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Tome XIII (1903) 1 1 L1vraison

ACTES DE LA

SOCIÉTE SCIENTIFIQUE
DU CHILI
— .~P3~~

(ACTAS DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA DE CHILE)


TREZlÈME ANNÉE

PROCÉS-VERBAUX DES SÉANCES GENÉRALES ET ANNEXES


(Feuilles A)

NOTES ET MEMOIRES
(Feuilles 1— 234)

^SANTIAGO
IMPRENTA CERVANTES
CALLE DE LA l'.ANDEKA, 50

Agosto de 1903

Les Actes paraissent par livraisons bimestrielles


LAS PIEDRAS HORADADAS

CUATRO PALABRAS

Desde hace algun tiempo, los estudios etnolójicos i


antropolójicos han tomado un vuelo considerable en el
campo mui estenso del pasado.
Las investigaciones practicadas en tan vasta esfera
han dado, como es sabido, solucion a numerosos proble
mas i de tal forma, que gran parte de la historia de tiem
pos hasta hace poco ignotos, reposa hoi dia sobre hechos
claros, concretos i todos ellos concordantes.
Refiriéndonos a solo la América, cuyas razas han sido
por larguísimos años el gran misterio de la historia, la
antropolojía tiene averiguada la antiquísima existencia
de su poblacion, la unidad de las razas americanas i es
tablecido estos hechos sobre sólidas bases, perfectamente
comprobadas.
En Chile la antropolojía se inició con un notable i pro
lijo estudio (a) i han seguido a él investigaciones sobre
diversos puntos de hechos que aun no habian sido escla
recidos (b).
En los anales de esta Sociedad se hallan consignados
algunos trabajos de mérito indisputable, que acusan en
sus autores conocimiento exacto de las materias por ellos
tratadas i una preparacion a todas luces vasta.

(a) Los Aborljenes de Chile, por el señor


Medina,
(h) El notable trabajo del señor don Tomas Guevara, intitulado
wHistoria de la civilizacion de la Araucaria, »
TOMO XIII 14
'94 A. CAÑAS PINOCHET

Entre los tópicos tratados por el señor Medina en su


libro citado i posteriormente por el señor Guevara en el
suyo se encuentran estudios mui someros que pudiéra
mos llamar ensayos de la arqueolojía de las piedras hora
dadas, sobre las cuales los pacientes investigadores han
agrupado las opiniones sustentadas por diversos anti
cuarios, emitiendo, despues de discutirlas, sus opiniones
individuales.
Aunque dignas de consideracion estas opiniones, es
dado no obstante a todos estudiar el juicio que el punto
les ha merecido, despues de haber sentado en el terreno
de los hechos, como a nosotros nos ha sucedido, el fun
damento de una opinion que hemos creído racional.
El criterio individual no puede siempre someterse
incondicionalmente a las decisiones dictadas, aunque sean
éstas espresadas con autoridad, porque ello seria renun
ciar a la condicion de autonomía que constituye especial
mente la razon, i porque importaría la esclavitud de las
facultades ante la autoridad de un majisterio superior.
El majister dixit perteneció a otros tiempos.

El estudio de las piedras horadadas ha sido tambien


tema de meditacion de muchos otros anticuarios, los cua
les, sobre su oríjen i sobre las funciones a que ellas estu~
vieron dedicadas, han emitido diversos juicios, que hasta
hoi no han podido concordar en una opinion comun.
En el presente estudio se da cuenta deesas opiniones
i se esponen las razones que las hace poco sólidas, pues
que no han resistido algunas de éstas al mas superficial
exámen.
Por nuestra parte, tenemos una opinion sobre el papel
que en las sociedades primitivas desempeñaron estas pie
dras; opinion que se afirma en el prolijo estudio que nos
han impuesto.
Para que nuestra opinion haya adquirido el carácter
do una profunda conviccion, ha sido menester el estudio
mas prolijo de todas las circunstancias, caracteres i de
talles que se reunen en estas piedras que, como es sabi
LAS PIEDRAS HORADADAS '95

do, se han hallado desparramadas por casi todo el globo,


en el fondo de los lagos , como sucede en las estaciones
lacustres de Suiza, en el asiento de antiguas ruinas, como
las de Troya, que las investigaciones modernas han dado
el carácter de históricas, a lo que se ha creido por mu
chos una creacion mitolójica.
El medio en que hemos hecho nuestro estudio ha sido
para nosotros el principal factor que ha jenerado la so
lucion que hemos dado a este problema; i, a ménos de
equivocarnos, creemos que no todos los que han opinado
sobre su empleo durante la Edad de Piedra, no habrán
tenido a la mano tantos elementos (a). En efecto, con un
caudal de la paciencia indispensable que se requiere para
todo estudio relacionado con épocas en que faltan en
absoluto documentos escritos, hemos podido examinar,
teniéndolas en la mano, 360 de estas piedras, pertene
cientes a diversas instituciones i personas, entre las cua
les entra el que habla con su variada coleccion de 66 pie
dras.
Despues de la larga jornada, de casi diez años ocupa
dos en coleccionar, en buscar i recojer elementos por to
das las partes adonde nos han llevado mas de veinte años
de viajes por todo el pais; de razonar, de estudiar cues
tiones históricas relacionadas con las funciones de las
piedras horadadas, volvemos hoi al punto de partida,
recorremos el campo esplorado para preguntarnos si
hemos acertado, si hemos herido la dificultad, si no esta
remos hoi tan distantes de la verdad como lo estábamos
hace tiempo.
si,

Vosotros juzgareis, como espero, teneis bene


lo

la

volencia de oirme me acompañais hasta fin, desde


el
i

esposicion hasta solucion de este problema.


la
la

no se crea que es baladí o sin importancia buscar


el
I

valor que se asignó estas piedras en los primeros


ti

si,

tiempos de las sociedades humanas; como nosotros lo


i

(a) Darwin, segun Medina, aseguró vista de una sola de estas


la
a

piedras, que han debido ser empleadas como instrumentos de agri


cultura.
1g6 A. CAÍ) AS PINOCHE1

pensamos, nuestra teoría fuese aceptada, la solucion del


importante problema de los oríjenes del trabajo i de los
oríjenes del comercio i todo lo demas que con esto se
relaciona, habría dado un gran paso.
No queremos adelantar i en consecuencia vamos a
entrar en materia

I.

DESCRIPCION DE LAS PIEDRAS


Las piedras horadadas, coleccionadas con intencion
científica en Chile, afectan formas diversas, como son
variados en el peso específico los ejemplares de que
constan los grupos en que están clasificadas.
Las hai circulares, obóideas, esféricas, poligonales (i)
diversificándose su altura entre 0.008 i o. 105 metros, su
diámetro entre 0.04 i 0.76 i su peso entre 30 gramos i
t 10 kilogramos
(2) Estas cifras las hemos deducido de
las medidas prol1jas que personalmente hemos practicado
en 360 ejemplares que hemos tenido a nuestra disposi
cion, procedentes 2 19 del Museo Nacional, 10 del Museo
del Liceo de Valparaíso, 35 de la coleccion del doctor
don Francisco Fonck de Quilpué, 66 de nuestra colec
cion i 4 de un aficionado.
La masa, en jeneral, se halla en todas perforada por
un agujero que afecta comunmente la forma de dos
conos truncados, unidos en el interior de la piedra por

(1) Las piedras horadadas, de las que hai numerosas en Santa


Bárbara, California, son ocasionalmente mas o ménos globulosas, otras
tienden a la forma piramidal, pero casi siempre son circulares o casi
circulares i a veces son oblongas irregulares. En este último caso apa
recen haber sido dejadas en su forma orijinaria, viéndose algunas
especies que son dos o tres veces mas largas que anchas i con contor
nos irregulares. Henry W. Henshaw, Perforattd stonesfrom California.
(2) 1.a piedra de este peso i de 0.76 centímetros de diámetro, la
hen1os estud1ado en Concepcion. De ella nos ocuparemos mas ade
lante i será uno de los mejores fundamentos de la opinion que susten
tamos sobre las funciones que desempeñaron las piedras horadadas en
los tiempos en que fueron trabajadas.
LAS PIEDRAS HORADADAS '97

sus respectivos vértices, siendo la perforacion, en conse


cuencia, mas estrecha en el centro de la masa (i).
Los diámetros máx1mos i mínimos de las horadacio
nes son mas uniformes que los de las piedras en jeneral,
i éstas dan estas cifras:

Diámetro máximum 0.07 metros


11 mínimum 0.01 11
(2)

Es visible que el trabajo de perforacion (3)se hacia


por ámbos lados i que ésta, en la mayoría de los casos,
no se desviaba del eje de la del lado por donde se co
menzaba (4).

(1) El agujero de las de California es tubular en la jeneralidad de


los casos, aunque se encuentren algunas que en la horadacion tienen
mayor escote en la boca, sien io, en consecuencia, btcónicas.
(2) En la coleccion del Museo Nacional hai cuatro piedras de
horadacion cónica i en nuestra colecc1on tres que se separan de las
demas en cuanto a la forma 1 naturaleza de su masa i a la de su hora
dacion: todas en el asiento son planas i en la cara cónicas, de forma
lijeramente agudas; la perforac1on en la base es de o 037 metros i en
la parte superior de 0.027 m.tros. Estas piedras son las anotadas bajo
los números 133, 141, 142 i 182 dela Planilla de mediciones. La 1.',
2.* i 4.* han s1do perforadas con instrumento que obraba en el sentido
vertical de la masa 1 la 3 * con instrumento rotativo: indican estas
circunstancias huellas manifiestas que se notan en la perforacion, que
no han desaparecido por el trascurso de los tiempos. Las de nues
tra coleccion tienen 19 x 17, 27 x 21, 27 x 21. Aquellas i estas sonde
esteatita i de color chocolate. El doctor don R. A. Philippi, ha dicho
en un estudio sobre estas, que no conoce ninguna piedra de esta natu
raleza i cita como caso raro una que hai en el Museo de Berlin, lleva
da allí desde el Aflica; el doctor no ha visto las que hai en nuestro
Museo nacional.
(3) Ratzel, en su notable obra Las Razas Humanas, cap. III, dice
que estas perforaciones fueron pract1cadas por los indios, val1éndose
de tubos de hueso o de madera. Nosotros pensamos que, en el abso
luto desconocimiento de los metales en que se hallaba el hombre pri
mitivo, debió valerse en éste, casi siempre rudo trabajo, de otras pie
dras mas duras que las que iban a recibir el trabajo de perforacion
i pulimentacion. En el Perú, segun Tschudi, en su Diccionario de la
lengua quichua, los indios se valian de una piedra mui dura llamada
salluk-rumi para labrar otras piedras.
(4) Es notable la que anotamos bajo el número 8 de la coleccion
A. CAÑAS PINOCHET

En el número de las que hemos estudiado aparecen


12 con el trabajo de perforacion comenzado; de estas, 9
pertenecen al Museo Nacional i 3 forman parte de
nuestra coleccion. En casi todas se nota que el trabajo
de horadacion se hacia con instrumento cónico que obraba
por ámbos lados, a fin de que diera a aquella la forma de
un cono doble como las que tienen la perforacion termi
nada.
La masa de las piedras espresadas es variada, hallán
dose muchas construidas en basalto, en lavas volcánicas,
en areniscas, en pórfido, en ónix, esteatita (1) i hasta en
una sustancia semejante al carbonato de cal o tiza (2).
Las piedras horadadas que describimos carecen de
toda manifestacion esterior de ornamentacion i solo se ve
en ellas las huellas de los instrumentos que sirvieron
para su construccion i pulimiento. En ciertas especies
en que la masa es dura i en otras que proceden de la
época primitiva o paleolítica juzgando por su aspecto
tosco, no han desaparecido aun los vestijios del instru
mento con que fueron fabricadas (3). Esta ausencia de
toda decoracion induce a la creencia de que estas piedras
fueron destinadas a usos puramente civiles, que este

del Museo del Liceo de Valparaíso. La masa de ésta es de ónix; la


horadacion fué comenzada por ambos lados a la vez, habiéndose des
viado esta operacion de la d1reccion vertical, por lo que resultó oblicua.
La perforacion conserva aun las huellas del instrumento que obraba
en sent1do vertical i ésta no resultó cónica sino de furn1a tubular. Las
caras de la piedra no son l1sas sino disparejas, con infl¡-xiones notab'es,
así como su forma no es circular sino la de un polígono irregular: todo
indica haber sido labrada en la época paleolítica.
(1) Las de ónix existentes en el Museo Nacional son las cuatro
correspondientes a los números 105, 109, 136 i 151, en la Planilla de
mediciones i es de notarse que todas ellas, como la del Muieo del Liceo
de Valparaíso, llegan a cifras altas de peso.
(2) Las especies de California, segun H. W. Henshaw, han sido
trabajadas de areniscas, cuarc1ta, esteatita i de otras clases de piedras,
frecuentemente, aunque de ninguna manera siempre, fácilmente labo
rables.
(3) Las piedras perforadas halladas en California son en cierto
número ornamentadas con líneas solas o con líneas formando cruces
o cruzadas. H. VV. Henshaw, Perforated síones from Cal1fornia.
LAS PIEDRAS HORADADAS 199

objeto tuvieron en las edades prehistóricas i escluye, en


consecuencia, toda idea de fines ceremoniales, que algu
nos les han atribuido.

ORÍJEN O PROCEDENCIA

A ciencia cierta nada ha podido establecerse acerca


del oríjen de estas piedras, siendo limitadísimo el cono
cimiento que se tiene de ellas. En el estado actual del
estudio de esta clase de piedras en Chile, ignórase en
absoluto si las que han sido halladas aquí fueron traba
jadas en esta tierra o si proceden de tierras estrañas. (i)
Las investigaciones hasta ahora practicadas se han
dirijido mas a fijar el uso que de ellas hicieron los pue
blos primitivos en que han sido halladas, que a determi
nar los lugares en que tuvieran oríjen.
Juzgando por la circunstancia de haber sido encon
tradas en diversos i apartados puntos de la tierra, no
seria aventurado establecer que las halladas en Chile
tuvieran su oríjen en este pais, i concurre a dar funda
mento a esta opinion la circunstancia de que la natura
leza de la masa de estas piedras corresponde a la de las
que encontramos a cada paso, por ser estas porfídicas,
como la masa de los Andes t hílenos de donde proceden.
De las 360 que han formado la base de nuestro estu
dio, a las que a muchas les falta indicaciones de proce-

(1) El señor Medina en sus Aboríjenes de Chile, pájina 141, dice que
estas piedras se han hallado en el Perú, Boliv1a, sur del Africa, 1sla
de F1jí, etc., i en el Museo Nacional las hai de la Arjentina, de Buli-
via i el Perú. Cronau, en su importante i reciente obra América tomo
I, pájinas 25 i 27, afirma que se han hallado de estas piedras en los
sambaquis o colinas de conchas en las costas de Santa Catalina del
Brasil. N1lsen en su obra Les habitants primitifs de la Scandinavie ofrece
constancia de haberse hallado de estas piedras en los paises escandi
navos i como comprobacion, da la ñgura de ellas, en todo semejantes
a lasque hemos estudiado — L Figuier i Z1mmermann en su notable
obra El mundo ántes de la creacion del hnmbre, tomo II, pájinas 122 i
123, nos hablan de haberse hallado tamb1en de estas piedras, a princi
pios del pasado siglo, en terrenos de formacion cuaternaria en Francia.
Mas adelante daremos a conocer las que últimamente han sido halla
das en algunas islas de la Oceanfa.
200 A. CAÑAS PINOCHET

dencia, puede deducirse que estas piedras se han hallado


desde Atacama a Valdivia esclusive.
En las provincias australes de Valdivia i Llanquihue,
en donde hemos hecho prolijas investigaciones en nues
tros repetidos viajes, no hemos encontrado noticia algu-
11h de haber sido conocidas estas piedras. ( i
) N o tenemos
tampoco datos de haber sido halladas en el territorio de
Atacama ni en la provincia de Antoíagasta; de Tarapacá
(Guaneras de Punta Pichalo) poseemos dos ejemplares
recojidos en nuestro último viaje, hace dos años, por
esa provincia.
Lo que está comprobado por la existencia de estas
pi1 dras en tan diversas partes, es que ellas no han teni
do oríjen en un solo centro, sino en puntos independien
tes, como lo comprobaremos, por mas que se hayan je-
11t-rado en la idea de un solo i esclusivo objeto.
Las colecciones que hemos observado nos suministran
datos para establecer que en el territorio comprendido
entre los rios Malleco i Acqncagua fueron mas numero
sas, como lo vamos a manifestar con las cifras siguien
tes, que indican las recolectadas en los museos i en las
colecciones que han estado a nuestro alcance. Así, de
Mulchen tenemos 21 recojidas por nosotros en pocos
dias de permanencia en los campos de ese departamen
to; 28 de Curicó en el Museo Nacional; 4 de los Baños
de Cauquenes; 2 de San Fernando; 8 de Santiago; 36
del doctor Fonck, de Quilpué, i en el Museo, varias
mas.
Del Norte del Aconcagua: 2 de la Ligua en el Museo
i3 en nuestra coleccion; 2 de Choapa; 1 de Serena; 4
de Casablanca entre las nuestras.
Al Sur del Maule: 3 de Linares; 3 de Cauquenes en
nuestra coleccion; 1 del Parral; 7 de Itata entre las nues
tras; 4 de Collipulli; etc., etc.

(1) Noticias suministradas por personas que han vivido durante


toda su vida en Chiloé, dignas de todo crédito, nos autorizan para
creer, aunque no para añrmar, que en las islas de aquel Archipiélago
se han hallado piedras horadadas.
LAS PIEDRAS HORADADAS 20 I

Las indicaciones de las colecciones señalan el hecho


de haberse hallado desparramadas por todas partes, ya
en la costa, ya en el centro, ya en la cordillera, ya en
terrenos boscosos, ya en las pampas desprovistas de ve
jetacion arborescente (i). Hánse encontrado tambien
en terrenos primitivos, en formaciones de aluvion a poca
i a considerable profundidad (2); i el señor Medina dice
que casi la totalidad de las que se rejistran en las colec
ciones han sido halladas en las quebradas, algunas en
los cauces de los rios, otras como perdidas en los cam
pos, algunas enterradas, otras en las sepulturas i no po
cas guardadas en los troncos de añosos árboles, especial
mente de boldos (3).

(1) Informaciones de personas sérias que hemos recojido en diver


sas partes nos aseguran que en La Guardia, al pié del volcan Peteroa
0 Planchon, en el camino que separa Chile de la Arjentina, hai mu
chas de estas piedras, a las mas pesadas de las cuales se amarran las
sogas o lazos de las cabalgaduras de los viajeros, para soltarlas al cam
po i cojerlas con facilidad. En la provincia de Coquimbo suelen traer
los cateadores de regreso de sus espediciones de cateo en la cordillera,
1 en Papudo se han hallado varias en diversos sitios de la serranía de
la costa.Nosotros mismos hemos hallado dos en la montaña de la
costa de Itata. El catálogo de objetos históricos del que fué Museo
del Santa Lucfa, señala como sitio en que se ha encontrado un conside
rable número de estas piedras el valle de Abarca, en la costa de San
Antonio, del departamento de Melip1lla.
(2) Practicándose un corte en la Cuesta histórica de Villagran
para abrir la vía férrea de Concepcion a Curanilahue, fué hallada una
piedra de éstas como a la profundidad de un metro 50 centímetros,
que el injeniero don Jorje Hicks envió al Museo Britán1co. La número
12 de nuestra coleccion fué hallada tambien enterrada en una colina
cuyo terreno se cultivaba profundamente para plantarlo de viña en el
campo de Curimaqui del departamento de Itata; i la número 8 de las
del Museo del Liceo de Valparaíso, que fué obsequiada por el profesor
don R. Nordenflycht, fué hallada juntamente con otra, segun el pro
fesor, abriendo los heridos para los cimientos del grupo escolar en la
calle de Maipú, en un lecho de arena a siete metros de profundidad.
(3) Los Aborijenes de Chile, cap. VII, páj. 141. En corroboracion
de este aserto debemos decir que nosotros encontramos la número 10
de nuestra coleccion en el hueco de un corpulento roble, en la cuesta
de la Rica-China, en la montaña de la costa del departamento de
Itata.
A. CAÑAS PINOCHET

Edad de Piedra

Esta faz del problema de las piedras horadadas, en el


estado en que se encuentran las investigaciones tenden
tes a hacer la historia de la Edad de Piedra en América,
no es posible esclarecerla a ciencia cierta.
Todo cuanto a este respecto se diga no ha de salir
del campo de las inducciones, sin que sea posible afirmar
hecho alguno que establezca a firme la solucion que se
anhela.
El hecho mas antiguo de la existencia de estas piedras
que conocemos es el de haberse encontrado algunas en
los sambaquis, esas colinas de conchas de moluscos ma
rinos que se hallan en las costas de Santa Catalina del
Brasil, en muchos lugares del estado de Ohio en Norte
América, en varios puntos de la costa de Chile i cuya
existencia se remonta a remotísimos tiempos.
La opinion de Lubbock, de ser dudoso que las piedras
horadadas pertenezcan a la Edad de Piedra, respetable
como es, tiene que ser modificada por lo que a América
se refiere. En este continente las denominaciones corres
pondientes a esos larenísimos períodos jeolójicos de Edaa
de Piedra, Edad de Hierro, Edad de Bronce por las apli
caciones esclusivas que hacía el hombre dentro de esos
períodos, de objetos de estos metales, no han tenido la
sucesiva existencia que tuvieron en Europa, por ejemplo.
En América, dice Ratzel (i), no hubo edad de metal;
esto quiere decir que el hombre americano vivió en lar
guísima edad de piedra, de la que no salió hasta que
adquirió dentro de la Edad Europea, para valemos de su
denominacion, el conocimiento i el uso de los metales.
No debe ser tomada esta opinion de Ratzel en un sen
tido absoluto sino en el relativo, de que los metales, el
oro i el cobre, ya que el hierro lo desconocian del todo,
figuraban mui en segundo término comparados con la
piedra. Rau, sabio aleman, mui conocedor de la etno-

(1) Las Razas humanas, tomo II, páj. 40.


LAS PIEDRAS HORADADAS 203

grafía americana, citado por Ratzel, opina que por cada


mil utensilios de piedra habia unos pocos de cobre (1)
Pero si cupiera discutir esta opinion por loque respec
ta a Méjico i el Perú, en donde el uso de los metales pre
ciosos llegó a cierto desarrollo, por lo que hace a Chile
habrá de reconocérsele la mas absoluta exactitud.
Los aboríjenes de este pais vivieron siempre ignoran
tes del uso de los metales: la piedra fué el único material
de sus utensilios, si no debiéramos hacer mencion de sus
conocimientos en alfarería, que fueron tambien elemen
tales.
Las piedras horadadas, estableciendo su fabricacion en
Chile, fueron construidas aquí en plena Edad de Piedra,
sin que tenga asidero idea alguna en contrario, dentro
de ese larguísimo período en que tradicion alguna oral,
ya que no es dable tenerla escrita, pueda fijar la fecha.
La opinion casi uniforme de haber sido practicada la
horadacion con instrumento de hueso i la que sustenta
mos de haberse servido de otra piedra, lo que significa
desconocer el uso de los metales para la construccion de
instrumentos perforantes, da consistencia a la opinion
que hace proceder estas piedras de la edad primitiva.
Las manifestaciones de su aspecto físico, ásperas, tos
cas e irregulares unas, pulidas, ovaladas i esféricas otras,
inducen a la creencia de que hubo dos épocas, remotí
simas por cierto, en que fueran trabajadas: la época
paleolítica o de la piedra tosca i la neolítica o de la pie
dra pulimentada, términos que para la designacion de
las edades jeolójicas. segun el antropólogo Tylor, ha in
troducido John Lubbock (2).

LA HORADACION

El estudio de las piedras horadadas ha de hacerse en


todos sus detalles si se quiere llegar con acierto a la so-

(1) Ibid, páj. 39.


(2)
Tylor. Antropología, cap. I, páj. 35.
204 A. CAÑAS PINOCHKT

lucion del oscuro problema del objeto con que fueron


fabricadas.
Hemos dicho mas atras que la horadacion afecta una
forma singular, i ella dificulta especialmente el avanzar
ideas que se aproximen a la verdad que se ha buscado.
¿Para qué este agujero ancho en sus comienzos i estre
cho en el medio que no permite la adaptacion de un
mango para emplearlas en algun fin útil?
El señor Medina tiene en su notable libro que hemos
citado, unas pocas líneas que no es posible aceptar sin
exámen, ya que de la forma de la horadacion dice que se
ha pretendido deducir el objeto con que estas piedras
fueron elaboradas. Dice así: "Hai algunos que han in
dicado que deben haberse usado como arma arrojadiza,
circunstancia que parece deducirse de la forma que ha
adquirido la horadacion, ensanchándose en los bordes,
merced al frotamiento con el hilo que ha servido para
lanzarlasn (i).
El ensanchamiento de los bordes de la perforacion no
ha sido en manera alguna adquirido a consecuencia del
uso de estas piedras; ello se debe a un sistema uniforme
empleado por los hombres de la Edad de Piedra, no solo
en este pais, sino en toda la América.
En las numerosas láminas de objetos agujereados que
ilustran el testo del señor Medina, se ve demostrado lo
que acabamos de opinar: la perforacion bicórnca, sea que
esta perforacion haya sido hecha en objetos que han po
dido servir de armas arrojadizas, sea que aparezca en
otros que evidentemente han tenido distinto uso. Las
hachas de piedra llamadas thoquí que corresponden a
los números 4, 11 i 21 de esas láminas, la piedra aguje
reada número 73, el objeto de aplicacion desconocida
número 77, los instrumentos de sonido 79, 80 i 81, la
piedra de aplicacion ignorada 98, las copas de piedra
102 i no, el anzuelo 120, la número 154, de uso igno
rado, aunque talvez haya servido de plomada para las

(1) Aboríjenes de Chile, cap. VII, páj. 142.


LAS PIEDRAS HORADADAS

redes, todas tienen la perforacion bicónica de vértices


opuestos, (i)
En nuestra coleccion de hachas tenemos cuatro con el
agujero practicado de igual modo que confirman la uni
formidad en el trabajo de perforacion, i dos cuya hora
dacion es vertical a la masa, circunstancia de que parti
cipan el hacha número 22 i los objetos números 58 i 59
dibujados por el señor Medina en su obra citada.
Continuando nuestras investigaciones para demostrar
que el sistema de horadar era concordante en la vasta
rejion del continente americano, que confirma, por otra
parte, la exactitud de la teoría de Lubbock de la seme
janza del grado de cultura de los pueblos que producen
los mismos objetos, haremos a este intento una corta es-
ploracion en apoyo de lo que acabamos de opinar.
En la curiosa i paciente obra que sobre el imperio de
los Incas publicaron hace algunos años los señores Ri-
vero i Tschudi, consignan una importante lámina de un
objeto que los autores creen sea un calendario astronó
mico de los muiscas, con una perforacion en todo seme
jante a las que hemos descrito (2).
El esplorador frances capitan Duplaix describe una
serpiente esculpida en peñasco aislado que se encuentra
en un pueblo de Méjico llamado Quanhquelchula. Hácia
la parte de la cabeza se ve una horadacion buiónica en
un todo semejante a las anteriores (3).
Todos los objetos de piedra que se han hallado en
los sambaquis de las costas del Brasil i en la América
del Norte afectan, en la horadacion, la forma jeométrica
indicada, i solo en raros casos se apartan de esta regla
jeneral.
Ratzel dibuja varios objetos de piedra encontrados en

(1) Véanse algunos de estos objetos en las láminas del fin, i para
mayores ilustraciones, las de la obra del señor Medina i las demas ci
tadas a continuacion.
(2) Atlas, lámina XLI de las Antigüedades Peruanas.
(3) Anliquiíés Mexicaines, lámina XVII.
2o6 A. CAÑAS PINOCHET

los sepulcros de Colombia i entre éstos un hacha con la


horadacion cónica (i).
El mismo, páj, 88, tomo I, trae piedras horadadas en
tre los bosquimanos del Africa del Sur.
Llevando la investigacion fuera de la América podría
mos citar tambien en nuestro apoyo la magnífica obra de
Charton titulada Los Viajeros Modernos, cuyo tomo I,
páj. 363, manifiesta dibujos de armas de los habitantes de
Nueva Zelandia, cuyas perforaciones coinciden en la for
ma bicónica con las anteriormente citadas, i la de Nilsen
sobre los primitivos habitantes de la Escandinavia, que
hemos citado.
Pero lo que viene a destruir la opinion emitida de que
el ancho mayor de los bordes corresponda al desgaste na
tural de la cuerda que se pasó por el agujero para em
plear las piedras como arma arrojadiza, son dos razones
que en nuestro sentir tienen mérito o valor decisivo.
La piedra usada en esa forma no jira al rededor de la
cuerda; permanece estática con respecto a la cuerda: jira
al rededor de la mano que la impulsa describiendo círcu
los i de los que la cuerda viene a ser el radio. No ha
habido frotacion; no ha habido desgaste.
Entre las colecciones de piedras que han servido de
base a este estudio hai algunos ejemplares con horada
cion incompleta, que no ha sido atravesada por la masa
que, sin embargo, afectan la forma cónica.
Era pues ésta la manera como el hombre de la Edad
de Piedra agujereaba los objetos de que se servia, i no
una consecuencia del uso a que esos objetos estaban
destinados.

USOS A QUE HAN ESTADO DESTINADAS; SUPOSICIONES

DE SU APLICACION

Variadas han sido las aplicaciones a que han sido de


dicadas en época reciente las piedras horadadas, i aun-

(1) Las razas humanas, t. II, páj. 425.


LAS PIEDRAS HORADADAS 207

que se ha pretendido encontrar en ellas un instrumento


destinado a la guerra, menester es convenir en que du
rante la edad europea en Chile i en el Perú, al ménos han
estado destinadas a usos esclusivamente civiles i hasta
domésticos.
El erudito aleman don J. D. von Tschudi, que ha estu
diado la etnolojía i la antropolojla peruanas, dice que en el
Perú llaman huypuhu a estas piedras agujereadas, que
puestas en un palo sirven para quebrantar la gleba en las
tierras removidas por el arado (i). I un autor desco
nocido, que las llama huypu, confirma lo afirmado por
Tschudi (2).
Cuando la industria minera estaba en sus comienzos
en Chile, las piedras perforadas suplían el uso del combo
de fierro en las labores, así como se valian los mineros
del guayacan para la construccion de las cuñas.
En la construccion de taladros para perforar el fierro
se han utilizado las piedras horadadas como volantes,
así como se las ha empleado para diversos usos domés
ticos.
Estas aplicaciones modernas no revelan en absoluto
el uso antiguo, el uso primitivo a que estaban destina
das, como suelen ser indicaciones de una tradicion en
muchas ocasiones elocuentes, que no debe despreciarse
i ántes por el contrario utilizarse, a fin de que pueda ser

vir de base en la solucion de algunas investigaciones oscu


ras.
Por lo demas, la mencion de estos usos recientes, si
es necesario en un estudio comprensivo o jeneral de es
tas piedras, ello no revela en absoluto el fin con que, en
nuestro sentir, fueron fabricadas.

Die. Rechua-Sprache. en palabra citada.


la
(1)

(2) Arte vocabulario de la lengua jeneral del Perú llamado Qui


i

chua en lengua española. Lima, por F. del Canto, 1614.


i
A. CAÑAS PINOCHET

II.

OPINIONES QUE SOBRE LAS PIEDRAS HORADADAS SE HAN

EMITIDO

Como es oscuro su oríjen, lo es en alto grado difícil


determinar el fin u objeto de la construccion de estas
piedras. Puede afirmarse sin incurrir en error, que en el
gran número de los que han dedicado alguna medita
cion a las funciones que desempeñaron estas piedras, no
hai sobre este punto dos opiniones concordantes.
La propension que se despierta en el espíritu cuando
un objeto de uso desconocido se presenta, en jeneral es
la de atribuir a este objeto o un uso económico o un uso
guerrero, i en especial este último si el objeto por su
forma puede ser adaptado como arma, porque no pode
mos concebir la vida salvaje sin la constante preocupa
cion de la guerra.
De aquí errores de concepto tan difundidos, porque,
en jeneral, las opiniones vertidas con mayor o menor
autoridad son casi siempre aceptadas sin exámen, sin la
crítica necesaria al esclarecimiento i afianzamiento de la
verdad.
Las opiniones emitidas sobre estas piedras son, al par
de erróneas, numerosas.
En un estudio publicado por el doctor don Rodulfo
A. Philippi (1) se han agrupado todas esas opiniones, i
encontrando que ellas no resisten a un lijero exámen,

(1) Sobre las piedras horadadas de Chile, por el doctor don R. A.


Philippi, Anales de la Universidad, Octubre a Diciembre de 1884.
Solo en Noviembre del año próximo pasado hemos tenido conoci
miento de este trabajo, cuando nuestra opinion la teníamos formada
por el estudio que a este punto de la arqueolojía le habíamos dedicado.
LAS PIEDRAS HORADADAS 209

vamos a discutirlas, para poder dar base a la que noso


tros aceptamos i sostenemos.
Son éstas las siguientes:
a El
1. empleo de torteras;
2. a El de peso para mantener en el telar los hilos ten
didos;
a
Para hundir las redes en la pesca;
3.
4 Idolos que representaban el órgano jenital de la
a

mujer, al cual los aboríjenes rendian culto en Chile;


5.
a
Como proyectiles de guerra;
6. a Como porra para usos guerreros;
7.
a Para
juegos domésticos, que consisten en arrojár
selas mutuamente por medio de bambúes elásticos;
8 a Como instrumentos de molienda;

9.
a
Como martillos o cabeza de martillo;
10. Como peso en la extremidad de un palo, cuya pun
ta opuesta se hendía en la tierra para removerla en la

operacion agrícola de arar;


1 1. Como adorno.

Examinaremos una a una estas opiniones a fin de que


se vea que son todas mui inconsistentes:
1.a "El empleo de torteras. n
Los naturales de Chile conocían, hácia la época del
descubrimiento de este continente, el arte de hilar i de
fabricar telas.
Cuando los conquistadores llegaron a Chile encon
traron en muchas partes a los indios cubiertos con sus
tejidos. Esto comprueba que hilaban la lana i que en
tendían, por consiguiente, el manejo del huso.
Aunque relativamente corta la dominacion de los In
cas
(70 años) algunos creen que los naturales de Chile
aprendieron el arte de utilizar la lana, hilarla i conver
tirla en telas de los peruanos, sin considerar quedurante
casi todo este tiempo fué de guerras i olvidando la re
sistencia con que los pueblos vencidos o conquistados
aceptan los conocimientos del conquistador.
Sin atribuir gran valor a esta opinion parécenos que
el arte de hilar ha sido conocido en Chile desde una re-
tomo x111 15
210 A. CAÑAS PINOCHET

mota antigüedad, i certifica esta opinion el hecho de ha


berse encontrado torteras enterradas a diversas profun
didades a orillas de la laguna de Llanquihue i donde no
se han hallado ni vestijios de habitaciones humanas.
El huso exije tortera adecuada a su peso i tamaño, tor
tera siempre liviana, en razon de lo deleznable que es la
lana aun no torcida i de que el peso del huso crece a me
dida que aumenta el hilado que en él se va envolviendo.
El tamaño de las piedras horadadas i su peso (4.000
i mas gramos), habrian sido inconvenientes insubsana
bles para darles la aplicacion de tortera.
Los peruanos usan para hilar torteras de madera que
resultan adecuadas en razon de su poco peso i de su
corto diámetro, 0,08 de metro.

2. a "El de peso para mantener en el telar los hilos


tendídost1.
La circunstancia de haber sido encontradas algunas
bolas de greda semejantes a las piedras horadadas, sir
viendo al fin indicado, ha inducido a álguien a pensar
que estas piedras hubiesen servido a este objeto.
Ha sido éste, sin duda, un empleo accidental i en
modo alguno permanente. De esta ocupacion o servicio
transitorio no es dable imajinar que estas piedras, traba
jadas cuando el mecanismo empleado para tejer no ha
bia sido aun inventado, hubiesen sido fabricadas con tal
fin.
No puede, por esto, asignarse valor alguno a esta opi
nion.

#
# #

3.
a "Para hundir las redes en la pescan.
Procediendo estas piedras de remotísimos tiempos, no
puede concebirse, sin probarse primero, la invencion át
la red, que hubiese sido fabricada a este intento.
LAS PIEDRAS HORADADAS 211

Ni los aboríjenes de América ni los de Chile en espe


cial, rudos como eran en aquellas lejanas edades, sabian
talvez aprovechar las fibras vejetales, hilarlas o torcerlas
para fabricar el tejido de la red, que requería conoci
mientos diversos en su aplicacion.
Nuestras investigaciones a este respecto nos han con
ducido a dejar establecida la existencia de un tejido de
mallas en una época anterior al descubrimiento de Amé
rica, sin que hayamos podido precisar su edad siquiera
aproximada. El viajero ingles E. George Squier, en su
reciente e importante obra titulada Viaje e investigacio
nes en el pais de los Incas, al describir las ruinas del
templo de Pachacamac, que aun existen cerca de Lima,
dice haberse encontrado en un nicho del destruido tem
pío varias momias, entre éstas la de un hombre que ha
bía sido pescador, pues tenia al rededor del cuello i sobre
las rodillas una red fabricada de finas fibras de agabe;
las cuerdas estaban tambien anudadas i el tejido tan si
métrico, tal como lo hacemos hoi dia. A los pies del ca
dáver había cordeles i anzuelos de cobre provistos de
contraganchos i algunas bolas de este metal destinadas
al peso de las redes (1). Igual afirmacion hacen autores

que nos son hasta cierto punto familiares (2). No obs


tante esto, no podemos asignar una muí crecida edad a
estas redes si tomamos en consideracion otras particula
ridades que enuncia el autor ingles, cuales son la de ha
berse encontrado envuelta la momia en dos telas de te
jido de algodon, una de las cuales burda u ordinaria i la
otra de un trabajo mas esmerado.
Estos detalles establecen el hecho de haber sido de
positada la momia en el templo en una época reciente,
cuando los conocimientos de las artes habian llegado en
el Perú a un grado tal de desarrollo que les permitían
fabricar telas de algodon, que solo han podido elaborar
pueblos de un grado algo avanzado de cultura.

El
(1) Squier, obra citada, capítulo Gran Chimu; Cronau, América,
tomo I, páj. 122.
(2) Obra citada, capitula IV, titulado Pachacamac.
313 A. CAÑAS PINOCIIET

Yendo mas adelante en nuestras investigaciones sobre


el oríjen de la red i su aplicacion en las operaciones de
la pesca, el mismo viajero ingles i Cronau nos con
ducen al pais del Gran Chimu; ese misterioso pueblo que
habia desaparecido a la época del descubrimiento i del
que Garcilaso dice haber precedido al gobierno de los
Incas del Perú. Ese pueblo, que tenia entre sus creen
cias el respeto i veneracion a los muertos, envolvía al
gunas veces los cadáveres, ántes de su sepelio, en una
especie de mallas hechas de cuerdas. Parece que, juz
gando por esto i por la circunstancia de haberse notado
en la momia de Pachacamac una envoltura en una red
de totora i pasto, el uso de este tejido entraba en las
costumbres funerarias i no fué aplicado como red sino
con posterioridad, cuando las ideas sobre la pesca se
habian desarrollado i perfeccionado hasta el grado a que
han llegado al presente.
Como lo hemos dicho ántes, las piedras perforadas
son numerosas en California- i en especial lo han sido
entre los indios de Santa Bárbara i en el condado Ven
tura. Las prolijas investigaciones de Henshaw, practi
cadas entre aquellos naturales a efecto de averiguar si
han tenido estas piedras el objeto de hundir las redes,
no le suministraron luz alguna. Todos los indios ignora
ban la aplicacion a que en tiempos pasados hubiesen
estado dedicadas estas piedras (i).
I esta ignorancia no es en manera alguna de estrañar-
se, porque el salvaje solo recuerda o conserva trasmiti
dos por la tradicion aquellos sucesos que han tenido
resonancia escepcional en su tierra o que han influido de
una manera considerable i poderosa en sus destinos.
Por lo demas, el indio todo lo olvida: hechos, usos, cos
tumbres, hasta su lengua misma huyen de su memoria
i de la memoria de la tribu, aunque sea la lengua lo que
mas persiste.
Las circunstancias de un peso excesivo en muchos
casos para ser manejadas con espedicion; del pulimiento

(1) Henshaw. Perforated stone /rom California, páj. 30.


LAS PIEDRAS HORADADAS 213

que ha exijido un trabajo discordante con el fin a que


se las destinara, i el haber sido halladas casi siempre
léjos del mar i de los rios en que pudiera habérseles
utilizado en la pesca, 110 se acuerdan lógicamente con la
idea de un fin que pudo satisfacerlo cualquier peso
comun.
En el Museo Nacional existen, segun el doctor Phí-
lippi, algunas piedras destinadas por los indios a hundir
las redes, estraidas de los sambaquis o colinas de con
chas de Puchoco i todas difieren en la forma i en el
silio de la horadacion de las piedras perforadas; i Cro-
nau nos da el dibujo de otras halladas en Groenlandia,
que no tienen ninguna semejanza con las de que nos
ocupamos ( 1 ).
I por lo que hace a Chile, es del caso tener todavía
en consideracion que la pesca no se practicó por la po
blacion hictiofaga con redes ni con instrumentos de
metal, en la edad primitiva, ni en la edad mediana, sino
por un método completamente orijinal.
Basados en la observacion del hecho de que todos
los dias al volver la marea a las costas poco elevadas
despues del flujo del mar, quedaban los peces aprisiona
dos en los charcos de poca agua, como dice Tylor (2)
formaban empalizadas de estacas en las playas que en
las crecientes eran superadas por las aguas i en ¡as ba
jas dejaban encerrado allí el pescado.
En Chiloé, en Llanquihue i en las costas del sur de
Valdivia se ven numerosas construcciones de éstas, de
estacas i de murallas de piedra, semicirculares, que allí
llaman corrales i que el autor citado hace estensivas
hasta la Tierra del Fuego. En estas provincias el pescar
en corrales es la manera o forma corriente de esta ope
racion.
Si, como lo dejamos espuesto, no se ha comprobado
que la red fuese aplicada a la pesca antes de la construc
cion de las piedras perforadas, no hai razon alguna por

(1) Cronau, La América, tomo I, pájs. 1Ó7 i 172.

(a) Antropología, cap. IX, páj. 241.


A. CAÑAS PINOCHET

otro lado en que fundar la opinion de que éstas hubie


sen tenido el fin que hemos analizado.

#
# #

4.a "Idolos que representaban el órgano jenital de la


mujer, aboríjenes rendian culto en Chile. n
al cual los
En el empeño por satisfacer su innata propension de
rendir culto a un ser superior o benéfico, el hombre ha
inventado los sistemas reí ij iosos i las prácticas mas ab
surdas.
La historia de los tiempos pasados nos señala al hom
bre envuelto en las creencias i en las prácticas de un
fetiquismo que así era variado e inconexo como ilójico i
estúpido.
Aunque no carece de precedentes el hecho de repre
sentarse un objeto adorable por medio de una piedra en
Chile i de rendirle un culto fetique o idolátrico, nos pa
rece, sin embargo, que el papel nulo que desempeñaban
las perforadas a la venida de los tiempos históricos, no
la1

se concilia con funcion que se supone desempeñaron


en edades anteriores,
Haciéndonos cargo de opinion en cuyo exámen nos
la

ocupamos, no podemos comprender cómo han podido


descender estas piedras, sin dejar huellas en las creen
cias jenerales, del elevado pedestal en que culto hu
el
mano las tuviera colocadas, para volver papel de sim
al

ples piedras, existiendo objeto por ellas representado,


el

olvidadas por quienes las habian hecho objeto de un


culto, indiferentemente miradas, yaciendo en los campos
confundidas con las demas piedras que, con mucho,
ni

habian como ellas alcanzado los honores de adoracion.


la

No nos parece tan violenta tran


ni

natural posible
ni

sicion.
Comprendemos elevarse una piedra, en un concepto
el

inculto, de simple piedra concepto de un dios; pero no


al

natural, sin mui poderosas razones, aceptar


el

es que
descienda de este estado de simple piedra:
al
LAS PIEDRAS HORADADAS

Por mas que el salvaje lo olvide casi todo i que la


memoria de los sucesos pasados deje en su mente leví
sima huella, no olvida por completo a sus dioses, sobre
todo a aquellos que simbolizan los placeres superiores
de su vida puramente material.
Si no han olvidado hasta hoi sus prácticas idolátricas,
ni sus árboles i piedras sagradas, ni sus pájaros que re
velan el porvenir, ni sus sacerdotizas intérpretes de la
voluntad de los dioses a que prestan adoracion ¿cómo
presumir que perdiesen por completo el recuerdo de
aquella divinidad i con él el culto que se le rendia?
Nos esplicamos como fueron derribados los sistemas
teogónicos de Grecia i Roma, el de este imperio con su
idolatría i con sus dioses impuros, porque la fuerza mo
ral de la verdad que nació con el cristianismo fueron
irresistibles. ¿Qué fuerza en este caso habria arrancado
a estas piedras el prestijio que la adoracion del hombre

les habria comunicado?


No es sostenible lo dicho ni en presencia de un razo
namiento sério ni en el hecho histórico, que no hemos
visto aducido en los relatos de los cronistas de la con
quista de América.
En efecto, a pesar de las mas pacientes investigacio
nes en el campo de la historia de nuestros aboríjenes i
en el de sus ideas o sentimientos rel1jiosos, con el fin de
encontrar el fundamento a esta opinion de las funciones
de las piedras horadadas, debemos declarar que ni una
palabra hemos hallado del culto que ellos rindieran al
útero de la mujer.
La circunstancia de haberse hallado votadas casi por
todo el globo estas piedras, induciría a la creencia de
que ese culto impuro estuvo tambien estendido por todo
el mundo; i aunque el hombre ha rendido adoracion a
todos o a casi todos los objetos que le fueron útiles, no
consta que ni aun los salvajes colocados en los últimos o
en los mas bajos peldaños de la civilizacion, hubiesen
rendido culto al órgano mencionado.
En los peores tiempos de la prostitucion romana he
mos visto implantado en sus creencias un dios con el
2l6 A. CAÑAS PINOCHET

cual se prostituía n las vírjenes, el dios Príapo, en cuyo


falo se colgaban las ofrendas; pero ni en Roma ni en
Babilonia, en que la prostitucion adquirió los caracteres
de sagrada, el dios útero fué conocido.
#
# #

5.a "Como proyectil de guerrau.


Simple conjetura que no resiste a la crítica.
Ni el número de estas piedras halladas, ni la forma,
ni el peso dan solidez a esta opinion.
Los indios jamas las usaron como proyectiles en las
guerras de la conquista de Chile.
Valdivia escribia sobre esto una línea a Cárlos V en
una de sus cartas: » Estos indios de Chile, le decia, no
pelean con piedrasn, i Ercilla, que vino a la conquista,
confirma el aserto de aquel capitan, cuando al hablar de
las armas que empleaban los indios, dice en el Canto I:

Las armas de ellos mas ejercitadas


Son picas, alabardas i lanzones,
Con otras puntas largas enhastadas
De la faicion i forma de punzones;
Hachas, martillos, mazas barreadas,
Dardos, sarjentas, flechas i bastones,
Lazos de fuertes mimbres i bejucos
Tiros arrojadizos i trabucos.

Los tiros arrojadizos del poeta soldado no eran de


piedra: Rosales, tan prolijo como historiador, hablando
sobre las armas de que se valian en la guerra los aborí-
jenes, dice que llevaban a ella, entre otras, unos "garro-
tillos arrojadizos11 talvez trozos pequeños de madera mui
pesada.
Si no fueron empleadas las piedras perforadas como
proyectiles en las guerras dela conquista ¿lo serian ántes
del descubrimiento de este pais, en las guerras domésti
cas de los naturales? La forma esférica de algunas i
redondeadas i lisas de la mayor parte, escluyen las ideas
que sobre la funcion de proyectiles se les ha asignado.
Si para valerse de las piedras en la guerra hubiera
habido empeño en fabricarlas, se las habria dejado toscas,
LAS PIEDRAS HORADADAS

ásperas i con todas sus inflexiones i aristas, como que


así habrían llenado con mas eficacia el objeto con que se
las buscaba.
Las piedras perforadas de California son muchas de
ellas ornamentadas, como hemos dicho, i si el que tuvo
la opinion que examinamos quisiese jeneralizar sobre el
uso que les ha atribuido, ménos verosímil habría de ser
su opinion, dado este detalle de la ornamentacion de las
piedras de aquella rejion.
Si la examinamos tambien bajo el aspecto del núme
ro en que se han hallado, mas insostenible se presenta
aun la de haber servido de proyectiles.
Unos pocos centenares de estas piedras no pueden dar
motivo a la opinion dt; un empleo, que lo habrían espli-
cado la existencia de muchos miles, si todavía hubiesen
llenado otras condiciones, como la de la tosquedad este-
rior i del peso apropiado, que no lo llenan seguramente
el de todas las que se han recojido, algunas de las cuales
son exesivamente pesadas i otras de peso insignificante,
como dijimos al principio.
La hipótesis de ser proyectil de guerra se desvanece
ademas cuando se reflexiona en su difícil conduccion í
manejo, en que usadas en una accion guerrera serian ar
mas de recíproca hostilidad, i en que para servir con
este fin, la horadacion no tendría objeto apreciable.
Podria habérsele usado como proyectil atravesándola
una cuerda por el agujero i lanzándola como se dispara
con la honda; pero esta idea queda escluida de toda ve
rosimilitud si se piensa en que para tal funcion, como
dicen los señores Philippi i Medina, habría bastado la
simple honda con la cual se habría podido aprovechar
toda clase de piedras.

*
* *

6.a"Como porra para usos guerrerosn.


Como las anteriores, creemos inaceptable esta opi
nion.
2l8 A. CAÑAS PINOCHET

Una sola circunstancia, comun a todas estas piedras,


la forma de su agujero, es suficiente para inspirar ideas
opuestas a la de una cabeza de porra.
El agujero, como se ha visto, reviste en jeneral una
forma especial, la de dos conos cuyos vértices converjen.
Esto quiere decir que siendo mas estrecha la perforacion
en el centro de la piedra, la adaptacion de un mango de
una manera sólida i estable seria casi imposible, dados
los medios disponibles en esos tiempos; circunstancia que
habría hecho inadecuada la piedra a esta funcion de
arma.
Si la imajinacion hubiese buscado la forma de un ob
jeto destinado a servir de porra, lo habría concebido i
ejecutado en una manera conveniente, máxime tratán
dose de una construccion tan simple en sus detalles como
en su forma jeneral.
No siendo apropiado al fin espresado, no pudiendo
considerarse hoi útil ese artefacto a pesar de que nuestra
mayor cultura nos pudiera llevar a la manera de esquivar
de un modo fácil el defecto capital que las afecta, esas
piedras no fueron construidas entonces para una funcion
guerrera.
No ménos elocuentes que la razon anterior son las de
su peso tan variado, muchas de ellas inadecuadas por su
excesivo o por su corto peso, el corto número de las ha
lladas, circunstancias que no se concilian con el destino
que les asigna esa opinion.
El arma, cualquiera que ella sea, debe satisfacer cier
tas condiciones de peso, de manera de ser trasportable
sin inconveniente i de ser utilizada con comodidad, i no
lo serian ciertamente las porras en que se utilizasen los
mayores tipos de estas piedras.
El salvaje, ménos fuerte que el hombre civilizado,
como que está mal i poco sistemáticamente alimentado,
ha menester en sus armas condiciones de peso tales de
que el hombre de guerra moderno puede prescindir en
muchos casos. Es ésta una circunstancia que no se avie
ne con el peso de gran número de las piedras en que
venimos ocupándonos.
LAS PIEDRAS HORADADAS 219

Dada la funcion de arma que querría atribuirse a estas


piedras, el número tan exiguo de las encontradas o reco-
jidas hace inverosímil esta opinion. Arma guerrera ésta,
su número debia ser considerable, para responder a las
necesidades de la sociedad salvaje en que todos sus ele
mentos son guerreros i en que la guerra es, en jeneral,
la tínica preocupacion.
D'Albertis, en una obra suya sobre la Nueva Guinea,
ha consignado muchas ilustraciones de estas piedras que
él llama "cabezas de mazas de piedran, sin que haya
dado la razon de este calificativo i sin que las ideas que
sujiere la observacion de sus detalles haya autorizado
esta hipótesis (i).
Para deducir una idea correcta de las probables fun
ciones que estas piedras desempeñaban, es menester
prescindir de las en muchas veces sujestionadas por di
versas circunstancias i examinar el objeto con frialdad i
sin despreciar el menor detalle. El salvaje de la Edad de
Piedra no tenia elementos sobrados para hacer nada ocio
so o que no fuese necesario; por eso una apreciacion mi
nuciosa es consecuencia de esta circunstancia, si se quie
re, como es natural, llegar a descubrir la verdad.
En las piedras que D'Albertis ha clasificado como
cabezas de mazas de piedra, los mangos que las acompa
ñaban o que Ies estaban injeridos, no correspondian a
las exijencias de un instrumento de guerra; eran delga
dos, lisos i adelgazados hácia la punta opuesta a la pie
dra, lo que indica un objeto distinto del que se ha ima
jinado. Parece que estas piedras sirvieran en Nueva
Guinea como insignias o báculos de autoridad i que ellas
pertenecieran a jefes que ejercieran autoridad o mando
militar (2).
El profesor Putnam, citado tambien por Henshaw,
ha descrito un instrumento de Queensland, Australia, en
forma de disco que no pertenece a la categoría de las que
examinamos por sus dimensiones, i que él juzga haber

(1) Henshaw, Perfo ra ted stone from California.


"- •'
(2) Obra citada.
LAS PIEDRAS HORADADAS 219

Dada la funcion de arma que querría atribuirse a estas


piedras, el número tan exiguo de las encontradas o reco-
jidas hace inverosímil esta opinion. Arma guerrera ésta,
su número debia ser considerable, para responder a las
necesidades de la sociedad salvaje en que todos sus ele
mentos son guerreros i en que la guerra es, en jeneral,
la tínica preocupacion.
D'Albertis, en una obra suya sobre la Nueva Guinea,
ha consignado muchas ilustraciones de estas piedras que
él llama "cabezas de mazas de piedran, sin que haya
dado la razon de este calificativo i sin que las ideas que
sujiere la observacion de sus detalles haya autorizado
esta hipótesis (i).
Para deducir una idea correcta de las probables fun
ciones que estas piedras desempeñaban, es menester
prescindir de las en muchas veces sujestionadas por di
versas circunstancias i examinar el objeto con frialdad i
sin despreciar el menor detalle. El salvaje de la Edad de
Piedra no tenia elementos sobrados para hacer nada ocio
so o que no fuese necesario; por eso una apreciacion mi
nuciosa es consecuencia de esta circunstancia, si se quie
re, como es natural, llegar a descubrir la verdad.
En las piedras que D'Albertis ha clasificado como
cabezas de mazas de piedra, los mangos que las acompa
ñaban o que Ies estaban injeridos, no correspondian a
las exijencias de un instrumento de guerra; eran delga
dos, lisos i adelgazados hácia la punta opuesta a la pie
dra, lo que indica un objeto distinto del que se ha ima
jinado. Parece que estas piedras sirvieran en Nueva
Guinea como insignias o báculos de autoridad i que ellas
pertenecieran a jefes que ejercieran autoridad o mando
militar (2).
El profesor Putnam, citado tambien por Henshaw,
ha descrito un instrumento de Queensland, Australia, en
forma de disco que no pertenece a la categoría de las que
examinamos por sus dimensiones, i que él juzga haber

(1) Henshaw, Perfo ra ted stone from California.


"- •'
(2) Obra citada.
220 A. CAÑAS PINOCHET

servido de baston de mando, por las condiciones decora


tivas que poseería para este uso. Asimismo ha descrito
una pica de forma de maza o garrote de la isla de Nueva
Bretaña, cerca de Nueva Guinea, que se asemeja a la
anteriormente descrita i que por ser mui parecida a las
que se encuentran en California, le ha sujerido el pare
cer de haber servido esta piedra como arma.
Las ideas que se tuvieron durante mucho tiempo sobre
las funciones de armas que se atribuyeron a estas piedras,
se han modificado mucho (1). Las cabezas de hachas o
de mazas o garrotes, como llamaron los arqueólogos a
los estraidos de los mounds de Mississippi, son hoi cla
sificados entre las piedras insignias de autoridad o cere
moniales, que se supone haber servido en festividades,
danzas, etc.
Cuando la Europa era bárbara, el respeto que se ha
sentido despues de haber llegado a cierto grado de cul
tura por los ancianos, era desconocido; la muerte forzada
era una práctica hasta cierto punto clemente, que se les
aplicaba por cuanto con ella se les ponia a salvo de los
sufrimientos que su propio estado les imponía (2). En
Suecia, por ejemplo, se usaba conservar en las iglesias
ciertas rudas cachiporras de madera llamadas mazas de
familias, algunas de las cuales se conservan todavía, i
con ellas en los tiempos antiguos los parientes daban

(1) "Respecto de la cuestion sobre el oríjen de las piedras perforadas


debe notarse que carecemos de ia prueba de haberse usado jeneral-
mente como armas, i es dudoso si en algunas partes del mundo, por
ejemplo en los Estados Unidos, han sido jamas empleadas en esta
forma. S1 pudiera suponerse con cierto fundamento que su uso primi
tivo fuera en todas partes de arma, ello mas bien aumentaría ántes que
disminuiría las dificultades para establecer algunas de sus funciones
secundarias, como, por ejemplo, de peso de un palo de cavar o remo
ver la tierra.» Henshaw, Perforaíed stonesfrom California.
(2) Tylord, Antropolojía, capítulo últ1mo. Iiiering, en su notable
libro La prehistoria de los Indoeuropeos, dice que durante el período in
migratorio de los arios el homicidio de los ancianos estaba autorizado
por sus costumbres, i que entre los celtas i los jermanos subsistió hasta
mui entrada la época histórica. La misma tradicion romana lo men
ciona. Lib. IV, páj. 436.
LAS PIEDRAS HORADADAS 2 2<

muerte solemne a los ancianos i enfermos sin esperanzas


de curacion (1.)
Una natural asociacion de las ideas que sujieren las
cabezas de mazas piedra dibujadas
de descritas por i

D' Albertis, encontradas en Nueva Guinea, con las que


sujieren las cachiporras de que acabamos de hablar, nos
induce a imajinar que aquellas mazas dt-coradas con tan
vistosas ornamentaciones, pudieran haber servido ya
para dar muerte a los ancianos, ya para ultimar las vícti
mas que se ofrecían en los sacrificios.
Por lo que hace a las piedras perforadas en forma de
estrellas halladas en el Perú, en donde los sacrificios
humanos están comprobados, bien pudiera presumirse
que sirvieran en algun tiempo para dar muerte a las víc
timas.
A este propósito leemos en Henshaw lo siguiente:
"En una publicacion, profesor Putnam menciona tres
el
cráneos humanos que se encuentran en el Museo (de los
Estados Unidos) i que fueron recibidos de la misma re-
jion del Perú (Ancon), en que se encuentran los discos
perforados en forma de estrella.n Acerca de estos cráneos
observa el autor: " Estos manifiestan cortaduras i agujeros
circulares, precisamente como serian hechos por golpes
dados con cabezas de mazas o garrotes afilados, parecidos
a los de que estamos hablando, (los discos en forma de

estrellas) por lo que es presumible que tales fueron usa


dos como mazas o garrotes, si bien objetos parecidos eran
colocados en báculos, probablemente para usos ceremo
niales (2). 1t

Pudiera objetarse que el número de cráneos agujerea


dos tan reducido como es el observado, no autoriza para
sustentar esta hipótesis; pero el número de esos cráneos
no puede ser abundante, dado que la inmolacion de víc
timas humanas solamente se verificaba con ocasion de
acontecimientos estraordinarios. Un notable historiador
ha escrito lo siguiente sobre el sacrificio: "Esto entre los

(1) Tylord, Antropolcjía, capítulo XVI, páj. 485.


(2) Perforaied stones from California.
322 A. CAÑAS PINOCHET

peruanos consistía en animales, granos, flores i olorosas


gomas, algunas veces en seres humanos, i en estas oca
siones se escojia como víctima a un niño o a una de las
doncellas mas he riñosas. Pero estos sacrificios eran muí
raros i se reservaban para celebrar algun gran aconteci
miento público, como una coronacion, el nacimiento del
heredero dt-l trono o una gran victoria (1.)
Talvez reforzaría nuestra opinión ei hecho de ejecutar
se, cuando los casos llegaban, verdaderas hecatombes de
hombres: "En las rebeliones i alzamientos, dice Onde-
gardo, se hicieron los castigos tan ásperos que algunas
veces asolaron las provincias de todos los varones de
edad, sin quedar ninguno (2.)m
El castigo era tan riguroso, agrega Garcilaso, que por
la mayor parte era de muerte, por liviano que fuera el
delito (3.)
La funcion de báculos ceremoniales que se atribuye
a aquellos, bien les cabria, en efecto, con el titulo de
mazas ceremoniales, pudiendo mui bien haber sido em
pleados en ceremonias de la naturaleza a que servían las
mazas de familia en Suecia o en los sacrificios ordina
rios. Nada, sin embargo, puede afirmarse sobre esto que
no revista otro carácter que de meras presunciones de
ducidas de circunstancias, como se ha visto, capaces de
inspirarlas.

* #

7.a "Para juegos domésticos, que consistían en arro


járselas mutuamente por medio de bambúes elásticos. 11
Parece que es a este uso al que Eduardo A. Knight
se refiere cuando, hablando de las piedras en forma de
estrellas i otras piedras perforadas del Perú, dijo:
"Otro modo de lanzarlas es por medio de un palo que
atraviesa una piedra perforada i jirada para dispararla

(1) Prescott, Historia dela Conquista del Peni, tomo I, cap. III.
(2) Relacion primet a, M. S., citada por Prescott.
(3) Comentario Real, part. I, lib. II, cap. XII.
LAS PIEDRAS HORADADAS 2*3

cuando ha alcanzado el máximum de la mocion centrí


fuga, 11

La observacion de Knight puede corresponder a un


hecho observado por él, que ninguna relacion tiene con
la funcion que desempeñaron estas piedras en los remo
tos tiempos en que fueron elaboradas. Nuestras inves
tigaciones llevan un rumbo distinto del empleo bien va
riado que al presente se les ha dado, como lo hemos es
puesto mas atras.
Buscamos en este estudio el uso primitivo.
¿Acaso seria lójico afirmar que estas piedras sirvieron
en su oríjen de volantes de taladros para perforar plan
chas de hierro, porque a este uso algunos cerrajeros las
han destinado?
¿Acaso habría resuelto el problema que estudiamos
quien hubiera afirmado que Ijabian sido inventadas para
hundir las redes de pescar, porque algunos pescadores
las usan con este fin, siendo que hai múltiples razones
para afirmar lo contrario?
Parece que Knight no estudióla cuestion en el terreno
en que nosotros la hemos planteado, es decir, en el del
destino que les dieron quienes las concibieron i quienes
las fabricaron.

* *

8.a"Como instrumento de moliendan.


Un ilustre antropólogo ha escrito lo siguiente: "El
molino es otra máquina antiquísima. Las razas de mas
rudo salvajismo poseyeron siempre un medio sencillo i
eficacísimo para pulverizar el carbon i el ocre con que
se embadurnaban la cara, o, i esto era mas útil, para
moler la's semillas silvestres que habian recojido para
alimento. Todo el aparato consistía en una piedra casi
redonda que se cojia con la mano i otra piedra mayor i
hueca que servia como de mesa. Es interesante ver
cómo el mortero i la maja actuales conservan el tipo del
orijinal11 (i).
(1) Tylor, Aniropolojía, cap. VIII, páj. 227.
224 A. CAÑAS PINOCHET

El doctor don R. A. Philippi, en su estudio sobre las


piedras horadadas de Chile, dice a este respecto habér
sele asegurado que en una aldea del departamento de
Quillota, los habitantes de pura raza indíjena usaban
estas piedras para moler el maiz, pasando un mango por
el agujero (i).
Haciéndonos cargo de estas opiniones, debemos re
cordar que los primitivos habitantes de este pais no
conocieron el aparato que menciona Tylor para moler
las semillas de que se servían como alimento. Nada
hasta hoi se ha descubierto que se asemeje en algo a la
muela desenterrada de Anglesey i que nos describe en
su obra citada; i es probable que no se descubra en ade
lante, porque en verdad los indios americanos no usaron
nunca, como instrumento de molienda, el que describe
Tylor. ,
La forma de molino mas jeneralmente usada en la
América antigua es casi semejante a la céltica de piza
rra, encontrada en Irlanda i que dibuja Lubbock en la
pájina 25 del tomo I, de su obra
'
L
hommc prehistorique.
Es la piedra de moler americana una piedra dura, ordi
nariamente de granito, de cuatro lados, con la cara su
perior algo cóncava o escavada, con bordes mas o ménos
pronunciados por tres de sus lados, a fin de impedir que
se derrame por allí la molienda i procurar que ésta caiga
sobre un receptáculo por delante, para donde la piedra
está inclinada (2).
Esta descripcion corresponde tambien a la piedra cél
tica de Lubbock.
En ésta, por medio de otra piedra dura que se ajusta
a la anterior, se trituraba el grano i se reducia a polvo
para obtenerla harina.
En nuestra coleccion tenemos un fragmento de tama
ño considerable de una de estas piedras, que corresponde
a la anterior descripcion i que estrajimos de un sambaqui
o montículo de conchas del valle de Tongoi.

(1) Philippi, Las piedras perforadas de Chile.


(2) Véase las figuras. g?._ ... ^
LAS PIEDRAS HORADADAS

En la provincia de Entre Rios, República Arjentina,


se han hallado tambien piedras muí parecidas a la des
crita por el naturalista arjentino don Ramon Lista, así
como en Catamarca por don Francisco P. Moreno.
En Méjico, los antiguos mayas o nahoas, raza del
Sur, usaron tambien de estas piedras que llamaron metatl
i que hoi dia se les conoce por metate. Las habia de tres

formas: de piedra escavada con bordes i sin pies; de


piedra escavada con bordes i con tres pies, siendo los
dos traseros mas largos, i de piedra plana sin bordes i
sin pies. Todos éstos tenían su mano o piedra con la
cual se hacia la molienda.
Para usarlos, la mujer que lo hacia se colocaba de
rodillas por el estremo trasero de la piedra, i cojiendo
con ambas manos la piedra moledora i frixionando sobre
los granos colocados sobre la que hacia de cama con
toda fuerza, daba al cuerpo i a la piedra-mano un movi
miento semejante al del tahonero en la operacion de
preparar la masa, (i)
Esta última es la forma que han conservado hasta hoi
las razas indíjenas i que hemos adoptado en los usos
domésticos. Es ésta una piedra plana, dura i áspera, de
mayores o menores dimensiones, con la cual, metiéndole
por el estremo que queda para el cuerpo del moledor
un palo angular, que llaman minquimiñiu, se forma un
plano inclinado, que descansa sobre una piel delgada,
que se llama chucun, en el cual cae la molienda. (2)
En Méjico, al decir del autor citado, "los nahoas usa
ban tambien para preparar los alimentos i moler el maiz,
a fin de hacer la harina, de un mortero, molcaxitl, que
hoi dia llaman molcajete, instrumento cóncavo, de piedra
dura o barro cocido, apoyado en tres piesn. Creemos
que en el Perú i en Chile, en donde hemos observado
por muchas partes del pais muchos morteros de piedra,
se daba igual destino a estos útiles.

(1) Alfredo Chavero, Méjico al traves de los siglos, tomo I, lib. I,


cap. V.
(2) Véase la figura entre las láminas.
tomo xm 16
2JÓ A. CAÑAS PINOCHET

Pero aunque las razones históricas que hemos espues


to destruyen la afirmacion del uso de las piedras como
instrumentos de molienda, queremos insistir todavía
aduciendo otras fáciles de comprobar.
La forma irregular de muchas de estas piedras que
no son esféricas ni circulares i por consiguiente inade
cuadas al oficio, i la falta de huellas en el agujero por
donde hubiera atravesado el palo que les sirviera de eje,
no comprueban la funcion que se supone desempe
ñaban.
Como el hombre ha sido el mismo en todas partes,
en todas partes tambien ha producido, en un mismo
grado de cultura, los mismos objetos, si el medio en que
se hallaba no le ponia obstáculos insuperables.
I sin miras de jeneralizar en este punto, solamente
manifestaremos que así como en América, en el pueblo
mas culto de la Europa, en el Asia i Africa actuales, la
piedra de moler ha sido una misma.
Un concienzudo historiador dice lo siguiente, refirién
dose a la operacion de moler el grano en la Grecia
antigua:
"Valiéndonos de Hesiodo i de Homero podríamos
tambien trazar el cuadro de los conocimientos i de las
artes que ya poseian los griegos en aquellas remotas
edades
•'El grano lo machacaban a mano, entre piedras an
chas» (i).
Gustavo Le Bon, en su reciente obra sobre la India,
que él ha esplorado circunstanciadamente, nos da en la
obra notable que produjo su viaje, una lámina en que una
mujer maja arroz en una piedra semejante a la usada por
los aboríjenes chilenos (2).

(1) Víctor Duruy, Historia de Grecia, tomo I, capitulo 3.0 La


lámina que se acompaña corresponde a una escultura de piedra halla
da en unas ruinas de Atenas, que figura en la obra de M. L. Lindet
sobre el oríjen del Molino que citamos en seguida.
(2) G. Le Bon, La civilizacion de la India, tomo I, pájina 177.
LAS PIEDRAS HORADADAS

Livingston, en sus esploraciones del centro del Africa,


nos ha suministrado igual noticia con respecto a este
útil doméstico empleado por los negros (1).
Para terminar esta escu1sion por los campos de la
historia de los útiles o aparatos de molienda, haremos
mencion de la obra de M. L Lindet, profesor de tecno-
lojfa agrícola del Instituto Nacional Agronómico de París,
destinada a exhibir la historia del molino como meca
nismo de que se ha hecho uso en todos los tiempos, en
la que ni una palabra nos dice de haber sido empleada
la piedra horadada como instrumento moledor. Su obra
contiene sí la lámina a que se refiere lo aseverado por
Víctor Duruy (2).
No tuvieron, pues, ni en América ni en Chile este
objeto las piedras horadadas: los instrumentos destinados
a la molienda fueron la piedra plana que hemos descrito
i el mortero de piedra.

*
* *

9.0 11Como martillo o cabeza de martillo, n


A este propósito leemos en Lubbock: "Los útiles en
piedras ovales, o los tilhuggersteen de los anticuarios del
norte, son piedras ovales que afectan la forma de un
huevo, mas o ménos agujereados o cavadcs en un lado
i a veces en ambos. No sabemos a punto cierto qué
aplicacion se les daba. Algunos anticuarios suponen que
se las tomaba entre los dedos i que se las hacia servir a

guisa de martillo. Si se las procura para la observacion


en un cierto número o cantidad, se nota que la profun
didad de la perforacion varía mucho; en la mayoría de
las veces la piedra se encuentra perfectamente abierta o
traspasada, lo que viene en apoyo de las hipótesis de
que servían o para hundir las redes de pescar o como
pequeñas cabezas de martillon (3).
Esta opinion, recojida por Lubbock de los anticuarios

(1) Ratzel, Las Razas humanas, tomo I, pájina 169.


(2) La Na/ure, revista francesa, publicada en Paris, año de 1900.
(3) Lubbock, Vhomme prehistorique, tomo I, pájina 99.
A. CAÑAS PINOCHET

que la emitieron, no puede resistir ante iguales o mas


decisivos argumentos que los que hemos empleado al
examinar las anteriores.
No se concibe el trabajo de horadacion i de pulimien-
to de muchas para construir un instrumento tan simple
que podia sustituirse por una piedra comun con muchas
ventajas.
No se esplica el uso jeneral de estas piedras como
martillo, dada la forma redondeada de los bordes i la
ninguna huella que existe en ellas como manifestacion de
un trabajo de desgaste i de percusion.
Para qué la horadacion que traspasa la piedra, si habría
bastado para asirlas i levantarlas con seguridad, super
ficiales hendiduras en las caras de las piedras.
Los anticuarios están de acuerdo en la existencia del
martillo de piedra en lejanas edades. Schliemann, que
hizo tantas investigaciones en las ruinas de Troya, halló
gran número de estos martillos entre muchos otros obje
tos ( i ). Cronau i Chavero (2) nos cuentan de martillos de
piedra encontrados en una mina cercana a la Minessota
del lago Michigan i en la península Kuwenaw, que se
estiende a lo largo de aquel lago, i Ratzel nos habla de
otros en Yucatan, donde vivió la culta nacion maya que
asombra hoi por los vestijios de los progreso que realizó
en remotísimos tiempos, i de los usados en la Polinesia
por los moskitos para confeccionar con cortezas de árbo
les los grandes pañolones con que se envuelven durante
la noche (3):
Si tantos autores nos hablan de martillos de piedra,
solo Cronau i Chavero nos han dado dibujos de dos de
sus formas.
En nuestro sentir el martillo, hasta llegar a su forma
actual, ha pasado por cuatro faces: en su oríjen fué la
piedra simple; siguiole la piedra redondeada con una

(1) Hensaw, Perforated stones, citado.


(2) América, tomo I, capítulo 2.0, pájina 41; Méjico al traves de los
siglos, citado.
(3) Las razas humanas, tomo I, capítulo 3.0, pájinas 33 i 39.
LAS PIEDRAS HORADADAS 229

cintura escavada para afianzarla a un mango liada con


correas o fibras de plantas; vino despues la cabeza de
piedra perforada para injerirle un palo en la perforacion
como la que tenemos en nuestra coleccion i que fué evi
dentemente una cabeza de martillo (i) i llegó por fin al
martillo de hierro que se usa en el dia i que no es sino
la forma perfeccionada del que le sucedió. "Fué un gran
adelanto colocar el martillo de hierro en un mangon (2)
dice Tylor, olvidando que el martillo de piedra en su
segunda i tercera formas fuera adaptado a mangos de
madera. El adelanto se habia realizado ya i no cuando
el hombre, sabiendo hacer uso de los metales, cosa que
sucedió tarde en América, pudo utilizar el hierro i com
parar su dureza, comprendió que era conveniente darle
otra forma i preferible construir de este metal este uten
silio, que conservar el de piedra.
El martillo de piedra de que nos habla Ratzel, perte
neciente a la edad de piedra, recojido del pais de los
chesures, de forma cilindrica i semiesférico (3) acaso fué
semejante al de nuestra coleccion, que encontramos con
otros objetos en un sepulcro indíjena en Freirina, el
cual manifestaba haber sido construido en remotos
tiempos.
El peso de las piedras horadadas, (30 gramos míni
mum i 110 kilógramos máximum) destruye la funcion de
martillo que se ha pretendido asignar a estas piedras; si
quisiéramos prescindir del penoso trabajo que debió
imponer al hombre primitivo el trabajo de horadacion
innecesaria para proporcionarse un instrumento percutor
para el cual basta una piedra cualquiera (4).

Véase figura. .
la
(1)

(2) Antropolojla, cap. VIII.


(3) Ratzel, Las razas humanas, tomo II, cap. 111, páj. 165 ejem
i

plar de nuestra coleccion núm. .


.

(4) El caballero aleman don Otto Harnecker, de ilustracion vasta


i

enciclopédica, con quien en diversas ocasiones hemos discutido muchas


cuestiones relacionadas con este estudio, con constancia jermánica
quiso calcular suma de tiempo que los hombres de edad de pie
la
la

dra emplearían en practicar agujero que traspasa cada una de éstas.


el

la a

. Armado de un clavo de un martillo emprendió perforacion de una


i
A. CAÑAS PINOCHET

¿Podría concillarse con la idea de martillo la masa


blanda de las piedras de California i de muchas de las
de Chile, inadecuadas para golpear con ellas como las
calisas,las de esteatita, las de areniscas, etc.?
Para las exijencias de la vida salvaje, isobre todo de
aquellas lejanas edades, la piedra simple, el martillo pri
mitivo debió bastar; por eso es improbable, ademas, este
uso en las piedras perforadas.

#
# #

1o.° "Como peso en Ja estremidad de un palo, cuya


punta opuesta se hendía en la tierra para removerla en
la operacion agrícola de arar, m
Refiere don Francisco Núñez de Pineda en su Cau
tiverio Feliz (i), »que los araucanos usaban en la agri
cultura unos instrumentos manuales que llaman hueullos,
a modo de tenedores de tres puntas, de una madera
pesada i fuerte, i en el cabo le ponen una piedra aguje
reada a propósito para que tenga mas peso, i con este
van levantando la tierra para arriba, hincando fuerte
mente aquellas puntas en el suelo i cargando a una parte
las manos i el cuerpo, arrancan pedazos de tierra muí
grandes, con raices i yerbas, n
En otra parte dice a este mismo propósito el señor
Medina: "Mas, en asunto de tan difícil solucion, paré-
cenos conveniente oir la ilustrada opinion de un hom
bre notable por su ciencia i sus conocimientos especiales
de esta seccion del continente americano. Darwin dice,
en efecto, lo siguiente: "En Setiembre de 1834, visitan
do los alrededores de Tagua-Tagua, encontré algunas
antiguas minas indíjenas i me mostraron una de las pie
dras horadadas que menciona Molina i se hallan en nú-

piedra comun de rio, de un centímetro de espesor en el centro, i des


pues de golpear seis horas, rompió la piedra, practicando un agujero
de un centímetro de diámetro i dos deescote.en la boca Esta opera
cion ofrece un medio de apreciacion del trabajo que imponía cada una
con los imperfectos medios de que el hombre primitivo se valia en
cada caso.
Los Aboriitnes de Medina, VII, páj.
(1)

de Chile, cap. 143.


LAS PIEDRAS HORADADAS

mero considerable en muchos lugares. . . Se ha supuesto


jeneralmente que se usaban como cabezas de clavos, por
mas que su forma no aparezca en manera alguna adap
table a este intento. Burchell declara que en algunas de
las tribus del Africa del sur cavan surcos por medio de
un palo aguzado, cuya fuerza i peso se aumentan por
una piedra redonda agujereada, sólidamente asegurada.
Parece probable que los indios de Chile usaron anterior
mente en la agricultura algun rudo instrumento de natu
raleza semejante.n (i).
I nosotros agregaremos lo que a este propósito dice
Ratzel en su notable obra: "El palo escarvador de los
indios diggers tenia, como el de los bosquimanos, por
complemento una piedra agujereada para comunicarle
mayor peso, m (2)
Desde luego, los relatos de Núñez de Pineda i Ratzel
nos parecen inconducentes al objeto que nos ocupa i que
tratamos de esclarecer, por cuanto eso de las piedras
agujereadas a propósito que ponían los indios a sus ara
dos, es vago porque no determina la figura, ni el tamaño
ni la forma del agujero para venir en cuenta que ellas
fueran las piedras horadadas que conocemos.
Piedras agujereadas hai en la isla de Pascua, que las
mencionan los que las han descrito (3) i Lubbock nos
da la figura de otras piedras agujereadas por la mano del
hombre en la India (4), sin que aquéllas ni éstas sean de
las que estudiamos.
La indicacion de Darwin es mas precisa, mas concre
ta; él trata de las piedras horadadas que se han hallado
en casi todas partes del pais.
El parecer de Darwin, que nada afirmó, respetable
como es, deja ancho campo a las opiniones estrañas.
Dentro del criterio científico del sabio naturalista, no

(1) Los Aboríjenes Id., id., id.


(2) Los Aboríjenes, id. id. id.
(3) La Isla de Pascua, por el doctor don R. A. Philippi, descrip
cion publicada en La Rev1sta de Sant1ago de 1872.
(4) Los orí/enes de la civilizacion, cap. VI, páj. 264.
A. CAÑAS PINOCHET

cabia el afirmar, a la vista de un solo ejemplar las fun


ciones a que en pasados tiempos habian estado destina
das esas piedras.
Si Darwin hubiese podido observar un grupo de al
guna consideracion de estas piedras, su parecer lo habría
espresado de manera diversa, porque la forma, el tamaño,
el peso de éstas, tan discordantes como son, le habrían
sujerido otras- i mui distintas ideas, i su ojo penetrante
talvez habría dado solucion acertada a este oscuro pro
blema.
Volviendo a la afirmacion de Núñez de Pineda, nos
parece del caso esplicar lo que él observó i que por par
simonia no esplicó suficientemente.
Los indios chilenos rompían la tierra de sus cultivos
con un instrumento grosero que les imponia un trabajo
sumamente penoso: era éste un palo en forma de vieldo,
cuyo estremo posterior lo afirmaban en el abdómen para
empujarlo violentamente.
Este esfuerzo, hecho sobre el terreno, les causaba en
fermedades i rupturas interiores que llegaban a ser en
muchas ocasiones mortales. Para librarse de estas con
secuencias, siquiera en parte, es probable que colocasen
en el estremo del arado que tocaba el cuerpo, una piedra
agujereada en forma de cabeza que hiciera ménos sensi
ble los efectos del instrumento.
Los indios de Chiloé aran todavía el terreno en igual
forma. Armados de dos palos puntiagudos que llaman
lumas i que afirman en el abdómen que han cubierto pre
viamente con una piel lanuda, hienden la tierra empu
jando a toda fuerza sus arados, hasta levantar la gleva
por medio de una palanca que maneja un muchacho que
en lengua veliche llaman thaulo.
La semejanza del procedimiento nos inspira la per
suasion de que la operacion que describen Ratzel i Nú
ñez de Pineda es la misma quehoi practican loschilotes.
La piel que usa hoi el indio chilote para ponerse a salvo
de los efectos de las lumas, corresponde a la cabeza de
piedra usada en los tiempos del historiador español, sin
que esto importe dejar establecido que estas piedras
LAS PIEDRAS HORADADAS 233

horadadas fueron construidas con este objeto, pues basta


observar la magnitud de algunas i la pequenez de otras
para quedar convencido de la exactitud de esta apre
ciacion.
Dadas las relaciones en que vivieron los indios chile
nos con los quichuas i aymaras del Perú durante el siglo
que precedió al descubrimiento de Chile, es de presumir
que alguna influencia hubiesen tenido esas relaciones en
la adopcion de los procedimientos mas adecuados para
el desarrollo de sus incipientes industrias i de los meca
nismos e instrumentos de que aquel pueblo mas culto
se valia.
Invadido este pais por los Incas, conquistado en gran
parte por sus ejércitos, establecido a tírme su dominio
en los territorios vencidos, los conquistadores trajeron
con ellos los instrumentos de labranza de la tierra que
probablemente fueron adoptados como otros (1) por los
indios sometidos.
Vamos a ver como describe Prescott el arado peruano
i la operacion de romper la tierra: nEl instrumento que
usaban era una estaca fuerte i puntiaguda, atravesada por
una pieza horizontal a diez o doce pulgadas de la estre-
midad, para que el labrador apoyase en ella el pié i la
forzase a penetrar en el suelo. Seis u ocho hombres
robustos se uncian a este instrumento i lo arrastraban
con fuerza, tirando a un tiempo i llevando el compas del
movimiento con el canto de sus aires nacionales, en que
los acompañaban sus mujeres, que seguían el surco para
romper los terrones con sus rastrillos. Como el terreno
era blando, ofrecia poca resistencia. Esta especie de
arado era una grosera invencion; pero sumamente cu
riosa como único instrumento de su clase que se ha en
contrado entre los indijenas de América... 11 (2).
Como se ve, el peso de que han hablado algunos cro
nistas, que se agregaba al arado por medio de la piedra
horadada, era sustituida entre los peruanos por el peso

(1) Como el maray i la chancana^ de que hemos hablado,


(z) Historia de la conquista del Perú, tomo I, cap. IV.
tomo xn1 17
234

del hombre que hendia el instrumento, circunstancia que


refuerza la persuasion de que las piedras que estudiamos
no fueron destinadas a ese fin.

• *

II. uComoadornos.1l
Se ha deducido esta funcion de las piedras horadadas
por haberse encontrado algunas ornamentadas con líneas
en direcciones diversas (1).
No creemos, ni hai razon para imajinarlo, que estas
piedras hubieran sido empleadas como adornos.
Lo hemos manifestado antes: las piedras que poseen
estas cond1ciones decorativas, bien han podido servir
como insignias de autoridad o ceremoniales, que se su
pone hayan servido en festividades patrióticas, relijiosas
o de familia, i en las danzas o juegos que tenían lugar
con motivo de estas fiestas. En este mismo sentido ha
discurrido el sabio citado; por lo que nos parece impropio
decir que estas piedras tuvieron el uso espresado ántes.
El tamaño i el peso de estas piedras, aun suponiéndo
las ornamentadas, no pueden, en manera alguna, sujerir
la idea de adorno, que en todo caso habrian sido usadas
por las mujeres, que usaban i usan, por propension na
tural, de adornos i aun de piedra, distintas en absoluto
de las piedras horadadas.

(1) Philippi, Las piedras horadadas de Chile, citado.


LAS PIEDRAS HORADADAS
(Continuacion)

III
NUESTRA OPINION

Hemos manifestado en las anteriores pájinas que son


insostenibles ante una crítica razonada las conjeturas que
asignan a las piedras horadadas funciones inconciliables
con su forma, con su peso, con la horadacion que es su signo
característico i con la carencia de manifestaciones este-
riores i tanjibles; ha llegado para nosotros el momento
de avanzar una opinion que se funda en circunstancias

que les son propias, ya que no es dable suponer la exis


tencia de estas piedras como algo accidental o como el
resultado de la vida ociosa en que yacia el hombre en las
edades pre-históricas.
Si todo lo que el hombre ha inventado responde a una
necesidad indispensable de satisfacer, es fuerza buscar la
causa que a estas piedras dieran or1jen i de aquí fluirá el
empleo a que fueron consagradas.
En nuestro concepto, las piedras horadadas sirvieron,
en los tiempos en que fueron construidas, de moneda,
como vamos a probarlo (i).
(1) Con el intento de establecer la prioridad de nuestra opinion del
papel de moneda que hicieron las piedras horadadas en un pasado re
motísimo sobre lo publica!lo en la rtvista española La Ilustracion Ar
tística de 1." o1i üctuurk dk 1900, de servuse en la isla de Yap, una
de las Carolinas, en la Polinesia, de estas mismas piedras como rao-
TOMO xm 18
A. CAÑAS PINOCHET

Cuatro son las condiciones que en nuestro modo de ver


ha de satisfacer el concepto que hemos aplicado a estas
piedras para la solucion del problema que nos ocupa, i
son :
1.a Que sea comprensiva de todas las piedras, cual
quiera que sea su forma, su peso, etc.;

neda, de que mas adelante trataremos, publicamos las cartas que van
en seguida firmadas por el señor don Edmundo Larenas, caballero de
Concepcion, mui conocido por su vasta ilustracion i por la situacion
que ocupa en la sociedad penquista, i por don Otto Harnecker, caba
llero aleman mui conocido como industrial i hombre de ciencias.
Dicen así:
"Señor don Ale/andro Cañas Pinochet. — Santiago. - Apreciado señor
i amigo: Con sumo agrado he leído su atenta del 13 de Agosto, que
solo hoi puedo contestar, i que toca puntos tan interesantes para los
aficionados a antigüedades como son el de las piedras horadadas i el
del oríjen de los indíjenas chilenos.
"Cuando en el mes de Enero del año pasado (de 1900) conversába
mos de sus estudios sobre aquellas piedras, fué efectivamente de audaz
como yo califiqué a primera vista la teoría de Ud. acerca de tales piedras,
considerándolas que fuesen en su oríjen la moneda de las jeneraciones
ante-históricas. Ud. recordará, que en las siguientes conversaciones,
sí,

cuando me impuse de los trabajos de Ud. pacientes estudios que lo


i

le i
habian llevado hasta emitir tal opinion, yo indiqué que los bonos de
su teoría (lenguaje comercial) habian subido en mi sentir un cincuenta
por ciento.
"Hoi, despues de nuevos datos que conocemos sobre existencia

la
de las piedras horadadas-monedas, en las Carolinas, despues de haber
i

estado convencido desde hace años de que ninguna de las teorías emi
tidas hasta dia sobre las funciones que desempeñaron esas piedras es
el

aceptable, me suscribo sin vacilac1on opinion de Ud. como


la

la
que
a

mejor consulta o esplica abundancia de aquéllas, diversidad de


la

la

sus tipos, trabajo de elaboracion, forma de los agujeros incom


la
el

la

patible con una adaptacion tal o cual objeto industrial, etc., etc.,
a

como única que está de acuerdo con respecto dicen las tra
la

lo

que
al

diciones o usos de los pueblos primitivos aun salvajes.


(o i.

"Pasando sus estudios sobre tabú labou, como escriben los


el
a

autores franceses) realmente no se me ocurre cómo ha podido Ud. en


contrar entre nuestros indíjenas algo que se Pero
le

parezca siquiera.
Ud. lo dice me reservo para tener una nueva grata sorpresa.
i
i

"Rogándole disculpe demora con que he contestado su última,


la

esperando me vuelva favorecer con otra que toque cualquiera de los


a

interesantísimos problemas que Ud. estudia sobre arqueolojía pre-his-


i

toria,
"Tiene gusto de saludarle suscribirse de Ud. su amigo mui
el

i
i
LAS PIEDRAS HORADADAS *37

Que sea de aplicacion racional;


a
2.

Que responda a la satisfaccion de una necesidad, i


a
3.
Que las funciones por ellas desempeñadas sean ló-
a
4.
jicas i concordantes de la edad, del estado social i de
cultura de los que las usaron.
La aplicacion de la funcion de moneda satisface a cada
una i a todas las condiciones espresadas; domina por este
lado todas las opiniones emitidas, que no satisfacen sino
en parte i deja entrever, desde luego, aun prescindiendo
de mayores comprobaciones, que es la opinion que ha
llegado a la verdad o- que está mas próxima a ella.
Por mas estraño que para el hombre moderno sea esta
opinion, acostumbrado como está a rozarse con la mone
da metálica que no revela los esfuerzos hechos para al
canzar el sistema monetario aqtual; por mas estraño que
esta opinion parezca, repetimos, la verdad es que la his
toria de la moneda nos enseña que los pueblos han
fabricado durante los tiempos históricos monedas de fie
rro, de cobre, de bronce, de conchas, de cuero i hasta de
madera i papel, como vamos a manifestarlo.

#
# #

El mas antiguo documento que nos da noticia de la


existencia de la moneda es la Biblia; allí vemos que en
los comienzos de los tiempos biblicos, Abraham, que vi
vió por los años 2296-2 191 A. de C, al partir de Ejipto,
era rico en plata i oro, i estando en tierra de Canaan com
pró a Ephron un terreno [jara sepultar el cadáver de
Sara, una de sus mujeres, en cuatrocientos ciclos de pía-
M0-
atento i S. S.- Edmundo Larknas. — Concepcion, 10 de Octubre de
1901.N
"Señor don Alejandro Cañas Pinochet. — Santiago. — Distinguido
amigo: A su atenta pregunta, tengo el gusto de contestarle que recuerdo
que a principios de 1897 me comunicó Ud. su opinion de que las pie
dras perforadas eran monedas pre histór1cas. — Saluda a Ud. su muí
afmo. am1go. — O. Harnecker. — Ligua, 6 de Diciembre de 1903.
(1) Génes1s, cap. 13 v. 2 i cap. 23 v. 15 i 16. El ciclo era una mo
neda usada por los hebreos i equivalía a una i media onza ática.
»3« A. CAÑAS PINOCHET

No obstante el relato biblico, graves autores han esta


blecido que "el único punto sobre !a tierra donde cabe
probar históricamente que el metal ha sido por primera
vez convertido en moneda, es Babilonia » (i). La men
cion mas antigua de la moneda se encuentra en el dilu
vio; Chasis- Adra, recoje su oro i su plata
(2). La acuña
cion del metal no fué practicada por los babilonios; parece
que la forma monetaria fué inventada primeramente en
la India. El metal se dividia en un cierto número de pe
dazos i estos constituían la moneda (3).
Hácia los tiempos de la guerra de Troya (1 193-1 184)
existia el talento de plata entre los griegos, los babilonios
o los trovanos. Homero hace mencion de esta moneda
de oro en el canto XX 1 1 1 de la l liada (4) i su existencia fué
comprobada por el docto/- Schliemann, que la encontró
en las escavaciones por él practicadas en las ruinas de
aquella célebre ciudad (5). Con posterioridad a aquel
acontecimiento, Jesucristo fué vendido por treinta ta
lentos.
Licurgo, que impuso leyes muí severas a Esparta, sus
tituyó las monedas de oro o p'ata que existian en su
tiempo (898-884) por la mina, moneda mui pesada de fie
rro, de peso tan considerable que era difícil usarla (6).
La dracnta, moneda de plata de escaso valor, fué acu
ñada en Atenas, en tiempo de Solon, (640-555) i circuló

II
(1) Iher1ng, í.a Prehistotia de los Indoeuropeos, Lib. -5 30.
(2) Iher1ng, I. c.
(3) Iher1ng, I. c.
(4) Con motivo de los juegos fúnebres que Aquiles mandó celebrar
»para honrar la memoria de Patroclon, ordenó distintos premios para
los vencedores en los cinco combates, "que debían ser el de la carrera
de caballosn, ofreció "Para el cuarto
"Dos talentos de oro1
(5) Carta de Schliemann, de 17 de Julio de 1873, publicada en la
Allgemeine Zeitune i reproducida en la Revista de Santiago, número 34,
correspondiente al 15 de Octubre de 1873.
(6) Plutarco, en el tomo I de Las vidas parale/as, páj. 76, dice...
"de manera que para mantener diez minas se necesitaba de un c jfre
grande en casa i de una yunta para trasportarlas".
239

posteriormente tambien en Roma. Solon estableció la


pena de muerte para quien adulterase la moneda.
En los tiempos en que Roma no existiaaun, los que mas
tarde habrían de fundar la ciudad usaban como signo de
cambio el ganado, pecus, de donde se derivan las palabras
pecunia, peculio.
En tiempos de Servio Tulio, (578-534) fueron acuña
das en Roma las primeras monedas de cobre i bronce.
Las monedas de plata no se introdujeron en el comercio
hasta 484 de Roma i las de oro en 546 A-J. C.
La f1gura de estas monedas durante la monarquía fué
irregular; durante el imperio se las fabricó contorniadas
o circulares a las de bronce.
En Lidia, pais clásico del oro, que arrastraba en su co
rriente el Pactolo i que se estraia ademas de las minas de
Pérgamo, Creso hizo acuñar (559-501) monedas de este
metal.
En Macedonia fueron sellados filipos de oro en tiem
po de Filipo II, (383 336).
En tiempos de Darío (521 485) circulaban en Persia
darlos de oro.
Las monedas de plomo fueron selladas en Roma du
rante el Imperio; no estuvieron destinadas a solucionar
operaciones mercantiles, sino a perpetuar la ehjie i el re
cuerdo de los emperadores por el pueblo, para lo cual se
fijaban en las columnas de la ciudad.
En Suecia, hasta los últimos tiempos, fueron monedas
corrientes únicamente piezas tabricadas de fierro i co
bre (1).
El cuero fué tambien utilizado para la fabricacion de
moneda en tiempos de Numa Pompilio,(7 14-647) i de esta
misma materia se sellaron en 1574 en Leiden durante el
sitio de esta ciudad, i en Holanda este mismo año. Créese
que tambien fueron acuñadas en Esparta i en Cartago.
Heródoto atribuye el honor de la invencion de la mo
neda a los lidios, pero otros autores aseguran que corres
ponde a Phidon, reí de Argos. Lenormant ha concillado

Volta1re, H'tstoire Charles XII de Suecia libre I,"


(1)

de
240 A. CAÑAS PINOCHET

despues de profundas investigaciones estas dos opinio


nes, estableciendo que la primera moneda de plata fué
hecha en Ejina por Phidon i la primera moneda de oro
por un rei de Lidia.
Segun una enciclopedia china, el oro era usado en el
comercio 2500 años ántes de la era cristiana.
En Roma, durante el reinadode Numa Pompilio, hubo
de sellarse moneda de madera; i Tylor nos da noticias
de que el viajero Marco Polo describe las monedas del
gran Khan de Tartaria hechas de piezas de corteza de
morera acuñadas (1).
La moneda de papel, que es hoi el billete, aparece ha
ber sido sellado por un emperador de China en el siglo
VII; resultado de este hecho, que la nocion del papel mo
neda era estrañaal comercio europeo en aquellos tiempos.
Suidas afirma que los romanos sellaron moneda de
conchas.
Vengamos ahora a otros pueblos que no sean del an
tiguo mundo:
En Haway se emplean como monedas cordones con
pequeños discos de conchas alternados con oíros de una
cáscara negra de nuez; sírvense tambien de éstos como
adornos para los pies, a imitacion de los collares, braza
letes, ajorcas i vinchas para la frente que las indias arau
canas hacen de nuestras monedas de plata para adornarse.
La fabricacion de la moneda es, en cierto modo, entre
los micronesios una industria doméstica. Posee este pue
blo como dinero varias unidades de cambio de diversa
naturaleza, cuya importancia crece i se jeneraliza segun
el uso político de su valor, de manera que muchas veces
lo alcanza superior al de nuestro dinero. Piedras, trozos
de cristal, de porcelana, esmaltes i cuentas, constituyen
la moneda de estos territorios.
En las Palaos, donde el uso de la moneda de piedra
ha puesto de relieve los inconvenientes de su uso por el
peso, se emplean tambien otras para el tráfico, como con
chas de perlas (sar) rollos de esteras ( ambul) de tosca la
bor, como fué empleada la tabla en Chiloé para iguales usos.

Antropolojia, cap. XI, páj. 327.


(1)
LAS PIEDRAS HORADADAS 241

En el centro de la Melanesia, en donde hai un comer


cio bastante animado, se fabrican en la isla de Bougain-
ville monedas de conchas marinas; en Nueva Bretaña
hacen las veces de moneda planchitas de conchas de ma
riscos ensartadas por medio de cordones de fibras; en las
islas de Banks la moneda usual consiste en sartas de
puntas de conchas; t:n Malaíta e islas de Salomon circu
lan iguales monedas; en Fidschi, los dientes de cachalo
te, tan estimados como adornos, representan monedas de
gran valor. I por fin, en muchas partes de este inmenso
archipiélago, segun Ratzel, la moneda de conchas está mui
jeneralizada, pues los hijos pueden recobrar de sus primos
maternos (hijos de la hermana del padre) los bienes pa
ternos o la herencia paterna, dando a éstos una indemni
zacion en monedas de conchas, o cerdos; en las islas que
se estienden por el sur del Asia, bañadas por el mar ma
layo, se usan como monedas las conchas de la Cipraea
moneta desde los mas remotos tiempos; en Abisinia el
viajero puede comprar lo que necesita con terrones de
sal; i en muchas partes del Africa llevar para iguales com
pras hojas de fierro, piezas de telas i sartas de cuentas
para que le sirvan como moneda (1)
Dada la anterior demostracion, fundada en hechos com
probados de una manera fehaciente por el testimonio de
historiadores i viajeros sérios i de todos los tiempos, la
fabricacion de moneda de piedra en los tiempos antehis
tóricos, cuando la necesidad de los cambios exijió un
signo representativo del valor de las especies, es lójlco
suponerla, si se tiene presente, ademas, el absoluto des
conocimiento que por entonces se tenia del uso de los
metales.

(1) Todo lo espuesto anteriormente lo fundamos en lo afirmado por


los autores siguientes: Tylor, Anlropo/ojia, cap. XI; Plutarco, Vidas
paralelas, en la de Licurgo; Düruy, Historia Romana i de Grecia; Cas
tellanos, Tratado de Arqueología; Le Ras, Historia Romana; Lobeck,
Antigüedades numismáticas, publicada en la octava entrega de 1859 de
los Anales de la Universidad de Chile; A. R1che, en su obra Monaie,
medailles etbijoux; Ratzel, Las razas f1n manas; Volta1re, Histotre de
Charles XII; Charlon, Los viajeros modernos.
A. CAN PIN0CH1ÍT

Adelantando en el camino de la historia de la numis


mática, hemos de hacer notar la absoluta carencia dein
vestigaciones practicadas hasta hoi en América a este
respecto.
Los estudios de este continente, si bien numerosos i
diversif1cados porque se han estendido a todo cuanto con
el hombre americano se rozaba, como su historia, sus
costumbres, sus razas, su lengua, sus artes, sus leyes, sus
letras i, en suma, cuanto abarcan sus instituciones socia
les, políticas i relijiosas, no han llegado sino hasta donde
el comercio se ejercitaba, es decir, hasta sus fronteras,
m 1s allá de las cuales talvez habría sido fácil descubrir
el instrumento que servia o facilitaba esas operaciones.
Las indicaciones que nos han quedado en los relatos
de los cronistas recojidas de aquí i de allá, despues de
nuestras prolijas lecturas, es lo único que sobre numis
matica histórica americana podernos esponer. En el orí-
jen de las sociedades, las transacciones debieron ser ru
dimentarias, carácter que debieron tener tambien entre
las poblaciones salvajes el simple cambio de productos
de la comarca por los de las rejiones vecinas.
El cambio en estas condiciones debió ser difícil i pe
noso; los productos no eran de fácil trasporte ni los que
se llevaban de una com 1rca a otra eran siempre necesa
rios ni aceptables adonde iban a ser propuestos.
Durante la Edad de Piedra en que tuvieron oríjen las
piedras horadadas, segun las investigaciones de Lubbock
que ha estudiado circunstanciadamente estos tiempos,
cierto comercio existió (1).

(1) Lubbock, que tantas investigaciones ha hecho sobre los oríjenes


de todas las civilizaciones trae en su notable obra Vhommt prehistori-
que, estas palabras: II Algunos arqueólogos han deducido del cambio de
productos 11 objetos, que en la edad de piedra debió existir cierto co
mercio. Torno I, páj. 175."
Ratzel, en esta parte está de acuerdo con Lubbock al afirmar que
nn1ngun grado de civilizacion esc'uye el tráfico mercantil" i agregando
LAS PIEDRAS HORADADAS 243

Ihering, esplotando la leyenda Mosaica que atribuye


a Cain la fundacion de la ciudad, deduce de esta funda
cion el establecimiento del Mercado i por ende el naci
miento del comercio (i).
Las múltiples necesidades que se derivan de estas ope
raciones i relaciones mercantiles, impusieron al hombre
primitivo la idea de crear un signo representativo del
valor de los productos que fuese de fácil manejo i que
pudiese ser dado en cambio de éstos, i estas necesidades
jeneraron la idea de la moneda.
Ignorante el hombre de entonces, no habia sondeado
los secretos que ocultaba en su seno la tierra sobre cuya
superficie vivia; sin conocer los variados metales ni otra
cosa que la piedra que por todas partes lo rodeaba, la
utilizó para todo aquello que le imponían sus necesidades:
armas, útiles de toda naturaleza, herramientas para sus
rudimentarias construcciones, fueron construidas de pie
dra, i de piedra fueron fabricadas tambien las monedas.
A la piedra la hizo Dios i le rindió culto como a tal.
Despues dela Edad de Piedra i de la moneda de piedra,
cuando por el trascurso de los siglos la cultura comenzó
a diseñarse i salir el hombre del estado de barbarie en
que por tan prolongados tiempos yaciera; cuando por la
esperiencia adquirida en las prácticas del razonamiento
entró en el ejercicio de ciertos conocimientos si no indis
pensables, útiles para la vida, i pudo por esto descubrir
los metales i comenzar a servirse de ellos, construyó pri
meramente armas para la guerra i para su defensa; des
pues vinieron los útiles domésticos i en seguida la mo
neda metálica que sustituyó a la primitiva.
1'En Méjico no habia tiendas, dice un ilustre historia
dor; pero todos los artefactos i productos agrícolas se
vendian en los mercados de las principales ciudades
Verificábase el tráfico, parte en cambios o permutas

por lo que respecta al indio americano: 'II1o Carecieron de espíritu de


empresa ni tle af1ciones comercialesu, comprobando, en seguida, este
aserto. Las razas humanas, tomo II, cap. III,
páj. 44.
(1)
O'jra citada, l1bro II, páj. 129.
244 A. CAÑAS PINOCHET

i parte en especies de circulacion arreglada de diferentes

valores. Consistían éstos en plumas trasparentes i oro en


polvo; en pedazos de estaño cortados en forma de una T
i en sacos de cacao que contenían un número determinado

de granosn (i).
En las escavaciones practicadas en las ruinas de los
palacios i fortalezas del gran régulo Chimú, que vivió
independiente de los Incas en su cacicato que se estendia
desde Supe a Tumbes, en la provincia de Trujillo, se
han encontrado monedas de oro, plata i cobre. Es la ma
yor una pieza de plata, de forma circular, de 128 milí
metros de diámetro, con grabados que figuran alcatra
ces en el campo; las que le siguen en tamaño son de oro,
plata i cobre, metales que, como es sabido, eran abun
dantísimos en el Perú (2).
A edades mui remotas han de pertenecer algunas mo
nedas encontradas en los sepulcros peruanos, i que
mencion alguna de ellas hicieron los cronistas de los prí
meros tiempos históricos.
Las exhumaciones practicadas en esos sepulcros con el
intento de penetrar en las costumbres de las edades pa
sadas, que contribuyan a esclarecimiento de los proble
mas históricos en que se ajita la ciencia pre-antropolójica
moderna, han manifestado que en el Perú era comun
encontrar en la boca de los cadáveres un pequeño disco
de cobre, plata u oro; i Tschudi i Rivero, que dicen ha
ber desenvuelto de sus telas a mas de cincuenta momias,
afirman el hecho espuesto (3).
Nosotros mismos conservamos un disco de oro encon-
trado en la boca de un cadáver que exhumamos de un
sepulcro peruano que yacia al pié del Morro de Arica,
Estas exhumaciones las practicamos los dias 21, 22 i 23
de Julio de 1893.

(1) Preícott, Historia del descubrimiento i conquista de Méjico, tomo


I, cap. V.
(2) Viajes en el pais de los incas, por R.
e investigaciones George
Squier, cap. XI,
Faz Soldan, Jeografia del Perú.
i

(3) Antigüedades peruanas, cap. VIII, páj. 203.


LAS PIEDRAS HORADADAS 245

El -viajero ingles por e! pais de los Incas que hemos


citado, hace mencion de dos momias estraidas de un ni
cho de las derruidas murallas del templo de Pachacamac,
una de las cuales, la de hombre, tenia en la boca la lá
mina de cobre mencionada, i la otra, la de mujer, tenia
una alforja a su lado, que contenía granos de algodon i
de frejoles, adornos de plata i dos pequeños discos de
este metal, que eran probablemente monedas (1).
En la Colombia Británica de la América del Norte
los indios usaban como monedas las conchas haiqua, que
posteriormente fueron usadas por las mujeres de los co
Ionizadores ingleses, en forma de sartas, como adornos
de sus vestidos (2).
Los pobres indios wintunes, de Norte América, mién-
tras vivieron en paz con los indios que habitaban las
montañas, mantuvieron con éstos un animado comercio,
entregándoles salmones secos, cangrejos i moluscos en
cambio de arcos, bellotas i manzanitas, pues si bien los
wintunes sabian fabricar arcos, preferían los que estaban
hechos con madera de las montañas: en tiempos moder
nos se dedica este pueblo con increíble perseverancia a
la fabricacion de puntas de flecha con los cristales de las
gruesas botellas oscuras de whisky, que les sirven de
medios de cambio al par que de fichas para sus juegos (3).
Los nutkas del noroeste de la América del Norte, que
poseen en su estructura física indicaciones de afinidades
con los hiperbóreos i con los polinesios, usan una prenda
de vestir, especie de manta de algodon, llamada blanket,
tan solicitada, que ha llegado a adquirir el valor de
moneda: algunos caudillos poseen algunos millares de
ellas (4).
Im Thurn, hablando de los caribes del territorio de
Exequivo, describe el siguiente orijinal sistema de co
mercio: "En vista de la presencia de animales domestica-

(1)
George Squ1erk, en la obra i capítulo citados.
(2) Tylor,
Anttopolojía, cap. XI, páj. 326.
(¡) Ratzel, Las rasas humanas, t. II, cap. V, páj. 44.
(4) Id. id. t. II, cap. VIH, páj. 76.
246 A. CAÑ iS PINOCHET

dos en las residencias de los indios norte americanos, se


ha querido deducir que éstos sentían hácia los animales
cierta aficion; en efecto, estos indios consideraban a sus
bestias como otras tantas monedas, con las cuales podian
adquirir de otros indios lo que para sus necesidades les
hacia falta.
Entre los indios californíanos eran mui apreciadas por
sus vivos colores las cabezas de picamaderos (carpinte
ros en Chile), de las cuales se hacia un activo comercio
por medio de cambios; pero lo que tenia mas importan
cia entre ellos eran las sartas de conchas de dentalia, cuyo
valor, como en toda moneda, estaba en relacion con el
tamaño de estos moluscosn (i).

#
# #

Las anteriores son las únicas noticias que tenemos de


la numismática americana, debidas a las investigaciones
hechas ha poco en los sepulcros, que encierran aquí,
como en todo el mundo, con indicaciones seguras de la
historia de los hombres, la de pasados tiempos, i a las
observaciones de los viajeros.
La moneda de piedra no ha sido mencionada a pesar
de hallarse como aquélla al lado i en la mano de los mis
mos cadáveres i desparramadas por los campos del con
tinente. Los hombres de la conquista de América, hombres
rudos, por lo jeneral, sin vistas ilustradas, presas de las
preocupaciones de los tiempos en que actuaban, no conci -
bieron, no podian concebir que esas piedras hubiesen ser
vido en un pasado remoto de instrumento del comercio.
Guerreros como eran aquellos, concibieron la idea que
les sujerian sus hábitos i el medio ambiente en que vivían :
imajinaron armas en las piedras horadadas, porque, ade
mas, creyeron que la única ocupacion de la vida del sal
vaje debia ser la guerra.

(1) Ratzel id. 1. II, cap. III, páj. 44.


LAS PIEDRAS HORADADAS 247

*
# #

Entrando de lleno en la comprobacion de nuestra hipó


tesis, hemos de dejar establecido cómo la moneda de piedra
satisface todas las condiciones exijidas en la moneda metá
lica moderna, para que llene las necesidades de los cam
bios a que ésta estaba destinada.
La moneda metálica ha de ser divisible, esto es, que
pueda usarse por grandes o pequeñas partidas. — La mo
neda de piedra, como lo demostramos mas adelante, es por
estremo divisible; los tipos son variadísimos, ya se las
considere en el tamaño, ya en su grueso, ya en su peso
específicos.
La moneda ha ser siempre homojénea, esto es, que
no esté sujeta a cambios de su peculiar naturaleza. — La
piedra, ménos que el metal, está sujeta a desnaturali
zarse ni por la accion de los elementos con los cuales está
en íntimo o inmediato contacto. La moneda esparta-
nn de hierro ha desaparecido i hoi dia es solo un recuer
do histórico; la de bronce sufre la patinacion que la co
rroe i destruye con el trascurso de los tiempos: la piedra
permanece inalterable.
La moneda metálica ha de ser de fácil trasporte. — La
de piedra que conocemos no carece en absoluto de esta
condicion; es trasportable, poro no liviana; mas, dadas las
condiciones en que debió ejercitarse el comercio en las
épocas de su invencion, pocas monedas debieron bastar
para solucionar las exijencias. Con el fin de hacerlas de
fácil trasporte, la horadacion llenaba el objeto; el aguje
ro permitía llevarlas en sartas i esto obviaba las dificul
tades que el peso imponía.
La moneda metálica hi de ser de fácil conservacion,
que no exija muchas precauciones para satisfacer esta
condicion. — La de piedra llenaba ampliamente esta exi-
jencia.
La moneda metálica ha de estar poco sujeta a repen
tinas variaciones, es decir, que circule de un modo cons
tante, sin depreciaciones, etc. — La de piedra debió estar
248 A. CAÑAS PINOCHLT

en idénticas o mas favorables condiciones, desde que no


estuvo como la moneda moderna, que es mercadería, su
jeta a esas fluctuaciones que le imprimen las leyes de la
oferta i la demanda.
De la anterior demostracion puede deducirse que el
criterio que presidió a la fabricacion de ¡a moneda de
piedra, es el mismo que se aplicó en los tiempos históri
cos i que se aplica hoi dia en la construccion de las mo
nedas de los metales finos.
#
# #

Circunstancia de gran valor para fijar el esclarecimien


to del problema en que estamos empeñados, importa el
hecho que ha perturbado el criterio investigador de algu
nos arqueólogos i que nosotros estimamos de mucha im
portancia para robustecer la hipótesis que venimos susten
tando.
Referímonos a lo establecido por muchas investigacio
nes personales i lo afirmado por diversossabios.de haber
se hailado las piedras horadadas en los sepulcros de los
aboríjenes i de tenerlas en muchos casos los cadáveres en
la mano.
Afirman este hecho los señores Medina en su obra ci
tada (i) Ratzel (2) i Henshoe al tratar de los discos
peruanos en forma de estrella, de los cuales dice "haber
sido sacados de los sepulcros del Perú, donde son muí
comunes. w Este mismo autor, desalentado por lo estéril
de sus investigaciones, se espresa en la pájina 20 de su
obra de la siguiente manera: »La dificultad de llegar a
una correcta idea de la antigua funcion de estas piedras,
es aumentada por el hecho de que el mayor número de
estos objetos ha sido encontrado en las sepulturas. n (3)
Para llegar a la conclusion de que las piedras horada
das hicieron la funcion de monedas en los sepulcros mis
mos en que fueron i son encontradas, nos será menester

(1) Los Aboríjenes de Chile, cap. VII, páj. 141.


(2) Las Razas Humanas, tomo II, cap. III, páj. 50.
(3) Perforalcd síones, citado.
LAS PIEDRAS HORADADAS 249

hacer una corta escursion por el pasado en el terreno de


las costumbres funerarias, así de los pueblos aboríjenes
de América, como de los del continente europeo.
La idea de la vida futura ha sido comun a todos los
pueblos en que el hombre tuvo siquiera mediana nocion
de la responsabilidad de sus acciones.
En América, en la época del descubrimiento, esta
creencia fué comprobada por los cronistas i por cuantos
observaron las costumbres i los ritos fúnebres; siendo
notable el respeto con que se inhumaban los cadáveres,
en lo que se asemejaban a las costumbres ejipcias, grie
gas i romanas.
Las ceremonias o costumbres funerarias nos enseñan
que ellos tuvieron nociones imperfectas de un alma que
subsistía aun despues de la muerte, de los espíritus que
hacian el bien i el mal en el mundo, al igual de lo que
casi todas las relijiones han concebido de la coexistencia
de dos entidades con tendencias i propósitos contrapues
tos relacionados con los hombres, con los cuales se halla
ban en espiritual contacto.
En Grecia, Roma i Ejipto, que absorbieron casi com
pletamente la vida espiritual i material antigua en los vie
jos continentes, las relijiones enseñaban al pueblo la creen
cia de la inmortalidad del alma, del viaje que ésta prac
ticaba despues de la muerte del cuerpo a rejiones deter
minadas pero desconocidas.
El mito griego del viaje al Averno de las almas delos
réprobos, constituía una terrible odisea. Caron, el fúnebre
barquero, embarcaba las almas que debian atravesar la
laguna Estijia, despues de haber recibido el estipendio
de su trabajo, imponiendo a aquéllas los tratamientos
inspirados por su feroz crueldad, de la que el pasaje del
Dante es pálida pintura (i).
Vestijios de esta creencia, de esas tradiciones poéticas,
que el brillo de la imajinacion helena inspiró a otros pue
blos, son muchas prácticas que aun conservan algunos
pueblos, como la que se ve en los velatorios irlandeses

(1) La D1v1na Comed1a, El Infierno, Canto 3.0


A. CAÑAb PINOCHET

»en que al muerto se coloca una moneda en la mano para


pagar con ella su pasajen (i).
La idea del pasaje de un rio para llegara la mansion
de las almas, se encuentra en algunos pueblos salvajes
del Africa, como fué casi jeneral en los de América.
Así el doctor Anderson, que cita Lubbock, dice que en
Yunan occidental, las brujas de esa tierra deciden, cuando
un hombre muere, si ha pasado éste el rio para llegar al
Nat, pais ideal adonde van a parar las almas (2).
Entre los nahoas de Méjico, raza que vino del oriente
i que se estableció en la costa occidental hasta mucho
mas al norte de California en remotísimos tiempo?, había
la creencia de que para llegar a las cuatro mansiones des
tinadas a las almas, comenzaba el muerto por atravesar
el rio Apanohuaya, i despues de una larga i penosa pe
regrinacion por diversos lugares, custodiados algunos por
animales feroces, llegaba a la presencia de Mictlantecuh -
tli, en el lugar llamado Izmictlanapochealocca, despues de
haber atravesado, segun algunas tradiciones, nueve rios
llamados Chicunahuápan (3).
Entre los meca de la rejion Quiche, en Méjico, se creía
que los muertos comenzaban por atravesar un rio de mate
ria i otro de sangre, ayudados por un pájaro llamado
molay, para seguir despues una larga peregrinacion (4).
Los chibchas, de Colombia, creian que las almas son
inmortales i que en la muerte se separan de los cuerpos,
i bajan al centro de la tierra por unos caminos i barran
cas de tierra negra i amarilla, pasando primero un gran
rio en unas barcas de telarañas (5).
El Koran ha impuesto como creencia de los cre
fe
|-1

del Profeta, del de las almas -de los


la

yentes pasaje
muertos por puente Sirat, echado sobre un profundo
el

(1) Tylor, Antropolojía, cap. XIV, páj. 407.


(2) Orí/enesde la civilizacion, cap. V, páj. 201.
Cha vero, Méjico al traves de tos siglos, tomo cap. V.
I,

(3)
Chavero, Alé; Le a traves de ios siglos, cap. V.
I,

(a)
t.

(5)
Restrkpo. Les chibchas antes de la conquista española, cap. V.
LAS PIEDRAS HORADADAS

rio de fuego, puente que era mas delgado que un cabello,


mas afilado que una navaja (i).
Los Thlinkites de Australia creen que las almas atra
viesan las montañas i llegan a un rio que pasan ausilia-
dos por las sombras que las han precedido i que las con
ducen al reino de las tinieblas situado en la otra orilla (2).
En las islas de Fidschi, en la Oceanía, los tres hom
bres mas ancianos de la tribu de los nakelos, despues de
la muerte de su rei, se dirijen a la orilla del rio para
acompañar el alma del difunto que ha de atravesarlo.
Llegados allí, llaman a Themba, el mitolójico Caron, a
grandes voces, para que traiga la barca, i esperan allí
hasta que por alguna circunstancia deducen que la invi-*
sible embarcacion se ha presentado (3).
Entre los esquimales existe la inconmovible creencia
de que el alma de los que duermen i de los que mueren
atraviesan el rio mitolójico Tygelsjó (4).
En Chile era creencia de los indios que las almas iban
a la otra banda del mar; aunque era opinion mui válida
la de que la mansion de los muertos estaba tras de la
cordillera nevada. 1'No piensan, decia Olivares, que
haya lugar separado en que se paguen con el premio o
castigo las buenas obras o malas, sino que van a la isla
de la Mocha a pasar otra vida sin fin ni trabajou. Pero
Rosales añade sobre este particular, que eran precisa
mente los isleños de la Mocha los que venían a contar a
los de la tierra firme "que junto a su isla grande, hai una
mui pequeña e inhabitable, i que por ella pasan las almas
de los muertos a la otra banda de! mar a comer papas
negras, i allí es el embarcadero para el mar negro. I en
entrando la noche se ven horribles visiones i formidables
apariencias i entre ellas se oyen grandes ahullidos i voces
lastimosas de los que se embarcan n (5) Por lo demas, ya

(1) El Koran, páj. 103.


(2) Ratzel, Las Razas humanas, t. I, páj. 552 i 553.
(3) Ratzel, Las Razas humanas, t. II, páj. 102.
(4) Sven N1lssen, Les primitifs habitans de V Escandinavie, cap. V.
(5) Los aboríjenes de Chile, citado; Rosales, Historia de Chile cap.
XX, IX,. páj. 163.
TOMO XIII 19

I l1
A. CAÑAS PINOCHET

estuviese aquel lugar tras la cordillera nevada o de la


otra banda del mar, no se podia llegar allí sino despues
de atravesar un pasaje estrecho donde habia una vieja
a quien habia <p1e pagar alguna cosa como recaudadora
de la aduana; i dicen que es una perversa vieja, porque
si no la satisfacen en moneda o en especies, se hace
pago con uno de los ojos del pasajero. Creían tambien
que las viejas, convertidas en ballenas, eran las encarga
das de trasportar al sitio de la existencia futura las almas
de los muertosn. (i)
Hasta el dia subsiste entre los araucanos este mismo
concepto del trasporte de las almas a la otra banda del
mar, al sitio o mansion de Carculauquen o Gulchemay-
hue (la isla de la Mocha) por medio de una ballena; del
paso estrecho, en seguida, custodiado por la vieja, para
llegar a la tierra en que aquellas tienen su mansion. Su
ponen los indios que una gran ballena viene a la costa
en donde recibe a los muertos; i al sur de Lebu hai una
caleta, recodo o una simple inflexion del litoral llamado
Yeneco (Ballena del mar) a donde el jigantesco cetáceo
viene entre las sombras de la noche a recibir su fúnebre
cargamento.

Dados estos antecedentes del trasporte de las almas


al traves de los ríos que imajinaron los primitivos habi
tantes de América i tantos otros pueblos, del pago del
pasaje del estrecho lugar que tenian que recorrer los
muertos de estos países, para llegar a una rejion ignota, la
imajinacion sin esfuerzo llega a recordar las escenas del
Averno griego, del barquero Caron, del estipendio exi-
jido por éste como precio de su trabajo; i de esto surje
naturalmente el imajinar que las piedras horadadas ha
lladas en los sepulcros americanos de Méjico, Perú i
Chile, muchas de estas en las manos de los cadáveres,

(1) Ol1vares, Historia de Chile, páj. 52; Carvallo, Historia de


Chile, t. X, páj. 137.
I.AS PIEDRAS HORADADAS 253

fueron echadas allí por sus deudos, como monedas, para


que con ellas pagasen su pasaje.
La deduccion, como que se funda en hechos compro
bados, es lójica, dado que no es posible suponer un aca
so en una circunstancia tan comun por lo repetida, i dado

que los salvajes acostumbraban echar en los sepulcros


cosas útiles solamente, que sirviesen al muerto durante su
viaje, como armas, ropas, útiles de casa, alimentos, be
bidas, su perro, i en alguna ocasion, hasta su caballo, etc.
La moneda con que debia pagarse el pasaje franco a la
mansion de sus creencias, era indispensable, i de aquí que
los deudos del difunto se la colocasen en la misma sepul
tura, i en ocasiones, como venimos diciéndolo, en la
mano de los cadáveres.
Si bien esto sucedió durante la Edad de Piedra en
América, en el Perú, esta costumbre, andando los tiem
pos, parece que se modificó, cuando los aboríjenes pe
ruanos comenzaron a esplotar los yacimientos de metales
i a servirse de éstos.

, La moneda de piedra parece que fué sustituida por el


disco de cobre, que ha sido encontrado en la boca de las
momias peruanas, de que nos han hablado Tschudi i Ri-
vero i el viajero norteamericano Squier, ambos mencio
nados ( 1
).
#
# *
El hilo de nuestros estudios nos conduce a tratar del
fundamento capital en que se sustenta la opinion que •

venimos sosteniendo. Lo espuesto hasta aquí, si tiene


importancia casi decisiva, necesita para hacerla incon
movible de hechos tanjibles, de relieve, deducidos del
objeto mismo de que se ha jenerado nuestra hipótesis, i
a ello se encaminan las pájinas siguientes i que serán el
punto final de este estudio.
Para llegar a la conclusion que buscamos, nos hemos
valido de todos los elementos que se encuentran agru
pados en diversas partes. Hemos tenido a nuestra dis

(1) Antigüedades peruanas, cap. 8.°, páj. 203; Viaje por el pais de los
Incas.
*S4 A. CAfJAS PINOCHET

posicion para nuestra investigacion las 331 piedras que


han formado la base de este trabajo.
Estas piedras, que consideramos suficientemente nu
merosas para deducir una opinion acertada, han sido pe
sadas una a una cuidadosamente por nosotros, las hemos
medido tambien con prolijidad en su altura o grueso i en
sus diámetros respectivos, las hemos estudiado en los de
talles que se exijen en la moneda moderna para que ten~
ga valor apreciable, i el resultado de estas mediciones lo
consignamos a continuacion:

Coleccion del Museo Nacional

D1ámetros Altura Peso Diámetros Altura Peso


N.■ en en N.° en en
en milímetros mm. en milímetro*
gramos mm. gramos

1 160 I05 44OO 20 135 95 2,140


2 (») IÓOX I45 70 2,040 21 170 x 150 95 3.O0O
3 180 70 3-750 22 132 75 1,790
4 145 x 130 85 1.925 23 I90 75 3.89O
5 165 x 115 55 1.330 24 165 x 140 75 1,915
6 ISO 40 I.370 25 210 75 3,28o
7 140 x 120 90 I,300 26 IÓOX 135 70 1,925
8 150 80 2,26b 27 175 75 3.I10
9 135 40 9OO 28 135 102 3,O60
IO 160 1 10 4.440 29 130 80 1,640
11 175 x 160 80 2,950 30 125 77 i,750
12 1 70 x 1 50 80 2,440 160x
31 125 70 1,535
'3 145 65 2,300 32 IÓOX 150 82 2,250
14 I55X 145 70 2,020 33 160 65 1,235
'5 165 x 145 95 2,300 34 180 85 2,940
16 170 x 160 60 I,6l5 35 I70X 155 5o 1,625
17 140 80 2,220 36 175 x 170 77 3,120
18 170 60 2,220 37 150 67 2,080
19 160 «5 2,73o| 38 195x135 80 3,210

(1) Estas cifras, separadas por el.signo x, indican que la piedra tiene doi
diámetros.
LAS PIEDRAS HORADADAS 255

Diámetros Altura Peso DI 1melros Altura Peso


N.■ en en N.° en en
en milímetros mm. gramos
en milímetros mm. gramos

39 IOOX 135 67 I,960 64 90X 75 30 235


40 180 50 I,380 65 77 35 225
41 125 75 I,8O0 66 77 x 70 45 185
42 I IO 70 1,350 67 80 x 70 20 J50
43 ioox 115 70 715 68 77 25 180
44 95 X 85 65 790 69 (í) 67 x 52 20 95
43 100 55 7O0 70 U) 200 x 185 105 4,890
46 77 x 70 5° 365 7i (4)2O0X 195 95 4,075
47 1oox 90 55 615 72 190 80 4-320
48 97 x 57 40 225 73 IOOX 85 75 3,480
49 95 x 80 42 420 74 77 X 65 95 2,910
5'-' II2X 100 40 590 75 75 77 3,460
51 1 15 X 100 40 515 76 52 x 40 55 1,140
53 97 x 90 40 465 77 105 70 1,140
53 90 35 (0 78 150 80 2,602
54 87 x 67 30 315 79 1 10 60 935
55 90 45 400 8c 140x125 55 990
56 92 50 565 81 IOOX 92 72 780
57 80 5o 450 82 1 50 x 1 1 5 65 1,040
58 85 x 77 40 405 83 90 x 70 55 460
59 80 45 430 84 82.(5) 45
60 80 50 400 85 115 60 950
61 82 x 65 45 315 86 115 x 90 57 800
62 95 x 57 32 240 87 75! 70 1,080
80 35 250 88 80 x 85! 50 465
63

( 1) No se peso por faltarle un fragmento.


(j) Piedra de horadacion cónica: diámetro en la base, 111.0030, i m. 0.028
en el vértice.
(3) Como la anterior: diámetro en la base de la horadacion 1». 0.03a por
m. 0.030 en el vértice
(4) Mas notable es en ésta la conicidad de la perforacion: diámetro en la
base m. 0034, i m. 0.026 en el vértice. Segun el doctor don R. A. Philippi,
las piedras de esta forma de horadacion son rarísimas. En el Museo Real
de Prusia hai una sola de éstas, llevada allí desde el pais de los bos1|u i ma
nos en el centro del Africa. La señorita Norn Jones, do Tongoy, que es una
intelijente coleccionista, posee una piedra de horadacion cónica, como las
que mencionamos,
(5) Pcso l)or faltarle un fragmento.
256 A. CAÑAS PINOCHET

Diámetros Altura Peso í Diámetros Altura Peso


N.° en en N.° en en
en milímetros mm. en milímetros mm. gramos
gramos

89 90X I 12 50 124 I IO 60 930


90 85 x 95 65 9251 125 11ox 105 70 1,020
9> 92 x 87 65 1,01 5 126 125 x 95 55 1,200
92 95 x 105 52 735 127 120X 105 70 1,265
93 82 x 90 60 700; 128 132 X 122 40 860
94 75 x 82 35 55o' 129 I IO 5'-> SI5
95 90 x 87 65 1,500' 130 100 x 90 30 450
96 iiox 95 52 750 131 I05 55 85O
97 95 x 77 47 455 132 75 x 60 30 I50
98 65 25 95 ! 133 145 x 95 40 800
99 145 60 1,635' 134 160 iooj (2) 3,500
100 112 70 875 '35 150 105I 3,480
101 175 x 125 62 1,44c 136 170 75 2,920
102 125 X IIO 60 1.000 137 155 100; 3,600
103 170 80 2,440 138 150 90 245O
104 155 x 140 80 2,8001139 16ox 135 90! 2,160
ios 150 70 1,900 140 145 85 2,365
106 160 80 2,950 141 165 IOO 4.020
107 160 x 140 75 2,550 142 140 IIO 2,825
108 160 85 3,675 143 125 112! 2,700
109 197 x 185 95 4,100 144 I4OX T 25 90! 1,790
IIO 195 75 3.300 145 l60X 140 77 2,415
III 160 65! 2,300 146 130 I IO 2,9IO
112 180 70I 3.300 147 lOO 120 2,000
113 185 95 4,265 .48 115 67 2,lOO
114 125 60 1,180 149 165 x 145 65 1,920
115 145 70 800 150 130 75! 1.680
116 140 75 450 15' I20 100' 2,050
117 135 x 105 85 1,525 152 135 65 1,900
118 175 80 3.175 153 I30 60 1,300
119 135 (O 67 '54 125 X IOO 50 I,OIO
120 135 67 1,660 155 100 40 480
121 I30X 1 15 70 1,330 156 1 10 75 I,400
122 I45X 125 5o 1,220! 1 57 77 x 75 55 300
123 125 60 1,225¡|158 125 140 950

(1) Sin peso por faltarle un fragmento.


(2) Esta piedra es en la forma de la horadacion casi igual a la número 71 :
como la de aquélla, la de ésta tiene forma cónica, de m. 0.034 en la ba*.e
por n1. 0.026 en el vértice.
LAS PIEDRAS HORADADAS 257

Diámetros Altura Peso Diámetros Altura Peso


en en lN.° en en
en milímetros mm. en milímetros mm.
gramos gramos

159 92 x 77 70 .310 185 115 55 900


160 90 55 650 186 80 60 SOO
IÓI 90 45 SOO 187 85 65 63O
162 1 10 S2 65O ¡188 75 35 (6.)
163 125 x 85 (0 ¡189 80 1 10 (7)
164 IÓOX 150 60 1,5201190 70 40 260
165 97 60 63O 191 120X 100 5o 820
166 72 42 (2) 320 192 125 60 1,020
167 220 80 I.420 '93 115 x 105 5o 750
168 85 (3) '94 115 45 750
169 140 X 100 70 I,460 195 100 65 750
170 80 x 60 40 265 196 115 30 (8)
171 115 42 (4) 197 130 45 (9)
172 1oox 90 42 7001198 85 55 585
173 100 52 950 199 95 x 75 32 (10)
1/4 USX So 4o 575 200 112 x 100 30 (»)
'75 130X 105 60 i,33o 201 97 x 80 55 515
176 125 45 925 202 95 x 85 35 325
177 145 40 1,35o 203 70 37 250
178 1Sox 120 80 (5) 204 75 x 65 20 160
|
179 IOO 80 1,325 205 80 x 70 25 (12)
180Í 140 37 95o 206 65 35 225
181 j 1 10 60 950 207 62 35 175
182! 90 x 70 520; 208 55 25 80
183; 80 50 510 209 95 x 75 30 230
1841 ioo| <''5i I,200|j2IO 55 25 125

Existen en el Museo once piedras de horadacion in


conclusa, que no las hemos tomado en consideracion.

(1) Sin peso por faltarle un fragmento.


(2) Estraida de un jentüar o cementerio de jentilcs o indios, en Sica-Sica,
Bolivia.
(3) Sin peso por faltarle un fragmento.
(4) Id. id. id.
(5) Id. id. id.
(6) Id. id. id.
(7) Sin peso por ser una piedra a la cual faltan caracteres de antigüedad.
(8) Sin peso por la razon anterior.
(9, 10, II, 12) Sin peso por estar incompletas.
258 A. CAÑAS PINOCHET

COLECCION DEL MUSEO DEL LlCEO DE VALPARAISO

D1ámetros Altura Peso D1ámetros Altura Peso


N.° en en N.° en en
en milímetros mm. en milímetros ■mm,
gramos gramos

I I20 45 80O 6 I8OX 170 IOO 2,050


2 IIOX IOO 65 970 7 150 75 1,850
3 I2C 55 960 I50X I4O 70 1,890
4 130X125 5o I,28o 9 1oox 95 55 87O
5 I20X IOO 70 I,36o 10 160X 140 70 I,9O0

Coleccion del doctor don Franc1sco Fonck (i)

1 17OX I20 85 2,270!! 20 115 x 110 45 950


2 150 I20 4.150 21 90 85 1,025
3 125 IOO (2) 22 105 x 90 75 775
4 H5X 135 85 2,025 23 80 x 70 60 535
5 135X 125 90 2,400 24 75 < 70 75 600
6 155 x 150 90 2,750 25 125 x 80 45 525
7 130X 1 10 80 1,420 26 105 x 90 5o 625
(3)8 I2C 85 2,100 27 IOO x 85 45 400
9 I20 55 1,140 28 90 x 85 40 450
10 115 80 1,725 29 95 x 85 625
11 U5 95 i,95o 30 125 87 I-95C
12 145 x 122 75 2,050 31 125x 115 55 1,25c
13 135 x '3o 60 1.725 32 120X 95 45 725
14 I35X 115 85 2,020 33 1 15 x 105 45 750
15 125 50 850 34 55 x 45 20 ICO
16 105 95 1,525 35 65 x 55 30 180
17 125 x 1 15 70 1,100 36 145 40 1,350
18 I27X 115 65 1,475 37 IOO 80 1,325
19 117 55 1,000 38 80 50 510

(1) El sabio doctor Fonck, con cuya amistad nos


honramos, vive en Quil-
pué dedicado al estudio de la medicina i a la jcograf1a, antropología i etno
grafía chilenas, sobre cuyas ciencias ha hecho importantísimas publicaciones
(2) Sin peso por estar incompleta.
(3) De horadacion lijer.1mente cónica.
LAS PIEDRAS HORADADAS 259

Colección del Autor


1

Diámetros Altura ¡ Peso Diámetros Altura Peso


N.° en en N." en en
en milímetros mm. 1 gramos en milímetros mm. gramos

1 • í
1 15OXI4O IOO 3,160 33 72 47 465
2 I50Í 85 2,800 34 60 5o 350
■t x
1 50 x 140 75 2,445 35 45 35 IO; 30
4 13OX I20 75 1,950 36 50 8 (2) 32
5 I20 50 1,200 37 IOO 65 820
6 no; 55 960 38 105 x 95 45 720
7 90 55 520 39 65 x 55 25 I30
8; 95 x 75 35 270 40 64 x 40 40 165
9 90 30 200 4i 150 60 1,920
10 1 17 x 102 «5 1,650 42 no x 1 20 65 I.OOO
II 87 35 370 43 1oox 65 40 3IO
12 95 x 70 60 580 44 80 x 70 45 300
13 85 30 320 45 66 x 60 25 59
'4 roo x 85 32 440 46 150 65 2,190
15 87 45 520 47 85 35 375
l6 80 45 350 48 9" 55 520
17 120 80 1,400 49 115 40 600
18 90 x 85 40 400 5o 100 30 450
19 140 x 105 60 1,800 5' 150 50 1,458
20 . 280 75 5,98o 52 I 20 x 115 70 1,210
21 100 75 1,050 53 135 80 1,960
22 70 60 520 54 1 30 x 115 85 1,500
23 5? 25 115 55 170 70 2,602
24 9" 55 830 56 160 75 2,288
25 1 10 40 '750 57 130 65 i,115
26 125 x 105 70 1,250 58 110 5o 800
27, 70 40 255 59 IOO 55 600
28; 70 32 2151 60 IOO 50 572
29 105 65 1,030 61 IOO 62 820
30 0) 62 105 x 95 45 720
51 i8ox 150 72 2,740 63 65 x 55 25 130
52 100 5° 465

(1) Sin tomarse en consideracion por faltarle una parte.


(2) Las piedras horadadas que figuran en los números 35 i 36 i que pesan
30 i 32 gramos, respectivamente, son las menores de todas las que nos han
servido para este estudio. Estas piedras, por su tamaño i por su peso, no
han podido ser útiles para nada que nu Cuera formar parte de un sistema,
munetariu.
26o A. CAÑAS PIN0CHET

Diámetros Altura Peso Diámetros Altura Peso


N.o en en N.» en cu
en milímetros en milímetros
mm. gramas mm. |¡ gramos

7& 90I
64 1So 90 2,9IO 69 145 2,540
65 '45 IOO 2,08o 70 IOO I.OOO
66 150 80 2,600 7' 105 1,200
x 2,lIO 120 x 95
" r

1
67 155 135 85' 72 33 870
68 I50X X IOO 45, 620

15
135 1.79o: 73

1
_J
<35;

I
)
(
_

i
Estas mediciones, intencionadas como fueron buscar

a
factores que diesen consistencia opinion que veni

la
a
mos sustentando, nos han proporcionado datos preciosos
que vamos exhibir que contribuirán a disipar las du
a

i
das con que habrá sido estimada por alguno nuestra hi
pótesis de funcion de monedas que desempeñaron, en
la

su oríjen, las piedras horadadas.


Ha resultado de estas mediciones, que estas piedras
forman grupos ya de un mismo diámetro, ya de un mismo
alto o grueso, ya de un mismo peso, tal como sucede con
moneda metálica, en que se observa diferentes tipos o
la

tamaños de superficie, grueso peso, que corresponden


i

otros tantos valores respectivos.


a

Vamos manifestar las coincidencias agrupaciones


o
a

resultantes.

AGRUPACIONES QUE SE NOTAN POR EL DIÁMETRO,


ESTIMADO ÉSTE EN MILÍMETROS
De 55 milímetros se agrupan las números 208 210
i

del Museo Nacional; del Museo del Liceo de Val


la
9

de Coleccion del Autor (2).


la
la

paraiso 23
i

(1) Después de estaren prensa este trabajo hemos aumentado nuestra


coleccion hasta 73 piedras.
(2) Para abreviar, emplearemos continuacion las siguientes Indi
a

caciones equivalentes:
M. N. equivale Museo Nacional.
a a a

M. L. V. 11 Museo del Liceo de Valparaíso.


C. F. n Coleccion del doctor Fonck.
f

C. A. " Coleccion del Autor.


a
LAS PIEDRAS HORADADAS 26l

De 70 milímetros, las 190, 203 M. N.; 22, 28 C. A.


De 80 f. Jas 57, 59, 60, 63, 183, 186, 189
M. N.; 16 C. A.
De 100 milímetros, las 45, 147, 155, 173, 179, 184,
195 M. N.; 37 C. F.; 21, 37. 50, 59. 60, 61 C. A.
De 120 milímetros, las 51 M. N.; 1,3 M. L. V.; 8, 9
C. F.; 5. .7 C. A.
De milímetros, las 20, 30,41, 114, 123, 143, 158,
125
176, 192 M. N,; 3, 15, 30 C. F.
De 135 milímetros, las 9, 28, 119, 120, 152 M. N.:
53 C A.
De 140 milímetros, las 17, 116, 142, 180 M. N.
De 150 11 las 6, 8, 37.78, 105, 135, 138 M. N.;
; M. L. V.; 6 C. F.; r, 3, 31 C. A.
De 160 milímetros, las 1, 10, 19, 33, 106, 108, iti,
134 M. N.; 56 C. A.
De 170 milímetros, las 18, 103, 136 M. N.; 55 C. A.
De 180 11 las 3, 34, 40, i12 M. N.
De 190 11 las 23, 72 M. N.
De 200 n las 70, 7 r M. N.
Hai algun;ts de estas piedras lijeramente oblongas,
que, por consiguiente, tienen dos diámetros i en las que
tambien existen coincidencias.
Helas aquí:
De 1 50 x 140 milímetros, las 1,3 C. A. i 8 M. L. V
De 1óox 140 11 las 107 i 140 M. N.
I otras en que la f1gura oblonga es mas pronunciada
i en las que el diámetro de 140 milímetros les es comun.
Tales son:
Las 11úmero.i 7, 24, 80, 104, 144, 169 M. N.; 10
M. L. V.; r9 C. A.

AGKUPACIONE3QUESE NOTAN POR LA ALTURA O GRUESO,


ESTIMADO ÉSTE EN MILIMETROS

De 20 milímetros se agrupan las números 67, 69, 204


M. N.; 34 C. F.
De 25 milímetros se agrupan las 68, 98, 205, 208, 210
M. N.; 23, 39, 45, 63 C. A.
A. CAÑAS PWOCHET

De 30 milímetros se agrupan las 54, 64, 130, 132, 196


200, 209 M. N.¡ 35 C. F. ; 9, 13. 50 C. A.
De 35 milímetros se agrupan las 5 5, 63, 65, 94, 188,
202, 206, 208 M. N.; 8, 11, 47 C. A.
De 40 milímetros se agrupan las 6, 9, 48, 50, 51, 52,
58, 128, 133, 155, 170, 174, 177, 190 M. N,; 28 C. F.;
18, 25, 27, 40, 43, 49 C. A.
De 45 milímetros .se agrupan las 55. 59, 61 , 66. 84,
161, 176, 194, 197 M. N.; 20, 25, 27, 32, 33 C. F.; 15,
ió, C. A.
38, 62
De 50 milímetros se agrupan las 5, 40, 46, 56, 57, 6o,
88, 89. 122, 129, 1 54. 182, 183, 191' M. N.; 4 M. L. V.;
15, 26, 38 C. F.; 5, 32, 34, 51, 58 C. A.
De 55 milímetros se agrupan las 5, 45, 47, 76, 80, 83,
126, 131, 157, 160, 185, 198, 201 M. N ; 3, 9 M. L. V.;
9, 19, 31 C. F.; 6, 7, 24, 48, 59 C. A,
De óo milímetros se agrupan las 16, 18, 79, 85, 93,
99, 1os, 1 14, 123, 124, 153, 164, 165, 175, 181, 186, 192
M. N.; 13, 23 C. F.; 12, 19, 22, 41 C. A.
De 65 milímetros se agrupan las 13, 33, 44, 82, 90,
91, 95, 1 1 1, 149, 195 M. N.; 3 M. L. V.; 18
152, 184,
C. F.; C. A.
29, 37, 42, 46, 51
De 70 milímetros se agrupan laa 2, 3, 14, 26, 31, 42,
43. 77. 87. 1oo. io5- 1 12i 1 '5. 121, 125, 127, 169 M. N.;
5, 8, 1o M. L. V.; 17 C F.; 26, 52, 55 C. A.
De 75 milímetros se agrupan las 22, 23, 24, 25, 27,
41, 73, 107, 1 10, 1 16, 136, 150, 156 M. N.; 7 M. L. V.;
12, 22, 24 C. F.; 3, 4, 20, 2i, 56 C, A.
De 80 milímetros se agrupan las 8, 1 j, 12, 17, 29, 38,
72, 78, 103. 104, 106, 1 1 S, 178, 179 M. N.; 7, 10, 37
C. F.; 17, 53 C. A.
De 85 milímetros se agrupan las 4, 19, 34, 108, 117,
140 M. N.; t, 4, 8, 14, 21 C. F,; 2, 10, 54 C. A.
De 90 milímetros se agrupan las 7, 138, 139, 144 M.
N.,-5, 6C.F.
De 95 milímetros se agrupan las 15, 20, 21, 71, 74,
109, 1 13 M. N.; 1 1, 16 C. F.
De 100 milímetros se agrupan las 134, 137, 141, 151
M. N.; 6 M. L. V.; 3 C. F.¡ 1 C A.
LAS PIEDRAS HORADADAS 263

De 105 milímetros se agrupan las 1, 28, 70, 135 M. N.


11 1 10 se agrupan las 10, 142, 146, 189 M. N.
De 120 milímetros se agrupan las 147 M. N.; 2 C. F.
Las anteriores son todas las coincidencias de algun
valor; podría haber manifestado otras, como de 32, 42,
67, 77; pero ellas no habrian añadido mayor importancia
a esta demostracion i por esto las hemos omitido.

COINCIDENCIAS POR EL PESO, ESTIMADO ÉSTE


EN GRAMOS

De 2,602 gramos coinciden las 78 M, N.; 55 C. A.


II 2,400 II II 12, 103 M. Ñ.
II 2,300 .« II 13, 1 1 1 M. N.
II 2,220 II II 17, 18 M. N.
II 2,050 ll II 151 M. N.; 12 C. F.
II 2,020 II II 14 M. N.; 14 C. F.
II I.950 II II 1 1, 30 C. F.; 4 C. A.

II 1.925 II II 4, 26 M. N.
II 1,920 ll II 149 M. N.; 41 C. A.
ll I,900 II II i52M.N.;1oM.L.V.
II 1.725 II II io, 13 C. F.
II 1,650 ll II 120, 162 M. N.; 10
C. A.
II L525 II ll 117 M. N.; 16 C. F.
II
I.330 II II 121, 175 M. N.
II I,300 II II 7, 153 M. N.
II 1,140 II II 76, 77 M. N.
II I.020 ll II 125, 192 M. N.
II 1.OCIO II II 102 M. N.; 19 C. F.;
42 C. A.
II 96O II ll 3 M L. V.; 6 C. A.
II 950 II II 158, 180, 181 M. N.;
F.
20 C.
II 900 II II 9, 185 M. N.
II 85O ll ll 131 M. N.; 15 C. F.
II 80O II II 86, 115, 133 M. N.;
58 C. A.
264 A. CAÑAS PINÜCHET

De 750 gramos coinciden las 96, 193, 194, 195 M,


N.;33C.F.;25C. A.
II 7O0 11 II 45, 93, 172 M. N.
II 65O II II 160, 162 M. N.
II 63O '1 1' 165, 187 M. N.
II
625 II II 26, 29 C. F.
II
520 II II 182 M. N.; 1 5, 7.
48 C. A.
II 515 II II 51, 201 M. N.
II 500 II 11 161, 186 M. N.
II 465 II 11 52, 88 M. N.; 32, 33
C. A.
II 450 II II 57, 116, no M. N.;
28 C. F.; 50 C. A.
11
400 II II 55, 60,M. N.; 27 C.
F.; 18 C. A.
II 3'5 II II 54, 61 M. N.
II 225 II '1 48, 206 M. N.
II
'5° II II 67, ,32 M. N.

Despues de esta demostracion, en que se evidencian


tantas coincidencias entre sí i en que se ha visto que casi
no ha quedado piedra aislada; que concuerdan ademascon
los caracteres que afectan a la moneda moderna, coinci
dencias que no hanpodido resultar por razon alguna for
tuitas o casuales, sino como ¡eneradas de un sistema
regular de fabricacion, toda duda al respecto debe desa
parecer.
Con esta cadenade coincidencias queda demostrado,
que, ya por el diámetro, ya por la altura o grueso, ya
por el peso, se hallan, como las monedas de los sistemas
monetarios actuales, las monedas de piedra, estrecha
mente relacionadas; el diámetro, el grueso, i el peso rela
cionan entre sí a todas las monedas, i estas circunstan
cias les asignan sus valores respectivos.
Se deduce o se desprende tambien de esta demostra
cion, que la fabricacion de esta moneda obedecía a un sis
tema organizado o fijo, en que habia tipos que servían de
modelos en la fabricacion i para todos los valores.
LAS PIEDRAS HORADADAS 265

IV
LA MONEDA DE PIEDRA MODERNA

¿Pero ha habido o hai moneda de piedra? se me pre


guntará por alguno de mis benévolos oyentes.
Cuando hace unos ocho años me dediqué a pensar i a
escribir mis meditaciones sobre las piedras horadadas,
ignoraba si habria sido utilizada alguna vez o en pais
alguno la piedra como moneda.
Lo escrito i que vosotros habeis oido, es el resultado
de mis cavilaciones i de mis estudios.
Lo que vais a oir es todo lo que he hallado i descu
bierto en apoyo de la tésis que sustento.
Tened, os ¡o ruego, a bien oirme unos cuantos minu
tos todavía i concluiré:
Demos una mirada por la Oceanía.
La fabricacion de la moneda es, en cierto modo, entm
los micronecios una industria doméstica. Posee este pue
blo como dinero varias unidades de cambio de diversa
naturaleza, cuya importancia crece i se jeneraliza segun
el uso político de su valor, de manera que muchas veces
lo alcanza superior al de nuestro dinero. Piedras, trozos
de cristal, de porcelana, esmalte i cuentas constituyen la
moneda de estos territorios.
En las islas Palaos, que al parecer son el punto de irra
diacion de esta clase de dinero, distingüese siete especies
de él.
En las Carolinas encontramos un desenvolvimiento
análogo en el sistema monetario, pero en ellas la unidad
mas jeneralizada es la llamada fe, que consiste en gran
des trozos de piedra caliza granular, de un color amarillo
blanquecino, i en forma de ruedas de molino, de un ter
cio de metro a dos metros de diámetro, cuyo peso es a
veces de algunas toneladas. Su valor depende de su tama
ño, de su trabajo, etc., i varía entre 1 i 1,000 i mas do-
llars, de modo que con una sola de estas piedras puede
comprarse una cantidad determinada de taro o de cocoa
o adquirir una canoa, una casa, una porcion de tierras,
A. CAÑAS PINOCHET

etc., etc. Miklucho Maklay escribe, hablando de Yap:


(i)
Unos fes pequeños, perfectamente pulimentados i de for
mas perfectamente regulares que vi en las viviendas de
algunos caudillos valian mas que los grandes, irregulares
i mal pulimentados. En ninguna de estas piedras he en
contrado mas adornos que uno o dos círculos concéntri
cos o una línea en zig-zag trazada en el borde esterior; la
mayor parte de ellas carecian de este adorno i no esta
ban pulimentadas. La materia prima para hacerlas no se
encontraba en Yap sino en las islas Palaos i en éstas era
en donde se fabricaban. Hoi dia todavía está esta mone
da en plena circulacion i cada año muchas jemes distri
buidas en secciones van i vienen de las Palaos, a bordo
de los buques en busca de ella.
Como la confeccion de los fes exije mucho trabajo i
su trasporte muchos gastos, estas monedas de piedra
son, en la mayoría de los casos, propiedad de toda una
Municipalidad, siendo mui pocas las que pasan a ser
propiedad de los particulares.
Lo poco manuables que son estas monedas de piedra
hace que para el tráfico se empleen otras, tales como
sartas de conchas perleras (sar) i rollos de esteras (am-
bul) de tosca labor, cuyo valor varia segun las clases i
cantidad, no pasando nunca de 35 a 40 dollars. Todas
las clases sociales pueden poseer sar, fes i ambuls; en
cambio solo los caudillos tienen otra clase de moneda, el
gau (que es indudablemente la misma que el but1gau de
las Palaos), que consiste en distintas piedras pulimenta
das i torcidas, que ensartadas alternativamente,
almejas
constituyen un adorno para el cuello. El valor de estas
monedas depende de la menor o mayor escasez de ellas
i segun la menor o mayor distancia de los lugares en
que se las encuentra en las diversas islas entre Yap, Las
Palaos i Nueva Guinea (2).

Informaciones posteriores, suministradas por el vía-

(1) Ratzel, Las Rozas humanas, tomo I, páj. 464, 574.


(2) Ratzel, obra i capítulo citados.
T.AS PIEDRAS HORADADA? 267

jero español Arias Rodríguez, que publicó La Ilustra


i

cion Artística en el número correspondiente al 1.° de


Octubre de 1900, confirman la relacion anterior sobre la
existencia de las piedras horadadas en la Oceanía i el
concepto de moneda en que se las tiene.
Dice el citado viajero:
»Aquellos indíjenas (los de la isla de Yap), salvo rarí
simas escepciones, no conocen el valor de la moneda de
metal, pero sí el de las de piedra, consistentes en gran
des ruedas con un agujero en el centro, parecidas a pie
dra de molino. La riqueza de una ranchería o pueblo
está en el número i dimensiones de estas piedras, que
proceden de las islas Palaos...n
"Esas pesadísimas piedras, añade Arias i Rodríguez,
emiten un sonido metálico i carecen de inscripciones;
todas tienen un agujero en el centro, sin duda practi
cado para hacerlas de mas fácil trasporte (i).
Consta, como queda espuesto, la existencia de las
piedras horadadas en las islas Palaos i en las Carolinas;
consta la diversidad de tamaños como indicacion de va
lor de los diversos tipos, i consta que allí se las usa en
el concepto de moneda.

Con lo dicho hasta aquí hemos comprobado que nues


tra opinion tiene base sólida, i que, a no dudar, las funcio
nes de estas piedras fueron las que venimos sosteniendo.
Añadiremos todavía otras comprobaciones, puesto que
cuantas influyan en afianzar la conviccion que poseemos
i que deseamos sujerir, no estará nunca demas.

La moneda de gran tamaño como las de las Palaos i


las Carolinas, ha existido aunque escasa, entre nuestros
aboríjenes.

(1) La penúltima lámina que acompaña a este estudio representa


la ranchería de Roul en la isla de Yap, i allí se ve una gran piedra i a
la derecha otra mas pequeña, de las que se usan en las Carolinas como
moneda. Ambas son horadadas.
tomo xu1 20
268 A. CAÑAS P1N0CHET

En fundo San Javier de los señores Sotta Bena-


el
vente, situado en el departamento de Búlnes i a orillas
del Diguillin, existen patentes manifestaciones de haber
vivido algunas reducciones de indios, conservándose
hasta hoi señales de su existencias hasta una época re
ciente.
En esas tierras vivió Perquen, cuyo nombre
el cacique
se ha conservado por tradicion i cuyo sepulcro, cono
la
cido tambien, fué abierto para estraer de él los objetos
con que habian acompañado el cadáver en el acto de la
inhumacion.
Dentro del sepulcro se encontró el esqueleto mui de
teriorado por el tiempo inclemente del Sur, i allí se ha
llaba la piedra horadada de nuestra referencia, dentro
de cuya horadacion descansaba la cabeza del cadáver
espresado.
Estraida la piedra fué conducida a Concepcion i hoi
dia se halla entre la multitud de objetos que han hecho
un encanto de la Quinta Lourdes, perteneciente al vir
tuoso sacerdote don Dionisio Moraga.
Allí la hemos visto en las diversas ocasiones que por
estudio i por pagar afecciones amistosas hemos visitado
al señor Moraga.
Las particularidades de esta piedra son las que se es
presan:
Aspecto: Roca volcánica, negra, porosa, estremada-
mente dura.
Dimensiones: La piedra no es perfectamente circular
sino oblonga; mide 0.76 met. en el mayor diámetro i
0,54 m, en el menor. La circunferencia en el bordees
de 2. 15 m. i el grueso de 0.35 m. (1)

(1) La última lámina de las que acompañan a este estudio, que tie
ne 19 centímetros en su mayor diámetro, representa la cuarta parte
exacta de la piedra de que hablamos i sujiere una idea del tamaño
del orijinal.
Es reveladora esta coincidencia de hallarse en Chile i en la Oceaníi
de estas piedras horadadas, de tamaños no encontrados en otros paises,
haciendo las veces de monedas.
LAS PIEDRAS HORADADAS 269

La horadacion afecta la forma de un cono truncado i


algo aplastado en la base, con estas dimensiones:
Base: 0.28 x 0.24 m.
Vértice: o. 1 1 m.
Tiene una cintura o hundimiento o escavacion circu
lar, al rededor de la perforacion, con una circunferencia
de 1.47 m.
En el sitio en que se encontró esta piedra se hallan
otras cortadas de forma irregular i que tenían en algu
nos de los cantos, rayas o grabados de aspecto de escri
tura, que no se recojieron (i).
La gran piedra que acabamos de describir la hemos
llamado la Moneda polinesia, por su semejanza con las
que se encuentran en los archipiélagos de las Palaos i
las Carolinas, situados en aquella parte de la Oceanía,
por creer que alH tuvieron oríjen estas piedras i porque
sostenemos que la Oceanía fué la cuna de la poblacion
aboríjen de Chile, como lo comprobamos en un estenso
estudio que tenemos aun inconcluso.

Nuestros aboríjenes tuvieron tambien la moneda de


piedra en las llancas, de que nos dan noticia los misio
neros jesuítas Febres (2), Rosales (3) i Núñez de Pi
neda (4), de que se servían para pagar la pena afecta al
delito de asesinato.
Las llancas eran, segun Rosales, unas upiedras verdes
i negras variadas con vetas de uno i otro color, que es
timan (los indios) mas que los diamantes i esmeraldas, de
que no hacen cason. I mas adelante se espresa... uque,

( 1) Todos los datos de medicion de esta piedra que hemos llamado la


Moneda polinesia, los debemos a la bondad i entusiasmo de nuestro
estimado amigo don Nicasio Zulaica, que está relacionado con el
señor cura Moraga i que vive en la Quinta Lourdes. Le rendimos tri
buto de nuestro agradecimiento.
(2) Arte Je la lengua del Reino de Chile, palabras llanca i nagh
(3) Historia jeneral del Reino de Chile, tomo I, pájs. 133, 159.
(4) Cautiverio feliz.
A. CANAS PINOCHET

como hemos dicho, son unas piedras toscas verdes, que,


agujerean por medio i las ensartanu.
González de Nájera dice que neran unas piedras bru
tas sin alguna labor,£pulidez,£o forma, feas, bruscas i ca
vernosas, i aunque tiran a verdes, no son trasparentes... u
Febres solo las describe diciendo que las llancas eran
"unas piedras verdes que estiman muchon.
Cuando ocurría un asesinato, los caciques establecian
la culpabilidad del homicida i lo condenaban a pagar a
los deudos del muerto las llancas correspondientes, ni
cada sarta de estas piedras es una paga i cada muerte se
compone con diez pagasn, añade Rosales.
Febres nos dice que u!a muerte o asesinato de un ca
cique se cancelaba con doce pagas, que llamaban nagh-
llancas».
Aunque los cronistas no lo dicen, probable es que las
llancas no solo estuviesen destinadas al pago de los
asesinatos que cometiesen los indios, sino que se las em
plearía para solucionar todas las operaciones, mui limi
tadas como serian, de comercio entre ellos.
La llanca, en ■nuestro concepto, fué la moneda mas
perfeccionada a que alcanzó el sistema monetario entre
nuestros aboríjenes, habiendo sido la primera la piedra
comun que recibió la horadacion, la pulimentacion, etc.
Como todos los sistemas, i como el sistema moneta
rio en jeneral, el de nuestros indíjenas hizo tambien su
camino hácia la perfeccion, al que no alcanzó, po1«que
los peldaños del progreso lo recorren los pueblos primi
tivos con natural i esplicable lentitud.
Los pueblos cultos que descuellan en el globo, tuvie
ron la moneda primera en la piedra i siguieron con la de
madera, cuero, etc., hasta llegar a la moneda metálica,
en cuyo sistema domina la de oro, que ha sido hasta hoi
el mas precioso de los metales descubiertos.
¿Será siempre la moneda de oro la de mayor valor p
el oro el metal mas precioso entre los metales?
jQuién sabe!
La tierra está apénas desflorada en una millonésima
parte de su estructura superficial, i nadie puede adivinar
271

los secretos que el trabajo i las ciencias en el futuro pue


dan revelar.
Acaso en un porvenir próximo o remoto nuevos des
cubrimientos vendrán a cambiar o modificar el prestijio
del oro o a destronarlo del sitio en que todos lo hemos
colocado.
I cuando esto haya sucedido, el sistema monetario ac
tual habrá dado otro paso.

#
# *

¿Pero qué dió el valor de moneda a estas piedras, se


dirá, ya que cualquiera piedra pudo haber sido considera
da como moneda?
Tres condiciones dieron a estas piedras el carácter de
moneda, que son:
La configuracion,
La pulimentacion,
La horadacion, (i)
Al disco de metal, de que se fabrica la moneda moder
na, le imprimen valor de moneda tres condiciones tam
bien:
La configuracion,
La pulimentacion,
La acuñacion.
Así como un disco de plata del tamaño i peso del peso

chileno no tiene el valor de tal ántes de haber sido puli


do i acuñado, un disco de piedra no debió tener el valor
dado ántes de haber sido pulimentado i horadado.
Esto es evidente; i es digno de notarse que coincidan
aun en estas condiciones la moneda metálica i la moneda
de piedra.

(1) Segun Riche, la materia que sirve para construir la moneda debe
conservarse sin alteracion, a fin de poderla utilizar como objeto de cul
to i de ornamento, corno arma, así como instrumento de trabajo. La
piedra ha llenado todas estas ex1jencias, incluso la de haber servido en
muchos pueblos como objetos de culto. Afánate, mcdailks et ét/oux,
cap. I.
27< A. CAÑAS P1N0CHET

Así como en los sepulcros, las piedras horadadas se han


hallado en los campos i gran número de ellas en las cor
dilleras i en los pasos que conducen a los territorios ar-
jentinos.
Nuestras investigaciones nos informan que en las
tamberlas de la cordillera, que no fueron otra cosa que
los paraderos de los traficantes por aquellas rejiones, se
han encontrado i se encuentran aun; de donde, si no se
las ha recojido, se debe a las dificultades que i1nponen su
trasporte o por el ningun interes que han inspirado.
¿Cómo esplicar este desparramo de las piedras?
La esplicacion de esta circunstancia la encontramos
natural i de gran evidencia.
La moneda ha sido la compañera necesaria, indispen
sable i por consiguiente inseparable del hombre. A donde
quiera que éste vaya, sea al polo o al ecuador, sea que
emprenda un corto o largo viaje, la moneda va con él.
Cuando las razas que usaron la moneda de piedra
desaparecieron por algun cataclismo o abandonaron las
rejiones en que se han hallado o cuando la sustituyeron
por la moneda de otra materia, dejaron en los campos
la moneda en parte o en su totalidad, talvez por ser de
difícil trasporte o por innecesaria i de allí el que se las
halle hoi desparramadas por do quier.
Su presencia en los pasos de las cordilleras i en las
tamberías, induce a pensar que allí se encuentran o deja
das por las razas que por esos caminos emigraron o que
el comercio con los pueblos de ultra cordillera obligaba
a llevar por esos lugares esta moneda.
Cuando con el trascurso de los tiempos i con las in
vestigaciones de la ciencia se haya averiguado qué pue
blos vivieron en un pasado remotísimo en estas comar
cas i cuándo fueron labradas estas piedras, se podrá decir
a punto cierto por qué se han hallado sembradas por casi
todas las rejiones de este vasto continente.
Por hoi si avanzamos esta opinion, es porque ella es
la única que reviste caractéres de evidencia.
LAS PIEDRAS HORADADAS 273

Pero quién inventó esta moneda, a qué pueblo sirvió, ■

en qué época fué fabricada, se preguntará.


iQuién sabe!
La América, en sus oríjenes, es todavía un misterio,
nadie puede decir aun qué razas la poblaron orijinaria-
mente ni cuántos siglos ha vivido el hombre sobre su
suelo, ni solucionar muchos otros problemas con este
continente relacionados.
Los tiempos históricos datan de ayer; todo lo que de
su pasado sabemos lo hemos deducido de las costum
bres, de la tradicion incompleta conservada por los abo-
ríjenes, de sus ritos, de su lengua, de los monumentos
i ruinas que halló aquí el conquistador i que fueron in

terrogados en seguida.
En casi todos los pueblos la tradicion jenésica no ha
existido, se ha borrado de la memoria de los hombres,
i documentos del pasado que certifiquen sus oríjenes no
existen i talvez no han existido jamas.
Esto, no obstante, nadie podrá afirmar la no existen
cia en América, en un pasado remotísimo, de pueblos
mas cultos i civilizaciones mas perfeccionadas, que caye
ron despues en la barbarie.
Los pueblos avanzan i retrogradan i llegan al pináculo
del poder i la cultura para caer despues hasta en los
abismos de su oríjen. Ejipto, Grecia, Roma i Babilonia,
para no ir mas allá, son testimonios aun vivos de la
inconstancia del poder i cultura de las naciones.
La falta de monumentos que informan el grado de
adelanto de un pueblo, no es razon para negar que haya
habido ántes un pueblo que habitara estas comarcas.
Quién ántes del pasado siglo pudo suponer la exis
tencia del pueblo ario, ese pueblo que vivió, sin dejar
monumento alguno, ni casi huellas de su existencia, diez
mil años en Europa i cuya existencia se ha comprobado
por el estudio de las costumbres, de la relijion, de la
jurisprudencia i principalmente por la filolojía comparada.
El campo de las investigaciones no tiene otro límite
que el del criterio i el raciocinio humanos. Quién sabe
si mañana la ciencia, que es infatigable, no nos revelará
274 A. CAÑAS PINOCHET

todo el pasado de la América i no nos mostrará las razas


que la habitaron, de dónde procedieron, cuál el estado de
cultura que alcanzaron, cómo desaparecieron i nos apun
tará las causas del retroceso i de la barbarie en que
yacian en los tiempos en que fueron descubiertas.
Quién sabe si estas piedras que certifican una grande
antigüedad no vendrán a ser un factor comprobante de
la existencia de un pueblo de remotísima fecha, que ha
bia alcanzado cierta cultura, que practicaba el comercio
i que usaba la moneda de piedra en la solucion de sus
operaciones.
El mas allá existe i allá llegaremos seguramente al
gun dia.
La moneda de piedra sirvió sin duda a ese pasado
ignoto, a esas razas desconocidas que pasaron por esa
larguísima edad que llamamos Edad de Piedra i que tai-
vez, como el pueblo ario, no salieron de esa edad.

Señores:
He llegado, despues de no corta jornada, al fin de este
trabajo
Ignoro si a vuestro juicio habré resuelto con acierto
este problema que ha preocupado a muchos de esos hom
bres que buscan en el estudio de los tiempos pasados la
esplicacion de lo que se presenta a sus ojos en los tiem
pos presentes.
He puesto al servicio de una solucion acertada largos
dias de trabajo, largas horas de meditacion i estudio i
creo haber herido la dificultad.
Vosotros que me habeis oido podreis decir si he o no
acertado.
r
t

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