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Revista Λόγος, 2012, v (v): 143-168 , ISSN 1659-3723, Zúñiga, H, Biblia, métodos críticos...
Resumen
El autor propone una lectura crítica de los señalamientos que se le han hecho
a los métodos históricos de interpretación bíblica en la época (post)moderna.
Así también propone realizar una valoración de los mismos métodos teniendo
en cuenta los abusos a los que ha llegado la confianza ciega en ellos cuando
se les ha homologado a la ciencia experimental. De este modo el artículo
argumenta en favor de la crítica histórica como punto de partida para una
lectura creyente no fundamentalista de la Palabra de Dios y como requisito
ineludible para dialogar con el hoy de la historia desde las diversas herme-
néuticas contextuales en Latinoamérica.
Abstract
The author proposes a critical reading of the accusations that have been made
to the historical methods of biblical interpretation at the time (post)modern.
So also proposes a review of the same methods considering the abuses that
they have reached the blind trust in them when they have been homologated
to experimental science. Finally, the article argues for historical criticism as a
starting point for a believer non fundamentalist reading of the Word of God
and as requisite for dialogue with today’s history from the several contextual
hermeneutics in Latin America.
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2 Cf. Sandro Vitalini, «¿Qué queda del Concilio?»: Joaquín Perea – José Ignacio Gon-
zález Faus – Andrés Torres Queiruga – J. Vitoria, Clamor contra el gueto. Textos sobre
la crisis de la Iglesia, Madrid: Trotta, 2012, p. 234-235.
3 Cf. Guiseppe Alberigo, «El anuncio del concilio. De la seguridad a la fascinación de la
búsqueda»: Guiseppe Alberigo (dir.), Historia del Concilio Vaticano II, volumen I: El catoli-
cismo hacia una nueva era. El anuncio y la preparación (enero 1959-septiembre 1962), Salamanca:
Sígueme, 1999, p. 58.
4 Hacemos esta precisión temporal porque desde el surgimiento del método es-
colástico se sobrepuso un cambio en la manera de hacer teología en Occidente.
El método de los Santos Padres privilegiaba, en primer término, la escucha de
la Palabra de Dios (oral y escrita) y en un segundo momento la elucubración
teológica y filosófica. Con el surgimiento de la teología escolástica –Anselmo
de Canterbury (1033-1109)– se dio una inversión en el método: primero se
privilegió los resultados del pensamiento teológico-filosófico, lo que denominan
“sistemático”, para finalmente utilizar la Palabra de Dios –fundamentalmente la
Palabra escrita– como principio de validación de lo antes dicho. Cf. José Ma-
nuel Sánchez Caro, «Hermenéutica bíblica y metodología exegética»: Antonio
María Artola – José Manuel Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios, Estella:
Verbo Divino, 1995, p. 272. El comentario bíblico, ya para el siglo XVI, se había
convertido en un material que podía utilizar el teólogo para discutir con los pro-
testantes, así como para el nominalismo en la Alta Edad Media la misma Biblia
fue utilizada como un depósito de herramientas, entre los muchos que tiene el
teólogo, para construir su reflexión. La exégesis se convirtió en una mera ser-
vidora de la dogmática y la apologética. Esto creó un abismo muy significativo
entre la exégesis y la teología, un foso que se ahondó más en el siglo XIX por la
teología neoescolástica. El argumento bíblico fue empleado como secundario a
las reflexiones filosófico-teológicas. Siguió siendo considerado el más noble, sin
duda, pero no el más decisivo. Cf. Pierre Grelot, Biblia y teología, Barcelona:
Herder, 1978, p. 217.
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5 ¿Cómo estamos seguros de esto? La difusión del texto sagrado, las reuniones y múltiples
círculos de estudio bíblico, así como la aparición de revistas propiamente dedicadas a
las ciencias bíblicas, desde finales del s. XIX (Revue Biblique por ejemplo), son muestra
de ello. Cf. Roger Aubert, «El medio siglo que preparó el Vaticano II»: AA.VV., Nueva
historia de la Iglesia, tomo V, Madrid: Cristiandad, 1984, p. 527.
6 León XIII, «Encíclica “Providentissimus Deus”»: Carlos Granados – Luis Sánchez
Navarro (eds.), Enchiridion Bíblico. Documentos de la Iglesia sobre la Sagrada Escritura,
nº 114, p. 164-165.
7 Cf. José Manuel Sánchez Caro, «Hermenéutica bíblica y metodología exegética»: An-
tonio María Artola – José Manuel Sánchez Caro, Biblia y… p. 317.
8 Cf. Pío XII, «Encíclica “Divino afflante Spiritu”»: Carlos Granados – Luis Sánchez
Navarro (eds.), Enchiridion… nº 558, p. 584-585.
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9 «Constitución dogmática sobre la divina Revelación “Dei Verbum”» nº 24: Concilio Ecumé-
nico Vaticano II. Constituciones, Decretos y Declaraciones. Edición bilingüe promovida por la Confe-
rencia Episcopal Española, p. 202-203. En adelante, para citar este documento se empleará
la abreviatura “DV” con su respectivo numeral dentro del texto.
10 Cf. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica post-sinodal “Verbum Domini” nº 3, p. 6-7. En
adelante, para citar este documento se empleará la abreviatura “VD” con su respectivo
numeral dentro del texto.
11 Véase los numerales 33, 35 –en dos oportunidades el mismo señalamiento–, 36, 37, 47.
12 Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración,
Buenos Aires: Planeta, 2007, p. 13. Se trata de una precisión metodológica que ha sido
tenida en cuenta por todos los que hemos trabajado con los métodos diacrónicos en algún
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momento. No obstante, los abusos a este respecto que proponen teorías pseudo-científicas
se han dado en un grado muy diverso, incluso hasta el punto de colocar hipótesis como
“dogmas históricos”. A pesar de esto, sigue siendo notorio que el autor más señalado
por el doctor Ratzinger en su obra “Jesús de Nazaret” (tomo I), John P. Meier, ha
sido minuciosamente erudito en sus propuestas y profundamente honesto al reconocer,
luego de leer la obra del papa, que «En toda búsqueda del Jesús histórico emprendida con rigor
y honradez se está siempre ante diversos grados de probabilidad. Por su misma naturaleza, pues, esa
búsqueda no puede ni debe tratar de vender el producto de su reconstrucción hipotética como la versión
nueva y mejorada de la fe cristiana en Jesucristo. Eso sería absurdo, aunque demasiado a menudo
se hace o, al menos, ésa parece ser la intensión implícita. Lo cierto es que, al igual que en cualquier
otro intento de reconstruir una figura más o menos enigmática de la antigüedad, el método histórico-
crítico, aplicado a Jesús de Nazaret, pone de manifiesto “su importancia y sus limitaciones”, como
ha señalado un teólogo particularmente sagaz [la cita aquí ubicada corresponde al Jesús de
Nazaret de Joseph Ratzinger]. De hecho, paradójicamente, sólo cuando se aprecian en toda su
medida las limitaciones de esa reconstrucción histórica, la verdadera importancia del Jesús histórico
puede ser evaluada y aprovechada por la ulterior investigación académica, el diálogo interconfesional
y la teología cristiana» John Paul Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico,
tomo IV: Ley y amor, Estella: Verbo Divino, 2009, p. 46. Creemos notorio señalar que este
“teólogo particularmente sagaz” no es tomado más en cuenta para el monumental estudio
de J. P. Meier, únicamente en esta salvedad metodológica introductoria.
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Las ciencias bíblicas, en la etapa posterior al Vaticano II, han vivido un perío-
do de especialización. La diversificación de enfoques para asumir la lectura
de un texto bíblico es una muestra del avance que han tenido los estudios
exegéticos cuando se han acercado a las ciencias sociales, lingüísticas, histó-
ricas, “humanas”16 en fin. La importancia que tiene el “sentido literal” para
la comprensión del “sentido espiritual” y del “sentido pleno” ha hecho crecer
la preocupación por el estudio de los textos desde metodologías históricas,
sociológicas y antropológico-culturales.
13 Cf. Juan XXIII, «Acta Ioannis PP. XXIII: Solemnis allocutio»: Acta Apostolicae Sedis 51
(1959) I, p. 65-69.
14 Cf. Karl Rahner, «Diálogos sobre la fe en tiempos de invierno»: Joaquín Perea – José
Ignacio González Faus – Andrés Torres Queiruga – Javier Vitoria, Clamor…, p. 61.
15 Las citas bíblicas serán tomadas de: Luis Alonso Schökel, Biblia del Peregrino, tomos
I-III, Bilbao-Estella: Mensajero-Verbo Divino, 2002.
16 Señalamos “humanas” porque consideramos que la clásica división de “ciencias humanas”
y teología representa una fantasía de superioridad teológica. La teología también es una
ciencia humana y debe dialogar, sin pretensiones de ningún tipo, con las demás ciencias
para así comprender mejor su objeto de estudio: aquello que decimos de Dios gracias a
su auto-revelación.
17 Cf. Rafael Aguirre, «Reflexiones sobre exégesis crítica, hermenéutica y teología»: Iglesia
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era un tema tabú. La negativa tridentina de traducir los textos sagrados a las
“lenguas vernáculas” acrecentó la lejanía entre el Pueblo de Dios y la Escritu-
ra, lejanía ya acentuada con fuerza en el medioevo por la lectura escolástica.
La “cuestión bíblica” en la Iglesia fue tratada con recelo durante los siglos
XVI-XVIII por la actitud apologética de frente al protestantismo. El proble-
ma de esta actitud desconfiada y temerosa es que, a pesar de ella, las ciencias
bíblicas tocaban a la puerta insistentemente, la misma Tradición de la Iglesia
las exigía18. Los siglos XIX y XX fueron testigos de esta explosión de tensión
acumulada: un cambio muy doloroso para algunos y muy necesario para
todos, aunque, en palabras de M. J. Lagrange, muchos siguieran conside-
rándolo peligroso19. ¿Y quiénes siguieron señalado los supuestos “peligros”?
La Pontificia Comisión Bíblica manifestó su oposición a los análisis históricos
defendiendo la autoría mosaica del Pentateuco (DH 3394), la historicidad de
los tres primeros capítulos del Génesis (DH 3512-3517)20, la autoría davídica
de los salmos (DH 3518), entre otras opiniones superadas actualmente. El
conflicto llegó hasta el punto de formular un señalamiento contra exégetas
que trabajaban los métodos críticos en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma
(S. Lyonnet y M. Zerwick21). Con estos antecedentes, pareciera que primaba
la seguridad sobre la verdad22.
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23 Cf. Etienne Fouilloux, «La fase antepreparatoria (1959-1960). El lento camino para
salir de la inercia»: Guiseppe Alberigo (dir.), Historia del Concilio Vaticano II, volumen I:
El catolicismo…, p. 63.
24 Cf. Valerio Mannucci, La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada Es-
critura, Bilbao: Desclée De Brouwer, 19978, p. 292.
25 El tema de las hermenéuticas sincrónicas del texto bíblico surgió en los años setenta y
posteriormente se cayó muchas veces en la tentación de abandonar la lectura diacrónica.
Cf. O. Artus, «Évaluation de l’impact de “Dei Verbum” sur l’exégèse biblique postconci-
liaire» : Philippe Bordeyne – Laurent Villemin, Vatican II et la théologie, Paris: Du Cerf,
2010, p. 105.
26 Rafael Aguirre, «Reflexiones sobre…», p. 25.
27 «The motivation for historical criticism of the Bible is clear. It is a primary means to free society
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from the destructive force of religious passion. That is to say, the purpose of this new exegesis is not
proclamatory or dogmatic, but political. The content of the Bible is investigated with an eye firmly
fixed on its social effect. By undercutting religious passion, Spinoza encourages doubt, Spinoza believes
there will spring the social good of tolerance» (Roy Harrisville – Walter Sundberg, The Bible
in Modern Culture. Theology and Historical-Critical Method from Spinoza to Käsemann, Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1995, p. 45).
28 Joseph Ratzinger – Vittorio Messori, Informe sobre la fe, Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos, 2005, p. 83-84.
29 Cf. Xavier Alegre – Josep Giménez – José Ignacio González Faus – Josep María
Rambla, ¿Qué pasa en la Iglesia?, Barcelona: Quaderns de Cristianisme i Justícia (153),
2008. Este estudio recopila un barullo de voces que claman contra el olvido del Vaticano
II es una obra de gran valor. Destacamos, además, el genial artículo de Karl Lehmann,
«Siete tesis para el diagnóstico de la sospecha de gueto»: Joaquín Perea – José Ignacio
González Faus – Andrés Torres Queiruga – Javier Vitoria, Clamor contra…, p. 43-48.
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Resulta muy interesante, además, cómo el teólogo alemán intenta ligar «ciertas
teologías de la liberación» con la exégesis crítica así como también, al abordar
más adelante el tema de la existencia del “diablo”, se cuestiona si los exégetas
hoy hacen teología o sociología30. Creemos que este cuestionamiento es bas-
tante inconveniente pues propone, de forma apresurada, el que los estudios
bíblicos han sido casi “secuestrados” por la “modernidad”: el Anticristo en
la obra de Vladimir Soloviev –según su propia comparación31–, que ha obte-
nido el doctorado de Tubinga con una tesis pionera en el ámbito exegético,
es como el prototipo de la crisis de los métodos históricos32. Una metáfora
bastante violenta.
30 «Todo católico debe tener el valor de creer que su fe (en comunión con la fe de la Iglesia) supera todo
“nuevo magisterio” de los expertos, de los intelectuales. Las hipótesis de estos investigadores pueden
ser útiles para conocer la génesis de los libros de la Escritura, pero es un prejuicio de raigambre evolu-
cionista pensar que sólo se comprende el texto estudiando cómo se ha desarrollado y creado» (Joseph
Ratzinger – Vittorio Messori, Informe sobre la fe, p. 84-85).
31 En el año 1988 pronunció, en New York, un famoso discurso para un simposio orga-
nizado por el Rockford Institute Center on Religion donde participaron representantes de
diversas confesiones cristianas. Cf. Joseph Ratzinger, «Biblical Interpretation in Crisis:
On the Question of the Foundations and Approaches of Exegesis Today»: Richard John
Neuhaus (ed.), Biblical Interpretation in Crisis: the Ratzinger conference on Bible and Church,
Michigan: William B. Eerdmans Publishing Company, 1989, p. 1-23.
32 Joseph Ratzinger, «La interpretación bíblica en conflicto. Sobre el problema de los
fundamentos y la orientación de la exégesis hoy»: Luis Sánchez Navarro – Carlos Gra-
nados (eds.), Escritura e interpretación. Los fundamentos de la interpretación bíblica, Madrid:
Palabra, 2003, p. 19. Aunque en nuestro estudio empleamos el original inglés mencionado
anteriormente, para las citas emplearemos la versión española aquí reseñada.
33 Joseph Ratzinger, «La interpretación bíblica…», p. 41-42.
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34 Cf. Christophe Theobald, «La Iglesia bajo la Palabra de Dios»: Guiseppe Alberigo (dir.),
Historia del…, volumen V: Un Concilio de transición. El cuarto período y la conclusión del Concilio,
p. 314. Es realmente interesante analizar la historia de la evolución del pensamiento al
respecto de la revelación bíblica en el teólogo alemán, ahora papa. El detenido estudio
de L. Boeve argumenta con claridad cómo, en el período pre-conciliar, la distinción entre
“Revelación”, “Escritura” y “Tradición” era una constante en sus reflexiones. La exégesis
tiene la tarea de escudriñar el sentido literal y, contra toda gnosis, resguardar la realidad
de la carne del Logos. Durante el Vaticano II su influencia fue particularmente notable en
la redacción de la Dei Verbum, el resalte que hizo de los métodos histórico-críticos durante
la tercera sesión. En uno de sus comentarios sobre el último capítulo de la constitución
dogmática, nos reseña Boeve, que «il insiste surtout sur la nécessité d’une bonne collaboration
entre l’exégèse et la théologie systématique, “comme modèle fondamental de l’interaction réciproque
entre la méthode histórico-critique et l’expression de la foi sur l’ensemble de la réalité chrétienne”
[…] La tension que provoque l’exégèse historico-critique ne peut être résolue en l’écartant, mais sa
méthode doit être mise œuvre “en accord avec la foi de l’Eglise”. Ici, le rôle du Magistère n’est pas de
contribuer au progrès de la connaissance théologique ; il a donc, avant tout, une “fonction négative”
en vue de disqualifier des développements non souhaités» (Lieven Boeve, «“La vraie réception
de Vatican II n’a pas encore commencé”. Joseph Ratzinger, Revelation et autorité de
Vatican II»: Gilles Routhier – Guy Jobin (dirs.), L’autorité et les autorités. L’hermeneutique
théologique de Vatican II, Paris: Du Cerf, 2010, p. 18).
35 Este es el gran “pecado” de J. P. Meier a nuestro entender. Jamás podrá lograr el objetivo
de su pintoresca metáfora en las bibliotecas de Harvard porque apartarse totalmente del
dato creyente de un texto que ha tenido fuertes impactos en la cultura humana es, en
mucho, una ficción. Reconocemos que su intento por la “objetividad” es muy valioso pero
es evidente también que su exégesis es ya, de por sí, su interpretación.
36 Se trata de la ética propia de cualquier profesional, en este caso, del exégeta. Cada vez
que leemos un texto –sea cual sea este– estamos escuchando las preocupaciones y pers-
pectivas de otras personas, escuchamos sus vivencias en un tiempo que no es el nuestro.
Es necesario hablar entonces de una “metacrítica” o de una “ética de lectura”. Cf. Hans
De Wit, En la dispersión el texto es patria. Introducción a la hermenéutica clásica, moderna y
postmoderna, San José: Universidad Bíblica Latinoamericana, 2010, p. 448.
37 Cf. Pontificia Comisión Bíblica, «La Interpretación de la Biblia en la Iglesia»: Carlos
Granados – Luis Sánchez Navarro (eds.), Enchiridion…, nº 1285, p. 1028-1029.
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cho eco de una supuesta carencia del “sentido espiritual” y de una verdadera
“exégesis teológica” ya que «[…] no raramente el lector se queda con la sensación
de que los exegetas han sabido desmontar correctamente el reloj para ver cómo estaba
construido, pero, luego, no han sabido recomponerlo:¡la función de un reloj es marcar las
horas y no enseñar mecánica!»38. Así, pareciera que para estos teólogos el estudio
de la Biblia se circunscribe a la “exégesis teológica” (marcar las horas) pues
la historia de la composición del texto y su pasado (el proceso mecánico) han
acaparado mucho más espacio del que deberían haberlo hecho.
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no. El cuestionamiento debe hacerse desde ambas ópticas pues, aunque mu-
chos no quieran aceptarlo, los pre-juicios ideológicos se ubican en ambos
extremos.
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Negar la posibilidad de otras lecturas constituye una forma más del exclusi-
vismo que se piensa a sí mismo como único criterio de verdad, una forma más
de centralización religiosa. La Biblia es patrimonio de la humanidad y como
tal debe entenderse: un libro religioso y cultural, es más, un libro cultural
porque es religioso y viceversa, tan humano y tan divino.
45 Carlos Gil Arbiol, «La Biblia y el mundo del siglo XXI»: Iglesia Viva n° 238 (Valencia,
2009) p. 19.
46 Cf. Joseph Ratzinger, «La interpretación bíblica…», p. 27.
47 Debemos aclarar que nuestro punto de vista no es el de la exégesis aconfesional. Partimos
de los presupuestos de una exégesis creyente pues, a pesar de muchos señalamientos
negativos, creemos que esto no obstaculiza en nada una labor profundamente crítica. Cf.
Marie Joseph Lagrange, «L’exégèse critique…», p. 18.
48 La exégesis histórico-crítica no es una empresa que se mueva paralela o fuera de la
interpretación bíblica a la luz de la Tradición viva de la Iglesia. Más bien coinciden en
una parte integral de la reflexión eclesial: la misma Palabra de Dios. Cf. Hansjürgen
Verweyen, Joseph Ratzinger-Benedikt XVI. Die Entwicklung seines Denkens, Wissenschaftliche
Buschgesellschaft: Darmstadt, 2007, p. 98.
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Pues bien, son muchas otras las críticas que se le hacen a los métodos históri-
cos51: el olvido del resto del canon como contexto literario; el aislamiento con
respecto a otras disciplinas teológicas –especialmente con la dogmática52– al
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posiciones exclusivistas como las que, un año antes, esbozó en su artículo sobre el diálogo
exégesis-teología: «[…] ya hemos visto que desde la mera letra muchos factores vivos y funda-
mentales del texto bíblico quedan al margen. La auténtica tarea del exégeta consiste en descubrir su
sentido profundo, su verdad» (Gabino Uríbarri, «Exégesis científica y teología dogmática.
Materiales para un diálogo»: Estudios bíblicos vol. 64 [Madrid, 2004] p. 561). El subrayado
en negrita es nuestro.
53 Ya desde la década de los setenta y, más concretamente, en los años ochenta, el profesor
Gustavo Gutiérrez ha advertido sobre la importancia de que la Biblia sea leída en la co-
munidad creyente. Lo interesante es su planteamiento que deja claro como la comunidad
creyente hace una reflexión desde su vida, desde su cultura diversa lo que nos hace tener
presente que «la lectura de la Escritura, en Iglesia, es una práctica siempre nueva e inesperada»
Gustavo Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro
de Job, Salamanca: Sígueme, 2006, p. 25.
54 Joseph A. Fitzmyer hace una acotación clarificadora en este sentido. Para él –y para no-
sotros también– lo que ha fallado en la interpretación histórica de los textos no ha sido el
método por sí mismo sino los presupuestos con los que ha sido empleado el método. Esta
fina distinción nos hace dirigir la mirada no al método en sí sino a los pre-juicios de los
que hemos hablado más arriba. Cf. Joseph A. Fitzmyer, «Historical Criticism: Its Role
in Biblical Interpretation and Church Life»: Joseph Augustine Fitzmyer, The Interpreta-
tion of Scripture. In Defense of the Historical-Critical Method, Paulist Press: New York, 2008,
p. 67-68.
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Algunos autores pretenden que sus estudios sean muy similares a fotografías
o grabaciones del mundo antiguo: piensan que la ventana de la exégesis his-
tórica56 puede llegar a romperse para así “tomar con las manos” la “realidad”
que está más allá del texto57. Esto es una pretensión cándida, porque no
podemos exigir conclusiones definitivas aunque, a pesar de todo, sí podemos
obtener muchos elementos de plausibilidad: «El sentido literal puede ser determi-
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nado con mayor o menor precisión; la exégesis no es una ciencia exacta, pero de ninguna
forma es el reino de la arbitrariedad»58.
Por esto es que debemos tener muy claro que “plausibilidad” no es siquiera un
término análogo de “peligro”. Más bien es un reconocimiento de que el acceso
a los textos es y será siempre un constante caminar. Los métodos críticos,
en su uso clásico, manifiestan límites porque se restringen a la búsqueda de
las circunstancias históricas de la producción de los textos y no se fijan en
otras posibilidades de interpretación que se han presentando en momentos
posteriores de la revelación bíblica59. He aquí su principal límite, pero es un
límite que ofrece caminos abiertos.
La exégesis histórico-crítica abre sendas nuevas, pues ella «[…] mantiene hoy
aún toda su pertinencia para clarificar y para hacer más manifiesto, más perceptible,
lo que está en juego en toda interpretación del texto bíblico: temas teológicos, temas
espirituales, y eventualmente temas más políticos»60. Sin los métodos críticos sería
imposible conocer el sentido literal y menos aún los sentidos espiritual y pleno
porque estos dos necesitan de aquél. Las condiciones metódicas, históricas y
críticas brindan un primer paso en el camino hermenéutico: hablamos de un
“método” precisamente por ser una serie de procedimientos comunicables que
permiten una aproximación aceptablemente objetiva a un tema de investiga-
ción; que es “histórico” pues reconoce el nacimiento de los textos bíblicos en
el pasado y su desarrollo en un proceso histórico donde la relación con aquél
tiempo tiene mucho que decir sobre el sentido de cada palabra y su actuali-
dad; finalmente, que es “crítico” ya que establece distinciones como base para
juzgar algunos elementos del texto ligados a la historia: autor, comunidad
destinataria, contexto social-político-religioso (realidad extra-textual), rela-
ciones con otros textos contemporáneos, el conocimiento de lenguas antiguas,
el análisis de las formas literarias y la historia de la redacción del texto61. Para
nosotros hoy esto puede parecer poco, pero un “parto” con estas caracterís-
ticas ha sido un inmenso logro de la cultura.
Así pues, cuando alguien dice que la exégesis histórico-crítica está superada,
en realidad, no sabe lo que dice. El estudio diacrónico es punto de partida
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72 Emilio Castro, “La obra pastoral en el kairós latinoamericano”: E. Castro, Pastores del
Pueblo de Dios en América Latina, Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1973, p. 15.
73 Cf. Ángel Esteban Román López, Teología Latinoamericana de la Liberación. Historia, Perti-
nencia y Método Teológico, San José: Universidad Bíblica Latinoamericana, 2003, p. 132.
74 Cf. José Severino Croatto, Historia de Salvación, Estella: Verbo Divino, 2000, p. 20.
75 Cf. Joachim Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, tomo I, Salamanca: Sígueme, 1974,
p. 113.
76 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas, Salamanca: Sígueme, 2004, p. 70
y 72.
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Revista Λόγος, 2012, v (v): 143-168 , ISSN 1659-3723, Zúñiga, H, Biblia, métodos críticos...
Por esto, la lectura contextual de la Biblia es asumida desde los pobres de este
mundo, entendiendo al “sujeto pobre” como toda persona marginada: la lec-
tura feminista de la Biblia incursiona en el mundo patriarcal de la antigüedad
para revertir esa historia que ha relegado a la mujer y darle así el lugar que
Jesús le dio en su movimiento: un lugar de equidad; la hermenéutica negra e
indígena buscan iluminar los contextos de racismo y de irrespeto cultural para
convertirlos en lugares de acogida; la hermenéutica campesina busca reavivar
la esperanza profética de quienes sufren hoy por el maltrato de una economía
salvaje que les roba y margina; la hermenéutica queer reclama la igualdad en
el trato con las personas de opciones sexuales “diversas” contextualizando la
realidad de la homosexualidad en el mundo antiguo; la hermenéutica ecoló-
gica o ecoteología grita en lenguaje humano lo que el planeta nos grita con
su agotamiento: la tierra está enferma por nuestra culpa y debemos atender-
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“de las nubes” pretendiendo iluminar la vida sin leer la Palabra de Dios en la
amplitud de la revelación (Escritura, Tradición y “Signos de los tiempos”).
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Y si la exégesis crítica ofrece sendas abiertas ¿por qué tenerle miedo? ¿Cuál
es la desconfianza? Ya hemos apenas asomado la respuesta: de fondo, una
ideología que teme perder autoridad es la que mueve principalmente la des-
calificación de los métodos históricos. No es el miedo a que la comunidad
creyente no acceda al texto sino más bien el miedo a que la sociedad acceda
a él. No es el miedo a que hayan filosofías que “desvirtúen” el texto como Pa-
labra sino más bien el miedo a que la (post)modernidad pueda captar –como
lo hace ahora– que la Biblia le pertenece a la cultura y es en esa amplitud
donde genera transformaciones profundas. No es el miedo a que algunos no
creyentes o agnósticos “denigren” al texto sagrado sino más bien el miedo a
que dicho texto se escape del “gueto” eclesial85 y que los miembros de dicho
gueto queden desnudos frente al mundo para hablarle “de tú a tú”, para
hablar entre iguales.
85 Cf. Karl Rahner, «¿En marcha hacia el gueto?»: Joaquín Perea – José Ignacio Gonzá-
lez Faus – Andrés Torres Queiruga – Javier Vitoria, Clamor contra…, p. 34-35.
86 Cf. Hermann Häring, «Joseph Ratzinger’s “Nightmare Theology”»: Hans Küng – Leon-
ard Swidler, The Church in Anguish. Has the Vatican Betrayed Vatican II, Harper & Row:
San Francisco, 1988, p. 88. Para un desarrollo del tema de la ideología en pensamiento
teológico de J. Ratzinger ver la obra del mismo autor: Hermann Häring, Theologie und
Ideologie bei Joseph Ratzinger, Hamburg: Patmos, 2001.
87 Rafael Aguirre, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Ensayo de exégesis sociológica del
cristianismo primitivo, Estella: Verbo Divino, 2001, p. 6.
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Finalmente, creemos que no se trata sólo de no tener miedo, sino sobre todo
de desear con hambre estudios serios y responder a la petitoria de un genial
teólogo: «debéis ser críticos, despiadadamente críticos. No debéis arreglar ninguna
conciliación deshonesta entre los resultados de la ciencia y la doctrina eclesiástica»88.
No obstante, de la misma manera en que debemos ser fuertes en la crítica,
también nuestros estudios deben nacer de la vida de la comunidad y llegar a
responderle a esa misma comunidad pues la Biblia, así como es interpretada
por nosotros hoy, así ella nos confronta porque nos habla: «si bien es cierto que
leemos la Biblia, también es verdad que ella nos lee, nos interpela»89.
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