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¡¡HOLA a TODOS/AS!!
Seguimos recorriendo los temas previstos en el PLAN DE TRABAJO para esta
semana ….
LA ESCUELA MODERNA Y EL DISCURSO PEDAGÓGICO
En relación con la modernidad, Foucault señala que durante los siglos XVII y
XVIII, “una de las grandes novedades en las tácticas del poder fue el surgimiento
como problema económico y político, de la población: población riqueza, la población
mano de obra o capacidad de trabajo, la población en equilibrio entre su propio
crecimiento y los recursos de que dispone”. Al erigirse los estados nacionales como
garantes y mediadores de los intereses individuales, su problema fundamental
residirá en la regulación y fijación espacial de su población, para lo cual se
procederá a la aplicación de mecanismos empíricos y reflexivos destinados a la
vigilancia, control de los cuerpos y su sometimiento al ejercicio de los poderes
tendientes a la imposición de determinadas conductas, valores, formación como
fuerza de trabajo, hábitos de subordinación acorde a las exigencias del nuevo orden
económico y político, en concordancia con la aceptación de las condiciones de su
proletización. La instalación de toda una microfísica de poder, cuyo blanco será el
cuerpo de los individuos, sus movimientos, gestos y actitudes, tendientes al logro de
cuerpos sanos, dóciles y útiles.
LA INFANCIA EN COMENIUS
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Recordemos que la niñez representa el punto de partida y el punto de llegada de la pedagogía, es el motivo de todos sus
desvelos y fuente de sus preocupaciones. No es posible pensar la “Pedagogía” sin la “Infancia”. Esta última, se configura
como la condición sine qua non de la producción pedagógica. (Narodowski, 1994)
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La Didáctica Magna de Joan Amos Comenius (1592-1670) se constituye como un hito fundante que sienta las bases de la
Pedagogía moderna y posteriormente, de los sistemas educativos. En esta obra se despliegan, algunos de los dispositivos
fundantes de las nuevas relaciones que se instalarán en la Pedagogía, tales como la simultaneidad, la gradualidad, la
universalidad, entre otros.
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en nosotros mismos llegaremos a observar que todo se desarrolla en nosotros de
manera tan gradual que un antecedente cualquiera despeja el camino al que sigue”
(Ibid.: 32). La gradualidad es el operador central de la obra comeniana porque es el
producto y la características troncal del ordenamiento de las cosas del mundo. En el
caso de la actividad educativa Comenius plantea la necesidad de realizar una
enumeración completa y exahustiva de la misma. Esta operación de ordenamiento
provoca el conocimiento absoluto de cada parte y relativo al punto que le es
estipulado en la secuencia “Si consideramos qué es lo que hace el Universo con
todas las cosas singulares que encierra, se mantenga en su propio ser, notaremos
que no hay otra cosa sino orden, que es la disposición de las cosas anteriores y
posteriores, superiores e inferiores, mayores y menores, semejantes y diferentes en
el lugar, tiempo, número, medida, y peso a cada una de ellas debido y adecuado. De
aquí que alguno, con acierto y elegancia, haya llamado al orden el alma de las cosas”
(Ibid.:pág.101)
Como buen defensor del método natural, su discurso está colmado de metáforas
comparativas del hombre con el crecimiento de los árboles, las flores, los frutos, las
estaciones del año, etc. El disciplinamiento escolar reside en el avance paralelo
entre el crecimiento físico y el crecimiento enciclopédico erudito, así califica al
primero de lento y susceptible de ser aprovechado en prepararse para las
obligaciones de la vida, que constituyen el segundo crecimiento. Comenius expresa
en este sentido que “en tanto el niño es pequeñito no puede ser instruido, pues aun
está muy profunda la raíz de su inteligencia. En la vejez, es ya demasiado tarde
para la enseñanza, porque el entendimiento y la memoria van
hacia su ocaso. En la edad mediada se hace con dificultad,
puesto que desparramada en muchas direcciones la potencia
intelectiva cuesta trabajo reconcentrarla. Hay que aprovechar, por
tanto la edad juvenil, durante la cual adquieran vigor la vida y la
razón; entonces todo está en su desarrollo y con facilidad se
prenden profundas raíces. Podemos, por lo tanto, dar las
siguientes conclusiones: la formación del hombre debe empezarse
en la primavera de la vida; esto es, en la niñez (la niñez nos representa la primavera;
la juventud, el estío; la virilidad, el otoño, y la vejez, el invierno) (...) Todo cuanto se
ha de aprender debe escalonarse conforme a los grados de la edad, de tal manera
que no se proponga nada que no este en condiciones de recibir” (Ibid.: 63)
Finalmente, es posible inferir que la infancia comeniana no depende del accionar del
adulto, no hay allí dispositivos que garanticen protección, cuidado, afecto. La
infancia no necesita ser amada sino, simplemente, conducida gradualmente hasta
los puntos más alto del conocimiento. Niño y adulto en esta pedagogía tradicional
son indiscernibles.
En él, la infancia aparece delineada en sus aspectos más puros y claros, aparece
como fuente de reflexión acerca de la infancia y de los procesos más generales de
educación. La niñez es, en esta obra, definitivamente acotada y limitada hasta lo
obvio. La infancia es presentada como un nuevo fenómeno, no es un recorte
arbitrario producto de la acción discursiva. Los límites de la niñez son propios de la
niñez y por lo tanto de la naturaleza de su ser “ la humanidad tiene su lugar en el
orden de las cosas; la infancia tiene la suya en el orden de la vida humana: hay que
considerar al hombre en el hombre y a la infancia en la infancia. Asignar a cada
uno en su lugar y fijarla, ordenar las pasiones humanas según la constitución del
hombre, es todo lo que nosotros podemos hacer por su bienestar. El resto depende
de causas extrañas que no dependen de nuestro poder” (Rousseau; 1985: 93)
Es necesario otorgar al hombre aquello que es propio del hombre. Rousseau trata
de nombrar a la niñez de un modo perfectamente transparente, las cosas relativas a
la infancia son nombradas, designadas hasta donde es posible. Nombrar es asociar
las características infantiles al espacio que la naturaleza le entrega a ella. Nombrar
es plantea un modelo de actividad educativa sobre la infancia que se adecue a esas
características antes definidas. En el Emile se especifican con cuidado y rigor los
alcances y los límites de la niñez. La obra descubre la infancia nombrándola y
normatizando su existencia.
Para Rousseau también la escuela trae el recuerdo del paraíso perdido: la infancia
se ama, se reivindica, se compromete y se protege. Nombrar la niñez es un acto
benéfico, reconciliador. Acotar lo propio del cuerpo infantil es amar aquello que se
nombra “Amad la infancia; favoreced sus juegos, sus placeres, su instinto amable.
Quien de vosotros no ha lamentado algunas veces esta edad donde la risa está
siempre, y donde el alma está siempre en paz” (Ibid; 92). La infancia existe
solamente en virtud del respeto al orden natural. En este texto no se presenta como
un producto civilizatorio sino como un descubrimiento nominal moderno “la
naturaleza quiere que los niños sean niños antes de ser hombres” (Ibid; 108) Si se
parte del postulado que la infancia es propia de la naturaleza humana, escalón
necesario y anterior a la adultez, aparece un interrogante central con relación a ella:
cómo promover el ejercicio de la acción educativa adulta sin contradecir las
prescripciones de la naturaleza. En palabras de Rousseau, “he ahí la regla de la
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naturaleza ¿Por qué la contrariáis? ¿No veis que pensando corregirla destruís su
obra? (Ibid, 49)
El medio que halló Rousseau para superar la tensión entre el “estado natural” y el
“estado social” es imaginar dos fases: la primera la “educación negativa” que debería
designarse como educación individual y la segunda, que comienza alrededor de los
quince años hasta la muerte.
Esta falta de razón adulta desemboca en la necesidad de dar una protección muy
específica, ya que el infante es heterónomo: su ley no es la ley de un adulto. El Emile
convalida la existencia de una infancia a la vez que amada, protegida; a la vez que
singular, heterónoma: "antes de la edad de la razón hacemos el bien y el mal sin
conocerlos; y no hay nada de moralidad en nuestras acciones. Un niño quiere tomar;
empuña un pájaro como empuñaría una piedra y lo arroja sin saber lo que hace"
En esta obra, el autor plantea además que el contrato entre educador y educando
supone la desigualdad jurídica del primero sobre el segundo basada en la
heteronomía intrínseca al ser infantil: ¿El pobre niño que no sabe nada, que no
puede nada ni nada conoce, no está en vuestra merced? (...) sin duda, él debe hacer
sólo lo que debe pero él debe querer sólo lo que nosotros queréis que él haga" (Ibid;
150)
Aries señalaba que en la Edad Media el conocimiento de la propia edad no era saber
generalizado sino algo fuera de toda preocupación cotidiana; la infancia moderna
trae la necesidad de la medición cronológica de toda la vida del ser humano. La
edad pasa a constituir el eje observable y cuantificable sobre el que se posiciona
buena parte de la producción acerca de lo normal y lo patológico y de lo correcto y lo
incorrecto en lo que se refiere a los esfuerzos didácticos. “Tratad a vuestro alumno
según su edad. Antes que nada colocadlo en su lugar y mantenedlo de tal forma
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que nunca intente salir de él” (Ibid, pág. 109) se proclama en Emile , la 4
La obra de Rousseau marca una clara distinción entre el espacio público, de toma
de decisiones para el Emilio (para el varón) y el espacio privado, de lo doméstico
(para Sofía). Las relaciones de poder entre varones y mujeres están ”sugeridas” en
forma asimétrica. La concepción educativa de Rousseau apunta hacia la formación
del hombre natural, pero teniendo en cuenta que esta formulación no supone una
vuelta al estado de naturaleza. Por el contrario, se orienta hacia la constitución de
un individuo libre y autónomo en el seno de la sociedad. La educación natural reside
en la conservación de los rasgos naturales. El preceptor sustituye tanto a las
escuelas públicas como al padre. La educación natural apunta hacia la unidad del
sujeto. Emilio esta educándose para ser el futuro ciudadano del Contrato Social.
A fines del siglo XVII, apareció dentro del mundo católico una iniciativa orientada a
la educación elemental: la fundación de escuela para pobres por parte de un cura
francés Juan Bautista La Salle. Mas precisamente, en el año 1780 organizó una
comunidad denominada “Hermanos de las escuelas cristianas” que se encargó de
abrir escuelas y casas para niños pobres a partir de donaciones de los ricos o de la
ayuda de los municipios. Para lograr este objetivo, La Salle creó un sistema para
alentar a que las familias pobres enviaran sus hijos a la escuelas: solo aquellos que
asistían regularmente a la escuela recibirían limosna de la fundación. Es importante
destacar que los sectores más pobres de la población, sobre todo los provenientes de
las zonas rurales no enviaban sus hijos a la escuela ya que estos constituían aportes
importantes en el trabajo familiar además en muchas instituciones para acceder a
ellas habia que pagar arancel.
La vigilancia del profesor tiene entonces un doble efecto. Por un lado controla e
impide; por otro, acata como soporte de las acciones de los educandos incluso más
allá de su presencia. Poder corrector, el cuerpo infantil debe generar los efectos
insinuados por la mirada de la autoridad. Mirada discreta a veces, directa otras,
siempre presente en producción de toda actividad escolar que pretenda satisfactoria.
Este afán de silencio llega a tal punto en su rigor y exactitud que, La Salle propone
el método de las señales para lograr la absoluta falta de sonidos en el salón de
clases. La señal sustituye a la palabra y en las manos del docente abona el silencio
presente. Es decir que, las señales funcionaban en esta táctica disciplinaria
marcando el inicio o el cierre de las actividades de los alumnos: los rezos, por
ejemplo, se iniciaban cuando éste golpeaba sus palmas, la recitación del catecismo
empezaba cuando el maestro realizaba la señal de la cruz frente al grupo, las
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lecciones se organizaban al son de un instrumento musical que indicaba la
intervención de cada uno de los alumnos. El maestro debe reunir todas las
condiciones que habrán de generar posteriormente un ámbito visible y silencioso:
“Osada autoridad y firmeza, moderación exterior grave, sabio y modesto; vigilancia,
atención sobre sí, prudencia, aire simpático, celo, facilidad en hablar y expresarse
con nitidez y orden” (Ibid: pág. 312)
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Jeremías Bentham, plasma este modelo de vigilancia social construyendo esta idea a partir de una metáfora de la sociedad
que la denomina Panóptico, “forma arquitectónica que permite un tipo de poder del espíritu sobre el espíritu, una especie de
institución que vale tanto para las escuelas como para los hospitales, las prisiones, los reformatorios, los hospicios o las
fábricas. El panóptico era un sitio en forma de anillo en medio del cual había un patio con una torre en el centro. El anillo
estaba dividido en pequeñas celdas que daban al interior y al exterior y en cada una de las celdas había, según los objetivos de
la institución, un niño aprendiendo a escribir, un obrero trabajando, un prisionero expiando sus culpas, un loco actualizando
sus locuras, etc. En la torre central había un vigilante y como cada celda daba al mismo tiempo al exterior como al interior, la
mirada del vigilante podía atravesar toda la celda... ” (Foucault, M; 1978, pág 98-99) A través de la metáfora del panoptismo,
Foucault intenta apuntar al conjunto de mecanismos que operan en el interior de todas las redes de procedimientos de lo que
se sirve al poder “el panoptismo ha sido una invención tecnológica en el orden del poder, como la máquina de vapor en el orden
de la producción.
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En el capitulo XXII de Didáctica Magna, Comenius esboza la necesidad de que la disciplina “debe dirigirse a mantener la
reverencia respecto a Dios, la afabilidad para con el prójimo y la constancia en los trabajos y ocupaciones de la vida y
afirmarlas en el uso y práctica continuados. También afirma que hay que hacer sentir la disciplina más severa y rigurosa a los
que cometan faltas contra las costumbres. A saber: 1- Por alguna manifestación de impiedad, como blasfemia, obscenidad o
cualquier otra cosa que se estime contra la ley de Dios. 2- Por contumacia y malicia deliberada, si alguno desprecia los
mandatos del preceptor o cualquier otro superior y conocedor de lo que debe hacer no quiere de propósito cumplirlo. 3- Por
soberbia y altanería o envidia y pereza, en virtud de la cual alguno rogado por su condiscípulo rehusa ayudarle en su estudio.
(pág 156)
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La disciplina escolar pasa ocupar el lugar que en la pedagogía comeniana ocupaba
el método. El cuerpo infantil ha sido expuesto a una operación de pedagogización y
la disciplina escolar es la expresión más visible de este proceso. Es el alumno el que
cargará con la responsabilidad de no actuar correctamente, de no asumir sus
deberes, de no guardar el respeto que en tanto infante le merece el adulto que lo
forma. La Salle sostiene que es el niño el culpable de la indisciplina, nunca el
maestro “es necesario decirles a los padres que no escuchen las quejas de los hijos
contra el profesor: si no hubiesen cometido alguna falta no habrán sido castigados y
si no quieren que sean castigados, no deben enviarlos a la escuela” (La Salle,1966,
pág. 247)
Para La Salle, castigar comprendía principalmente el castigo del alma “todo lo que
es capaz de hacer sentir a los niños la falta que han cometido, todo lo que es capaz
de humillarlos, de causarles una confusión (...) cierta
frialdad, cierta indiferencia, una pregunta, una
humillación, una destitución de puesto”
Otra de las estrategias centrales fue la locación espacial dentro de la clase, mientras
que para Comenius el grupo era una masa indefinida para La Salle el espacio era
serial, un lugar para cada uno, una persona por cada lugar, el todo constituía una
serie que tenía sentido como conjunto con un orden particular, tal como
desarrollamos en la clase anterior, comienza la cuadriculación del espacio escolar
fijando los cuerpos de acuerdo al lugar que ocupa en la relación de saber-poder. En
el caso de la pedagogía lasalleana, los alumnos eran ubicados por el docente por su
nivel de progreso en las lecciones o por su comportamiento moral.
Tal como desarrollan Dussel y Caruso “la ventaja de la propuesta de La Salle residía
no sólo en que se contemplaba aspectos prácticos, sino en que, produciendo un
pastorado equilibrado entre el método global y la individualización, atendía las
diversas demandas que planteaba una sociedad con escasa movilidad social, con
estratos definidos y no cambiables, donde importaba la obediencia como grupo o
como estrato, el refuerzo de la moralización y la disciplina masiva”. (Dussel &
Caruso;1999: 74) En este sentido Foucault, en Vigilar y castigar establece que “poco
a poco (...) el espacio escolar se despliega; la clase se torna homogénea, ya no está
compuesta sino de elementos individuales que vienen a disponerse los unos al lado
de otros bajo la mirada del maestro” (Foucault, 1995: 150)
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PARA IR CERRANDO YA CON ESTOS TEMAS que de todos modos seguiremos
trabajando ….
BIBLIOGRAFIA OBLIGATORIA
ROUSSEAU, J. (1985), “Libro Primero”, “Libro Segundo” y “Libro Quinto”, en: Emilio o De la
educación, Editorial EDAF, pp. 35-86.
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BIBLIOGRAFIA AMPLIATORIA O DE CONSULTA