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MAR í A IN é S FALCONI
Marí a Inés Falconi escribe cuentos, teatro y novelas para chicos y adolescentes.
Lleva publicadas y estrenadas más de 50 obras en Argentina y otros países de
MAR ÍA INÉS FALCONI
habla hispana.
Entre ellas, se destacan las series Caídos del Mapa, Fia de Semana en El Para íso,
.
C@ ro dice: Hasta el domingo (novelas para pre-adolescentes), Bichos de cuentos,
El llorón, Ni ños (cuentos), Chau señor miedo, Cantata de Pedro y la guerra, De cómo
Romeo se transó a Julieta y El nuevo (teatro para niños y jóvenes).
Algunas de sus obras han sido traducidas también a otros idiomas y recibido
premios nacionales e internacionales.
Ca ídos del Mapa ha sido llevada al cine con guión de su autoría.
Participa en numerosos Congresos, Foros,Talleres y Festivales de Teatro para Niños
y Jóvenes Nacionales e Internacionales tanto con sus obras, como en calidad de
panelista, tallerista, conferenciante u organizadora.
Desarrolla su actividad teatral en la Universidad Popular de Belgrano. Es miembro
fundador de ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adoles-
centes); además, es Vicepresidente de ASSITEJ (Asociación Internacional de Teatro
para la Infancia y a Juventud). ILUSTRACIóN DE TAPA
SABRINA FLORIO
ILUSTRADORA
SABRINA FLORIO
Sabrina Florio nació el 27 de septiembre de 1983 en la zona sur del Gran Buenos
Aires. Desde chica dibujar fue siempre su pasión y su forma de expresarse. Estudió
Ouipu
historieta con Zanotto y Alcatena en la Escuela Argentina de Historieta (EAH),rea-
lizó algunos cursos en Sótano Blancoy cursó la carrera de Diseño de Indumentaria
en la UBA. Es miembro del Foro de Ilustradores de Argentina y de la Asociación
de Dibujantes de Argentina (ADA). Desde 2009 se desempeña en el campo de la
ilustración e historieta para libros, revistas y manuales para diversas editoriales
nacionales e internacionales, así como en el rubro textil en el diseño de estampas
y bordados.
VALEN
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En su ciudad no habí a subte. Podía ir caminando a la Les ponen nombres graciosos. Volvi ó a leer, l óbulo parietal ,
escuela, encontrarse con Ni por el camino, charlar y charlar y
frontal, occipital... Ya se lo sabia. Querí a levantar la cabeza y
charlar y seguir charlando. La escuela quedaba a diez cuadras.
no se animaba. Capaz que el chico todavia la estaba mirando.
Diez cuadras caminadas. Casi suspira de nostalgia al recor
- No iba a poder resistir la tentaci ón de mirarlo ella misma. Era
darlo. Solo acá hay subte. Solo acá alguien va a una escuela lindo. No guauuuu. Lindo. Cerró la carpeta y volvi ó a retorcerse
que queda a m ás de media hora de su casa. Solo acá hay
paTa guardarla en la mochila sin levantar la cabeza ni dar el
que viajar y apretujarse y aguantar, aguantar, aguantar para
frente a la puerta donde él estaba.
que no te digan provinciana, nueva, idiota. “ Es la mejor escue-
Pero no pudo resistirse. Cerró la mochila y miró, arre-
la de la ciudad. Tuviste suerte en encontrar una vacante a esta
gl ándose el mech ón de pelo para disimular. No estaba.
altura del añ o." Otra frase de su mam á.
Debiera haberse sentido aliviada pero, en cambio, no verlo la
Imposible. Nunca iba a llegar temprano. “Tarde, decepcion ó. En un subte parado, sin nada que hacer, apretada
Martínez, tiene tarde. Si sigue así, se va a quedar libre.” Sí, idio-
entre la gorda y los dem ás, no estaba nada mal que un chico
ta si vos entendieras que vivo lejos y el subte se para donde
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se le canta, eso cuando anda, capaz que podrías no poner
lindo la mirara.
Capaz que se habia bajado en busca de un vag ón un
esa T roja de "Tarde ” o de "Tarada” o de “Tonta” o de "Trola”.
poco m ás vacío. En fin , tendr ía que buscar otra cosa para
Me pondr ías una P de "Presente ”, no de "Puta". Le gustó la entretenerse o morir de aburrimiento.
idea de que todos los registros de asistencia quisieran en
Al darse vuelta hacia la ventanilla que daba a las vias lo
realidad decir eso. Por orden alfabético: Trolas-Tarde, Putas-
vio. Ten í a la cara pegada contra el vidrio. Debía estar adentro
Presente, A. . . No se le ocurri ó nada para la A de ausentes.
del vag ó n . Giró, pero no lo encontró. Sin embargo, podí a ver el
Se retorció para poder abrir la mochila y sacar la car-
reflejo en la ventana, como del lado de afuera.
peta de Biologia. Sin querer, le dio un codazo a la gorda. Se lo
Las puertas se cerraron con ese ruido que parecía que
merecía. La gorda la miró mal. No se preocupó en disculparse. se desinflaban y el subte arrancó de un tirón. Perdi ó el equili -
Abrió la carpeta en la lección del día: el cerebro humano.
brio y se fue arriba de la gorda que la atajó con el brazo. Tuvo
Parietal, frontal... repiti ó. ¿ Para qué servia saber eso? Occipital.
que pedir disculpas esta vez.
Cerró la carpeta y los repiti ó cerrando los ojos. Parietal ,
Volvi ó a mirar hacia la ventanilla. La imagen habí a
frontal...
desaparecido. Se agarró de la argolla que se bamboleaba en
Cuando los abrió, vio que un chico la miraba y se el cañ o sobre su cabeza. Volvió a sacar el celular y calculó. Si
reía. Est ú pida. Siempre hacía lo mismo: cuando repetía, todo iba bien solo llegaría diez minutos tarde. Diez minutos
moví a los labios como si estuviera rezando. Rezo al cere-
si todo iba bien y si corrí a las tres cuadras que separaban la
bro. Se puso colorada y volvió a abrir la carpeta para tener
estación del subte de la escuela, cosa que no pensaba hacer.
alg ú n lugar donde mirar. Hipocampo, cerebelo, í nsula. Diez minutos o quince minutos, igual era T de Trola.
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Dejó el brazo colgando y apoyó en él la cabeza. Era una
Valen le hizo una sonrisa de pocos amigos y no le con -
posición cómoda para viajar en subte. Ir balanceándose
como testó. " No habl és con extrañ os.” Frase de su mam á con la que,
una marmota al ritmo del vaivén del vagón. Cerró los
ojos. Su extrañ amente, coincidía.
ciudad otra vez. Imagin ó que Ni, a esta hora, ya estaría en
escuela. ¿ Con qui é n se sentaría ahora ? No se lo hab
la — Nunca te vi en el subte -insistió él.
ía dicho. Hay que ser tarado. Más bien que nunca la vio. ¿Cómo
No creia que se hubiera quedado sola en el banco.
A Ni le gus- podía alguien reconocer una cara entre millones? No le
taba mucho hablar. M ás que a ella, casi. ¿Se habría mudado
de contestó.
banco o alguien ocupar í a su asiento ? Sonri ó al pensar có mo
habí an corrido el primer dí a de clases para conseguir un —Hacés bien -dijo el chico entonces.
lugar Ahi sí, lo tuvo que mirar. ¿ Hacía bien con qué ?
en la última fila. Habí an tirado sillas, saltado por arriba de
pupitres y empujado brutalmente a todos los que se
los —Hacés bien en no hablar con extrañ os -aclaró el pibe
habían como si le hubiera leído el pensamiento- Yo, si me encontrara
puesto en su camino. Ú ltimo banco ala izquierda, ahora vac o
í . conmigo y no me conociera, tampoco me hablarí a. Bueno, no
El subte fren ó en la estación siguiente y, con el sacud
ón, me hablarí a ni que me conociera.
Valen abri ó los ojos para ver, un poco m ás all á, al
chico lindo Valen no pudo menos que sonreí r.
con su brazo colgando de la agarradera, como ella, con la
za apoyada, como ella, mirándola... como ella. Y sonriéndole
cabe- —Y ahora viene esto, bancá -anunció el chico. Revoleó
. los ojos y dijo-: “¿ Nunca te dijeron que ten és una linda sonri -
Le hizo gracia. Era claro que la estaba imitando y estaba
sa?"-se Tíó—. Te maté con eso, ¿ no?
esperando que ella abriera los ojos. Le sonrió, no pudo evitarlo
, Esta vez, Valen se rió de verdad.
pero cambi ó rá pidamente de posici ón y miró por la ventanil
hacia el andé n . Ag üero. Tres m ás y llegaba. La gente se renova
la —Bueno, largá. Ya te hice reír dos veces. Es hora de que
- me contestes. De última, yo te pregunto y vos, por lo menos,
ba en el vag ó n pero todos parecían tener la misma
cara, cara me contestás con la cabeza. Eso no es hablar con extrañ os,
gris, salvo el chico lindo. La gorda seguía ah í.
t écnicamente.
El tren arrancó. Por hacer algo, por resistir la tentaci ón
Valen sonri ó.
de mirarlo, sacó el celular para ver la hora una vez
empujón de la gorda. Se dio vuelta como para demostr
m ás. Nuevo — ¿ Vas a la escuela?
arle Valentina afirm ó.
su disgusto, pero la gorda en realidad estaba retroced
iendo —Me preguntarás cómo me di cuenta. O no me pre-
para dejar pasar al chico lindo, que ahora estaba a su lado.
No guntarás, pero igual te lo voy a decir: porque cuando entré al
entendía cómo había llegado hasta ah í en tan poco tiempo,
vag ón te vi estudiando. Historia.
con la cantidad de gente que había.
Valentina neg ó.
No supo qué hacer. Guardó el celular con una mano,
tanteando el cierre de la mochila de memoria.
— ¿ No me vas a hacer recitar todas las materias hasta
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ANA
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Le vino a la cabeza el poema que la profesora de Lengua le Un chico pasó en bicicleta y se tuvo que apartar de un salto
habí a hecho aprender de memoria en primero. Lo repiti ó a para que no la atropellara. Se dio vuelta para mirarlo. El pibe
toda velocidad, sin ninguna intención, como lo había apren- también, pero cada uno siguió su camino.
dido, sin ganas. La capilla estaba tan desierta como todo lo dem ás. No
ten ía sentido entrar. A él jam ás se le iba a ocurrir buscarla ah í
"¡ De
todo te olvidas! Anoche dejaste adentro. Uno no va a la capilla cuando está por pecar. Sacudi ó
aqui, sobre el piano, que ya jam ás tocas, la cabeza para apartar la imagen . No era un buen momento
un poco de tu alma de muchacha enferma: para pensar.
un libro, vedado, de tiernas memorias. Volvi ó a mirar el celu. Hasta las ocho y media. Iba a
esperar hasta las ocho y media. Iba a esperarlo a él o a un
íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido, mensaje, no importaba, pero hasta las ocho y media. Volvi ó al
y supe, sonriendo, tu pena más honda, banco y abrió el Facebook. Era una forma entretenida de espe-
el dulce secreto que no diré a nadie: rar. Le mand ó un mensaje a su nueva compañ era de banco.
a nadie interesa saber que me nombras. "No voy. Copi á lo de Mate." "Ok." Recibió respuesta inmediata.
Romina no estaba muy atenta a la clase.
...Ven , ll évate el libro, distraída llena ¿Se habrí a olvidado ? ¿Se habria arrepentido ? Imposible.
de luz y de ensue ñ o. Rom ántica loca... Habí a sido él quien le habí a insistido hasta el cansancio. Ella
¡ Dejar tus amores ah í, sobre el piano! se neg ó una semana, dos, tres. Cu ánto m ás se negaba, m ás
... De todo te olvidas ¡cabeza de novia!" le gustaba. Se ponia triste. Él se pon ía triste. Un día casi llora.
“ No puedo, ¿ entendés ? ”, le habia dicho ella. “Sí, te entiendo,
¿ Cómo podía ser que todavía se lo acordara ? "Tu pero no lo puedo evitar. Son cosas que a uno le pasan.” “A m í
secreto". Le dio bronca. Le sacó la lengua a Carriego. ¡ Pobre no me pasan , será por eso.” Mentia. Ella sabia que se mentí a.
Carriego! ¿Oué culpa ten ía? Giró de golpe y se alejó de las No quiero hablar con vos, no me llames. ¿ Mensajes ? Tampoco.
estatuas como si la cabeza de m á rmol del poeta pudiera leer- Le bloqueó el Facebook. É l no insistió. Aceptó el reto y durante
le el pensamiento. una semana se mantuvo en silencio. Hasta el viernes, cuando
Si no ven í a, ¿ adonde iba a ir ? Camin ó hacia la capilla. la estaba esperando a la salida de la escuela.
Pasarse la ma ñ ana caminando por Concepci ón era el peor de
los programas. Podí a volver a su casay decir que se sentía mal.
— Te extra ñé -fue todo lo que dijo.
A m í no me pasa, a m í no me pasa, a m í no me pasa.
Sí, tal vez eso. Tanta ilusi ón por ese dí a... Tanto planear... Tanto
miedo, para terminar tirada en su cama mirando la tele.
— Yo tambi én te extrañé.
Intentó besarla.
Al pasar, por las dudas, volvi ó a echar una mirada al
banco, pero estaba vacío como cuando ella lo había dejado.
— Acá no.
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Caminaron hasta la estaci ón. Se contaron minuto a Él trató de mirar hacia otro lado.
minuto todo lo que habían hecho en la semana. "Me blo-
queaste el Face." Ella se encogi ó de hombros.
— —
¿Se rateaba con vos? quiso saber Ana.
—
¿ Para qué preguntás ? Ya sabés.
— Mándame una solicitud de amistad.
—
Sí, ya sé.
— No quiero ser tu amigo.
Ella lo miró sorprendida. Él sonrió.
Se quedaron en silencio. Ella habí a aparecido y se
sentaba ahora entre los dos, en el banco de la estaci ón. Ella
—
—
El lunes nos rateamos -le dijo. siempre estaba ah í.
—
¿ Para?
¿ Para qué se ratea uno ?
—
¿ Y para qué querés que nos rateemos ? Podemos ver-
nos en cualquier otro momento.
— No sé, nunca me rateé.
— No es lo mismo. Pero, dejá, ya fue. ¿Te acompañ o a tu
— ¡¿ Nunca ?!
Él la miraba entre sorprendido y divertido.
casa ?
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Valentina no lo apartó. Era una suerte no estar sola, —Nunca me había quedado en medio de un túnel -dijo.
tener alg ún conocido, reci é n conocido, pero conocido al fin . Al —Yo si. Tiene su lado bueno ya vas a ver.
no entendió.
,
menos sabia su nombre. Valentina
— ¿Cuánto nos tenemos que quedar acá? -preguntó.
La gorda traspiraba unas gotas gordas y se apantallaba
Lentamente el vag ón se fue desocupando y el aire le
pareció m ás respirable. Se escuchaban las voces de la gente
con la mano. que se alejaba Tumbo a la estación . Recién cuando todos
— En cuanto abran las puertas nos vamos -explicó se habían bajado, Luciano la llevó hasta la puerta. Salt ó del
vag ón , recibió la mochila de Valentina y después la ayudó a
Luciano.
— ¡¿ Por el túnel ?! bajar. Sin soltarse las manos y pegados contra la pared sucia y
— Si, claro. No pasa nada -Luciano le apret ó la mano- h ú meda caminaron detrás de los dem ás. La linterna del guar-
da que iba adelante quedaba muy lejos y ellos no podian ver
Estás conmigo. Yo te cuido.
— Yo no necesito que nadie me cuide -le contest ó Valen
apartando la mano.
d ónde ponian los pies. Luciano sacó el celular para iluminar
un poco.
Le salió en autom ático. Era lo que siempre le contesta- — Mientras camines pegada a la pared no pasa nada
ba a su mam á cuando se ponia pesada. -le dijo Luciano-, Aunque el tren arrancara ahora, no podría
—
Luciano.
Como quieras. Pensé que estabas asustada -dijo ni tocarnos. Hay como un metro hasta la vía.
Valentina no contestaba. No estaba tan segura de que
— Pensaste mal .
Valen se dio cuenta de que estaba tratando mal al chico
lo que Luciano decía fuera cierto. Se vio la luz del tren que se
acercaba en la dirección contraria.
lindo sin saber por qué. — Pará -dijo Luciano tiron éandola de la mano- Cuando
Las puertas se abrieron . La gente se abalanzó y los pase, nos tapamos las orejas y gritamos.
empujó a uno contra el otro. La misma avalancha después — ¿Gritamos ?
los separó y comenzó a alejarlos. Esta vez fue Valen la que — Si, lo m ás fuerte que puedas.
extendió el brazo para que Luciano la agarrara de la mano. — ¿ Para...?
Forcejearon un poco para volver a acercarse y lo lograron . Una Luciano no contestó porque el tren se acercaba rugien -
señ ora se cayó. “¡ Paren ! ¡ Paren !” La gorda también desapare- do y con las manos en las orejas habia empezado a gritar.
ci ó entre la multitud. Valen se sinti ó un poco m ás sola al no Valentina lo miró, dudosa. Finalmente le hizo caso y ella
verla. “ Por desperfectos t écnicos ajenos a nuestra voluntad..." , también se tapó las orejas y gritó tan fuerte que parecia que
seguí an diciendo los parlantes. los pulmones se le iban a salir por la boca.
——
Sentate -le dijo Luciano tironeá ndola del brazo. El tren se fue y con él los gritos. Se miraron, agotados, y
¿ No nos vamos a bajar ? -pregunt ó Valen , asustada. se echaron a reí r.
— Si, últimos -dijo Luciano sin dudar- Así no te aplastan. — ¿ Estuvo bueno o no estuvo bueno? -preguntó Luciano.
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— Estuvo espectacular. Ojal á que pase otro -el miedo I so era precisamente lo que ella pensaba hacer. Miró los car-
de Valen se había ido con el tren- Dale, vamos -pidió, i ó les que indicaban la salida. Nunca se había bajado en esa
viendo que la gente se alejaba demasiado. estación. ¿ Por dónde iba? No le importaba. Solo quería llegar
— No. Dejá que se alejen . Es mejor -dijo Luciano. a la luz del sol . Antes de unirse a los que caminaban apurados
— ¿ Mejor por qué ? hada la escalera, dudó. ¿Y si lo esperaba a Luciano ? No creia
— Ya vas a ver. que se hubiera quedado en las vías... Podía esperarlo, aunque
Fue en ese momento que Valen pensó que se había sea para despedirse y... no perder la oportunidad. Pero estaba
equivocado. ¿ Por qué había confiado en este est úpido a quien demasiado asustada para quedarse ah í, entre esa gente indi-
había conocido hacía menos de media hora y que la hacía gri- ferente que la empujaba sin consideraci ón. Se decidió y corri ó
tar como loca cuando pasaba un tren ? ¿ Quién era ? ¿ Por qué hacia la escalera.
quería que los dem ás se alejaran ? Le soltó la mano. Y ah í estaba, en el segundo escal ón , apoyado contra la
— No me gusta quedarme atrás. pared. Esperándola.
— Como quieras. Vos te lo perdés -dijo Luciano y la dejó El corazón le dio un vuelco. ¿ De alegría ? ¿ De miedo ?
pasar. — Te estabas escapando -dijo Luciano con una sonrisa.
Valentina lo miró extrañ ada. Se lo perdía. ¿ Oué se
perdía ? No ten ía tiempo de preguntar. La respuesta podía
— No -Valentina se sintió descubierta- Solo quiero
salir a la calle.
ser tan tonta como "la oportunidad de ser amigos”. Apuró el Luciano se corri ó y le hizo un gesto para dejarla subir.
paso y, tropezando contra las irregularidades del piso, alcanzó La gente les pasaba por el medio. Valentina no se movi ó.
a los dem ás. Se dio vuelta para ver si Luciano ven ía, pero no — ¿ Có mo llegaste hasta acá ? -preguntó.
lo vio. La oscuridad se lo había tragado. ¿Se iba a quedar ah í ? — Caminando -contest ó él .
Problema suyo. Lo ú nico que ella quería era llegar a la luz, — Ya sé que caminando, pero ven ías atrás.
llegar a la calle y si era posible, llegar a su casa. El corazón le — Te pasé cuando te paraste en el andén . No me viste
saltaba dentro del pecho. Volvi ó a mirar hacia atrás. Ni señ ales - dijo él .
de Luciano. Era una explicaci ón posible.
Subió los escalones hasta el andén. Nunca se había — ¿Te vas a quedar acá? -le preguntó después.
fijado que ah í había una escalera por la que se podía llegar — No. Ya me voy. Chau.
a las vías. — Perdimos la oportunidad -repitió él .
La estación estaba llena de gente, la que ven ía cami-
nando por las vías m ás la que estaba esperando el tren
—
escalera.
Nunca la tuvimos -dijo ella y empezó a subir la
que no iba a llegar. Todos hablaban al mismo tiempo, pro- Luciano no se movi ó.
testaban , discutí an . Algunos ya estaban saliendo a la calle.
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ANA
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Cuando llegaron al rio, él le agarró la mano. Ana no lo Martín apuró el paso y Ana lo sigui ó, tratando de
miró. Solo se dejó llevar sintiendo sus dedos fríos cubiertos por no pensar.
la mano caliente de Martin. El río se extendía calmo y luminoso, El Regatas estaba desierto. Cruzaron el estacionamiento
ajeno, como ellos, al ajetreo que babí a a su alrededor. y avanzaron por el muelle que se internaba en el rio. Los barcos,
— Vamos a navegar -propuso él . cubiertos con lonas de colores, se balanceaban con sus m ásti-
— Estaría buenisimo. ¡Ojalá pudiéramos! les desnudos. Ana apretó el ramo de flores que llevaba en la
— Podemos -dijo él sacando una llave de su mochila-
E1 barco de mi viejo-aclaró- Est á anclado en el Regatas.
mano. El rio, el sol , Martín y ella, ella y Martí n ... El momento
soñ ado. ¿ Por qué no lo estaba disfrutando entonces?
— ¿ Y te deja sacarlo ? Se pararon frente a un velero cubierto con una lona
— Casi tengo carnet de timonel. El mes que viene doy el
examen . Hasta ahora no pude porque era menor, pero mi viejo
azul. Neptuno, leyó Ana. Martín saltó sobre la cubierta y apar-
tó la lona con destreza. Después, le dio la mano para ayudarla
me ense ñó desde pendejo. A veces me lo deja timonear a m í. a subir.
— No te creo.
Martín sacó su celular y le mostró una foto donde se lo
El piso se le movi ó bajo los pies. Literalmente. Casi pier-
de el equilibrio.
veia sobre el barco, agarrando el tim ón . Estaba lindo, con los — Tratá de no caerte al agua -se ri ó Martín-. Va a ser
pelos al viento. difícil explicar por qué volvés de la escuela toda mojada.
— Si querés m ás pruebas, vas a tener que venir conmigo.
Ana no contest ó. El agua corrí a con velocidad, pero
Sin soltarse de su mano, Ana camin ó haciendo equili -
brio hasta el m ástil y se quedó agarrada mientras él ataba y
no era el miedo lo que la detenia. Era... ¿ Oué era ? Era todo: desataba sogas.
no estar en la escuela, haber mentido en su casa, estar con él Ana lo veia hacer. É l parecía ignorarla. ¿ Tambi én habr ía
cuando él... las ganas irresistibles de estar con él , cuando él... venido al barco con ella ? La pregunta le daba vueltas en la
¿ Oué iba a pasar arriba de ese barco ? ¿ Oué iba a pasar cuando cabeza pero no se animaba a hacerla. Ella nunca le habí a con -
estuvieran solos en el medio del rio y todo fuera posible? ¿ Oué tado. No ten ían secretos... hasta ahora.
iba a pasar cuando la besara ? La iba a besar. No ten ía dudas. Cuando todo estuvo listo para sacar el barco, Martín la
Ella queria que él la besara. En el medio del rio, bajo el sol, con miró sonriente.
el bamboleo del barco. Ese era el dia. ¿ Ese era el día ? No ten ía — ¿Te vas a quedar ah í parada toda la mañ ana ?
que subirse a ese barco. Lo sabia.
— Bueno, vamos -aceptó.
—— No sé. Tengo miedo de caerme.
Ven í, sentate acá.
Un escalofrío le corri ó por la espalda. Miró alrededor. Haciendo equilibrio una vez m ás, Ana lleg ó hasta la
¿Y si alguien los veia ? ¿Y si pasaba alg ún conocido en auto? ¿Y bancada que le señ alaba. Se sent ó sin soltar la mochila ni las
si los del club Regatas pensaban que se estaban robando el flores. Estaba rigida, casi no podia respirar. Se alegró de tener
barco? los anteojos puestos. Esto no estaba bien . Podía frenarlo ahora.
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Podí a decir que se bajaba, que mejor no, que mejor se iban . EZEQUIEL
No dijo nada.
Antes de poner el barco en movimiento, Martín la miró.
— Tranquila, no pasa nada -le dijo con una sonrisa.
Se agach ó y la besó suavemente en los labios. Después
prendi ó el motor.
Ana no se tranquilizó. Ojal á no hubiera ido. Estaba por cruzaT la calle esquivando los autos cuando
una moto le frenó adelante. Ezequiel saltó para evitar que lo
atropellara.
— ¡Oué cagazo, gato! -se burl ó el de la moto- ¿ No te
ense ñ aron que ten é' que mirar el sem áforo ?
— Llego tarde, Chato.
— Subi que te llevo.
Ezequiel no se lo hizo repetir. Se trepó a la moto.
—¿ Es tuya?. Ta tarde se la tengo que entregá al Barba.
—Ahora si ubicada.
' '
riesgo.
El Chato aceleró y zigzagueó entre los autos. Ezequiel se
agarró fuerte de su cintura. El sem áforo los detuvo. El Chato,
aceleraba, esperando el verde para volver a arrancar como si
estuviera en una pista de carrera.
— ¡Oué m áquina! ¿Viste?
— 'Tá buena -dijo Ezequiel.
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de sonar. No
— Va ' a tener que trabajar, Chato -se rió Ezequiel. Escuchó un griterío. Las sirenas dejaron
hasta la esqui-
—
que va la
¿Y qué te cree' que hago? Acá el único vago so' vo',
' escuela.
ten ía dudas: lo habian agarrado. Quiso correr
na, pero tal vez no fuera lo mejor. Solo apur
ó el paso, tratando
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VALE N
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El teléfono vol ó de su mano. Valentina casi ni se dio
cuenta de lo que había pasado. Vio al chico que se lo habia
EZEOUIEL
arrebatado cuando doblaba la esquina. No atin ó ni a gritar.
Se quedó temblando, parada en el medio de la vereda, sin
saber qué hacer. Las l ágrimas empezaron a rodarle por la cara.
Demasiado para una mañ ana. No quería estar ahí. Oueria
volver a su ciudad. Quería andar en bicicleta. Quería sentarse
Dos cuadras m ás all á, Ezequiel dejó de correr para recu-
en el último banco a la izquierda y reírse con Ni porque la de
Geograf í a tiene las medias corridas.
perar el aire. Todavía tenia el celular apretado en la mano.
— ¿Qué te pasó?
Luciano estaba a su lado y la miraba asombrado.
Lo miró. ¿ Por qué había hecho eso?
No lo habia planeado, ni siquiera lo había pensado un
—
llantos.
¡¡¡No me sigas m áaasss ü! -grito Valentina entre
minuto antes. Fue un impulso, un arranque repentino. Vio a
esa chica ah í, un poco perdida, con el celular en la mano y...
Fue un impulso.
No se dio vuelta a mirarla. No le interesaba su cara de
susto o de sorpresa o de enojo. Ni siquiera le interesaba su
celular.
La chica no habia gritado. Raro.
¿ Y ahora qué hacia con eso? Podia llevárselo al Rulo.
¿ Qué sacaría? Cincuenta, cien . Era algo. Su vieja se iba a poner
contenta... hasta que se enterara cómo los habia conseguido.
Después, igual, lo iba a echar de su casa.
Se acordó del Chato tirado en el suelo. Tenia que ir a
avisar, por las dudas. El Chato era menor, iba a salir enseguida.
¿ Y si no sal ía? El Barba ten ía contactos. Sí, iba a salir.
Un policía apareció en la esquina. Ezequiel se guardó
el celular en el bolsillo y empezó a caminar para otro lado. Le
parecía que ten ía un letrero en la frente:"Chorro".
Había sido la primera vez. Y no había sido dif ícil. Seguro
que si lo planeaba no lo hubiera hecho, no se hubiera animado.
Ni siquiera podía mandarse la parte con sus amigos. Afanarse
un celular no servía para nada. Le iban a seguir diciendo
"cag ón ”, “puto”. Se iban a seguir riendo de él , como cada día.
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Eso no le molestaba. Era parte del juego con sus amigos.
Era un código. É l los dejaba hacer y no se metia con ellos y ellos VALEN
no se metían con él. ¡Mierda! No había sido lindo ver cómo le
pegaban al Chato.
Volvió a sacar el celular y lo prendió, no sin antes mirar
alrededor para ver si alguien lo seguia.
La pantalla se ilumin ó y una chica (seguramente la
misma, no la había visto bien ) le sonreía abrazada a un chico. —Pará, pará. No te estoy siguiendo, loca. Iba por la
Tí pico. Bueno, flaca, ahora no m ás selfis por un tiempo. No va vereda de enfrente y te vi acá parada llorando. ¿ Oué te
a ser mucho. Seguro que te van a comprar otro la semana pasó ? ¿ Ouerés volver a tu casa ? ¿Te acompañ o ? -le pregunt ó
que viene. Luciano.
Valentina neg ó con la cabeza y se pasó la manga del
Entró en la galería de fotos. Más de la chica, m ás selfis,
m ás del chico, m ás de otTas chicas riendo a la cámara. Muchas buzo por la nariz para contener los mocos que empezaban a
fotos en alg ún lugar, como en una playa. La chica en bikini, caer. Luciano abri ó su mochila, apuradí simo, sacó una carpeta,
quemada, sonriente. No era fea. Mejor dicho, era muy linda. arrancó una hoja y se la dio. Valen miró la hoja y lo miró a él .
Le dio un poco de pena. No estaba bueno seguir vi éndole —Para que te seques los mocos -explicó Luciano- No
la cara en las fotos. será pa ñ uelo, pero es papel . ¿Sirve ?
Valen se rió entre l ágrimas y se pasó el papel por la
Se volvió a meter el celular en el bolsillo.
nariz.
Bueno, la ma ñ ana perdida. Mejor se volvía al barrio, lo
buscaba al Rulo y se deshacía de ese tel éfono de una vez por — Puaj... Esto no limpia nada.
Luciano ofreci ó su propia manga del buzo. Valentina se
todas. Con lo que le dieran pasaba por el almacén y compraba
algo de comida, unos caramelos para su hermana, unas salchi- ri ó otra vez.
chas para él. Cerveza. También podía comprar un par de cerve- — ¿Sabés que ten és una linda sonrisa? -repitió Luciano.
zas. Leche estariabien . Unas bananas. Si le alcanzaba, tomates. — Basta. Ok. Ya pasó. Un tarado me choreó el celu.
El tel éfono son ó en su bolsillo. Se sobresaltó. ¡Oué gila- — Ah... la típica. ¿ No sabés que no ten és que usar el celu
en la calle ?
da! Tendría que haberlo apagado. Lo sacó y miró la pantalla. Un
Valen neg ó con la cabeza.
mensaje de "Mam á ”. "Cuando vuelvas pasá por la verdulería y
traé unos tomates. ¿ Tenés plata?" En realidad decía: “Ciamdo — Ahora lo sé. Pero por suerte, no voy a tener m ás
celular -coment ó irónica-. No me van a comprar otro.
velvas pasa x la vergulia y trae unos tommate. Teñ e piata ? ” Le
hizo gracia. "Mam á" escribía mal. —Te puedo prestaT el mió. Tom á.
Valentina lo miró raro. ¿ Hablaba en serio?
Lástima. El mensaje no iba a llegar y "Mam á" no iba
a poder comer tomates. Ella tampoco. ¿ Cómo se llamaría —Tom á -insisti ó Luciano- ¿ A qui én estabas llamando ?
la chica?
40 i 41 i
—A mi vieja. No, dejá, no importa. Si ve que la llamo de
otro teléfono se va a preocupar más. Mejor me voy para mi
—: Buena excusa.
ambiemos de tema.
casa y listo.
Luciano guardó el celular en su mochila.
—— .Sí Me voy -Valentina amag ó.
Lástima que no te puedo pedir el celu.
— Es una tonter ía -dijo. — No te lo hubiera dado, de todas formas.
— ¿ Qué es una tontería ?
— Yo puedo darte el m ío.
— Volver tu casa ahora y desperdiciar una rateada... Valentina se encogi ó de hombros.
“forzada”, digamos. ¿ Nunca te rateaste ?
— No te voy a llamar, de todas formas -repitió.
— Acá no. — Dame la mano -dijo Luciano.
Luciano frunci ó el ceñ o sin entender. Valentina extendi ó la palma y Luciano le escribi ó su
— Es que llegué hace poco. No soy de acá. tel éfono con birome.
— Ahora sos de acá.
— No te laves.
—
—
Nunca voy a ser de acá. No me gusta.
Podés volver a tu ciudad cuando quieras.
—— ¿ Por cuánto tiempo?
Hasta que me llames.
— Ja, ja. Muy gracioso. No es tan fácil.
— Soy una chica muy limpia.
— Si que lo es.
Valentina lo miró descreída.
— Entonces estoy perdido.
Valentina se acomodó la mochila al hombro y dudó.
—
—
No estoy de humor, ¿ si ? -le dijo.
¿ Confi ás en m í ?
— Chau -dijo.
—
—
No.
Sí, ya lo sé. Cambio la pregunta. ¿ Confiarías en m í ?
— No.
— Ok. Yo tampoco, pero convengamos que hasta ahora
no te di motivos para desconfiar.
— Si. Quisiste que me quedara con vos en el t únel. Eso
no suena muy confiable.
— De acuerdo. Acepto -reconoci ó Luciano- No fue una
buena idea, pero no sabés para qué quer ía que te quedaras.
—— Prefiero no saberlo.
No es lo que pensás.
— Decime para qué, entonces.
— No puedo decirlo. No me creer ías.
42 i 43 <
ANA
44 < 45 <
l
Ana dudó. No se animaba a pararse.
— Ag árrate del guardamancebo -dijo él riendo.
—
Nada. Apagué el motor. No está bueno manejar un
barco cuando uno está concentrado en otra cosa.
—
—
¿ Del qué ?
De la baranda.
—
Peor es quedarnos a la deriva.
Martín se rió.
—
—
Es un cable... ¿ no se suelta ?
No -volvi ó a reí rse Martín . IM< l .
i.
—
No nos vamos a quedar a la deriva. Voy a echar el
46 i 47 <
— Mirá cómo se ven las nubes -le dijo con los ojos fijos
en el cielo.
, VALEN
Ana se tiró junto a él . Temblaba. Era cierto. Las nubes
pasaban a velocidad y el movimiento del barco los acunaba.
— ¿ Nunca viniste con ella al barco? -pregunt ó Ana.
—
pasaba.
No, nunca. No queria. Ten ía miedo... No sé qué le
Valentina dio dos pasos y Luciano la agarró de la
— Pero vos no la invitaste. mochila.
— ¿ Cómo sabés ?
— Pará, ya que no me vas a llamar, y ya que estamos acá,
— Me hubiera enterado. y ya que no vamos a ir a la escuela, dejame que al menos te
— ¿ Te contaba todo ? compre un helado.
—
—
Casi -dijo Ana con una sonrisa picara.
Te perdiste lo mejor -se burl ó él.
—
Valentina volvi ó a dudar.
Está bien -aceptó.
Ana le peg ó. Él le agarró la muñ eca y se la inmovilizó Diez minutos m ás o menos no hadan diferencia.
contra el piso. Después giró y apoyó el pecho sobre ella. Compraron dos helados en el kiosco y se sentaron en el
Ana veia pasar las nubes a toda velocidad. escalón de un negocio. Valentina veía las piernas de la gente
pasando. Botas, zapatillas, zapatos, zapatillas, botas. El helado
estaba frío. Le dio chuchos.
— ¿ Los helados de acá son m ás ricos que los de “all á” ?
-preguntó Luciano, dando un leng üetazo para que el helado
chorreante no se cayera.
— Son iguales.
— ¿ Hace mucho que estás "acá” ?
— Dos meses y no me gusta.
— Yo vivi acá toda la vida y tampoco me gusta.
— Al menos conocés gente, ten és amigos...
— Vos también -Luciano abri ó los brazos- Me conocés
a m í y quié n te dice, todavía no perdimos...
— La oportunidad.
Valentina mordió el helado y se le congel ó la lengua.
Tardó en hablar.
48 i 49 <
—¿Para qué querías quedarte en el túnel?
——
Es algo que no se cuenta. Solo si querés venir.
—¡Eh!... Pará... No te estoy verseando. Te estoy contando
algo que saben muy pocas personas porque... porque lo quie-
No voy a ciegas a ningún lado.
—
-
Precavida. Vos te lo perdés -dio otro leng üetazo al
helado ¿ No te da un poquito de curiosidad ?
ro compartir con vos, ¿ entendés?
—
—
¿ Por ?
No sé porqué. Porque te vi y... Porque yo tampoco
— Me da un poquito de miedo que es m ás fuerte que
la curiosidad.
conozco mucha gente. Bah... si, conozco mucha gente, pero no
tengo muchos amigos. Porque... ¡Ay, no sé, Valen! No se puede
— -
Vos te lo perdés repitió Luciano- ¿Ten és novio?
——
explicar. Está bien. Olvídate. También me equivoqué con vos.
¿ Y eso que tiene que ver ?
Luciano se paró y se sacudi ó el pantal ó n . Valentina
Nada. Es una pregunta. ¿Tenés novio?
—— Llegué hace dos meses.
¿Y eso que tiene que ver ? -repitió ahora él.
lo miró desde abajo. Parecía realmente molesto. O herido.
¿ Estaría actuando ? ¿Oué le hubiera dicho Ni en este caso ? No
tenia dudas. “ Dejalo, Valen , es un tarado.” Ni siempre tenía
Valentina se encogi ó de hombros.
razón. Salvo con su novio, ah í se había equivocado. Le había
— Tengo -confesó.
—— ¡Ah!... ¿Viste ? Vos sos bastante mentirosa.
Es que se quedó all á. Tengo novio a distancia.
dicho las cosas m ás horribles sobre él y había resultado ser un
dulce. “ Dejalo, Valen..."
Se paró de un salto.
Valentina trató de reírse pero no pudo. No le gustaba
hablar de eso. — Está bien. Para que veas que no soy provinciana, ni
ortiva, ni desagradecida, ni nada de eso, voy a ir con vos. ¿ Qué
— Es casi mejor.
Ni ahi. Chateás, te ves por Skype, le mand ás
me querés mostrar?
fotos...
Una mierda.
—
— -
Como el túnel del subte dijo con ironía.
Sí -dijo Luciano y le alcanzó otra hoja de la carpeta.
Valentina se rió.
— Mirá, Valen... -Luciano se había puesto serio- Yo
nunca llevo a nadie ahi. Es muy... secreto.
— No me versees, ¿querés? ¿Te crees que porque soy
provinciana me voy a tragar cualquier verdura ?
50 < 5i <
EZEOUIE L
52 < 53 <
,
Pasó uno y otro y otro. Todos mensajes de mam á. "Valen.” Acá
— -
Va salir en seguida trató de tranquilizarla
Ezequiel-
está. "Valen , ll ámame.” Era Valen . Ahora ten ía una cara, y un
nombre, y un celular.
¡Epa! El mensaje le llam ó la atención."Volv a casa. Papa
est mal.” Se detuvo. Buscó m ás mensajes. “ Etoy la cl í nica."
aflora.
—
menor.
¡Ay, m’hijo! Si sigue así, a mayor no
llega -dijo la
55 <
54 i
ANA
.
l i mejilla porque sinti ó lo rasposo de su cara sin afeitar. Probó
MUI otro beso, esta vez en los labios. Le gustó. Aflojó un poco la
trusi ón de su cuerpo.
Ya está. Ya fue. No tenia sentido tener miedo. Ten ía que
-.
11 i frutarlo. Había esperado este momento mucho tiempo.
No ahi. No con Martín . Él, el otro, no ten ía cara. Disfrutá, Ana,
-.
11 i frutá. Se animó y le acarici ó el pelo. También él se anim ó y
buscó la piel de Ana por debajo de la remera.
Ana se estremeci ó de placer, de miedo. Sabia que si no
.
• alia ahora de debajo de él, no salía m ás. Y no sabía si quer ía
salir.
Son ó un mensaje en su tel éfono. Alguien habia decidi -
do por ella.
—
Esperá -dijo estirando la mano para agarrar la
mochila.
56 i 57 <
—Dejá. —¡No digas eso!
Él no dejó de besarla.
— No, esperá, puede ser importante -se retorció Ana ——EstNo,áparbiená., no lo digo. Apagá ese teléfono.
para salir de abajo suyo. Martí n se incorporó de un salto y le sacó el tel éfono de
— Nada es m ás importante que esto -él reforzó la U mano.
presi ón .
Pero Ana ya estaba decidida. Dobl ó el cuerpo con fuer-
—
le 'lia.
(
Tel éfono al agua -dijo riendo, manteniéndolo lejos
za, se apoyó sobre un brazo y se escabull ó para agarrar la Ana se abalanzó sobre él. Perdi ó el equilibrio. É l cayó
mochila. Viendo que habia perdido, Martí n se apoyó de lado, teibre la cubierta arrastrándola y la sostuvo contra su cuerpo,
el codo sobre la cubierta, la cabeza sobre la mano, la mueca •ipietada por la cintura. Ana intentaba agarrarlo pero apenas
de disgusto en la cara. Ana no lo miró. No quería mirarlo. pod í a moverse. Martin soltó el tel éfono que se deslizó sobre
Tampoco querí a saber quién le había mandado un mensaje. .
l i ( ubierta hasta detenerse contra la borda. Ahora, con las dos
¿ Oué importancia podía tener ? La de darle tiempo, nada m ás. .
in mos libres le sostuvo las muñ ecas contra el piso.
Ana, con los dedos tembl á ndole, miró la pantalla y vio
lo que no esperaba.
— Te port ás mal -le dijo.
El tel éfono son ó. Ana no lo pudo atender.
—— Es ella -le dijo.
No contestes -dijo Martin disgustado, tendié ndose
boca abajo sobre la cubierta.
— No, sí. Si no le contesto no va a dejar de mandar men -
sajes. ¿ No la conocés ?
— Si. Es una rompebolas.
" No fuiste a la escuela ? ”, escribió Ana
y se quedó espe-
rando la respuesta.
— Dale, apagalo -pidi ó Martí n- No tenemos toda
la manaba.
— Son dos minutos -dijo Ana.
La respuesta no llegaba. ¿ Por qué hoy? ¿ Por qué ahora ?
¿ Por qué en este preciso momento?
— ¿ Para qué querés chatear con ella ?
— No sé -dijo Ana- Ella llam ó.
— Siempre es así. Siempre lo arruina todo.
58 < 59 <
VALEN
¿laves?
— No es lejos -la tranquilizó Luciano- Esa puerta ahi,
6o < 61 i
L
Efectivamente, contra la pared había una puerta en la Valen no terminaba de confiar.
que Valen no habí a reparado cuando caminaba por las ví as.
— ¿ Qué hay ah í ?
— El viejo de uno de los pibes trabaja en los subtes y
t í os consiguió este lugar que no lo usaban para nada. Era un
— Sin preguntas, ya sabés.
Bajaron . Valen mirando hacia todos lados, segura de
depósito o algo así. Ven í, sentate.
Luciano intentó dar por terminadas las preguntas y
que estar ah í debía estar prohibido, que un policía los iba a .
• enaló una silla junto a la suya, frente a una computadora
ver, que iba a pasar otro tren y los iba a atropellar y, sobre todo, Apagada.
que había hecho mal en seguirlo. Valen se sent ó, pero no se calm ó.
Luciano se paró frente a la puerta e introdujo en una
ranura disimulada en la pared una tarjeta negra que sacó de
—
inmundo.
¿Y no pueden hacer esto en tu casa? Este lugar es
su bolsillo.
— ¿ Tu papá trabaja acá ? -pregunt ó.
— No, justamente. Necesit ábamos un lugar bajo tierra
para evitar la interferencia de otras señ ales.
Luciano se ri ó. La chicharra de la puerta son ó y Luciano Luciano no dejaba de hacerse el misterioso y Valen no
empujó. La luz que había adentro la encegueció por un estaba de humor para que le tomaran el pelo.
momento.
Cuando sus ojos se pudieron acomodar a la claridad,
— Ok -dijo-, todo muy interesante pero, o me explicás
con claridad que estamos haciendo acá o me voy a mi casa.
Valen vio unos cinco o seis chicos sentados cada uno frente a
una computadora. Ninguno los miró, ni los saludó, ni reparó
— No sé si lo entenderías. Me gustaría m ás mostrarte lo
que podemos hacer.
en ellos. Valen vio que tenian auriculares raros, como una
— No soy tonta, nene. ¿ Oué te pensás ?
suerte de vincha, gorro, corona en la cabeza. Estaban ensimis-
mados en las pantallas que no proyectaban ninguna imagen.
— Est á bien , está bien -aceptó Luciano levantando las
manos como pidiendo paz, resignado a dar las explicaciones
Solo una luminosidad azul, como si estuvieran desconectadas. del caso- Estos pibes que ves acá, y otros que no están , somos
En el medio de la habitaci ón habia una mesita con un compañ eros del industrial. Somos buenos, muy buenos en
aparato raro, como una antena de esas con dos cuernitos, computaci ón y podemos hacer algunas cosas que... no est án
que daba vueltas sobre si misma emitiendo un molesto bip- muy bien vistas, digamos.
bip-bip. Cada tanto la antena hací a como una descarga y de
cuernito a cuernito se formaba un haz de luz verde que des-
— ¡¿ Son hackers ?! -preguntó Valentina abriendo gran -
des los ojos.
pu és desaparecía.
— ¿ Es el centro de control de subterrá neos ?
— Algo así. Ponele el título que quieras. La cuesti ón es
que hace como seis meses logramos meternos en el sistema
Luciano se volvi ó a reí r y neg ó con la cabeza. de una cosa muy pero muy grosa que se dedica a la experi-
—
—
Es un centro de control, pero no de subterrá neos.
¿ Y qué hacen acá abajo?
mentaci ó n con cosas muy pero muy grosas.
62 i
63 i
— claro
claro -se burl ó Valentina.
Re Valen lo miró extrañ ada.
— Es pero es secreto. te puedo decir
, No
que hackeamos. Podríamos todos en cana o algo mucho
] el sistema A la escuela. Escuela 29.
Antes de tipear, Luciano preguntó:
peor si nos descubren .
—
ir
— ¿ Puedo ir con vos?
Valen se encogió de hombros.
——
¿ Algo como del Gobierno o de los Servicios Secretos o
algo así ? -Valen se empezó a entusiasmar. Si querés...
, pero vamos.
— No, no son Servicios Secretos ni tampoco es del No parece muy divertido ir a la escuela
M# Irnés que autorizar. NOVA549.
Gobierno. Al menos no de este país. Pero eso no importa. Lo
único importante es que metiéndonos en el sistema logra-
mos reproducir, y en algunos casos mejorar, lo que están
——
¿ Eh ?...
Es la clave.
Valen tipeó la clave.
experimentando. Y eso es lo que te quiero mostrar.
— No entiendo mucho de computadoras -se desilusio-
n ó Valen- Me parece que es al pedo.
— ¿ Estás lista?
Valen no sabía para qué ten ía que estar
lista, segura-
ía algo tan
— No te lo voy a explicar, no te preocupes. Solo quiero monte• para ver su escuela en la pantalla. No parec
que hagas la experiencia. Está buen ísimo, vas a ver. Pónete
esto.
Luciano le dio uno de esos extrañ os auriculares.
—
tu ivrdoso.
Sí -dijo.
Luciano le dio Enter. La pantalla se llen ó
de n úmeros y
se
Valen se los puso en la cabeza y Luciano prendió la Imbolos que pasaban a toda velocidad e inmediatamente
compu. La antena de los cuernitos hizo unos bips m ás rápi- |nr . < > azul, como las otras. En
ese momento, Valen sintió como
dos y prendi ó unos destellos de luz verde. Luciano movía los « l una ceguera blanca la hubiera envuelto
. Sintió un sacudón
de abajo de ella.
dedos sobre el teclado. Mientras la computadora pensaba (y y l úe como si la silla hubiera desaparecido
ó, o lo encontró y
Valen también pensaba), Luciano se puso él mismo la corona- lluscó el piso con los pies, pero no lo encontr
auricular. no lo sinti ó.
—
—
¿ Cómo se llama tu ciudad ? -le preguntó.
Concepci ón . Concepci ón del Uruguay.
— ¡Luciano! -gritó asustada.
Pero tampoco escuch ó su propia voz.
Un nuevo sacudón y un dolor en la rodilla
. El blanco de
Luciano tipeó el nombre con una velocidad increíble.
Apareci ó un mapa en la pantalla. Luciano agrandó la imagen. .ilrededor empezó a diluirse y desde muy lejos le llegó la
voz
65 <
64 i
Valen se pasó las manos por los ojos que le ardían
La rodilla le molestaba. Seguramente se había golpeado con -
.'
yn
— ¿ Eso quiere deciT que estamos en Concepción porque
lo estoy pensando?
tra la mesa.
De pronto su mirada quedó fija en la pantalla. Ahi
—— Algo así.
Pero en realidad estoy acá.
estaba: ese era el patio de la escuela y ese era el banco bajo el
ceibo, donde siempre se sentaban en los recreos y esa... ¿ esa —— Técnicamente.
¿Y si pienso en otro lado aparezco en otro lado?
era ella?
— ¿ Esa soy yo? -preguntó. — Si, pero no te lo aconsejo. Cada cambio de espacio es
u n sacudón. Si lo bacés muy seguido puede ser
complicado.
— Claro. Y este soy yo. ¡Buaaaab!
Luciano salió de atrás del árbol y la asustó sacudién -
Podés desintegrarte en las coordenadas.
— Es divertido, pero no entiendo para qué un Gobierno
dola por los hombros. Valen gritó y se dio vuelta en su silla. i > quién sea puede estar interesado en
este juego.
Valen en la pantalla también se dio vuelta y se encontró con
Luciano cara a cara.
— Es que no es un juego, Valen . ¿Te das cuenta de que
i on este sistema pueden mandar a un tipo
a cualquier lado
——
Pará... -preguntó confundida- ¿dónde estoy? sin que esté ah í ? Puede espiar, escuchar, cualquier cosa
y no
Acá... y allá -dijo Luciano. hay ning ún riesgo de que lo descubran o de que lo maten . Si la
— No, en serio. ¿Yo cuál soy?
Luciano y Valen en la pantalla repetían el diálogo de
< uesti ón se pone fulera, el tipo vuelve y listo. Es genial
—
.
No lo había pensado. Pero esa que está en la panta-
Luciano y Valen frente a la computadora. lla... ¿soy yo o es una... imagen holográfica o algo asi?
—— Las dos -dijo Luciano.
Luciano, no jodas. Esto no es gracioso, es... es... Me da
— No lo sé. No tengo forma de saberlo, porque í f jate...
Luciano en la pantalla le tiró del pelo y Valen, la de la
.
miedo Dónde estamos?
¿ pantalla, le peg ó un em pujón . Luciano casi se cae de la silla
¿ Estaba en su colegio ? Se pellizcó el brazo. No, estaba riendo.
acá, frente a la computadora. Sin embargo Luciano en la pan -
talla la agarró del brazo y ella pudo sentir la presi ón de sus
—
ejemplo. ¿ Me disculpás ?
-
Perdón. Eso no fue muy amable le dijo- Era solo un
dedos, pero Luciano no la estaba tocando. También en la pantalla le dio un beso en la mejilla y
66 4 67 <
Valen camin ó hacia el edificio de la escuela. Reconocía]
-
¡ Qué bien se siente eso! comentó-. Veni
, vamos a
asomarse.
—
¿ Ellos nos pueden ver ? -preguntó Valentina antes de anim ó a atravesar el aula por entre
Mimpa ñ eros por miedo a que
la descubrieran .
—. .
No No estamos materializados. No nos ven ni nos — Yo me sentaba acá, y Ni donde estás vos
La profesora se extend ía en la explicaci
-explicó.
ó n de las gue-
escuchan Me parece que solo pueden percibir una presencia,
una energia, algo asi. i »4%napoleónicas.
en este banco?
—
Como si fuéramos fantasmas. — ¿ Todaví a quisieras estar sentada
—
Ponele.
Valentina se asom ó por la ventana.
Valen se rió.
— No, para nada. Prefiero estar enterrada
en el fondo
se abumen . Vamos a
—
¿ Esta era tu aula ? -pregunt ó Luciano echando una
mirada alrededor.
ilr un t ú nel viendo cómo mis amigas
buscar a Ni.
raro. ¿Se llama Nicolasa?
—
Si. Me sentaba all á. — ¿Quién es Ni ? Que nombre
en su casa.
Valentina señ al ó dos bancos vados al fondo del aula. — No, Ana. Es mi mejor amiga. Debe estar
y esta vez, ella
—
Mi amiga no está -dijo- Debe haber faltado. Valen salió caminando por los pasillos
—
Bancá -dijo Luciano y agarrá ndola de la mano avan -
zó hacia el aula atravesando la pared como si no existiera.
tola atravesó la pared. Luciano la siguió.
—
¡Guau! ¿ Cómo hiciste eso? -susurró Valen , suponien -
do que todo el mundo los estaba escuchando.
—
Ventajas del programa. Y podés gritar, si querés,
nadie nos escucha.
——
¿ En serio ?
Probá.
Valen lo miró con picardía, después miró a la profesora
y dijo:
— profeso
La
Puta
¡ !
ra no se inmut . Luciano se
ó encogi ó de hom -
bros, como diciendo “Te lo dije”.
—
¡ Puta! -repiti ó Valen- ¡ Puta, puta, puta!
Ahora estaba gritando fuerte.
69 i
68 4
EZEQUIEL
— Nadie. Yo lo vi.
Ezequiel le contó lo que había pasado mientras el Rulo
movía la cabeza para un lado y para el otro.
— ¡Oué pelotudo! ¡Pero qué pelotudo! Yo le dije. Yo se
lo dije: "Chato si va' fan á' ten é' que quedarte mosca, no podé'
andar por ahi haciéndote el banana”. ¡Pero qué pelotudo!
Vamo' a ver al Barba.
— No. Ya le avisé a la vieja y se fue para la comisería. No
quería decirle al Barba.
Barba.
— Otra pelotuda. El único que te lo saca rápido e' el
70 < 71 <
1
no quiero amargarle el
—¿Y eso? -el Rulo señ aló el celular con la cabeza- ¡ No il i bronca, ¿viste?, te amargá y yo
.
me dig á' que te hiciste un celul á'! ¡Chorro hijo de puta! Te la .
l i piba. Bastante amarga la tengo
yo.
tenias guardada, ¿ eh ?
— No me lo chafé. Lo encontré tirado. IIP
—
tu vieja putee.
' ' la escuela, aun -
¿Vo'? ¡Vo’ sos Maradona, gil! Vo vá a
mismo.
El Rulo se tiró de los pelos dando una vuelta sobre sí !
——
El Chato porque e' boludo, ya te dije
.
El Chato, vo', yo... es cuestión de suerte
, Rulo. Pueden
cag ó muriendo
— No jodá', pelotudo. Ya lo tené'. Esto' no te lo rastrean. .
i irrar
4| a cualquiera. Mirá el Nariga que se
Son berreta '. ¿ Qué va' devolvé' ? Si no lo vendé', quedátelo al |MII tre' chocolatine'.
meno'. Yo te consigo un chip.
— No, Rulo. Ya lo tengo decidido. Me da pena, pobre
——
Otro boludo.
1
72 i 73 <
r ANA
74 < 75 <
. Aquel día en
Martín le acarició la cabeza y le dio un beso sobre el pela! -Mirá, dulce, nunca le dije esto a nadie
Banco Pelai, ¿te acordás?
— Ven í... -dijo atrayéndola hacia sí con suavidad.
Ana apoyó la cabeza sobre su pecho. Estaba traspirado )
I Ni* nos conocimos, all á en
Ana asintió.
apenas te vi.
y olía fuerte. El llanto se hizo m ás intenso, hiposo, tonto.
celular seguí a en su mano. No habia llegado a llamar. H
—Yo quer ía estar con vos. Me flasheaste
Vio vos estabas con aquel
flaco granudo que no te dejaba
77 «
76 i
Es cierto que al principio se habí a resistido. Todo lo que pudo. VALEN
Y también era cierto que su amiga se había ido y ya no iba a
volver. ¿ Ten ía sentido rechazarlo cuando todo estaba termina-
do entre ellos? ¿ Eso era una traición o simplemente, la forma
en que se dieron las cosas ?
Lo miró a los ojos. Esos ojos solo daban seguridad,
tranquilidad. Ten ía que hablar con ella. Decididamente, solo Valentina y Luciano atravesaban Concepción del
podrí a hacerlo si hablaba antes con ella. Miró hacia la mochila 11 M i 111.iy a una velocidad increí ble. Ambos miraban la ciudad
mu mombro aunque por distintos motivos: Valentina iba des
donde estaba el celular. -
— Dejala ah í -dijo él- Sea como sea, est á lejos y no luciendo una a una todas las cosas que estaban cambiadas
,
. —
— Ven í. Vamos abajo -dijo él.
Ella lo siguió.
Dif ícil -dijo Luciano-. No nos escucharí an , no nos
vrtl in ,
- Mejor, entonces. Vamos y nos robamos dos helados.
—
Negativo. No podemos agarrar nada. Lo traspasamos,
tomo a la pared.
—
¡Ufa! Este programa no sirve para nada... -se quejó
Vií l íMI .
defendió Luciano-
—Tanto como para nada.el. -prseóximo
.
78 i 79 <
— Te lo juro. Uno de nosotros se lo llevó a la playa. El
gato ten a
í que viajar en brazos, claro, porque no puede pensar
“uy qué ganas de irme a la playa de vacaciones”...
,
— ¡Guau! Esto es fant ástico. Pará que voy a ver si está
Immlendo. Vos no vengas -lo fren ó.
Valen esta vez atravesó sola la pared del cuarto de su
——
Obvio. imlga. La habitaci ón estaba vacía, la cama revuelta, como
Entonces mi amigo se lo meti ó en la mocbilay lo soltó i 1 I M pre la dejaba Ni cuando se iba a la escuela
y todo estaba
en la playa. El gato andaba medio pelotudo, claro, pero yo creo .
ili" ordenado, como siempre.
que fue porque a los gatos no les gusta el mar. Cuestión que ¿ Dónde estaría? De pura nostalgia empezó a mirar las
una vez que estaba ah í, mi amigo lo larg ó y se volvió. El gato osas que Ni ten ía desparramadas por el cuarto, como si con
quedó medio perdido. Desde la compu activamos el programa pudiera dejarle un mensaje, decirle que habia estado ahi.
de materializaci ón. I .r. diez remeras tiradas entre las que reconoció algunas que
— ¿Y cómo es? |nc luso ella habia usado alguna vez y otras que no pudo reco-
——
¿ Pero qué pasó con el gato ? ¿ Funcion ó? tan desordenados como siempre. Algo le llamó la atención.
Si, se materializó. Un cuaderno abierto, de esos de espiral. En la hoja se veía un
— ¡Guau! corazón en fucsia. Mmm ... ¿ Ni se había enamorado y no se
— Sí, eso. Guau. Apareci ó un perro y lo hizo mierda. Lo
trajimos de vuelta en pedacitos.
ID había dicho ? Intentó levantar el cuaderno, pero su mano
l < > traspasó y el cuaderno quedó donde estaba. ¡ Epa! Pero
Valentina le pegó. lubía más pistas. En el panel de corcho de la pared, Ni había
— ¡ Mentira! Nunca materializaron un gato. pinchado un envoltorio de alfajor con una fecha. Era de hacia
— No -se rió Luciano-, pero era una buena historia, ¿no? dos dias. ¿ Quién se lo habr ía regalado ? Sabía que si Ni lo había
— No. Horrible. guardado era porque se lo había dado alguien que le impor-
— Igual no era del todo mentira. El programa ya está
desarrollado, pero nadie se anima a probarlo porque todavía
taba. Mucho. Ella hubiera hecho lo mismo. Buscó otra pista
entre los papeles. Otro corazón en una hoja suelta. Esta vez
no funciona muy bien . con nombre. "Martin". ¿ Martí n ? ¿Qui én era Martín ? El único
— Oué pena. Tenia ganas de tomar helado. Esa es la
casa de Ni.
Martín que recordaba era su novio. Siempre se habí an reído
con Ni de ese nombre "de viejo” como ellas decían. ¿ Habría
Valen estaba por tocar el timbre. otro Martín ? Siguió mirando. Más corazones, m ás Martines
— No es necesario, acordate -dijo Luciano y atravesó la con distintas letras, con distintos colores. Y una foto que sal ía
puerta. de adentro de un libro. Martín . Martín y Ni, en la estación de
Valentina lo siguió. trenes. Ni y Martí n. Su Martin. No era otro.
8o i 81 i
Retrocedió. ¿Qué era todo eso? Quiso sentarse en
la EZEQUIEL
cama y se cayó.
—Valen, ¿estás bien? -preguntó Luciano desde afuera.
Valen no contestó. Ni siquiera lo oyó.
—Valen... ¿qué pasa?
Valen no sabía qué pasaba.
— Voy a entrar.
—Ya fue, chabón. La minita no te contesta. Dejá de jodé'
Luciano atravesó la pared y encontró a Valen
sentada un ese teléfono.
en el suelo, llorando en silencio con la vista
perdida.
— Es que no puedo, Rulo. ¿No entendé'? Me quema en
Luciano se acercó y la abrazó. Temió lo peor.
.
ln * manos.
—La primera vé' siempre e' así, Eze. Te sentí ' culpable,
Irné' miedo, pensá' que te puede agarrar la cana...
Yo no tengo miedo, Rulo. No es eso. No s é, pienso que
—
lo piba la debe estar pasando mal por mi culpa, ¿entendé'?
—Ya te va' a acostumbra'. Do', tre' vece' y despué ' e' cosa
i Ir todo' lo' dí a'. Como salí' a trabajá'.
—¡No me voy a acostumbró'! Y no quiero dedicarme al
i lioreo. Prefiero seguir con la recolección hasta que sea viejo.
El Rulo suspiró. Conocí a a Ezequiel desde hacía mucho y
..
* ibia que era un cabezón. No lo iba a convencer. Ezequiel era
.
«ti Rarito. Tení a ideas en la cabeza, se hací a ilusiones. Al pedo
Nublarle. Si él era feliz así... Bueno, feliz... Feliz no era ninguno
r n el barrio. Cada uno se las arreglaba como podíay la pasaba
lu mejor posible. Él se amafiaba bastante bien y lo que hací a
Ir gustaba. Iba a la parada a la nochecita con el Cholo y con
rl l ito, de limpiavidrios y eso dejaba algo. No mucho. Los dí as
que lograban sacarle algo a algún gil iba mejor, hací an una
illlerencia. Un celular, un reloj, una billetera. A veces el dí a
vrní a bien. Eso lo divertí a. Era como un juego. Primero habí a
que relojear quién estaba sentado al volante. Lo mejor era que
lucra mujer y claro, que estuviera sola. Las minas siempre iban
.
ill' traídas, se miraban en el espejito, hablaban por teléfono.
82 < 83 i
Y entonces, te le aparecías de golpe en el vidrio con el deter-
gente en la mano. ¡ El cagazo que se pegaban! Lo que m ás
—
,il Chato.
Ven í, olvidate del teléfono y vamo' a ver si largaron
le divertía al Rulo era ver la cara de susto de las minitas. Ezequiel guardó el teléfono en el bolsillo y lo sigui ó.
Entonces había que poner cara de malo y tirarle el detergente Todavía tenia los cinco pesos en el bolsillo. ¡Mierda! Ni para
en el parabrisas. Había que hacerlo rápido porque si cortaba comprar un alfajor.
el sem áforo, chau negocio. Las minas dejaban que le limpiaras
el vidrio mientras revolvian como locas en la cartera buscan -
do una moneda. Rulo disfrutaba eso. Sabía cuál iba a ser el
final . En cuanto la mina abr ía la ventanilla... ¡ Fa! “¡La cartera!
¡La cartera o te quemo!" Y ah í mostraba que la apuntaba con
un arma que no ten ía, escondida abajo del buzo. La mina
largaba la cartera. Siempre largaba la cartera. Si le quedaba
tiempo capaz podían sacar también un anillo, una cadenita,
algo m ás. Si no, con la cartera estaba bien . Habían hecho el
día. Con el Cholo apostaban si la mina se iba a poner a llorar o
no. Para que llore, ten ía que hacerse el malo mientras el Cholo
y el Tito rodeaban el auto. El que ganaba la apuesta se llevaba
un poco m ás. Al que le salia mejor era al Tito. Pon ía una jeta
que hasta a ellos les daba miedo. En cuanto el sem áforo se
pon ía verde desaparecían y la dejaban ir. Era un negocio segu-
ro. La cana siempre se borraba y los dejaba hacer. Siempre que
compartieran la recaudaci ón , claro.
Pero Ezequiel nunca había querido ir. Cada vez que lo
invitaban contestaba lo mismo: “ No Rulo, no. Yo voy a sé' de
los que van sentado' al volante. Yo un día voy a ten é' un auto.
Y no lo voy a choreá ', me lo voy a comprá'. Y voy a llevá' a mi
vieja y a la Karina a paseá'. Y si se enferman las voy a llevá' en
auto al hospital. Y me voy a llevá' a la Carlita para chapar en
el asiento de atrá'".
Ilusiones que se hacia Ezequiel . El Rulo sabia que nunca
lo iba a lograr pero lo dejaba soñ ar. Total... soñ ar es gratis.
Es lo único gratis.
84 < 85 i
ANA
.
li m o quedaba ala deriva? ¿Y si otro barco los chocaba ? Habia
Olor a encierro y el agua que se veía por el tambucho sonaba
imrnazadora.
Martin la llevaba de la mano. Eso era lo único que le
Quitaba. Miró las dos cuchetas con desconfianza. Se sentó
lotire una, con las piernas juntas y las manos entre las
iiiillllas. No sabía qué hacer. No sabia cómo ten ía qué hacer.
Martin , como si se hubiera dado cuenta, la besó suavemente
ni los labios.
— ¡ Relajá! -le dijo-. ¿ Ouerés una cerveza ?
Ana neg ó con la cabeza.
Martín sacó una cerveza de la heladera.
— ¿ En serio no querés?
Ana volvi ó a negar.
— ¿Tenés agua?
—
rutero...
¡¿ Agua ?! -se ri ó Martín- Sí, afuera tengo un río
—
•.orireir.
-
Para tomar... dijo Ana con una vocecita, tratando de
86 < 87 i
I
Ana tom ó un sorbo de agua. Escuchaba que el tel éfono Nuevo sacudón del barco.
seguía sonando arriba, en la mochila. — No, esperá.
Ana se retorció para ganar espacio.
Martí n hizo un “¡¡¡Ahhhh!!!” de placery se pasó el brazo
por la boca para secarse.
— ¿ En seno no querés? -le acercó la botella a la boca.
— Ya esperé mucho.
De golpe, sin que Ana se diera cuenta
cómo, le habí a
colgaba de su cintu-
— No -dijo Ana apart ándose. I M lado los óreteles del corpino que ahora
para cubrirse y Martín
Martin tom ó otro sorbo y dejó el porrón. Se dio vuelta • Ana cruzó las manos sobre el pecho
i
90 < 91 i
—Vos lo decís más clarito. —A probar la materialización -dijo Luciano muy serio.
Valen se sacó los auriculares.
Valen se quedó callada. Miró alrededor y vio a todos
— Me quiero ir a mi casa -dijo -. Ojalá tu programa esos chicos, totalmente enajenados frente a las pantalla, casi
funcionara porque te juro que volver ía a Concepción para Inm óviles.
buscarla y cagarla a trompadas.
— — ¿Alguno lo probó?... Digo, adem ás del gato -pregunt ó.
Bueno, ahora tranquilizate. Volvé a tu casa, habl á con
tu mam á, con tu papá. — No. Bueno, sí. Aquel , el de la remera roja que es un
capo, hizo el intento.
—Mi papá se murió.
Luciano no supo qué decir. Meterse adentro
de la com-
—— ¿ Y qué le pasó ?
Bueno... en realidad, nada. Pasó la primera etapa que
putadora hubiera sido lo mejor en ese caso. No
pegaba una. es la sonoro-sensitiva.
—
—
No sabia -balbuceó.
No tenias porqué saberlo. Todo me sale mal
. Todo se
—— ¿ La qué?...
Sonoro-sensitiva. Quiere decir que tu voz se escucha
arruina. Todo es una mierda...
en la realidad virtual y ya podés agarrar objetos, no pasás por
— No, pará, flaca. Tampoco es tan así.
las paredes y esas cosas. Pero no lleg ó a materializarse. Tuvo
— ¿ Ah , no? Decime una cosa buena.
que volver.
— Mmmm... Nos conocimos. Y ni se te ocurra decir que
eso no es bueno.
-¿Y?
Valentina lo miró dudando. Los ojos de él le daban
con-
—
—
Y nada, volvió.
¿ Pero no se enferm ó, no volvió en pedacitos, no se
fianza. Ten í a razón .
qued tarado?
ó
— Bueno, si. Eso fue bueno. Y el viaje tambi én , si no
— No, no. Por suerte no. Pero se asustó. Eso si. Dice que
hubiera terminado mal. Vamos.
le empezó a picar todo el cuerpo y le dio...
Luciano se paró y se sacó los auriculares. A él
le habia salido todo mal. Pensaba a mil qué
tambi é n — ¿Oué cosa?
retenerla.
podí a decir para — Diarrea.
—¿Ouerés hacerlo?...
—Sí, no me importa si me da diarrea.
—No sé, Valen. No debería habértelo propuesto... Es que
no querí a que te fueras... Pero no. Es arriesgado.
—No me importa. Total, ya me siento mal. Ana lloraba y vomitaba apoyada contra la borda. Lo
—Sí, pero no es lo mismo... habí a arruinado todo. Estaba segura de que Martín no iba a
—Ok. Sos un cagón. Si no lo queré s intentar, vamos. ( jnerer saber nada más con ella. Oue la iba a
llevar de regreso
Valen volvió a levantar su mochila. y no iba a querer verla en su vida. Eso siempre y cuando no le
Luciano agarró su propia mochila, pensando que más i ontara a todo el mundo lo que ella habí a hecho.
que un cagón era una especie de tarado. ¿Para qué habí a A nadie, pero a nadie, a ninguna de sus amigas le
abierto la boca? ¿ Para echarse atr ás cuando ella aceptara? habí a pasado algo así. ¡Ponerse a vomitar en el momento
Un pedazo de tarado. Además... ¿en qué momento se le habí a más romántico! ¡Vomitarle encima! ¿Cómo pudo haceT algo
ocurrido que podí an probar la materialización con Valen ? así ? El barco. No debería haber ido al barco. El movimiento le
Era una locura... Cuando él lo habí a intentado... Bueno, sí, no dio náuseas. Ella no estaba acostumbrada. Y los nervios... Se
habí a sido el de la remera roja, habí a sido él mismo. Cuando habia portado como una nenita. Asustada, lloriqueando...
él lo había intentado no la habí a pasado bien. Esa picazón ¡I¡Vomitando!!!
que le habí a dado hasta se que se chocó contra una puerta Bueno, por algo le habí a pasado. Capaz era mejor así.
y se dio cuenta de que ya no era una imagen. La picazón no Mejor que no lo hubiera hecho. Martín la volvía loca, pero
se habí a ido. No habí a podido descubrir lo que fallaba. Hacia nunca se habí a sentido segura. Valen era su mejor amiga.
más de dos meses que trabajaba sobre eso,había hecho algu- Bueno... habí a sido su mejor amiga. Si pasaba algo con Martín
nos cambios, pero no se habí a animado a intentarlo otra vez. no se iba a animar a mirarla a la cara nunca más. Y tampoco
La diarrea no habí a estado buena. En fin, había sido un tonto le iba a poder explicar porqué. Si Valen le hubiera hecho algo
intento de retenerla. Como el haberla traí do ac á por miedo a asi la hubiera odiado. Ok, pero Valen se habí a ido. No podí a
perderla y no verla nunca más. No volver a veTla nunca más. pretender que todo se quedara congelado como antes. La vida
Valen ya tení a la mano sobre la puerta. Iba a perder la seguí a. Ella no eTa la dueña de las personas. No podí a decir de
oportunidad... quién podí a enamorarse y de quién no.
—Ok -le dijo- Si vos te animás, vamos juntos. Estoy Y Ana sabí a que, a pesaT de todo, nunca iba a estar
seguro de que la primera etapa podemos lograrla. Después, bien con Martín si no hablaba primero con Valentina.
no sé. Necesitaba que ella lo supiera, aunque se enojara.
Corrieron a la computadora.
94 < 95 <
Necesitaba su permiso de alguna manera. Decírselo iba a EZEOUIEL
romper su amistad para siempre. Y no decírselo también.
Se le habían pasado las náuseas y se sentía un poco
mejor. Martín la llamó desde abajo.
—¿Te vas a quedar a vivir ahí ?
Bueno, más lindo hubiera sido que le preguntara si ya
a la casa del
se sentia bien, pero así era Martín. Ezequiel caminaba junto al Rulo rumbo
—No, no. Ya bajo. i hato, cuando sonó el teléfono
. Lo sacó rápido del bolsillo y
Valentina se limpió la boca con el antebrazo. Tenía un miró el contacto. Ni. Atendió.
gusto horrible. Ahora bajaba y se tomaba una cerveza. Sí, —¡Hola! - aga-
Martín tenía razón. Eso le iba a dar ánimos. —¡No podés ser más gil,Eze! ¿Cómo va'tender ? se
Entonces vio su celular asomando por el bolsillo de la rró la cabeza el Rulo.
contestaba.
mochila. ¿Y si la llamaba ahora? Un segundo, dos palabras. —Hola -repitió Ezequiel,viendo que Ni noelleotro lado.
Algo que le dieja una señal de que podía seguir adelante. —Perdón,me equivoqué -dijo Ni desde
Agarró su celular y llamó. —No,no. Pará. ¿Vo' queré' hablar con Valen, no?
Ni dudó.
—Sí... ¿Quién sos? el.
—Ezequiel. Me llamo-Ezequi
ó Rulo.
el
—¡No,pelotudo, no! grit
¿Me la pas ás ?
— Valen está con vos?
¿
calle.
iba a creer eso?!
El Rulo se agarró la cabeza.¡¿Quién le
—¿En qué calle?
se lo
—¿Oué importa? Si me das la dirección de Valen
voy a devolvé'.
97 <
96 4
—Ni en pedo, flaco. ¿Te crees que soy idiota? Lo que voy
a hacer es llamar a la policia.
ANA
Ni cort ó.
——¿ Oué te dijo ?
Oue va a llam á a la policía -contestó Ezequiel distraí-
do mientras la volvia a llamar.
—¡Má' bien! ¿ Y ahora para qué la llam á' ?
Ezequiel lo hizo callar. El tel éfono no lleg ó a sonar que
El teléfono cayó sobre la cubierta y se deslizó hasta el
borde. Ana gritó. No esperaba que Martín subiera a buscarla
Ni volvi ó a atenderlo.
—— Casi.
Bueno, yo le...
charlar con tus amigas ? Me dejás abajo como un pelotudo
porque te sentís mal y te ven ís a chusmear. ¿ Oué le contaste
a tu amiguita ?
La voz de Ni se cortó. Ezequiel escuch ó un ruido fuerte
y se separó el tel éfono de la oreja. —Nada. ¡Pará!
Martí n la agarró de la muñ eca y la levantó de un tirón .
—— —
¿ Oué pasó? ¿ Te puteó ? -se ri ó el Rulo.
¡Me lastim ás, bruto!
No, no sé. Es como si se le hubiera caído el tel éfono.
Escuch á. —Me hartaste, pendeja. Ahora vamos a ir ah í abajo y
vas a terminar lo que empezaste.
Ezequiel le puso el teléfono en la oreja al Rulo que escu-
chó un sonido raro, como ruido de motor, o de agua, o de un —¡Pará, Martín! ¿Te volviste loco?
Vos me estás volviendo loco. ¿Me estás tomando el
ventilador. Después, un grito.
—
pelo?
—Te juro que no... ¡Pará!
Ana empezó a llorar.
— Dejá de llorar.
Ana lloró m ás fuerte
— Dejá de llorar, te digo. No aguanto que llores.
Ana no podia parar.
— Al final sos tan boluda como tu amiguita. Creí que
eras otra cosa. Sos una pendeja.
98 i 99 <
Martí n la soltó de un empujón y Ana cayó sobre la
VALEN
cubierta.
—
de vuelta.
¡¿ Entonces quehacés conmigo?!-gritó Ana- Ll évame
que no
él los mejores momentos. Nunca se lo habia dicho a nadie, ni Luciano la miró asombrado. "¿Cómo puede ser
a Ni . Le daba verg üenza, no quer ía darle explicaciones. “¿ Vos lo sepas?” Si la que conocía el barco era ella.
est ás loca, Valen ? ¡Mirá si te pasa algo!” Podía escucharla...
Eso si, nunca habia aceptado que Martín la llevara a navegar.
— ¡ Neptuno! -gritó Valen .
Luciano suspiró. En fin, había que seguirla. Fueron
bus-
el barco
Le daba miedo. Y eso, tenia que reconocerlo, había provocado cando uno por uno hasta llegar al lugar libre donde
ó mirando el
entre ellos algunas peleas. Grandes peleas. Una vez él, hasta de Martín , por supuesto, no estaba. Valen se qued
barcos ancla-
se había ido y la habia dejado sola en el barco. Esa fue una lugar vacío, el agua golpeando las quillas de los
agarrada fuerte. Ella había tratado de detenerlo y Martin dos que no paraban de moverse.
la habia empujado. Le quedó un moretón en el hombro.
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102 <
—
no está.
me
Bueno, é -dijo Valen frustrada- El barco
equivoqu , ——No tengo la bola de cristal, pero ponele que no
Ah... me quedo mucho m ás tranquila.
.
——¿Viste ?
Pero podríamos ir en barco...
—
¡Ahora!
J
— Olvidate. No tenemos barco, no nos vamos a robar
uno, vos no sabés manejar un barco y yo le tengo pánico al
agua. Demasiadas contras.
— Falso: yo sí sé manejar un barco. Bueno, un barco no.
Una lancha. Sí, nos vamos a robar uno y si vos le ten és miedo
al agua te podés quedar esperando en el muelle hasta que yo
vuelva.
— Vos estás loco.
— Si no estuviera un poco loco, no estaríamos acá. Y te
aviso que vos tambi én estás un poco loca.
Valen sonrió.
——¿Vos decís ?
Dale, Valen ... No te vas a achicar ahora... Mirá, all á hay
una lancha con el motor encendido.
Valen dudó.
— ¿ No nos vamos a ahogar ?
105 i
104 i
EZEQUIEL
—
El Chato. Lo agarró la cana.
Ya sé. ¿Qué pasó?
——Hijos de puta. Siempre lo mismo.
¿ Dónde está el Barba ?
—
—
No va m ás, Rulo.
¿Qué cosa no va m ás ?
——¿ Es cierto que se lo llevaron en el patrullero?
Lo mataron, loco, lo mataron en la comisería.
——El Chato, boludo. Le dieron.
¿ Le dieron , qué le dieron ?
—
——
Vamo' para all á.
Vamo' a'cer quilombo.
—— Se lo llevaron en el patrullero.
No, parece que se resisti ó y le dieron. ,i moscas.
Vamo' a mostrarle que no nos pueden matar como
—— —
Dicen que el Chato iba armado. Le mintieron a la Rosa. Hay que hablar con el Barba.
——
¡Qué va 'ir armado!
¿Qué se resistió a qué?
—— vamos
Olvidate del Barba. Vamo' a la comisería.
Sí, .
——
Le dijeron en la comisería a la vieja.
Se lo dan esta noche para el velorio.
—— Vamo', Rosa, vamo'.
Por el Chato.
El Chato iba armado y se resisti ó.
—— vamo
Por el Chato.
Si, ', vamo' todo'.
no i m i
—Vasleabacveríaloelbien que la vas a pasar. A Valen le encan-
—Tom á -Martín le acercó una cerveza- Te va a hacer amor. ¿ Nunca te contó?
bien . taba cómo
porque no lo sabía
—
—
No, gracias. Voy a vomitar otra vez.
Tom á, en serio. Necesitamos relajarnos.
Ana casi se atraganta. Primero
y segundo porque el comentario no podia
ser m ás fuera
Ana agarró la botella y se la llevó a la boca, pero de lugar.
tom ó. No tenia ninguna resistencia al alcohol. Lo único que le —Noáhablemo s de Valen -tuvo fuerzas de decir.
de
faltaba era emborracharse. bien. Está bien -dijo él levantando las palmas
—Est, como
Martín se puso en cuclillas delante de ella y le agarró la Lis manos si fuera culpable- Vamos a lo nuestro .
ó. Sabía que lo
mano que tenia libre. A Ana le corrió un escalofrió, pero sonri
—Mirá, linda... Te pido disculpas. Me puse un poco mejor era seguirle la corriente.
. Ana le cayó
nervioso, ¿sabés? Es que me gustas tanto que solo pensar en Martin la besó con suavidad en los labios A
perderte me pone loco, ¿entendés? una l ágrima.
dedo.
Ana apretaba la botella y afirmaba con la cabeza. — No... no... -dijo Martin secándosela con el
Ana volvió a sonreír, sin ganas.
—¿Me perdon ás?
Ana volvió a afirmar. —Ahora aguantá un cacho queióvoy al bañ o y después
lo prometo.
vas a ser la chica m ás feliz de Concepc n . Te
——
Quiero escucharte. ¿ Me perdon ás ?
Sí -mintió Ana. Ana asinti ó con la cabeza.
Martí n se paró.
—
Así está mejor. Por nada del mundo quisiera que te
enojes conmigo. Yo quiero que este sea un día soñ ado para — No te vayas, ¿eh ?... -bromeó antes de ir hacia
la puer-
113 <
112 4
I
Ojalá todavía tuviera batería. No ten ía tiempo para
bario.
compro - VALEN
—
¿ Dónde estás?
Ana se sobresaltó.
—
Salí a tomar aire -dijo, escondiendo el celular
espalda-, Pero ya estoy bien -agreg ó antes de darle
en la
tiempo a
reaccionar.
—
Entonces, vamos -dijo él extendiendo la mano para
tomar la suya- Ya nos queda poco tiempo.
Sentada frente a la computadora, Valen se vio a si
misma corriendo por el muelle detrás de Luciano. Por un
ulido de su casa como todos los dias para pasar una aburrida
otra mano, apretaba el teléfono.
en la .
m mana en la escuela y ahora estaba en Concepción , corrien -
do en el muelle del Regatas detrás de un chico al que acababa
de conocer y que ya parecía su mejor amigo.
Luciano saltó a la lancha y extendi ó la mano para ayu -
darla a subir. Valen le tenia verdadero miedo al agua y sintió
un vah ído cuando sus pies dejaron de pisar tierra firme. Unos
metros m ás all á dos hombres hablaban sin prestarles aten -
( l ó n . Obvio, no podí an verlos. Uno, seguramente era el dueñ o
de la lancha.
Luciano soltó las amarras. Hasta ahi, todo bien .
— Funcion ó -dijo.
Después, se paró frente al volante y tratando de no ace-
lerar mucho, sacó la lancha del muelle.
Uno de los dos hombres, el que estaba de frente, se
pasó la mano por los ojos. ¿ Estaba viendo bien ? ¿ La lancha
se estaba moviendo sola? El otro tambié n se dio vuelta para
ver cómo su lancha se alejaba lentamente del muelle en
dirección al río abierto.
— ¡Se va! -grit ó y se ech ó a correr.
— Se soltó la amarra -aclaró el otro, corriendo atrás.
Por un instante se detuvieron en el borde del muelle.
-
Luciano larg ó una carcajada. Valentina no. Estaba ate EZEOUIEL
rrorizada e iba agarrada con las dos manos al borde de la
lancha, con los ojos cerrados.
Los hombres dudaron . ¿ Se tiraban al agua ? La lancha
aumentaba la velocidad. Desistieron. El dueñ o sacó el teléfo
ítima. Una lancha a la
-
no. Tenia que avisar a la Guardia Mar
hacia la comi-
deriva podía causar un accidente. Ezequiel se dejó arrastrar por los dem ás
— Mejor que abras los ojos -dijo Luciano cuando toma - .
« .II ia . Los empujaba la bronca. Gritaba
n las mujeres, los
Rosa iba adelante, ya
ron el río- Tenemos que encontrar ese barco, y cuatro ojos ven hlcos, los hombres. Se daban ánimos.
como una
mejor que dos. no lloraba pero, como Ezequiel, parecía caminar
— ¿ Uno puede vomitar aunque esta realidad sea... autómata.
ía. Era como
virtual ? ¿Adonde estaba yendo? Ezequiel no sab
— Puede, pero no vas a vomitar en el í
-
ro sino frente a
la computadora así que no te lo aconsejo Valentina hizo
,
estar en un sueño. ¿ El Chato muerto? ¿ El Chato
lo había subido en la moto hacia solo
, el mismo que
unas horas... muerto?
fuerza por retener una arcada- Lo sé por experiencia. Diarrea, Algo estaba mal. No podia ser.
¿ te acord ás ? Otros se sumaban a medida que el
grupo avanzaba
agarraban palos,
Valentina vomitó. por el barrio. Ya eran un montón. Algunos
todos ellos. El Rulo
piedras, botellas. Ezequiel caminaba entre
sin darse cuenta.
le puso un palo en la mano que agarró casi
— ¡A-se-sinos! ¡A-se-sinos!
Cuando llegaron a la esquina de la comisar
ía un patru-
Vol ó una piedra que se
llero les cerró el paso. La gente le gritó.
estrelló en el parabrisas y lo hizo añ icos.
Festejaron.
— ¡A-se-sinos! ¡A-se-sinos!
— ¡Traé la goma, traé la goma! -gritó alguien
Las gomas aparecieron y al instante
.
estaban echan -
muy bien cómo se
do humo. Parecía que algunos sabían
ó gente que no
hadan las cosas. Otros los seguían. Apareci
s . Nadie los
era del barrio. Traían más palos y má piedras
largaban un olor
echó. Cuántos m ás fueran, mejor. Las gomas
desagradable.
n6 i 117 <
r El patrullero quedó abandonado a su suerte cuando
policías retrocedieron. No perdieron la oportunidad. Lo
vuelta entre todos. Dar vuelta un auto era una buena
de descargar la bronca. Festejaron otra vez.
Avanzaron hacia la comisaría, tirando piedras pan
loi
dieron
forma
ANA
abrirse paso. No había forma de hacer punter ía, así que las
piedras y los palos y las botellas caían donde caían, cualquier
casa, cualquier ventana, cualquier persona. Todo merecía ser — Atendé, atendé, atendé -rogaba Ana, sentada sobre
ni Inodoro del bañ ito.
destruido. "Esto es por vos Chato.” su
Cuando habían bajado a la cabina, Ana supo que
Una linea de policias con escudos se paró frente a
la í lvación era fingir. Fingir que estaba
tranquila, aunque estu-
comisaría. , aunque lo
vlr* ra aterrorizada; fingir que estaba enamorada
— ¡Sacá a la Rosa de ahí!-gritó uno.
La corrieron para que no quedara en la primera l í nea.
odiara; fingir que Martin le gustaba, aunque ahora
le diera
como nunca en su
ANCO; fingir que era feliz, aunque sufriera
Casi todos los varones se habían tapado la cara con las
reme
ras para que el humo no los hiciera toser. Ezequiel pudo ver a
- vida .
Estuvo cari ñ osa, devolvió caricias y besos. Se ri
ó ante
los chicos, sus vecinos, los hijos de la Rita que estaban podia, era
do al f útbol, ahora arrojando piedras y festejando cuando
jugan - lo que supon ía que eran chistes. Lo único que no
le abrir los ojos. No quer ía verlo. No quer
ía ver otra vez la cara de
daban a algo. Para ellos casi era un juego y lo disfrutaban ,
Martín, no lo iba a mirar.
ajenos a los riesgos que corr -
ían, ellos y los dem ás. Habia logrado esconder el celular debajo de la colcho
neta que cubría la cucheta. Ahora tenia que ver cómo lo saca-
Sonó un disparo. Estaban tirando con balas de goma.
Retrocedieron corriendo. No le habian dado a nadie. encontrar
ba de ahi. Martí n la besaba y ella solo pensaba en
— ¡A-se-sinos! ¡A-se-sinos!
El teléfono sonó en su bolsillo.
el momento para agarrar el celular y escaparse para
En medio de una falsa risa que supuestamente
hablar.
le
necesi-
había provocado las cosquillas de Martín , le dijo que
taba ir al bañ o.
A Martín no le gustó.
— -
Para prepararme insistió Ana.
¡¿ Prepararse para qué?! Ni ella misma se lo creia
.
123
122 <
—. Ya voy. No seas impaciente -dijo tratando de ser
natural Y de nuevo al teléfono-: No puedo hablar mucho ,
EZEQUIEL
Me va a venir a buscar. Valen, mandá a alguien a buscarme1
Estamos en medio del río, frente al camping Itapé, m ás d
menos. Mandá a alguien, Valen, pronto... Perdóname, Valen,¡
perdóname...
Ahora no fue una voz sino unos golpes en la puertaJ
Fuertes golpes en la puerta. —¿Qué hacé', boludo?
Con un empujón el Rulo lo sacó del medio y lo llevó
• mi ra la pared de una casa. Ezequiel todavía ten ía el teléfono
> ii .
l i mano.
i
— ¿Oueré' que te peguen un tiro, pelotudo? ¿ No te dá
nerita que están tirando?
'
Ezequiel reaccionó.
—
La están por violá', Rulo.
——
¿Oué decf ? ¿ Le diste al paco? ¿Qué te pasa, gil ?
A la piba. La amiga. Me llam ó. Me pedía ayuda.
——
¿A vo' ?
CTeyó que era Valen .
Una ráfaga de disparos los hizo callar la boca. El Rulo
li • volvi ó a empujar para guarecerse detrás de un pilar. Vieron
que se llevaban a uno a rastra. Le habían dado en una pierna
y estaba sangrando.
——
Nos están dando, boludo. Esto termina mal.
Tengo que haceT algo, Rulo. La piba está en el rio.
—
¡¿Ouéeee?!
——
En Conceción del Uruguay.
¿Y qué queré' hacé', forro? ¿Tomarte un bondi pa ir a
buscarla ?
Gritos. Vidrios rotos. Una sirena.
—
No, tengo que avisá'. Eso es lo que ella me pidió.
"Avísale a alguien. Avísale a alguien ”, decía la piba.
127 i
126 i
r
ANA
en Valen , ¿sabés?
— Sí, te entiendo. No pensemos m ás en eso, dale. Cerrá
los ojos. Shhh ... Luciano peg ó un salto hacia el costado cuando el vómi-
to caliente le cayó sobre el brazo y salpicó el teclado de la com -
Ana cerró los ojos. Sintió como Martín , una vez m ás, le
levantaba la remera. Su cabeza trabajaba a mil. Vamos Valen , putadora. Pero no era momento de reproches ni de limpieza.
No hubiera podido hablar aunque hubiera querido.
vamos. Apúrate...
Luciano perdió el control de la lancha que impactó con -
Como si Valen la hubiera escuchado y viniera a salvarla,
algo golpeó contra la quilla del barco que se sacudió violen - tra la quilla del velero. El golpe los ech ó hacia atrás. Valentina
volvi ó a vomitar, esta vez tuvo tiempo de agacharse sobre la
tamente.
—
¡La puta madre! -dijo Martín alarmado-. Lo único
que me falta es que nos choquen el barco -y la dejó con los
borda y apuntar al agua.
La cabeza les dol ía y estaban un poco sordos, como
óreteles bajos para ir a ver. cuando te entra agua en el oido. A lo lejos, Valen escuch ó la
voz de Luciano preguntándole si estaba bien . Asintió. Ten ía
Ana empezó a llorar.
miedo de que las n áuseas volvieran si abria la boca.
Martí n apareció sobre la cubierta con los ojos desenca-
jados. No necesitó asomarse para ver cuál había sido la causa
del golpe.
— ¿Oué te pasa a vos? ¿ Estás ciego, pelotudo ? -gritó
asom ándose por la borda para ver si la quilla había recibido
alg ún dañ o.
Valentina quedó petrificada. Tener a Martin ah í,
tan cerca le trajo una catarata de emociones encontradas.
¿Tan ofuscado estaba que no la había visto? ¿ O no la habia
reconocido?
— Disculpó, flaco. Perdi el control -dijo Luciano-, Pero
me parece que no fue nada.
Martín miró hacia la lancha con extrañ eza. Después
miró alrededor. Me vio, pensó Valen , me vio y se hizo el boludo.
I 132 <
á
133 <
Y,t la otra vez había zafado por
poco, y ahora se le volvió a ir
—Terminemos con esto -dijo el comisario.
la mano. Hay que ser pelotudo. Hacerlo
cagar por una moto
—Comisario, le juro que yo los freno. Pero primero
. de mierda y meterlos a todos en este baile. Sí, el
taradito este
escuche esto. Hay una piba en peligro. En el río. La van a viol á '
Tiene que creerme. perecía ser la solución.
decis que es eso?
— ¡ Uf ! -dijo el oficial y sali ó de la oficina. — Parece que tenés razón . ¿ Dónde
— -
Mire, este celul á', ¿ ve ? dijo Ezequiel- Se lo afan é hoy . Ir dijo.
El comisario se sorprendi ó. Nadie, nunca, jam ás, habí a
venido a la comisaría a confesar que se habia robado un celu -
lar y mucho menos uno tan trucho como ese.
— Mientras nosotros hablamos acá, la piba capaz que
ya está muerta y en el fondo del rio -dijo Ezequiel.
Afuera el griter í o crecía.
El comisario estaba por salir a ver qué pasaba cuando
el celular son ó. Ezequiel miró la pantalla. Ni .
— Acá tiene. Es ella. Est á viva, parece. Ati éndala ust é si
1
no me cree.
El comisario agarró el tel éfono y escuch ó.
— Apúrate, Valen . Apú rate. Me va a matar Valen .
Por favor...
Se escuchaba un motor. Se escuchaba un ruido extrañ o .
Se escucharon golpes. El tel éfono se desconectó.
El comisario también pensó que era mucho para un
mismo dí a. Si a uno de estos tarados se les escapaba un dispa-
ro (y ganas no les faltaban ), si le abrian una investigaci ón por
la muerte del pendejo, y sal ía a la luz que no había reacciona-
do ante el pedido de auxilio de la pendeja, antes de la noche
lo iban a rajar de una patada en el culo.
Tal vez si le daba bola, el pendejo podía dispersar a
estos desaforados, como decía. Después verían qué inven -
taban por la muerte del otro. La puta que te parió, Cabrera.
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ANA
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tah
U a9arrÓ del CUe ,,° ^y empUjÓ hacia afuera
- An a tras- VALEN
tabilloy
’ll '
se peg ó en lacabeza con el
Martín levantó el teléfono del pí
la cucheta y sali ó de la
— ^^
s Em T^
a
cabina dando grandes zancadas.
No te muevas -dijo apuntá
Ana miró hacia la puerta del
Ana
sobre
—
adelante. Ana saltó por arriba de él
¡Socorro!-alcanzó a gritar
.
y
——
¿Me querés decir que vinimos
Bueno, para nada, no. Hicimos
hasta acá para nada?
un lindo paseo en bote
Después, la mano de Martín la -trató de bromear Luciano.
tiró hacia atrás. Había sido
agarró de los pelos y la
su última oportunidad. ——
No lo puedo creer.
A veces pasa . Yo te avis é que
mo disculparse.
no estaba muy pToba-
do... Luciano no sabía có
-
—Está bien . Ya fue. No es mi
¿ Podemos volver desde ac
día. Volvamos y listo.
á o tenemos que ir al muelle
?
acá mismo. Si volvemos...
—No, podemos volver desde
-trató de bromear otra vez. ó los brazos, como hacía cuan-
Valentina no se rió. Cruz í estaban
estaba muy enojada y fijó la vista en el velero. Ah
do , había
én . Había perdido el celular
ellos. Y ahí estaba ella, tambi
una amiga. Demasiado para
perdido un novio y había perdido
ana. Tal vez Luciano tuviera razón. Tal vez, al menos,
una mañ
la oportunidad.
todavía no habían perdido
velocidad. Quería vol-
Luciano tecleaba a toda .
callado, no sabía qué decir
ver lo antes posible . Estaba
digo a
—
la
Pero se lo llevaron vivo. Yo lo vi. Yo estaba ahi. ¿ Oué le
madre ahora ?
jugado.
— Decile que lo hubiera educado mejor. El pibe estaba
I
Una moto no vale una vida.
—- Mirá, pibe, ya te dije: yo no tengo por qué
-
caciones son ó otro tiro afuera . Esto es una guerra.
darte expli -
VALEN Y ANA
Mueren
ustedes, morimos nosotros, ni siquiera
sabemos a ciencia
cierta quién juega para quién. Tu amigo se
afan ó una moto.
Le salió mal. Mala leche. Ustedes saben que
este es el riesgo.
——¿Ouiéne' somo' nosotro? -preguntó
Ezequiel, enojado.
Ustedes, los chorros, los droguetos, los que te Le tenía que salir bien. Esta vez no pod
ía fallar. La
I
meten toda velocidad.
pantalla se llen ó de fórmulas que pasaban a
un tiro por diez pesos. A veces les toca a
ustedes, a veces a
Luciano cambiaba una y otra, trataba
de darse cuenta de i
nosotros. Es así. Estamos todos en medio de la misma
mierda.
———
Yo no soy chorro. dónde estaba el error. í
Ana seguía llorando, acurrucada en el vac
ío de los bra-
Bueno, te afanaste un celular, que yo sepa.
Fue... fue una... zos de su amiga. M
— Olvidate, pibe. Vamos para afuera. Ese era el trato. — ¿Todavía estás acá? -preguntó.
—
El comisario le sostuvo la mirada.
-
No, no sé dijo por fin .
Ezequiel supo que le estaba mintiendo. Y
supo que el comisario había hecho m ás de lo que
también
— No. Estoy acá, solo que no me podés ver
... Por ahora
-dijo mirando cómo Luciano se empeñ aba en dar con la
del programa.
clave
le hubiera
De pronto volvieron las n áuseas. La
cabeza le daba
gustado. Un botellazo hizo trizas el
vidrio de la ventana. Lo , pero
siguieron cuatro tiros. Había que salir antes vueltas yle dolía terriblemente. Miró de reojo a Luciano
de que hubiera toda su fuerza y no
otros Chatos que llorar. él también estaba tapándose los oídos con
Ezequiel encaró hacia la calle. El comisario lo podía prestarle atención.
No pudo evitar el vómito. Ana gritó.
siguió.
—
Te merecés eso y mucho m ás -dijo Valentina.
Valen. Ten és que creerme.
—— ¿Y por qué no me lo contaste?
? ¿Tu novio me
Luciano.
——
Entonces vieron a Luciano, que las miraba sonriendo.
¿Quién es ese ?
Un... un amigo -dijo Valen, y le sonrió có
mplice a
Porque... no sé... ¿Qué te iba a decir
quiere chapar ? ¿ Me hubieras creído?
— No sé. Pero vos debés haber hecho algo
para que todo
Í:
'£ I
eso pase.
Luciano no pudo disfrutar la sonrisa. Así
Valentina le daba por el vómito, a él le había dado su
como a
famosa
— Te juro que no, Valen . Le escapaba.
insistente. Cuando se le mete algo en la
Pero el tipo es
cabeza... Te juro que
diarrea. Corrió hacia el baño, saltando por arriba del los mensajes. Me
cuerpo lo bloquee del Facebook , no le contestaba
de Martin , todavía desmayado en la entrada
de la cabina. ten és que creer, Valen .
——¿Qué le pasa? -preguntó Ana.
Tiene problemitas -casi se rió Valentina. — Te creo. Pero en alg ún momento lo escuchaste
, ¿no?
——
á ya nada es igual. Odio Buenos Aires, odio esa
¿ Pegarme? ¿Vos estás loca? escuela,
pap
No sé, ponerse violento. Gritar. Tirarte del pelo. ¡Fue esa casa, todo.
horrible, Valen ! Tenia tanto miedo. Si ustedes no hubieran lle
gado... Ten ía miedo de que me matara. Estaba sacado. ¿
N unca
- —
camarote.
¿También a...? -Ni señ aló con la cabeza hacia
el
I
se puso así con vos ?
— Una vez. ¿Te acordás cuando me caí y di con la puerta
— ¿A Luciano?... No sé. Acabo de conocerlo. No
tiempo de odiarlo todavía.
tuve
bola. Todo era Martí n y Martín y Martín. Nunca m ás pudimos plástico, decían ellas- ¿Cómo caíste ah í?
salir juntas, casi.
— Él no quería. No le gustaba que yo estuviera con
otra
— Ella vino un día y se sentó al lado m ío. Me
quedado sola. Y la dejé. Cualquiera me daba lo mismo
había
si no
gente. Me quería toda para él. Eso decía, al menos
-contestó eras vos.
Valen mirándose las manos por no saber hacia dónde
Cuando fui a tu casa...
mirar- —— ¿Y son amigas?
¿ Estás loca? ¿Amiga de Romina? Ni muerta.
—— ¡¿ Fuiste a mi casa?!
Sí, hoy. Primero te busqué en la escuela y despu
Valen se rió.
— Te extraño, Ni...
I
tu casa y encontré la foto... -la miró a los ojos- Lo que no
perdono, Ni, es que no me lo hayas dicho.
és en
te — Yo también te extrañó -
se abrazaron una vez m ás.
— No te iba a pedir permiso para cagarte. Suena lógico,
¿no? Vos tampoco me dijiste muchas cosas. — Valen, tenemos que irnos de acá antes de que
chabón se despierte.
el
Mí
—— No creo que despierte. Para mi que Luciano lo mató.
¡ No digas eso! -Ana le peg ó en el brazo.
EZEOUIEL
— Se lo merecería.
l ' Il
r
— -
Es cierto dijo Ni- pero no quisiera terminar mis
en la cárcel y se supone que acá solo estoy yo.
dias
emoción femenina,
dio tiempo y arremetió con su cabeza sobre el estómago de
Martí n que se dobl ó dolorido, pero sin caer. Luciano lo esperó.
— Chicas, hay que volver
al puerto. Voy a tratar
.
mover este barco de alguna manerade prefectura se acercaba
. La patrulla
de
Sabía que iba a volver a atacar y calculaba hacia qué lado No fue necesario
a toda velocidad haciendo
sonar la sirena.
le convenia saltar. Calcul ó mal, o no fue muy h ábil , porque
Martí n pudo agarrarlo de la remera y le dio una trompada
que le hizo girar la cabeza. Otra hacia el otro lado.
—
La policía -dijo Ana.
Se miraron aterrorizados
.
á dijo Luciano-. Nos
— ¡ Lo va a matar! -gritó Ana. — No
que
nos pueden encontrar ac -
, Ni . La policía te va a llevar a casa
, estoy seguro
,
——
ir
Luciano pudo pegar alg ún golpe, pero era Martín el que
m ás pegaba y Luciano perdía fuerzas.
tenemos
Pero ¿cómo sabe la polic
-
ía que...? empezó Ana
.
importa es que estás a salvo
Valen corri ó hacia el camarote a buscar algo con Eso no importa. Lo que
qué pegar. Sabía que sus trompadas no servirían de nada. -dijo Valen abrazándola. toda velocidad. No le preocupaba
Encontró en el bar una botella de whisky, bien llena y pesa- Luciano tipeaba a
, le preocupaba que descubrieran
da. Tembl ó. ¿ Y si eso lo mataba ? Los gritos desde afuera la que la policía los éneontrara
respondía.
decidieron . su secreto. El programa no
159 <
158 i
— Escúchame, Ni. Ten és que contarle todo a la policía,
¿ entendés ? -aconsejó Valen.
VALEN ' I:
—— ¿ Estás loca ? Mis viejos me matan.
Es preferible que te maten tus viejos y no Martin . No
podemos dejar que vuelva a hacer una cosa así.
—— No sé, Valen... Mirá cómo está. ¿Qué les digo?
Deciles que te defendiste, no sé, pero contá la verdad,
Cuando abrieron los ojos, Luciano y Valentina estaban
no seas tonta.
rodeados por el resto de los pibes del... ¿cyber?
Se volvieron a abrazar.
—— Valen ... volvé. Te extrañ o.
—¿Adonde fueron , flaco? ¿Oué pasó?
Y ah í se enteraron. Durante la pelea, habían entrado a
No sé si puedo. Tengo que hablar con mi vieja y...
golpear a todo y a todos. Habían desconectado unas cuantas
No termin ó la frase. Ni se quedó abrazando el aire.
computadoras, tirado sillas, enredado cables. Por muy lejos
La policia estaba llegando al barco. de
que los dem ás estuvieran navegando, no pudieron dejar
ver y escuchar lo que estaba pasando. Entonces trataron de
traerlos de vuelta pero no lograban dar con la f órmula.
— Es que... usé otTa fórmula explicó Luciano- Nos
materializamos.
- ,
mano
— Cagamos, boludo -el de remera roja se pasaba la
por el pelo como si quisiera arrancá rselo- En cuanto La prefectura paró la lancha junto al velero. Ana
les
prendamos la primera computadora nos van a detectar. hizo señ as agitando los brazos. Los prefectos
habían pensa-
— -
No, no. Tiene que haber una forma insistió Luciano. do que, seguramente, la denuncia que habían recibido
con
— Pero, ¿ qué fórmula usaste? ¿ Cómo te dio acceso?
Luciano empezó a explicar lo que habí a hecho, los otros
tantos datos imprecisos era falsa pero, para su sorpresa
tivamente había una chica que los estaba esperando
, efec-
. Más
lo escuchaban con admiración; preguntaban . A Valen nadie le sorprendidos quedaron cuando vieron a Martin atado
como
.
prestaba atención, pero no le importaba. Ella estaba en otro un m atambre al mástil del velero y lleno de magullones
mundo, tal vez por el sacudón de la vuelta, tal vez por todo lo El oficial miró a Ana con desconfianza.
que habia sucedido en tan poco tiempo. No entendia nada.
— Me voy -dijo poniéndose de pie- Gracias por todo.
— Me atacó, oficial -trató de explicar Ana sin encontrar
las palabras. Fue lo primero que se le ocurrió.
Todos se callaron y entonces sí, la miraron, como si
recién se hubieran dado cuenta de que estaba ah í.
— ¿ Pero, te trajo a la fuerza ?
Ana neg ó con la cabeza.
— No, esperá, voy con vos.
Luciano se levantó y empezó a apagar la compu.
—— No.
Entonces no te forzó -el capitán o lo que fuera tenia
— Pará, chabón, no te vas a ir justo ahora -protestó uno. cara de muy pocos amigos.
— ñ ana la seguimos. O después. ¡Esperá! -le gritó a
Ma
— A venir no -aclaró Ana.
Valen y salió corriendo atrás de ella.
Los amigos lo miraron irse. Sacudieron la cabeza. Ese
— Vamos, nena. ¿Te ven ís al barquito con tu novio y
queTés hacer creer que era para pescar
mojarritas?
me
Mire...
Ana mostró un moret ón que tenia en el brazo
y que le
dolía bastante.
—
Eso no muestra nada. Adem ás, parece que acá
una batalla. ¿Vos lo ataste?
hubo
— ¿Qué otros? H
—
—
¡Los otros, nena! ¡Los otros!
Estás delirando. Acá nunca hubo nadie -mintió Ana.
—Acá hay algo raro -le comentó por lo bajo un oficial
a otro-. Pendejos del diablo, mirá el tiempo que nos hacen
perder. Seguro que se vinieron un grupito a fumarse un porro
al barquito de papá y se cagaron a trompadas.
— Oficial -dijo uno que ten ía un intercomunicador-
Avisan que hay una lancha a la deriva.
— Dale.
168 i 169
—Bueno
Esta noche.
—— Me estuviste mintiendo todo el tiempo.
—Bueno.... No. Era cierto. Y adem ás, tenia miedo de lo que te
— -dijo Luciano dudando- Chau. podia pasar. ¿Qué si no te podia traer de vuelta?
—
Le dio un beso en la mejilla.
Chau -dijo Valen y se le ech ó al cuello en un terrible
—— Yo confiaba en vos -dijo Valentina.
Yo no -Luciano trat ó de bromear para disimular la
abrazo. emoción, pero Valen estaba hablando muy en serio.
— Parece que después de todo no perdimos la oportu-
— Hay algo m ás que no sabés -confesó Luciano.
nidad comentó Luciano cuando Valentina se apartó.
-
—Valentina
No parece que no.
,
—— Ya nada me sorprende -dijo Valentina.
No subí a ese vagón de casualidad. Sabia que esta-
dijo adiós con la mano y miró el sem áforo bas ahi. Ya te había visto antes, dos o tres veces. Siempre te
para cruzar la avenida, pero se arrepinti ó y volvió sobre sus subis al tercer vag ón .
pasos. Luciano aún estaba ahí.
— ¿Te puedo preguntar algo? -le dijo.
—— Nunca los conté.
Pero yo sí. Fui a propósito porque quería conocerte.
Luciano se encogi ó de hombros.
— — Trampa.
¿ Por qué te veia a través del vidrio del subte?
Luciano se ri ó.
— Sip.
Valentina volvió a decir chau con la mano y esta vez
— Porque yo no estaba ahi. Estaba en el cuartito, imagi-
n á ndome el subte.
sí, se lanzó a cruzar la avenida. En el medio se dio vuelta, tal
vez para confirmar que Luciano era real y que todo lo que
Valentina abrió los ojos. explotaba adentro de ella no era un sueñ o, pero Luciano ya no
— Eso quiere decir que... ¿ no sos real ? estaba. Lo buscó cuando lleg ó a la vereda opuesta, pero no lo
— Sí, soy real -se rió Luciano-, Cuando nos separamos vio. Luciano una vez m ás había desaparecido. Un escalofrío le
en el túnel dejé el cuartito y vine en persona. Pellizcó si querés. recorri ó la espalda. ¿ Cuál era el Luciano real y cuál el virtual ?
—
Valentina.
No necesito pellizcar. El olor te delata -bromeó Después de todo, ¿ qué importaba ? Habí an aprovecha-
do la oportunidad. Ahora eran amigos.
Luciano se puso colorado.
— O sea que... -dijo Valentina pensando en voz alta ,
¿todo eso de que no habías probado la materialización fue
-
un verso?
— No. Era verdad. Las veces que funcion ó solo fue den -
tro del t únel del subte. Probé primero en el andén , después en
el tren... Pero no funcionaba a distancias m ás grandes.
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EP í LOGO
sonri ó. O
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