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P e n e t r a c ió n id e o l ó g ic a
A diferencia de las modalidades consideradas hasta ahora,
la penetración ideológica apeló a mecanismos mucho más su-
tiles, a veces subliminales. Mecanismos que, operando sobre
un campo de percepciones, valores, actitudes, representacio-
nes y comportamientos sociales claramente asociados a los
sentimientos de pertenencia a una comunidad nacional, ten-
dieran a legitimar el nuevo patrón de relaciones sociales que
se venía conformando.
La penetración ideológica, junto con la cooptación y las di-
versas formas de penetración material del Estado, contribu-
yeron a crear la base consensual sobre la cual podía construir-
se un sistema de dominación. Si bien, inicialmente, el Estado
nacional se había edificado fortaleciendo principalmente su
aparato represivo, ningún sistema de dominación estable po-
día sobrevivir sin consolidar, a la vez, un consenso más o me-
nos generalizado acerca de la legitimidad del nuevo orden.
Después de todo, combinaciones variables de coerción y con-
senso han sido siempre las bases de sustentación de cualquier
esquema de dominación política.
Si bien la penetración ideológica del Estado nacional impli-
ca lograr que en la conciencia ordinaria de los miembros de
una sociedad se instalen ciertas creencias y valores hasta con-
vertirlos en componentes propios de una conciencia colectiva,
es preciso diferenciar dos aspectos distintos de este proceso.
Por una parte, la creación de una conciencia nacional, es de-
cir un sentido profundamente arraigado de pertenencia a una
sociedad territorialmente delimitada, que se identifica por
LA CONQUISTA DEL ORDEN Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL ESTADO 151
Cr is t a l iz a c io n e s in s t it u c io n a l e s
Como contrapartida de estos avances sobre la sociedad ci-
vil, en el ámbito del propio Estado nacional también comenza-
ban a producirse cambios notables. Su aparato burocrático y
normativo, correlato manifiesto de la dominación estatal, ex-
perimentaba permanentes transformaciones que no hacían si-
no marcar el ritmo y el carácter que adquiría su intervención
social. La descentralización del control, condición inseparable
de la centralización del poder, implicaba diferenciar organis-
mos, especializar funciones, desagregar y operacionalizar de-
finiciones normativas abstractas, sin perder de vista la nece-
sidad de coordinar e integrar la actividad desplegada por un
sistema institucional crecientemente complejo. Estas cristali-
zaciones de la penetración estatal no eran más que momentos
en el proceso de adquisición de uno de los atributos esenciales
de la estatidad: la emergencia de un conjunto funcionalmente
diferenciado de instituciones públicas relativamente autóno-
mas respecto de la sociedad civil, con cierto grado de profesio-
nalización de sus funcionarios y de control centralizado sobre
sus actividades.
La precariedad de este aparato al comenzar el gobierno de
Mitre95 contrasta con la relativa consolidación alcanzada sólo
dos décadas más tarde, cuando cuerpos de ejército se hallaban
158 LA FORMACIÓN DEL ESTADO ARGENTINO
N u e v a d iv is ió n s o c ia l d e l t r a b a j o
Verdaderos procesos de apropiación funcional, estos avan-
ces del Estado nacional darían lugar a que poco a poco se fue-
ra conformando un nuevo esquema de división social del tra-
bajo. Es decir, los ámbitos de acción individual y colectiva se
redefinirían en función de la presencia de una nueva instan-
cia de articulación y control social que cuestionaba prerroga-
tivas, competencias y prácticas establecidas, o creaba nuevos
espacios funcionales. Así, los gobiernos provinciales pronto
perderían a manos del Estado nacional el poder de reunir
LA CONQUISTA DEL ORDEN Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL ESTADO 165
Re l a c ió n n a c ió n -p r o v in c ia s <
Hemos visto que las diferentes formas de penetración esta-
tal produjeron sustanciales cambios en el carácter de las rela-
ciones Estado-sociedad. Por una parte, la creciente apropia-
ción por el Estado de nuevos ámbitos operativos y su activo
involucramiento en la resolución de las dos cuestiones centra-
les que dominaban la agenda de una sociedad que se consti-
tuía paralelamente, dieron lugar a una nueva división social
del trabajo. Por otra parte, el Estado se fue haciendo visible a
través de un aparato burocrático y normativo crecientemente
especializado, en el que se condensaban y cristalizaban los
atributos de la “estatídad”. Naturalmente, estos procesos ten-
dieron, al alterarse la relación de poder entre el gobierno na-
cional y las provincias, a desplazar los ejes de articulación so-
cial e integración política. En esta sección efectuaré algunas
reflexiones sobre esos desplazamientos, sugiriendo que en
menos de dos décadas, no sólo cambió globalmente la correla-
ción de fuerzas entre el Estado (o “la Nación” en los términos
de entonces) y las provincias, sino también la situación rela-
tiva de cada una de éstas con respecto al primero.
En un cierto sentido, el proceso de formación del Estado im-
plicó la gradual sustitución del marco institucional provincial
como principal eje articulador de relaciones sociales. Parte de
este mismo proceso fue la transformación de diversos sectores
dominantes del interior en integrantes de una coalición domi-
nante a nivel nacional. Sin embargo, a pesar de que esto dio
lugar a que las bases del poder político tendieran a perder su
estrecha asociación con la dominación local, la provincia conti-
nuó siendo —al menos hasta 1880— el otro término de la con-
tradicción que planteaba la existencia de un Estado nacional.
170 LA FORMACIÓN DEL ESTADO ARGENTINO
Not as
1 Las palabras pronunciadas en su primer Mensaje como encargado
del Poder Ejecutivo tenían ese mismo significado: “En él instante en que
los poderes públicos se disolvían y en que la manifestación material de
la unidad argentina se borraba, por decirlo así, era necesario pensar y
decidir que ese eclipse era transitorio, y que esa disolución aparente era
una verdadera labor de regeneración de la que la República surgiría en
breve, fuerte, compacta y libre, reposando en las conquistas laboriosas
de su pasado, en la lisonjera realidad de su presente y en las grandes
promesas de su porvenir” (Mensaje, 1862).
2 La inadecuada caracterización de la clase dominante argentina ha
sido destacada en el artículo de Roberto Etchepareborda, “La estructu-
ra socio-política argentina y la generación del ochenta”, L a tín A m e r i c a n
R e se a r c h R e v ie w , vol. XIII, Nu 1, 1978. Entre los trabajos que intentan
cubrir parcialmente este vacío, se incluyen los de Tulio Halperin Dong-
hi, P r o y e c to y c o n s tr u c c ió n d e u n a n a c ió n (A r g e n tin a 1 8 4 6 - 1 8 8 0 ) , Cara-
cas, Biblioteca Ayacucho, 1980; Jorge Federico Sábato, “Notas sobre la
formación de la clase dominante en la Argentina moderna (1880-1914)”,
Buenos Aires, C I S E A , 1979; María del Carmen Angueira, “El proyecto
confederal y la formación del Estado nacional argentino 1852-1862”, te-
sis de maestría Fundación Bariloche, Segundo Curso de posgrado del
Departamento de Ciencias Sociales, 1978; y Waldo Ansaldi, “Notas sobre
la formación de la burguesía argentina, 1780-1880”, trabajo presentado
al V Simposio de Historia Económica de América Latina, Lima, Perú, 5-
8 de abril de 1978 (m im e o ) .
^ Halperin explica este desplazamiento señalando que el grupo mi-
trista “despegó” desde la pista formada por los intereses porteños para
intentar una estrategia de vuelo a nivel nacional. A pesar de su éxito ini-
cial (Mitre logró la presidencia), su fuerza dependía estrictamente del
Estado en sus diversas manifestaciones (burocracia, ejército, gobiernos
provinciales), de modo que al carecer de raíces en el seno de la sociedad,
estaba fatalmente destinado a perder predicamento político en cuanto
desaparecieran las circunstancias que le dieron vida. Véase Halperin
(1980), o p . cit.
4 En un mensaje al Congreso Mitre señalaba: “Después de cincuenta
años de lucha no interrumpida había que organizar por la primera vez
la nación Argentina en toda su integridad (...) había que crear en cierto