Está en la página 1de 5

Historia de la Arquitectura II

Claudia Tejera 8-969-1362


Jueves 31 de mayo de 2018

Edificaciones del Quattrocento


El Templo Malatestiano, en Rimini
Fue el pistoletazo de salida de la arquitectura renacentista fuera de Florencia y
el primer templo religioso que estructuró su fachada principal en torno a un
elemento eminentemente pagano: el arco de triunfo romano.

Obra de Leon Battista Alberti, la Iglesia de San Francisco (ese es su


verdadero nombre) quedó sin terminar por la súbita caída en desgracia de su
mecenas, Segismundo Pandolfo Malatesta, condottiero, personaje de nombre
y vida novelesca, hombre de armas y de letras y epítome perfecta de su
tiempo, a quien el Papa Pío II
llegó a nombrar "Príncipe del
Infierno"

Dentro pueden visitarse las


tumbas del propio Malatesta,
su última mujer, Isotta degli
Atti, y la del filósofo
bizantino Jorge Gemistos
Pletón, maestro de Ficino,
cuyos restos fueron
rescatados por Segismundo
desde la ciudad griega de
Mistra.

El Palacio Piccolonimi, en Pienza


Lo que no era más que un pequeño burgo medieval, situado en el
bellísimo Val d’Orcia, se convirtió en una ciudad monumental por obra
de Enneas Silvio Piccolomini, el Papa Pío II, que, ungido como pontífice,
proyectó la conversión de su pequeña ciudad natal en una città ideale que
siguiera los cánones del nuevo y pujante Renacimiento italiano. 

En torno a la piazza Pio II, desde entonces centro neurálgico de la ciudad, se


alza el Duomo y varios palacios, y entre ellos destaca este palacio pontificio
que había de servir como residencia para las visitas papales a la ciudad
(huelga decir que fueran pocas durante el breve lustro que duró el pontificado
de Pio II, e inexistentes después). Lo diseñó Bernardo Rosselino, alumno
aventajado de Leon Battista Alberti, y en su fachada exterior puede verse sin
dificultad la influencia
directa del florentino
Palazzo Rucellai. 

Con sus tres pisos, sus


elegantes ventanales, su
almohadillado y su
bellísimo patio interior,
conforma un cuidado y
elegante contexto urbano
con sus edificios vecinos,
en uno de los espacios más
coherentes y unificados del
Renacimiento italiano. No
por nada fue declarado
Patrimonio de la
Humanidad.

El Castillo Sforza, en Milán


La pujante Milán es hoy la menos aclamada de las grandes ciudades del
Renacimiento italiano, lo que sin duda tiene más que ver con la presencia
hispano-francesa posterior, y con su continuada pujanza hasta la actualidad,
que con sus carencias monumentales. En la época de los Visconti y de los
Sforza, Milán fue, de hecho, el Estado que más cerca estuvo de dominar a sus
vecinos, el más fuerte y ambicioso. El formidable Castello Sforzesco es buena
prueba de ello.
Encargo de Francesco Sforza, se levantó sobre las ruinas de la residencia
tradicional de los Visconti, fue diseñado por el polifacético Filarete y
apuntalado por artistas de la talla
de Leonardo Da Vinci,
Bernardino Zenale, Bernardino
Butinone y Donato Bramante,
que convirtieron el castillo en una
de las cortes más lujosas de su
tiempo.

Hoy es la sede de varios museos


y colecciones de arte: el Museo
Arqueológico de Milán, el Museo
de Arte Antiguo, y de una
pinacoteca que contiene obras de
Canaletto, Giovanni Battista
Tiepolo, Vincenzo Foppa,
Tiziano y Tintoretto. Alberga
también la excelente Piedad
Rondanini de Miguel Ángel.

La Basílica de San Andrés, en Mantua


En el siglo XV, muchos de los miles de peregrinos que se dirigían a Roma
desde Austria, Alemania y Europa Central, se detenían en Mantua para
venerar unas gotas de la sangre de Cristo que presuntamente se conservaban
en la Basílica de San Andrés. Era la época de las bulas papales y los
peregrinos llegaron a ser tantos que el templo se quedó pequeño.

Leon Battista Alberti, en uno de sus últimos proyectos, diseñó un enorme pero
armónico templo de una sola nave, con un interior amplio y diáfano,
construido en base al ritmo de los grandes arcos triunfales ya en Rímini había
tomado como modelo. El arco central gana aquí aún más importancia y actúa
como pórtico o nártex. Con intradós casetonado y flanqueado por
monumentales columnas corintias, las ventanas laterales dotan a la fachada de
una aspecto armónico y estructurado. "La belleza”, esta era la
máxima albertiana, “radica en la armonía de todas las cosas”. 

Otro grande del Renacimiento italiano, el pintor Andrea Mantegna, se


encuentra enterrado en el interior de la Basílica. Y la hermosa y serena
Mantua, ciudad elegante y shakesperiana, será un disfrute para quien guste del
arte y la arquitectura.

San Pietro in Montorio, en Roma

Construido en honor del príncipe Juan, único hijo varón de los Reyes
Católicos, el tempietto de San Pedro in Montorio es la obra maestra de Donato
Bromantey uno de los edificios más representativos del Renacimiento
italiano.

Su forma circular remite a los antiguos templos circulares o tholos, que en la


propia Roma tienen el notable ejemplo del templo de Hércules Victor. Pero lo
que hace aquí Bramante no es, ni mucho menos, una mera copia de aquellos.
Como el gran e innovador arquitecto que era, da nuevos vuelos al viejo
modelo y lo convierte en algo nuevo: la cella o sala principal del templo ya no
se detiene a la altura de la columna exterior, sino que sigue subiendo, crea un
segundo piso cuya balaustrada parece extender hacia arriba las columnas que
la sostienen y queda coronada finalmente por una cúpula semiesférica. 

El tempietto fue un éxito radical, ha sido copiado hasta la saciedad y no


podemos dejar de recomendar su visita, en la subida al Gianicolo desde el
Trastévere, a todo aquel que visite Roma.

También podría gustarte