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Título: El seguimiento de la jurisprudencia de la Corte Suprema por los tribunales inferiores


Autor: Manili, Pablo L.
Publicado en: LA LEY 25/02/2021, 25/02/2021, 1
Cita Online: AR/DOC/4040/2020
Sumario: I. Introducción.— II. Doctrina del sometimiento simple.— III. Doctrina del sometimiento
condicionado como "deber moral".— IV. Doctrina del no sometimiento.— V. Doctrina del sometimiento
condicionado como "deber institucional".— VI. La aplicación obligatoria en la Constitución de 1949.— VII. La
doctrina del seguimiento cuasi obligatorio.— VIII. El caso de las sentencias previsionales.— IX. Los procesos
colectivos y las sentencias exhortativas.— X. Doctrina del seguimiento obligatorio.— XI. La doctrina que
aplican los tribunales inferiores.— XII. Análisis.
(*)

I. Introducción
Desde antiguo la Corte expresó en sus sentencias que su jurisprudencia es de seguimiento obligatorio por los
tribunales inferiores y más allá de las partes del caso en el cual se dictan. Lo hizo de distintos modos, con mayor
o menor vehemencia y con lenguaje más o menos elíptico, dado que el tema se relaciona directamente con el
sistema de control de constitucionalidad adoptado en la Argentina: si el tribunal ordenara en forma directa y
desembozada que sus sentencias son obligatorias, estaría aboliendo el control difuso de constitucionalidad para
transformarlo en uno concentrado (no obstante, en algunas ocasiones lo ha hecho, como veremos más abajo).
Ese sistema difuso de judicial review es un escollo estructural a la posibilidad de que el máximo tribunal ordene
el seguimiento obligatorio de sus fallos, aun cuando sea aceptable que pretenda uniformar la jurisprudencia para
no afectar el derecho a la igualdad de los justiciables.
El tema que analizaremos en este trabajo ha sido denominado también "efecto vertical de las sentencias",
por oposición al "efecto horizontal" que es el seguimiento de sus precedentes por la propia Corte a través del
tiempo. Si bien el análisis de la relación entre el efecto horizontal y el vertical excede los límites de este
artículo, haremos alguna breve referencia al tema porque el primero influye en el segundo, dado que, si la Corte
no sigue sus propios precedentes, no puede pretender que sean seguidos por los tribunales inferiores.
Para promover el seguimiento de su jurisprudencia por parte de tribunales inferiores la Corte acudió a
distintas doctrinas, que mencionaremos a continuación, partiendo de la base de una clasificación hecha por
Sagüés (1) hace varias décadas, a la cual agregaremos algunas categorías, para luego expresar nuestra opinión:
II. Doctrina del sometimiento simple
Es la que expresó la Corte en "Magdalena Videla" (2) de 1870, donde sostuvo: "los juzgados seccionales
deben ajustar sus procedimientos y resoluciones, a las decisiones de la Suprema Corte, que en los casos
análogos dice haciendo jurisprudencia". El fallo fue criticado por González Calderón (3) por su laconismo y
ambigüedad.
Casi un siglo después, en 1962, en el caso "Parpi y Cía. SRL", sostuvo que "...la supremacía de la Corte
cuando ejerce la jurisdicción que la Constitución y las leyes le confieren, impone a todos los tribunales,
nacionales o provinciales, la obligación de respetar y acatar sus decisiones" (4).
III. Doctrina del sometimiento condicionado como "deber moral"
En "Bernardo Pastorino" (5) de 1883 atenuó la postura referida en el punto anterior. Expresó que "hay un
deber moral para los jueces inferiores en conformar sus decisiones como la misma Corte lo tiene decidido en
casos análogos a los fallos de este alto tribunal, (y) él se funda principalmente en la presunción de verdad y
justicia que a sus doctrinas da la sabiduría e integridad que caracteriza a los magistrados que la componen, y
tiene por objeto evitar recursos inútiles, sin que esto quite a los jueces la facultad de apreciar con su criterio
propio esas resoluciones y apartarse de ellas cuando a su juicio no sean conformes los preceptos claros del
derecho...".
IV. Doctrina del no sometimiento
En 1920, durante una etapa caracterizada por el liberalismo de la Corte presidida por el Dr. Bermejo, se
dictó el fallo "Ferrocarriles del Sud c. Pedro V. Draque" (6). Allí la Corte sostuvo que "La facultad de
interpretación de los jueces y tribunales inferiores no tiene más limitación que la que resulta de su propia
condición de magistrados, y en tal concepto pueden y deben poner en ejercicio todas sus aptitudes y medios de
investigación legal, científica o de otro orden, para interpretar la ley, si la jurisprudencia violenta sus propias
convicciones; pero no les es lícito plantear la controversia en un terreno extraño a su investidura, juzgar
intenciones, atribuir propósitos, asumir, en fin, actitudes que no pueden manifestarse sino en desmedro de la

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dignidad de la justicia que representan.


V. Doctrina del sometimiento condicionado como "deber institucional"
En "Santín, Jacinto" (7) de 1948 la Corte manifestó que era incuestionable la libertad de juicio de los jueces
en el ejercicio de sus funciones, pero advirtió que esa atribución era tan cierta como la autoridad definitiva que
tenía la interpretación de la constitución por parte de la Corte Suprema, y "que ello impone, ya que no el puro
acatamiento de su jurisprudencia —susceptible siempre de ser controvertida como todo juicio humano en
aquellas materias en que solo caben certezas morales—, el reconocimiento de la superior autoridad de que está
institucionalmente investida".
En "Sara Pereyra Iraola" (8) de 1948 amplió esa doctrina al sostener que la prescindencia de los fallos de la
Corte Suprema "cuyo leal acatamiento es indispensable para la tranquilidad pública, la paz social y la
estabilidad de las instituciones, importa un agravio al orden institucional".
Ese mismo año, en "García Rams, Horacio" (9) dispuso que "La institución de un tribunal al que le es
encomendada como función exclusivamente propia de él la decisión final de las 'causas que versan sobre puntos
regidos por la Constitución' (art. 100 de esta), importa atribuir a la interpretación que este tribunal haga de ella
una autoridad que no es solo moral, sino institucional, es decir, que el orden de las instituciones de que se trata
reposa sobre ella. Y es patente que lo perturban los 'tribunales inferiores' qué prescinden pura y simplemente de
aquella, sin pretender que la singularidad del caso haga inaplicable lo decidido en la jurisprudencia de la Corte
Suprema, ni intenten reabrir, en recto ejercicio de la libertad de juicio que es, en principio, propia de los jueces,
la dilucidación del punto sobre el que dicha jurisprudencia se pronuncia".
Una variante de esta doctrina fue aplicada en 1959 en "Klappenbach" (10), donde expresó que "ningún
tribunal nacional o provincial puede olvidar o desconocer la necesidad institucional de respeto y acatamiento a
las decisiones de la Corte Suprema".
VI. La aplicación obligatoria en constitución de 1949
Esa efímera ley fundamental había establecido la obligatoriedad de los precedentes de la Corte en su art. 95:
"... La interpretación que la Corte Suprema de Justicia haga de los artículos de la Constitución por recurso
extraordinario, y de los códigos y leyes por recurso de casación, será aplicada obligatoriamente por los jueces y
tribunales naciona1es y provinciales...".
Cuando debió interpretar esa constitución, en 1950, la Corte señaló que "Las interpretaciones obligatorias de
la Corte Suprema son las hechas después de haber entrado en vigor la Constitución que así lo dispuso" (11).
Claramente se buscaba la sumisión de todo el Poder Judicial a lo que la Corte decidía, pero no en sus
integraciones anteriores, sino en la que estaba en ejercicio, que había sido renovada casi en su totalidad en 1946
después de cuatro juicios políticos a sus integrantes anteriores.
VII. La doctrina del seguimiento cuasi obligatorio
En 1985 la Corte dictó un fallo que pasó inadvertido para la mayoría de la doctrina pero que preanunciaba lo
que resolvería semanas más tarde. En el caso "Giorgi, Alfredo" (12) el tribunal expresó: "Aun cuando las
decisiones de la Corte no vinculan a los tribunales inferiores a los criterios por ella sentados, la circunstancia de
que los segundos dicten resoluciones que no se ajustan a la jurisprudencia del tribunal no puede constituir un
motivo descalificante de lo decidido. Máxime cuando no se expresan con la suficiente claridad los supuestos
argumentos nuevos que podrían implicar un nuevo examen de la cuestión".
El fallo "Cerámica San Lorenzo" (13) del mismo año, completó esa idea y resume la que a nuestro criterio es
la doctrina correcta: "No obstante que la Corte Suprema solo decide en los procesos concretos que le son
sometidos, y su fallo no resulta obligatorio para casos análogos, los jueces inferiores tienen el deber de
conformar sus decisiones a aquellas... Carecen de fundamento las sentencias de los tribunales inferiores que se
apartan de los precedentes de la Corte sin aportar nuevos argumentos que justifiquen modificar la posición
sentada por el tribunal, en su carácter de intérprete supremo de la Constitución Nacional y de las leyes dictadas
en su consecuencia, especialmente en supuestos en los que dicha posición ha sido expresamente invocada por el
apelante" (énfasis agregado).
De acuerdo con esta doctrina, la jurisprudencia de la Corte sería obligatoria, salvo que los jueces inferiores
encuentren, y expliquen en sus sentencias, nuevos argumentos para contradecirla. Huelga aclarar que esa
explicación debe ser lógica y objetiva y no puede estar fundada únicamente en valoraciones u opiniones
personales del tribunal inferior.
VIII. El caso de las sentencias previsionales
Cabe destacar que, en el marco del derecho de la seguridad social, la ley 24.463 de 1995 establecía en su art.

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19 que "La sentencia definitiva de la Cámara Federal de la Seguridad Social será apelable ante la Corte Suprema
de Justicia de la Nación por recurso ordinario, cualquiera fuere el monto del juicio. Los fallos de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación serán de obligatorio seguimiento por los jueces inferiores en las causas
análogas" (14). Se repetía la historia de la constitución de 1949: después de haber cooptado la Corte merced a su
ampliación y a las seis designaciones efectuadas a partir de 1990, se ordenaba el seguimiento obligatorio de su
jurisprudencia. Luego de diez años de vigencia, la primera parte de la norma fue declarada inconstitucional en
"Itzcovich" (15) de 2005, con lo cual la parte que establece el seguimiento obligatorio perdió mayor interés.
IX. Los procesos colectivos y las sentencias exhortativas
A ese complejo panorama que venimos estudiando se agregan dos elementos surgidos en las últimas
décadas que lo complejizan aún más.
a) Los procesos constitucionales colectivos son de distintos tipos, algunos fueron producto de su propia
decisión y otros como resultado de cambios legislativos y de nuevas tendencias en el derecho procesal
constitucional (16).
En "Ekmekdjian c. Sofovich" (17) de 1992 acogió una acción interpuesta por una persona que solamente
adujo pertenecer a un determinado culto para ejercer el derecho de réplica respecto de alguien que había
agraviado a ese culto con sus manifestaciones. Nació así el amparo colectivo, antes de que la reforma
constitucional de 1994 lo incorporara al art 43 CN. Pero ese amparo colectivo era en defensa de lo que en 2009
la Corte denominó "derechos individuales homogéneos", a diferencia del amparo colectivo que la reforma
constitucional incluyó para la defensa de derechos de incidencia colectiva.
En la causa "Monges" (18) de 1996 el tribunal volvió a fallar en un caso donde había en juego derechos
individuales homogéneos, pero sin nombrarlos. Sostuvo "La autoridad de la sentencia que declaró la nulidad de
la resolución de la Universidad de Buenos Aires, por la que se había dejado sin efecto la resolución de la
Facultad de Medicina que creó el curso preuniversitario de ingreso, rige para el futuro, y cada estudiante puede
proseguir hasta su conclusión el régimen por el que hubiera optado: curso preuniversitario de ingreso o ciclo
básico común".
En cambio, en 2006 en "Badaro I" (19) se negó expresamente a darle efecto expansivo a su sentencia en un
juicio que era análogo a otros miles, porque contenía el reclamo de un jubilado para el reajuste de sus haberes,
expresó: "Las consideraciones expuestas... se limitan únicamente al caso concreto reseñado: ese es el acotado
ámbito de debate traído en esta oportunidad a conocimiento del tribunal, en tanto no es propio del cometido
fijado al Poder Judicial en el artículo 116 de la Constitución Nacional dictar una sentencia con carácter de
norma general denegatoria de las disposiciones cuestionadas, pues ello implicaría sustituirse al Congreso en las
funciones que le son propias de mantener el equilibrio que armoniza las garantías individuales con las
conveniencias generales".
Cuatro meses después, en el caso "Massa" (20) de 2006 sostuvo lo contrario, dado que el tribunal actuó con
la pretensión de que la sentencia erigiera en una regla de derecho aplicable a otros casos distintos del sub iudice:
"corresponde que este tribunal, como cabeza del Poder Judicial de la Nación y habida cuenta del nítido carácter
federal de las cuestiones planteadas en las aludidas causas —que habilita su intervención en los términos del art.
14 de la ley 48— decida de modo definitivo las cuestiones tan largamente discutidas entre los depositantes y las
entidades bancarias" (21).
En "Halabi" (22) de 2009 la Corte introdujo finalmente los derechos individuales homogéneos, que es una
categoría que carece de todo apoyo constitucional. Lo hizo como si fueran una especie dentro de los derechos de
incidencia colectiva, ya que aludió a "derechos de incidencia colectiva relacionados con derechos individuales
homogéneos". Y sobre el efecto de la sentencia expresó "Cabe confirmar la sentencia que hizo lugar a la acción
de amparo interpuesta... declarando la inconstitucionalidad de la citada normativa y atribuyéndole carácter erga
omnes a la decisión, pues el fundamento de dicha amplitud en los efectos de la resolución no se halla solo en la
búsqueda, por parte del juzgador, de arbitrios tendientes a superar el escollo derivado de la arraigada concepción
individualista en materia de legitimación, sino que el verdadero sustento de la proyección superadora de la regla
inter partes, determinante de la admisibilidad de la legitimación grupal, es inherente a la propia naturaleza de la
acción colectiva en virtud de la trascendencia de los derechos que por su intermedio se intentan proteger"
(énfasis agregado).
Pero en "Thomas", de 2010, en una causa relativa a la ley de medios audiovisuales, sostuvo lo contrario
cuando comenzó a preparar el terreno para su posterior convalidación (lo cual ocurrió en 2013). Allí expresó
que una medida cautelar no podía tener efecto erga omnes: "... la decisión recurrida— suspensión de la
aplicación de la ley 26.522 que reglamenta los Servicios de Comunicación Audiovisual— neutraliza por
completo la aplicación por las autoridades competentes de una ley formal del Poder Legislativo, de modo que la
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decisión en recurso presenta gravedad institucional en la medida que trasciende aquel mero interés particular
para comprometer el sistema de control de constitucionalidad y el principio de división de poderes previsto en la
Constitución Nacional". Uno de los ministros agregó "Cabe revocar la sentencia que hizo lugar a la medida
cautelar... pues no aparece como un remedio proporcionado a la naturaleza y relevancia de la hipotética
ilegitimidad que se denuncia, no solo por la falta de adecuación entre la violación constitucional alegada y la
amplitud de la medida dispuesta, sino también porque, en la tarea de ponderación, el a quo debió haber
considerado que una cautelar que suspende la vigencia de toda la ley con efecto erga omnes, tiene una
significativa incidencia sobre el principio constitucional de división de poderes, por lo que su procedencia debió
ser evaluada con criterios especialmente estrictos".
Es decir que durante las últimas décadas se ha producido una jurisprudencia vacilante, sinuosa y pragmática,
en la cual la Corte reconoció o desconoció los efectos expansivos de las sentencias según su voluntad, sin que
podamos encontrar una línea unívoca o una doctrina consolidada de cuándo las sentencias deben tener ese
efecto y cuándo no. Podría afirmarse, después de "Halabi" que las sentencias dictadas en procesos relativos a
derechos individuales homogéneos tendrán efecto expansivo si se trata de temas no patrimoniales, porque así lo
afirmó el tribunal expresamente. Pero ello colisiona con lo que había expresado pocos meses antes en "Massa",
donde los derechos individuales homogéneos sí eran patrimoniales.
a) En las sentencias exhortativas, la Corte, además de solucionar el caso puntual traído a su juzgamiento,
emite un llamamiento o exhortación a los poderes políticos para que modifiquen una determinada norma (23): así
lo hizo en "Verbitsky" de 2005 relativo a las cárceles de la provincia de Buenos Aires, en "Badaro" de 2006 y
2007, referido a la movilidad de los haberes jubilatorios, en "Rosza" de 2007 referido a los jueces subrogantes y
en "Sosa" (24) de 2010, donde exhortó al Congreso a intervenir una provincia porque no cumplía con sus fallos
(el análisis de ellas excede los límites de este trabajo).
Este tipo de sentencias, además de solucionar el caso concreto y de tener un efecto directo en las partes,
tendrán un efecto mediato sobre toda la sociedad, si es que los poderes exhortados cumplen con la directiva
emitida por el tribunal, a la vez que adelantan cuál será el criterio para seguir por la Corte si se presentan casos
similares con aplicación de las normas cuya modificación o derogación aconsejó el tribunal
X. Doctrina del seguimiento obligatorio
En "Farina, Haydée" (25) de 2019 la Corte amplió su doctrina anterior en tres aspectos: (i) fue categórica en
cuanto a su voluntad de que los tribunales inferiores sigan sus precedentes, (ii) lo hizo en referencia a
precedentes sobre derecho común (es decir, no federal); y (iii) aclaró que esa obligación de los tribunales
inferiores existe aun cuando no exista ley que lo imponga. Transcribiremos varios párrafos de ese fallo por su
trascendencia:
-"Es inherente a la función constitucional propia de la Corte que, cuando ejerce la jurisdicción que la
Constitución y las leyes le confieren, imponga a todos los tribunales, nacionales y provinciales, la obligación de
respetar y acatar la doctrina constitucional plasmada en sus decisiones".
-"Las sentencias del tribunal cimero nacional deben ser lealmente acatadas tanto por las partes como por los
organismos jurisdiccionales que intervienen en las causas, principio que se basa primariamente en la estabilidad
propia de toda resolución firme pero, además, en la supremacía del tribunal (art. 108 citado) que ha sido
reconocida por la ley desde los albores de la organización nacional, garantizando la intangibilidad de sus
decisiones por medio de la facultad de imponer directamente su cumplimiento a los jueces locales —art. 16,
apartado final, ley 48—".
-"Si bien es cierto que la Corte Suprema solo decide en los procesos concretos que le son sometidos, los
jueces deben —aun frente a la inexistencia de una norma en tal sentido— conformar sus decisiones a las
sentencias del tribunal dictadas en casos similares, obligación esta que se sustenta en la responsabilidad
institucional que le corresponde a la Corte como titular del Departamento Judicial del Gobierno Federal (art.
108, Constitución Nacional), los principios de igualdad y seguridad jurídica, así como razones de celeridad y
economía procesal que hacen conveniente evitar todo dispendio de actividad jurisdiccional".
El fallo es todo lo categórico que podría ser y exige un seguimiento a rajatabla que puede desvirtuar el
sistema difuso de control de constitucionalidad. Mientras las doctrinas de la Corte sean protectoras de los
derechos fundamentales e impliquen un ejercicio adecuado del control a las ramas políticas del gobierno, no hay
mucho que temer de esta doctrina, pero ¿qué ocurre si la Corte se desviara de la recta interpretación de la
constitución y convalidara avasallamientos de derechos, como tantas veces hizo a lo largo de su historia?... Por
ejemplo, en la década de 2000, lo que salvó a los cientos de miles de ahorristas que iniciaron amparos por la
pesificación y reprogramación de sus depósitos fueron las decisiones de los tribunales inferiores que no
aplicaron los criterios de los funestos fallos "Cabrera" (26) y Bustos" (27) de 2004, que habían convalidado ese
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atropello. Esa peculiar circunstancia de nuestra historia demostró la utilidad del sistema difuso de control de
constitucionalidad, puesto que casi ningún tribunal inferior respetó la jurisprudencia emanada de esos fallos y
gracias a eso se protegió el derecho de propiedad de miles de afectados. Por lo tanto, si la Corte Suprema
estuviera integrada por dioses, esta doctrina sería saludable, pero como está integrada por hombres y, como
tales, falibles y —lamentablemente— susceptibles de ser cooptados por el poder político, consideramos
excesivo que la Corte exija un seguimiento a rajatabla de sus fallos. Máxime en el marco de un sistema de
control difuso de constitucionalidad, en el cual el constituyente NO dispuso que los fallos de la Corte generen la
derogación de una norma declarada inconstitucional y, si aplicamos esta doctrina como la ordena la Corte, una
declaración de inconstitucionalidad decidida por ella generaría, en los hechos, la derogación de esa norma.
XI. La doctrina que aplican los tribunales inferiores
Los ejemplos mencionados en el párrafo anterior (relacionados con los fallos "Cabrera" y Bustos") no
fueron la única ocasión en que los tribunales inferiores no siguieron la jurisprudencia de la Corte, sino que es
una práctica bastante frecuente, como surge de los ejemplos que colacionamos a continuación:
La Suprema Corte bonaerense lo ha dicho claramente en el caso "Olivera" (28) ya citado: "Si las sentencias
de la Corte Suprema de la Nación impusieran dependencia más allá de los procesos en que se dictaren,
equivaldrían, cuando interpretan leyes, a la ley misma y cuando interpretan a la constitución, a la propia
constitución. Pero el poder judicial no puede ejercer poderes legislativos ni constituyentes... es de la esencia de
la función judicial el deber de aplicar directamente la constitución y la ley, sin que estar normas deban ser
previamente interpretadas, con efecto vinculante, en otras sentencias judiciales en su momento dictadas para
resolver otros casos concretos".
La Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo sostuvo en 2004: "la sentencia... de la Corte, al carecer de
fuerza de casación, no obliga a esta alzada... como el alto tribunal no es organismo de casación, su doctrina no
es procesal ni sustancialmente obligatoria, porque si así fuese, bastaría con una sola computadora gigante... que
insertara en los casos el precedente indicado... La actividad jurígena del alto tribunal respecto de los estantes
emana de la seriedad de sus posiciones, lo que tornaría difícil rebatirlas. Al contrario, cuando os argumentos
utilizados son escasos o endebles, el precedente no obliga a nadie... ante los fallos de la Corte no existe un deber
moral de acatamiento porque el Derecho opera con normas externas y no con directivas interiores..." (29).
Refieren Rivera (h.) y Legarre (30) que pronunciamientos similares se han registrado en las Cámaras
Nacionales de Apelaciones en lo Comercial (que desconoció el fallo "Yacuiba" (31) de la Corte) y en lo Civil
(que no siguió la doctrina de la real malicia en materia de libertad de expresión). Agregan que los tribunales
inferiores a veces lo hacen en forma expresa y otras en forma implícita, incluso algunos han sostenido la
inconstitucionalidad de esa imposición.
Por ejemplo, la Cámara Federal de la Seguridad Social dispuso la inaplicabilidad del funesto precedente
"Chocobar" (32) en el cual la "mayoría automática" de la Corte de la década de 1990 convalidó una ley
previsional que congelaba los haberes jubilatorios y declaró la inconstitucionalidad de la norma legal que
establecía el seguimiento obligatorio de los fallos de la Corte en esta materia (analizaremos esa norma más
abajo). Lo hizo en autos "González, Herminia" de 1998 (33), con fundamentos contundentes. Cuando esa causa
llegó a la Corte, esta revocó la sentencia y recordó a los miembros de ese tribunal que solo en caso de existir
motivos novedosos y valederos se pueden apartar de la jurisprudencia sentada por ese tribunal (34): "Las
instancias ordinarias tienen el deber de conformar sus decisiones a las sentencias de la Corte dictadas en casos
similares, toda vez que esta tiene el carácter de intérprete supremo de la Constitución Nacional y de las leyes
dictadas en su consecuencia y median, además, razones de celeridad y economía procesal que hacen
conveniente evitar todo dispendio de actividad jurisdiccional".
Frente a la jurisprudencia de la Corte que, con un argumento u otro, ha ido perfilando ese deber de
seguimiento por los tribunales inferiores, estos han ido han ideado algunas estrategias para zafar de esa
obligación (sea institucional, moral, cuasi obligación u obligatoriedad lisa y llana), por ejemplo:
-Aclarar que los fallos solo son de seguimiento obligatorio en materia federal pero no en temas de derecho
común (35) (nótese que "Farina" de 2019 viene a ser una respuesta tácita a esa estrategia).
-Esbozar argumentos distintos de los utilizados por la Corte para fundar su desacuerdo con la doctrina del
tribunal cimero.
-Sostener que pueden apartarse si el fallo de la Corte es contrario a derecho (36).
-Argüir que pueden apartarse de una doctrina de la Corte cuando cambió sustancialmente su integración, lo
cual genera la posibilidad de que el máximo tribunal cambie esa postura (37).
XII. Análisis

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Existen razones a favor de ambas posturas, tanto la obligatoriedad como de la no obligatoriedad:


a) A favor de la obligatoriedad: Generalmente se esgrime (38): (i) la seguridad jurídica que acarrea la
unificación de la jurisprudencia; (ii) la economía procesal que se obtiene cuando los jueces inferiores deciden
del mismo modo que lo hace el tribunal supremo; (iii) la igualdad en los destinatarios de la jurisprudencia.
b) A favor de la no obligatoriedad: Se argumenta: (i) que el mayor albedrío de los jueces inferiores evita la
esclerotización del derecho judicial y refresca la jurisprudencia de un país; (ii) que sentenciar no es lo mismo
que legislar y, por lo tanto, si cualquier fallo de la Corte obliga "matemáticamente" a todos los jueces inferiores,
según Sagüés (39), ello equivaldría a una ley; (iii) que el acatamiento liso y llano no se compadece el control
difuso y no concentrado de constitucionalidad de las normas.
c) Posturas eclécticas: Bidart Campos (40) se sitúa en una posición equidistante, similar a la del seguimiento
condicionado: "Resulta un hecho indiscutible que, en principio, la doctrina de los fallos emanados del superior
tribunal de la Nación merece ser fielmente acatada tanto por razones de orden jurisdiccional como de economía
procesal, pero este principio no es absoluto, toda vez que los magistrados inferiores estarían potencialmente
legitimados para apartarse de su doctrina en la medida que controviertan sus fundamentos, ya que ninguna
norma escrita de rango constitucional consagra la obligación formal de acatamiento". Cueto Rúa (41), en sentido
similar sostenía que los jueces pueden rebatir a la Corte, especialmente "en materias altamente 'discutible', sobre
las que la opinión pública, la doctrina, y la jurisprudencia se encuentran divididas, un fallo de la Corte Suprema
con 'precaria mayoría' presenta signos de inestabilidad".
d) Nuestra opinión: hay que tener en cuenta lo siguiente:
-No hay norma alguna de la constitución (salvo durante la vigencia de la constitución de 1949, que duró solo
siete años) que establezca la obligatoriedad de los fallos de la Corte. Se nos podrá responder que tampoco había,
hasta 1994, norma alguna que confiriera facultades de los jueces para ejercer el control de constitucionalidad: es
verdad, pero en la arquitectura de la constitución de 1853 esa era la única salida (y la única interpretación
posible) en cuanto a la necesidad de que "alguien" ejerza ese control; mientras que aquí hay varias opciones
posibles y constitucionalmente válidas.
-El sistema de control difuso de constitucionalidad se transformaría en uno concentrado si ello funcionara de
ese modo y tampoco hay norma constitucional que instaure ese sistema. Ya hay dos excepciones a ese efecto
Inter partes de las sentencias en el caso de los procesos colectivos y de las sentencias exhortativas.
-Predicar de la jurisprudencia de la Corte la obligatoriedad lisa y llana concede a ese tribunal demasiado
poder y bastaría con que un gobierno coopte a la mayoría de sus miembros [como muchas veces ocurrió en la
historia argentina (42)] para que ello, sumado a la obligatoriedad de su jurisprudencia, genere una situación en la
cual el PE domina todo el sistema. Valga como ejemplo de ello lo ocurrido con el fallo "Bustos" de 2004 ya
citado.
-No hay dos casos iguales (43), con lo cual el seguimiento obligatorio de una sentencia dictada teniendo a la
vista ciertos hechos que nunca podrán ser iguales a los de otro caso, puede generar errores. Incluso, si bien los
casos presentados a partir de 2002 en relación con la pesificación de depósitos eran muy similares entre sí, en el
caso "Bustos" recién mencionado, la Corte debió buscar, entre los miles que tenía para sentenciar, uno donde el
ahorrista tenía más de un millón de dólares depositados para poder lograr una mayoría propicia a convalidar la
pesificación. Pero ese caso era uno solo en miles, ya que la mayoría de los ahorristas tenía, en promedio, menos
del cinco por ciento de esa suma.
-Hay que distinguir las interpretaciones que la Corte formula de normas federales y la que formula,
excepcionalmente, respecto de normas de derecho común. En el marco del REF, solo las primeras ingresan en
esta discusión puesto que la propia Corte ha reiterado innumerable cantidad de veces que la interpretación del
derecho común que formula el superior tribunal de la causa es la que ella misma va a aplicar. Solo
excepcionalmente ha interpretado el derecho común: cuando esa interpretación es inescindible de la cuestión
federal. En cambio, cuando la Corte falla en ejercicio de su competencia originaria, sostiene Ibarlucía (44) que
"no existen razones constitucionales para que los tribunales del resto del país, se sientan obligados a seguirlos,
toda vez que actúa en estos casos como un tribunal ordinario, haciendo aplicación, en muchos de ellos, del
derecho común".
-Si bien la Corte ha sostenido que las sentencias son un todo indivisible en cuanto a la recíproca integración
de su parte dispositiva con los fundamentos (45), hay que distinguir también entre el argumento principal
utilizado por la Corte para decidir un fallo (holding), los argumentos secundarios para fundarlo y las
manifestaciones accesorias o complementarias (obiter dictum) que el tribunal suele incluir (afirmaciones que el
tribunal vierte "al pasar" y que no son necesarias para la resolución del caso). Por ejemplo, señala Garay (46) que

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en "Siri" el argumento principal es la falta de orden escrita de autoridad competente, el secundario es la libertad
de expresión y derecho a trabajar, y el tercero es la necesidad de que los jueces restablezcan los derechos
constitucionales violados.
Con base en todos esos razonamientos concluimos que las doctrinas de la Corte obtendrán seguimiento por
parte de los jueces inferiores por sus propios méritos. De nada servirá que ella misma emita fallos disponiendo
que son de seguimiento obligatorio si la doctrina del fallo no es intrínsecamente aceptable para las valoraciones
medias de la sociedad y de la judicatura de las instancias inferiores. Si sus fallos contienen una doctrina
adecuadamente fundada en la constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos, si sus
sentencias encarnan una decisión independiente respecto de los poderes políticos, si sus argumentos son sólidos
y si la Corte respeta sus propios precedentes, serán seguidas por los jueces inferiores. Si no cuentan con esos
atributos y si demuestran parcialidad, seguimiento de las políticas coyunturales o si se apartan de la
constitución, no serán seguidas por los jueces. Por todo ello consideramos que la doctrina que hemos
denominado "de la cuasi obligatoriedad" que surge de la causa "Cerámica San Lorenzo" de 1985, ya citada, es la
más acertada.
(*) Doctor y posdoctor en derecho (UBA). Profesor de derecho constitucional en grado, posgrado y
doctorado de la UBA y varias universidades argentinas y extranjeras. Subdirector de la carrera de
especialización en derecho constitucional de la UBA.
(1) SAGÜÉS, Néstor P., "Eficacia Vinculante o no Vinculante de la Jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación", en ED, 93-891.
(2) Fallos 9:53.
(3) GONZÁLEZ CALDERÓN, Juan A., "Derecho Constitucional Argentino", Buenos Aires, Lajouane,
1926, t. III, p. 445.
(4) Fallos 252:186.
(5) Fallos 25:364.
(6) Fallos 131:105.
(7) Fallos 212:59 y en el mismo sentido 212:253.
(8) Fallos 212:160.
(9) Fallos 212:251.
(10) Fallos 245:429.
(11) Fallos 218:807.
(12) Fallos 307:671.
(13) Fallos 307:1094.
(14) La explicación de esa norma se relaciona con los avatares políticos de la época: el gobierno de turno
buscaba a toda costa reducir el gasto público y para ello echo mano a los haberes previsionales, entonces una
vez cooptada la mayoría automática de la Corte después de su ampliación en 1990, promovió la sanción de esta
ley para que todas las causas previsionales se acumulen en la Corte y lo que esta resuelva sea obligatorio para
los jueces inferiores. Una maniobra sumamente criticable.
(15) Fallos 328:566.
(16) Puede verse GOZAÍNI, Osvaldo "Las sentencias constitucionales en el sistema difuso" en GOZAÍNI,
Osvaldo, "Proceso y Constitución", Buenos Aires, Ediar, 2009, p. 72 y ss. y SBDAR, Claudia B., "Eficacia de
las sentencias constitucionales", en LA LEY, 2011-A, 816.
(17) Fallos 315:1492.
(18) Fallos 319:3148.
(19) Fallos 329:3089.
(20) Fallos 329:5913.
(21) Consid. nº 8 del voto de la mayoría, integrada por los Dres. Lorenzetti, Highton y Zaffaroni.
(22) Fallos 332:111.
(23) SAGÜÉS, Néstor P., "Las sentencias constitucionales exhortativas (apelativas o con aviso) y su
recepción en la Argentina", en LA LEY, 2005-F, 1461.

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Documento

(24) Fallos 333:1771.


(25) Fallos 342:2344.
(26) Fallos 327:2905.
(27) Fallos 327:4495.
(28) SC Buenos Aires, "Olivera, Enrique" en JA 1993-II:208.
(29) CNTrab., "Andrada, Roberto" en LA LEY, 2004-C, 571, entre otros.
(30) Rivera (h), Julio - Legarre, Santiago, "La obligatoriedad de los fallos de la Corte Suprema desde la
perspectiva de los tribunales inferiores"; en Jurisprudencia Argentina 2006-IV, ejemplar del 29 de noviembre de
2006. De los mismos autores puede verse "Naturaleza y Dimensiones del "Stare Decisis"", en Revista Chilena
de Derecho, vol. 33 Nº1, 2006, ps. 109 — 124.
(31) Fallos 327:5384.
(32) Fallos 319:3241.
(33) Publicado en LA LEY, 1998-F, 759.
(34) fallos 323:555.
(35) CNTrab., sala VIII, "Poblete, Aída", LA LEY, 2002-D, 33.
(36) Rivera (h) y Legarre citan como ejemplo el fallo de la CNFed. Cont. Adm., sala I, del 9/11/2004 en la
causa "Roger Martín", entre otros .
(37) CNFed. Civ. y Com., sala II, 27/3/1992, "Plus Ultra", en La Ley, 1992-C:216.
(38) Sagüés, Néstor, op. cit.
(39) Sagüés, Néstor P., "La vinculatoriedad de la doctrina judicial emanada de la Corte Suprema", en La
Ley, 2008-E, 837.
(40) Bidart Campos, Germán J., "Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino", Buenos Aires,
Ediar, 1993, t. II, p. 346.
(41) Cueto Rúa, Julio C., "Fuentes del Derecho", Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1997, p. 165.
(42) Por ejemplo en 1946, 1955, 1960, 1966, 1973, 1976, 1990, etc. Puede verse nuestro libro "Evolución
de la jurisprudencia de la Corte Suprema. 1863-2017", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2a edic., 2017, passim.
(43) Garay, Alberto F., "El precedente judicial en la Corte Suprema", en Revista Jurídica de la Universidad
de Palermo, Año 2, números 1 y 2, abril de 1994, p. 51
(44) Ibarlucía, Emilio A., "Sobre el seguimiento de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación",
en El Derecho Constitucional, tomo 2006, p. 215.
(45) Fallos 311 (II): 2120 y 311 (I): 509.
(46) Garay, Alberto, "El valor de los precedentes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la
Argentina", en Sabsay, Daniel A (director) y Manili, Pablo L. (coordinador), Constitución de la Nación
Argentina y normas complementarias. Análisis doctrinal y Jurisprudencial, Buenos Aires, Hammurabi, 2010, t.
4, nota al art. 108 CN, p. 355

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