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1) La estructura formal de la obra: “El tribunal de reposición, Tribunal Supremo

de Casación de José Bonaparte” de José María Puyol Montero se estructura de


la siguiente manera:

 Introducción: Este artículo estudia el proceso de establecimiento


del Tribunal de Reposición durante el periodo del gobierno del rey
José Bonaparte en España entre 1808 y 1812.

 Desarrollo: Describe en primer lugar la formación de un tribunal de


casación o de reposición en los trabajos de elaboración de la
Constitución de Bayona (1808), a iniciativa de Napoleón, siguiendo el
modelo de la corte de casación francesa, y con la influencia de otras
constituciones napoleónicas. Seguidamente analiza el proceso de
gestación de una reforma general de los tribunales y los modelos
que se barajan para tribunal de reposición, a partir de la aprobación
de los decretos de Chamartín de 4 de diciembre de 1808 y desde la
creación de las Juntas contenciosas en 1809.

 Conclusión final: Se concluye con el estudio de los decretos que


configuraron la reforma general de los tribunales y que crearon el
Tribunal de Reposición en 1812.

El criterio de división seguido por el autor es un criterio mixto combinándose así


tanto el aspecto temático a tratar, estableciendo a su vez un espacio físico
organizado también conocido como criterio geográfico y por último, la
determinación de la fecha o momento en que sucede un hecho relevante (criterio
cronológico).

A su vez, estos métodos de investigación mixta son la integración sistemática de


los métodos científicos cuantitativo y cualitativo, que permiten un abordaje del
análisis académico más completo.

La estructura formal -introducción, desarrollo y conclusión- de la obra seguida por


autor es la adecuada, ya que no solo permite la compresión del tema a abordar,
sino que además, nos permite una información previa de lo que va a tratarse en la
obra en cuestión, nos determina el orden temporal y geográfico de los
acontecimientos históricos.
Los subtemas que se encuentran presentes cuentan con títulos específicos y
enumeración, siendo una de las principales divisiones de esta, que nos ayuda a la
organización del texto.

2) La obra consiste en el estudio de una organización judicial Bonapartista, a partir


de un novedoso tribunal que apareció en la Constitución de Bayona de la mano de
Napoleón y que trato de institucionalizar el rey José a lo largo de su breve reinado:
fue generalmente conocido como Tribunal de Reposición, en donde, en el sentido
francés de la expresión reposition, era <<reponer una sentencia>> mediante este
recurso, tanto sentencias no contenciosas como todas las sentencias criminales.
Este tribunal llegó a tener diversos nombres en sus cuatro años de recorrido,
desde que fue anunciado en el primer proyecto de la Constitución de Bayona,
hasta su aprobación mediante decreto el 8 de junio de 1812.

Este fue el primer proyecto de tribunal supremo de casación de corte Francés en


España en donde a medida que se fue configurando ayudo a introducir algunos
principios en el mundo jurídico, como poder controlar las extralimitaciones de los
jueces inferiores en la interpretación jurisprudencial de la ley o en los supuestos de
un interpretación errónea o de un error de actuación. Este tribunal no resolvería
sobre el fondo del asunto sino que reenviaba el asunto al correspondiente tribunal
de instancia, buscándose así, respetar la voluntad del legislador y mantener la
unidad de la jurisdicción.
El tribunal de reposición paso por distintos estadios como consecuencia de una
España dividida, sumida en una guerra y en una profunda crisis institucional y
política. Entre ello es necesario hacer mención que el tribunal de casación en el
primer proyecto de la Constitución se trató de un texto conservador y autoritario en
donde el orden judicial cumplía una función más bien administrativa mediante
empleados públicos ya que todos los jueces serian nombrados por el rey y las
disposiciones y sentencias serian dictadas en su nombre. Este nuevo tribunal
actuaría en los casos de infracción de la ley o de quebrantamiento de forma, sin
ser una instancia más y sin juzgar sobre el fondo del asunto. Abría un nuevo
Consejo de Castilla integrado por un presidente y dos vicepresidentes y un
procurador general del rey o fiscal, que podría conocer del recurso de casación
contra todos los juicios criminales y civiles y regirá para todo el reino (Península,
América y Filipinas).

El Consejo de Castilla que era el tribunal supremo de justicia del Antiguo Régimen
le realizo observaciones al primer borrador, ya que su modelo de tribunal de
casación, no se ajustaba al propuesto por Napoleón.

En el segundo proyecto de la Constitución, Napoleón acepto las críticas y elimino


los artículos del primer proyecto. Pero, en lo relativo al tribunal de casación, no
tuvo en cuenta ninguna, por lo que insistía en crear un nuevo modelo de Consejo
de Castilla que fuera un tribunal de casación de corte francés.
El tercer proyecto se introdujo, en lo relativo al orden judicial, por primera vez se
reconocía expresamente la independencia judicial. Los jueces serian destituidos
cuando mediare denuncia y resolución del Consejo de Castilla, que debía ser
aprobada por el rey. Se mantenía la función del tribunal de casación como un
tribunal de vigilancia de los órganos jurisdiccionales inferiores. Aunque se
mantenía el nombre de Consejo de Castilla, ya no sería denominado tribunal de
casación, sino que recibirá el nombre de tribunal de reposición, en su misión de
reponer o devolver sentencias pronunciadas en última instancia por cualquier
tribunal civil o criminal, una vez subsanado el quebrantamiento de forma o
contravención de ley cometido, pero siempre sin entrar a conocer sobre el fondo
del asunto.
Otro aspecto importante de este tercer proyecto, es que el tribunal de casación
pasó a formar parte integrante en el vértice jerárquico de las instituciones
judiciales españolas –junto con los jueces conciliadores, juzgados de primera
instancia y las audiencias o tribunales de apelación-. También se le añadían
nuevas competencias, como el mandato de que las sentencias dadas en última
instancia debían ser ejecutadas, no pudiéndose ser sometidas a otro tribunal,
salvo que hubieran sido anuladas por el tribunal de reposición.
El ámbito de jurisdicción va a serlo para España y también para las Indias.
Se añadió que las sentencias de los tribunales de las Indias y de Filipinas no se
añadieran en el tribunal de reposición sino en unas Audiencias pretoriales.
Se denominó al procurador general del rey como fiscal y se incrementó el papel de
los consejeros de Castilla.
Sobre este tercer proyecto se plantaron observaciones sobre el nombre que debía
darse al supremo tribunal en donde finalmente Napoleón acepto la propuesta de
llamarlo <<Consejo Real>>.

El 8 de julio de 1808 se realizó la regulación final del tribunal de reposición en el


texto de la Constitución de Bayona bajo el asentimiento de los notables presentes
pero sin la adhesión del Consejo de Castilla.

A finales de julio de 1808, el rey José se vio obligado a abandonar la Corte y huir
ante la amenaza del ejército español capitaneado por el general Castaños, ya no
regresaría a Madrid hasta enero de 1809. Por otro lado, el Consejo de Castilla
había asumido el mando en la Corte y declarado nulo las adjudicaciones de
Bayona, la proclamación de su hermano José como rey de España e incluso la
propia Constitución.
La consecuencia de todo esto fueron los Decretos de Chamartín de 4 de diciembre
de 1808, en donde por un lado, destituía a la mayor parte de los magistrados del
Consejo de Castilla, se arrestaba a su decano y fiscales y se sometía a detención
domiciliaria y a confiscación de bienes a aquellos consejeros que habían firmado
la deliberación del Consejo de Castilla del 11 de agosto de 1808.
Inicialmente, el rey decidió crear de forma provisional una institución alternativa
que había de ejercer la mayor parte de las funciones judiciales del Consejo de
Castilla: las Juntas de Negocios Contenciosos. Simultáneamente se llevó a cabo
una reforma general de los tribunales que comenzó en enero de 1809 -segundo
reinado de José Bonaparte- que habría de durar al menos hasta junio de 1812.

Tras varios años de preparación y de dudas, finalmente aprobó en 1812 los


decretos de organización de los tribunales y fue creado este Tribunal de
Reposición. También dicto unas normas correctoras que lo ajustaban a las
circunstancias de la guerra y a las condiciones de la prefectura de Madrid, que lo
alejaban del modelo de supremo tribunal de casación querido por Napoleón.
Aprobados los decretos del 21 y 23 de junio, se llegó a fijar la fecha del 1 de
agosto para su puesta en ejecución. Pero los acontecimientos militares con la
derrota de Los Arapiles el 22 de julio de 1812, obligaron a suspender la aplicación
de la reforma de los tribunales, y las Juntas Contenciosas, que habían
desaparecido al crearse el nuevo Tribunal de Reposición. El 9 de agosto se les
enviaba oficialmente el anuncio de que el rey dejaba la Corte en un convoy hacia
Toledo. Él 10 de agosto llegaban a los alrededores de Madrid las tropas españolas
y aliadas. Luego el ministro de Justicia y las tropas francesas abandonaron Madrid
y entró el ejército anglo-español a la capital, el decano don Gil Fernández decidió
la suspensión formal de las Juntas Contenciosas, en donde estas, continuaron
ejerciendo algunas de sus funciones en los meses siguientes, siempre a la espera
de que fuera posible instalar el previsto Tribunal de Reposición, en donde las
circunstancias de la guerra no permitieron que llegara a ser establecido.

3) “En resumen, podemos concluir que en el texto de la Constitución de Bayona quedó


finalmente recogido un modelo de Constitución típicamente napoleónico, donde las
competencias del antiguo Consejo de Castilla y de los demás Consejos Jurisdiccionales
estarían ahora repartidas entre varias instituciones: las legislativas pasarían ahora a las
futuras Cortes y al Consejo de Estado, que también se convertiría en tribunal
administrativo; las consultivas y de gobierno pasarían a los ministerios e igualmente al
Consejo de Estado; y su papel judicial pasaría principalmente a la nueva corte de
casación o tribunal de reposición, que recibiría el nombre de <<Consejo Real>> “

(pág. 257, segundo párrafo).

Las premisas que le permitieron al autor llegar a tal razonamiento y que desde mi
opinión comparto, fueron por un lado que, José Bonaparte concibió la reforma
judicial como el paradigma de todo su reinado. Para ello había intentado desde el
principio la adaptación a España de las instituciones judiciales francesas,
siguiendo el programa recogido en la Constitución de Bayona. Pero esto no era
fácil, ya que existían en el país jurisdicciones multiseculares, antiguas tradiciones,
privilegios e intereses creados de cuerpos e instituciones influyentes, pero sobre
todo, personas formadas en los hábitos del Antiguo Régimen, que difícilmente
podrían cambiar.

Las reformas que planteaba José Bonaparte suponían la transformación de las


instituciones y la introducción de principios y hábitos novedosos en España, como
la separación entre lo gubernativo y lo contencioso, o el establecimiento de una
cierta independencia judicial y sobre la institucionalización del Tribunal de
Reposición. Esto se debió a que en la Francia revolucionaria tuvieron gran
influencia las doctrinas filosóficas de Rousseau sobre la ley como expresión de la
voluntad general, y las de Montesquieu sobre la separación de poderes. Este
principio de separación de poderes que se oponía a la interferencia del jefe del
Estado o de sus representantes en el ámbito judicial, creándose precisamente una
propia institución judicial: el Tribunal de Casación. A su vez, convirtiéndose en un
instrumento beneficioso para controlar las relaciones entre el poder judicial y el
poder legislativo, para evitar los abusos judiciales que se cometían durante el
Antiguo Régimen, mantener a los jueces sujetos a la ley, influir sobre los
Tribunales y proteger el principio de los ciudadanos de la igualdad ante la ley.
También en la regulación final del tribunal de reposición en la Constitución de
Bayona se observa como precedente a la Constitución de Westfalia de 1807; la
Constitución del reino de Italia; la Constitución de Nápoles y por último se observa
el predominio del senado consulto del año XII.
Por lo tanto, según lo contemplado en el título XI de la Constitución de Bayona se
había organizado a las instituciones de la siguiente forma: habría un tribunal de
reposición o suprema corte de casación al que se llamaría Consejo Real, que
sería competente como un tribunal de reposición o de casación de corte francés y
que no podría actuar en cuestiones gubernativas, administrativas ni consultivas ya
que de estas se encargarían los ministerios y el Consejo de Estado. Este Consejo
Real debía ser considerado como un tribunal supremo, como superior respecto de
los demás órganos jurisdiccionales. Entre sus funciones principales se encargaría
de asegurar el cumplimiento y ejecución de las leyes a través del recurso de
reposición contra las sentencias tratadas en última instancia ya sean civiles o
criminales, para ser devueltas al respectivo tribunal con la finalidad de que se
ajustasen a lo previsto por la ley. También se encargaría de supervisar el
comportamiento de los jueces, a los que podía destituir siempre que mediare
denuncia del presidente o del procurador general del Consejo Real, con la
aprobación del rey.

4) El autor analiza la institución judicial Española con el entorno social de la


siguiente manera:

“El modelo anticuado de administración de justicia en España era de varios años y se


caracterizaba principalmente: por la lentitud; demasiados gastos; frecuentes
interferencias de los subalternos; un gran caos en la jurisprudencia; un procedimiento
complejo, construido con el paso del tiempo; la inobservancia de algunas reglas
formales; la confusión de autoridades y fueros y la constante injerencia del gobierno
superior en los asuntos inferiores. Pero sobre todo la deficiente selección y preparación
de las personas designadas para ejercer las magistraturas. Tampoco faltaban abusos y
focos de corrupción. Y además, habría que añadir las dificultades propias de estar
inmersos en un conflicto bélico, donde era evidente la penuria económica general del
país y la ruina del erario público. En aquellas circunstancias era difícil encontrar a las
personas más capacitadas para poder ejercer puestos de tan alta responsabilidad. Y con
la creación de las Juntas y la supresión de los Consejos jurisdiccionales hubo un
problema añadido: absorber una enorme masa de empleados públicos que ahora se
quedaban sin empleo.” (págs. 264 último párrafo y 265)

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