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Señor, Dios nuestro, tú nos has elegido paras ser tus santos y a través
de la Inmaculada Madre, tus predilectos. Revístenos de sentimientos de
misericordia, de bondad, de humildad, de dulzura y de paciencia.
Sobre todo, danos esa caridad, un corazón misionero de puro fuego, que
podamos ser profetas no solo con los demás sino muy especialmente
con nuestras familias y hermanos de comunidad. Queremos ser luz y
amor para los demás ya que ese es el santo vínculo de la perfección y el
sublime camino para que la paz de Cristo brille en nuestros corazones.
Todo lo que suplicamos para nuestra alma lo solicitamos para todas las
almas y que la paz reine en la unidad de tu cuerpo místico que es la
iglesia. Que todo cuando hagamos en palabras o en obras, sea en
nombre del Señor Jesús por quien sean dadas las gracias.