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1 Manuel Antonio Díaz Gito, “Juan Cristóbal Calvete de Estrella” en Real Academia de la Historia
(sitio web), 2018, consultada 25 de noviembre de 2020, http://dbe.rah.es/biografias/43514/juan-
cristobal-calvete-de-estrella
2 Ibidem.
entre sus pretensiones que otros lo leyeran para conocer más de aquel vasto
imperio.
Es el segundo libro, de los cuatro que conforman la obra, el que nos interesa.
Éste se divide en 38 apartados, mismos que, para fines prácticos, se pueden dividir
entre los que describen poblaciones y los que describen eventos específicos. A su
vez, para su comprensión, a estos apartados se les puede clasificar según la región
en que se encuentran: Italia, Alemania y Flandes, todos mencionados y remarcados
por el propio Calvete.
Esta obra es una muestra clara del choque cultural que se dio entre la corte
del príncipe y las de los diferentes ducados, condados y demás poblaciones. En la
mayoría de los casos, queda al descubierto la sorpresa de Felipe y su gente,
mostrándolos a ellos como el receptor cultural: fuegos artificiales, representaciones
teatrales, fiestas sobre el cauce del río, torneos fantásticos (por el uso de personajes
mitológicos), etc., elementos todos ellos que claramente llamaron su atención
particular.
En pocas ocasiones, pero muy claras, Calvete nos habla de la tradición
llevada por los españoles al resto del imperio, por ejemplo, el juego de Cañas y sus
“aderezos a la morisca”. A su vez, el autor deja huellas del conocimiento previo con
el que contaban tanto el príncipe como algunos de sus cortesanos sobre las
costumbres y maneras “italianas”, “alemanas” y “flamencas” ¿Qué mejor ejemplo
que todos los bailes en los que Felipe supo participar a la perfección?
Además de lo extravagante y nuevo, a Juan Cristóbal Calvete le interesa
representar la realidad política del Imperio. En la sección “Itálica” de la narración,
destaca la mención y descripción de los arcos triunfales, mismos que desaparecen
en Alemania y apenas se dejan ver en Flandes. Dichas menciones me parecen
completamente intencionadas, ya que, además de manifestar la fidelidad y gusto
que tenían las figuras de poder y el pueblo mismo para la figura del Emperador
(tanto en Carlos V como en el futuro Felipe II), de algún modo su existencia ligaba
a su Imperio con el Antiguo Imperio Romano, dándole así un grado de legitimidad.
Claro está que las descripciones tan detalladas de cada uno de los arcos
dignos de mención, nos hablan del humanismo de Calvete; por lo menos podemos
estar seguros de que leyó muy bien a Vitruvio y a otros tratadistas de arquitectura.
Siguiendo con el tema de la legitimación, tanto en Italia como en Alemania y
en Flandes se vincula, ya no solo a las ciudades y por lo tanto al territorio con la
antigua Roma, sino que se trata de asimilar al propio Emperador con las figuras de
los Césares y de Carlo Magno mismo, esto con las menciones genealógicas, como
sucede en Nimur.
La religión cristiana también es un elemento destacado. En la mayoría de los
recibimientos que se hicieron a Felipe, si no es que en todos, se hace prominente
la mención de las autoridades eclesiásticas y, cuando se encuentra en las ciudades
importantes como Milán, Trento, Augusta, Luxemburgo y Bruselas, Calvete nunca
deja de lado la visita a la Iglesia Mayor y la adoración hecha por el príncipe a las
cruces.
Lo anterior claramente implica el deseo de la corona y del papado por la
unificación religiosa de Europa bajo la doctrina cristiana, de la que el Emperador
(sin importar la persona que llevara el título) sería agente y representante. El
enemigo directo, más allá del islam, que había asido derrotado hacía generaciones,
eran los luteranos, mencionados abiertamente en muy pocas ocasiones, contra
quienes se podría y se debía hacer uso de la espada (haciendo una referencia a la
recibida en Bruselas).
Más allá de lo político, El felicissimo viaje nos sirve para conocer algunas
características de las distintas sociedades con que se cruzaron en su viaje. El
ejemplo de la comida, en la que el autor suele limitar su descripción a la de
“banquetes muy reales”, de vez en cuando permite observar la importancia del
pescado y otros bienes.
También el transporte. El pensamiento habitual sería que la zona más difícil
de cruzar sería la de los Alpes, pero nos toma por sorpresa que la única mención
que se hace a los peligros, muertes de caballos y caída de carros a barrancas se
hace apenas salen de Génova. Esto se explica ya que en un mapa se puede
observar que salvo estas primeras tierras, el resto del viaje se hace por valles, todos
abundantes en ciudades. Sobre el mismo tema, no podemos dejar de lado el único
viaje sobre río hecho en Alemania, posible solo por las condiciones geográficas de
la zona.
Como conclusión, El felicissimo viaje, escrito por Juan Cristóbal Calvete de Estrella
es una obra que como fuente nos permite acercarnos al mundo “hispano-europeo”
de mediados del Siglo XVI desde muy distintas perspectivas y que abarca muchos
temas, por ello, a los historiadores nos permite acercarnos a ella con una gran
variedad de intereses y objetivos, lo que nos pone en la mesa esa misma posibilidad
para obras de otros tiempos.
También es un muy interesante ejercicio de lectura del castellano del siglo
XVI, tan similar pero a la vez tan alejado, gramaticalmente de nuestro “español”
actual. En última instancia, sirve para revalorar la importancia de las crónicas,
diarios de viaje y demás producciones similares, no solo como una fuente, sino
como un ejercicio que puede resultar muy rico para su autor y para investigadores
del futuro.