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ESCRITORA

MAR í A IN é S FALCONI

Marí a Inés Falconi escribe cuentos, teatro y novelas para chicos y adolescentes.
Lleva publicadas y estrenadas más de 50 obras en Argentina y otros países de
MAR ÍA INÉS FALCONI
habla hispana.
Entre ellas, se destacan las series Caídos del Mapa, Fia de Semana en El Para íso,
.
C@ ro dice: Hasta el domingo (novelas para pre-adolescentes), Bichos de cuentos,
El llorón, Ni ños (cuentos), Chau señor miedo, Cantata de Pedro y la guerra, De cómo
Romeo se transó a Julieta y El nuevo (teatro para niños y jóvenes).
Algunas de sus obras han sido traducidas también a otros idiomas y recibido
premios nacionales e internacionales.
Ca ídos del Mapa ha sido llevada al cine con guión de su autoría.
Participa en numerosos Congresos, Foros,Talleres y Festivales de Teatro para Niños
y Jóvenes Nacionales e Internacionales tanto con sus obras, como en calidad de
panelista, tallerista, conferenciante u organizadora.
Desarrolla su actividad teatral en la Universidad Popular de Belgrano. Es miembro
fundador de ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adoles-
centes); además, es Vicepresidente de ASSITEJ (Asociación Internacional de Teatro
para la Infancia y a Juventud). ILUSTRACIóN DE TAPA
SABRINA FLORIO

ILUSTRADORA
SABRINA FLORIO

Sabrina Florio nació el 27 de septiembre de 1983 en la zona sur del Gran Buenos
Aires. Desde chica dibujar fue siempre su pasión y su forma de expresarse. Estudió
Ouipu
historieta con Zanotto y Alcatena en la Escuela Argentina de Historieta (EAH),rea-
lizó algunos cursos en Sótano Blancoy cursó la carrera de Diseño de Indumentaria
en la UBA. Es miembro del Foro de Ilustradores de Argentina y de la Asociación
de Dibujantes de Argentina (ADA). Desde 2009 se desempeña en el campo de la
ilustración e historieta para libros, revistas y manuales para diversas editoriales
nacionales e internacionales, así como en el rubro textil en el diseño de estampas
y bordados.
VALEN

El subte se paró en Medrano. Valen sacó el celular del


bolsillo de la mochila y miró la hora. No ten í a salvaci ó n : iba a
llegar tarde una vez m ás. “¡Es quenopodés salir con el tiempo
justo, Valen !” Frase de su mam á. ¿ Oué quer ía ? ¿Oue llegara
media hora antes y se sentara como una estú pida a esperar
en los escalones de la entrada ? ¿ Para qué ? La culpa no es m í a,
es del subte que anda mal.
La puerta del vag ón no se cerraba. Los que se bajaban
en Medrano, ya lo habí an hecho y ahora solo era el momento
de entrar, entrar, y entrar. La gorda que ten ía adelante la pisó
y le pidi ó disculpas. Valen hizo un gesto que no fue sonrisa ni
simpatía, solo como para demostrar que la habí a escuchado.
Después de todo, la gorda se habia disculpado. Peor eran los
pisotones indiferentes, an ó nimos, asumidos como parte de
la cosa. Peor eran los toqueteos a propósito, los toqueteos sin
querer, los toqueteos disimulados, los apoyos, los aprietes, el
aliento pesado en el cuello, el chivo, el desodorante barato,
el perfume trucho, el estornudo repentino.
La puerta no se cierra y el tren no arranca. Ya no tiene
sentido volver a mirar la hora. Da lo mismo. El subte era lo que
m ás odiaba de vivir en Buenos Aires. La gorda otra vez. Bueno,
ya fue, ¿viste? Un pisotón vaya y pase. No podia correrse ni un
centí metro hacia ning ún lado. Tendría que seguir soportando
los pisotones hasta que una de las dos se bajara.

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En su ciudad no habí a subte. Podía ir caminando a la Les ponen nombres graciosos. Volvi ó a leer, l óbulo parietal ,
escuela, encontrarse con Ni por el camino, charlar y charlar y
frontal, occipital... Ya se lo sabia. Querí a levantar la cabeza y
charlar y seguir charlando. La escuela quedaba a diez cuadras.
no se animaba. Capaz que el chico todavia la estaba mirando.
Diez cuadras caminadas. Casi suspira de nostalgia al recor
- No iba a poder resistir la tentaci ón de mirarlo ella misma. Era
darlo. Solo acá hay subte. Solo acá alguien va a una escuela lindo. No guauuuu. Lindo. Cerró la carpeta y volvi ó a retorcerse
que queda a m ás de media hora de su casa. Solo acá hay
paTa guardarla en la mochila sin levantar la cabeza ni dar el
que viajar y apretujarse y aguantar, aguantar, aguantar para
frente a la puerta donde él estaba.
que no te digan provinciana, nueva, idiota. “ Es la mejor escue-
Pero no pudo resistirse. Cerró la mochila y miró, arre-
la de la ciudad. Tuviste suerte en encontrar una vacante a esta
gl ándose el mech ón de pelo para disimular. No estaba.
altura del añ o." Otra frase de su mam á.
Debiera haberse sentido aliviada pero, en cambio, no verlo la
Imposible. Nunca iba a llegar temprano. “Tarde, decepcion ó. En un subte parado, sin nada que hacer, apretada
Martínez, tiene tarde. Si sigue así, se va a quedar libre.” Sí, idio-
entre la gorda y los dem ás, no estaba nada mal que un chico
ta si vos entendieras que vivo lejos y el subte se para donde
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se le canta, eso cuando anda, capaz que podrías no poner
lindo la mirara.
Capaz que se habia bajado en busca de un vag ón un
esa T roja de "Tarde ” o de "Tarada” o de “Tonta” o de "Trola”.
poco m ás vacío. En fin , tendr ía que buscar otra cosa para
Me pondr ías una P de "Presente ”, no de "Puta". Le gustó la entretenerse o morir de aburrimiento.
idea de que todos los registros de asistencia quisieran en
Al darse vuelta hacia la ventanilla que daba a las vias lo
realidad decir eso. Por orden alfabético: Trolas-Tarde, Putas-
vio. Ten í a la cara pegada contra el vidrio. Debía estar adentro
Presente, A. . . No se le ocurri ó nada para la A de ausentes.
del vag ó n . Giró, pero no lo encontró. Sin embargo, podí a ver el
Se retorció para poder abrir la mochila y sacar la car-
reflejo en la ventana, como del lado de afuera.
peta de Biologia. Sin querer, le dio un codazo a la gorda. Se lo
Las puertas se cerraron con ese ruido que parecía que
merecía. La gorda la miró mal. No se preocupó en disculparse. se desinflaban y el subte arrancó de un tirón. Perdi ó el equili -
Abrió la carpeta en la lección del día: el cerebro humano.
brio y se fue arriba de la gorda que la atajó con el brazo. Tuvo
Parietal, frontal... repiti ó. ¿ Para qué servia saber eso? Occipital.
que pedir disculpas esta vez.
Cerró la carpeta y los repiti ó cerrando los ojos. Parietal ,
Volvi ó a mirar hacia la ventanilla. La imagen habí a
frontal...
desaparecido. Se agarró de la argolla que se bamboleaba en
Cuando los abrió, vio que un chico la miraba y se el cañ o sobre su cabeza. Volvió a sacar el celular y calculó. Si
reía. Est ú pida. Siempre hacía lo mismo: cuando repetía, todo iba bien solo llegaría diez minutos tarde. Diez minutos
moví a los labios como si estuviera rezando. Rezo al cere-
si todo iba bien y si corrí a las tres cuadras que separaban la
bro. Se puso colorada y volvió a abrir la carpeta para tener
estación del subte de la escuela, cosa que no pensaba hacer.
alg ú n lugar donde mirar. Hipocampo, cerebelo, í nsula. Diez minutos o quince minutos, igual era T de Trola.

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Dejó el brazo colgando y apoyó en él la cabeza. Era una
Valen le hizo una sonrisa de pocos amigos y no le con -
posición cómoda para viajar en subte. Ir balanceándose
como testó. " No habl és con extrañ os.” Frase de su mam á con la que,
una marmota al ritmo del vaivén del vagón. Cerró los
ojos. Su extrañ amente, coincidía.
ciudad otra vez. Imagin ó que Ni, a esta hora, ya estaría en
escuela. ¿ Con qui é n se sentaría ahora ? No se lo hab
la — Nunca te vi en el subte -insistió él.
ía dicho. Hay que ser tarado. Más bien que nunca la vio. ¿Cómo
No creia que se hubiera quedado sola en el banco.
A Ni le gus- podía alguien reconocer una cara entre millones? No le
taba mucho hablar. M ás que a ella, casi. ¿Se habría mudado
de contestó.
banco o alguien ocupar í a su asiento ? Sonri ó al pensar có mo
habí an corrido el primer dí a de clases para conseguir un —Hacés bien -dijo el chico entonces.
lugar Ahi sí, lo tuvo que mirar. ¿ Hacía bien con qué ?
en la última fila. Habí an tirado sillas, saltado por arriba de
pupitres y empujado brutalmente a todos los que se
los —Hacés bien en no hablar con extrañ os -aclaró el pibe
habían como si le hubiera leído el pensamiento- Yo, si me encontrara
puesto en su camino. Ú ltimo banco ala izquierda, ahora vac o
í . conmigo y no me conociera, tampoco me hablarí a. Bueno, no
El subte fren ó en la estación siguiente y, con el sacud
ón, me hablarí a ni que me conociera.
Valen abri ó los ojos para ver, un poco m ás all á, al
chico lindo Valen no pudo menos que sonreí r.
con su brazo colgando de la agarradera, como ella, con la
za apoyada, como ella, mirándola... como ella. Y sonriéndole
cabe- —Y ahora viene esto, bancá -anunció el chico. Revoleó
. los ojos y dijo-: “¿ Nunca te dijeron que ten és una linda sonri -
Le hizo gracia. Era claro que la estaba imitando y estaba
sa?"-se Tíó—. Te maté con eso, ¿ no?
esperando que ella abriera los ojos. Le sonrió, no pudo evitarlo
, Esta vez, Valen se rió de verdad.
pero cambi ó rá pidamente de posici ón y miró por la ventanil
hacia el andé n . Ag üero. Tres m ás y llegaba. La gente se renova
la —Bueno, largá. Ya te hice reír dos veces. Es hora de que
- me contestes. De última, yo te pregunto y vos, por lo menos,
ba en el vag ó n pero todos parecían tener la misma
cara, cara me contestás con la cabeza. Eso no es hablar con extrañ os,
gris, salvo el chico lindo. La gorda seguía ah í.
t écnicamente.
El tren arrancó. Por hacer algo, por resistir la tentaci ón
Valen sonri ó.
de mirarlo, sacó el celular para ver la hora una vez
empujón de la gorda. Se dio vuelta como para demostr
m ás. Nuevo — ¿ Vas a la escuela?
arle Valentina afirm ó.
su disgusto, pero la gorda en realidad estaba retroced
iendo —Me preguntarás cómo me di cuenta. O no me pre-
para dejar pasar al chico lindo, que ahora estaba a su lado.
No guntarás, pero igual te lo voy a decir: porque cuando entré al
entendía cómo había llegado hasta ah í en tan poco tiempo,
vag ón te vi estudiando. Historia.
con la cantidad de gente que había.
Valentina neg ó.
No supo qué hacer. Guardó el celular con una mano,
tanteando el cierre de la mochila de memoria.
— ¿ No me vas a hacer recitar todas las materias hasta

— Yo tambi é n llego tarde -dijo el chico.


que la pegue, no?
— Biolog ía. Valentina -dijo Valen- ¿ Me ibas a pregun -
tar el nombre, no?
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El chico se sorprendi ó.
Bueno... sí. Adivinaste. Luciano. ¿ Me ibas a preguntar
— Y tratn te dijoponerse
¿ qui é
Valen ó de
que yo quiero ser tu amiga ?
seria.
el nombre, no?
Valentina se ri ó otra vez. El tren paró en Pueyrredón.
— Lo sé. No necesito que nadie me lo diga.
A Valen le molest ó la canchereada.
La frenada tiró a Luciano sobre la gorda que le dijo bruto.
— ¿ Lo... sabés?
Lo dijo medio al aire, a quien la quisiera escuchar.
— Bueno, es sencillo. Hace un rato sacaste el celular y lo
— Disculpe, señ ora, fue el frenazo. guardaste en seguida sin mirar donde lo ponías.
La gorda los miró mal. La gente subi ó y bajó. El vag ón
quedó un poco m ás vacío. No mucho.
— ¿ Y eso quiere decir que yo quiero ser tu amiga? Te
fuiste al caTajo.
— ¿ Hasta dónde vas ? -preguntó Luciano, —Si no quisieras hablar conmigo, hubieras seguido
iallao. miTando el celu, mandando un mensaje o cualquier cosa.
— Ah, te bajás pronto. Entonces mejor me apuro. Entonces yo no me hubiera acercado, no estaríamos hablando
— ¿ Te apurás para qué? y hubié ramos... Eso. Pero no te preocupes porque acá estamos.
— Para saber más cosas de vos. Viste como son estas Es solo cuestión de tiempo. No existe la amistad a primera
cosas: nos encontramos en el subte, cambiamos dos palabras, vista.
después vos te bajás y no nos vemos nunca m ás en la vida. Valentina iba a contestar. Le iba a decir que mucho
Y qui én sabe, capaz que perdimos una oportunidad para siempre. gusto en conocerlo, que le parecía un pesado (eso era menti -
— ¿ Oportunidad para qué ? ra), que la dejara tranquila (y ojal á no le hiciera caso), y que
— Para ser amigos, por ejemplo. ella eleg ía sus amistades como le daba la gana (eso sí, era cier-
— Puede ser. La verdad es que mucho no me preocupa. to). Pero no pudo decir nada porque el tren bajó la velocidad,
— Gracias. Creí que ya estabas muerta por m í.
Valentina le hizo una mueca de desagrado.
sorprendiendo a todos y frenó en el medio del túnel.
Las luces titilaron. Se escuch ó un murmullo de disgus-
— Ok. Me zarpé. to, hubo un movimiento de inquietud, hubo resoplidos.
— Si. Valen se estiró para ver algo por la ventanilla aunque
El tren arrancó. ya sabía que era in útil. Por la ventanilla del subte solo se veía
— ¿ Me perdon ás ? -preguntó él con cara de santo, cara
de ni ñ o que se port ó mal.
negro. Salvo esta vez en que, como antes, lo vio a Luciano
salud á ndola a través del vidrio. Valen apret ó los ojos, como si
— Est á bien -sonri ó Valen. tuviera visiones y giró la cabeza para decirle que el chiste de
— Bien contestado. Si decias que no, otra vez perdíamos saludarla a través del reflejo era bastante tonto. Pero Luciano
la oportunidad. estaba mirando hacia el lado opuesto, de espaldas a la ven -
— De ser amigos -completó Valen . tanilla. ¿ Cómo podia ser ? Giró hacia el vidrio y ah í seguí a,
— Exacto. saludando.

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ANA

Las ocho. No llegaba. Sentada en un banco de la Plaza


Constituci ón , Ana miraba una y otra vez el celular. Las ocho.
Ni un mensaje, ni un WhatsApp, ni un chiste en el Face.
Las ocho.
Ya no podía volver a la escuela. Eran unas pocas cua-
dras pero llegariay diez... Adem ás, no quería volver a la escue-
la. Con lo que le había costado decidirse. É l ten ía que llegar.
Capaz se había quedado dormido.
Ana miró alrededor, inquieta. Podía pasar alguien
que la conociera. Todo el mundo se conocía en Concepción .
“ ¿Sabés que la vi a la Anita en la plaza ? ¿ No fue a la escue-
la hoy? ” Cualquiera que la viera le haría esa pregunta a su
mam á. No habia sido buena idea encontrarse en un lugar tan
público. Bueno, si hubiera llegado siete y media como habían
quedado... ¿Y si se había equivocado de banco?
Se levantó, se acomodó la mochila al hombro y empe-
zó a caminar sin rumbo, con el celular en la mano, por las
dudas. Fue hasta el lugar donde se levantaban los bustos de
los poetas. Solo el hombre que barría las hojas del piso y unos
cuantos apurados que iban a trabajar. M ás los poetas, obvio.
Se puso los anteojos negros y se levantó la capucha del buzo.
Se le podría haber ocurrido antes.
Dio vuelta entre las estatuas. Los poetas, incom -
prensiblemente quietos y re muertos, estaban en semi -
cí rculo, mirá ndose unos a otros. Se detuvo frente al
busto de Evaristo Carriego. ¡ Pobre tipo, llamarse Evaristo!

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Le vino a la cabeza el poema que la profesora de Lengua le Un chico pasó en bicicleta y se tuvo que apartar de un salto
habí a hecho aprender de memoria en primero. Lo repiti ó a para que no la atropellara. Se dio vuelta para mirarlo. El pibe
toda velocidad, sin ninguna intención, como lo había apren- también, pero cada uno siguió su camino.
dido, sin ganas. La capilla estaba tan desierta como todo lo dem ás. No
ten ía sentido entrar. A él jam ás se le iba a ocurrir buscarla ah í
"¡ De
todo te olvidas! Anoche dejaste adentro. Uno no va a la capilla cuando está por pecar. Sacudi ó
aqui, sobre el piano, que ya jam ás tocas, la cabeza para apartar la imagen . No era un buen momento
un poco de tu alma de muchacha enferma: para pensar.
un libro, vedado, de tiernas memorias. Volvi ó a mirar el celu. Hasta las ocho y media. Iba a
esperar hasta las ocho y media. Iba a esperarlo a él o a un
íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido, mensaje, no importaba, pero hasta las ocho y media. Volvi ó al
y supe, sonriendo, tu pena más honda, banco y abrió el Facebook. Era una forma entretenida de espe-
el dulce secreto que no diré a nadie: rar. Le mand ó un mensaje a su nueva compañ era de banco.
a nadie interesa saber que me nombras. "No voy. Copi á lo de Mate." "Ok." Recibió respuesta inmediata.
Romina no estaba muy atenta a la clase.
...Ven , ll évate el libro, distraída llena ¿Se habrí a olvidado ? ¿Se habria arrepentido ? Imposible.
de luz y de ensue ñ o. Rom ántica loca... Habí a sido él quien le habí a insistido hasta el cansancio. Ella
¡ Dejar tus amores ah í, sobre el piano! se neg ó una semana, dos, tres. Cu ánto m ás se negaba, m ás
... De todo te olvidas ¡cabeza de novia!" le gustaba. Se ponia triste. Él se pon ía triste. Un día casi llora.
“ No puedo, ¿ entendés ? ”, le habia dicho ella. “Sí, te entiendo,
¿ Cómo podía ser que todavía se lo acordara ? "Tu pero no lo puedo evitar. Son cosas que a uno le pasan.” “A m í
secreto". Le dio bronca. Le sacó la lengua a Carriego. ¡ Pobre no me pasan , será por eso.” Mentia. Ella sabia que se mentí a.
Carriego! ¿Oué culpa ten ía? Giró de golpe y se alejó de las No quiero hablar con vos, no me llames. ¿ Mensajes ? Tampoco.
estatuas como si la cabeza de m á rmol del poeta pudiera leer- Le bloqueó el Facebook. É l no insistió. Aceptó el reto y durante
le el pensamiento. una semana se mantuvo en silencio. Hasta el viernes, cuando
Si no ven í a, ¿ adonde iba a ir ? Camin ó hacia la capilla. la estaba esperando a la salida de la escuela.
Pasarse la ma ñ ana caminando por Concepci ón era el peor de
los programas. Podí a volver a su casay decir que se sentía mal.
— Te extra ñé -fue todo lo que dijo.
A m í no me pasa, a m í no me pasa, a m í no me pasa.
Sí, tal vez eso. Tanta ilusi ón por ese dí a... Tanto planear... Tanto
miedo, para terminar tirada en su cama mirando la tele.
— Yo tambi én te extrañé.
Intentó besarla.
Al pasar, por las dudas, volvi ó a echar una mirada al
banco, pero estaba vacío como cuando ella lo había dejado.
— Acá no.

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Caminaron hasta la estaci ón. Se contaron minuto a Él trató de mirar hacia otro lado.
minuto todo lo que habían hecho en la semana. "Me blo-
queaste el Face." Ella se encogi ó de hombros.
— —
¿Se rateaba con vos? quiso saber Ana.

¿ Para qué preguntás ? Ya sabés.
— Mándame una solicitud de amistad.

Sí, ya sé.
— No quiero ser tu amigo.
Ella lo miró sorprendida. Él sonrió.
Se quedaron en silencio. Ella habí a aparecido y se
sentaba ahora entre los dos, en el banco de la estaci ón. Ella


El lunes nos rateamos -le dijo. siempre estaba ah í.


¿ Para?
¿ Para qué se ratea uno ?

¿ Y para qué querés que nos rateemos ? Podemos ver-
nos en cualquier otro momento.
— No sé, nunca me rateé.
— No es lo mismo. Pero, dejá, ya fue. ¿Te acompañ o a tu
— ¡¿ Nunca ?!
Él la miraba entre sorprendido y divertido.
casa ?

— No. Siempre me pareci ó una estupidez. Puedo faltar


cuando quiero.
Ana volvi ó a levantar un hombro. Indiferente una
vez m ás.
Reci én el domingo a la noche le habia dicho que sí.
— No es lo mismo.
Ella levantó un hombro, indiferente.

Siete y media en la plaza. El banco que da sobre la
25 de agosto.
— Cuando falt ás -explicó él- te quedás durmiendo,
est ás toda la mañ ana al pedo, porque tus amigos están en
Ah í estaba. Ocho y veinte. Y Martín no había llegado.

la escuela, ten és que verle la cara a tu vieja, te quedás afuera


de todo.
— Puede ser. Tampoco falto mucho.
— ¡Oué traga!
— No soy traga. No me gusta faltar. "Te quedás dur-
miendo, est ás toda la ma ñ ana al pedo, porque tus amigos
están en la escuela, ten és que verle la cara a tu vieja, te que-
d ás afuera de todo” -repiti ó ella.
Él se rió.
——
Pero ratearse es distinto. Es...
Emocionante -completó ella.
—— ¿ Cómo sabés ?
Mis amigas me dicen.
— Ella te dijo.
— También.
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EZEOUIEL

Ezequiel dio un portazo y salió a la calle. Su mam á


seguía gritando adentro.
— ¡Yo no voy a alimentar vagos! ¡Si no vas a trabajar
búscate dónde vivir, porque acá no volvés!
Algo m ás dijo, pero Ezequiel no la escuch ó. Se levantó la
capucha del buzo y camin ó por la calle de tierra, esquivando
los charcos y las cagadas de perro. Tanta discusi ón , se le habí a
hecho tarde. Otra vez tarde. Puta madre.
Se meti ó la mano en el bolsillo. Un billete de cinco y
unas monedas. Si tomaba el bondi se le iba como la mitad.
Apuró el paso.
— ¡ Ey, Eze! ¿Va ' la escuela ?
Mascull ó un sí.
— ¡ Pará, chabón ! ¡ Pará!
—— Llego tarde, Rulo.
¡Ay!... "Llego tarde”... ¡Puto!
Sin detenerse, Ezequiel le hizo un fackiu. El Rulo lo
corri ó.
— Pará un cacho, gil. Tengo un asunto.
El Rulo se puso a caminar a la par.
—— ¿ Trabajo ?
Se gana. No mucho. Una papa de fácil.
— ¿Cuánto da?
— Depende de lo que haya. Cien , dosciento'. Sin riesgo.
Cosa del Negro.
— Olví date. El Negro siempre te mete en quilombo'.
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—— Esta vez no. Sin riesgo.
Olví date.
VALEN
Ezequiel apuró el paso y el Rulo lo sigui ó.
— No sea' boludo, Eze. Son die' minuto y te le aparecé a
tu vieja con cien , ciento cincuenta. Está cabrera, ¿ no?
— Como siempre.
—— ¿ Te mandaste una cagada ?
No. La Karina ta enferma y anoche no pudo salir.
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— Ahora sí que no llegamos ni en pedo -dijo Luciano
como si tal cosa ajeno a su saludo en el vidrio y al desconcier-
,
— ¿Y por qué no fuiste vo'? to de Valen.
— Estaba con la Carlita. Esto la enojó. ¿ La estaba tomando por tonta ?
— ¡¿Te la comiste?!
—Ya podés dejar de hacerte el gracioso, ¿ ok ? -le dijo en
—— No te importa.
¡Te la comiste, guacho!
mal tono.
Luciano abri ó los ojos, sorprendido por la reacci ón .
— Rajá, Rulo.
—¿ Dequé habl ás?
— Bueno, dale, ¿ qué decí' ?
—De que... No, dejá, no importa.
— Oue llego tarde. Chau, Rulo. Sonaron los parlantes, din don:"Señ ores usuarios, debi-
— Ay... “ Llego tarde a la escuela.” ¡Mirá vo' al inteletual!
Ezequiel le peg ó en el brazo.
do a desperfectos técnicos ajenos a nuestra voluntad, esta
formaci ón no podrá continuar su viaje. Les rogamos descen -
— ¿ Te veo a la noche ? der con sumo cuidado y seguir las instrucciones del personal
— Si. Si mi vieja no me deja entrar me voy a tu casa. de seguridad que los guiará hasta la próxima estación . Sepan
— Ni en pedo. Volvi ó mi hermana con la pendeja. Mejor
yo me voy a la tuya.
disculpar los inconvenientes. Gracias por viajar con nosotros”.
"¡Y la puta madre que te pari ó!”, se escuch ó gritar a
— Mejor no' vamo' de acá alg ún día -dijo Ezequiel con alguien. También se oyeron muchos “ ¿Qué dijo? ¿Qué dijo? ”.
una mueca de disgusto. La voz de los parlantes salia sucia y entrecortada. Muchos
— ¡Ja! Vo' todavía cree' que las vacas vuelan.
Ezequiel apuró el paso.
empezaron a golpear las ventanas, otros a aplaudir. Las voces
se elevaban en volumen y en bronca.


¡ No te met á ' en quilombo, Rulo!
¡Vo' fum á!
Valentina, asustada, miraba para todos lados. Le daba
miedo estar encerrada ah í abajo y también le daba miedo la
El Rulo peg ó la vuelta, dispuesto a encontrar otro socio gente.
y Ezequiel tom ó por la avenida, camino a la escuela. En la
esquina empezó a correr. Capaz que llegaba a tiempo.
—Tranquila no pasa nada -le dijo Luciano agarrándola
de la mano.
,

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Valentina no lo apartó. Era una suerte no estar sola, —Nunca me había quedado en medio de un túnel -dijo.
tener alg ún conocido, reci é n conocido, pero conocido al fin . Al —Yo si. Tiene su lado bueno ya vas a ver.
no entendió.
,
menos sabia su nombre. Valentina
— ¿Cuánto nos tenemos que quedar acá? -preguntó.
La gorda traspiraba unas gotas gordas y se apantallaba
Lentamente el vag ón se fue desocupando y el aire le
pareció m ás respirable. Se escuchaban las voces de la gente
con la mano. que se alejaba Tumbo a la estación . Recién cuando todos
— En cuanto abran las puertas nos vamos -explicó se habían bajado, Luciano la llevó hasta la puerta. Salt ó del
vag ón , recibió la mochila de Valentina y después la ayudó a
Luciano.
— ¡¿ Por el túnel ?! bajar. Sin soltarse las manos y pegados contra la pared sucia y
— Si, claro. No pasa nada -Luciano le apret ó la mano- h ú meda caminaron detrás de los dem ás. La linterna del guar-
da que iba adelante quedaba muy lejos y ellos no podian ver
Estás conmigo. Yo te cuido.
— Yo no necesito que nadie me cuide -le contest ó Valen
apartando la mano.
d ónde ponian los pies. Luciano sacó el celular para iluminar
un poco.
Le salió en autom ático. Era lo que siempre le contesta- — Mientras camines pegada a la pared no pasa nada
ba a su mam á cuando se ponia pesada. -le dijo Luciano-, Aunque el tren arrancara ahora, no podría

Luciano.
Como quieras. Pensé que estabas asustada -dijo ni tocarnos. Hay como un metro hasta la vía.
Valentina no contestaba. No estaba tan segura de que
— Pensaste mal .
Valen se dio cuenta de que estaba tratando mal al chico
lo que Luciano decía fuera cierto. Se vio la luz del tren que se
acercaba en la dirección contraria.
lindo sin saber por qué. — Pará -dijo Luciano tiron éandola de la mano- Cuando
Las puertas se abrieron . La gente se abalanzó y los pase, nos tapamos las orejas y gritamos.
empujó a uno contra el otro. La misma avalancha después — ¿Gritamos ?
los separó y comenzó a alejarlos. Esta vez fue Valen la que — Si, lo m ás fuerte que puedas.
extendió el brazo para que Luciano la agarrara de la mano. — ¿ Para...?
Forcejearon un poco para volver a acercarse y lo lograron . Una Luciano no contestó porque el tren se acercaba rugien -
señ ora se cayó. “¡ Paren ! ¡ Paren !” La gorda también desapare- do y con las manos en las orejas habia empezado a gritar.
ci ó entre la multitud. Valen se sinti ó un poco m ás sola al no Valentina lo miró, dudosa. Finalmente le hizo caso y ella
verla. “ Por desperfectos t écnicos ajenos a nuestra voluntad..." , también se tapó las orejas y gritó tan fuerte que parecia que
seguí an diciendo los parlantes. los pulmones se le iban a salir por la boca.

——
Sentate -le dijo Luciano tironeá ndola del brazo. El tren se fue y con él los gritos. Se miraron, agotados, y
¿ No nos vamos a bajar ? -pregunt ó Valen , asustada. se echaron a reí r.
— Si, últimos -dijo Luciano sin dudar- Así no te aplastan. — ¿ Estuvo bueno o no estuvo bueno? -preguntó Luciano.

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— Estuvo espectacular. Ojal á que pase otro -el miedo I so era precisamente lo que ella pensaba hacer. Miró los car-
de Valen se había ido con el tren- Dale, vamos -pidió, i ó les que indicaban la salida. Nunca se había bajado en esa
viendo que la gente se alejaba demasiado. estación. ¿ Por dónde iba? No le importaba. Solo quería llegar
— No. Dejá que se alejen . Es mejor -dijo Luciano. a la luz del sol . Antes de unirse a los que caminaban apurados
— ¿ Mejor por qué ? hada la escalera, dudó. ¿Y si lo esperaba a Luciano ? No creia
— Ya vas a ver. que se hubiera quedado en las vías... Podía esperarlo, aunque
Fue en ese momento que Valen pensó que se había sea para despedirse y... no perder la oportunidad. Pero estaba
equivocado. ¿ Por qué había confiado en este est úpido a quien demasiado asustada para quedarse ah í, entre esa gente indi-
había conocido hacía menos de media hora y que la hacía gri- ferente que la empujaba sin consideraci ón. Se decidió y corri ó
tar como loca cuando pasaba un tren ? ¿ Quién era ? ¿ Por qué hacia la escalera.
quería que los dem ás se alejaran ? Le soltó la mano. Y ah í estaba, en el segundo escal ón , apoyado contra la
— No me gusta quedarme atrás. pared. Esperándola.
— Como quieras. Vos te lo perdés -dijo Luciano y la dejó El corazón le dio un vuelco. ¿ De alegría ? ¿ De miedo ?
pasar. — Te estabas escapando -dijo Luciano con una sonrisa.
Valentina lo miró extrañ ada. Se lo perdía. ¿ Oué se
perdía ? No ten ía tiempo de preguntar. La respuesta podía
— No -Valentina se sintió descubierta- Solo quiero
salir a la calle.
ser tan tonta como "la oportunidad de ser amigos”. Apuró el Luciano se corri ó y le hizo un gesto para dejarla subir.
paso y, tropezando contra las irregularidades del piso, alcanzó La gente les pasaba por el medio. Valentina no se movi ó.
a los dem ás. Se dio vuelta para ver si Luciano ven ía, pero no — ¿ Có mo llegaste hasta acá ? -preguntó.
lo vio. La oscuridad se lo había tragado. ¿Se iba a quedar ah í ? — Caminando -contest ó él .
Problema suyo. Lo ú nico que ella quería era llegar a la luz, — Ya sé que caminando, pero ven ías atrás.
llegar a la calle y si era posible, llegar a su casa. El corazón le — Te pasé cuando te paraste en el andén . No me viste
saltaba dentro del pecho. Volvi ó a mirar hacia atrás. Ni señ ales - dijo él .
de Luciano. Era una explicaci ón posible.
Subió los escalones hasta el andén. Nunca se había — ¿Te vas a quedar acá? -le preguntó después.
fijado que ah í había una escalera por la que se podía llegar — No. Ya me voy. Chau.
a las vías. — Perdimos la oportunidad -repitió él .
La estación estaba llena de gente, la que ven ía cami-
nando por las vías m ás la que estaba esperando el tren

escalera.
Nunca la tuvimos -dijo ella y empezó a subir la

que no iba a llegar. Todos hablaban al mismo tiempo, pro- Luciano no se movi ó.
testaban , discutí an . Algunos ya estaban saliendo a la calle.

26 i 27 i
ANA

Y veintiocho decidi ó seguir el paso del tiempo segundo


a segundo. Esperaba hasta y media.
El WhatsApp lleg ó a las ocho horas, veintiocho minutos
y treinta y cinco segundos.
" Date vuelta."

Giró la cabeza para darse la nariz con el ramo de flores


que Martí n ten í a en la mano. Ana gritó.
— ¿Tanto te emocionaste?
— ¡ No! ¡ Me asustaste, idiota!
— Perdón por llegar tarde -dijo él extendiéndole las
flores con una sonrisa irresistible.
— En treinta segundos me iba.
Se resistió a la sonrisa, de todas formas.
— Me lo imagin é. Corrí para llegar antes de siete y media
-aclaró Ana.
— Eso no lo escuch é. Solo me acordaba de “y media", así
que llegué puntual ísimo.
Ana se dio por vencida y agarró las flores.
—Vamos -dijo- Me parece que todos me miran .
Caminaron por la 25 de agosto hasta la avenida
Costanera. POT la mañ ana todo se veía distinto. ¿ Así era el
mundo mientras ella estaba en la escuela ? ¿ Tanta gente cir-
culaba libre por la calle mientras ella llenaba sin ganas hojas
rayadas y cuadriculadas?

28 < 29 i
Cuando llegaron al rio, él le agarró la mano. Ana no lo Martín apuró el paso y Ana lo sigui ó, tratando de
miró. Solo se dejó llevar sintiendo sus dedos fríos cubiertos por no pensar.
la mano caliente de Martin. El río se extendía calmo y luminoso, El Regatas estaba desierto. Cruzaron el estacionamiento
ajeno, como ellos, al ajetreo que babí a a su alrededor. y avanzaron por el muelle que se internaba en el rio. Los barcos,
— Vamos a navegar -propuso él . cubiertos con lonas de colores, se balanceaban con sus m ásti-
— Estaría buenisimo. ¡Ojalá pudiéramos! les desnudos. Ana apretó el ramo de flores que llevaba en la
— Podemos -dijo él sacando una llave de su mochila-
E1 barco de mi viejo-aclaró- Est á anclado en el Regatas.
mano. El rio, el sol , Martín y ella, ella y Martí n ... El momento
soñ ado. ¿ Por qué no lo estaba disfrutando entonces?
— ¿ Y te deja sacarlo ? Se pararon frente a un velero cubierto con una lona
— Casi tengo carnet de timonel. El mes que viene doy el
examen . Hasta ahora no pude porque era menor, pero mi viejo
azul. Neptuno, leyó Ana. Martín saltó sobre la cubierta y apar-
tó la lona con destreza. Después, le dio la mano para ayudarla
me ense ñó desde pendejo. A veces me lo deja timonear a m í. a subir.
— No te creo.
Martín sacó su celular y le mostró una foto donde se lo
El piso se le movi ó bajo los pies. Literalmente. Casi pier-
de el equilibrio.
veia sobre el barco, agarrando el tim ón . Estaba lindo, con los — Tratá de no caerte al agua -se ri ó Martín-. Va a ser
pelos al viento. difícil explicar por qué volvés de la escuela toda mojada.
— Si querés m ás pruebas, vas a tener que venir conmigo.
Ana no contest ó. El agua corrí a con velocidad, pero
Sin soltarse de su mano, Ana camin ó haciendo equili -
brio hasta el m ástil y se quedó agarrada mientras él ataba y
no era el miedo lo que la detenia. Era... ¿ Oué era ? Era todo: desataba sogas.
no estar en la escuela, haber mentido en su casa, estar con él Ana lo veia hacer. É l parecía ignorarla. ¿ Tambi én habr ía
cuando él... las ganas irresistibles de estar con él , cuando él... venido al barco con ella ? La pregunta le daba vueltas en la
¿ Oué iba a pasar arriba de ese barco ? ¿ Oué iba a pasar cuando cabeza pero no se animaba a hacerla. Ella nunca le habí a con -
estuvieran solos en el medio del rio y todo fuera posible? ¿ Oué tado. No ten ían secretos... hasta ahora.
iba a pasar cuando la besara ? La iba a besar. No ten ía dudas. Cuando todo estuvo listo para sacar el barco, Martín la
Ella queria que él la besara. En el medio del rio, bajo el sol, con miró sonriente.
el bamboleo del barco. Ese era el dia. ¿ Ese era el día ? No ten ía — ¿Te vas a quedar ah í parada toda la mañ ana ?
que subirse a ese barco. Lo sabia.
— Bueno, vamos -aceptó.
—— No sé. Tengo miedo de caerme.
Ven í, sentate acá.
Un escalofrío le corri ó por la espalda. Miró alrededor. Haciendo equilibrio una vez m ás, Ana lleg ó hasta la
¿Y si alguien los veia ? ¿Y si pasaba alg ún conocido en auto? ¿Y bancada que le señ alaba. Se sent ó sin soltar la mochila ni las
si los del club Regatas pensaban que se estaban robando el flores. Estaba rigida, casi no podia respirar. Se alegró de tener
barco? los anteojos puestos. Esto no estaba bien . Podía frenarlo ahora.

30 i 31 <
Podí a decir que se bajaba, que mejor no, que mejor se iban . EZEQUIEL
No dijo nada.
Antes de poner el barco en movimiento, Martín la miró.
— Tranquila, no pasa nada -le dijo con una sonrisa.
Se agach ó y la besó suavemente en los labios. Después
prendi ó el motor.
Ana no se tranquilizó. Ojal á no hubiera ido. Estaba por cruzaT la calle esquivando los autos cuando
una moto le frenó adelante. Ezequiel saltó para evitar que lo
atropellara.
— ¡Oué cagazo, gato! -se burl ó el de la moto- ¿ No te
ense ñ aron que ten é' que mirar el sem áforo ?
— Llego tarde, Chato.
— Subi que te llevo.
Ezequiel no se lo hizo repetir. Se trepó a la moto.
—¿ Es tuya?. Ta tarde se la tengo que entregá al Barba.
—Ahora si ubicada.
' '

Creo que ya la tiene


——¿Y con cuánto vas ?
Nada, una miseria. Vo' lo conocé al Barba. Siempre
te caga.
—¿Y para qué trabajá con él ?
'

—De algo hay que í . La moto e negocio fácil. Poco


viv ' '

riesgo.
El Chato aceleró y zigzagueó entre los autos. Ezequiel se
agarró fuerte de su cintura. El sem áforo los detuvo. El Chato,
aceleraba, esperando el verde para volver a arrancar como si
estuviera en una pista de carrera.
— ¡Oué m áquina! ¿Viste?
— 'Tá buena -dijo Ezequiel.

— Un dí a voy a ten é' una como esta -dijo el Chato acari -


ciando la moto como si fuera un caballo- Pero m ía.

32 < 33 <
de sonar. No
— Va ' a tener que trabajar, Chato -se rió Ezequiel. Escuchó un griterío. Las sirenas dejaron
hasta la esqui-

que va la
¿Y qué te cree' que hago? Acá el único vago so' vo',
' escuela.
ten ía dudas: lo habian agarrado. Quiso correr
na, pero tal vez no fuera lo mejor. Solo apur
ó el paso, tratando

— Lo mismo dice mi vieja. de no llamar la atención.


La gente se estaba amontonando a mitad
de cuadra. La
El sem áforo cambió a amarillo y el Chato, impaciente,
suelo. El Chato
arrancó haciendo chirriar las ruedas. super m áquina del Chato estaba tirada en el
y lo pateaban .
— ¡¡¡luuuuuu!!! -gritó. tambi én , rodeado de policí as que le gritaban
Ezequiel no se anim ó a acercarse. Miró
de lejos, como los
Ezequiel pensó que no habí a sido una buena idea
empujones y lo tiró
subirse a la moto. Capaz que no llegaba nunca. El Chato no dem ás. La policí a levantó al Chato a los
las muñ ecas en
frenaba, pasaba finito entre los autos, se metia de contrama- contra ía pared. Un tipo lo pateó. Le esposaron
en la cara. Cuando
no, inclinaba la moto para zigzaguear y no dejaba de reírse la espalda. Vio que el Chato ten ía sangre
, el Chato lo vio.
a carcajadas. Pasó un sem áforo en rojo, eludiendo apenas a lo estaban metiendo adentro del patrullero
le respondi ó. Hizo
un auto que empezaba a cruzar la bocacalle y que fren ó de Ezequiel le hizo una mueca. El Chato no
golpe. El hombre gritó algo por la ventanilla, pero el Chato se como que no lo conocia.
ó comentan -
sigui ó riendo. El patrullero arrancó y la gente se dispers
Poco, porque al instante escucharon una sirena que se do. Ezequiel los veia pasar y no atinaba
a moverse. Se habian
su culpa, porque lo
acercaba a toda velocidad. El Chato miró por el espejito. llevado al Chato. Se lo habían llevado por
s habia querido que
— -
La cana dijo y aceleró.
Ezequiel apenas tuvo tiempo de darse vuelta para
habia querido llevar a la escuela y despué
se salvara.
adonde iba.
ver que los seguia un patrullero. El Chato giró de golpe en Dio la vuelta y empezó a caminar sin saber
.
la esquina. La moto derrapó, a punto de volcarse cuando el Pateó una lata. La vida eTa una mierda
Chato fren ó.
— ¡Rajá, Eze! -le gritó.
Ezequiel dudó.
— ¡Rajá, te digo, boludo!
— Vamos juntos. Largá la moto.
— No. Los puedo perder. E ' buena guita. ¡¡¡Bajáaaaaa ü!
Bajó. El Chato ni esperó a que estuviera en el suelo que
arrancó a toda velocidad, esquivó al auto que iba adelante
y volvió a doblar. Ezequiel vio aparecer el patrullero por una
esquina y desaparecer por la otra, atrás del Chato. No atinaba
a moverse. La cana no lo había visto. Nadie lo había visto.

35 <
34 <
VALE N

Valentina corrió escaleras arriba. ¿ Por qué se escapaba


i liando en realidad querí a quedarse
? ¿Oué le había hecho
s
I udano para que se quisiera ir asi ? Sentia sus ojos clavado

rn la espalda. Se dio vuelta para decir algo, tal vez “chau . Un
"i hau" m ás amistoso. Pero Luciano ya no estaba. Una vez m ás.
Salió a la calle. Por fin . La gente caminaba apurada
por avenida Corrientes. Los autos estaban detenidos en un
embotellamiento eterno. Chequeó la hora en su celular. No
tenia sentido caminar hasta la escuela. Mejor volver a su casa.
Habí a que tomar el subte otra vez, pero en direcci ón contraria.
Miró hacia el hueco caliente y oloroso que seguia vomitando
gente. Todos menos Luciano. No quiso bajar. No le gustaba
esa estación y adem ás, Luciano todavía podí a estar ahi. ¿Se
llamará Luciano?, dudó. ¿Y si estaba ahi, qué ?
Mejor caminar hasta la otra estación. Apuró el paso. La
gente la pasaba, la esquivaba, la empujaba.
A Valen le costaba entender lo que habia sucedido.
O mejor dicho, le costaba creer que Luciano fuera realmente
peligroso. Pero... ¿por qué había querido detenerla en el t únel ?
¿ Por qué la había esperado en la escalera ? ¿ Querría realmente
ser su amigo? ¿Y si todo habían sido fantasías de ella ? ¿ Y si
habí an sido las eternas recomendaciones de su mam á sobre
los peligros de la calle las que le taladraban la cabeza? Pobre
pibe... Capaz que lo había malinterpretado.
Su mam á. Sacó el celular para mandarle un mensajito.
“Se quedó el subte. Vuelvo a...”

36 i 37 <
El teléfono vol ó de su mano. Valentina casi ni se dio
cuenta de lo que había pasado. Vio al chico que se lo habia
EZEOUIEL
arrebatado cuando doblaba la esquina. No atin ó ni a gritar.
Se quedó temblando, parada en el medio de la vereda, sin
saber qué hacer. Las l ágrimas empezaron a rodarle por la cara.
Demasiado para una mañ ana. No quería estar ahí. Oueria
volver a su ciudad. Quería andar en bicicleta. Quería sentarse
Dos cuadras m ás all á, Ezequiel dejó de correr para recu-
en el último banco a la izquierda y reírse con Ni porque la de
Geograf í a tiene las medias corridas.
perar el aire. Todavía tenia el celular apretado en la mano.

— ¿Qué te pasó?
Luciano estaba a su lado y la miraba asombrado.
Lo miró. ¿ Por qué había hecho eso?
No lo habia planeado, ni siquiera lo había pensado un


llantos.
¡¡¡No me sigas m áaasss ü! -grito Valentina entre
minuto antes. Fue un impulso, un arranque repentino. Vio a
esa chica ah í, un poco perdida, con el celular en la mano y...
Fue un impulso.
No se dio vuelta a mirarla. No le interesaba su cara de
susto o de sorpresa o de enojo. Ni siquiera le interesaba su
celular.
La chica no habia gritado. Raro.
¿ Y ahora qué hacia con eso? Podia llevárselo al Rulo.
¿ Qué sacaría? Cincuenta, cien . Era algo. Su vieja se iba a poner
contenta... hasta que se enterara cómo los habia conseguido.
Después, igual, lo iba a echar de su casa.
Se acordó del Chato tirado en el suelo. Tenia que ir a
avisar, por las dudas. El Chato era menor, iba a salir enseguida.
¿ Y si no sal ía? El Barba ten ía contactos. Sí, iba a salir.
Un policía apareció en la esquina. Ezequiel se guardó
el celular en el bolsillo y empezó a caminar para otro lado. Le
parecía que ten ía un letrero en la frente:"Chorro".
Había sido la primera vez. Y no había sido dif ícil. Seguro
que si lo planeaba no lo hubiera hecho, no se hubiera animado.
Ni siquiera podía mandarse la parte con sus amigos. Afanarse
un celular no servía para nada. Le iban a seguir diciendo
"cag ón ”, “puto”. Se iban a seguir riendo de él , como cada día.

38 i 39 <
Eso no le molestaba. Era parte del juego con sus amigos.
Era un código. É l los dejaba hacer y no se metia con ellos y ellos VALEN
no se metían con él. ¡Mierda! No había sido lindo ver cómo le
pegaban al Chato.
Volvió a sacar el celular y lo prendió, no sin antes mirar
alrededor para ver si alguien lo seguia.
La pantalla se ilumin ó y una chica (seguramente la
misma, no la había visto bien ) le sonreía abrazada a un chico. —Pará, pará. No te estoy siguiendo, loca. Iba por la
Tí pico. Bueno, flaca, ahora no m ás selfis por un tiempo. No va vereda de enfrente y te vi acá parada llorando. ¿ Oué te
a ser mucho. Seguro que te van a comprar otro la semana pasó ? ¿ Ouerés volver a tu casa ? ¿Te acompañ o ? -le pregunt ó
que viene. Luciano.
Valentina neg ó con la cabeza y se pasó la manga del
Entró en la galería de fotos. Más de la chica, m ás selfis,
m ás del chico, m ás de otTas chicas riendo a la cámara. Muchas buzo por la nariz para contener los mocos que empezaban a
fotos en alg ún lugar, como en una playa. La chica en bikini, caer. Luciano abri ó su mochila, apuradí simo, sacó una carpeta,
quemada, sonriente. No era fea. Mejor dicho, era muy linda. arrancó una hoja y se la dio. Valen miró la hoja y lo miró a él .
Le dio un poco de pena. No estaba bueno seguir vi éndole —Para que te seques los mocos -explicó Luciano- No
la cara en las fotos. será pa ñ uelo, pero es papel . ¿Sirve ?
Valen se rió entre l ágrimas y se pasó el papel por la
Se volvió a meter el celular en el bolsillo.
nariz.
Bueno, la ma ñ ana perdida. Mejor se volvía al barrio, lo
buscaba al Rulo y se deshacía de ese tel éfono de una vez por — Puaj... Esto no limpia nada.
Luciano ofreci ó su propia manga del buzo. Valentina se
todas. Con lo que le dieran pasaba por el almacén y compraba
algo de comida, unos caramelos para su hermana, unas salchi- ri ó otra vez.
chas para él. Cerveza. También podía comprar un par de cerve- — ¿Sabés que ten és una linda sonrisa? -repitió Luciano.
zas. Leche estariabien . Unas bananas. Si le alcanzaba, tomates. — Basta. Ok. Ya pasó. Un tarado me choreó el celu.
El tel éfono son ó en su bolsillo. Se sobresaltó. ¡Oué gila- — Ah... la típica. ¿ No sabés que no ten és que usar el celu
en la calle ?
da! Tendría que haberlo apagado. Lo sacó y miró la pantalla. Un
Valen neg ó con la cabeza.
mensaje de "Mam á ”. "Cuando vuelvas pasá por la verdulería y
traé unos tomates. ¿ Tenés plata?" En realidad decía: “Ciamdo — Ahora lo sé. Pero por suerte, no voy a tener m ás
celular -coment ó irónica-. No me van a comprar otro.
velvas pasa x la vergulia y trae unos tommate. Teñ e piata ? ” Le
hizo gracia. "Mam á" escribía mal. —Te puedo prestaT el mió. Tom á.
Valentina lo miró raro. ¿ Hablaba en serio?
Lástima. El mensaje no iba a llegar y "Mam á" no iba
a poder comer tomates. Ella tampoco. ¿ Cómo se llamaría —Tom á -insisti ó Luciano- ¿ A qui én estabas llamando ?
la chica?
40 i 41 i
—A mi vieja. No, dejá, no importa. Si ve que la llamo de
otro teléfono se va a preocupar más. Mejor me voy para mi
—: Buena excusa.
ambiemos de tema.
casa y listo.
Luciano guardó el celular en su mochila.
—— .Sí Me voy -Valentina amag ó.
Lástima que no te puedo pedir el celu.
— Es una tonter ía -dijo. — No te lo hubiera dado, de todas formas.
— ¿ Qué es una tontería ?
— Yo puedo darte el m ío.
— Volver tu casa ahora y desperdiciar una rateada... Valentina se encogi ó de hombros.
“forzada”, digamos. ¿ Nunca te rateaste ?
— No te voy a llamar, de todas formas -repitió.
— Acá no. — Dame la mano -dijo Luciano.
Luciano frunci ó el ceñ o sin entender. Valentina extendi ó la palma y Luciano le escribi ó su
— Es que llegué hace poco. No soy de acá. tel éfono con birome.
— Ahora sos de acá.
— No te laves.


Nunca voy a ser de acá. No me gusta.
Podés volver a tu ciudad cuando quieras.
—— ¿ Por cuánto tiempo?
Hasta que me llames.
— Ja, ja. Muy gracioso. No es tan fácil.
— Soy una chica muy limpia.
— Si que lo es.
Valentina lo miró descreída.
— Entonces estoy perdido.
Valentina se acomodó la mochila al hombro y dudó.


No estoy de humor, ¿ si ? -le dijo.
¿ Confi ás en m í ?
— Chau -dijo.



No.
Sí, ya lo sé. Cambio la pregunta. ¿ Confiarías en m í ?
— No.
— Ok. Yo tampoco, pero convengamos que hasta ahora
no te di motivos para desconfiar.
— Si. Quisiste que me quedara con vos en el t únel. Eso
no suena muy confiable.
— De acuerdo. Acepto -reconoci ó Luciano- No fue una
buena idea, pero no sabés para qué quer ía que te quedaras.
—— Prefiero no saberlo.
No es lo que pensás.
— Decime para qué, entonces.
— No puedo decirlo. No me creer ías.

42 i 43 <
ANA

El barco ya había salido del embarcadero y se interna-


ban en el río, sin alejarse demasiado de la costa.
Martin estaba al tim ón, atento a lo que hacia, pero Ana
sabía que cada tanto la miraba de reojo. Se sacó los anteojos
y cerró los ojos. El sol era una caricia. Le gustaba ese calor en
la cara, ese viento en el pelo, le gustaba el rio. Pensó en sus
compañ eros, sentados en el aula copiando ejercicios de mate-
m áticas que nunca iban a saber resolver. Respiró profundo.
Abri ó un ojo para mirarlo. Se había sacado la remera.
|Epa! Sin remera era todavía m ás lindo. Nunca lo había visto
asi, pero ella se lo habia contado. " No sabés lo que es cuando
se queda en cuero. ¡Me mata!” Se habían reido juntas. Ana se
sonri ó.
— ¿ De qué te reís? -preguntó Martín.
— ¿ Me reí ?
— Te son -reiste.
— No me di cuenta.
— ¿ En qué pensabas? -insisti ó él.
— En nada. Solo disfrutaba el sol. ¿ No vas a subir la vela?
— Me parece que no vale la pena. No vamos a ir muy
lejos y es un bardo.
Ana asinti ó.
— ¿Ouerés manejarlo? -le preguntó.


No sé -se Tíó Ana.
Es f ácil. Yo te ayudo. Ven í.

44 < 45 <

l
Ana dudó. No se animaba a pararse.
— Ag árrate del guardamancebo -dijo él riendo.

Nada. Apagué el motor. No está bueno manejar un
barco cuando uno está concentrado en otra cosa.


¿ Del qué ?
De la baranda.

Peor es quedarnos a la deriva.
Martín se rió.


Es un cable... ¿ no se suelta ?
No -volvi ó a reí rse Martín . IM< l .
i.

No nos vamos a quedar a la deriva. Voy a echar el

Ana lo intentó. Debía verse muy ridicula caminando


agarrada con cuatro manos, pero lleg ó hasta el tim ón . É l le
——
¿ Y nos quedamos acá en el medio del rio?
No pasa nada. Lo hice montones de veces.
dejó su lugar y se paró detrás de ella. Ana lo miró hacer, agarrada del tim ón. Escuchaba los
— Agarrá acá -indicó, ) ilipes del agua sobre la quilla. Miró hací ala costa. Estaban a
Ana obedeci ó. la altura del camping de Itapé que hoy, dia de semana, se veía
— Hay que hacer fuerza -se rió. desierto. No era tan lejos de la orilla. Podia, si quería, tirarse al
— Si, claro. Hay corriente. ¿ Podés ? agua y nadar hasta ahi. No queria.


Sí, creo que si.
Pará que te ayudo.
——
¿Vamos ? -dijo él agarrándola de la mano.
¿A dónde?
Pasó sus brazos por los costados de ella para sostener
tambi é n el tim ón . Ana sinti ó su cuerpo sobre la espalda, sus
——
Abajo. Es m ás cómodo. Vas a ver.
No, dejá... Est á bueno acá. Me gusta el sol.
brazos traspirados, sus manos sobre sus manos. No pudo Pudo ver una sombra de disgusto sobre su cara, pero
evitar un temblor. Ojal á él no lo hubiera notado. ella no pensaba bajar. Ya era mucho estar ahi, en medio del
— ¿ Así es m ás fácil, no ? -pregunt ó Martín . rio, solos. Lejos. Solos. Con él. Justamente con él.
Ella asinti ó. No le sal ía la voz.
Sinti ó un beso rá pido sobre el pelo. No se movi ó. Miraba

Entonces vamos a tirarnos sobre la cubierta. ¿ Lo hicis-
te alguna vez ? -Martín ya estaba sentado sobre la cubierta.
el agua y se agarraba al tim ón como si fuera un salvavidas.

¿Qué cosa? -preguntó Ana alarmada.
Otro beso. Ella movi ó un poco la cabeza.
Despu és sinti ó sus labios en el cuello, bajando desde có mo se

Tirarte sobre la cubierta. Es genial . Ven í, vas a ver
siente el movimiento del barco.
la oreja al hombro. Tiró la cabeza para atrás y cerró los ojos. Ana, siempre agarrándose del guardamancebo, se acer-
Estaba segura de que él estaba atento al tim ón , y no se có hasta donde él estaba. Se solt ó para sentarse y perdi ó el
equivocaba. equilibrio. Martín la atajó riendo. Ana tambié n se ri ó. É l la
De pronto el motor se apag ó. Ana abTió los ojos sobre- retuvo por la cintura y antes de que se pudiera dar cuenta,
saltada. le dio un beso. Después aflojó la fuerza y Ana se soltó para
— ¿ Oué pasó ? sentarse a su lado. Él se tiró de espaldas sobre la cubierta.

46 i 47 <
— Mirá cómo se ven las nubes -le dijo con los ojos fijos
en el cielo.
, VALEN
Ana se tiró junto a él . Temblaba. Era cierto. Las nubes
pasaban a velocidad y el movimiento del barco los acunaba.
— ¿ Nunca viniste con ella al barco? -pregunt ó Ana.


pasaba.
No, nunca. No queria. Ten ía miedo... No sé qué le
Valentina dio dos pasos y Luciano la agarró de la
— Pero vos no la invitaste. mochila.
— ¿ Cómo sabés ?
— Pará, ya que no me vas a llamar, y ya que estamos acá,
— Me hubiera enterado. y ya que no vamos a ir a la escuela, dejame que al menos te
— ¿ Te contaba todo ? compre un helado.


Casi -dijo Ana con una sonrisa picara.
Te perdiste lo mejor -se burl ó él.

Valentina volvi ó a dudar.
Está bien -aceptó.
Ana le peg ó. Él le agarró la muñ eca y se la inmovilizó Diez minutos m ás o menos no hadan diferencia.
contra el piso. Después giró y apoyó el pecho sobre ella. Compraron dos helados en el kiosco y se sentaron en el
Ana veia pasar las nubes a toda velocidad. escalón de un negocio. Valentina veía las piernas de la gente
pasando. Botas, zapatillas, zapatos, zapatillas, botas. El helado
estaba frío. Le dio chuchos.
— ¿ Los helados de acá son m ás ricos que los de “all á” ?
-preguntó Luciano, dando un leng üetazo para que el helado
chorreante no se cayera.
— Son iguales.
— ¿ Hace mucho que estás "acá” ?
— Dos meses y no me gusta.
— Yo vivi acá toda la vida y tampoco me gusta.
— Al menos conocés gente, ten és amigos...
— Vos también -Luciano abri ó los brazos- Me conocés
a m í y quié n te dice, todavía no perdimos...
— La oportunidad.
Valentina mordió el helado y se le congel ó la lengua.
Tardó en hablar.

48 i 49 <
—¿Para qué querías quedarte en el túnel?
——
Es algo que no se cuenta. Solo si querés venir.
—¡Eh!... Pará... No te estoy verseando. Te estoy contando
algo que saben muy pocas personas porque... porque lo quie-
No voy a ciegas a ningún lado.

-
Precavida. Vos te lo perdés -dio otro leng üetazo al
helado ¿ No te da un poquito de curiosidad ?
ro compartir con vos, ¿ entendés?


¿ Por ?
No sé porqué. Porque te vi y... Porque yo tampoco
— Me da un poquito de miedo que es m ás fuerte que
la curiosidad.
conozco mucha gente. Bah... si, conozco mucha gente, pero no
tengo muchos amigos. Porque... ¡Ay, no sé, Valen! No se puede
— -
Vos te lo perdés repitió Luciano- ¿Ten és novio?

——
explicar. Está bien. Olvídate. También me equivoqué con vos.
¿ Y eso que tiene que ver ?
Luciano se paró y se sacudi ó el pantal ó n . Valentina
Nada. Es una pregunta. ¿Tenés novio?
—— Llegué hace dos meses.
¿Y eso que tiene que ver ? -repitió ahora él.
lo miró desde abajo. Parecía realmente molesto. O herido.
¿ Estaría actuando ? ¿Oué le hubiera dicho Ni en este caso ? No
tenia dudas. “ Dejalo, Valen , es un tarado.” Ni siempre tenía
Valentina se encogi ó de hombros.
razón. Salvo con su novio, ah í se había equivocado. Le había
— Tengo -confesó.
—— ¡Ah!... ¿Viste ? Vos sos bastante mentirosa.
Es que se quedó all á. Tengo novio a distancia.
dicho las cosas m ás horribles sobre él y había resultado ser un
dulce. “ Dejalo, Valen..."
Se paró de un salto.
Valentina trató de reírse pero no pudo. No le gustaba
hablar de eso. — Está bien. Para que veas que no soy provinciana, ni
ortiva, ni desagradecida, ni nada de eso, voy a ir con vos. ¿ Qué
— Es casi mejor.
Ni ahi. Chateás, te ves por Skype, le mand ás
me querés mostrar?
fotos...
Una mierda.

—— Vos no sabés todo lo que hay que saber -dijo


Si estás pensando en sexo virtual o algo así,
Luciano.
olvidate.
— Eso es una pavada. Hay cosas mejores.
Valentina se chupó los dedos chocolateados.


— -
Como el túnel del subte dijo con ironía.
Sí -dijo Luciano y le alcanzó otra hoja de la carpeta.
Valentina se rió.
— Mirá, Valen... -Luciano se había puesto serio- Yo
nunca llevo a nadie ahi. Es muy... secreto.
— No me versees, ¿querés? ¿Te crees que porque soy
provinciana me voy a tragar cualquier verdura ?

50 < 5i <
EZEOUIE L

Entró al barrio por el costado. Si tení a suerte, iba a


pncontrar al Rulo en su casa. Pateó la pelota de unos chicos
estaban jugando un picadito en la calle.
—¿No fuiste a la escuela hoy ? -le pregunt ó a uno de
pilos; su vecino, el hijo de la Rita.
—No. Anoche terminamo' tarde. Se quedó el camión.
.
'N i cagada.

La Rita salía todas las tardes a la recolección con sus


í a a su mamá. Oue
iliis hijos. Este era el menor. Eso le gustar
.
el saliera con ella, que le diera una mano Le aguantaba la
e»< uela porque al menos así ella cobraba la asignación. Dos
dhos. Dos añ os y se iba a conseguir un buen trabajo, se iba a
llrvar a su mamá de ahí, y a la Karina. Se iban a ir a vivir a un
lugar decente, donde la gente no se cagara a tiros por la calle,
donde no hubiera que meterse en el barro ni salir a buscar la
garrafa. Dos años.
El teléfono volvió a sonar en su bolsillo. ¡Oué boludo!
Otra vez lo habí a dejado prendido. Lo sac ó. “Mamá" otra vez.
"Contéstame.”
Ni pienso, pensó Ezequiel. Mientras seguia hacia lo
del Rulo se quedó mirando la pantalla, leyendo los mensajes
anteriores de “Mamá.” “Dónde est ás ?” “¿ A qué hora vení s ?”
"No te olvidé s de llamar a la abuela.” “Mamá” bien podia
ser su mamá. Son todas iguales, pensó. No te dejan tran-
quilo. Siguió leyendo, indagando en el pasado de... ¿Cómo
se llamarí a la piba? Capaz que algún mensaje lo decí a.

52 < 53 <

,
Pasó uno y otro y otro. Todos mensajes de mam á. "Valen.” Acá
— -
Va salir en seguida trató de tranquilizarla
Ezequiel-
está. "Valen , ll ámame.” Era Valen . Ahora ten ía una cara, y un
nombre, y un celular.
¡Epa! El mensaje le llam ó la atención."Volv a casa. Papa
est mal.” Se detuvo. Buscó m ás mensajes. “ Etoy la cl í nica."
aflora.

menor.
¡Ay, m’hijo! Si sigue así, a mayor no
llega -dijo la

Ezequiel salió de la casa detrás de ellay la mir


ó alejarse,

Siguió leyendo. Más: "Dónde etás ? ”. Después otro. "Papá”... y .


«¡Mirada, por la calle barrosa.
le quemaba
una respuesta de Valen . "¿ Qué pasó qué pasó qué pasó ? ”, sin ¿ Dónde se había metido el Rulo? El celular
rn el bolsillo. Ya ni siquiera quería venderlo
. No quería dejar
respuesta.
, y su vida, y sus amigas,
rn n í anos del Rulo a ‘‘Valen y sus fotos
"
Ufff... Parece que Valen tampoco la ten ía f ácil. Volvió a
guardar el celular en el bolsillo. No quería saber m ás. V tu novio.
de Ni.
El Rulo no estaba en la casa. Su mam á no sabía. Mala Buscó en los contactos. Ni . Y la foto
suerte. Mejor lo buscaba por ah í pero antes ten ía que avisar “ Hola Ni.” Mandó el mensaje.
lo del Chato.
Dobl ó por una callecita donde apenas si pasaba él y
donde el barro era m ás espeso. Ahi no daba el sol. Hizo unas
dos cuadras hasta lo del Chato. Seguramente no iba a encon -
trar a nadie. Su mam á trabajaba todo el dia. Limpieza, creia.
Se equivocó. Ese dia estaba ah í.
—— El Chato no está -así lo recibió la madre.
No, si ya sé -contestó Ezequiel entrando por la puerta
de madera que chirrió al arrastrarse por el suelo- Es que... es
que... lo agarraron .
La mam á del Chato no dijo nada. Se lo quedó mirando
sin verlo y los ojos se le llenaron de l ágrimas. Después suspiró.
— ¿ Dónde ? -preguntó.
Ezequiel le cont ó lo que sabía. La señ ora se pasó las
manos por los ojos y después por el pelo, como si quisiera
peinarse con los dedos.
— Gracias, m 'hijo. Voy ya mismo.
—— ¿ Lo va a ver al Barba?
Ni loca. No le quiero deber nada a ese delincuente.
Me lo voy a buscar a la comisería.

55 <
54 i
ANA

Ana sentí a el peso de su cuerpo casi aplast ándola.


M . ulm la besaba en el pelo, en los ojos, en los labios, en el
i urllo , Ana no podía cerrar los ojos. Las nubes se le ven í an

• ru Ima como el cuerpo de él. Se retorció para empujarlo bací a


mi i ostado, pero solo sirvió para que él se acomodara mejor.
Ana estaba inm óvil, los brazos al costado del cuerpo,
.
lln mimarse a responder a sus caricias, incómoda. Algo se le
i lavaba en el medio de la espalda. Ojal á el piso se hundiera y
.
rll i cayera, al fondo del río.
Cerró los ojos para no ver y le devolvió un beso, donde
i . iyrra , donde sus labios se encontraran con su piel . Debi ó ser

.
l i mejilla porque sinti ó lo rasposo de su cara sin afeitar. Probó
MUI otro beso, esta vez en los labios. Le gustó. Aflojó un poco la
trusi ón de su cuerpo.
Ya está. Ya fue. No tenia sentido tener miedo. Ten ía que
-.
11 i frutarlo. Había esperado este momento mucho tiempo.
No ahi. No con Martín . Él, el otro, no ten ía cara. Disfrutá, Ana,
-.
11 i frutá. Se animó y le acarici ó el pelo. También él se anim ó y
buscó la piel de Ana por debajo de la remera.
Ana se estremeci ó de placer, de miedo. Sabia que si no
.
• alia ahora de debajo de él, no salía m ás. Y no sabía si quer ía
salir.
Son ó un mensaje en su tel éfono. Alguien habia decidi -
do por ella.

Esperá -dijo estirando la mano para agarrar la
mochila.

56 i 57 <
—Dejá. —¡No digas eso!
Él no dejó de besarla.
— No, esperá, puede ser importante -se retorció Ana ——EstNo,áparbiená., no lo digo. Apagá ese teléfono.
para salir de abajo suyo. Martí n se incorporó de un salto y le sacó el tel éfono de
— Nada es m ás importante que esto -él reforzó la U mano.
presi ón .
Pero Ana ya estaba decidida. Dobl ó el cuerpo con fuer-

le 'lia.
(
Tel éfono al agua -dijo riendo, manteniéndolo lejos

za, se apoyó sobre un brazo y se escabull ó para agarrar la Ana se abalanzó sobre él. Perdi ó el equilibrio. É l cayó
mochila. Viendo que habia perdido, Martí n se apoyó de lado, teibre la cubierta arrastrándola y la sostuvo contra su cuerpo,
el codo sobre la cubierta, la cabeza sobre la mano, la mueca •ipietada por la cintura. Ana intentaba agarrarlo pero apenas
de disgusto en la cara. Ana no lo miró. No quería mirarlo. pod í a moverse. Martin soltó el tel éfono que se deslizó sobre
Tampoco querí a saber quién le había mandado un mensaje. .
l i ( ubierta hasta detenerse contra la borda. Ahora, con las dos
¿ Oué importancia podía tener ? La de darle tiempo, nada m ás. .
in mos libres le sostuvo las muñ ecas contra el piso.
Ana, con los dedos tembl á ndole, miró la pantalla y vio
lo que no esperaba.
— Te port ás mal -le dijo.
El tel éfono son ó. Ana no lo pudo atender.
—— Es ella -le dijo.
No contestes -dijo Martin disgustado, tendié ndose
boca abajo sobre la cubierta.
— No, sí. Si no le contesto no va a dejar de mandar men -
sajes. ¿ No la conocés ?
— Si. Es una rompebolas.
" No fuiste a la escuela ? ”, escribió Ana
y se quedó espe-
rando la respuesta.
— Dale, apagalo -pidi ó Martí n- No tenemos toda
la manaba.
— Son dos minutos -dijo Ana.
La respuesta no llegaba. ¿ Por qué hoy? ¿ Por qué ahora ?
¿ Por qué en este preciso momento?
— ¿ Para qué querés chatear con ella ?
— No sé -dijo Ana- Ella llam ó.
— Siempre es así. Siempre lo arruina todo.

58 < 59 <
VALEN

Luciano, sin mayores explicaciones gui ó a Valen otra


vr / por la escalera del subte rumbo a la estaci ón que acaba-
.
l » m de dejar atrás.
— ¿Tenemos que ir en subte ? -preguntó Valen disgus-
tada .
— No exactamente.
Pasaron los molinetes y se pararon en el andén, rodea-
dos por la gente que estaba esperando el próximo tren ya que,
aparentemente, se había reanudado el servicio.
— ¿ Qué hacemos acá ? -volvió a preguntar Valen .
— ¿Siempre ten és que saber todo?
— Sí. ¿ Está mal ?
— Deja poco espacio para el misterio -dijo él, misterioso.
El tren lleg ó. La gente se abalanzó hacia las puertas y
Valen se movi ó detrás de ellos.
— Esperá -dijo él , y no la dejó subir.
Valen lo miró intrigada. ¿ Le estaría tomando el pelo?
f stuvo tentada de volver a huiT, pero ya lo habí a hecho una vez
y no habia resultado. Adem ás, ahora estaba intrigada.
Luciano esperó a que el último de los pasajeros aban -
donara el andén y que el subte arrancara, entonces, agarrán -
dola de la mano corrió hacia la escalenta que bajaba a las vías.
— ¡No, pará! ¿ Adonde vamos ? -se fren ó Valen .
Este pibe ten ía una obsesión con el túnel.

¿laves?
— No es lejos -la tranquilizó Luciano- Esa puerta ahi,

6o < 61 i

L
Efectivamente, contra la pared había una puerta en la Valen no terminaba de confiar.
que Valen no habí a reparado cuando caminaba por las ví as.
— ¿ Qué hay ah í ?
— El viejo de uno de los pibes trabaja en los subtes y
t í os consiguió este lugar que no lo usaban para nada. Era un
— Sin preguntas, ya sabés.
Bajaron . Valen mirando hacia todos lados, segura de
depósito o algo así. Ven í, sentate.
Luciano intentó dar por terminadas las preguntas y
que estar ah í debía estar prohibido, que un policía los iba a .
• enaló una silla junto a la suya, frente a una computadora
ver, que iba a pasar otro tren y los iba a atropellar y, sobre todo, Apagada.
que había hecho mal en seguirlo. Valen se sent ó, pero no se calm ó.
Luciano se paró frente a la puerta e introdujo en una
ranura disimulada en la pared una tarjeta negra que sacó de

inmundo.
¿Y no pueden hacer esto en tu casa? Este lugar es

su bolsillo.
— ¿ Tu papá trabaja acá ? -pregunt ó.
— No, justamente. Necesit ábamos un lugar bajo tierra
para evitar la interferencia de otras señ ales.
Luciano se ri ó. La chicharra de la puerta son ó y Luciano Luciano no dejaba de hacerse el misterioso y Valen no
empujó. La luz que había adentro la encegueció por un estaba de humor para que le tomaran el pelo.
momento.
Cuando sus ojos se pudieron acomodar a la claridad,
— Ok -dijo-, todo muy interesante pero, o me explicás
con claridad que estamos haciendo acá o me voy a mi casa.
Valen vio unos cinco o seis chicos sentados cada uno frente a
una computadora. Ninguno los miró, ni los saludó, ni reparó
— No sé si lo entenderías. Me gustaría m ás mostrarte lo
que podemos hacer.
en ellos. Valen vio que tenian auriculares raros, como una
— No soy tonta, nene. ¿ Oué te pensás ?
suerte de vincha, gorro, corona en la cabeza. Estaban ensimis-
mados en las pantallas que no proyectaban ninguna imagen.
— Est á bien , está bien -aceptó Luciano levantando las
manos como pidiendo paz, resignado a dar las explicaciones
Solo una luminosidad azul, como si estuvieran desconectadas. del caso- Estos pibes que ves acá, y otros que no están , somos
En el medio de la habitaci ón habia una mesita con un compañ eros del industrial. Somos buenos, muy buenos en
aparato raro, como una antena de esas con dos cuernitos, computaci ón y podemos hacer algunas cosas que... no est án
que daba vueltas sobre si misma emitiendo un molesto bip- muy bien vistas, digamos.
bip-bip. Cada tanto la antena hací a como una descarga y de
cuernito a cuernito se formaba un haz de luz verde que des-
— ¡¿ Son hackers ?! -preguntó Valentina abriendo gran -
des los ojos.
pu és desaparecía.
— ¿ Es el centro de control de subterrá neos ?
— Algo así. Ponele el título que quieras. La cuesti ón es
que hace como seis meses logramos meternos en el sistema
Luciano se volvi ó a reí r y neg ó con la cabeza. de una cosa muy pero muy grosa que se dedica a la experi-


Es un centro de control, pero no de subterrá neos.
¿ Y qué hacen acá abajo?
mentaci ó n con cosas muy pero muy grosas.

62 i
63 i
— claro
claro -se burl ó Valentina.
Re Valen lo miró extrañ ada.
— Es pero es secreto. te puedo decir
, No
que hackeamos. Podríamos todos en cana o algo mucho
] el sistema A la escuela. Escuela 29.
Antes de tipear, Luciano preguntó:
peor si nos descubren .

ir
— ¿ Puedo ir con vos?
Valen se encogió de hombros.

——
¿ Algo como del Gobierno o de los Servicios Secretos o
algo así ? -Valen se empezó a entusiasmar. Si querés...
, pero vamos.
— No, no son Servicios Secretos ni tampoco es del No parece muy divertido ir a la escuela
M# Irnés que autorizar. NOVA549.
Gobierno. Al menos no de este país. Pero eso no importa. Lo
único importante es que metiéndonos en el sistema logra-
mos reproducir, y en algunos casos mejorar, lo que están
——
¿ Eh ?...
Es la clave.
Valen tipeó la clave.
experimentando. Y eso es lo que te quiero mostrar.
— No entiendo mucho de computadoras -se desilusio-
n ó Valen- Me parece que es al pedo.
— ¿ Estás lista?
Valen no sabía para qué ten ía que estar
lista, segura-
ía algo tan
— No te lo voy a explicar, no te preocupes. Solo quiero monte• para ver su escuela en la pantalla. No parec
que hagas la experiencia. Está buen ísimo, vas a ver. Pónete
esto.
Luciano le dio uno de esos extrañ os auriculares.

tu ivrdoso.

Sí -dijo.
Luciano le dio Enter. La pantalla se llen ó
de n úmeros y
se
Valen se los puso en la cabeza y Luciano prendió la Imbolos que pasaban a toda velocidad e inmediatamente
compu. La antena de los cuernitos hizo unos bips m ás rápi- |nr . < > azul, como las otras. En
ese momento, Valen sintió como
dos y prendi ó unos destellos de luz verde. Luciano movía los « l una ceguera blanca la hubiera envuelto
. Sintió un sacudón
de abajo de ella.
dedos sobre el teclado. Mientras la computadora pensaba (y y l úe como si la silla hubiera desaparecido
ó, o lo encontró y
Valen también pensaba), Luciano se puso él mismo la corona- lluscó el piso con los pies, pero no lo encontr
auricular. no lo sinti ó.


¿ Cómo se llama tu ciudad ? -le preguntó.
Concepci ón . Concepci ón del Uruguay.
— ¡Luciano! -gritó asustada.
Pero tampoco escuch ó su propia voz.
Un nuevo sacudón y un dolor en la rodilla
. El blanco de
Luciano tipeó el nombre con una velocidad increíble.
Apareci ó un mapa en la pantalla. Luciano agrandó la imagen. .ilrededor empezó a diluirse y desde muy lejos le llegó la
voz

Valen reconoci ó el lugar. de Luciano.




¡La plaza! -casi grit ó-. Perdón .
No te preocupes, no escuchan .
——
¿ Estás bien ?
Un poco mareada -atin ó a decir.
— ¿ Es un Google Map? — La primera vez siempre pasa. Después te
acostumbrás.

— Mejor que eso -dijo Luciano- ¿A dónde querés ir ?

65 <
64 i
Valen se pasó las manos por los ojos que le ardían
La rodilla le molestaba. Seguramente se había golpeado con -
.'
yn
— ¿ Eso quiere deciT que estamos en Concepción porque
lo estoy pensando?
tra la mesa.
De pronto su mirada quedó fija en la pantalla. Ahi
—— Algo así.
Pero en realidad estoy acá.
estaba: ese era el patio de la escuela y ese era el banco bajo el
ceibo, donde siempre se sentaban en los recreos y esa... ¿ esa —— Técnicamente.
¿Y si pienso en otro lado aparezco en otro lado?
era ella?
— ¿ Esa soy yo? -preguntó. — Si, pero no te lo aconsejo. Cada cambio de espacio es
u n sacudón. Si lo bacés muy seguido puede ser
complicado.
— Claro. Y este soy yo. ¡Buaaaab!
Luciano salió de atrás del árbol y la asustó sacudién -
Podés desintegrarte en las coordenadas.
— Es divertido, pero no entiendo para qué un Gobierno
dola por los hombros. Valen gritó y se dio vuelta en su silla. i > quién sea puede estar interesado en
este juego.
Valen en la pantalla también se dio vuelta y se encontró con
Luciano cara a cara.
— Es que no es un juego, Valen . ¿Te das cuenta de que
i on este sistema pueden mandar a un tipo
a cualquier lado

——
Pará... -preguntó confundida- ¿dónde estoy? sin que esté ah í ? Puede espiar, escuchar, cualquier cosa
y no
Acá... y allá -dijo Luciano. hay ning ún riesgo de que lo descubran o de que lo maten . Si la
— No, en serio. ¿Yo cuál soy?
Luciano y Valen en la pantalla repetían el diálogo de
< uesti ón se pone fulera, el tipo vuelve y listo. Es genial

.
No lo había pensado. Pero esa que está en la panta-
Luciano y Valen frente a la computadora. lla... ¿soy yo o es una... imagen holográfica o algo asi?
—— Las dos -dijo Luciano.
Luciano, no jodas. Esto no es gracioso, es... es... Me da
— No lo sé. No tengo forma de saberlo, porque í f jate...
Luciano en la pantalla le tiró del pelo y Valen, la de la
.
miedo Dónde estamos?
¿ pantalla, le peg ó un em pujón . Luciano casi se cae de la silla
¿ Estaba en su colegio ? Se pellizcó el brazo. No, estaba riendo.
acá, frente a la computadora. Sin embargo Luciano en la pan -
talla la agarró del brazo y ella pudo sentir la presi ón de sus

ejemplo. ¿ Me disculpás ?
-
Perdón. Eso no fue muy amable le dijo- Era solo un

dedos, pero Luciano no la estaba tocando. También en la pantalla le dio un beso en la mejilla y

—— Valen le dio otro.


¿ Me querés explicar qué es todo esto?
Es un programa que están desarrollando. Una suerte
de "teletransportaci ón ”... incompleta.
—— Eso no me lo esperaba -dijo Luciano.
Yo tampoco. No sé porqué lo hice.
—— Sigo sin entender.
El programa te permite estar en cualquier lado que
vos pensás. El cerebro le transmite al sistema ondas electro-
— Lo pensaste.
Valen lo miró sorprendida y Luciano le sonrió encogién -
dose de hombros.
magn éticas que te ubican en el lugar en que estás pensando.

66 4 67 <
Valen camin ó hacia el edificio de la escuela. Reconocía]
-
¡ Qué bien se siente eso! comentó-. Veni
, vamos a

perfectamente la ventana de su aula. Oueria por lo menos ver tul tunco.


de los pasillos,
a Ni. Luciano la siguió. Valentina lo llevó de la mano a través
los bancos de sus

asomarse.

¿ Ellos nos pueden ver ? -preguntó Valentina antes de anim ó a atravesar el aula por entre
Mimpa ñ eros por miedo a que
la descubrieran .

—. .
No No estamos materializados. No nos ven ni nos — Yo me sentaba acá, y Ni donde estás vos
La profesora se extend ía en la explicaci
-explicó.
ó n de las gue-
escuchan Me parece que solo pueden percibir una presencia,
una energia, algo asi. i »4%napoleónicas.
en este banco?

Como si fuéramos fantasmas. — ¿ Todaví a quisieras estar sentada


Ponele.
Valentina se asom ó por la ventana.
Valen se rió.
— No, para nada. Prefiero estar enterrada
en el fondo
se abumen . Vamos a

¿ Esta era tu aula ? -pregunt ó Luciano echando una
mirada alrededor.
ilr un t ú nel viendo cómo mis amigas
buscar a Ni.
raro. ¿Se llama Nicolasa?

Si. Me sentaba all á. — ¿Quién es Ni ? Que nombre
en su casa.
Valentina señ al ó dos bancos vados al fondo del aula. — No, Ana. Es mi mejor amiga. Debe estar
y esta vez, ella

Mi amiga no está -dijo- Debe haber faltado. Valen salió caminando por los pasillos

Bancá -dijo Luciano y agarrá ndola de la mano avan -
zó hacia el aula atravesando la pared como si no existiera.
tola atravesó la pared. Luciano la siguió.


¡Guau! ¿ Cómo hiciste eso? -susurró Valen , suponien -
do que todo el mundo los estaba escuchando.

Ventajas del programa. Y podés gritar, si querés,
nadie nos escucha.
——
¿ En serio ?
Probá.
Valen lo miró con picardía, después miró a la profesora
y dijo:
— profeso
La
Puta
¡ !
ra no se inmut . Luciano se
ó encogi ó de hom -
bros, como diciendo “Te lo dije”.

¡ Puta! -repiti ó Valen- ¡ Puta, puta, puta!
Ahora estaba gritando fuerte.

69 i
68 4
EZEQUIEL

Ezequiel recibió el mensaje de Ni pero no lo contestó.


Mejor la llamaba y le decía que había encontrado el tel éfono
IH ti la calle, o le preguntaba la dirección o cualquier otra cosa.
Marcó el n úmero. Por suerte ten ía crédito. El tel éfono
lon ó y son ó pero Ni no volvió a atenderlo. Cortó y lo volvi ó a
Intentar.
— ¿ No fuiste a la escuela ?
El Rulo acompañó la pregunta con un terrible manotazo
rn la espalda que casi le tira el tel éfono de la mano. Parecía la
rlerna pregunta de la mañ ana.
— No. Se me hizo tarde. Rulo, lo agarraron al Chato.
— ¿Quién te dijo?

— Nadie. Yo lo vi.
Ezequiel le contó lo que había pasado mientras el Rulo
movía la cabeza para un lado y para el otro.
— ¡Oué pelotudo! ¡Pero qué pelotudo! Yo le dije. Yo se
lo dije: "Chato si va' fan á' ten é' que quedarte mosca, no podé'
andar por ahi haciéndote el banana”. ¡Pero qué pelotudo!
Vamo' a ver al Barba.
— No. Ya le avisé a la vieja y se fue para la comisería. No
quería decirle al Barba.

Barba.
— Otra pelotuda. El único que te lo saca rápido e' el

Ezequiel se encogió de hombros.


— Ojal á salga pronto.
Marcó una vez m ás.

70 < 71 <
1
no quiero amargarle el
—¿Y eso? -el Rulo señ aló el celular con la cabeza- ¡ No il i bronca, ¿viste?, te amargá y yo
.
me dig á' que te hiciste un celul á'! ¡Chorro hijo de puta! Te la .
l i piba. Bastante amarga la tengo
yo.
tenias guardada, ¿ eh ?
— No me lo chafé. Lo encontré tirado. IIP

tu vieja putee.
' ' la escuela, aun -
¿Vo'? ¡Vo’ sos Maradona, gil! Vo vá a

— Larg á, Eze, ¡a m í no me jodé'! Dosciento'. -¿Maradona fue a la escuela?


— ¿ Dosciento' ? Ni en pedo, Rulo. Este vale como qui
niento' y adem á ' no lo vendo.
- —
Qué se yo, pelotudo. Pero se llenó
lilrll A vo' te va bien .
de guita. Le fue

cagá' por un celu-




¿Te lo va quedá'?
1

No. Lo voy a devolvé'.



Entonce' mejor. ¿Para qué la voy a
ii de mierda? ¿ Para terminar
como el Chato?

mismo.
El Rulo se tiró de los pelos dando una vuelta sobre sí !
——
El Chato porque e' boludo, ya te dije
.
El Chato, vo', yo... es cuestión de suerte
, Rulo. Pueden
cag ó muriendo
— No jodá', pelotudo. Ya lo tené'. Esto' no te lo rastrean. .
i irrar
4| a cualquiera. Mirá el Nariga que se
Son berreta '. ¿ Qué va' devolvé' ? Si no lo vendé', quedátelo al |MII tre' chocolatine'.
meno'. Yo te consigo un chip.
— No, Rulo. Ya lo tengo decidido. Me da pena, pobre
——
Otro boludo.
1

¡No, si acá el único vivo so’ vo! Larg


á...
piba. El Rulo se quedó callado.
te contesta te
— Ah ... te agarré. ¿Cómo sabé' que era de una piba? ¿ No
que lo habia' encontrado ?

Está bien. Como querá'. Llamala, que si
n > m pañ o a llevárselo. No sea
i
cosa que te esté esperando la
— Bueno, si, no, m á’ o meno'. Pero es de una pibita. Valen. ana cuando llegá'.


Forro... parecé' enamorado de la minita.
Rajá, Rulo. Es que la piba me parece que tiene pro-
Ezequiel resopló y volvió a llamar.

blemas. Encima la vieja la está llamando...


— ¿Y vo' que so' ahora ? ¿ El padre Roberto ? ¿Te va'cer
monaguillo? La cosa no funcionan así, Eze... Esto e' la selva,
¿ no entendé' ? ¿A quién mierda le importa si la piba tiene pro-
blema', si vo' te hacé' el bueno o si le chafaste el celul á ' ? A la
piba ma ñ ana le van a comprá' otro, mucho mejor que este, de
seguro, y vo', con dosciento' peso' le comprá' la cena a tu vieja
para toda la semana. Y todo contento.
— No me va' a convencé', Rulo. Ya sé de todo eso que
deci'. No es por eso. Es porque... no sé, cuando algo te sale mal,

72 i 73 <
r ANA

—Me duele -se quejó Ana tratando in útilmente de


,

«nitor sus manos.


—— Pero te gusta, ¿ no?
Solíame, poT favor.
El tel éfono seguia sonando. Ana moví a la cabeza hacia
un lado y hacia el otro pero era imposible zafarse.

— iSoltame! Está sonando...


É l no contestó y trató de taparle la boca con un beso.
Ana furiosa, le mordi ó el labio. Martin la soltó con un grito
,

llevá ndose la mano a la boca.


— Eso doli ó... -dijo sorprendido.
Ana aprovech ó y gateó hasta el tel éfono sin dejar de
mirarlo con desconfianza, pero justo en ese momento, dejó
de Minar. Ana buscó un mensaje, algo que ella pudiera haberle
ni . uulado. Solo tres llamadas perdidas. Se decidi
ó a llamarla
rila misma. ¿ Por qué ? ¿ Para qué en ese momento? No querí a
e ú tir ah í sola. La necesitaba aunque se desgarrara de dolor.
Después de comprobar que el labio no le sangraba, él se
. ,
11 meó, también gateando. Ana retrocedió asustada
.

. — Eu... eu... -dijo Martín acariciándole el pelo con ter-


nui i . Tran quil a... ¿Te asustaste ?
Ella asintió con la cabeza sin dejar de mirarlo. Las l ágri-
mas < omenzaron a rodar por sus mejillas, en silencio.
— Estábamos jugando...
Ana volvió a asentir.

74 < 75 <
. Aquel día en
Martín le acarició la cabeza y le dio un beso sobre el pela! -Mirá, dulce, nunca le dije esto a nadie
Banco Pelai, ¿te acordás?
— Ven í... -dijo atrayéndola hacia sí con suavidad.
Ana apoyó la cabeza sobre su pecho. Estaba traspirado )
I Ni* nos conocimos, all á en
Ana asintió.
apenas te vi.
y olía fuerte. El llanto se hizo m ás intenso, hiposo, tonto.
celular seguí a en su mano. No habia llegado a llamar. H
—Yo quer ía estar con vos. Me flasheaste
Vio vos estabas con aquel
flaco granudo que no te dejaba

— ¿ Me perdon ás? -dijo él, meciéndola como a una nena. .


IHI I ni a sol ni a sombra.
Ana asintió con la cabeza una vez m ás. II — Dany. había forma. Entonces
Mart n besaba con suavidad el pelo. Ana, aún preve
í le - — Sí ni sé cómo se llamaba.
,
que ustedes dos eran muy amigas
No
y me dije voy a pegar
:
nida, se fue tranquilizando. H /i
, capaz que así le llego.
— Dame esto -dijo él después de un rato-. No lo voy a
tirar pero no quiero que esté entre nosotros.
mi rodeo. Si me transo a la amiguita
í pso hice.
— -
¿ El teléfono? preguntó Ana sorprendida. I —
Sos un hijo de puta.

Puede ser, pero me enamoré a primera
vista.
— Ella -contestó él.
un montón. ¿ Por
Ana dejó que agarrara el celular, pero se separ ó de su —
Pero ustedes estuvieron saliendo
qu é no se lo dijiste?
pecho y lo miró a los ojos. Era lindo. Sin duda era lindo.
re enganchada. Era
— Siempre va a estar entre nosotros -dijo, secándose! —
No sé, no daba. La pendeja estaba
Insoportable, boluda. Un pegote.
los mocos con el dorso de la mano.
— Depende de nosotros traerla o dejarla afuera. Por mi,
que se muera.
——
¡No hables así de ella!
Es la verdad. Pero tuve suerte
, ¿sabés ? Se mudó. Bingo.

— ¡No entiendo cómo podés decir eso! Me dejó el camino libre.


esto?
Él estiró la mano para acariciarle el pelo y ella retrocedió. —
¿ Para qué me estás contando todo
estamos haciendo nada
— -
¿ Es que no te das cuenta ? reaccion ó Martin, mo- —
PaTa que te tranquilices. No
malo. La vida es así. Un día con una
, otro con otra.
lesto - ¿ No te das cuenta de que para mi estar con ella solo era I
no me contó nada. Me
una excusa para estar cerca tuyo?
Ana no sabí a si creerle o no. La miraba con tanta ter- I

Pero ustedes no cortaron . Ella
lo hubiera dicho...
. La vida nos
nura que le parecía imposible que detrás de esos ojos dulces I
®
— no cortamos. Tampoco seguimos
No,
separó. Quien te dice ella ya tiene otro
, y tampoco me dijo.
lo
pudiera estar mintiendo.
— Eso no es cierto -arriesgó-. Lo decís para dejarme — Peornopara ella. .
No, tiene
tranquila.
El sacudió la cabeza mientras pon ía el celular en el bol -

Ana se quedó callada. No sab
ía qué pensar. Lo que

Martin le decia la tranquilizaba


un poco, pero solo un poco.
sillo abierto de la mochila de Ana.
había traicionado a su amiga.
No podía dejar de sentir que

77 «
76 i
Es cierto que al principio se habí a resistido. Todo lo que pudo. VALEN
Y también era cierto que su amiga se había ido y ya no iba a
volver. ¿ Ten ía sentido rechazarlo cuando todo estaba termina-
do entre ellos? ¿ Eso era una traición o simplemente, la forma
en que se dieron las cosas ?
Lo miró a los ojos. Esos ojos solo daban seguridad,
tranquilidad. Ten ía que hablar con ella. Decididamente, solo Valentina y Luciano atravesaban Concepción del
podrí a hacerlo si hablaba antes con ella. Miró hacia la mochila 11 M i 111.iy a una velocidad increí ble. Ambos miraban la ciudad
mu mombro aunque por distintos motivos: Valentina iba des
donde estaba el celular. -

— Dejala ah í -dijo él- Sea como sea, est á lejos y no luciendo una a una todas las cosas que estaban cambiadas
,

IHl / de la vida de estar ah í; Luciano, por el contrario, no pod


puede vernos. ía
Martín se acercó suavemente y la abrazó. Esta vez Ana fWM» r que Valentina extrañ ara ese lugar, tan
tranquilo, tan
respondi ó a sus caricias y se derriti ó en sus brazos cuando la loso, con tan poca gente.
besó. Pasó un carguero dejando una estela que movió el barco
con fuerza. Perdieron el equilibrio. Se rieron.
— Mirá, esa heladería es nueva. Antes ahí había un
i y / >rr. ¿ Podemos tomar helado ?

. —
— Ven í. Vamos abajo -dijo él.
Ella lo siguió.
Dif ícil -dijo Luciano-. No nos escucharí an , no nos
vrtl in ,
- Mejor, entonces. Vamos y nos robamos dos helados.

Negativo. No podemos agarrar nada. Lo traspasamos,
tomo a la pared.

¡Ufa! Este programa no sirve para nada... -se quejó
Vií l íMI .
defendió Luciano-
—Tanto como para nada.el. -prseóximo
.

l Oamos tratando de desarrollar paso, que es la


.
m iterializaci ón a través de la pantalla, pero todavía no es
. rquro. No pudimos entraT en esa etapa del programa de
dios. Lo estamos probando.
——
¿ Probando cómo?
Pudimos hacerlo con un gatito.

¿ En serio...?

78 i 79 <
— Te lo juro. Uno de nosotros se lo llevó a la playa. El
gato ten a
í que viajar en brazos, claro, porque no puede pensar
“uy qué ganas de irme a la playa de vacaciones”...
,
— ¡Guau! Esto es fant ástico. Pará que voy a ver si está
Immlendo. Vos no vengas -lo fren ó.
Valen esta vez atravesó sola la pared del cuarto de su

——
Obvio. imlga. La habitaci ón estaba vacía, la cama revuelta, como
Entonces mi amigo se lo meti ó en la mocbilay lo soltó i 1 I M pre la dejaba Ni cuando se iba a la escuela
y todo estaba
en la playa. El gato andaba medio pelotudo, claro, pero yo creo .
ili" ordenado, como siempre.
que fue porque a los gatos no les gusta el mar. Cuestión que ¿ Dónde estaría? De pura nostalgia empezó a mirar las
una vez que estaba ah í, mi amigo lo larg ó y se volvió. El gato osas que Ni ten ía desparramadas por el cuarto, como si con
quedó medio perdido. Desde la compu activamos el programa pudiera dejarle un mensaje, decirle que habia estado ahi.
de materializaci ón. I .r. diez remeras tiradas entre las que reconoció algunas que
— ¿Y cómo es? |nc luso ella habia usado alguna vez y otras que no pudo reco-

— Es muy complicado. No vas a querer que te lo expli-


que lo aseguro.
, te
iioi er. Los peluches sobre la biblioteca. Una
bolsa de papas
filias vacía, la vieja compu. Libros y papeles sobre el escritorio
,

——
¿ Pero qué pasó con el gato ? ¿ Funcion ó? tan desordenados como siempre. Algo le llamó la atención.
Si, se materializó. Un cuaderno abierto, de esos de espiral. En la hoja se veía un
— ¡Guau! corazón en fucsia. Mmm ... ¿ Ni se había enamorado y no se
— Sí, eso. Guau. Apareci ó un perro y lo hizo mierda. Lo
trajimos de vuelta en pedacitos.
ID había dicho ? Intentó levantar el cuaderno, pero su mano
l < > traspasó y el cuaderno quedó donde estaba. ¡ Epa! Pero
Valentina le pegó. lubía más pistas. En el panel de corcho de la pared, Ni había
— ¡ Mentira! Nunca materializaron un gato. pinchado un envoltorio de alfajor con una fecha. Era de hacia
— No -se rió Luciano-, pero era una buena historia, ¿no? dos dias. ¿ Quién se lo habr ía regalado ? Sabía que si Ni lo había
— No. Horrible. guardado era porque se lo había dado alguien que le impor-
— Igual no era del todo mentira. El programa ya está
desarrollado, pero nadie se anima a probarlo porque todavía
taba. Mucho. Ella hubiera hecho lo mismo. Buscó otra pista
entre los papeles. Otro corazón en una hoja suelta. Esta vez
no funciona muy bien . con nombre. "Martin". ¿ Martí n ? ¿Qui én era Martín ? El único
— Oué pena. Tenia ganas de tomar helado. Esa es la
casa de Ni.
Martín que recordaba era su novio. Siempre se habí an reído
con Ni de ese nombre "de viejo” como ellas decían. ¿ Habría
Valen estaba por tocar el timbre. otro Martín ? Siguió mirando. Más corazones, m ás Martines
— No es necesario, acordate -dijo Luciano y atravesó la con distintas letras, con distintos colores. Y una foto que sal ía
puerta. de adentro de un libro. Martín . Martín y Ni, en la estación de
Valentina lo siguió. trenes. Ni y Martí n. Su Martin. No era otro.

8o i 81 i
Retrocedió. ¿Qué era todo eso? Quiso sentarse en
la EZEQUIEL
cama y se cayó.
—Valen, ¿estás bien? -preguntó Luciano desde afuera.
Valen no contestó. Ni siquiera lo oyó.
—Valen... ¿qué pasa?
Valen no sabía qué pasaba.
— Voy a entrar.
—Ya fue, chabón. La minita no te contesta. Dejá de jodé'
Luciano atravesó la pared y encontró a Valen
sentada un ese teléfono.
en el suelo, llorando en silencio con la vista
perdida.
— Es que no puedo, Rulo. ¿No entendé'? Me quema en
Luciano se acercó y la abrazó. Temió lo peor.
.
ln * manos.
—La primera vé' siempre e' así, Eze. Te sentí ' culpable,
Irné' miedo, pensá' que te puede agarrar la cana...
Yo no tengo miedo, Rulo. No es eso. No s é, pienso que

lo piba la debe estar pasando mal por mi culpa, ¿entendé'?
—Ya te va' a acostumbra'. Do', tre' vece' y despué ' e' cosa
i Ir todo' lo' dí a'. Como salí' a trabajá'.
—¡No me voy a acostumbró'! Y no quiero dedicarme al
i lioreo. Prefiero seguir con la recolección hasta que sea viejo.
El Rulo suspiró. Conocí a a Ezequiel desde hacía mucho y
..
* ibia que era un cabezón. No lo iba a convencer. Ezequiel era
.
«ti Rarito. Tení a ideas en la cabeza, se hací a ilusiones. Al pedo
Nublarle. Si él era feliz así... Bueno, feliz... Feliz no era ninguno
r n el barrio. Cada uno se las arreglaba como podíay la pasaba
lu mejor posible. Él se amafiaba bastante bien y lo que hací a
Ir gustaba. Iba a la parada a la nochecita con el Cholo y con
rl l ito, de limpiavidrios y eso dejaba algo. No mucho. Los dí as
que lograban sacarle algo a algún gil iba mejor, hací an una
illlerencia. Un celular, un reloj, una billetera. A veces el dí a
vrní a bien. Eso lo divertí a. Era como un juego. Primero habí a
que relojear quién estaba sentado al volante. Lo mejor era que
lucra mujer y claro, que estuviera sola. Las minas siempre iban
.
ill' traídas, se miraban en el espejito, hablaban por teléfono.

82 < 83 i
Y entonces, te le aparecías de golpe en el vidrio con el deter-
gente en la mano. ¡ El cagazo que se pegaban! Lo que m ás

,il Chato.
Ven í, olvidate del teléfono y vamo' a ver si largaron

le divertía al Rulo era ver la cara de susto de las minitas. Ezequiel guardó el teléfono en el bolsillo y lo sigui ó.
Entonces había que poner cara de malo y tirarle el detergente Todavía tenia los cinco pesos en el bolsillo. ¡Mierda! Ni para
en el parabrisas. Había que hacerlo rápido porque si cortaba comprar un alfajor.
el sem áforo, chau negocio. Las minas dejaban que le limpiaras
el vidrio mientras revolvian como locas en la cartera buscan -
do una moneda. Rulo disfrutaba eso. Sabía cuál iba a ser el
final . En cuanto la mina abr ía la ventanilla... ¡ Fa! “¡La cartera!
¡La cartera o te quemo!" Y ah í mostraba que la apuntaba con
un arma que no ten ía, escondida abajo del buzo. La mina
largaba la cartera. Siempre largaba la cartera. Si le quedaba
tiempo capaz podían sacar también un anillo, una cadenita,
algo m ás. Si no, con la cartera estaba bien . Habían hecho el
día. Con el Cholo apostaban si la mina se iba a poner a llorar o
no. Para que llore, ten ía que hacerse el malo mientras el Cholo
y el Tito rodeaban el auto. El que ganaba la apuesta se llevaba
un poco m ás. Al que le salia mejor era al Tito. Pon ía una jeta
que hasta a ellos les daba miedo. En cuanto el sem áforo se
pon ía verde desaparecían y la dejaban ir. Era un negocio segu-
ro. La cana siempre se borraba y los dejaba hacer. Siempre que
compartieran la recaudaci ón , claro.
Pero Ezequiel nunca había querido ir. Cada vez que lo
invitaban contestaba lo mismo: “ No Rulo, no. Yo voy a sé' de
los que van sentado' al volante. Yo un día voy a ten é' un auto.
Y no lo voy a choreá ', me lo voy a comprá'. Y voy a llevá' a mi
vieja y a la Karina a paseá'. Y si se enferman las voy a llevá' en
auto al hospital. Y me voy a llevá' a la Carlita para chapar en
el asiento de atrá'".
Ilusiones que se hacia Ezequiel . El Rulo sabia que nunca
lo iba a lograr pero lo dejaba soñ ar. Total... soñ ar es gratis.
Es lo único gratis.

84 < 85 i
ANA

A Ana le pareció que abajo le faltaba el aire. Le daba


i liu » trofobia estar ahi encerrada. ¿Y si el ancla se soltaba y el

.
li m o quedaba ala deriva? ¿Y si otro barco los chocaba ? Habia
Olor a encierro y el agua que se veía por el tambucho sonaba
imrnazadora.
Martin la llevaba de la mano. Eso era lo único que le
Quitaba. Miró las dos cuchetas con desconfianza. Se sentó
lotire una, con las piernas juntas y las manos entre las
iiiillllas. No sabía qué hacer. No sabia cómo ten ía qué hacer.
Martin , como si se hubiera dado cuenta, la besó suavemente
ni los labios.
— ¡ Relajá! -le dijo-. ¿ Ouerés una cerveza ?
Ana neg ó con la cabeza.
Martín sacó una cerveza de la heladera.
— ¿ En serio no querés?
Ana volvi ó a negar.
— ¿Tenés agua?

rutero...
¡¿ Agua ?! -se ri ó Martín- Sí, afuera tengo un río


•.orireir.
-
Para tomar... dijo Ana con una vocecita, tratando de

— Sí, bancá. Pero una cerveza te vendr ía mucho mejor.


Martín le alcanzó una botellita de agua mientras él
tbrfa una botella de cerveza y se la llevaba a la boca como si
.
• o la fuera a tomar toda de golpe.

86 < 87 i
I

Ana tom ó un sorbo de agua. Escuchaba que el tel éfono Nuevo sacudón del barco.
seguía sonando arriba, en la mochila. — No, esperá.
Ana se retorció para ganar espacio.
Martí n hizo un “¡¡¡Ahhhh!!!” de placery se pasó el brazo
por la boca para secarse.
— ¿ En seno no querés? -le acercó la botella a la boca.
— Ya esperé mucho.
De golpe, sin que Ana se diera cuenta
cómo, le habí a
colgaba de su cintu-
— No -dijo Ana apart ándose. I M lado los óreteles del corpino que ahora
para cubrirse y Martín
Martin tom ó otro sorbo y dejó el porrón. Se dio vuelta • Ana cruzó las manos sobre el pecho
i

tfdt ó de correrlas tomándola por las mu


ñ ecas. El barco se
hacia ella, le apartó el pelo de la cara y le sacó la botella de la
por
mano para apoyarla junto a su cerveza. ,K udió y Ana sintió, llegó a sentirlo, el vómito subiendo
—Tranquila... -le dijo- ¿ Nunca lo hiciste? '. ii i jarganta sin poder detenerlo
. La primera arcada cayó sobre
Ana neg ó con la cabeza. Mart í n que se apartó de un salto.
— No pasa nada. Confi á en m í.
Ana afirm ó con la cabeza.
— ¡¿ Pero qué hacés, pendeja ?!
Ana corrió a la cubierta cubriéndose la boca
con una
Entonces él , muy despacio le agarró el borde de la mano mientras que con la otra intentaba subirse los óreteles
remera y se la sacó por la cabeza dejándola en corpino. y volver el corpino a su lugar.
Ana sintió un escalofrío de excitación, un escalofrió de
miedo y un escalofrío de frío. Todo al mismo tiempo. No se
animaba a tocarlo.
É l se apart ó un poco y se desabroch ó el cinturón . Se va
a sacar el pantalón, pensó Ana, se va a sacar el pantalón. Pero
Martín no se lo sacó. Solo el cinturón .
Después se acercó y empezó a besarla, desde el cuello
hacia abajo. Su boca estaba llegando a los pechos. Ana empe-
zó a temblar. Tembl ó de excitaci ón , tembl ó de miedo, tembl ó
de frío.
É l la rode ó con sus brazos e intent ó desabrocharle el
corpino. El barco se movi ó haciéndoles perder el equilibrio.
No lo logró. Ana le apart ó las manos. No quer ía desnudarse.
Sentí a verg üenza. No sabía qué iba a hacer desnuda sentada
en la cucheta.
—No -le dijo apartándole las manos.
—Sí -dijo él, volviendo a buscar el broche.
88 < 89 <
VALEN

Valen seguía llorando sin poder hablar.


— Volvamos -dijo por fin- No quiero estar acá.
— ¿Se puede saber qué te pasó? ¿Se muri ó tu amiga ?
— Para mi, si. Volvamos, por favor.
— Como quieras.
La neblina blanca volvi ó a envolverla y también el
.' , K udó n y el mareo. Después la pantalla se puso azul y Valen
.• ( • encontró frente a la computadora llorando, con un Luciano
i|ue la miraba desconcertado.

— No ten ía que salir así -se justificó Luciano-, Era para


que la pasaras bien... Vos quenas volver a tu ciudad, ¿te acordás?

l á grimas.
No es tu culpa -dijo Valen tratando de secarse las

Luciano le dio otra hoja.


— Me vas a dejar sin cuaderno -le dijo.
Valen se ri ó, a pesar suyo.
— No quiero volver ah í nunca m ás. Lástima que no
tengo el teléfono porque la llamaría para reputearla.

¿ Qué pasó?
Pero, ¿qué te hizo, Valen ? ¿Viste algo en el cuarto ?

— Está saliendo con mi novio. Con mi EX novio. Siempre


pensé que capaz que él se enganchaba otra piba cuando yo
me fuera, pero no esperaba eso de Ni. No se traiciona asi a una
amiga. ¡Y no me dijo nada la muy turra!
— Y sí... estuvo floja.
— ¿ Floja ? Es una reverenda hija de puta.

90 < 91 i
—Vos lo decís más clarito. —A probar la materialización -dijo Luciano muy serio.
Valen se sacó los auriculares.
Valen se quedó callada. Miró alrededor y vio a todos
— Me quiero ir a mi casa -dijo -. Ojalá tu programa esos chicos, totalmente enajenados frente a las pantalla, casi
funcionara porque te juro que volver ía a Concepción para Inm óviles.
buscarla y cagarla a trompadas.
— — ¿Alguno lo probó?... Digo, adem ás del gato -pregunt ó.
Bueno, ahora tranquilizate. Volvé a tu casa, habl á con
tu mam á, con tu papá. — No. Bueno, sí. Aquel , el de la remera roja que es un
capo, hizo el intento.
—Mi papá se murió.
Luciano no supo qué decir. Meterse adentro
de la com-
—— ¿ Y qué le pasó ?
Bueno... en realidad, nada. Pasó la primera etapa que
putadora hubiera sido lo mejor en ese caso. No
pegaba una. es la sonoro-sensitiva.


No sabia -balbuceó.
No tenias porqué saberlo. Todo me sale mal
. Todo se
—— ¿ La qué?...
Sonoro-sensitiva. Quiere decir que tu voz se escucha
arruina. Todo es una mierda...
en la realidad virtual y ya podés agarrar objetos, no pasás por
— No, pará, flaca. Tampoco es tan así.
las paredes y esas cosas. Pero no lleg ó a materializarse. Tuvo
— ¿ Ah , no? Decime una cosa buena.
que volver.
— Mmmm... Nos conocimos. Y ni se te ocurra decir que
eso no es bueno.
-¿Y?
Valentina lo miró dudando. Los ojos de él le daban
con-


Y nada, volvió.
¿ Pero no se enferm ó, no volvió en pedacitos, no se
fianza. Ten í a razón .
qued tarado?
ó
— Bueno, si. Eso fue bueno. Y el viaje tambi én , si no
— No, no. Por suerte no. Pero se asustó. Eso si. Dice que
hubiera terminado mal. Vamos.
le empezó a picar todo el cuerpo y le dio...
Luciano se paró y se sacó los auriculares. A él
le habia salido todo mal. Pensaba a mil qué
tambi é n — ¿Oué cosa?
retenerla.
podí a decir para — Diarrea.

Pará. Vos no te ten és que ir así. Ten és que


volver y
— ¿ Diarrea? -Valen no pudo menos que reirse-. ¡Oué
asco!
resolverlo.
— ¿Qué sentido tiene ? No puedo UegaT
ah í como la
— Si, fue un asco. Pobre, estuvo tres días sin poder salir
de la casa. Después nadie más lo quiso intentar.
mujer invisible. ¿ Para qué ? ¿ Para ver có
mo transan ? No,
— Una verdadera cagada -se rió Valen.
gracias.
— No, pero pará... Es que capaz que podemos ¡
... Ay! No
— Y sí... Pero nada, olvidate. Fue una idea nada m ás. Es
demasiado peligroso -se arrepinti ó Luciano- Vamos, te acom -
sé... Capaz que no te anim ás.
pañ o a tu casa.
— ¿Qué no me animo a qué?
— Quiero hacerlo -dijo Valen volviendo a dejar la
mochila.
92 < 93 <
Luciano la miró para tratar de darse cuenta de si lo
estaba diciendo en serio.
r ANA

—¿Ouerés hacerlo?...
—Sí, no me importa si me da diarrea.
—No sé, Valen. No debería habértelo propuesto... Es que
no querí a que te fueras... Pero no. Es arriesgado.
—No me importa. Total, ya me siento mal. Ana lloraba y vomitaba apoyada contra la borda. Lo
—Sí, pero no es lo mismo... habí a arruinado todo. Estaba segura de que Martín no iba a
—Ok. Sos un cagón. Si no lo queré s intentar, vamos. ( jnerer saber nada más con ella. Oue la iba a
llevar de regreso
Valen volvió a levantar su mochila. y no iba a querer verla en su vida. Eso siempre y cuando no le
Luciano agarró su propia mochila, pensando que más i ontara a todo el mundo lo que ella habí a hecho.
que un cagón era una especie de tarado. ¿Para qué habí a A nadie, pero a nadie, a ninguna de sus amigas le
abierto la boca? ¿ Para echarse atr ás cuando ella aceptara? habí a pasado algo así. ¡Ponerse a vomitar en el momento
Un pedazo de tarado. Además... ¿en qué momento se le habí a más romántico! ¡Vomitarle encima! ¿Cómo pudo haceT algo
ocurrido que podí an probar la materialización con Valen ? así ? El barco. No debería haber ido al barco. El movimiento le
Era una locura... Cuando él lo habí a intentado... Bueno, sí, no dio náuseas. Ella no estaba acostumbrada. Y los nervios... Se
habí a sido el de la remera roja, habí a sido él mismo. Cuando habia portado como una nenita. Asustada, lloriqueando...
él lo había intentado no la habí a pasado bien. Esa picazón ¡I¡Vomitando!!!
que le habí a dado hasta se que se chocó contra una puerta Bueno, por algo le habí a pasado. Capaz era mejor así.
y se dio cuenta de que ya no era una imagen. La picazón no Mejor que no lo hubiera hecho. Martín la volvía loca, pero
se habí a ido. No habí a podido descubrir lo que fallaba. Hacia nunca se habí a sentido segura. Valen era su mejor amiga.
más de dos meses que trabajaba sobre eso,había hecho algu- Bueno... habí a sido su mejor amiga. Si pasaba algo con Martín
nos cambios, pero no se habí a animado a intentarlo otra vez. no se iba a animar a mirarla a la cara nunca más. Y tampoco
La diarrea no habí a estado buena. En fin, había sido un tonto le iba a poder explicar porqué. Si Valen le hubiera hecho algo
intento de retenerla. Como el haberla traí do ac á por miedo a asi la hubiera odiado. Ok, pero Valen se habí a ido. No podí a
perderla y no verla nunca más. No volver a veTla nunca más. pretender que todo se quedara congelado como antes. La vida
Valen ya tení a la mano sobre la puerta. Iba a perder la seguí a. Ella no eTa la dueña de las personas. No podí a decir de
oportunidad... quién podí a enamorarse y de quién no.
—Ok -le dijo- Si vos te animás, vamos juntos. Estoy Y Ana sabí a que, a pesaT de todo, nunca iba a estar
seguro de que la primera etapa podemos lograrla. Después, bien con Martín si no hablaba primero con Valentina.
no sé. Necesitaba que ella lo supiera, aunque se enojara.
Corrieron a la computadora.

94 < 95 <
Necesitaba su permiso de alguna manera. Decírselo iba a EZEOUIEL
romper su amistad para siempre. Y no decírselo también.
Se le habían pasado las náuseas y se sentía un poco
mejor. Martín la llamó desde abajo.
—¿Te vas a quedar a vivir ahí ?
Bueno, más lindo hubiera sido que le preguntara si ya
a la casa del
se sentia bien, pero así era Martín. Ezequiel caminaba junto al Rulo rumbo
—No, no. Ya bajo. i hato, cuando sonó el teléfono
. Lo sacó rápido del bolsillo y
Valentina se limpió la boca con el antebrazo. Tenía un miró el contacto. Ni. Atendió.
gusto horrible. Ahora bajaba y se tomaba una cerveza. Sí, —¡Hola! - aga-
Martín tenía razón. Eso le iba a dar ánimos. —¡No podés ser más gil,Eze! ¿Cómo va'tender ? se
Entonces vio su celular asomando por el bolsillo de la rró la cabeza el Rulo.
contestaba.
mochila. ¿Y si la llamaba ahora? Un segundo, dos palabras. —Hola -repitió Ezequiel,viendo que Ni noelleotro lado.
Algo que le dieja una señal de que podía seguir adelante. —Perdón,me equivoqué -dijo Ni desde
Agarró su celular y llamó. —No,no. Pará. ¿Vo' queré' hablar con Valen, no?
Ni dudó.
—Sí... ¿Quién sos? el.
—Ezequiel. Me llamo-Ezequi
ó Rulo.
el
—¡No,pelotudo, no! grit
¿Me la pas ás ?
— Valen está con vos?
¿

—No. No. No está conmigo. úmero.


—Ok. Me estás jodiendo. Me equivoqué de n
Muy divertido.
—PaTá. No cortes. Escúchame.
Algo hizo que Ni se detuviera.
—Este e'l teléfono de tu amiga. Lo... lo encontré en
la

calle.
iba a creer eso?!
El Rulo se agarró la cabeza.¡¿Quién le
—¿En qué calle?
se lo
—¿Oué importa? Si me das la dirección de Valen
voy a devolvé'.

97 <
96 4
—Ni en pedo, flaco. ¿Te crees que soy idiota? Lo que voy
a hacer es llamar a la policia.
ANA
Ni cort ó.
——¿ Oué te dijo ?
Oue va a llam á a la policía -contestó Ezequiel distraí-
do mientras la volvia a llamar.
—¡Má' bien! ¿ Y ahora para qué la llam á' ?
Ezequiel lo hizo callar. El tel éfono no lleg ó a sonar que
El teléfono cayó sobre la cubierta y se deslizó hasta el
borde. Ana gritó. No esperaba que Martín subiera a buscarla
Ni volvi ó a atenderlo.

— Escúchame. 'Tá bien. No me dé' la direcci ón, pero


avisale que yo tengo el tel éfono. Decile que me llame. Que me
y mucho menos esperaba esa reacción. Le habia arrancado el
teléfono de un manotazo. Ana retrocedió asustada.
—¿A quién llam ás ahora ?
diga donde llevarlo.
—No llam é, me llamaron -minti ó Ana.
Ni dudó.
— ¿ En serio lo encontraste ? —¿Y a vos te parece que es momento para ponerte a

—— Casi.
Bueno, yo le...
charlar con tus amigas ? Me dejás abajo como un pelotudo
porque te sentís mal y te ven ís a chusmear. ¿ Oué le contaste
a tu amiguita ?
La voz de Ni se cortó. Ezequiel escuch ó un ruido fuerte
y se separó el tel éfono de la oreja. —Nada. ¡Pará!
Martí n la agarró de la muñ eca y la levantó de un tirón .

—— —
¿ Oué pasó? ¿ Te puteó ? -se ri ó el Rulo.
¡Me lastim ás, bruto!
No, no sé. Es como si se le hubiera caído el tel éfono.
Escuch á. —Me hartaste, pendeja. Ahora vamos a ir ah í abajo y
vas a terminar lo que empezaste.
Ezequiel le puso el teléfono en la oreja al Rulo que escu-
chó un sonido raro, como ruido de motor, o de agua, o de un —¡Pará, Martín! ¿Te volviste loco?
Vos me estás volviendo loco. ¿Me estás tomando el
ventilador. Después, un grito.

pelo?
—Te juro que no... ¡Pará!
Ana empezó a llorar.
— Dejá de llorar.
Ana lloró m ás fuerte
— Dejá de llorar, te digo. No aguanto que llores.
Ana no podia parar.
— Al final sos tan boluda como tu amiguita. Creí que
eras otra cosa. Sos una pendeja.

98 i 99 <
Martí n la soltó de un empujón y Ana cayó sobre la
VALEN
cubierta.

de vuelta.
¡¿ Entonces quehacés conmigo?!-gritó Ana- Ll évame

— ¿ De vuelta? Vos estás en pedo, pendeja. Le afan é el


barco a mi viejo, me arriesgué por vos, ¿y vos crees que te voy a
llevar a casa asi como asi? Olvidate. Primero vamos a terminar
Se sentaron frente a la computadora y se pusieron
de hacer lo que vinimos a hacer.
los auriculares. Luciano entró al programa, volvi ó a tipear y
—— ¡Yo no vine a hacer nada!
Ah... bueno... Mirá cuándo te das cuenta.Vení conmigo.
pronto estuvieron otra vez en la Plaza Constitución. Esta vez,
Valen se mareó menos. Luciano tenía razón. Era cuestión de
— ¡No!
rostumbre.
Martin la agarró por la espalda, rodeándole la cintura
con los brazos y la arrastró hacia la cabina. Ana pataleaba, — Seria bueno saber dónde está tu amiga antes de
trasladarnos.
gritaba, escupia. Martín tenía m ás fuerza.

lizados?
No tengo ni idea -dijo Valen- ¿Ya estamos materia-

— No. No me quiero arriesgar al pedo. Mejor primero la


encontramos y después vemos qué hacemos. ¿ No se te ocurre
adonde puede ir cuando no está en la escuela?
— Es dif ícil. Ni no falta nunca.
Luciano resopló.

—— ¿ No se puede haber rateado?


¿ Ni ? Imposible.
— Ayudá un poco, flaca. Usá la imaginación . ¿A dónde
Iban cuando salían juntas?
—— A la playa. Pero hoy es dia de escuela.
Bueno, quién te dice que tu amiga se pudrió de ir a la
escuela y se fue a tomar sol.
Valen frunció la boca con ese gesto que había empeza-
do a gustarle tanto.
— Ok, vamos -dijo finalmente Luciano-, Parados acá
no la vamos a encontrar. Pensá en la playa, en el exacto lugar
donde se sentaban , en el rio, algo así, así vamos directamente.

100 < 101


*
No fue muy dif ícil para Valen . La playa era el lugar que Después le dijo a Ni que se había golpeado
con la puerta del
opuesto rotun -
m ás le gustaba de toda la ciudad, era donde la habian pasa- bañ o. No podía decirle la verdad. Ni se hubiera
í que, aunque
do mejor, donde habí a conocido a Martín ... Pensar en esto ya damente a que ella fuera al barco de Martí n . As
ir...
no fue muy agradable. La imagen vino enseguida y Valen y estuviera con Martín, jam ás hubiera aceptado
Luciano se encontraron de pronto con los pies en el agua en
Banco Pelai. Valen respiró profundo, como si quisiera tragar de
— El barco -dijo de repente.
Luciano no entendió. Barcos, lo que se dice barcos
, había

una bocanada todo el aire del río. un montón .


— La verdad es que este lugar est á bueno -reconoci ó
Luciano-, pero no me parece que tu amiga esté por acá.
— -
El barco de Martín aclaró Valen y fue decirlo
sarlo cuando se encontraron en el muelle del
y pen -
Regatas, rodea-
Valen recorri ó la playa con la vista. Estaba desierta. dos de m ástiles bamboleantes.
— Te dije. Ni no vendría acá en dí a de escuela, y mucho
menos sola.
— Parece que buscamos un barco -confirm
un poco mareado por la velocidad del traslado.
ó Luciano,

— ¿ Y quién te dijo que est á sola ?


Luciano supo que esa no era una buena pregunta.

la mano.
Sí, creo que era por acá -aclaró Valen agarr
ándolo de

Valen comenzó a caminar por el muelle un


poco inse-
Valen se puso colorada y apretó los dientes. No le gustaba
pensarlo, pero Luciano tenia razón. Era m ás que probable gura. Todos los barcos se parecían.
que Ni se hubiera rateado con Mart ín . ¿ No lo habia hecho
ella un mont ón de veces ? Eso a Ni nunca le habia gustado.
— ¿Cómo se llama el barco? -preguntó Luciano, quien
le molestaba estar siendo llevado de un lado
a
al otro sin saber
Siempre se lo reprochaba. Oue ratearse era una tontería, que adonde iba.
se comia una falta al pedo, que no podia entender qué ten ía
de interesante estar dando vueltas toda la mañ ana. Por eso
—— Eh... como el dios...
¿Qué dios?
no le había contado. Nunca le habia dicho que cuando se
rateaban, ella y Martin iban al barco y ah í había pasado con
— Ese, el griego o algo así... ¡Ay! El del mar, Luciano
¿Cómo puede ser que no lo sepas?
..

que no
él los mejores momentos. Nunca se lo habia dicho a nadie, ni Luciano la miró asombrado. "¿Cómo puede ser
a Ni . Le daba verg üenza, no quer ía darle explicaciones. “¿ Vos lo sepas?” Si la que conocía el barco era ella.
est ás loca, Valen ? ¡Mirá si te pasa algo!” Podía escucharla...
Eso si, nunca habia aceptado que Martín la llevara a navegar.
— ¡ Neptuno! -gritó Valen .
Luciano suspiró. En fin, había que seguirla. Fueron
bus-
el barco
Le daba miedo. Y eso, tenia que reconocerlo, había provocado cando uno por uno hasta llegar al lugar libre donde
ó mirando el
entre ellos algunas peleas. Grandes peleas. Una vez él, hasta de Martín , por supuesto, no estaba. Valen se qued
barcos ancla-
se había ido y la habia dejado sola en el barco. Esa fue una lugar vacío, el agua golpeando las quillas de los
agarrada fuerte. Ella había tratado de detenerlo y Martin dos que no paraban de moverse.
la habia empujado. Le quedó un moretón en el hombro.

103 i
102 <

no está.
me
Bueno, é -dijo Valen frustrada- El barco
equivoqu , ——No tengo la bola de cristal, pero ponele que no
Ah... me quedo mucho m ás tranquila.
.

— Capaz que no te Valen. Capaz que salie-


equivocaste, —
Dale, Valen ... Animate. Si no la encontramos, al menos
dimos una vuelta por el río.
ron a navegar.
—¿ jam
— Ni
?
Ni No hubiera hecho eso ni loca.
ás muchas cosas Valen .
,
ás...
Ni jam
tampoco hubiera
Ni
——
¿Y de la materialización qué?
No lo vamos a intentar hasta que encontremos
a tu
m i iga. Pero ahora si, vamos a intentar
la primera etapa. ¿ Estás
salido con tu novio y sin embargo...
— Ex novio -aclaró Valentina tontamente- ¿ Vos crees ? lista ?
— Es una posibilidad. Valen asintió con la cabeza.
Luciano volvió a tipear. Los dedos le temblaban
.
— Igual, estamos fritos. ¿ Cómo buscamos un barco en el
como si
medio del rí o ? Tendrí amos que caminar por arriba del agua, Valentina sintió que el cuerpo le empezaba a picar
los ojos con
o algo así. miles de mosquitos la estuvieran atacando. Cerró
, hasta que escu-
— Caminar por arriba del agua no sé si podemos, nunca
lo intentamos.
luerza porque todo le daba vuelta alrededor
( h ó la voz de Luciano que estaba
gritando:

——¿Viste ?
Pero podríamos ir en barco...

¡Ahora!

J
— Olvidate. No tenemos barco, no nos vamos a robar
uno, vos no sabés manejar un barco y yo le tengo pánico al
agua. Demasiadas contras.
— Falso: yo sí sé manejar un barco. Bueno, un barco no.
Una lancha. Sí, nos vamos a robar uno y si vos le ten és miedo
al agua te podés quedar esperando en el muelle hasta que yo
vuelva.
— Vos estás loco.
— Si no estuviera un poco loco, no estaríamos acá. Y te
aviso que vos tambi én estás un poco loca.
Valen sonrió.
——¿Vos decís ?
Dale, Valen ... No te vas a achicar ahora... Mirá, all á hay
una lancha con el motor encendido.
Valen dudó.
— ¿ No nos vamos a ahogar ?

105 i
104 i
EZEQUIEL

Ezequiel se quedó mirando el tel éfono sin saber qué


hacer. Evidentemente la comunicación no se había cortado
pero el ruido de ese motor impedia escuchar las voces.
— ¡Hola, hola! -insistió sin suerte.
— Ya fue, chabón -el Rulo le sacó el tel éfono de la mano
y lo apag ó-, ¡Está' como obsesionado!
—— Es que grit ó. ¿ Viste que gritó ?
¿ Y qué ? Habrá gritado porque se le cayó el tel éfono.
¿ Qué mierda te importa ? Ya le dijiste que te llame. Esa, la otra.
I Isto, gato. No sé qué te pasa hoy.
Ezequiel se dio cuenta de que el Rulo tenia raz ón, aun -
que no sabia por qué todo esto le daba mala espina. ¿ En qué
rst úpido momento se le había ocurrido quedarse con ese
tel éfono? Es que todo el dia ven ía mal parido.
— Ten é' razón, Rulo. Dame que lo guardo.
El Rulo se lo devolvió.
— Vamo' a ver qué le pasó al Chato. Al meno' ah í capaz
que podemos hacer algo -propuso el Rulo.
Caminaron esquivando charcos una vez m ás. Ezequiel
ten ía ganas de volver a su casa pero sabia que no iba a ser
bien recibido. No era un buen día para otra pelea.
El Rulo, en cambio, estaba entusiasmado. Le habían
ofrecido una motito, robada claro, pero si juntaba para com -
prársela capaz que podía conseguir alguna changa como
repartidor. El Negro también le habia dicho que si tenia moti -
to podia entregar alguna mercadería. Y eso era importante.
106 < 107 i
T
Dejaba bien . Y se ve que el Negro confiaba en él. ¿Qué cuánto Ezequiel dejó de escuchar con claridad. Un murmu-
tenia para la moto? Uf... le faltaba. El Rulo tenia un cálculo. llo de voces alrededor, sordo y lejano como el ruido que se
Quince, veinte días de limpiavidrios, si la mano ven í a bien, si .
i" cuchaba por el tel éfono. Se abrió paso
a los empujones y
no llovía, si no gastaba al pedo, capaz que llegabá. Veinte dias u* asomó a la puerta de la casa. La madre del Chato lloraba
es toda una vida. \ rntada en una silla, rodeada de algunas
mujeres que le
— ¿ Por qué no le pedí ' a tu tío que te consiga alguna
changa en la construcción ?
alcanzaban agua, le acariciaban la cabeza y también lloraban
y lloraban. Entonces, la madre levantó la cabeza y lo vio.
— ¿'Tás loco vo', Eze ? ¿ Mi tío? Ni en pedo voy a laburá'
con mi tío. Ese te controla mucho. Es peor que un patrón. Que
—— ¿ Por qué me mentiste? -le dijo.
No le mentí, Rosa. Le dije la verdá'. Se lo llevaron en el
no podé' faltá', que no te ponga' en pedo porque te vá' a la patrullero. Vivito y coleando. No le mentí, Rosa.
mierda del andamio, que no podé' llegar tarde, uf no, Eze, no. Ezequiel no pudo detener las l ágrimas que empezaron
Adem á' por lo que te pagan . Yo no voy a íT a trabajá' pa ' otro. a rodarle por la cara. “ Bajate, boludo, bajate”. Las últimas pala-
Yo soy independiente. bras del Chato. Si no se hubieran encontrado, si no lo hubiera
El Rulo se rió con esa sonrisa blanca con un diente llevado, si no se hubiera bajado. Chato y la puta madre que te
menos, el que habia perdido el añ o pasado en una pelea. pari ó. ¡Pa' qué mierda querías esa moto, Chato!
Cuando estaban llegando a la casa del Chato vieron un — Acá el Eze dice que no se resistió.
grupo de gente en la puerta. Mala señal. Corrieron.
—— ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?
— ¿ Es cierto, Eze ?
Y Ezequiel repetía la historia.


El Chato. Lo agarró la cana.
Ya sé. ¿Qué pasó?
——Hijos de puta. Siempre lo mismo.
¿ Dónde está el Barba ?


No va m ás, Rulo.
¿Qué cosa no va m ás ?
——¿ Es cierto que se lo llevaron en el patrullero?
Lo mataron, loco, lo mataron en la comisería.
——El Chato, boludo. Le dieron.
¿ Le dieron , qué le dieron ?

——
Vamo' para all á.
Vamo' a'cer quilombo.
—— Se lo llevaron en el patrullero.
No, parece que se resisti ó y le dieron. ,i moscas.
Vamo' a mostrarle que no nos pueden matar como

—— —
Dicen que el Chato iba armado. Le mintieron a la Rosa. Hay que hablar con el Barba.

——
¡Qué va 'ir armado!
¿Qué se resistió a qué?
—— vamos
Olvidate del Barba. Vamo' a la comisería.
Sí, .

——
Le dijeron en la comisería a la vieja.
Se lo dan esta noche para el velorio.
—— Vamo', Rosa, vamo'.
Por el Chato.
El Chato iba armado y se resisti ó.
—— vamo
Por el Chato.
Si, ', vamo' todo'.

108 < 109 i


ANA

Ana estaba asustada. No podía entender cómo en


solo unas horas todo había cambiado. Nunca lo habí a visto
.1 Martín así. Martí n era divertido, Martí n era cariñ oso. Valen

siempre le habí a contado lo bien que lo pasaban juntos. Todas


sus compañ eras estaban locas por él. Y ahora ella estaba ah í y
lo único que quería era salir corriendo... y no podía.
¿ Le habría pasado algo así a Valen alguna vez ? No, no
podía ser. Ellas se contaban todo y nunca le había dicho que
Martín fuera desagradable o... violento. Seguramente era su
< ulpa. Seguramente había hecho algo mal , se había portado
como una pendeja. Y claro... Martí n era m ás grande. Tal vez
fuera porque ella se sentía culpable...
¿ Por qué había venido ? ¿ Por qué había aceptado ?
Mientras Martí n , ahora un poco m ás tranquilo, abría la
segunda cerveza, aprovech ó y se puso la remera. Tal vez fuera
mejor salir corriendo y tirarse al agua. No, no era una buena
idea. Eso podía enfurecerlo. Mejor quedarse tranquila, hacer
todo lo que él le decía y dejar que el tiempo pasara para poder
volver a la costa.
Oue el tiempo pasara. ¿Y qué m ás iba a pasar ? No que-
ría estar ah í. Ahora ya no ten ía dudas. Todo había sido tan dis-
tinto a cómo lo había soñ ado... Si pudiera alcanzar el teléfono
y pedir ayuda... ¿ A quié n ? ¿ A Valen que estaba a cientos de
kil ómetros ? Adem ás, agarrar el tel éfono era riesgoso. Martí n
no la iba a dejar subir a la cubierta otra vez.

no i m i
—Vasleabacveríaloelbien que la vas a pasar. A Valen le encan-
—Tom á -Martín le acercó una cerveza- Te va a hacer amor. ¿ Nunca te contó?
bien . taba cómo
porque no lo sabía


No, gracias. Voy a vomitar otra vez.
Tom á, en serio. Necesitamos relajarnos.
Ana casi se atraganta. Primero
y segundo porque el comentario no podia
ser m ás fuera
Ana agarró la botella y se la llevó a la boca, pero de lugar.
tom ó. No tenia ninguna resistencia al alcohol. Lo único que le —Noáhablemo s de Valen -tuvo fuerzas de decir.
de
faltaba era emborracharse. bien. Está bien -dijo él levantando las palmas
—Est, como
Martín se puso en cuclillas delante de ella y le agarró la Lis manos si fuera culpable- Vamos a lo nuestro .
ó. Sabía que lo
mano que tenia libre. A Ana le corrió un escalofrió, pero sonri

—Mirá, linda... Te pido disculpas. Me puse un poco mejor era seguirle la corriente.
. Ana le cayó
nervioso, ¿sabés? Es que me gustas tanto que solo pensar en Martin la besó con suavidad en los labios A
perderte me pone loco, ¿entendés? una l ágrima.
dedo.
Ana apretaba la botella y afirmaba con la cabeza. — No... no... -dijo Martin secándosela con el
Ana volvió a sonreír, sin ganas.
—¿Me perdon ás?
Ana volvió a afirmar. —Ahora aguantá un cacho queióvoy al bañ o y después
lo prometo.
vas a ser la chica m ás feliz de Concepc n . Te
——
Quiero escucharte. ¿ Me perdon ás ?
Sí -mintió Ana. Ana asinti ó con la cabeza.
Martí n se paró.

Así está mejor. Por nada del mundo quisiera que te
enojes conmigo. Yo quiero que este sea un día soñ ado para — No te vayas, ¿eh ?... -bromeó antes de ir hacia
la puer-

vos, ¿entendés ? ta del bañ o.


Ana supo que tenia solo unos minutos Ni
. bien la puer-
Ana volvió a asentir.
celular. Se sentía
ta se cerró corrió arriba. Tenia que agarrar el
—¿Te comieron la lengua los ratones? -le preguntó con
una sonrisa. mucho más segura si lo tenia a mano.
ruido.
Subió la escalenta tropezando. No quería hacer
— No -dijo Ana con un hilito de voz, el único que le per-
mití a el miedo que ten ía, y tambi é n trató de sonreí r. Si él salía del bañ o, siempre podría decirle
que se había senti-
sobre las paredes,
do mal. La estela que dejó una lancha la tiró
sonreís ?
—Asi me gusta. ¿Sabés que sos muy linda cuando
pero sigui ó adelante.
Miró alrede-
La besó. Tenia un fuerte olor a cerveza. Sali ó a la luz. El sol la cegó por un instante.
hacia la derecha.
—Vamos a hacerlo despacito, ¿ querés ? dor. Sabía que el celular se habí a deslizado
Ana no quería. Sabía que no quer ía, pero no se animaba Ah í estaba.
a decirlo. En cuatro patas, para no perder el equilibrio
y lo agarró.
se arrastró sobre la cubierta. Estiró la mano

113 <
112 4

I
Ojalá todavía tuviera batería. No ten ía tiempo para
bario.
compro - VALEN

¿ Dónde estás?
Ana se sobresaltó.

Salí a tomar aire -dijo, escondiendo el celular
espalda-, Pero ya estoy bien -agreg ó antes de darle
en la
tiempo a
reaccionar.

Entonces, vamos -dijo él extendiendo la mano para
tomar la suya- Ya nos queda poco tiempo.
Sentada frente a la computadora, Valen se vio a si
misma corriendo por el muelle detrás de Luciano. Por un

— Sí, vamos -contestó Ana tratando de parecer


siasmada y rogando que élI no se diera cuenta de que
entu-
M ’(|undo tuvo conciencia de lo loco de su situaci ó n . Habí a

ulido de su casa como todos los dias para pasar una aburrida
otra mano, apretaba el teléfono.
en la .
m mana en la escuela y ahora estaba en Concepción , corrien -
do en el muelle del Regatas detrás de un chico al que acababa
de conocer y que ya parecía su mejor amigo.
Luciano saltó a la lancha y extendi ó la mano para ayu -
darla a subir. Valen le tenia verdadero miedo al agua y sintió
un vah ído cuando sus pies dejaron de pisar tierra firme. Unos
metros m ás all á dos hombres hablaban sin prestarles aten -
( l ó n . Obvio, no podí an verlos. Uno, seguramente era el dueñ o

de la lancha.
Luciano soltó las amarras. Hasta ahi, todo bien .
— Funcion ó -dijo.
Después, se paró frente al volante y tratando de no ace-
lerar mucho, sacó la lancha del muelle.
Uno de los dos hombres, el que estaba de frente, se
pasó la mano por los ojos. ¿ Estaba viendo bien ? ¿ La lancha
se estaba moviendo sola? El otro tambié n se dio vuelta para
ver cómo su lancha se alejaba lentamente del muelle en
dirección al río abierto.
— ¡Se va! -grit ó y se ech ó a correr.
— Se soltó la amarra -aclaró el otro, corriendo atrás.
Por un instante se detuvieron en el borde del muelle.

114 < 115


II

-
Luciano larg ó una carcajada. Valentina no. Estaba ate EZEOUIEL
rrorizada e iba agarrada con las dos manos al borde de la
lancha, con los ojos cerrados.
Los hombres dudaron . ¿ Se tiraban al agua ? La lancha
aumentaba la velocidad. Desistieron. El dueñ o sacó el teléfo
ítima. Una lancha a la
-
no. Tenia que avisar a la Guardia Mar
hacia la comi-
deriva podía causar un accidente. Ezequiel se dejó arrastrar por los dem ás
— Mejor que abras los ojos -dijo Luciano cuando toma - .
« .II ia . Los empujaba la bronca. Gritaba
n las mujeres, los
Rosa iba adelante, ya
ron el río- Tenemos que encontrar ese barco, y cuatro ojos ven hlcos, los hombres. Se daban ánimos.
como una
mejor que dos. no lloraba pero, como Ezequiel, parecía caminar
— ¿ Uno puede vomitar aunque esta realidad sea... autómata.
ía. Era como
virtual ? ¿Adonde estaba yendo? Ezequiel no sab
— Puede, pero no vas a vomitar en el í
-
ro sino frente a
la computadora así que no te lo aconsejo Valentina hizo
,
estar en un sueño. ¿ El Chato muerto? ¿ El Chato
lo había subido en la moto hacia solo
, el mismo que
unas horas... muerto?
fuerza por retener una arcada- Lo sé por experiencia. Diarrea, Algo estaba mal. No podia ser.
¿ te acord ás ? Otros se sumaban a medida que el
grupo avanzaba
agarraban palos,
Valentina vomitó. por el barrio. Ya eran un montón. Algunos
todos ellos. El Rulo
piedras, botellas. Ezequiel caminaba entre
sin darse cuenta.
le puso un palo en la mano que agarró casi
— ¡A-se-sinos! ¡A-se-sinos!
Cuando llegaron a la esquina de la comisar
ía un patru-
Vol ó una piedra que se
llero les cerró el paso. La gente le gritó.
estrelló en el parabrisas y lo hizo añ icos.
Festejaron.

— ¡A-se-sinos! ¡A-se-sinos!
— ¡Traé la goma, traé la goma! -gritó alguien
Las gomas aparecieron y al instante
.
estaban echan -
muy bien cómo se
do humo. Parecía que algunos sabían
ó gente que no
hadan las cosas. Otros los seguían. Apareci
s . Nadie los
era del barrio. Traían más palos y má piedras
largaban un olor
echó. Cuántos m ás fueran, mejor. Las gomas
desagradable.

n6 i 117 <
r El patrullero quedó abandonado a su suerte cuando
policías retrocedieron. No perdieron la oportunidad. Lo
vuelta entre todos. Dar vuelta un auto era una buena
de descargar la bronca. Festejaron otra vez.
Avanzaron hacia la comisaría, tirando piedras pan
loi
dieron
forma
ANA

abrirse paso. No había forma de hacer punter ía, así que las
piedras y los palos y las botellas caían donde caían, cualquier
casa, cualquier ventana, cualquier persona. Todo merecía ser — Atendé, atendé, atendé -rogaba Ana, sentada sobre
ni Inodoro del bañ ito.
destruido. "Esto es por vos Chato.” su
Cuando habían bajado a la cabina, Ana supo que
Una linea de policias con escudos se paró frente a
la í lvación era fingir. Fingir que estaba
tranquila, aunque estu-
comisaría. , aunque lo
vlr* ra aterrorizada; fingir que estaba enamorada
— ¡Sacá a la Rosa de ahí!-gritó uno.
La corrieron para que no quedara en la primera l í nea.
odiara; fingir que Martin le gustaba, aunque ahora
le diera
como nunca en su
ANCO; fingir que era feliz, aunque sufriera
Casi todos los varones se habían tapado la cara con las
reme
ras para que el humo no los hiciera toser. Ezequiel pudo ver a
- vida .
Estuvo cari ñ osa, devolvió caricias y besos. Se ri
ó ante
los chicos, sus vecinos, los hijos de la Rita que estaban podia, era
do al f útbol, ahora arrojando piedras y festejando cuando
jugan - lo que supon ía que eran chistes. Lo único que no
le abrir los ojos. No quer ía verlo. No quer
ía ver otra vez la cara de
daban a algo. Para ellos casi era un juego y lo disfrutaban ,
Martín, no lo iba a mirar.
ajenos a los riesgos que corr -
ían, ellos y los dem ás. Habia logrado esconder el celular debajo de la colcho
neta que cubría la cucheta. Ahora tenia que ver cómo lo saca-
Sonó un disparo. Estaban tirando con balas de goma.
Retrocedieron corriendo. No le habian dado a nadie. encontrar
ba de ahi. Martí n la besaba y ella solo pensaba en
— ¡A-se-sinos! ¡A-se-sinos!
El teléfono sonó en su bolsillo.
el momento para agarrar el celular y escaparse para
En medio de una falsa risa que supuestamente
hablar.
le
necesi-
había provocado las cosquillas de Martín , le dijo que
taba ir al bañ o.
A Martín no le gustó.

— -
Para prepararme insistió Ana.
¡¿ Prepararse para qué?! Ni ella misma se lo creia
.

— Está bien , pero no tardes. No puedo estar sin vos ni


por un segundo.
Ella selló su promesa con un beso e hizo una pirue-
celular.
ta rara para pararse que le permitió agarrar el
118 i 119 <
|

Sabía que se jugaba el todo por el todo


la furia iba a volver. Con el celular
apretado en la mano, se
entretuvo en revolverle el pelo y darle un par de
disimular su urgencia. Fue convincente. Martín la
besos para
^^^
. Si él la descubría,
9
I
H
dejó ir y
B VVALEN

se dio vuelta para agarrar la cerveza. Ana,


beso desde lejos y después corrió al bañ o.
todavía, le tiró un I
el n úmero de Valen.
Temblando, marcó I
— Atendé, atendé...
I
V — -
¡Es ese! g ñ tó Valentina cuando pasaron junto a un
ytlero anclado en el medio del rio.
Luciano bajó la velocidad y dio vuelta la lancha para
volver sobre sus pasos. La estela que habia dejado la lancha
movió el velero.
— La próxima vez me podés avisar antes -coment ó-. Ya
c . r i estábamos llegando al Rio de la Plata.
,

— No va a haber próxima vez.


Valen hizo un esfuerzo para sobreponerse a su miedo
al agua, se estiró y entrecerró los ojos para que el sol no la
molestara.
— No se ve a nadie -dijo.
— Alguien lo trajo hasta acá -coment ó Luciano.
Entonces, justo en ese momento, la figura de Martin
surgió desde el interior del barco.

I uciano.
Es él -dijo Valen clavando las uñ as en el brazo de

— Y ese es mi brazo -se quejó Luciano.


— No veo a Ni -dijo Valen .
— Debe estar adentro.
— Sí, puede ser.
Esta vez no fue furia, fue una inmensa tristeza. Lo vie-
ron desaparecer en el camarote. Las l ágrimas cayeron una
vez m ás.

120 < 121


—Pará, pará. No es el momento de llorar -dijo Luciana ANA
Era lo que estábamos buscando, ¿no? Y nos salió bien. Nos salió
perfecto. Debiéramos trabajar de detectives. ¿Te ves como la 97?
— Córtala, Lu... ¿qué hacemos ahora ?
— Ahora sí, llegó el momento. Vamos a materializarnos,
vamos a subir al barco y le vas a decir todo lo que pensás. I
Valentina asinti ó.
— ¿ Estás preparada?
—El Atend é atend .
, é..
tel fono seguia sonando.
é Si Valen no atendia no
. No podia
— Sí -dijo Valen. tilia si tendría tiempo de enviar un mensajito
papá. Sus amigas en la
En ese momento sentía que no le importaba lo que le .
II u ñar a su mam á, mucho menos a su
pasara. Todo estaba mal, daba lo mismo. ot( uela tendrían el celular en
silencio. Atendé... atendé...
contados. Era algo
Luciano, con los dedos nerviosos tecleó a toda veloci
dad. Valentina, a su lado, no sacaba los ojos de la pantalla. No
- En el último llamado (Ana los tenía
llamados y cortar para que supie-
[ jue hadan con Valen, cinco
quería que se le escapara ningún detalle de lo que pasaba en 1,1 que era ella), Valen atendi
ó. O quien Ana creyó que
ese velero. V. tlen , atendi ó.
—Listo -anunció Luciano- Dame la mano.
,
— ¡Valen! Por fin... ¿recuperaste tu tel
éfono?

—— ¿ Para qué ?...


No sé, por las dudas.
No escuchó lo que le contestaba.
raros. Supuso que Valen estaba en el recreo
Habí a ruido, gritos
o algo así.
ten és que ayudar.
Se dieron las manos y Luciano le dio Enter a la configu-
raci ó n . Esta vez no fue un mareo ni un sacudón, ni picazón .
— Apenas te escucho, Valen . Me
Tengo que salir de acá, Valen . No quiero
hacerlo, pero no me
Fue como si alguien estuviera tirando de sus extremidades .
v i a dejar ir.
rtado.
hasta descuartizarla. Fue como si la cabeza se le separara del —¿Quién ? -fue todo lo que escuch ó entreco
,
volvió loco. Me
cuerpo, como si los ojos le dieran vueltas en las órbitas. Se le
taparon los oidos y sinti ó una puntada aguda y penetrante.
—Martín, Valen. Después te cuento. Se
pegó. Tengo miedo, Valen. Tengo miedo
. Me va a violar si no
No escuchaba nada. Se mordi ó la lengua, y le doli ó. Le faltaba me voy de acá. ¿Me escuch ás ?
el aire. Y esas n áuseas, esas n áuseas... La mano de Luciano No supo lo que Valen le dijo. Solo que
estaba ah í.
Martín. Barco
habí a desaparecido de la suya. Ya no sabí a dó nde estaba.
Valentina vomitó una vez m ás.
— Valen, avisá que estoy en el barco de
Neptuno, ¿te acordás?
— ¿Te falta mucho?
La voz le llegó del otro lado de la puerta
. Ana se sobre-
saltó. Le temblaban las manos.

123
122 <
—. Ya voy. No seas impaciente -dijo tratando de ser
natural Y de nuevo al teléfono-: No puedo hablar mucho ,
EZEQUIEL
Me va a venir a buscar. Valen, mandá a alguien a buscarme1
Estamos en medio del río, frente al camping Itapé, m ás d
menos. Mandá a alguien, Valen, pronto... Perdóname, Valen,¡
perdóname...
Ahora no fue una voz sino unos golpes en la puertaJ
Fuertes golpes en la puerta. —¿Qué hacé', boludo?
Con un empujón el Rulo lo sacó del medio y lo llevó
• mi ra la pared de una casa. Ezequiel todavía ten ía el teléfono
> ii .
l i mano.

i
— ¿Oueré' que te peguen un tiro, pelotudo? ¿ No te dá
nerita que están tirando?
'

Ezequiel reaccionó.

La están por violá', Rulo.

——
¿Oué decf ? ¿ Le diste al paco? ¿Qué te pasa, gil ?
A la piba. La amiga. Me llam ó. Me pedía ayuda.

——
¿A vo' ?
CTeyó que era Valen .
Una ráfaga de disparos los hizo callar la boca. El Rulo
li • volvi ó a empujar para guarecerse detrás de un pilar. Vieron
que se llevaban a uno a rastra. Le habían dado en una pierna
y estaba sangrando.
——
Nos están dando, boludo. Esto termina mal.
Tengo que haceT algo, Rulo. La piba está en el rio.

¡¿Ouéeee?!

——
En Conceción del Uruguay.
¿Y qué queré' hacé', forro? ¿Tomarte un bondi pa ir a
buscarla ?
Gritos. Vidrios rotos. Una sirena.

No, tengo que avisá'. Eso es lo que ella me pidió.
"Avísale a alguien. Avísale a alguien ”, decía la piba.

124 < 125 i


Ninguno de los dos bandos iba a tener mucha
paciencia.
— Eze, reacioná . Nos está n cagando a tiros y vo' queré'
Los policías también se miraron.
ir a salvá ' a una pendeja que no conocé' al medio del Tí O. Est ás
en pedo, hermano. Ven í, rajemo de acá. No quiero otro muerto, — Es una trampa. Está armado. ¿Será de esos que
ni y te mandan todo a la mierda
?
explo-

hoy. Vam ó', Eze, olvidate.


— No, Rulo. Voy a avisá'. Dejame -dijo forcejeando- Hoy
.
— No, este es del barrio
li inquilo.
. Lo tengo visto. Es un pibe

tengo que hacé' algo bien. Dejame, Rulo.


De un tirón se zafó de las manos del Rulo y avanzó —Esperaban
Entonces se volvió loco.
órdenes.
hacia la policía con las manos en alto. Son ó un disparo muy
cerca de sus pies. Ezequiel se detuvo pero no bajó los brazos. J
— ¿ Oué hacé' ? ¿ Est á' loco? Volvé' pibe, volvé' que te
—— Tráiganlo -dijo el comisario.
¡Pasá por acá! -gritó uno- Las manos arriba.
No te

van a da '. lugás el vivo.


Ni bien Ezequiel dio un paso adelante, cuatro
policías
— ¿ Qui é n e' ese ?
10 rodearon , y lo tiraron al suelo. Fue suficiente
. Una lluvia de
— El Eze, el que estaba con el Chato.
piedras cayó sobre los policías que respondieron
con tiTos.
—— ¿Qué mierda hacé' ?
E ' boleta. ¡Alto, no tiren , alto!
Entre dos, entraron a Ezequiel a la comisaria
a rastra.
policías. Peg ó
11 Rulo lo vio desaparecer detrás de la lí nea de
— No quiero un muerto a sangre fría. ¡Alto el fuego!
un puñ etazo contra la pared.
Se produjo un silencio en el que solo se escuchaban eli
chisporrotear de las gomas y un murmullo sordo de miedo y
asombro. Ezequiel parado con las manos en alto en medio del
fuego cruzado era como una aparici ón. Como esas escenas de
pel í cula en las que todos caen de rodillas. Solo que acá nadie
cayó de rodillas, todos miraban desconfiados, unos a otros,
todos a Ezequiel. El Rulo, pegado contra la pared contuvo la
respiraci ón .
— ¿Qué te pasa, pibe ? ¿ Te vas a entregar ? -grit ó un
policía.
— No -grit ó Ezequiel- Tengo que hace' una denuncia.
Es urgente. Hay una piba en peligro.
La gente del barrio se miró. ¿ Una piba en peligro?
¿Qui én ?
Ezequiel no se movió. Estaba asustado. Sabía que en
cualquier momento le podía caer un piedrazo, o una bala.

127 i
126 i
r
ANA

Martín peg ó un puñ etazo contra la puerta del bañ o.


Ana miró alrededor. Necesitaba esconder el celular. Lo metió
rn el piso, detrás del inodoro. Tiró la cadena y abrió.
— ¿Creías que me había ido por el inodoro? -bromeó
d á ndole un beso en los labios. Fingir. Fingir. Ten ía que hacer
tiempo.
— No, pero no podía esperar m ás -y la atrajo hacia sí.
Ana le rodeó el cuello con los brazos.
— ¿ Puedo pedirte algo ? -le dijo.
—— Lo que quieras, preciosa.
Me gustaría que... No sé cómo pedí rtelo, me gustaría
que fuéramos muy despacio. Es la primera vez que lo hago,
¿sabés ?
— Claro que sé. Es la primera vez y va a ser inolvidable,
vas a ver. Vení.
Con una ternura que a Ana la sorprendió, Martín la
llevó de la mano hasta la cucheta.
— Creo que ahora sí, necesito un trago de cerveza -min -
ti ó Ana y se estiró para agarrar la botella, que se llevó a la boca
sin tomar.
É l se la sacó de la mano y le dio un trago. Después la
dejó para tener las manos libres.
— Te quería decir algo -volvi ó a interrumpirlo Ana.
— ¿Ahora?
— Sí, tiene que ser antes. Te quería... pedir disculpas
-sanateó Ana- Me porté como una pendeja.
128 i 129 i
i
—SYaí pas
——
,
ó .
, preciosa
— sí. Pero no
imagen de m í. Decime que
Te perdono.
quiero que te quedes con una mala
me perdon ás.

Es que ten és que entender. No podía dejar de pensar


T VALEN

en Valen , ¿sabés?
— Sí, te entiendo. No pensemos m ás en eso, dale. Cerrá
los ojos. Shhh ... Luciano peg ó un salto hacia el costado cuando el vómi-
to caliente le cayó sobre el brazo y salpicó el teclado de la com -
Ana cerró los ojos. Sintió como Martín , una vez m ás, le
levantaba la remera. Su cabeza trabajaba a mil. Vamos Valen , putadora. Pero no era momento de reproches ni de limpieza.
No hubiera podido hablar aunque hubiera querido.
vamos. Apúrate...
Luciano perdió el control de la lancha que impactó con -
Como si Valen la hubiera escuchado y viniera a salvarla,
algo golpeó contra la quilla del barco que se sacudió violen - tra la quilla del velero. El golpe los ech ó hacia atrás. Valentina
volvi ó a vomitar, esta vez tuvo tiempo de agacharse sobre la
tamente.

¡La puta madre! -dijo Martín alarmado-. Lo único
que me falta es que nos choquen el barco -y la dejó con los
borda y apuntar al agua.
La cabeza les dol ía y estaban un poco sordos, como
óreteles bajos para ir a ver. cuando te entra agua en el oido. A lo lejos, Valen escuch ó la
voz de Luciano preguntándole si estaba bien . Asintió. Ten ía
Ana empezó a llorar.
miedo de que las n áuseas volvieran si abria la boca.
Martí n apareció sobre la cubierta con los ojos desenca-
jados. No necesitó asomarse para ver cuál había sido la causa
del golpe.
— ¿Oué te pasa a vos? ¿ Estás ciego, pelotudo ? -gritó
asom ándose por la borda para ver si la quilla había recibido
alg ún dañ o.
Valentina quedó petrificada. Tener a Martin ah í,
tan cerca le trajo una catarata de emociones encontradas.
¿Tan ofuscado estaba que no la había visto? ¿ O no la habia
reconocido?
— Disculpó, flaco. Perdi el control -dijo Luciano-, Pero
me parece que no fue nada.
Martín miró hacia la lancha con extrañ eza. Después
miró alrededor. Me vio, pensó Valen , me vio y se hizo el boludo.

130 < 131 i


Pero Martin no había visto a nadie. EZEOUIEL
—— Eso lo voy a decir yo. ¿ Ten és seguro? -dijo.
Eh ... Sí, si tengo. Pero no acá. No te preocupes.
Martín volvió a mirar extrañ ado. Valentina lo saludó
con la mano, para hacerse ver, pero Martin no reaccion ó.
— Dejá de hacerte el idiota. ¿ Dónde te metiste? -gritó.
Martí n sacó medio cuerpo por la borda para ver si Le pegaron. Con el l ío que había afuera era esperable.
Luciano estaba en el agua. Fue entonces cuando Luciano se lodos estaban tensos, nerviosos.
dio cuenta: Martín no podía verlos. Se acercó a Valentina y le
tapó la boca. I
— ¿Quién arm ó esto? -le preguntó el comisario mien -
Iras otros dos lo paraban del suelo.
— ¡Hola! -gritó Martín- ¿Te ahogaste? Por m ás que te
— No sé, la gente. Están furiosos. Pero escuche, comi-
que
•..irio. Si quiere después me mete en cana, pero tengo
escondas tengo tu matrícula, imbécil.
La lancha, con el motor apagado y sin amarrar se iba denunciar algo urgente. Me tiene que ayudar.
alejando del velero. Valentina puso ojos de alarma. Los ojos El comisario resopló. ¡En medio de este quilombo venia
era lo único que podia mover. Luciano se llevó un dedo a la a dar con un loquito! Se escuchaban los gritos, los disparos y
boca para indicarle que no hablara. las pedradas.
Martin , al comprobar que la quilla no habia sufrido
— -
¡¿ Pero no los pueden dispersar, carajo?! gritó el
m ás que un raspón , se desentendi ó del asunto y volvió a bajar comisario hacia afuera.
al camarote. ¡ Puta madre! ¡Oué ma ñana de mierda! Y ahora
esta pendeja volvió a meterse en el ba ño. — Usted orden ó que disparemos al aire, comisario. Así
es dif ícil. Si no les damos a dos o tres, estos no se van.
— Comisario, es urgente -se metió Ezequiel.
— ¿Y este ? -preguntó el oficial que en ese momento
salió del bañ o.
— Un pirucho -lo presentó el comisario.
— ¿Qué hacemos, comisario? La tele llega en cualquier
momento. Si queremos darle a alguno tiene que ser ahora.
— Abran fuego -ordenó el comisario.
— ¡No, espere! -gritó Ezequiel- Yo puedo hablá' con
ellos. Capaz que los convenzo, no lo sé. Déjeme intentarlo.
— Ah ... Jesucristo reencarnado -se rió el oficial .
Son ó un vidrio de la comisaría.

I 132 <

á
133 <
Y,t la otra vez había zafado por
poco, y ahora se le volvió a ir
—Terminemos con esto -dijo el comisario.
la mano. Hay que ser pelotudo. Hacerlo
cagar por una moto
—Comisario, le juro que yo los freno. Pero primero
. de mierda y meterlos a todos en este baile. Sí, el
taradito este
escuche esto. Hay una piba en peligro. En el río. La van a viol á '
Tiene que creerme. perecía ser la solución.
decis que es eso?
— ¡ Uf ! -dijo el oficial y sali ó de la oficina. — Parece que tenés razón . ¿ Dónde
— -
Mire, este celul á', ¿ ve ? dijo Ezequiel- Se lo afan é hoy . Ir dijo.
El comisario se sorprendi ó. Nadie, nunca, jam ás, habí a
venido a la comisaría a confesar que se habia robado un celu -
lar y mucho menos uno tan trucho como ese.
— Mientras nosotros hablamos acá, la piba capaz que
ya está muerta y en el fondo del rio -dijo Ezequiel.
Afuera el griter í o crecía.
El comisario estaba por salir a ver qué pasaba cuando
el celular son ó. Ezequiel miró la pantalla. Ni .
— Acá tiene. Es ella. Est á viva, parece. Ati éndala ust é si
1

no me cree.
El comisario agarró el tel éfono y escuch ó.
— Apúrate, Valen . Apú rate. Me va a matar Valen .
Por favor...
Se escuchaba un motor. Se escuchaba un ruido extrañ o .
Se escucharon golpes. El tel éfono se desconectó.
El comisario también pensó que era mucho para un
mismo dí a. Si a uno de estos tarados se les escapaba un dispa-
ro (y ganas no les faltaban ), si le abrian una investigaci ón por
la muerte del pendejo, y sal ía a la luz que no había reacciona-
do ante el pedido de auxilio de la pendeja, antes de la noche
lo iban a rajar de una patada en el culo.
Tal vez si le daba bola, el pendejo podía dispersar a
estos desaforados, como decía. Después verían qué inven -
taban por la muerte del otro. La puta que te parió, Cabrera.

iB 5 <
134 <
ANA

Martín entró a la cabina dispuesto a tirarse arriba de


Ana ahi mismo. Todo se estaba complicando demasiado. No
la estaba pasando bien. Habia rayado la quilla, o mejor dicho,
ese estúpido lo habia chocado. Era una cosa de nada, pero con
lo obsesivo que era su viejo con el barco, seguro que se iba a
dar cuenta. Podía ser que se hubiera rayado mientras estaba
anclado en el muelle. Era bastante dif ícil, pero no imposible.
Aunque si alguien lo había visto sacar el barco, estaba en el
horno. Y encima esta pendeja se hacia la dif ícil . No pensaba
irse de ah í sin conseguirlo.
Atravesó la cabina deteni éndose solo para agarrar la
cerveza y fue hasta la puerta del bañ o. Tenia que estar ah í.
Esta vez no golpeó. De una patada abri ó la puerta. Saltó la
cerradura y se quebró la madera. ¡ La puta madre! De esa sí
que no zafaba.
Ana se asustó con el golpe y el teléfono cayó de su
mano.

fono acá?
¿Otra vez, pendeja? ¿Otra vez ? ¿Cómo lleg ó este telé-

— No sé... estaba en el piso -mintió Ana- Son ó y atendí.



llamabas ?
¡ No me mientas! ¡Odio que me mientan! ¿ A quié n

— No llam é, te lo juro -Ana se acurrucaba sobre el


inodoro- No sé quién era... No llegué a atender...
— ¡Sali de acá!

136 i
137 <
tah
U a9arrÓ del CUe ,,° ^y empUjÓ hacia afuera
- An a tras- VALEN
tabilloy
’ll '
se peg ó en lacabeza con el
Martín levantó el teléfono del pí
la cucheta y sali ó de la

— ^^
s Em T^
a
cabina dando grandes zancadas.
No te muevas -dijo apuntá
Ana miró hacia la puerta del
Ana

ndole con el dedo.


'

sobre

baño. No tenia sentido


volver a esconderse. La
cerradura estaba hecha pedazos, y
aunque la trabara, si Martin
empujaba desde afuera, ella
iba a tener fuerza para
detenerlo.
no La materialización no fue
pero no nos ven. Algo pasó.
Se decidió casi sin pensarlo
que se había parado sobre
. Corrió detrás de Martí
el último escalón para
celular al agua. Con un cálculo que arrojar el
no sabía de dónde había
n
——
¿Y entonces?
Y entonces, nada. Si lo que
querías hacer era enfren -
medio estúpido que te escuche
y
sacado, le pegó con el hombro
en la cintura. Martín perdió el tar a tu amiga, va a quedar
equilibrio y cayó hacia no te vea.
corrió hacia la borda.


adelante. Ana saltó por arriba de él
¡Socorro!-alcanzó a gritar
.
y
——
¿Me querés decir que vinimos
Bueno, para nada, no. Hicimos
hasta acá para nada?
un lindo paseo en bote
Después, la mano de Martín la -trató de bromear Luciano.
tiró hacia atrás. Había sido
agarró de los pelos y la
su última oportunidad. ——
No lo puedo creer.
A veces pasa . Yo te avis é que
mo disculparse.
no estaba muy pToba-
do... Luciano no sabía có
-
—Está bien . Ya fue. No es mi
¿ Podemos volver desde ac
día. Volvamos y listo.
á o tenemos que ir al muelle
?
acá mismo. Si volvemos...
—No, podemos volver desde
-trató de bromear otra vez. ó los brazos, como hacía cuan-
Valentina no se rió. Cruz í estaban
estaba muy enojada y fijó la vista en el velero. Ah
do , había
én . Había perdido el celular
ellos. Y ahí estaba ella, tambi
una amiga. Demasiado para
perdido un novio y había perdido
ana. Tal vez Luciano tuviera razón. Tal vez, al menos,
una mañ
la oportunidad.
todavía no habían perdido
velocidad. Quería vol-
Luciano tecleaba a toda .
callado, no sabía qué decir
ver lo antes posible . Estaba

138 < i 39 <


el bote otra vez -dijo Luciano
Había compartido con Valentina su secreto porque le había
gustado desde el primer momento. Oueria impresionarla. La
— Tenemos que acercar
poniendo motor en marcha.
el
había hecho viajar a través del programa, pero nada había — ¿ No nos van a escuchar?
nadar.
salido bien, tampoco para él. Valentina habia descubierto la — No veo otra solución , salvo que quieras
traici ón de su amiga y cuando intentó seguir ayudando, el sis- — No, dale, apúrate.
trabajo. Arrojar y
tema fall ó. Miró alrededor a sus amigos. Nadie le daba bolilla. Acercar la lancha no le dio mucho
.
Vaya a saber por qu é mundos andaba cada uno de ellos. enganchar la soga no fue tan sencillo
Olví date de la soga -pidió Valen Es
- cuestión de aga-
Pero entonces, todo cambi ó. Valentina vio a Martí n —
aparecer en la cubierta. Tiene cara de loco, pensó. No pensó rrarse de esos ganchos y trepar.
Luciano la miró asombrado. Ella
, la miedosa, ahora era
mucho m ás. Detrás de él apareci ó Ni y lo empujó. Martín per-
di ó el equilibrio y Ana corri ó hacia la borda. Por un momento, la que daba ó rdenes. Tuvo que recono
cer que ten ía razón .
al velero, Valen
Valentina pensó que la habia visto y quer ía decirle algo. Pero Mientras sosten ía la lancha pegada
se alejó a la deriva.
Ana se apoyó en la borday pidió socorro. A los gritos. Si Martín trepó. Después fue su turno. La lancha
Valen corrió hacia el camarote y baj
ó la escalera sin que
parecia loco, Ana parecía aterrorizada.
. La siguió.
— ¡Pará! -le gritó a Luciano. Luciano tuviera tiempo de detenerla
, pero no espera-
Luciano levantó la vista del teclado justo a tiempo para No sabían con qué se podían encontrar
ver cómo Martin agarraba a Ana de los pelos y la tiraba para ban ver lo que vieron.
, retorciéndose, pata-
atTás. Ana estaba tirada sobre la cucheta
, que sentado sobre ella,
— Pará, Lu... Ahi pasa algo. Le está pegando, Lu... No leando sin poder zafarse de Martín
quieta. Con una mano
podemos irnos ahora y dejarla ahí. tambi é n luchaba para que se quedara
de sacarle la ropa. Ana le
— Capaz que están jugando a algo... -sugirió Luciano. le tapaba la boca, con la otra trataba
— Cuando uno juega no grita pidiendo socorro, idiota. pegaba y lo rasguñ aba sin éxito.
Martin y Ana ya no se veían , pero escuchaban los gritos. — -
¡Pará imbécil! ¿ Oué hacés ? gritó Valen
.
Ana si. Miró alre-
— Pará, Lu. Subamos al barco, no importa que no nos
vean. No la puedo dejar ah í. Es mi amiga.
Martín ni siquiera la escuch ó, pero
dedor como pidiendo ayuda, con los
ojos desorbitados. Algo
Valen se tiró sobre Martin
Luciano la miró raro. ¿ No era que habían venido hasta gritó, que no se entendió. Entonces
cerrados en la espalda.
acá para que Valen le cantara las cuarenta a su ex amiga a la y le empezó a pegar con los puñ os
en el movimiento la tiró al
que odiaba porque la había traicionado y etcétera, etcétera ? Martin se dio vuelta de un salto y
pasado. Alguien le habia
¿ Y ahora quer ía ir a ayudarla ? suelo. No entendió lo que le habia
— Aguant á -dijo.
Volvi ó a teclear para detener el proceso. No estaba muy
pegado, seguro. No habia sido muy
los golpes en los hombros. Pero ahi
fuerte, solo habí a sentido
no había nadie.
esto se puede
seguro de haberlo logrado pero, evidentemente, seguían ah í. — Dejá de pegarme, preciosa, porque
poner peor -le dijo a Ni con furia.
141 i
140 i
Valen se levantó de un salto y volvió a arrojarse sobre Los cuatro quedaron en suspenso. Fue Martín el prime
-
ro en reaccionar y volver sobre Ana. Entonces Luciano
él. Martin se sacudía. Ni él ni Ana entendían lo volvió
que estaba
pasando. Luciano, estaba paralizado. ¿Tenia que a pegar. Una y otra vez. Martín manoteó en el aire, desespe
-
intervenir?
rado, sin saber de dónde ven ían los golpes. A Luciano
No podia creer que Valen, la dulce Valen, fuera la le dolia
fiera que
sin que le
ahora veía tirándose sobre Martín con todas sus fuerzas.
Ana la mano pero le divertía esa posibilidad de pegar
aprovech ó el desconcierto de Martin para tratar de acertaran un solo golpe.
salir de
ó
abajo de él. Valen aprovech ó la distracción de Martí n y ayud
— ¡Ouedate quieta, carajo! a Ni a bajarse de la cucheta. Ana no entendía. Sentí
ve a
a
qui
que
én .
alguien la empujaba, la sacaba de ah í, pero no
Un sopapo son ó sobre la cara de Ana. Al soltarle la í
boca
experien-
le dio posibilidad de gritar. Un grito ahogado, corto
. La mana- A esa altura, estaba convencida de que eso era una
de la
za de Martin volvió a callarla. cia paranormal o como se llamara. Tal vez una pesadilla
— ¡Dejala! ¡Dejala! -gritó Valen.
Esta vez Martín sí la escuch ó y miró alrededor, extrañ a
-
que iba a despertar en cualquier momento. El aire de afuera
hizo bien . Estaba sola sobre la cubierta, o al menos
, eso cre í
le
a.
do. Ana trataba de decir algo. Ella tambi én había
escuchado la Trató de recomponer su ropa. Dif ícil. Miró hacia el agua. Ten ía
voz de su amiga. ¿O le habia parecido? que tirarse. Tenia que aprovechar ahora que Martin estaba
cintura y
Martin pensó que estaba alucinando, que la cerveza abajo. Valen le adivin ó la intención. La agarró de la
completa-
le habia pegado mal. Mejor terminar con esto
cuanto antes. la empujó hacia atrás. Ana se dejó llevar. Ya estaba
ó.
Empezó a forcejear con el pantalón de Ana. mente entregada. Valen la abrazó llorando. Ana también llor
Valentina se le prendió de los pelos. La cabeza de Martin Fue entonces cuando vieron a Martí n enloquecido
apa-
recer por la escotilla en busca de Ana, los ojos desencajados
se sacudia sin que él pudiera detenerla. El tirón de ,
pelos lo
la cara sucia de sangre. Pero no llegó muy lejos. Luciano
estaba matando. Se llevó la mano a la cabeza soltando a le dio
Ana,
que vio la posibilidad de escapar, pero Martín no le dio con una botella en la cabeza. Martín cayó y se deslizó
por la
tiem -
po: la inmovilizó apretándole el cuello contra el colch ón. escalera hacia abajo.
— ¡Hacé algo! La va a matar -gritó Valen a Luciano
. — ¿ Lo mataste? -preguntó Valen asustada
.
La cabina parecía llena de voces, de gritos de
fantasmas.
Entonces Luciano, reaccionó, saltó frente a Martín y le —-No, no creo. Tenemos que salir de acá antes de que
despierte dijo Luciano.
se

puso una pina en la nariz que le hizo girar la cabeza.


se miró la mano. Nunca había pegado una pina como
Después
esa.

¿sos vos?
¿Quién está ahi ? -preguntó Ana asustada
, -
Valen ...

Martín se detuvo y miró alrededor una vez m ás. Un hilito


de Valentina y Luciano se miraron .
sangre le chorreó sobre el labio. Estaba visiblemente asustado.
También Ana, que esta vez permaneció inm óvil.
— Inté ntalo otra vez, porfa -pidió Valen- Tenemos que
vernos las caras.
Luciano volvió a teclear.

142 < 143 <


EZEOUIEL

Ezequiel le explicó al comisario lo poco que sabía. Un


tanto embrollado, poco claro. A medida que abr ía la boca sen -
ta que todo esto era una estupidez. ¿Cómo
í iban a encontrar
un barco en el medio del río ?
Sin embargo, el comisario pidió que llamaran al coman -
do radioeléctrico. Pasó los datos. Neptuno, un barco frente a
Concepci ón del Uruguay, frente al balneario, etcétera, etcétera.
— ¿Oué es? ¿ Una lancha, un carguero?
Ezequiel no sabia. Escuch ó que el comisario contestaba
por la radio.
— No, no tengo m ás datos. Haga lo que pueda. Yo ya
hice mi parte.
Cortó la comunicaci ón. Ezequiel tambi é n habia hecho
lo que podia. Todos hacían lo que podian, pero no alcanzaba.
Nunca iba a saber cuál habia sido el destino de Ni. Tampoco
donde vivía Valen. Tampoco por qué habian matado al Chato.
— Listo, pibe. Vamos a resolver este quilombo -dijo el
comisario.
—— ¿ Por qué lo mataron ? -preguntó Ezequiel.
Acá nadie mató a nadie. No tengo que darte explica-
ciones. Ya hice lo que me pediste.

digo a

la
Pero se lo llevaron vivo. Yo lo vi. Yo estaba ahi. ¿ Oué le
madre ahora ?

jugado.
— Decile que lo hubiera educado mejor. El pibe estaba

144 < 145 <

I
Una moto no vale una vida.
—- Mirá, pibe, ya te dije: yo no tengo por qué
-
caciones son ó otro tiro afuera . Esto es una guerra.
darte expli -
VALEN Y ANA
Mueren
ustedes, morimos nosotros, ni siquiera
sabemos a ciencia
cierta quién juega para quién. Tu amigo se
afan ó una moto.
Le salió mal. Mala leche. Ustedes saben que
este es el riesgo.
——¿Ouiéne' somo' nosotro? -preguntó
Ezequiel, enojado.
Ustedes, los chorros, los droguetos, los que te Le tenía que salir bien. Esta vez no pod
ía fallar. La
I
meten toda velocidad.
pantalla se llen ó de fórmulas que pasaban a
un tiro por diez pesos. A veces les toca a
ustedes, a veces a
Luciano cambiaba una y otra, trataba
de darse cuenta de i
nosotros. Es así. Estamos todos en medio de la misma
mierda.

———
Yo no soy chorro. dónde estaba el error. í
Ana seguía llorando, acurrucada en el vac
ío de los bra-
Bueno, te afanaste un celular, que yo sepa.
Fue... fue una... zos de su amiga. M
— Olvidate, pibe. Vamos para afuera. Ese era el trato. — ¿Todavía estás acá? -preguntó.

— Pero usté' sabe quién lo mató -dijo Ezequiel


dolo a los ojos.
mirán- ——Sí... -susurró Valen . No podía explicarle
¿ Estoy soñ ando, Valen ? ¿Oué pasa? ¿ Me
.
estoy imagi- ! :l
, '

nando todo esto?


El comisario le sostuvo la mirada.
-
No, no sé dijo por fin .
Ezequiel supo que le estaba mintiendo. Y
supo que el comisario había hecho m ás de lo que
también
— No. Estoy acá, solo que no me podés ver
... Por ahora
-dijo mirando cómo Luciano se empeñ aba en dar con la
del programa.
clave

le hubiera
De pronto volvieron las n áuseas. La
cabeza le daba
gustado. Un botellazo hizo trizas el
vidrio de la ventana. Lo , pero
siguieron cuatro tiros. Había que salir antes vueltas yle dolía terriblemente. Miró de reojo a Luciano
de que hubiera toda su fuerza y no
otros Chatos que llorar. él también estaba tapándose los oídos con
Ezequiel encaró hacia la calle. El comisario lo podía prestarle atención.
No pudo evitar el vómito. Ana gritó.
siguió.

— ¡¡¡Aggg ü ! ¡Oué asco! ¿Oué es esto? ¿Qué


Y entonces la vio. Valentina estaba tratando
pasa?
de limpiar-
le el vómito de la ropa.
— ¿Valen...?
Le tocó la cara para asegurarse que su
amiga era real.

— Sos vos, Valen...


Valentina supo que la estaba viendo. Volvieron
a abra-
, riendo.
zarse. Se limpiaron el asco de vómito como pudieron
146 < 147 <
No puedo creer que me vomitaste encima -
entre risas y lágrimas.
dijo Ana — Si, eso pensaba yo al principio. Te juro
que le huia,


Te merecés eso y mucho m ás -dijo Valentina.
Valen. Ten és que creerme.
—— ¿Y por qué no me lo contaste?
? ¿Tu novio me

Luciano.
——
Entonces vieron a Luciano, que las miraba sonriendo.
¿Quién es ese ?
Un... un amigo -dijo Valen, y le sonrió có
mplice a
Porque... no sé... ¿Qué te iba a decir
quiere chapar ? ¿ Me hubieras creído?
— No sé. Pero vos debés haber hecho algo
para que todo
Í:
'£ I
eso pase.
Luciano no pudo disfrutar la sonrisa. Así
Valentina le daba por el vómito, a él le había dado su
como a
famosa
— Te juro que no, Valen . Le escapaba.
insistente. Cuando se le mete algo en la
Pero el tipo es
cabeza... Te juro que
diarrea. Corrió hacia el baño, saltando por arriba del los mensajes. Me
cuerpo lo bloquee del Facebook , no le contestaba
de Martin , todavía desmayado en la entrada
de la cabina. ten és que creer, Valen .
——¿Qué le pasa? -preguntó Ana.
Tiene problemitas -casi se rió Valentina. — Te creo. Pero en alg ún momento lo escuchaste
, ¿no?

Si no, ¿cómo llegaste hasta acá?


—Valen... no entiendo nada. ¿ Qué es todo esto ? ¿Có
mo Ana se quedó callada.
llegaste hasta acá? ¿ Por qué no podía verte?
— Vos sabés que Martin siempre me gust
ó... -dijo por fin.
Valentina trató de explicar lo inexplicable. Ana la
escuchaba, descreída, segura de que su amiga le estaba
min -
—— Decías que era un tarado.
También. Pero un tarado lindo. Y me minti
ó, Valen-
tiendo, de que eso no era posible, de que tal vez
todo fuera Me dijo que ustedes habían cortado
, que ya no iba m ás, que í
parte de la misma pesadilla. Pero ahi
estaban ellas, mecidas siempre había estado enamorado de
mí... Y era tan dulce...
por el río, bajo el sol, Ana con la ropa destrozada (
y vomitada), Y vos estabas tan lejos...
agarrándose las manos, sin entender por qué la
puesto en esa situación, asustadas pero
vida las había
felices de volver a
— ...que le dijiste que sí -el tono de Valen
mente irónico.
era decidida -
estar juntas.

Perdóname, Valen... -dijo Ana, después de un
silen -
— Hoy fue la primera vez que salí con
juro. Nos íbamos a ratear juntos
él, Valen , te lo
, nunca pensé que me iba a
cio- No sé qué fue lo que me pasó. con él ?
traer acá. No pensé que... Valen , ¿vos lo hiciste
Valentina hizo una mueca desagradable. No podía per- Ahora le tocó el silencio a Valen . Afirm ó
con la cabeza.
11
donarla, no todavía.
— -
Apenas vos te fuiste explicó Ana-, Martín
a perseguirme. Me lo encontraba en cada
empezó
——¿Y por qué no me contaste nada?
Fue el último día. Antes de irme. Me dijo
.
que era para i
lugar que iba, me seguir estando juntos. Y yo querí a, obvio
mandaba millones de mensajes, me llenaba el Face de
suyas...
fotos — ...¿Y ?

— ¡Oué hijo de puta!

148 < 149 <



No pudo. Me dijo que era porque estaba muy triste
en que me iba. Oué sé yo...
— Y nunca... ¿te peg ó ?
7
No pasó nada. O al menos, no lo que ten ía que pasar.
pensando
I Se quedaron calladas. Era doloroso. No podían
atrás los secretos, el silencio, el desconocimiento
cuando creían que lo habían compartido todo. No

volver
de la otra
era Martín.
Todo cambió, Ni -dijo Valen- Desde que se murió
mi
1

——
á ya nada es igual. Odio Buenos Aires, odio esa
¿ Pegarme? ¿Vos estás loca? escuela,
pap
No sé, ponerse violento. Gritar. Tirarte del pelo. ¡Fue esa casa, todo.
horrible, Valen ! Tenia tanto miedo. Si ustedes no hubieran lle
gado... Ten ía miedo de que me matara. Estaba sacado. ¿
N unca
- —
camarote.
¿También a...? -Ni señ aló con la cabeza hacia
el
I
se puso así con vos ?
— Una vez. ¿Te acordás cuando me caí y di con la puerta
— ¿A Luciano?... No sé. Acabo de conocerlo. No
tiempo de odiarlo todavía.
tuve

del ba ñ o ? Ana la miró a los ojos.




¡¿ Fue Martín ?!
Bueno, no exactamente. Me empujó y me golpeé. Fue
— Valen... decime que me perdon ás. No voy a poder
seguir viviendo si vos no me perdon ás. ¿Te das
cuenta de lo
acá, en el barco. que hice?
—— Tampoco me lo contaste.
Pensé que odiabas a Martín. No quería que me que-

molesta.
Bueno... bastante clarito -dijo Valentina, un
poco

maras la cabeza con eso de que ten ía que dejarlo. ¿ Lo dec


porque lo querías para vos, no?
ías — Para m í tampoco nada es igual desde que te
¿Sabés con quién me siento? Con Romina.
fuiste.

— No. Te juro que no. Nunca lo quise para m í.


celosa. Desde que empezaste a salir con Martín no me
Estaba
dabas
— ¡¡¡¿Con Romina?!!!! -Valentina la recordó perfecta
mente: Romina, la linda del curso, insoportable, engre
ída, de
-

bola. Todo era Martí n y Martín y Martín. Nunca m ás pudimos plástico, decían ellas- ¿Cómo caíste ah í?
salir juntas, casi.
— Él no quería. No le gustaba que yo estuviera con
otra
— Ella vino un día y se sentó al lado m ío. Me
quedado sola. Y la dejé. Cualquiera me daba lo mismo
había
si no
gente. Me quería toda para él. Eso decía, al menos
-contestó eras vos.
Valen mirándose las manos por no saber hacia dónde
Cuando fui a tu casa...
mirar- —— ¿Y son amigas?
¿ Estás loca? ¿Amiga de Romina? Ni muerta.
—— ¡¿ Fuiste a mi casa?!
Sí, hoy. Primero te busqué en la escuela y despu
Valen se rió.
— Te extraño, Ni...
I
tu casa y encontré la foto... -la miró a los ojos- Lo que no
perdono, Ni, es que no me lo hayas dicho.
és en
te — Yo también te extrañó -
se abrazaron una vez m ás.
— No te iba a pedir permiso para cagarte. Suena lógico,
¿no? Vos tampoco me dijiste muchas cosas. — Valen, tenemos que irnos de acá antes de que
chabón se despierte.
el

150 < 151 <


—— No creo que despierte. Para mi que Luciano lo mató.
¡ No digas eso! -Ana le peg ó en el brazo.
EZEOUIEL

— Se lo merecería.
l ' Il
r
— -
Es cierto dijo Ni- pero no quisiera terminar mis
en la cárcel y se supone que acá solo estoy yo.
dias

Valentina se asom ó por la borda buscando la lancha.


Y la encontró, boyando en el medio del río, lejos,
lejos para poder alcanzarla.
demasiado
— ¡Alto el fuego! gritó el comisario al llegar a la puerta
-
La orden se reprodujo un par de veces. Los tiros cesaron
.
.

— Capaz que Luciano puede manejar este coso -dijo-.


Deberíamos volver al muelle y desde ahí vos podés irte a
Hubo un sonar de botas, metales y pl ásticos cuando
la policí a
tu cerró filas protegiéndose detrás de los escudos.
casa.
— ¿Y qué hacemos con Martin ? ¿ Lo vamos a dejar
ahi?

oficial .
¿Oué pasa, comisario? Ven íamos bien -se quejó
un

-preguntó Ana echando una mirada hacia el camarote.


Valentina se encogió de hombros. — Vamos a ver si el pibe puede hacer algo para disper
-

— ¿ Qué querés que hagamos ? Yo no me animo


a
sarlos -contest
puerta.
ó el comisario, empujando a Ezequiel hacia la
despertarlo -dijo- Adem ás ni siquiera sabe que estamos ac
— Bueno, ahora sí que estamos todos -Martin subía
á.
— ¿ Este? -preguntó el oficial mirándolo con desprecio-
¿Se volvió loco, comisario? Con respeto se lo digo.
.

la escalera del camarote un poco tambaleante, pasá


ndose la
— No perdemos nada, oficial.
mano por la cabeza, evidentemente dolorida. Hizo una sonri-
-
sa con la mitad de la boca . ¿ Para eso llamabas a tu amiguita,
no? Me parece que te tengo que dar las gracias. De a tres va a

Llegó el m óvil de la tele -anunció un agente.
El comisario se volvió a Ezequiel.
que
Escúchame, pibe , te voy a dar diez minutos para

ser m ás divertido.
hables con ellos.
Ana y Valen retrocedieron contra la borda sin soltarse
las manos. —
¿ Y qué les digo ?
Ezequiel se había ofrecido a interceder solo para que el
Mejor de lo que lo había planeado -dijo Martí n y pensado
larg ó una carcajada. comisario le diera bola con el teléfono. Nunca había
en hacerlo.

Eso lo sabrás vos.
Ezequiel miró hacia afuera, inseguro.

Deciles que se va a iniciar una investigación, que los
culpables van a ser separados del cargo, cualquier cosa
de

esas -dijo el comisario molesto.

152 < 153 <


'
;
sabía que
Nuevo murmullo. Nadie se movía. Ezequiel
— ¿ Pero eso es verda ' ? -quiso saber Ezequiel.
— ¿ Có mo querés que lo sepa ? Ahora lo importante es
dispersarlos antes de que haya m ás heridos o... muertos. Dale,
estaba fracasando.
— ¡Esto es una bolude'! No no' van a devolve
' al Chato

pibe. No te vas a achicar ahora. porque quememo' todo dijo. -
(i
Ezequiel lo miró. Sabía que no tenía ninguna influen -
cia sobre sus vecinos. El único que podría dispersar eso era el
— No queremo' que nos devuelvan al Chato
que no no' sigan matando -gritó una mujer
.
. Oueremo'

Barba y el Barba no había asomado. Miró hacia afuera otra vez


y se decidió. No perdía nada con intentar. Dio un paso hacia la
— Por eso. Vamo'. Ya está. No sean boludo
Le contestó una piedra que impactó contra
'.
un escudo.
hacia un lado. Con
puerta. Las piedras seguían golpeando sobre los escudos de El policia trastabilló y cayó con el escudo
ía, sangrando
la policía y la humareda era insoportable. punterí a otra piedra le dio en la cabeza y el polic
— Tom á, sacudí esto -el comisario le dio un trapo blanco.
Ezequiel apretó el trapo en su mano y salió con paso
quedó tirado en el suelo.
Ezequiel se dio vuelta para mirar. Estaba
en el medio de
le iban a pegar. Escuch ó
inseguro por detrás de la policía. los piedrazos. No tenía miedo. A él no
en la pierna. Se le
Levantó el brazo y sacudió el trapo. Le contestó un pie- un disparo, desde atrás y un fuerte dolor
contra el asfalto.
drazo que no le dio. dobló la rodilla y cayó sobre la otra pierna
— -
¡Pare, che! ¡Paren! gritó- Soy yo. El Eze, el hijo de la — ¡ No disparen ! -pidió.
Escuch ó la voz del comisario que gritaba:
Laura.
Escuch ó un grito a lo lejos. — Sali de ahi pibe.
Ezequiel pudo pararse aunque la pierna
le dolia y casi
— No tiren, no tiren -le pareció que era la voz del Rulo,
pero no estaba seguro. no podía apoyarla. Una lluvia de piedras
vol ó sobre su cabe-
los costados. Ezequiel
za. Una lluvia de disparos le pasó por
Fuera quien fuera, los piedrazos pararon por un ins - empezó a correr para protegerse. Dos, tres
, cinco pasos y cayó.
tante. Ezequiel salió de atrás de los policías y camin ó hacia ó contra el asfalto.
su gente. El teléfono voló de su mano y se estrell
el humo. Tosi ó. No
Ezequiel quiso levantarse, pero no pudo. Vio
— Hablé con el comisario -iba gritando para que todos
lo escucharan. podia respirar. Escuch ó los gritos. Alguien grit
ó su nombre. El
. Le habían dado.
—— -
¿Qué so'? ¿Soplón de la yuta ahora ? gritó un a voz.
No, no. Escuchen. Dice el comisario que van a mandar
asfalto se ti ñó de rojo alrededor de su cabeza
¿ Una piedra ? ¿ Una bala ?
en cana a los que le hicieron esto al Chato. Palabra. El teléfono empezó empezó a sonar.
Se escuch ó un murmullo. Las cámaras de la televisión se
iban acercando. Los policías, detrás de él, no rompían el cerco.
— Vam ó' a casa -pidió Ezequiel- Ya conseguimo' lo que
queríanlo'. Vam ó' a casa antes de que tengamo’ que llevarnos I
otro cadáver.
155 <
154 < !
,
ANA Y VALEN

Martí n se les acercaba, riendo como un tonto. Se ve


que el golpe lo había mareado porque se tambaleaba sobre la
cubierta y ten ía que sostenerse de donde podía.
Las chicas sabían que no era peligroso en ese estado.
Ellas eran dos. Podían correr mejor que él y adem ás, Luciano
estaba abajo. Bastaba que gritaran. Pero la cara de Martí n
daba miedo. Se apretaron las manos.
— ¿Oué les pasa ? ¿ Están asustadas ?
Las chicas negaron con la cabeza. ¿ Por qué no llegaba
Luciano?
— No tienen que tener miedo. Después de todo, esta-
mos haciendo una travesura y ustedes dos son muy traviesas,
¿ no es cierto ?
Ninguna contestó.
— ¡¿ No es cierto?! -gritó esta vez.
Afirmaron con la cabeza.
— Córtala, Martin, ya fue -se anim ó Valen- Volvamos al
muelle antes de que esto se ponga peor.
— ¿ Peor ? Mejor se va a poner. Van a ver el revuelo
que armo cuando cuente que me tiré a las dos amiguitas al
mismo tiempo. Esto si que no lo tenia pensado...
— Martín ... por favor... -rog ó Ana- Esto no tiene sentido.
— ¿ Ustedes creían que se iban a reí r de mi ?
Las dos negaron con la cabeza.
— ¿ Qué le contaste a la idiota de tu amiga ? -Martin
se tiró sobre Valen y le apretó la cara entre los dedos-.
156 < 157 <
Ana estaba agarrada
a una
Decime, a ver si ahora te anim ás a hablar. ¿Oué mentira le Subió corriendo y vio como caía sobre
de Martin tratando de separarlo. Luciano ya
contaste ? pierna
momento se iba al agua.

lo juro.
Nada -dijo Valen como pudo- No le conté nada, te la borda y en cualquier
Fue un botellazo limpio
, en el medio de la cabeza
, como

whisky los salpicó a todos y


los
en las peliculas. El
Martí n la solt ó con un empujón. Valentina se pasó la había visto
sus cabezas. Martín cayó y
Luciano
mano por la cara que le quedó dolorida, como si aún sintiera vidrios volaron por sobre
del guardamancebo.
la presión de los dedos de Martin . quedó jadeando agarrado
Ana lloraba tirada en el
suelo.
— Mal hecho. ¿Ven que hablan todo el día al pedo ? ¿ Por
qué no le contaste lo bien que la pasaste ese día ? Bien que te
gustó. ¿ Por qué no le contaste lo bien que te la...? mata.
— Hay que atarlo -dijo Valen

Eso los hizo reaccionar


- Si despierta otra vez nos
. Sogas, en el barco, era
lo que
No termin ó la frase. Luciano se tiró sobre él con toda y después lo
. Le sujetaron las manos y los pies
su fuerza. Martín , por supuesto, no esperaba ese ataque. Dio sobraban atado, sentado en el
de nariz contra la cubierta. Las chicas se apartaron. Antes de movieron hasta el m ástil y lo dejaron
aliviados.
que pudiera darse cuenta de lo que había pasado, Luciano suelo. Recién entonces respiraron
llorando.
estaba sentado sobre él peg á ndole como podia. Pero Martin
era m ás grandote y m ás fuerte. Se incorporó y Luciano vol ó
para atrás. Mart í n se pasó una mano por la cara. Parecía que
estaba tratando de entender quié n era ese tipo. Luciano no le
——
Las chicas se abrazaron
Perdóname, perdóname -
-
Si, claro que sí
Luciano se hartó de tanta
repetía Ana.

emoción femenina,
dio tiempo y arremetió con su cabeza sobre el estómago de
Martí n que se dobl ó dolorido, pero sin caer. Luciano lo esperó.
— Chicas, hay que volver
al puerto. Voy a tratar
.
mover este barco de alguna manerade prefectura se acercaba
. La patrulla
de

Sabía que iba a volver a atacar y calculaba hacia qué lado No fue necesario
a toda velocidad haciendo
sonar la sirena.
le convenia saltar. Calcul ó mal, o no fue muy h ábil , porque
Martí n pudo agarrarlo de la remera y le dio una trompada
que le hizo girar la cabeza. Otra hacia el otro lado.

La policía -dijo Ana.
Se miraron aterrorizados
.
á dijo Luciano-. Nos
— ¡ Lo va a matar! -gritó Ana. — No
que
nos pueden encontrar ac -
, Ni . La policía te va a llevar a casa
, estoy seguro
,

——
ir
Luciano pudo pegar alg ún golpe, pero era Martín el que
m ás pegaba y Luciano perdía fuerzas.
tenemos
Pero ¿cómo sabe la polic
-
ía que...? empezó Ana
.
importa es que estás a salvo
Valen corri ó hacia el camarote a buscar algo con Eso no importa. Lo que
qué pegar. Sabía que sus trompadas no servirían de nada. -dijo Valen abrazándola. toda velocidad. No le preocupaba
Encontró en el bar una botella de whisky, bien llena y pesa- Luciano tipeaba a
, le preocupaba que descubrieran
da. Tembl ó. ¿ Y si eso lo mataba ? Los gritos desde afuera la que la policía los éneontrara
respondía.
decidieron . su secreto. El programa no
159 <
158 i
— Escúchame, Ni. Ten és que contarle todo a la policía,
¿ entendés ? -aconsejó Valen.
VALEN ' I:
—— ¿ Estás loca ? Mis viejos me matan.
Es preferible que te maten tus viejos y no Martin . No
podemos dejar que vuelva a hacer una cosa así.
—— No sé, Valen... Mirá cómo está. ¿Qué les digo?
Deciles que te defendiste, no sé, pero contá la verdad,
Cuando abrieron los ojos, Luciano y Valentina estaban
no seas tonta.
rodeados por el resto de los pibes del... ¿cyber?
Se volvieron a abrazar.
—— Valen ... volvé. Te extrañ o.
—¿Adonde fueron , flaco? ¿Oué pasó?
Y ah í se enteraron. Durante la pelea, habían entrado a
No sé si puedo. Tengo que hablar con mi vieja y...
golpear a todo y a todos. Habían desconectado unas cuantas
No termin ó la frase. Ni se quedó abrazando el aire.
computadoras, tirado sillas, enredado cables. Por muy lejos
La policia estaba llegando al barco. de
que los dem ás estuvieran navegando, no pudieron dejar
ver y escuchar lo que estaba pasando. Entonces trataron de
traerlos de vuelta pero no lograban dar con la f órmula.
— Es que... usé otTa fórmula explicó Luciano- Nos
materializamos.
- ,

—¡Fue por eso, boludo! ¡Fue por eso! -gritó uno.


Luciano no podia entender
— Les dije que era Lucho. ¡Sos un nabo, chabón!
I
——¿ Por qué? ¿ Resultó, no?
Resultó que nos detectaron -contestó el de remera
roja.
Luciano se quedó mudo.
——¿ Nos... detectaron ?
Suponemos -le explicó-. De pronto se bloquearon
lado.
todas las pantallas. No se podía entrar ni salir de ning ún
Tuvimos que desconectarlas.

¿ La m ía también ? -Luciano miró alterado a su com -
putadora.

I 160 i 161 <


— No, no nos animamos -explicó uno de los pibes- ANA
Ten íamos miedo de que no pudieran volver. Tuvimos que
arriesgarnos.
Luciano tipeó algo pero la computadora no respondió.
Se produjo un silencio. Nadie lo podía creer.

mano
— Cagamos, boludo -el de remera roja se pasaba la
por el pelo como si quisiera arrancá rselo- En cuanto La prefectura paró la lancha junto al velero. Ana
les
prendamos la primera computadora nos van a detectar. hizo señ as agitando los brazos. Los prefectos
habían pensa-
— -
No, no. Tiene que haber una forma insistió Luciano. do que, seguramente, la denuncia que habían recibido
con
— Pero, ¿ qué fórmula usaste? ¿ Cómo te dio acceso?
Luciano empezó a explicar lo que habí a hecho, los otros
tantos datos imprecisos era falsa pero, para su sorpresa
tivamente había una chica que los estaba esperando
, efec-
. Más
lo escuchaban con admiración; preguntaban . A Valen nadie le sorprendidos quedaron cuando vieron a Martin atado
como
.
prestaba atención, pero no le importaba. Ella estaba en otro un m atambre al mástil del velero y lleno de magullones
mundo, tal vez por el sacudón de la vuelta, tal vez por todo lo El oficial miró a Ana con desconfianza.
que habia sucedido en tan poco tiempo. No entendia nada.
— Me voy -dijo poniéndose de pie- Gracias por todo.
— Me atacó, oficial -trató de explicar Ana sin encontrar
las palabras. Fue lo primero que se le ocurrió.
Todos se callaron y entonces sí, la miraron, como si
recién se hubieran dado cuenta de que estaba ah í.
— ¿ Pero, te trajo a la fuerza ?
Ana neg ó con la cabeza.
— No, esperá, voy con vos.
Luciano se levantó y empezó a apagar la compu.
—— No.
Entonces no te forzó -el capitán o lo que fuera tenia
— Pará, chabón, no te vas a ir justo ahora -protestó uno. cara de muy pocos amigos.
— ñ ana la seguimos. O después. ¡Esperá! -le gritó a
Ma
— A venir no -aclaró Ana.
Valen y salió corriendo atrás de ella.
Los amigos lo miraron irse. Sacudieron la cabeza. Ese
— Vamos, nena. ¿Te ven ís al barquito con tu novio y
queTés hacer creer que era para pescar
mojarritas?
me

chico iba por mal camino. Después se volvieron a sumergir en


la discusión tecnológica y se olvidaron de él.
— Bueno... algo asi... íbamos a dar una vuelta con
velero, pero no sé qué le pasó. De repente se puso
como loco.
el

Mire...
Ana mostró un moret ón que tenia en el brazo
y que le
dolía bastante.

Eso no muestra nada. Adem ás, parece que acá
una batalla. ¿Vos lo ataste?
hubo

162 i 163 <


— Sí -mintió Ana- Le di con una botella y cuando se
desmayó lo até.
— Decile que se ocupe otro. No podemos hacer
al mismo tiempo. ¡Oué ganas de joder! Y avis
todo
á al servicio

—— ¿ Vos sola? -desconfió el oficial.


Si, claro -volvió a mentir Ana- Acá no hay nadie más,
radioel éctrico que ya encontramos a la pendeja
al comisario ese que debe estar tomando mate
. Oue le avisen
en la oficina.
¿ no ve ?
— Bueno, vamos. La prefectura no tiene tiempo para
—— Sí, señ or.
Oficial -se animó a preguntar Ana-, ¿quién hizo
la
perder con nenitas picaras. denuncia?
—¡EsoYo nodespu
soy una nenita picara! se enojó
- Ana . ¿Sería posible que su mam á hubiera hecho la denuncia
— és se lo explicás a tu papá. Agarrá tus cosas a la comisar ía? ¿ La escuela? ¿Quién ? No había sido Valen
, de

que nos vamos. Oficial súbalos a la


, .
lancha Bermudez, hágase eso estaba segura.
cargo del velero.
Al levantar su mochila, Ana descubrió el ramo de flores
— Ni yo lo sé, piba. Nos dijeron una cosa rara
celular robado... un pibe... yo que sé. Fue desde
de un
Buenos Aires.
se le
que, medio marchito, había quedado tirado sobre la cubierta. Martín abri ó la boca y la volvi ó a cerrar. El labio
espalda.
Lo pateó al agua y vio como se lo llevaba la corriente, como sus part ía de dolor. Miró a Ana de reojo, pero ella le dio la
otro y les
sueños de esa mañana. Después levantó su celular que seguia Los sentaron en la lancha uno enfrente del
mudo contra la borda. dieron unas mantas para que se cubrieran. Ana
sacó el celular.
Los oficiales le tiraron a Martín unos baldes de agua Ahi estaba, el n úmero de Valen que no era
Valen . El n úmero
hasta que lograron despabilarlo. Después lo llevaron a rastra de alguien que la había escuchado y se habí a
... ¿preocupado?
la bater í a ni el
hasta la lancha. Martín no dejaba de preguntar qué había Marcó. Si ten ía suerte, si no se habí a acabado
pasado. No podia entender qué hacía la prefectura ah í. Ahora crédito, si el pibe la atendía... La tenía que atender
. Le quería
marcaba se
sí que la cosa se le había complicado. dar las gracias, aunque no lo conociera. Mientras
— ¿ Dónde están los otros? -le preguntó a Ana cuando
le pasó por delante.
decidió: iba a hacer la denuncia aunque tuviera
consecuencias.
que pagar las

— ¿Qué otros? H


¡Los otros, nena! ¡Los otros!
Estás delirando. Acá nunca hubo nadie -mintió Ana.
—Acá hay algo raro -le comentó por lo bajo un oficial
a otro-. Pendejos del diablo, mirá el tiempo que nos hacen
perder. Seguro que se vinieron un grupito a fumarse un porro
al barquito de papá y se cagaron a trompadas.
— Oficial -dijo uno que ten ía un intercomunicador-
Avisan que hay una lancha a la deriva.

164 < 165 i


EZEQUIEL

En el silencio que se hizo cuando Ezequiel cayó, se escu-


ch ó sonar el celular, abandonado sobre el asfalto unos metros
m ás all á de su mano.
El Rulo, dudando, salió de su refugio y se fue acercando
de a poco, con miedo a que le tiraran a él tambi én , pero con
m ás miedo por lo que podia haberle pasado a Ezequiel.
— Eze... Flaco... Eze... Contéstame, boludo... -lo sacudi ó.
El tel éfono seguía sonando.
— Despertá, boludo, está llamando la pibita... Despertá.
Pero Ezequiel ya no iba a despertar. Un hombre que
nunca supo quién era, alejó al Rulo de su amigo. El Rulo no
podía sacarle los ojos de encima, sin poder creer que...
Mientras lo empujaban hacia atrás, el Rulo manoteó
el tel éfono que no paraba de sonar y como un son ámbulo,
atendió.
— Hola, habla Ni -escuch ó.
La voz sonaba un poco nerviosa.
— Hola -atin ó a decir.
— Te quería dar las gracias por haber mandado a la
policia. Bah... la prefectura. No sé quién sos, pero te aseguro
que me salvaste la vida.
El Rulo miró el tel éfono. ¿Oué decia esa piba ?
— Llegaron a tiempo. Gracias. M ás que gracias. Te paso
la direcci ón de Valen para que le devuelvas el teléfono. Estaria
copado si se lo llevás. Gracias otra vez.
Ni cort ó. El Rulo guardó el tel éfono en el bolsillo sin
poder dejar de mirar a Ezequiel, muerto sobre el asfalto.
166 < 167 <
VALEN

Al salir de la habitación , Luciano y Valentina se encon -


traron nuevamente en el túnel. Ninguno de los dos hablaba.
Esto era la realidad, y esta realidad le dolia a Valentina como
nunca lo habia imaginado. Subieron a la calle en silencio.
— Valen... no quiero despedirme -dijo Luciano agarrá n -
dola del brazo.
— Yo tampoco, pero tengo que volver a casa. Mi mam á
debe estar preocupadísima, no sé qué hora es.
Luciano consultó su celular.
— Las doce -dijo.
— Parece que hubiera pasado una vida desde que me
subí al subte.
— Sí. Lamento todo lo que pasó. Yo no quería...
Ojal á fuera tan bueno con las palabras como con la
computadora, pensó Luciano cuando vio que la lengua se le
trababa.
— No lo lamentes. Fue duro, pero estuvo bien. Adem ás,
no fue tu culpa.
— La próxima vez nos vamos a Paris -bromeó Luciano.
— Y seguro que con la suerte que tenemos caemos en
medio de la Revoluci ón Francesa.
Luciano se sonrió. Valentina tambi é n. Era dif ícil
separarse.

en Face ?
No te puedo llamar -le dijo él-, pero, ¿ te encuentro

— Dale.

168 i 169
—Bueno
Esta noche.
—— Me estuviste mintiendo todo el tiempo.
—Bueno.... No. Era cierto. Y adem ás, tenia miedo de lo que te
— -dijo Luciano dudando- Chau. podia pasar. ¿Qué si no te podia traer de vuelta?


Le dio un beso en la mejilla.
Chau -dijo Valen y se le ech ó al cuello en un terrible
—— Yo confiaba en vos -dijo Valentina.
Yo no -Luciano trat ó de bromear para disimular la
abrazo. emoción, pero Valen estaba hablando muy en serio.
— Parece que después de todo no perdimos la oportu-
— Hay algo m ás que no sabés -confesó Luciano.
nidad comentó Luciano cuando Valentina se apartó.
-
—Valentina
No parece que no.
,
—— Ya nada me sorprende -dijo Valentina.
No subí a ese vagón de casualidad. Sabia que esta-
dijo adiós con la mano y miró el sem áforo bas ahi. Ya te había visto antes, dos o tres veces. Siempre te
para cruzar la avenida, pero se arrepinti ó y volvió sobre sus subis al tercer vag ón .
pasos. Luciano aún estaba ahí.
— ¿Te puedo preguntar algo? -le dijo.
—— Nunca los conté.
Pero yo sí. Fui a propósito porque quería conocerte.
Luciano se encogi ó de hombros.
— — Trampa.
¿ Por qué te veia a través del vidrio del subte?
Luciano se ri ó.
— Sip.
Valentina volvió a decir chau con la mano y esta vez
— Porque yo no estaba ahi. Estaba en el cuartito, imagi-
n á ndome el subte.
sí, se lanzó a cruzar la avenida. En el medio se dio vuelta, tal
vez para confirmar que Luciano era real y que todo lo que
Valentina abrió los ojos. explotaba adentro de ella no era un sueñ o, pero Luciano ya no
— Eso quiere decir que... ¿ no sos real ? estaba. Lo buscó cuando lleg ó a la vereda opuesta, pero no lo
— Sí, soy real -se rió Luciano-, Cuando nos separamos vio. Luciano una vez m ás había desaparecido. Un escalofrío le
en el túnel dejé el cuartito y vine en persona. Pellizcó si querés. recorri ó la espalda. ¿ Cuál era el Luciano real y cuál el virtual ?

Valentina.
No necesito pellizcar. El olor te delata -bromeó Después de todo, ¿ qué importaba ? Habí an aprovecha-
do la oportunidad. Ahora eran amigos.
Luciano se puso colorado.
— O sea que... -dijo Valentina pensando en voz alta ,
¿todo eso de que no habías probado la materialización fue
-
un verso?
— No. Era verdad. Las veces que funcion ó solo fue den -
tro del t únel del subte. Probé primero en el andén , después en
el tren... Pero no funcionaba a distancias m ás grandes.

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EP í LOGO

Valentina dejó de chatear con Luciano para atender el


portero el éctrico.
— Vengo a traerte el teléfono -dijo una voz.
Valentina peg ó un grito de alegría y bajó corriendo a
la calle.
Se fren ó al ver por el vidrio de la puerta de calle el
aspecto del pibe que se supon í a que traía el tel éfono. ¿ Y si
era un cuento y se metía adentro ? Abri ó la puerta apenas,
pensando que su mam á la iba a retar en cuanto se enterara
de lo que había hecho.
El chico sacó el celular y se lo alcanzó.
— Gracias -dijo Valen- Un pibe me lo arrancó de la
mano. ¿ Dónde lo encontraste ?
— Lo ten ía un amigo. El que te lo sacó, en realidad. É l
quería devolvértelo, pero no pudo.
— Si, claro... -Valentina no le creyó- Seguro ten ía algo
mejor que hacer. O andará robando celulares por ah í.
— No. Se murió. Lo último que hizo fue mandar a la
policía a rescatar a tu amiga. A Ni. Fue ella la que me dio tu
dirección . Por eso te lo traje. Porque sé que es lo que él hubiera
hecho... si estuviera vivo, claro.
El Rulo no dijo nada m ás. Se dio media vuelta y empezó
a caminar hacia la esquina, apretando los labios.
Valentina quedó muda, con el celular en la mano, como
si hubiera visto un fantasma. Después lo corri ó.

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—— Esperá -le dijo- ¿Cómo te llam ás ?
Rulo, me dicen Rulo.
— ¿Y tu amigo?
—— Ezequiel.
Tom á -dijo Valen extendié ndole el tel éfono.
El Rulo neg ó con la cabeza.
— No lo necesito -dijo el Rulo e hizo una media sonri-
sa- Puedo conseguir mejores.
— Ya sé. Pero quiero que lo tengas. A mi ya me van a
comprar otro. Es un recuerdo de tu amigo, ¿no ?
El Rulo se encogió de hombros. Valentina le puso el
tel éfono en la mano.
—— Tenelo. Puede ser una oportunidad.
O
¿Oportunidad ? ¿ De qué? Lectores divertidos, la aventura contin úa en
— No lo sé. Eso ten és que imagin ártelo vos.
El Rulo la miró raro. Después guardó el teléfono en el
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bolsillo, dio media vuelta y se fue. J#'@ quipulibros


— De encontrar un amigo... -dijo Valen para sí misma.
Y a pesar de que los ojos se le llenaron de l ágrimas,
(9 /OuipuLibros

sonri ó. O

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