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1810
La Revolución de Mayo
vivida por los negros
emecé
^ m
cruz del sur
Cucurto, Washington Prólogo
1810.- 1 e d . - B u e n o s A i r e s : E m e c é E d i t o r e s , 2008.
a
248 p . ; 2 3 x 1 4 c m .
ISBN 978-950-04-3045-6
1 . N a r r a t i v a A r g e n t i n a I. T í t u l o
C D D A863
riña—, la literatura, la historia, los personajes, no son lo ra que todavía no existe por culpa de los convencionalis-
importante en un libro. Cucu, los escritores que hacen mos, la vanguardia burguesa y la hipocresía católica!
eso están perdidos. Usan palabras como calidad, logros, —¡A la poronga! ¿¿¿¡Todo eso vamos a hacer!???
estética, poética, elipsis, simbolismo alemán, parodia, Once, a las tres de la mañana, es zona peligrosa.
gauchesca. Esas palabras dejaron de existir hace cin- Antes de irnos me dijo: "Cucu, lo único que necesi-
cuenta años y no tienen ningún valor. Lo importante en tamos es que te escribas unas veinte páginas rapidito.
un libro es lo que representa para el mundo. La palabra Tema: la Revolución de Mayo, invéntate algo entre San
calidad es algo que no se usa más, ni para el sachet de Martín y Belgrano, un hijo ilegítimo con una esclava,
leche. Cook, no hay Ludmer o Sarlo que puedan decir boludeces. Ya tenemos el título: 1810, la Revolución vi-
este libro es bueno o malo con veracidad, ellas sueltan vida por los negros, que en vez de dominicanos haya
puros chapoteos sobre sus propias dudas de análisis li- africanos". "No sé nada de historia, Santi". "Cucu, no
terario..." seas boludo, agárrate un libro de Halperin Donghi y rees-
Entonces le arremetí. Sentí que me chamuyaba al cribilo".
pedo: —¡Pero Halperin Donghi es más complicado que
—¿Cuál es la idea? Proust!
—La idea es ganarnos unos mangos. Como ninguno —¡Bueno, entonces copíale todo a Felipito Pigna! Y
de los dos podemos escribir un best seller que nos dé después hacemos muñequitos de Cucurto, el Liberta-
guita, ni menos un buen libro que aprueben en el país dor Negro de América y los vendemos en el Once con
de Circulín, escribamos un libro sin escribirlo, tome- tus libros de cartón y vos firmas ejemplares, todos los
mos lo que ya se escribió, hagamos un trabajo de escri- días a las seis de la tarde. Nos llenamos de tagui, Cucu.
tura, más de taller literario que otra cosa. ¡Se puede es- —¿Te parece, Santi, que puedo conseguir nuevos lec-
cribir un libro sin narración, sin pathos, sin Eliot! tores?
Creémosle alrededor un aura mágica de hechos fortui- —¡Pero qué lectores, gil de goma! ¡El negocio está en
tos, de malentendidos! Que el libro sea todo lo que pu- el juguete! Vamos a vender más muñequitos que libros.
do haber sido, lo que es, y lo que no será nunca. Que el Hay que apuntar a las madres, las madres son las que
libro sea sin necesidad de abrirlo, y continúe mucho más largan el peso. ¿Alguna vez viste un muñequito de Bor-
allá de la última página. ges? Ni en pedo, nadie compraría un muñequito de Bor-
—Santi, eso es lo que dice Adrián Suar de las películas. ges, de Cortázar, de David Viñas, vos tenes tinneiyers,
—Adrián Suar es mucho más importante para el tickis, grupis que te siguen a morir.
mundo que cualquier escritor contemporáneo.
La idea me gustó.
—¿Vos querés hacer un broli marketinero? Y nos dijimos adiós con el marote lleno de sueños.
—|No, Cucu, nosotros vamos a reescribir la historia No volvimos a vernos por un buen tiempo. La idea me
i. i l i 11 ln« i . i i n i . i , v . u n o s a inventar una nueva literatu- había quedado dando vueltas en la cabeza. Soy un escri-
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tor serio y me seducía la idea de dejar de escribir de cum- Santi pegó un salto en su casa del Once de la calle
bia y mandarme con un libro sobre la Revolución. ¡Tal Viamonte. "Cucu, pero si este texto es igualito al Aleph',
vez era el momento de mi consagración, y de acabar con y este otro es igual a 'Casa tomada'. Tenías razón cuan-
esos muertos que me putean en los blogs y en los suple- do saliste a decir en las revistas que Borges era un cho-
mentos culturales! rro." Santiago revisaba las hojas y le temblaba la mano.
Escribí las páginas y me olvidé. Hace poco tuve que "Cucu, este es un descubrimiento histórico: la litera-
vender mi biblioteca y acomodando encontré una caja tura argentina es toda robada, es un chasco, un choreo
con libros que leía mi vieja cuando era chica (ver El cu- infame."
randero del amor, Emecé Editores, página 81). Entre Mi madre me tiró otro dato que cambió mi vida. En
ellos habían unas cincuenta hojas garabateadas con tin- Berazategui, en el barrio donde nací, vive una vieja lla-
ta china. Pensé que eran ejercicios literarios de mi ma- mada Eulogia. De chica, mi madre le dejó todos los ma-
dre, leí las páginas con dificultad y me di cuenta que ha- nuscritos a ella. ¿Pero la vieja ya estará muerta? Sí, es
blaban de la Revolución de Mayo. Fue una señal. probable, pero los papeles están en la casa. Cuando lle-
Hace poco me encontré con mi madre y le conté: gamos con Santi a Berazategui, la vieja ya no estaba, y la
"Mamá, no sabía que escribías de joven". "Pilito (así me casa, tomada por una pandilla de ladroncitos. Les deja-
llama), no son mías, son las cartas de mi abuela, Olga mos mi mail. E l sábado 4 de enero me llegó un mail, el
Cucurtú. Por eso yo también me llamo Olga". Me sor- asunto decía: "papeles de Berazategui". Los habían en-
prendí, me morí de felicidad, por primera vez en mi vi- contrado y a cambio de 500 pesos me los dieron. No se
da sabía algo de mis abuelos y más atrás. Mi madre me entendía nada, había un reportaje a mi abuelo, el gene-
remató unas palabras más y se fue a jugar con mis crios: ral Florencio Cucurtú y dueño de Florencio Várela, y
" M i abuela fue amante del general San Martín, era una después datos sobre los Cucurto, y escrito a mano un
esclava y ambos se amaron hasta la muerte de ella". mapa de viaje desde África hasta el Río de la Plata, he-
Se me abrió un mundo de fantasías, tanto que no cho en un barco carbonero, con carbón.
quise preguntar más para no romperme las ilusiones. Los Cucurto fueron, tal parece, familia ilegítima de
Reflexioné para mis adentros: " S i mi tatarabuela fue San Martín, y partícipes primeros de la Revolución de
amante de San Martín, puede ser que mi bisabuela ha- Mayo. Esta es la historia, increíble pero real, de mi fami-
ya sido una hija ilegítima de San Martín. Por lo tanto, yo lia. Los papeles, las anécdotas, la historia escrita a medias
soy descendiente directo de San Martín, o dicho de otra e inconclusa está toda en este libro. La carta la escribí yo,
manera, mi tatarabuelo fue el Libertador de América". el manifiesto es sin dudas de mi bisabuelo Ernesto Cu-
Por supuesto que pasé todo el manuscrito a word, lo curtú, héroe de Mayo, hijo y amante de San Martín, ama-
mezclé con las paginitas que había escrito y lo llamé a mantado por una leona, y lo escribió a la edad de 248
Santiago. Le conté todo y le pareció delirante. Pensó que años. Yo tuve que meterle mucha manopla al manifies-
era una cucurtiada mía hasta que le mostré los manus- to, porque Ernestito no tenía la menor idea de prosodia,
critos del abuelo de mi madre. era un sordo poético. Las cosas que no entendí en los
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Señoras y señores,
¡se acabó!
¡tomemos la historia por el culo!
¡La historia y la literatura nos pertenecen!
Basta de historiadores de manos blancas
y oscuras ideologías,
ahora a la historia la escribiremos nosotros.
La historia está en nuestros trágicos hechos
de todos los días,
desde el patovica que faja a un joven en una bailanta,
hasta los reclamos del pueblo de Santa Cruz.
La historia ha sido por años una actividad
para burgueses adinerados
o vanos intelectuales de cerebro de pajarito.
Estos señores deben ser juzgados
y ajusticiados por el pueblo que no sabe
nada de historia,
pues nos contaron una gran mentira:
la historia sostenida en los hechos reales,
negándosele el camino de la imaginería y el amor;
como si la realidad histórica tuviera una sola cara:
la del poder.
Basta de hechos verídicos investigados por el estado.
Nadie sabe la verdad de nuestra historia,
ni siquiera los que la vivieron.
14 W.ishiiKjton C u c l i l l o 15
1810
Los hechos concretos son puros trascendidos. que estuvieron allí desde siempre.
A veces me encuentro con viejos que vieron morir La figura social del "procer" es un invento funcional
a Eva Perón y siempre al poder europeo.
los testimonios son distintos. Sinceramente, me siento muy atraído
Que la historia la cuenten otros, por Mariano Moreno,
porque como la realidad tiene mil caras, pero no sé si sea así,
o sea, las cosas no están claras.
no existe ¿Cuántos de nuestros héroes fueron
y solo es instrumento terribles hijos de puta?
de la política partidaria y las grandes empresas ¿Cuántas calles llevan el nombre de putos ocultos,
de best sellers. héroes silenciados en su ser margarita
Para que la historia sea del pueblo, convertidos en supermachos por la infamia católica?
se necesita urgentemente desescolarizarla, ¿Cuántas calles de los pueblos latinoamericanos
la historia escolar llevan el nombre de terribles asesinos?
es una bazofia de la clase imperante. Yo soy de la clase que desde hace años
La mayoría nunca leímos un libro de historia sabe que nada va a cambiar,
y si alguna vez lo leemos (cosa improbable) y por eso no me creo las promesas de cambio
lo haremos en la letra ni las buenas intenciones.
de la clase oligarca letrada.
No podemos seguir viviendo así, sin historia, La historia debe ser
aceptando lo que nos contaron, el eje de nuestra imaginación creadora.
necesitamos reinventarla urgentemente De nada sirven San Martín y Bolívar
para que nos ayude a sobrellevar nuestra realidad —con todo el respeto— si no nos ayudan a solucionar
(que es bien distinta a la de ellos). nuestro horrendo presente de hambre y desesperanza.
¿Cuántas veces escuchamos al presidente de Venezuela, Porque la primera obligación de San Martín,
Hugo Chávez, nombrar a Bolívar, ¡hete aquí, bien dicho,
a San Martín?... hasta se declara peronista. la primerísima obligación sanmartiniana!,
¡Miles de veces! es ser nuestro compinche,
¿Y cuántas veces hemos escuchado ser como nosotros queramos.
al presidente de Bolivia Por último, todo lo que se dice o hace en este libro
hablar de proceres? fue tomado de los libros de historia
Nunca, señores. y valga como prueba irrefutable;
Él habla de la Madre Pachamama, pa' que vean el mal que le han causado a la identidad
de las civilizaciones antiguas de ser libres, americanos y felices.
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que te hayas atrevido a liberar 1.600 esclavos en medio mitos). Los intelectuales referencistas de nuestro pasa-
del Océano y en las narices del Rey de la Corona. do, los grandes escritores de best sellers, te niegan ro-
Me conmueve que hayas sido el padre del verdade- tundamente. Se ciegan a la liberación política y sexual
ro héroe negro de la Revolución de Mayo y de nuestra que significó tu vida y tu lucha. Contra ellos es este li-
historia argentina, negado por las plumas de historia- bro. Y también contra la ignorancia existente en torno
dores blancos, que no podían aceptar el liderazgo de la a ti, tanto la del agreste maestro rural con barba gueva-
negritud en nuestra historia. Me conmueve, oh dulce riana o la del presidente de la República Bolivariana de
amado mío, tu "libertinaje a la hora de vivir", y por eso Venezuela, señor Hugo Chávez Frías (le he escuchado
sos para mí Mi Libertador, Mi Dulce Hermano de Gran decir auténticas bestialidades acerca de vos).
Pija Mestiza Saboreada por Hombres y Mujeres de To- Por último, me despido con una sonrisa de tránsfu-
das las Etnias. ga, picardías de putañero que descubrió su hombre; te
Oh, hermano, me importan un pito tus laureles, Li- mando un beso con saliva de guitarrero infame de zam-
bertadorcito de Argentina, Chile y Perú, te recuerdo co- bas berretas, de gavilán de tierras malas.
mo la primera vez que te v i en un cuadro del colegio, al
lado de un cuadro de Perón, los dos montados en caba-
llos blancos.
Querido San Martín, ahora que me hallo, doscien-
tos años después, enamorado de vos, mucho más allá y
más alto que las cordilleras de Chile e incluso todo el
cielo de Chile (que es un blef), te quiero decir, ya para
concluir esta carta carmesí de niña enamorada atempo-
ral, que la revolución sigue en pie. Y sobre todo sigue en
mí, nuevo Libertador de América, de la música y del
lenguaje. Sigue en mí a través de ti, que has reencarna-
do dulcemente en mi espíritu.
Yo sé muy dentro de mí que si vivieras en esta épo-
ca serías cucurtiano. Por ahora te traigo a la realidad a
través del velo mágico y comercial de la empresa edito-
rial argentina, el libro.
Para todos los mequetrefes, sotretas y zoquetes que
no saben un pito de historia ni te aceptan por puto, ni
menos que hayas puesto el cuerpo en la Revolución de
M ,iyo (esto no consta ni en un libro de historia de todos
e s o s libros blanquecinos que se dedican a derribar los
"La ciudad de 1810, libre, entusiástica, efervescen-
te en el ideal de la redención humana y anhelante
de un gran porvenir; la ciudad de los proceres, la
única ciudad nuestra."
EZEQUIEL M A R T Í N E Z ESTRADA
P R I M E R A PARTE
Africa
1
África
los de todo tipo, collares, rubíes del Golfo Pérsico, hue- Tal vez, Lorena Cucurtú de nuestro corazón sea la
sitos de bacalao, karamizov bañados en oro, perfumes primera prostituta consciente del África, "porque aquí
del Nilo, alfombras voladoras, botas de estornino de la todas abren las piernas rápido y gratis, sea de la mano
pampa húmeda. de un señor casado, un soltero o un indeciso rufián. Yo
no, mijito, a mí me dan billetes".
Mas el amor todo lo podía, y pareciera que, ante él, .11 11 H uiulole la cara con la pluma del sombrero, le su-
todos los peligros animales se rendían en tributo a la pa- lurró:
sión. Se besaban entre los grandes cocoteros, sin que les General, ni siquiera sé tu nombre, pero me entre-
cayera un coco encima; se acaramelaban en violencia de- i;.i 1 r .1 vos por amor... Ni siquiera tu ejército, ni mi con-
satada a metros de los pantanos, sin caer en ellos; se es- (I ii 1 o 11 de esclava y la tuya de hombre blanco, nos sepa-
trechaban entre las lianas, sin morir ahogados en una 1.11.1
un ejército de pordioseros, de borrachos mamertos o de )'<>*.(( >mo ellos solos. No obstante, pese a todo lo dicho,
negros hambrientos. ¡Pues, ni m i tía! E l ejército debe lo más importante seguían siendo sus falos. Además,
exhalar poder". tenían hijos por todos lados. Las mujeres de estos ato-
Los vistió como si fuesen a desfilar, más que a la gue- i untes le reclamaban plata al General por llevarlos al
rra. Cada granadero de San Martín vestía un sayal color ejército y quitarles el pan de la boca a sus hijos. A l cabo
azul marino intenso "para que nos confundan con el i le una lloratina de estas mujeres dejadas por estos bo-
cielo de la Cordillera", con unos sombreros contra la rrachos, el General aflojaba y las hacía becar por la Co-
nieve y zaja de lino africana color punzó, "la sangre de rona. ¡Cuántas veces el General los reunía y les decía:
nuestros enemigos siempre cruzándonos el pecho". che, dejen de coger a la bartola que después paga el Es-
Completaba el riguroso atuendo un sable de plata, tado!
pantalones blancos de lino elastizado al cuerpo y botas Le proponían al General las deserciones más deli-
de cuero negras hasta las pantorrillas con espuelas de rantes. " Y si nos quedamos en África y mandamos a la
plata en el talón. mierda al Virreinato y ponemos un prostíbulo de ne-
Imagínense, con tales vestimentas, la pinta que ten- gras..." "General, nos llenamos de plata, abramos una
drían esos esclavos negros acriollados. Y con la pinta y refinería para fabricar cigarros de marihuana." "Olvidé-
los viajes "a la africana" comenzaban los problemas. E l monos de la cultura blanca, si acá, entre los negros, te-
ejército se enquilombaba de lo lindo, se soltaba sin rien- nemos de todo." "¡Qué vaya a laburar el Rey!" "¿Usted
da a la joda del garche y el chupi. cree, m i General, que con esos marmotas de la Primera
Los granaderos, una vez pisada tierra africana, se Junta vamos a llegar a algún lado? ¡Si son todos putos!"
lanzaban a cogerse todo lo que se moviera, empezando Ante tales disparates, el General optó por encarce-
por las esclavas que en su mayoría llegaban preñadas al lar a unos cuantos que seguían borrachos y volados por
Río de la Plata. la marihuana. A otros les prohibió acercarse a cualquier
Además, se volvían adictos a la marihuana, después mujer. Impuso orden y disciplina y dijo que cualquiera
de recolectarla junto a los esclavos y enfardarlas. Pasa- que "se pasara de la raya" sería colgado de la palmera
ban el día haciendo desmanes, atacando chozas y vio- más alta.
lando cholas a granel. Parecían conejos, se pasaban el día
de desmadre en desmadre.
Los lugartenientes del General, Clodoaldo Maripili
y Azulino Sepúlveda, no tenían límites, vivían el santo
día en pedo y no distinguían la luz del alba de la de una
vela de bar. Clodoaldo y Azulino eran de Camerún y de
Kenia, negros esbeltos del tamaño de un jugador de la
NBA, con unas pijas del tamaño del brazo de un hom-
bre. Eran los dos únicos granaderos valientes, pero va-
Washington Cucurto 47
cer antes y se salvó. Tenemos que encontrarlo antes de Al rica son un culeadero. Siempre les grito lo mismo:
que lo encuentre la Corona". ¡ I )ejen de coger un minuto, negros!
E l General extrajo de un bolso una bandera celeste —Es una buena, mi General. Los negros ya recolec-
y blanca y la envolvió. Dos lágrimas de amor se le des- i .ii u n 3.500 fardos de la mejor marihuana.
vanecieron en las mejillas y aterrizaron volando como —Muy bien, Clodoaldo, olvida a la negra y cuiden la
capullitos de algodón en el rostro de la mujer muerta. hierba como oro.
Ahora sí, se dijo. Se levantó, miró la selva africana que El General se retiró a su cuarto a prepararse para el
quería meterse por la ventana. Tanto verde hace mal, se regreso a América. Clodoaldo Maripili interceptó a los
dijo despacito, y salió a la selva, a la calle verde, a la ciu- soldados con el cadáver de Olga y dio una contraorden.
dad salvaje, apretó su sable y pensó por milésima vez en —A nadie se le ocurra tirar ese bello cadáver a la bo-
la maldita revolución americana. ca de las bestias. Lo esconden y lo embalsaman hasta lle-
Cuando salió, ordenó a sus soldados: gar al Virreinato.
—Quiero que este bulto vaya directo a las tripas de
las bestias. Es la forma más pura de llegar a la tierra...
En eso entró Clodoaldo Maripili, con una noticia de
último momento.
—¡Señor, la negra se nos escapó subida a unos leo-
nes...!
—¿Cómo se escapó?
—Pregúntele a los cinco negros que la custodiaban...
Ya los mandé colgar.
—¡Adivinanzas a mí, Clodoaldo!
—La negra, flor de puta, mi General, se singó a los
cinco soldados hasta dejarlos séquitos y dormidos. D i -
cen quienes la vieron escapar subida a un león que iba
toda blanca. Enchastrada de semen en todo el cuerpo,
leche de todo un regimiento, parece.
San Martín se rió:
—Bueno, por lo menos la pasaron bien culeando con
la negra. ¡Mujeres así necesitamos en el Virreinato: bien
putas!
Clodoaldo se relajó:
—Tengo otra noticia, mi General...
—¿Ahora quién se cogió a quién? Estas misiones a
Washington Cucurto 51
Clodoaldo, perdiendo la paciencia, zamarreó al ni- 1 la 1 le semen, arrodillada como una mulita sobre una ca-
ño granadero y lo llevó de la oreja a su puesto. i n 111 a. Su pelo seguía precioso y su mirada tenía un de-
—¡Eso me pasa por reclutar niños! ¡Si tendrías que |i) de simulada paz.
estar en la escuela! Bestia, ya practicaste la tabla del 9. Y —Salí de acá, maldito traidor, quisiste matar a tu hi-
decime cuáles son las palabras esdrújulas, cuál es la raíz jo por dos pesos. No mereces ser el ídolo de una gene-
cuadrada de 49. ¿Qué es la clorofila? ra< ion... Sos un mercader mercachifle más.
Mientras Clodoaldo regañaba al joven guardia de lo San Martín se quedó frío al ver que la muerta le ha-
lindo, desde adentro de la carpa se escuchó la voz del blaba.
General. Sin decirle palabra, salió de la carpa. Tomó del hom-
—¡Clodoaldo, ¿qué pasa?! bro a Clodoaldo Maripili y le habló muy serio.
Clodoaldo entró a la carpa, se persignó, y vio al Ge- —Mátala, mátala, mátala. La quiero fusilada en dos
neral con los ojos llenos de lagañas sentado en la cama. minutos.
—¿Qué pasa? ¿Qué hacen a esta hora despiertos? Cuando Clodoaldo entró con su bayoneta secunda-
—Mi General... Olga Cucurtú acaba de volver de la do por dos soldados más, Olga yacía ahí, encima de la ca-
muerte. Está viva. milla, muerta para siempre. Ya no había lugar, ni festi-
El yeneral saltó de la cama desesperado, se vistió lo chola, ni revolución posible que la trajera de la muerte.
más pronto y salió hacia la otra carpa, que funcionaba Clodoaldo, en el único acto digno que tuvo en su vida,
de morgue. Clodoaldo se había quedado impresionado le cubrió el rostro con una manta y le dijo: "Descansa en
al verle la verga al General. Y ese fue el producto prin- paz, Olga."
cipal de su enamoramiento. Clodoaldo había sido mu-
jeriego toda su vida, pero al ver aquello comenzó su
conversión, la luz divina que desprendía ese trozo de
carne brillante lo cegó. Cuando un hombre conoce una
pija, entonces se descubre a sí mismo, se vuelve más
hombre y más invencible aún. Clodoaldo había sido
afectado mucho por aquella santa e inquisidora pasión.
Según sus palabras: "Nunca en vida vi un animal así, era
un monstruo, la pija le colgaba casi hasta la rodilla, se la
ataba con una cinta elástica a la pierna, aquello sería pe-
sado, incómodo, como tener tres patas, y la cabeza del
glande era morada con un gran ojo abierto que me mi-
raba, me miraba y era capaz de escupirme..."
Cuando todos llegaron a la carpa que funcionaba co-
mo morgue, Olga Cucurtú estaba desnuda, enchastra-
W.r.hiiKjIon C u c u r t o 57
¡ Que aspirar la hierba de la tierra sea un rasgo incon- nía a las orillas del Río de la Plata para avistar el espec-
fundible de distinción y fineza entre los patricios y las táculo humeante.
damas españolas! El General llegaba dando cañonazos de alegría con
Fue el gran error de la Corona quitarle al pueblo su sus granaderos.
placer; sacarles a mestizos, mulatas, esclavas, negras ca- ¡Un héroe del Buenos Aires y la época virreinal die-
sadas con un blanco y vueltas señoras de su distinción, ciochesca!
indígenas, criollos y soldados de los ejércitos revolucio-
narios el placer de sentir la vida en su alto esplendor a la
hora del acto sexual, del baile y del amor.
Comenzaron los problemas, los robos, los hurtos,
los asesinatos violentos y sin sentido para poder conse-
guir el polvo mágico de la vida.
Se la comenzó a traficar en las periferias del Virrei-
nato, se la mezcló con tabaco, vino, aguardiente, aceite,
vinagre, grasa, espliego, orégano y demás ingredientes
utilizados para "el despertar orgánico".
La hierba enseñó a fumar y a aspirar con elegancia.
"Yo conocí a Manuela, que fumaba mientras me la ma-
maba, y a Cornelia, que la aspiraba cuando se la sacaba".
Se creó un mercado negro, un tráfico donde el lucro no
iba para la Corona. Su prohibición había llevado su con-
sumo a una marginalidad en la que los traficantes tenían
las de ganar. E l Virrey, rápido a la hora de entrechocar
monedas de dividendos, además de furibundo aspira-
dor de la hierba, se avispó enseguida y dispuso su lega-
lización en 1809.
El ídolo de esas épocas y gran esnifador era sin du-
das nuestro antihéroe el general San Martín, que le da-
ba a la hierba todo el día y gracias a ella cruzó la Cor-
dillera y liberó a América. Cada tres meses salvaba al
Virreinato de morir de abstinencia. Venía del África (la
hierba sólo crecía en África) con 1.000 esclavas de cuer-
pos exuberantes y 1.500 fardos de la mejor hierba, el
barco era una humareda caminando, y la gente se reu-
W.i:ihington Cucurto 63
Viajar en él era un infierno deshidratante de 18 ho- »o. Sus segundos le dijeron que era imposible, pues el
ras de sol intenso y seis horas de tenebrosa noche hela- barco ya había tomado impulso y no era un motor mo-
da. Imaginen: cruzar la selva a oscuras, sintiendo cómo derno que se detuviera con un freno. Había que tirar an-
las bestias se lanzaban encima de los vagones. i las y podía quedar encallado.
A l amanecer ya estaba entre la zona de las dunas, Lorena Cucurtú, que viajaba en el barco de polizon-
donde sólo se veían cabezas de serpientes cabeza de ga- te, corrió hacia la baranda del barco y gritó:
to, decapitadas por los parantes del tren. —¡Es abuela y mi sobrino!
En pocos minutos el tren se enrojecía, encolorecía El General constató que el chico en brazos de la vie-
por los chapuzones de la sangre de las víboras. Los va- ja era su hijo. Y se tiró al agua gritando:
gones de los esclavos, al aire libre, desprotegidos, eran —¡Es mi hijo!
picados por las cabezas de las víboras que todavía ale- Y es así cómo la pilcha del General quedó arrugada
teaban. y se encogió de golpe por el agua helada de la costa afri-
¡Era el tren Francisco Madariaga por el paisaje flu- cana. En el África de corazón caliente, el azul helado de
vial correntino africano, un tren de patas de flamenco las aguas oceánicas congela los corazones fervorosos.
imaginario! Pero el yeneral llegó indemne y sacándole el niño de los
Como sea, el tren echaba humo en aquel paraje de- brazos de la vieja, lo abrazó con el amor más grande del
solado de almas, colmado de esclavos, aunque al llegar mundo, el de un padre.
a las costas del mar Egeo quedaban menos de la mitad Un hijo, el hijo, un padre, el padre...
como consecuencia del viaje. Subían al barco que los es- Tiritando y con mocos en la nariz le agradeció.
peraba lleno de marinos y granaderos. —¡Gracias, abuela!
El General era custodiado por dos granaderos anti- La vieja le pegó un coscorrón al Libertador de Amé-
gachupines, que lo cuidaban a sol y sombra. rica y le reprochó:
Cuando los esclavos estaban embarcados y el barco —¡Sinvergüenza de mierda, hacete cargo de tu hijo!
próximo a zarpar, se oyó un gritó venido de la selva. Era E l General, en la arena arrodillado, abrazó y besó a
Lorena Cucurtú, montada en una cebra. su hijo, llorando. Alguien le pegó un palazo en la cabe-
—¡Oye, sinvergüenza, no me dejes en esta tierra de za que lo dejó inconsciente y si no fuera por sus solda-
hambre, llévame a Sudamérica! dos africanos, excelentes nadadores, que lo regresaron
Y pegó un salto y se subió al barco. al barco, habría muerto en la orilla.
Cuando el barco se alejaba ya a 20 leguas de la costa
del África, se oyeron dos tiros de salva. Desde la orilla
se vio a una vieja subida a un caballo, con un pendejito
en los brazos.
El General fue advertido por sus lugartenientes de
la extraña presencia. Y ordenó que se detuviera el bar-
Wimhtnyton Cucurto 69
a pesar de venir encadenados tenían un gran entusias- —Sí, ahora habla solo también despierto.
mo por conocer una nueva ciudad. ;
I .l General le gritaba a la voz que no dejaba de incre-
Las morochas estaban en conchas, mostraban sus parlo:
culos increíbles, sus pechos de martillo, sus caderas he- —¡Soy un soldado de América, negra olor a patas,
chas para el parimiento y el gire del nabo. Los negros, berenjenera de cuarta!
por su lado, exhibían sus huevos como dos paquetes de La voz le respondía, un poco en joda, jugando con
yerba taragüí, sus pijas asombrosas, sus piernas perfec- |i is sentimientos de nuestro héroe.
tas, sus dorsales salomónicos. —Sí, pero al fin y cabo, no sos más que un milico su-
De la bodega subía hacia el exterior un tufito, una damericano, golpista, represivo, dictador y chorro co-
baranda imbancable, que sólo los negros agrupados de mo todos...
a miles pueden largar. Sonaba un tambor y los negros Y el General se enganchaba:
agitaban el esqueleto, encarcelados y llenos de cadenas, —Cómo se equivoca la gente. Los militares estamos
pero nosotros sabemos que no hay cadenas que enca- para servir al pueblo y el pueblo tiene que dejar de leer
denen a los espíritus libertinos, a las almas tiradas a la los diarios opositores.
joda, no hay barrotes, no hay rejas, no hay celdas ni ata-
duras, no hay matrimonios que los separen de su reali-
dad, de su manera de ser tan alegre y desmesurada, "y
si no hay vino nos emborrachamos igual". Por lo cual
estos negros eran unos genios, y, ¡cómo no iban a hacer
la revolución con muchachos tan pilas!
A l General, aunque fingía que todo era un cumpli-
miento del deber, le encantaba bajar a la bodega con los
negros, que lo piropeaban de lo lindo, lo cual lo excita-
ba como a un chancho. Unas veces se calentaba con una
morocha, otras veces se ruborizaba con un joven...
Por eso, Olga Cucurtú siempre le decía "milico y pu-
to". Sobre todo puto, porque al General lo que realmen-
te le molestaba era que lo tildaran con el mote violento
y represivo de milico.
Varios soldados lo miraban hablar solo con su som-
bra, con los peces del río tal vez, o con una gaviota que
reposaba en el mástil del barco.
Un soldado le decía a otro:
—Pobre San Martín, se está volviendo loco.
Washington Cucurto 75
—No nos peleemos más, m i Generalito, y déme un ii >•.", luchan más que cualquier mortal, más que el más
abrazo de soldado de la patria. i i ' i i c i i ido de los machos capitalistas o el camarada o
Y los dos soldados héroes de nuestra revolución y > I impañero piquetero más agitador; contra el ejército,
pioneros del cruce de los Andes se abrazaron dándose loi mando parte del ejército; en la política, siendo par-
un surrealista beso de lengua, un chuponazo de esos le i lo la política; en el arte, pariendo lo mejor de la mú-
que dejan sin aire. Un besóte de amor total como jamás ii i y la literatura más maravillosa. ¡Nuestros grandes
podrán darse un hombre y una mujer. U n canto desti- i Ir. icos son todos grandes putos, felices comepollas ar-
nado para pocos, ofrecido a esos que nacen con la mu- 'licntes!
ñeca torcida o la brújula invertida; para aquellos que Estos hombres a quienes hemos llamado grotesca o
también son esclavos, pero del amor y no de las cade- 11 • 11/.mente, con una sola palabra que es un honor llevar,
nas, y tienen el espíritu más libre que el más jugado de iniplemente: "putos".
todos los negrazos machotes del barco. Nombrar a semejantes espíritus con una sola pala-
Esos que luchan contra la otra esclavitud que existi- bra: putos.
rá siempre; y la peor de todas, porque es la que nunca se
Soñar con la liberación del amor y un mundo más l i -
romperá, la esclavitud eterna que vive en la naturaleza
bre, gracias a estos hombres, con una sola palabra: putos.
humana: las imposiciones de la buena conducta, la cos-
Putos, putos, putos, putos santísimos y maravillo-
tumbre impecable, la moral humanista y el credo reli-
sos y garroneros.
gioso. ¡La Virgen era santa, no pecadora, y eso debemos
hacer, vivir como santos! Putos, generosos comedores de la verga ajena, tras-
Estos miles de seres como el General y el negro Clo- quiladores de lechita.
doaldo han luchado a lo largo de toda la existencia hu- Putos admirabilis, papas putos montavergas, traga-
mana contra viento y marea, contra cualquier imposi- leches siempre dispuestos.
ción que no sea la del amor. Han luchado, por sobre "Apúrate, negro puto", me gritó en la calle hoy un
todas las cosas, contra la imposición sobrenatural de las tachero, y me ruboricé. A cualquiera le hubiera resulta-
convenciones heterosexuales. Lucharon contra la fami- do un insulto, a mí me resultó un honor.
lia, amando a la familia; lucharon contra el padre, aman- Mientras estos dos soldados barbudos de nuestra
do al padre. E l padre mujeriego que jamás aceptará un América se besaban en los camarotes, como jamás de
hijo puto. Y así es como, desde niños, desde el propio los jamases lo harán una dama y un caballero, abajo, en
seno hogareño, desde la mirada negra y bigotuda del pa- las escaramuzas oscuras del barco carbonero venido del
dre, el homosexual lucha contra los avatares del mun- África se tramaba entre los esclavos la más sangrienta
do heterosexual. E l puto, la loca, el cabeza de pala, el tro- liberación en la historia de la humanidad.
lo, el pájaro, el tragasable, el hoyo ciego, el invertido, el
topu gombrowicziano, la loca tapada, "el degeneradito
del barrio que sale a la calle a chuparle la pija a los tache-
S E G U N D A PARTE
blanca—, bajó a la bodega, donde liberó a los negros que M i l . pampa, cielo y río; una sensación de libertad les co-
subieron a la escotilla del barco. Se subió al mástil más al- 11 ii i p< ii los poros de la piel. Pese a estar encadenados, al
to y le dijo a la multitud sudante: "¡Libertad para África!" ii el paisaje de la ciudad, se sintieron libres por pri-
Desde sus lugartenientes más altos, pasando por mera vez. Conocían una sola palabra en castellano y la
Clodoaldo Maripili, Azulino Sepúlveda e incluso sujo- tenzaron a vivar en demostración de alegría y agra-
ven guardaespaldas, Fermín Gutiérrez, se miraron lli • u n lento: ¡PU-TO, PU-TO-PU-TO!
asombrados.
—¿Qué le pasa a este pajuerano?
—¡Está liberando a los negros! I'l General tiró al río las cadenas, los grilletes, los
—¿Se volvió loco? i .i i u lados de la Sud Company y les dijo:
—¡Fermín, bájalo ya mismo del mástil del barco que -¡Ahora son libres a su puto antojo, corran, corran!
se va a enterar todo el mundo! Los negros intentaron correr, tirarse al agua, pero te-
Fermín subió por la escalera de nudos marinos y m a n miedo y no sabían nadar; no tenían mucha opción.
agarrándolo del tobillo, lo convencía: Clodoaldo puso fin al mitin berreta con tres tiros al
—Maestro, por favor baje, esto es un papelón... aire. Cien soldados se pusieron frente a los negros y
El procer lo repudió con ímpetu: apuntaron como un pelotón de fusilamiento. Las armas
—Vos, borrego, culo sucio. ¿Quién te enseñó a leer? se alzaron deseosas.
¿Quién te metió en el Ejército? ¡Acordate que te cono- —¡Que levante la mano el que quiera morir primero!
cí en un prostíbulo de varoncitos, eras explotado por un E l clamor llegó a la banda de rascas que esperaba en
gallego! Y ahora me venís a dar consejos... el puerto, las voces gruesas de la negrada hacían temblar
Fermín Gutiérrez bajó colorado, muerto de ver- la tierra.
güenza, con la cabeza gacha.
—¡Che, qué te crees, que vamos a comernos seme-
jante viaje a la selva para que vos te vengas a hacer el li-
bertador y me liberes a los esclavos! —le gritó Azulino
Sepúlveda.
—¡Deja de hacerte el pelotudo, negro, y bajá ya mis-
mo si no querés que te baje a patadas en el culo...!
Cuando San Martín bajó, Clodoaldo Maripili lo re-
cibió con tremendo cachetazo.
—Ubícate, infeliz.
Clodoaldo sintió que los negros se retobaban por la
desinteligencia de los soldados americanos.
Un clamor de alegría salió de las bocas esclavas al ver
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liiiHjlon Cucurto
cible, y su fuerza opositora, la futura Primera Junta, era ÉUlna; cómo cincelaban las letras doradas administra-
"una paparruchada insostenible de niños bien, con in- das poi el poder reinante. Se sentían felices de partici-
clinación a la metametáfora orgiástica en todas sus acep- par con la mirada, de observar cómo la ciudad iba en-
ciones". Castelli era un borracho que se caía al piso en («Muliendo sus motores, cómo un grupo de serranos
las reuniones del Cabildo, y los hermanitos Moreno só- "mecanicaban" entre las ruedas de una carreta con
lo pensaban en ponerla. En cuanto a Alberti, era un eco- n i nnbre de mujer. Frente a sus ojazos negros del centro
nomista brillante, pero nada más. Los demás eran sim- i leí África pasaba la estulticia del poder, la materializa-
ples paracaidistas de turno: deseaban ligar una tajada de ción de la urbanidad en la tierra nueva, carretas, carros,
tierra porteña o unas cuantas hectáreas cotizadas en eu- i| M lateros de enormes sombreros en sandalias y con las
ros por los registros de la Corona. t a misas abiertas, los pelos del pecho vueltos al sol de la
No sucedía lo mismo con los negros esclavos, quie- pampa, cargando sus grandes bidones de agua. A más
nes no tenían aspiraciones de poder, más que la de vivir de uno le pasó por el corazón el sueño loco de llegar a
cada día. Además tenían una actitud bastante snob an- ser un día un buen aguatero o un excelente pintor de pa-
te la vida y ante los problemas de esta, bailaban y cogían redes patricias.
cada vez que podían y nunca le negaban una sonrisa a ¡Qué locura sintieron por trabajar! ¡Cuan felices se-
nadie, ¡y vivían encadenados a gruesos grilletes de pla- rían si pudieran realizar una actividad que los inde-
ta europea! pendizara!
Por esa sola actitud ante la vida —cualidad inhalla-
ble en cualquier europeo o criollo alfabetizado—, San
Martín adoraba a los negros más que a nada en el mun-
do. Sabía que en esa raza ardía el germen que encende-
ría las antorchas pacifistas del camino hacia la libera-
ción. Soñaba con un ejército de mulatos y negros, pero
sabía que ese ejército debería enfrentarse, con los siglos,
a otro más poderoso que el europeo: el Imperio Indíge-
na, y eso lo entristecía infinitamente.
No obstante, y dejando de lado las rústicas murmu-
raciones reflexivas, los negros se enamoraron de un sa-
que de los buenos aires que le ofrecía la ciudad.
Los extasiaba el murmullo acalorado de las personas
que trabajan en todos lados. Admiraban boquiabiertos
cómo un indiecito bruto pintaba las paredes y otro co-
yita retacón, con pelo grueso duro como flecha, ancla-
ba sus manotas en las maderitas de las calles en cada es-
Washington Cucurto 93
—¡Llegamos a Buenos Aires, donde todo es un de- gerse minas, cogerse putos, levantar barriadas, lo que
saire y no nos importa la suerte si somos inmigrantes i|iiisieran. Era una manera de invadir la ciudad sin que
en Buenos Aires! los españoles se percataran de nada, y a su vez tenía gen-
Este cantito era lo único que habían aprendido en te de su ejército dando vueltas muy cerca del enemigo,
castellano, lo habían oído de la cumb de una fonola del en las calles mismas. Muchos historiadores de manos
tiempo de ñaupa instalada en el interior de una pulpe- blancas describen esta "Liberación del muelle", como
ría del microcentro. se la conoce, como una simple inmigración africana,
La llegada de la morochada entusiasta en barco les amortizada por los planes políticos de la Corona, y la re-
cayó como anillo al dedo o como higuera en un campo dactan como un hecho circunstancial, gratuito, ¡gratui-
de golf a los españoles flojos o a los criollos atorrantes, to!: la primera inmigración del Río de la Plata. Todos co-
nacidos en el Río de la Plata, quienes no querían saber nocemos a San Tincho y sabemos que sus planes eran
nada de trabajar y menos que menos en trabajos labrie- otros. Su odio profundo al imperialismo europeo, al co-
gos como sembrar o cosechar frutas. Y , la verdad, tam- loniaje invasor, lo volvía capaz de inventar mil estrate-
bién le cayó cien puntos a la ciudad porque, con la lle- gias distintas para luchar contra el Invasor. Cosa queja-
gada de estos esclavos liberados, le puso color, alegría, más hacían los de la Futura Primera Junta, que sólo
drama, joda a granel, creció y se expandió el odio racial, querían que les dieran una tajada del poder y para eso
se dividieron las ideas libertadoras y sucedieron todas estaban dispuestos a transar como fuera con sus propios
las cosas que produce una inmigración, especialmente enemigos.
la inmigración negra, en las grandes ciudades. E n cuanto a los españoles que estaban asentados en
De alguna forma, San Tincho el Trinchador, al libe- la ciudad, con sus grandes caserones, sus privilegios so-
rarlos, los cambió de estatus social, dejaron de ser escla- ciales, protegidos por el Virrey y mantenidos por la Co-
vos para comenzar a ser inmigrantes, mano de obra ba- rona, eran unos ñoquis de la peor calaña que cobraban
rata, peones golondrinas y demás. En fin, gente que por estar, hacer acto de presencia, cogerse indias y leer
venía a la ciudad a ganarse el mango y para lo cual no es- los comics que por aquel entonces publicaba un artista
catimaban ninguna changuita que les pagara el sángu- que se hacía llamar El Inca Furioso, que contaba las pe-
che, la pensión y los cigarrillos. No sería loco, de nues- ripecias de los colonos en América. En otras palabras,
tra parte, pensar que fue el General el ideólogo de la cobran por poblar la Colonia, unos vagos de mierda en
primera gran inmigración llegada a Buenos Aires. Inmi- representación del Rey, unos atorrantes de cuarta, unos
gración que es una invasión encubierta. No es dispara- nenitos de mamá con bachillerato inconcluso, que no
tado, conociendo a nuestro procer, que al liberar a los había forma de hacerlos laburar. Decían que si habían
negros, al soltarlos a su suerte, deliberadamente, se lle- cruzado el océano en nombre de la Corona, como vasa-
vaba a cabo una invasión encubierta, porque los negros, llos del Rey, lo mínimo que debían garantizarles es ser
jugados a su antojo, eran libres de hacer lo que les diera servidos con lujos y uvas, ni locos iban a laburar si para
la gana, sueltos, podían trabajar, delinquir, traficar, co- eso estaban los esclavos o los indios.
WitHltington Cucurto 107
26
¡Clodoaldo! ¡Azulino! ¡Villegas!
Trabajo chatarra Al instante sus tres lugartenientes africanos ingre-
saron al recinto del padre de la Patria.
—¡Díganos, General!
-Ya mismo me arman una patota con los dos solda-
dos más gruesos, que no sean más de veinte, para no
( i c a r revuelo y me les pegan una buenas tundas y pata-
das en el culo a los libertinos que se quieren pasar de la
raya.
Los que sí se morían por pegar un laburo eran los ne-
gros, que en cierta medida cayeron en un momento —¡Allá vamos, mi General!
ideal, próspero, de la ciudad, que a pasos agigantados, da-
do su privilegio geográfico y natural, dejaba de ser un al-
deón de fuertes apaches para convertirse en un esquele- Era una época de nacimiento, de gestación, que da-
to de lo que hoy es Buenos Aires. Pero en esas épocas ba para todo. Hasta el disparate más impensado podía
tampoco era sencillo conseguir un laburo, pese a la gran volverse real.
demanda de mano de obra que había. En mucho de esto Una época tirada al despepite y a la joda, pululaban
tenían que ver los españoles, que no querían saber nada los bailes de cumb y la gente sacaba fiado de las pulpe-
de laburar, y entonces alguien tenía que hacer el trabajo. rías lo que quisieran, en especial esas fonolas traídas del
Ya las condiciones de trabajo eran desastrosas. Aparecían Asia a precios irrisorios. No había habitante de Buenos
los famosos trabajos chatarra de sobra, el peso bastardo Aires que no anduviera con su fonola portátil cargada
valía tanto como el peso real de la Corona, aunque todo en el hombro. Era una época decorada de falsa prospe-
fuera una burbuja, una mentira de la Corona española ridad, de una rara revolución productiva donde nadie
para atraer comerciantes con plata y turistas europeos. quería trabajar.
Los negros se reunían y se contaban las desventuras o las Es más, pese a la oferta de trabajo chatarra, no había
injusticias de sus trabajos, y pensaron en unirse, formar alma letrada ni suma adinerada que hiciese blanquear
un grupo y reclamarle al patrón. Fue la primera idea del una pared con cal a los criollos ("blanqueo", actividad
sindicalismo argentino, pero el General, ni lento ni pe- muy requerida y que se hacía periódicamente varias ve-
rezoso, destruyó este esquema al instante. Decía en se- ces al mes, debido a que las carretas enchastraban de
cretas reuniones: " N i siquiera nos liberamos de la Coro- fango los frentes de las casas).
na y ya quieren alzarse en reclamos internos. Están locos, Nadie quería subirse a una escalera o siquiera tocar
estos negros, muerden la mano que les da de comer." un martillo y un clavo. Ni mucho menos cavar pozos
para enterrar basura en el fondo de los terrenos de las
Sentado en su sillón, mirando la costa del río, el Ge-
neral pegó tres gritos: casas.
Los vaguísimos españoles se pasan el día boludean-
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