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FACULTAD DE

COMUNICACIONES
CARRERA DE COMUNICACIÓN Y PERIODISMO

Estudiante:
Valeria Nicole Chávez Valera

Profesor:
Luis Eduardo García

Curso:
Taller de Periodismo Narrativo

Trujillo – Perú

2020
1. PERFIL

Confianza en tiempo difíciles


La fe en Dios protege la salud de una mujer y su familia

Muy pocas personas conocen cómo son las calles durante la madrugada, quienes lo
hacen es porque tal vez llegaron de viaje a esa hora, o salen de una fiesta, o tienen que
salir por alguna emergencia. A esa hora en la que no se escucha ningún claxon, en la
que no se escucha ni un solo trino de un ave, muchas personas se despiertan para
empezar su jornada de trabajo. Carmen es una de ellas. Pero ¿quién puede empezar
a trabajar a las tres de la mañana? La respuesta se encuentra en los alimentos que
tienes en casa, pues son los vendedores de los mercados quienes se despiertan durante
la madrugada para que luego tengamos algo de comida que llevar a la boca. Puede
parecer tan insignificante, ya que todo esto pasa desapercibido, pero en realidad el
trabajo de estos mercaderes es arduo.

Cuando aún no son las ocho de la noche, ella ya está terminando de preparar la cena,
generalmente avena o quinua, para que quede para el desayuno del día siguiente.
Luego de cenar se va a descansar, a renovar energías para todo lo que le espera dentro
de unas horas. Casi a las 3 de la madrugada empieza su día. Se levanta de su cama,
se empieza a alistar con ropa deportiva, algo cómodo y abrigador, pues el aire de la
madrugada siempre suele ser frío. Pero a diferencia de otros meses, no solo se protege
del frío, sino también del peligro invisible al que está expuesta por la índole de su trabajo.

Cada día que pasa se expone a un peligro inminente, su trabajo le exige tener que tratar
con personas todo el tiempo, desde el momento en el que sale de su hogar en busca de
un transporte público con destino a un centro de abastecimiento mayorista donde
compra lo necesario para vender en su puesto del mercado “La Unión”. El lugar en el
que generalmente suele comprar es la Hermelinda, donde parece ser un día
completamente normal, como si hace poco tiempo no hubiera sido el mayor foco
infeccioso de coronavirus en la ciudad de Trujillo. Ese es lugar a donde ella se dirige
tres veces a la semana, llevando una simple mascarilla, una botellita de alcohol y
guantes que amenazan con romperse en cualquier momento por ser estirados un poco
más de lo debido. Y ese es solo el principio del peligro.

Si bien ya se siente menos expuesta cuando sale del


perímetro de la Hermelinda, el peligro continúa y ella lo Más de 223
sabe. Pues está bien, ya está fuera del mayor foco de comerciantes del
contagio, pero eso no quiere decir que no está dentro de
mercado La
otro. Todos los mercados son lugares peligrosos, todo
lugar público lo es, pero es su trabajo y tiene que seguir Hermelinda dieron
adelante. Ahora ya no es solo el esfuerzo que hace para positivo a la prueba
llevar sacos de tomate, cebolla y otras verduras, sino de COVID-19
también el esfuerzo en protegerse del virus que cualquiera
de sus compradores puede estar portando. Ella nunca
sabe si la persona que le está pagando con esa moneda de 5 soles está infectada.

Con más de 1500 puestos, es difícil mantener el distanciamiento social obligatorio en el


mercado “La Unión”, no solo por la cantidad de gente que trabaja dentro sino también
por la infraestructura del mismo. Con pasillos angostos, que no miden más de 2 metros,
es casi imposible no toparse de cerca con alguien que pueda estar contagiado.

El miedo con el que vive está presente durante cada minuto que pasa en el mercado,
un miedo latente porque sabe que se puede contagiar en cualquier momento por algún
descuido muy pequeño. Sabe que la mascarilla no es segura del todo, que puede hacer
cualquier mal movimiento y tocarse alguna parte de la cara con sus manos
contaminadas por el dinero que pasa de mano en mano y contraer la enfermedad. Ha
sido testigo de cómo muchos de sus “vecinos” de puesto han ido abandonando poco a
poco el mercado por haber salidos positivos en las pruebas que se realizan
mensualmente para descartar la posibilidad de estar contagiados. De lo bulliciosos y
alegres que eran los pasillos del mercado, ahora solo quedan corredores vacíos y
silenciosos con algunos puestos abiertos.

Se contenta con la poca ganancia que tiene ahora en comparación a la ganancia que
solía tener hace unos meses, eso es más que suficiente pues le alcanza para poder
satisfacer las necesidades de ella y de su familia. Con lo que ella y su esposo ganan en
el mercado les da para vivir bien con sus hijos y su madre.

“Dios siempre provee lo justo y lo necesario”

En momentos de dificultad se tiende a cuestionar la bondad de un dios, pues permite


que momentos como las que vivimos en estos últimos meses pasen. Pero para alguien
como Carmen esto no entra en discusión. Su fe la lleva a creer en Dios con mucha más
fuerza que antes. Educada en un hogar donde la religión evangélica regía cada uno de
sus días, no se permite poner en duda la voluntad de quien para ella es el creador de
todas las cosas.

Luego de una jornada de trabajo de aproximadamente 10 horas, empieza a alistarse


para ir a casa. Alista en una bolsa algunos productos que ella cree que ya no se podrán
vender para llevarlos a su hogar y aprovecharlos antes de que se echen a perder. Y con
el mismo, o incluso más, cuidado llena otra bolsa similar a la suya. Minutos más tarde
comenta que es para unos hermanos de la iglesia que pasan necesidad a consecuencia
de los hechos ocurridos recientemente. Luego de tener todo listo y ordenado, se dispone
a cerrar el puesto para posteriormente tomar el transporte hacia su hogar, un lugar
donde el trabajo no termina.

En el trayecto a casa va pensando en las cosas que tiene que hacer en cuanto llegue,
todo el protocolo que ella misma se ha establecido para proteger a su familia en caso
haya traído algo contaminado con el virus a casa. Al momento de llegar se saca los
zapatos y así, descalza, ingresa hasta la zona de lavandería para quitarse toda la ropa
y empezar a lavarla. Luego de lavar toda la ropa que estuvo usando durante la mañana
y de haberse bañado, se dirige a la cocina a terminar de cocinar lo que su madre estuvo
haciendo antes de que ella llegara.

“Cuidar a mi familia, a mis hijos, es lo más importante para mí, sé que me expongo cada
día, y lo que menos quiero es que se contagien por mi culpa. Trato de mantener esta
rutina de aseo para protegerlos.”

La hora del almuerzo pasa, cumplió una vez más con su labor como madre. Sus dos
hijos están tranquilos luego de una buena comida. Su esposo llega unos minutos más
tarde pues se había quedado repartiendo la bolsa de víveres a un hermano de la iglesia
que no pasa por un buen momento económico. Como la buena y abnegada esposa que
es se dispone a servirle el almuerzo. Pero su labor en el día no termina ahí.

La tarde recién empieza para Carmen pues con paciencia ayuda al menor de sus hijos
con la tarea. La pandemia no solo ha complicado la vida de los padres de familia en
aspectos económicos y laborales. Sino que también ha complicado el aprendizaje en
los escolares. Si bien los profesores se dedican a preparar las clases virtuales y las
tareas que les dejan a sus estudiantes, los padres y madres son quienes hacen parte
de la labor. Es por eso que Carmen, pacientemente, pasa gran parte de la tarde con su
hijo Matías, de tan solo 7 años, que como todo niño es hiperactivo e inquieto. El enseñar
a su hijo y ayudarle a hacer las tareas no es una labor difícil para ella. Es cansada sí,
pero no difícil. El haber estudiado la carrera de educación inicial hace que hacerle
entender conceptos como sumas y restas a su hijo sea algo sencillo.

Es imposible no preguntarse ¿por qué habiendo llevado la carrera de educación inicial


no la ejerce? Algunas personas suelen abandonar lo estudios por falta de apoyo
económico, por falta de tiempo, etc. Pero en este caso es algo absurdo de explicar, si lo
vemos desde un punto de vista moderno es algo indignante para cualquier mujer que
quiere salir adelante ejerciendo una profesión. La razón es nada más ni nada menos
que el sometimiento de la mujer a su marido que la religión evangélica avala, por lo
menos, en sus miembros más radicales.

“Las mujeres deben estar en la casa con los hijos. Además, ganas más en el mercado.”

Esto fue lo que le dijo su esposo cuando ella consideró la posibilidad de sacar su título
profesional, algo que a muchas feministas de esta época les causaría un profundo
malestar y enojo. Sin embargo, debido a las costumbres evangélicas inculcadas en ella
desde pequeña, no cuestionó aquella decisión y no volvió a tocar el tema.

Cualquier persona que la haya visto alguna vez mientras hacía algún trabajo manual
para sus hijos se da cuenta de la vocación que Carmen tiene a esa carrera. En su
actitud, en su paciencia, en su habilidad para tratar con niños pequeños se nota el don
que tiene ella, sin duda alguna ella sería una excelente profesora. Pero
lamentablemente las cosas se dieron así, sus oportunidades se esfumaron y sin el
apoyo de su familia ni de su esposo tuvo que desistir sin siquiera poder sacar su título
universitario.

Las horas pasan y llega la noche. Parece que el día pasó demasiado rápido, pero para
quien ha estado trabajando sin parar desde la madrugada el día pasó muy lento. Luego
de haber ayudado a su hijo con las tareas y haber organizado un poco su casa, vuelve
a su rutina de siempre, a hacer la cena y desayuno del siguiente día. Aunque al siguiente
día no le toca ir a la Hermelinda, es decir, no tendrá que levantarse tan temprano de
nuevo, prefiere hacer el desayuno de una sola vez, así al otro día puede dormir un
poquito más.

Y así son sus días, agotadores, lo único que vale la pena para ella es que por lo menos
fue un día más sin haberse contagiado. Pero como no todo es perfecto, los precauciones
que ella mantenía no fueron suficientes para que el virus entrara en su hogar,
empezando por ella, quien se enteró del problema durante el descarte con pruebas
rápidas que se aplicaban habitualmente en los vendedores del mercado.
La sorpresa y la incertidumbre estuvo presente en el momento de la noticia, cualquier
persona pensaría que es algo obvio ya que las probabilidades de que se adquiera el
virus en un contexto así son demasiado altas. Pero para Carmen y su esposo fue algo
chocante, pues creían que sus medidas de higiene eran lo suficientemente seguras para
mantenerse a salvo de ese peligro invisible.

Muchas de las personas que padecieron la enfermedad fueron asintomáticas y muchas


otras sintieron muchos de los síntomas que caracterizan a este problema.
Lastimosamente, ella fue una de las personas que padeció los estragos del virus. El
dolor constante en la espalda y los pulmones era punzante, la fiebre y el cansancio
estaban presentes en diferentes momentos del día.

Aunque la presencia de los síntomas ya eran de por sí preocupantes para ella, lo que
más le preocupaba era contagiar a sus hijos y a su madre, una señora de casi 75 años
que no le importaba si se contagiaba o no porque al igual que Carmen, confiaba en la
voluntad de su padre creador. Cuando alguien pasa por momentos así, la fe y la
confianza se debilita, Carmen no podía confiar en que la voluntad de Dios era hacer que
su madre no se contagie, por lo que decidió encerrar a su madre juntos a sus hijos en
una parte de la casa.

Encerrarse a ella misma no era una posibilidad, su mamá es una persona mayor, no
quería que se sobre esfuerce atendiéndole a ella y a sus hijos. Además, si ella se
encerraba no tendría ingresos, su madre se vería obligada a salir para comprar comida
con el poco dinero que tenían, tarde o temprano se contagiaría también. Y eso era lo
que ella no quería, que su madre se exponga.

La casa de Carmen era la única casa, entre las casas de sus familiares, en la que aún
no había entrado el virus, creía que su madre estaría segura ahí, a pesar del riesgo que
su trabajo conllevaba. Pero no fue así, el contagio de Carmen complicó las cosas en su
hogar. Su esposo seguía trabajando aún cuando era muy probable que estuviera
contagiado.

Ella pasaba la mayor parte de su tiempo en su habitación, no quería hacer contacto con
las cosas de la casa, trataba de movilizarse lo menos posible dentro de ella, no quería
dejar el virus en todos lados. Realizaba los quehaceres como limpiar y hacer la comida
aún con el dolor que lo producía la enfermedad. Sus hermanos la llamaban con
frecuencia para saber cómo estaba, y obviamente, para saber cómo estaba su mamá.

Los días pasaron, el dolor fue disminuyendo, los cuidados también. Es como cuando
alguien empieza a hacer ejercicio y termina desistiendo en el intento. Poco a poco se va
bajando la guardia, ella se sentía completamente sana, su madre y sus hijos perdieron
el miedo poco a poco. Volvió al mercado a seguir trabajando, como si todo estuviera
normal. Ella se sentía normal así que era algo entendible.

Su rutina volvió a la “normalidad”, pero ya no con tantos cuidados. Seguía usando la


mascarilla más por rutina que por seguridad, los guantes fueron dejados de lado, la
botella de alcohol prácticamente vacía, la llevaba más por reglas del mercado que por
el hecho de sentir que aquel líquido transparente la iba a librar del virus que andaba de
mano en mano. Iba al mercado y volvía a casa, así día tras día.
Hasta que a su madre le empezó a doler el pecho. Ella y todos sus hermanos se
alarmaron, pues era casi obvia la causa del dolor. Sin saber mucho de medicina todos
daban el mismo diagnóstico. Como hijos, ella y sus hermanos no podían dejar a su
madre así, por lo que entre todos juntaron el dinero necesario para que se le hagan los
exámenes necesarios con el fin de saber con exactitud qué era lo que estaba pasando
y que poder hacer para prevenir lo que ellos creían que podía suceder.

“Ella se sentía culpable, lo sentí cuando me llamó para avisarme que mi mamá se sentía
mal. Pero nadie lo estaba haciendo, ella cuidó bien a mi mamá en todo este tiempo.”

Por la culpa que ella sentía, Carmen fue la que se encargaba de llevar a su progenitora
al médico. Gran parte de los gastos que se hicieron corrían por su cuenta. Tal vez sentía
que la causa de que su madre se sintiera así era su descuido luego de haber contraído
el virus y haberse recuperado. Luego de varios chequeos, citas y placas se dieron
cuenta que sí, que su madre había contraído el virus, pero que “gracias a Dios” había
sanado sin haber sufrido síntoma alguno, y que el dolor que tenía ahora eran solo
estragos del virus en su organismo.

Se sintió aliviada, todos se sintieron aliviados, pero principalmente ella. La culpa que
ella no admitía se esfumó de su cuerpo. Y decidió retomar un poco los cuidados, no
como al inicio de todo, pero sí mejor que luego de haberse recuperado. Agradecida con
Dios, en quien siempre confía, sigue feliz de no haber perdido a nadie de su familia
durante esta pandemia. Confía en él, pues es él quien hará que pase todo esto.
2. CRÓNICA

El hombre en el universo: nada en el


todo
¿Qué tan importante es el hombre en el universo infinito?

Nuestras vidas son monótonas y aburridas, vivimos estancados en una rutina constante
en la que todos hacemos lo mismo. Desde el momento en que nacemos nuestra vida
ya está marcada por algo a lo que podríamos llamar destino, pero que en sí no lo es. Es
algo más parecido a una imposición social aceptada por todos desde el momento en
que nacemos.
La vida humana se divide en cuatro partes. Nacer, crecer, reproducirse y morir. Es el
ciclo de la vida de cualquier ser vivo. Las dos primeras partes de nuestra vida la
pasamos estudiando. Esperamos sentados a que se nos impartan conocimientos que
supuestamente nos van a servir en la siguiente parte de nuestra vida. Luego de
aproximadamente 25 años empieza la tercera y penúltima parte de nuestra vida,
reproducirse. Las personas trabajan, se casan y tienen hijos. Hijos que necesitan
educación, lo que significa 25 años más de trabajo. Luego llega la última etapa, la
muerte.
Y así pasa la vida de casi todas las personas en el mundo. Obviamente no nos damos
cuenta de lo triste que es todo esto. Vivimos felices, en una burbuja, pensando que
vivimos la vida que deseamos. Cegados. No miramos más allá de nuestras propias
narices, nos ahogamos en nuestros problemas, mientras existen personas que se
ahogan en problemas ajenos en busca del bien de todos. Mientras alguien se da un
banquete con los platillos más caros que puedan existir, personas buscan en la basura
por algo que comer. O ni siquiera encuentran basura que hurgar.
El ser humano es un ser dominante por naturaleza, el deseo de someter al otro, de ser
mejor es algo que caracteriza al hombre. Por eso, el poder es anhelado por este,
convirtiéndose así en la raíz de todos los problemas de la humanidad. Si nos fijamos
bien, haciendo un recuento de los conflictos en la historia universal, gran parte estos se
dieron por la pugna por el poder.
Al estar tan ensimismados en nuestros problemas y en nuestra monotonía, encerrados
en los conocimientos básicos que nos son impartidos, no nos damos cuenta de lo que
sucede alrededor. No tenemos idea de lo insignificantes que somos, de lo pasajera que
es nuestra existencia, ni de lo que sucede fuera de nuestro planeta. Le damos valor a
cosas ínfimas que no se puede comparar con la grandeza de nuestro universo.
Vivimos con la idea de que somos los únicos seres que viven de una manera civilizada,
que no pueden existir personas similares a nosotros en el universo. No somos
conscientes que nuestra galaxia es tan diminuta como un grano de arena entre todos
los granos que conforman las playas y desiertos de la Tierra. Para entender esto
debemos comprender el tamaño de una galaxia y los elementos que las componen. Las
galaxias están formadas por estrellas, planetas, nubes de gas, etc. Nuestro planeta se
encuentra en el sistema solar, que es uno de los sistemas de los miles que existen en
la Vía Láctea.
Si tomamos en cuenta que nuestro planeta es un punto diminuto, casi invisible, en una
galaxia de los billones de galaxias que existen, las probabilidades de que existan seres
racionales como nosotros en cualquier parte del universo son muy altas. Es muy posible,
que en alguna galaxia lejana exista algún planeta que tenga las condiciones necesarias
para el desarrollo de la vida.
Si existiera vida similar a la humana en otros planetas, no necesariamente tendrían las
mismas características que nosotros. Probablemente se hayan adaptado a las
condiciones que tienen aquellos planetas. Así también, puede que estén tecnológica o
biológicamente más avanzados que nosotros. O puede que recién estén en proceso de
evolución y solo sean organismos unicelulares. Sea cual sea la situación en otros
planetas, es casi imposible que no exista vida en otras partes del universo.
En el espacio suceden y existen cosas que escapa de la imaginación humana. Mientras
acá, la fortuna de la persona con mayor riqueza es equivalente a 187 000 millones de
dólares, allá, a 50 años luz de la Tierra, existe una estrella de más de 4000km de
diámetro compuesta por diamante puro, que no podría ser comprada ni con todo el
dinero del mundo. Literalmente, una joya inalcanzable.
Mientras estás leyendo esto, miles de meteoritos están entrando a la atmósfera terrestre
viéndose como estrellas fugaces en diversas partes de nuestro planeta. Mientras estás
absolutamente quieto, en realidad te estás moviendo. La tierra está girando, no estás
en donde estabas hace un segundo. En realidad te estás moviendo junto a la Tierra, es
decir, a 1670km/h. Así de fascinantes son las cosas que suceden ahora.
A pesar de que el ser humano está sumergido en su rutina y en sus problemas, hay
quienes tienen curiosidad por lo que sucede en el espacio exterior. Pero el conocimiento
es infinito al igual que el universo. Así lo descubrió Edwin Hubble cuando en 1924, luego
de analizar los estudios previos de Vesto Melvin Slipher acerca de las nebulosas que se
alejaban del Sol, se dio cuenta que cuanto más lejos estaba
una galaxia de otra, más rápido se alejaban mutuamente. El cerebro humano
Desde este entonces se supo que universo seguías es similar al
expandiéndose, que la energía remanente del Big Bang seguía universo, la única
dejando rastro haciendo que las galaxias sigan alejándose. diferencia es que
Actualmente se sabe que el universo se sigue expandiendo a uno está
una velocidad de 67km/s. Eso significa que cada segundo nos conformado por
alejamos más y más de conocer el universo en su totalidad, es
neuronas mientras
prácticamente imposible conocerlo todo.
el otro por galaxias.
Además, no somos conscientes de las posibilidades de que la
vida, tal y como la conocemos ahora, cambie radicalmente si pasara alguna anormalidad
en el espacio. Hubo un tiempo en el que Venus tenía condiciones similares a la Tierra,
había agua, el clima era agradable, por lo que es probable que haya existido vida en
algún momento.
En el supuesto caso de que hubiera existido vida podría haber sido como la de nosotros.
Podría haber comenzado con organismos microscópicos diminutos que fueron
evolucionando hasta convertirse en seres pensantes como los humanos. Podrían haber
formado civilizaciones, desarrollado sentimientos y pensamientos. Podrían haber sufrido
al ser destruidos por la impetuosidad del espacio que convirtió a Venus en un verdadero
infierno con temperaturas que sobrepasan los 400°.
No se sabe a ciencia cierta qué pasó con Venus para que ahora sea un planeta
inhabitable, existen teorías pero ninguna completamente confirmada. Teniendo en
cuenta esto, nuestro planeta podría sufrir las mismas consecuencias en un futuro.
Probablemente no estemos aquí en ese entonces pero es importante conocer la
versatilidad del universo.
Lo que sí se sabe es que en el algún momento nuestro sol va a “morir”, algo que pasa
con todas las estrellas. Para esto, este se expandirá absorbiendo a Mercurio, Venus y
posiblemente también a nuestro planeta. Y luego, se reducirá hasta convertirse en un a
enana blanca. Obviamente, ninguna de las personas que viven en esta época estarán
vivas para presenciarlo. Es algo de lo que serán testigos las generaciones futuras, si es
que siguen aquí y no han migrado a otros planetas.
La composición del universo es uno de los más grandes enigmas del espacio. Los
planetas, estrellas, las nebulosas, entre otros elementos estudiados, solo forman parte
del 5% del universo. El 95% restante está conformado por materia oscura de la que se
tiene poco o nada de información. Aunque algunas personas creen que esta no existe,
los científicos tienen razones para creer en su existencia, pues sin la presencia de esta,
las galaxias no se habrían formado y la estabilidad en el universo sería completamente
nula.
El cosmos es todo un misterio, existen cosas que aún no se conocen del todo, hay
muchos vacíos, infinidad de espacios no explorados porque nuestra tecnología no es lo
suficientemente avanzada para conocer el espacio en su totalidad. Ni siquiera es posible
llegar y estudiar a profundidad planetas de nuestro propio sistema solar que, a
comparación del resto de cuerpos celestes en otras partes del universo, están
relativamente mucho más cerca.
Los únicos lugares en los que hombre ha podido estar además de la Tierra, son la Luna
y la Estación Espacial Internacional. Muchos de los astronautas que han podido
presenciar la Tierra y el espacio desde fuera se han quedado absolutamente
maravillados con la grandeza del universo. Davis Scott, tres veces comandante del
Apolo 15, comenta en su libro “Las dos caras de la Luna” que cuando vio a nuestro a
nuestro planeta en medio de la negrura del espacio levantó su pulgar y descubrió que
podía taparlo con su dedo. Exactamente de la misma manera en la que cualquiera de
nosotros jugó tapando el sol con un dedo.
Ver a la Tierra desde el espacio es algo maravilloso, observar lugares en los que jamás
has estado desde lo alto, ver como los volcanes se hacen diminutos, como las auroras
boreales se forman en el polo norte, en cada despegue se puede observar algo distinto
es lo que afirma Wendy Barrien Lawrence quien ha formado parte de cuatro
tripulaciones espaciales. Quienes han viajado al espacio han tenido el privilegio de
conocer la majestuosidad del universo, pero también se han llevado la triste sorpresa
de lo mucho que la humanidad daña a la Tierra. Desde fuera se puede ver cómo se
deforestan zonas como la Amazonía, cómo se contaminan los océanos o cómo los polos
se van derritiendo.
La mayoría de las personas desvalorizaría esto, pues es obvio que se está destruyendo
al planeta pero no conocen hasta qué punto esto está sucediendo. Es fácil hablar desde
el problema sin haberlo visto desde fuera. De la misma manera que se desestima el
impacto negativo de la humanidad al planeta, se desestima la labor de los astrónomos
en la vida cotidiana. El uso de celulares, GPS, pronóstico del tiempo, aviones, y todo lo
relacionado a las comunicaciones es posible por los avances que se dan en esta rama
de la ciencia.
El control del hombre con respecto a estos avances tecnológicos nos hacen parecer
capaces de alcanzar objetivos mucho más grandes. Sin embargo, seguimos muy lejos
de conseguir avances significativos en el descubrimiento del universo. Si quienes tienen
el poder en la Tierra se involucraran más en estos temas posiblemente los
descubrimientos serían cada vez mayores, pero como es típico en el ser humano, la
mayoría de estas personas están tranquilos con su vida monótona y superficial. No
obstante, los descubrimientos siguen haciéndose así sean a pasos pequeños.
A medida en que conocemos más y más de lo que nos rodea más nos vamos dando
cuenta del poco valor que tiene el hombre, de su insignificante existencia. Somos seres
fugaces, mucho más que una estrella fugaz. Somos tan pequeños como una pizca de
polvo en un universo infinito. Aunque, se podría decir que en realidad somos una pizca
de polvo del universo infinito. Porque nuestro origen está ahí, nuestro cuerpo ha sido
parte del cosmos desde hace muchísimos años y lo seguirá siendo aún luego de nuestra
muerte.
ANEXOS:

Ilustración 1: Pasillos vacíos del mercado La Unión durante la pandemia

Ilustración 2: Carmen ordenando las verduras en su puesto


Ilustración 3: Afluencia del mercado La Hermelinda durante la pandemia

Ilustración 4: Hombre observando el espacio


Ilustración 5: Neil Armstrong pisando la Luna. Fotografía tomada por Edwin E. Aldrin. NASA.

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