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Fragmentos del prólogo de un libro en marcha.

Por Angel Faretta

Como en trabajos anteriores y en los que –Dios mediante- vendrán, hemos señalado que la
separación entre un análisis formal, en sentido “estructural” -si es que no está algo gastado
este latiguillo-, y uno de sentido y significado, es el error metodológico más extremo cuanto
peligroso que se pueda imaginar. Error ya muy extendido en estas últimas décadas.

El “formalismo” o sus restos errantes, es ya tan sólo un materialismo vetusto que no osa
decir su nombre y que esgrime una cientificidad que apenas puede considerarse
emparentada con las “ciencias del Espíritu”, que es donde el término de “ciencia” puede
afincarse como su hogar y cobijo.

Pero de igual manera un análisis de sentido y de los significados (históricos, políticos,


psicológicos) del hecho estético, que dice o procura ser simbólico, cuando es por lo general
tan sólo alegórico; o donde -y peor aún-, se dice buscar lo simbólico y se recae en un
psicologismo apenas encubierto por la capa protectora de lo mitopoético, del que apenas se
tiene un registro preciso -es decir tradicional-, de ese recurso mítico, y se busca por ello
hacerlo sinónimo de inconciente -“colectivo” o no-, es un disparate simétrico al del
formalismo árido que toma lo estético como un subproducto físico-hormonal. En todo caso
podría hablarse ya de una magia materialista…

Creemos y sostenemos desde hace ya años y en libros editados y por editarse, que las
ramas diversas de lo que son nada más que “ciencias del espíritu”, y que ya muy temprana
y solitariamente Giambattista Vico pusiera bajo el título general de “Ciencia Nueva”, y de
donde surgieron prácticas con el tiempo erróneamente separadas y hasta rivales -como la
antropología, la estética, la lingüística, las propias psico y sociología, et al.- deben confluir
ahora -como los brazos del delta de una misma fuente- hacia una ciencia de la
interpretación, donde las palabras y los conceptos de “poética” y “estética”, y sobre todo de
filosofía, siguen siendo acertados.

Puesto que la póiesis y el hacer estético no son más que formas de expresión de un mismo
origen; eso que se llama arte, es decir el pensar y el poetizar...

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