.

Klein había mostrado (1927) cómo el niño trae fantasías simbólicas, en su conducta de
juego. Propone el uso de juguetes pequeños, agua, revistas, papel, lápices, tijeras, plastilina
y fósforos. Y el uso de esos elementos permite el acceso a su fantasía y su liberación.
Ahora, el hecho de no usarlos, también hablaría de su inhibición. En el pequeño, la
representación simbólica está menos cargada de angustia que la expresión verbal. Y,
precisamente, la técnica del juego es la que permite alcanzar estratos más profundos y
llegar al complejo de Edipo y, de allí, seguir sin límites. El juego le permite al niño tener
asociaciones en abundancia, y al observador, penetrar profundamente en la exploración de
la mente del infante.
Estas características especiales de la Psicología infantil han suministrado las
bases de la técnica del ’análisis del juego’ que he elaborado. El niño expresa
sus fantasías, sus deseos y experiencias de un modo simbólico, por medio de
juguetes y juegos. Al hacerlo, utiliza los mismos medios de expresión arcaicos,
filogenéticos, el mismo lenguaje que nos es familiar en los sueños y sólo
comprenderemos totalmente este lenguaje si nos acercamos a él como Freud
nos ha enseñado a acercarnos al lenguaje de los sueños. El simbolismo es sólo
una parte de dicho lenguaje. Si deseamos comprender correctamente el juego
del niño, en relación con su conducta total, durante la hora del análisis,
debemos no sólo desentrañar el significado de cada símbolo separadamente,
24

por claros que ellos sean, sino tener en cuenta todos los mecanismos y formas
de representación usados en el trabajo onírico, sin perder de vista jamás la
relación de cada factor con la situación total. El análisis de niños muestra
repetidamente los diferentes significados que pueden tener un simple juguete o
un fragmento de juego, y sólo comprendemos su significado si conocemos su
conexión adicional y la situación analítica global en la que se ha producido.
(Klein, 1932, p. 27)

Más tarde (1955), desarrolló una técnica de juego para el análisis con niños, a partir de
sus comprensiones sobre el desarrollo temprano y los procesos inconscientes. Inicialmente,
ella hacía un uso muy limitado de las interpretaciones, lo cual tenía que ver con que el
Psicoanálisis era considerado adecuado, únicamente, para niños que se encontraban dentro
del periodo de latencia. Su primer paciente, ’Fritz‘, tenía cinco años de edad, y la técnica
que utilizó con él, en un principio, estuvo dirigida a influir en la actitud de la madre, pero
pronto se evidenció que las problemáticas del niño no se habían resuelto en su totalidad,
entonces decidió trabajar directamente con él en su hogar, haciéndole algunas
interpretaciones con respecto a las ansiedades que se manifestaban a través del juego, con
lo cual el niño tuvo una mejoría considerable.
Al interpretar no sólo las palabras del niño, sino también sus actividades en
los juegos, apliqué este principio básico a la mente del niño, cuyo juego y
acciones, de hecho, toda su conducta, son medios de expresar lo que el adulto
manifiesta predominantemente por la palabra. También, me guiaron siempre
otros dos principios del Psicoanálisis establecidos por Freud, que desde el
primer momento consideré como fundamentales: La exploración del
inconsciente es la tarea principal del procedimiento psicoanalítico, y el
análisis de la transferencia es el medio de lograr este fin. (Klein, Ibíd., Pp.130-
131)

Tomemos en cuenta estos dos pilares fundamentales del Psicoanálisis, a saber, la


exploración del inconsciente a través de las interpretaciones, y el análisis de la
transferencia. La primera debe darse al niño de manera clara y tomando los aspectos
relevantes del material, usando sus mismas expresiones; y la segunda, tiene que ver con la
25

repetición de emociones y conflictos anteriores, que, en el caso de los pequeños, se da de


manera inmediata con el analista, y, al igual que con los adultos, puede presentarse de
positiva o negativamente. La negativa se puede evidenciar, cuando manifiesta timidez,
ansiedad o desconfianza, lo que hace más necesaria su interpretación como tal, para reducir
los afectos nocivos involucrados, hacia los objetos o situaciones que la causaron
originalmente.

Klein (Ibíd.) continuó realizando análisis con otros niños pequeños, y fue encontrando,
que una de las precondiciones para ello era la comprensión e interpretación de las fantasías,
sentimientos, ansiedades y experiencias expresadas en el juego. Además, prontamente notó
que el trabajo no debía realizarse en su casa, ya que el tratamiento psicoanalítico debía
darse en una atmósfera diferente a la de su vida cotidiana y la de su familia, para que, así, el
chico pudiera superar las resistencias y expresar libremente sus pensamientos, sentimientos
y deseos.
Consideré esencial tener juguetes pequeños, porque su número y variedad,
permiten al niño expresar una amplia serie de fantasías y experiencias. Es
importante, para este fin, que los juguetes no sean mecánicos y que las figuras
humanas, variadas sólo en tamaño y color, no indiquen ninguna ocupación
particular. Su misma simplicidad permite al niño usarlos en muchas
situaciones diferentes, de acuerdo con el material que surge en su juego. El
hecho de que así él pueda representar simultáneamente una variedad de
experiencias y situaciones fantásticas y reales, también hace posible que
lleguemos a poseer un cuadro más coherente de los trabajos de su mente.
De acuerdo con la simplicidad de los juguetes, el equipamiento de la
habitación de los juguetes es también simple. No tiene nada, excepto lo
necesario para el Psicoanálisis. Los juguetes de cada niño son guardados en
cajones particulares, y así cada uno sabe que solo él y el analista conocen sus
juguetes, y con ellos su juego, que es equivalente a las asociaciones del adulto.
(Klein, Ibíd., p. 133)
26

Así, Melanie Klein explica por qué los juguetes deben ser simples, pequeños y no
mecánicos, pero, además, menciona que, en el cuarto de juego, debe haber un lavamanos,
acompañado de tazas, vasos, cucharas y otros elementos para la libre expresión del niño,
como hojas, lápices, colores, tijeras. También, el analista debe estar dispuesto y atento,
cuando se presenten juegos de roles, el de la tienda, del doctor, de la escuela o de la madre
y el hijo, ya que en esas personificaciones, muchas veces, el infante representa el
comportamiento de los adultos y su relación con estos, y asume el lado sádico de quien
detenta la autoridad.

A través del juego, el niño puede expresar sus estados emocionales: sentimientos de
frustración o de rechazo, celos, placer por tener un aliado contra los padres, sentimientos
ambivalentes hacia un bebé recién nacido, o que está por nacer; ansiedad, sentimientos de
culpa, necesidad de reparación, y suele repetir las experiencias cotidianas en su familia o
ambiente escolar.

Mediante el análisis del juego, según Klein (1932), el analista tiene acceso a las
fijaciones y experiencias más profundamente reprimidas del niño, y se encuentra en
condiciones de ejercer un cambio en su desarrollo, ya que, permite promover la situación de
transferencia y de resistencia, la supresión de la amnesia infantil y los efectos de la
represión, así como el descubrimiento de la escena primaria. Por lo tanto, la diferencia entre
el análisis de adultos y el de niños seria de técnica y no de principios; no sólo se ajustarían
a las mismas normas del método analítico, sino que se llegaría a los mismos resultados. La
única diferencia reside en que sus procedimientos se adaptan a la mente del menor

3. Otras consideraciones sobre el juego: Winnicott


Winnicott (1972) nos permite comprender el acto de jugar como un logro en el
desarrollo del ser humano, ya que muestra, cómo el niño, a partir de la utilización de los
fenómenos transicionales y del objeto transicional, esto es, una zona intermedia de
experiencia que sirve de alivio a la tensión que se produce entre lo subjetivo y lo objetivo -
27

entre la vida interior y la exterior-, puede pasar a simbolizar, lo cual es necesario para el
comienzo de la relación entre él y el mundo.

Así las cosas, para el autor, una crianza lo bastante buena permite que la zona
intermedia esté presente; tiene que ver con la continuidad en el tiempo del ambiente
emocional exterior adecuado, esto es, básicamente, que quien ejerza la función maternante,
esté viva, sea real y sea lo suficientemente buena.
La madre lo bastante buena es la que lleva a cabo la adaptación activa de las
necesidades de este y que la disminuye, poco a poco, según la creciente
necesidad del niño para hacer frente al fracaso, en materia de adaptación, y
para tolerar los resultados de la frustración. Por supuesto, es más probable
que su propia madre sea mejor que cualquier otra persona, ya que dicha
adaptación activa exige una preocupación tranquila y tolerada, respecto al
bebé; en rigor, el éxito en el cuidado de este depende de la devoción, no de la
inteligencia o de la ilustración intelectual. (Winnicott, 1972. p. 27)

Ya que, si este objeto externo-madre es insuficiente, el interno también pierde


significado para el bebé, y el objeto transicional también se vuelve carente de sentido. “La
zona intermedia a que me refiero es la que se ofrece al bebé, entre la creatividad primaria y
la percepción objetiva, basada en la prueba de realidad” (Ibídem)

Ahora bien, aunque, tanto los fenómenos transicionales como el objeto transicional,
corresponden a una zona intermedia de la experiencia, ambos no comparten la misma
definición, debido a que el primero tiene que ver con actividades que realiza el niño con
objetos que ya reconoce como no-yo, y que representan al pecho materno, mientras que el
segundo tiene que ver con la primera posesión no-yo del niño, y, por lo tanto, puede
considerarse como el inicio de simbolismo, porque permite la transición del niño desde lo
subjetivo puro, donde se encuentra fusionado a la madre, hacia la objetividad, cuya relación
con la madre está basada en el reconocimiento de ella como algo exterior y separado.
28

Para el autor, la madre será quien, gradualmente, separe al niño de ella, y quien le
permitirá el contacto con el mundo exterior, mediante lo que él define como la desilusión
que consiste en irle frustrando, poco a poco, la ilusión de que el pecho hace parte de él y,
por lo tanto, se empieza a frustrar también su omnipotencia, la madre se va adaptando cada
vez menos a las necesidades del niño, pero, esto solo se logrará, si al inicio del vínculo, le
permitió la ilusión.

Winnicott afirma, que el significado de jugar adquiere un nuevo sentido a partir de los
fenómenos transicionales, ya que pasa de la utilización de un objeto a la existencia de un
espacio potencial, entre el bebé y la madre, que corresponde al juego.

Para Winnicott (1972) El juego es universal, natural y, por lo tanto, postula que es, por
si mismo, terapéutico, e invita a los terapeutas a observar al niño que juega, más que a
preocuparse por el uso del juego, ya que se trata de una experiencia creadora, que necesita
espacio y tiempo, y se desarrolla en el límite entre lo subjetivo y lo objetivo; por tal motivo,
a través del juego, el pequeño reúne objetos o fenómenos de la realidad exterior y los usa al
servicio de la realidad interna. Winnicott les recomienda a los terapeutas que trabajan con
chicos que, durante el trabajo con estos, en el juego, no es necesaria una labor de
interpretación, ya que lo que debe ser importante para el terapeuta, es cuando el infante se
sorprenda a sí mismo o deje de jugar.

Algunas de las características del juego, según Winnicott son: es espontáneo, implica
confianza, pertenece al espacio potencial entre él y su madre, compromete el cuerpo, ya que
hay manipulación de objetos, es satisfactorio, excitante, precario y, algo muy importante,
está en libertad de ser creativo. “En el juego, y sólo en él, puede el niño o el adulto crear y
usar toda la personalidad, y solo cuando se muestra creador, el individuo descubre su
persona,” (Winnicott, 1971. p. 80)

Para el autor, uno de los rasgos principales del juego es la capacidad para crear, y tanto
el juego como la creatividad, tienen en común que son universales. La creatividad tiene que
ver con el sentimiento que el individuo tiene de que la vida vale la pena de vivirse, esto es,
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en la persona hay vivacidad, hay participación de la vida en comunidad y tiene el


sentimiento de que es digna de ser vivida, es real, y significativa. Por tal motivo, no es
necesario ser un gran pensador o un artista para ser creativo. Lo opuesto a la creatividad
seria el acatamiento, que es un sentimiento de inutilidad, donde nada importa; se duda del
valor de vivir, donde es preciso encajar o adaptarse, que sería una base enfermiza para la
vida. “La experiencia cultural comenzó con el vivir creador, cuya primera manifestación es
el juego.” (Ibíd., p. 145)

Además, Winnicott (1942) plantea, que los niños juegan fundamentalmente por seis
razones: por placer, ya que disfrutan de la experiencia física y emocional del juego; para
expresar agresión, debido a que es un espacio que le permite al niño expresar sus impulsos
de odio y agresión sin temor a una retaliación; para controlar su ansiedad, que en exceso
puede conducir al niño al juego compulsivo, repetitivo o a la búsqueda de una gratificación
sexual; para adquirir experiencia porque la personalidad de los niños se desarrolla a través
de su propio juego, de sus invenciones y es de esta manera como incrementa su capacidad
para percibir la riqueza del mundo exteriormente real; para integrar su personalidad, ya que
el juego relaciona dos aspectos fundamentales: el funcionamiento corporal y la viveza de
las ideas; y para comunicarse, en el juego el niño exhibe parte de su mundo interior y
exterior.

B. Algunas nociones básicas de la Metapsicología de Freud


Se toma como punto de inscripción a Freud y sus dimensiones: estructural, dinámica y
económica.

1. La dimensión estructural: instancias y su relación con el Edipo


En 1923, Freud describe tres instancias psíquicas: Yo, Ello y Superyó, la relación y
conflictos entre cada una de ellas y su relación con el complejo de Edipo.
30

En primer término, describiremos al Yo, que integra a la conciencia, que es la


encargada de dominar el acceso a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior y
también tiene algo de inconsciente, es decir, el Yo es una parte del Ello que se modificó por
la influencia del mundo exterior. Además, es la instancia que fiscaliza todos los procesos
parciales, es el encargado de la reflexión, la percepción, la atención, la memoria, el juicio y
la razón, y de aquí parten, también, las represiones, que dejan ciertas tendencias anímicas
por fuera de la conciencia.
La importancia funcional del Yo reside en el hecho de regir, normalmente, los
accesos a la motilidad (…) En la génesis del Yo, y en su diferenciación del Ello,
parece haber actuado aun otro factor, distinto de la influencia del sistema
preconsciente. El propio cuerpo, y, sobre todo, la superficie del mismo, es un
lugar del cual pueden partir, simultáneamente, percepciones, externas e
internas. (Freud, 1923. p. 2708-2709)

Con lo anterior, Freud mostró porque el Yo es, ante todo, un ser corpóreo, cuyo
carácter se ha constituido de los residuos de las cargas de objeto abandonadas, y contiene la
historia de las elecciones de objeto. Pero, además, tiene importantes funciones:
Por su relación con el sistema de la percepción establece el orden temporal de
los procesos psíquicos y los somete al examen de la realidad. Mediante la
interpolación de los procesos mentales consigue un aplazamiento de las
descargas motoras y domina los accesos a la motilidad. Este dominio es, de
todos modos, más formal que efectivo. (Ibíd. P. 2725)

En segundo término, el Superyó es una fase especial del Yo, esto es, surge de él. Pero,
además, es un residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello y, al mismo tiempo,
tiene una formación energética reactiva contra ellas, esto es, por una parte, recibe un
mandato de ser como el padre, y por otra, tiene una prohibición al respecto. El Superyó se
constituye a partir de dos aspectos fundamentales: Uno biológico, y otro que tiene que ver
con la historicidad del sujeto, con su larga dependencia infantil y la manera como haya
resuelto el Complejo de Edipo. Sobre este, nos dice:
El caso más sencillo toma en el niño la siguiente forma: el niño lleva a cabo
muy tempranamente una carga de objeto, que recae sobre la madre y tiene su
31

punto de partida en el seno materno. Del padre se apodera el niño por


identificación. Ambas relaciones marchan paralelamente durante algún tiempo,
hasta que, por la intensificación de los deseos sexuales orientados hacia la
madre, y por la percepción de que el padre es un obstáculo opuesto a la
realización de tales deseos, surge el complejo de Edipo. La identificación con
el padre toma, entonces, un matiz hostil y se transforma, entonces, en el deseo
de suprimir al padre, para sustituirle cerca de la madre. A partir de aquí se
hace ambivalente la relación del niño con su padre, como si la ambivalencia,
existente desde el principio en la identificación, se exteriorizara en este
momento. La conducta ambivalente con respecto al padre y la tierna aspiración
hacia la madre, considerada como objeto, integran, para el niño, el contenido
del complejo de Edipo simple, positivo. (Ibíd. P. 2712)

Entonces, el Superyó es el heredero del complejo de Edipo, es decir, tiene que ver con
la representación que el sujeto hizo de la relación con sus padres, y cómo los introyectó en
él mismo. Pero esto no acontece sin un conflicto con el Yo, representante del mundo
exterior y la realidad, y una alianza con el Ello, el mundo interior.

Y en tercer término, encontramos al Ello, que es el lugar de los instintos, las pasiones,
es amoral y pertenece al mundo interior. Allí reina, sin restricciones, el Principio del placer.
Se encuentran dos clases de instintos: los sexuales o el Eros, que tienen que ver con la
sexualidad propiamente dicha y con la sexualidad de meta inhibida o sublimada, con lo que
se busca complicar y mantener la vida; y el Instinto de muerte, Tànatos, que consiste en el
regreso de todo lo animado a un estado inanimado.

Así las cosas, el Yo podría concebirse como una instancia mediadora, que tiene que
conciliar con las exigencias externas, los impulsos del Ello, que buscan la satisfacción, y
con las exigencias y tiranía del Superyó, que al quedar unido al Ello, ejercerá, con la misma
fuerza, las prohibiciones y sanciones sobre el Yo.
32

2. Dimensión económica: Principios del funcionamiento mental


Freud (1911) muestra cómo, a partir de su investigación psicoanalítica, encontró que
hay dos principios fundamentales en los procesos anímicos inconscientes, a saber, el
Principio del placer y el Principio de realidad. En un inicio, los procesos anímicos
obedecían principalmente al primero, y hace referencia a que la actividad psíquica tiende a
la consecución de placer y a la evitación de actos susceptibles de generar displacer. Esta
serìa la tendencia principal de los procesos psíquicos inconscientes.

Pero, algunas situaciones no encontraban satisfacción y, además, el mundo externo


ponía limitaciones al placer; entonces fue necesario acudir al segundo, que tiene que ver
con que la actividad psíquica representa lo real, aunque sea desagradable. La sustitución del
principio del placer por el de realidad tiene algunas consecuencias psíquicas que Freud
expone de la siguiente manera:
Ante todo, las nuevas exigencias impusieron una serie de adaptaciones del aparato
psíquico(…) la mayor importancia adquirida por la realidad externa elevó también
la de los órganos sensoriales, vueltos hacia el mundo exterior, y la de la conciencia,
instancia enlazada a ellos, que hubo de comenzar a aprehender ahora las
cualidades sensoriale,s y no tan solo las del placer y displacer, únicas interesantes
hasta ahora. (Freud, 1911. p. 1639)

Con esto, Freud mostró cómo se constituyeron las funciones del Yo: atención,
memoria, discernimiento, pensamiento, como consecuencia del ingreso del Principio de
realidad.

Pero, además, recordemos que el Yo, a través de sus funciones, trata de sustituir el
Principio del placer del Ello, por el de realidad, pero, para el sujeto, renunciar a las fuentes
de placer disponibles para sustituirlo por el la realidad, no es una tarea que se realice de
manera fácil y, por lo tanto, hay una parte de la actividad mental que queda disociada y
sometida únicamente al Principio del placer, que denomina ‘fantasear’, argumentando que
se inicia en los juegos infantiles y luego en los sueños diurnos.
33

Así como el Yo sometido al principio del placer no puede hacer mas que
desear, laborar por la adquisición del placer y eludir al displacer, el Yo, regido
por el principio de la realidad, no necesita hacer más que tender a lo útil y
asegurarse contra todo posible daño. En realidad la sustitución del principio
del placer por el principio de realidad no significa una exclusión del principio
del placer, sino tan solo un afianzamiento del mismo. Se renuncia a un placer
momentáneo, de consecuencias inseguras, pero tan solo para alcanzar por el
nuevo camino un placer ulterior y seguro. (Ibíd. p. 1641)

De manera que, el Yo logra el aplazamiento de la satisfacción de los impulsos,


renunciando, por un momento, a la satisfacción, utilizando como mecanismo la represión,
para que, posteriormente, haya un placer más seguro.

Ahora, la compulsión a la repetición también hace parte de la dimensión económica,


que Freud (1920) describió como un proceso primitivo, por medio del cual el sujeto repite,
a través de su comportamiento, lo que ha reprimido, todas aquellas acciones del instinto que
no lograron la satisfacción, sino, antes bien, el displacer, son repetidas como actos. Es un
principio relacionado con el Instinto de muerte, y conduce al sujeto a repetir ideas,
pensamientos y sensaciones que han resultado dolorosas, como si actuara para no recordar,
ni elaborar.

3. La dimensión dinámica: mecanismos defensivos


En el texto Inhibición, síntoma y angustia (1926), Freud busca diferenciar los términos
Síntoma e Inhibición, ya que, para él, ambos pertenecen a diferentes campos. Así, la
segunda representa, para él, una restricción o disminución de la función sexual, de
nutrición, de locomoción o de trabajo profesional y no significa, necesariamente, algo
patológico, mientras que el primero tiene que ver con una modificación extraordinaria de la
función, o de una función nueva, y vale como signo de un proceso patológico.
34

En cuanto a su formación, observó que la inhibición es la expresión de una restricción


funcional del yo, debido a que la función yóica de un organismo se altera, cuando su
significación sexual, su erogeneidad recibe un incremento. Es como si, el sujeto, al hacer
una determinada acción, realizara un acto sexual prohibido.

De manera que, el Yo renuncia a estas funciones, para no entrar en conflicto, ya sea


con el Ello o con el Superyó, es decir, como medida de precaución. También, puede hacerlo
debido a un empobrecimiento de la energía, que ocurre cuando el Yo se encuentra
absorbido por una labor psíquica de particular gravedad y, por tanto, se empobrece tanto la
energía de la que puede disponer, que se ve obligado a restringir su gasto en muchos
lugares, esto es, ocurre un empobrecimiento de energía.

De este modo, sobreviene una diferenciación con el síntoma, que opera desde otro
mecanismo y, sobre todo, no puede ser pensado como un proceso que ocurre dentro o actúa
sobre el Yo.
El síntoma seria, pues, un signo y un sustituto de una expectativa de
satisfacción de un instinto, un resultado del proceso de la represión. La
represión parte del Yo, que a veces por mandato del Super-yo, rehúsa a
agregarse a una carga instintiva iniciada en el Ello. Por medio de la represión
logra el Yo impedirle que la idea, vehículo del impulso prohibido alcance a ser
conciente. El análisis revela muchas veces que dicha representación ha
continuado existiendo como formación inconsciente. (Freud, 1926. p. 2836)

De esta manera, la Represión es un mecanismo de defensa que impide que una


representación, no conciliable (fantasía, idea o recuerdo) para el sujeto, porque tiene que
ver con la sexualidad, pase a ser conciente. Entonces, los impulsos instintivos obstruidos
por esta, no tienen otro camino que el síntoma.
Todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido.
También una parte del Yo, cuya aptitud nos es imposible fijar, puede ser
inconsciente, y lo es seguramente. Y este inconsciente del Yo no es latente en el
sentido de lo Prec., pues, si lo fuera, no podría ser activado sin hacerse
35

consciente y su atracción a la consciencia no podría tan grandes dificultades,


viéndonos obligados a admitir un tercer Inc. no reprimido. (Freud, 1923. p.
2704)

La represión utiliza dos técnicas en su funcionamiento: deshacer lo sucedido y el


aislamiento. La primera, tiende a suprimir las consecuencias de un suceso y el suceso
mismo, y la segunda, consiste en que, después de un suceso desagradable, el sujeto hace
una pausa en la que nada debe suceder; el suceso no es olvidado, pero sí despojado de su
afecto, e interrumpidas sus relaciones asociativas, quedando así aislado (1926).

La Negación, otro de los mecanismos de defensa que menciona Freud, se explica como
una forma de percatación de lo reprimido; así, el sujeto, por medio de ella, de un contenido
o un pensamiento inconsciente, utiliza una función más intelectual, que lo separa del
proceso afectivo y, de esta manera, el contenido de la representación no logra su acceso a la
consciencia. “El Yo primitivo, regido por el Principio del placer, quiere introyectarse todo
lo bueno y expulsar de sí todo lo malo. Lo malo, lo ajeno al Yo y lo exterior son parte de él;
en un principio, idénticos.” (1925. p. 2885)

C. Algunas nociones básicas de la Metapsicología de M. Klein


Se toma como punto de referencia a Melanie Klein y las dimensiones por ella
propuesta: estructural, dinámica y económica.

1. Dimensión estructural en M. Klein


Klein, en Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia (1959), hace una ampliación
y nueva elaboración de la Metapsicología anteriormente descrita por Freud. En el texto,
define el sí-mismo como la personalidad total y, por lo tanto, incluye al Yo y al Ello. Así
las cosas, el Yo no sería una adquisición tardía del sujeto, sino, antes bien, existe y opera
desde el nacimiento, con la importante tarea de defenderse de la ansiedad producida por los
36

impulsos internos y por las influencias del exterior, y cuya primera actividad sería la
división de objetos e impulsos.
Según Freud, el Yo es la parte organizada del Self, sometida a la influencia
constante de los impulsos instintivos, pero ejerciendo control sobre ellos a
través de la represión; además, dirige todas las actividades y establece y
mantiene la relación con el mundo externo. El Self cubre la personalidad total,
que incluye no solo el Yo, sino también la vida instintiva, que Freud denominó
el Ello. (1959. p. 221)

Expone además, que a raíz de su trabajo con niños llegó a la conclusión, de que la
Introyección y la Proyección funcionan, desde el inicio de la vida postnatal, como las dos
primeras actividades del Yo, mostrando que actúan simultáneamente; considera la primera
como el mecanismo mediante el cual el mundo exterior y los objetos se introducen en el
Self, mientras que, por su parte la segunda tiene que ver con la capacidad que tiene el sujeto
para atribuir, a quienes lo rodean, sentimientos de su Self, entre los que predominan el amor
y el odio. Además, manifiesta que estos dos procesos permanecen y se modifican, durante
toda su vida.

También, Klein, en sus investigaciones en 1958, se encontró con un Superyó muy


temprano, ya que su formación precede al Complejo de Edipo, y es iniciada por la
introyección de los objetos primarios, que siente como persecutorios, por los ataques que ha
realizado contra ellos. Así, para ella, aquél opera desde el quinto o sexto mes de
nacimiento, cuando el bebé empieza a temer el daño que sus impulsos destructivos podrían
causar a sus objetos amados, ya que no puede distinguir sus impulsos de los efectos reales.
De esta manera, lo que observó en los niños a esta edad, fue el sentimiento de culpa, y el
anhelo de proteger esos objetos y de repararlos por el daño causado.
Según mi criterio, la disociación del Yo, por la cual se forma el Superyó, se
produce como consecuencia del conflicto dentro del Yo, engendrado por la
polaridad de los dos instintos. Este conflicto es aumentado por la proyección
de ambos instintos, así como por la resultante introyección de objetos buenos y
malos. (Klein, 1958. p. 91)
37

2. Dimensión económica: Posiciones Esquizo-paranoide y Depresiva


Con respecto a las posiciones Esquizo-paranoide y Depresiva, Melanie Klein, en su
texto Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé (1952), plantea que,
durante los tres o cuatro primeros meses de vida, el bebé se encuentra en una posición
Esquizo-paranoide, ya que experimenta ansiedades provenientes de fuentes internas
(impulsos destructivos), que producen el temor de aniquilamiento, y externas (nacimiento).
Ahora, la persona se vincula con objetos parciales, experimentando ambivalencia frente al
objeto que está escindido, esto es, objeto idealizado o persecutorio; la angustia, de carácter
persecutorio, y las defensas predominantes son: La escisión, la introyección, la proyección
y la identificación proyectiva. Mientras que la posición Depresiva se presenta durante el
segundo trimestre del primer año, caracterizado por una relación con el mundo externo, de
una manera más diferenciada; se reconoce el objeto total y hay un desarrollo gradual del
Yo, mediante la integración, la conciencia, las capacidades intelectuales y otras funciones,
como la integración y la reparación. Aparecen, en este momento, las ansiedades depresivas
y los sentimientos de culpa.

Con respecto a la posición Esquizo-paranoide, Klein, expresa:


En la temprana infancia, surgen las ansiedades características de las psicosis,
que conducen al yo a desarrollar mecanismos de defensa específicos. En este
período se encuentran los puntos de fijación de todas las perturbaciones
psicóticas… Las ansiedades psicóticas, los mecanismos y las defensas de Yo en
la infancia ejercen una profunda influencia en todos los aspectos del
desarrollo, incluyendo el desarrollo del yo, Superyó y relaciones de objeto.
(1946. P.1)

En este mismo sentido, Hanna Segal, en La técnica de Melanie Klein (1989), resalta lo
que decía Klein sobre la posición Esquizo-paranoide: la persona se vincula con objetos
parciales, experimentando ambivalencia frente al objeto que esta escindido, esto es, es
objeto idealizado o persecutorio; la angustia es de carácter persecutorio y las defensas
predominantes son: la escisión, la introyección, la proyección y la identificación proyectiva.
38

Acerca de la posición depresiva, nos dice Klein:


La posición depresiva, que sigue a la anterior y está vinculada con importantes
etapas del desarrollo yoico, se establece a mediados del primer año. En este
estadio los impulsos y fantasías sádicos, así como la ansiedad persecutoria, se
debilitan. El niño introyecta el objeto como un todo y simultáneamente se
vuelve capaz, en cierta medida, de sintetizar tanto los diversos aspectos del
objeto como las emociones que este le inspira. El amor y el odio se aproximan
más en su mente; surge entonces la ansiedad relacionada con el daño o la
destrucción del objeto, tanto interno como externo. Los sentimientos depresivos
y la culpa dan origen al impulso de preservar o hacer revivir el objeto amado,
ofreciendo así una reparación por los impulsos y fantasías destructivos. (1932,
p. 17)

3. La dimensión dinámica: Escisión, identificación proyectiva e


idealización
En Notas sobre algunos mecanismos Esquizoides (1946), Klein describió
principalmente tres mecanismos defensivos, que utiliza el sujeto para defenderse de la
ansiedad persecutoria, y que son propios de la posición Esquizo-paranoide: La escisión, la
identificación proyectiva y la idealización.

Mediante la escisión, que es una de las defensas más tempranas contra la ansiedad, el
Yo divide al objeto, al Yo o a los sentimientos, según la derivación de sus impulsos, en
estados de gratificación dirige los sentimientos de amor al pecho bueno, y en los de
frustración dirige la frustración y el odio al pecho malo, logrando mantener, al objeto
frustrador y persecutorio, bien separados del objeto idealizado, y, de esta manera, se
protege de la retaliación y de sus impulsos destructores hacia el objeto bueno. (Klein, 1946)

Por otra parte, según Klein (1946), la identificación proyectiva tiene que ver con las
partes escindidas del yo y de los objetos internos, excrementos y partes malas, que son
proyectadas en el objeto externo, que queda controlado por estas e identificado con ellas,
mientras que, simultáneamente, el Yo roba, también, partes del objeto externo. Ese
39

mecanismo sirve, no solo para dañar al objeto, sino, también, para controlarlo y tomar
posesión del él.

Al respecto Joseph, B., en Identificación proyectiva: algunos aspectos clínicos (1989),


señala cómo Melanie Klein señaló cuatro tipos diferentes entre los que destacó: Escindir y
librarse de partes no deseadas del Self que causan ansiedad y dolor; proyectar el Self, o
partes de este, dentro de un objeto, para dominarlo y controlarlo; por lo tanto, evitaría
sentirse separado de él; meterse en un objeto para apoderarse de sus capacidades y hacerlas
propias, e invadir para dañar y destruir el objeto.

Y, finalmente, Klein aborda el mecanismo de la idealización a través del cual el sujeto


aumenta las cualidades del objeto bueno para mantenerlo separado del objeto malo, esto se
presenta debido a que el Yo espera una gratificación ilimitada de un pecho ideal y el objeto
frustrador es apartado y negado el dolor y la realidad psíquica. (Klein, 1946)

4. La fantasía inconsciente
A lo largo de la obra de Melanie Klein, se puede rastrear la elaboración de un marco
conceptual sobre la fantasía inconsciente, cuyo papel central tiene que ver con la
construcción de las relaciones de objeto, la ansiedad y las defensas contra ella. “La obra de
Klein está, desde su comienzo, apoyada en la fantasía inconsciente y en su contenido. Por
tanto, en su trabajo, la fantasía inconsciente ‘es’ la defensa contra la ansiedad.” (Meltzer,
1990. p. 31)

Así, para Klein (1958), la primera ansiedad con la que lucha el Yo es la que proviene
del Instinto de muerte, contra la que tiene que movilizar una carga considerable de Libido,
para lograr defenderse del peligro de ser aniquilado por sus impulsos destructivos. Por este
mismo motivo, desde el inicio de la vida postnatal deben estar presentes dos procesos: la
introyección y la proyección, que son las primeras actividades del Yo, que además, estarán
presentes durante toda la vida y se irán modificando, de acuerdo al desarrollo del sujeto. La
introyección sería el mecanismo, mediante el cual el mundo exterior -las situaciones
40

vividas por el bebé, los objetos que lo rodean y el impacto que ellos le producen-, son
introducidos en su Self y forman parte de su vida interior; de manera simultánea, se
presenta la proyección, que es la capacidad del sujeto de atribuir a los objetos que lo rodean
sentimientos predominantemente de amor y odio, y depositar en ellos lo que le molesta.

De esta manera, estos dos procesos forman parte de las fantasías inconscientes del
niño.
He sugerido ya que, desde un cierto ángulo, es necesario considerar los
procesos de proyección e introyección, descritos como fantasías inconscientes
(…) Las fantasías inconscientes no son idénticas a los sueños diurnos (si bien
existe una relación entre ambos); constituyen una actividad de la mente que
tiene lugar en niveles inconscientes profundos y acompaña todos los impulsos
experimentados por el niño. (Klein, 1959. p. 223).

De modo que, un bebé hambriento, cuya madre no acude inmediatamente, puede,


desde su fantasía inconsciente, alucinar la satisfacción de recibir su pecho, su calor, su
abrigo, su voz o, por el contrario, sentirse perseguido y privado por el pecho que le niega la
satisfacción. Esto, debido a que, en la mente del nene, está la madre que ama, cuida y
alimenta al bebé, esto es, el objeto bueno y, al mismo tiempo, está la que frustra, que ataca,
es decir, el objeto malo. Para Klein (1946), desde que el sujeto inicia su vida, el impulso
destructivo va dirigido hacia el objeto y se expresa en fantasías inconscientes de ataques
sádico-orales al pecho de la madre, que, posteriormente, se transforman en ataques sádicos
a su cuerpo; el niño desea robar del cuerpo de la madre sus contenidos buenos y también
están los impulsos sádico-anales y uretrales que tienen que ver con el deseo de poner dentro
de ella sus excrementos o, también, el deseo de entrar dentro de su cuerpo y, desde, allí
poderla controlarla.

A medida que el sujeto va creciendo, las fantasías inconscientes irán siendo más
elaboradas e incluirán una amplia gama de objetos y situaciones, no dejando jamás de
representar un papel importante en la vida mental. La fantasía inconsciente tiene influencia
en el arte, la labor científica y en las actividades de la vida diaria. (Klein, 1959)
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En este mismo sentido, Susan Isaacs (1952), en su trabajo Naturaleza y función de la


fantasía, muestra cómo, para comprenderla, hay que estudiar las primeras fases del
desarrollo mental, ya que, en los primeros momentos de la vida, existe un gran número de
fantasías inconscientes que tomarán forma con la catectización de algunas zonas corporales
que expresarán sus deseos, usando sus impulsos y sensaciones. Finalmente, la autora define
la fantasía inconsciente como el contenido primario de los procesos mentales inconscientes,
los cuales son representantes psíquicos de los instintos libidinales y destructivos, cuya base
son los procesos de introyección y proyección. Así las cosas, sería una defensa, una
realización de deseos y contenidos de ansiedad.
La fantasía es (en primera instancia) el corolario mental, el representante
psíquico del instinto. No hay impulso, ni necesidad instintiva en respuesta que
no sea vivida como fantasía inconsciente… Todos los impulsos, todos los
sentimientos, todas las formas de defensas son experienciados en fantasías que
les dan vida mental y muestran su dirección y propósito.

Una fantasía representa el contenido particular de las pulsiones o sentimientos


(por ejemplo deseos, temores, ansiedades, triunfos, amor o pesar) que dominan
la mente en ese instante. (Isaacs, 1952. p. 85-86)

D. El encuentro madre-hijo determina el desarrollo de la


mente
Navarrete y Muñoz (2008) realizaron una revisión amplia, desde la orientación
psicoanalítica neokleiniana, que incluye a autores como Klein, Bion, Meltzer, Harris y
Bick, para abordar el tema de las capacidades maternas y el desarrollo de la mente.
Mostraron cómo el bebé, desde el inicio de su vida, es un sujeto con una dependencia
absoluta de la madre, la cual debe satisfacer necesidades básicas de afecto, alimentación y
protección. Así, muestran cómo, para Meltzer, un desempeño adecuado de las funciones
maternas va a depender de la calidad de los objetos interiorizados, esto es, en tanto el bebé
depende totalmente de los cuidados de la madre, esta deberá realizar funciones mentales
por él, para que, poco a poco, mediante el mecanismo de la introyección, el infante pueda ir
42

incorporando estas funciones y, finalmente, pueda realizarlas por sí mismo. De manera que,
la calidad de las funciones, dependerá de que la madre esté realmente presente para
integrarlas, como si se tratara de un imán que atrae y une los sentidos del bebé.

En este mismo sentido, Bion define la capacidad de revêrie del objeto, como una
función materna que le permite al nene evacuar en ella todas las experiencias emocionales
difíciles, y luego reenviárselas digeridas al bebé, de tal manera que ya le sean tolerables.
Aquel estado anímico que esta abierto a la recepción de cualquier objeto, del
objeto amado y es por lo tanto capaz de recibir las identificaciones proyectivas
del lactante, ya sean sentidas por el lactante como buenas o malas. En
resumen, el reverie es factor de la función alfa de la madre. (Bion, 1980. p. 59)

Así las cosas, la madre recibe los elementos beta (del bebé, que son todas sus
proyecciones de angustia y temores, y se las devuelve digeridas y elaboradas en elementos
comprensibles, para que pueda recibirlos, esto es, le devuelve elementos alfa (. De esta
manera, el chico encuentra un objeto continente que recibe las evacuaciones de sus
angustias, lo considera y responde adecuadamente. Si esto no ocurre, se presenta una
perturbación en el aparato para pensar, porque su frustración se incrementa y puede
convertir el objeto bueno en malo, por lo que el objeto tiende a ser evacuado.

1. La contención del objeto


Como lo exponen Navarrete y Muñoz (2008), para que se presente la función de
contención, debe haber un espacio mental en el bebé, creado por un objeto continente real,
que reciba sus ansiedades y le permita incorporar la capacidad de recibir y contener. Por lo
tanto, el objeto continente es el que permite que se cree el espacio interior.

2. El pensar del objeto


Durante un largo período, es la madre quien le presta al pequeño su propia capacidad
de pensar, esto es, piensa por él sus sentimientos, y responde con tolerancia en sus
43

momentos de frustración y desesperación. Es de esta forma como Bion (1967) muestra la


forma en que se desarrolla el aparato para pensar, el cual va a depender de la capacidad que
tenga el niño para tolerar la frustración. Pero, hay que tener en cuenta, que quien
inicialmente cumple esta función es la madre, quien, a través de su capacidad para elaborar
la confusión y angustia del infante, va desarrollando en él, poco a poco, esta capacidad.
¿Qué pasa cuando falla la función de pensar? Bajo esta condición, se
incrementa la intolerancia a la frustración y se perturba la percepción de la
realización, afirma Bion, el niño no puede ver qué, ni quién puede consolarlo,
tampoco puede reconocer cómo puede hacerlo. Esta situación incrementa la
frustración y la rabia e impide el contacto con la realización del objeto que
puede calmarlo por la satisfacción que le permite. Es entonces cuando todo se
convierte en ataque y venganza, como una forma de evacuar la intolerancia a
la frustración (…) A través de la pérdida de la función del pensar y, con ella,
de la posibilidad de percibir adecuadamente la realidad y de acumular
experiencias, para atender adecuadamente sus necesidades (atención,
memoria, juicio) el niño queda reducido en su funcionamiento mental.
(Navarrete y Muñoz, 2008)

3. La confianza en el objeto
De la posibilidad de construir un objeto interno confiable, va a depender un adecuado
desarrollo del bebé, ya que es el sentimiento de confianza el que permite el juicio de
realidad, si este no se da la verdad es confusa y el niño se pierde en el sentimiento de
desconfianza, en los objetos y en él mismo. (Navarrete y Muñoz, 2008). Cuando el objeto
externo, es un objeto ausente con el cual no se puede dar un vínculo, el mundo se convierte
en confusión y desorganización, en una búsqueda incesante que lo lleva a la desesperación
y a los ataques vengativos acrecentados que se incrementa la sensación de desconfianza.

4. Cualidades de los objetos


‘El objeto instrumental’ es el que soluciona problemas, responde a la demanda de
ayuda en el momento adecuado, le da seguridad al niño, sobre su permanencia y sobre la
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posibilidad de volver a recurrir a él, en caso de necesitarlo nuevamente. Le presta sus


sentidos, su mente, y su palabra, para mostrarle la manera de resolver los problemas.
(Navarrete y Muñoz, 2008)

‘El objeto receptor’ es el que recibe y devuelve digeridas las ansiedades del niño, esto
es, permite introyectar el pecho como interno y ayuda a que la función  se torne operativa
en la mente del bebé y le permita convertir los elementos  en elementos .

Con respecto a la función : “Es la función por la cual las impresiones sensoriales se
trasforman en elementos capaces de ser acumulados para ser empleados en el sueño y en
otros pensamientos.” (Bion, 1966, p. 20)

Cuando no hay un objeto receptor, acontece un incremento de los ataques al objeto


interno que se perdió, y a cualquier otro objeto externo que quiera ayudarlo, intentando
remplazar a la madre ausente, lo que hace que el niño quede atrapado en la destrucción,
desorientación y persecución. (Navarrete y Muñoz 2008)

‘El objeto interesado’ es el que despierta, en el niño, interés por el conocimiento del
mundo, a través de la curiosidad exploratoria hacia lo desconocido.
El objeto materno interesado se preocupa por los cuidados que requiere el
bebé, lo observa y contempla en los momentos de vigilia y sueño para darse
cuenta de lo que le sucede. El niño necesita la presencia de un objeto materno
que se interese por su desarrollo físico y emocional, que se alegre y sea capaz
de disfrutar de su presencia. Un objeto que, además, despierte el interés por su
belleza y lo mantenga expectante de su presencia, que le muestre la belleza del
mundo, la belleza del interés por conocerlo, de las formas de conocerlo.
(Navarrete y Muñoz, 2008)

Si ese objeto no está, el Yo sufre una fragmentación, y fragmenta al objeto, lo que


determina que el niño entre en un estado de búsqueda de hiperactividad ansiosa, en busca
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de algo que no encuentra, porque todo está hecho pedazos, situación que lo conduce,
finalmente, a un estado de pasividad y falta de vitalidad.

‘El objeto integrador’ es el que permite reunir los pedazos de las vivencias o
experiencias psíquicas, ya que, inicialmente, el bebé realiza una escisión del objeto, en
bueno y malo, y, cuando la desesperación es mayor, los rompe en múltiples pedazos, que
serán reintegrados, solo gracias al apoyo de la madre. Así las cosas, el objeto-madre
integrador seria el imán que une y da sentido a las cosas, en el que se encontraría el amor y
el odio al mismo tiempo, su existencia y su ausencia.

‘El objeto fuerte’ es el que alivia las ansiedades, protege de los perseguidores y brinda
seguridad, tanto en el mundo interno como en el externo. Pero si no está, el pequeño se ve
invadido por un sentimiento de soledad, luchando solo ante el dolor y la desesperación. No
se siente acompañado ni fortalecido, sino debilitado en su ausencia. (Navarrete y Muñoz
2008)

‘El objeto con función de conciencia’ es el que permite que, desde el inicio de la vida,
se pueda contar con que hay alguien que ejerce la función de recepción, elaboración y
devolución de las percepciones del mundo, y les da significado. Esto es muy importante
para el bebé, porque, inicialmente, sólo tiene una consciencia muy rudimentaria, que no le
permite establecer discriminaciones, ni en la emoción, ni en la percepción. Si esto no està,
el niño queda invadido de incomprensión frente al mundo. (Navarrete y Muñoz, 2008)
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III. MATERIAL CLÍNICO:


Tres niños que juegan con La Caja de Arena, a la luz
del marco teórico

En este capítulo encontraremos el análisis de los casos de Samuel, Yamile y Josué, a la


luz del marco teórico.

A. El primer encuentro con la caja de arena: Samuel


Cuando empecé a trabajar con Samuel, él tenía 5 años. Era hijo único, de una pareja
joven y a los pocos días de comenzar las sesiones su madre quedó embarazada.

Samuel era un niño bajito, gordito, con piel muy blanca; siempre llegaba a las sesiones
con su vestimenta y peinado impecables. Generaba una sensación de ternura, y se veía muy
concentrado en su trabajo con la arena; aunque, al principio, únicamente estableció contacto
con la caja de arena y las figuritas, poco a poco fue estableciendo un vínculo conmigo,
como terapeuta.

La iniciativa de llevar al niño al trabajo expresivo con arena fue de la madre, quien
estaba preocupada, porque veía en Samuel un niño muy inquieto y con una atención
dispersa. Al respecto, dijo: “No entiende, no pone cuidado, no escribe, cuando juega lo
único que hace es hacer daños… es insoportable”. También manifestó que trataba de
imponerle la autoridad a través del control, el castigo físico, los regaños y los gritos
constantes, porque ella perdía el control fácilmente, ante el desacato a las normas por su
parte. Además, otra preocupación de la madre era que había visto muy triste al pequeño en
los últimos meses; le había manifestado que se quería morir y, en una ocasión en que iba a
cruzar la calle con él, se lanzó, sin mirar si iban a pasar carros. Esto había sucedido después
de que ella ya le había enseñado a pasar las calles, y lo interpretó como un deseo de muerte.
Otro día, también, en la casa, cogió un cuchillo para enterrárselo en las piernas.
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La familia de Samuel se configuró cuando la madre tenía 15 años y el padre 18, debido
a su llegada inesperada. No bien el abuelo materno se enteró de su embarazo, la expulsó de
la casa y ella, por un tiempo, se fue a vivir a donde familiar con su pareja, pero, al poco
tiempo, él consiguió trabajo y se independizaron, aunque en unas condiciones muy
precarias. Aún en embarazo, ella continuó su bachillerato gracias a la ayuda de su madre y
sus hermanos.

La familia de origen materna está conformada por los padres, dos hermanos y ella, que
es la hija mayor. La abuela materna, desde que el niño nació, ha tenido una estrecha
relación con él, lo ha cuidado mientras la madre trabaja y estudia y, a veces, es la
mediadora entre ambos. El abuelo materno es descrito por su hija como un hombre rígido y
radical, quien, aunque inicialmente no estuvo de acuerdo con ayudarle a su hija con el
embarazo, después de nacer el niño les ha ayudado económicamente con los gastos
familiares. El hermano del medio es quien, en ocasiones, recoge al niño del colegio y lo
cuida mientras llega la abuela o la madre; sufre de una enfermedad en la sangre llamada
“hemofilia” que lo afecta emocionalmente y, por lo tanto, manifiesta constantemente que se
quiere morir debido a todas las complicaciones que ha tenido con la enfermedad. El
hermano menor pertenece a una tribu urbana de ‘Emos’, tiene algunos rasgos depresivos,
ha consultado algunas veces con un psiquiatra y su relación con Samuel no es muy buena,
debido a que considera que el niño le robó el amor de su hermana.

La paterna está conformada por el padre, una hermana cinco años menor y él, quien es
el hermano mayor. La madre falleció.

En la actualidad, la mamá de Samuel trabaja como docente en un jardín infantil y el


padre como camarero en un hotel. Los trabajos de este son discontinuos y, por algunos
periodos, a veces largos, es a la madre a quien le ha tocado solventar las necesidades
básicas de la familia. La pareja ha tenido algunos conflictos, debido a la infidelidad del
esposo, a las comparaciones que realiza con respecto a otras mujeres, en las que la esposa
queda en condición desventajosa, y a la desautorización en cuanto a la crianza del hijo. En
ocasiones, como consecuencia de estos conflictos, se han sucedido separaciones cortas que
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han tenido implicaciones en el estado emocional de la madre, quien tiene sentimientos de


tristeza, que esconde por temor a los que puedan pensar las personas que los rodean.
Cuando estas acontecen, la madre también percibe a Samuel triste y más disperso en el
colegio; además, todos los días le pregunta por el padre.

1. Varios personajes y acciones entran en escena en la Caja


En la primera sesión, Samuel entró al salón dando pasos cortos y mirando fijamente el
piso; luego, contempló detenidamente las figuras en miniatura que había dispuestas en la
mesa de muñecos, y caminó hacia ellas, tomando algunas figuritas y volviéndolas a poner
en su lugar, como si se tratara de un reconocimiento del territorio. Después, se quedó
mirando lo que los otros dos niños que había en el salón hacían, y volvió a focalizar su
atención en los objetos. En ese momento, pensé que, quizás, no había comprendido muy
bien las instrucciones que se le habían dado. Permanecía muy silencioso, y su mirada no
establecía contacto conmigo.

Después de realizar un recorrido en círculo por la mesa de muñecos, tomó un Power


Ranger y lo puso en la parte izquierda de la caja de arena y, a su lado derecho e izquierdo,
puso aviones pequeños. Luego, hizo una cerca con palitos de paleta y allí metió algunos
animales domésticos: una cabra, una oveja, un buey, un burro, una vaca y dos perros. En
seguida, en la parte superior de la caja, puso un castillo y, afuera de este, a una mujer, tres
carros de policía, y un constructor. Además, al lado del castillo, hizo un camino con bolitas
de cristal. Samuel se ubicó en el lado izquierdo de la caja, desde allí iba armando su mundo
en la caja de arena y, si por algún motivo, necesitaba organizar algo más hacia el lado
donde yo estaba, lo hacía dándome la espalda. En ese momento, sentía que necesitaba
tomar distancia de mi presencia, que quería dejarme por fuera de su campo visual.

Un momento después, retornó a la mesa de muñecos y allí cogió un pez grande y otro
pequeño, y enterró a ambos, juntos, en la arena. También tomó una pala y se la puso al
constructor; metió un barco debajo del castillo y sacó a la vaca, al buey y al burro de la
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cerca y, en su lugar, metió una cebra y un tigre. También, puso a otro por fuera de la cerca,
junto con un panadero, una araña, un gato y un hombre montando a caballo.

De repente, le quitó la pala al constructor y, con ella, empezó a mover la arena. Se


quedó un momento quieto, me miró de reojo y regresó a la mesa de muñecos; de allí, tomó:
dos iglesias, un rey mago, cuatro sombrillas, un rastrillo, un soldado, y tres palmeras. Puso
las dos iglesias cerca, en la caja, y al rey mago al lado, y alrededor, las palmeras y los
cuatro carros de policía que antes estaban al lado del castillo. Puso las tres sombrillas
alrededor del castillo, una de ellas cubriendo un carro.

Cogió nuevamente la pala y, con esta, empezó a echarle arena al castillo, por encima.
Luego, abrió las sombrillas y puso un tren encima del camino que había hecho con bolitas
de cristal. En ese momento, me di cuenta de que había realizado todos los movimientos en
total silencio.

Antes de terminar esta primera sesión, revisó que cada una de las sombrillas estuvieran
bien clavadas en la arena, sacó arena con la pala y la puso sobre el castillo, desenterró al
pez grande y lo volvió a enterrar más profundo.

En esta primera ocasión, Samuel no realizo contacto directo con la arena ni conmigo,
su relación con aquella estuvo mediada por la pala o el rastrillo, y conmigo, por los gestos.
Cuando le pregunté si quería decirme algo sobre lo que había hecho, me dijo que no con su
cabeza, sin pronunciar palabra. Cuando su madre fue a recogerlo, la abrazó y se puso a
llorar.

Eva Pattis, analista Junguiana y especialista en el trabajo expresivo con arena alrededor
del mundo, realizó algunos comentarios sobre las cuatro primeras sesiones.

Me dijo que, al niño empezar por el Power Ranger, podía representar, tanto su deseo
de ser tan potente como la expresión de su sentimiento de impotencia; los aviones al lado
derecho e izquierdo eran la confirmación de que se trataba de una fantasía. Los animales
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domésticos, en la parte inferior de la caja, representaban una parte instintiva de la


personalidad del niño y, meterlos dentro de una cerca era una tentativa de controlarlos,
pero, por eso mismo, finalmente, le fue difícil sacar a algunos de ellos. El constructor es
una figura guía de todo el proceso. Cuando llena de objetos la caja, es como si hiciera
frente a una depresión, no puede dejar espacios vacíos. Otra acción importante es la arena
que cae sobre el castillo. ¿Sería un ataque? Tal vez de los adultos. Pero, paralelamente, hay
también más protección: las sombrillas.

Figura 1

2. El constructor es el responsable de todo lo que sucede en la caja


En la segunda sesión, cuando llegó al salón, inicialmente se quedó mirando los objetos
en miniatura, luego tomó el castillo y, al frente de la puerta de este, puso un puente.
Enseguida, volvió a la mesa de muñecos y cogió: cuatro Power Ranger, algunos ladrillos,
palas, aviones, una casa, otro castillo, carros, cuatro sombrillas, tapas, y un barco. Como no
le cabían en las manos, entonces utilizó su camiseta para cargar todo hasta la caja, allí los
tiró, y luego, empezó a ubicarlos. Puso dos Power Ranger al finalizar el puente, y los otros
51

dos y a una mujer parados, con la espalda sobre el borde derecho. Al castillo pequeño lo
puso al lado derecho del grande; las cuatro sombrillas, a cada lado del castillo. Luego, quitó
el castillo grande y, con una pala y un tractor, empezó a aplanar la arena; después, puso el
castillo nuevamente. Al final, clavó las tapas en la parte derecha, donde también puso al
constructor.

Samuel caminaba muy despacio, me miraba un poco más que en la sesión anterior, y
yo observaba cómo la mayor parte del tiempo se dedicaba a construir su mundo cuidadosa
y silenciosamente; además, veía cómo, poco a poco, perdía el miedo a la cercanía conmigo;
al menos podía trabajar desde el centro de la caja, aunque dándome la espalda.

Tomó catorce palos largos y los clavó en la arena, quedando de manera horizontal.
Luego, empezó a hacer un camino con un carro; después, tomó la pala y sacaba arena del
camino, que después aplanaba; al momento, soltó la pala y continuó abriendo el camino con
sus manos.

Por último, metió otros elementos en la caja: algunos botones en la parte inferior, unos
aviones pequeños y unos robots, en la parte superior; dos carros de policía y una casa, en el
centro; una silla frente al castillo, y un hombre, que enterró en la parte izquierda. En ese
momento, me dijo: “Ya terminé”.

Le pregunté si quería decirme algo sobre lo que había hecho, y me dijo: “El camino
que hice es la carrilera del tren, estos palos son las luces que salen de la tierra, las tapas son
tesoros, el constructor es el que arma todo… y ya”. En esta sesión, hizo su ingreso la
palabra y, al mismo tiempo, el contacto conmigo.

Algunos comentarios de Eva Pattis:


El castillo puede representar un yo sólido, potencial de defensa, y el puente que
está afuera del castillo seria como abrir esa defensa hacia el exterior. Los
Power Ranger, en la esquina donde está la terapeuta, podrían representar que
se siente poco seguro frente a un adulto. El tema de esta sesión tiene que ver
52

con los caminos que se abren: abrir posibilidades de accionar en su vida,


progresar en su desarrollo; además, la acción de aplanar el lugar sobre el que
se encuentra el castillo, puede tener que ver con la necesidad de un lugar firme
para su sí mismo. Los catorce palos de luz y los tesoros nos hablan de un
potencial psíquico escondido, pero del cual surgen reflejos.

Figura 2

3. La arena puede tocarse y manipularse con las propias manos


En la tercera sesión, llegó al salón de juego con su mirada en el suelo, tomó el
constructor y lo puso de pie en la parte derecha de la caja. Después, cogió dos carros de
policía y, con ellos, empezó a hacer un camino por el centro.
Luego, hizo una cerca circular en el lado izquierdo de la caja de arena, y metió adentro
unos aviones pequeños. La cerca se abrió varias veces y él, cuidadosamente, la volvía a
cerrar; encima de esta, puso algunos palos de paleta, hasta que los aviones quedaron
tapados; con una palita, echaba arena sobre los palos, hasta que abrió un hueco en la caja;
53

cuando vio el hueco que había abierto la soltó y, con sus manos, empezó a tocar la arena,
moviéndola de un lado a otro: mientras la movía, me miraba. Parecía que se había
enfrentado a un gran daño que lo atemorizaba.

Hasta el momento, la pala me había parecido un pretexto de Samuel para poder tocar la
arena o, más bien, como una defensa frente a lo desconocida e insegura que esta podía ser;
pero, finalmente, la soltó y pudo establecer contacto con la arena, al tiempo que conmigo.

Empezó a mover la arena con mucha fuerza. Luego, puso el castillo en el lado
izquierdo, lo levantó, la aplanó, y lo volvió a poner en el mismo lugar; alrededor, puso
cuatro sombrillas abiertas.

Volvió a tomar la pala para mover la arena, pero, rápidamente, la soltó y empezó a
amasarla con sus manos: esta acción la hizo con mucha fuerza. De un lado a otro, también
la aplanaba ejerciendo mucha presión con la palma de sus manos, hasta que armó una
montaña en la parte inferior de la caja. Puso otro castillo pequeño en el lado derecho y, a su
lado, puso dos sombrillas cerradas. Luego, me dijo: “Ya”, y cuando le pregunté si quería
decirme algo sobre lo que había hecho, contestó:
El constructor fue el que hizo todo esto; donde está la arena aplanada, debajo
hay unos agujeros, que es de donde salen los aviones. La montaña es una
playa, y aquí (señalándome la cerca con los palos encima) es el parqueadero de
los aviones, y el castillo es la casa del constructor, el que hizo todo esto, menos
el castillo. El constructor utiliza carros y aviones. El carro blanco de la
ambulancia está aquí, por si le pasa algo a los aviones, al salir de los agujeros.

Cuando Samuel me relató la historia, me quedé pensando si esos agujeros de los que
hablaba tenían que ver con los bebés que salen del estómago de la madre, y si el constructor
representaba al padre. Cuando explicaba lo de la ambulancia que espera por si les pasa algo
a los aviones al salir de los agujeros, para mi tenía similitud con un nacimiento.
54

Para Eva Pattis, en la tercera sesión, el constructor representa la función auto


terapéutica. Se repiten temas y acciones: aplanar, círculos, pero se ve más confiado en la
fuerza de la arena, así observa que puede transformar la materia, moviéndola.

Figura 3

4. Se traen los elementos se aplana el terreno y se construye la


escena
En la cuarta sesión, llegó al salón, me miró y sonrió; se dirigió directamente a la mesa
de muñecos, tomó un carro, un tren y un gato con capa (como un superhéroe) los llevó a la
caja. Con el carro empezó a hacer un camino, luego lo soltó y empezó a quitar más arena
con la mano, a mayor profundidad.

Fue tirando varias figuras en la parte inferior de la caja, de manera desorganizada: tres
sombrillas, una casa, dos palmeras, cuatro robots, palitos de paletas, una pala, un vaquero,
un castillo pequeño, unos moldes y palitos de paleta.
55

Luego, con sus manos, movió con fuerza la arena y la aplanó, y después, tomó los
moldes de cartón, empezó a llenarlos con arena y a voltearlos; observaba con cuidado la
horma que salía, la dañaba y volvía a llenar el molde; hizo esto cinco veces, hasta que
empezó a dejar las hormas de montañitas que le salían bien, las que le quedaban un poco
feas las desarmaba y volvía a hacerlas. Finalmente, plasmó sobre la arena la horma de once
montañitas.

Cuando alguna horma de montañita salía imperfecta, antes de dañarla, me miraba como
si buscara algún tipo de aprobación o desaprobación en mi rostro.

Las mangas de la chaqueta que estaba usando eran largas, y le dificultaban el


movimiento de las manos; por lo tanto, se aproximó a mí y me dijo que le ayudara a
quitarse la chaqueta, lo que hice, y me pidió que se la guardara.

En la parte inferior de la caja hizo una cerca con palitos de paleta, y allí metió tres
robots y el vaquero; luego, en la parte superior, hizo otra, metió un tren y, encima, le puso
varios palitos de paleta tapándolo.

Volvió a meter sus manos en la arena, la amasó fuertemente, se las limpió, y le puso
una sombrilla al gato con capa. Luego, empezó a mover los robots que había metido dentro
de la cerca: algunos saltaban, otros volaban y uno daba vueltas en el aire. Pero, finalmente,
los metió a todos dentro del corral.

La historia que me relató sobre el mundo fue:


El camino que va por la mitad de las montañas es el camino correcto, el lugar
que tiene los palos es donde se reparan los aviones. Uno de los robots es el que
arregla las luces, otro es el que construye las montañitas y el otro solamente
vuela. El señor de la cuerda (vaquero) es el que cuida a los robots para que no
peleen. El grande (Power Ranger) es el que salva a todo el mundo y, además,
hace figuras en la arena.
56

Algunos comentarios de Eva Pattis:


Utiliza la arena creativamente, al hacer moldes; además, muestra tolerancia a
la frustración y concentración, cuando algún molde se daña, y lo vuelve a
hacer cuidadosamente. El robot que arregla las luces puede tener que ver con
la conciencia, capacidad cognitiva, ver cosas de manera clara, calor.

En el trabajo de Samuel se evidencia que puede utilizar la terapia muy bien, ya


que hay muchos elementos que lo muestran: termina con una cosa en una
sesión y, en la siguiente, empieza con la misma: en la primera termina con el
castillo y, en la siguiente, toma el castillo como primer objeto; la relación con
la terapeuta mejora en cada vez; cuando no logra un resultado, insiste (fuerza
del yo); la figura del constructor es como una función terapéutica interior, un
‘si-mismo’ sano; en los círculos, la energía se concentra y se focaliza, como si
buscara un orden adentro y afuera. También, busca diferenciar agresiones
externas (madre, padre) e internas (rabia, agresividad de él); abre caminos: se
abre su voluntad de progresión.

Pero, también, expresa algunas áreas problemáticas: el pez grande y el


pequeño son enterrados, puede ser que no confíe en la contención materna (pez
grande: adulto, pez pequeño: él). Enterrar varias veces un mismo elemento
puede significar que el problema no se puede enfrentar en ese instante, que
tiene que esperar. Además, un pez, en la escala evolutiva, está distante del Ser
humano. Tal vez, siente que la relación entre niño y adulto funciona muy
primitivamente (pez con sangre fría); pero, no muy bien, con calor de piel,
sentimientos y pensamientos humanos, humanamente.

La arena sobre el castillo podría ser pensada como un ataque contra un yo


sólido o una defensa. El castillo y las cuatro sombrillas (el cuatro es un numero
de completud, de la totalidad) pueden representar una capacidad de
defenderse, y también, de protección.
57

Además, Eva expresa, que Samuel puede utilizar los aviones y robots para
representar su fantasía creativa.

Figura 4

5. Construye continentes con contenidos especiales que hay que


proteger
En la quinta sesión entró al salón, me saludó y tomó una muñeca sin brazo. La trató de
parar en la arena, pero, como no pudo, entonces la puso recostada sobre el borde izquierdo
de la caja.

Luego, empezó a meter algunos objetos en la caja: dos sombrillas, un caballo, cuatro
moldes de cartón, dos casas, dos palas, cinco robots, cuatro soldados, un dinosaurio
pequeño, cuatro palos de paleta, siete palos largos, tres troncos de madera, un carro, un tren
58

y un barco. Los iba amontonando en la parte inferior; cuando terminó de meter los objetos,
empezó su distribución y organización.

Tomó el carro y empezó a moverlo en círculos por la arena, y quedó como una
carretera por la que, después, pasó un barco; en el centro del círculo, puso una sombrilla.
Luego, los robos en el lado izquierdo, y en el derecho los soldados. Después, tomó el tren y
abrió un camino de la parte superior a la inferior de la caja, soltó el tren y puso las dos
casas en la parte superior. Luego, juntó los cuatro moldes de cartón, y debajo del más
grande, metió el carro y empezó a aplanar la arena alrededor del castillo, con la pala.
Debajo de cada uno de los otros tres, metió un barco y, con la pala de nuevo, cerró la
entrada con arena, y también la echó encima a los moldes; luego, revisó que cada molde
tuviera un carro o barco adentro, y volvió a taparlo. Al lado de las casas, puso un caballo
grande, los palos largos y los de paleta, todos clavados horizontalmente, y los troncos de
madera, juntos.

La historia de Samuel sobre su trabajo fue: “El círculo es la carretera, la sombrilla es


para que no se moje la carretera. En los parqueaderos (moldes de cartón) se hacen robots y
también se reparan.” Luego, levantó los parqueaderos y me mostró que debajo de cada uno
había un medio de transporte. Finalmente, me señaló las casas y me dijo que esas eran las
de los robots y que, donde estaban los soldados, un batallón.
59

Figura 5

6. La iglesia requiere defensores y el tren hace daños


En la sexta sesión, entró sonriente, se dirigió a mí y me preguntó: ¿Ya puedo empezar?
Le conteste que sí, y rápidamente se fue hacia la mesa de muñecos y tomó un puente y una
iglesia. Primero, la puso sobre arena, y después, justo en su puerta, el puente; además, en
esa puerta, puso dos robots y, en la entrada del puente, otro.

Luego llevó a la caja tres trenes y, con uno de ellos, empezó a hacer un camino en
círculo en el centro de la caja; después, con sus manos sacaba cuidadosamente la arena que
se había quedado metida en el tren. En ese momento, yo observaba mucha paciencia y
persistencia en el trabajo que estaba realizando; cuando la arena se desmoronaba y le tapaba
el camino, Samuel tranquila y lentamente, la volvía a sacar.
60

Después, puso una casa en la parte superior y, alrededor se esta, puso una estufa con
una olla encima, que llenó de arena, y luego, le puso una tapa; además, una lavadora que
llenó por debajo de arena y una máquina registradora.

Retornó a la mesa de muñecos y cogió bolitas de cristal, que luego esparció por la caja
y, también, palitos de paleta, que puso sobre el camino circular. Después, tomó otro tren, y
con este, hizo otro camino circular, afuera del que ya había hecho, y encima le puso palos
más largos. En el centro de los círculos, puso una sombrilla. La imagen que produjo era
como de una carretera en construcción. Luego, metió a la caja dos Power Rangers y a una
mujer, y los dejo tirados en la parte inferior de la caja. La historia que me contó sobre el
dibujo sobre la arena fue: “Este camino es la carrilera del tren, el tren pasa por debajo. Está
lloviendo, es un lluvia de arena que hay sobre la carrilera. Esta es Colombia. La iglesia es la
casa de los robots. En la cocina hay arena, porque hay comida y, en las ollas, también. Las
sombrillas protegen de la arena”. Me llamó la atención que, durante toda la sesión, tuvo un
zapato mal puesto y me daba la sensación de que en cualquier momento se iba a caer.

Figura 6
61

7. El constructor construye robots y estos enfrentan peligros


Entró caminando muy pausadamente, se acercó a la mesa de muñecos y tomó cinco
robots, los puso al lado de la caja y metió sus manos a la arena. Primero la revolvió con
fuerza y posteriormente la empezó a aplanar. Puso los cuatro robots, y encima de cada uno
colocó una sombrilla. Luego, puso una cerca por todo el borde de la caja. Retornó a la mesa
de muñecos y allí buscó cuidadosamente al constructor y al gato con capa, y los puso en la
parte izquierda. En ese momento me dijo: “Otra vez me quedó mal”, se dirigió nuevamente
a la mesa y tomó botones, un puente, un carro y un tractor. En algunos botones, insertó el
palito de las sombrillas y me dijo: “Ya terminé”.

Le pregunté si quería decirme algo sobre lo que había hecho y me dijo: “Esta es una
fábrica de robots. El constructor es el que ha hecho todo, puso la cerca y trajo los robots,
que construyeron el carro. Las sombrillas son para que ellos no se mojen, porque como
están llenos de cables, se pueden dañar. Los botones son los cuartos, que tienen baños y
cocina, pero no pueden salir de ahí, porque si se mojan se dañan. El constructor da órdenes
a los señores que manejan el carro. El robot amarillo no tiene casa. En sus cuartos, uno
puede oprimir un botón y el robot se achiquita, se vuelve chiquito para dormir. (Tomó al
robot amarillo y lo acostó) Este está durmiendo ya.

Volvió a la mesa y tomó cuatro avioncitos, y me dijo, que los aviones eran por si los
robots querían volar, porque era la única manera que tenían para salir de la casa, ya que si
se iban caminando se mojaban y se dañaban. También me dijo que el gato era de
decoración y el puente era para que el robot pudiera salir de su casa.

Esta sesión, en particular, me dejó algunos interrogantes; ¿Para qué hacer otra cerca
rodeando la caja? ¿El niño necesitará más contención? Los robots necesitan sombrillas que
los protejan, como si tuviera que compensar de alguna manera la falta de protección que él
experimenta en su contexto familiar.
62

Figura 7

8. Es la escena de la guerra y la necesidad de protegerse


En esta sesión, los otros dos niños no asistieron, pero estuvieron presentes las
terapeutas. Samuel entró al salón, y se dio cuenta de que los otros dos niños no estaban. Yo
sentí que él se sintió demasiado observado. De la mesa de muñecos, tomó un robot blanco y
con él empezó a mover la arena. Hizo una montaña y, detrás de esta, puso a un robot, y al
otro lado un soldado. Después, hizo cinco montañas más y, detrás de ellas, puso a un robot
y un soldado. Y me dijo: “Ya, ya terminé”

Le pregunté: ¿Quieres decirme algo sobre lo que hiciste? Y me contestó: “Las


montañas son piedras, detrás de las que se esconden los soldados, los carros se esconden en
la carretera. Esto es una guerra, pero los carros se están protegiendo, y ya”.

En esta sesión sentí que, desde que el niño ingresó al salón, ya se quería ir; el ejercicio
grupal, en algunos momentos, puede ser contenedor, pero, debido a que los otros dos niños
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no fueron, percibí que él se sintió demasiado perseguido por la presencia de las otras dos
terapeutas. Cuando me dijo que era una guerra de la que se estaba protegiendo, yo pensé
que podía ser de todas las miradas, que necesitaba protegerse y lo hizo, yéndose.

Figura 8

9. Escena de vaciamiento y daño a los recipientes


Antes que el Samuel entrara a la sesión, su padre me dijo que la madre estaba
embarazada y que hacía ocho días le habían dado la noticia al niño.

Entró al salón y se dirigió rápidamente a la caja de arena. Empezó a mover la arena con
fuerza, hasta que abrió un hueco donde se veía el fondo, allí metió un puente y en la parte
superior puso una casa y un pozo, y otras dos casas alrededor. Luego, llevó hormas de
cartón que llenaba y vaciaba, cinco veces, de manera reiterativa. Luego, dañó las hormas
que había hecho, amasando la arena con fuerza. Después, fue por un hombre y una palmera,
cuatro carros, dos barcos, tres sombrillas, nueve soldados y tres vaqueros.

Enseguida, metió tres bolitas de cristal dentro de la casa y puso una por fuera. Luego,
hizo una carretera en forma de L invertida y, por allí, metió los medios de transporte.
Mientras, me decía que ya había terminado.
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Sus comentarios sobre lo que había hecho, fueron: “Esto es un pueblo, las casas son
para los que cuidan el pueblo, las sombrillas son para que no se moje la tierra. El pozo es
una fuente de agua, esto lo tienen los pueblos.”

En esta sesión otra niña inició el proceso con la caja de arena expresiva, porque uno de
los otros niños no pudo continuar; Samuel la miraba constantemente, y le daba la espalda,
yo sentía que estaba incómodo con su presencia, tal vez le reactualizaba los sentimientos de
intrusión del espacio que tenía, también, con la llegada de un nuevo hermano.

Figura 9

10. Se explora y ataca el recipiente mayor (no hay fotografía)


Ingresó al salón y se quedó mirando, por algunos minutos, las figuritas, tomó un molde
de cartón grande, lo llenó de arena y, luego lo volteó, se quedó mirando lo que había hecho,
pero se desmoronó por un lado, y Samuel dañó todo lo que había quedado. Puso el molde
de cartón a un lado.
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Luego, hizo un círculo con aviones muy pequeños, y también, llevó muchos carros a la
caja de arena, y con uno de ellos, empezó a abrir una carretera.

Después, empezó a mover la arena, con mucha fuerza, y un poco de esta se cayó al
suelo, él recogió un poco y me miraba continuamente mientras la recogía. La imagen que se
proyectaba en la caja era como de caos, estaba muy llena de medios de transporte, yo no
entendía muy bien si se trataba de un movimiento interno o más bien de voracidad, como si
él tomara todos los carros para que los otros niños no los cogieran.

En el círculo de los aviones, metió un barco y una nave. Por la carretera que hizo, puso
los carros en fila y un soldado. También puso un Power Ranger en la parte derecha y otro
en la izquierda de la caja.

Volvió a tomar la horma de cartón y la llenó con arena, la volteó, quedo la horma y
puso a cuatro robots en cada una de las puntas del castillo.

Los comentarios de Samuel fueron: “Los robots están hablando de quien ganó la
carrera. Los robots fueron los que hicieron todo esto. Los carros van para la carrera, y ya”

Cuando finalizó, se quedó mirando la arena, que había quedado esparcida en el suelo, y
luego me miraba a mí; en ese momento, yo sentía que estaba esperando que le dijera algo
por la arena que había regado, creo que esperaba un regaño, como los que usualmente
recibe de su madre.

11. Caminos para llegar a algún lado pero hay peligros


Entró al salón, cogió quince carros y ocho barcos. Los tiró sobre la caja de arena, y
luego empezó a mover la arena, muy suavemente, haciendo movimientos circulares con sus
dedos; después la aplanó, tomó un carro y, con él, desde la parte izquierda de la caja hasta
la parte superior derecha, hizo un camino, y allí puso en fila los carros, arriba de la carretera
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hizo otra y la llenó de barcos. Debajo del camino puso una fila de bolitas de cristal y
encima hizo otra fila. Parecían batallones, pienso hoy.

Desde que inició la sesión se estuvo chocando con las patas de la mesa, donde se
encontraba la caja de arena, y también con mis piernas, muy torpemente, como cuando un
niño está empezando a caminar.

Luego, llevó botones de colores y los esparció en la parte superior de la caja, y metió
dentro del hueco algunos botones, dos sombrillas, y las abrió.

Nuevamente, se tropezó con una de las patas de la mesa, por el gesto que hizo sé que
golpeó un poco duro, se sobó con su mano la pierna y me la mostró, yo le pregunté que si
estaba bien, él me sonrió y siguió jugando, aplanó los botones y me dijo que había
terminado.

Le dije que yo veía, nuevamente, muchos medios de transporte, que si quería decirme
algo sobre eso, y me dijo: “Esta es una carretera y esta otra, una es de tierra y otra es de
agua, las piedras a los lados son para que no se salgan los carros. Los botones son para que
se paren las sombrillas y las sombrillas para que no se mojen los carros.”

Figura 10
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12. El castillo contiene elementos valiosos que otros se los quieren


robar
Entró sonriente al salón de juego, fue a la mesa de muñecos y tomó bolitas de cristal, y
las puso en la parte izquierda de la caja, como armando un camino. Volvió a la mesa de
muñecos y se encontró con que la otra niña se había llevado todas las bolitas de cristal;
observó la caja vacía, me miró y me mostró la caja de las bolitas vacía; en ese momento,
sentí que su estado de ánimo cambió, empecé a sentirlo rabioso; mientras armaba la caja de
arena, fruncía su ceño.

Completó el camino que había iniciado con tapas, botones y avioncitos pequeños.
Luego, tomó once carros y los puso en fila, sobre la parte superior de la caja; uno de los
carros se le cayó al suelo y me miró muy asustado, nuevamente, como si temiera que yo lo
regañara.

En ese momento, la niña que se había llevado las bolitas de cristal habló en un tono de
voz alto, y Samuel se quedó mirándola fijamente; yo sentí que con ella había rivalidad,
mientras que con el otro niño no. Luego, hizo una carretera de la parte inferior de la caja a
la superior, y puso un castillo en el centro. En la cúpula del castillo, puso un vaquero a
caballo. Después, debajo de la carretera, puso una horma de cartón y levantó un poco la
arena, como de barrera, y detrás de esta puso tres dinosaurios, una jirafa, un chimpancé, un
castor, un rinoceronte, y un leopardo. En la puerta del castillo, puso una bolita de cristal, y
en el camino, un soldado.

Cuando le pregunté si quería decirme algo sobre lo que había hecho, me dijo: “Esta es
una venta de carros, los animales cuidan el camino para que no se roben los carros. En el
castillo tienen que pagar la entrada; todos ellos van a comprar camiones y carros. La piedra
en la puerta es para que sepan dónde está la entrada.”
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Figura 11

13. Hay que coger mucho antes de que lleguen los ladrones
invasores
Llegó corriendo al salón, tomó carros y bolitas de cristal, que casi no le cabían en sus
manos, e hizo con ellas una fila en la parte superior de la caja de arena. La niña, que estaba
al lado, se llevó el resto de bolitas de cristal, él se quedó mirándola y luego me miró a mí,
pero continuó armando su caja. Enseguida, clavó palos largos horizontalmente, en el centro
de la caja, y puso frente a frente, cinco carros en la parte derecha y seis carros y dos barcos
en la parte izquierda. Después, empezó a tocar la arena, amasándola fuertemente y, con
ella, hizo bolitas, que luego clavó en la punta de los palos horizontales; la bolita se
desmoronaba rápidamente y él volvía a intentar armarla y clavarla, hasta que no lo logró,
así que fue nuevamente a la mesa de muñecos y cogió doce avioncitos y cuatro robots. Los
avioncitos los puso en círculo en la parte superior y a tres de los robots los enterró y el otro
quedó por fuera.
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Ya hacia el final, me miró y me dijo: “Ya terminé. Hoy hay dos parqueaderos, las
bolitas son los precios para vender los aviones, los robots son los que arreglan los carros y
los palitos son el techo. Las otras bolitas que hay por ahí son por si hay más carros y
necesitan más precios. Los robots que están debajo de la tierra, lo que están haciendo es
entrar al parqueadero, porque no los dejaron entrar por la puerta.”

Figura 12

14. Un tesoro corona la montaña, donde esconde y protege sus


herramientas
Entró al salón con las manos en los bolsillos; luego, de uno de ellos sacó un cubo
verde, que cuando le presionaba un botón se iluminaba, lo puso sobre la caja y me sonrió.

Metió sus manos hasta el fondo de la caja y empezó un movimiento muy intenso con la
arena; de un lado a otro, amasaba y metía los brazos hasta los codos, hasta que abrió un
hueco en el centro de la caja y allí metió algunos elementos de construcción: una pala,
tornillos y un azadón. Los tapó con arena y empezó a hacer una montaña, y cuando ya
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estaba alta, en su cima puso el cubo iluminado. Fue a la mesa de muñecos por seis carros
más y los puso en la parte superior, donde el abrió una carretera y los metió a todos en fila.
Luego, sobre la montaña, puso tres sombrillas y me dijo que ya había terminado.

Le pregunté si quería decirme algo sobre lo que había hecho, y me dijo: “Las
herramientas que hay debajo de la montaña son para arreglar los carros, los carros se
arreglan debajo de la montaña, es que los carros salen por este hueco (hizo un hueco con su
mano) y empieza la carrera. Este cubo no es de aquí, este es mío y sirve para que ilumine
por la noche. Las sombrillas son para que protejan a las personas cuando está lloviendo,
como ahora, que yo le estaba echando arena y era porque estaba lloviendo.” Cuando
terminó de contarme lo que había hecho, sacó el cubo de la arena y lo volvió a meter en su
bolsillo.

Figura 13
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15. Efectivamente hay ladrones que vienen a quitar lo que uno


quiere
Entró al salón y se aproximó rápidamente a la caja de arena; yo le dije que era nuestra
última sesión y él, con su cabeza, me dijo que sí y se fue para la mesa de muñecos; de allí
cogió tres moldes de cartón grandes y los puso en la parte superior de la caja, y luego puso
un puente.

Enseguida, hizo una cerca, desde el puente hasta el borde de la caja, y allí metió nueve
carros y empezó a mover, nuevamente, la arena de un lado a otro, acción que hizo de
manera lenta. Con la arena, primero cubrió su mano izquierda y luego la derecha. Luego
clavó horizontalmente nueve palos largos sobre la caja. Debajo de uno de los moldes, metió
carros, en otro, aviones y en otro, trenes. Dejó un carro por fuera, y encima le puso un
pedazo de tela. Después, me dijo que había terminado.

Sus comentarios sobre la última sesión fueron: “Estas son unas estaciones (señalaba los
moldes de cartón), hay una de aviones, otra de trenes y otra de carros. Los carros que hay
aquí adentro (señalaba la cerca) son los que están construyendo un bus y una carretera. El
carro que trató de pasar por encima de la cerca se estrelló (el que estaba tapado con la tela).
Esto es un puente, por donde pasan los carros. La tela es la carpa para tapar los carros de la
lluvia. Yo quería ponerles algo encima a los demás carros, pero es que ella (señalándome la
niña) se llevó casi todo.” Me llamó la atención que, en la última sesión, dejó de utilizar las
sombrillas, en cambio utilizó una tela, que le sirve más como protección.

Al terminar de armar lo que sucedió en las sesiones con Samuel, me di cuenta de que,
en realidad, lo que está dominando su mente es la llegada del hermanito, ese ladrón-niña
nueva que viene a robarle todo lo que él tiene y quiere para sí-. Tiene que utilizar mucho
tiempo en buscar estrategias, para que no le roben sus tesoros, y siempre está el peligro de
que, al entrar donde están los tesoros, uno mismo pueda dañarlos e, inclusive, dañar el
recipiente mamá que los contiene.
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Figura 14

16. Análisis general del caso: Samuel y la curiosidad infantil


En el momento en que empezamos el trabajo con La caja de arena, Samuel era mi
primer paciente con quien usaba esta técnica, y en ese momento, yo estaba en un proceso de
formación en el uso de este instrumento. Él era hijo único, pero ya venía en camino una
hermana, de la cual no se tenía noticia, al menos de manera consciente. La madre fue quien
lo llevó al proceso, porque había notado algunos cambios en el niño: lo notaba ansioso,
disperso en el colegio, triste, lo que, en palabras de ella, lo hacía un niño difícil de tolerar o
“insoportable”. La relación de los padres era conflictiva. Estaba cargada de infidelidades,
separaciones cortas y desvalorizaciones mutuas. En este contexto, iniciamos el trabajo
expresivo con arena.

A través de Samuel, establecí el primer contacto con el Juego en la caja de arena. La


modalidad que se utilizó fue diferente de la que se llevó a cabo con los otros dos niños,
pues se abordó desde el trabajo expresivo con arena, que tiene como características
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fundamentales, que es en grupo, se comparten las figuritas en miniatura, y varios niños


están en el mismo espacio, aunque cada uno tiene su propia caja y su propia terapeuta; el
trabajo se realiza totalmente en silencio, a no ser que el niño tenga cualquier inquietud o
quiera contar algo sobre lo que hizo, al final de la sesión. Las otras dos terapeutas eran
analistas junguianas. Así las cosas, este caso se abordó, inicialmente, desde un marco
conceptual junguiano, pero luego, en la Supervisión, comprendimos otros aspectos del
material, no explorados mientras estaba con el niño, que provenían del marco conceptual de
Freud y Klein.

Cuando Samuel llegó por primera vez, los otros dos niños ya habían tenido una
primera sesión; eso lo hizo sentir como un extraño que llega a un lugar desconocido y se
encuentra rodeado de personas desconocidas, lo que se notó en su introversión inicial y en
las barreras que me ponía con su cuerpo, y la distancia que necesitaba para realizar su
trabajo, comportamiento que no se daba solo conmigo, sino con la arena, con la cual
establecía un contacto, a través de una pequeña palita. Pero, esto fue cambiando a medida
que avanzábamos, y Samuel pudo realizar un contacto conmigo, a través de la palabra, y
también, pudo relacionarse con la arena, sin necesidad de intermediarios. A partir de la
segunda sesión, ingresó la palabra y, con ella, la manifestación de sus fantasías. Todo su
trabajo con arena lo realizó en un ambiente de calma, paciencia y persistencia.

La llegada de una nueva niña al grupo despertó toda su rabia y rivalidad; para ese
entonces, ya los padre le habían confirmado que a la casa llegaría una hermana. Desde que
la niña entró al salón, Samuel se quedó mirándola, molesto, y cuando ella empezó a tomar
algunos elementos que él utilizaba usualmente, expresaba el malestar con su rostro, y me
señalaba cómo ella se había llevado lo que era de él. Con ella, se ponía de manifiesto todo
el drama que se gestaba en su mente, sobre la llegada de la nueva hermana, que daña todo y
le quita el amor de los padres.

Algunos de los elementos que Samuel puso sobre la arena de manera reiterativa fueron:
74

1. Un constructor
Este era el personaje que hacía todo: construía las carreteras, los rieles de los trenes y
las cercas; era el dueño del castillo y de los medios de transporte: carros, aviones y trenes; y
además, era quien mandaba y daba órdenes. Con la Supervisora pensamos que el
constructor podía representar al padre externo, ese ser que lo separa de la madre, porque es
él quien se queda con ella, que lo contiene, a veces, a él y a la madre, que sirve de sostén,
pero que también los abandona y se aleja; el que ayuda a hacer los bebés, pero, además,
pone límites y normas en la casa. Así, Samuel representa también todo su drama edípico.

2. El castillo, las casas, los parqueaderos


Eran espacios dentro de los que había medios de transporte. Durante la Supervisión
pensamos en el interior de la madre, como el lugar donde se construyen y habitan los bebés,
y llegan intrusos hombres a ocupar el espacio.

3. Las sombrillas
Estos objetos tenían la función de proteger al castillo, las casas, la carrilera, los robots
llenos de cables, la carretera, la tierra y a personas, de la lluvia en forma de arena. La
Supervisora y yo pensamos que podía tener que ver con la necesidad de proteger de sus
ataques furiosos a la madre, por el nuevo bebé que llegaría y por los otros que aún
permanecían allí adentro y podrían también venir.

4. Medios de trasporte: carros, aviones y barcos


Estos eran los encargados de abrir los caminos, apostaban carreras, se metían por
debajo de las montañas. Intrusos exploradores que lo representaban a él tratando de entrar
dentro de la madre, para descubrir a los bebés e intrusos en su interior

Pensamos que los medios de transporte podían representar también a los bebés que están
por nacer, que deben abrir un camino para poder salir del cuerpo de la madre y que, tal vez,
75

los robots lo representaban a él, que ya estaba afuera, jugando y saltando, que ya había
atravesado el camino. Pero, posiblemente, su inquietud ahora era descubrir cómo lo había
hecho, cómo se entra y se sale de ese espacio interior de la madre, que crece sin cesar.

5. Robots
Estos eran personajes que jugaban y saltaban, arreglaban los carros. Personajes que lo
representaban en su estado robot, cuando obedecía y disimulaba sus intensos sentimientos
de curiosidad y rabia.

6. Discusión
Las historias que el niño hizo tenían un tema central: caminos que se abrían, cosas
como luces, tesoros, aviones y trenes que brotaban de la tierra, salían de agujeros o pasaban
por debajo de la montaña. También, había parqueaderos, que eran la fábrica de los robots,
allí se hacían y se reparaban, además, en caso de que se dañaran. Igual, había ambulancias,
que estaban presentes por si algo salía mal, cuando estuvieran saliendo los aviones de los
agujeros.

Pensamos, en la Supervisión, que todo esto tenía que ver con la curiosidad infantil, que
el embarazo de la madre le generaba. Samuel, seguramente, se llenó de preguntas: ¿Cómo
llegan los bebés al interior de mamá? ¿Por dónde nacen? ¿Cómo salen de la barriga de
mamá? ¿Cómo hacer para que no se dañen al salir? ¿Cómo protegerlos de posibles ataques?
Igualmente, construyó, en las distintas sesiones, hipótesis e imágenes que parecían
responder algunas de las preguntas. Finalmente, La caja de arena se había convertido en su
campo de investigación sobre la gestación y el nacimiento de bebés en el interior de la
madre.

Con Meltzer, en Desarrollo Kleiniano: la sed de conocimiento; su papel en el


desarrollo, pudimos comprender cómo, para Klein, el instinto epistemofílico ocurre en una
edad muy temprana en el niño, y está relacionado con la concepción del interior del cuerpo
materno, que luego se extenderá a la curiosidad por su propio cuerpo y tendrá un lugar
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fundamental en la formación del mundo interno del niño. En Samuel encontramos, a través
de su juego con La caja de arena, la sed de conocimiento de la que nos habla el autor;
sesión tras sesión, realiza una inspección, a través de la arena, del interior del cuerpo de la
madre, donde a través de su fantasía se encuentra con bebés, con el pene del padre dentro
de la madre y surgen también todos sus impulsos destructivos, al encontrar los intrusos que
le quitan su antiguo reino vital. Pero, Meltzer, también, nos muestra cómo la curiosidad
puede ser movilizada por dos motivaciones: una con característica básicamente intrusiva,
que busca meterse dentro de la madre para robar, ensuciar o morder; y otra que tendría que
ver con introducirse dentro del cuerpo de la madre, pero para corroborar que todo esté bien.
Hay una tercera forma, la curiosidad no intrusiva, que simplemente genera preguntas, y
lleva a imaginar hipótesis, sin tener que entrar en el interior misterioso de la mamá.

En el caso de Samuel, las ansiedades que dominan su mente están relacionadas con la
llegada de esa hermana-ladrona, que le va a quitar todo lo que tiene y es valioso para él, por
lo tanto, tiene que usar defensas de tipo persecutorio, para que ese objeto persecutorio-bebé
no se lleve todo; pero, además, está el riesgo de que, al entrar él al interior de la madre, los
pueda dañar, o peor aún, pueda dañar al recipiente madre donde se encuentran los bebés.
Nos muestra toda la curiosidad intrusiva. La caja de arena es el interior del cuerpo materno,
al cual llega por múltiples caminos, abriendo orificios por doquier, introduciendo
elementos, pero también, atacando los existentes, sacándolos a la fuerza, o eliminándolos,
otras veces. Nos mostró, en detalle, todas las acciones que se pueden hacer para entrar al
interior de la madre, a explorar, rabiosamente, y destruir a los invasores extraños que la
ocupan y lo sacan de ese castillo maravilloso en el que él supone que habitó.

B. Josué: un niño indescifrable


Josué, era un niño de cuatro años; su aspecto físico era algo descuidado, su pelo
enmarañado, su caminar inestable, aunque muy rápido. Uno tenía la sensación, todo el
tiempo, de que se iba a caer, y a lo largo de las sesiones estuvo resfriado. Tenía una
hermana menor, de dos años, y vivía con ambos padres. Mi primera impresión, cuando el
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niño ingresó al salón del Juego, es que no percibía mi presencia, que yo le era invisible, que
no había nada que nos pudiera conectar: ni la mirada, ni las palabras, ni siquiera la caja, que
también, inicialmente, fue imperceptible para él. En la primera sesión, Josué se dirigió
directamente hacia los muñecos en miniatura y su contacto con éstos fue torpe -se le caían
de las manos, se chocaba con la mesa-; toda la sesión estuvo teñida de una sensación de
desorden y caos, de estar metida en un espacio, donde lo que había era desorientación, del
niño y mía.

Sus padres lo concibieron cuando aún eran adolescentes -la madre tenía 16 años y el
padre 17-, y fue el resultado de un accidente inesperado. Cuando se enteraron del
embarazo, ella estaba terminando el bachillerato y trabajaba como secretaria, y el padre
estaba prestando el servicio militar. Durante los primeros meses de embarazo ella se
encontraba en un estado de ánimo ansioso, porque no sabía cómo contarles a sus padres su
situación de embarazo y se encontraba lejos de su pareja; cuando, finalmente, les pudo
contar, ellos la apoyaron y disminuyeron sus niveles de ansiedad. El parto sucedió de
manera natural, no hubo complicaciones y el niño nació saludable. Durante el puerperio, la
madre permaneció al cuidado de la abuela. A los tres meses de la licencia de maternidad,
ingresó nuevamente a trabajar durante el día, por lo cual Josué quedó al cuidado de la
abuela; la lactancia se extendió hasta el año, cuando ella quedó nuevamente embarazada y
fue entonces cuando se dio, abruptamente, el destete de Josué. Durante el segundo
embarazo, ella se distanció un poco del niño, debido a fuertes y frecuentes sentimientos de
tristeza, que se originaron por la sorpresa de la llegada de un nuevo bebé no planeado. Fue
solamente cuando regresó el padre que se restableció, en ella, un estado de ánimo más
tranquilo y se mejoró la relación con el pequeño.

Sus primeros años de vida, transcurrieron en compañía de la abuela y, en algunos


momentos, estuvo al cuidado de los padres, La relación con el padre, desde el comienzo,
fue muy cercana: en este momento disfruta jugar con su hijo a la lucha libre, revolcarse y
hacerse cosquillas. Cuando la madre tuvo a la hermana, él se mostró rabioso y celoso con
ella, no quería que la cargaran y en la familia optaron por no dejarla sola en su compañía.
Pero, además, cambiaron repentinamente sus rutinas, ya que lo ingresaron al jardín, lo
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sacaron de la cama de los padres y la madre fue hospitalizada, por algunos días, debido a
una infección, consecuencia del parto, que la dejó delicada de salud durante dos meses más.

Cuando la hermana estaba un poco más grande, nuevamente le permitieron a Josué


volver a compartir la cama con los padres y la hermana, ya que, manifiestan, comparten
poco tiempo con los hijos y es en la noche cuando se da la única oportunidad para estar
cerca de ellos.

Cuando el niño ingresó al jardín, las profesoras no lo podían dejar solo, porque mordía
a otros niños, o le gustaba permanecer cogido de la mano de la profesora, por quien
expresaba sentimientos cariñosos.

La profesora del último año fue quien lo remitió al trabajo con La caja de arena, porque
veía en él una excesiva y desmesurada agresividad hacia otros niños y, también, por
considerar que demandaba mucho cuidado y no reconocía el peligro de algunos
comportamientos suyos y el daño que le podían provocar. Por ejemplo, si se le dejaban
unas tijeras para una actividad escolar, sin ninguna precaución, podía intentar cortar su
propia lengua o sus dedos; y si se le daba papel, quería comérselo. Según la profesora, su
motivación principal para ir al colegio era la posibilidad de pelear; para ella, su lenguaje no
tenía como objetivo la comunicación, y consideraba que no había adquisición de nuevos
conocimientos, que no había aprendizaje. Se mostraba perpleja y, a veces, desorientada,
frente a estas conductas, lo cual la llevaba a tomar medidas correctivas, como el
aislamiento, o enviarlo para el salón de los más pequeños. Su preocupación radicaba en que
el próximo año debía ingresar al colegio y no estaba preparado para enfrentar este reto.

Los padres, por su parte, no veían con preocupación la agresividad de Josué con los
otros chicos, ni la falta de límites con su propio cuerpo. Antes bien, interpretaban su
comportamiento como el producto de su liderazgo, creatividad y capacidades cognitivas,
por encima del promedio. Lo que sí les preocupa era algo que definían como “ira”, que se
expresaba en pataletas, de las cuales era difícil sacarlo.
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1. La destructividad, una imposibilidad


En la primera sesión, Josué entró al salón caminando muy rápido, no me miró, y
cuando lo saludé, no me contestó. En el salón se encontraba La Caja de arena; en otra mesa
las figuras en miniatura y en otra, las hojas de papel, colores, lápices, y crayolas. Cuando
entró, cobijó con su mirada todos los elementos que había en el lugar, pero no estableció
ningún tipo de contacto visual conmigo, ni con La Caja. Se acercó a la mesa de juguetes y,
en un tono de voz muy bajo, empezó a nombrar algunas figuras “Este es un tiburón, un
helicóptero, un carro, una moto”; los miró y nombró pero no los tocó. Cuando, finalmente,
se decidió a coger algún elemento, tomó dos serpientes y empezó una pelea entre ellas, que
duró unos pocos segundos; luego, tomó un avión que sobrevoló los muñecos, y fue
entonces cuando intenté hacerle una pregunta sobre esta actividad pero no me respondió.
Más tarde, comprendí que yo era invisible para él y que cualquier tipo de intervención mía
no sería tenida en cuenta, por el momento, ni ayudaría en su proceso. Decidí, entonces,
quedarme en silencio, evitando cualquier iniciativa de entablar un diálogo con él.

Enseguida tomó figuras de bebés y cunas, de animales, como el grillo y el tiburón,


dinosaurios, caballos, y objetos como carros, motos, barcos, teteros, casas y, después, las
soltó, quedando todos tirados en la mesa. Esto me produjo desconcierto, pues, al parecer,
no había ningún propósito en algunas de sus acciones, y aunque a veces pronunciaba
algunas frases, eran incomprensibles; su intención, claramente, no era comunícame nada,
sino, más bien, una acción impulsiva, de momento. Poco tiempo después, realizó muchas
acciones diferentes: mató un dinosaurio con un arma, juntó bebés, movió un barco, pero no
parecía haber una conexión o secuencia de sentido, eran acciones que parecían accidentales
o erráticas. Por lo menos, así me parecían a mí.

Después de la mitad de la sesión, se percató de la presencia de la caja de arena, se


quedó mirándola durante un momento, tomó una hormiga, la puso a caminar por la arena y
la sacó rápidamente, como si, de repente, hubiera surgido algún peligro en su mente, que yo
no podía adivinar.
80

Enseguida, empezó a tomar, indiscriminadamente, diversos elementos que estaban


sobre la mesa, y trenzó una pelea de todos contra todos: los dinosaurios entre sí, el elefante
contra el dinosaurio, el cocodrilo contra el tiburón, la abeja se enfrentó al dinosaurio, la
ballena al barco, el jaguar al león, los robots al pulpo. Las peleas se llevaban a cabo en el
aire y en la tierra. Los hombres disparaban con armas, movían carros, motos, aviones, todo
de manera desorganizada y caótica. Al mirar, la mesa de muñecos parecía un campo de
batalla, donde todo había perecido, y la vida ya no habitaba.

En la sesión me resultaba difícil concentrarme, me sentía muy cansada, tal vez por el
intento de comprensión de su agitación sin propósito. Me quedé pensando sobre el estado
de su mente, porque únicamente había acción-reacción, una cantidad de actividades
desconectadas, elementos sin vínculo, lo invisible de mi presencia y su posición de ataque y
destructividad en el mundo y contra el mundo.

Figura 15
81

2. La temida y peligrosa arena


En la siguiente sesión, Josué entró sonriente al salón de juego y, nuevamente, comenzó
a nominar, en voz alta, algunos animales: ‘dinosaurio’, ‘elefante’, ‘carro’. Después de
tocarlos, los dejó tirados y empezó una pelea entre dinosaurios; después de algunos
minutos, puso el caballo, la cebra, el cerdo, el camello, el león y el dinosaurio sobre la
mesa, en ese mismo tipo de acción sin propósito específico aparente de la primera sesión.

De un momento a otro, detuvo sus acciones y metió un dedo en la arena. A partir de


este momento empezó a meter animales salvajes a la caja de arena. Introdujo los
dinosaurios, el elefante, la cebra, el león; uno por uno, los ponía a caminar, teniendo
especial cuidado de no soltarlos de su mano y de no dejarlos dentro de la caja, ni dentro de
la arena. Una vez los sacaba de la arena, empleaba mucho tiempo en quitársela a cada uno
de los animales, la que había quedado adherida a sus patas y a sus cuerpos. Enseguida,
cogió los medios de transporte: carros, aviones, barcos, e hizo un círculo en el centro de la
caja, de la misma manera en que lo hizo con los animales y, al sacarlos, se cercioró,
también, de que no quedara arena en sus llantas. Esta podría entenderse, entonces, como
algo peligroso para Josué, un material que debía quitar de sus manos y de los muñecos. En
esta sesión no hubo ningún tipo de contacto verbal conmigo.

Durante la Supervisión, reflexionamos sobre cómo la acción de meter su dedo en la


arena había sido utilizada, tal vez, para medir su profundidad y establecer su peligrosidad.
La acción de quitársela de las manos y retirarla de la superficie de los muñecos, podría
tener que ver con un intento suyo de entender diferenciaciones primarias entre superficie y
profundidad, entre lo que se pega y lo que no, a las cosas y a las manos.
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Figura 16

3. Discriminación entre arriba y abajo


Cuando llegó al cuarto de juego, se dirigió directamente a la caja, tomó un avión, lo
sumergió en la arena, hizo un pequeño círculo y lo sacó. ¿Qué era ese círculo? ¿Sería la
repetición del círculo que se hace en el agua cuando se sumerge un objeto? ¿O se trataba de
diferenciar el espacio donde había quedado enterrado el objeto? En esta sesión, ya
estableció una relación directa y permanente con la arena y con los objetos sobre ella o
enterrados. Era un espacio que se hacía, entonces, menos peligroso.

Enseguida, tomó una pareja de animales: el jaguar y el delfín, y, con ellos, empezó una
pelea, en la arena y en el aire; después, con una pareja de robots, realizó, igual, la pelea en
la arena y, finalmente, en la mesa de muñecos. Así las cosas, utilizaba, casi al mismo
tiempo, tres espacios: la caja de arena, la mesa y el aire. En la arena los animales y objetos
inanimados, como los robots, peleaban y caminaban, y él los mantenía controlados con sus
83

manos; en el aire, peleaban y en la mesa juntaba elementos por categorías: animales,


medios de transporte, objetos de la naturaleza y objetos de la casa.

En un momento determinado, metió un puente a la caja de arena, pasó por encima de


este un robot y luego, por debajo, un carro y otros elementos: una bolita de cristal y una
serpiente. Después, volvió a tomar los robots y retomó la pelea entre ellos. Todas estas
acciones las realizó en total silencio, solo cuando tomó el arma y mató a una serpiente dijo:
“Ya la maté” dándole lugar a la palabra, por un momento corto.

Enseguida, cogió dos caballos y los puso a correr en círculo por la mesa de muñecos;
luego, volvió a la caja de arena y sacó todos los muñecos que había adentro; después,
volvió a la mesa, tomó cinco barcos y los puso en la parte inferior, en fila; luego, los
desplazó, uno por uno, de izquierda a derecha y posteriormente los sacó de la caja,
limpiándolos cuidadosamente. En esta sesión pudo dejar, por un tiempo, elementos dentro
de la caja de arena, pero luego los sacó y limpió. El dibujo que quedó sobre la arena, estaba
conformado por las marcas de los pasos que dieron los animales, de los círculos de los
carros, pero ningún elemento quedó enterrado o puesto sobre ella.

En la Supervisión, pensamos, como hipótesis tentativa, que este niño podría estar
empezando a diferenciar entre arriba y abajo, adentro y afuera, derecha e izquierda. La
arena continuó siendo un elemento del cual debía librarse, y librar a los animales de esos
granos que se adherían a su superficie. Al sacarlos, se deshacía de esa cosa molesta que se
adhería a sus manos, y se la quitaba a los objetos. Era como si pedazos de afuera se
quedaran en él, y en ellos, y por eso se limpiaba de ese material ajeno que le resultaba tan
incómodo. ¿Tendría que ver esto con una noción de suciedad?

Ahora, reconstruyendo los protocolos, a medida que recupero las imágenes, mi mente
evoca algunas de las que Klein consignó en su Caso Ricardito, que tienen cierto parecido
con lo que Josué realiza en el cuarto de juego, en la sesión tres, cuando Klein nos muestra
cómo la proyección de los impulsos agresivos se puede dar a través del juego con los
animales. Josué pone toda su agresividad en las peleas entre animales, que no hacen sino
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repetir las peleas constantes que tiene con los niños en el jardín; da la impresión que intenta
deshacerse de los trozos hostiles de los otros que quedan pegados a su cuerpo, y libera,
también, a los animales de esos residuos indeseables. Una parte de él mismo busca
conservar, los objetos buenos, limpios de toda la hostilidad ajena. El niño repite, en la caja,
el estado de pugilato que lleva a cabo en la escuela, y que parece ser cualitativamente
distinta a la relación que tiene con sus padres, abuela y hermana en la casa, que suele ser
tranquila y amorosa. Posiblemente, toda la rabia que tiene por la llegada de la hermana no
la logra expresarla en la casa, sino en la escuela y en la caja de arena, con mucha virulencia.

Figura 17

4. Inicio de acción, sin intermedio, ni final


En esta sesión, entró caminando muy rápido y silencioso. Tomó varios animales y
algunos medios de transporte, para introducirlos al espacio de la caja de arena. Tomó los
dinosaurios, la hormiga, el delfín, la serpiente, la cebra, el cangrejo, la estrella de mar, el
tiburón, el pez espada, el pulpo y el barco, la moto, y los carros a los que hacía dar círculos
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sobre la arena, mientras que algunos objetos: bebés, cunas, piedras, bolitas de cristal, flores,
teteros, carteras y otras serpientes, los juntaba por categorías, y los ubicaba en espacios
diferentes. Cuando los sacaba los limpiaba, como siempre, y retiraba de sus manos la arena
que le había quedado pegada. El dibujo que quedó sobre, estaba conformado, de nuevo, por
los rastros de las acciones que realizó con los animales sobre ella.

En esta sesión, se produjo el inicio de acciones consecutivas, pero no elaboró historias


que tuvieran un comienzo y un final. Se daban las vueltas, las entradas y las salidas de la
arena de los distintos habitantes de la escena, pero no parecía que pudiera construir relatos,
con una secuencia temporal, sino tan solo repetir acciones simples, o ponerlas juntas, una
detrás de otra. Abandonaba rápidamente las acciones con los objetos, no había constancia
en su esfuerzo, ni perseverancia en la acción.

En la Supervisión vimos la necesidad de indagar sobre la fase evolutiva del


pensamiento en la que podía estar este niño, y pensamos que el trabajo de Money Kyrle
podría convertirse, a la larga, en la guía teórica que nos permitiera entender el momento
actual del desarrollo de Josué.

Figura 18
86

5. El verbo se hizo lenguaje


Josué entró sonriente a la sesión, y cuando lo saludé, me contestó, estableciendo,
por primera vez, contacto visual y verbal conmigo.

Después se dirigió hacia los juguete, tomó un grillo y lo puso a caminar por la arena;
sucesivamente, tomó animales como un oso, un delfín, una tortuga, una araña y dos carros,
como medios de transporte. Luego, se dirigió a la mesa y juntó los ladrillos. Mientras
realizaba esta operación, yo le dije ‘juntar’, puso un avión a volar por encima de la arena y
yo le dije ‘volar’, con lo cual yo buscaba nombrar la acción. Luego, cuando sumergió un
delfín en el agua, él me dijo: “Este es el delfín que está en el agua”. Como si hubiera
querido decirme: “Yo sí sé hablar y sé algo más que palabras, hago frases muy complejas y
bien elaboradas, no soy tan torpe como piensa la gente”.

Luego, continuó hablándome en un lenguaje que, a pesar de acercarme para oírlo, no


podía comprender totalmente. Sin embargo, logré reconstruir algunas de las historias que
me contó ese día. Me decía, que el avión tenía ruedas y que tenía que sacarle la arena
porque estaba sucio. También me contó, que había un cocodrilo que estaba en el agua sucia,
mientras lo metía en la arena. Pensé, entonces, que él no estaba en el lugar de concreción
que había pensado yo, sino que podía utilizar la arena para representar el agua: la
simbolización estaba ya en su mente. Enseguida, me explicó que la serpiente era del piso y
el cangrejo del agua, y además, me dijo que los animales no se quedaban en la arena porque
les daba miedo. Las diferenciaciones que hacía sobre la relación entre los animales y su
hábitat eran mucho más complejas de lo que había supuesto. Era un niño que aprendía, pero
por qué no podía expresarlo en la escuela, me pregunté. Adicionalmente, me aclaró el
contenido emocional de la arena. Con sus palabras, confirmaba la hipótesis sobre el
carácter peligroso de la arena, pero aún no sabíamos qué pasaba dentro de la arena, que le
daba tanto miedo.

El hecho de que sus acciones estuvieran acompañadas de palabras, me parecía un paso


importante, un avance en nuestra relación. Ahora, podía comunicarme lo que pensaba,
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aunque la caja de arena no fuera más que ese lugar de acciones simples y se quedara vacía
al final de cada sesión.

Figura 19

6. El héroe vencedor
En esta sesión, fue Josué quien, inicialmente, me saludó; tuvo contacto visual conmigo
y, a lo largo de la sesión, también verbal.

Lo primero que hizo fue tomar un cocodrilo y moverlo por la arena, luego tomó una
lanza y con ella atacó al cocodrilo, y después, dijo que lo había matado. También le lanzó
piedras a un dinosaurio, con sus propias manos. Yo pensaba que al poder tomar, por su
propia cuenta, una lanza o una piedra, y matar al cocodrilo y al dinosaurio, podía tener que
ver con que, tal vez, estaba tolerando un poco más sus impulsos agresivos, los cuales le
habían resultado intolerables en las sesiones anteriores. Simplemente, había podido poner a
los animales y a los objetos a pelearse entre ellos, pero esta era la primera vez que lograba
entrar, él mismo, en la escena vital de la agresión.
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De igual manera, al inicio de la sesión se dieron repetidamente algunas acciones que ya


se habían presentado en el pasado; animales que, como el camello y el elefante, corrían por
la arena; animales que se perseguían entre ellos, como el jaguar a la serpiente, el tigre a la
cebra, el perro al jaguar; objetos que se agrupaban y unían, como juntar ladrillos en la
mesa, y animales que peleaban entre sí, como el elefante contra el dinosaurio, el gallo
contra el pato, y el tigre contra el león.

Hacia la mitad de la sesión se presentó una variante. Esta vez, había un héroe principal,
un animal que sobresalía por su tamaño, su fuerza y su violencia. El elefante gris, el más
grande, el más fuerte y el más agresivo de los animales, se enfrentaba y ganaba todas las
peleas. Le ganaba al dinosaurio, al león, a la serpiente, al gallo, al robot, al delfín, al
abejorro, al lince, al jaguar pequeño, al cocodrilo, al grillo y a la cucaracha. Después de
cada pelea del elefante, Josué manifestaba, con alegría, su estado de triunfador. A través de
la palabra, me hizo saber el gran poder del animal: “El elefante es el más grande, puede
matar a todos los otros animales”.

Al finalizar, el elefante se quedó solo en la caja de arena como único vencedor, y daba
círculos de victoria alrededor de ella, como el gran torero en la plaza de toros o el gladiador
en el coliseo romano. Pero, cuando se despidió, nuevamente dejó la caja vacía, únicamente
con las marcas en la arena.

En todas esas peleas repetidas me encontraba frente a escenas en que el grande abusaba
de los pequeños, los atacaba y destruía. La fuerza y energía que empleaba físicamente, en
las acciones del elefante, los sonidos que emitía y la manera como el animal escarbaba en la
arena, cómo tiraba contra el borde a los enemigos, me dejaba ver toda su rabia y
agresividad. Este niño estaba en contacto profundo con su propia belicosidad y, con sus
deseos de ataque y destrucción, en el juego de la caja de arena, y las escenas de juego que
creaba en ella, repetía las escenas reales que se daban, en el salón de clase, contra sus
compañeros de curso.
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En la Supervisión entendimos que, en esta sesión, Josué había presentado, con lujo de
detalles, su primer drama: La pelea de él, el más fuerte, contra todos aquellos que quisieran
interponerse en su camino. Era el ejercicio intenso de sus impulsos agresivos contra todos.
Después, expresó verbalmente que le daba miedo de la arena, porque en ella había muchos
animales salvajes. Era la retaliación de los otros contra su gran rabia y ataque lo que más
temía. La caja de arena, su mundo, el interior del cuerpo de su madre, era el espacio en que
él, el más fuerte, se enfrentaba a todos y los mataba, pero ese espacio, cuando estaba afuera
y no podía ver el interior (la arena en la caja de arena) podía tener dentro animales que
revivieran después de la pelea y quisieran atacarlo de vuelta.

Figura 20

7. El dinosaurio sádico oral


En esta sesión, comenzó nuevamente poniendo una lagartija a caminar por la caja, de
derecha a izquierda, y luego empezó la pelea de dos animales. Esta vez, los personajes
iniciales fueron el cucarrón con dientes y la araña negra. Luego, apareció el dinosaurio
grande que se comió al dinosaurio pequeño y luego al pato. Claramente, entraban en escena
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los ataques sádico-orales. La escena fue representada detalladamente por Josué, emitiendo
sonidos que demostraban, que el dinosaurio grande estaba masticando al pequeño, con
grandes chasquidos. Enseguida, me comunicó que el grande se estaba comiendo al chiquito,
y era un dinosaurio valiente. La escena dramática de la historia siguió siendo descrita en
detalle. El dinosaurio hería, desgarraba y, finalmente, mataba y devoraba a los animales
más pequeños. Después, hubo un cambio de personaje principal, pero se continuó con el
mismo eje temático. Esta vez se trataba de un jaguar grande que quería entrar a una iglesia
de puertas pequeñas, porque quería comerse todo lo que había adentro, hecho que se
consumó, de nuevo, con lujo de detalles, sobre lo que encontró dentro.

Finalmente, vino la gran pelea de los animales, todos contra todos; sin distinción de
tamaño se enfrentaron el elefante, el lobo, el hipopótamo, y todos los dinosaurios pequeños,
el jaguar, el orangután, el delfín, y el león, en una batalla campal llena de sonidos, choques,
golpes, caídas y muerte. Parecía la escena final de la destrucción del mundo, el momento de
la devastación total.

Al terminarse la sesión, por primera vez pudo dejar las figuras en miniatura sobre la
arena; en la imagen se puede ver la destrucción y la fuerza del ataque, los animales
esparcidos en ella como en un gran campo de batalla. Tal vez, por primera vez, no tuvo que
esconder lo sucedido.

En la Supervisión pudimos ver que el niño podía presentar, de forma cada vez más
abierta y con menos temor la intensidad extrema, sus impulsos agresivos, y mostrar cómo el
ejercicio intenso de estos lo llevaba a la destrucción de todos los habitantes del mundo. Esto
se daba ahora en la caja de arena, mientras que los muñecos de la mesa seguían en pie.
Comenzamos a ver que, en su mente, y posiblemente en la realidad, había dos mundos:
Uno en el cual todo era pelea y destrucción, y otro donde reinaba la calma. Tal vez eran el
mundo de la escuela y el de la familia, diferentes en su tonalidad, pero que, de vez en
cuando, se unían a través de las pataletas incontrolables en su familia.
91

Figura 21

8. Peleas y persecuciones
En la octava sesión continuó trabajando bajo el esquema del triunfador más fuerte, solo
que representado, esta vez, por el orangután, que peleó incansablemente contra el lobo, el
dinosaurio, un sapo, un elefante, la araña negra, la araña con dientes y la hormiga. Una vez
realizadas estas escenas guerreras, de un momento a oro, se produjo un cambio en la pelea:
en mitad de la arena aparecieron los animales grandes. Allí estaban el jaguar, el león, el
elefante y el orangután, quienes se encontraban en la arena como si se tratara de una pelea
de titanes. Esta pelea era muy fuerte, el choque que se producía entre ellos levantaba la
arena y Josué exclamaba con fuerza “¡pum, tan, pum, pum!”, mientras chocaba los
animales entre sí, desarrollándose un drama, como el que se ve en algunos programas de
Dicovery Chanel sobre peleas de animales enormes en las selvas africanas. La riña volvió a
transformarse, cuando puso dos torres y pasó al jaguar grande por encima de ellas,
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tumbándolas; luego las sacó y puso en su lugar un volcán, que el jaguar aplastaba intensa y
repetidamente.

Después, apareció el patrón de la persecución por pares: el jaguar perseguía al


dinosaurio, luego al elefante y al caballo; el orangután y la lagartija negra perseguían al
caballo; el delfín perseguía a la lagartija; el lobo perseguía al hipopótamo y al caballo; el
león perseguía al lobo; el tiburón perseguía al delfín. El dinosaurio perseguía al helicóptero
y, de un momento a otro, lo cogió con los dientes y lo masticó; después, el caballo grande
perseguía al pequeño. La persecución no se dio únicamente en la caja de arena, sino que,
además, involucró todo el cuarto de juego. Josué corría de un lado a otro; con mucha
agitación y entusiasmo, daba vueltas en círculo, mientras realizaba las persecuciones con
los animales. Al mismo tiempo, el ambiente se llenaba con el estruendo de las
persecuciones, y yo sentía que me encontraba en medio de un parque en el que los
animales, guiados por este niño, daban vueltas y vueltas. Finalmente, cuando la sesión
terminó Josué estaba sudando copiosamente.

En esta sesión, se había presentado una repetición de peleas y persecuciones, pero su


cualidad variaba, por cuanto se involucraban nuevos personajes y héroes. Como si se tratara
de una variación musical que, con nuevos instrumentos, pero bajo el mismo patrón de
melodía, iba aumentando el sonido y el ritmo. Era la repetición de peleas y persecuciones
que se iba modificando y adquiriendo, cada vez, mayor fuerza e intensidad.

Pero, había además un elemento adicional, pues la forma en que los animales peleaban,
también se modificaba. Una veces peleaban con la boca, con mordiscos, chasquidos y crujir
de dientes; luego con sus colas, que chocaban con fuerza entre sí, y después con las palas,
que machacaban cuanto pisaban.
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Figura 22

9. Peleas y recuperaciones
En la novena sesión, Josué entró corriendo al cuarto de juegos, y ni siquiera me saludó,
parecía que venía con mucho afán. Simplemente, cogió una silla pequeña y se sentó al
frente de la caja, tomó de la mesa una araña negra y una verde, y empezó a tejer una
historia nueva, con distintas acciones y personajes.

La araña verde arrastraba de una pata a la negra, hasta el borde de la caja, y luego la
negra arrastraba a la verde. Después de esta acción, repetida varias veces, enterró a la araña
negra en la arena; inmediatamente después, la verde se fue metiendo suavemente dentro de
la arena y, lentamente, fue sacando a la negra de una pata, como si la estuviera
recuperando, pero, enseguida tomó nuevamente las dos arañas, las juntó, las enterró, y
empezó a buscarlas con sus dedos; finalmente, las sacó a ambas, cuidadosamente, de la
arena. Al preguntarle quiénes eran esas arañas, me respondió que la negra era él y la verde
un primo. Con este primo, en su realidad externa, era con quien hacía pareja para la pelea
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en el salón de clase. Pero, la escena que había representado era, más bien, una en la que
había escondites y encuentros salvadores, que se sucedían con mucha suavidad, casi como
si se tratara de escenas amorosas de encuentros y caricias. Después, empezó nuevamente la
pelea de cuatro animales grandes. Dinosaurio, elefante, jaguar y león volvieron a tranzarse
en una pelea de titanes. Luego, fue a la mesa y trajo todos los dinosaurios pequeños y los
organizó en filas de tres en fondo, en el centro de la caja; los de la primera fila salieron a
pelear uno por uno con el dinosaurio grande, quien, con su gran fuerza, los arrojaba contra
el borde, pero Josué los recogía, entonces, y volvía a organizarlos en una nueva última fila,
de manera que, el ejército de dinosaurios pequeños, nunca se acababa. Esta escena fue la
que quedó en la caja de arena: los animales pequeños en fila y el dinosaurio grande al
frente. Fue una sesión donde me mostró la gran variedad de contenido que, en su mente,
pueden tener las peleas.

Figura 23
95

10. La lucha contra el padre y sus aliados


En la décima sesión, cuando fui por Josué al salón de clase, salió corriendo, me tomó
de la mano y, al llegar al salón de juego, me sonrió, soltó mi mano y me saludó. Era el
encuentro de los que ya se conocen, se reconocen y sienten alegría por el encuentro.

Se dirigió a la mesa de muñecos y, como si se tratara de un ritual de iniciación, tomó


un abejorro y lo puso a caminar de derecha a izquierda; luego, lo soltó y empezaron las
peleas. La primera fue entre un par de animales salvajes: el lobo y el jaguar pequeño, que se
cogieron a mordiscos y patadas. La segunda, entre un trío de dinosaurios grandes que se
dieron golpes fuertes, caían y volvían a levantarse. Al terminar, los animales quedaron
tirados sobre la arena, un campo de batalla lleno de muertos y heridos. Luego, se dirigió
nuevamente hacia la mesa donde estaban los muñecos, y empezó a seleccionar,
cuidadosamente, algunos: todos los dinosaurios pequeños, dos ranas, el orangután, el jaguar
grande, un león, un cocodrilo, dos serpientes, el hipopótamo de la boca abierta, el lobo café,
la lagartija negra y, uno por uno, los metía en el lado izquierdo de la caja, mirando hacia el
lado derecho, como si allí estuviera el enemigo. Cuando terminó de organizarlos en fila,
empezó una pelea, entre el dinosaurio grande y el resto.

Al preguntarle quién podría ser ese dinosaurio tan fuerte, me contestó que se trataba de
él. Después de haberme aclarado su papel de héroe peleador, de gran guerrero, la pelea se
intensificó, uno a uno los animales fueron derrotados y quedaron esparcidos por la arena;
los únicos que, aunque heridos, aún se encontraban en pie, eran el jaguar grande, el elefante
y el león, quienes le tendieron finalmente una emboscada al dinosaurio grande. El elefante
y el león iban sigilosamente por detrás del dinosaurio grande, que no se percataba de su
presencia, mientras que por delante estaba el jaguar grande; de repente, los tres se lanzaron
sobre el dinosaurio grande y le pegaron con tal intensidad que quedó tendido en la arena.
Cuando terminó esta escena, me dijo que, en realidad el elefante era su papá. De manera,
que podríamos decir que es la escena en que el padre, en compañía de otros, lo derrota.

Se quedó después, durante algunos segundos, mirando la caja y empezó a enterrar al


hipopótamo, al jaguar pequeño, al dinosaurio grande, al elefante, para después tomarlos de
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una pata, desenterrarlos lentamente y volverlos a enterrar, tres veces consecutivas. Pero, de
repente, un dinosaurio pequeño empezó a brincar y golpear fuertemente sobre la montaña
de arena, dentro de la que se encontraba el elefante, hasta que logró desenterrarlo; pero,
rápidamente, y con cierta ansiedad, Josué volvió a taparlo con la arena. Después, metió su
dedo índice en el lugar donde estaba enterrado el dinosaurio grande, lo desenterró, este
comenzó a escarbar en la arena y desenterró al orangután. Abrió un hueco en la arena y
enterró a los dos juntos. Al resto de animales los desenterró y los dejó sobre la arena. Esta
escena, finalmente, quedó plasmada en la caja de arena: los animales esparcidos y,, en el
lado derecho, el orangután y el dinosaurio grande enterrados.

En esta sesión, se repitieron las escenas de pelea y el enterramiento de animales, pero,


de nuevo, con variaciones, en las cuales los personajes de la fantasía hacen alianzas, pero a
la vez, pueden ser intercambiables. El dinosaurio que atacaba al resto de animales lo
representa a él y el elefante, quien hacía parte de la emboscada contra el dinosaurio,
escenificaba al padre. Se daba una lucha de poderes, donde ganaba el más fuerte, que, en
este caso, era el padre. Lo otro que llamó mi atención fue la escena donde el dinosaurio
pequeño brinca, bajo una condición de triunfo guerrero, sobre el elefante-padre enterrado,
hasta que logró desenterrarlo. Tal vez no podía tolerar el haber matado al padre.

Pareciera que se halla bajo una condición de lucha guerrera de los hombres entre sí.
Pero, también, de la necesidad de hacer nuevas alianzas para derrotar a los enemigos. Como
si la condición mental de este niño fuera de lucha y fuga, patraña y engaño, en una pelea
infinita, que no solo se da en la fantasía de la caja de arena, sino en el campo de batalla de
la escuela. En ciertos momentos, se compadece de los enterrados aislados y los une en el
entierro, para que puedan estar acompañados. Y aquí es cuando podemos ver el campo de
batalla en la familia: él contra el padre, él contra las mujeres, él, aliado con el primo, contra
el resto. Como si la llegada de la hermana hubiera sido el evento que lo metió en la guerra
masculina. Hay que luchar contra los usurpadores, matarlos y enterrarlos, pero también a
aquellos que se aliaron con la hermana y lo sacaron del paraíso.
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Figura 24

11. Ataque en primera persona


En la undécima sesión, entró al salón de juego, y se fue directamente hacia la mesa de
muñecos, de donde tomó varios, entre ellos los robots, un cangrejo, el lobo negro, una
serpiente, un barco y los metió en la caja de arena. Después de observar por un momento la
caja, retornó a la mesa por más, cogió entonces todos los dinosaurios pequeños, las
lagartijas, el hipopótamo, y los dinosaurios grandes. Enseguida, cogió una lanza, se la
atravesó al barco, y luego, me dijo: “Lo maté”. Volvió a la mesa de figuras en miniatura,
tomó todos los animales que había, los cargó en su blusa y los tiró todos dentro de la caja.
Cogió, enseguida, un arma y, con ella, le disparó al jaguar grande y me dijo: “Lo maté”.
También, juntó dos abejorros y una abeja, y me dijo: “Los tres son malos”, y enseguida le
clavó la lanza a uno de los abejorros.

Al momento siguiente, tomó un cuchillo y, con este, empezó a cortar por la mitad un
ladrillo, mientras me decía que estaba construyendo unas escaleras para que los animales
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pudieran subir de la mesa hacia la caja. Pero, después de un rato, a mitad de camino en su
construcción, y hacia el final de la sesión, fue hacia la mesa, cogió unos animales y
comenzaron de nuevo las peleas entre pares; esta vez fueron un abejorro, un carro, una
ballena, una araña y un helicóptero los que se tranzaron en esas peleas intensas, llenas de
ruidos y de golpes, en las que todos peleaban contra todos.

En esta sesión, quedaba más clara la expresión, en primera persona, de su agresividad.


Es él mismo el que, ataca con su lanza, el barco y el jaguar y me informa que los ha
matado. También, trató de construir unas escaleras, con las que intentaba crear un vínculo
de acceso y conexión entre dos espacios que, hasta ese momento, habían permanecido
separados: la mesa de muñecos y la caja; pero, tal vez, también entre él y yo, pues usó su
lenguaje para comunicarme la intención de la acción que estaba realizando.

Figura 25
99

12. Un hombre en la arena


Esta duodécima sesión, comenzó con la escena de un grillo que caminaba por la arena,
de izquierda a derecha; cuando terminó, lo sacó de la caja y lo puso en la mesa. Después de
esta breve escena, tomó tres robots, que empezaron a caminar plácidamente por la arena,
pero, a los pocos segundos, esa caminata se convirtió en una fuerte pelea, que tuvo lugar
entre el aire y la arena. Los robots se golpeaban fuertemente en el aire y caían, continuando
la pelea de todos contra todos.

Después de agotada la pelea de los robots, fueron remplazados por pares de animales
que iniciaron la ya conocida escena de riña a dos. Esta vez, combatieron entre sí: el elefante
y el león, el orangután y el abejorro. Las mismas batalla de golpes, patadas, mordiscos
caídas, ruidos. Una vez terminada, inició otra, en la cual, de nuevo, empezó el proceso de
enterrar y desenterrar, suavemente, la araña verde y la araña negra.

Pero, enseguida, se dio una acción distinta: tomó a un soldado, le puso una cartera, lo
puso a caminar por la caja de derecha a izquierda, y lo sacó. Volvió a la mesa de muñecos,
y empezó a trasladar todos los animales y a colocarlos en la parte inferior de la caja;
también, cogió un puente, que ubicó en el centro. Debajo empezó a meter barcos, y cada
que salía uno, lo ubicaba, formando una fila en el lado izquierdo; esto se repitió cuatro
veces; tomó, luego, el primero de la fila, y, con él, hizo un círculo por todo el borde de la
caja y, cuando terminó el recorrido, lo enterró. Cuando, unos minutos después, lo
desenterró, lo sacó de la arena y se lo llevó a la altura de sus ojos, como si intentara
reconocerlo. Lo observó detalladamente, tocó con su dedo las ventanas, observó que tenía
algo adentro, intentó meter su dedo para sacarlo, pero era muy grande para el pequeño
tamaño del barco. Desistió, entonces, y lo volvió a enterrar.

Después, surgió una nueva escena. Esta vez, eran los dinosaurios pequeños los que
pasaban por encima del puente. De repente, cuando uno pasaba, un barco comenzó a
deslizarse por debajo. En ese momento, Josué me dijo, que uno de esos pequeños
dinosaurios tenía ganas de comerse el barco y, al preguntarle si creía que lo haría, me
respondió que sí, pero me aseguró que, después, el barco iba a volver a estar bien. Levantó
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nuevamente el barco, lo observó algunos minutos y lo enterró en la arena. En Supervisión,


evocamos las imágenes de Ricardito sobre ataques con barcos y aviones que se destruyen,
pero, a la vez, de animales que se devoran entre sí. Siguiendo a Klein, pensamos, que
comerse al padre o a los bebés en el interior del cuerpo de la madre, era una posibilidad
para aniquilar al enemigo usurpador, pero había también que asegurarse de que esa acción
no fuera definitiva. Situación que se repetía, además, en las escenas de muerte, entierro y
resurrección que Josué construía con las arañas verde y negra.

Por fuera de la caja, juntó entonces ladrillos, e hizo con ellos un camino; luego empezó
a hacer un muro, pero se le caía con mucha facilidad; insistía en juntarlos horizontalmente,
y terminó haciendo una cerca con ellos, y me dijo, que esa era la casa del dinosaurio. En
Supervisión pensamos, que si esa acción no era un intento de controlar sus impulsos
cabalísticos, encerrar al dinosaurio en su casa, para que no hiciera más daño. Volvió a la
mesa y tomó elementos de la casa, y los organizó adentro de la caja de arena, de manera
cuidadosa: puso el comedor con sus sillas y la sala con su mesa de centro. Pero, el león
entró a la casa y, con sus patas, desorganizó y destruyó la casa. Con la Supervisora
pensamos, de nuevo, que era posible que, si se escondía y trataba de proteger a los otros,
también él podría ser atacado y destruido por su papá. Aparecía, entonces, el ataque
vengador del padre anteriormente atacado.

En esta sesión, sentí que Josué, al darse cuenta de la presencia de algo en el interior de
barco, quedó asombrado. Como si hubiera visto, en la realidad, lo que él imaginaba: que en
el interior de su madre había gente viviendo. Ese día, intentó construir un camino y un
muro, de manera concreta. Me pregunté si intentaba establecer un vínculo diferente y salir
de la constante pelea destructiva y, a la vez, si con el muro intentaba protegerse de las
fuerzas pulsionales destructivas y primarias, pero no lo lograba y los dinosaurios
terminaban imponiéndose. Podrían ser dos partes diferentes de él mismo, una que quería
crear, arreglar, restablecer y otra, envidiosa, que quería destruirlo todo o temía que alguien
viniera a hacer lo mismo contra él.
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En esta sesión, fue la primera vez que pasó por la caja de arena una persona, eligió a un
soldado, un guerrero que ataca, pero que a la vez puede defenderse del peligro de todos
esos animales atacantes y atacados que habitan en la arena. Creo, que las escenas agresivas
y el temor frente a los peligros de la arena han desaparecido. Ahora, tolera más sus
impulsos agresivos, pero todavía teme que puedan ser demasiados intensos y por eso
resucita o asegura que los atacados van a volver a estar bien.

Figura 26

13. ¿Un coito rabioso y destructivo?


En la decimotercera sesión, entró al salón de juego mirando al suelo, tomó un pulpo y
lo puso a caminar por la caja de derecha a izquierda, lo sacó rápidamente. Me preguntaba
que serían esas caminatas de derecha a izquierda, ¿serían tiempo de reflexión, de
preparación de las escenas?
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Después, tomó dos indios, el dinosaurio grande, dos princesas, un hombre, una
serpiente, el orangután, el elefante, el jaguar grande, el león, un caballo, un abejorro y dos
ranas, y los metió en la caja de arena. Hombres y animales en el mismo espacio.
Rápidamente, comenzaron las peleas. El indio y el dinosaurio grande empezaron a pelear,
el dinosaurio le tiró arena al indio, pero, al momento soltó al dinosaurio y tomó al otro
indio y al hombre, para continuar con la contienda que se alargaba algunos minutos. Eran
los hombres contra los animales y los animales entre sí los que peleaban. Después, entraron
en escena las dos princesas, y ambas empezaron a golpear al indio grande: la princesa
blanca tumbó al indio sobre la arena, lo aplastó varias veces con sus pies, hasta dejarlo
malherido y tirado en la arena. Pero ahí no terminó todo. Los abejorros empezaron a
perseguir a la princesa blanca y la picaban insistentemente con sus aguijones. Josué entró
entonces a actuar y, con un cuchillo, lo atacó; se lo metió al abejorro por la cola y, después,
se lo clavó al indio y a otros animales que había cerca por la espalda, y me dijo que el indio
había muerto; luego, le clavó una lanza a la princesa rosada, dejándola tirada. Puso un árbol
en la caja, y, rápidamente, el elefante se aproximó y lo destruyó. Se había producido un
ataque fálico, seguido de un ataque anal, pero, después, el elefante había entrado en escena,
como el gran triunfador destructivo. En Supervisión, nos preguntamos si se trataba en
realidad de una sanción del padre, por sus ataques a las mujeres y por sus intentos de
posesión de ellas.

Después, volvió a la mesa, tomó el resto de animales que quedaban, los metió a la caja
y empezó nuevamente la pelea entre pares: el elefante contra el orangután, el jaguar contra
el dinosaurio, la ballena contra el león, el lobo negro contra el jaguar, el león contra el
elefante, la princesa rosada contra el elefante. Durante las pelea movía la boca, en señal de
ataque oral y no pronunciaba ninguna palabra.
103

Figura 27

14. En el interior de la madre


En la decimocuarta sesión, Josué entró sonriente y me saludó; después tomó de la mesa
de juguetes un soldado y un indio, y dio inicio a una pelea entre ellos. Me dijo, entonces,
que ellos peleaban como hombres.

Luego, volvió a la mesa y tomó otras figuras: un molino de viento, una iglesia, todas
las casas, un elefante, un abejorro, los dinosaurios grandes, el jaguar grande, bolitas de
cristal, un caballo, el orangután, y un soldado. Me señaló las casas y me dijo, que en ellas
vivía un monstruo muy malo; las organizó circularmente, en el centro de la caja, pero,
luego, llegaron el dinosaurio grande y el elefante, y las tumbaron y desorganizaron.

Levantó, entonces, una de las casas y empezó a mirar qué había adentro, abrió su
puerta y, luego, metió uno de sus dedos para buscar lo que podía haber allí, y me dijo, que
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los dinosaurios estaban bravos con las casas y que las querían romper. Le dije, entonces,
que de la misma forma que él quería dañar los bebés de mamá, y me contestó que sí. En ese
momento, tomó el jaguar grande y con este empezó a pasar por encima de las casas; luego,
lo soltó, levantó una casa y empezó a meterle arena y bolitas de cristal adentro; cuando la
llenó, empezó a sacarle todo, pero, no logró sacar fácilmente una de las bolitas, entonces,
metió uno de sus dedos; fue un proceso lento, que duró algunos minutos y lo hizo con
paciencia. Luego, realizó la misma acción con otras tres casas. Después, empezó a meter
bolitas de cristal dentro de la iglesia, pero allí eran más difíciles de sacar, entonces, con la
trompa del elefante, intento sacarlas, pero, al no lograrlo, el elefante se puso furioso y tiró
la iglesia a la arena, la arrastró y le pegó. En Supervisión, hablamos de cómo, aquí, estaba
presente, la entrada del pene al interior de la madre, depositar un bebé en el cuerpo de ella,
y luego, su deseo por abolir ese bebé y ocupar, él, el lugar del padre. Estaba, también, el
reconocimiento de su rabia con la madre, por tener otro hijo. Al final de la sesión, hizo una
fila con las casas y las puso todas juntas. De nuevo, todo quedaba como si nada hubiera
pasado: Las casas juntas y sin rastros de ataque.

Figura 28
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15. El drama edípico


En la decimoquinta sesión Josué me saludó y tomó ávidamente al elefante y lo puso a
caminar por la caja, en círculo; luego, tomó al dinosaurio y los puso a pelear, mientras me
decía, que estaban peleando. Pero, esta pelea no tuvo las características de las anteriores,
donde se sentía la fuerza, sino que se trataba únicamente de la acción de juntar y separar,
sin que hubiera gestos o sonidos exagerados con desborde de energía.

Cuando le pregunté si él sabía por qué estos animales peleaban tanto, me dijo, que se
debía a que el elefante le había pegado a la mamá, y que el dinosaurio era el papá. Al
momento, tomó las dos arañas, la verde y la negra, y empezó a enterrar y desenterrarlas
nuevamente, mientras me decía, que lo hacía para que no pelearan, pero que, cuando
volvían a salir, nuevamente empezaban a pelear. En estas escenas, él parecía más bien un
observador de la riña de sus padres. En seguida, regresó a la mesa, juntó las cunas y acostó
a los bebés grandes sobre estas, mientras decía, que los bebés estaban acostados, porque la
mamá y el papá los hicieron acostar.

Luego, armó una nueva escena: tomó de la mesa a todos los dinosaurios, mientras me
decía, que iban a pelear los chiquitos con los grandes. Se quedó mirando un momento la
caja de arena, cogió el elefante con su mano izquierda y le puso un arma en su trompa,
mientras que, con su mano derecha, cogió a un hombre que puso contra el borde de la caja
y empezó a dispararle diciendo, en voz alta: “¡pa-pa!, ¡pa-pa!”; muchas veces y cada vez
más fuerte. De un momento a otro, el arma se le cayó al elefante, entonces la tomó con su
mano y continuó disparándole al hombre, durante algunos minutos. Era la escena de la
muerte del padre.

Después, soltó las figuras y tomó un perro, mientras me decía: “Este perro está
trabajando, haciendo casas.” Le dije que, como su papá, quien construía casas, pero que
también le pegaba cuando trataba mal a la mamá. Me dijo, “sí.” En ese momento, tomó al
elefante y lo puso a dar círculos por la arena, luego lo acostó en el centro, y lo enterraba y
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desenterraba, de la misma manera cuidadosa que con las arañas. Pareciera que estas escenas
tenían un discurso adentro: La furia se me va aumentando a medida que doy vueltas por el
lugar y entonces tengo que controlar esa rabia, tengo que enterrarla para ver si se me calma.
¿Será esa una frase de él o será más bien la frase del padre, el accionar del padre
descontrolado, que intenta controlarse?

En esta sesión creo que aparecen los conflictos con el padre, las normas, los limites y el
conflicto edípico. Me llama la atención los fuertes disparos, donde pronuncia “¡pa-pa!”, ya
sea disparándole, matándolo o enterrándolo, pero, al desenterrarlo, surge la seguridad de
que no lo hizo en la realidad, que lo puede hacer en la fantasía.

Figura 29
107

16. Diferenciación y reconocimiento del otro


En la última sesión, Josué me saludó desde la última silla del salón de clase, con un
grito fuerte y alegre, que dejó en silencio a los otros niños, que se quedaron mirándonos
sorprendidos, mientras salíamos del salón. Yo le recordé que esa era nuestra última sesión,
y él hizo un gesto de asentimiento con su cabeza, y luego me pidió que, por favor, le
ayudara a amarrar sus cordones porque él no sabía cómo hacerlo. En ese momento, pensé
que era una manera de aproximarse, y sentí los cordones como una excusa para mostrarme
que ya se había creado un vínculo entre nosotros, que me podía tener en cuenta, pero que,
además, se había abierto un lugar en su mente para el Juego con la caja de arena. Que así
como allí habíamos vivido juntos muchas escenas, en este último momento, le podía
enseñar una acción muy importante en el crecimiento de un niño: aprender a amarrarse los
zapatos.

Ese día, cuando llegó al cuarto de juego, cogió al dinosaurio y al elefante, y empezó la
pelea en la arena, pero rápidamente los soltó y se dirigió a la mesa de muñecos, juntó las
cunas y acostó a los bebés grandes en cada una. En ese momento, me dijo que los bebés no
podían estar en la arena, porque su papá los cortaba metiéndolos a la cama, pero, que eso no
era bueno, porque él prefería dormir con la mamá y que se fuera el papá. Tal vez, estaba
sugiriendo, que era mejor que los padres estuvieran en una cama y ellos en otro lugar, y que
el papá desapareciera para él poder ser, finalmente, el marido de mamá.

Volvió a la mesa, tomó el comedor y la sala, los organizó en el centro de la caja, se


quedó un rato observándolos y, finalmente, los sacó. Al momento, tomó un caballo y el
lobo negro, y el lobo empezó a perseguir al caballo; yo le pregunté, si sabía por qué lo
perseguía y me explicó, que el lobo quería morder al caballo. Se daba, aquí, un encuentro
homosexual, del hijo con el padre.

Por fuera de la caja puso un árbol, acercó el dinosaurio y una serpiente, y me dijo,
que los dinosaurios y las serpientes iban a comer, pero, que el dinosaurio iba a matar a la
serpiente, en compañía del elefante y el lobo negro, porque la serpiente era mala. Para
acercarse al padre había que eliminar a la madre.
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Cuando hizo esto, empezó, como si se tratara de un resumen, a realizar cada una de
las acciones que había hecho durante todas las sesiones, hubo persecución de la araña verde
a la serpiente verde, del dinosaurio al caballo, daba círculos en la arena con dos carros, dos
dinosaurios peleaban, y luego los enterraba y desenterraba. Finalmente, dejó todos los
animales a un lado, metió sus manos en la arena y las empezó a mover en círculos, hasta
que llegó al fondo de la caja, recuperó los animales, los sacó suavemente. Después, los dejó
tirados en la arena, y solo los dos dinosaurios y el elefante quedaron de pie sobre ella. Al
terminar, se limpió sus manos, se despidió y salió del cuarto.

En ese momento final, sentí que conmigo había estado un niño de gran imaginación
y creatividad, capaz de elaborar escenas simbólicas sobre sus conflictos mentales: La gran
pelea con el padre y con la madre, por haber traído a otro niño a la cama, y por haberlo
sacado de ella. Sabía y reconocía todos sus deseos de ataques orales, genitales y anales, que
quería realizar contra ellos, pero, a la vez, todo eso expresaba su deseo de relación íntima
con los dos, de quedarse solo con la madre o con el padre, y gozar de su amor eterno, pero,
todo esto era impedido, por la intervención del segundo, eliminado, que quería volver a
dominar la escena.

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17. Análisis general de Josué y su actuación en la escuela


Josué era un niño que se encontraba ante dos miradas; por un lado, la de los padres,
que lo tenían idealizado y observaban en él capacidades por encima del promedio, y que,
además, tenían dificultades para establecer normas claras, porque los limites familiares eran
confusos. Y por el otro, la de la docente y la escuela, para quienes el niño era torpe, tenía
un retraso cognitivo, y era malo y abusivo con sus pares.

Inicialmente, la Supervisora y yo asumimos como ciertos los prejuicios de la maestra,


pero, poco a poco, a medida que avanzaban las sesiones, y que el niño comprendía que el
Juego con la caja de arena era un escenario distinto al escolar, donde no se le evaluaba, ni
se le trataba de educar, él mismo nos fue llevando por otro camino, hacia otras
comprensiones.

Inicialmente, empezó a nombrar todo: “Este es un tiburón, un helicóptero, un carro,


una moto”, cogía animales de la mesa y luego los soltaba, y yo me quedaba pensando si
estas acciones tenían algún propósito o si se trataba de acción-reacción únicamente. Así, su
primer acercamiento fue con los muñecos en miniatura, luego se percató de la presencia de
la caja de arena y de mí. El primer contacto con la arena sucedió a través de una hormiga
que puso a caminar, pero que, rápidamente, sacó de la caja. Desde el inicio, se dieron
fuertes peleas entre animales salvajes, pero en la mesa de muñecos, no en la arena. Sólo
poco a poco los animales fueron entrando a la caja, pero solo caminaban por allí y Josué
tenía un especial cuidado en quitarle a cada uno la arena de las patas. Esto nos llevó, a la
Supervisora y a mí, a trabajar sobre la hipótesis de que, tal vez, había algo muy peligroso en
la arena, pero solo lo pudimos corroborar, cuando él habló sobre eso y me dijo, que la arena
era peligrosa, porque había animales salvajes, lo cual interpreté como si me dijera: “Mira,
es peligrosa, porque todos mis impulsos destructivos están encerrados allí”.

Luego, fueron entrando a la caja medios de transporte y muñecos inanimados, como


robots. Los animales peleaban virulentamente dentro de ella. A partir de la cuarta sesión, se
dio una pequeña modificación, yo nombré sus acciones de manera sencilla y corta, como se
hace con un bebé que recién está comenzando su relación con la palabra, y él me respondió
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con frases complejas, demostrándome, así, que la razón de su silencio no tenía que ver con
una incomprensión de lo que yo le decía, sino, antes bien, que no hablaba por otros
motivos, como si se tratara de un mutismo selectivo; en esa misma sesión, también me
contó historias que me llevaban a reconocer en él una capacidad para simbolizar, que ya
estaba presente, y no era, como yo pensaba, un niño que estaba tratando de comprender
cosas primarias, como el arriba y el abajo o la superficie y la profundidad. Empecé a
preguntarme, entonces, ¿si Josué es un niño que puede aprender, por qué no lo demuestra
en el Jardín? ¿Qué otros motivos había para que solo se lograra expresar vía la actuación?

Sus peleas, a veces, eran de todos contra todos, otras elegía un animal fuerte que vencía
al resto, triunfaba el más fuerte, o él tomaba por su cuenta elementos cortopunzantes y
atacaba animales o los mataba. En cada una de estas, peleas dejaba ver su rabia y
agresividad y, al mismo tiempo, hacia una repetición de las escenas reales de agresividad
con sus compañeros. A medida que avanzaban las sesiones, las peleas eran más intensas y
dramáticas. Pero, en casi todas, había una característica que predominaba: el ataque entre
los animales se daba con la boca; había mordiscos, se masticaba la carne del enemigo y, a
través del crujir de dientes, se daban las amenazas de ataque entre los rivales. Todos ellos,
aspectos sádico-orales.

Las persecuciones entre pares, también fueron un patrón en todo el proceso, aunque
inicialmente, se daban en la mesa de muñecos, luego en la caja de arena y, finalmente, por
todo el salón. Pero, únicamente desde la séptima sesión se pudo dejar plasmada, dentro de
la caja, toda su agresividad. A partir de ese momento, para él ya no era necesario esconder
de mí lo que sucedía, era como si dejara la puerta abierta para que yo pudiera observar su
estado mental, y me dijera que no le asustaba que yo viera toda su agresividad.

En las últimas sesiones, empieza a representar al papá, al que primero ataca, pero
después, el padre lo castigaba, como una forma de venganza. A partir de la duodécima
sesión, las personas pudieron ingresar en la caja de arena, había peleas entre hombres y
animales, también entre hombre y mujer. Fue a partir del ingreso de las personas que nos
111

permitió ver su gran conflicto edípico, aconteció el asesinato al padre, para quedarse con
mamá, pero también, atacó a la madre, por haber traído otro hijo.

Siguiendo a Melanie Klein, tal vez podamos comprender mejor lo que pasaba en la
mente de Josué. Esta autora nos muestra cómo los ataques sádico-orales tienen que ver con
las fantasías de devorar el pecho de la madre o a toda ella, para apoderarse de su cuerpo,
destruyéndola con su sadismo. Nos dice, que el niño busca encontrar en el interior de la
madre, básicamente, tres cosas: el pene del padre, excrementos y bebés, que el niño
considera que son comestibles. Josué, en la decimocuarta sesión nos mostraba, claramente,
cómo a través de la intrusión en las casas y de intentar sacar las bolitas de cristal, atacaba a
los bebés de mamá, pero, además, los reiterativos ataques de los animales, con su boca, la
manera como masticaba y se comía a los enemigos, nos comunicaban su sadismo sádico-
oral, contra el pene del padre y los bebés de la madre. Ejercía, así, sus acciones
antropofágicas contra los enemigos. Pero Klein, también, nos muestra, cómo esos ataques
al objeto, luego se devuelven al sujeto, en forma de un temor retaliador abrumador, lo cual
hace que el yo movilice mecanismos defensivos extremos, para protegerse de la venganza.

El tipo de defensa que Josué utilizó, predominantemente, fue la ‘Identificación


proyectiva’, ya que, a través de las fuertes y largas peleas, que se daban inicialmente entre
los animales salvajes y posteriormente entre las personas, él proyectaba todas las partes
agresivas de sí-mismo en ellos, se los metía adentro y nos mostró, también, cómo a través
del juego con las casas él podía invadir al objeto para dañarlo y destruirlo. Esto se pudo
evidenciar, cuando juntó dos abejorros y una abeja, y me dijo: “Los tres son malos”; o
cuando señaló las casas y me dijo, que en ellas vivía un monstruo muy malo. Él era ese
monstruo que atacaba, dañaba, mordía, comía del muerto, para eliminar, destructivamente,
a quienes, además, había teñido de mayor destructividad.

También, encontramos la ‘escisión’ en la separación que hace de los espacios: en la


mesa de muñecos se puede jugar tranquilamente, mientras que, dentro de la caja de arena,
no. Como si la caja fuera un espacio con objetos agresivos, amenazantes, mientras que la
mesa estuviera habitado por objetos buenos. También, se puede observar en la separación
112

que hace de la maestra y su familia. La primera, vista como un objeto atacante, y los
segundos, como objetos gratificadores. En este mismo sentido, también, encontramos a los
padres como objetos idealizados.

Así las cosas, la posición que prevalecía en su mente era la Esquizo-paranoide, ya que
los objetos eran, básicamente, persecutorios, y sus angustias, igual, lo cual se pudo observar
en las escenas de persecución salvaje entre animales, y en el uso de sus impulsos sádico-
orales.

Dentro de la caja de arena, actuó intensamente sus impulsos agresivos contra todos,
pero luego dijo, que le temía a la arena, porque allí estaban los animales salvajes, lo que nos
mostraba el temor que tenia de la retaliación de los otros (principalmente de su padre), por
su rabia y sus ataques. Por esto mismo, se daba la no-palabra, inicialmente, por el peligro
de lo aterrador del mundo interno, donde están todos sus impulsos agresivos y todos los
objetos dañados.

Si le observamos desde las instancias psíquicas propuestas por Freud, encontramos que
su Ello tiene mucha preponderancia en su psiquismo, es decir, el lugar de los instintos, las
pasiones dominan su mente; no hay restricciones para el principio del placer. Su juego, de
manera reiterativa, está dominado por la pulsión de muerte, por la destrucción y la
agresividad. El principio que opera allí es la compulsión a la repetición, que el autor nos
dice que es un proceso primitivo, por medio del cual el sujeto repite, a través de su
comportamiento, lo que ha reprimido, todas aquellas acciones del instinto que no lograron
satisfacción, sino únicamente displacer, las cuales suelen ser repetidas como actos. Josué
actúa su agresividad todo el tiempo, tanto en la escuela como en el juego. En este mismo
sentido, su Yo, no logra totalmente el aplazamiento de la satisfacción de los impulsos, ni
conciliar de manera adecuada las exigencias externas, por ejemplo, las normas de la
escuela, y los impulsos destructivos del Ello, que requieren de una satisfacción; su Superyó,
al estar unido al Ello, produce las mismas sanciones y presiones sobre el Yo. Así las cosas,
113

el conflicto que se da entre su Yo y su Ello, y la preponderancia del segundo puede hacer


que las funciones del primero se reduzcan, se inhiban.

En la Supervisión de Samuel nos dimos cuenta que estas escenas de Josué, vistas una a
una, y primero bajo la óptica prejuiciado de la maestra, que lo consideraba deficiente
mental, no nos había permitido ubicarnos bien, al comienzo del tratamiento. Su silencio fue
interpretado bajo el signo del no lenguaje y no bajo la condición de que es mejor no hablar,
porque, finalmente, nadie oye, y todo el mundo malinterpreta lo que se diga en la escuela.
Por eso, lo único que se puede hacer es pegarles. Por eso, mi vida en la casa es diferente.
Pero, toda mi rabia viene, también, de esa nueva relación con la niña que llegó. No quería
ser sacado del cuarto, y menos, puesto en la escuela, donde nadie entiende nada.
Finalmente, me encontré contigo y pude empezar a hablar de lo que he venido sintiendo y
pensando. Falta que me enseñes a amarrarme los zapatos; después, yo te hago la última
escena. Al terminarla, como un buen director de teatro, se sacude las manos y se aleja. La
esperanza, después de la última sesión, era que la posibilidad de verbalizar las acciones, tal
vez, impediría que las llevara al acto.

De esta manera, comprendimos que las actuaciones de Josué, en la escuela, eran


producto de la incomprensión del objeto-maestra externo, ya que, al deslegitimarlo, al no
tenerlo en cuenta como “niño viable”, lo enviaba directamente a la actuación.

Para finalizar, con la mirada de estos tres casos desde una perspectiva Kleiniana,
pudimos dar cuenta de cómo una técnica, como la caja de arena, puede ser útil y utilizable
desde un enfoque distinto al junguiano. Vimos, además durante todo el proceso, la
importancia de la realización de las Supervisiones sesión por sesión, ya que permitieron
procesar y comprender la experiencia emocional del encuentro terapéutico de nueva
manera. Nos hubiera gustado habernos detenido, un poco más, en las imágenes: los
símbolos que emergían en ellas, los cambios y regularidades que se producían entre
sesiones, ya que, si bien es cierto, se realizaron comentarios sobre ellas, también es cierto
que no se realizó sistemáticamente. Pero, tal vez, esta sea la puerta de entrada hacia una
nueva pregunta de investigación.
114

C. Yamile en el mundo de la fantasía


Cuando empecé el proceso con Yamile, ella tenía cuatro años y medio de edad, su
aspecto físico era organizado y limpio, pequeña y delgada, su cabello lacio llegaba hasta
sus hombros, y siempre lo llevaba recogido con una balaca o unas pinzas; su caminar era
rápido y firme, su lenguaje claro, fluido y con amplio vocabulario. La primera impresión
que tuve cuando la vi llegar al salón de juego, era que se trataba de una niña vivaz, inquieta,
alegre y amistosa, que todo lo preguntaba y quería conocer su funcionamiento. Estableció
rápidamente conexión con el espacio, se veía confiada y tranquila en su interacción con la
caja de arena y conmigo.

Yamile era la segunda de dos hijos, su hermano mayor tenía nueve años cuando ella
nació. La pareja parental se había conformado cuando ambos eran muy jóvenes; la madre
tenía 16 y el padre 19 años, ella se dedicó a ser ama de casa y, en sus tiempos libres, a la
modistería dentro del hogar, y el padre se empleó como conductor de una editorial.

Dos años antes de su nacimiento, la madre tuvo un aborto a los seis meses de
gestación, lo cual la llevó a una depresión, y fue remitida a control psiquiátrico, donde le
formularon antidepresivos durante un año. Durante ese periodo, la pareja empezó a tener
conflictos, debido a la infidelidad persistente del padre, acompañada de un cambio en su
comportamiento en el hogar: se volvió irritable, física y verbalmente agresivo, además de la
persecución por parte de las otras mujeres a través de llamadas en que la insultaban.
Durante esa situación, quedó embarazada de Yamile.

Se enteró de su embarazo cuando ya tenía tres meses de gestación; fue una preñez
tranquila, porque cuando el padre supo de su estado, tuvo un cambio en su comportamiento
y se tornó más cariñoso, la relación se tranquilizó. El embarazo transcurrió sin
complicaciones, el parto fue a término y natural. Después del nacimiento, ella se ocupó del
cuidado de Yamile completamente, y él se encargó de proveer económicamente a la
familia. La lactancia se extendió hasta los tres años. La madre manifestó, que la época de la
lactancia fue placentera y de mucha conexión con su hija, hasta los dos años de vida,
porque en ese momento el padre vuelve a serle infiel con una tía materna de Yamile, y por
115

ese motivo aconteció su primera separación. Ella madre se fue a vivir a Medellín, con sus
dos hijos, donde unos familiares, pero, debido a su inexperiencia laboral, no consiguió
trabajo y regreso a Bogotá a los dos meses, aunque, solo cuatro meses después, volvieron a
estar juntos. Como, nuevamente, el padre le vuelve a serle infiel, continuaron los conflictos,
con peleas recurrentes, con Yamile y su hermano presentes.

La casa en la que vivían tenía dos pisos, el primero era usualmente arrendado y, por lo
tanto, de él devengaban una renta. Cuando los padres se separaron él se fue a vivir al primer
piso, con la nueva mujer, y empezó un conflicto en medio del cual estaba Yamile; ella
insultaba a su madre, le gritaba, entraba sin permiso a su vivienda y utilizaba las cosas del
hogar. La madre gritaba, y Yamile lloraba intensamente, detrás de ella. Finalmente, el
evento que hizo que se mudaran de casa fue, que la otra mujer la agarró del pelo en la calle,
y la revolcó por el suelo; la madre también respondió al ataque. Pero, después de ese
incidente la niña estuvo varios días gritando en las noches.

La madre se fue con sus dos hijos para una vivienda en arriendo, que le paga un
hermano, y retomó su trabajo como modista. El padre dejó de responder económicamente.
Yamile responsabilizó a su madre por la separación, se mostraba rabiosa, y rebelde con
ella, mostrando una clara preferencia por el padre. Esto se convirtió en el motivo de
consulta de la madre.

La profesora del jardín fue quien la remitió al trabajo con la caja de arena, como
medida preventiva, para que la niña superara la separación de los padres. Vale decir, que la
docente no ha visto cambios significativos atribuibles a ello; al contrario, manifiesta que la
niña es activa, participativa, sociable y cariñosa.
116

1. La bruja malvada
La primera vez que entró al salón de juego, sonrió al ver los muñecos y la caja, me
saludó y luego me preguntó sobre lo que íbamos a hacer; le explique que ella podía jugar
con lo que quisiera, ya fuera con la caja de arena, los muñecos en miniatura o con los
papeles, colores, crayolas y plastilina, que había dispuestos en la mesa. Inmediatamente,
captó lo diferente del encuentro entre nosotras, que no se trataba de un ambiente escolar,
donde seria evaluada; se veía tranquila, confiada y sorprendida, al ver dispuestos los
muñecos sobre la mesa, para que ella jugara.

Rápidamente, Yamile mostró interés por la caja de arena y las figuras. Me preguntó, al
iniciar: ¿Puedo armar lo que quiera? Lo cual me hizo sentir que, frente a ella, se abría un
mundo de posibilidades, y que la emocionaba sentir que podía utilizar todo. Tomó tres
carros y los puso de manera circular en el centro de la caja; al momento, esparció bolitas de
cristal, también en el centro y, luego, ubicó muebles de la casa circularmente, pero por el
borde de la caja. Luego, dijo: “Voy a poner aquí la novia (es la muñeca blanca y la ubica al
lado derecho) y aquí a la princesa (es la muñeca rosada, la ubica en el extremo izquierdo)”.
Luego, manifestó que ella era la princesa.

Volvió a la mesa, tomó tres bebés y cuatro cunas con bebés, a los grandes los puso
cerca de la princesa y las cunas alrededor de la novia; también, algunas maletas al lado.

Al momento, la niña empezó a tejer una historia donde la novia se iba de la casa y se
llevaba con ella a los bebés. En ese momento, pensé en la vivencia, real, que la niña había
tenido de expulsión de su hogar, de la usurpación del espacio y del padre. Luego, me
preguntó: “¿Cierto que las culebras pican?” Yo le respondí, diciéndole que ella qué creía, y
me contestó que, al menos las que ella iba a coger sí picaban, que eran muy peligrosas.
Tomò tres y las puso cerca de los bebés, y luego puso dos sirenas idénticas, y dijo, que las
culebras las iban a picar a ellas. Las serpientes podrían pensarse como representantes de los
penes-hombres malos que pican, que son peligrosos, para mamá y para ella.
117

Todas las acciones e historias que realizaba en la caja, las iba verbalizando. Se quedó
mirando, por un momento, lo que había hecho allí, y me dijo: “Voy a ponerles tetero a esos
bebés”; fue por los teteros, los abrió y me manifestó, que no tenían nada por dentro, y
empezó a llenarlos, uno por uno, con arena.

Fue hasta la mesa y tomó: una casa, un pozo, un molino de viento y un puente, y los
distribuyó en la caja de arena. Al poner la casa cerca de la princesa, me dijo: “Ya puse la
casita, yo no tengo casita”. Después de esto empezó a llenar la caja con más objetos: Un
delfín, un avión, dos casas, dos indios, un hombre, un televisor, un jaguar grande, una
trampa, un perro, un león, una cocina y un robot. Y dijo: “Ya no más, ya esto se me llenó”.
Me señaló los bebés, y me dijo que, pobrecitos ellos, porque estaban amarrados y el tetero
se les había acabado. También, expresó que, su mamá, aun le daba tetero antes de acostarse.

Se quedó mirando nuevamente la caja y empezó a llenar algunos objetos con arena:
las carteras, la base de la mesa, una olla de barro, el pozo, un plato y las casas.
Intempestivamente, dijo: “Ya quiero dibujar”, se fue para la mesa y empezó a dibujar una
cuna y un hombre al lado, y al respecto, dijo: “Esto es una cuna y el papá es el que está al
lado, él esta triste, porque la mamá se fue con el bebé, pero lo hice sonriente”.

Volvió a la caja y, señalando las princesas, me contó una historia donde las princesas,
que eran ella y su mamá, estaban mirando al fondo del pozo, mientras que dos indios malos
volaban sobre ellas; pero, en ese momento, vino una bruja que enjauló a los indios, al
tiempo que cocinaba. La bruja brincaba de la cocina a la jaula y volaba. Dos hijos de las
princesas se metieron adentro de la casa para que no los atrapara. Al finalizar la sesión, me
quedé pensando sobre la imperiosa necesidad de llenar todos los espacios: la caja, los
teteros y todos los elementos que tenían cavidad ¿tendría esto que ver con el sentimiento de
desposesión y desprotección, que manifestó cuando decía que ella no tenía casita?

Durante la Supervisión, pensamos que era posible que, llenar todos los objetos con
arena, calmara la angustia generada por el vacío, porque contactar esa experiencia podía
atacarla; también, en la posibilidad de que Yamile, como parte de la dinámica familiar,
118

fuera quien tuviera como función llenar vacíos, lo cual podría ser su gran conflicto y su
defensa fuera el acto de llenar. También, revisamos la dinámica de la relación que se daba
con cada uno de los padres, donde es posible que la madre fuera vista, por la niña, como un
objeto atacante, mamá bruja malvada; ella es quien abandona al padre, pero queda
indefensa en medio de hombres y penes que atacan. Además, se pensó en la posibilidad de
que ella busque protección, por temor a la bruja mala que ataca, roba y la lleva a mirar al
fondo del pozo. Mientras que el padre puede ser visto como atacante y atacado, y se queda
solo al lado de un espacio vacío, la niña está vacía de padre, y de ahí la necesidad de llenar.
La relación entre hombre y mujer es de ataque.

Figura 31

2. Primero el caos y luego el vacío


En la segunda sesión, entró sonriente, me saludó y, rápidamente, se dirigió a la mesa de
muñequitos; mientras la observaba, me preguntó ¿Dónde está la princesa? Pero era una
pregunta de la cual no esperaba una respuesta, era como si pensara en voz alta. Como en la
119

sesión pasada, iba poniendo en palabras sus acciones. Me dijo: “Mira, aquí está la princesa
(rosada)”, y la puso en el lado izquierdo de la caja; luego puso una casa, mientras decìa:
“Ahora necesito poner una casita, esta no la puse la otra vez, pero es que esta no es una
casa, es una iglesia”.

De manera circular, puso tres casas en el centro de la caja, luego tomò tres serpientes, y
me dijo: “Estas pican”, y las puso muy cerca de la princesa. En ese momento, sentí que ella
quería mostrarme el peligro en el que se sentía; claramente, las serpientes eran objetos
atacantes, peligrosos y estaban rodeando a la princesa, que en la sesión pasada era ella, su
propio sí-mismo.

Tomó la princesa blanca y la puso junto a la rosada, pero luego, las separó, quedando
cada una en un extremo de la caja. Después se dirigió nuevamente a la mesa y, mientras
tomaba con su mano a una muñequita pequeña, que en la sesión pasada era una bruja,
señalándomela con la otra mano, me dijo: “La bruja no, no la voy a poner”; soltó la bruja y
tomó un cubo y una sirena pequeña; en la arena puso primero el cubo, y encima puso a la
sirena, mientras decía que la sirena estaba sobre el cubo, para que no la picaran las
serpientes. Sus gestos, al tocar la arena, denotaban miedo frente a la posibilidad de ataque
de las serpientes.

Puso varias princesas pequeñas al lado del cubo, también esparció por la caja varias
bolitas de cristal, mientras decía que eran muchas; ubicó tres barcos al lado de las bolitas,
puso una rosa y, al lado de cada una de las princesas grandes, una cuna; luego fue por los
bebés y los puso por toda la caja, mientras me decía que todos estaban solos. Le pregunté
por el lugar donde se encontraba la mamá, y me contestó que se había ido y los había
dejado solos, que ella se había ido a ver los alumbrados, lejos de la casa.

Después, empezó a enterrar teteros en la arena, de tal manera, que quedaban los chupos
enterrados, pero el resto en la superficie; en ese momento, me dijo, que era ella quien se los
estaba tomando todos. Empezó a revisarlos uno por uno, para ver si tenían arena o tenía que
llenar los que le habían faltado por llenar; los llenó y los ubicó de la misma manera, y
120

mientras tanto, me contaba una historia, en la que la mamá (princesa rosada) se había
encontrado dos teteros y se los daba a su dos hijos, pero que, además, la princesa blanca
tenia cara de ser una bruja. En ese momento, pensé en la necesidad que tenía Yamile de
escindir a la mamá buena, que alimenta y protege, de la mamá bruja, que quiere dañar.

En la caja, metió otras figuras: Un carro, un barco, un avión, unas casas y un puente.
Cuando terminó de meterlos, me dijo: “Ya no caben, mmm, los bebés tienen hambre”.
Metió uno dentro de la casa, con una olla llena de arena y a otro lo puso sobre el puente.

Tomó con sus dedos en pinza a una de las serpientes y me dijo: “esta culebra no deja,
tocara sacarla”, y la sacó de la caja. Después de esto, lleno con arena todos los elementos
que había puesto sobre la arena y que tenían cavidad. Me señalo con un dedo la casa que
estaba al lado de la princesa blanca y me dijo: “esta es la casa de la bruja, pero ella también
a veces es una princesa”.

Tomó una jaula, la puso sobre la mesa y me manifestó, que adentro de la jaula metían a
los hombres, las princesas, pero luego, un indio con un arma mató a las princesas. Puso una
casa al lado de la blanca y, en tono bajo, me dijo: “Ya no cabe, voy a meter solo esta, es
que es para la bruja y este es el televisor de la bruja”.

De manera intempestiva, me dijo: “Voy a dibujar”; sobre el papel, hace algunas bolitas,
pero no hay una intencionalidad de dibujar algo; yo lo sentía más como una defensa, porque
la arena se había empezado a convertir en un lugar peligroso, donde había muertos,
serpientes que picaban y brujas.

Después de decir eso, sacó la princesa rosada y la blanca de la caja, y dijo: “Es que esto
lo voy a organizar bien”, y sacó todo lo que había metido en la caja, y luego movió la arena
con sus manos, de un lado a otro; mientras la movía, se encontró con una olla de barro y me
contó que, con ella, la bruja estaba fritando algo. La sacó. Mientras iba diciendo que iba a
organizar bien la arena, porque lo que había hecho le había quedado mal.
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Aplanó la arena con sus manos y tomó un palo, con el cual empezó a abrir un hueco en
la parte superior de la caja y allí metió un sofá; en la derecha, abrió otro, y allí puso el
televisor; en el lado derecho abrió otro y puso un escaparate, boca abajo; al lado, puso una
casa y la llenó de arena; al lado de esta abrió otro y puso una silla caída; en el lado
izquierdo, abrió otro hueco y puso el bife. En el centro, abrió uno grande y, en la parte
izquierda, de ese filo, cinco carros. Al terminar, me dijo, que ya todo estaba organizado.

Durante la sesión, revisamos cómo durante la segunda cita se observó una relación con
los mismos elementos, pero como realizaba algunos cambios, también vimos cómo Yamile
mostraba ansiedad por los elementos atacantes y que, además, podría pensarse que, cuando
pasaba de la actividad del juego a los dibujos, lo hacía inadecuadamente, ya que huía
eliminando los afectos, y esto podría deberse a que, lo animado, se volvió muy peligroso,
mientras que los objetos inanimados, que están al final, no lo eran; el problema es la gente.

Es como si la caja de arena permitiera ver mejor los estados de la mente, los patrones
de funcionamiento psíquico, con mayor claridad.

Figura 32
122

3. El miedo ante su sadismo


Yamile entró directamente hacia la caja, me saludó, pero el contacto visual lo
estableció con la caja de arena, metió la mano derecha a la arena y la movió suavemente;
luego, se dirigió hacia las miniaturas, tomó unas plantas y las enterró en la arena, mientras
me explicaba, que debían estar enterradas para que no se murieran.

Después, con ambas manos, tomó bolitas de cristal y las esparció por toda la caja; al
terminar, me dijo: “Ya voy por las culebras… ¡huy, pero mejor no!” Me sorprendía toda la
respuesta corporal de hostilidad que manifestaba hacia las serpientes; le dije que, tal vez,
esas serpientes la podrían picar, como a veces los hombres-penes malos atacan a las
mujeres. En ese momento, Yamile tenia las culebras en la mano, las tiró a la caja, de
manera abrupta, y mostrándose muy asustada, esperó un momento, y me dijo, que las
serpientes comían píquis (bolitas de cristal), pero que, además ,nadando hacia la caja iba
una ballena, que con su mano, y dijo: “¡Qué miedo de la ballena!” La caja de arena se había
empezado a llenar, en la fantasía de Yamile, de elementos muy peligrosos, que picaban y
mordían (tamaños grandes). Empezó a echarle arena en la boca a la ballena, mientras me
iba explicando que comía mucho, que no se llenaba con nada, aunque comía y comía. La
soltó y empezó a sacar arena del centro de la caja; puso cuatro carros en círculo, y me dijo:
“¡ay!… toca traer la princesa y la bruja”. Puso la muñeca rosada (princesa) en el lado
izquierdo y a la blanca (bruja) a la derecha; en la mitad de las dos, puso un puente; en ese
momento, me contó que ella había ido a visitar a su padre, que había tenido una hija con
otra señora y que esa niña le había chuzado el dedo. Con su mano me señalo la bruja y me
dijo: “esa bruja es muy mala”. Le dije que su nueva hermana se había convertido en la bruja
mala que la lastimaba quitándole el amor de papá, se quedó mirándome por unos segundos,
luego tomó con sus dos manos teteros y los esparció por la arena, enterró cuatro de ellos y
me dijo: “mmm, es mala esa bruja, está haciendo una sopa de bebés y se los va a comer”
(Supervisión: se asusta de su sadismo)
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Inmediatamente, cambió de actividad, y dijo que iba a hacer algo con plastilina; en ese
momento, pensé, que al poder hablar de los peligros que la estaban asechando, la intensidad
de su rabia y destructividad, se defendía cambiando de actividad.

Tomó la plastilina, empezó a hacer bolitas, que fue pegando en una hoja, pero no se
produjo ninguna imagen, únicamente pedazos juntos, que ella nombró como “un piñón”
(Supervisión: tal vez ataques anales con heces, en una hoja aparte, no encima del ataque
oral, sino al lado, como dos formas de ataques diferentes).

Después, se dirigió hacia la caja de arena y sacó la bruja, la ballena y las serpientes, y
me dijo: “Las voy a sacar, porque me asustan” (Supervisión: voracidad de la ballena,
ataques de los penes de los hombres, y la bruja traga bebés, que es ella misma, similar a
esos objetos malos). De la mesa, tomó una muñeca, la acostó boca abajo y la cubrió
parcialmente de arena; también, llevó una ollita de barro, la llenò de arena y, adentro, puso
una bolita de cristal, y me dijo “Este es un tesoro y también es la comida de las culebras”
(Supervisión: tesoro-bebé bueno, y comida de culebras. Será que las culebras se roban los
tesoros de la madre. Y ella misma, a veces, se convierte en una culebra mala. Se asusta de
su propia voracidad).

Se fue nuevamente hacia el papel y empezó a hacer unas letras y un televisor.

Durante la Supervisión, pensamos que, el contacto con la arena, podría ser similar al
contacto con el pecho de la madre. En esta sesión, Yamile ingresa inicialmente por lo no
peligroso y luego empieza a construir lo peligroso; también se pensó en la posibilidad de
que las serpientes representaran los penes y la ballena a la madre voraz. Los bebés
esparcidos por la caja de arena, pueden tener que ver con esos bebés internos, que nadie
protege y que quedan a merced de los ataques de la bruja mala. Ella, al parecer, se puede
defender de los peligros, al sacar la serpiente, la bruja y la ballena de la caja. Pero, cada uno
de estos elementos, también se convierte en partes de ella misma, la más peligrosa de todas.
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Figura 33

4. Aparición de aspectos bondadosos de ella


Entró brincando al salón de juego, tocó con sus dedos la arena y me dijo: “¡Au, au!,
¡está muy caliente la arena!” Sus gestos me hacían pensar que, en realidad, se estaba
quemando. Luego, metió nuevamente su mano y me dijo que ya estaba más fría. Tomó una
ollita, la llenó de arena y la enterró; cuando terminó, me dijo: “Las serpientes están
buscando saber dónde estoy yo, me quieren a mí, pero también a las princesas”. Después,
me explicó que las serpientes la estaban buscando para picarla, lo cual le daba mucho
miedo. Mientras me dijo eso, yo pensaba en los objetos serpientes-penes, como algo muy
persecutorio para ella.

Y luego, mientras iba moviendo los muñecos, me empezó a contar una historia en la
que había tres soldados que se disparaban entre sí; en ese mismo lugar, una bruja (la
muñeca rosada) estaba bañando un bebé que metió en un recipiente, y empezó a taparlo con
125

arena, hasta taparlo totalmente; la bruja lo quería ahogar, pero los robots no se lo
permitieron. Puso un armario en la parte superior de la caja, rodeado de árboles, y me
explicó que se trataba de una puerta secreta. Puso tres cunas y dijo que los tres bebés
estaban amarrados por la bruja y que las serpientes se los iban a comer, mientras ubicaba a
los bebés en la caja; tocó a una serpiente, y en ese momento gritó, diciendo: “¡Esta culebra
me va a picar!”; en ese momento, retrocedió dos pasos. Su historia se había convertido en
una escena persecutoria, de culebras que pican, comen bebés, y brujas que amarran bebés.

Luego, empezó a llenar la caja con otras figuras, metió un puente, un pozo, un mueble,
la muñeca blanca, dos princesas pequeñas, un hombre acostado en la arena, cuatro teteros,
una hormiga, tres vaqueros acostados, una olla de barro y me iba diciendo, mientras los
ubicaba, que la muñeca rosada estaba mirando hacia el pozo, pero que el pozo, en realidad,
era una jaula. Que las princesas pequeñas eran amigas de los bebés y sacaron a los robots, a
la bruja y al bebé del agua. Mientras hablaba, iba sacando todo lo que había dentro del
recipiente: la bruja, los robots y el bebé y, más bien, sembró un árbol en ese lugar.

Tomó un cubo, y con él, empezó a darle golpes fuertes a las serpientes, en la cabeza.
Fue una acción que realizó con mucha fuerza, mientras me decía que las estaba matando.

Durante la Supervisión, se reflexionó sobre la posibilidad de que la caja de arena fuera


como el escenario psíquico, y cómo para Yamile, en determinados momentos de la sesión,
la arena se convertía en un área de terror, pero,, al mismo tiempo aparecían aspectos
bondadosos, de ella misma, representados en las princesas pequeñas.
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Figura 34

5. La bruja voraz
Entró al salón de juego preguntándome por qué no había ido primero por ella. Sin
esperar ninguna respuesta de mi, se dirigió a la mesa de juguetes, tomó unas plantas y un
recipiente, lo llenó con arena, lo puso sobre la caja y allí sembró la planta; puso una rosa al
lado, mientras me decía: “Este es un árbol que creció aquí”. Enseguida, tomó bolitas de
cristal y las esparció por la arena. Después, tomó un carrito y empezó a hacer una carretera,
de izquierda a derecha, en la parte inferior de la caja, y en el centro, le metió bolitas de
cristal, que posteriormente tapó con arena. Cuando terminó de taparlas, me dijo: “La
ballena está buscando comidita y también las serpientes”. Eran tres las escenas de esta
primera parte de su construcción: El árbol que crece junto a la rosa, una pareja amable. Las
bolas de cristal regadas por la caja y en el centro, y el carro que recorre la escena, como en
búsqueda de algo, o será el que va regando esas bolitas comida-caca y finalmente los
127

animales peligrosos, animales malos que, en busca de comida, iniciarían, posiblemente, una
acción cabalística. Se asustó y cambió el escenario y la historia.

Tomó la muñeca rosada y la blanca, las puso juntas en el centro de la caja, mientras me
decía que la de rosado era la hija y la de blanco la mamá, y que las dos eran, ese día, unas
princesas. Le dije, que como ella y su mamá, y me dijo que sí, mientras cogía siete bebés y
seis cunas con bebés, de la mesa, y los puso sobre la arena, cerca de las princesas. Ella y la
madre rodeadas de bebés-comida. Me explicó, que el tiburón grande se quería comer a los
bebés que estaban amarrados y tirados; los había traído un barco, pero los había dejado por
ahí, pero que la princesa-hija le decía a su mamá, que ella los cuidaría, los metería en una
jaula cuando el tiburón se descuidara. El padre amenaza con comerse los bebés, ella
impedirá que eso suceda, pero, para hacerlo, tiene que ser sin que el padre lo sepa. El padre
peligroso entra en escena.

Metió en el centro una casa y, dentro de ella, una estrella de mar; luego, alrededor de
puso un comedor, unos muebles, la sala, la cocina, una mesa, un candelabro, un plato y una
cocina. Yamile empezó a echarle arena, con su mano, a todos los objetos que había dentro
de la caja, mientras me decía, que la bruja era quien estaba echando arena; al preguntarle
por quién era la bruja, llevó una muñequita muy pequeña, y mientras me la señalaba, me
decía que ella era la bruja. Cuando la puso sobre la arena, empezó a desenterrar las bolitas
de cristal, la metió en la jaula, y encima, le echó las bolitas de cristal, con mucha fuerza; en
ese momento, me dijo: “Yo le tiré esas píquis, porque es muy mala; yo no te había dicho
antes, pero ella había enterrado antes a un conejito pequeñito (toma uno de los muñecos y
me lo muestra)”. Ella, la bruja mala, es ahora la atacante y ella misma tiene que defenderse
de esa parte suya que quiere hacer males, comerse la estrella de mar o los bebés. Atacar a la
madre y sus posibles hijos.

Se dirigió hacia la mesa y tomó seis muñequitas pequeñas y puso dos de ellas muy
juntas, y me explicó que ellas dos eran amigas, pero que estaban perdidas, buscando a la
mamá; luego fue por teteros, los llenó de arena, los enterró, y me dijo, que era hora de
encontrar teteros. Enterrar iba convirtiéndose en una acción con sentidos diferentes:
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esconderse, protegerse o atacar y dañar. La niña se asusta, posiblemente, de perder a la


mamá y no volver a tener leche buena para ella y los bebés, y decide alejarse de la caja de
arena, que hasta ahora se ha llenado de objetos peligrosos, sus padres y ella misma, que se
atacan entre sí, que dañan bebés y que pueden, finalmente, desaparecerse.

En ese momento, me dijo, abruptamente: “Ya quiero es escribir”; le pregunté si la caja


se había vuelto nuevamente peligrosa, y ella me dijo que la caja siempre era peligrosa,
porque las princesas seguían intentando salvar a los bebés, y ellos siempre estaban en
peligro de que la bruja mala se los comiera. Escribió algo sobre el papel, sin forma
reconocible. Volvió a la mesa y fue esparciendo, en el centro de la caja, algunas conchas, y
me dijo, que estaba bañando al conejito, pero que, además, todos querían echarle arena a la
jaula; en ese momento, empezó a echarle arena a la jaula, con sus manos; luego echó los
teteros, las princesas, las conchas, algunos ladrillos. Cuando terminó, me dijo: “Ya están
todos encerrados, la jaula tiene la barriga llena”; se quedó mirándola un momento y empezó
a vaciarla en el centro de la caja. Mientras, me explicó, que la bruja mala sí se quedaba en
la jaula.

Durante la Supervisión, pensamos que la bruja-ella tenía un estado voraz: quería


apropiarse de todo, tragarse todo lo que pudiera. Pero, luego, se siente sola y vacía. “El que
todo se traga, se queda sin nada”, parece ser el pensamiento que la lleva a vaciar la jaula.

Figura 35
129

6. El deseo de comerse, atacar y desaparece a los bebes reales y


fantaseados
Me saludó, como siempre, y se dirigió hacia la mesa de muñecos; tomó las bolitas de
cristal y las esparció por la caja de arena; luego, metió las bolitas de cristal en un recipiente
y lo puso boca abajo. Después, puso la muñeca blanca y la rosada juntas, al lado del
recipiente, y me dijo que la de rosado era la princesa. Cogió un pato, lo sostuvo en su mano
izquierda, mientras puso un puente cerca de las princesas, y me contó que ellas querían
pasar al otro lado de la arena. Tomó una casa y me dijo: “Quiero poner una casa bonita, no
una casa peligrosa. ¿Cierto que un día jugamos a los malos?” Yo le dije que sí y que,
cuando eso ocurrió, ella se asustó mucho. Me dijo que sí, pero que en esta sesión no iba a
ser así.

Cogió unos teteros y los metió debajo del recipiente donde estaban las bolitas de
cristal, luego trajo palos y, con ellos, cercó el recipiente, donde ahora se encontraban las
bolitas de cristal y los teteros. Los bebés y los teteros parecían objetos, atractivos para
otros, que tenían que ser protegidos, y había que construir muchas barreras para que los
malos no pudieran alcanzarlos. Era una escena de defensa, por temor al ataque de los
enemigos.

Enseguida, se produjo el ataque: En el centro de la caja, puso algunos bebés y cunas


con bebés, les echó arena encima y luego, al lado de estos, una gallina. Me explicó que ella
los estaba ahogando, y puso al pato que tenía en su mano. Luego, apareció un trozo de
historia, y me contó, que “el pato le preguntó a la gallina: ¿Por qué estas enterrando a esos
bebés? y la gallina no le contestó”. Entonces, le pregunté por qué creía ella que esa gallina
ahogaba los bebés, y me explicó entonces que era muy mala. Era como si en ese cuento, yo
fuera el pato que le hacía preguntas sobre sus acciones, y ella la gallina mala, que no quería
contestar.

Después, empezó a meter otros objetos y animales a la caja de arena: Una mesa,
plantas, un tigre, un canguro, una iglesia, cinco casas, aviones, carros (casi no le cabía en
sus manos todo lo que quería llevar a la caja), helicópteros, una moto, una vasija de barro,
130

cuatro muñequitos. Y mientras señalaba a los animales, me dijo, “estos son unos animales
salvajes que viven por aquí. ¡Ah, pero, espere, quitemos esto!” Quitó los palos que estaban
cercando el recipiente, luego empezó a llenar con arena la vasija de barro, luego señaló a
los muñequitos, y comentó: “Aquí hay dos parejas, ellas dos son amigas y ellos dos son
amigos... Ya quiero dibujar”. Rayó algo, y luego me pidió que le guardara bien el pato y
que, además, le fuera a decir a su mamá que le comprara un patito de esos, y que también le
guardara bien las crayolas.

En Supervisión, vimos cómo las defensas de los bebés y los teteros ya no existían, y
ahora, una jauría de animales salvajes venían a atacarlos. Esa escena la aterró y por eso,
después de mencionar las parejas de las dos mujeres y los dos hombres, prefirió alejarse. La
historia se estaba pareciendo mucho a la realidad; las nuevas parejas de los padres la tenían
furiosa y quería acabar con los bebés que recientemente, en la realidad, el del padre, y en la
fantasía, el de la madre, estaban por llegar, y ella tenía muchas ganas de comérselos, de
atacarlos y desaparecerlos. Mirar de cerca sus impulsos asesinos y destructivos era
aterrador para ella. Su acción siguiente fue proteger a la terapeuta-pato y a las crayolas, de
sus impulsos destructivos.

Figura 36
131

7. Impulsos agresivos
Saludó y se dirigió rápidamente a la caja, allí tomó las bolas de cristal en un recipiente
y las esparció en la arena; se quedó un momento mirando lo que había hecho y las sacó de
allí. Tomó cuatro personas: dos hombres y dos mujeres. Metió a las dos mujeres dentro del
recipiente y las tapó con arena. Cuando realizó esto, me dijo: “Estas mujeres están
enterradas, pero yo no fui la que las enterró, fueron estos dos hombres, que eran los
esposos, pero las enterraron, porque se habían conseguido ya otras novias. Las enterraron
para poder tener novias”. En ese momento, pensé en la manera en que Yamile presenta su
rivalidad con las otras mujeres que le quitan el papá, a saber, la nueva esposa y la nueva
hija, dejándolas a ella y a su madre en un estado de vulnerabilidad y abandono, por fuera
del grupo familiar del padre.

Cuando terminó de hablar, desenterró ágilmente a las mujeres, mientras, y al mismo


tiempo, me explicaba que las habían desenterrado los hombres, que las mujeres no estaban
muertas, sino dormidas. Cuando lo hizo, juntó a las personas por parejas y, nuevamente,
metió las bolitas de cristal al recipiente y metió, también nuevamente, a las mujeres. Me
explicó que ella no había sido quien las había enterrado, sino que había sido un hombre que
estaba pasando por ahí en una moto. En ese momento, también metió a los hombres dentro
del recipiente y al hombre de la moto, argumentando que ese hombre estaba durmiendo
debajo de la arena.

Enseguida, volvió a sacar todo lo que había metido en el recipiente y únicamente dejó
al hombre de la moto, con las bolitas de cristal. Después de un grande y profundo suspiro,
expresó: “Ahora, van a llegar todos los animales, todos”. Fue a la mesa de las figuritas y
tomó todo los animales y cosas que había y los metió de manera desorganizada en la caja
de arena; me explicó que todos los animales estaban libres, y, con una cara un poco
desesperada, me dijo: “Ya casi no caben las cosas, tengo dolor de cabeza, son hartas cosas,
casi no me caben en la mano”; yo le comenté que, tal vez, tantas cosas tampoco le cabían
en la cabeza. Enseguida, me sonrió y me dijo que todos estaban enterrados, que mejor iba a
dibujar una mariposa, luego, que mejor un árbol y, finalmente dibujó una araña. Se retiró de
la destrucción, buscando una salida hacia el dibujo, pero no logró transformar la
132

destrucción en una mariposa bonita, ni en un árbol fuerte; tal vez, le pareció demasiado
grande el contraste y optó por la araña.

Cuando le dije que ya debíamos terminar la sesión, me dijo: “Ahí te dejo para que
arregles mi desorden” y salió sonriente del salón de juego. Tal vez, para este momento, yo
era el objeto confiable que podía hacerme cargo de su desorden mental, de todos sus actos
de destrucción, que a ella le habían resultado tan agobiantes ese día.

Figura 37

8. Deseos, ataques y castigos (oral, uretral, anal)


Entró al salón y se quedó mirando un momento la caja de arena, pero luego, se dirigió
a la mesa de muñecos, tomó una mujer y la puso en el cuadrante superior derecho;
enseguida, tomó dos muñecos con gorra y me explicó que eran los bomberos, que los
habían llamado, porque la casa se estaba quemando; también tomó otros dos muñecos, los
puso al lado de la mujer, y dijo, que eran los hijos de esa mujer.
133

En ese momento, me preguntó que yo qué estaba haciendo con el otro niño, porque ella
le había pedido permiso a la profesora para lavarse las manos, con el objetivo de mirar por
la rendija de la puerta lo que Josué estaba haciendo en la caja de arena y lo que me estaba
diciendo, pero que no había podido escuchar, ni ver nada.

Volvió a la mesa de muñecos y tomó a un hombre, que puso en el cuadrante inferior


izquierdo, quedando frente a la mujer. Se quedó mirando un momento la caja y tomó, con
cada mano, cada uno de los muñecos y los puso a caminar, a ambos, uno en dirección hacia
el otro, hasta que los juntó. Dijo: “Ellos son los esposos y ellos los hijos”.

Tomó el recipiente con las bolitas de cristal y lo metió en la caja, allí también metió a
los hijos y los tapó con arena. Luego, acostó a los esposos juntos en la arena y comentó:
“Tenemos que alegrar otra vez esto”; sacó lo que había metido al recipiente, excepto a los
hijos, y metió a los esposos. Después, sacó el recipiente de la caja y lo puso a un lado.

Cuando lo sacó, esta quedó vacía; entonces, Yamile empezó a aplanar la arena. Luego
tomó a uno de los hijos que había en el recipiente, lo acostó boca arriba y le empezó a echar
arena en la boca, mientras me decía, que ese niño comía mucho y se vomitaba, que el papá
le decía que no comiera tanto, pero que no le hacía caso, porque estaba bravo con él.
Parecía que se encontraba con su propia voracidad caníbal.

Luego, hizo un círculo en la arena y sacó la arena de allí; enseguida, puso dos patos, y
me dijo: “Los patitos están nadando y voy a poner aquí, en el borde, a una señora que está
sentada, mirando todo lo que está pasando”. En ese momento, pensé, que la señora que
estaba mirando las cosas que ocurrían en su mente era yo.

Metió al otro hijo, que estaba en el recipiente en la caja, y me dijo que esos dos niños
se orinaban en la cama y se vomitaban. Les metió arena en la boca, y luego los puso a
vomitar, mientras exclamaba: “¡mmm, se chichisiaron otra vez!”. Pareciera que estuviera
en contacto con los ataques orales y uretrales de su parte niña-niño, producto de la rabia
que tenía, posiblemente, por la nueva pareja y la nueva hija de su padre.
134

Después, tomó unas plantas y las sembró en la arena, y al momento, me dijo, que el
papá había encerrado a los dos hijos, porque se habían portado mal y no hacían caso. Había
llegado el castigo por los ataques rabiosos. Tomó unas cercas y los encerró, y con otra
cerca, a los patos, y les quitó el agua; los sacó, y en su lugar, puso a una tortuga. Tomó la
muñeca rosada y la puso al lado de las plantas, y me dijo: “Esta soy yo y vivo aquí, yo
tengo muchos arbolitos, ella dejó libre a los animales”. Después del castigo y la culpa,
apareció la idealización, como disimulo: ella cuidando las matas. Así, aparentaba haber
controlado sus impulsos agresivos, representados por los animales libres.

Volvió a la mesa de muñecos y tomó a los bebés y las cunas, y los puso cerca de la
princesa, boca abajo, y comentó que la princesa les pegaba a los bebés en la nalga y les
decía que eran tontos. Cerca de la princesa rosada, puso la muñeca blanca; inicialmente,
dijo que era una bruja, pero inmediatamente, que se trataba también de una princesa. En ese
momento, pensé, que aparecía ahora el castigo de la madre, por sus ataques mortíferos a los
bebes, y ella se confundía entre su parte bruja y su parte princesa, la mala y la buena. Se
quedó mirando la caja un momento, y me contó que el papá le había quitado a la princesa
rosada la tortuga feliz; la quitó, y en su lugar, puso una araña negra. Hubo un momento de
silencio, y me dijo: “Pero cuando la princesa se porta bien, el papá le compra dos tortugas
(puso dos sobre la arena y sacó la araña negra); ahora te digo dónde es mi casa, para que
vayas, lleves mis dibujos, la caja y todo esto”. En el cuadrante inferior izquierdo, puso
cuatro tornillos, diciendo que eran unas tetas, mientras las contaba: 1, 2, 3, 4. Dirigió su
mirada hacia la mesa de muñecos, y me dijo: “Todos van a venir”. Nuevamente, me señaló
a los bebés, y me dijo: “Todos les están mirando el culito, porque se portaron mal conmigo.
Tengo que pegarles, porque están mostrando el culito”.

Aparecían sus deseos sexuales y sus temores de castigo. Su envidia por los senos
grandes, que dan leche, de la esposa del padre, y su deseo de ser castigada y, tal vez, sentir
sensaciones agradables con el golpe en el “culito”. Tomó todos los muñecos que había en la
mesa de figuritas y los tiró en el lado izquierdo de la caja, mientras me decía que ella
llamaba a todos los amiguitos para que vieran la nalga de los bebés. Ahora, la fantasía de
“flagelación” se hacía pública. Surgían los que venían a mirar.
135

En el lado derecho de la caja puso los muebles, la cocina y cosas de la casa. Puso
también, las dos muñecas, muy cerca, y dijo que se estaban abrazando, porque se querían
mucho. Se trataba, tal vez, de los encuentros amorosos de la madre, quizás para aplacar
todos los deseos rabiosos que tenían hacia esas mujeres, productoras de bebé y de leche.

Tenía que contentarse con sus juegos sexuales con los amiguitos. Algunos elementos
de la izquierda se resbalaban y caían al lado derecho, pero los volvía a poner en su lugar. Al
finalizar la sesión, la imagen que quedó plasmada era de una escisión, donde, en el lado
derecho, había caos y desorden y, en el izquierdo, armonía y orden, Eran los dos lados: el
de los impulsos desordenados e intensos, con los que quiere atacar los objetos que le hacen
daño, con su actuar alejado e independiente ( el padre con su nueva familia), y el lado del
disimulo, o de la calma, no era claro, al lado de la madre amorosa.

Durante la Supervisión, pensamos cómo, en su mente, el desorden y la confusión se


crean por los celos edípicos, y también, porque la rabia, la atracción y el deseo de saber, le
generan una excitación que la llevan a juegos eróticos de voyerismo, hacia la pareja madre-
padre; los ataca con orina y vómito. Además, está presente la fantasía de flagelación.

Figura 38
136

9. Escasez, envidia, ataque y soledad


Entró, e inmediatamente me dijo, que estaban celebrando en el jardín el día de los
niños, y se dirigió a la mesa de muñecos. Tomó las bolitas de cristal y las esparció en la
arena, luego tomó un pato y comentó que el pato había sido quien había esparcido las
bolitas de cristal. Lo puso sobre las bolitas de cristal y luego puso otro, y aclaró, que
estaban sobre el agua. Fue moviendo uno de ellos por el agua, mientras decía: “¡cuá, cuá,
cuá!” Señaló el recipiente donde antes estaban las bolitas de cristal, y me contó, que los
patos no podían entrar allí, porque ahí picaban. Ante la gravedad del peligro, optó por el
camino contrario: “Espérate que voy a hacer algo”. Metió las bolitas de cristal en el
recipiente, luego arena, y puso los dos patos encima de ella. Luego, cogió otro y también lo
puso al lado de los otros dos, y dijo: “Estos patos tienen que encontrar las píquis, que son
premios o regalos.” Los ataques-peligros convertidos en regalos, los ataques anales con
heces convertidos en recolección de heces-valiosas. “Yo soy el pato morado, tú eres el pato
amarillo y mi hermano, que se llama Matew, es el verde”. Tomó el morado y le metió la
cabeza dentro de la arena del recipiente, luego sacó varias bolitas y me dijo: “Mira, mi
hermano encontró muchas, muy bien”. Luego, tomó el amarillo, sacó una bolita y exclamó:
“¡Ay, encontraste sólo una!” Después, tomó el morado, metió su cabeza dentro de la arena
y saco cinco bolitas, y expresó: “¡yupi, yupi, yo si encontré! Mi hermano encontró dos, yo
cinco y tú solamente una.

Sacó el pato amarillo y el verde, y dejó únicamente el morado, sobre el recipiente,


mientras lo movía de un lado a otro, y con él, continuaba sacando bolitas del fondo del
agua, mientras decía que el hermano había perdido, que yo había perdido, en cambio ella
había ganado. Luego, metió nuevamente las bolitas, que había sacado, en el recipiente, sacó
los dos patos de la caja y puso el morado a nadar por toda la caja de arena, y luego vacío el
recipiente con las bolitas de cristal por toda la arena, y corrió toda la arena hacia la parte
izquierda de la caja.

Se dirigió hacia la mesa de muñecos, y tomó algunos de manera indiscriminada y los


tiró a la caja de arena. Su rostro reflejaba tristeza, y luego me dijo: “Ya no quiero jugar
más, es que me estoy perdiendo lo que están haciendo los otros niños”.
137

Durante la Supervisión, pensamos que, en esta sesión, estaba presente su envidia de


pene y la necesidad de convertir a su hermano en un ser castrado, como ella. Aquí, la
envidia, producto de la escasez de sus recursos, se desplaza de ella a la terapeuta, que tiene
ahora que hacerse cargo de la escasez propia, que no tolera, para poder convertirse en la
poseedora de muchos tesoros. Sin embargo, al contactar la verdad de su escasez y soledad,
por los ataques envidiosos, no pudo aguantar el contacto con su soledad y su carencia de
recursos, y tuvo que irse en búsqueda de niños, para enriquecerse con lo que ellos tenían.

Figura 39

10. Los celos edípicos y los ataques asesinos


Entró al salón y me dijo que no había podido venir a la sesión anterior, porque estuvo
enferma; fue a la mesa de muñecos y empezó a meter algunas figuritas a la caja de arena:
una iglesia, un pozo, un puente, Blancanieves, la muñeca blanca, la muñeca rosada y la
ballena, puso una rejilla, y sobre esta, tres casas.
138

Tomó la ballena en su mano izquierda, le echó arena, y luego le puso un árbol en la


boca, mientras comentaba que estaba comiendo. Después, tomó dos muñecos pequeños y
me dijo que eran hermanos, como su hermano y ella, pero que esos hermanos se habían
vomitado; les echó arena en la boca, luego se las sacó, y me dijo: “¿Sí ves? Se vomitaron”.
Seguían los ataques al pene envidiado, pero esta vez, ella y su hermano envidiaban el pene-
árbol del padre, y al comérselo, se indigestaban y vomitaban.

Fue a la mesa de muñecos y tomó la sala, la mesa del comedor, la cocina, las sillas del
comedor y las puso por fuera de la caja, en el lado derecho, y expresó: “Tengo que
organizar muy bien esta casa ¿Dónde pongo el televisor? Ya sé (lo puso sobre una mesita);
es que la bebé está viendo muñequitos.” Era el momento de defenderse, con la limpieza y el
orden en un espacio aparte.

Cogió una ollita de barro, la llenó de arena y la puso sobre el comedor; luego sentó al
bebé en una de las sillas del comedor y empezó a darle comida. Decía: “El bebé es mío.
Venga siéntese aquí a comer.” Pero, enseguida, volvía a aparecer el desorden y la rabia:
“¡Ah, regaste la comida. Bueno, se queda aquí y se va a comer toda la comida (Tomó otro
bebé y lo sentó en otra silla del comedor); usted también se me queda quieto, quieto, tonto
apestado. ¡No se queda quieto, no me hace caso!” Los bebés se le cayeron de la silla y
Yamile los reacomodaba, pero se fue desesperando y les empezó a gritar: “¡Tocó servir otra
vez la comida, niños necios!” Me señaló uno de los bebés y me dijo que ese era muy malo.
Aquí aparecía la escena de una mamá que no podía hacerse cargo de los bebés necios. La
desesperación de su madre sola, que tenía que hacerse cargo de ellos.

Yamile se sentó en el borde de la mesa, tomó uno de los bebés y empezó a darle
comida de la olla de barro, y me dijo: “Le estoy dando helado, y ahora lo voy a bañar,
porque ya no hay más cosas que comer, porque el papá les quitó todo”. Le contesté que, tal
vez, ella también creía su papá le había quitado todo, y ella me contesto que su mamá y su
papá se habían peleado y que el papá le había quitado todo a la mamá. Así que, ella me
estaba mostrando ahora la relación entre sus padres, las dificultades en las que estaba su
mamá, con hijos a cargo y sin recursos para hacerlo.
139

Luego, tomó nuevamente la ballena y le empezó a echar arena en la boca, mientras me


iba diciendo: “Mi mamá ya no quería a mi papá, es que él ya tenía a otra señora, que se
llama Cony”. Soltó la ballena y tomó un caballo, y encima de este, puso a un hombre, del
cual me dijo que era un príncipe que iba para donde la princesa, que era ella, y me señaló a
la muñeca rosada. “Pero como la princesa está bañando al bebé, no le pone cuidado al
príncipe”. Le pregunté quién podría ser el príncipe, y me dijo que su papá, que llevaba unas
rosas para ella. Tomó un hombre y le puso un arma en la mano, y luego me dijo: “Más bien,
yo cojo el arma”, le puso a la princesa rosada un cuchillo en la mano “La princesa tiene un
cuchillo para matar al príncipe, no, más bien al príncipe no, a un señor”. Tal vez, ahora
había entrado la fantasía de triunfo, con relación a la pareja de los padres; él había dejado a
la mamá, pero venía ahora a hacer pareja con ella. Los celos edípicos quedaban resueltos
para ella; la madre abolida, la madrastra también y ella convertida en la nueva mujer del
padre. Frente al temor de la retaliación, de la venganza de las mujeres contra ella y su
príncipe-papá, lo convirtió en un señor cualquiera.

Yamile tomó la mano de la princesa con la suya, le enterró el cuchillo por la espalda al
hombre y luego al caballo. Le comenté que tenía mucha rabia con papá, porque se fue con
esa señora Cony, y me respondió que sí, porque la había dejado. Y luego: “Mira, pero aquí
viene un príncipe en un caballo, que trae flores”; le puso unas al príncipe en la mano y se
las entregó a la princesa. Ella las tomó, luego las tiró al suelo y le grito al príncipe
diciéndole que eran muy feas; en seguida, la princesa tomó una cacerola y, con ella, le
pegaba al príncipe en la cabeza, y después con un palo, mientras exclamaba: “¡Tin, tun, tin!
La princesa bajaba de su torre y cuando lo vi, le pegue y lo metí a un cajón.” Ahora podía
hablar de su rabia y de sus ganas de matar al padre.

Fue una escena fuerte, donde sentí que contactaba toda su rabia y celos hacia el padre
que la había abandonado. Hubo mucha agitación motriz, gestos que denotaban ira, deseos
de destrucción y una identificación con la madre.
140

Figura 40

11. La retaliación de la reina bruja


Me saludó y se dirigió a la mesa de muñecos, tomó un pedazo de tela, lo puso sobre la
caja y le echó arena encima; luego, puso otros retazos y me dijo, que el más alto era la
cama con su almohada, y el otro un tapete, aunque después, que más bien el tapete era una
playa. Tomó la princesa rosada, la puso sobre la playa y me dijo: “Ella vive aquí”; se quedó
observando un momento lo que había hecho y vio que encima de la cama había un poco de
arena, y comentó: “Oiga, se me ensució la cama, vamos a organizar otra vez esto. Este es el
colchón, esta la sabana, y estas las almohadas. La reina duerme debajo de la cama y yo
duermo arriba”.

Tomó una muñeca y me dijo que esa era la reina, que no dormía y que le iba a poner
una bufanda a la princesa, para que se protegiera de la reina porque era muy mala. Levantó
la reina y al frente de ella puso un espejo, al que le decía: “Espejito, espejito mágico,
141

tráeme a Blancanieves” (Blanca nieves era la princesa rosada). Le dije que, a veces, su
mamá era también como esa reina malvada, Yamile me dijo que sí, porque la mandaba todo
el tiempo a que le ayudara con el oficio. Luego, tomó a la reina: “La reina bruja le dijo a la
princesa blanca que le llevara a Blancanieves.”

“¿Sabes algo? El fin de semana me vi una película muy triste, yo no conocía al niño de
rayas, él estaba buscando a un amiguito y a los papás, y cuando los enterraron en la jaula
era triste, muy triste. El niño se quitó la ropa, se puso un pijama de rayas y mataron al niño
con arena. Mi papá me puso la película, lo que sí no me deja ver son las películas de terror;
ya mejor no hablo más de eso, porque me da miedo”. Cuán difícil es acercarse a los deseos
asesinos hacia los padres. Lo más seguro, es que aparezcan entonces las imágenes de
retaliación, o si no, las de castigo, cárcel, sentencia de muerte y terror.

Se fue hacia la mesa de muñecos tomó unos patos y los puso sobre un pedazo de tela,
mientras exclamaba: “¡cuá, cuá, cuá!” Quitó la tela sobre la que estaba acostada la reina y
le dijo: “Levántese, reina tonta.” Luego, puso una casa por fuera de la caja de arena, y me
dijo: “La casa no puede estar adentro, ¿sabes por qué no puede estar adentro? Porque la
encuentra la reina”. También, puso por fuera de la caja: una mesa, una silla y sentó a un
bebé, mientras me decía que la mesa era de sus bebés, pero que ella se tenía que salir de la
caja para poder cuidarlos, porque la reina bruja se los quería quitar. Aquí, aparece el gran
terror de la retaliación frente a los deseos de robarse y matar a los bebés de la madre. Ella
puede venir a hacer lo mismo, con los bebés de la niña.

Luego, me preguntó: ¿Dónde está el príncipe? Tomó un soldado, pero, pronto se dio
cuenta de que no tenía un brazo y me dijo que mejor no había príncipe. Yo le dije que ese
era un hombre incompleto y me dijo: “Síí y así no puede abrazar, y tampoco puede cargar a
los bebés”. Bajo el complejo de castración, un hombre mocho tampoco puede regalar
bebés.

Tomó más bebés y los encerró dentro de una cerca en la caja de arena, diciendo que los
iba a bañar con aceite y luego con agua. Así terminó esta sesión, sin que quedara clara la
142

intención del encierro a los bebés, pues podría ser tanto para protegerlos como para
atacarlos y posiblemente ‘cocinarlos’.

Figura 41

12. La madre buena


Entró al salón de juego, se dirigió a la mesa de muñecos y me dijo “hola”, en tono bajo,
pero afectivo. Le dije que sentía que estaba triste y me dijo que sí, porque había estado
enferma ella y también su mamá.

Cogió varias bolitas de cristal con la mano izquierda y con su mano derecha empezó a
abrir un camino en la arena en la parte inferior de la caja y allí metió las bolitas de cristal;
luego las tapó y me dijo que eran estrellas que estaban en un túnel debajo de la tierra.

Luego, metió ladrillos, más bolitas de cristal y, con un recipiente, empezó a mover la
arena, de un lado a otro, con mucha fuerza, y me dijo: “Estoy haciendo un trabajo”, le
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pregunté en qué consistía su trabajo y me contestó, “estoy haciendo una carretera, aunque
ya estoy cansada (cogió dos muñecos y los puso a cargar el recipiente con arena), el papá le
dice al hijo, hijo no te comas esa arena, pero es que el papá también quiere comer”.

Corrió toda la arena hacia el lado izquierdo de la caja y me preguntó ¿Será que esos
niños ya comieron? Y dijo: “Yo creo que sí (tomó los muñecos y les echó arena en la boca),
¡se vomitaron!” Yamile les sacó la comida de la boca, y los acostó, mientras me decía: “La
princesa le dijo a los hijos, si tienen hambre, me avisan, y el niño le dijo que tenía frío y la
princesa fue y lo cobijó y luego el otro le dijo que tenía hambre y frío y la princesa le dijo
que fuera a comer y le puso una bufanda. Yo tengo una bufanda así, que me hizo mi mamá
y es calientitica.” Le dije que, a veces, su mamá era también como esa princesa buena que
cuidaba de ella cuando tenía hambre y frío. Me dijo que sí, que su mamá la cuidaba.

Después, se quedó mirando por un momento la caja de arena, y me dijo, con respecto a
al espacio que había quedado sin arena: “Voy a dejar este espacio vació por si los bebés
salen a hacer chichí o popó, y este pedazo de tela que voy a poner es por si se quieren
limpiar los moquitos.

Sacó los bebés de la caja y los puso al lado de las telas; dejó únicamente la princesa
rosada. Y cuando le dije que ya el tiempo se había terminado, me dijo: “Espérate, yo los
dejo comiendo. Les puso comida y se despidió.

Identificada con la madre que alimenta y cuida, se hace cargo de los bebés. ¿Será que
la frase de estrellas debajo de la tierra quiere decir que, en su interior, también hay cosas
buenas?
144

Figura 42

13. El hombre que quita y da


Entró muy despacio, me saludo y tomó una bolsa de plástico; la metió a la caja y la
llenó con arena y bolitas de cristal. Me dijo, que en esa bolsa había comida. Luego, cogió
un hombre y lo metió dentro de la bolsa y me dijo: “Este es un hombre malo y está triste
porque le quitaron la tierra, es que él estaba vendiendo sus tierras. Las personas quieren al
malo, pero no lo quieren tanto, lo quieren un poquito y cuando ya ponía la tierra bien, ahí si
lo querían mucho”. Le dije que eso a veces le pasaba con su papá, que a veces lo quería
mucho y otras veces poquito. Y me contestó que se ponía triste cuando no iban los fines de
semana por ella.

Después, me dijo: “Pero, mira, ya lo quiere mucho, volvió la tierra”, mientras sacaba
de la bolsa toda la arena y bolitas de cristal que había metido. Se quedó mirando un
momento la arena que había esparcido y volvió a meterla a la bolsa, con el hombre y las
145

bolitas de cristal, mientras me decía: “Pero, otra vez se robó todo, lo metí a él porque era
muy malo.

Luego, tomó la princesa blanca y la metió en la bolsa, y me dijo: “Los voy a dejar aquí
encerrados, porque estos dos son muy malos”. Amarró la bolsa en la parte de arriba y, en un
tono de voz bajo, y sin contacto visual, me dijo que si se podía ir, porque quería saber qué
era lo que estaba pasando en el salón.

La gran tristeza de la niña, tal vez, tiene que ver con que el padre y la madre se han
convertido en objetos malos y ella está sola, sin nadie que la defienda. Es una sesión con
muy pocos objetos, como si hubiera caído en un gran desierto afectivo.

Figura 43
146

14. La llegada del hombre malo


Yamile entró tarareando una canción y empezó a toser, luego cogió una concha y
bolitas de cristal y las enterró. Mientras, me decía: “Había un hombre malo que gritaba,
¡recoja toda esa arena! Aquí voy a hacer una montaña, la montaña se explotaba cada día,
pero no se dañaba sólo se explotaba”, le dije que sí, parecido a un volcán y me dijo que sí.

Tomó tres tigres y un cerdo, y los puso en la parte superior de la caja, mientras me
decía que iba a poner el cerdo detrás de uno de los tigres, porque si lo ponía por delante se
lo comía. Miró la caja de arena detenidamente, y me dijo: “Digamos que no hay tigres, al
hombre también lo voy a sacar, es que ya no quiero jugar con esto. “Digamos que no había
hombres malvados, sólo había bebecitos y cunas”. Sacó los tigres y el hombre y empezó a
mover la arena de manera fuerte y circular. Después, metió una cuna y un tetero que llenó
de arena y se lo puso a tomar al bebé, luego le echó arena encima, y me dijo: “Esta arena
que le estoy echando es la cobijita, pero no le podemos cubrir la cara, porque lo ahogamos.

Retornó a la mesa de muñecos y de allí cogió: once casas, un pozo, una rosa, los
muebles, el comedor, las sillas, la cocina, el televisor y las mesas. Puso al bebé en su cuna,
al frente del televisor, y me comentó: “El bebé está viendo muñequitos”. Luego, puso la
iglesia y me dijo que esa era muy importante tenerla cerquita, porque Dios los cuidaba.

Puso dos serpientes al lado de la iglesia y me dijo: “a mí me da miedo de las culebras


porque pican por eso las puse cerquita pero están afuera de la casa, aunque estas no son de
las que pican.” Luego, cerca de donde puso los muebles puso a la princesa rosada que era
ella y que además era la mamá del bebé.

Llevó a la caja un retazo de tela, tomó las dos serpientes de la punta de la cola,
mientras gritaba: “!Ay, ay, cómo les tengo de miedo, mucho, mucho miedo!” Me llamó la
atención que su miedo era como si se tratara de serpientes reales. Les echó arena en el saco
de tela y me dijo que ya no se podían salir de ahí. Tomó más retazos de tela y con ellos
armó una cama dentro de la caja de arena y allí puso muchas personas a dormir.
147

Es como si el espacio mental de Yamile se hubiera habitado de nuevo. La eliminación


del objeto malo-padre, fue lo que le permitió a ella-mamá hacerse cargo de nuevo de los
bebés. Sin embargo, enseguida, fuera de la casa, reaparecen los tigres malos, que logra
controlar sacándolos del espacio de la caja, y las culebras malas, que logra enterrar.
Adicionalmente, cuando le echa arena al bebé para taparlo, aclara que no tiene que
ahogarlo. Tal vez en este momento, tiene más recursos propios para hacerse cargo de sus
conflictos, los enfrenta y trata de resolverlos; ya no es la que sale corriendo fuera de la caja.

Figura 44

15. La despedida final


Me saludó y me preguntó: Hoy terminamos, ¿cierto?, le dije que sí y me volvió a
preguntar: Pero, ¿vuelves mañana? Le contesté que no, que hoy era nuestra última sesión.
Se dirigió a la mesa de muñecos, tomó una bolsa, la empezó a llenar de arena, mientras me
decía: “Yo ya sé que no puedo sacar la arena de la caja”.
148

En el borde izquierdo de la caja, puso una mujer y dos hombres y me dijo que ellos
estaban mirando. Le pregunté, si sabía a quién estaban mirando y me dijo, que a unas
personas que estaban dañando el camino.

Tomó un pulpo, y me dijo: “Pero a este sí lo dejan tranquilo en la arena”. Hizo una
montaña en el centro de la caja y luego metió esta arena en la bolsa, y me dijo: “Estoy
guardando la arena”. Le dije que como era nuestra última sesión, ella estaba representando
que la arena y yo nos íbamos, y me dijo: “Sí, hoy se está acabando todo”. Le dije que
muchas de estas cosas no se iban del todo, porque seguramente iban a quedar en su mente,
y me dijo que sí, que se iba a acordar de las princesas, las brujas y las serpientes.

Continuo llenando la bolsa con arena y me dijo que ya se había llenado; “es que a mí
me gusta llenar todo con arena, me gustaría que vinieras todos los días y que esto que
hacemos dure para siempre”. Metió las personas que estaban en el borde, dentro de la bolsa
de arena, y les dijo: “No se vayan a acostar”; luego sacó a las personas y sembró una planta
con flores, dentro de la bolsa, y comentó: “Esta es una mata que sembré y creció y creció
mucho, y un día vino un avión olió las flores, y dijo: “¡Mmm, huele muy bueno!”

Después puso a la princesa rosada al lado de las flores y me dijo que eran sus flores.

Luego hizo una montañita de arena en el centro de la caja y le puso una cerca alrededor
y me dijo que la princesa estaba diciendo: “¿Quién me está regando la arena?” Le dije que
esa princesa era como yo, que le decía que no se podía sacar la arena, me dijo que sí y
sonrió. Yamile me preguntó: “¿Sabes por qué ella cuida tanto esas flores?” Le dije que no
sabía y me dijo: “Porque unos señores quieren llegar y dañarlas, por eso ella las cuida, les
echa agua”. Puso un hombre cerca y dijo: “La princesa se fue a comprar algo y este hombre
se robó la flor. Cuando ella llegó se puso muy triste, y también la mariposa se puso triste,
porque se alimentaba de las flores (puso una mariposa), pero, ¿sabes? Pasó la princesa y
recuperó las flores; ahora sí la tengo que cuidar mucho, porque me la quitan”.
149

Tomó un barco lo lleno de arena y lo puso sobre la caja, luego cogió tres muñequitas
pequeñas y me dijo: “Estas princesas quieren entrar a su castillo.” Luego, cogió la jaula y
metió la bruja pequeña, y me dijo: “Voy a dejar a esta bruja por siempre aquí encerrada,
porque me da mucho miedo.”

Termínanos la sesión, dejó su chaqueta y, al momento, llegó por ella.

Figura 45

16. Análisis general de Yamile: confusión, escisión e idealización


Desde la temprana edad de cuatro años, a Yamile le tocó enfrentar la separación de sus
padres, y con ella, toda la destrucción que la crisis que acontece ante una separación trae
consigo, para cada uno de los miembros de la familia. Antes de la separación final, tuvieron
lugar cortas separaciones, cuando la niña quedaba al cuidado de una madre rabiosa y
deprimida, pero siempre regresaba con el padre, por su incapacidad emocional y
150

económica para sostener a los dos hijos. Yamile empezó el trabajo con la caja de arena
justo en el momento de la separación definitiva de los padres, que fue propiciada por el
papá, al escoger a otra mujer como pareja y dejar a la madre, al hermano y a ella
desposeídos de padre, como figura que proveía emocional y económicamente, como objeto
externo que brindaba seguridad y protección; además, fueron expulsados de su casa, con
una madre deprimida y que requirió de la ayuda de familiares para solventar sus
necesidades básicas. Por lo tanto, no era de extrañar que culpara a su madre por no haber
podido retener junto a ellas al padre. En ese marco de situaciones, iniciamos el tratamiento.

En las primeras sesiones, la niña intentaba llenar afanosamente con arena todo lo que
tuviera cavidad, era reiterativo que iniciara cada una de las sesiones llenando la caja con
elementos no peligrosos, pero a medida que se iba llenando iba nombrando algunas
víctimas indefensas que, usualmente, eran bebés que estaban abandonados, hambrientos y
con frío; otros eran los victimarios, objetos atacantes que, inicialmente, eran las serpientes,
que desde la Supervisión vimos más como un elemento masculino, penes-hombres malos
atacantes, pero también, quien se iba y abandonaba a los bebés era la madre y surgían en mí
imágenes de una madre que, físicamente, estaba presente, pero al estar deprimida por el
abandono del padre, también estaba ausente para la hija. Surgía, entonces, la pregunta de si
Yamile se sentía huérfana, íngrima, al no poder contar con ninguno de los padres, y si esos
teteros también los representaban a ellos, a esas funciones nutricias que se habían dañado
con la separación. ¿Representarían esos teteros, que nunca eran suficientes, la enorme
necesidad de un objeto continente nutricio que respondiera a sus necesidades y ansiedades,
y la calmaran? Esas inquietudes iban surgiendo a medida que ella diseñaba su mundo en
arena. La ballena, que como elemento aparece en la tercera sesión, tampoco se llena con
nada, tiene una enorme voracidad, come y come pero nada la satisface. Con la Supervisora,
pensamos si se trababa de un estado en el que quería apropiarse de todo, pero mientras eso
más ocurría más vacía y sola se sentía.

Los escenarios en la arena se fueron complicando, pues ya no aparecían únicamente


unas serpientes atacantes, sino que la persecución era más literal, las serpientes la estaban
buscando a ella para picarla. El escenario era cada vez más aterrador, las princesas eran
151

asesinadas, había una bruja grande y otra pequeña que comían bebés; la ballena, el tiburón,
la gallina que ahogaba, jauría de animales salvajes, todos los animales dispuestos a atacar y
destruir. Claramente, Yamile se contactaba cada vez más con sus impulsos destructivos y
asesinos, con esa rabia, sentimiento de desposesión y exclusión que le producía la llegada
del nuevo bebé real del padre y los bebés fantaseados de su madre. Hacia la séptima sesión
se dio una variación en los personajes, aunque sin abandonar del todo los animales;
aparecieron familia y parejas de personas, como si pudiera representar su conflicto de una
manera más concreta y cercana a ella. Y, con ellos, se hacen más evidentes los ataques
orales, uretrales y anales. Hijos que no le hacen caso a los padres cuando estos le dicen que
no coman, por el contrario comen compulsivamente y luego vomitan; se orinan y dejan sus
heces en la cama. Hijos que no pueden recibir las demandas de los padres, como ellos no
les reciben las propias y que, por el contrario, los atacan para castigarlos por sus ausencias.

Klein nos muestra cómo los ataques del niño están dirigidos hacia la pareja de padres, a
quienes el niño despedaza en su fantasía inconsciente, por medio de su sadismo oral, uretral
o anal, pero, al mismo tiempo, se devuelve hacia él en forma de angustia, ya que teme la
retaliación de ambos. En el caso de Yamile, podemos observar cómo sus personajes son
castigados y flagelados por sus ataques rabiosos; y cómo, cuando la caja de arena se llena
de objetos atacantes, se defiende sacando los elementos y dando una nueva historia; pero,
por más que intentaba cambiar el contenido hacia algo menos persecutorio, los
perseguidores, cada vez eran más aniquiladores y castigadores. Las defensas no le
funcionaban.

A través de sus mundos creados en la caja de arena, nos permitía tomar una fotografía
de los celos edípicos, la envidia del pene con respecto al hermano, su sentimiento de
escasez frente a la abundancia de la nueva familia, el contacto que iba haciendo, sesión tras
sesión, de la rabia y los celos hacia el padre y de su identificación con la madre carente de
apoyo y protección.

Así las cosas, durante las primeras citas, encontramos que Yamile estaba ubicada desde
una posición Esquizo-paranoide, como la descrita por Melanie Klein. Ya que, en ella, sus
152

impulsos y fantasías eran de carácter sádico, como lo describimos anteriormente; sus


objetos eran parciales: objeto pene-malo atacante, y objeto pecho-malo, pero, al mismo
tiempo, los objetos estaban escindidos en muchos trozos. Sus ansiedades eran persecutorias
y, por lo tanto, utilizó, durante el juego con la caja de arena, defensas como la escisión, la
identificación proyectiva, la idealización y la negación.

La escisión, como dice Klein, es un mecanismo por medio del cual el Yo divide al
objeto, al sí-mismo y a los sentimientos, en cualidades opuestas como cuidador-dañino,
protector-amenazante, amoroso-agresivo, y los deja separados en objetos buenos, que dan
satisfacciones y alivian la frustración de los que niegan recursos y se convierten en
frustradores y malos. Yamile hizo uso de este mecanismo, como forma de eliminar sus
confusiones entre self-objeto, bueno-malo, amoroso-agresivo-dañino-destructivo. Desde su
primer juego con la caja de arena, hacen su aparición la princesa rosada, que representa a la
mamá-buena, y la princesa blanca, la mamá-mala. Ella dice: “Esta es la casa de la bruja,
pero ella también a veces es una princesa”. Quedando así separadas la princesa y la bruja.
De igual manera, en la octava sesión, la imagen que quedó plasmada en la arena era de una
escisión, ya que en el lado derecho había caos y en el derecho ordenamientos obsesivos.

Otro mecanismo que utilizó fue la negación, que en su caso fue visto como huida hacia
la realidad externa, ya que en el momento que sentía que la caja estaba llena de objetos
peligrosos, entonces, de manera intempestiva, decía que quería dibujar, hacía otro juego por
fuera de la caja o, simplemente, terminaba la sesión. Cuando eso ocurría, Yamile decía:
“Ya quiero es dibujar”; “esto lo voy a organizar bien”; “ya quiero es escribir”; “me voy a
ver que están haciendo los otros niños”. Siempre después de sus frases había un cambio de
actividad, alejándose así de los temores que surgían, cuando lo destructivo se volvía
incontrolable.

También utilizó la idealización, que Klein definió como el mecanismo mediante el cual
el sujeto aumenta las cualidades del objeto-bueno, mientras que aparta y niega el objeto
malo. Decía: “Quiero poner una casa bonita, no una casa peligrosa. ¿Cierto que un día
jugamos a los malos?” “Digamos que no había hombres malvados, sólo había bebecitos y
153

cunas”; en una de las sesiones, puso dos muñecas muy cerca y dijo que se estaban
abrazando, porque se querían mucho. Creando así un encuentro con la madre, donde solo
hay amor y felicidad, y lo masculino atacante no está presente, igual que la casa donde solo
hay belleza y armonía. Porque, además, de esta manera, aplacaba la retaliación que podía
llegar hacia ella, de parte de los objetos persecutorios, por sus inmensos deseos de dañar.

Y, por último, encontramos la identificación proyectiva, que Melanie Klein definió


como el mecanismo por medio del cual las partes malas, o las partes buenas, escindidas del
Yo y de los objetos internos, son proyectadas en el objeto externo que es controlado e
identificado con ellas. Yamile, en muchas ocasiones, hizo uso de este mecanismo, convirtió
a su mamá en bruja, poniéndole todo lo malo de ella y de su padre en la madre: “Mmm, es
mala esa bruja, está haciendo una sopa de bebés y se los va a comer”. “Yo le tiré esas
píquis, porque es muy mala; yo no te había dicho antes, pero ella había enterrado antes a un
conejito pequeñito”. No solo la bruja mala es la madre, Yamile también es la bruja mala
que quiere comerse a los bebés de la madre y el pene del padre, al que envidia por la
función de hacer bebés, que parece tener. También, usa este mecanismo con las serpientes
que pican: “Esta culebra no deja, tocará sacarla, porque me asusta” “¡Ay, ay, cómo les
tengo de miedo, mucho, mucho miedo!”; “estas mujeres están enterradas, pero yo no fui la
que las enterró, fueron estos dos hombres”; ella también es la serpiente, pene atacador, una
parte muy peligrosa de ella misma, que quiere hacer daño, y de la cual se defiende,
poniendo esos sentimientos aterradores dentro de los objetos.

Además, si revisamos las instancias psíquicas de Freud, podemos observar, en este


caso, cómo su Superyó, que es la instancia encargada de la conciencia moral y heredera del
complejo de Edipo, es severa, ya que, de manera reiterativa, ella en sus historias castiga,
flagela, regaña, como cuando dice, refiriéndose a un bebé: “Venga siéntese aquí a comer”.
Pero, enseguida, volvía a aparecer el desorden y la rabia: ¡Ah, regaste la comida! Bueno, se
queda aquí y se va a comer toda la comida (Tomó otro bebé y lo sentó en otra silla del
comedor). “Usted también se me queda quieto, ¡quieto, tonto apestado! No se queda quieto,
no me hace caso”. En cuando a su Yo, como instancia que fiscaliza y tiene funciones como
la percepción, atención, memoria ,juicio y razón, encontramos que ella está desarrollando
154

un Yo fuerte, capaz de defenderse y de resolver problemas, eso lo muestra en la manera de


resolver los conflictos en las historias, de buscar salidas a través de sus defensas. Y en
cuanto a su Ello, encontramos todo sus pulsiones agresivas expresadas en su sadismo.

A partir de la duodécima sesión, y después de contactarse con todos sus sentimientos e


impulsos destructivos, Yamile empezó a crear nuevos escenarios en la caja de arena. Había
allí menos elementos y sus historias daban cuenta del reconocimiento de aspectos
bondadosos y buenos, tanto del objeto-madre como del objeto-padre y de ella misma. Se
presentaron, también, algunos intentos de diferenciación entre lo masculino y lo femenino.

Como si Yamile se aproximara un poco más hacia la posición depresiva de Klein,


momento en el cual se debilitan las ansiedades persecutorias, el sujeto se relaciona con un
objeto total, el amor y el odio hacia el sí-mismo y hacia el objeto se aproximan más en la
mente y surge el deseo de reparación, por los impulsos y fantasías destructivas que se
ejecutaron y causaron daño en el objeto. En las últimas sesiones, aunque hay ataques a
ellos, estos se presentan con menor intensidad; pero, además, aparecen los aspectos
bondadosos de la madre: la madre que cuida, protege, alimenta y que le hace pensar que ,tal
vez ,en su interior, también habitan cosas buenas. En las últimas sesiones desaparece el
pene dañino del padre, lo cual le permite a ella, y a su madre, hacerse nuevamente cargo de
los bebés. Pareciera que, al finalizar las sesiones, Yamile tuviera más recursos propios para
hacerse cargo de sus conflictos y así lo expresa cuando me dice: “Este es un árbol que
creció aquí”, es un árbol que protege de los ataques. En la última sesión, enfrenta los
peligros y trata de resolverlos, ya no tiene tanta necesidad de usar mecanismos defensivos
como cuando dice en la última: “La princesa se fue a comprar algo y este hombre se robó la
flor. Cuando ella llegó se puso muy triste y también la mariposa se puso triste, porque se
alimentaba de las flores (puso una mariposa); pero, ¿sabes que pasó? La princesa recuperó
las flores; ahora sí la tengo que cuidar mucho, porque me la quitan”. Es el reconocimiento
de que ya introyectó una parte cuidadora en ella.
155

IV. REFLEXIONES FINALES

En este capítulo se mostrarán los hallazgos, con relación a la caja de arena, desde la
nueva mirada Kleiniana.

A. La caja de arena como espacio terapéutico


El Juego con caja de arena puede ser un instrumento terapéutico útil y utilizable bajo el
esquema de comprensión psicoanalítico freudiano y kleiniano. A través del uso de esta
técnica, los terapeutas pueden observar los escenarios y escenas psíquicas de la mente del
paciente a través de la relación que él establece con la arena, con las imágenes que allí se
introducen, con las acciones que allí se llevan a cabo, con las atmosferas psíquicas
diferentes que se crean, que van desde lo pastoril tranquilo a las guerras salvajes. Allí
parecen concentrarse, más rápidamente, las realizaciones de las fantasías internas, debido a
las limitaciones en cuanto a espacio, movimiento, lenguaje y transferencia, que la técnica
misma establece.

1. Espacio limitado
El espacio reducido de La caja de arena (57x72x7), permite que la construcción de
escenas psíquicas del niño no se disperse tanto, como en otro tipo de juego abierto, donde el
niño realiza múltiples actividades, juego de roles, juego con agua, entre otros, que, si bien
es cierto, dan cuenta de las fantasías inconscientes, también lo es que,, por su amplio campo
de acción, requieren de un seguimiento más complejo, con amplias posibilidades de
dispersión, que hacen más difícil su comprensión e interpretación. Sería el contraste entre
una película o una escena de teatro, que usa un escenario único y estrecho donde el limite
espacial plantea limitaciones al mobiliario y al número de personajes y al número de
escenas posibles de representar en él, y el asistir a un espacio teatral donde
simultáneamente se llevan a cabo varias escenas teatrales, y la atención y conciencia del
observador se tiene que movilizar constantemente en todas direcciones para poder seguir
los eventos que en ellos se suceden. Mientras que, en el Juego con la caja de arena, se
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observa que el niño se encuentra atraído por los materiales utilizados, arena, agua y
muñecos en miniatura y, por el mismo motivo, acepta los límites que la caja establece, en
cuanto a espacio y, por lo tanto, desde su construcción o imposibilidad de hacerlo, nos
muestra, en un espacio reducido y concentrado, el estado de su mente.

Aunque la caja de arena limita el espacio, no siempre reduce el número de escenas


vitales que se presentan: unas veces se establecen hasta seis, en seis cuadrantes, pero el
límite del espacio, cada vez más reducido, impide la aglomeración sin límite. La caja
plantea, además, un nuevo elemento, el interior misterioso de la arena misma, ese espacio
que no se ve, donde pueden ocurrir muchas escenas misteriosas, que hay que adivinar, por
las reacciones del niño, en el contacto con su superficie y su interior. El agua, por ser
transparente, muchas veces no permite crear el interior misterioso, aunque la imaginación
puede llegar a convertirla en un río tormentoso o en un mar misterioso.

No siempre el niño acepta entrar al espacio limitado de la caja de arena sin temores; a
veces, ese lugar es peligroso, aterrador y persecutorio. Lo pudimos observar en el caso de
Josué, que solo pudo dejar los muñecos dentro de la caja después de seis sesiones, porque
temía que sus propios impulsos destructivos lo dañaran a él, o Yamile que, cuando su caja
de arena estaba llena de historias peligrosas, producto de sus fantasías inconscientes, hacía
una huida hacia la realidad externa, o decía que quería dibujar, para defenderse de su propio
sadismo o para alejarse de la ansiedad que le generaban los objetos atacantes. Ambos
utilizaban defensas para no contactarse con sus temores, para lograr escaparse o llegar a
tolerar y comprender el dolor mental que genera el conocer y pensar los conflictos
preedípicos, o el conflicto psíquico edípico y la exclusión familiar, con el nacimiento de
nuevos hermanos. En esos momentos, era cuando la huida de la caja misma o las huidas
entre los espacios de la caja se producían, o las destrucciones totales, para señalar que todo
había terminado, que ahí ya no había espacio para nada.

Pero, también, pudimos observar, que a medida que avanzaban las sesiones, la temida
arena se iba convirtiendo en un escenario más bondadoso y creativo, o como en el caso de
Samuel, en un lugar privilegiado, campo amplio de búsqueda para realizar sus
157

investigaciones epistemofílicas y sus exploraciones intrusivas y destructivas al interior de la


madre.

2. Movimientos limitados
El movimiento del niño, también, se ve limitado, en tanto solo va por los muñecos a la
mesa aledaña, juega en ella o los lleva a la caja para jugar con ellos dentro de la caja. Las
carreras, las escenas violentas no se dan, sino en el terreno de la caja, con los muñecos que
se chocan, muerden, atacan o las personas en miniatura, que generan encuentros amorosos
o escenas guerreras. El niño es el constructor de las escenas y el realizador, pero él mismo
ha limitado su propio movimiento. Así, el niño está en tan poco movimiento, que es más
como el adulto mientras duerme y sueña. La caja de arena, como el cuarto analítico para
Klein, es como el espacio onírico de la mente. Lo que pasa es que en el cuarto analítico, el
movimiento del niño y la inclusión de los terapeutas es mayor que en la caja de arena. Es
como si en esta segunda técnica hubiera un reflector sobre las fantasías del niño, en un
espacio limitado y con sus propios movimientos limitados a la manipulación y a la
realización de las acciones, con los muñecos y objetos en miniatura.

Para Josué, al inicio era difícil mantener su concentración con el juego dentro de la caja
y limitar sus movimientos, por lo tanto, a veces jugaba en la arena, otras en la mesa, y en
otros casos daba vueltas por el salón, mientras unos animales perseguían a los otros; pero
en las sesiones finales no tenía tanta necesidad de actuar fuera y todas las escenas se daban
dentro de la caja. Yamile y Samuel, desde el inicio, limitaron su movimiento, incluso en
algunos momentos tomaban los muñecos y luego pedían una silla para dedicarse
cuidadosamente a construir sus escenarios. Como si el movimiento en ellos fuera mental,
realizado con los muñecos y no tanto corporal, como se daría en un escenario más amplio.

Por lo anterior, el Juego con la caja de arena puede ser adecuado para terapeutas que
tengan un consultorio pequeño o que deban trabajar en instituciones que no cuentan con un
espacio muy amplio para las intervenciones. Aunque, en todo caso, como decía Dora Kalff,
158

debe ser un espacio libre, pero, al mismo tiempo protegido, esto es, libre, en tanto debe
permitirse la expresión de las fantasías inconscientes del niño sin censura, como si se
tratara de las asociaciones libres del adulto, y protegido, en tanto debe haber
confidencialidad y cuidado con las escenas psíquicas que allí se generen.

3. Lenguaje limitado
Desde que el niño ingresa al salón de juego, donde se va a trabajar con la caja de arena,
todo el tiempo nos está comunicando algo: la manera como se aproxima a la caja y al
terapeuta, si se percata de su presencia o no, si puede meter las manos a la arena libremente
o si, por el contrario, le teme; el tipo de figuritas que toma o las que le asustan, en fin, todo
lo que hace en ese espacio limitado, nos da información sobre el estado de su mente.

Es sorprendente observar cómo, cuando el niño establece un contacto táctil con la


arena, casi en su totalidad se suspenden las palabras, como si se tratara de un investigador
absorto y apasionado en su labor, que requiere del silencio para poder crear. Eso lo pude
evidenciar en los tres casos, Yamile era tal vez la que más hablaba, pero en respuesta a las
señalizaciones que yo le hacía. Josué ni siquiera me respondía y Samuel, a veces, para no
responder, me sonreía. Era como si todos me respondieran: “Déjanos concentrar en nuestro
trabajo, algo tenemos que resolver.” Lo que en la caja se crea y sucede, más que una
conversación interesante, son unas escenas teatrales que el terapeuta debe seguir, como
diría Winnicott, y solo comentar, cuando por la aparición de las ansiedades se interrumpen.
Así como Klein, que establece la conexión entre las acciones-asociaciones del niño y sus
propias interpretaciones, como comprensión hipotética del estado mental del niño. Diálogo
que se expande y se va volviendo cada vez más interesante, por la comprensión expandida
de ansiedades, sentimientos y defensas. En el caso de la caja de arena, lo más importante es
que se deja que el niño exponga, en imágenes de fantasía, sus estados mentales, para que él
mismo puede simbolizar y comprender, de manera inconsciente, lo que lo inquieta o
tortura. Sin embargo, con Yamile y Josué pudimos ir cada vez más hacia una técnica
combinada, en la cual se fueron añadiendo las comprensiones de la terapeuta y, algunas
159

veces, los comentarios expansivos de los niños. Especialmente con Yamile, que desde el
inicio asumió la caja de arena con narraciones sobre lo que allí sucedía.

La Supervisora y yo comprendimos, que en el trabajo con la caja de arena, no debe


haber demasiada invasión de la palabra por parte del terapeuta. Las pocas intervenciones
deben ser más bien para ampliar, señalar, clarificar y puntualizar algunos aspectos confusos
para el terapeuta, pero, en todo caso, no deben realizarse todo el tiempo, ni de manera
insistente, pues eso interfiere con el proceso creativo del niño, quien se encuentra
realizando un trabajo psíquico, donde está tratando de entender sus vivencias, como si se
tratara de un sueño, donde hay un aparato digestivo que elabora las experiencias
emocionales.

En un intento por comprender la diferencia entre la técnica de la caja de arena y la del


juego en Klein pensamos en la diferencia entre el cine mudo, con breves comentarios
escritos sobre el trama de la obra o los diálogos, y el cine parlante, que repite la vida en el
cine y el teatro. La caja de arena parece estar más cerca del cine mudo, donde las imágenes
tienen que ser más intensas para poder trasmitir lo que se desea, mientras que la técnica del
juego en Klein recrea en la situación analítica que se construye en el cuarto terapéutico
escenas teatrales de la vida mental.

4. Transferencia limitada
La relación que se establece en el Juego con la caja de arena es triangular, ya que,
por una parte está el terapeuta, por otra esta la caja de arena y, por último, el niño. Todos
tienen funciones diferentes: el niño suele ser un director de teatro, que usa sus propios
libretos para ejecutar las escenas teatrales, elige además los actores, las acciones, los
conflictos que quiere representar. Las funciones de la caja de arena tienen que ver con
servir como continente de todos los contenidos del niño y brindar un espacio limitado.

El terapeuta tiene la función de observar, desprevenidamente, con la modalidad de “no


memoria y no deseo” de Bion, qué es indispensable en el acercamiento terapéutico. Debe
160

desprenderse de prejuicios teóricos o clínicos, de prejuicios morales y sociales. Debe dejar


de lado los externos provenientes de las miradas de los padres o maestros, que se vuelven
un impedimento para observar libremente y pueden desorientarnos en la comprensión de
los casos. Tal como sucedió con el caso de Josué, donde los prejuicios de la maestra de la
escuela, producto del comportamiento disruptivo del niño en las clases con sus acciones
agresivas y dañinas hacia sus compañeros, nos impregnó inicialmente en las supervisiones
de las sesiones, la Supervisora y yo asumimos que su lenguaje era “inexistente” y eso limitó
nuestra mirada comprensiva; pero, luego aquello fue puesto en jaque, cuando el niño habló
con claridad a la terapeuta, mostrando su pensamiento, sus fantasías internas y la
simbolización comprensiva de sus conflictos en la realidad externa y en su interior.

Otras funciones que debe tener el terapeuta son las de capacidad para observar, tolerar
y contener los conflictos psíquicos, las pulsiones agresivas, las confusiones, las escisiones,
las identificaciones proyectivas. Tolerancia de la terapeuta que tiende a crear en el niño
estas mismas funciones o a fortalecer las funciones maternas que se dieron en la misma
dirección, y permitir así el inicio o la continuación del desarrollo y el crecimiento psíquico
del paciente.

Se evidenció que Yamile captó la función de la terapeuta, cuando al finalizar una


sesión, me dijo: “Ahí te dejo para que arregles mi desorden”; me dejaba todo su desorden
mental, todas sus confusiones para que yo sirviera como continente, o cuando en una de las
sesiones puso una muñeca sentada en el borde de la caja de arena y me dijo, que esa señora
estaba observando todo lo que ella hacía; en ese momento, captó mi función de
observadora, y posiblemente, comenzó el proceso de introyección de esta función en su
mente.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, durante la Supervisión llegamos a la conclusión de


que el instrumento de La caja de arena, con las limitaciones útiles que encierra, en cuanto a
espacio, movimiento, lenguaje y transferencia, y la función del terapeuta, pueden ser
concebidos como el espacio continente de la madre, lo cual facilita la creación de
escenarios y escenas psíquicas que, como reflejo del interior, nos permite observar.
161

En este sentido, tomamos como punto de referencia a Navarrete y Muñoz, quienes nos
clarifican a Bion y su elaboración sobre la función continente de la madre y de su capacidad
de revèrie que va a ser la que le va a permitir al niño evacuar todas las experiencias
emocionales, difíciles en ella. Para Bion, los elementos beta del bebé, que son todas sus
proyecciones de angustia y temores, son proyectadas sobre la mente de la madre, digeridas
por ella y devueltas en una forma más tolerable para él. De esta manera, el niño encuentra
un objeto continente, que recibe las evacuaciones de sus angustias, considera sus
necesidades y responde adecuadamente. Así las cosas, podemos observar cómo el
instrumento de la caja de arena, al ser un elemento cóncavo, con espacio limitado y con
arena que recibe las figuras que el niño deposita en ella, y le permite poner allí todas sus
fantasías inconscientes, es un espacio continente. Adicionalmente, el terapeuta, con sus
funciones antes descritas de observador y explorador continente de los conflictos psíquicos,
las pulsiones agresivas, las confusiones, las escisiones y las identificaciones proyectivas, se
convierte en el reflejo comprensivo que trae nuevas luces a la mente del niño, sobre su
funcionamiento. Así, el instrumento y el terapeuta, cada uno con sus funciones, sirven de
continente y realizan las funciones de receptor interesado, integrador de imágenes parciales,
conciencia que aclara la atención que el niño ha requerido hacia sus escenas, para que se
aclaren significados que el niño intuye pero no ha podido construir verbalmente. Entre el
niño y el terapeuta realizan la unión entre imagen y palabra que expande la mente.

Para finalizar, con la mirada de estos tres casos, desde una perspectiva kleiniana,
pudimos dar cuenta de cómo una técnica como el Juego con la caja de arena puede ser útil y
utilizable desde un enfoque distinto al junguiano. Vimos, además, durante todo el proceso,
la importancia de la realización de las Supervisiones, sesión a sesión, ya que permitieron
procesar y comprender la experiencia emocional del encuentro terapéutico de una nueva
manera. Nos hubiera gustado habernos detenido un poco más en las imágenes: los símbolos
que emergían en ellas, los cambios y regularidades que se producían entre sesiones, ya que
si bien es cierto, se realizaron comentarios sobre ellas, también lo es que no se realizó de
manera sistemática. Pero, tal vez sea esta la puerta de entrada hacia una nueva pregunta de
investigación.
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