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BIBLIOTECA DE TEOLOGIA KI¿.

US SCHATZ
P,{NORÀMA ACTU,II DEL PENS,{MIENTO CRISTI¡.NO

t6

IJISTORI.,\ DE L,{ IGLESI,{


HISTORI.A. DE LA IGIESI¡. CONTEMPOR,{NEA
CONTET4PORÁNEA
Po¡ KIA.US SCH.A,TZ

BÂRCELON¡,
B,{RCELONI.
EDITORI.AL HERDER
EDITORI¿.L HERDER
1992
1992
Veaión casreìlao¡ de J.M LóPEZ dc C,\srRo, dc 11 obra dc
KL\þs sctt^rz. Ki¿úenge¡rhìch¡e d¿r Neuz¿it II,
Pamos Ve¡lag, Düsseldorf 1989
indice

INipRÍN1ÂsE Bârcelooa 7 de ocrubre dc 1991

JAUNTE TR¡sÊÂl vicario general


Prólogo 1

Lø herencø del :iglo XVII 11


La ilustración católica 11
El eclesialismo es¡aral r3
t.3. El episcopalismo .... r4

2. De lø rero/uctlórz jìance¡a ø/ concilio Vaticano I: e/


reþliegae de le Ig/eriø þore eT2contrar tu identidad 11
2"'\ Explosión revolucionaria y desrrucción del anriguo
orden .. . 18
2.1.r Iglesia, revolución francesa y concordato napoleó-
nico..... t9

a?
S 1" .) i 2.1.2 Alemania: secula¡ización y conscrucción del nuevo
orden eclcsial . 28
2.1.1 La revolución hispanoamericana y sus conse-
(uencias. 31
@ 1989 Palmo! Verlag, Dìusel¿orf 2.2. Condiciones básicas de la Iglesia en siglo xx .. a4
ø 1992 E¿ir''ial Herder 5.A., Barôelana 2.2.1 Papas. curia y Esrados Ponrificios . . . . . . . . .... 14
Eclesialismo estatal, secula¡ización y conflictos en-
P¡ohibida la tÞro¿ucción to!21 o pâ(iâl dc sla obn, cl 2lmaccnú¡cno c¡ rre Iglesìa y Esrado . 43
súrcma inlormirico ¡ la urnsmisió; cn cuãlguicr fo¡mâ o mcdio: cìccuóoico 2.2.3 fos nuevos ratolicismo.
m<íoro, por fotocópìa. por rcsisuo, o pot òros mcdìor dí cômo la d¡tibù' 51
ci¡n dc cicmpl¡c' ml¿,¡nrc ¡lqu,lcr o Þr¡.,ño PUblico'. tn <l P.'mi'o Prcso 2.1. Renoveción de la vida cclesial. . . 57
ÿ Þor .Í ro d. lo' rrrlrrcs dcl Cop¡tight
2.3.1 Sacerdocio y formación sace¡doral 60
tsBN 84-?54,r77ó-7
2.1.2 Renovación teológica y magisrerio romano .... . 63
2.3.j Tendencia¡ de la pasroral 67
DEPósrro LEc¡r, B. 7597-1992 PRrNTÉD rN SP¡N 2.a.4 Resurgimìento de las ó¡deoes religrosæ........ 70
i; LIBERGRÂf S.A' Cons¡irución, 19' 08014 Barcelona 2.3.' Nuevo auge de las misiones

,
2.4 O¡iencación inte¡na en la época: restauración, ul-
tramontanismo y cacolicismo liberal ....... 78
2 4 El período de Ia resrau¡ación (181t-1848) . . 78
Prdlogo
2 4 2 Eì triunfo del ultramontanismo (1848-1870) 88
2 5 El concilio Vaticano I (1869-i870) 102

3 Por nueto¡ can2ì oJ: del Vdticøno I a/ Valicøno II


(1870.196t) 114
3.r Entre la apertura cautelosa y la defensiva (1870'
r9r4) . .. 1.r4
3.1.1. Catolici:mo y -cuesrión social- .. . 1,17

3.1.2. Concinuación de la problemática del libe¡alismo r31


).r.3. La crisis mode¡nisra . .... .. 142 Este estudio tiene por obieto expore¡ los rasgos funda-
3.2. Hacia una mayor carolicidad (1q14-1960) ... ... 1tt mentales de la historia de la lglesia católica durante los si-
i.2.1. Gucrra mundial y dicraduras 116 glos XrX y XX. Todo él gira en ro¡no a la respuesrâ que Ia
3.2.r.1 Saoca Sede, catolicismos nacionales y guetra mun-
Iglesia ha venido dando al desafío de una <mode¡nidad>
dial ..... 156
marcada por la ilust¡ación, las revoluciones liberales, la ln-
3.2.1.2 Política de concordatos y libertad de Ia Iglcsia 161
dust¡ìalìzación y el progreso técnico-científico. Se excluye
I 2.1.J Catolicismo, siscemas cotalitarios y democracia . r65
âquí totalmenre la historia de las lglesias no carólicâs, en
De las misìones entre Paganos a las jóvenes lgle-
stas 114 pârticular las nacidas de la refo¡ma. Para ello sería necesa-
Hacia una nueva imagen de la lgìesla 183 rio un volumen apzfte, ys. que este temâ no puede ttatatse
1.2.3.r Nuevos derroteros teológicos (1920-1960) 181 a modo de simple añadidura o digresión suplementâria si
3.2.3.2 EI movjmie nro lirúrgico.. 191 se quiere hacer plena justicia a la diferencia y sentido pro-
3.2.1.3 La ,{(.ión Carólica . 191 pio de las experiencias históricas de tales lglesias. Po¡ ¡azo-
1.2.1.4 EI movimie nto ecuménico 200
nes de espacio tampoco son posibles las ¡eferencias detalla-
3.1. El concilio V?ticano Il 20)
das a los acontecimientos políricos, que sólo se citan de
3.1. 1. Preparacióo: 1958-1962 201
paso.
E.rrucrura, frenres y tendencjas ....... 207
.. .... En el contexto de Ia histo¡ia de Ia Iglesia esta época re-
P¡jmera sesión lotoño de l)b2) 21r
sesión {oroño de Ir6J)....... 213 presenrâ, por un lado, eI abønrJono de /¿ idea de cristiøn-
3.j.4. Segunda
1.3.5 . Tercera se:ión (otono de 1964)........ 217 død. La clársíca simbiosis de índole típicamerìre confesional
3.3.6. Cuarra sesion loroño de 1q6t) . . . t) 1 entre lglesia, Estado y sociedad desaparece en la vorágine
1.4. Panorama de la época postconciliar .... de transformaciones acarreadas por la revolución francesa y
el subsiguiente proceso de secula¡ización. La rezccì1n cat6-
Bibliografía.... lica y eclesial ante esros sucesos constituye un fenómeno
índice alfabético 215
sumamenle complejo cuyos efectos se dejan sentir tanto en
Ia política eclesiástica y la <teología política> como en la
piedad, la pastoral, la teología y la estructu¡a misma de
la lglesia.

6 7
7 r
:l
i

El período inicial culmina en el concilio Vaticano I den¡al. .4. este o¡den de cosas pertenece tanto el abr.irse a
(1869-1870)- Pod¡ía ca¡acterizarse como época de la ude- Ias demás culturas como el recuperar Ia totaüdad de las di-
fensivao y de lo antimoderno. Esta generalización' con mensiones del Nuevo Testamento y de la tradición de Ia
todo, no da cuenta exacta de la realidad, ya que el ultra- Iglesia, y sobre todo también una actilud nueva y más fle-
montanismo, t¡iunfante en 1870, es algo más que un mero xible f¡enre al mundo mode¡no marcado por las ideæ de
<antiliberalismo>. Parece preferible hablar en este caso de la ilust¡ación. Las consiguientes tensiones internas caracre-
una concenttación de Ia Iglesia en sí misma. De cara a una rizan de modo esencial la época posterior al Vaticano tl y
sociedad que experimenta globalmente un proceso de se- originan crisis de identidad católicâ semejantes a las que
cularización y liberalización, la Iglesia busca y encuentra su tuvieron lugar en tiempos de la reforma y en el siglo de
identidad en un independentismo y autonomía conscien- las luces, crisis todavía hoy abienas y pendientes de solu-
tes. Aquí se sitúan Ia lucha de la lglesia por su <libertad> clon
f¡ente al Estado, la formación de los <catolicismos> nacio-
nales como fuerzas socrológicâs y aun políticas y el hecho
mismo de que el repliegue de la Iglesia hacia su centro
unificador acabe en el papa. Todo ello viene a expresar la
voluntad de la Iglesia de ser ul.ib¡e, respecto de la sociedad
postrevolucionaria, de deshacerse de atadu¡as y vinculacio-
nes y aferrarse más y más a los factores que determinan su
identidad propia. ,t esto se añade su afán por ser ante
todo ulglesia univetsal,>. Y así en el repliegue de Ia Iglesia
sob¡e sí misma se da también un elemento de .,apertutao.
.Apertura de la Iglesia a lo universal y empeño en dar
una respuestâ no sólo negativa y defensiva a los problemas
del mundo mode¡no se pondrán plenamente de manifìes-
to y predominarán en el segundo período, que va hasta el
concilio Vaticano tt (1962-1965). Todavía con Pío xll y
hasta su muerte (19)8) subs.iste una imagen más o menos
¡nonolítica de Ia Iglesia, como inmutable roca contra la
que se estrella en vano el oleaje de los tiempos. 56lo a ra.iz
de la gran <rupturÐ> provocada por el concilio Vaticano II
comienzan a parecer relativos esos paradigmas que han ve-
nido ca¡acte¡izando cada vez con mayol fuerza a la lglesia
católica, especìalmerìte â partir de Ia ¡efo¡ma gregoriana
del siglo xt y, más adelanre, después de la contrar¡efor-
ma. El lado positivo de dicha ruptura consiste en tender
u.îà nzayol unù.,ersølzldød y calolicidød y en relativìzar
^c.iertas fijaciones históricas tocantes a la cristiandad occi-

8 9
L La berencia del iglo XVIII

La originalidad de la situación de la lglesia católica


frente a la ¡evolución francesa y el liberalismo del siglo
xtx consiste primeramente en la amalgama que forman,
por unâ pârte, el reto de la mode¡nidad, y por otra las
rupturas de orden político e inte¡no con el pasado que se
dan en la propia iglesia, lo cual lleva consigo en el seno
de esta última una tendencia centrífuga y disgregadora.
Las nuevas o¡ientaciones y coÍfientes actuarán como una
cuña, ya bien ent¡ado el siglo xx, en la típica unidad
prerrevolucionaria entre Iglesia, Estado y sociedad. Tales
corrientes pueden en esencia reducirse a tres, estrecþ4¡qq4¡ ,_ -
te vinculadas unâs con otras: .la ilust¡ación católica, el ecle-
sialismo estatal (o nacional) y el episcopalismo.

1.1. La ilustración católica

ollustración câtólicâ>i es un concepto colectivo aplica-


ble a las o¡ientaciones tomadas por la Iglesia du¡ante el úl-
timo tercio del siglo xvnl y el primero del siglo xx, sobre

t. Sigue echáodose cn faha una preseotación complera de esta <ilus-


r¡ación, eclesial. E. Hegel ofrece un ¡esumen de la misoa en Dìe þatho-
li¡cbe Kirc/¡e Dcat¡cb/¿nd¡ unte¡ dem EtnJluu der Aufh.làrung det 18.
Ja/trhuxdert (Rheioisch-\Øestfalische -A.kademie der'llissenschafren,
Vorrrâge G 206), Opladen 1971.

1t
todo en los países germánicos y en Pa¡te tambìén en Italiâ tralimitado, emocional. Pa¡ticularmente enca¡nizado es el
(especialmente en Toscana) y las demás naciones latinas combate que lib¡an los carólicos uilust¡ados)> contra con-
Ès¡a tendencia se caracteriza por los siguientes elementos: ventos y órdenes religiosas.
1) Acentúa el cuestionamiento c¡ítico de l¿s fo¡mas Tocante a Ia eclesiología y Ia políuca ecles.iástica, las
eclesiásrico-religiosas tradicionales, invocando para ello la o¡ientaciones de ìa .ilustración câtólicâ tienden â entÍemez-
<raz6n> y el .,evangelior. Es importante totâr que esta ilus- cla¡se con las del eclesialismo estatal, por una pârte, y con
tración religiosa no depende únicamente de la necesidad las del episcopalismo, por otra. Todo ello se t¡aduce en
de un reajuste para u a la par con Ia e¡a de la razón, sino unâ actirud crítica para con Roma y un anhelo de descen-
también de una nueva evaluación de la Sagrada Escritura ualizaci1n inrerna de la lglesia.
y àel afán por volver <a las fuentes, o na la Iglesia primiti-
ÿa>, actitudes que impregnan toda esta época. General-
mente es objeto de ¡eserva crítica el pasado inmediato, ba- 1.2. El eclesialismo estatal
rroco. Ejercen asimismo gran influjo, sobre todo en
,{ustria e Italia, las íntimas vinculaciones de estos pâíses La noción de <eclesialismo estàral> (Sîaãîsþirchenlum)
con el jansenismo, que aspiraba a una amplia refo¡ma de denota aquí algo más que el tradicional patrocinio que el
la lglesia, c¡iticaba la autoridad (en particular la de Roma) soberano católico ejercía sobre la iglesia de su país, protec'
y abogaba por un ¡egteso al cristianismo primitivo. Aun- ción que al propio tiempo entrañaba amplios derechos de
que en un principio las posturas teológicas del jansenismo injerencia en los asuntos eclesiásticos. Pot este concepto
esraban en total contradicción con la fe <ilust¡ada> en la ra- entendemos una dete¡minada forma de sobe¡anía estatal
zón y bondad natu¡ales del se¡ humano, acabó este movì- sobre la iglesia, tal como llegó a darse â finales de la época
miento por amalgamarse con la ilustración cat1lical. del despotismo ilust¡ado. Lo específico de dicha sobe¡anía
2) Preconiza una reforma de la Iglesia insistiendo en es que el Estado no se percibe ya a sí m.ismo como poder
lo didáctico y lo inteligible. .4. ello cont¡ibui¡án Ia revalori- secular dent¡o àe la socielas christìøna, sino como institu-
zación de la orato¡ia sagrada y de Ia liturgia de la palabra, ción que aba¡ca todos los aspectos de Ia vida nacional y
el canto religioso en alemán y ante todo una liturgia <com- cuyo fin es procurar la prosperidad pública. En est€ con-
prensibler. En este contexto Ia parroquia y el culto parro- texto global se le asignaba a Ia Iglesia un puesto como en-
quial pasan a ser el centro exclusivo de la vida re.ligiosa. tidad educado¡a al servicio del pueblo. El nuevo enfoque
De ahí, desde un punto de vista negativo, la.lucha cont¡a queda b.ien expresado en el sigu.iente lema introducido por
todo Io nsecunda¡io, y en especial todo cuanto pudiera me- el josefinismo austríaco: ola Iglesia está en el Estado, no el
noscaba¡ o dest¡uir la unidad de la parroquia (peregrina- Estado en Ia lglesia.o Con ello se definía, ni más ni me-
ciones, cof¡adízs y muy especialmenre las órdenes religio- nos,la ernancipøción de/ E¡tado îetþecto de /ø Iglesia. Esto
sas). Con esto cor¡e parejas una fue¡re tendencia a lo significa que el Estado, que aspira â una plena soberanía
reglamentado, encauzado, o¡denado, y una extrema des- inre¡na, no tolera ya ningún poder paralelo y autónomo
conftanzz para con todo lo carismático, incontrolable, ex- por parte de la Iglesia y el clero, es decir, ningún uEstado
dent¡o del Estadoo. Se intentó especialmente poner coto a
2. A esre respe.to.,véase especi:lmente P Hersche, Del Spàtl?nre,
las t¡ad.icionales inmunidades de la Iglesia: exención de
nßmlJ r/1 ulteÍe|ch, ÿteô^ !\)//. impuestos, derecho de asilo y privilegio del fuero. La lucha

12 13
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rt ; entre lâ lglesie y el Estado en rorno a esas <(inmunidâdes>
l
marcará profundamente todo el último tercio del siglo en Ia edad media, vienen a fo¡ma¡ en el siglo XV una ínti-
:i: XVI y buenâ parre del xx. ma simbiosis con la conciencia nacional de cada país (sobre
.i l todo en Francia). La expresión más clásica del galicanismo
:1 j Po¡ ot¡o lado, el Estado absolutista de este período rei_
:: vindicaba pan si una þ/ena canþele?zcia ,, ,-/ ofrrro francés se encuentrâ en los cuat¡o artículos galicanos de la
,r_ âsâmbleâ celebrada por el clero en 1682, que se convirtie-
terno>, entendiendo por tal todo cuanto no coÃstituver"
ì en sentido est¡icto un asunto de conciencia. Entraba, ron en ley del Estado y exigían la adhesión de todos los
píes, profesores de teología. Su contenido puede resumirse así:
en la categoría de fue¡o exrerno cualquier .or, .on
ålgúi 1) Independencia del poder estatal en su propio cam-
aspecro_ ríd ico-socia I o que ruuiera algo qr.
.ju u., .oí l, po; 2) primacía del concilio ecuménico sobre el papa en el
vrda pública, allí donde los ìnrereses del fsiado
lindaban
co¡ los de la lglesia: establecimiento a. .onu.n,or. -uo* sentido del decreto Høec søncÍø àel concil.io de Consranza
(cuya aplicación no debía limita¡se únicamente al cisma);
de,ul,o, .nr"n^na jå t, ,._
religiosos, procesìones, fo¡mas
ligión, formación de los 3) restricción del poder .¡urisdiccional del papa por los cá-
sace¡dotes y todo lo ,.I;;;rd"
con la validez del mat¡imonio y los impedimen,"; nones de toda Ia Iglesia y los usos reconocidos de .la Iglesia
p;;; francesa; 4) obligatoriedad definitiva de las decisionés del
mìsmo. Este eclesialismo estatal'descono'ce p".;;":
,
visión que se da en el actual Estado pluralìsta.n".
ñi'- magisterio papal sólo t¡as el consenso de.la lglesia.
ã.i.- la.ilust¡ación católica dio un impulso adicional a estas
cho civil y de¡echo canónico. En aquËl ..rrorr..r
r. p.op"- ideas, sobre todo por medro cie la crítica histórica con sus
gaba la tdea de que debía habe¡ un
soto ambiro juiidiio,
denr¡o,dej cual la Iglesia no podía exisLi¡ sino tendencias a la <emancipación>. Así, el recu¡so constante
,,.á;era"i. al modelo de la Iglesia prìmitiva daba forzosamente p.ie a
a. un derccho que emanaba exclusivamenre
del Estado v una c¡ítica de Roma e inclinaba el ánimo hacia una lglesia
abarcaba rodas las faceras de la vida nacjonal.
EiEr,;ã"i cpiscopalista y nacional. De mane¡a anãIoga y por los mìs-
en suma, pretendía tener la última palabra,
o rl _..ro, un mo motivos, la ilustración tendió a fomenta¡ e.l
de¡echo de inspección, en todo lo ace¡ca-
ir. a. "6r.rn" -".r.o
se relacion¿ra con los campos jurídiå y miento ecuménìco.
(oruenLe de pensamiento. sólo
,o.;ri S.gJ; ;r,, Otra expresión clásica de esta afinidad ent¡e ilust¡ac.ión
en el re¡¡eno estriJro de --
conciencia disfrutaba .la lglesia de cierta -- la y episcopalismo c¡adicional fue ìa obra publicada en 1763
"r.r.o.ro_í". por Nicolás de Hontheim, ob.ispo auxiliar de T¡éve ¡is, más
conocido por el seudónimo de Feb¡onio. El libro en cues-
1.3. El episcopalismo tión llevaba por rítulo De stalu Ecclesiøe et legiÍinzø þaîer
Íãte Ram¿nì Pontrfcìs. Febrolio seguía fiel al papado
Las posrrimerías del siglo Xvllt rep¡esenran como ce?2tru?72 unitøtis de la Iglesia, pero reducía sus pode-
. el punro res a un olìcio conc¡eto de mediación e inspiración como
culmrnanre de rodas las ¡endencias que,
frente al cenr¡a.lis_
mo romanol abogaban por una lglesia <más nacional> había sido el caso, según é1, du¡ante los ocho pr.imeros si-
v glos, cs decir, nantes de las falsi{icaciones del pseudo-Isido-
una mayor autonomía de los obispos, en particular
los me_ ¡o> en el siglo VIII.
tropoliranos. Nos ¡eferimos .rp..irl-.n,.
rf grfi;iiÅ" Âho¡a bien, este episcopalìsmo guarda una estrecha ¡e-
rtancês
.y al episcopalismo nacionalisra de loi territo¡ios
germánicos. Estas corrientes, cuyo origen lación con las estructu¡as eclesiástico-políticas del antiguo
se sitúa muv atrás
régimen: en F¡ancia con .la rnonaiquía, en Alemania con
t4
t5
el sacro imperio romano y Ia antigta noción de imperio,
y en oüâs partes mayormente con las tendencias eclesiás-
tico-nacionalistas, En especial se echa de menos en él la 2. De lø reuolución fruncesø ø/ concilio Vøticøno I:
idea de una fuerza integrante capzz de suPerar los intere- el reþliegae de Iø lglesia þørß encontîør su identidad
sesparticulares y las diferencias políticas, como se da¡á más
ta¡de en el ulramontanismor. En situaciones de conflic-
to, el f¡ente episcopalista y antirromano acabaría por dis-
gregarse: primados, metropolitanos, obispos (a quienes
con frecuencia caí,a mejor el <lejano papo que el <cercano
arzobispo, o primado) y más âún los Estados tertitoriales
como Austr.ia o Baviera tenían intereses muy dìversos, por
lo que resultaba imposible, z Iz horz de resolver un pro- El primer per-rodo, que culmina en el concilio Vatica-
blema importante, moverlos a adoptar un proceder co- no I, tiene por princ.ipal ca¡acterística el que la lglesia
mún. Â la larga el papado se aprovecharía de estas dife¡en- católica, ante una sociedad profana en plena transforma-
cias para fo¡talecer su posición. ción político-social y en vías de secularización, busca su
identidad en un modo de ser distinto y contrario al de esa
sociedad profana. es deci¡, haciendo hincapié en Ia aurori-
dad como ¡eacción cont¡a las nuevas libertades y también
luchando por su propia libe¡tad frente al Estado, a la vez
que refuerza su disciplina inte¡na e ìnsiste, sob¡e rodo, er
los lazos que la unen al papa. Esencialmente podemos dis-
ringuir aquí tres épocas:
1) Revolución (1789-1815), fase en que la antigua
unión entre lglesia, Estado y sociedad, o entre sociedad re-
[giosa y sociedad política, queda deshecha.
2) Restauración (mayormente 1815-1848), tiempo en
que la lglesia, aliada a los anriguos poderes, trara de con-
servat o restablecer su influencia sob¡e la sociedad.
3) Ultramontanismo (a parrir de i848). Duranre esta
época, la iglesia, tras el f¡acaso de la restau¡ación, intenta
afnnzarse en su lugar propio dentro de una sociedad cada
vez mís profana, recurrìendo para ello a los nuevos medios
sociales y políticos que permiten influir en las masas (aso-
L Voz derivada de L/tla monter (<m^ de los monteso, es decir, c.iaciones, prensa, partidos católicos) y movilizando o acti-
^llá
eo dirección e Roma). Esra expresión, de carácrer injurioso en el siglo
xrx, se utiiiza hoy normalmente como té¡mrno histórico para designar la vando las ¡esewas de religrosidad popular tanto en el con-
postura de quienes, denrro de la lglesia, defendían la relación más est¡e- texto de sí misma como de ca¡a a la sociedad global. Dicho
cha posible con Roma. más sencillamente,.lz <ahanza ent¡e el trono y el aìtar, deja

16 11
rl
paso a la <<^líànza entÍe el pueblo (católico) y el altao'. Sur- vas palroqutas oscilaba eqr¡e 20 y casì 1300. Ot¡o canto sucedía
gen así por vez primera los .,catolicismos, como fuerzas so- con las parroquias mìsmas.
ciológicas. Los impulsos y estímulos decisivos para esta La <Iglesia imperialu de los ter¡ito¡ios alemanes tenía su fun_
nueva actitud proceden directamente de los países de damento político y económico et la Gerrnønia ¡øc¡ø, es deci¡, eo
Europa occidental situados al norte de los Alpes (Bélgica, sus 23 principados-arzobispados y 44 principados_abadías. Los
Renania, Francia, lnglaterra), aunque los contenidos esen- príncipes obispos venían de la aha nobleza, y a panir del
si_
ciales y concretos de o¡den teológico, pastoral y ascético se glo XÝI la.s principales dinastías carólicæ (Habsburgo, Virtelsbach,
\X/errin) lograron instalar a sus hijos en las sedei más i^pon".r_
toman de los países meridionales (Italia, España).
tes. Los cabildos cared¡alicios, a la vez Land¡tijnde u orga.rismos
gubernamentales de la <ciudad-Estador, se componíaã mayor_
d.. miemb¡os de la pequeña y media nobÈza. Âl laáo y
2.L Explosión revolucionaria y destrucción ^.n:.
por debajo de esra Iglesia onoble, existía, bl,"n ,"g.ro, ,,nå
dei antiguo orden "
Iglesia <burguesa> regida por obispos sufiagáneos de ãrigen no
noble, quienes de hecho eran los únicos en ocuparse del go'bi.rno
La revolución francesa y el período subsiguiente de las espìritual de los obispados.
guerras napoleónicas (1796-1815) no sólo cambian funda- La IgÌesia hispanoame¡icana se basó, ya desde el principio
de
mentalmente lz faz politica de Europa, sino que provocan la época coloniaÌ, en el sistema del <patronato>. Esre sistema iba
tambìén en la lglesia, en cas.i todos los países católicos, unâ codavía mucho más lejos que las fo¡mas de sujeción de la Iglesia
ruptura grávida de consecuencias. Otro tanto sucede con aì poder real conocidas en Europa, permitiendo al
-on"rä l,n
control práccicamenre ilimirado de roda Ia vida eclesiástica, desde
las revoluciones hispanoamericanas, a pârrir de 1810, que
separan definitivamente a España de sus colonias. En efec- el noml¡ramien¡o de la toralidad de los obispos hasra el trazado
de las fronteras de los obispados y la elección de rodos los misio_
to, en rodas estas tierras la estructura de Ia Iglesia seguía
oc¡os. También aquí mediaba una enorme disrancia entre el
estando muy apegada al orden político y social de los tiem- alto
y el bajo clero. Ca¡i todos los obispos, como la inmensa mavoría
pos prerrevoluciona¡ios. De ahí que su unidad y organizz- de los miembros del clero regular, precedían de España, lo cual
ción no conrinuaran intactas t¡as el de¡rumbamiento de correspondía a la política de la Co¡ona que, desde el siglo
ese o¡den.
xvt,
trató de reprimìr a roda costa cualquier rentativa ..nrríi-,g" .r,
sus tie¡¡as de ulrramar. El bajo clero, por el contrario, constaba
En F¡a¡cia los obispos eran nomb¡ados por la Corona y proce- principalmeote de c¡iollos (blancos nacidos en el país) y mestizos
dían generalmente de la nobleza. Un profuodo abismo social (hijos de padre blanco y madre india o viceversa).
mediaba entre el bajo clero y el episcopado. .A.l reclamar una ma-
yor igualdad económica ent¡e tirula¡es ricos y pobres de oficios
eclesiásticos, dicho cle¡o aunó parcialmente esras exigencias con
2,1.1 Ig/esia, reuo/ución frøncesø
Ias aspiraciones in¡ernas de la Iglesia a un papel más relcvanre de I concordato
ztøpo/eónìco
los sace¡dotes y una mayor auronomía respccco del poder cpisco-
pal. La lglesia mìsma se hacía así eco de los antagonismos de la
sociedad en general. La organización de la iglesia er?. en parce Nada sería más falso que creet en la exisrenciâ de unâ
a¡acrôtica y no iba a la par con los cambios que se habían pro" oposición irreconciliable entre la lglesia y la revolución
ducido en la es¡ructura demogrlica. Los 135 obispados existentes francesa desde los comienzos de ésta, o imaginar que la re_
e¡an de dimensiones muy desiguales y el número de sus respecti- volución adopró ya desde el principio una posrura anricris_

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L9
tiâna o tan siquiera antieclesiástica Cie¡to que' dentro de ne¡ación eslatal del clero, en lugar del sistema hasta entonces vi-
genre de prebendas y exención fiscal
los Est"dos GËnerales convocados en 1789 (nobleza'
clero'
un baluarte Ocros aspectos se relacionaban con Ia <democratización> inte¡,
estado llano), el episcopado f¡ancés constituía
na de Ia lglesia, ya de antiguo reclamada por amplios sectores del
del antiguo ordenl peto t"l no e¡a el caso del bajo clero,
bajo clero: elección de obispos y párrocos por corporaciones polí-
o,.,. se slentía solidario con el tercer estado y represenraba
cico-cerritoriales; consejos presbiterales en las diócesis para limirar
iI lo vo ¿r los clérigos participantes de Ja asamblea. Muy el poder de los obispos...
pronto, además, surgiría entre un buen grupo de eclesrás- Po¡ úhimo, se incluían también elementos episcopalistas en
ii.or un" teología política ligada al estallido revoluciona¡io la línea de un galicanismo ¡adicalizado por Ia ilustración, enrre
y que en algunos casos i¡ía hasta identifica¡ el evangelio otros y sobre todo Ia ratificación de los obispos no ya por el papa,
con el nuevo mensaje de libertad, igualdad y fratermdad; sino por los metropolicanos; al papa se le notificaba meramenre
aun en su versión más mode¡ada, esta teología veía de la elección ocomo testimonios de la uoidad en la fe y de la comu-
todos modos en los textos evangélicos la verdadera fuen- nión>.
te de Ia libertad política, la democ¡acia y los derechos
humanosL. ¿Es la constitución civil del clero ve¡daderamenre <(Je-
Los Estado Gene¡ales se transfo¡ma¡on, el 17 de junio volucionarian o no hace sino prolongar las tendencias ya
àe 1789, en Ia Asamblea Nacional Constituyente (1789- antes definidas por el eclesialismo estatal, vinculado al ga-
1791), cambio en el que precisamente el bajo clero desem- licanismo? La respuesta a esta preguntâ sigue siendo toda-
peñó un papel decisivo. Esta asamblea enca¡naba en Fran- vía hoy objeto de cont¡oversia enr¡e los historiado¡es. Lo
cia el nuevo orden político. La auténtica escisión de los que sí puede decirse es que los elementos esenciales de Ia
ánrmos llegó con la constitación ciùl del c/ero, votada por Constitución Civil del Cle¡o no son ¡adicalmente nuevos,
la Asamblea Nacional el 12 de julio de 1790. T¡atábase, sino consecuentes con las ideas propias del despotismo
en sustancia, de integrar a Ia lglesia y el clero en el Estado ilustrado en sus relaciones con la lglesia. La elección demo-
revolucionario, o sea, dentro del contexto de Ia t¡ansfo¡- crática de los obispos no es en el fondo más que una vâ-
mación democrática de todas las instituciones, de hacer riante democ¡ática del antiguo de¡echo de los reyes a nom-
que también Ia lglesia se adaptara en su disciplina externa brar prelados. También la noción básica de una olglesia en
a la nueva realidad. el Estado, es sólo la consecuencia última del eclesialismo
estatal de la ilust¡ación. E incluso antesì como fue el caso
Se cocaban diversos puntos. En primer lugar los referentes a en el josefinismo austríaco, estaba ya bien cla¡a pâ¡a mu-
una organización eclesiástica más ¡acional: ¡eesrrucru¡ación de las chos la idea de que sólo aquello que en la lglesia venía di-
dióccsis (que pasaban a ser 83 cn vez de 135) conforme a los re- rectâmente de C¡isto podía sustraerse â lâ intervención del
cién c¡eados <depanamentos>; nuevo ordenamiento de las parro- Estado; todo lo demás, en principio, podía ser modificado
quias para adaptarlas a los cambios demográficos, lo que por
por la autoridad estatal.
razones pastorales se echaba desde hacía mucho en falta; remu-
l-o nuevo aquí es el modo en que por primera vez se
intenta¡on llevar a la práctica estas ideas, cambiando la es-
1 Tal fue, en especìal, la posición del sacerdote Claude lauchet:
t¡uctura eclesiástica de todo un país. Hasta entorces, aun
H. Maier (véase bibliografía al final del apartado), p. 107s., 11i-119;
K. Schttz, EÁÉlesio/ogie und þalit;sche T/tealogìe ìn der Franzò¡ìscúe Re- ba.jo el reinado de un José II de Austria, jamás se había
uolutian, <.Stimmen der ZeiÞ (julio de 1989). ido tan lejos en la aplicación de tales doct¡inas. El respeto

20 2t
a lo histó¡icamente consumado y la voluntad política de to trascendental, a la cual debe i¡ su lealtad prioritaria. La
amortiguar los conflictos habían impedido llegar a seme- distinclón entre religión y polítìca es clara en este modo de
jante extremo. Pese a que Roma nunca ¡econoció el dere- ver. La constitución civil fue, pues, lo primero que vino a
cho del Estado a mezcla¡se en los asuntos de la lglesra, se- dest¡ui¡ la <so.lidaridad ent¡e todos los patriotas>, típica del
gún las teorías del despotismo ilustrado, el conflicto zño 7789, y provocar una honda división no sólo en el cle-
abierto entre ambos poderes había podido soslayarse. -A.ho- ro, sino en la totalidad de la nación f¡ancesa. Este cisma
ra, con la nueva Constitución francesa, el choque era inevi- constituyó un acontecimiento t¡aumático cuyas secuelas
table. son percepribles rodavía en nuesrros riempos.
La ¡eacción oficial del papa Pío vr no llegó sino t¡as El giro anticristiano de la revolución se dio algo más
una funesta demora de ocho meses. Para entonces la ma- tarde, Resulta demasiado simplista i¡ a busca¡ sus causas en
yoi pârte del clero f¡ancés estaba ya comprometida. Del 52 no sé qué designio sistemático o en alguna especie de
aI 11 o/o de los m.iembros del clero parroquial habían pres- <conjuración> (por ejemplo masónica). Más bien hay que
tado juramento de adhesrón a la constituc.ión crvil, si bien ve¡las en la dinámica inte¡na de una polarización creciente
es cierto que sólo siete de los obispos dieron este paso. Por
del país. Esta dinámica llevó, por unâ parte, a que la Igle-
fin, el 10 de ma¡zo de 1791, se decidió el papa a condenar siâ (refractaria) fuera ligándose cada vez más con los secto-
Ia constitución, publicando a tal efecto el breve Quot ø/i-
res reaccionarios (lo que en ral medida no había sucedido
quanium; pero en este documento condenaba juntamente
al principro), y, por otrâ, a que la revolución misma acaba-
tanto la idea de libertad enarbolada por ìa revolución
ra por convertirse en <religión> e <lglesia>.
como la <decla¡ación de los derechos del hombrer, cosa
que no habían deseado los adversarios de la constitución
En la .A.samblea Legislativa, celebrada el 19 de octub¡e de
civil en el seno del episcopado f¡ancés, Quedó así consu- 1791 después de las elecciones, domina ya un espíritu más radical
mado el cisma. En adelante existían en Francia dos Iglesias, y anticlerical que en su predecesora, la Asamblca Constituyente.
Ia Iglesia <constitucional,, o ujuramentada, y la lglesia ure- Un nuevo paso eo este sentido es el comieqzo de las guerras de
fiactariar, En esta doble actitud ante la constitución civil coalición (de Prusia y Austria primero) contra ia F¡aocia ¡evolu-
salían también a flote, refo¡zados y puestos aún más de re- ciona¡ia, en abrtl de 1792. Estas guerras recibieron con f¡ecuencia
lieve, dos modos distintos de concebir el papel del clero y el apoyo de Pío Vt, por lo que los ¡ef¡acrarios se lieron persegui-
la lglesia. Pa¡a los constitucionales, el sacerdote es el dos no pocas veces como enemigos de la patría y quinra columna
de la ¡eacción. En agosto de 1792 fue¡on suprimidas todas las ór_
þrêtre-citoyen que se entiende a sí mismo como ciudadano
ent¡e ciudadanos y pfomoto¡ de la t¡ansfo¡mación político- denes religiosas (siendo así que Ia Asamblea Nacional se había
social. En cuanto al papel intrínseco tle la Iglesia, resalta sólo limitado a frenar Ia expansión de las ó¡denes no <útiles>, es
decir, las no dì¡ectamente implicadas en Ia cu¡a de almæ, la ins-
sobre todo el que desempeña como factor de <libe¡ación>
trucción escolar o las actividades caricadvo-sociales). Duranre las
dentro del proceso revolucionario del país. La afìrmación
<matanzas de sepriembre, (1792) perecieron violentamence en las
de la democracia y Ia de las ideas de libertad, igualdad y
cárceles de París al¡ededo¡ de 300 sace¡dotes ¡ef¡actarios. Todo el
frate¡nidad, en los campos tanto estatal como eclesiástico, que se negaba a prestar el juramenro podía ser automáticamente
forman aquí un todo inseparable. Para los refractarios, en condenado a la deportación. El clero ref¡acta¡io, a menos de emi-
cambio, el sace¡dotc es primariamente ohombre de lglesia, grar, sólo podía ejercer su ministerio en la clandestinìdad, y ello
y funcionario de una institución jeñrquicz con fundamen- a riesgo de ser en cualquier momenro ejecutado o deporrado.
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ll
âceleramiento en todo un largo proceso de secuìarización
Únicamente a panir de eotonces, y a niz àeI luicio contra el rey
con fâíces ya en Ie época prerrevolucionalia. Y precisamen-
Luis xvt (cuya ejecución tuvo lugar el 21 de enero de 1793)'
te en Ia religios.idad populd la continuidad tiene más fuer-
adopró el cle¡o tefractario una ideología necamente attirrevolu-
cionaria y monárquica, lo que hasta 1791 no se había producido zz g.ue la ruptura. El apego del pueblo a los santos y sus
sino de modo esporádico. Esta ideología fue más bien cl fru¡o del fìestas, a peregrinaciones y otrâs costumbres religiosas de
gradual proceso de polarización y, no en Pequeña medida' de la ca¡ácte¡ local, resultó se¡ mayor que el que sentía por los
querella en rorno a la constitución civil del clero, con el consi- sacerdotes, la misa del domingo o la comunión pascual.
guienre cisma que desempeñó un papeì esencial en Ia decisión Pero Ia revoluc.ión, desde el punto de vista religioso, no
tajante del papa. fue sólo un tiempo de hibe¡nación, sino tambìén el co-
EI úhimo paso en esta ¡adicalización fue Ia tentativa' por par' mienzo de muchas iniciativas cuyos efectos persistirían en
te del gobierno revolucionario, de acaba¡ con todo vestigio del el sigo xlx. -A.l ¡educirse drásdcamente el número de sa-
pesado cristiano. Quedó así abolido el calendario tradicional (ins-
cerdotes y con ello el ejercicio normal de sus ministe¡ios,
raurándose una nueva era revolucionaria en la que eI año !791
se desa¡rolla¡on múltiples formas de actividad seglar. Es de
contaba como año I), y la semana de siere días fue reemPlazada
por Ia udécada,, unidad de diez días. Finalmente, en noviembre notar, entre otrâs cosas, el ìmportante papel que asumie-
de 1791, se introdujo una oreligión de lt nzón, a la vez que se ron las mujeres en el mantenimiento de los contectos clan-
iniciaba contra la lglesia una persecución de amplísimas propor- destinos y sobre todo en Io concerniente a la instrucción y
ciones, sólo semejante a las practicadas por algunos Estados to- educación religrosas. Este contexto dio lugar a la aparición
talitarios en el siglo xx (ejecuciones en masa de sacerdotes y de toda una se¡ie de nuevas congregaciones femenìnas, por
monjas duranre el Terror; supresión de todo cuìto religioso' aun- ejemplo la de las hermanas del Sagrado Corazón, fundada
que con resewas y excepciones locales) Este proceder radical en 1800 por Sophie Barat.
duró, sin embargo, sólo hasta 1794. No ta¡da¡on en aParece¡
grandes movimientos de resistencia, de tinte monárquico o regio' No hay que perder de vista que, debido a las guerras Provoca-
nalista, y hasta sublevaciones en las provincias (Vendée' Lyón, das por Ia revolución, ésra llegó a ser algo más que un fenómeno
Marsella, etc.), que obligaron al gobierno central a da¡ ma¡cha purameote francês. La legislación ¡evoluciona¡ia afectó directa-
a¡rás. Una liberalización comenzó eo 179t. Poco a poco los sacer' mence a los territorios que habían sido anexionados por Francia,
dores, aun los refraccarios, pudieroo salir a la superficie y volver en particular los de la o¡illa izquierda del Rin y Bélgica (1794),
a uabalar en Francia, mient¡as el gobierno decidía Presta! un e indircctamente a los Esrados satélites como Suiza, corvertida eo
apoyo económico a Ia Iglesia constituciooal. Esto último contri- RepúbÌica Helvética (1798); rambién influyó, aunque en grado
buyó, no obstance, wdaÿia más eÌ fuego de Ia división dive¡so, en cada una de las regiones de Italia (a partir de 1797).
dentro de la Iglesia.
^ ^tizú
Una consecuencia que llegó a todas pa¡tes fue la liquidación total
(como en Francia y las derras anexionadas de Renania y Bélgica)
No es posible reducir â un d€nominador común las in- o mayoritarìa (como en ltalia y España) de las órdenes y casas re'
mediatas consecuencias religiosas de Ia revolución. Sin Iìgiosas. Esce factor tuvo suma imponancia en la transfo¡mación
duda la udescristi^níz^c16n> se extendió, más que en nit- general de la vida de la lglesra alIâ por 1800. Desaparecidos los
gún orro país católico de Europa antes del siglo )c(, no conyentos y las peregrinaciones, la práctica de la religión vino a
muy des- ceorra¡se casi exclusivamente en las parroquias y el culto parro-
sólo entr€ la burguesía, sino también
-aunque
población quial. Esto denotaba cie¡to puriranismo iluscrado, pero también
igualmente según las regiones- entte Ia campe-
un gran empobrecimieqto de Ìa vida religiosa.
sina. A menudo no se trata. es cie¡to, sino de un súbito
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24
La ¡estau¡ación exte¡na de la lglesia, destruida en sus todos los demás paíscs carólicos, se le dio el derecho a de-
estructurâsl se IIevó a cabo en Francia antes que en ottâs signar titúlares para las sedes episcopales.
partes. Esta reconstrucción tiene carácte¡ ejemplar en el des- La principal espina que quedaba por arrancar era, sin
a¡rollo de toda la histo¡ia eclesiástica. Su impulsor fue Na- embargo, el cisma. Napoleón cons.ideraba inaceptable la
po.león Bonaparte, que gracias al golpe de Estado de 1799 simple reinstalación del episcopado ¡efracta¡io sin conta¡
asumió un poder práctìcamenre absoluto como primer pan nzð.a con el constitucional. En esto se llegó a una
cónsul (en 1804 se¡ía proclamado emperador). P¡ime¡o de componenda inhabitual que tendría múltiples consecuen-
todo quiso estabiliza¡ la política inte¡io¡ del país. para ello cias históricas. Se decidió qrse todos los obìspos, tanto
tenía que acabar con el cisma y aprovechar al máximo lo consritucionales como refiac¡a¡ios, renunciaran â su cargo.
que quedaba de la religrosidad t¡adicional. También nece- A continuación se c¡ea¡ía un nuevo episcopado, compuesto
sitaba dar mayor c¡edibilidad a su sobe¡anía. Era, pues, in- en parte de los antiguos obispos de uno y oÌro sector. _A.
dispensable ¡ecu¡¡i¡ a la auto¡rdad del papa. Por su parte, petición del papa dimitieron Ia mayoria de los obispos,
el nuevo pontífice Pío vn (1800-1823) y su secretario de pero se negâ¡on a ello 36 (refractarios en su totalidad). El
Estado, el cardenal Consalvi Gf. 2.2.I), estaban más que papa los depuso inmediatamente en bloque promulgando
dispuestos r llegar a. un modus aiuendi reconocietdo oft- la bula Qui ChnsÍì Donzini ùces.
cialmente las nuevas ci¡cunstancias políticas. El conco¡dato napoleónico es de gran importancia para
EI concordato entre Pío VII y Napoleón, firmado en la histo¡ia de Ia lglesia en el siglo xrx. A co¡ro plazó re-
1801 trzJ laboriosas y difíciles negociaciones, constituyó presentó el triunfo y punto culminante del eclesialismo es-
una novedad. Con él se planteaba por vez primera el pro- tatal. En lugar de la lglesia <privilegiada> del anriguo régi-
blema de la adaptación de la Iglesia a un orden político men, que disfrutaba de una autonomía casi completa
salido de Ia ¡evolución. La unidad ent¡e el de¡echo ecle- como uEstado dentro del Estado)), tenemos ahora una lgle-
siástico y el estatal había dejado de existi¡ y la seculariza- sia que forma <parte integrante> del Estado. Esta situación
ción del Estado se mantenía en los puntos principales. No se agudizó todavía más en 1802, cuando Napoleón decretó
era cosa de volverse at¡ás ni en la emancipación e igualdad unilateralrnente 77 <artículos orgánicos> que restablecían
de derechos de los no cârólicos, n.i en el matrimonio civil, por completo e.l sistema de intervención estatal en los
ni en la supresión de Ìas lnmunidades eclesiásticas. la lgle- asuntos de la Iglesia y la obligación para todos los profeso-
sia tuvo que aceptar el verse desposeída de sus bienes res de teología de adoptar los artículos galicanos de 16g2.
y el que los sacerdotes, en compensación, fueran remune- La propia descitución del episcopado de todo un país de-
rados como funcionarios del Estado (la <lglesia asalariado). notaba Ia flaqueza más que la fuerza de Roma, que hubo
Nuevo fue rambién el reconocimienro de un principio que así de sacrificar a sus más fieles paladines. pero à Ia larga
ya los regímenes del despotismo ilustrado habían querido las consecuencias fueron muy diferenres. Nada, en efecto,
l.leva¡ a la práctica, a saber, el del teajuste de los límites contribuyó tanro a fo¡talecer la posición del papa en la
de los obispados para hacerlos coincidi¡ con las f¡onte¡as Iglesia como Ia necesidad en que se vio Napoleón, para
políticas. .A.sí las diócesis fue¡on enreramente reesrructura- acaba¡ con el cisma, de ¡ecu¡¡ir a la auto¡idad pontificia,
das y en Io esencial acopladas a la repartición polítrca de es deci¡, de poner en juego todo el poder jurisdiccional del
Ios departamentos. Al jefe del Estado francés, como luego papa sobre la lglesia. Esto era algo ìnaudito. Según la
en el t¡anscu¡so del siglo xx a los.jefes de Estado de casi mentalidad galicana tal como existía en la Iglesia de en-
ìl
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27

t{{
T-

tonces, ya fue¡a constitucional o refracarta, no habría sido espíritu general de los nuevos tiempos, hay que ¡econocer
posible semejante cosa sin un abuso de poder,. De hecho que en los principados eclesiásticos de antes tampoco había
estos acontecimientos dìeron, como ningún ouo, el golpe existido nunca una clara separación entre lo esrâtal y Io
àe gracia al galicanismo. eclesial. La mayoría de los principados ptotestantes o Ia
ilustrada Baviera pasaban aho¡a e ser parte de todo un con-
junto de terrìtorios católicos donde Ia unidad entre Iglesia
2.1.2 A/enzønia : seculanlzøción 1 construcción y Estado venía ya de antiguo. Eso sí, en adelante esta uni-
de/ nueto orden ec/esia/ dad funcionaba a la inve¡sa: el Estado nombrabâ a los pá'
¡¡ocos, admìnistraba los bienes eclesiásticos, señalaba qué
En los territorios del sac¡o imperio romano (que duró textos habían de utilizarse para enseñ la religión, decidía
oficialmenre hasta 1806), la ve¡dade¡¡. ruptura de Ia conti- cómo y en qué centros debían formarse los sacerdotes; las
nuidad se dio con Ia ugran secu.latìzación> de 1803, al des- ca¡tas pastorâles de los obispos requeria un þ/acel estatal;
aparecer los principados eclesiástìcos en el to¡bellino de no se auto¡izabâ el asentamiento de ninguna orden religio-
cambios políticos aca¡reados por las anexiones f¡ancesas. sa, ni tampoco peregrinâciones, misiones populares o
Esto supuso, di¡ectamente o indirectamente, Ia dest¡ucción cuanto se salie¡a de la actividad purâmente parroquial.
o el lento agonizar de toda la est¡uctura supraparroquial Esta si¡uación sería básicamente la de los Estados alemanes
de la iglesia, de su base económica y muy en pârticular de hasta mediados de siglo xü.
sus centros docentes (numerosas escueìas y 18 universida- Las tentativas, más allá del ultramontanismo y del ec.le-
des católicas). En niveles más altos dominó Io provisional sialismo estatal, de da¡ a la lglesia alemana un o¡den du¡a-
y â veces también la inseguridad jurídica, ya que hasta el dero y una coherencia intetna fracasa¡on tanto en la época
congreso de Viena (1815) no surgiría ningún orden políti napoleónice como e taiz del congreso de Viena. Con ellas
co durade¡o con capacidad para asimilar las nuevas circuns- guarda estrecha relación el no¡nbre de Ka¡l Theodo¡ von
tancias. En un decenio dejaron de existir o perdieron su Dalberg (l 1817), último arzobispo electo¡ de Maguncia,
.influencia prácticamente todos los conventos y estableci- luego (desde 1803) sucesivamente obispo de Ratisbona,
mientos religiosos. Tal fue el caso de Alemania misma, \X/orms y Constanza. Como postrer representante de las
donde hasta mediados de siglo la parroquia tuvo la exclusi- tradiciones del sacro imperio romano y de la lglesia impe-
va de toda la vida eclesiástico-religiosa. ría-L, trat6 de halla¡ una vía media entre episcopalismo y
También aquí la desapar.ición del o¡den religioso hasta papismo. También. y precisamente para evitar un puro
entonces vigente se tradujo, a corto plazo, por un eclesìa- eclesialismo estatal, promovió la idea de un concordato
lismo estatal en gran escala. Aparte de que esto ìba con el que abarcara toda la lglesra alemana y pudiera así dade co-
herencia y solidez internas. Su f¡acaso se debió fundamen-
2. Resulra significarivo que, en la.Asamblea Consriruyente de 17p0, talmente a la poca simpâtíâ que suscitaron sus planes tanto
Jean Maury, adversario de la constirLrción civil del clero y más rarde ca¡de- en Roma como sobre todo en los Estados centrales, opues-
nal, declarara que el papa no podía, enrre ottas cosâJ, odestruir por su
cuenra todo el o¡den diocesano del ¡eino sin violar direccamen¡e nuesrras
tos al concepto mismo que defendía el prelado. Parejo
libertades galicanas, (cit. en B. Plongeron, Co¡¡cìence relìgieute en Ré, destino tuvo el proy€cto de su vica¡io general en Constan-
1)a/ tiolz, p. 201). Con es¡o anticipaba, en el fondo, la posición de los za, lX/essenberg (cf. 2.1.1), que en el congreso de Viena
obispos que eo 1801 se negeríân a dimirir de sus funciones_ (1814-15) se esforzó por llevar adelante Ia noción de un

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concordaro con todâ la Confederación Ge¡mánìca y no con ralela de leyes estarales que en Ia práctica confi¡maban lo dis-
cada Estado en pardcular. puesto er las bulas. ,Así, en 1821 la lglesia llegó a un acue¡do
Triunfó en definitiva Ia idea de las ulglesias naciona- con el reino de Prusia, en 1824 con el ¡eino de Hannoler y en
les>. EI congreso de Viena inauguró un nuevo orden políti- 1827 con los Esrados del sudoeste de Alemania (Badeo, Vürt-
co. Las nuevas formas políticas requerían un o¡den eclesiás- temberg, Hohenzollern-Sigmaringen, Hessen-Da¡mstadt, Hes-
tico du¡adero, con el asentimiento de Roma. Se intentó, seo-Kassel, Francfort).
pues, unificar bu¡ocrárica y administrativame nte aquellos
te¡¡itorios heterogéneos. Hasta las regiones católicas habían De momento estos convenios supusieron una victo¡ia
de integrarse en los nuevos Estados. pa¡a ello era preciso. para los Estados en cuestión, que lograron sus uobispados
<tranquìlizar la conciencia, de los súbditos católicos con un territoriales> y otras muchas concesiones por parte de
estatuto eclesial ¡econocido por Roma y satisfacer las nece- Roma. Mas también fue mucho lo que consiguieron, una
sidades elementales de la Iglesia, pero también hacía fùta vez creados los nuevos obispados y nombrados los ob.ispos
un clero que aceptara las nuevas estructuras nacionales y a con el âsentimiento de Roma, por medio de una legisla-
sus nuevos soberanos. -A.nte todo importabâ erigir ción unilate¡al y sin que la Santa Sede se lo hubie¡a conce-
y dotar
nuevos obispados que correspondieran a la ¡ecién c¡eada dido oficialmente . Ya antes NapoÌeón había hecho lo mis-
delimitación política. Se repetía âsí lo sucedido en F¡ancìa mo con sus <attículos orgánicos>.
dos décadas antes. T¡as largos años de negociaciones se lle- No obstante, también en Alemania la autoridad del
gó, durante el decenio IBIT-I827, a va¡ios acuerdos entre papa salió fortalecida a largo plazo. Tras Ia destrucción
Roma y los Estados alemanes que poseían una numerosa del antiguo orden eclesiástico-político, .la nueva estructura
población católica. sólo pudo implantarse recurtierdo a Roma. AI desaparecer
los antiguos obispados con bâse política, solamente Roma
Naturalmente, sólo Baviera firmó un verdade¡o conco¡dato quedaba como entidad eclesiástica autónomâ. A más tar-
con Ia Santa Sede, en 1817. A los Estados p¡oresranres! que erao da¡ desde el momento en que una nueva generación de
mayorirarios, les parecía contrario al principio de soberanía nacio- sace¡dotes y seglares empezlra. a senrirse incómoda en el
nal ese ¡econocimiento de la Sede Romana como interlocutor ju- sistema vigente de eclesialismo estatal, se pondría de ma-
¡ídico en el mismo pÌano. Se parcía del supuesto de que la lglesia nifiesto que el único soporte en su lucha por la libertad de
estaba jurídicamenre (denüo del Estado, y subordinada por tan_ la Iglesia no podía ser otro que un contacto lo más est¡echo
to a esce último en todo lo tocante al derecho. A buen seguro, posible con Roma.
este (principio de subo¡dinación> no e¡a más que una consrruc_
ción teórica can poco acorde con la ¡ealidad como, al revés, cie¡ta
teoría curial <de los privilegios>, según la cuaÌ algunos derechos
concedidos a los sobe¡anos católicos, por ejemplo el de nombra¡
2. 1.3. L¿ reuo/ución bìsþanoamericøna
obispos, eran me¡o favo¡ de la Sede Apostólica. De hecho los Es- ! sxlJ conset;uencx/zJ
tados oo podían menos de negociar y llegar a algún tipo de arre-
glo con Roma. No se establecie¡on, cla¡o está, conco¡daros fo¡- En 1810 comenza¡on en las tierras hispanoamericanas
i'.
males y bìlaterales que vincularan por igual a ambas partes, sino las revoluciones contra la metrópoli. Fueron sob¡e todo
que se utilizó el procedimienro de compaginar las bulas papales ob¡a de los c¡iollos, en posición claramente desventajosa
(bulas de <circunscripción> o <ereccìón>) con la promulgacìón pa- frente a los colonos españoles desde el punto de vista eco-

30
3r
ì-

nómico, político, social y hasta re.ligioso. Los clérigos adop-


ningún sentido sobre el principio de la leg.itimidad. En
taron unâ actìtud dividlda. El bajo clero simpatizó en su
cuanro a Io5 de¡echos de¡ivados del patronato, el papa no
mayo¡ía con los movimienros de independencra, cuando
aàmítia :una sucesión automática; pero en realidad, allí
no panicipó en ellos activamente y âun a veces con las ar-
donde se fi¡ma¡on conco¡datos a pardr de mediados de si-
mas en la mano. Los obispos, en cambio, a excepción
glo, la Santa Sede hizo âmplies concesiones a los partida-
de unos pocos que se mostraton favorables a.los nuevos
rios del antiguo sist€ma, sob¡e todo en lo tocante al nom-
gobìe¡nos, tomaron part.ido por la Corona española y en
bramiento de obispos y otros dignatarios eclesiásticos.
consecuencia acabaron siendo expulsados. Con todo, los Aquí, naturalmente, se distingue la evolución hispa-
nuevos Estados, que en modo alguno aspiraban a una
noame¡icana de la europea, en especial de la de Francia y
completa secularización y separación entre ambos poderes,
Ale mania, ya que e n e stos úl¡imos países subsistió un espí-
sino sólo a una inse¡ción de la Iglesia en el nuevo o¡den
riru de ¡evitalización autónoma de Ia Iglesia y un movi-
político, se vieron a sí mismos como herederos del patrona-
miento en pro de su libertad. En la -A.mé¡ica Latina del
to español y reivindicaron especialmente el de¡echo a nom- siglo xrx, el ult¡amontanismo no fue un producto autóc-
brar obispos. Instalaron, pues, a los suyos, que no fue¡on tono, sino importado del extranjero, mayotmente por los
¡econocidos por Roma. Se reprodu.jo así una situación se-
misione¡os europeos que, daba Ia escasez crónica de sâcer-
mejante a la de la ¡evolución f¡ancesa. dotes, seguía acudiendo en ayuda de Ia Iglesia Iatinoameri-
A esto vino a sumârse el problema de la actitud ge- cana. La inmensa mayoría del clero nativo continuó siendo
neral de la Iglesia frente a las ¡evoluciones y los gobiernos du¡ante mucho tiempo antiultramontano, patriótico, re-
salidos de las mismas. Después del congreso de Viena la publicano y en general más adepto que el europeo a las
Iglesia adoptó una línea consecuentemente legitimìsta, ne-
ideas de la ilustración y aun del eclesialismo estaral. Sólo
gando tode legalidad a los regímenes revoluciona¡ios. En
muy lentamente y por influjos exteriores fueron cambìan-
eI brcve Et:i longissimo (1816), Pío Vrr ordenaba al c.lero do las cosas.
hispanoamericano someterse a Ia soberanía de Ia Co¡ona
española y aprobaba a conrinuación los obispos nombrados
por Madld.
Bibliografía
Ello semb¡ó inmediatamente e.l desconcie¡to en la o¡-
gznizaci1n eclesiástica y se produjeron no pocos cismas en
A. Langner (ài.), SàÉuløi:dtion und SàÁuløri¡ierung im 19.
toda regla. Sólo poco a poco y con diferencìas según los Es-
Jøltrbundert, Pade¡bo¡n 1978.
tados volvió a ¡eìnar cierto orden en la iglesia hìspanoame- H. Maie¡, Rerclu¡ion urd Kircbe, Zur FrùÀgeschicbte der cltri¡t-
¡.icana. En 1831, Ia bula Sol/icitu¿lo ecclesiarum sone6 liche Denzoþratie, Friburgo t1988.
ptagmáticamente el problema del legitìm.ismo refi¡iéndose B. Plongeron,"Conscience re/igiease en rêøo/ation. Regards wr /'hìr
de modo implícito no sólo a las repúblicas hispanoamerica- torìograþhìe relìgìeuse de /ø rérc/ution frønçøise , Parß 1969.
nas, sino también a los nuevos regímenes instau¡ados en B. Plongeron (àir.), Prøtiqaes re/igieuses, rneztalitês et tþìitu¿li
Bélgica y Francia (revolución de Julio de 1810). En esta tér døns l'Europe réuolutionnøire (1770'1820), Pa¡ís 1988.
bula el papa Gregorio XVr declarâba que. debido a lbs H. Raab, Kørl Theodor uot Dalberg. Das Ende der ReicbsÁirche
and der Ringen an den lYiederøu/baa des ÁircÀlicben Le-
trastornos políticos que habían tenido lugar, la lglesia caía
bens 1 803 - I 5, <-Archiv fur mittelrheinische Kirchengeschich.
en la esfera de los nuevos poderes, sin pronuncìarse en te> 18 (1966) 27-)9.

32
33
''a

T. Tackett, La Rêtolution, /'Ég/ise, la Frønce. Le serment de cluían que.todos aquellos compromisos y pactos diplomáticos
1791 (uaàuc. deÌ ingl. por A. Spiess), Pa¡ís 1986.
no habían favorecido en nada a la lglesia, sino sólo habían
M. Vovelle, Religion et Rêooluiior: la déchri¡liønisølzlan de /'øn
sewido para zgudizt aún más la crisis. Firmeza en Io fun-
II, Patis 1917 .

damental y severidad erân, pues, la mejor política. Los po-


lìticanti, por su parte, tendían al pragmatismo político;
XIX eran los tácticos de lo políticamente posible, veían en las
2-2 Condiciones básicas de la lglesia en el siglo
componendas y arreglos el modo de salir de situaciones di-
2.2.1. fíciles y preferían af¡onta¡ concrerâmenre las ¡ealidades
Paþøs, cuia I Eslados Pontificios
âunque éstâs no coincidie¡an con el ideal de la lglesia.
La política pontificiâ entre i800 y 1870 está dete¡mina-
2) No sólo sobre la política de la lglesia, sino tam-
blén sobre la actitud básica del papa frenre a las ideas polí
da en gran parte por los siguientes problemas:
ticas, en particula¡ el liberalismo, planeó durante todo el
i) En los Estados salidos de la revolución o que âdop- siglo xlx Ia somb¡a de los Estados Pontificios y de su
tan las nuevas ideas liberales, o bien en los que simple-
mantenimiento como condición indispensable para salva-
mente continúan el eclesialismo estatal ¡ecibido de otros
gu^tdat I^ libertad de la Iglesia y del papado. En primer
países, se plantea Ia cuestión del modo de compaginar los
lugar, la existencia de los Estados Pontifìcios no podía me-
principios con una política realista. En torno â este cues-
nos de ¡elaciona¡se con el principio general de Ia legitimi-
tión se dividió Roma, según las soluciones propuestas, en dad política. Tal fue la perspecrivâ del congreso de Viena
dos bandos, el àe los zelanri (,celantcs>) y el de los þoliti-
al restablece¡los en 1814. Ä parti¡ de 1848 surgió un nuevo
cønti (<<políriz rrres>). Sería er¡óneo concebi¡ esta división
motivo; la adheslón al ideal de la socieîas cbiaiana y del
en los simples té¡minos de uconservado¡es, y uprogresistasr,
Estado cató.lico, a la par con el ¡echazo de la secula¡ización.
si bien hay que reconocer que muchos zeløntì, sobre todo
El mantenimiento de los Estados Pontific.ios en el mundo
en la primera década del siglo xx, se carecrerizaban por político del siglo xx planteó, por otro lado, el problema
su aversión a todo Io moderno para ellos a
de su refo¡ma para adaptarlos a las exigencias de la época
-equivalente
francmasón o revoluciona¡io-, desde el sistema adminis- y a la evolución de los Estados mode¡nos. En la disposicrón
t¡ativo francés, más racional, que Consalvi introdujo en los para tal reforma se puso una vez más de manifiesto la dife-
Estados Pontificios, hasrâ lâ vâcunâ ânrivariólica. Tampoco
rencia entre zelantiy þo/iticønri. Todos, sin embargo, esta-
se trata de la ulte¡io¡ oposición entre católicos <libe¡ales> ban de acue¡do en que no se podían traspasar ciertos lími-
e ointransigentes>; precisarnente el catolicismo libera-l de un tes: no era posible ni renunciar al principio de la existencia
Lamennais (c1. 2.4.1) tend¡ía más bien su origen en la de un Estado católico hasta bien entrada la se-
orientación espiritual àe los ze/anti. La diferencia ent¡e los -donde
gunda mitad del siglo xx el de¡echo canónico se aplicaba
dos grupos romanos se aprecia mejor conside¡ando a los z¿- en todo como la ley civil- nr al de la libertad e indepen-
lanTi como apasionados defensores de la primacía de lo re- dencia del papado. Esto último ce¡¡aba la puerta a Ia in-
ligioso y en especial de una auréntica reforma rel.igiosa, t¡oducción del constitucionalismo moderno en los Estado
pero que a la vez deseaban regir la política por normas Pontificios y a Ia adhesión de los mismos al gran movi-
directamente cristiano-eclesiásticas. lnterpretando Ia ex- miento nacionalista ìtaliano o su ent¡ada en guerrâ conrra
periencia histó¡ica del siglo xvlll que tocaba a su fin, con- otras naciones, como bien lo ¡eco¡dó el papa Pío x en
34
15
1848. No cabe duda que todas esras cuesriones hicieron ¡e- ni la degradación externa del papado había llegado a tal
saltar, especialmenre â pârtir de mediados de siglo, hasta punto. Un año anres, en lig9, moría en Valence, donde
qué punto los Estados Pontificios figuraban como un cue¡- Napoleón lo mantenía preso, el papa pío vt, que se había
po extraño en el mundo político de enronces. solldarizado con los países de la coalicrón en ionr¡a de Ia
3) De ahí que, todavía en el siglo XD{, las potencias Francia revoluciona¡ia. Por su pâtre, Napoleón se había
europeas siguieran interviniendo en la elección del papa. anexionado los Estados Ponrificios. Los ca¡denales se reu_
Cie¡tamente, la uexclusiva, que desde el siglo xvlt reivin- nieron en Venecia, que entonces pertenecía a -ô.ust¡ia. La
dicaban para sí Ias tres grandes potencias católicas (Francia, clección de Pío vit (1800-1823) al sumo pontificado fue
España, .Austria), a saber, el derecho, ejercido en el cóncla- una victoria d,e los po/itìcantì. Destacó ya en el cónclave
ve por medio de un ca¡denal adicto, a vetar la elección de una figura que había de marca¡ profundamente la política
un candidato dete¡minado, sólo se hizo valer dos veces en de la Iglesia en el próximo cuano de s.iglo: el cardenal Er_
el siglo xix y una última muy a principios del r< (por cole Consalvi, sec¡etario de Estado de pío vl enrre 1800 y
.A.ust¡ia en 1823, pot España en tg31 y por ,{ustiia_ 1806 y luego de 1814 a 1823. En Consalvi un estadista de
Hungría en 1901). Con todo, este proceder ext¡emo estaba talla, en la línea de los refo¡madores ilusr¡ados del siglo
muy lejos de agotar las presiones diplomáticas. Existían XVIII, con agudo sentido para apreciar los vaivenes de la
métodos más suaves, aunque no menos eficaces. Fue espe- política y las siruaciones inevitables e irreversibles, aunque
cialmente ,A.ustria por medio de su cancìller (1821-1S4i), îo fan saga.zl es cierto, pata czlibtar las nuevas ideas pues_
e I príncipe Clemens von Mette¡nich, principal polírico je
ras en ev.idencia por Ia revolución f¡ancesa. Las reformas
la ¡estau¡ación, la que ejerció un influjo decisivo en los t¡es que ahora se imponían en los recién restaurados Estados
cónclaves que tuvieron sucesivamente lugar en Ig23, Ig29 Pontificios consistían concretaû)ente en hace¡los pasar de
y 1830-i831 (no ya en 1846, cuando salió elegido pío x). un Estado feudal a uno mode¡no y cenrrelisra, introdu_
En rales ocasiones los intereses políricos de Ausrria no coin- ciendo para ello el sistema administ¡ativo francés, más
cidían del todo con los de uno u otro de los dos grupos racional, y libe¡a.lizando también hasta cierto punto el co_
mencionados, ze/anti o po/iticantì, sino que estaban más me¡cio. Consalvi defendió bien los derechos v reivindica-
matizados. Por una parte, aspiraban â un pape que defen- ciones de la lglesia, pero con una vis.ión ¡ealìstá de las .osas
diera la legitimidad de la Sanra,Alianza y in general la res. posibles, es deci¡, con la actitud que más tarde að,optaría
tau¡ación política. Por ot¡a, Mette¡nich veía esta función en el congreso de Viena y plasmaría en esta frase: <Si-pren-
de.l papa puesta de nuevo en peligro por una política reac_ de quello che ci :i dà, e si protesta sul resto> (oSe toma .lo
cionaria demasiado est¡icta, sob¡e todo en los Estados pon- que se nos da, y se protesta por el resto,r).
tificios, ya que así volverían sin duda a surgit movimientos Para e.l desa¡rollo ulte¡ior de los acontecimientos fue
¡evoluciona¡ios con det¡imento del papel estabilizado¡ del decisiva la ruptura de los acuerdos con Napoleón, refleja-
papa en la política europea. Esta actitud ambigua de Äus- dos en el conco¡dato de 1801 y luego en la coronación ãe
túa, a la par con las díve¡sas tendencias del colegio de car- Napoleón como emperador por el papa (1804). A dicha
denales, introdujo en los cónclaves de 1g23 lg46 ,irrr ruptura se llegó sobre todo por haberse negado el papa a
^
fluctuación y alcernancia entte ze/antz y po/iticanti. que los Estados Pontificios se sumâran a los demás dèl ion-
Importantísimo fue ya el cónclave de 1g00. Nunca en tinente europeo en el bloqueo come¡cial de Inglaterra,
la edad mode¡na la auto¡idad papal había caído tan bajo toda vez que esta exigencia iba en cont¡a de la ìndepen-

i6
17
t'

dencia y neutralidad del papado. En 1809 Napoleón vol- con la elección de León xII (1823-1829). Cierco que tanto
vió, pues, a anexiona¡se los Estados pontificios y encarcelar el pontificaào de este papa como el de su sucesor Pío vill
al papa en diversos lugares, el último de los cuales fue (1829-1830), de nuevo inchnado hacia los politicønti, no
Fontainebleau.
dejaron huella duradera en la lglesia.
La hostilidad que reìnaba en Europa contra Napoleón,
Decisiva fue en cambio la actuación de Gregorio XVI
aparte del ambiente general de la ¡estau¡ación, funàamen_
(1831-1846), hombre de bruscas reacciones y rígidos prin-
ta¡ía.en 1814-1815 el nuevo prestigio de que había de go_
cipios religiosos en la línea àe Ios ze/antì. Estos principios
z_ar el papado anre las naciones panicipantãs
en el congrãso fueron especialmenre llevados a efecto en la política de la
de Viena, incluida la potencia victoiiosa, Inglaterral Los
Iglesia bajo la di¡ección del ca¡denal secletario de Estado
Estados Pontificios fu eron consecuenremente restablecidos
Luigi Lambruschrni (a partir de 1836). Ello supuso un en-
en sus antiguas dimensiones y a los nuncios del papa se les
f¡entamiento di¡ecto con todas las ideas liberales, una pro-
elevo en_rodas parres al rango de decanos del cuerpo diplo-
moción sistemática de las rendencias ultramontanas y rigu-
mático. El papado constituía uno de los fr.ror.s á..råbi-
rosamente eclesiásticas y una ruda política reaccionaria y
lidad del nuevo o¡den político de Europa.
antirreformista en los Estados Pontificios, sin excluir la ¡e-
. E¡ el siglo xvnt, la trama de relaciones políticas de la
,lglesia presión policíaca.
se había limitado al orþis cøtúolicur y en particular
El cónclave de 1846 estuvo ya libre del influjo de Aus-
al triángulo de potencias católìcas pa¡ís-Vi.n"-M"drid.
t¡ia. Los cardenales românos no esperaron Ia llegada de los
Hasta. mediados del mismo siglo no hubo. a excepción de
purpurados extranjeros con de¡echo a veto, sino que en 48
Irlanda. ningún gran rerrirorio católico sometido å gobier_
horas eligieron por cuentâ propia al nuevo papa, el carde-
nos no carólicos. Las guerras de Silesia (Il4O_û6t) y los
nal Mastai, que tomó el nombre de Pío x (1846-1878). A
de smemb¡amientos políticos que se produjeron prr,l, a"
" polonia este pontífice le fue dado, más que a ningún otro, regir
1772 hicie¡on que aquel país y Ia mayor parte de
cayeran bajo dominio no carólico. La secula¡ización su¡tió
la Iglesia por un tiempo muy prolongado y dejar en ella
una impronta de suma t¡ascendencia.
el.mismo efecto, desde 1803, en toda la Alemania católica,
salvo Bavie¡a. Más adelante, a raiz åel congreso de Viena,
Bastanre poco le hizo falta para granjearse en seguida una re-
la parte de los Países Ba.jos que había perteriecido a Aust¡ia
putación de <papa liberalo. He aqul, no obstante, un mito que
(y luego tomaría el nomb¡e de Bélgìca) quedó integrada ounca correspondió a la realidad. Algunas modestas ¡cfo¡mas en
en_el ¡eino de los Países Bajos Unidos. paia la políLùa de los Estados Pontificios, como el comienzo de Ia construcción de
Ia lglesia eran ahora sumamente imporranLes rur aon,rato, una red ferrovia¡ia, una amnistía para los presos políticos y la in-
co¡ los Estados no católicos, sob¡e iodo prusia, Inglaterra t¡oducción de un comjté consultivo de seglares, junto con el ca-
e incluso Rusia. Con Prusia e InglaLerra se establecie"¡on ¡e_ rácter comunicativo y sumamen[e amable del nuevo papa, en
laciones diplomáticas. contraire con la actirud absolutista y teaccionaria de su predece-
sor, y un encusiasmo personal por los asuntos de Italia, sobre
. La o¡ientación pragmâticz de Consalvi de ca¡a al exte_
nor y una cautelosa política de refo¡mas de tipo <ilustrado> codo con ocasión de las ¡evoluciones de 1848, hicieron de Pío x
dentro de los Estados Pontificios no podían irenos de avi_ el catalizador y la figura simbólica de toda una se¡ie de expectari"
ves de ripo liberal y nacionalista que se concretaron en una diná-
var en la_curia y el colegio de ca¡denales la oposición de los
mica propia, pero que teníar poco que ver con la polírica real-
zelanti. Estos Jograron una vicroria, a la m,lerte de pío Vtl menre llevada a cabo. -4. esto se añadía la índole poco meródica

38
39
."r

de sus ¡eformas. Sob¡e rodo en 1g4g, las ciradas expectarivas


cul- int¡oduci¡. eficazmenre en ellos tales instituciones y <ade-
mjnaron. en el "neogüelfismo-, que veÍa en cl papa eÌ
caudillo
del movrmienro iraliano de independencia conrra los ausrliacos v lantoso separación de los campos espiri-
-secula¡ización,
soñaba con Ia urópica perspecriva de una fede¡acióo de
Estado's
tual y civil, constitucionalismo- que se te nían yâ más o
italianos agrupados en rorno a los Esrados pontificìos y
ru..rã, menos por normâles en todas Partes, â excepción de Rusia
"t
de Ped¡o. No faltaba tampoco la esperanza, más concrera,
de y el imperio otomano.
que el papa roma¡a pafte en la guerra italiana de libe¡ación La crisis decisiva de los Estados Pontificios se produio
con_
tra los Habsburgo. En su discu¡so del 2ÿ de ab¡il de 184g, el en i8i9-1861, du¡ante la primerâ fase de la unificación
pont-rfice fnÌsrró definitivamente tales proyectos y
se n.gó en- nacional de ltalia. Empezó por perderse la mayor parte del
"
rra! en guerra contra un país católico, iovocado para elÌo el carác_
cer supranacional del papado. Este discu¡so no iólo acabó
terrirorio, que como ut travesaño entte el mâr Tirreno y
con el el ,Adriático co¡taba en dos la península Italiana y al cual
sueño neogùeìfista y el miro de un mapa liberal, sino que
fue la pe rteûecíân el Lacio, Umb¡ía, Las Matcas y la Romana.
primera indicación de urla acricud f¡ancamerìte antilibe¡al. Du_
¡ante los meses siguieotes, Ios aconrecimientos se precipitaron Sólo un pequeño resto, el Lacio, se mantuvo grlcias z lz
en
Roma hæra el punro de í¡sele de las m"nos al pråpio pap", q,re protección de las tropas f¡ancesas. EI papa Pío IX condenó
finalmen¡e, l:ajo drsftaz. tuvo que huir G""à, in .ì åino'd. en los términos más enérgicos ese (pillaje sâcrílego) de sus
"
Nápoles. En los Estados Pontificios fue proclamada la <República provincias, excomulgó a todos los responsâbles y s€ negó
Romano. Finalmente, a mediados de 1849, después que Luis rotundamente â renunciar tân siquie ¡a â unâ mínima pârte
Napoleón gÃt\ara eî Francia las elecciones a la piesideåcia con de sus Estados.
ayuda de los carólicos, las rropas franceses, respondiendo a la
oe, Pa¡a entende¡ semejante intransigencia hay que tener
rición de socorro del nuevo cardenal secrerariå de Es¡ado Giaio_
mo Anronellj \1849-1876), res¡abiecieron la soberanía del paoa bien en cuenta que los dirigentes políticos de la ltalia de
en sus ¡errirorios. Eo sólo medio siglo, era ya la t.rc.r" u.r'qu. entonces rechazaban, Por prìncipio ideológrco, cualquier
se ¡estau¡aban los Estados pontificios a raíz de su supresión. solución bilateral del conflicto mediante un concordato. El
liberalismo italiano de los âños 1860 ó 1870 no estabâ en
Nuevas invesrigacionesr han puesro en evidenLia que mânera alguta dispuesto z njü aqvel tipo de cuestiones
^
bajo Pío ¡x los Esrados ponrificlos fu.ron, po, .u.ho, como se halía unâ generación má5 talde con los acuerdos
concepros, mejores de lo que su fama da6z â enrendei, y de Letrán. Y cuando el presidente del consejo de minis-
sl es cterto que entre la alta burguesía reinaba un descon- tlos, Câvour, hizo suya en 1861 la famosa frase del católico
tenro gene¡al sobre âquel <¡égimen de prelados>, en con_ liberal francés Montalembert, ulglesia libre en el Estado li-
creto po¡ su protecciorismo y là felta, de posibilidades lxe, (Égtise lìbre døns /'Etøt /ibre), tomaton aquí cßi .im-
de
promoción, al esrer reserÿados â sacetdote; los eltos ca¡gos pe¡ceptiblemente estas pâlâbrâs un nuevo sen¡ido: e.l Esta-
adminis uat.ivos , no lo es menos que el gobierno del påþa do, fuente de todo de¡echo, es el que otorgâ legalmente
también gozaba de algunas sjmparíâs.nir. I"..lrr.s päpu_ la libertad a la lglesia, no cinétdose ya a reconoce¡ a esta
rares. Lo que en câmbro hacía que los Esrados pontificios última un derecho preexistente,
tesultaran anacrónicos en una Europa cada vez más libe¡al Mas tampoco sería justo ver lâ causa de todos estos su-
y constitucional en sus estrucrurar, era la imposibilidad cesos en el endurecimiento del liberalismo ita.liano. En
de
efecto, nunca antes en la curia romanâ se planteó nadie se-
¡iamente la cuestión de si la independencia del pepâdo no
3 Véanse Miko y Veber (biblografía al final deJ apanado)
descansa¡ía en oüâ bâse y si no se estaba lib¡ando una ba-
40
li 4t
ii
¡i
ra.llâ de ântemano perdida en pro de unâ insritución no a que boicotearan el nuevo Estado con su actirud ante las
esencial. Cierro que hubo también en Roma v hasta en el u¡nas
colegio de cardenales personalidades eclesiásricas que abo-
gah,¡n_por un rzodas uiuendt, por ejemplo el teólogo jesui-
ta Carlo Passaglia. Pero passaglia fue suspendido,"y áesde
'1861 2.2.2 Eclesiølismo esiatøl, seculaización y conflictos
esra rendencia perdió todo influjo. para el papa. la
entre lglesia 1 Estado
lucha cont¡a los Estados pontificios no e¡a sino el ¡èsultado
de la secularización estaral. que aspiraba â eman(iparse de
Hasta 1848, âño en que se produce la primera fisura
Dios.y Iiberarse de cualesquiera vínculos religiosor. No ,.
decisiva en el sistema, reina casi por complero y sin tropie-
traraba ya de imaginar soluciones o busca¡ nuevos cami_
zos el eclesialismo estatal. En todos los Estados católicos,
nos, sino metamente de perseverar ÿ creer en la providen_
incluidos precisamente aquellos donde Ia Iglesia había sido
cia. ,tJ ponrífice le. fakó casi por compleLo una visión pro-
funda de los cambios hisró¡ìcos y de la contingencla de las restablecida en su posición privilegiada, subsistió una ture-
formas políticas y eclesiales. la burocrático-nacional que resrringía considerablemente
Los Fsrados Ponrificios dejaron de exisrir a poco
su libe¡tad
.bârse de aca_
el conLrlro Varicano I. para el Esrado iraliano. Ia
Tal fue el caso en Francia bajo la monarquía rescaurada de los
"cuesrión romanar quedó resueha el 20 de septiembre de Borbotes (1815-1830), en Espana, el reino de Nápoles y los de-
1979
:ol Ia ocupación de Roma y su designacùn como ce_
pital de Italia. En los subsiguienæs <esrât;ros de garantío,
más Esrados iraÌianos, y de modo especial en la Aust¡ia de Met-
re¡nich, donde el régimen inaugurado por José u se manruvo
promulgados en marzo de ig71 , el legislador ie mostró hasca el conco¡dato de 18) 5. Lo mismo puede decirse de los Esra-
magnánimo ton ei papa, reconociéndolJ una soberanía dos alemanes, tanto Bavicra, con mayoría católica, como los regi-
dc
tacto con el derecho a tener sus propias rep rcsen tacìones dos por dinasrías y burocracias proresranres. Todavía en mucho
diplomáticas; pero se trataba, .lr.ó .siá, a" i"" r.gt" mayor grado es esto cie¡¡o de Rusia, cuya soberanía se exteqdía
..,_
ración unìlareral y en principio revocable. El recono'cimien_ también sob¡e gran parce de Ìa católica Polonìa, desde que el
to de una soberania todavía ran limirada, sin base en nin- <¡eioo del cong¡€so) perdiera su ¡elativa autonomía t¡as el levan-
guna concesión estatal, era fundamentalmente tamiento polaco de 1830 y pasara a formar parre integranre del
inadmisible
para,los. juristas puros, que lo consideraban ìncompatible ìmperio ruso. Du¡ante el siglo xtx, Rusia somerió a Polonia y la
con la idea de un Estado mode¡no. EI endu¡eciiriento Iglesia católica a una política de opresión nacional y religiosa ape-
doct¡inal por ambas partes condicionó, pues, y ,rtoria là nas suavizada en algúo que otro momentor cie¡¡e en masa de
conventos y monæterios, sedes episcopales dejadas vacantes por
respect.ivas posiciones. pío x y con él la
mayoría de los muchísimo tiempo, seminarios bajo vigilancia es¡atal, etc.
católicos de todo el mundo ¡eclamaron el pleno restableci_
miento.de la.so-beranía temporal, .rpar".ráo prar r., futu-
Uno de los tasgos rípìcos de esta situación e¡a el poder
ro próximo el de¡rumbamiento del Estado nàcional
italia_ del Estado para intervenir en la at¡ibución de cargos ecle-
no y la restitución de los Estados pontificios, mientras
a los siásticos. Todavía er el siglo xD(, Româ ruvo que conceder
católicos italianos los cuaÌes, es cie¡to, sólo un peque_
-de casi en todas partes a los príncipes y gobiernos católicos,
ño número gozaba del de¡echo a voto, dado .t.åro .., por medio de concordatos, el derecÀo a designar obispos
ligor-..... se les urgía (en el document o papal
Non expedìt\ pare ocupar las sedes vacanres, o simplemente dejar que
42
43
fi.¡mando al obispo elegido.Tal fue el método adoptado
este antìguo privilegio siguiera en vigor. Así sucedió en
en los Estados alemanes excepto Bâviera (Ptusia, Hannover
Francia, España, Portugal, Nápoles, Bavie¡4, Aust¡ia, B¡a-
y los Estados del Sudoeste) y en las diócesis suizas de Basi-
sil y muchos de los nuevos Estados hispanoamericanos. La
lea y San GaìI.
única condición ìmpuesta por la curia papal era el ¡econo-
.4. menudo esta intervención del Estado, ratificada o no
cimiento de dicho proceder como privilegio otorgado por
por un concordato, iba mucho más lejos, extendiéndose
Roma y no como derecho propio de la monarquía o acto
también a puestos eclesiásticos inferiores al de obispo. En
de plena soberanía estatal.
rodo el Sudoeste alemán, donde los párrocos eran designa'
dos por el Estado, así como en Baviera y España, existía
En general, durante eì siglo xx, el nombramiento de obis-
con diversos nombres una especie de ude¡echo de patrona-
pos por los Estados discó mucho de tene¡ efecros negativos. Sería
inexacco afirma¡ que redundó para países entetos eo la instala- to, del sobe¡ano para Ia concesión de muchas prebendas.
ción de un episcopado scrvil, como Io quisieron dar a en¡ende¡ Tratâbase aquí mayormente de derechos sancionados
no pocas voces extremistas y uhramontaoas en ciempos del conci- por Româ en conco¡datos o acuerdos similares, que no in-
Iio Va¡icaoo I. Efectivamente, los obispos de los países donde el cluían ningún derec/to de suþertisión propiamence dicho
Estado ejercía su de¡echo a nombra¡los no resultaron por regla A. esra última câtegoríâ peltenece el p/øcet o exJequarur
general peores, en sus cualìdades pastorales y espirituales, que los (visto bueno del Estado para las publicaciones de la igle-
designados directamente por Roma. Esco no sólo es aplicable a sia), que hasta 1848 estuvo prácticamente en vigor en to-
Baviera, por ejemplo, sino también a -Austria y Fraocia. Donde
dos los Estados de la Europa continental para cualquier
sí puede hablarse de resultados más claramente negativos fue en
clase de documentos eclesiásticos (inclusive las cartas pasto-
España y las rierras hispanoamericanas.
rales de los obispos y los textos del magisterio pontificio),
y también el recursus ab abusa (àerechos a recurri¡ al Esta-
.4. los gobiernos no católicos no les concedía Roma, por
do cont¡a una sanción eclesiástica). Todos estos âctos son
principio, el de¡echo de nomb¡amiento propiamente di-
comprensibles en el contexto histórico del absolutismo ta¡-
cho, sino el privilegio <negativo> de vetar Ia designación de
dío de la época y del auto¡ita¡ismo de los Estados cuando
Ios candidatos mal vistos. En tales casos, la aprobación o
aún no se conocían, como en nuestfos tiempos, los dere-
el rechazo de una elección canónica llevada a cabo por el
chos básicos y libertades de prensa, asociación y opinión
cabildo catedralicio se percibía como una inadmisible inje-
Àdemás, se trataba de medidas tomadas por el Estado para
rencia en Ia libe¡tad de la Iglesia. Más bien se prefería el
pfotegerse a sí mismo en una situación en que se entfe-
procedimiento llamado del <veto irlandéso, otorgado a In-
mezclaban confusamente los campos religioso y civil En
glaterra desde 1815 para proveer las sedes episcopeles de
general se argumentaba diciendo que la auto¡idad estatal
I¡landa. Este método consistía en el envío al gobierno, por
no debía inmiscuirse en los asuntos esp.irituales, pero tenía
el cabildo, de una lista donde el primero podía tachar los
de¡echo a interveni¡ Para zsegurarse de que a su vez la
nomb¡es de las personøe nzinus graÍøe; no obstante, tres o
auto¡idad eclesiástica no tebâsaba los límites de su compe-
como mínimo dos de los candidatos que figuraban en la
tencia ni se permitía ninguna injerencia en las cosas del
Iista debían ser aceptados para su elección canónica. ,{ di-
Estado. En ello se apoyaban los gobiernos p^ra ztrcgaße
ferencia de lo estipulado en los concotdatos fì¡mados con los
todavía otros muchos derechos de osupervis.iónn, por ejem-
países católicos, Roma, según eI Código de 1917, sólo en-
plo en lo relativo a la enseñanza de la religión, los catecis-
t¡aba en funciones al final de ¡odo este proceder, con-
4,
44
mos y los centros de fo¡mación sace¡dotal. Finalmente, ¡educirse a lo siguiente: Por una parte'
secularización del
acaba¡on por necesitar la aprobación del Estado casi todas no desvlncularse
Estado; por otra. aspiración de la.lglesia -â
,o,rl*"åt. del Estado prra ser libre y autónoma'.stno
las actividades religiosas, aun las que iban más allâ àe Iz el

å.r.", 1".r"- agudizadì, de mantene¡se en toda la


vida est¡ìctarnente parroquial: misiones populares, rome- gran-
rías, peregrinaciones y, sobre rodo, el establecimiento de
deza del ântiguo régimen'
órdenes o congregaciones. Hasta 184g el desa¡¡ollo ilimita-
España y Portu-
do de las órdenes religiosas fue imposible en prácticamente Âsí sucedió sobre todo en los países latinos
',;;;;;.t.
todos los países, a excepción de los Estados pontificios y, y
,ipo de legislariones iiberales anticlericale"
a

po¡ otra parre, de Bélgica y las tierras anglosajonas. "rl i; t;ro' iu.go unã vez mâs Espana' esPcrialmenrc cn
;;; 1
de PiamonLe'
Âlgo más es importante : allí donde prevaleció un <ré- ios años treinca Durante la supremacía i¡aliana
¿;';.;; ;"á"P,"ron medidas comparables Iltalla d: t8l-1:
gimen liberal>> en lugar de la restauración, no fue suprimi- f."t'i:hn los mas
tcino de
da casi en ningún caso la anrigua panoplia bu¡oc¡ática de la, cuale, conciáuaron en el nuevo
tenden-
eclesialismo estatal, como opuesta a los auténtìcos princ.i- ã" los oaís.s latjnoameticanor se deió sentir esa misma
del siglo' aunque cobro mayor
pios liberales. .4.1 conra¡io, rales a¡mas s.iguie ron esgr.i- .ia va enrrad" la segunda mitad
ã. isto. o,to tanto aconteció en suiza al aca-
;;t;ì;t;;ét
miéndose en gran escala y aun se afilaron. Hubo entonces
l^ìr.-f" n'""", àel Sanderbttnd' (18'r7l y más adelante' con

:
cierta <separación entre lglesia y Estador, pelo una sepata- nu.uo. biíor, tras el concilio Vaticano I En las ¡lerras alema-
para con
ción de ca¡ácter anticle¡ìcal y conflictivo (a diferencia áe las .rr. ,o¡r. todo P¡usia. la hosrilidad de los gobiernosluqar en el
)
srtuaclones que conoc€mos actualmente, donde la lglesra iÏ t"r."ri"'"räiu'iot"nì. l* conflicros que ruvieron
no gozà ya de un régimen privilegiado, pero sí de plena o"rädo d. 1871-1887
-f"r, La postura oficial de l¿ Iglesra Ìrenre ar
libertad al amparo del derecho general). Esto guarda èstre- ffi;il; i i.uL"'ttntt el concepco liberal de "separación
por lo demás muy equrloca
chísima ¡elación con el concepto, propio del liberalismo y cntre lelesia v Er¡ado" 1lórmula'
experren'ta.con
i el absolutismo decimonónicos, de que el Estado es fuenre .n.l sislo.xx1 depende en buena pane de suque en el mrsmo
rodos a[uellos regÍmenes anticle¡jcales Cieno
I y norma excìusìva de todo de¡echo. La libertad de que en Bél'
.üå'¡Ju" ,r-uien e*pe'ientias cn sentido conr¡a¡io:
ot¡as comunidades disfrutan dent¡o del Estado es una li- Unidos y pro-
íi.". del ìeino de los Países Baios
I bertad que éste concede y por ende autorize, y no algo an-
iÏ""t "iã..*";r".
r^ ðålt*"ción de 183t' y luego en los Estados anglosa-

l
te¡io¡ al Estado mismo. Entre las disposiciones clásicas de in.r.i. En esros casos la lglesia católica gozó de tomPlela
irú.ì"¿l ti" pt;"tl.gios ni gãranrías concordatarias de
los gobiernos liberales de esta época fìguran la expropia- ninguna
.
ción parcial o total de .los bienes de la lglesia, la secula¡iza- .i"t.. ia* eiperien".iatmarcaron ¡ambién mucho a los ocatóli-
-iiUJ.r,,,'p.ro
I ción de la enseñânzâ libe¡ándola de todo influjo eclesiásti- .* dejaron poca huella en la conciencia dc
eo.1895'
I co, la inr¡oducción del mat¡imonio civil como el único i,;-;. E; .rt.'r".ttido es signficativo que' todavía
a los obispos
* ,u .^.^ Longiiquø oceani duigiàt
¡econocido en derecho y, muy en especial, la supresión de Ë;xti,-
"^"ì,.^*.ì1.^.* disfrutaba efecti'
,econotieì" que la lglesia
todos o muchos conventos y órdenes religiosas, primera- '
mente la de los jesuitas y otrâs congfegaciones afines como ;;;;; ã. plena libertad en los Estados Unidos' peroserían
aña-

la de.los ¡edentoristas. El rasgo típico de los conflictos del dieä;-t;; io, f-,o, del desar¡ollo de Ia vida eclesial
,n^yo,., la lglesia gozara también del favor
de
t,
siglo xx entre iglesia y Estado, que constituyen un fenó-
;;';til 'i
meno común a todos los Estados con mavoría católica o * cantones católicos, que fue
LigÀ seParÀtis!â formada Poc los siete
con una mino¡ía de al menos un tercio de católicos, puede (N del T
derrotada en 1847 )

46 47
læ leyes y deÌ auxilio de los poderes
públicos para hacerlas se mantiene con bastanre constancia en el siglo Xix. Orro
cumpli/.
es cienamenre el caso de sus posibilidades áe ¡ealización
Ouo, facror imporranre es que y de la polírica prácrica. Ya a po.o del .ongr.ro a. Vi.n;,
, Ia lglesia
de en eJ siglo xx coì¡ió
la Iucha por la liberrad
Roma se vio obligada a hacer notables concesiones. firman_
p"r.;rs .on .ì J;i'ai
sotietas cÁnshiana y .l Ér,rjo do pacros y aceptando componendas. y en Io que iba roda-
T:Ti::i]i
rlr, c¡ oeseo por parre de la Iglesia
.ri;;ir;":;;^d._ vía más lejos y no podía aprobar formalmente , al menos
de ejercer el mayor in-
fJu;o posible en la sociedad
i
el Esradá. Er;" a tole¡a¡lo en silencio. Diversos factores contribuyeron a
diversos aspecros. En el esta situación. .4,1 principio, la polírica eclesiást.ica de Roma
caso ;ã*f . ";;;;,;;
,*-*-Ërrrã;i.;:ä:
ral cosa "
reatizabte. i, fgl;".;,;;;;i;- se caracterì26, hasta bajo el pontificado de Gregorio xvi o
:::1::d.
rrândose a sus r¡adicionales.parecía como mínimo hasta las ¡evoluciones de 1g30 (la de julio
inmunidadesl
t:; era va i m posì ble,pt i., ; l;
E" lr;;;;;;
l^"-
j-b"i"
rc(rru ccresras[rço en un Estado
;;r;i;;i. .ì'ä:-
en F¡ancia, las de Bélgica y Poloma, el movìmiento de su-
blevación en los Estados Pontificios), por el predominio
decimonónìco. En cambio
rcsulLaban ahora rodavía . del concepto de <legitimismo>, basado en la månarquía de
más
d o o_,,,, g,,,n,ìL
;;ä;;, ::iff :[TJ:: : :,: il ;: f;ìî-
zacrór general. Se rraraba
de¡echo divino. Lun en los casos de una ¡elación en modo
alguno exenta de conflictos ent¡e Roma y los gobiernos, la
rodoie lr.";p;r;;.;; d.
sob¡e
en ct campo de la educación y solida¡idad general ocultaba exterio¡mente talès conflictos.
i lqï,
marnmonro, ya que precisamenre ". lJ;";;;;;;ì ,4.sí aconteció, por ejemplo, en Alemania hasta el .,suceso,
en el iiglo
",*.".i"å
a ¡eivindicà¡ para sí una inre¡vención de Colonia>, en 1837 (véase 2,4.1), que resquebrajó por
1.-a:,:ù
mayor en. esros dos
cada vez
vez primera dicha solidaridad común. La misma tolerancia
terrenos que hasta .n,on.., hrbäridï
monopolio exclusìvo de lgiesia. Ér,r, ;-;;;;,:; prevaleció con Gregorio XVI, aun frente a un régimen
tauos catotrcos. sojÍa ¡eclamar
Ja
ilrïi abie¡ramente perseguidor de los catól.icos como el de Ia
¡,n de¡echo de inspección
no Rusia zarista; du¡ante la revolución polaca de 1g31, el
la enseñanza reiigiosa. srno
i:,:-l?::
to rclatlÿo e ccnr¡os docenres n¡qfç56r.,
también sob¡e rodo papa se limitó a enviar notas diplomáticas de protesta con_
reria y iibros.de r.*ro. ,mén'd"
d. ;r;i;;;;r;;:
com^plera de las leyes eciesiásricas.
l; ,il"*ìärli,iiil'i t¡a las violaciones de la lbertad religiosa, miàtras en pú-
blico exho¡taba al pueblo polaco a que se sometiera á la
ideal y su prociamación básjca auto¡idad, <<puesta po¡ Dios>, del zar de Rusia. po¡ últi-
-- l,.r.irn_a.XtX, clâro es¡á, sólo una facera
consrituven
mo, otÍo factor que tampoco debe subesdma¡se era la cos_
:l-:,rCl"
Ë::uat Ye suma rmponancia suele se¡ aqui ia
J" i;;;;ì;å;; tumbre ya araigzda en el cle¡o de la mayoría de los países
disrin.iån
L1 *res;s, es et,¿.,1. i" ìåï"lio,_ de most¡a¡se dócil al Estado o vivir con este tipo de reìacio_
:ij.".::'l: ^ de Ia histo¡ia.
Jaqa a cespecno
",.,ù,pó,,.:i:" nes eclesiástico-estatales. Para una auténtica lucha por Ia li_
de un Esrado carólico dånã"
*,îirr-,ico se idenrifica por enrero be¡tad de Ìa Iglesia faltaba ante todo el respaláo de la
lj. ^0.^:::1", -hrpóresis". con el de¡e_
en base. En parte se t¡ataba también de un cle¡o todavía fue¡-
:i,":,,-1:" :, cambio. encarna el -"..;;
temente impregnado de las ideas de la ilustración religio_
q, puede reaÌi zarse y ;.;;;
lTlj'll-. I :l*'..1,,
qo cn cada srruacrón l9 :
hisrórica y polítiea. I_a ..i.r¡"
;;;;j: sa. Hubo de pasar bastante tiempo hasta qra ,.,ar" .rrrau,
."_r", generación de sacerdotes, así como de seglares comprome_
. 4 uActa Sa¡crae Saedis> tidos en la política y la vìda pública, se sintie¡a muc-ho más
27 (1g94l1s95), t90 <,ulüamonrana,> y por ranto incómoda en e.l sistema vigen-
4B

49
re, hasrâ el punto de combati¡ por liberar a la lglesia del hasta entonces se habían negado a firmar concordatos con
yugo del Estado. Los primeros países en que afloró esta in- la Santa Sede, invocando la absoluta soberanía del Estado,
quietud fueron Francia y Bélgica. EI cambio comenzó a se most¡aban ahora dispuestos a âceptar arreglos concorda_
percibirse en los años veinte, en F¡ancia sobre todo gracias tarios con cláusulàs muy favorables para Roma, y otros
ã Lamennais. En Alemania se dio este paso, con desfases ponían fin al antiguo eclesialismo estatal o lo mitigaban
de tiempo según los distintos Estados, du¡ante los años considerablemente: España en 1851, Toscana en el mismo
treinta y cuarenta (las primeras en darlo fueron las diócesis año, unâ se¡ie de Estados de ,{mérica cenrral y meridional
renanas), y en España e ftalia bastante más tarde .A. partir de 1852 a 1862, y sobre todo.A.ust¡ia en 1855. EI conco¡-
de 1836, el cardenal sec¡etario de Estado Lambruschini im- dato fi¡mado por .Austria constituye un triunfo especial-
prime a la política eclesiástica de Roma un nuevo carácter, mente señalado de la ¡estauración ultramontana, no sólo
pasando a [a ofensiva y reclamando sin ambages los de¡e- por haber acabado con el josefinismo, sino muy en parri
chos y libertades de la Iglesia. cular por su reglamentación de todo lo relativo al mat¡i-
Fue aquí decisiva la instau¡ación de un ucarolicismo> monio y la enseñanza de acue¡do con los ideales de la lgle-
como potencia o dimensión sociológìca dentro del conjun- sia. Fue, puede muy bien decirse, un conco¡dato modelo,
to de la sociedad. Desposeída ya Ia ulglesia, de su poder por cuanto ¡ealizó casi a la perfecc.ión los dos grandes obie-
político a raíz del proceso iniciado por la revolución' dicho t.ivos de la polítrca eclesiástica en e.l siglo xtx: la libe¡tad
..catolicismo, vino a constituir su nueÿo brazo secula¡, aun- de la lglesia y Ia societas christiana.
que en adelante tttlizaria los medios de la era dcmocráti- Sin duda quedó aquí bien patente que la lglesia había
ca. En esto justamente residía el porvenir de la libertad de tocado fondo en sus exigencias o, si se prefiere, había ten-
i
!, la Iglesia, lo que durante mucho tiempo nadie fue capaz sado el a¡co hasta el límite de sus posibilidades. probable-
:ri

de reconocer ni siquiera en Roma. Sólo por ese camino po- mente hubie¡a sido mejor para ella obtener algo menos, yâ
I que este concordâto aguàizí el libe¡alismo anticle¡ical, t¡o-
día pasarse a la ofensiva en el combate por la libertad reli-
g.iosa, mientras que la política eclesiástica de Roma, por sí pez6 czd.a año más y más con una encarnizada oposición
iola, bastaba únicamente pera sostener una lucha de de- interior y en total no llegó a durar más que 15 años; la de-
fensa y guarda de principios allí donde apenas era posible fìnición de la infalibilidad ponuficia, en 1870, sirvió de ex-
cambiar un ápice de la realidad. cusa pâia su revocación- La ¡estauración uh¡amontana lle-
Decisiva fue en este sentido Ia ruptura que representó gó a su apogeo en 185 5, y ese mismo año se había ya pasa-
el año 1848, con el estallido de las revoluciones europeas- do de rosca. El concordato aust¡íaco fue el puesto más
En adelante la.causa de la libertad de la Iglesia fue ganando ayanzado que llegó a conquistar, su cuña más lejana en el
terreno y conquistando posiciones duraderas Tal sucedió frenre. Âhí se detuvie¡on sus progresos y en ese preciso
en Francia, especialmente en el campo de la libertad de en- momento comenzaria la contraofensiva de la secularización
señanza, por la que ya había luchado Montalembert (cf y el liberalismo. Este movimiento, que fue consolidándose
2.4.1) en los años cua¡enta (ley Falloux de 1810)' y en el du¡anre los años cincuenta, tenía su origen en la general
del asentamiento de las órdenes religiosas .Asimismo en Pru- evolución intelectual de Europa. En efecto, lejos quedaba
sia, donde Ia Constitución de 1810 concedió a Ia Iglesia ya la época del ¡omanticismo, que había dado a la lglesia
católìca por dos decenios una autonomía interna que ser- cierto impulso precisamente entre los inrelectuales. .A,hora
vìría de modelo a los católicos alemanes. Gobiernos que tomaba el ¡elevo el positivismo, es decir, la idea laìca de

50 t1
T-

progreso, estrechamente vinculada en Alemania e Italia con 2.2.3. Los nuetos cøto/icismos
el concepto de la unidad y grandeza nacional. Su eco poli
tico fue el avance de libe¡alismo. Los concordaros fi¡mados Si es cietto que pârâ Ia Iglesia católica de los países lati-
todavía en los últimos años cir-rcuenta (con Baden en 1857, nos, eslavos y germánicos su ¡elación al menos exte¡na con
con \X/ùrttemberg en 18i9 y con Portugal en el mismo año el Estado constituyó ininte rrumpidamente el tema pri-
1857) fracasaron ante lâ oposición de los liberales. La uni- mordiâl en el siglo xx, no puede decirse ot¡o tanto de los
ficación itaüana de 18)9-1861, con el subsiguiente desmem- <nuevos catolicismos>, que desde un principio se habían
b¡amiento de los Estados Pontifìcios y Ia arrrenaza que sobre formado libres de la tutela del Estado y por sus propias
el resto pesaba, supuso un nuevo triunfo para el liberalismo. fuerzas y que ahora iban cobrando cada vez mayor impor-
EI concilio Vaticano r y la definición de la infalibilidad tancia en el seno de la Iglesia unive¡sal. Tratábase, en pri-
del papa agravaron ciertamente no poco el clima político- mer lugar, de los catolicismos anglosa.jones de Inglaterra,
eclesiástico en todos los países y aceleraron aún más la in- Estados Unidos, Canedã y Australia, y luego también del
tensificación del conflicto político-ideológico ya bastante de los Países Ba.los que, a pesar de su inicial sujeción al Es-
manifiesto en la década de los sesenta. Al final del pontifi- tado, du¡ante Ia primera m.itad del siglo, logró a su vez li-
cado de Pío tx (1878) no había ya en ningún Estado rela- be¡arse de sus cadenas a pardr de 1848; rras la ruptura del
ciones normales y pacíficas con la lglesia. La siruación e¡a concordato, por acuerdo de ambas parres, volvió en 1853
o de abie¡to antagonismo (en Alemania, Suiza, Italia y mu- a existir una .jerarquía eclesiástica regularmente nombrada.
chos países sudamericanos) o de lucha insidiosa y tensión En todos estos países se hizo una nueva experiencia de la
permânente (Francia, Austria-Hungría). Sólo las naciones ¡elación ent¡e catolicismo y libenad civil, lo que no podía
anglosajonas, donde la separación entre lgles.ia (católica) dejar de influir de algún modo en las naciones católicas.
y Estado e¡a un hecho, constituíen una excepción. Estos nuevos catolicismos quedaban determìnados por
Para analtzar este complejo contexto donde la defini- ciertos rasgos que repercutieron en la totalidad de la Iglesia
ción de la infabilidad pontificiâ vino a echar leña al fuego católìca y también, más perceptiblemente desde León XIII
de los conflictos entre Ia Iglesia y el Estado, resulta dema- (1878-1903), en su cent¡al romana. Partiendo de muy mo-
siado simplista atenerse â la sola idea imperante entones, destos principios o del remanente de anterio¡es persecucio-
de la <peligrosidado de los dogmas papales o del ultra- nes, fue¡on poco a poco desa¡¡ollándose a lo largo del siglo
montanismo. Pero es cie¡to que el Vaticano t y Ia defini- xlx, en que los católicos consiguieron en parte Ia igualdad
ción de Ia infalibilidad lleva¡on a su punto de ebullición de de¡echos con Ia consiguiente integración de la lglesia
el ya caldeado ambiente político-.ideológico, al refo¡za¡ el católica en la vida pública del país. ,4.simismo en el siglo
sendmienro de idenddad católica en rérminos de antilibe- XIX, surgió en estos países, que hasta la reorgantzaci1n
ralismo y antimodernismo. Esta lglesia católica, que a raiz de la cu¡ia en 1808 dependían aún de la Congregación de
del concilio Vaticano I había ganado en coherencia, se en- Proþagøndø Fide, una jerarquía episcopal ordinaria. Mino-
f¡entaba ahora con un libe¡alismo no ya pluralista sino ¡ita¡.ios dent¡o de su respectiva nación, los nuevos catolicis-
ideológico, que a su vez luchaba contra el influjo de la mos tuvie¡on que luchar por mucho tiempo y contrâ nu-
Iglesia en nombre de un sistema ce¡¡ado de valo¡es umo- rne¡osos obstáculos para lograr un total reconocimiento
dernos, (ciencia, progreso, nación... ). Ent¡ambas evolucio- interno. Todos ellos experimentaron, no obstante, en el
nes se condicionaban mutuamente. transcurso del siglo xtx y la primera mitad del xx, una

53
asombrosa expansión, debida por un lado a .la rnmigración cer al rey inglés como cabeza de Ia lglesia. Este progreso no impi-
(más cualitativa, en razón de ciertas personalidades emi_ dió que incluso muchos carólicos ingleses considerararì como pre-
nenres, que cuantitativa) y por otro a las conversiones, Se marura y peligrosa provocación el restablecimiento de la organi-
exhortaba a esros catól.icos :utilizaf sus propios zacióo episcopal regular en 1850, por ioiciativa del ca¡denaì
conc¡etados en notables a¡udas^ pecuniarias y donesmedios, Nicholas \X/iseman (l 186i), arzobispo de \flestminster. Lo inten-
perso-
nales, para sostene¡ enteramente Ia vida eclesial, là que so de los senrimientos anricarólicos que aún subsistían se puso
frucrificó en una densa ¡ed de cent¡os docentes de la lgie- bien de manifiesro cuando una excitada chusma, qlue griraba ono
sia, desde escuelas primar.ias hasta universidades_ Desd! el poþeryr, quemó en efigie el cardenal, representado por un pelele
punto de vista nacional, los catolicismos anglosajones esta- de paja. No faltaron tampoco graves tensiones durante los dece-
nios siguientes. El catolicismo inglés, cuyo número de adepros
ban
-y siguen estando- poderosamente imbuidos del
elemenro idandés, lo cual no dejó de provocar (como en
crecía a ojos vistas, estaba sumamenre ma¡cado por los irlandeses,
que afluyeron en masa sob¡e todo a raíz de la gran carestía y
lnglaterra, Ausr¡alia y los Esrados Unidos) importanres hambre de 1845-1.841 en los cenrros industriales (Gran Londres
conflictos con los secro¡es eclesiásticos de oiigen inglés o y Midlands). Su catolicismo vigoroso, despreocupado y exento de
alemán. Sobre todo a causa de los i¡landeses, las li'lesias cemores para con los protes_tantes no fue bien aceptado por los
de esros países adquiricron un intenso cará.ter roilano- ovìejos> cacólicos ingleses. Estos, du¡ante los siglos de persecu-
ultramontano, cosa que en el siglo xlx no podía menos ción, habían aprendido Ia cautela, el disìmulo y la reserva, y en
-rasgo cuesdones que podían he¡ir la sensibilidad de los proresranres,
de dar pie a resistencias y oposiciones. Otro común
a tales catolicìsmos era su índole predominanternente upo_ como el culto a Maúa, la devoción a los sancos, a Ìas reliquias y
pulisto, con una jerarquía próxima al pueblo sencillã y al papado, procedían con la máxima disc¡eción. Todavía vino a
añaditse un tercer grupo: el de los conve¡ridos de la alta Iglesia
más en particula¡ a Ia clase uabapdon. Respecto a.la
anglicana pertenecientes al movimiento de Oxfo¡d. Con algunas
democracia, los de¡echos de tipo liberal y las modernas
excepciones, la más coqocida de las cuales es John Henry New-
formas de organización social, se desenvolvió aquí una re_ man (l 1890), buscaban en Ia lglesia católica precisamente el
lación pragmática y sin trabas. por supuesto, daúa su situa_ polo opuesro al protestantismo. Po¡ ello reforzaron también, al
ción minoritaria, estos catolicismos han venido ca¡acre¡i_ igual que los i¡landeses, la o¡ientación romano-ultramontana y el
zándose hasta el concilio Vaticano lt por una autoafìrmación fomento de las devociones rípicas de países mcridionales. .4. esro
''en bloque,. mucho más nera y menos diferenciada que Ia último contribuyeron manifiestamente el cardenal W.iseman y su
del catolicismo alemán o francés. ,Anres de Va¡icano ll es sucesot, el arzobispo Henry Edward Manning (t 1892), nombra-
difícil encont¡a¡ en ellos una apertura .intelectual y un en_ do en 1865 por el papa Pío IX corrra el parecer del cabildo cate"
dralicio.
frentamiento con las cuestiones planteadas por la moderni_
En Aust¡alia, que al principio sirvió de presidio para crimina-
dad, como en e.l caso de muchos países dc Europa.
les, surgió la Iglesia caróìica en los albores del siglo xtx por obra
de los i¡landeses condenados a la deportación, enr¡e los cuales
En Ioglarerra, la emancipación de los cacólicos se llevó a cabo había también algunos sacerdotes, La lglesia carólica, que hasta
eD 1829 gncias a un seglar, el elocuente líde¡ de los irlandeses
nuestro siglo ha venido invariablemente rep¡esentando un 25 ÿo
Danìel O'Con¡Ìell (t 1S47). por vez primera pudieron los caróli_ de Ia población ausc¡aliana, estuvo aquí aún más marcada por el
cos llegar a ocupar ca¡gos públicos y ser elegidos para el parla_
influjo irlandés que lnglarerra o los Es¡ados Unidos. El iotento
mento. Hasta entonces seguía vigenre el <juramento del tesr>, de
del gobierno inglés, rras Ia emancipación de los católicos de In-
1673, por el que todo aspirante â un puesro oficial debía recono_
glaterra en 1829, àe àar a la lglesia ausrraliana una autoridad in'

)4 55
l-

glesa (recurriendo a benedictinos ingleses) suscicó consrantes y hay que mencionar, por parte del cle¡o, que hasca más allá de
du¡ade¡as tensiones. Finalmence, en 1842, se instauró aquí la je- la mitad del siglo sólo en un mínjmo porcentaje se cornponía de
rarquía regular. oriundos del propio país, con una considerable influencia fiance'
En Canadá, donde los católicos siempre han constituido al¡e- sa debida prìmero a los sacerdotes huidos de la revolución y ìue-
dedor del 40 % de la población toral, exiscía una siruación partì- go a los misioneros.
cular de resultas de Ia división ent¡e el Canadá fiancés (donde vi-
vían la mayor parte de los católicos) y el Canaàá inglés. En el
Canadá francés (diócesis de Quebec) eÌ ca¡olicismo se remontaba Bibliografia
ø. Ia época de la colonización francesa. Cuando en 1763 pasó el
territorio a depender de Inglaterra, la Iglesia católica, fue¡a de al- \V. Becker, Der Kaltarhampf øls earopàiscbes und øls deut¡ches
gunas dificulcades iniciales, no se vio especialmence incomodada Pl¡ànomen, <Hisrorisches Jahrbuch> 101 (1801) 422-446.
y logró por fin, en 1840, Iiberarse de toda restricción. EI catolicis- J. Hennessey, Amenlcøn catho/ic¡, A /ti:tory oftbe rataøn cøtho-
mo f¡ancocanadìense siguió esrando, aun en el siglo xü, muy lic conzmuni4 in tlte Udted Støtei, Ox{ord 1982.
influenciado por el francés, como Io reflejaban ranto su ult¡a- G. Martina, Pio IX, hasta ahora r. I-lI, Rom;. 1974-1986.
montanismo como las fo¡mas caracte¡ís¡icas de piedad; también N. Miko, D¿¡ Ende de¡ Kìrcbensî¿¿øte¡, t. I-IV, Munich-Viena,
se mostró globalmente conservador f¡ente a las modernas ideas 1964-1970.
políticas. C. Veber, Kørdixàle a¿d Prijløten in den letzten Jøbnebnten
En Ìos Estados Unidos, al decla¡arse la independencia en de¡ Kircben¡taøte¡. EliÍe-ReÁrutierung, Køriere -fu|u¡ter und
1776, los católicos representaban menos del 1 o/o de Ia población s ozìd/e Zusanznzense lzultg der Ãuriø/en Fü/trungt tc y'¡ic /t, zur
del país, es decir, 25 000 enr¡e 4 millones de habitantes; casi to- Zeit Píu¡'1X., Stuttga¡t 1978.
dos ellos se repartíar en Maryland y Pensilvania. EI comienzo de
la jerarquía guarda rclación con el obispo John Cerroll (1789-
1811), de Bahimore, cuya diócesis abarcó rodo el te¡¡ito¡io de los 2.3. Renovación de ia vida eclesial
Estados Unidos hasta 1808. Carroll dejó una profunda impronta
en el catolicismo norceamericano por su (sí' de principio a la
AI conf¡ontar el punto más bajo de la vida eclesial, allá
Consrirución dcl país y a las ideas de democ¡acia y tolcrancia,
pero no consiguió hacer prevalecer sus ideas moderadas a propó-
por 1800, con el nuevo impulso externo e inte¡no de Ia

sito de una lglesia nacional. El peso cada vez mayor del cacolicis- misma du¡ante las siguientes décadas, han de evita¡se dos
mo en la vida de Ia nación estadounidense queda bien reflejado errores. En primer lugar, el hecho innegable de que en
en su exrrao¡dinario c¡ecimiento, no sólo en cifras absolutas, sino torûo â 1800 se viviera unâ clâ¡â época de crisis no debe
también proporcional. De menos del i 0/o, el número de católi- lleva¡nos a incluir en bloque y sin más en Ia olocura, de
cos subió al 2,4 o/o del conjunto de la población blaoca en el año tales tiempos ciertos amâgos de ¡enovación calacterísticos
1820; hacia 1850, los carólicos constiruían el 8 %, en 1870 el de la ilustración religiosa. Una neta línea diviso¡ia entre
13,4 o/o, en 1890 el 18 o/o y, por último, a mediados del siglo ilust¡ación y superación de Ia ilustración es prácticamente
ru llegaba ya a ser un cuarro de la población. El catolicismo imposible, en especial si se aplica a las tierras âlemanâs y
no¡reamericano fue ¡ecibiendo el infìujo de las dive¡sas oleadas
â âlgunas figuras, entre otras, como lwessenberg (véase
de inmigrantes, al pr.incipio sob¡e rodo i¡landeses. Hacia media-
2.3.1) y Sailer (véase el párrafo siguiente), que no encajân
dos de siglo vino a añadirse el elemento alemán, lo que no dejó
de provocar en parte agudas divergencias, y más adelanre, a fina- €r esâs categorízs. En segundo lugar, tampoco hay que pa-
les, Ilegaron los italianos y eslavos (en especial polacos). Todavía sar por alto otras tentativas de renovación que se abrieron
I

56 57
:r
câm.ino en Ia primera mitad del siglo y resultaron decisivas 1802. En los países germánicos lo consdtuye una serie de
para super el ca¡ácte¡ unilateral de la ilustración, pero conversionés de ilustres personajes en los que se manifiesta
que aún no se siruaban en el ultramonranismo propiamen- unâ nuevâ atracción hacia la lglesia câtólica. Encabeza la
te dicho y desde mediados de siglo empezaron a quedar lista el conde Stolberg (t 181ÿ) cuya conve¡sión en 1800,
relegadas. en Münster, mientras f¡ecuentaba los salones de la princesa
Gallitzin, causó grân sensación. Otro tanto aconteció en
De esta co¡¡iencc formaba pane, en -{lemania, el profesor de Viena, en 1808, con la conversión del filósofo Friedrich
teología pasroralJohann Michael Saiìer (t 1832), que con su reli-
Wilhelm Schlegel (t ),829). Y de ahí en adelante no cesa
giosidad crisrocéntrica, alimentada mnto en la Sagrada Escritura
la ola de conversiones de poetas, filósofos y hasta polítièos,
como en su personal vivencia de ia fe, ma¡có, sobre todo eo Ba_
vie¡a, a toda una generación de sacerdoces y segÌares. No obstan-
Ent¡e todos ellos hay que conrar tamblén â personâs como
te, dada su apertura y amplitud de espíriru, su actitud ¡ese¡vada el poete Clemens B¡enrano y el publicista e historiador Jo-
para con las fo¡mas ex¡e¡nas de piedad y su posrura serena.frente sef Gö¡¡es, quienes tras una fase de inc¡edulidad volyieron
al protesranrismo de buena ley, no correspondía al concepto de a encont¡ar la fe de su infanc:1a..
renovatión de los adeptos a Ìa rendencia <<estrìcto, como la que Esta ¡enovación religiosâ presentâ múldples facetas; no
defendía entonces en Viena de modo especial el ¡edento¡ista Cle- pocâs veces las vías de Ia ilustración católica corren parele-
mens Maria Hofbauer. Por eso, a partir de mediados de siglo, las con los nuevos câminos. A partir de mediados de siglo
Sailer se vio caàa vez mâs incompreodidot. su situâción general se modifica hasta el punto de no tener
yâ nada que ver con lai tendencias propias de â época, que
La ¡enovación religioso-eclesial no es desligable del vi son más bien el positivismo, el libe¡alismo y la fe en el
raje ideológico de la primera mitad del siglo, al que suele progreso. La ¡enovación eclesial, con todo, consigue ahora
aludi¡se con palabras como <¡omandcismo> o, incluso, mediante su <vuelta al pueblo>, moviliza¡ las ¡eservas de
<tradicionalismo>. T¡átase aquí de un fenómeno experi-
la t¡adicional piedad popular y ejercer así una conside¡able
mentedo en muchos niveles. Como reacción contra el do- influencia. Este ¡eto¡no al catolicismo de masas se acompa-
minio exclus.ivo de lo ¡acional. se da un ¡eto¡no a la. tradì- ña naturalmente de una mayor unrformidad y de la elimi-
ción, a la historìa y a todo lo natu¡al o esponráneamente nación de otros aspectos.
organizado. Mient¡as la ilustración podía calificarse de <re-
Podemos así aventu¡ar una a{ì¡mación; jamás coinci-
belión de la razón cont¡a la histo¡iao, ahora arraiga honda- die¡on tanto la no¡ma o{ìcial de la Iglesia y el compor-
mente el sentimiento de que lo verdedero y válido existe
tamiento real de la mayoría de los fieles (y sacerdotes)
ya de por sí y no se <fabrico, de que la historia es superior
catól.icos como en el período t¡anscurrido entre 1850 y
a la razón. .4 esta gran encrucijada corresponde un nuevo 1950. Esto es especialmente aplicable a los países de con-
volver al c¡istianismo, prec.isamente po¡ parte de muchos fesión mixta o someddos a gobiernos no cetólicos (Ir-
intelectuales. Su primer signo, en Francia, es la aparición
landa, Polonia). La necesidad, para el catolicismo del si-
de la ob¡a de Chateâubriand Gãnie du cltnlstianisme, en glo xx, de manrenerse dentro de cie¡tos límites ¡edundó
aquí, junto con una consecuente política eclesiástica, en
1. -Enrce las publicaciooes más ¡ecientes al rcspecto, véase también un confo¡mismo social que no desapareció hasta después
G. Schwaiger, Jobaut Micbael Sailer. Der bø1eircÁe KircÀeøater, de Vaticano II, cuando ese ucatolicismo, perdió su homo-
Mu¡ich 1982. geneidad.
::

i
59
2.3.1. Søcerdocio y formøciín sacerdota/ Si en conjunto el cle¡o alemán del siglo xx se destâca
por su mayor calidad pastoral âl parecer de señala-
Lo que acabamos de decir se refìere primeramente al cle- -aun
das personalidades ult¡amontanas- en comparación con el
ro. La imagen del sace¡dote presentada por el concilio de de los países me¡idionâles, ello es tambìén consecuencia de
Trento y rcalizrda sólo en casos aislados y de modo parcial la ilustración ¡eligiosa.
pese a los ¡eiterados intentos de ¡efo¡mas en los siglos xvl y
Globalmente hablando, puede observarse una nera di-
XVIII, se generalizó y concreró por vez pr.imera en el siglo ferencia de nivel entre los países del No¡te (naciones an,
xlx. Mientras los sace¡dotes y religiosos permanecían vin- glosajonas, Francia, Bélgica, .A.lemania, Suiza, Austria-
culados a las estructurâs sociales y políticas del antiguo ré- Hungría e incluso el No¡te de ltalia) y los del Sur (Italia
gimen, la plena consumación de ese puro ideal religioso- meridionâl, sobre todo los Esrados Pontificios y el reino
pastoral chocaba con las realidades de la socìedad de ento-
de Nápoles, España, Portugal y, aunque de otra manera,
nes: Iglesia aristoc¡ática, beneficios, prebendas, etc. De también Latinoamerica). En estos países meridionales se
hecho sólo el desmo¡onamiento del antiguo o¡den feudal plantea todâvíâ en grân escelâ el problema <pretridentì-
hizo posible Ia existencia de un clero y una vida religiosa noo de Ia existencia de un clero demasiado numeroso y
conformes al ideal t¡identino. Mas tampoco hay que olvidar poco dedicado a tareas pastorales, un clero muy integrado
aquí que precisamente la ilustración religiosa, a menudo tan en clanes familia¡es y que en parre consdtuye un <prole-
denostada, contribuyó ya antes, sobre todo en los países ger-
ta¡iado eclesiástico-espiritual> en todâ regla. Hacia 1880
mánicos, a suscitar un cle¡o secular más espiritual, celoso hay en ltalia un sacerdote seculd por caàa 270 almas; en
de su ministe¡io y, en especial, también más instruido.
España, en 1825, por cada 200 almas hay un sacerdore se-
G¡andes méritos tuvo en esre campo el barón lgnaz Heinrich cular y por cada 160 un religioso, y más adelanre, en
von \X/essenberg, último vicario general y de facto obispo de Ia 1868, un sace¡dote secular por czdz 380 almas. Entre los
antigua diócesis de Constanza (1802-1827). Denigrado por aquel clásicos abusos o irregularidades sobresalen aquí Iâ vidâ
entonces en Roma y tachado de odesafecto, a la lglesia duranre de los clérigos en concubinato, nada infrecuente, y el
todo eì siglo xix, es hoy juzgado con mayor jusrìcia. Fue más gran número de los llamados þreti di þìazza o <curas de
bien uno de aquellos hombres que supieron concilia¡ el deseo de misa y ollan. es decir, los que no ejc¡cen ninguna acrivi-
una buena formación humana de los sacerdotes en la línea de la
dad propiamente pâstorâl fuera de celeb¡a¡ misas a desta-
ilusc¡acìón con una profunda espirirualidad. Â su juicio, el sacer,
jo para ganarse el correspondiente estipendio. Estos abu-
dote no debía se¡ un <me¡cachifle o buhonero de Ia filosofía en
boga o de inconstan¡es sistemas ¡acionalis cas. . . ni maest¡o de bie-
sos no se dan ya en los países del No¡te. Revolución
naventuranzas re¡renas>; pe¡o rampoco deseaba que los mìem- francesa y secularización, junto con las ¡eformas introdu-
b¡os del cle¡o fueran otorpes de espíriru e igoorantes, de quienes cidas por los <ilustrados, relig.iosos, han tenido aquí un
uno solo podía hacer tanco daño como para anular el bien de me- efecto purificador. Los verdade¡os problemas, en lâ pri-
dia docena de excelentes elementos,. Su tragedia consistió en mera mitad del srglo, son de otro orden, en parricuÌar el
perder cada vez más el con!âcro cor los impulsos relìgiosos que planteado por la frecuente escasez de sacerdotes, muy va-
se dejaroo senti¡ rras el congreso de Vienaó. riable según los países y las diócesis. Las cosas, no obstan-
te, vân me.jorando sustancialmente en el transcu¡so de las
6. K.-H. Braun (dir ) KìrcÀe und AulÉlàrung - Igzaz Heìnnc/t rcn Wes- siguientes décadas gracias a Ia multiplicación de los semi-
:enberg(1774 l86A), Ftlb|lgo 1989. esp. p.2A.19: Die C¿zø Wessenberg. na¡ios y cenrros docentes de la Iglesia.

ó0 6t
En especial bajo el pontificado de Pío x (1846-1878), sâcerdotes de comienzos de siglo. Ese apartamiento llevó,
los esfuerzos de ¡eforma por pa¡re de Roma y de los distin- eû el conrexto de todo impulso aposrólico, a un disranciâ-
tos obispos se centran en una profundización espiritual miento cadâ vez mayor respecto de la sociedad profanâ y,
mediante la renovada insistencia en las tradicionales prácti- especiâlmente, de su cultu¡a intelectual. Esto acaeció sin
cas de piedad (rezo obligatorìo de.l breviario, meditación duda alguna en F¡ancia e ltalia mucho más que en los paí-
dia¡ia, rosario, ejercicios espirituales cada cierto tiempo ses germánicos, donde todavía a finales del sìglo buena
para sacerdotes) y en las normas de conducta propias del parte de los sace¡dotes se formeban teológicamente en las
estado clerical. .A.simismo el cle¡o del siglo xx, sob¡e todo facultades universitarias.
en F¡ancia a níz del conco¡dato napoleónico, se volvìó más
dependiente de sus obispos que en los siglos anteriores.
Tocante a las penas canónicas y su aplicación, se abandona- 2.3.2. Renotación teo/ógi6ø 1 møgìsîeio roznøno
¡on las no¡mas de jurisprudencia eclesiástica que preveía el
De¡echo, fundadas como estaban en la antigua unidad en- El punto débil de Ia ciencia teológica a principios del
tre lo canónico y lo civil, por no se¡ ya practìcables en el siglo xx consistía no sólo en una falta de creatividad que
nuevo régimen de separación entre Iglesia y Estado y para venía ya durando mucho tiempo, sino tarnbién en la de-
evita¡ el escándalo de una publicidad anticle¡ical. Tales molición del marco exterior que había mantenido hasta
normas se sustiruyeton cada vez más por el proceder llama- entonces la cohesión de los cent¡os de enseñanza de Ia
ð.o ex infornzøta conscientiaì, que con todo supuso un teología. A este respecto gozaban de una situación privile-
menoscabo de las garantías jurídicas. Â esto se sumó toda- giada.A.lemania y Austria, donde al desaparecer las univer-
vía una tendencia a apaftaÍse lo mãs posible del mundo sidades católicas subsistieron algunas facultades católico-
profano; comenzó por una formación más y más exclusiva teológicas o se fundaron otras nuevas en lzs universidades
en el semina¡io menor y se manifestó, entre ot¡as cosas, en ya paritarias (como en Bonn, B¡eslau y Tubinga), en cuya
el uso generalizado de la sotanâ, que durante el siglo XD( provisión de cátedras, naturalmente, Ia autoridad episco-
volvìó a lleva¡ contìnuâmente el cle¡o en los países .latinos, pal apenas ejercía ya influjo alguno. En el nuevo reino de
F¡anc.ia inclusive, mientras en Alemania, en lugar del <de- Bélgica, la Facultad de teología de la Unive¡srdad Católica
cente> traje oscu¡o de rigor a principios de siglo, se impuso de Lovaina, fundada en 1834, se convi¡tió en un impor-
un atuendo específicamente clerical. tante centro espiritual e intelectual. Para la lgìesia en ge-
En general el clero, hacia fines del pontificado de pío neral y el desa¡rollo de la teología escolástica fue también
Ix, había ganado en la mayoría de los países en alrura de suma importancia que volviera a confiarse a los jesuitas,
apostólica, religiosa y moral. El reve rso de .la medalla lo en 1824,Ia Universidad Gregoriana de Roma, que había
constituía más que nada su obvìo aparramiento del mun- perdido su antiguo lustre. En F¡ancia, du¡ante todo el si-
do, en comparación con la ca¡acte¡ística oapertura, de los glo XIX, el clero se fo¡mó casi exclusivamente en los semi-
na¡ios diocesanos, que dejaban mucho que desear en cuan-
to a n.ivel intelectual y cuyo contacto con la cultura de la
7. <En vi¡rud de una concieqcia informado, es decir, e) obispo pue-
de inreoenir contra un sacerdote de cuyo delico riene certeza personai, época erz prácticamente nulo.
aunque no esré en condrciones de probarlo o justificar su decisión a la La polít.ica de Roma, fue¡temente marcada por sus
luz pública. o¡ientaciones ultramontanas, acabó a lo largo del siglo xx

62 63
por elevar la calidad y profundidad de la fo¡mación teoló- ción, es decir, la línea fideísta y tradicionalista que negaba
gica, que a prìncipios de siglo era casi en todas pârtes muy la aptitud àe la ¡azón autónomâ para conocer la ve¡dad.
rudimenta¡ia y breve (aun en los países germánicos duraba En este campo el máximo represenrante fue Louis-Eugène-
como mixìmo de dos a tres años). En este contexto no se Marie Bautain (t 1867), que influyó muchísirio en el ám-
pretendía, cla¡o está, ahondar personal e independiente- bito f¡ancés. En ninguna de estas dos categorías puede in-
mente en los problemas, sino afer¡a¡se a fuentes seguras cluirse Ia escuela de Tubinga, cuyo papel en el ulte¡ior des-
dentro de un sistema claro e inequívoco. Es aquí ca¡acte¡ís- arrollo teológico se¡ía sumamenre fecundo. Más bien se
tica la est¡echez con que desde el comienzo del srglo se in- vinculaba a los conceptos del romanticismo y del idealismo
terpretó el decreto del concilio de Trento ace¡ca de los se- alemán; su principal logro se concretó en el pensamiento
mina¡ios. En modo alguno había querido este concilio histórico, o sea en unir la historia con la sistemática reoló-
alejar al clero de las unive¡sidades, sino s6lo garzntizarle gica, entendiendo la Iglesia y la tradición en categorías de
en los semina¡ios una fo¡mación suplementaria de o¡den vida y organismo. Su figura más ilust¡e fue Johann ,A,dam
ascético-espiritual. ,4.hora se aplicaba el dec¡eto a la totali- Möhler (t 1838). Sobre todo por su concepción de la Igle-
dad de la fo¡mación humana, incluida la científica, con sia, tuvo gran influencia en una nueva generación de sacer-
implicac.iones hostiles para con la unive¡sidad, y se exigía dotes que, además de desligarse del eclesialismo estatal
que el clero fuera exclusivamente fo¡mado en semina¡ios y del típico ímpetu reformado¡ de la ilustración, buscaron y
sólo dirigidos por la lglesia. No era esto, desde luego, sino consiguieron hallar una fi¡me relación con la tradición
uno de tantos aspectos de la separación entre lglesia y eclesial. Ent¡e sus más importantes escritos cabe menc.ionar
sociedad. Las antiguas unive¡sidades habían sido institu- Einheit in Geiste der Kircbenuàter (Uníàeà en el espíritu
ciones en el seno de una sociedad católica. -4. ellas pertene- de los padres de la Iglesia, 1825) y Slmbolià (Simbol.ismo,
cían evidentemente, como su cumb¡e y remate, las 1832). ¡,1 contrario, Ia teología escolástica, representada
facultades teológicas. Ahora estas últimas o habían desapa- mayormente pot teólogos .iesuitas de la Gregoriana, apenas
recido o (como en los te¡¡iro¡ios germánicos) dependían tuvo algo válido que of¡ecer en punto a una síntesis teoló-
más del Estado que de la lglesia. Así pues, el repliegue de gica propia. En el primer período no destaca nadie por su
la iglesia sobre sí misma, unido a los efectos negativos creatividad o pensamiento autónomo. Sólo en la segunda
de su separación de la vida intelectual de la época, se refle- generación suscita la escuela romana, con los teóiogos .je-
jaba en el .lugar sociológico ocupado por la teología. suitas Carlo Passaglia (l 1887) y Clemens Schrader (t 1875),
Las nuevas tendencias c¡eadoras de Ia teología en la pri- mentes que , influidas por la noc.ión de organismo y e I co-
mera mitad del siglo discurren sobre todo en dos direccio- nocimiento patrístico de los teólogos de Tubinga, desarro-
nes opuesras. Por un lado, se observa un empeño en jusri- llan una teología sistemática con carácter propio.
ficar la fe àe cara a Ia razón autónoma e <i.lustrado. El La primera gran condena romana de un nuevo pensa-
principal exponente de esta tendencia fue el teólogo de miento teológico tuvo lugar en 1835, con eI breve Dum
Bonn Georg Hermes (l 1831), que ma¡có a toda unâ gene- øcerbissinzas de Gregorio Xvt. Fue una condena pósrrìma
ración de sace¡dotes prusianos en Renania y Silesia. Por su- de He¡mes y su sistema. Más que una reprobación precisa
puesto, este tipo de teología fue, como quien dice, pasan- de cada doct¡ina en particular (que no llegó a darse pese
do gradualmente a la defensiva. Encýaba mejor con la a la insistencia de los seguidores de He¡mes, e incluso se
tendencia cultural del romanticismo la segunda orienta- evitó voluntariamente), se tnta. aqúr del t¡iunfo de la res-

64 6t
rauración políticâ y del fideísmo sobre una mentalidad de Con ello obienía la neoescolástica una neta victoria, y a la
otro tipo, nacida de una actitud .,adulta> y racional y que vez constituía esta condena un duro golpe cont¡a los secto-
por ello mismo debía condena¡se en bloque como posrura in- ¡es eclesiásticos cuyo ,principal afán consistía en conciliar la
telectual. Probablemente el b¡eve fue fruto de las presiones fe con el pensamienro moderno.
ejercidas por Mette¡nich, que identificaba hermesianismo La verdadera piedra de toque de la teología en el siglo
con ¡acionalismo y veía por tanto en el primero un poten-
XIX, fue, no cabe duda, la histo¡ia de la lglesia. Esto co-
cial sust¡ato de movimientos revoluciona¡ios. En compa-
rrespondía z la revaloriza-ci1n general de la historia, sobre
¡ación con la condena a que acabamos de ¡eferi¡nos, el
todo â pa¡tir del romanticismo, en la búsqueda de Ia iden-
comportamienro de Roma pata con el fideísmo de Beu-
tidad (especialmente nacional) y de la conciencìa propras
tain, que tampoco se libró de la censura pontifìcia, fue
del siglo. Además, al ser t¡atada la historia de la lglesra,
mucho más matizado.
mâyormente en los países germánicos, según los principios
Desde mediados de siglo .la época de las tendencias fi-
de Ia crítica modetna, ello no pudo menos de suscitar ya
deístas quedó ya atrás. De los años cincuenta en adelante
desde un comienzo cuestionamienros críticos y de poner
empeze¡on â ganar terreno, aun en los países germánicos,
sobre el tapete ro pocas ideas fijas, condicionadas por la
la filosofía y teología (neo)escolásticas. Su promotora fue p¡opiâ historiâ. El principal exponente de esta tendencia
Roma, con especial intervención del conde y cardenal Karl
c¡írica de la historia de la Iglesia y a la rez también el prin-
August von Reisach (cardenal de la cu¡ia ¡omana desde
cipal adversario de la neoescolást.ica fue en Alemania, más
185i, t 1869), encargado particularmente de las ¡elaciones
o menos desde i860, Ignaz von Döllinger (t 1890), histo-
de Ia Iglesia con el mundo de cultura alemana; luego;
riado¡ eclesiástico que trabajaba en Munich y del que aún
también las fomenraron antiguos estudianres del Colegio
hemos de hablar.
Ge¡mán.ico, así como el ugrupo de Maguncio, constituido
en to¡no al semina¡io de esa diócesis, y la revista <De¡ Ka-
tho.lik> (a parrir de 1821). Con Matthias Josef Scheeben
(l 1888), profesor de teología dogmática desde 1860 en el
2.3.3. Tendenciøs de la þøstoral

semina¡io de Colonia, fructificó esta tendencia en un grân


Dentro de Ia o¡ientación general se da una línea pasto-
esquema original, que en este conrexto neoescolásrico ¡e-
ral con las siguienres características.
presenta un caso aislado.
Se fomenta una religiosidad mucho más ,,encarnada,r,
El segundo golpe contra un sisrema que buscaba el diá-
menos intelectual, más emotiva, más o¡ientada a fo¡mas
logo con la filosofía de los nuevos tiempos le fue asestado
sensibles y a lo concreto. Esta piedad se distancia volun-
a Anton Günrhe¡ (l 1s63), teólogo vienés sin cargo docen-
târiamente de las tende¡cias más sobrias influrdas por el
te. Günthe¡, distanciándose del idealismo alemán, llegó jansenismo o los dive¡sos movimientos propios de la ilus-
a construir y defender porfiadamente un sisrema donde, a
t¡acìón. Las fo¡mas de culto que había combatido la ilustra-
juicio de sus adve¡sarios escolásticos, se esfumaban las
cìón, empero sin lograr que el pueblo sencillo se des-
f¡onteras.entre raz6n y ûe, ent¡e el conocimiento natu¡al y
apegara de ellas, volvie¡on a florecer. En primer lugar las
la verdad ¡evelada. Aunque también él disfrutó de apoyos
peregrinaciones; en.A.lemania quedó bien manifiesto este
de altas personalidades eclesiásticas en AIema¡ia y Austr.ia,
nuevo âuge con ocasión de la multitudinaria peregrinación
su sistema fue finalmenre condenado pot Pío tX en 1g57.
a la Sagrada Tún.ica de Tréve¡is, en 1844, que ¡eunió cerca
66
67
de un mi.llón de peregtinos. Prosperaron también las mì- en generâl una inclinación a <toca¡ de ce¡co la ¡ealidad so-
siones populares, aproximadamente a partir de 1848, en los b¡enatu¡al, frisando así con facilidad las f¡onte¡as de la c¡a-
países germánicos. La devocìón a los santos y sobre todo a sa superstición. Esto se concretaba no sólo en una exagefa-
María (definición del dogm." de la Inmaculada Concepción da devoción y veneración hacia el papa, sino también en
en 18J4- comienzo de las apariciones de Lourdes en 18)8) un morboso afán de milagros y apaficiones, hasta llegar,
alcanzí a su vez un nuevo punto culminante. La piedad a fìnes de siglo, a extremos tan descomedidos y censurables
cristocénüica significa en el siglo xlx, además de Ia devo- como la trisremenre célebre impostura de Taxils.
ción a la pasión de Cristo, la prâctica de los sacramentos y la Todo ello, sin embargo, guarda relación con el hecho de
devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Esta última, repri- que la pastorâl de entonces se orientaba mucho menos a las
mida y en pane combatida por la ilust¡ación, se,ç'u€lve ahorâ necesidâdes específicas de la burguesía instruida que a
popular, perdiendo el ca¡ácte¡ que anres tenía de devoción las prefetencias de la masa del pueblo católico, constituido
esotéricâ o ¡eservada a cie¡tos cí¡culos selectos. Con todo esto aún en su mayoría por el mundo y campesino.
corre parejas una fuerte insistencia en lo sacramental, ur- ^grlrio
Condicionaba ciertâmente estas o¡ienteciones la postura
giéndose ante todo la confesión frecuente y también, aun- cada vez más defensiva adoptada contra el liberalismo y la
que todavía con reticencias antes de Pío x, la comunión masonetía, pero asimismo la tendencia de la lglesia a ce-
¡ecibida cada vez más a menudo. La preferencia po¡ lo con, rratse en lugar de enfrentarse âbieftemente con las cor¡ien-
creto, lo tangible, lo emotivo, denota con toda ce¡reza una tes intelectuales de la época y educar al pueblo cristiano a
âctitud antiilust¡ada y antirracionalista, lo cual se aprecia ¡eflexiona¡ por su cuenra y con autonomla religiosa. Esto
especialmente en F¡ancìa donde, por ejemplo, la devoción se observa en muchas cosas, por ejemplo en la sustitución
al Sagrado Corazón adquiere a partir de la revolución un de los catecismos de la primera mitad del siglo Xx, que
ma¡cado tinte monárquico y contrarrevolucionario. buscaban nuevos caminos y seguían el método soc¡ático de
reflexión con el intedocuto¡ para llevarlo a descubrir por
En la historìa de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús no sí mismo las ve¡dades, por catecismos como el del padre
puede pasarse por alto que el rey Luis Xvl, ejecutado du¡ante la jesuita Josef Dehatbe (13 edición en 1847), basados de
revolución, había ya antes consagrado Francia al Sagrado Corazón nuevo en un esquema fijo de pteguntas y respuestâs, unâs
y que luego también los campesinos insu¡¡ectos de La Vendée y otras previamente establecidas y formuladas con claridad
combati¡ían bajo el signo del mismo Corazón deJesús. Por otra para ser aprendidas de memo¡ia.
parce, Ios conservado¡es y auo estadisras netamente ¡eacciona¡ios,
como el presidente del Ecuador García Moreno, coosagran su país
al Sagrado Co¡azóo. Éste es para todos ellos el co¡azón mal¡ãra-
do y herido por los enemigos de la lglesia, sob¡e rodo liberales
y fiancmasones; la devoción al Corazón de Jesús reviste así un ca-
¡ácte¡ a la vez sentimenral e <integristo. Pe¡o aun allí donde no 8. Gabriel Jogand-Pagès (seLrdónimo: .Leo Taxil'), presentándose
domina el rægo político, sigue a menudo ocupando el cent¡o de como ex mÀrón nconverridoo, se dedicó durante doce aõos (188t-1897) a
la escena Ia oposición al ufrío> racionalismo. dìfundi¡ faotásticas ¡evelaciones sobte el pretendido oculto sacánicoo de
la francmasonería, a las que muchos dieron c¡édito aun en las mís altas
esferas de la Iglesia. Finalmente, apremiado por una crî¡lca cada vez más
Entre los aspectos negetivos de esta tendencia cabe des- exigente en el propio campo católico, declaró que con tales escritos sólo
tacar la sensiblería, especialmente manifiesta en Francìa, y había querìdo poner a prueba la credulìdad de los cacólicos.

68 69
2.3.4. Resurgimienra de /as órdenes re/ìgiosøs
cirujano que anpute para sana¡rr9. Ot¡a faceta de esræ ¡eformæ
fue Ia insisteÀcia en un mayor cuidado al admitìr candidaros, que
Uno de los fenómenos más sorprendentes del siglo Xx debían probarse más a fondo; así, en I8t7, se prescribió para las
fue la nueva flo¡ación de las órdenis y congregacion"es reli- ó¡deoes masculinas la emisión de votos temporales, por un míni,
giosas. En esre câmpo, el período inmedìatãminte mo de t¡es años, anres de la profesión perpetua.
an¡e¡ior
y posterior a 1800 ¡epresent1 una caîda sin precedentes; Los efectos de rales ¡efo¡mas fueroo muy distintos según las
órdenes.y conventos no eran para la ilust¡ación sino puras dive¡sas comunidades. La orden de los jesuitas, que se había sido
antiguallâs y la encarnación misma del oscu¡ântism;. ¡esrau¡ada en 1814, prosperó con asombrosa rapidez, pasando de
5000 miemb¡os en 1850 al doble en 1875. Igualmente los reden-
El nuevo impulso revalorìzó primeramente las antiguas
. ro¡istas. De hecho, la o¡ientación y el concepto apostólico de es-
órdenes. La decadencia de éstas Àa de verse aquí t"-bl¿n, tas dos ó¡denes coincidían con Ia tendencia general de la ¡enova-
como en el caso del cle¡o diocesano, a la luz àe una ción ult¡amontana. .,4.1 contrario, para las órdenes de origen
dife-
renciación regional. En los países meridionales tenemos medieval, la¡ comunidades monásticas y los frailes mendicantes
hasta 1870 y aun más adelanre el problema de un núme¡o fundados en el sìglo Xttt, al igual que para sus ulreriores vásta-
excesivo de religiosos a menudo muy poco ejemplares gos, todo el siglo Xx esruvo muy lejos de ser globalmente un
en
cuanto..a fidelidad a sus reglas, influjo espiritual y celo período de constaote c¡ecimiento; fue más bien un trabajoso y
apostól.ico; se les reprocha, además de la falta de selectivi_ a¡duo volver a empezar, así como una cicat¡ización leota y pro-
Iongada de sus herid¿s inrernas. Dominicos, franciscanos y capu-
dad en la admisión de candidatos, un frecuenre declive de
chinos vieron todavía disminuir sus efectivos duran¡e rodo el
la vida común y de .lo tocante a la comunidad de bienes. ponrificado de Pío x, es decir, aproximadamenre hasta 1880.
Este estado de cosas no se observa, claro está, en los países Tal fue en especial el caso de los países meridionales, donde aún
del Norte, donde como en Francia, Bélgica y ¡,lemåia la subsisrían las secuelas de los problemas de la época prerrevolucio-
¡evolución y la secularización habían piácticamente dado na¡ia: demasiados religiosos sin autérìrica vocación y sin haber
al t¡aste con monasterios y órdenes ,.iigiorrr, por lo que entrado en la orden por decisión personal.
éstas se vie¡on obligadas a partir otrâ u.i d. ..rå,
.., Från_
cia desde 1815 y en Aleman.ia en mayor escala desde 1g4g. El auge decimonónico de las órdenes religiosas redun-
Ouo tan¡o puede decirse de países como lngLaterra. Ho- dó con todo, aunque parcialmente, en beneficio de las an-
landa y los Es¡ados Unidos. donde apenas tiguas comunìdades masculinas y, en mucho menor grado,
a er_
rablecerse las órdenes religiosas. "mp"zaban femeninas. Mayormente se manifestó en el b¡ote de una
variadísima serie, como jamás se había dado hasta enton-
La política ¡omana de refo¡ma de las órdenes y congregac.io_ ces, de nuevâs congregaciones, agrupaciones sacerdotales,
nes religiosas se intensificó durarrte el poorificado comunidades de uhermanos, y, muy en pâtricular, congre-
ãe piã ñ. ne_
vistió distintos aspectos. Con mucha irecuencia, allá por gaciones femeninas. Rasgo común de todas estas nuevas
1g)0,
Pío x nomb¡ó personaÌmente a los generales religiosos comunidades era, en los más de los casos, el habe¡ sido
en vez-de
dejar los eligieran los capírulos, y ello porqrie .r,i^"b" qu. fundadas parâ una ta¡ea nueyal o hasta aquel momento
_que
estos últimos no of¡ecían en ento.,ces descuidada, de tipo socio-caritâtivo, educativo, pastoral o
"qu.l general las garanrías suficiån_
tes para la elección de un supcrior misional. Caracrerístico en grado sumo fue, precisamente
que pusiera enérgica_
mente coto a los abusos exìstentes y acluara con la necesaria
seve_
r¡dad; quería, como se io expresó a Ios ¡edenroris¡as, un obuen
9. G. Ma¡cina, Pìo IX (1846-1$Q, p. 515

lo
1l
en el siglo xtx, el asombroso florecimiento de las múlti- dinámica y la caridad cristianas. Obviamente no pueden a
ples comunidades de mujeres, Esto eta ¡ealmente nuevo. esre respecto pasarse tampoco por alto cìertos facto¡es so-
Cierto que, desde el siglo Xvtl, existían ya congregaciones ciológicos, sob¡e rodo la falta de posibilidades de ascenso
femeninas que trabajaban en hospitales o en Ia enseñanza, social y laboral, y en general de perspectivas de competir
como las hijas de la Caridad, borromeas, ursulinas y seño- con los homb¡es en cualquier campo, patâ las jóvenes de
ritas inglesas. No obs¡ante, hasta el siglo Xvill el perfil ext¡acción humilde . P¡ecisamente la eliminación de tales
de la religiosa propiamente dicha no correspondía tanto facrores en los países indust¡ializados (mas no en los del
al de la nhermanao ocupada en la enseñanza, el cuidado tercer mundo) desde mediados del siglo xx repercute hoy
de enfermos o las misiones como al de la monja contem- en un rápido rerroceso de las clásicas congregaciones de
plativa que vivía en régimen de est¡icta clausura. Esta ima- asistencia social fundadas en el siglo Xx.
gen cambió en el siglo xx debido al gran número de El movimiento de que hablamos se inició y centró
nuevas comunidades o congregaciones cuyo celo abarcaba principalmente en Francia. Sus primeras manifestaciones
casi todas las necesidades netamente contemporáneas de tuvieron ya lugar durante la ¡evolución (véase 2.1.1), y el
orden caritativo-social, docente y aun pastoral. No puede p¡oceso contiruó a rirmo creciente en la época de Napo-
menos de verse yâ âquí urì âInâgo de emancìpación feme- león. Hasta 1880 surgen, sólo en F¡ancia, unas 400 nuevas
nina; por primera vez en la Iglesia se ab¡ían a la activrdad congregaciones femeninas. .A partir de los años t¡einta el
de la mujer campos hasta entonces exclusivamente ¡eserva- movimiento comienza a extenderse por los territorios get-
dos a los hombres o de hecho monopolizados por ellos. mánicos, y desde los años cuarenrâ nacen aquí también
Nuevo es también el que tales comunidades se gobernatan nuevas comunidades. El motivo pere €sta-s fundaciones lo
di¡ectamente por superioras generales, siendo así que las proporcionan casi siempre diversos aspectos de la <cuestión
ante¡iores congregaciones o agrupaciones femeninas care- socìal,> en el sentido más amplio del té¡mino: abandono y
cían de gobierno central o dependían del superior general escasa escolarización de los niños, falta de posibildades de
de la correspondiente o¡den masculina. Por otro lado, la instrucción sobre todo para las jóvenes campesinas, asisten-
mayoría de las fundado¡as de estas nuevas congregaciones cia médica inexistente salvo la dispensada por curanderos
fueron personalidades fue¡tes y bien conscientes de lo que ambulantes... Las nuevas comunidades surgen la mayoría
pretendlan, pare cuyo logro las más de las veces no vacila- de las veces de fo¡ma espontánea y desde abajo, o sea a
ron en enfrenta¡se enérgicamente con los numeroso prejui- partir de algún grupo de amígas y rârâmenre por iniciativa
cios y la oposición de obispos y asesores eclesiásticos. En de los obispos; esras ufundado¡as> empiezan por vivir jun-
cierto modo se daba ahora para las comunidades femeni- tas y en comunidad de bienes, se dan a sí mismas una Re-
nas la apertura de que habían sido objeto las órdenes men- gla, entran luego en contacto con algún sacerdote simpati-
dicantes fundadas en el siglo xlll, cuando todavía esta zante y por fìn van a ver al obispo. Pese a las iniciales
misma evolución religiosa se les negaba a las mu.ieres. Sin diferencias en cuanto a su modo particular de vida y aún
ese pulular de nuevas congregaciones, la lglesia de los si- a su espiritualidâd, estas congregaciones acaba¡on a la la¡-
glos xrx y )C( no hab¡ía podido cumplir adecuadamente ga por asemejarse y adoptar un sinnúme¡o de prácticas de
con sus fines caritativos y pastorales; y hemos de añadir piedad que hasta el día de hoy constituyen para ellas un
que el nacimiento, crecimiento y realizaciones de ta.les co- obstáculo y en muchos casos las mantienen muy alejadas
munidades constituyen una de las rpás claras señales de la de su genuino sentido espirirual.

72 73
2.3.t. Nueuo auge de las misiones cesión del mìsmo ucorì catácter permanente> por anceriores papas
para todas las misiones situadas al este de la línea fijada por el
La nueva pujanza misional del siglo xx es anre todo rarado de TordesilÌas (14ÿ4). Los vicarios aposcólicos y los misio-
uno de tantos aspectos del rriovimiento global de renova- neros que envió allí (primeramente a Calcuta, en 1834) la Con-
ción religiosa del catolicismo. Sus raíces están en la religión gregación de Proþøgøndø no fueron, pues, reconocidos oficial-
misma y en modo alguno ha de conside¡arse como fenó- mente por las autoridades eclesiásticas dependientes de Goa. Es¡e
<cisma de Goa, no llegó a ser un asunto político'eclesiástico de
meno inttínsecamente vinculado al colonialismo europeo,
máxima envergadura. Sus efectos negativos se dejaron especial-
aun cuando de hecho las misiones, por su mentalidad, mé-
mente senli¡ en el plano local, al provocar la escisión de las co-
todos y opciones políticas, tuvie¡on mucho que ver con el munidades y parroquias en dos bandos. El clero ugoano, y los
colonialismo y a menudo también los mìsioneros compar- upropagandistaso lucha¡on ent¡e sí por cada parroquia, no pocas
tieron los puntos de vista y prejuicios de sus contemporá- veces llegando a las manos en las calles mismar u ocupando vio-
neos europeos. El per-rodo en torno a 1820 coìncide con la Ieotamente iglesias, pero sobre todo mediante procesos anre los
fase más c¡ítica de la ob¡a misional. El núme¡o toral de t¡ibunales británicos. Esre combate se proloogó du¡ance 50 años,
misioneros eutopeos entre <infieles> había quedado reduci con intensidad varìable, y sólo cesó en 1886 con la fi¡ma de un
do a unos 300, a los que se añadía aptoximadamente la conco¡dato entre León xirr y Ponugal.
misma cif¡a de sacerdotes autóctonos en los países de mi-
sión, la mitad de ellos en indochina. Un golpe mortal para Otro fenómeno nuevo, en el siglo xx, lo constituye-
las misiones había sido la supresión de la Compañía deJe- ron las congregaciones religiosas exc/usirørnenîe dedicadas
sús en 1773, mas también ¡esuharon catasrróficâs la crisis a las misiones, Hasta enronces la única asociación de este
y la mengua numéricâ de las demás ó¡denes. tipo, que existía desde el siglo XVII, e¡a la de las Misiones
El nuevo impulso se dio aquí con el papa Gregorio Extranjeras de París. Entre 1805 y 1900 surgieron 18 gran-
Xvi (1831-1846), que anres había ocupado el cargo de des ó¡denes o congregaciones misionales, por no hablar de
prefecto de la Congregación de Propøganda Fide. Con las menos importantes. En parte se r¡ataba de comunida-
gran tenacidad el pontífice comenzó a implantar el mode- des que, por fundación o a consecuencia de su ulte¡io¡ des-
lo de organización de las misiones, centralizado en Roma, a¡¡ollo, se especializaban en dete¡minados países de mi-
al que la Congregación de Propøgandø había siempre aspi- sión, ya porque hâste entonces habían sido descuidados, ya
¡ado desde su fundación en 1622 y que consistía erì ¡epar- por las dificultades específicas que presentaban, como las
tir uno por uno los te¡¡itorios de misión entre las diversas misiones de Áf¡.ica, por poner un ejemplo.
órdenes o sociedades misioneras, todo ello bajo la direc- Otra gran novedad es que por primera vez las re/igìosas
ción de Ia Santa Sede. Se evitaban así las tensiones y con- empiezan a tener tanto influjo en las misiones como sus
flictos enre una y orrâ orden, que rantas energías habían colegas masculinos, si no más. -A.unque ya en el siglo xVIIi
costado ante¡io¡mente. había religiosas que trabajaban en tal o cual misión, no
dejan de ser casos aislados. El apogeo decimonónico de las
Esra nueva política misional ¡eavivó, en la India, las t¡istes di- congregaciones femeninas posibilitó Ia dedicación de læ mu-
sensiones ¡elacionadas con el padraado o patronato ponugués. jeres a la labo¡ misional en gran escala y les abrió así un
En efecto, Ponugal seguía conside¡áodose en posesión de ese de- campo de acción que hasta el momento era coto privado
recho sobre la roraiidad de las misiones asiácicas y alegaba Ia con- de los hombres.

14 75
Pionera importanre en este sentido fue Marie-,,{.nne Javouhey este sentido por las porencias europeæ. Tal fue sobre lodo el caso
(t 1851), fundadora de las hermanas de San José de Cluny, en- de Indochina, hasta su completa anexión por Francia en los años
viadas a las misiones desde 1811 . A. níz de sus viajes a Mauricio, ochenta, y de Corea, donde una joven cristiandad prácticamenre
Senegal y Ia Guayana Francesa, Jogró encauzar el inte¡és de la privada de sacerdotes fue creciendo en la clandesrinidad hâsca 1882.
Iglesia sobre todo hacia las misiones de África, haciendo aquí También enJapóo el descubrimiento en 186i de ucris¡ianos clan-
particularmence hincapié en la labor por la emancipación de los desúnos> (que en comunidades sin sace¡dotes habían sob¡evivido
esclavos negros y por la formación de un clero africano. a las persecuciones de que venían siendo víctimæ desde el siglo
xvII) por los miembros de las Misioqes Extranjeras de Pa¡ís llevó
En este mismo contexto hay que hablar también del a la adopción de medidas coe¡cirivæ, que sólo cesaron en 1873.
despertar de la conciencia del pueblo católico con relación En China las persecuciones acabaroo en 1858, en virrud del pro-
a las misiones, sin excluir el aspecto de la ayuda €corrómi- tecto¡ado f¡ancés que garanrizó la seguridad tanto de los misio-
netos como de todos los carólicos chinos. En la India, el gran peso
ca. Este interés se manifiesta particulârmente en las obrat
que tuvo que soportar el catolicismo fue el de¡ivado de la <baca'
de øslstenciø ø /øs misiones (sobre todo Ia Obra pontificia
lla del patronator, que consumió buena parte de las energías mi-
de la propagación de la fe, fundada en 1822 en Ly6n, y sione¡as. En cuanto a las misiones en el interior de Áf¡ica, la in-
para los niños, en 1843 en Pa¡ís, la Ob¡a de la santa infan- versión en hombres y esfuerzos fue considerable para obtener muy
cia, originalmente destinada a evitar que los niños fueran esca¡os ¡esukados. Du¡ante el concilio Vaticano I, Daniele Com-
abandonados por sus padres en China). boni, fundador de la congregación misionera que lleva su nom-
A lo largo del siglo xx el centro de todo este impulso b¡e, hizo circula¡ un llamamiento donde ponía de relieve la tristc
misional fue indudablemente F¡ancia. De aquí salieron las situación de Áfrìca, que aún ugìme bajo Ìa maldición de los hijos
más importantes fundaciones, y toàzyià hacia 1880 eran de Cam>ro. Desconocido por dentro y sólo explorado en su peri-
fianceses dos tercios de los misioneros sacerdotes y t¡es feria, sio víâ5 de comunicación, todavía ignoradas sus lenguas y cos-
cuartos de los no sacerdotes, incluidas las rehgrosas. Desde tumbres, ¡esiscía el continente africa¡o a los heroicos esfue¡zos de
los m.is.ioneros europeos, de quienes, por si esto fue¡a poco, tres
mediados del siglo xx fue también cobrando importancia
cuanas y hasra nuevc décimas panes (como sucedió con los prime-
Italia, y luego ot¡as nac.iones más pequeñas pero muy ecti- ros uespiritanosr) no llegaban a sob¡evivi¡ allí un decenio, minados
vas en lo tocânte a las misiones (Holanda, Bélgica, irlan- por el paJudismo u ot¡zs enfe¡medades uopicales. El interior de
da); en Alemania las cosas empezaron a moverse a partir Áf¡ica sólo empezó a misionarse sisre máricamcnte allá por 1880.
de 1870.
En realidad no puede habla¡se de una auténtica expân-
Bibliografia
sión misional antes del último te¡cio o cuarto del siglo, es
decir, de 1870 ó 1880. Los esfuerzos en esre terreno ruvie-
R. Auben, Luz 1 sonzbrøs de /r1 1)itølidad cøtõlicø, en H. Jedio
ron primero que orientarse a mantener y fortalecer lo que (dil.), Manuøl de bisÍoiø de la lgle:iøYll, He¡de¡, Barcelona
quedaba del carolicismo en los países de misión, a lo cual 1978, 818-892.
contribuyeron diversos factores. E. Gatz, Kirclte and Kranâenþflege inz 19. Jøltrbandert, Pader-
bofn lyl1.
En las tie¡ras de Asia o¡iental, Ia situación se caracte¡izó hasta Cl. Langlois, Le cøtbolicinze aa fêminin, Les congrêgatìoø fratz-
fioes de siglo cada yez mãs por el desencadenamie¡co de san' çøites à sapêieare gêrérøle øa XIX' ¡iècle, Pa¡ís 1984.
grientas y c¡udelísimas persecuciones contra los cristianos, las cua-
Ies sólo hæra cieno punro cesaron gracias a la presión ejercida en 10. Mansi t3, 634s

71
(Ror¡enburger Jah¡buch für Kirchengeschichte, 6 (i9g7), volu_ de la revolución y de las guerras napoleónicas, âspirândo
men dedicado a las ó¡denes y congrcgacìones religiosas en el â un orden y autoridad más consìstenres y afirmando tener
siglo xtx.
experiencia de que el principio c¡írico da âl üaste con toda
H. Schwedr, Dø¡ rö¡ni¡cbe |Jrtei! ùber Georg Hernzes, Fribwgo
estabilidâd y orden duradero. Papado e infalibilidad son
1980.
para éI gannúøs del o¡den social, de Ia autoridad y estabi-
P. \ÿenzel, Døs øìssenschøftlicÀe Anliegen des Gìjntl¡enlønì¡-
ma¡, Esset 1961 .
lidad en general, cosas que a su juicio sólo pueden darse
y mantenerse bajo una monarquíâ absolurâ. El papado y
la infalibilidad son culminación y fundamento último del
2.4. Orientación interna en la época: restauración, principio de auto¡idad, en el que ¡adica todo orden perdu-
ult¡amonranismo y catolicismo liberal rable". EI influjo de este esc¡ito¡ en el desarrollo del con-
cilio Vaticano t no puede subesrima¡se. Por vez prìmera
2.4.1. El þeúado de /ø restøtrøción (181t,1848) De Maist¡e sacó la infalibilidad del papa <de los gabinetes
de estudio de los teólogos para propagarla entre los segla-
¡es,>r2. En ,,4.lemania, es cielto, despertó De Maist¡e al
Con el reto¡no a la t¡adición y a las autoridades de
siempre corre parejas, en tiempos de Ia ¡esrau¡ación, una
principio pocos ecos, inclu_so en los ambientes más palma-
¡iamente ultramonranos. Estos eran más moderados, pen-
marcada parcialidad para con el papado. Resulta cu¡ioso
sando menos en términos absolutistas que , conforme al es-
que muchos ilustres representantes de este nuevo ult¡a_
píritu del romanticismo, en categorías de unidad orgánica
montanismo en las siguìentes décadas fueran precisamente
entre el papa y los ob.ispos. Sólo a partir de los años t¡einta
seglares y casi todos ellos <<convertidoso, ya del protestantìs_
comenzarorì a gan terreno las ideas de Joseph de Maistre
mo (como el canonista y laico Georg phillips en .A.lemania,
también en los países de lengua alemana y, como en Fran-
Manning en lnglaterra, George Ward en lilanda), ya den_
cia, mucho más entre los seglares que entre los teólogos.
tro del mismo catolicismo ¡ecob¡ando la fe tras una fase de
En todo caso se deja sentir el impacto de la idea de De
inc¡edulidad ¡acionalista (De Maistre y Lamennais en Fran_
Maist¡e sobre la infalibilidad en numerosos autores ante-
cia, Gö¡¡es en -A.lemania, Donoso Co¡tés en España). para
riores al concilio Vaticano t1r. Papado e infalibilidad pon-
todos estos conveßos, el papado, y no pocas veces también la
tificia son aquí, como hemos dicho, punto culm.inante y
infalibilidad papal, representaba no un simple dato de
a la vez fundamento supremo del princìpio de auto¡idad
la t¡adición entre tanros ot¡os, sino un nr.uo descub¡i_
miento persona.l y sobre todo una respuestâ actual a las
preguntas básicas de la convivencia humana v de la rela_
ción ent¡e la lglesia y el mundo. 11. (No puede haber ninguna sociedad humana sio gobierno, nin-
En primer lugar hemos de mencionar al filósofo f¡ancés gún gobierno sin soberanía, ninguoa soberanía sin infalibìlidad; y este
último priviiegìo es tan absolutameote necesario que uno esrá obligado
de la.restau¡ación Joseph de Maist¡e (t 1821), que en a posruìar la infalibilidad hasra en las soberanías mundaoas (doode
1819, hallándose en San Petersbu¡go como minist¡o envìa- no exisre), para impedir que se venga abajo eI orden social> (Du pøpe,
do.a la corte del zar, publicó un llbro ìntitulad o Du P r2)).
þøpe 12. C. LaueilIe, Ja:eplt de l,Iai¡tre ¿t la þaþa&¡é, París 1ÿ06, p. 9).
(sobre el papa). El autor expresa en este libro ,.r., ,..rii_
miento propio de su época y que persiste t¡as el üastorno
11. HJ. Porrmeyer, UnfeúlbørÁeit aTrd So lteläiität, Tübi.,g
r97t.
78
79
y de un orden humano que descansa en el principio mo- riana merced a Ia unión de lglesia y pueblo o lglesra y li-
nárquicora. bertad.
El <catolìcismo liberal> surge no como reacción, por de_ Fuente decisiva del catolicismo libe¡al es también Ia, ex,
..
cirlo así, cont¡a el ulr¡amontanismo restau¡ado¡. s-ino de
este mismo. En especial se aplica esro al sacerdore f¡ancés þeriencia þrãcticø de países donde la lglesia católica hace
causa común con los <pueblos oprimidos> y combâte con
y filósofo r¡adicional.ista Félicité de Lamennais 1860) y a (t ellos por la libe¡tad. Para Lamennais rratábase sobre todo
algunas otras personalidades, por ejemplo .l
t.àtino iáíir_ de I¡landa y Polonia, donde su <teología de la liberación>
no Gioacchino Ventura (t 1861). El pÀnsamiento de estos
encont¡aba modelos análogos a los que presenta hoy Lati-
hombres discu¡¡e al comienzo por loi carriles de la resrau_
noaméricâ. á.simismo desempe ñó aquí un papel importan-
ración. Todos ellos anhelan una sociedad integralmente
te el uexperimento belgo, donde desde 1828 colabo¡aban
cristiana y una enteÍâ libe¡tad de la lglesia suboidinada
al entre sí católicos y liberales; en 1830 conslguieron seperâse
papa. Pero al comprobar que la meta de su ¡estau¡ac.ión
no de los Países Bajos, y la Constitución de 1831 dio también
puede alcanzarse con el antiguo régimen ni con las
mona¡_ a la lglesia unâ libe¡tâd respecto del Estado como nunca
quías, aferradas como lo estaban ai eclesialismo esratal y
(a hasta entonces la había conocido en el continente eutop€o.
ejemplo de los Bo¡bones en Francia) al g^licanismo, lr.,eì-
La <libertad como en Bélgico llegaría a ser durante dece-
ven su mirada hacia los
"pueblos", cuyos srcrores más am_ nios el sueño do¡ado de cuantos luchaban por Ia libertad
ptos siguen siendo creyentes. En efecto, según escribía
de la lglesia en otros países. Las disposiciones de la Consti-
Ventu¡a en unâ câita, la revolución .ro ,. fr"irr" ent¡e los
pu_eblos, sino en los gabinetes;
tución belga en este sentido llevaban el título general de
¡los pueblos qriieren la reli- <<separâción entre iglesia y Esrado>. Esta designación, con
glon, y los gobre¡nos se la nieganlú El futuro esrá, decía
Lamennais, en la disolución de la alianza entre el trono
todo, puede inducir en erto¡. No se trata de una sepa¡e-
y ción confo¡me al modelo no¡teâfledcano (remuneracìón
el altar y en lograr una nuevâ sociedad integralmente cris'_
del clero por el Estado. etc.), sino más bien de una..garan-
tía constitucional en vez de concotdâtâtio: no es ya un
Ì4. He aquí un ejemplo: En 1868, en la revista jesuística <La concordato lo que garantiza la libe¡tad de la lglesia, sino
civihà
c¡rtolicr' t9 (18ó8) t28,DO. el padre Matteo Liberaroi" a*;gr^ me¡ernente la Constitución, y ello en vi¡rud de la libe¡rad
Dreflmrenro del pfinc,pto de autoridadn ".f ,er,".
como el único medio para salvar general.
-,i:Oîd: esto,, sìn embargo, sólo se llevará a cabo cuendo l; Estos t¡es <fondos, de experìencia son dere¡minantes
l^
¿ulordad de ¡odas. norma y prorotipo de cualquier otra ";;.;;
au¡oridad en la para el giroÌibe¡al iniclado en 1829 por Lamennais y toda-
rrerra'r.o se¿ l¿ del papa, haya sido ¡ertau¡¿da en la plenitud
de sus dere-
chos.,El verdadero pecado origìnal de la hisroria de O*ia*" vía acelerado y consolidâdo por las revoluciones de 1830-
V.ip."r.,
paso hacia Ja desrnrctióû corremporánee deJ
orden es para ¿l â ¿.iiii"_ 1831 (en Francia, revolución de julio y derrocamiento de
mrento de la auroridad papal por el tonciliarismo de los
siglos xrv y xv la monarquía borbónica). Con algunos amigos fundó lue-
.l proceso de curatión sóJo puede ini.;"rr. .u"nao'". i^y"i.n-
1.,,,.1,t,
nrdo la iolalibilidad pontificia: ny puesro que el restablecìmienå go Lamennais la ¡evista <L'avenir>, cuyâ divisâ en <Dieu
de l¡
rcleâ m,sma-de auroridad, y con él la salvación
del mundo, no puede ve_
et /iberté> (<Dios y libertad,).
nir sioo al fo¡¡¡lece¡se esa auto¡idad suprema, rodos reconocemos
la im_
portancia de esre pußto). Los principales colaborado¡es de Lame¡nais fueron el sacerdo-
15. R. Colapiecra, La Cúie¡e tra l¿menn¿rr e M¿ttenict,
Il ponÍìf- te y más tarde dominico Jeao'Bapriste-Hen¡i Lacordaire (t 18ó1)
¿:ato dì Leone X11, Bresciâ 1963, p. 24t.
y el seglar, quc contaba entonces sólo 20 años de edad, Charles
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de Monralembe¡r (t 1870), como político y esc¡iror una de las revolución .de julio en Francia, separación de Bélgica de los
más preclaræ figuras del catolicismo francés del siglo xx, y a
Países Bajos Unidos, levantamiento nacional en Polonia,
partir de mediados de siglo el representante más ca¡acre¡ístico del
mov.imienro insu¡¡eccional en los Estados Pontificios, dìs-
catolicismo libe¡al
tu¡bios en lrlanda. Pese a las grandes diferencias en cuânto
Ideas centra.les de la revìsta eran ésras: El futu¡o de la al influjo del facto¡ reügioso-eclesial según los países, to-
Iglesia no reside ya en su alianza con los tronos, sino con dos esos movimientos, en el plano europeo, estuvie¡on es-
los prreblos (sobre todo los oprimidos y los que luchan por trechamente relacionados ent¡e sí. La postura oficial de
su libe¡tad, como ìrlandeses y polacos) y con la causa-de Roma ante los mismos se ca¡acteúzó por los tres rasgos si-
la libertad. Renunciando a toda gerantía y privilegio con- guientes:
co¡datarios y a toda protección estatal de eite miimo o¡- 1) La condena, mantenida como siempre por princi-
den, ya que sólo es legítìma la que se apoya en los dere- pio, de toda revolución, tratando el propio tiempo de evi-
chos y libertades generales de religión, ¿sociación y prensâ, tar cualquier mezcla o identificación de las eúgencias de li
la Iglesia consigue una libertad y eficacia, que jamás hu- bertad para la Iglesia con las reivindicaciones análogas de
biera podido alcanzar en el contexro del antiguo régimen. tipo nacional o civil. La solldaridad entre el trono y el al-
târ, propagâdâ al menos de ca¡a al extetior, era prioritaria:
Lamenrìais suscitó ecos cntusi¿stas oo sólo eo Francia, sino aun en casos de flagrante violación de la libertad religiosa,
también en los ambicntes ult¡amontanos de Alemania, por ejem_ Roma temía sacat tales sucesos a la luz pública. Esto deter-
plo cl grupo de Maguncia, el de Gö¡¡es y el periódico cãrOliá de minó su actitud para con los irlandeses y, todavía más,
Aschaffenburg. Efectivamente, esros ultramontanos no eran yâ para con los polacos.
tan partidarios de la alianzz cnt¡e el r¡ono y el alrar, en especial 2) La desconfìanzz hacìa todo movimiento de libe¡-
ellá por 1810 cuando los sucesos revoluciona¡ios que se producían tad religiosa tendente a mejorar la situación mediante pre-
en roda Europa t¡astocaban el o¡den ¡esrau¡ado por el-Congreso
siones ejercidas desde la base, agitaciones parlamentarias o
de Viena. Ideas como Ia de que la auténrica fe n^da ti.r,e qu-. re-
tentativas de influi¡ en la opinión pública, y sobre todo
mer de la-libenad, o que ésra hace rriunfar la verdad, o que la
aliándose con las fuerzas libe¡ales, y ello por más fieles a
Iglesia es digna de crédito vìviendo pobre pero rambién libie, no
resultaban ya tan extrañas para los ultramontanos. <EI clamor sa- Roma o ult¡amontânos que fue¡an los líderes de tales
lido de klanda ha sido escuchado, los ecos de Francia y Bélgica movimientos. Esta desconfianza predominó en el caso de
lo han repetido y el mundo c¡istiano ha dado su respuesra: õios O'Connell y más aún frente al experimento belga, si bien
y libertad.> Estas palabras de <L'aveni¡> repercutieron también hay que reconocer que en ambas circunstancias no se llegó
entus.iáscicamente en los periódicos ult¡amoqtanos de ,Ale- a un neto ¡echazo de principio.
manial6. 3) Por último la táctica, al da¡se una victoria de Ia ¡e-
volución, de arregláselas con el nuevo estado de cosas,
El ?apa Gregorio XVI, reinanre desde 1831, ruvo que
.
hace¡ f¡ente a un estado general de cosas que podría desig-
como en la ya citada (2.1.3.) bula Sollicitudo Ecc/esiøram,
de 1831.
nârse por el nombre de .,primera c¡isis de la ¡estauración>: Tocante al expetimento belga, Roma rehuyô zanjar ter-
minantemente la cuestión; desde el punto de vista político
16. G. Valerius, Deaxcher K¿tbolizi¡nzus lzd Inmenneìs, Maguo- no pareció oportuno ni aprobarlo ni condena¡lo. Tal vez
ci^ 1981, p. 252.
una solución semejante hab¡ía también sido posrble para

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con Lamennais. .. si ésre y sus dos compañeros no hubie¡an del propio Lamennais, que con sus Paroles d'un croyønt
ido a Roma como .,peregrinos de Dios y de la libertado y (Palabras de un creyente), en 7834,llevó a cabo una rup-
forzado la decisión, creyendo inocentemenre que de labios tura de principio con el papado y la lglesia ìnsritucional.
de la Santa Sede no podía salìr ol¡a cosa que la escueta ver- La raz6n p¡ofundâ de e sta ruptura no fue Mirari 1.to:, sino
dad. Mucho más pesaron aquí en Ia balanza las quejas de Ia t¡aición del papa para con los polacos oprimidos âl to-
los embajadores de las potencias eu¡opeas cont¡a <L'ave- mar partido por la autoridad del zar, <querida por Dios>.
nirr, en particular por su apoyo a la causa nacional de i¡- El catolicismo liberal seguía bien vivo, según Ia propia
landeses y polacos. Y sobre rodo fue decisiva la presión de enciclica Miran tos. Cierto que empiezâ â perfilarse yâ en
Mette¡nich, cuyas gestiones acarreeron dilectameûte la é1, sobre todo en Francia y Bélgica, pero también en,A.le-
condena de las ideas dìfundidas por dicho diario. manie, por ejemplo en el grupo de Maguncia, una orìenîa-
cìón þragnzáÍicø que, ale.jándose de las conflictivas discu-
¡.sí, el tt de agosto de 1832, salió a luz Ia encic\ca Mìrcri siones de fondo, se fija metas de orden más concrero:
zorr7, que coqdenaba dura y tajantemenre las ideas de ol'ave- lucha por las libe¡tades de prensa, asocieción y ens€ñanze,
nip. El documento pontificio veía la raiz de tod¿s esas ideas en y utilización de los medios que proporciona la sociedad de-
la <só¡dida fuente del indife¡entismo>, es deci¡, en una libe¡tad
mocrática. En el terreno de estas aspiraciones prácticas, ca-
entendida como absoluta a¡bitra¡iedad subjetiva que se desinte-
resa ya de Ia verdad objetiva. De este indife¡eqrismo, según la
tólicos liberales convencidos, como Mortalembet, que en-
encíclica, nace <el e¡¡o¡ o más bien la locura de que ha de conce- tre 7843 y i848 llegó a ser en F¡ancia uno de los más
derse la libe¡¡ad de conciencio, junto con la de pensamiento y importantes paladines de la libertad de enseñanza, podía
prensa. Y si esos de¡echos liberales, sigue diciendo la encíclica, colaborar con aquellos que, sin aceptar el principio de la
se justifican por el supuesto beneficio que de ellos resulta tam- Iibe¡rad tal como lo concebían los liberales, no dejaban de
bién para la lglesia y la verdad y porque acaba con las ¡estriccio- ver que la lglesia debía decidirse a nâdâr €n estas aguâs
nes estatales, es como si se pretendiera el lib¡e e ilimirado come¡- pragmáticas que Ie brindaban también a ella buenas posi-
cio de roda clase de venenos poniendo igualmenìe a disposición bilidades de se¡ más lib¡e. ,4.sí nació el llamado <unionìs-
del público sjn resrricción alguna los respectivos conrravenenos.
mo>, como base común de negociación para todos los cetó-
licos que combatían por la libertad de la Iglesia. Tal fue
El efecto inmediato de esta encíclica no ha de subesti-
la situac.ión en F¡ancia du¡ante los âños cuarenta y en ^A.le-
maÍse, cla¡o está. Fue a la vez intenso y duradero; pero ya
mania al estâllar lâ ¡evolución de 1848, hasta que luego,
entonces mismo, y precisamente en los medios ultramon-
en los años cincuenta y sesentâ, surgieron nuevamente las
tanos de á.lemania y Bélgìca donde el documento cayó
disensiones. Precisamente en Âlemânia se dio una primera
como una bomba, sembrando la conste¡nación y el des-
€scisión, que contribuyó no poco a que las esperanzas no
aliento, empezó a exaJninarse punro por punto y aun a cri-
se cif¡a¡an ya en la alianzz con los t¡adicionales poderes,
ticarse abienamenters. La primera nota discordante vino
sino con las nuevas fue¡zas. Se trata del llarnado ¡uceso de
Co/oniø, en 1837, es decir, el enca¡celamiento del arzobis-
17. Texro en Ä.M. Be¡nasconi, Aôta Gìegoü Papae XVI, t I, po de esrâ ciudad, Klemens ,A.ugust Droste zu Vischering,
Roma 1901, p. 169-174.
18. En una de sus ca¡tas escribía Görres que, como los ¡omanos se
habían puesto a la cola en vez de ir a la cabeza de la hisroria, ulos Alpcs de habla¡ en la acrualidad> (cit en H. Buchheim, (Jltr¿nzontanì¡nzø¡ and
limiran su perspectiva y no pueden ya encootrar las palabrar con que han DemoÁlali¿, p.24s).

8t
'ì!r.-

po¡ la auro¡idades prusianas. En la cuestión de los matri-


torno a personajes o grupos pardculâres relativamente ais-
monios mixtos este prelado se había adhe¡ido ente¡amente al
lados y que en modo alguno constìtuían entre sí lo que
punto de vista romano, sin aceptar ya el arreglo oculto
pudiera llamarse un <partido>. Una de læ características de
a.l que los obispos prusianos venían aiustándãse desde
esre catolicismo liberal, que lo distingue, por ejemplo, del
18J4. Su derención susciró la pro,.sm del papa Gregorio
de F¡ancia, es que nunca acat¡eó una ruptura profunda en-
xvt. Pero la verdadera resonancia del suceio-de Cotnia r¡e.la ilustración o las ideas afines a ésra y el carolicismo
no se debió ni al hecho mismo ni a la protesta del papa,
liberal surgido del tradicionalismo y ultramontanismo.
sino a Josef Görres, que con su polémiio ,suno Arho)ø_
Äquí fueron todavía más estrechas, sì cabe, las relaciones
rzLs, publicado en 1838, lo elevó a la categoria de símbolo
con el siglo xvlii, con las ideas ¡eformado¡as de la ilust¡a-
al conside¡a¡lo como unâ neta <(cesurá.)) en la histo¡ia de la
ción, con los jansenistas italianos y también con los <demó-
iglesia alemana. El suceso de Colonìa denota ante todo
cratas católicos> que habían vivido en Italia du¡ante la ¡e-
la c¡isis decisiva àe la alianza ent¡e el trono v el altar. Des_
volución francesa. Además desempeñaron un papel más
perró rambién entre las frre¡zas más jóvenÁ de la lglesia
importante las ideas de refo¡ma inte¡na de la iglesia, en
una-âctirud crítica para con el Estado, haciendo qr. -rro ,.
especial Ia aspiración a una lglesia más espiritual y alejada
confo¡maran ya con el sratu quo. Âl propio tiemþo dicho
de la política, que dejara ya de recurir a medios munda-
acontecimiento forzó la orientación ¡òmino_ultra-montana
nos para afnnzatse y se opusiera con mayor fìrmeza a las
del catolicismo alemán. Hasta en los manuales de teología
modernas ideas de libertad. .4. grandes rasgos podemos dis-
puede seguirse esta evolución y verse cómo a veces inchiso
tinguir en esre catolicismo los siguientes grupos, aunque
un mrsmo autor, en ediciones sucesivas de su ob¡a. defien_
sus f¡onteras no estén siempre cla¡amente delimitadas y se
de más y más decididamente las prerrogarivas del papa.
den r¡ansiciones de uno a or¡o:
Por otra parte, ningún otro suceso aislado cont¡ibuvó ìanto
como el que comenramos a acabar con la ilustracián en el
1) El primer grupo está muy vinculado a las ideas
nilustradas> de ¡eforma y aipi¡a en concreto a una profun-
ámbito eclesial. No obstante, el suceso de Colonia, con las
da ¡eforma interna de la lglesia, Se opone al cle¡icalismo
controve¡sias públicas que provocó, hizo que se agudizaran
y a un excesivo hincapié en la auto¡idad, Iuchando por una
decisivamente los antagonismos confesionales. dildo t^-_
lglesia más democratizada donde, por elemplo, Ios obispos
bién un carácrer más confesional a la política. Estos com"
y pá¡rocos sean elegidos por el pueblo y en cuyâ adminis-
bates confesìonales empiezan aho¡a a lìbrarse a la luz pú_
t¡acìón colabo¡en también gremios de seglares, igualmente
blica en- cámaras parlamentarias, polémica, d" pr..rr', y
elegidos por vía democ¡ática. Este sector está sobre todo re-
luchas electo¡ales, amalgamándose .o., lo, mr.lio, ot¡o,
presentado en Toscana, donde ya a fìnes del siglo xvrtr,
combares del siglo xx.
en tiempos del sínodo de Pistoia (i786) y bajo el gran du-
.. .A -:lrd9 suele pasarse injustamenre por alto el ca/o_ que Pietro Leopoldo, constituyó un núcleo de ideas ecle-
lirism.o liberal italiano. àel:lìdo quizá a su propia índole.
siástico-reformadoras. Sus principales exponentes son Raf-
En efecto, a los catól.icos liberalés de kalia-les'faltó sufi_
faele Lamb¡uschìni, Grno Capponi y Bettino Ricasoli.
ciente cohesión-.y^ el atatgo en un movimiento popular 2) Otros de estos católicos liberales son mucho más
más amplìo, a dife¡encia de lo que ocu¡¡ía con sus-coìreli_
parecidos a Lame nnais, Montalembert y sus homólogos al
gionarios_de allende- los Âlpes, sobre todo franceses
y bel_ no¡re de los Älpes. Comparten con ellos la orientación bá-
gas. Tratábase aquí de pequeños ciculos de intelectuaies
en sicamente papal y la exigencia de llbertad para la iglesia
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87
respecto del Estado. No por eso dejan de abrigar también F¡édé¡ic Ozanam (f 1853) las esperanzas y perspectivas de
importantes ideas de ¡efo¡ma inte¡na de la Iglesia. Su no- muchos carólicos liberales y a la vez socialmenre compro-
ción de libe¡tad incluye, además de Ia independencia exte- meddos du¡ante el año revolucionario de 18481e. Los
riot, una ¡enovación inte¡io¡ tocante sobre todo al aspecto obárba¡os, etan para él los nuevos poderes de Ia democ¡a-
comunitario, a la actividad y responsabilidad conjuntas de cia con los que la Iglesia podía coaligarse pârâ dar pie a
la comunidad de los fieles. La figura más destacada de este une nuevâ cultura c¡istiana, como anteño lo hicie¡a con los
grupo es el sace¡dote Ântonio Rosmini (t 18tt), tal vez la germanos en la época de las invasiones; y la aureola del <li-
personalidad más significativa de todo el catolicismo italia- be¡al> Pío lX servía aquí de catalizadot de tales esperan-
no del siglo xx zas. De hecho, el año 1848 fue en,A.lemania, Francia e lta-
lia, aun para la propia lglesia, el de la explosión de todo
En su esc¡ito reformista Delle cìnqae þìagbe de//ø søntø Cbie- tipo de expectativas de refo¡ma y libertad. Con ello co¡ría
rø (Las cinco llagas de Ia santa lglesia), ¡edactado ya en 1832- parejas el apasionamiento por la alíanza enre catolìcismo
1833, publicado en 1848 y puesto luego en el índice, enumera y libertad. En deûnitiva, no obstante, los sucesos revolu-
dichas ullagas,: 1) El foso que media en la liturgia entre sacerdo- ciona¡ios acabaron por refo¡za¡ los lazos existentes enre ul-
tes y pueblo por el uso de la lengua latina; 2) la insuficiente edu-
tramontanismo y antiliberalismo, lo que llegaría a su pun-
cación y formación del clero; 3) la excesiva dependencia de Ios
obispos respecto de los príncìpes; 4) el alejamiento existence en-
to culminante en el concilio Vaticano L Los verdaderos
tre clero y fieles por el modo cn que son designados los obispos, católicos libe¡ales quedaron de¡¡otados. El ultramontanìs-
con intervención decisiva del poder profano; 5) la falta de cola- mo perdió así las fue¡zas liberales que aún seguían adheri-
boración y el aislamiento mutuo enrre los obispos. das a él tras la encíclica Mìrørì uos; se volvió, pues, neta-
mente antiliberâl y comenzó a ecercarse de nuevo
-salvo
3) Pzrz un tercer grupo, cuyo rep¡esentante más céle- en Alemania- al absolutismo. Claro está que esto es sólo
bre es Vicenzo Giobeni (t I8)2), ligura en primer plano una de sus fâcetâs, ya que 1848 reptesentâ también el fin
el interés político de la unificación nacional de Italia. Has- de la época propiamente dicha de la restauración. En ade-
ta 1848 sus fines se cent¡an en la idea <,neogüelfo de una lante la lglesia no podía ya apostd del todo por los pode-
Iglesia y papado a la czbeza del movimiento italiano por res tradicionales. No le quedaba otro remedio que aliarse
la libertad e independencìa f¡ente a la dominación extran- con las nuevas fuerzas de la ìncipiente era democrárica, es
jera, es decir, austríaca. Este ideal ganó en fuerza durante deci¡, con las asociaciones, la prensa y los partidos políticos
Ios dos primeros años del pontificado de Pío Ix, con el que surgían. Esta aJianza entre lglesia y pueblo fue el lo-
mito del upapa liberal>, pero se vino abajo al estalla¡ la cri- gro decisivo de aquellos años, especialmente en Älemania
sis de 1848, cuando Pío IX se negó a entrar en guerrâ con- con el inic.io en 1848 de los Pìusaereine (asociaciones de
tra -A.ustria. adhesión al papa) y el KørboliÉenrøg organizado por las
masas católicas. Pero el recurso al pueblo sencillo y su mo-
vllizrcíín (en contrasre con la burguesía educada donde
2.4.2. El triunfo del ultramonîanisnzo (1848-1870) predominaba el espíritu <mode¡no> en los campos político,

<¡Sigamos a Pío x y pasemos al bando de los bárba- 1ÿ- Let danger de Rome et se! ctpêîarcer, <Correspondanr> (febre,
ros!> Así llegó a expresar en Francia el apóstol de la caridad ro de 1848).

88 89
culturâl y económico) fueron rasgos fundamentales del más sobrias y rese¡vâdas âun enrre los prop.ios partidarios
movimiento uh¡amontano sobre todo al norte de los Á.1- de la infalibiüdad papal.
pes. Se acompañaban de una neta postura defensiva cont¡a En el ma¡co de semejante devoción al papa nada tiene
el positivismo y el progreso secular.izado propios de la de ext¡ano que se manifestarâ la tendenciâ a <poseero Ia
época. La actirud de <fott^leza asediado, por parte de ¡ealidad sobrenatural del modo más concreto, disponible
la lglesia, y de solidaridad .inte¡na a toda costa, que alcan- y localizable. Por ejemplo, cuando el ult¡amontano irlan-
zz¡ia su mâxima expresión en el S1llabus de 18ó4, se in- dés George \ü/ard expresó el deseo de que le trajeran cada
tensificó cada vez más. Primeramente, a pa¡ti¡ de 1850, se mañana, junto con el desayuno y el <Times>, una encíclica
implantaron en el de¡echo canónico y Ia teología las teo¡ías infalible del papa, no hizo sìno fo¡mula¡ en voz alta lo
tendentes e afnnzar la supremacía papal. Esto no se llevó que otros muchos pensaban. La fe en lo sobrenatural pare-
a cabo sin una consecuente y sistemática intervención de ce a veces mate¡ializa¡se en la fe en el magisterio infalible
Roma misma, sob¡e todo a t¡avés de los nuncios, pero hay del papa, como si en este último se vie¡a la pu€¡ta terrena
que ¡econocer también el .importante papel que en ello de ent¡ada a lo celesrial y la concreción del más allá. Tal
desempeñaron las necesidades y aspiraciones de las Iglesias concepcìón se abrió camino aun enüe muchos teólogos y
locales cuyos lazos afectivos con Roma y el papa tenían su obispos.
propia dinámica, ya que en Roma veían en baluarte princi
pal de la libertad de la lglesia frente a las injerencias del Es- Así D',{vanzo, obispo de Calvi, decla¡aba el 20 de junio de
tado, Esta franca <devoción al papao quedaba todavía refo¡- 1870 en el aula concilia¡ que con la cuestión de Ia infalibilidad
zzdr por la popularidad y fascinación personales de Pío x. pontificìa se t¡ataba en definitiva de hacer hincapié en el oo¡den
Roma e¡a conside¡ada, al menos desde el punto de vis-
.A.sí sobrenaturalr, contraponiéndolo al naturalismo, para que todos
ta emotivo y âun a veces también teológico, no sólo como Ios pueblos vieran que uel papa es como una encarnación del o¡-
den sob¡enaru¡al... y por tanto en el papa docente contemplaran
el cent¡o de la unidad crisriana donde se realizaba Ia ple-
no sólo el o¡den sobrenatu¡al, sino también a Cristo, que por eso
nitud de la misma, sino como fuente y orige n de cuanto
está en todos y para todos en el papa, con el papa y por el
podía tenerse por católico: la teología romana cs teología papÒ21.
de primera mano y todo lo demás nace de ellazo, la pra-
xis y los usos romanos son Io propiamente católico, y las ,{.quí no debemos olvidar que, en vísperas del concilio
desvìaciones podrán a lo sumo tole¡a¡se. Tales ideas y sen- Vaticano I, el ultramontanismo no se caracterìzaba ítntca-
timientos no eran nuevos, ni mucho menos, pero arraiga- mente por una mentalidad defensiva, recelosa y ansiosa de
ron entonces de una mane¡a jamás vista anteriormente , si seguridad. Â la par con esta actiud se daba tambìén un ras-
bien es cie¡to que se dieron al mismo tiempo actitudes go dinámico, misionero, de conquista, y sobre todo un
afán de libe¡arse de la autosuficiencia provinciana y de la
est¡echez del yugo estatal- Es típico en este sentido el pos-
20. En esre sentido csc¡ibía. por ejemplo, el cardenal Visema¡. re- tulado que los obispos napolitanos, por boca del ca¡denal
firiéodose al que estudiaba en la Gregoriaoa: <...por puros y cristalinos
que fueren los riachuelos en que otros beben, él aplica sus labios a la roca
de Nápoles, Riario Sfo¡za, leyeron en el concilio. Propo-
mìsma que golpeó la mágica va¡a divioa y absorbe sus palabras coo la
fnerza y vida coo que van brotando> (Erinnerungen, trad. alem. Schaff-
hrusen 1858, p. 19). 21. MÀîs; 52, 7 61

,0 91
Ý-

nían que todos los nuevos obispos fueran consagrados en Broek, que, aunque escrito en los años veinte, corresponde
Roma y que allí mismo ¡ecibie¡an del papa su bendición perfectamente a lo que Montalemberr y or¡os propag ían
y jurisdicción. De este modo los obispos que en sus lespec- con más éxito a mediados de siglo: nla verdad debe sólo
tivos países gemían bajo la férula del Estado ¡ecibirían en a sí misma su triunfo, y por ello el er¡or ha de ser también
Roma una visión más amplia de las cosas 1 respirarían el libre, Reprimir el error es tan perjudicial, si no más, a la
aire universal del catolicismo: <En cuanto havan salido de causa de la vetdad como reprimìr Ia propiâ ve¡dad. Cuan-
los angostos límrtes de su país se les ensanchará el co¡azón do ve¡dad y error sean libres por igual, ninguna duda sub-
bajo el vasto cielo de la lglesia romana. .. y experimentarán sistirá ya sob¡e cuál de ambos es Ia ve¡dad. Po¡ eso nos-
lo que de veras significa que la lg.lesia de C¡isio es carólica. otros exigimos Ia llbe¡tad total y absoluta no sólo del cato-
a saber, que vive universalmenre y desde la Sede Romana licismo, sino también de todos los demás, para que la ver-
se extiende al mundo enteto; cobrarán entonces nuevas dad t¡iunfe así por medio de Dios y de Ia libe¡tado'?3.
fuerzas y ¡econoce¡án lo que realmente son, príncipes de Se daba, por otro lado, la actitud que consistía en ne-
esa comunidad que trasc.iende de todo confín espãcial y gar por princrpio las libe¡tades reclamadas por los liberales,
abatcz Ia tierra entera; captarán el senrido de su dignidaá aun sirviéndose de ellas por razones puramen¡e tácticâs. A
y se opondrán así valientemente a los poderes este respecto es característica la posición del francés Sauvé,
-u.rãrnor;
y estarán en adelante bien persuadidos de que sólo el consultor de la Comisión preparatoria del concìlio Vatica-
papa, vicario de C¡isto en la tie¡¡a, es superioi a los obis- no I parâ la disciplina. En su dictamen pericial critica a los
pos en dignidad episcopal>22. católicos que, como Montalembe¡t, ¡eivindican en el cam-
. Aho1.a bien, este giro de lrs âcontecimienros hizo que
los católicos liberales se sintie¡an caãa vez más aislaåos
po de la Libertad de enseñanza iguales derechos para to-
dos, y hasta para el e¡¡or. A juicio de Sauvé, sólo la verdad
dent¡o de la lglesia misma y ruvieran que pasâ¡ a la defen_ tiene derechos, no el e¡ro¡. Esos católicos .liberales se enga-
siva. Efecrivamente, seguía existiendo un vigoroso movi_ ñan, dice, <,al aîumal que el Estado debe ser ideológica-
miento católico-liberal sobre todo en F¡ancia, pero taln_ mente neut¡al y que el error ha de gozar de los mismos de-
bién en Llema¡ia, Inglat,,"ra e ltalia. ,{un-que muy rechos políticos que la verdad... Lo cierto es que, si la ley
diferente según los países en cuesriones de detalie, se.a_ estatal proclama la libertad de enseñanza sin reprimir al
rzctelìzzl:a al menos por dos rasgos comunes: propio tiempo el e¡ro¡, los católicos tend¡án sin duda algu-
1) En primer lugar, su <sí> de principio, y no sólo por na el de¡echo de exigir al Estado la posibilidad de fundar
motivos tácricos-polír.icos, a .las libertades humanas, en-es- escuelas lib¡es. De ca¡a al gobierno, podrán entonces de-
peciaì .la libertad religiosa. Se comb¿tía por lograr la liber_ fende¡ con toàa nz6n esre punto de vista: Tú proclamas
tad de la lglesia no como privilegiò, siÁo en il marco de la libe¡tad de concìencia; deja, pues, que nosotros recutrâ-
Ia libertad a la que todos tenían de¡echo. La dife¡encia en_ mos a ella. Nosorros no reconocemos que tus principios
t¡e esta afirmación de principio y un mero <<sí> táctico a la sean absolutamente ciettos, pero los utilizamos para hacer
libertad puede explicarse del modo siguiente. por una par, vale¡ nuest¡o de¡echo, ¡econocido por Dios y del que esta-
te, es típico de la mentalidad de la mayoría de los católìcos mos bien segu¡os- Así deben proceder los católicos en esta
liberales esre pasaje del publicisra holandés Le Sage ten
23. V. Conzcnius, ¿es catboliqaes /ibércux at XIX'¡iècle, Gre¡ohle
22. Maosi 51, 4Ot CID 1914. p. 23

93
cuestión, como aurénticos cârólicos siempre y en todas pâf- ejemplo en la formación del clero). Con esto se ¡elaciona
tes y s.in prestar ningún tipo de apoyo a los no católicos en el hecho de que el catolicismo liberal, de o¡ientación neta-
la prosecución de la fa.lsedad o del marr2a. mente pontifìcia y ultramontana en los años treinta y cua-
Una postura inte¡media, au¡que típica de la mayoría renta, al percatarse de que el ult¡amontan.ismo lomaba de
de las personalidades católicas en los países germánicos, se pronto un giro exclusivamenre andliberal y daba al traste
refleja en el juicio emitido por el historiador eclesiástico de con sus últimas afinidades libe¡ales, adopraia Dn þott rø
Friburgo, Johann Baptist ,{.lzog, miembro de Ia Comisión ødaersø a/ absolutìsmo paþal, en particulâr desde los años
dogmática preparatoria del concilio Vaticano I. sesentâ y eI S1//øbus ð,e 1864. Un Montalembert, ya en las
postreres semanas de su vida, se desataría en âmargos im-
Alzog no se opone en abstracto a la doct¡ina det S1//øbus àe pioperios contra el <ídolo que se han erigido en el Vatica-
que sólo a la ve¡dad le asisten derechos, y no al eiror, y de que
no)>26, y no hablemos de Döllinger. Durante el concilio
el ideal al que ha de tende¡se es el Esrado cristiano y la estrecha
Vaticano t, todos los católicos liberales apoyaron el bando
unión enrre éste y la lglcsia. Pero, por otra parte, piensa más en
té¡minos de opciones hiscóricas que de ideales abstracros. y para
de la mino¡ía, contra¡io a la proclamación del dogma de
él la opción histórica significa que esa hermosa eo ncardia ¡dcerdo- la infalibilidad pontificie. En pane también, sobre todo en
lìi et imþeii no ha existido práticamerìte jamás; así, en el mo- F¡ancia, volvieron a poner de moda algunas ideas galica-
menro preseote las libe¡cades de religión y de prensa son aliadas nas. EI galicanismo, que ya parecía muerto y que en Ìiem-
de la Iglesia, porque Ie b¡indan en la mayor parte del mundo pos de Lamennais se vinculaba â la causâ perdida y caduca
oportunidades de que ances nunca disf¡utó. Hay que guardarse de la monarquía borbónica, resucirabe ahora por obra y
de condeoa¡ tales lìbertades: <No cabe duda, en efecto, que ran gracra del catolicismo liberal. Así se manifesró, por ejem-
torpe condena depararía grandes dificultades a los obispos, priva- plo, en la figura de Hen¡i-Louis Charles Ma¡et, obispo ti-
¡ía a los defensores de Ìa Iglesia en los países no católicos de las
tular y decano de la Facultad de teología de la Sorbona,
armas mismas con que combacen y suscitarían una inmensa ola
de odio y daños conr¡a la Iglesia católica>rt.
el <último galicano> del concilio. Pa¡a este prelado, el
principio conciliar-sinodal y la limitación constitucional
2) El otro aspecro es que los católicos liberales aboga- del poder significaban que la lgleiia. a panir de su p¡opia
ban también en cierra manera por una mâyor hbertaà den- dinámica interna, podía adaptarse a la cor¡iente moderna
tro de la propiø lglesìa, ya en el te¡¡eno científico (contra tendente al parlamentarismo y la división de poderes2T.
el pretendido monopolio del método escolástico, por la En Francia, donde Montalembe¡t era el principal expo-
aplicación imparcial de métodos históricos y del pensa- nente del catolicismo lìberal, las discusìones giraron sobre
miento histórico, por la abierta drscusión de cuestiones todo en to¡no a Ia actitud f¡ente a las ideas de 1789, sin
exclui¡ el problema de la libertad ¡eligiosa. En Âlemania,
conüoveftidas, cont¡a Ia at¡ibución de un ca¡ácter absoluto
a instituciones h.istóricas y contingenres), ya en la prâxis en camb.io, el cent¡o de los debates lo const.ituía el puesro
(contra las reglamentaciones y el aislamiento excesivos, poÍ que había de asignarse a la ciencia y la libertad teológica
dentro de la Iglesia. Una de las tendenciâs estuvo reptesen-

24. Arcltiûa Se4reta Vatrcano, Coxcilitm Vaticønum, Acta Com 26. <Gazetre de Frânce' (3.3.1870) (Coll€crio lacensis ÿlI, 1j\6b)
mt¡¡tont¡ de Ditciplina. t. Il, I, p. Io8. 27. Cl. Cl. Bressolecce, Le þoutoìr dau la ¡aciété eî dans l'Églirc
2t. Ibi¿,-, Acta Conzmi¡¡ioni¡ Dogntaticøe, N¡. 7, p. 9. L'ecclétiologie politiqae de Mgr. Maret, Paris 1984.

94
I5
tada por el seminario de Maguncia, por antiguos alumnos del episcopado mundial, que venÍa enronces a (onrar
unos IOOO
del Colegio Ge¡mánico, por el arzobispo de Colonia Jo- oorspos, hacia a5Í cuerpo con la causa del papa.
Algunos fueron
hannes Geissel (t 1864) y, en Roma, por e.l cardenal Rei- aún más lejos, haciendo de los Estados poátifi.ios
r.å õ;;r,t*
sach (véase 2.3.2). Prcvalecía aquí la unidad y solidaridad de la fe, válido eo rodos los tiempos y
"¡rotu,"-"nr. ni..r"ìiã
de la Iglesia sob¡e la apertura intelectual: orientación 1,,|Êt.s, r l ponrífi ce.' Incluso b;;;
L1l" f -su19
roucos r¡Defates detendteron en aquel entonces
;;Þ;;;;:
"" con ¡odo ardo¡
neoescolástica de la teología, desconfianza hacia proposi- "ò*""- los
Esrados Ponrjficr¡s. por e jemplo el obispo
ciones teológicas que buscaran el diálogo con las mode¡nas de Orl.i"r,
roup. r¡tun cuando esros carólicos no llegaran
a iden¡ificar la cau_
teorías filosóficas o estuvieran demasiado cent¡adas en la sa de la Iglesia y de la fe con la de los
Eirados p";;È.."';i,i;-
historia, preferencia por la formación exclusiva del clero en ban que la razôn asisúa al papa en este
punro, sobre rodo f¡ente
Ios semina¡ios en lugar de una educación un.ive¡sitaria, etc. a la poiírica del gobierno iålàno. hosril'a
i, Igt.rir,
; ;r;;;'"ì
Esra co¡riente logró su primer gran triunfo en 1857, con ponrífice represenraba la causa del derecho
_?.r",.iåí"ì' l"ì,r"
Ia condena de Günthe¡ (vê.ase 2.3.2), una política de anexión forzosa y hechos
.onsrrn"dor.
El principal representante de la ot¡a tendenc.ia fue el
histo¡iado¡ eclesiástico de Munich Ignaz von Döllinget. . Mas tambìén se dejaron oír voces críricas. pueden aouí
Llrârse crertas rendencias
T¡atábase mayormente en ella de la c¡edibilidad de la Igle- "concijiado¡as, denrro del clero
italiano, muchos de cuyos miembros.rrn
sia enfrenrada con el mundo de los intelectuales. P¡econi- r¿;.ror ri-rnoìll
zaba, pues, la apertura en el diálogo con lo moderno y en nacronalrsra de_su país y exigîan que el
:.nl:nlo a los papa re_
especial con la ciencia protestanre, la libe¡tad teológica
nuncrara Estados ponrificios. T¡arábase sob¡e'Lodo
de
sace¡dores del Norre deItalia, pero rambién de alpún oue
dent¡o de los límites del dogma y una función crítico-
orro.obispo procedenre del caLolicjsmo l;b.,rl
co¡rectiva de la teología para evitar ante todo dar carácter
de ideas neogüe.lfas. Todos estos <<¡ebeldes>
. l;;uj;;
absoluto a hechos histó¡icos y relativos, como la existencia fr.ro., ,Ju.i-
dos al silencio, con no poca seve¡ìdad, por.l
de los Estados Pontificios, una dete¡minada filosofía u opi- orooin
paÞ.a'o. Drsrinta fue la posrura de muchos
niones teológicas <,de escuelar. catOlicos iibe¡a_
les iuera de ltalra, enr¡e orros Döllìnger.
Puntos culminantes de estas controversias fueron, en que cn sus discur_
sos pronunciados en 1861 en el OdeZn
los años scsenta, por una pârte los Estados Pontificios y por aå U"ni.t
la candente cues¡ión de los Esrados ponr;n,lor, pfriio*J "Sorãi
otra el S1//abus- Las amenazas que pesa¡on sobre los pri-
Anron von Segesser (t 1888) en S"ir^ y øra
meros y su ¡educción en los años 1859-1861 (vêase 2-2.I) 1ot'" fÅrd{
¡lch_ -Acron (t 1902) en Inglarerra. Esros
dieron pie a un amplísimo movimiento de solida¡idad del católicos daban la
razón-al papa desde el punto de vista del
catolicismo mundial con el papa. a.r..¡ro i.rt.rnr-
cronal y se oponían a la política piamonresa,
br."d" .n-i,
vrolencra; pelgl â vez que veían una
Esta solida¡idad se concretó de modo particular en el mani- la injusticia en la in_
mrnente pérdìda de los Estados Þontificios,
fiesto de 300 obispos que se encontraban en Roma eo 1862 con no considera-
morivo de la canonìzacíón de los máni¡es japoneses. En él se de-
ban esta úl¡ima como una desgracia prra t, tgt.rir-irii,
cía que los Estados Pontficios eran una institución providencial
voces, srn embâ¡go, constiruyeron casos
aislados. En gene,
e indispensable, todavía más en las circunstancias reinanres, para
Ia libe¡tad de la Iglesia y del papado. Ulte¡io¡menre die¡on su el ejemplo del obispo de Manrua,
fi¡ma al documenco or¡os 400 obispos, con lo que Ia mayor parce ,.^i?
(18J ^9!:
1-1866),
Corti, en Marrina, pzo 1X
Þ. 128-131.

96
91
Ì
:
¡al no estaban los tiernpos para andarse con matices ni de enf¡entarse con la jerarquía, y deseaba cambién una reología
guardar serenidad o indagar sobre la rçlatividad de lo his- en consonanàia con los riempos, es decir, que integrara Ia dimen-
I
tóricol eran más bien momenros de "consre¡nacióno y soli- sión histórica (el uojo hiscórico, junto con el ufilosófico,). En su
da¡idad sin rese¡vas con la <consre¡nación> y solidaridad sin opinión, la escolástica ¡enovada, cuyo edificio uameoazaba rui-
reservas con la ujusta causo del papa. no, carecía de posibilidades fururas y no llegaría nunca a dar
Más todavía que la cuestión de los Estados pontificios, fru ¡o.
contribuyeron a polarìzar internamente la lglesia las con-
trove¡sias de los años siguientes, sobre todo las ¡eferentes 3.mbos discursos susciteron la explícita desaprobación
aI Sy//øbu:. Desde 18)0 Pío rx venía abrigando Ia idea de de Roma, pero sobre todo âfianzaron â Pío tx en lâ con-
condenar globalmente los er¡o¡es mode¡nos en un solemne vicción de que en aquel momento preciso, cuando hâsta
documento. la decisión del papa en este senrido fue pri- renombrados católicos coqueteaban con ideas libe¡ales, e¡a
mero estìmulada, hacia 1860, por el asunto de los Estaãos imprescindible condena¡ en bloque los e¡ro¡es del libera-
Pontificios, y más adelante, en el año 1g63, por los impor_ lìsmo.
tantes y sensacionales discursos que pronunciaron respècri- Así lo hizo el 8 de dicremb¡e de 1864 en eI S!//abas,
vamente dos eminenres figuras del catolicrsmo libeåI. catálogo de 80 errores modernos, y en la, encíclica, QaanÍã.
cura qrte lo acompañaba. Los er¡ores abarcaban desde .la
Uno es el llamado <discurso de Malinasr, con el que intervino negación de los principios más fundamentales de la reli-
Montalembe¡t cn el congreso que allí celebraban los católicos gión cristiana, pasando por cie¡tos axiomas del liberalismo
belgas, refiriéndose a la ¡elación entre Ìa lgiesia y la libenad c.iu-
de Ia época (por ejemplo, gtre la, r^z6n de Estado o Ia vo-
dadana2e. Monralemben defendió .r, ocasión Ia libe¡tad
"qu.ll" ¡ácricos. cJogiándo_
religiosa por princjpio, y no sóÌo por morjvos luntad de la mayotia son la máximâ totma moral, o que
la como progreso genuinamente humano por fundarse en el de_ el Estado es fuente de todo derecho), hasta las teorías cató-
¡echo de la concieocia, aun errónea, que dèbía ser respetada y no lico-libe¡ales en pro de la separación entre lglesia y Estado,
fo¡zada. EI Estado que al conceder la libe¡tad religiãsa proiege la contingencia histó¡ica de los Estados Pontificios y la li-
esta conciencia, no se limita a tole¡ar un mal con el q"a d.l" berrad religiosa. Ya entonces mismo la interpretación de
llegar a un arreglo, sino que ampara un ve¡dade¡o bien. Monta_ estâs condenas dio lugar a âcerbas polémicas, que en lo
lemberr ¡echazaba así expresamente una concepción Ìiberal_ esencial se prolongatían hasta hoy. Por e.lemplo, nada más
indife¡enrista de Ia libe¡tad religiosa donde poco imponaba ya
publicârse eI Sylløbu:, tânto el cardcnal sec¡eta¡io de Esta-
dónde estuvie¡a la ve¡dad.
El otro discurso, sobre el upasado y p¡esenre de la reología ca-
do,Antonelli como la revista românâ de los jesuitas <La ci-
_,.
tólìco, fue pronunciado por Döllinger en Munich, vikà cattolico se apresurâron a ptecisa¡ que Ie libertâd de
dura-nte el
congreso que reuoió en esra ciudad a la flor y nata de los erudìtos religión o la separación entre Iglesia y Estado habían sido
carólicos de ,{lemania'0. Döllinger rejvindiiaba para Ja reología condenadas sólo como <<tesis>, es deci¡, como rdeales y bie-
una función crírica y proférica dent¡o de la lglesìa, aun ries-go res en sí mismas, pero no como uhipótesis>, o sea como
^ soluciones políricas ellí donde, como una petspecriva rea-
29. R. Âubert, L'ìxtemextion de Montø/e"llbeñ aa Congrès de Ma- lisra, no es posrble llevd a cabo el ideal del Estado católi-
/ìtze¡ en 1863, <Collecranea Mecblioiensra, 20 (l9tl) t2r-5;L co. Esta distinción se mantuvo durante casi un siglo como
V.ár. el rexco complero de esre norable discurso eoJ. Finsrer_ actitud predominante y oficiâI. A.sí pues, no cabe duda al-
,..,10.,
l'ölz|, lgnaz ton Dò//ìnger, Graz t969, Þ. 22j-263.
guna que d, S1l/abus y sobre todo la encíclica Qaøntø cura
98
99
-Ý-

techazaban la liberrad religiosa no como concesión y


mal pretación moderada prevaleció entre Ia mayoría de los ca¡ólicos.
menor. sino a todas luces como nderecho del homúre,
v En parte, sin embargo, su efecto volvió a ser neutralizado por los
progreso propiamenre bumano. Las posteriores
renrâtiva; integrìstas del partido cont¡ario: en F¡ancia, el periodista Louis
de armoniza¡ esrâ postu¡â con la dedalación Dignitaris Veuillor, con su dia¡io <L'unive¡so, muy Ieído en los ambienres
Ài"-
manae àel concilio Varicano ll sobre la lib.r,å ,.lipio," ult¡amontanos tanto clericales como seglares, y mooseñor Pie,
y de negar así ¡oda conrradicción enrre ,rnUo, **,oi, obispo de Poitiers; en Alemania, los jesuitas, que publicaron
ì._
por inaceptables, si uno quiere ,., fi.i;l;;;_ toda una serie de esc¡iros eq defensa àeI Sj'/labus (,Stimmen aus
l.î :..".1:
hisrórica. Tampoco puede decirse qr. lo qr" Maria Laach>), y en particular el padre jesuita Clemens Sch¡ader.
.dad r..oî_ Dominaba aquí la tendencia a agudizar todavía más las condenas
oenâ es so¡o una noción indife¡enrisra de la libenad
religiosa, n efecto, especialm enæ en àel S1'Ì/abas, a poner de relieve Ia absoluta cont¡adicción existen-
eaanra ,oro, ,, ,on_ te entre lglesia y progreso contemporáneo y, sobre todo, a confe-
dena explícita y literalmente .l i"ãir...",ir.o' tii.äi, rtr al Sllløba: el ca¡ácre¡ de una decla¡ación ex caÍbedrø y por
sino al católico Montalemberr,"oque en modo
alguno fun- ende infalible. Esras disensiones arrojaron no poca sombra sobre
daba la liberLad relìgiosa en un concepro jndiferenrisL¿.
los debares del concilio Varicano I
5us aclâracrones y disrinciones fueron además
perfecramen_
te.entendidas en Roma, entre otros por el
cardenal Bi-
lio11. Lo que sí puede sostenerse es que
toda übe¡tad ¡eli- Bibliografía
giosa fue enronces condenada (como
a.r"r¡ pffi"-ìo.
teólogos_ romanos que sentaban auto¡idad
p;rir" å;i ;: H. Buchheim, U/trømonýøni¡nu¡ atd Demo,êretie. Der Weg der
puesto de que, en cualquier caso, dicha fibåt.d deut¡chen Ketholiþex im 19, JaÃrbundert, Munich 1963
deUla fo¡_
zosâmenre esta¡ vinculada a una raiz indife¡entista. Les cøtholìques lìbéraux (antoLogia,), G¡enoble 1974.
M. Le Guillou, L'éoolutian de le þensée religieuse de F¿liciré li-
La escisión cnrre caróìi(os jiberales e intransigenres nennøi¡, Paris 7966.
no desaoa_
reció. ni mucho menos. con el Syllabat. condønnaÍior de Lømennøi¡, París 1982.
S"rgj8
rendcncia a suavizat lo más posibie el docum"enro
;; ;.g;;;'i;" -,Ld und Souteränìläî. Die pàpstlìche
H.J. Pottmeyer, Unfeltlbar,ëeit
bre rodo en las pastorales y orros escriros
poniin.;o.ï UnfeltlbørÁeit inz Systezn der ulrramontøeen E,êAleiologìe
de obispoi. Especial lm_
ponancia a:umió aquí un follero publicado p"r.f des 19. JøhrhunderÍr, M^gvncta 1.975.
al õ, G. Schmidc y G. Schwaiger (àtrs.), Kircben ud Ltberøli¡¡nu¡ i¡n
tcans, uupznloup, donde se defendía
eren.iãlmenre"U;"i"
quc .l p"o,
no era. sin más. enemigo de ia Iibe¡tad, ,iro,¿1. 19. Jabrl¡undert¡ (Studien zur Theologie und Geistesge-
¿.,.,.n" li¡Jr,lj
entendida como ca¡eacia absoluta de tod" schichte des 1ÿ Jahrhundens), Gotinga 1976.
at"dura; J;r;r- ;:
sisría en.los principios básicos, en la repuJsa
d.l n"¡ur"jismo. in_
G. Vale¡ius, Deaîscber Køtho/izìsmus und Lanzennøi¡. Die
drlerenrrsmo. de un orden humano de vida Auseinandersetzung in der Aøtholì¡ch¿n Pablizi¡¡iA 1817,54,
común sin Dios. v
no ranro en las consecuencias políricas. impugnables, Maguncia 1983.
de djchos
pr¡ncrpros. lJe-hccho, ni siquiera el papa
y la curia vieron con des_ F. Vigeoer, Bi:cbof:aøt und Pøpstgeualt. Zur Di¡cu¡sion urn
agraoo esre esluerzo dc suavización. ya que Unfuersaleþitkoþat ønd UnfeblbørÁeit des Pøþttes im deut-
contribuía a sosegar
y aplacar la. tormen¡a.leväorada po, i" ¡cher Køtho/izì¡n¿us nai¡chen Tidentinam und Vøticanum I,
vloLencra ral como nadie la había esperado
oþinión p¡Ofl.r, ¿. ,ä ed. preparada por G. Maron, Gorioga 1964.
en Råma. Esra inter_

i1 Cf. el informe en Ma¡dna, pìo IX (tB)l-t\6(r, p


321-327

t00
101
={F-

2.5. El concilio Vaticano I (iS69-iS70)


menre divina: Dios no necesita del mundo para rcalizuse
t. a sí mismo como D.ios de amo¡. Vaticano I no sólo conde_
.Va¡icano el primer
,b¡aba concilio ecuménico que se cele_ nó el ¡acionalismo, sino también el fideísmo v tradiciona-
desde hacía más de 300 años..mp.ró yi;;;r;;;
parado por pío B a aíz de la publicacån ¿it- .s,iìti',',, lismo..que dudan de que Ia raz6n p,,.d" t.n., algún valor
se anuncjó oficialmente el paia llegar a conocer la verdad. Afirma, al .orr,rriio, Ir."_
z6 de
ca eta muy general y re siruabe
iunio d. ì;;;.
;í"';^;r! pacidad del hombre para llegar a un conocimiento natu¡al
en la línea drl¡;¡ir;;;,
oponer remedios adecuados a los de Dios y asìgna a la <¡azón iluminada por la fe, un im_
nume¡osos
mundo mode¡no,. Las cinco ";;i;r";"i portante papel dentro del <<conocimiento de fe>.
preparatorias cu-
b.r"" p';;;;;;;r.äli'L",'o'"tones La segunda Constirución dogmática del concilio, mu_
aunque. eso sí, con una cho más cont¡ove:tið,a, lue Pøstor aetemus, sobre e.l prima-
o.;,;:i,Iij;,,ï:Í,":Í::üj'J
X:T::i) dada su compåsi.iå,
uL rus o) esquemâs que elaboraron.
;;y;;;,;;;i'ffi,1 do del papa. La definición de .los dogmas relarivos ai sumo
pont-r{ìce era en cierto modo el fruto de una larguísima
sólo J llegaron a ser
presentados y debaridos .n evolución y, especialmente, de una <prehistoria, de 70
.l .on.;l;o.-i;;:"ã;';,;'; años desde la revolucìón f¡ancesa. Lo cual no significa que,
:""::rïi de Roma.por tos iratianos. .t ;;'d:-;;"ij.
en este contexro, sob¡e todo la definiclón de la infalibili-
jill-1"]r,!ue 5rr rnrerrumpido y aplazado sine die oo¡ dad pontificia hubie¡a sido fo¡zosamenre programada de
r. rrmrto a promulgar dos Consrirucion.,
;:1.."" dogÅá- antemano. En cont¡a de ral supuesto pueden aducirse va-
La prìmera, Dei Fihu:, sobre ¡ias razones. De los ca¡denales y obispos consultados anres
,
clamó soiemnemenre el 24
la fe y la ciencia, se oro-
deÌ concilio, sólo una r.t," prir. (8 de 47) se decla¡aron
d. ,bril d.'t;;0.'ö;;'.iiri::_
pondía el concìlio al cuestionamienro deseosos de que se rrâtarâ ese remâ en el aula concilia¡. po¡
uilusrrada", rechazando las pretensiones
d.l, ¿;;;;;;;; ot¡o lado, es cierto que la inmensa mayoría de los padres
d.
esra última. Es cia¡a en ral rËch "J,"";;í;-;; tenían sumo inte¡és en remachar de modo espe cial ei prin-
o ¿. u, o, ¿ì a,' .î. ; ;: ï cipio de autoridad frente a las tesis del libe¡aiismo. En- este
, i

lación "(la fc puede


;*
"r,
iJff ::î i,', ìl î:ïill marco global, casi todos ellos adm.itían la infalibilidad
..r...rnårdr., o *i.ou.r,rl ;;;;::
una fe -basada en ta autoridad pontificia y estimâban que el momento era más bien pro_
a.l
La dectaración de que cl .n,.åd.,
oiär!,iìi
,iï.tr"iìì picio para proceder a su definición. pero esto, reperi;os,
lTilll
(\,rrrr(uyc ra reJeclon suprema ,;";;; no quiere decir que en el conrexto general del oio¡taleci_
del homb¡e con la realidad
enrra en la caregoría mental mienro del principio de auto¡idad> el tema de la infalibili_
de J, ,r,",idrJ;;; i;iì;;.
de fuera. En conrra de es¡o se dad ruvie¡a que ser necesarianente prioritario en el conci_
hace hìncapié."'i;;;r;ì;;;
de Dios, como Creado¡, sob¡e lio y que todo lo demás hubiera de pasar a.un segundo
i:?.ïr"l^ lo c¡eado. Se su_ plano. Como mucho, la infalibilidad e¡a en la mente de la
Draya, purs, la ¡adical liberrad
de l" .r.r.iOn, qr. ä
modo alguno tiene origen en una mayoría de los obispos uno de los remas que habían de
necesidad int¡ínseca_
discuti¡se en el ámbito de preocupaciones Áás amplias, y
no un tema central.
Jl ..S1. remzs er.:n respecrivamenre: cuesûoncs dogmjriras, di:rioli_
_.
o¡ae(les,â5rir¿, vìda religiosa. tglesiz orjenr.rì
Un importantísimo facto¡ que contribuyó a dar especial
y n,.jrl;".": ..
;;ì;;;; ;;i:;i;l_ ¡e.lieve al tema de la infalibilidad fue la polarización de Ia
opinión pública en to¡no al mismo. ya desde principios de
r02
i03
t869, se lib¡ó una verdadera batalla campal,
sob¡e todo en tab.le o, al contrario, presentarse a sí misma como ins¡itu-
.Alemania y Francia, ent¡e dos bandos
cuyas ción histó¡ica capaz también de t¡ansfo¡ma¡se y aceptar los
czàa vez más vioientas, se sucedían ."_"
l; ".".;;;;. mode¡nos conceptos de libertad como confo¡mes al evan-
un.péndulo. En una prime ra fase fueron 1", "r.;l^;;;;;;
gelio?
volunrariamente propagaron con "ir¡;i;iË;;
!yienes rodo ahínco Ja La actitud ð,e la mayoúa de los miembros del concilio
oi jl,oo.ición dogmática de la Ìnlatibitidad
1_,"^11 ponri_ estaba sob¡e todo dere¡minada por esra polarìdad. ,A.nte la
hay.que citar muy en parricular
11.,,
su
t:,1t
pe,r¡:d1c?.<t']lnivers>
a Veuilloi, con violencia y proporciones del debate que tenía lugar en el
ldonde entre orras cosas se Þedía seno de la opinión pública, los mãs de los padres concilia-
una derlnrcrón de la infalibilidad no
como fru¡o de l'a¡s", res.llegaron por fin, como muy tarde en enero de 1g70,
discusiones concilja¡es, sino por ,.lrrnrlln
lr" ;r,:; a Ia convicción de que no les quedaba más que un camino:
del Espíriru"), a los ¿" l, ,.uir,, .i,
.iesuitas
ca- y al arzobispo de \Vesrmìnster.
.ì;;,;;;;ï: si el concilio guardaba silencio, no tarda¡ía este último en
Mrnning. Àl;r_;;, intetpretarse como unâ decisión negat.iva. Cierto que, jun-
por roda esra campaña propagandística,
1", ,?p;;;;;;;;;;; to â esta dinámica inte¡na de polarización, hay que ver
del catolicismo liberal devoivie¡on el goipe
."";UrrJo rìì igualmente el facto¡, innegable, de una manipulación vo-
vez en masa la opinión pública
en .on¡r, d. ,r" ;;fiJ lunta¡ia de los acontecimìentos. Y no por parte de la curia.
.'o1. según Lemían, acaba¡ía d¡ásricamenre Ya el 28 de junio de 1867, la víspera de la celeb¡ación del
_q.u:, con roda
posìbilidad de compaginar ias nociones mârtirio de los santos Pedro y Pablo 1800 años at¡ás, Man-
de lplesia v lih.,-l
rad. por no hablar de la ¡arificación ning, arzobìspo de !?estminster, y Senestrey, obispo de
a. t". pr",.,nrìon.,
-"--^'""
<<medìevales>
de dominio papal sobre lo, Er,jj"r. Ratisbona, pronunciaron solemnemente en Roma aÀre la
tumba de san Pedro, a instancias del padre jesuita Matteo
En F¡ancia, el movimiento hostil liberatore, el voto de hace¡ todo cuanto estuvie¡a en su
. a la infalibjlidad fue princi_
paìmenre dirigìdo por Marer y iuego
por ej oraroriano Grrrr,. mano parâ lograr que el concilio definiera la doctrina de
mal ta¡de. fn oroño de 1g62, cob¡ó
nuevos brfo, grr.i". , uíì la infalibilidad pontificlâ, Durante las sesiones mismas,
d.] obìspo de.Orleáns, Dupanloup. e"
fï_y^l más céleb¡e de la ¿f .å"^il, .f fueron tambìén estos dos prelados quienes, en los momen-
versaro_ infaiibilid¿d fu. O,illine.r. l1 .u"ì.^i_
ideas. fi rmadas primero con .t r.uaor,,no
tos críticos, movie¡on todos los resortes posibles perâ que
1.".1ì;;"r; ; ;ì":iä: la causa de la infalibilidad saliera adelante.
du¡anre et concilio. con .t ,ti;;;:;"r;;;"'C"r:;;:;;
{as.Jueco,
h¡zo eco el periódico liberal Decisivo fue también e I papel desempeñado por el
lltlrili," 'Augsburger Allgemeine propio Pío rX. Es seguro que, a más ta¡da¡ en feb¡e¡o de
1870, el papa esraba ya convencido de que el silencio del
En esras controve¡sias no se trataba concilìo acerca de la infalibilidad pontificia sería equiva-
sólo, n.i mucho me-
nos, de_ una cuesrión de esrrucrura lente a un fracaso. O¡ientó, pues, consecuente y volunta-
inte¡na de f" i*i.d" .;
del r¡adicional combare e nrre galicanismo ¡iamente las dìscusiones hacia ese fin. De todas fo¡mas, en
y ;i;"";;;;i_ los momentos cruciales del debare, la auroridad del pro-
mo. La bazz principal, para ambos
bandoi. era la ¡elacjón pio papa favoreció sin ¡ebozo la causa del grupo Senestrey-
entre ia Iglesia y Ias nuevas libertades.
Er, _r;;;;;;_ Manning. A Pío x le faltó aquí sensibilidad para percibir
de todo, lo anrerior parecía u..,ir." "n
,Ur;f ¿ã;;;ñg-l.r*
tomar cla¡amente partido por una cie¡tas razones de la minoría hostil a la defìnicìón, basa-
auto¡idaà n.-. . ii_u_ das en importantes consideraciones pastorales y âùn teo-
10t
10i
H
-rç-
I

i
I
su ¡uicio los obispos de la oposición no mosrra_
Lll.ï, ^
llan rufic.renre firmeza de carácter y ,. a.;"Ur" quema sobre la Iglesia y tratara prioritariamente ìa cuesrióo del
móviles de o¡den mundano y fì.irì,"å, primado papaÌ, en 4 capírulos (primacía establecida por Cr.isro en
de la época, la opinión públ
lo.;;iË#:J
superficial. la persona del Pedro, carácter perdurable de la misma a través de

oi,"iro.,.' íJ' ïi :,:l,ffi:,:,îå


i
ravo r de ros sus sucesores, primado de jurisd.icción, infaìibilidad doctrinal).
to¡no a la necesìdad de adonr ï:,;':î.i
pos¡ura netamenre so-
La nueva Constitución dogmárica, Pøstor øeterxus, fue debatida
en el concilio del 13 de mayo al 4 de juÌio. En la votación, roda_
¡,.',,,,,r 1ììï.'ái.îråät'Í: :1.'
s,, d. j;; ;;.rä;; j ï:' ;ijil: ?.'rî :j J.i'.i:,ï.: ""1:
vía provisional, que ruvo lugar el 17 de julio entre los 601 padres
pr€senres, salieron 451 vocos a favor, 88 en conra y 62 a favor
clsamrnre en un momenlo
en que las Ê,.rr^ d;1"_fiir;: coo reseryas Q\/ecet iaxtø modum). De )os 62 que padres votaron
parecían habersc conjurado a favor con reservâs, 32 deseaban una formuÌalión más restringi_
para acabar d. ,;;;';;r;
srempre con la Sanra Sede. da de la ìnfalibilidad, mient¡as 25 la querían en té¡minos aãn
más contundentes. .Adoptando una acticud fi¡me, la mino¡ía no
había perdido la esperanza de obrene¡ en el últìmo instaote algu_
l, (yry//o
.- .l1.1l"ntoa la
reLramenre
eirl¿/r?o de los sucesos que
llevaron dì.
definjción conciliar del d"g* j.-l;ì";;;;;il_ nas concesiones del gmpo mayoritario. De hecho sucedió al ¡e-

1ad lay que menciona¡ ante rodo prp"i a.*r,n;."",ïi.,ìi vés, ya que el bando conr¡a¡io ¡eacciooó haciendo que se añadie_
Comisión dogmática nomb¡ad¿ "i ra al texto la f¡ase netamente antigalicana nor ex conJeu2!
dicìem b¡e d;ä;ì;;¿:î;åj:[.å:ijî::î; ;::,:1 j;1: Ecclenløe (<no po¡ consenso de la lglesia>). La definición se pro-
c¡eros rel¿tivos al cæo. se clarnó solemnemente el 18 de julio, con sólo dos voros.r,.oárr",
componía
""¿uiiu"..n,"iJ ì;;;;ir-
11':.,r"Il jil,t*d" de una pråpaganda
oá y de conraclos cnt¡e bas¡idores.
p,.";, l'iuìlrì",. äiì.i_
auoque es cierto que casi codos los obispos de la minoría se ha_
No conraba. bían ausentado del aula en señal de protesta.
mrembro de Ja mjno¡ía. Hacia ;;;;,;;;;;#å;
grupo de padres conciliarcs
fines.de ;;J;il.
encabezados por Senesrrey";;:ä,Jä:
y Mannìnø
lnterpretar estos acontecim.ien¡os del concilio como
a recoger firmas prm qr. i, simple fruto de manipulaciones y presiones sería ignorar
:"T:t:1i9.i
ia_inlalibilidad saliera
,¿"p.io" i'.ir',.rir'lË
adelanrc .n,r. io, d..;,, .ä;: en buena parte .la realidad. Las definiciones de la inf;libili-
Iro. Iograron, reunìr 450 ît¡ma
enr¡e los cerca d; "ru;;;;.i
ä ;;;il dad pontrficia y el pnmado de jurisdicción fueron el ¡esul_
Lai trsras.de la minoría opuesra
a l" infrli¡ü;¿l¿ ä iü;rJ: tado de una larga evolución histó¡ica más que de la políti_
firmas. po¡ decisión del prpr,
::,,:._:,19
narmenre (6_j_ts70; un capírulo
,. *,ro¿rio..piî,l,ii ca consciente de algunos individuos. pese a las evidenres
sobrc la infalibiUdaä
.],:T¡1.rn: sobrc la.tglesìaya antes preparado por
Oã"ìä.,, presiones ejercìdas sobre los padres del concilio y a .los lí
:: los padres mites impuesros a su capacìdad de maniob¡a, en general
lll"l?.1j,,]l:_l.,o,rnteaba.
Dcraclon normal en torno
con rodo, un probJema,
al esou.r¡¿ 5q5iq l" lgj."i",
*
,"1 ãlì_ no puede negarse que gozaron de Ia suficiente libe¡rad de
habría rardaåo mucho en
ir;;;;;;
r¡ararse Lo oue es_ decìsión, información y articulación. La mino¡ía, que sien_
::.1:,:lit.r-o,la,9_
pccralmeore movió al grupo Sen esr¡ey-Man
n ing ._igì;;; ; do el 20 ÿo de los Pad¡es se opuso al 40 o/o Ae los àiscu¡sos
¡ema se djscutie¡a con prioridad "
fu ,,ilï¿ï:ï;,:åïï favo¡ables al decreto sobre el primado, ruvo toda clase de
ción ext¡aconc'ia¡,
;il;;;;î.î;::;.ff
q.uc el conciiìo ruviera que jn¡e¡n:mpi¡se oportunidades parâ exponet oralmente y por escrito su
U*r.^_.nr.-0"r,ä"1 punto de vista. Po¡ ot¡o lado, es verdad que no se respetó
Tr¿s du¡a baralla con t",
::ij?*'
m¿s bren prudentes. el asunro
,n"a..rã"r.ì'iìiä;äü el principio de la <unanimidad mo¡al,, ya que la deciìión
,"lió
¡n elecro. el 27 de abrii pío ü decraro
"d.l"n;;;;';*;;,,;ï;; final del concilio no resultó de un consenso, sino del some_
gue se exrrajera del es_ timiento casi fo¡zoso de una mino¡ía que no dejaba de ser
r06
107
r -{..!l'-
l

coosiderâble. Jusremente esrâ mino¡ía,


durante el concilio donde todo se desmoronaba, la Iglesia, con su lnfalibilidad
proclamó en rodo momenro dicho princifio
ción previa para la valiàez de cualqìier
;;;;;;j- concretada sobre todo en el papa, tenía que aparece¡ como

en rnate¡ia de fe. Mi¡ando a la histoiia,


,i*tia" L".ìiia punto de refe¡encia fijo y seguro y como firme roca de
pr.¿.,"rnUìåi'ä._ autoridad. Al propio tiempo, la definicrón de la infalibili-
cirse que esa exigencia fue siempre
mantenida en la lslesia dad se veía como un volver de la Iglesia a la fuente misma
e ideat tod-os los ."r.ili"r,
111,o,¡rinc;nio
plactLcâ esruvo muy lejos .para-
de ser respenda.
;;;;".;"i; de su certeza, al no existi¡ ya para eIIa Ia alentadora evi-
dencia de la sociedad cr.istiana.
, La. mino¡ía representaba alrededor dd 20 o/o de los pa_
dres del concilio (unos 140 de
En cuanto a las divergencias de o¡den teológico, la
700) y pro..dir ronr. ,JJo mera contraposición entre partidarios y adversarios de la in-
oe culrural y socialmente más desa¡rollados
,tos ,pâ¡ses lcasi falibilidad no basta para delimitarlas. Salvo raras excepcio-
rooo"s los padres alemanes y ausrro_
húng aros, el 4O ÿo de nes, los obispos de la mino¡ía en el concilio Vaticano i
ros
-t¡anceses.
un tercio de los no¡reame¡icanos y aleunos nada tenían que ve¡ con el episcopalismo o el galicanismo
ingleses, italianos y orientales). cbb;i;;;;;"
los termrnos de. <meyoríe> <rninoría"
úr;iil;;. del siglo Xvitl. Sí, en cambio, vinculaban retrospecriva-
ÿ se ¡efie¡en a send", mente la infalibilidad pontificia al cuerpo entero de la
rendencrai en el modo de concebi¡ las
relaciones de la lsle_ lglesia. El papa, decían, cuando habla infaliblemente, es
:li :".".1 mundo. y más en particular
rranas t¡enre a la cuesrión contemporánea
;d;r-;;;r;, .""i_ boca, portavoz y representante de toda la lglesìa; la asis-
de las iibena_ tencia del Espíritu Santo no le viene por especial <ilumina-
des. La mayoría se inclinaba a hacår
de h d;.;;;;;'i" ción> o di¡ecta inte¡vención divina, sino por cuanto se hace
Iglesia una especie de (conrradogmâ)
in.ornprtibl. .on-lål eco de la lglesia. Así estos obispos, al final del concilio,
principios de I7B9 y a insistir, siguiendo'.";;;;;^;;
condicionaron su voto positivo a la ìnse¡ción de fó¡mulas
Maistre, en que la lglesia ha de t¡aei
la s.rlvación d _;;; como <apoyado en la tradición de la lglesio o uen el testi-
presentándole un principio de auto¡idad
d.l q". .i ;;;;; monio de .la lglesiar.
carece y sin el cual co¡¡e i¡¡e misible
me nte ,ri ¡,""ji_iì- El bando contra¡io comprendía, claro está, un grupo de
to y al caos. Enrre.la mino¡ía, en cambio, "pr.ao-in"n,
rdea. mãs mattzada, de que al menos
ì^ infalibilistas exüemos para quienes el papa era fuente de la
algunos elementos infalibilidad de toda la lglesia, infalibilidad que no podía
oer moderno concepro de libe¡tad eran
legítimos. La ma_ da¡se sino a través de éPr. A este grupo pertenecían evi-
d. ll':!ùoT de ta mino¡ía åa"rip,"*jr,i dentemente Senestrey y Manning. Sin embargo otros,
Ii_pii::
de pa¡ses que habían firmado concordaros
f
"" o acuerdos simi- como el obispo de Pade¡bo¡n, Ma¡tin, o el arzobispo de
la¡es con la Santa Sede . Su interés
se cenrraba .;;;;äi, Malinas, Dechamps, dabân por supuesro que el papa era
una rup¡u¡a total y una evolución por
caminos aiu.rni.ri.. intérprete de toda la Iglesia y seguía estando vinculado al
entre la Iglesia y la sociedad profana. j"ñ
norra, la. lglesra no podía dejar de estar
.A ;; ;r.";;ì: testimonìo de ésta, pero se negaban a fijar el modo en que
muy inresrada e el sumo pontífice se cercioraba de Ia fe de la lglesra. Sobre
lncrusreda en la sociedad. De ahí
también qu. .l Lo..ro
reológico de la infalibilidad no pudiera
p_ectos socropolíticos. La
,.;;r;;;.*Ë;:
mayoría. por el contrario, ponía la 31. Un ejemplo caracrerístico es el abad Prosper Guéranger: uÈl
rglesla en conrraste neto con el mundo y papa no recibe nada de la lglesia, como Pedro oo ¡ecibjó nada de los
esrimaba oue e., apóstoles. El papa ocupa el lugat de Jesuclsro, como los obispos el de
modo alguno debía depender de ésre.'E;;;ii;";;
los apósroles> (De la motørcúìe pa tìfc¿le, p. 19).
108
109
todo no querían que ese vínculo se fo¡mulara
como condi- someter la infalibilidad a condiciones difíciles de verifica¡ o sólo
ción de su infalibilidad, ya que enronLes
sus declaraciones comprobables al cabo de cierto tiempo.
,, ,1,u1!:: podrían s.iempre ponerse en rela de juicio. por
eso,rambren,se oponÍan a que en la definición
se hablara Estos inteteses, naturaìmente, denen su origen en la op-
ra necesrdad..por parre del papa, de
1: apoyarse en la tra- ción histórica del siglo XD(. La cuestión básica era sabe¡
drcron o el resrimonio de la lglesia. prefirìendo
que se cómo debía presenrarse la Iglesia en un mundo en plena
hiciera_ en una introducción. Àqrl,'.àmo
se perdía de vista el máximo inLerés
.; ;"i;';; efervescencia de cambios. Cla¡ìdad, firmeza, seguridad y
práctico. ,{l ierd q;. mantenimienro de la unidad inte¡na a toda costa constituían
De MaisLre . la mayoría conciliar dese;bâ
;;;e;e;'i;;fïi los más importantes objetivos para la meyoúa conciliar.
Dllload un rnsrrumenro lo más eficaz posible para
zaniar
úpidamenre muchas cuesrione, y .uitr,
.; ;i il;;;i: La constitución Parlor aelernur, vorada finalmenre el 18 de
flic¡os como los que desde la época
del grf i.rnl,.o Ìr.Àirn julio de 1870, se refie¡e al primado pontificio de jurìsdicción
cosrado a la lglfsra ranrísimas energías. para como poder <pleno>, <supremo>, uordinario, e oinmediato> sobre
esros obispos
la opción prioriraria no dejaba lrg-
¿"ã^,- ,i" ."*",i" toda Ia lglesia, es decir, ia totalidad de las Iglesias particulares y
grave contlirLo la decisión ha de "
se¡ ,apldr, .fi.", y.., s.- de los fieles. De hecho quedaba así decidida a favor del papado la
secular conrrove¡sia con el conciliarismo y el galicaoismo sobre
fl'î Í:il .t].tg:
¡a oelnrcron 9. .e ffor, es decir, infatible.¡t
¿e la rnfalibilidad no tenía que haber
t;; åii" ;; la insrancia suprema dentro de la lglesia. En el capírulo cuarto,
nada
que menoscabara la efìcacia de esa acerca del magisterìo infalible del papa, se arribuye a las decla¡a-
a¡ma, dì.r, tugr, uì_
,,ilaciones o proporcionara argumenlos ciorÌes definitivas del poncífice en materia de fe y de costumb¡es
"
a quienes traLasen
de susrreerse a una declaración docr¡jnal la infalibilidad de la que Cristo ha dotado a su lglesia. Esras defi.
del papa. Orro niciones son ir¡efo¡mables ude por sí, y no en virtud del consenso
punto de gran interés era el de poder cortar
d'. ;;, ;ä; de Ia lglesiao. La última frase, .,no en vi¡tud del consenso de la
cuanro vinie¡a a pone¡ en peligrå la
unrdad de f" igl.i* Iglesiao, condenaba de una vez para siempre el 49 artículo galica-
no del 1682 (véase 1,3), excluyendo que las dcfinicìones docrri-
y eficacia son. pues. rasgos principales
, , \"nij.z de la infajibi_ nales del papa ruvie¡an necesidad alguna de ser confirmadas por
Una y orra.vez se a,gumcnraba que podria el rcsto de Ia Iglesia. Pero hay que notar también esto: en ningu-
:::1:_.i::,:T.":,0,..
rranrurnr,mucho riempo hasra la convocación d. ,n nuaå.on_ na patte se dìce que cuando el papa proclama un dogma lo hace
(riro. c inctuso anos enteros hasra
que esruviera claro cl consenso independientemeote de Ia Iglesia, ni meoos aún que el papa es
trs r.a rglesra ) et eprscopado. Enrreranro
ej error rcndría roda cla- infalible ude por síu. El concilio ponía además de ¡elieve, en este
se de oponunidades para extenderse
como un tumor caoceroso. capítulo, el ca¡ácter uconservador, y no.,innovador, del magiste-
Si de ve¡as eJ Espíriru Santo garantizaba
ra oe error, se requería a rodas lures
a la lglesia ;;;.;;;- rio ponrificior>.
una insiancia "lque pudiera
jï,_1,-r:,r dilaci<inj{ La segunda caracrerisrica ., lr'poribitidJ la Constitución sobre el primado papal logró inüodu-
oe re(onocer segura e inequÍvocamente esa
instancia jnfalibl. cirse pese a Ia resistencia de una conside¡able mino¡ía. En
quedando ex(lurdo ¡odo facro¡ de duda. por
eso no había que

T1l era, por 15. (Pues no fue promecido a los sucesores de Pedro el Espíriru Santo
^ ^.4 . dogmári,a. c¡emplo.
Comisión
Ia posición de D,Avenzo. pol¡voz de
al dirigirse al conciljo el ,6 d.
le perâ que por revelación suya manifesrârao uoa nlÌeve doctrina, sino para
765s). qùe, con su asisreocia, santamente custodia¡an y fielmente expusieran la
"":;'iü;;ri;r,
¡evelación cransmirida por los apósroles o depósiro de la fe> (DS 4070).
110
111
el momenro de su parrida. los más
de esros obisÞo no se
hal¡ían aún resueto a aceptarla ,"d, aun dent¡o del movimiento de secesión, como el propio
;;;;;;,i""i;:
fahaba una condición esencial para
i, Jiã_"j.'i""äi.ilì: Döllinger).
sión conciliar en mareria d" f", ,
,rb;;, ì;;;;i;;
moral. Djversos factores. no obsranre,
al cabo.de
;;;r;;";äil';i: Bibliograffa
medio año casj rooos acebennpor
ceder. En sus
respecrivas diócesis sc vieron
f sre paso, ya. porq ue,. ;;;iäi:iÏ..ii
rnmos parridarios de la infelibilidrd,
;i.,, ::l::,,î::
R. Auben. Vaticanum /.. Magunria I965: ve¡sión cut..
Vito¡ia 1970.
Va¡icano I,

por Ia aguda polarización a. t,


.";;'.;'Fr;;;r. i; V. Conzenius, Dø¡ 1. Vatiþønun i¡n BannÁre¿l¡ der
op;n;on'f,ibìì:;
ese punro, como en va¡ias diócesii
;:.r* j: lutSri:.lir:
þèp:îlic/ten
en E. Veinzierl @i.), Die pàpttlicÀ" Auioit¿t
i_
de esro sucedía, como en l, ,r;";
,l.mri'r.. D."d;;;; Êa/bo/ß¿ben Jtelb¡tuer¡täzdnis d?J lg. and 20.
Jahrbuzdert,
;; ä'iil:ri Salzburgo I970, p.53-83.
_n¡lgrro, los obispos pudreron mosrra¡se ¡emisos
1llrlmás B- p¿.:nr.IX. (t846.i87B), pi)pslt:che
utfehlbarÁeit
po¡ .empo. La política de cu¡ìa y d. l;;;ä;, ^ t.tïl:i
vattþ,anßcheJ Konzi/. Dogmatisíerang and Darchtetzung
und
rnuy prudenre al principio. no -la einer ldeo/ogie, Srurrgan 1977j ve¡sión-cast., Cano
fue aquí.'I fr.,o; J;.'i'r'i*. llega ì/
Mayor efecro en esre senrido þøþa ø ær ixfølible, Barcelona 1980.
ruvieron ias ir;;;;;"ì;.ä;;.
moderada. dcl dogma que fueron H. J.. Pottmeyer, Der Glaube aor dem Antpruch der llis¡en_
apareciendo en escriros
y pastoraies.de Ios obispãs schøft. Die Konstitation ùber den Aøtbo/¡ih"n
p- ejemplo
de la minå¡ía .;:iir;'; ;ï;'rî Filia¡¡ de¡ L Vøtiþaxiscben Konzil¡ und dìe
Cløuøer'-"O"¡

:T:r,secrerario del el obispo de SrnL, p.il,.n,


guo i"ri;;;;t_ tez tbeo/ogisc/tex Volen der ¡torbereìýenden""r"ruff"";h"b_
Xoi*¡u¡r,
concilio. las cuales Friburgo 19ó8.
puente de comprensión murua. ^yrdrr*;;;j;';;
a la postre ,"a",-l", äuîr_ K. Scharz, Totølreui¡iox der Ge¡cbicbte des 1. Vøn\øtumt?,
f:: d. 13 anrigua minoría aceprâron cl dogma. ThPh 5J ,lglÿ) 248-2j6 (conrroversia crícica con
último de ellos Sr¡ossmave¡. r siendo el _
L v.,Senesuel, Llie.et zar Defnilion der
Hasle¡t.
'rbispo de Djakovo ya bajo ¡tàp:tlichen Un/eh/bar-
el pontitcado de León ilrrr". Þett kam. Tøgebarb uom l. Vøticaniyher Konzil,
ed. prep"_
y
Suiza se organizó un imporuanre movi_ rada por K. Schatz, F¡arìcfort 1977.
_,-l:^1,:.-r1,,
¡¡¡tL¡rLu (¡c reslstencra conrra
lac definiciones vaticanas.
Ilcvó,. r¡as la excomunión y Esro
suspensión d. 1",
recalcit¡antes (ìncluido Oá1i"g.4, ".1;;r;;;
l" f;";ì;;;;ï;
lg lesia-llamada. de los "
.i,óii.or, o
nos.. En ella el rechazo"yisj65
de los ".rråliä'.iiiri
i as
_co
r
;
n as ;" ;;;;;
carólica (verbìgracia. lirurgia
äï;;,J"',
;iä *rilî.ïïi:,i.ïî
.n t*gu" **irrr, ,ìrïåi,
de seglies, supresión del celibato
f,o-n fanicipa_ción
srásrrco, erc. Esro último, p"r* j. i,
ecle_
.p.r"ioì'åï.r.üi
36
,J. Sivic. Bìúop J.G.
^
Romr-Chicago tgls.
S¡,a¡¡z
p.'zíl-llo".'"-'naJe¡
Neø /igh on vaican I'

112

113
dos de León Xrrr (1878 1903) y pío X (1903_19t4).
Siguen
l Por nueuos canzinos: de/ Vøticano I en vrgor. pera la Iglesia duranre ese riempo los
øi Vøticøno II (1570-196j)
básicos deJ siglo Xü, sobre rodo la rendencia, "rquãaæ
Ir.;;;;;lì:
zación y unìfi_cación con el respaldo dogmári- d; .;;ìill.
vâricano I. Nrngunâ nueva o¡ienración de
alguna impor_
tancia,dentro de la_lglesia iJega rodavía, proíp.rrry
Lu-
cnâs de e[as se rechazan en bloque.
En conrexto desempeña un gran papel la encíclica
^ ïj.patnr;publicada por León ill
Aete.rnt .Å iSZq, donde el
romrsmo es declarado filosofía oficial
de la lglesia. Con
e llo se daba_ un paso
Gracias al concilio Vaticano t, la lglesia más a parrìr de l" p*i.;o,iã. ËiJrî.
. carólica ad_ ya que la línea neoescolásri.a fo-.nrrà, po,
qri:t.,u?1 cohe¡encia interna que g^r^n ir^en er,. nã.r,
adelan¡e su aún cla¡amente tomista. Debemo, grrrd"Àos
unrdâd. t\o corre ya- el riesgo de versc desgarrada a. ,,.;Url,
enrre Jas
exclusìvamenre a esta o¡ientación tomista
exrgencrâi del mundo moderno y las
rradicionales -p;;;; ; fu;;;;
."n"tî*T. (galicanismo. eciesialismo .r,","i). renden- reacciona¡ia y retígada. En sus efectos ,."t., pr...ni,
å1,
:11
lado, esro. tacrlira a Ia lglesia, sin peiigro para bien una doble faceta. por una parte, se superó
su unidad en cìerto
modo gracias a ella una actitud Àe¡amenr"
estructural. el sftuarse frenLe a las cuestiones
planteadas å.f*1, fiã
por la sociedad mode¡na. po¡ ot¡o, ,u ¡echazo f¡ente al mundo mode¡no. p¡..ir^_.nt"
o¡i..rt".iå., ,nti.r.- l" ,rr,o_
y antilìberal, opuesra a tæ ia.r, .on,.rnfori_ "oTí3
q. Ia natu¡aleza, del Estado y d. lo, d.r..há,
d.
::!.,,-î.1i,
neas de lrbe rtad, dan. origen a un inmovilismo cada indivìduo arraigan a fondo en ei
tomismo. p"r, i.J,
y blo ueo xitt se tratâ de volve¡ al tradicional orden que ¡.r_^.rr
lnrernos contra la evolución histórica en
to, qr. iato tå,"- lo
mente será posible abrir brecha, y ello narural y lo sob¡enaru¡al. la Iglesia y el mundo,
t¡as no po.r, Urir" l" ¡.; ];
períodos d-e rerroceso, como en especial crencra, según el-modelo presenrado por
durante sanro Torn¡s de
flas 1 .aun
ta ,.1quino en et slglo X t. De ahí que la
c¡rsls mode¡nisra. Tenemos aquí la imageÀ o¡ienración tomista
de una Igle_ ruviera gran- imporrancia para la fo¡mulación
sia que da la ìmpresión de carece¡ y, J; ;il;:
de uãa frirtori, i.r?"r_
na y esraI únicamente sometida a destinos de la lglesia, para la definición del concepro
exte¡nos. Su
histor.ia hasta el concilio Vaticano II inclusive
:rll¡L,-:ri, y sus consecuencias
p¡opredad
de
.r, n".i en el plano social. para la
una historia agirada donde alternan avances nocìón de subsidia¡idad, la doc¡¡ina sobre
y resistencias, .i E:JJ;, i;
pasos adelante y atrás. auronomía del Esrado y de Ia polírica. .r..
L" lin., LoÁlsi^
.,:..1,1
:l-: en vrrrud deesencia.l
sra,
de la propia t¡adición de ta ìgle_
la cual se afirma la autonomía del o¡ãen
Entre la apertura cautelosa y la defensiva de la naruraleza, permitió así a la lglesia,
3.1 p".ii, ã.i.ã"
(1870-t914) xut unâ actirud positiva anè la evoiu.ión de cier_
.adopta¡
tas ideas y contemplff la mode¡nidad.o.,
o;o, u.rJ"a"rr_
El primer período va del conci.lio Vaticano mente c¡íticos, sin cc¡¡a¡se a la banda aa,,ar"'po*un
I a la pri_ tiva y de repuìsa por principìo.
nag"-
mera guerra mundial. .4.ba¡ca esencialmente
los pontidca_
Por otra parte, al tomismo le falta la dimensión
histó¡i_
1t4
11i
ca. Se funda en un orden <ahistórico>, en un derecho na- grado diverso se adoptan ideas y formas del mundo postre-
tural imaginado al margen de la historia. Dicho de ot¡o volucionar.io. De ahí que en el seno de estos catolicismos
modo, en la doct¡ina eclesiástica del de¡echo natu¡al, el surjân tensìones y antagonismos internos cada vez más
elemento de inrangibilidad y preexistencia (en el que cons- fuertes, especialmenre enrre los sectores que aspiran a una
tânremente se hace hincapié parâ oponerse al ¡elarivismo estrecha vinculac.ión con su respectiva cultura nacional o
moral y al carácre¡ absoluto del Estado y que reviste espe- con corrientes políticas <progresistas, de tipo democ¡ático
cial importancia en el conflicto con los sistemas rotalirârios y social, reclamando así en el actuat político unâ marc¿da
del siglo XX) está más o menos estrechamente ligado a la independencia respecto de la jerarquía, y aquellos que se
noción de Io <no histó¡ico>, concepto que en la docrina afe¡¡an al mundo <,putamente católico> donde todo ha de
social de la iglesia no llegará a ser plenamente superado somererse a la lglesia y verse con una perspectiva estricta-
hasta después de Pío xll. mente católico-eclesial (tendencras integristas).
Otro importante hito en la continuación de esta línea
cen¡¡alizadora es la codificación del de¡echo de la Iglesia
enel Codex laris Canonici (CIC) de 1917, inicrada por Pío 3, 1 .1 . Cøtolìci¡mo I <caesriín sociø/:t
x y concluida por su sucesor Benedìcto Xv. ,4.1 igual que
en la :eforma de la cu¡ia llevada a cabo por Pío X en Para situar la <cuestión social,, tal como se planteaba en
1908, üátase aquí de una reforma tendente z racionzlizzr el siglo XIx, es importante tener en cuenta que la misera-
lo ya existente y no a explor nuevas vías o int¡oduci¡ con- ble condición del proletariado indust¡ial no constiuía sino
ceptos inéditos. Especialmente en lo ¡elativo al de¡echo ca- un solo aspecto del problema. Sob¡e todo en.A.lemania,
nónico, muchos habían pedido, ya en tiempos del concilio donde lo puede hablarse de ve¡dade¡a indus¡¡ial.ización en
Vaticano I, que se simplifìcara y codificara lo que todavía gran escala hasta después de mediados de siglo, la <cues-
e¡a válido y aplicable, teniendo en cuenta los cambios aca- tión ob¡ero propiamente dicha surge, a diferencia de in-
rreados por la revoluc.ión francesa y la secula¡ización del glaterra y en cie¡to modo también de Francia, sólo a pardr
Estado, en vi¡tud de los cuales numerosas disposiciones ca- de los años sesenta, La cuesdón social se plantea más bien
nónicas basadas en la antigua alianza lglesia-Estado se ha- al principio en la perspectiva general del þauþeisrno- Con
bían vuelro caducas, En realidad el CIC de 1917 es en grâ- esre término se designa Ia creciente miseria y proletarización
do sumo expresión de una Iglesia gue , como societas de amplios secto¡es del pueblo, y ello por dos razones dis-
p erfecta, configura su sistema jurídico independientemen- tinras. La primera, ya desde el siglo xvlll independiente
te del Estado, una Iglesia que no tiene ya necesidad del de la indust¡ialización, es el inc¡emento demográfico al
b¡azo secular, pero que al propìo tiempo vive al margen que todavía no âcompeña una correspondiente alza de la
de su época y de los cambios sociales que se producen. producción de alimentos. A esto viene a añad.itse Ia pro-
Este período se cancteriza también por.la opción ucris- gresiva implantación de grandes industrias con su s.istema
tiano que frente a Ia evolución de las ideas modernas de producción en masa ¡elativamente barato y el consi-
¡epresentan los ucatolicismos> como mundos especiaìes guiente empobrecimiento y aniquilación comercial de mu-
dentro de la sociedad en general. El catolicismo o los cato- chísimos productores upreindustr.iales>. Rasgos propios de
lìcismos rienden todavía a cerrarse y constiruir un universo esre pauperismo son la insuficiente alimentación y el paro
propio- Por ot¡o lado, es cierto que en algunos câsos y en Iaboral ent¡e los campesinos no propietarios de tierras, el

11ó 117
___

prolerariado arresano y los rrabajadores câseros o indepen_


francés. Antes de esto, desde 1846, prevalecía en la iglesia,
dientes que se ven ahora privados de sus tradicionales me_
por un lado, el rechazo defensivo del socialismo y comu-
dios de subsistencia. En general la indust¡ialización no em_
nismo, y por otro la tradicional respuesta ético-ca¡itativa
pezó a elevar el nivel de vida dc la g¡an mâsa del pueblo
(como todavía en las primeras encíclicas de León xtlt).
hasta bien ent¡ado el úldmo cua¡to del siglo XIX. .{ntes
En Ia dinámica del catolicismo social no hay que pasar
de esto, y en parricu.lâr hasta 1g50, su efectã plncipal fue
por alto el impacto estimulan¡e de las ideas socialistas. Los
.la mise¡ia pan Ia mayoúa de la población. Eì punio
rnás éxitos de estâs úldmas ent¡e la clæe trabajadora fue¡on un
bajo se alcanzó en los años 1846-1848, con la úìtima gran
constante acicate para el planteamiento del problema tam-
hambre que asoló Furopâ sin se¡ de bida a ninguna gr.,ära.
bién por parte de la iglesia. Ello se refìe¡e especialmente a
Tuvo por causa directa una enfe¡medad d. iá prtit", d.
F¡ancia desde 1870, pero no es en manera alguna ajeno
resultas de lo cual Ia población de l¡landa quedå praciic"_
a las preocupaciones que se dejaron sentir en Alemania por
menre ¡educida a la mitad (ya por Jas víctimas del hambre
Ia cuestión obrera a partir de 1863.
o la desnu.¡rición, ya por los muchos que emigraron), aun_
Muchos se complacen en recalcar que no fueron, o lo
que también en el resto de Europa acafieo u¡a situación
fueron apenas, los católicos liberales quienes se mosüeron
de inímaginable penuria, Sin Ia presión de estas trágicas
más abierros a la cuestión social, sino los antilibe¡aLes e in-
condiciones no es posible entendi¡ cabalmente Ir r.å1,.,_
transigentes. Esto es globalmente aplicable a .A,lemania e
cìón de 1848. En las ciudades vivía entonces entre la cua¡ta
Italla, donde el catolicismo liberal renía un ca¡ácter más
parte y la mirad de la población muy por debajo de lo que
bien académico y carecia de contacto real con el pueblo
en aquel tiempo se consìde¡aba el mínimo indispensatle
senc.illo. Sin embargo, hay que matizar mucho más esa
para subsistir, sin que pudiera contarse con nrnguia ayuda
afirmación al hablar del catolic.ismo libe¡al de los demás
exterior que proporcionara Ia ropa y alimentoi ne.esa¡ios
países de Europa occidental, cuya mayor v.inculación con
a Ia supervivencia. Y en el campo la situación e¡a todavía
las clases populares no puede negarse; hasta 1870, Ios fren-
peof.
tes discur¡en aquí por igual entre las filas de los cató.licos
¿Cómo respondió el catolicismo, o la lglesra, a los di_ liberales e intransigentest . De hecho, no obstante, la po-
versos aspectos de la cuestión social? G¡an importancia tu_
sición mino¡ita¡ia y defensiva del ala liberal hizo que no
vieron. aquí les regiones muy industrializ adis y e la vez
estuviera en condiciones de constituir un catolicismo social
mayorltanamente católicas. Estas son, hasta fines del siglo
con autonomía propia. ,t partir de 1870, el movimiento
xff, Renania con la cuenca del Ruhr, la Alta Silesia, B?1, católico-social f¡ancés manifestó un arraigo cla¡amente an-
gica y el Norte de F¡ancia. ,{.lemania y Francia asumen
así, tilibe¡al. La apertura hacia la cuestión social es aquí, mas
aunque de modo distinto, un papel de primer orden en
también en Iralia y, aunque con variânres, en Alemania,
el llamado catolicismo social. Âlgunos ìmpulsos vienen parte integrante de Ia crítica del liberalismo'?. En particu-
también_de Inglaterra (donde el cardenal Maining encarna
una tendencia ma¡cadamenre social) y los Estadol Unidos.
pero su rrascendencia e influjo ¡eales son muy inferiores. 1. Cf. J.B. Duroselle, -L¿¡ rlébux du cat/¡olicìsme socia/ en Frønce,
La. <cent¡al> romana abo¡da positivamente el táma po, 1822-1870, P^rîs 19r]
vez
prlmera en 1891 con la encíclica Rerunz nolørum, bas6.n_ 2. Cf. E. Poular. Eglite rcntre bourgeoisie. lntroductioz au deænir
dose en las experìencias del catolicismo social alemán y du cat/¡a/ici¡me ¿ctuel, Perîs 7911. Pera Alemanrel' A.M. Bike, Bitc/taf
Kelteler nd der deut¡clte Libe¡ah¡nus. Eine Untenacbung über das

118
1r9
.la¡, esta evolución pÍesenta râsgos muy disrintos según se Faltaba aquí,.desde luego, Ia riqueza de ideas del catolicis-
t¡ate de F¡ancia o de Alemani.¿
mo social francés, pero gncias a Ia cohesión y el carácrer
. . En F¡ancia existe, ya en tiempos de la monarquía de
julio (1830-1848), roda una serìe de apreciables y en parte
asocia¡ivo dei catolicismo alemán (que comienza en 1g4g
y desde los años sesenta adopta la forma de células especia-
también muy tenaces ideas e iniciativas de tipo sóbre todo,
lizadas en las dife¡entes capas y gremios de la sociedãd) se
aunque no exclusivamente, caritativo. En especial hay que
llega en este país a una eficacia política y social mucho Åa-
citar aquí a Frédéric Ozanam, que en Lyón, su ciudaã na-
yor. Âdemás, se dio muy p¡onto en .A.lemania la t¡ansición
tal, centró Ia fuerza y el atractivo del socialismo religioso
a una reforma social realista tras el abandono de modelos
de un Sainr-Simon en las masas ob¡eras de su país y suscitó
utópicos y vinculados al pasado. .A.l cont¡a¡io de lo sucedi-
un importante movimiento ca¡itativo-social por medio de
do en Francia, los acontec.imientos se desarrollaron aquí sin
Ias Confe¡encias de San Vicente de paúI, fundadas en
rupturas ni interrupciones a parrir de 1g4g. .A.ntes de esra
1813. Este movimiento dejó se ntir sus efecros rambién en
fecha no había tarnpoco en Alemania sino voces e inicìati-
Alemania y otros países. EI año ¡evoluciona¡io de 1g4g dio
vas dispersas. En 1848, la cuesrión social ent¡a de lleno en
lugar por un lado, particula¡menre en la revista uÈ¡e nou-
el ángulo de visión del catolicismo alemán, todavía
velle>, a la manifestación de una tendencia católìca muy
mo corresponde a la ¡ealidad social de entonces- -co_ en el
avanzeda de orden democrárico-social (uDemocracia Cris-
contexto general del pauperismo y no como cuestión ob¡e_
tiana>). Por orro lado, en el éxjro de esta rendencia la ma_
ra. Quienes primero vieron en la cuestión social un tema
yoría de los católicos franceses de ext¡acción burguesa vie-
de la máxima importancia para el tiempo en que vivían
ron sobre todo un <viraje andsocial>. Sólo a partiide tg7t,
fue¡on sob¡e todo e.l ba¡ón \i/ilhelm Emmanue.l von Kette _
con la insu¡¡ección de la Comuna de parís, empezaron allí
ler (l 1877), que (antes de llegar a ser obispo) dedicó a Ia
en cier¡o modo a despertarse las conciencias v mìchos caró_
cuestión social sus sermones de Âdviento en Ia cated¡al de
licos acabaron por darse cuenra de que no podía ignorarse
Maguncia, y el seglar badense Franz-Joseph Buss (t 1878),
ya por más tiempo la cuestión social, Desde entonies pue_
presidente del primer Køtho/ìÃentøg alemán celeb¡ado
de propìamente hablarse de un movimiento social f¡aÅcés.
también en Maguncia. ,4. Buss se debe que los nuevos pzhr_
Como su equivalente alemán, fue llevado adelante por se-
uereine fuvieran desde el principio una o¡ientación social-
glares, con la colaboración de algún que otro miemËro del
A la par con los fines de la libertad religiosa se fomenra¡on
bajo clero. y sin apoyo alguno de los obispos. Cierro que,
iniciativas sociales como la c¡eación de orfanatos, hogares
a dife¡encia de -A.lemania, le faltó el sólido potencial de or_
para niños abandonados, jardines de infancia, fondà de
ganizacìón de un movimiento asociativo y àe un catolicis_
ayuda a los pobres, etc. Conviene hacer aquí una distin_
mo político, así como un arraigo popular más amplio. Fue
ción: Durante los siguientes decenios la cuestión social es-
más bien el coto cerrado de algunos seglares socìalmente
tuvo constanrem€nte sob¡e el tapete en las asambleas ge_
comprometidos y en general siguìó manteniendo du¡a_
ne¡ales de las asociaciones cet1hcas (los Katholi entage)l A
mente mucho tiempo un catácter paternalista.
partir de los años sesenta empezó a cambiar la p.rrpã.iiu^,
Las cosas evolucionaron de modo distinto en Alemania
no limitándose ya aJ. merc pauperismo, sino centránãose es-
pecialmente en la cuestión obrera. Más o menos desde el
Velbältnir det /ìbeîalen Katho/ìzi¡mz¡ zum bi)rgerlicÁen Lìbera/ismu ia âño 1870, fue poco a poco surgiendo en las regiones indus-
der ReicÁ¡grütù¿ng¡zeiÍ, M^g)ocn. lgi l.
triales un tipo de sacerdote socia.lmente comprometido (el
r20
121
Ilamado <capeìlán social,, o ucapellán en la brecha') Hay ,irn, lrr.,, bie¡.,,.
qrr. ,..orroàr, dicho sea de paso, que todo este movi-
Åiento despertó muy poco interés entre los miemb¡os del
episcopado, a excepción de Von Keneler (obispo de Ma-
g,-,n.i" d.rd. 1850). Lo cierto es que la cuestión to1"l: *i'
ãllá del catoticismo asociativo y también por influjo de
Ketteler y sus colaborado¡es, se convirtió en punto clave
del programa del Partido del Centro, nacido en 1870-1871
ffrtrtrf$i"ïffiffi
con^el iuevo Reiah alem'en y mayormente católico' sobre
todo a impulsos de su dirigente Ludwig Windth-orst . Si
por un ladã es verdad que durante el KulturÃømpflas int'-
iiativas sociales en este sentido no habían tenido posibili-
dad alguna de prosperar en el ter¡eno polírico, también lo **tlxm**ffi
., qn. l"t cosai cambiaron â pârtir de los años ochenta'
Suma importancia reviste aquí el VolLnereìn flir døs Aa'
tho/i:chebeu*hland (Asociación popular por Ia'{'lemania ¡fliffi ii ;tfritr r", :': :t'ùi':: ::
câtólicâ), fundada en 1890 con Ia participación determi-
n"n,. d. Windtho¡st, como organización de masas para la
formación câtólica de los trabajadores y su instrucción
i::15; "f :i -ä'äåï. i 1
t:,
li :rru'""**t*¡
político-social. En ella la cuestión socìal ocupaba un putsto
äe primer plano como tarea propia del presente La deci-
U:.,M{i:irEï*,.,,ï,ifi:;,iffi
-
ras necesidades *-./dr a sr
sióÁ de constituir esta entidad (prefiriéndola a otra más camenre¡atóricis";"*.;
confesional y efin al Ku/turLøl?zþf qve se opusiera a ìa Fe- îrlj,plltì:.li ;.#
deración Evangélica) fue un importante paso para salir d-eJ n u..,,,.-.-.rl.,,n
roorl .n,o "iå
il#
<guero catóìic; y afrontar los problemas del mundo profa. ; J ;'åä
J.i i::.d;l ïd ï "ì:;1,i i il Loj;, î, l,: :l
;l
.rä .on ,u, quehaceres sociales y políticos La Asociaciól
popular cuenta entre sus principales logros el haber propl
g.åo..t*. Ios más amplios sectores del pueblo católico-
Ideario del catolicismo social e incluso la doct¡ina de R
rant no!ørunr. A ella sobre todo se debe que el movimie
;g'jrîï***ixfli*î,tri_
to católico-social no quedara reducido en Âlemania a u¡
pequeños grupos de militantes cómprometidos, como ffi;i1;;¡::j;::'#,r
.t ir.o .n Francia, sino que se extendiera a las masas
Oua. íacetz del tema es el modo en que fueron ev'
cionando las respuestas y solucione-s sugeridas Con p
excepciones (.oÁo en 1848 ta de <Ère nouvelle', en f
cia), las respuestas de la lglesia a la cuestión social I

122
*rurut+*gffi *r"n"" ;äi;,ä"i,T,1l
___-_E
'l
j

que de auténtica emancipación personal. Âl antilibe¡alh- cristiano en Austria. La <escueÌa de Vogelsanp tuvo g¡an acepra,
mo y unâ actiud de principio conr¡a el mode¡no Estado ción especialmenre en esre país, pero en las dos décadas siguien_
secularizado se debe, pues, la ceguera que durante tanto res a 1870 ofreció cambién muchos puntos de contac¡o ion la
tendencia predominanre del catolicismo social francés. Aquí las
tiempo impidió da¡se cuenta de que la ca¡idad no bastaba
dos cabezas más imporrantes, en es¡¡echa relación con Vogeìsang,
por sí so.la para resolver los problemas sociales de la era in-
fue¡on el conde Albe¡c de Muo (t 1911) y el marqués Ren¿ de ia
dustrial.
Tou¡ du Pin (f tÿ24). En F¡ancia esta línea e¡a al mismo tiempo
No obstanre, desde el momento en que se abrió paso políticamente conservadora, o sea monárquica y antirrevoluciona_
en la conciencia la idea de que la cuestión social no era un ria; a partir de 1870 se reveló claramenre panidaria de la ¡estau-
mero problema de caridad, sino de justicia y orden legíti- ración de la mooarquía, no qucriendo reconciìia¡se con Ia repú_
mo, cristaliza¡on en la doct¡ina y acción sociales de la lgle- blica
sia dos principales tendencias.
En primer lugar, la tendencia corþoratìua. Se ca¡acteri- La ot¡a orientación tendía â Ia reforma socìa/. Recono_
za por el deseo de volve¡ en cie¡to modo a un o¡den econó- cía que no era posible superar ¡errospectivamente la ¡evo_
mico y social ante¡io¡ al o¡den mode¡no puramente liberal lución francesa y la economía libe¡al. Más bien había que
y capitalista, superando hrcie e¡¡âs la revolución f¡ancesa_ aceptar lo inevitable de esre nuevo o¡den v esforza¡se dãn-
Su modelo es el antiguo orden gremial, especialmente el rro de él por lograr un tipo de relaciones más humanas v
orden idealizado de las hermandades y corporaciones pre- isociales.. ranto medianre la adopción por el Estado de
revoluciona¡ias que restringían la lib¡e iniciativa, es cierto, medidas protectoras de los trabajadores como con la ayuda
peto g rantiza'b^n una protección a cada miembro. De al- que éstos podían prestarse a sí mismos agrupándose en sin_
gunâ maneta se aspiraba aquí a un tipo de sociedad me- dicatos. Se admitía aquí, pues, la evolución industrial de
dieval idealizado e imaginado sin conflictos. Esta concep- los nuevos tiempos. Esta tendencia no sal.ió de ninguna
ción rechazaba, por tanto, Ios sindicatos propiamente teoría, y los modelos teó¡icos que llegó a proponer de una
dichos y la huelga como insrrumenro de la lucha de clases. sociedad ualrernativo ideal fue¡on también menos convin-
Âbogaba en cambio por organizaciones comunes de ob¡e- centes que los de la escuela de Vogelsang. Surgió mucho
fos y patronos donde las cuestiones conflictivas pudìeran más de la labor y política prácticas en lo social, encont¡an_
di¡imirse discutiendo serenâmente y con un positivo espíri" do así el modo de zrvenzar con ¡ealismo hacia el mejora-
tu de conciliación. Esta línea de pensamiento correspondía miento de las condicìones ¡einantes. Esta postura se iÁpu_
por sí misma a una serie de aspiraciones sobre todo propias
so especialmente en Alemania.
del catolicismo del siglo XIX. Enca¡naba un tajante anti-
modelo tanro f¡ente al libe¡alismo como frente a Ia lucha Empezó a perfilarse en 186ÿ con Ketteler, que hizo ya pro_
de clases socialista, Coincidía también con la predileccìón puesras coocreras y realistas de ¡eforma social. Fue¡on sob¡e todo
católica por lo corporativo y bien articulado , por orgatze- políricos del Centro quienes adoptaron esta vía, como eì sacerdo_
ciones de carácter gremial que hicieron de mediadoras en- te Fraoz Hitze (t 1ÿ21), cofundador deI Volþ¡aereiz y luego, en
t¡e el individuo y el Estado. calidad de dipurado, participanre muy activo en l^ lejislacúr, so_
cial deÌ imperio. Es significativo que al principio.u. id."s se irr_
El principal exponenre de esta o¡ienración fue el ba¡ón Ca¡l clina¡an al gremialismo y corporativismo, mas ¡o ta¡dó erÌ ¡eco-
:: von Vogelsang ( 18ÿ0), vienés, in.iciado¡ del movimieoto social nocer que la ¡efo¡ma social no podía lleva¡se a cabo a espaÌdas
i.:

724 12'
'nl

le con los <círculos de ob¡e¡oso donde estos últimos ¡ecibían con-


G¡acias sobre todo al Volh¡ueretn'
esta sejo y ayuda de otras personas, Harmel creó los usec¡eca¡iados del
de Ia socìedad Iiberal de 1890 arraigó
cada vez már fuerza y a parrir pueb\o, (tecrétariaß da þeuþle), organizaciones que permitían a
iu*r"iå"ì"lro
en el carolicismo alemán Ios trabajadores protegeÍse a sí mismos. El cle¡o f¡ancés reaccionó
firmemente
dive¡samente artce los nuevos secretariados. La acogida fue posìti-
opueros va sob¡e todo entre Ia joven generación y más bien ¡esewada en-
En íntima ¡elación con estos enfoques. ::t1
entre las acttludes PalentattJtø tre el episcopado, afecro todavía a modelos de rìpo paternalista.
¡¡mbién el enfrentamiento so-
decir' osindicalista') del catolicjsmo
(es También en los Estados Unidos sucedió algo parecido, al le-
iva lo.eran vantarse cierra polémica en to¡no a Ios Knigbt: of Løbour funda-
ii^í.'T.t'r^"ir¿^ìros de la ide a gremiocorporat dos en 1869 por el irlandés Powderly y conscituidos por carólicos
isualmente en su mayoria de un oaternaltsmo Polltlco-
"i'"1i,)*¡oo¿oro
en sus dos tercios. Dado su carácce¡ de ve¡dade¡os sindicacos, t¡o-
::äi.ì,1: ;;"b,.;;ä" .-ierto del iatolicismo social fran-
pezaton con la oposición de gran parte de la jerarquía eclesiásti-
Ìui'i".ii;*i"Àì. vun v de la rour du Pin' donde-se ca, siendo denunciados en Roma por el cardenal Taschereau, ar-
qu' l" socjal era llevada a cabo
:;L;;";
-þ)* ';;;" "'ion zobispo de Quebec. Los defendieron en cambio dos eminentes
lor rr^u^i^aoris v no por t* lt'¡'i"9".1::--l^t"-tii1i. prelados: el ca¡denal Gibbons, de Baltimo¡e, cabeza del episco-
oe- tas
b". or.r' que debía mânlenerse el papel dtrtgente pado norteamericano, y el cardenal Manning, de loglaterra. El
llls.!;;åt.t' o sea el de Ia nobleza y Ia burguesÍa' ¡esultado final de este debate fue, en 1888, ua pntdeme to/eran
þo$e pü parte del Sanro Oficio. EI uherior y también cauteloso
de crabajadores o
Así funciona¡on en Fraocia las asociaciones osí, àe Rerun¿ ?¿o!øram Ios siodicatos guarda probablemente
^
holiq ue r. a' o
..tr;;ì;;";ii;"t de obreros' çerclet c.at
iu;1;)'. cie¡¡a relación con este asunto.
consriruido mayormentc a la sombra
de
.la Parroqura 1
agrupactones alemanas-ur.uur-
il'ii.:
por clérigos. a dilerencia de las La primera encíclica pontificia de índole propiamente
',n.. pìena auronomia y (uyos letes eran segla-
oua-^,tu"brn coo socìal, Rerum noaørum (1891), sirvió a Ia vez de estímulo
cran asesora-
ì.'. È^ ¿ caso dc los círculo' fian'eses' los obreros así en y confirmación al movimiento social católico y a sus logros,
::; ;:' ;;äil-ã' I"' '1""' dirieentes v dependían
que suponían en aquel entonces un gran avance. Podría
acción þara el obrcro y
cierto modo de cllas 5e ttatat'a dc 'ina asignarse aquí el papel de padrino al carolicismo social ale-
no realizada Por él'
mân y al Pa¡tido del Centto, con su política social, mien-
en lz aatoqada y ac' tras que algunas posiciones de la encíclica (necesidad de
El reverso de la medalla consistía
Esta^ concep- una legislación social por parte del Estado, sala¡io mínimo
.ió;il.""á, a cabo por los propios obreros
desde 1890'-gractas como debe¡ de estricta justicia) no e¡an todavía ev.identes,
.iå" en Alemania, en especial
"ãt".r¿ y luego a los sindicaros crlstranos t:stos 5c
al Vàlþ,sierein
n.i mucho menos, en el catolicismo soc.ial f¡ancés.

.;;'il;;;;;á i'"i'i" v Bélgica desde


1886 v en-Alema
rendia', tam-
La cuestión que aún continuaría siendo objeto de
acerbas discusiones en los siguientes decenios se cent¡aba
nia desãe 1894. La orientación emancipadora.
y en si había que optâ¡ por un o¡den usindicalisto o por uno
bién políticamente. a posiciones más Progresrstas con
.rátìcas. En Francia, sus adeptos simpattzaban
^ocrUocr de tipo ngremial,, (sindicalismo o cotporztìÿ jsñ,o). Rerun
)ihir*ro, o aceptación de la república' ouarum la dejaba todavía en suspenso. es cierto. aunque
de forma prudente efumal¡a ya el derecho de los trabaja-
Aouí se destaca ante todo el nombre de En contras-
Léon Ha¡mel dores a defender sus inteteses por vía de los sìndicatos.
cerca dc Reims
tr rqli, iniutrti"f en \farmériville
r27
r26
G

Esto se¡ía el punto de pârrida del ve¡dade¡o combate entre v. cuando en I912 se decidró a ello lcon la enciclica Singu'
'/ai con cierta ambigüedad; se daba pre-
el paternalismo político-social, que creía poder resolver e.l qaadan¡,lo hizo
problema social desde arriba y aún estaba fundamental- fereÅcia a las asociaciones ob¡eras católicas y dirigidas por
menre ligado a formas pretéritas de sociedad, y la tenden- la Islesia. Þero en câsos especiales y determinadas condi-
cia emancipadora. En Alemania se lib¡ó esta bata.lla ent¡e cion"es podian *tolerarse' los sindicaros ìn te¡co nfes ionales
1900 y 1914 con el nomb¡e de GewerLschaýsstreit (ducha De hecho esta encíclica no puso fìn âl combate, ya que
sindical'). En F¡ancia e halia tomó cuerpo respecrivamente ambos bandos se remitían a eIIz para mântenerse en su res-
en el caso del Sillon y el de .la Oþera dei congressi (vêase pectiva postura. En 1914 todo parecía apuntar a la inmi-
3.1.2). con efectos decisivos. En el GeuerLscltøftsstreit nencia de unâ corìdena pontificia del principio srndicalista'
alemán se enfren¡aron el movimiento de Colonia-Mön- Un oportuno artículo publicado sob¡e este tema en ula ci'
chengladbach (por la constirución de s.indìcaros cristianos viltà cattolicao siwió aquí de globo sonda. EI cârdenal Mer-
lWernz
inte¡confesionales) y el de Berlín-T¡éve¡is (partidario de cier, arzobispo de Malinas, el general de los jesuitas
agrupaciones obreras drrigidas por Ia lglesia). Esta segunda y otras personalidades intervinie¡on de rnmediato y logra-
tendencia conraba con el apoyo del cardenal Kopp (Bres- ron que al menos se aplazara àichz condena Lo que en
Iau) y del obìspo Korum (Tréveris). El enfrentamiento giró realidad acabó con estas polémicas fue la primera guerra
sobre todo en rorno al problema de la confesionalidad o mundial, después de la cual no se reânudó ya zl Gewerï-
inte¡confesionalidad de las asociaciones y a la cuestión de schøftsstreit. La encíclica Quødragesírno ønno srgniftc1
la competencia del magisterio eclesiástico en âsunros secu- tamtién, por parte del magisterio eclesiástico, el fin de es-
la¡es. Telón de fondo y punto álgido del debate e¡a el de- ros combâtes.
recho de los ob¡eros a luchar por sus reivindicaciones e in- En Bélgica y Francia la superación del carolicismo social
tereses independientemente de toda di¡ección o ajesora- de cuño paternalista llegó a su vez ya bien ent¡ados los
miento clericales. El movimiento Be¡lín-T¡éve¡is defendía años veinte, gracias sobre todo a Ia Juventud Obre¡a C¡is-
cie¡ta forma de paternalismo para con los trabajadores, su- tiana, movimiento fundado por Cârdijn (tt'eøse 3.2-3.3).
puestamente inmadu¡os. Según esto, incumbía a quienes Tratábase aquí de activar las fue¡zas religiosas y sociales en-
ocupaban los puestos di¡ectivos, y no a los ob¡e¡os mismos, rre los trâbajâdores mismos, sin aseso¡amiento exte¡ior de
.interveni¡ en caso de necesidad a favor de estos últimos ¡e- ninguna clase. Es inte¡esante notâr que esta concepción no
cu¡¡iendo a medios ext¡ao¡dinarios de lucha como la huel- se impuso sin resistencias. Se reprochó a Cardrin el destrui¡
ga, para modifica¡ las condiciones existentes. En esencia se la unidad del cuerpo místico e introducir en Ia Iglesìa la
trataba aquí de un concepto puramenre piramidal de la so- lucha de clases. Sin embargo, Pío XI âcabó en 1925 po¡
ciedad. Es seguro que la curia romana, bajo el ponti{ìcado àzrle lz razôn.
de Pío X, veía en el fondo con muy buenos ojos esta La cuestión del éxito y eficaciâ histórica del catolicismo
o¡ientación,.lo que se explica por su antipatía general ha- social se plantearía en adelante en un plano pastoral, es
cia la pretensión de madurez obrera que imbuía todas las decìr, coÀo problema de si es o no posible evitar que el
exìgencias de justicia social y por su cla¡a inclinación a lí- mundo ob¡e¡o use pierdo para la lglesia. ,{hora bien, con
neas políticamente conservadoras. No obstante. debido a relación a Alemania (y muy especialmente a los países an-
Ias delicadas circunstancìas político-religiosas de .4.lemania, glosajones) no puede de ningún modo hablarse sin más de
el Vaticano tardó mucho en pronunciarse sob¡e Ia cuestión del mundo obre¡oo en el siglo xx y e plincipios
"pérdida
128 r29
de.l )c<, todo si tenemos en cuentâ que aquí, en
-sob¡e ra- Bibliografia
zó¡ de factores muy distintos d. un ,upu.iro fr;;" à.^i"
IgJ.riî la cuestión social. Ios embaies de l, ,..rlrri."-
:l
clon debleron ser bætan¡e más imperuosos l. Atetz, Ka¡holi¡che Arbeiterbewegung und chistliche Geueré'
que en orras ca- scbaýen-Zur Geschichte der chri¡¡/icÀ-:oztla/en Bewegung' eo
pas sociales. p¡ecisamente el caiolicismo
,o.irl .on ,* Ä. Rausche¡ (à|u.), Der Politilcbe ønd soziale Ka¡hohzisna¡,
agrupaciones de obre¡os, su VolÃsaerein,
la.b¡echa> y un ala del pa¡tido del
*, .rp.l^n.rîn t. 2, Muoich-Vìena f982, P 159-214.
C.;rr".ä;;;;";; R. B¡ack, Deatscber Eþirþoþøî und GewerLscbaftssÍreit 190A
orientada aÌ sindicalismo, llevó a cabo
.n L lí..;;;'; 1914. Coloota-Y tetz 197 6
Iglesìa la socialización de buena parre del _undo J.B. Duroselle, Le¡ dêbut¡ du cøtholicisne sociøl en Fn¿ece 1822'
d. lo,
:t:_Oir,O^"-:*
dente f1óììcos,
togro hlstó¡ico.
io que no i.i,
a. ,i, ,,l lip,."_ i870, París 1qt t.
E. lserloh, Die ¡oziøle Ahtfuitijt der Køtboliïen ìnz Ubergøng tott
cariîøriuer Fi)rsorge zu Soziølreforn und Sazil/þolitiÁ, dør
. . Cie¡ro que las cosas fueron muy diferen¡es en los Þaíses
la¡inos. sobre todo en Francia. aá^a. gestellt øn den Schriften l{/ilheln Ernmønuel øon Ketteler:,
Àr.i"r'"1åi*"ì. Maguncia 1ÿ7 ).
alejaro_n efecrivamenre de la lglesia.
A *," ,li;;;;;;;;;: E. Ritter, Dze Áatoli¡ch-soziøle Beøegung Deutschlørtds im neux'
t¡lDuyo.a buen seguro el ca¡ácte¡
de Ja burgue_ zehnten Jøhrhundert und der VolLsuereitt' CoIo¡ia 1914'
sía,católica a parrir de lg4g, con"anrisociâl>
su apego al .panido"del H. Rollec, L'øcîian ¡ociøle des cøtboliques en Frønce 1871'1941,
oïden¡, y luego tambìén la adhesión de las París 1947 .
claies di¡ipen_
tes a modelos. únicamenre parernalistas F.J. Stegmann, Gesc/tichte der sozia/en ldeen im dea!¡chen Kø'
p,.., .riaiìrËì. '
Jos ,pobres trabajadoreso. menrajidades tholizi¡nzas, en H. Grebìng (dìr.), Gevhicltte der ¡oziølen
que tardaron mu_
cho en superarse. pero influyeron asimisåo Ideen in Deut¡chløzl, Munich-Viena 1969, P 125'560
f".,o,.r.
/u menos ran decisivo en esre senrido fueoaro, el hecho de
qu:
{" ..1 la era preindustrial los est¡atos i.rf.rior., ì.l"
ï::_4i1
con dlteren(ras
se habían pe rdido pr', l"
1rl.*,regionales, i;i;; ;;;;; 3.1.2. Continuación de la þroblerzãticø del lìberølismo
de suerte que la renovación råli_
gtosâ de I srglo xH no pudo sino
muy limitadamenre in_
veírr et proceso. al contrarjo de lo que sucedjó
ent¡e la El pontifìcado de León xlll (1878-1903) representâ en
burguesía.
el terreno tanto espiritual como político-eclesiástico una
.Otra cuestión es la de los efectos poJíticos de la acción prudente âpertura que ent¡aña el abandono de la meta ac-
social del Estado. Esta última fue un
fàcto¡ a" p.ro ..r,tt._
mania gracias a Ia política social del p.,id"'Ji iitud defensiva. Se mantiene, es ve¡dad, Ia línea funda-
ello ya en tiempos del Køiser y ð,espuês
¿;;;, mental del Sýlabusi pero en lugar de la pura y simple ce-
ig""l_;;;.;;;;;l rrazón despunta ahora un deseo de salir positivamente al
te la República de \X/eima¡ yio., Ì" R.pîbti.,
F;il;i, j;
gl. e n Bélgica. pero su influjo encuentro del mundo moderno con sus exigencias de liber-
T',tTo fue muchísimo más
ceDll en los demás países. tad y de hacer expresamente hincapié en concesiones que
du¡ante los anteriores pontifìca¿os sólo se mencionaban
entre paréntesis y con toda suerte de reservâs En sumâ, no
se ¡enuncia a la <tes.isr, pero se afìanza y desarrolla cada
ve¡-máJ Ia <hipótesis>. Este nuevo modo de procedet se te-
110
131
fleja con especial claridad en las 48 encíclicas que León adoptando unâ nueva línea, y que tenían dificultades en
XIil escribió durante los 25 años de su pontificado. Las en- compa¡tir el ¡eciente punto de vista de León XIit. EI caro-
cíclicas papales tenían antes un câ¡ácter casi exclusivamente licismo alemán, bien organizado en la Conferencia episco-
negativo, condenato¡io, resrrictivo; eran y querían ser se- pal de Fulda (que siguió reuniéndose regularmente desde
ñales de prohibición, no de o¡ientación. Su papel positivo i87l), er el Pa¡tido del Cent¡o y en los Vo/Ãsuereine, se
de guías aparece, puesr como unâ auténticâ novedad, y de tiesentaba todavía especialmente unido, compacto y ìibre
por sí entrañó un fortalecìmiento de la autoridad pontifi- de conflictos internos y controve¡sias de principio. Durante
cia. Esto atañe también a la problemática del libe¡alìsmo el Kulturâømpf, sobre todo prusiano (1871-1887), no sólo
y la noción c¡istiana del Estado, con ella ¡elacionada, como conservó su unidad y solidez, sino que incluso saüó fortale-
se ve sobre todo en las encíclicas Diuturnum tl/ud (1881), cido de la prueba. Se trataba, por lo demás, de una uni-
Imrnortale Dei (1885) y Libertøs praestønîì$im n (1888). dad en modo alguno sujeta a la jerarquía o dependiente
Pese a la insistencia en los principros trad.icionales y aun su de ésta. Precisamente el Pa¡tido del Cenrro rehusaba consi-
encarecimiento, empiezan a abrirse puerras en cuesriones de¡a¡se a sí mismo como prolongación o ubrazo, de la je-
como la democracia, la autonomía de Iglesia y Estado y la rarquía. Cuando en 1887, en pleno Kulturhømpf, eI papa
tolerancia religiosa, sentando así más explícitamente las intentó persuadir al Partido a que diera su confo¡midad a
bases de un prâctíco tnodus uiuendi enue el catolicismo y los proyectos milita¡es de Bìsma¡ck, se puso de manfiesto
el Estado moderno. que el Centro sencillamente rechazaba la concepción del
Con ello coincide también la política del papa. León pontífice y reivrndicaba en el te¡¡eno político, frente al Va-
xlll üató de tender nuevos puentes y reanudar relaciones ticano, una autonomía que ni siquiera llegarían a menos-
que se habían ro¡o. Cierto que esros puentes se orienraron cabar los embates integristas del pontificado del Pío x. Si
diversamente según los períodos. En los primeros años el aquí, como en Su.iza y Bélgica, el carolicismo se mosüó ¡e-
papa pensaba más en una <,a\anza àe sobetanosr, una soli- Iativamente unido y, a dife¡encia de Francia e ltalia, supo
daridad entre las fuerzas conservado¡as. El enemigo común evita¡ escisiones internas de importancia, es porque los ver-
de todas ellas era el socialismo. De ahí que León XIII tra- daderos problemas casi nunca se plantearon en el nivel de
tara especialmente de establece¡ contactos con la,{.lemania los principios. Ni la cuestión del Esrado católico y la liber-
de Bisma¡ck y la Rusia zarisra. tad religiosa ni la de las ¡elaciones con la democracia y las
El segundo período (a pa¡tir de 1887) representa un vi- ideas de 1/89 ruvieron aquí el catácret radical que llegaron
rýe hacía la izquierda, es deci¡, hacia los <pueblos> y ude- a adquirir en los países latinos. Desde el principio se trató
mocracìas> como la Francia republicana y Norteamérica, únicamente de la igualdad de de¡echos de los católicos en
cuyo catolicismo impresionaba al papa. Encarnó esta op- Estados con preponderancia protestânte (o, como en Bélgi-
ción, desde 1887, el nuevo cardenal secreta¡io de Estado, ca, liberal), basándose en la libe¡tad religiosa y su defensa
Mariano Rampolla. Se reflejó también en le enciclica Re- dent¡o de un reconocido sistema consritucional. Ya de pri
r nz noÿørum y en la política àe rø//iement o aceptación meras se part.ió de la <hipótesis>, sin que Ia <tesis, estuvie¡a
de la república en Francia. nunca sobre el tapete.
Esto volvió a suscitar tensiones con los catolicismos de Un punto importantísimo y clave de la política de León
países que seguían sus propios caminos, en parte atenién- XIII fue le cuesÍión rorlzøna, aún no resuelta, y con ella
dose a los parad.igmas de Ia época precedente y en pârte las ¡elaciones que habían de existir entre el Vaticano e lta-

1,32 111
las fuerzas progresisras de Ia udemocracia cristiana'r, parti-
Iia. Aunque se llegara, en comparación con casi todos los da¡ias de los sindicatos y de una mayor independenciâ res-
demás Esrados, a una precaria s pecro de lâ jerarquía. Esta tendencia contó con el apoyo de
pã.2
.;"";; *;;";;,;.;;; muchos sacerdotes de la joven generación.
distensión, el ponrificado ¿. l-eOn Xiti'-r.pr;;;;;;
punto más ba.fo de dichas ¡elaciones.
;q;i ;; En 1901, con la encíclica Grøes de communi, Le6n
El Esrado italiaÁo te_ xtii intentó reunificar estas dos tendencias câdâ vez más
nía por definitivamente resueho el
Þroblema de sus rela_ divergentes. De hecho favorecía claramente Ia línea pater-
ciones con la Santa Sede en virtud d.
ir, lrr"*i^ t.gri., nalista. Por ejemplo, para restâblece¡ ìa unidad exhortaba
de 1971 y se negaba â reconoce¡ gue exislie¡a ,n" u.-rr.r_
tión romana>. León XIII, pot su Þarte, exigía como base a todos los católicos italianos a adherirse al movimiento de
necesa¡ia para su libertad e independencia la. Opera dei congressi. pero prohibiéndoles una opción
la" plena sobera-
ría, avzlada por el derecho internacionâ1, sobre un te¡¡ito- política directa. Negaba también a la fó¡mula udemocracia
rio que a su juicio debía como ¡rrínimo aba¡car la ciudad c¡istianao todo sentido político, interpretándola únicamen-
de,Roma. Et non expedit 1prohibi.to., te como uacción benéfica para el puebloo (benefca actio in
italianos de pa¡ricipar en las elecci6¡.r,
;;;; i;r;",óti; þoþu/um) Y no como opción por una democracia política.
lå que a decir ver_ Graues de comrnunì tuvo, no cabe duda, importantes
dad, dada la vinculación del derec!¡s å. , la calidad
de propietario, sólo concernía â uD "o'ro repercusiones en Ia orientación del comprom.iso político de
Þeoueño secror de sen- los católicos más allá de las fronteras de Italia. Les impulsó
re acaudalada) fue todavía lntensìficaåo ." reelu ¡å,h"
más re¡minanre por un decrero d"l a optar por un catolicismo social, pero se mostraba al pro-
S"n,., Ofi.in. pio tiempo hostil a un catolicismo políticamente autóno-
,A.l cerrárseles así a los católics5
i ali¿¡e5 l" prr.*" mo que, ¡ebasando los límites de lo eclesiástico y social,
todo compromiso directo en t" p"ti ,*,1"rgã J. rii;, "
a guisa de compensación, la llamadn defendiera unâ postura política independiente. Los católi-
Oprro'à"; ,orgurr; cos, al menos si actuaban est¡ictamente como tales, aparte
(Obra de los congresos). Tratábase de
un movimienå .o_ de defende¡ los de¡echos y las libertades de Ia Iglesia, ha-
Iectivo Àe carácter político-social qu¡
sirvió a los catOl.icos bían de atenerse primordialmente en sus ¡eivindicacioncs
de plataforma para desarrollar sus Þro¡ias i¿eas. no forzo_
samenre idénticas a las del Vrtjiaoi. ai.."..rrã ¿¿ al campo de lo social. Lo político, en cambio, y en pa-tticular
VolLsuerein alemán, que a parrir ds la sirua.ión i"Á.r^f ," lo relacionado con Ia Constitución, se consideraba secun-
puso un paso adelante en la vida ds da¡io, tanto más cuanto que León xlll había subrayado en
la nación, la Opera todas sus encíclicas la neut¡alidad de la lglesia respecto a
dei congressi signifìcó más bi.r un ,.rro..ro,
.o., uirtr, las diversas formas que podía adoptar el Estado. Esro posi-
no dejarse contamina¡ por el liberalismo
..1."n,. y , fr._" biliró, por una parte, el establec.imiento de nuevas ¡elacio-
paratse pâta la <,ho¡a cero> .omna op.ió.,
cârólic; b;ada nes en câso de trasto¡nos revolucionarios, como sucedió en
en el S1//abas. Fue, pues. un movimienro exolíciramen¡e
antiliberal. aunque de este anri[be¡21i5¡¡o ,riiJ ir¡¡¡i6n, 1919 en Âlemania con Ia República de \Weimar; por otrâ,
con el riempo, un inreresante programa social. poco a debilitó Ia posición de los partidos demócraca-cristianos
poco, claro esrá. se fueron percibie;do que exigían unâ mâyor democratización del Estado. EIlo
en Ia Opera dei contribuyó también a la flaqueza de la Iglesia f¡ente a los
congre-ssi cada vez mayo¡es
.tensiones entre dos g-pos. por
un lado las fuerzas conse¡vado¡ regímenes fascistas, al lleva¡la a abandonar y sacrificar pre-
ban en términos d. p"r.r.'ulorfr' yq:il:rlï,ii:t maruramente el terreno de lo político. Âquí radica, en
ban sobre todo ligadas al mundo ¡u¡al.
iî::-
 ellas ,. opo.rírn 135
defìnitiva, Ia hipoteca de un catolicismo social que no se ca. En primavera de 1871 fue reprimida la insu¡rección de la Co-
aplicó a transformar el liberalismo desde dentro. muna de Pa¡ís, y en las elecciones que siguieron para la forma-
Con Pío X (1903-1914), Ia curia ¡omana adoptó una ción de una Asamblea Nacional Constituyeore obtuvie¡on Ia ma"
línea rigurosamente integrista cont¡a las tentativas de auto- yoría los monárquicos, sostenidos sob¡e todo por la facción
nomía del ala democrático-social de la Oþerø dei congressi, clerical. La monarquia ftaczsó, no obstance, por la división incer-
sometiendo a la di¡ección de la jerarquía toda iniciativa na de los propios monárquicos a propósico de su actitud para con
política de los católicos. Esto llevó en 1904 a la disolución Ia revolución. Los monárquicos ¡adicales ¡echazaban de plano Ia
revolución francesa y abogaban má¡ o menos Por una restaura-
de dicho movimiento en su forma original y a su reorgani-
ción roral, mientras los <,orleanistæ> se mostraban dispuescos a
zación subordinándolo est¡ictamente a los obispos. El sa-
Ilegar a un acuerdo con el secto¡ revolucionario y deseaban una
cerdote Romolo Murri (t 1944), uno de los padres espiri- mooarquía consticucional. La polémica se mate¡ializó en la cues-
tuales de la Democracia C¡istiana, obstinado en defender tión de Ia bandera: ¿debía imponerse Ia flor de lis bo¡bónica o,
la independencia de la acción política de los católicos res- al contra¡io, Ia bandera tricolo¡ de la revolución? EI factor que
pecto de Iz jerzrqula, se vio suspendido en 1ÿ07 y exco- en definitiva zanjó la dìspuca fue Ia intervención del conde de
mulgado en 1ÿ0ÿ (Pío xll lo reintegró en la Iglesia en Chambo¡d, descendiente di¡ecto del úldmo Bo¡bón, Carlos x
1943). Por ot¡o lado, se abrió prudentemente la mano a (1824'1830), y escogido para set rey. El conde se negó en redon-
la acción política de los católicos a título .indivrdual, mien- do a aceptar ranto la bandera r¡icolo¡ como Ia monarquía consti-
tres no se presentalan como católicos, interpretando cada tucional. Su intransigente postura acarreó el fracaso de la restau-
vez con más amplitud el non exþedìt y llegando poco a ración monárquica. En 1875, la -A.samblea Nacional proclamó Ia
república por sólo un voto de diferencia: 353 votos a favor y 352
poco a hacerle pe¡der su vigencia, sobre todo a raíz ò,e lz
en concra. Lø. mayoía republicana de la Cámara romó desde en-
enciclica Il fernzo þroþoiro (1905). Esto sucedió a pesar de
tonces un ¡umbo cada vez más anticlerical. Ël presidente del
que el gobierno italiano no había hecho todavía nada por Consejo, Gembetta, llevó adelante desde 1880, baio la divisa <Ie
corresponder a la actitud caàa yez mâs conciliado¡a del Va- cléricølisnze, rcilà l'exneni, (uEl clericalismo, ése es el enemi-
ticano en la <cuestión românÐ>. La verdade¡a taz6n de la go"), ut Ku/turÁømþf con medidas contra las escuelas católicas
apertura que nos ocupâ residía en el peligro socialista, que y órdenes religiosas, por ejemplo el destierro de los jesuitas. Es
desde los disturbios y huelgas de 1898 se cernía sob¡e Italia cierto que no se llegó a rescindir el concordato ni a una ruptura
y que la cutia consideraba aún más grave que el propio Ii- toral con la Santa Sede.
beralismo. Aquí tendió Pío x a favorecer las alianzas elec-
to¡ales, incitando a los católicos a apoyzrr a los candidatos Âsí pues, Ia mayor parte de los católicos rechazaron
libe¡ales con su voto. la república y siguieron luchando por la restauración de la
Por muy distintos sende¡os discurrieron las cosas en monarquía. EI monarquismo de estos católicos, a menudo
F¡ancia, donde el conflicto se cent¡ó en la cuestión.,mo- refo¡zado religiosamente por una devoción al Sagrado
narquía o república,r y, iunto con esto, en la âctitud que Co¡azón de Jesús con intensos resabios político-monár-
debía adoptarse f¡ente a las ideas de 1789. quicos, y el anticle ¡icalismo de los izquierdistas republi-
canos se fue¡on recrudeciendo más y más, cada uno Pot su
Âl de¡¡umba¡se el imper.io de Napoleón r en 1810, a raiz Iado. Con todo, fue fo¡mándose también una minoría
de Ia pérdida de Ia guerra conua Alemania, quedó abierta la de católicos que sólo por razones tácticas, sino por
cuestión de si había que instaurar una monarquía o una repúbli- -no
piincipio- eian partidarios de la república y preconizaban
136 137
Ia ¡econciliación con ésta, es deci¡, el ralliement.
Tzles
católicos procedían de los secto¡es libe¡ales q". contentaban con una mera ¡efo¡ma de tipo paternalista
ar,rlrì nida de a¡riba, es decir, los seguidores'a. H"rr*i
ve_
de Ja época de Pío tx y del concìJio Varicano
l. -i.n,ræ ocristianos demócra¡asu. muy nume¡osos I ià,
ra taccron que entonces se habia most¡ado enr¡e el cle¡o ìo_
tajantemenre
antilibe¡al seguía tamb.ién ahora pensando ..r' l" ven. eran a la vez parridarios de la democraci^
y drl ,oiir.
quía. ^on"r- menr. Todo esto no ìmpidió el brote. enrre
lÁ .r,Oiilá,
León XtiI se diferenció de.los monárquicos de una encarnlzeda ¡esistencia que IIegó hasra
fianceses la Þ¡oresLa
por su tealismo polírico y su indjfe¡encia abie¡ra. Ello sobre rodo po, dos'rrronä. pri;.r;.;;;;;;
dË prin.ip'io oìr"
con rodas las formas de Esrado (aun cuando el ra//tenenî se presenraba en demasÍa como
sus simparías fue¡an más bien monárquìcar¡.
i.rronrl_.n,. ría forza¡se desde arriba y no como frrro
algo qua qua-
lo, o,r, pri_ d. inr'l.ni, u
te-, rsa mrsma,acritud Io separó de progresiva ¡eflexión por perre de la opinión
los franceses qr. oi," p,iblica caràl;'_
p3r ra//iem¿rl..Su acep¡ación de la república ca-.No bastaba una exho¡tación pontificia
.el
1anp¡rnupro,
oe
no era p;r, qu; l* .;
srno ráctica. El único campo en el que los tólicos franceses invi¡tie¡an de Iaìoche
tólicos debían complometerse .o-o ,"1.,
ca- , d;;ñå;ì;p;
y ,,-,.r1, fu.rrr, landad de sus convicciones, cuando
e¡a el de lo social, no el de la política.
drrr.rt. todo'.1
Cierto q". ìni.i¿_ pontificado de pío x se les había aîtanzaào;;
menre rampoco fue del todo clara esta posición quismo y en una o¡ientación políticamenre
,r;;";_
En una primera fase. hasra fines de los
del papa.
A esro se añadía que, también bajo León xtÌI,
.";;*;ã;;;.
rn", il ,;rJ;_
".¡..ir,"Lä
xttt se limiró en general a exho¡rar a los carólicos
a la uni_ nes de la lglesia con la democracia
.r"n oporr;;r;;, ;;
crad y a cerÍar trlas conr¡a el enemigo bo¡dinadas por un lado a fines político_åügi";;;;';;,
común. Insinuaba va
que Ios carólicos debían admiti¡ lã democ¡acia, otro a objetivos soc.iales. la encíclica Grarcs
no lo hacía de una mane¡a consecuente y neta. ;;,;;j; de 1901, refrenó_igualmen re Ios ímpe tus
;,
""_;;;;,
Àquí hay dd ,o//¡"*"ni,'
qu€ tener asimismo en cuenra que la Euiopa
d..Åton.., dectarar que la Democracia Crisrjana debía
en¡ende¡se en ^ì
era casi exclusivamente monárquìca.
con las'solrs ._;;;;- términos sociales y no políricos y que
el rerreno común de
nes de Suiza y Francia. esta úl¡ima constjrujda.n ros câtolrcos había de ser su compromiso
,"ptbli_ en lo social y no
ca. I-a ¡ecomendación clara y expresa del ra//ìemint su opción por una forma dererminada
rrancre comenzó hacra I990. Coincidía con
en a. ¡r,r¿o- p", llll
Ia nueva orien_ n?,Ou.d. rampoco olvidârse Ja c¡ecien¡e potrrirr.øn
ración que el úlrimo ca¡denal secreta¡io de
Es¡ado, Rampol_
Toi
de las ldras en el seno de la nación f¡antesa,
la, venía ìmprimiendo a la polírica pontificia ãil; Io que hacía
tl¡azo derecho del papa en la política dc
ñ'; que los partidarios del rø//iement naàann
a_*r¿o .rr,r.
r¿//iement lue el dos aguas. Esto llegó a concrera¡se y agudizarseal
cardenal Charles Lavigerie (t 18!2), arzobispo máximì
de Ârgel y en el caso Drelfus.
rundador de los padrer blancos. En su
de 1890. expresó un cla¡o ¡econocimien¡o "b¡indis de Ârsel,
de la repriUilca. judío y,capitán.de arrillería en
Y en la encíclica Aa milieu des sollicitudes, p"Ufi"J, ?]:f-rr: el ejérciro francés,
18ÿ2, el propio papa exhortaba a su vez
.ì ^.- :o"o.îil" a^la deponación en 1894 por un supuesro delito
:i
siå ambages a oe at¡a trarcrõn. Su caso sc ¡evisó más
ra¡de en especial p¡acia.,l
aceprar Ja repúblira. El ral/iemeni fue revuelo suscicado por una carra abje.a
rodavÍa oç."'fånil de ¡_rr å"i"]'iãii,"i"¿
camenre refo¡zado por la eociclica
1891. Los cârólicos compromeddos
Rerum ,oràru*,'¿" J
lyrltr,tyo
cencra
acuso). hasrz que por fin qr.dt
J;;;;;ï;;":
del reo. lluranre rodo esre suceso la izquierda
en lo social, ;;; romó uná-
";;; nimemerìre partido por D¡eÿfus, mienr¡as
r"r.^¿ril"r, ii.lrjåî,
138

139
los adepros a.I røl/ierzenl, se mostraron apasionadamente hostiles los usillonistas, presentaban de C¡isto, ¡educiéndolo a di-
al oficìal judío. Su postura anri¡¡evoluciona¡ia corría aquí parejas mensiones merafne nte humanas e inuamundanas, mas
con el anrisemitismo y Ia opción por un Estado autorirario (<¡Mis
también el querer lograr a toda costa <la comple ta emanci-
vale la injusticia que el desorden!u). En esra polarización queda-
pación de las clases infe¡ioreso, lo que, según Ia carta del
ron prácticamente ahogadas las voces conciliadoras que recomen-
papa, iba en contra de Ia doct¡ina católica. Con la condena
àahz.¡ el ralli¿ment
ð,eI Si//on, en suma, se trataba de defender un modelo pa-

El ¡esultado fue que la Cámara francesa, â pârrir de ternalista de sociedad, en consonancia con el integrismo
1ÿ01, comenzó a toma¡ medidas legislativas de marcado imperante bajo el pontificado de Pío x.
tinre anticle¡ical. La ve¡dade¡a ruptura sobrevino en dem- Lo que en este asunto muestra bien el mayor peso del
pos de Pío x: en 1905 se rescindió el concordato de 1801, âspecto polírico y su predominio sobre el religioso es el
la Iglesia y el Estado se sepatâron radicalmente y fue supri-
muy distinto comportamiento observado por el Vaticano
para con Iz Action Françøise (-A.cción Francesa) de Charles
mida toda subvención gubernamenral a las instituciones
Maurras (t 1952). Traú'base aquí de un movimiento nacio-
eclesiásticas y al clero; sólo a los sâcerdores todavía en fun-
nalista, antisemítico y antidemocrático. Maurras mismo,
cìones se les siguió ga:mntizando la jubilacrón.
que se declaraba agnóstico y positivista, tenía personal-
Las cont¡ove¡sias que habían tenido lugar bajo el pon-
menre poco que ver con lz fe at6Iìca, pero admiraba
tifìcado de Pío IX enrre católicos libe¡ales e intransigentes,
al catolicismo como organización y poder que favorecía el
las de la época de León x I en totno al ral/iement y, en
orden y la autoridad. Pot eso en Ia cu¡ia ¡omana disfrutó
definitiva, la lucha ent¡e las ideologías opuestas de un De
la Âcción Francesa del apoyo de influyentes personalida-
Maistre y de un Lamennais, desemboca¡on en nuevas di-
des, entre ot¡as el cardenal Billot, jesuita, que en ella veía
sensiones político-religiosas. -4. la <izquierda> se constirrìyó
un contrapeso de la línea .izquierdista del Sì//on.Info¡ma-
eI Sillon, a impulsos de Marc Sangnier, una coalición de
do un.ilateralmente en este sentido, adoptó Pío x unâ
câtólicos frances€s nacida del røllìernent a la que se adhiló
actitud de franca simpatía pa¡a con el movimiento y su
gran pâ¡te del clero joven. En ella se aunaba una posturâ
promotor Maurras, alabando a este último como odefenso¡
democrático-social favorable a la completa emancipación
de la Iglesia y la Sede .Apostólica,. Con todo, los esc¡itos
de las clases bajas con una especie de <teología de la libera-
de Mau¡ras fueron condenados por la Congregación del Ín-
ción> que veía aJesús sobre rodo como liberador de los po-
dice. Pío x fi¡mó en 1914 el dec¡eto correspondiente,
bres y consideraba la democ¡acia y la igualdad social como pero no quiso ð.arlo t lz luz pública para evitar el triunfo
consecuencias di¡ectas del evangelio. .4. muchos obispos de los adve¡sa¡ios del político francés (en el documento
franceses les inquretó que en esre movimìento, integrado se decía que Mau¡¡as era dømnøbi/is, sed non damnan-
por nume¡osos católicos compromeddos, surgieran desde dus). La Acci1n F¡ancesa como tal fue condenada en 1926
1ÿ06 tendencias a relegar lo específicamente católico y co- bajo el pontificado de Pío xl âunque más ta¡de ¡ehabilita-
labo¡ar con protesrântes, judíos y Iibrepensado¡es en una da por Pío xn.
empresa humanita¡ìa de más emplios vuelos (</e þlus En comparación con las disensiones paralelas del Ge-
grand Si//on"), El Sil/on fue por fin condenado en 1910, uerÁ,schøftsstreil aìemán (véase 3.1.1), acabaron éstas mu-
cn una ca¡ta que Pío x d.irigió a los obispos f¡anceses. El cho más en tragedia. Todo ello, junto con la ruptura de
motivo de esta decisión erar pol unâ lado, la imagen que 1905 entre la iglesia y el Esrado, contribuyó a hipotecar la
1.40
141
mayor parte del catolicismo francés fijándolo durante un ducréndolo a su sentido más estricto. Hay que verlo en el
siglo en una postura intransigentemente anti¡revoluciona- cortexro amplio de la gran cor¡iente espiritual que se abrió
ria y monárquìca. Las posibil.idades de apertura en 1830 paro enrre fines del siglo xD{ y principios del ro<. Tratába-
(con <L'avenir>) y en 1848 (con uÈre nouvelle, y la Demo- se de un movimiento de reforma eclesiásrica y teológica
cracia Cristiana) fue¡on en el primer caso aniquìladas por con vastas râmificaciones, que recogía en parte Ia herencia
Roma y en el segundo desaprovechadas por el catolicismo de las a¡te¡iores tentâdval a¡ticuria.les y anduluamontanæ de
francés. Ca¡acterísdco de Ia situación francesa fue también reforma (jansenismo, .ilust¡ación católica, catolicismo li-
el no habe¡ podido superar la división entte los propios ca- beral). Estos ântiguos movimìentos, muy distinros en
tólicos. -A dife¡encia de lo ocur¡ido en los países de Europa cuanto â su contenido, tenían no obstante en común el
descontento frente a la rigidez de las estructuras de vida
cent¡al, casi todos los problemas se plantearon aquí en el
nivel de Ia ntesisr, de los pnncipios, de la doctrina básica.
y pensamienro del catolicismo, frente a una reología más
conceprual que vital con respuestas claras y tajantes para
Esto envenenó en Francia los debates e imposibilitó cual-
todo (a lo que oponían como más importante una .inrensa
quier tipo de ¡econciliación,
vivencia religiosa), frente a las inamovibles estructuras de
auto¡idades que apenâs paraban mientes en el individuo y
la andadura personal de cada c¡istiano. Factor positivo era
Bibliografia
su esfue¡zo por dff nuevas respuestas a las preguntas vita-
Ies del hombre moderno (y en primer lugar aquí, a las de
J. Carcn, Le Sillon et la démocratie cbrétienne 1894-1910, Perîs
1967 .
los intelectuales europeos) y hacer así justicia a su dimen-
srón histó¡ica y <de vido. Los unía también su determina-
J. Gadille, Lø þex:ée et l'øction polìtiques des éaêques ýançait
au dêbut de /ø IIF réþubliqae,2 vols., Paris 1967 ción a permanece¡ dentro de la Iglesia en cualquier caso y
H. Maie¡, Retolation und Kirche. Strdi¿n zur Frübc e¡chzcl¡te a caml¡íarla desde su interior (reformando sus estructu¡as
der chri¡tlicÀen DemoÃrø¡ie t7 89-1ÿ0 1, F rib,urgo 1 965 . o merced â unâ <<nueva interpretación, de los dogmas) para
mejor poder dar talcs respuestas. Esa íntima y constante
vinculación a la lglesia que no se quiere abandonar a nin-
3.1.3. La cii¡ modernista gún precio, aun en casos de máxima tirantez con la jerar-
qtía, cancterizí tamblén la actitud de la mayoría de los
La palabra <modernismo> fue acuñada en los primeros mode¡njstas extremos, incluso después de su excomunión.
años del pontificado del Pío x por los enemigos del movi- .A.parte de Loisy y unos pocos más, hubo en esto gran una-
miento así designado. En su encíclica Pascendi uat6 el nimidad. El mode¡nismo adquirió también una coloración
papa de prese nta¡ el modernismo como sistema homogé- dife¡ente según los va¡ios países.
neo e internamente coherente. Sin embargo, tal definición En tierras alemanas se aludía a él con el nombre de uca-
¡esulta inadecuade para el histo¡iador que tiene que ocu- tolicismo teformistar, en el que suelen englobarse persona-
parse de comple.jos fenómenos globales no abarcables en Iidades tan diversas, por no cita¡ sino a las más conocidas,
meros concepros sistemáticos o nociones dogmáticas. como el histo¡iador de la Iglesia Franz Xaver Kraus (de Fri-
Para apreciar bien el fenómeno en toda su amplitud, burgo, I 1ÿ01), el profesor de dogma de Slürzburgo Her-
cs antes que nada importante no aisla¡ el modernismo ¡e- man Schell (t t906) y el también h.isto¡iado¡ de la lglesia

r42 r41
Albert Eh¡hard (t 1940, Est¡asburgo)r. Junto con el deseo todos los fieles, y por otra parte el abri¡se a Ia cultura na-
general de saca¡ del gueto al catolicismo, compârtían estos cional y la superación del aisìamiento en que la cuestión
Áombr.s una honda convicción de la necesidad de refor- romana, aún sin ¡esolver, seguía mânteniendo a los católi-
mas en la Iglesia y se sentían también vinculados a las ten- cos con ¡elación a la vida del País.
dencias de libe¡tad dent¡o del propio catolicismo, pareci-
das a las que encarnâron ya Döllinger y los católìcos no Como en un espejo usrorio, se concentraron rodos estos de-
ultramontanos en tiempos del concilio Vaticano I EI t¡au- seos y tendencias en Ia novela de .A.ntonio Fogezzaro publicada
ma no superado de este concilio siguió aquí dejándose sen- en 1905 coß eI ritulo de I/ ¡ønto, que tuvo gran resooancia inclu-
so fuera de lralia y que en Âlcmania fue dlundida por la revista
tir. La desconfianzt de la teología universitaria alemana
.Hochland-, hasta que la inclusión dc la obra en el lndice' en
hacia Roma se acompañaba de un afán por acercar la lgle-
1906, puso fio a la empresa. El punto culminan¡e del relato es
sia católica a los protestantes y a toda persona integrada en
el discurso refo¡misra que el santo dirige al papa, donde se seña-
las corrientes mode¡nas de libenad y p¡ogreso. Tenían asi- lan los <cuatro espíritus malignoso que se han infilt¡ado en la
mismo en común una noción más dinámica, histórica y Iglesia: el espírìtu de la meoti¡¿, que cierra los ojos ante la cieo'
abie¡ta de lo católico. Los católicos reformistas estaban pro- cia mode¡na y trata de herejes a los mejores abogados de la ve¡'
fundamente persuadidos de que la esencia de la Iglesia ca- dad; el espíritu del poder, que transforma la autoridad paternal
tólica no se identificaba con sus râsgos condicionados por en despocismo; el espírítu de la codicia; y el espíricu del ciego
tal o cual época, en particulâr postridentinos y postrevolu- afe¡rarse a lo antiguo, el mismo que llevó a los dirigences judíos
cionarios, ti.o qrr. iba mucho más allá en su índole y di- a crucifìcar a Jesús,
mensiones. Veràad es que este movimiento quedaba cir-
cunscrito a ambientes académicos ¡elativamente limitados, Fue F¡ancia, con todo, el foco de la auténtica eferves-
sin contacto alguno con aquel sector del catolicismo ale- cenàã'ièológica, lo que se explica bien por las condicìones
mán que en el GeuerÃschøftsstreit àefenàia la línea eman- reinantes y los sucesos ya acaecidos en este país. El retraso
cipadora en el ter¡eno político-social, es decir, con el Parti- en que se encontraba la teología francesa en el siglo xx,
dã del Centro, el VolLsuerein, el movimiento de obre¡os debido a la multiplicidad de los pequeños seminarios d.io-
católicos y los sindicatos cris¡ianos. La mayoria de los cató- cesanos donde se fo¡maba el clero, puso de relieve en los
licos ¡efoimistas se situaban políticamente a la derecha' úldmos años la aguda necesidad de hacer algo para subsa-
En Italia siguieron vivas las tendencias respectivas de nar esta defìciencia. En los recién creados Institutos Católi-
Rosmini y Gioberti (véase 2.4 1). A ellas pertenecía, por cos, importantes centros pâra la enseñanza de Ia teología
una pâfte, la aspiración a una Iglesia menos anclada. en lo (al no existir ya, como en Àlemania, facultades unive¡sita-
jurídìco, más espiritual, menos cle¡ical' más carismática y rias de esta disc.iplina), .se trató de compâginã la religión
cuy" vida integrara más intensamente a la comunidad de c-on- el progreso moderno, sob¡e todo aplicando a la ciencia
teolégica el método histórico-crítico y cuestiona¡do muchos
þuntos dogmáticos y teológicos. Ä esto venía a añadi¡se
3. Sobre las importantes diferencia¡ enrre Schell y Ehrhard' cf là impronta de la mode¡nidad y el ansia de reconciliar la
K. Ga¡zet, Albett El:ih¿rd und Hertzan Scbell ' Gem¿insdmâeit utd Wi'
Iglesia con Ia sociedad moderna, unâ aspiración que ya ha-
dertþntch. Eine Ste/lungnøhnze EÀrl¡atd¡ zu Schelh Den€schift aDer
Katlolrzi¡mu¡ alr Prìnzìp det FolßcbittJb aat dem Ja/tre 1897, aVliirz' bían tenido los partidarios del ra/liement en tiempos de
burger Ðiözesangeschichrblätter, 4, (1981) I6t-218 León xlll, aunque es cierto que a finales de ese Pontificâ-

145
do quedaban escasas esperanzâs de lograrla. Se instau¡ó
así un clima de inquietud dinámica y audecia para abrn En su pequ€ño y explosivo \bro L'Éaøngíle et l'Églire (EI
Evangelio y Ia Iglesia) t¡araba de ¡esolve¡ el problema de la dife-
nuevos caminos. En esto desempeñó también un papel
¡encia enr¡e el oantes, y el <despuéu, enrre el Jesús histórico por
importante la encíclica Providentissìmus Deus de Le6n un lado y la Iglesia y el dogma por otro, basando en caregorías
xttl, acerca de la Biblia, documento al que más rarde se mentales más histó¡icas el de¡echo a da¡ nucvos pasos. Desde el
remiti¡ían para confirmarse en su respecriva postura tanto punto de visca est¡icramenre histó¡ico daba la razôo a la escuela
los conservadores como los progresistas. A deci¡ ve¡dad, la escatológica, ìo que para él no significaba que la IgÌesia y el dog-
encíclica seguía ateniéndose a un concepto más bien es- ma no la tuvie¡aq. <Jesús anunció el ¡eino de Dios, y vino la lgle-
t¡echo de inspìración y certidumbie en la Sagrada Escritu- sia.> Esta f¡ase tanras veces citada de Loisy no ha de entende¡se
ra (en modo alguno lìmitadas a las solas verdades religio- como acusación o consrancia de un f¡acaso, sino como justifica-
sas), pero también animabar âunque todavía con mucha ción apologética de la Iglesia y el dogma, auûque una y orro no
prudencia, a aplicar los mode¡nos métodos histórico- puedan remitirse di¡ecramente al Jesús histórico. La lglesia, en
efecto, e¡a la única fo¡ma en que tras Ia muer¡e de Jesús podía
c¡íticos a ìa exégesis bíblica. Po¡ otrâ parte, en el período
sob¡evivi¡ el mensaje del ¡eirÌo. Lo querido por Jesús podía sólo
que nos ocupa se habían ya hecho conside¡ables ptogresos
perpetuarse adaptándose a exigenciæ histó¡icas ente¡amente nue-
tocantes â la histo¡ia de la Iglesia y la exégesìs misma, vas. encont¡a¡do nuevas rcspuestas para nuevas situaciones no
Dos auto¡es en particular fascinaron a toda una genera- previstas por Jesús ni ¡eveiadas a los discÍpulos. Reprochar a la
ción y, con su c¡ítica histórica, asumie¡on un papel de Iglesia carólica el habe¡se desarrollado ulterio¡mente, el que su
primer orden en la polémica del mode¡nismo, siendo por derecho, cuko y dogma no sean ya lo que fueron al principio,
ello más adelanre considerados sospechosos y acusados de equivale a echa¡le en cara el haber vivido. Vivi¡ significa actualì-
haber caído en el e¡¡or: el histo¡iado¡ de la lglesia Louis zarse sin cesar, dar nuevos pasos históricos no programados de
Duchesne (l 1922), por sus investigaciones sobre la histo- an[emano. Y así rampoco los dogmas son uverdades caídas del
cielo>, sino fn.rtos de la experiencìa histórica. La auténtica identi
¡ia del c¡istianismo primitivo, y el exegeta dominico .Al-
dad no radica en un concepro, sioo en la vida misma.
bert Lagrange (t 1938), que en 1890 había fundado la Es-
cuela Bíbüca de Jerusalén, sob¡e rodo por su nueyo
proceder en la c¡ítica y exégesis del Pentateuco. Aún más Estas cuestiones y las respuesras dadas tanto por Loisy
¡adìcales fueron, ciertamente, Ios avances de los protes- como por otros aurores en parte aún más radicales (Hébert,
tantes alemanes en la exégesis bíblica y la presenración de Le Roy) suscitaron ent¡e toda una generación de estudian-
la hisro¡ia de los dogmas, ranro por parte de Adolf Har- tes de teología y jóvenes sacerdotes f¡anceses, d.e 1902 a
1907, una efervescencia
nack (t 1ÿ10) como de la llamada escuela escatológica -y también una insegur.idad-
como nunce volveríâ a ve¡se hasta después del concilio Va-
(para la que el punto central de la predicación del
Jesús ticano It. Y ello por cuânto ptecisâmente los más inteli-
histórico e¡a la esperanza de la llegada inmediata del ¡ei-
gentes abrigaban ya la convicción de que tales cuesriones
no de Dios). Estos e¡udiros plantearon especialmente el
problema de la coherenc.ia y compatibilidad muruas entre y problemas no etan por sí mismos nada nuevo; sólo que
la fe o el dogma y la historia- A partir de Iÿ02 cristaliza- hasta entonces casi nadie se los había planteado con hon¡a-
rcn estas disputas en torno a Alfred Loisy (I Lÿ4e), verda- dez y audacia, admitìendo la crasa insuficiencia de las t¡a-
dero protagonista del mode¡niimo francés. dicionales r€spuesras de la apologét.ica, la exégesis y la reo-
logía dogmática. Para muchos, las respuestas de Loisy
fueron el remedio que les permitió liberarse de la c¡isis en
146
t

que los tenía sumidos la aplicación de la c¡ítica histó¡ica (l 1925), hombre profundamenre religioso que hasta el fi-
z la fe. Lo que a muchos también fascinaba era el ardor nal de su vida siguió permaneciendo fiel a la Iglesia.
con que Loisy defendía la andadu¡a histórica de la iglesia En definitiva el mode¡nismo giró en torno al problema
sin apartarse de lo exìgido por la crít.ica modetna. Orros to- de la histo¡icìdad de la fe, la Iglesia y el dogma. Lo trá-
maron en se¡io el deseo de Loisy de llegar a un entendi- gico de la c¡isis ¡adicó, no obsrante, en que sus adversarios
miento más dinámico e histó¡ico del dogma y la tradicìón, conservadores seguían aún ce¡¡ando filas como lo habían
si bien juzgaban insuficiente la solución propuesta por el hecho du¡ante todo el siglo xtx conrrâ el ¡acionalismo, el
teólogo. libe¡alismo y la ilustración, negándose a cualquier tipo de
aperturâ. No podían, pues, ver las nuevas tendencias s.ino
Entre estos últimos figura especialmeote Mau¡ice Blondel desde una única perspectiva, la de que el exlrø nos de la Îe
(Histoire et dogme, 1904). Según é1, la experiencia espiritual co- no quedaba ya garantizad.o y tanto el dogma como la
lectíva de la Iglesia es la que (como utradición,) capra el senrido fe misma se ¡educían al dese nvolvimie nto inmanente del
de la Sagrada Escritura, proyectándolo en el presente y el futuro; espíritu humano a través de la histo¡ia. De hecho, abunda-
tal es el principio he¡menéurico que confirma la idenddad en ban en este sentido no pocas de las soluciones modernistas
evolución, el lazo exisrenre entre el dogma y la historia.
que se propusieron (la de Loisy, por ejemplo). Y desde
este punto de vista juzgó tambtén Pío x el modernismo,
Lo ca¡acterístico de todos estos modernisras, en el senli-
sobre todo en su encíclica Pøscendi, de 1907.
do más amplio de la palabra (entre los cuales, aparte de
los franceses, merecen tambìén citarse por su destacada
Esta encíclica consrìtuyó una novedad por cuafito, a diferen-
personalidad e influjo ìntelectual el jesuita George Tyrrell,
cia de las anteriores condenas, no r¡ataba de anatematizar u¡a
en Inglaterra, y Ernesro Buonaiuti, en Italia), puede resu- por una Ìas distintas proposiciones, sino de combatir globalmente
mirse como sigue : En el dogma se intenta al menos ¡elati- el siscema en su ¡aíz y ofrecer una síntesis de lo que e¡a en reali-
vizar el aspecro intelectual de la verdad plasmada en el dad el mode¡nismo. Ésre, desc¡ito por Ia encíclica como <receprá"
enunciado, haciendo fuerte hincapié en la <vidar, el uespí- culo y punto de cita de rodas las herejías,, recibe aquí el nombre
ritur, la <vivencia religiosar. Detrás de este proceder se de <inmanentismo>, es deci¡, ¡educción de la fe y de Ia religión
percibe el malestar provocado por unâ neoescolástica inca- a la subjetividad del homb¡e. La fe, según los modernistas, no
paz de resolver los problemas que plantea la moderna críti- viene de fuera, me¡ced a la ¡evelación, expuesta por el magisterio
eclesiástico, de un Dios ext¡amundano que va más allá de la in-
ca histó¡ica.
manencia hisró¡ica. Toda objetivación en la Sagrada Escritura, el
Estas co¡rientes de modernización teo.lógica y ¡eforma
dogma, etc. es a juicio de los mode¡nistas sólo expresión poste-
de la lglesia, en modo alguno homogéneas en los distintos
¡io¡ del desarrollo inmanente de la historia y conciencia huma-
países, apenas estuvieron al principio en conrâcro unas con nas. Eo el fondo no hay ninguna instancia superior a la subjetivi-
ot¡as. Las cosas fueron cambiando poco a poco a parrir dad, Una instancia excerna podía sólo contribui¡ a despenar esa
de 79A2-1903, y ya más decididamente a ¡úz àe las medi- subjetividad. I-a encíclica daba por sentado que las incertidum-
das tomadas contra algunos por la autoridad eclesiástica, bres y preguntas de los modernistas eran fingidas y sewían de co-
que dieron lugar a cierto movimiento de so.lidaridad entre be¡tuta a una convicción más firme: pareceo vacilar, ocuando en
los afectados. Como .lazo de unìón inte¡nacional asumió ¡ealidad se mantienen bien en pie>. El documento pontificio ig-
aquí un importanre papel el barón F¡iedrich von Hügel noraba así la lucha iqte¡na y los problemas en que se debarían

r48 149
rânros teólogos, acusando a éstos implicitamenre
de mala volun-
y sistemática demol'crÓn,de tuación alemana. ,A.pane del remor de comprometer cl precario
tad, afán de novedades
"rroga,icia, eo que esa fe ìacía tanta talta' moda¡ tiuendi al que se había llegado uas el Kulturäømpf
Ia - de lã lglesia en un momenlo
^- fe (y dado que el fuego de esros combares no estaba del codo extin-
ningún reólogo dejaba de recono-
¡hor" blen, prácticamente guido, si bien el gobierno imperial no renía ningún interés polí-
que lo que la encíclica condena-
cer, como cuesri;n de princìpio,
por llamados modernistas' tico en atizarlo), hay que ver la razón de esta acricud del papa
;;, f*;; no defendìào de
"
hechã los
en sus propias simpatías hacia una potencia que juzgaba conser-
era compatible con la ¡evelación c¡j<tiana
Y ramPo(o todos los
una pura repulsa de sus teoríæ vado¡a, Ìo que Ie llevaba a un miramiento excrao¡dinario en sus
ui.to.t.n la encíclica
^oi*ir",
Ër.,.rro St-ron"io,i, por ejemplo, creía descubrir en ella el progra- ¡elaciones con ella. La ¡esis¡encia alemara a las medidas pontifi-
cias hizo que el inregrismo no ruvie¡a en este país efeccos tan ca-
l" -od.rnir," ".t'lo .t.ttli,.l, aunque conremplado con una cast¡óficos como en ltaÌia o Franc.ia.
oerspectiva ertónea4
' ñeacciones más hostiles suscitó la pane prácticadel documtn¡o' La campaña antimodernisra llevó durante los años si-
en
oue eouivalía a declarar una especie dc estado de excePLlon guientes a un ambienre cada vez enrarecido, a un clima de
¡;i"Ëi. destitución de profesàres con tcndenciæ modernisras' temor en la base y desconfì anz^ en la cúspide, con destitu-
,."åi,.f...i¿" ¿. los canáidatos al sacerdocio filosofi¿ escolástica
ci- ciones, escritos puestos en el Índice y sospechas sin cuento
.;;;;;t;;..", ¡est¡icción de contactos con las unive¡sidades
rotal de congresos hasta de hombres cuya adhesión a la Iglesia estaba fuera
uil.r, in.r.rn.n,o de la censuta, prohibición casi
de toda duda. Pío x abrigaba el convencimiento de que
aì r"..t¿oa.t y, finalmente, c¡eãción en cada diócesis de un
uco-
las tendencias mode¡nistas tenía que habé¡selas con una conjuración tanto más peü-
-iJ d. uigit".t.i^, para deteccar fuertes
Contra"codo ..,o-hnbo, especialmenre en Alemania' grosa cuanto solapadâ. Si era c.ierto que el modernismo ha-
ya sabemos5' por parte
resistencias. y precisamente. como ahora bía sido ya derrotado de puertas afue¡a, aún quedaba por
de los dirigentes oficiales del catolicismo alemán' cs declr' la
conclui¡ la ta¡ea de acabar definitivamente con él y con su
ðoni.r.n,ii.pir.opal y eminenres poliricos del P¿rtido del Cen- actuación más o menos clandestina; el papa lo comparaba
eo
tro. En efecto. tan rigurosos métodos de suPervrslón Pon¡an a una hid¡a en le que seguían apareciendo nuevas cabezas.
tn atemanas El ca-
f ,."1*t .nr""n"d, las univetsidades
En v.ista, pues, de lo excepcional del peligro, le parecía jus-
"Ji*t" " alem¿,n luchaba también aquí por su exrsre¡cra', no y¿
iolic]rmo tificado adoptar medidas excepcionales de defensa. Ent¡e
de la Pro-
contra el Esrado a¡riclerical. sino contra el integrtsmo éstas figuraba el juramento ântimodernisra, int¡oducido en
De hecho se manifestaba en estc (aro' como en
oia lplesia.
1ÿ10 (y abolido durante el ponrificado de Pablo vr), así
ã;;"ý: ;; asombroso ¡ecelo de la curia y de Pío x para con
la si-
como oüâs muchas que imposibilitaron casi toda aplica-
ción de .la crítica histórica al estudio de la formación de la
dll'enct
4. E. Bounaiuri, Il progranznza dei nzodemitti Rìrqoýa Sagrada Escritura y de los orígenes de la lglesia. Tales me-
¿li Pio X dPascetdi Dominici gregìt', Româ 1908
d.idas afectaron tanto a Lagrange (que fue depuesto y cuyos
5. tripp.n (véase bibliografía al fìoal del apanado) contra el
á. i"r'ã;.-Àr"' "" ra inc!cvencióo relativamente moderada comenta¡ios de la Biblia se prohibieron en los seminarios)
duramenie en público-la par-
hisrãr*i* ¿á laìglesia Ehrhard' que aracó como a Duchesne, cuya hisroria de la lglesia primiriva fue
y. al de dos ilustres cardenales'
i.'trr.Jä ã. 1^Ët.lclica gracias apoyo
en l9I0 clel Iurâ-
incluìda en el lndrce. En esre contexro se sirúan también
só1., oerdió su título de prelado; en l¡ introduccicin Ias respuestas y decisiones de Ia Pontificia Contìriõn Bíb/i-
;.;I" ;;;;;;;i;,a que habían de pcestar obligaroriamente todos Ios
de reología; en lå renuntia a la publicarión dc
la ca, fundzda ya en dempos de León Xltt.
;r"f.;";';;;;;;
'g"ìilìltriiiiä¿" el mismo'aõo: finalmenrc en el procedcr car'rreloso
Relacivamente cauta al piincipio, fue poco a poco reduciendo
a propósito àel Geøerëtch aJir treit '
Ia exégesis caróJica a adoprar posiciones que ni siquiera enronces
1t0
1t1
¡eina¡ el re¡ror eo Ia Iglesia. Nunca tuvo esta organización más
eran ya sosrenibles. ,tsí, todo el Pentateuco procedía básicamente de 10 miembros, en general personalidades de segundo orden;
del propio Moisés (en contra de Ia opinión de Lagrange). Los pri- en el cle¡o alemán, por ejemplo, dos sacerdotes que Ìuego rom-
meros capítulos del Génesis constituían un relato genuinamence pieron con la lglesia. Sólo constituyó un feoómeno aislado en el
histórico (donde sólo se llegaba a admitir que la palabra odía-,,, contexto mucho más amplio del inregrismo.
¡efi¡iéndose a los seis días de Ia creación, podía significar un ma-
yor lapso de tìempo). Todos Ios Salmos eran ob¡a de David, y la
Típico de este integrismo es ante todo su rechazo de
cana a los Heb¡eos la había esc¡ito el propio san Pablo (como
mucho se concedía que pudo haberse servido de un secreca¡io cualquier condicionamiento remporâl y evolución históri
para redactarla y formularla con más precisión). Estas decisiones, ca. Pere êl todo proceder y toda postura de los católicos
cuyo carácter oficial se mantuvo al menos hasta 19487, plantea- frente a cuestiones públicamente plânteadas quedan deter-
ron constantes problemas de conciencia a muchos exegetas católi' minados en forma inequívoca y pâra siempre por la fe ,

cos, que a menudo no decían ya las cosas abierramente, sino con Dentro de la Iglesia esto significa que rodâ idea de adapta-
medias palabras, en lenguaje complicado o presentáodolas sim- ción o ¡eforma para ìr z la par con el mundo moderno (o
plemente como bipócesis. admitir valo¡es que Ia lglesia no ha sido la primera en des-
cubrir) se conside¡a como <novedad antirrel.igioso; la tra-
Estas medidas fueron, por supuesto, sólo parte de toda
diclón eclesial en vigor es tenida por sacrosantâ en todos
una ofensiva integrisra que culminó en 1912-1913 y tuvo
los campos. Con relación al mundo profano, e.l ìntegrismo
resonancias mucho más allá del campo esffictamente teoló-
se traduce pot lo sigu.iente: todo aspecto de la vida que
gico.
tengâ lo más mínimo que ver con la fe o los valores supre-
mos, ya se rrare de la cultura, la políüca, el orden social
La. orgaarzaciín secreta (oficialmente apoyada por Pío x) Jo-
dølitiun¿ Piønum (La Søþinìère) de monseño¡ Umbeno Benigni
o la economía, debe subo¡dinarse direcrâmente a las exi-
(disuelta en 1921 por Benedicto xv), cuyos documenros saldrían gencias de la fe y por ende a las direct¡ices eclesiástico-je-
a luz mucho más ta¡dc. en 19ó9, gracias a Emilc Poulats. des- rárquicas. De hecho esto enrÍaña una clara opción por las
empeñó aquí un gran papel como espejo de Ia mentalidad del estructuras consewado¡as o paternalistas, es decit, en con-
integrismo de aquella época, aurÌque su influjo real fue mÁs bien tra de la democratización, los sindicatos y la emancipación
modesto y con frecuencìa se ha sobrestimado. Se oponía al mo- de las clases infe¡iores, lo cual se puso bien en evidencia
de¡nismo reniéndolo por una verdade¡a conspiración interoacio- en Âlemaniâ, con GeuerLschafts JÍr¿it , en Francia, con la
nal cuyos hilos iban a parar a la francmasone¡ía, manejada a su condena del Si//on, y en Italia, con las restricciones im-
vez por los judíos. Para Lø Søpixière, <modernistas, y osemimo-
puestas â la Opera dei congressi. El mode¡nismo, o más
dernistas, en la Iglesia no erao sioo instrumenros de esa conjura-
ción inte¡nacional para demoler la lglesia desde dentro. b.ien el modernismo práctico, era para los integristas todo
Por otra parte, no fue precisamenre Lø Saþinière el grupo de cuanto aspirâ¡a a la emancipación obrera, autonomía de
presión que en los últimos anos del pontificado de Pío x hizo los seglares, etc., y en especial cualquiet tentativâ de sus-
Íae¡ la acción polírica o socìal de los católicos a.la direc-
7. Ese año se mitigaron como mínimo las declaraciones acerca del
ción inmediata del magisterio eclesiástico. Tanto los
Pent¿Eeuco, por vía de uo escri¡o de la Comisión Bíblica dirigido al car- miemb¡os de la curia romana como el propio papa Pío x
denal Suhard (París), donde se ofrecía una interpreración más diferencì¿- estaban imbuidos de esra mentalidâd.
da (DS 3862-3864). De todos modos, du¡ante los últimos años del pontifi-
8. É. Poulat. 141égitne e¡ calbolicì¡nze i¿îégtu , P^tîs 1969
1r1
rr2
cado de Pío x se dejó notar unâ creciente resìstencia aun Bibtiografía
dentro de Ia lglesia. Esto se reflejó en numerosos a¡rículos
críticos publicados en las más conocidas revistas jesuísticas R. Auben, lø cisi¡ moderni¡îa, eî H. Jeàio (à:r.), Mønuøl
(.Srimmen aus Maria Laachn,.Érudeso, *La civil¡à catroli- de hi¡toriø de /ø lglesiø, t. VIll, Herde¡, Ba¡celona 21988,
co) y en intervenciones de altos personajes eclesiásticos, p.586-668.
concretándose sob¡e todo en 1914 ânte Ia inminencia de R. Lil\, Der Kømpf der römi¡cÀen Kaie gegen den <prøÁtùchen
una condena formai del sindìcalismo (véase 3.1.1). Sin Moderni¡mas¡ en E. Veinzie¡l (dìr.), Die pã.p:tlicÀe Autoi-
e mbargo, la mue rte de Pío x, pocâs semenâs después de
tàt in Aøtboli¡cÀen Selb¡øer¡lrjn¿lni¡ der 19. und 20. Jabr
que estallara la primera guerra mundial, puso ûn a esta . bunde¡t¡, Salzburgo-Munich 1970, p. 109-123.
E. Poulat, Hìstoire, dogne et critìque døn¡ la øìse nzode?rziJte,
fase.
Pafís-Tournai 1962.
Sea cual fue¡e laactitud que se adopte f¡ente a la lucha
Intêgrisnze et catho/icisme intêgrø|. Un rê¡eøt¿ ¡ecret interna-
antimodernista, sólo puede ésta justificarse enteramente -, tionøl anti¡noderni:te: La aSaþùtièrer 1909-21, paris 1969.
en su desa¡rollo concreto si se considera también como O. Schröder, AuJbrucb und Mi¡¡øerstijndni¡. Zur Ge¡chich¡e ¿ler
brote de un mode¡nismo he¡ético el progreso teológìco refornÁatÀolzlschen Beuegung, Gr^z 1969.
que tuvo lugar en el concilio Vaticano II y a partir del P. Scoppola, Cri¡i modemi¡ta e ñnîo!ønzento cøt/o//co, Boloaía
mismo. Quien no se sitúe en esta perspectiva ha de ¡eco- '1969.
nocer que de esa maneta no se contribuyó a <âcompañar)) N. Trippen, Tbeologìe und Lehrønzt in. KonflìÁt. Die Kz¡chli
c¡ítìcamente el indispensable proceso de elucidación histó- cl¡en Møssnøbmen gegen den Modemi¡nza¡ inz Jahre 1907
¡ica, sino más bien a bloquearlo y retrasarlo. El sace¡dote and il¡re Aatwi¡kurgen in Deutscb/and, Enburgo 1977.
Venard, que asistió en persona â las clases de Loisy, com- C. Tresmontant, Lø cri¡i¡ modemì¡tø, He¡de¡, Barce.lona 19g1.
paral:a a este último atinadamente con Orígenes y tantos
oüos que por vez pfimefa navegaron en el mat abierto de
nuevos problemas y llegaron así a extrâviarse, pero que 3.2. Hacìa una mayor catolicidad (lgL4-Lg60)
han sido necesarios para que la lglesia misma se abra a
nuevos modos de pensar y encuentre más adelante solucio- El período que se extiende más o menos entre l92O y
nes equilibradase. En el caso que nos ocupa, las cuestio- 1960, con el <puente> de la segunda guerra mundial, guar-
nes y problemas que constituyen el telón de fondo de la da cierta homogeneidad desde el punto de vista de la his-
c¡isis mode¡nista fueron más bien objeto de represión. La tor.ia de la lglesia. Es la época en que se incuban las trans-
crisis poscerior al concilio Vaticano II se¡á en parte la con- formaciones de o¡den teológico, mental y práctico que
secuencia de habe¡ dejado rales cuesriones sin respuesta, culmina¡án en el concilio Vaticano It y recibirán dcl mis-
poniéndoles f¡eno artificialmente. mo una sanción ofic.ial. Du¡ante esos decenios .la genera-
ción de .los padres y teólogos del concilio deja su huella en
él y vìve de sus experiencias. Por una parte, se prolongan
algunas de las líneas de desarrollo iniciadas en el siglo
XlX. Esro se manifiesta especialmente en la ulte¡io¡ evolu-
9. Carra al sacerdore Morel, cic. en É. Poulat, Hirtoire, dogtue et ción de la mar.iología y devoción a la Santísima Virgen. La
critiqze dau la cnte modemtste, París-Tou¡nai 1962, p. 107. proclamación por Pío xu del dogma de la asunción de

154 155
gubernamen-
tivos. En primer lugar, la t¡adicional <reserva
Maria a los cielos (i950), primero v ha_sta aho¡a único ral, oue åeurralizó los punros c¡íticos de la doctrjna ecle-
sial såb¡e la guerra justa (o injusta) y no admirÍa
uso formal de la infalibilidad
pontificia desde 1870. es el práctica-
nuevo punto cumb¡e de un p¡oceso histórico_evolutivo en mente ningún câso en que del reconocimiento de lâ
lo tocante al dogma y al magister.io, proceso qúe a partir injusticia dã un" gu.rr" pudieran de¡ivarse consecuencias
de Juan xxlrt no ui ya en la misma direcció;. po; otra concretas .oano .l negatse a particip en ellalo co¡t
parre, se produce una serie de nuevos acontecimientos que todo, este aspecto, tan importante durante la segunda
most¡arán lo relativo de muchos temâs específicos y pos;u_ sue¡ra mundiâl (especialmente para la parte âlemena)' no
ras inrransigenres del siglo anrerior, Jo que en no poia me- Fue al principio el más decisivo, ya que la identificación
dìda obedece al cambio general de la situación poiítica, so_ .o" f" p.pi" causâ justa se dio aquí en ambos bandos de
cial e intelectual a raîz de Ia primera guerra. El libe¡alismo Àodo årpå.t,á.t.o y natural. Mayor importancia reviste el
clásico y el ¡acionalismo ilustrado o pãsitivista dejan de ser hecho dË que esa identifìcación, tanto entre los alemanes
Ios principales adve¡sa¡ios de la Iglesìa para cecler el puesto como enüe los franceses y luego los ita-Lianos, ¡esultara de -una
a nuevos s.istemas; la oposición i. y raz6n (autóno- .r...rid"d de desmentir el reproche que se les hacía de falta
"n,..
ma) no es ya el problema dominante de integración y solidaridad nacionales y del deseo de supe-
de la época, ni el
mundo es ya exclusivamente <(europeo). Todo esto da lu_ ra, la ãivisión existente entre catolicismo y nación (en el
gat à una modificación de los esquemas menrales que tom_ R nh,lrmendebido a la postura de la minoría' en Francia
pe con los rígidos moldes de læ actitudes del siglo xX por la escisión de 1905 y en ltalia por la cues¡ión romana'
para ir hacia unâ mâyo¡ <catolicidad>. Hasta Vaticano , aún sin resolver¡. Esto había llevado parcialmente' ya arìtes'
esta rupturâ tiene todavía lugar, ¡2¡¡¡"1-.rrre, €n el con- e un ciego.oÁpro-iso con el naciona-lismo y Ia política
texto de una lglesia que conserva la específica estabilidad expansio;ista de^ esos países. En Alemania, Por eiemplo'
estrucrural y doctrinal adquirida después de la revolución ,ri puro.., este sentido fue el acuerdo dado por el Cen-
francesa y consolidada por el conciLo Vaticano I. tro en 1898 al proyecto de Tirpitz de c¡ear una flota Las
polí-
anteriores pori.ion., antimilitalistas del catolicismo
tico quedaion así anuladas y el Partido del Centro se lan-
J,l. l Guerra rnundia/ 1 dictødurøs zó de lleno a colaborar en una política nacional de rea¡me
tendente a hace¡ de .A.lemania una gran potencia En cuan-
3.2.1.1 Santø
-Se.de,
cøro/ìôir?lzot nøcionalcs y gaëft/j to a la actitud de los católicos franceses (y en pafte þm-
nzundiø/ bi¿n a. to. alemanes) frente a la resolución de paz de
Benedicto xv, en 1917, puede quizá observarse que la
oposición a dicha propuesta vino sob¡e todo de
vivo cont¡aste con la postura imparcial del papa Be_ quienes
-En
nedicto xv (1914-1922) durante la pri}era suerrã. ios ca- .i.í"n.r, la posibiìidad de conciliar la Iglesia con la mo-
tolicismos nacionales, sobre todo ¿¡ ¡¡srn!¡12, Austria_
Hungría y Francia, aparecen ahora est¡echamente compro_
metidos con la ujusta causao de su ¡s5ps6¡iy¿ nación, y en- 10. Esta <reserva gubernamcnralo significaba quc cada súbdiro en par-
la o io-
,i.r.rl", .o in."p", de ãpreciar por sí mismo las razones de iusticia
tre la mayoría de los católicos no despierta ningrln eco la ;.^;t."", esrando-más bicn obligado a presupoocr el derecho
;;;i;;;
política pontificia de paz. Esta actituà de ucuniplimiento a su gobierno para emprenderla'
iue asisc-ra
del deber nacional,, sin condiciones obedece a diversos mo_
157

156
ï

';

más rntransr- i
derna cultu¡a nacional, mientras los católicos v luepo en una resolución pública Proponía un
arreglo.pa- i.
mostlâ-
gentes, aferrados a los principios àel S1//abus' se 1ii."""". tuviera en cuenia el derecho de autodecermina-
ron relativamente comprenslvos parâ con la postura del .iã^ aË r"t pueblos (aunque dejando en pie la monarquía
ä""t¡1"""1, ".í .oÀo "" dt'"t-t general. después de
I la
Þapar .

guerra
La política de Benedjcro xv durante la primera nu.rr" u 1".t.".ión de una insrancia de arbirraje ìnterna-
,nun¿il t. atuvo, como luego también Ia de Pío xii du-
fracaso de esta propuestâ se debió a varios
motì-
neu-
ii-rl h
rante la segunda gueff , la máxtma de mantene¡se uot n" frrnAt y sobre iodã en Italia subsistían hondos
^ expresamente
tral y sólo en casos excepcionales condenar
pì.;Ji"t ideológicos contra el papl c9mo. mediador de
io, á..o, flagrantes de agresión", para poder así ejercer '.,", u..n definitìva, como sujeto del de¡echo inrernacio-
con libertad una actividad caritativa en ambos camPos
y' '"ri '¡n .f rratado secreto dc Londres firmado en 1915'
.. prrti.rll",, prestar ayuda a los prisioneros de guerra' To- ãã,r¿. f,"fiu se obligabâ a entlar en Ia guerra al
lado de
.a..r^t. lo..r'r4..r., contra la humanidad y asesinatos
en expresamente
la Entente, este país obtuvo que se excluyera
"
masa, el papa optó rìo tanto por las condenas .espectacula- i oro, ¿. toda fu,um negoiiación de paz Tal exigencia
r.r.o-o pãt una prudente resewa que siguiera garantt- t. irirU, en la ficción de que la cuestión romana había
zando sus posibilidades de ayuda e intervención' aunque ,idã y" r..u.1," de una vez para siempre mediante.las
ga-
., .ì.ao q.t. esta política resultaría contraproducente ' dis- ,""iiå, .o...ai¿rs. por lo q'-.re al papa se Ie consideraba
ãi.rtry*áo dichas posibilidades, y se rvirla -más de-iustifi- .Já ti-pt. ciudaáano y tt:bdito italiano y e n ningún
ca.ióá para Ia posteìid"d que de auxilio ¡eal a las víctimas' caso oodíá tolerarse que apareciera como sujeto
del dere-
¡st" Iiå."de ionducta observada por Pío xll frente a la lho inte¡na.ional público. Los imperios centrales' por su
que ya
exterminación masiva de los judíos era la misma parte, se mostraron al comienzo más dispuestos a aceptar
antes había adoptado Benedicto xv primer
el gran
ante
en masa por los
i^ i*.*.n.iot.s del papa en favo¡ de la paz El nuncio
eenocidio del siglo xx. la aniquilación Pacelli negoció así con el cancille¡ del Reich Berhmann
iurcos de millón y medio de c¡istianos armenros' Holl*.g y".o.t el Kaiser Guillermo Il Luego' sin embarg-o-'
La iniciativa de paz de Benedicto xv, del 19 de
agosto
por vía diplomática
i;; ;ñ;.t, re presentados por Hindenburg y Ludendorff'
de 1917, fue comuiicada al principio fr"ilto^ o*""f...r sus mi¡as intransigenres' lo que.conde-
¿ fl,rr" el plan pontificio de paz Aun prescindien-
tl. LM. Maveur, Le cat\olici¡ne françaù ø la premiète guete "rU,d. .rro, el proyecto del papâ tuvo escasa aceptación en-
ãà 'de
, .Fraocia' ll (1974J ì?7s.,i84s'cf G Beadte' los pãisès beligerantes' sobre.todo
Die Fneden¡:nr
mo¿dpli
'i"il"-cip'ì ir. Io, .rtoli.o,
aì,"a;n,i w ,o, t Ausart t9t7 .z .ihrem Polliyben Francia donde el dominico Senillanges lo rechazó
pública-
t>ublizi¡ti,l¡en, þirchlichen Kontext enE) Nagel (dir'; Dem
Knegzu.
',or|ammen. (l¡i¡¡lihe Fieden¡ethiA und Poliiþ' fribulgo 1984' la
." un sermón predicado en la iglesia de Made-
p.211-21r.
^."..
Ieine.
' 1r. Un" de esras excepciones fue Ia condeoa Por Pío Xii' el 10.de La línea adoptada pol Pío durante Ia segunda gue-
xll
a los países del Benelux No ran clara
-"* ¿. tCoo, del ataquc iemàn
Summi pontirQcatas del 20 de o(rubre de
rra mundial fue esenci¿lmente la misma- En consecuencla'
lue su po.tnra en la eocíclica
t919. ionde se hablaba del urcstabiecimienro- de Ia nacrón Polâcâ
rn la ;";;;;i;"p" como sus colaboradores se negaron de modoo
jur,i.i" y t" peÍo que tânro por Los p-olacos como, p"t ltt "11i1::^¡Î:
prr, categóriå ä u.r..t.l nacionalsocialismo un mal menor
i.nJi¿.n un sentido inequivocamenre favorabie â lâ causa del pucblo in.liso un aliado cont¡a el comunismo soviético y' en este
como
poiaco sentido, a apoyar ideológicamente la agresión alemana

1t8 159
<cn)zàdar, anticomunistâ. Si es cie¡to que el papa multipli- solamcnte hoy, sino ya entonces mismo, era evidente que
có sus adve¡tencias contra el peligro que representaba el la uc¡edibilìdad, y el (testimonio) tienen un valor muy dis-
comunismo, no lo es menos que condenó por igual ambas tinto según se vean en la perspectiva de una democracia o
ideologías, nacionalsocialista y comunista, como ântir¡eli- bajo las condiciones de un Estado totalitario, y muchos de
giosas e inhumanas, aun juzgando la primera, eso sí, más los reproches y malas interpretaciones que todavía circulan
peligrosa por ser más difícil de vencer. se basan ptecisamente en esta dife¡encia.
Et 1963, Rolf Hochhut, en su drama El Vicano, pre-
sentó una imagen de la actitud de Pío xtt ante la exre¡mi-
nación en mâsa de los judíos que ha dejado profunda hue- 3.2.1.2. Políticø de concordøÍos y ltl.bertad de /ø lglenlø
lla en la opinión pública hasta el día de hoy. Según esta
imagen, el papa, a sabiendas de lo que los nazis hacían, En especial el pontifìcado de Pío xl (1)22-1ÿ))), o sea
guardó silencio por oportunismo en lugar de hace¡ oí¡ su el período entre las dos guerras mundiales, consrituye la
voz como vica¡io de Cristo. Semejante tesis no puede ya edad de oro de los concordatos. La Iglesia logró así impor-
en absoluto sosrenerse científicamente, sob¡e todo t¡as la tantes triunfos para su política, a lo cual contribuyeron di-
publicación de las Actas de la Santa Sede ¡efe¡entes a la ve¡sos facto¡es. En Alemania y los Estados de Europa oriental
segunda guerrars. No cabe hoy la menor duda de que el que sucedieron al imperio austro-húngaro y al de los zares,
Vaticano trabajó en gran medida por la causa de los judíos las monarquías se habían derrumbado y las nuevzs consti-
(no sólo de los bautizados) y, mediante sus intervenciones tuciones democráticas habían acabado con las rest¡icciones
diplomáticas y acciones de socorro, salvó de la deportación de la lìbertad de la iglesia inherentes a los antiguos regí-
y unâ muerte segurâ a centenares de miles, cspecialmente menes, particularmente con el de¡echo del Estado a designar
en italia, Hungría y Rumanía (y en parte también en Eslo- obispos o ìnterveni¡ en su nombramiento. Los nuevos Esta-
vaquia y Croacia). El <silencio> del papa (es decir, la falta dos de Europa central y oriental aspiraban a consolìda¡se,
de un compromiso especracular y una condena pública) no por Io que tenían tanto inte¡és como la propia Iglesia en
debe ve¡se aisladamente, sino en el con¡exro de su actitud regular de modo satìsfactorio sus ¡elaciones con ella. Ä la
sìmila¡ también para con otros perseguidos, por ejemplo postre, en la mayoríe de los países no llegó a superarse el
los polacosra. En ambos casos puede notarse que las peti- clásico anticle ¡icalismo libe¡al, pero éste perdió mucho de
ciones de condena pública venían sobre todo de los exilia- su fuerzal Sobre todo Ia actitud de los carólicos du¡ante la
dos y en particula¡ de los Estados Unidos, mientras las víc- primera guerra de ucumplir .incondicionalmente con su debe r
timas di¡ectas y los amenazados por eventuales medidas nacional,, conuibuyó no poco â saca¡los de su marginación
represivas apenas creían en la eficacia de tal gesto y sólo y a que los preiuicios anticlericales de sus adve¡sa¡ios fueran
esperaban algo de una discreta ayuda enrre bastido¡es. No disipándose , especia.lmente en Âlemania, F¡anc.ia e ftalia-
Así, el trempo t¡anscu¡¡ido entre la primera gue¡tâ mun-
73. Actei et doc nzeîß da Solnr-SièEe reløttfs à /a Seconde Guene dial y los primeros años treinta fue para la Iglesia una épo-
Mondiale, ed. per Blet, Schneìder y Marrini, l1 romos, Vaticano
ca de éxitos en su polít.ica y en los concordatos.
1970-1981.
14. ,4. este respecto véase M. Clarss, Die Bezrcbangez det VatiÁans
zu Po/en uiih¡end de¡ Zøeìlen lYe/të.rìeget, Coloniâ 1979, esp. p. Se fi¡ma¡on conco¡datos con los más imporrantes Estados ale-
181- 181. manes (Baviera en 1ÿ24, Prusia en 1929, Baden eo 1912), y por

160 161
fin en 1931 con eI Reich, aunque más en el sentido de una virtud de consideraciones políticas generales>, una vez con-
oaucoafirmación, de la Iglesia que en el de una ofensiva. Los
cluido en Roma el proceso de designación y justo antes del
hubo rambién coo roda ura se¡ie de Estados de Europa central
y orientaÌ (Leconia en 1ÿ22, Polo.oia err 1g2t, Rumaoía y Lirua- nombramiento definitivo del nuevo obispo. También se
at en 1921 , Aust¡ia en i933 y Yugoslavia en 1931, aunque esre redujo, como es natural, el papel de los cabildos catedrali-
último concordato fracasó luego en su apÌicación), y naturalmen, cios. En lugar de elegir directemente a su obispo, los con-
te con Italia, en 1929. Er cuanco a F¡aocia, se die¡on también cordatos alemanes sólo les pe¡mitían en adelante designar-
pasos positivos. Cierto que no era posible volver sobre la separa- Io entre una terna enviâdâ por Roma. Finalmente, un
ción de 1905, pero pudo llegarse a un bucn arreglo: en t92O se punto esencial en los concordatos de Pío xt era Ia gztanria
leanudaron las ¡elaciones diplomáticas con el Vaticano, se sus- de poder establece¡ cenüos docentes confesionales y en
pendió la anterior poÌítica anticlerical y no se irrrodujo la separa- todo dependientes de la lglesia. P¡ecisamente en los Esta-
ción entre lglesia y Estado en los recién adquiridos cer¡itorios de
dos donde Ia lìbertad de la lglesia quedaba sin más avala-
Alsacia y Lorena.
da por una Constitución democrática, este aspecto dio pie
a las más enconadas polémices.
Los clásicos objetivos de libertad de Ia Iglesia y supre-
El mayor éxito del pontificâdo de Pío xl fue la liqui-
slón de las restlicciones impuestas por los Estados en el si-
dación definitiva de la cuestión roma.ra. Ésta se resolvió en
glo XIx (entre otras los derechos de supervisión esÌatal de
1929 merced alos øcuerdas de LeÍrãn entrc el Vaticano y la
Ias instituciones eclesiásticas y los permisos pâra el estable-
Italia de Mussolini, en los que se ¡econocía al primero
cimiento de las órdenes religiosas) se alcanzaron aho¡a casi
la plena soberanía de derecho inte¡nacional sob¡e un terri-
plenamente, sobre todo también porque tales restricciones
torio mínimo. Que la reconciìiación se hicie¡a expresamen-
no erân conformes con las Constituciones en vigor. Asìmis-
te con la Italiâ fascista no se debió a ninguna opción polítì-
mo es importante que por fin llegaran a aplicarse en su to-
ca del Vaticano por el fascismo; al contrario, al roma¡
talidad las disposiciones del CIC de 1917 sobre el nomb¡a-
Mussolini las riendas del poder en 1g22 y bastanre des-
miento y ent¡onización de obispos por la Sede Apostólica
pués, la actitud del Vaticano fiente al nuevo régimen fue
(can. 32) $ 2). Los t¡adicionales derechos de nombramien-
más bien de prudenre resewa, aun cuando tratara igual-
to, Iigados a la persona de los mona¡cas católicos, queda-
mente de evitar todo conflicto abietro. El verdadero moti-
¡on así abolidos y nunca más se concedieron ya en su for-
vo de que se llegarâ erìronces a una solución del problema
ma anteriot, ni sìquiera en Iâ Espâña de Franco, a quien
es que Mussolini, a diferencia de los anterio¡es gobiernos
desde 1ÿ41 se otorgaría sólo el privilegio de escoger entre
liberales, se sentía lo bastante fue¡te como para vencer
unâ te¡ne p¡opuesta por Roma. Lo mismo sucedió con los
toda ¡esistencia en sus propias filas en cuanto a Ia intangi-
de¡echos concedidos precedentemente a los príncipes pro-
testantes, quienes podían exclui¡ de sus sedes episcopales
bilidad del <dogma, de la absoluta soberanía del Estado
rtaliano y traral de granjearse la buena volunt¿d del Vati-
a los eventuales prelados umenos gratos> e influi¡ de esta
cano accediendo a sus deseos básicos: desde el punto de
manera en la orientación de los elegidos, En los nuevos
vista fo¡mal, Ia fi¡ma de un pacto bilareral con plenos efec-
conco¡datos (y también en los âcuerdos con Ffancia) esre
tos jurídico-internacionales, y en el plano mate¡ial la sobe-
intervención âctiva deió paso a una simple reserva política,
¡anía sob¡e un territo¡ìo mir'rmo gatantizada igualmente
â sâber, el derecho del Estado a manifestar ante la Santa
por el derecho inte¡nacional. Ya en 1915 el cardenal sec¡e-
Sede su aprobación o desaprobación de los candidatos.,en
ta¡io de Estado, Gasparri, había dejado claro que el Vati-
162
161
3.2.1.3. Cato/icìsmo, isremar totaliîarios y democrøcìø
câno no seguía manteniendo reìvindicaciones sobte un
gran terricorio, sino sólo sobre su posición jurídica como La fwerza e índole particular de la concepción que en
sujeto del derecho inte¡nacional. Entonces, no obstante, esa época se tenía del Estado y la sociedad católicos
radica
toda solución del asunto se reveló imposible, ya que el rey .n qlr. .ri se atrincheraba e n una posición merame nte
-de-
italiano se negaba rotundamente a transìgir sobre ese pun- f.nrìu, y condenatoria ni se apropiaba rasgos aienos Más
to. Po¡ otra parte, los acue¡dos de Letrán, que ce¡¡aban un bien esába determinada por la conciencia de poseer algo
doloroso capítulo de la historia del papado t¡as 70 años de a Ia vez proÞio y en consonancia con los tiempos Especial-
división entre la nación italiana y la iglesia católicâ, fueron rn.n,. .n Ia docrrina social crisriana, dicha idea enrrañaba
objeto de aplauso casi unánime de los cacólicos tanro den- onciones específicas que, aceptando los reros de la era in-
tro como fue¡a de ltalia, suscitando el entusiasmo aun en- à'r",ri"l, ,. iir,"nciaúa con rodo claramenre de lu ideolo-
t¡e los antifascistas más convencidos, como De Gasperi. gías t4nto libe¡al como socialista, y más aún de los.totalita'
Mucho más discutido lue el concordaîo que se firmó al iis*os d. cuño comunìsta o nacionalista Lo primero se
mismo tie mpo. En algunas de sus cláusulas rompía con nuso bien de relieve en la encíclica Quadragesimo anno'
ideas de antiguo aceptadas como parte integrante del Esta- àe 1931. En 1937 salieron a la luz dos encíclicas con sólo
do cató.lico, sob¡e todo en lo relativo e Ia vaIídez del mat¡i- dos áí". d. dife¡encia entre una y otta: Dìtìni Redernþto-
monio eclesiástico de cara al de¡echo civil. En este punto nr lt9 de marzo), que condenaba al comunismo ateo' y
el Vaticano topó con una oposición granítica por parte del Mir brennender Sor1e \2I de marzo), donde se reprobaba
Estado ìtaliano. Pío xl lo consideraba tan importante y isualmente Ia ideología nacionalsocialista'Ambas encícli-
básico que incluso estaba dispuesto a sac¡ificarlo todo por å un mismo disranciam jento, por parte de Ia
ê1 y ðe¡ar que fracasaran las negociaciones de ¡econcilia- ^rr."b^n
lglesia, de todos los totalitarismos' tanto de izquierdas
ción. No puede negarse que Pío xl, pese a su amplitud de como de derechas.
mi¡as en otros campos y a su visión de los cambios históri- Tocante a la actitud concreta de la Iglesia y los católicos
cos, no llegó nuncâ a comprender y aceptar internamente frente a las dictaduras, la repulsa tajante de las ideologías
Ia noción del Estado secularizado, como Io confì¡ma entre antic¡istianas no e¡a sino un elemento entre tântos otros'
offas cosas su int¡oducción de Ia fiesta de Cristo Rey en A esto se sumaba la búsqueda afanosa, por motivos pasto-
1925 . L^ proclamada soberanía de Cristo en todos los ám- ¡ales, de un rnodus uiuendi que hiciera tolerable la situa-
bitos no sólo impedía a la lglesia dar cualquier paso atrás ción d.e la Iglesia y de los católicos Para ello hubo que pa-
-el
en di¡ección a nla sacristíar, sino que la imposibilitaba para gar incluso precio, difícil de evitar del todo, de que en
hace¡se a la idea de que el orde¡ público y civil debía ¡e- ärr.hos."sor.l ,égia..t deseara ese modus tthtendì para
girse por otras normas que las de Ia Iglesia. Esto representó garanrizar su propia estabilidad y lo explotara consecu€nte-
sin duda una luerza contra las ideologías no cristianas y los ä.rr,. .on firr.rã. ptop,g"nda política Tampoco deben
regímenes toralita¡ios, pero también alienó hasta cierto olvidatse determinadas opciones políticas, distintas según
punto a Ia lglesia de sistemas políticos basados en el mo- Ios países, de gran parte ãe los católicos En kalia'.Àustria
derno concepto de liberrad. r.oå el ^Esta'do corporatiuo cristiano' de Dollfus y
òchurchnigg), Croacia ldurante el régimen de la Ustaia¡'
t"-bléî en Francia y ante todo, namralmente ' en Ia
^",
t65
164
España de Ia guerra civil, prosperaba una tendencia antili_
aìguno a defender al concordaro y los derechos de la lglesia, sino
beral y antisocialista que se materializaba en una nera pre_
sob¡e rodo condena explícita y decalladamente La ideología nacio- .
dilección por los Estados fuertes y autoritarios. En estas op_ nalsociaìista en su exaltación absoluta de los valo¡es de sangre,
ciones el tradìciona.l antilibe¡a.lismo heredado del sislo xìx suclo, raza y nación.
se aliaba con la cr.isis general que Ia democ¡acia pa,Lrn.rr-
taria experimentó ent¡e Ìas dos guerras. Aún hay que men_ Lo que determinó la resistencia fue, pues, el carácter ro-
cionar (comenzando por las tentativas alemanas de <tende¡ talitario de I sistema y no merame nre su hostilidad para con

puenres>, en 1933) el afán de no dejar pasar en vano la co_ la Igles.ia. C.ierto que este carácter totalitario se reconocìó ya
desde el principio, pero en grado muy diverso según las cir-
¡rienre_ de los <nuevos tiempos>, de integrarse en la pujan_
cunstancias. La identificación mental del Estado totalitario
za de la nación y de no volver ya en ningún caso ai aisla-
con las propìas ideas placenteras de una autoridad conserva-
miento del Kulturäømpf y del gueto católico. Incluso allí
dora, así como la supuesta capacidad de transfo¡maciones a la
donde no existía ninguna opción expresa de este tipo, se
luz de las precedentes experiencias con gobiernos hostiles a
daba una considerable predisposición a desvincular lã cau-
Ia lglesia y una situación inicial no del todo clara, permitieron
sa de la lglesia carólica de la de la democ¡acia parlamenta-
abrigar ilusiones y esperanzas de paz durade¡a, las cu¿_les fue-
ria, tenida ya por caduca.
ron poco a poco desvaneciéndose- Sólo al final, tras una
,{. partir de esros presupuesros propios de Ia época es
auténricâ experiencia con sistemas totalita¡ios, llegó a com-
,. como hay que ver y juzgar la cuestión de Ia <resistencia>
prenderse mejor que la causa de la iglesia y del cristianismo
de la lglesia y los. católicos conua el nacioñãlsóCraliSmo v
es inseparable de la de los <derechos del hombre>.
los demás sistemas fascistas con él r.laiionaãó;."il gd"¿r;
En particular, esra evolución se presenta de modo muy
csa resistencia no tenía por objeto, o no principalÃente.
diverso según los casos.
los aspectos que más saltan a la vista en el concepto de fas-
cismo, a sabe¡, antilibe ¡alismo, antisoc.ialismo, Estado ?ío xt trabajó sin descanso por llegar a un modu¡ uû,cndi
auro¡itario y pérdida de la libe¡tad política. por ot¡o lado, con dichos regímenes. Se declaraba dispuesro a <pacrar con cl
esa mìsma resistencia, al menos po¡ cuanto el sistema fue diablo en personÐ si de esa manera lograba salvar una sola
revelando cada vez más su ve¡dade¡o carácte¡ en el t¡ans- almart, incluso con la Unión Sovié¡ica. En esras negociaciones,
llevadas a cabo entre 1924 y 1927, el Varicano hasta propuso a
cu¡so de los años, no se ciñó a una me¡a autodefensa ideo-
Ia Unión Sovié¡ica el establecimierìto oficial de relaciones diplo-
Iógìca e institucional de la lglesia, sino que se dirigró tam-
máticas. Il_f¡4caso de esca iniciativa se dcbió sobre todo a la ¡o-
bién contra el ¡acismo, Ia subordinación de todos los turrda negativa de los dirigentes soviéticos a permitir la cnseñan.
valo¡es a la nación y el menosprecio de la dignidad indivi- za de Ia religión a la juventud, aun en las iglesias y en privado.
dual (como en la idea de <vida inútil>>), aun cuando no po- En 1927, por la posibilidad de ab¡ir seminarios en Rusia y enviar
cas veces sólo se decidiera a hacerlo con claridad allí donde allí sacerdotes, Roma se avenía a pagar incluso el precio de nom-
los ultrajes a la persona humana se habia,n ya llevado hasta brar obispos y mandar sacerdores sólo políticamence gratos al go-
sus últimas consecuencias bie¡no. Estas negociaciones también f¡acasa¡on, al negarse Stalin
a toda concesión en tal sentidor6
Es¡o resulra bien eviden¡e, por ejemplo, et la enciclica Mit
brennender Sorge, de 1937. La palabra <nacionalsocialismo> no 1t. <Osse¡Ýarore Romaoo, (16.1.1929).
:rparece en ella. Po¡ otra parte, la encíclica no se limira en modo 16. FL Srehle. Die Oýpolitiþ de¡ VatiÁatx 1917.i97J, Munich
197t, esp. Þ. 9)s, 127s, 112s, t43.
loo
167
Con el fascismo italiano las situaciones de conflicco agudo se blen fue intensificándose. Verdad es que muy al principio
dieron sólo a incervalos y por motivos bien,conc¡etos. Al princi- parecía perfilarse la esperanza de un modus alaendì, como
pio, en los años veinte, .fÝ"tiã"no mantuvo urìa actirud de re- se refleja en el acuerdo del Cent¡o a la ley de plenos pode-
serva, aunque ya desde 1923 deió de apoyar a don Luigi Sturzo res (23.3.1933), en Ia (prudente) ret¡acración de las ante-
y su cacólico Partido Popular, aparcando al sace¡dote de Ia vida rio¡es condenas episcopales del nacionalsocialis mo (28.3.1933)
política. Después de Ia u¡econciliació D', àe 1929 , el primer gran y, por último, en las negociaciones y firma del concordato
conflic¡o se produjo en 191l Culminó por parte del Vaticano en
con el Reicb (ratificado el 10 de sepriernbr€ de i933). Estâs
Ia enciclica Not øbbiamo bìsogno y giró en torno a la autonomía
tentativas tienen su ofigen no en una <afinidad intrínseca>
de la juventud católica, en parcicular de la Acción Católica cuya
acrividad iûdependiente de la de cualquier partido político se ga- enr¡e catolicismo y nacionalsocialismo, sino sobre todo en
¡anrìzaba en el concordaco. Este conflicto terminó prácticamente las esperanzas de evitar así lo peor, en la necesìdad de ui¡
con Ia de¡¡ora de Ia Santa Sede, que aquel mismo año tuvo que con los nuevos tìempos> (¡no más Ku/turÃønzpf ni guetol)
conceder Io que más tarde lograrían también los nazis en Alema' y el deseo, por si estallara un conflicto abierto, de consri-
nia sin doblegar Ia oposición de la lglesia, a saber, el confina' tui¡se una sólida base jurídicz y moral: ¡nadie podría en-
miento de Ia juventud católica en la actividad puramente religìo- tonces echa¡ en cara a la Iglesia el no habe¡ intentado lle-
sa. La ve¡dadera ¡azón de que el Vaticano cedie¡a en el caso de gar e un acuerdo o el habe¡ sido hostil al nuevo Estado
Icalia es que su iesistencia carecía de suficiente respaldo enrre el desde el principiol De hecho, el concordato no supuso
pueblo católico. Un segundo conflicto tuvo lugar en 1938, cuan-
ningún respiro para la Iglesia. La lucha cont¡a las asoc.iacio-
do Mussolini comerrzó a hacer suyo el antisemi¡ismo nacionalso-
nes protegidas por el concordato, sobre todo las juveniles,
cialìsta. La ocasión concreta que sirvió de detonado¡ fue la pérdi'
da de efectos civiles del matrimonio entre un judío (baurizado o comenzó ya en el invierno de 1933-1914 con el empleo de
no) y una persona no judía, aun cuando se hubie¡a contraído con todos los medios imaginables de te¡ror moral y aun físico,
la bendición de la Iglesia. Es¡o era formalmence cont¡ario al con- por no hablar de las presiones de tipo económico, acaban-
cordato, que confería legalidad civil a todo mar¡imonio eclesiásti- do por su prohibrción total en 1939. Para reprimir al máxi-
cô. En realidad eran óuy pocos los matrimonios afectados por la mo la presencia social de la Iglesia (agrupaciones, prensa
nueva medida, pero,Pío xl, que aborrccía por principio el racis- católica, escuelas) se intensificó el adoctrinam.ie nto anti-
mo y el anrisemitismo, vio aquí la oportunìdad de expresar pú- cristiano dentro del Pa¡tido y sus organizaciones, se mul-
blicamente su repulsa. Desde el punto de vista político, fracasó tiplicaron los procesos políticos por uconducta inmoral,>
en esto también el Vacicano, yâ que no Ie fue posible conse-
destinados a denigrar globalmente al cle¡o, se envió en
guir la revocacióo de la ley racista. Con todo, su ¡esistencia fue
masa (a partir de 1938) a sacerdores y seglares católicos a
de por sí un éxito, pues esca vez, a dife¡encia de 1931, se ganó
el sostén y las símpatías de amplios secto¡es del pueblo cacólico los campos de concentración y , ya comenzaàa la guerra, se
italiano. confiscaton los jardines de infancia católicos, quedó casi
enterâmente suprimida la enseñanza de la religión a los jó-
Muy distinto fue el comportamiento de Ia lglesia, ya venes mayores de 14 años y se cer¡âton numerosos monâs-
desde el þrimer momento! con el nâcionalsocialis.qrg ale- rer.ios y conyentos.
mán. El concordato firmado con el Reich sólo constituyó La actitud de Ia mayo{rø. del pueblo católico f¡enre al
una tregua aparente. Por parte del Vaticano la hostilidad régimen nacionalsocialista ha de ve¡se más como autopro-
ideológica no sufrió mutación alguna, como tampoco cesó tección ideológica que como un consciente aunar fuerzas
la persecución llevada a cabo por el régimen, sino que más contra el gobierno. Nârurâlmente, según se desprende con

168 r69
Un capítulo sumamente ooe¡oso y triste para ei catolicismo de
claridad de los informes del Partido y de la Gestapo, el ré-
entonces lo coostiruye la actitud de la lgÌesia ante el Estado c¡oata
gimen, sobre todo tras la liquidación de la izquierda orga-
de Ance Paveliõ, creado por Hitle r en L)47, y su movlmielnco Ustøiø.
nizada, no echó en saco roto ese comportamiento, sino Cierro que desde uo principio el Vacicano condenó las at¡ocidades
que lo consideró como la única resistencia popular digna perpetradas conrra los se¡bios o¡todoxos, sio exclui¡ las conversiones
de tomarse en serio, Lâ cuesdón de si no se hubiera podido forzadas al catolicismo, pero hay que confesar que tales violencias
sacar mâyor provecho de esa resistencia popular mediante se produjeron con la aprobacióo de vastos sectotes católicos y aun
una intervención mâs decidida de las auco¡idades eclesiás- la parricipacióo activa de muchos f¡anciscanos. El episcopado croa-
ticas alemanas plantea sin duda alguna un problema grave ta encabezado por mooseñot Stepinac, arzobispo de Zagreb, sos-
y probablemente hay que reconocer, pese â toda reserva, tuvo inicialmente al régimen, pero entre ambas partes estalló por
que se pudo hace¡ más en este sentido. EI papel principal fin el conflicco a comienzos de 194J, sobre todo con motivo de Ia
lo desempeñó aquí el cardenal Adolf Bert¡am (l 1945), ar- persecución desencadenada entonces mismo contra los judíos.
zobispo de Breslau y presidente de Ia conferencia episco- Du¡ante la guerra civil de España (1936'1919), el episcopado
de esce país, en ca¡¡a colectiva dirigida el 19 de julio de 1917 a
pal. Traumatizado por Ia expe r.iencia àel KulturLampf,
todos los obispos del mundo, declaraba justa la causa dc F¡anco.
este prelado se limitó a Ia men defe nsa de las cláusulas del
.A.quí ha de renerse bien preseote la polarización. quc se temon-
conco¡dato y al empleo de medios diplomáticos, evitando raba a los propios comienzos d€l siglo xx, y los constantes vai-
todo enfrentamiento abierto. La creciente lq.lra 4Ct go- venes de la reacción conservadora y cacólico-clerical, así como,
bierno conua el cristianismo y Ia lglesia, junto con el silen- por pane dç la república, un agresivo laicismo hos¡il al clero, con
cio o a lo más tal o cual tímida inte¡vención de los obispos, profiãaciooes de iglesias y asesinatos en masa de sacerdotes y
suscitó en el pueblo católico la desilusión y el descontento moqjãs, que naturalmente arteciaron al conocetse la postura ofi-
con la jerarquía eclesiástica. Obispos como Galen (Mün- cial de los obispos. En el t¡anscu¡so de la guerra civil fue¡on asesi-
ster) y en especial Preysing (Berlín) abogaron desde 1935 nados, de modo bestial no pocâs veces, un total de 7000 sacerdo-
por un proceder rnás agresivo y por iluminar a fondo la tes, religiosos legos y religiosas. El Vaticano, que al principio se
conciencia del pueblo católico y recurri¡ a Ia opinión públi- había mantenido en una prudente expeccaciva, acabó por recono.
cer en 1938, o sea antes de acaba¡se la guerra, el régimen de
ca, no ciñéndose a Ia pura diplomacia y a una upo.lírica de
F¡anco. El punto cumbre de este aval de la Santa Sede se alcaozó
concesiones,r. Aproximadamente â partir de 1938, apoya-
con la fi¡ma del conco¡da¡o de 19t1, que volvía a int¡oduci¡ la
ron también con mâyor firmeza, yendo más allá de la mera cesis del Estado cacólico coo plenos efectos en la realidad política:
defensa del concotdato, una línea unive¡salista de derecho Ia religión católica se convertía así en única religión oficial del Es-
natural (que hoy llamaríamos uopción por los de¡echos del radò, con dc¡echo a ejercerse en públicó, mientras a los demás
hombre>). Estas ideas, empero, tuvieron poca aceptación iultos sólo se les toleraba la prácrica privada de la religión. Sobre
en el seno de la conferencia episcopal y sólo llegaron a co- codo fue¡a de Espana, esra situacióo suscicó un profundo males-
b¡ar ¡elieve público en 1943, en una pastoral conjunta de rar auß eßrre numerosos católicos. Hasra el concilio Vaticano II
los obispos alemanes llamada odel decálogo>. Tanto Pío xl constiruyó un g¡ave obsráculo para las relaciones católico-
como Pío xtt se guardaron de prescribir a los obispos ale- plotestantes y debiliró Ia credibilidad del cacolicismo en Ia pro-
maàès una línea de conducta cuyas consecuencias hab¡ían moción de la causa de la libe¡¡ad y democracia.
de soportar ellos solos, aunque ocasionalmente y con pru-
La opción política oficial de la lglesia y el papado des-
dencia aconsejaran adoptar una actitud algo más enérgica
pués de la segunda guerra mundial y hasta la mue¡te de
y agresrva

170
1.7 |
I
Pío Xtl (1958) se ve con hana f¡ecuencia unilate¡almente nazabâ expresâmente con la excomunión a todo católico
como de mero anticomun.ismo militante e incluso, en esre afiliado al partido comunista o cualquier de sus organìza-
sentido, como una especie de guerra fiía. No hay que olvi- c10nes
dar aquí, sin embargo, que ese anricomunismo se enmar-
caba en una neta afi¡mación de la democracia y Ia libertad Ello dio lugar, en todos los Escados de Europa oriental domi-
nados por el comunismo desde 1945, a u¡a lucha abierta cont¡a
civil, lo que constituía una verdedelâ novedad frente a Ia
la Igiesia. Durante Ìa primera década, las diferenciæ en este cam-
indife¡encia para con cualesquiera fo¡mas de Estado que
þo-ãntre ìos va¡ios Estados fue¡on sólo accìdentalesrt. Como hi-
venía siendo caracte¡ística de Ia posición vaticana desde ros de esre combace puede citarse la anulación de los conco¡datos
León Xlll. Este <sí> a la democracia como ìmperativo histó- exisreotes (Polonia, Rumanía), la exclusión social de la Iglesia
rico para una época concretâ âperece por vez primera con (asociaciones, escuelas, prensa) y su confinamienro en Ìo <<pura-
claridad en el mensaje navideño pronunciado por Pío XIt meote religiosou, el intento de dividi¡ al cle¡o medianre la c¡ea-
en 1944t7. Ello se tradujo también en Europa occidental, ción estataÌ de un movimiento de sacerdoces por la pazr (lo que
después de la guerra, por la total adhesión de los catolicis- se logró en Checosìovaquia y Hungría, mas no en Polonia), la
mos nacionales a la .,democracia cristianao, personificada unión fo¡zada de las Iglesias orientales en comunión con Roma
en los años cincuenta por tres cetólicos practicantes: Kon- a la Ortodoxia (sob¡e todo en la Unión Soviética, donde se subo¡-
dinó la Iglesia uniata de Uc¡ania al patriarcado de Moscú desde
¡ad Adenaue¡, Robe¡t Schuman y Alcìde de Gasperi. En
1946 hasca 1949, perc rambién en Rumanía y Checoslovaquìa),
esto, como por ejemplo rambién en la cuestión del de¡e-
la supresión de las órdenes religiosa (en Checosìovaquia, Hungría
cho a la ¡esistencia violenta cont¡a el poder de un Estado y Rumanía) y, finalmente, la condena en masa de sace¡dotes a
ti¡ánicor8, las clásicas ufijacioneso antirrevolucionerias que peoas de cárcel (lo que en Yugoslavia afectó a la mitad del clero)
habían persistido du¡ante todo el siglo xix quedaron casi y los procesos públicos con sentencia condenato¡ia con¡ra altos
imperceptibleme nte superadas. La experiencia de .los regí- Íepresentantes de la jerarquía (Vyszynski en Pol'onia, Beran en
menes totalita¡ios y el enjuiciamiento de lo acaecido el 20 Checoslovaquia, Mindszenry en Hungría, Stepinac en Yugos-
de julio de Iÿ44 (ztentað,o contra Hitler) Ilevaron a una Ìavia).
transfo¡mación del sentir católico. Eo 1956 €mpezarorl ya a notarse ciertas diferencias según los
países, con arreglo también a la fuerza y cohesión inte¡na de la
.4. pesar de todo, no cabe duda, siguió habiendo una
Iglesia católica en cada uno de ellos. En naciooes como Polonia
imagen típica del <enemigo>. Al igual que el libe¡alismo
(desde 19ió) y Yugoslavia (desde 1960) hubo una coosiderable
en tiempos de Pío IX y la francmasone¡ía en los de León distensión: cesó la persecución contra la lglesia y [anro en esros
xlll, bâio el pontificado de Pío xn lo fue el comunismo. países como en Ia RDA los gobiernos dejaron esencialmence de
Un dec¡eto promulgado en 1ÿ4! por el Santo Oficio ame- entrometerse en la vida interna de la misma. En vivo cont¡aste
coo esto apatece la situación de Ia Iglesia eo la Unióo Soviética,
17. ¡.S 17 (194t) 10,21, esp. Checoslovaquia (donde el Estado siguió cjerciendo una rígida su-
12.
18. Las condenas categóricas de la revolución y de la resisrcocia aci- pervisión de toda actividad religiosa) y Rumanía, mientras Hun-
va se suceden desdc Gregorio xvl (condena de la insurrección polaca en gría adopcaba un rérmino medio.
eI brcve Ctnz pimunz, del 9 de junio de 1832) hasre león xll (erìcíclica
Apostalìcì mzaerù, de 1878). Por vez primera en Iz e¡cîclica Firmi¡¡r
îMrrz con¡talti¿m, de 1937 (qùe se refiere a la persecución de la Iglesia 19. la situación ¡elarivameore más rolerable se dio, con rodo, eo la
en México), se recoûoce el derecho a una resisreocia armada, para lo cuaì RDA., donde la lucha contra la Iglesia no alcaozó proporciones semcjan-
algunos moralisras habían ya preparado el rerreno. ces a las de los demás Esrados del bloque orienral.

172 173
-7Fì
r'1

Bibliografía Grandes éxitos misioneros se lograron también eo China a


panir de 1ÿ00. Aquí el fracaso de ia sub.levación de los bóxers,
o Á.ldea - E. Cárdenas (djrs.), ¿a lgleua del s;glo xx el,lrÞa úÌtimo gran movimienco de ¡eacción nacionalis¡a, y luego la caí-
' ¡), ponugot I Anêrirc Latiza' Herdcr' Barcelona 1987' da del imperio en 1911 abricron una brecha que hizo a la pobìa-
K ä;- Ê. {epgen (dirs ), Dt KatholiLet und das Ditte ción más recepriva para enconrrar nuevas respuestas a sus inquie-
Reich, Magutcta 1980 tudes y concribuyó también al auge de las misiones c¡istianas.
y.i.'äiìn^Ãi i",icen diplomaclt A studv of charch and state Hasca la toma del poder por ìos comunistas eo 1949, el número
þløne, Princeto¡ 1959
on the internølionøl 'I{ìderstand de católicos llegó a los 3,1 millones. Tanro por sus obras externas
u äii*", irr¡"tsurtg, untl Zeugnis Ktrcbe in Nø como por su nivel inrerno de conciencia e integración cultural,
^' 'iiili"*itÅrt -Frøgen
eines Histoiþers' Maguncia 1987' la misión de China e¡a entonces la más flo¡ecienre.
x iï¿r'."-p^ it¡,¿rer r/i.¡ To¡alitørìsnus Politi¡che Heilslehren En la India existían en el siglo xtx, por una parte, los cristia-
und öþamenìscher AuJbruclt, Stuttgart 1981' nos Ilamados ude santo Tomás>, que ocupaban la región de Mala-
K ReÞeen, la Þolí¡ica ex¡eior uaticlna en /a êpoca de /as {u.ena:
'';;"r';;;k;i; bar (cristianos siro-malabares y siro-malancares), y por otra los ca-
" u.1.ain v K Repgen (àis \' tulanual de h,isto' rólicos ugoanoso, a cargo de los misione¡os portugueses desde el
ia de la lgle:ia. r' lX. Herde¡' Barcelona I84 P
'l-l)o siglo xvt. Fuera de estos dos grupos, las misiones lograron desde
A. Rhodes, Det Paþý and die DiLtøtoren' Viena
1980' fines del siglo xx grandes t¡iunfos sob¡e todo en otros dos secto-
e inler/retøzto' res de Ia población: Ios descascados (parias) y los descendientes
e. S-pp"f^, Lø Chiesø e il føscismo Documenli
ni, Bart 197 1 no hinduistas (animistas) de los primitivos habitances, que vivían
Munich 1975
ff í,.frf., p,á OstpolitìA de¡ Vatiþøu 1971'197)' en las coma¡cas montañosas (son célebres, desde 1886, las conve¡-
ioti, N*.rot*ztølismtt¡, e n A Rauscher (dit )' Der sozialeitz
t"'r))^ siones en mæa llevadæ a cabo en Chotanagpur por el jesuita Kons-
p'"i¡iit,¡t Køtho¡lizisnus EntwìcÈlangsliniert tantin Lievens). La inmensa mayoría de la población católica resi-
D"at¡rb/dnd 18A3'ry6, Muûich 1981' P
i6t-208 de hoy al sur de una línea que va de Goa a Madrás, o sea en los
accuales Estados de Kerala, Tamil Nadu y el territorio unido de
Goa. -Á.1 norte de dicha línca la accividad misione¡a fue mucho
mcnos intensa; en el Esrado de Utta¡ Pradesh, que se extiende
De /øs misiones entre pagano: a las ióaenes esencialmente por la lJanura del Ganges, hay unos 10.000 católi-
lg/esiøs cos entre una población de más de 100 millones de habitantes.
En estos úhimos decenios (desde 1950) se observa un creci-
Ias mtsto-
Desde principios del siglo XD( hasta 1880' mienro ¡elacivamcnte rápido del número de católicos en Co¡ea
¡enido muy escâ-
.r.,. .u"n,i,"riu"àente hablando' habían del Sur, Taiwan, Vietnam e Indonesìa, mienrræ quc en cl Ja-
las cosa:
r" ã-ir"i.f. 2.1 5). pero en los decenios siguienres pón, donde las convcrsiones aùmencaron conside¡ablemen¡e du-
tomaron un cariz mucho más favorable' ¡ante los años cincuenca, Ia situación parece haber llegado des-
pués a un puoto mueno, con un núme¡o de católicos, 0,3 o/o de

Esto se refiere ante todo a los países


de África negra' donde la población rotal, que permanece constante desde entonces.
en t880 se desarrolló una sistemárica actividad
".rìrirn.r" "..
äiçã^.ri or. p"- a poco fue incrementándose Especialmente En general puede decirse que los mayores éxitos misio-
:; ì;';;;;;;r,"rial llos actuales Estados del Zai¡e Gabón'
ne¡os se obtuvieron en tiempos de bruscas transfo¡macio-
BLrrundi y
ä".*". ï+'iiìi." Cent¡oafricana, Angola' Ruanda del
nes, sobre todo acompañadas de una pérdida de Ia identi-
õ*"ïàri .i *-ri.ismo se ganó btttna p""e de la población' dad nacional y cultural y del consiguienre cuesrionamiento
à al 60 "/", hasta más o menos 1970 de las t¡adiciones y valores propios. En el siglo xx, las
174 t75
tradicionales sociedâdes y esrrucruras de vida
no e,,"^^-- ocie¡tas razasr; más bien insistieron teórica y prácticamen-
eran rodavía relarivamenre esrables en l, ."y";;;;it
los casos. Esto, cambió después, en grr¿o -pii te, ya desde el comienzo de edad contempo¡ánea. en su
¿;".Åo. educabilidad y capaLidad de cambio. '4. este respecto, claro
volver más adelante a suscirar ¡eaccioner y
nu.uo, está, sólo tarâs veces se ¡econocielon los valo¡es humanos
nacionalisras nada favo¡ables a Ia misión,riru"i"-""""t
"nli.t^l de las sociedades no cristianas, en especial las llamadas
Un. juicio global sobre las mjsiones, .on.rJ,"rn..,,.
.primirivasu, calificadas de bárbaras con arreglo â Patronrs
en el sigJo xrx y a principios del xx, nos 11.",
, ;r;;,;;: occidenrales. La mayoría de los misioneros esraban persua-
las bajo el signo del colonialismo. Cierto que
.;å'ã"ö- didos de la superioridad de la cultu¡a euroPea o -como
ción. que con facilidad puede converrrrse en cliché,
ha de especialmente en el caso de muchos misioneros f¡anceses-
complerarse.en cuanro â su significado y ,on,"n;do.'i"l
lâctones de lâ mlslón ca¡ólica en c¿da Ler¡itorio.on
ä se renían también por embajadores culturales de su propia
al on- nación, llegando incluso a ver en ambas cosas una unidad
der colonial, o (romo en China¡ con t^ po,.n.i"
cras prorecrorâs. no son reducibles a un denom'inador
o'*,fi_ on I6gícz y natural como incuestionable'zo. La adaptación
a las costumbres y mentalidades locales, junto con el deseo
común, Aparecen muy diversamente según las epo.rr,
i, de v.incularse a las mejores tradiciones de los misioneros je-
sìtuación polírica denrro de cada Esrado, l, pr"*d'.;.j; j.
suiras de antaño, se dio igualmente, no cabe duda, entre
los mjsioneros y la relìgión del país colonial. p";;l;;;;
los misione¡os del siglo xx, por ejemplo los propios jesui-
depe nde n rambién de si. e n opinión d. lr.
tas, en la India, y los padres blancos, en África. Apenas,
tonlales y por consideraciones políricas. el^r,"riã;;;;;_
respeto a una sin embargo, puede hâblarse de un esfue¡zo ser.io por cam-
mayoría o importante mino¡ía islámica era motivo
para nJ biar de perspectiva y llegar también a comprender interna-
promovet entre la población indígena las misiones^
c¡isria- mente las tradiciones exÍâñas y conside¡adas inhumanas
nâs y. âun llegar a prohibirlas. Ve¡dad es que por
p.ir,.ifã desde el punto de vista europeo-cristiano. En el terreno es-
y casi en todas parres los misione¡os v.ían e., et ìominio tricramente eclesiástico no fue descuidada en principio lâ
colonial ¡o un obstáculo, sino más bien una
formación de un clero indígena, ni por los misione¡os de
"p""r;;;;
para el desarrollo de su labo¡. por regla g..r.r"ì
lr. _irr* París n.i por los jesuitas ni por las sociedades misione¡as
nes. en el conrexro de políricas colonialis muy presentes sobre todo Áfri." y que desde el primer mo-
disrinras,
defendían un concrpro coloniai humaniLario frente ".r
mento atendie¡on a este aspecto. En Indochina (Vietnam)
a uno
puramenre comercial o de poder político. De ahí
su defen- y la India, Ios sacerdotes nâtivos constituían ya antes de la
sa de los indígenas cont¡a la explotación injust"
1lo que en
ocasrones,_por ejemplo después de 1900 en eÌ Togo
ale_
mán, llevó a se¡ios conflictos con las auto¡idad., .ãlonìr_ 20. Un ejemplo es la conclusjón de cierro libro sobre las misiones
les), su lucha cont¡a la esclavitud y el comercio francesas, publicado en 1903 coo el significarivo título àc Lø France øu
d. dey'¡ar¡, ào¡àe se lee: uEs ìa honra de nuestros misioneros... no haber ja-
esclavos (que en los años ochenta orig.inó un amplio"fri.^,ro
movi_ más distinguido en sí mismos enr¡e el f¡ancés y el carólico, no haberlo
miento de oposición católica dirigido- por el ca¡áenal lavi- ni siquiera iorentado, y haber ganado así para cl gcnio de Francia lo que
gerie y respaldado por León x I), mastambién ganaron en nuevos cristianos para la religión... -4. niogún lugar fueroo
sus esfue¡_
zos por educar a los nativos para un trabýo reglamentado. nuesrros misione¡os donde no dejarao plantado, junto con Ia fe, también
Sólo en casos excepcionales profesaron los misåneros cató- el amor a Francia., Y en otro pasaje se nos dice que son, oespecialmenre
.n Áf.i." y Oceanía, los heraldos de Ia cuhura francesa, G VI, p. 4s9,
licos la idea de una infe¡ioridad innata e ir¡emedìable de 498).

116
117
c¡eto no un.cle¡o auxilia¡ de segunda categoría,
sino sace¡dotes
iiïT:{i j:
iî,..,Tl ;îl å:t üî:_11,:.:î'å:.i
con un nivel equivalente de estudios teoÌógicos y."p"..,
bién de. lJegar a ocupar aÌros puesros ecJesiásticoi.
r"À_
,A.i^ir*o .l
;#;ux;:1,"1;Ïtri:!,;,'.,,'..*:,r'"ïi;:r:-:li Papa ex¡ge una adaprarión culturaj a las rradiciones de los países
de misión.
::ï'i;: i' j::i1
:, i fl
u,.*lþåF,ïff ,,#;: ^":.,', Los siguientes pontíf.ices, pío xi y pío x
, perseveraron
en es¡a línea detallando aún más sus consecuenicias.

ffi
Básica_
:::,Ti,:i,ï:rîî 1ïåi:ä+1,', r
ï ;:{",i mente no se t¡ataba de ideas del todo nuevas,
cordar conceptos fundamenLales defendidos po,
sino de re_
l, Cor*r._
gacìón de Propaganda Fide ya àesàe rr,
Ln'::',: * :r :* åffii i: Tî¡:i:".:öî:i ïJ: srg¡o XVtt. pero que.en aquella época no
.o-j.n,oi, .ñ-.1
habían podido
llevarse a efecto en el ronrexro eclesiás Lico_polír
ico à.i p^-
trona¡o. Si es cierro que la poiírica de la .cu¡¡þ¡¡.
r;m**rÏ*'"'mir.d:ÏTlid;ii venra desde entonces siendo cohe¡enLe en
Lambién lo es. hay que ¡econocerlo. qr. prrrrirn
¡6¡¡rn,
es¡e camoo.
,oãr'ui,
i.î{iii;îî:å:"",ï:{Häi;iäå'iï!iî'il'"'Tru' decenios hasta que esra nueva mentalidad llegar,
ne¡se en la conciencia de la mayor parte de
, ;;;:
Ioí misioneros.
Ânte ro deben disringuirse aquí los dive¡sos niveles
.do de

*+i#*î*-*î-x*'lffi
desvrncu¡ación del colonialismo a los que corresponden
también muy distinros grados de cambiå ¿.
Krlarrvamenre pronro y sin problemas desde
-."i^iAlJ.
el ounro de
vrsra de la tradición eclesialse dìo el paso
hacia las.lglesias
ä'äùî¡Ë{i:f=i"m*,,1",* indígenas, en. el plano de la jerarquía, es decir.
e la conÿrrucrón de un episcopado narivo, ya
en c"uanto

¡:Tff f*i{* ï:ï,:,:"::,iî,*H :ïli îlfl:


quc en ello
no se veía ningún peügro para la Iglesia católica dado
el
tr carácrer esencìalmenrc dogmárico de Ja unión
con Roma.
Con roda razón puede Un segundo aSpecro consisría en desligar las misiones
cons
del
;:,n m i*[Tär i[,1 rî
:
:i',nz
: ; :: "; ;'; âpoyo que recibían de las auto¡idades coloniales
consìderar su postura ante la independ.n.i, polirí.r.-
y en re_
"
neralmenre . a¡tes de la segunda guerra mundial,
i._
los movi_
mienros locales de. independencia respecro del poder
cotonral no fueron bien visros ni respaldados por
la lglesra.
ål,;¡**,:.,ç."l;,3i¡¡,.;",t:,,ïff ::h.ï"Ë;î,,u,lr Esta actitud fue poco a poco cambiândo, .oÁo
., .rrîr"i,
a partir de 1945. La lglesia no podía menos d.
,':'åli.,,':"jå' j'i:i{:åt"{..'l;ï.ï,;',îff vez con mayor cÌaridad los efectos .i¡¡esistibles
u., ."ál
:i.:lt:":l# .llo, aun allí donde
-como "n
del desa¡¡o_
Áf¡ica h^r,r..r,r^dor^ìo,
178

119
años sesenta- todavía continuaba el dominio colonial
europeo. Fue¡a del caso especial del Áf¡ica porruguesa Con Pío XI y Pío Xll Roma continuó esta política pru-
(,{ngola.y Mozambique), Ia lerarquía de los paises dã mi_ dente y car.itelosame nre, mâs sin dejar de perseverar en
sión se disranció casi en rodas parres de la autoridad colo- ellâ, y esto pese a las ideas y la oposición de muchos misio-
nral o, como mínimo, evitó mucho más cuidadosamenre neÌos que luzgtlszn prematufos tales pasos y recomenda-
que anres el identifica¡se con ella. El retcero y ú.ltimo de
ban un proceder más lenro. ,4. dife¡encia de PÍo xl, que
Ios niveles a¡¡ìba citados es el que hoy se dei.igna por el en 1926 prcyei^ quizá un fin violento de los sistemas colo-
término de <incuhuración>. Ésta, obviamente, ølo h, po_ niales en el plazo de pocos decenìos, esos misioneros te-
dìdo dar los primeros pasos serios después del concilio ÿa, níân mâyormente las mi¡as puestas sólo en su propio hori-
ticano It, toda vez que toca muy de ce¡ca cuestiones teoló_
zonte y no llegaban a percibir el desar¡ollo de ciertos
gicas de base.
âcontecimientos globales que apremiaban tâmbién e Ia
El tema que ¡nás se destacó du¡ante el período com, Iglesia.
prendido ent¡e las dos guerras y hasta cierrå punto tam_
bién_ después de la segunda fue el del episcopãdo indíge_
El primer oliispo orìundo del cootinenre africano (monseñor
na. Ya en el siglo xlx había habido constantes rentari;âs Kiwanuka, de Uganda) fue consagrado eo 1939 por Pío xl y si-
e impu.lsos en esre senrido, erìtre ottos el esquema del con- guió siendo el único hasta 1951. Después de la segunda guerra
cilio Vaticano I sob¡e las misioneszr. Tales isfuerzos, em_ mundial, mientras en Ia India y China ce¡ca del 20 % del episco-
pero, resultaron estériles en la práctica, debido tanto a la pado era narivo, e.r Áfri.".r.gr" Ios obispos indígenas represen-
mentalidad de los propios misione¡os como a las estructu_ raban, rodavía al inicia¡se el concilio Vaticano It, una insignifi"
¡as coloniales. El primer paso decisivo hacia el establecì_ cante min(-'ría. El primer prelado de raza no blarca elevado a la
miento de un episcopado indígena lo dio, como ya hemos dignidad cardeoalicia, en 1946, fue monseñor Tien, arzobispo de
dicho, Benedicto xv, con su enciclica tr4arimim i//ud, Pekín, seguido en 19t3 por el arzobispo de Bombay, morseñor
G¡acias. Más adelante, en lÿ60, Juan )axlll nomb¡a¡ía el p¡imer
aunque sólo llegó a materializarse bajo el pontificado de
ca¡denal af¡icano, monsenor Rugambwa (de Bukoba, en la accual
su sucesor, Pío XI.
Taozatta).
Orro proceso, de carácter más jurídico-canónico, donde se
primcr
_ EÌ jesuita
fue
obispo nativo en rìerras de misión en el siglo xx pone bien de manifiesto este paso de umisión, a ulglesia nativa,
el Tiburrius Roche, consagrado en 1ÿ23 para laiióce_
es el asenramiento de la jerarquía regular, susrituyendo el o¡den
sis de Tudkorin, en la lndia me¡idional.
Esre precedìnte, sin em_ provisiooal de los vìca¡iatos apostólícos, tal como existían desde el
bargo, apenæ llamó la atención. Más publiciãad ¡ecibió err todo
siglo xvtl er los países prorestances de Europa y eo las misiones
el mundo la consagración de seis obispos chinos por el propio
carólicas, por el o¡den oormal de los obispados y arzobispados.
p^pa en 1926, en Roma, du¡ante la fiesra de C¡isto ney. Þio xi,
EI momento de esca t¡ansición no tiene muchas veces nada que
en visca de las circunstancias, quiso expresamente dar a estc acco
ver con la ya citaða hacìe el episcopado indígena (que se da a lo
toda Ia amplitud y resonancia posibles, confiriéndole al mismo
largo de varias décadas) ni con el grado de avance o desar¡ollo de
tiempo un significado histórico.
la lglesia en los países correspondiences, sino que más bien obe-
decen a causas fonuitas de índole política. En la India y elJapón
este p¿5o se dio ya a fines del siglo xx, cuando todavía ni si-
2L Sobre esre puoro véa¡e K. Schatz, Die Mì¡sìatex auf dem I quiera podía hablarse de Ia eventualidad de un episcopado narivo,
Variêanttm, und philosophie" 6t )a2.1þî,
"Theologie 0988) y en la mayoría de los pr.iocipales países de misión el cambio tuvo
Iugar entre la segunda guerra mundial y el concilio Varicano IL
180

181
R. Hoffmann, Die þa¡holi¡che Mirìonsbewegung in Deutsch-
lønd oom Anføng de: 19. Jøhrhuxdert bi¡ zum Exde der

,¡ruf'n**t; *g+*
deutscben Kolonrølgeschichte, en K. Bade @n.), Lnþeríali:-
rnus and Koloniøli¡n¿a¡, Kaìserlicbe¡ Deuxcbland uxd Áo/o-
nic/es Imþenluzn, \ÿiesbaden 1982, 2g-j\.
J. Horscmann @n.), Die VerscÀrànÁung uon Innen-, Kan,
fessions- and Kolonialþolìriî im DeaiscÀen Reicb tor 1914,

;s+i**ffi;l*:l:'lm Pade¡born 1987.


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llI/2, Frtb,urgo

I li? i :?';"¿1:",, x1.,,.,I1* :rj; åil


r97
B. \)Øirth, (mþeialistirche {Jber¡ee- and .ùfisnoupolitiï, dar-
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schaft und Religionswissenschaft> tt (1967) 105-132, 2Og-

'""iï::,iff I ; "m;4:: rLl #::"*i


211, 120.1)9
i**
3.2.3, Haciø unø nueta itnagen de /a lg/esiø

Aøø*¿u-**ffi 3.2.3.1. Naeuos de¡roteros reológìcor (1920 1960)

Desde los últimos años del pontificado de León xtu


hasta la primera guerra mundial los avances en el campo
frïj.:ffi¡g1#ifi*tr.ffiiF teo.lógico tuvie¡on un ca¡ácte¡ marcadamente francés. Las
investigaciones históricas de Duchesne y aún más la exége-
sis de Lagrange, así como los nuevos principios apologéti
l::;d+ r:;:";ï',':,*"t :#'it;.i#ffi :

:..
cos de Blondel y Laberthonnière, que con su <apologética
de la inmanencia)> trataron de superar Ia división existente
entre contenido de la fe y motivos de credibilidad, encon-
Bibliogtafra i,l traron amplio eco por todas partes. Mas precisamente aquí
intervino .la crisis modernista, con efectos devastado¡es.
l den Mi¡¡ianen za de,
En nz6n de su mayor independencia frente a la jerar-
"^,k,,r-.
scbrchk dc¡ ,<rrl," ,,'i, ," quía y de la circunspección de Roma pala no empeorar sus
í",¡!í,ríii:i f:r:!rí:. "" relaciones con Alemania, la teología enseñada en las uni-
182
183
vetsidâdes de este país quedó relativamente
a sa.lvo de la enciclicz Ditino ffiante Spintu (1943), pero e¡a inevitable
crisis. De ahí que las más imporLantes
novedades teolósi_ en tanto la exégesis continuara tan est¡echamente encade-
cas maduraran. enrre. 1920 y t960. en ,i"rr; g;;;ì;;;,
aunque a partir de los años cua¡enra nada por el magisterio. Ve¡dad es que z raíz de esa encícli-
uollri..J., , .obru câ empezaron a soplar nuevos vientos y que el mérodo his-
fue¡za tambìén en Francia. r., .*"
,.oiogì;ï"Ål"rrä tó¡ico-fo¡mal fue cada vez mejor recibido, con el con-
morivos: por una pârre ìl regreso a
:ì:i:1"1T.îr..d"s
ruenres de ta Saqrada Esc¡irura y de
Ias siguiente desa¡rollo (sobre todo, âunque no exclusivamente,
roda Ia rradlción ecle- en el ámbito francés) de una teología bíblica.
sial, y por orra la ìncorpora.;oÁ d.t qu.t
ros problemas y corrienres de la
r.., ,.äf¿.1.ä'" Importante fue también, como presupuesro de los nue-
época. Ello llevó a ¡äu¡ri,
a nociones teológicas no escolástiias q".;rt;;;;;;';; vos impulsos teológicos, el estado de ánimo de la genera-
oe moda en el srglo XIX, con los dos ción más joven después de la primera guerra mundial. Es
motivos m"n.io.r'"- la mentalidad que tomó cuerpo en los movimientos juve-
dos, y cuyos_represenrantes más ilust¡es
cuela de Tubinga, Johann .Adam
hrbí"r;;;l;;; niles de entonces (católicos y otros): apârtarse del intelec-
MöhL;-; þ;,;-H.irv rualismo e individualismo del período precedente y volver
Möhler. en parricular.
):lll:
ves de su rmagen de la lglesra. ""1"r;;,_;;;;.';;;;: a descub¡i¡ valo¡es como vida, organismo (nvuekz àe Ia rø-
tìo a la vida>), comunidad. Hasra cie¡to punto se repetía
. Fr..r9n decisivos los prãgresos en cl re¡reno de la
po¡ su, parte, la teolo- lo ya sucedido en la época del romanticismo, un siglo
histo¡ia de la lglesìa pudo bl-
llX!,:rlt'"r,
nelcrarse del empleo de la críLica atrás, lo que iguaÌmente en aquella ocasión se había ¡efle-
mode¡na con ¡elativa_ jado en la teología. De este nuevo enfoque forma parte,
nte.Pocas. rrabas. si se prescinde
lf de que e I .on.*,o ¿. en el campo câtólico, el redescubrimiento de la lglesia en
dogmas. sigu.ió siendo un punro.rnd.n,.
-:,ì,^T,î.o.,,*
rr¡ Li4r. uccaQas poste ores a la con¡¡oversia su aspecto no yâ meramente jerárquico-institucional, o sea
del modernis- como única autoridad de ca¡a al crisriano, sino como un
mo, al menos mientras signifìcara una
evolución de la coo_ (nosotfos> (<nosotros somos la lglesia>). Eco ca¡acte¡ístico
:.r.,", -lrnl de ia le y no sóio de cie¡tas fo¡mulaciones. de este nuevo senlir son.las famosas palabras de Romano
rn teolog¡a srsremárica revis¡ieron especial imporLancia
las Guardini en sus conferencias Sobre el sentida de /ø lg/esia
investìgaciooes patrísticas y las refeientes
media y la época de la ¡efårma. Mucho
, i, ;i;;; (I)22): <tJn acontecimiento religioso de inmenso alcance
más a,¡l.ii¡".11
rjjTli:l la exégesrs, obligada *rgr, ."i''.1'i.rå acaba de producirse: el despertar de la lglesia en las al-
9. de Ia
oc ros olcramenes " No deja, pues. de mas.> Esta devoción a la lglesia busca ante todo la autenti-
Comisión Bíblica.
consriruir logro sorprendente que a pesar de cidad y se remonta parâ ello a los orígenes, qu.iere especial-
_un este obsrá- mente vivi¡ de la Sagrada Escritura y es cristocéntrica,
(uro. ta exegesls carólica, tanro en el ámbito alemán
como apartándose de un moralismo y ascetismo unilaterales y
i::l.l iT::1:'
parricutar ta Escuela Brbr;;
a ponerse al nivel de la protesrante
;l;,"ä;: por tanto tamb.ién de muchas fo¡mas sobre todo propiæ
legarâ y gozar deJ mis_ del siglo xtx. Este ímperu básico reúne todas las cor¡ientes
mo reconocrmrenro. Al principio.sto,.
obiu-uo, cla¡o esrá relìgiosas surgidas en esos decenios: las nuevas orientacio-
al precro de una neta reserva teológica,
mient¡"s todo un nes teológicas, el movimiento litúrgico, el movimiento de
cúmulo de trabajos de crítica textuãl
y fi,..-*iUrïi*ä la .iuventud câtólice, el movimienro bíblico y también el
a poco creando un sólido fundamento
.i.rrtifì.o. O...ri, apostolado seglar y los principios del movimiento ecumé-
¡eserva y ¡estricción teológica se
lamenta¡ía pi. xrr .r-ì, nico. Todos beben de una misma fuente. los <despegues,
:: 1,84
18t
t:l
decisrvos denrro
la lgiesi¡
tnrnedrarâmenre raíces en esre
porì.rinl Tït:.:î período dejando de se¡ únicamenre lugares de hallazgo de oprue-
.*"",i;î:îiî,*J,,å,j,::,:;;i:::äili. j;::ï:i basr, es deci¡, meros mate¡iales de construcción de una
teología sistemátìca engida conforme a otros principios.
De aquí la importancia cobrada por cierros remas que an-
tes apenas habían desempeñado papel alguno, puesro que

¿5¡*[*u*+înrffi
Al agudizar la tenden
nunca fue¡on objeto de debate en el enfrentamiento con
tendencias heréticas. Ent¡e ellos cabe citar una eclesiología
no exclusivamente centrada en la jerarquía, una auténdca
.r,^ -*Ël,u a" u'i*"'ì\'^'""?uvìtalisra y n rirracionalis¡a, teología pascual y Ia doctrina de la gracia como participa-
Iueso. (on _a ción en la vida divina. Otro aspecto consistía en acaba¡ con
r.t.sa tá o.i,"ilii:.:Ti,.u rambién, desde
la división entre teología científica, por un lado, y espiri-
i:l';, l',Tffi f,ff ;, î,i;ï :¡;îî
',:;
co nu evas proresras
,1.i"ï¡..1ii.ï
ji"o,il,"äï,j,:i,
tualidad y fe vivida, por orro. Se ¡echazaba renro una teo-
logía puramente intelectual, que se pierde en conclusiones
."";, jj,: jïï:; ajenas a la fe, como una piedad cortada de Ia ratzlo teol6gi-
ca y entregada a los encantos de una complaciente emorivi-
#ffi,.:,th",iffi ;¡ r r:ä:r iïi,:i:,:".ï.î dad. Por último, un tema cenrral es el de la lglesia, que
ahora Ia teología aborda globaknente, considerándola no
ffiî: ï:å J;i,il1""- ldji i1i:iiî. li:': : rm: ya sólo como jerarquía e institución, en una perspectiva
antiprotestante y antigalicana, sino también en su faceta
å.'å::"ff J,# jiî::,ä;::i::,,ïiüå'J::i',ïf ï:î mística y de comunión.
,j!,,? ,olo c,;,.
p".,,":;'";,::f ,", con et libro El cn:_
ca À'li,srici corþoit,?;il' -':.Llo't.
en 1040. La encícli- Entre los teólogos que ya desde los alos veinte propagaron es-
tæ couien¡es teológicas hay que mencionar anre codo a Romano
;:":ïï:,,iiLïf ií *r_[:;:j::' ;*;:n; Guardini (l 1968), y en segundo lugar a Karl Adam (t 1ÿ66), es-
pecialmente por su libro Da¡ l.Ve¡en des Ketbo/izismas (La esen-

.;jn,:;iïLä?i?:,,il"",-:1*i,t"ïf îf :ïl
gunda
jî cia del catolìcismo, t924), cuyas numeroses reediciones a lo largo
de va¡ios decenios tuvieron ext¡aordioaria ¡esonancia. EÌ primer
gran cracado sistemácico de los dogmas que incegraba los ouevos
guårra rrl,rÀ, ü'"""Ïjlfrrttual,de.despuér a. i, *- priocipios de invesrigación y fue publicado ya en 1938 se debe

åiïå:i'.:äilt{h;:li:":iili:t"':ï:ï,i;'å"'l a Michael Schmaus; hæca el concjlio Varicano II esta obra gozó


de un éxiro sin par en el ámbito de lengua alemana.
El afán de superar la división entre teología y fe vivida inspiró
.i:i,:::c'"'"*,p'ù"il;:iliå.ïi.::ï::ï;H-;: también, a panir de los años r¡ein¡a, a varios jesuicæ de Innsb¡uck
(Andreas Jungmann, Franz Lakne¡, Hugo Rahner), que elabora-
,,",.Ïl'iï",åiä;";ï'J::''î: esenciaies de ros nuevos de. ron Ia llamada okerygmáticao o <teología de la proclamación>. En
trística se toÃi""tn'"î'iJ;;L:t::'*' v la tradrción su primera fo¡ma esra teología se reveló, no obsrante, como un
pa-
s oe rnspiración r.máriia, callejón sin salida, al querer asignar a una disciplina <de media-
!.
186 ción,r un cometido propio de la teología cie¡rífìca como tal.
tl

i 181
t I

-A.nte estas nuevas co¡¡ientes teológicæ el magìsterto ro-


Iæ dos guerras' Pero desPués
En la época comprendida enrre mâno â parti¡ de Pío XII (1939-1958), quien como anti-
éxiro la oreologÍa de los misterios-' del be-
"";";;ä;;t;;n
::.:;'il;.;;å-Laach t
odo ca';l re48) su originalidad guo nuncio en Munich y Berlín estaba ya familiarizado con
de los sacramenc"s v de lamisa' la moderna teología alemana, adoptó una postu¡a bastante
:;ffiïi.i.;::';îi"''o' de la gracia iomo cau5r eliLicn- m tizeda. En este sentido, la primeta mitad de su pontifi-
:H;;;;;;;..pto mecánico
cado se caractelizó más bien por una âpertura y actitud po-
ì::ïïil¿J;i; tâJde
;:,'"'Li*:l.dd.l.î;:ïi:î :ilL;lf::ï,,
con leotlru sitiva hacia las nuevas ideas. Pese a las advertencias que
Sólo bastante Y
,."illi'Ti.i ìîi'!l^ "'"r'
ìì Fl r?rácter ìuridico v casuístico
el éxiro del
contienen contra c¡iterios demasiado parciales o unilateta-
^,,"l. <co'ía impreenando se tevela por eicmpto e¡ les, sus encíclicas Diaino ffianÍe Sþiitu, sobre la Biblia
ue se publ icaron
Ï:,i""diü. ;'í.;"1"1', ¿'r q
i: :1':'::",::; (1943), Ml:rici Corþoris, sobre la Iglesia (1ÿ43) y Me diøtor
,,.-iõjo y 1e6_L rl":î 9ì."j'j;;ii::i:.i,:rïffl
Nuevos Dei. sobre Ia liturgia (1ÿ47) representan sin duda alguna
de situación" fue¡on inttoducldos c
un audaz paso adelante. Esto es tanto más cierto cuanto
Hâring con su
;ËÏ;i;ii;;"' (t 195J)' v en 1054 oor Bernhard
el melor'trarado dt que la doctrina de tales encíclicas no se mide con relación
'uî,ï;,;'¿;;;,; ¿bi:ri (Latev de iristo)' antes de vaticaßo u al catolicismo alemán o fiancés, sino a los de más catolicis-
Ji;ff I;;;;;j.*"n"'¿' ro' publìcados mos, perâ los que no pocos asPectos de esta doctrina e¡an
segunda guelrâ-mun- todavía enteramente nuevos y desconoc.idos En especial
Inmediatamente después de la
d'l debate teológico volvió a ser Dìuino ffiante Spiritu supuso para la exégesis católica
at"l,'.i;;;;;;;.""'o en tolno una extraordinaria libe¡ación. G¡acias sobre todo a la cate-
it"".i". r" iqr¿ estalló ya una viva conttoversia
'"'
i'i' ri
rà ti, t h á olo gi e ('nueva teología' )''éittil"...:::
los lesuttas
goría de los .,géneros literarios> que expresân la ve¡dad re-
velada en la Esc¡itura, creó una fórmula útil para dar cuen-
,".i. â",;*",¡se l"a labor de teólogo:' comoel dominico
ffiiÏ i,uil j;"
"r. Daniélou $le14\ v
r especial'hin-
ta de la Lmiración e historicidad humanas en los testimonios
bíblicos, aun cuando a la larga tampoco esta categoría por
ï;.;¿;.,g", E'rás teólogos' ade más deenhace la relatividad his- sí sola resulta¡ía suficiente.
å.ju I.'i? .i."tia bíblicå-patrística v nuevas vías que La encicltca Mysîicì Corpons , salida a luz el mismo año
iåi;;';;'i;;;;;l"ti'^, '''åtu'"n de abrir 1943, abordal:a positivamente las nuevas nociones ¡elativas
con las modernas cueçtro-
oiri.r* l" teología en contacto por elemplo' Ia'superacón a la conciencia de la lglesia. Fustigaba también, es cierto,
nes exisrenciales Aquí se sttua' todo cuanto pudiera echar de¡ra sob¡e el aspecto jerálqui-
y lo sobrcnaturai'
Àel n¡r¡o ca¡ácter extrinseco de la gracia co-ìnstirucional, que presentaba íntimamente ligado a la
o comPartrmentaqa
irì'..it, ¿. unâ 'reologíâ escalonada* no guardan intrínseca- dimensión mística: ¡El cuerpo místico de C¡isto es la Igle-
d:;;; I;;;ã v lo åbrenatural
conrra de esto se su- sia romano-católica!
äî.ì. .i"*t* rËlación mutua En ,{. partir de 1950, sin embargo, comenzó a dejarse sen-
itiii t.*i" ì" À"t ot Lubac en su libco a la
Surnaturet'
gracia Por tír cadz vez con más fuerza una tendencia <(restâurâdorÐ.
irö ù';;;tt" "rdenación cle ìa naturaleza
e! domjnic..-' Labourdette Ésta se reflejó especialmente en la encíclica Humani gene'
narte de los romistas lentre o¡ros ri: (p5o). que de hecho se dirigla contra la noacelle tbêo
no se hizo esperar' y
!"'ì" in."t. inomisie' la reacción
reólogos> logìe. EI àocumento papal ponía en guardia contra la irrup-
;; ;; ;i';." aáo t946 acusaton a los "nuevos
reducción de la ción del pensamiento histórico-evolucionista en la teología
ä1îr"i-irä" tüió'io' tuolt."io"ismo'
y contra la relatividad atribuida tanto a la escolástica como
;;;;;;-;i; historia e incluso de ¡noderrrismo
I RC)
a las dete¡minaciones (incluso no definitivas) del magiste- lema de una específica <esprritualidad seglarr), y en segun-
rio pontificio. En general en esta encíclica prevaìece un es_ do lugar de los temas ¡elativos al ecumenismo.
píritu de desconfianza que contrâsta con la audacia de las
precedentes. A taiz àe su publicac.ión se toma¡on medidas El c¡isciaaismo <erìcarnado) que propagaba Guscave Thils
administ¡arivas que hicieron perder su cáted¡a aun a hom_ (TÀêologie de¡ réølitês ,eftertrer, 1947, y en .A.lemania también
b¡es como De lubac. Alfons ,Aue¡, l.{/eltoffexer Cl¡rì¡t, t96O), con su rendencia opri-
Esra tendencia de Ia última parte del pontificâdo de misra a <<reconquistar> y <volver a ganar> el mundo para Cristo,
Pío XII s€ manifestó también en otro campo, a sabe¡, el tuvo glao cco sobre todo en los ambiences franceses de la Acción
Católica. Se Ie reprochó también, no obstante, el dejar a un lado
de la abrupta y para muchos trágica interrupción, en los
la dimensión de la cruz y resurrección para dar mayor realce a un
Lños 1953 y 1954, ð,e Ia experiencia de los sacerdotes
concepto reducido de la enca¡nación con vistas a una afìrmación
obreros, comenzada en 1946 en la Misión de Francia bajo indisc¡iminada dcl mundo.
los auspicios del ca¡denal Suhard (parís). Las decisiones En los países de lengua alemana, especialmenre, eÌ diálogo con
de Pío xtt tocanres a .la disciplina inte¡io¡ de la Iglesia y la teología proresranre fue Io que desde Ia segunda micad de la
las encíclicx que escribió a partir de 1950, desde Ia defi_ década de los cincuenta dererminó los temas principales. Tanto
nición de Ia asunción corporal de María y varias encíclicas ia invesrigación histórica (en parricuÌar l^ Hiltoia de /ø reformø,
marianas hasta Ia encíclica H¿uietis aqluas (1956) sobre de Josef Lonz, publicada eD 7939-1940, represencó un imponante
la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, continuâ¡on en la avance en la valoración de Lurcro y su refotma) como el inte¡cambio

<línea piadosa> del siglo XIX, en lugar de ab¡i¡ nuevos de ideas teológicas con los prorestantes llevó, en cuestiones como
<<Escritu¡a y cradiciónr, ngracia y obrasr, <palabra y sâcramenro),
camlnos.
etc. ! a superar clichés y akernativas simplistas y dar un puesto en
Cie¡tamente Humønr' geneìs no fue una encíclica tan la teología católica a cìe¡tos temas de la ¡efo¡ma. Aun en el con-
indife¡enciada como para bloquear los progresos de la teo_ cilio Vaticano l resonaron direcramenLe los ecos dc la cont¡oversia
Iogía en el grado en que lo habían hecho las medidas antì_ leva¡tada en torno a Josef Geiselmann (Tubinga) sobre el lazo exis-
modernistas de principios del siglo anterior. El desa¡¡ollo tenre enrre Escritura y tradición. Esre teólogo se mostraba hostil
teológico prosiguió en la di¡ección ya tomada y no dejaron a un concepto uaditivo> de la rradicióo como fuente dc la fe que
de surgir nuevas teorías, aunque ahora ."plr.iar, .o., completa cl concenido de la Escricura; según é1, toda la revela-
yor prudencia y lujo de matices. Este proceder cauteloso^r-
no
ción está contenida en la Escritu¡a, y la tradición la inrerpreca
se abandona¡ía hasta después del concillo Varicano II. En autéoticamente, pero no le aporta ningún complemento_
el plano conceptual, el paradigma uvida, u <organismo> Desde fines de la década de los cincuenca ganó también en
celeb¡idad e importancia la teología de Karl Rahner (t 1984).
fue generalmente sustitu.ido por la categoría d. uencuent¡o
Con todo, su noción de una antropología trascendental a parrir
personal>. Nuevos temas y exigencias, que desde los años
de la consumación de la libe¡tad y el amor, que rrasciende del
crncuentâ empezaton a cobrar especia.l relieve, tenían cadâ mundo, despertó mucho menos interés que sus copiosas y enri-
yez mâs a menudo su origen en ambientes exte¡iores a la quecedoras ideas sob¡e diversos remas teológicos.
Iglesia, a diferencia de los temas <,inte¡nos> que habían
predominado en los años veinte. Tratábase en piimer lugar
(sobre todo en los países de lengua francesa) di la elaboia- 3.2.3.2. El mouimiento litúrgico
ción, de cara al mundo secula¡izado, de una <<teología de
Las ¡aíces del movimiento litúrgìco no se encuentran
las realidades rerrenas)> (d.ifundida ya anteriormente Èajo el
allí donde se daba e I máximo ace¡camie nto a la figura
1!,0
19r
Ios países de lengua francesa (y desde 1901 rambién en
postconciliar de la ¡eforma de la liturgia, es decir, en las
otras partes), se les dio el ca¡ácter de <peregrinaciones ex-
refo¡mas litúrgicas de la ilust¡ación católica con sus deman-
piatorias> parâ repâr los agravios hechos al Seño¡ de la
das de inteligibilidad, uso de la lengua vernácula y realce
euca¡.istía por lâ polídce de los Ìibe¡ales. Un significado
de la palabra y predicación. Tampoco residen en el impul-
so olitúrgico-crítico, que inicialmente o en la idea misma
análogo tenía tambiéd Ia comunión f¡ecuente y recibida
prescinde del devenir histórico. El verdadero origen de di- desde una edad temprana, tal como la fomentó Pío x a
cho movimìento se sitúa más bien en la afirmación incon-
pa¡tir de i905. Sus decretos, por más que rompieran con
dicional de los hechos histó¡icos como tales. Estas raíces las antiguas costumb¡es, eran en el fondo una continuâ-
son de índole claramente <testautadora>, y en especial hay ción lógica de la línea específica de renovación ult¡amonta-
que ir a buscarlas en Ia orden benedictina ¡estaurada en el na del siglo xD(, que promovía intencionadamente una
siglo XIX. piedad orientada a lo visible, lo corporal, lo sac¡amental,
y esperaba una gracia más abundante del incremento de
Âquí desempeñó un importante papel Prosper Guéranger los signos visibles que su disminución. Esto se aplicaba en
(t 187i), abad de Solesmes. Du¡ante el pontificado de Pío D( especial a la confesión y la comunión, pero en principio
esce religioso contribuyó de modo esencial a imponer en F¡ancia era también válido para cualquier tipo de bendiciones, in-
Ia orienración esttictamente ulttamonrana e introduci¡ la liturgia dulgencias y otros âctos expiatorios. La devoción eucarística
romana, eiiminando los últimos restos de liturgia galicana o de Pío x no fo¡maba aún parte de ningún contexto litúr-
aucónoma. Toda ¡eforma litúrgica no entendida en este sentido gico; sólo se t¡ataba aquí de la recepción individual del sa-
restau¡ado¡ era mal vista en la esfe¡a de influencia de los bene- crarnento. Todavía quedaba por restablecer el vínculo en-
dictinos y se Ie puso f¡eno. El canon romano y Ia liturgia romana tre comunión de los fieles y celebración de la misa. En la
vinieron a coosidera¡se como ohechu¡a perfecta del Espíritu San- mayoría de los casos la comunión se ¡ecibía antes o después
ror. Dom Guéranger ejerció también un influjo dete¡minante en
de la misa, y no pocas veces se asistía a esta última como
la congregación benedictina de Beuron, a Ia que pertenecen la
mayoría de los monasterios alemanes de esta o¡den fuera de Ba-
uacción de gracias,, después de ¡ecibi¡ la comunión. Tal es-
viera. De él ¡ecibieron los he¡manos Placidus y Maurus \X/olter, tado de cosas sólo comenza¡ía a cambiar con el movimien-
neofundadores de Beu¡on en 1863, la consigna de hace¡ de la li- to litúrgico de los años veinre.
curgia el cometido principal de los benedjcrinos.
A.simismo en los te¡¡ìcorios germánicos, el bcoedictino ¡n- Un primer signo del cambio de o¡ientación lo había ya consti-
selm Schott, median¡e su umisal para seglareso (1884), facilitó a tuido, €n 1909, el congreso de Malinas, donde se expresó oficial"
los fieles el seguir Ia misa silenciosamente y orat con el celeb¡an- mence el deseo de poner en manos de los fieles el misal como
te. Es significativo que en la primera edición de este misal el libro de o¡aciones. Esco se dirigía a todas luces contra Ia práctica
aucor dejara todavía sin traducir las palabras de la consagración, de dejar que los fieles, durante Ia misa, se ocuparan con cual-
por respeto al omiste¡ioo que quedaría uprofanadoo aì pasar a la quier otra devoción o forma de piedad (por ejemplo, el ¡ezo del
Iengua vernácula. rosario). No obstance, se r¡araba todavía de o¡ar silenciosa e indi
vidualmente con el celeb¡ante y no de una auténtica parricipa-
Ot¡æ .ideas e iniciativas þropias del movimiento litúrgi- ción del pueblo como cal.
co tuvieron igualmente, al principio, una coloración ult¡a- En Alemania, el monaste¡io de Maria-Laach, bajo el mando
montana, restauradora y antirrâcionalista. Äsí, a los con- del abad Ildefons Herwegen (t 1ÿ46), se convinió poco antes de
gresos eucarísticos, que empezaron a celebrars€ en 1881 en la primera guerra mundial .ä ...r,¡o de renovación iitúrgica.

192
\93
I

Aquí se dio también en las ideas litúrgicas un pæo que a la larga grâdora de Ia liturgia en dempos del nazismo no puede
e¡a inevirable, una vez que Guéranger lo ioiciara en el sigìo ante- il
entenderse el éxito del movimiento litúrgico.
rio¡ al ¡omaniza¡ la liturgia y restaurar así la <línea> medìeval: a Cierto que tampoco faltaron obstáculos. Las controver-
uavés de Ia edad media se pretendía llegar al cristianismo primi-
1

sias a propósito del movimiento giraron no ranro en rorno


tlvo
a lo propiamente <litúrgico> como al conjunto de lo que
I se tenía por unâ <(nlleve piedad>, cuya expresión principal
A
buen seguro, el movimiento litúrgico no habria pa-
era, claro está, lâ nrìevâ liturgia. Podían distinguirse aquí
sado de ser una simple ocupación esorérica de pequeños
netemente dos cor¡ientes religìosas en mutuâ oposicìón:
círculos de tradicìonalistas si no se hubiera aliado en Âle-
una más antigua, moldeada en fo¡mas de pensamiento
mania, después de Ia primera guerrâ, con el movimiento
bien sólidas, y otra más joven, que daba amplo espacio a
câtólico de la juventud, al que ofrecía una fo¡ma concreta
conceptos como historia, vida, experiencia religiosa, evolu-
de uhogar eclesialr.
ción, comunidad, etc., cosas todavía en fase de búsqueda
Esta alianza se debió sob¡e todo a Romaoo Guardini; ruvo o tanteo. Los reparos y âtaques cont¡a la nueva tendencia
primero lugar e n \)20 en la. rama Quichborn del movimie nto ju- venían de quienes aún vivían profundamentÞ imbuidos de
venil y su cencro, el castillo de Rothenfels. En el Bund Neu- las fo¡mas de piedad del siglo xIX (rosârio, devociones
deat¡ch/and se produjo en 1924, y en eI Jtngmänneruerbønd marianas, vía crucis, devoción Corazón deJesús, adora-
ønà Sturm¡c,òør a parùt àe 1)26. ción eucarística, etc.) y las yeizn así desvalorizadas. Blanco
Tratábase en todos estos casos de o¡ezar Ia misao (no mera. de c¡íticas era también el hecho de que, al retirarse en cier-
mente <en la miso) y hacer de ella una ve¡dade¡a celeb¡ación co- to modo al e spacio místico e íntimo de la fe , parecía como
munica¡ia. Las entonces llamadas umisas lirúrgicaso (que más L

si se intenta¡a evitar el enf¡entamiento con las objeciones


ta¡de ¡ecibi¡ían el nomb¡e de <misas comunitariaso) se ca¡acreri-
<¡acionalistas> tal como se presentaban en la apologética
zal:an por la ¡eciración en voz alca, junto con el sace¡doce, de to- I

das las o¡aciones (salvo el canon), siguiendo el misal de Schott.


tradicional, ahora proscrita. Pe¡o las acometidas más fue¡-
tes procedían de una noción de ueclesialidad> exclusiva-
Al comienzo el movimienro litúrgico estuvo restringido mente t¡adicional y contraria a toda ¡eforma no orientada
a las asociaciones juveniles y algunâs comunidades parro- a unâ.,restauraciónr- Esto último, sobre todo, motivó los
quiales más avanzaà,:s. Lentamente, desde los últimos ataques dirigidos cont¡a el movimiento litúrgico allá por
años treintâ, fue generalizándose en todâs las misas. Â ello 1940 y los dos o tres años siguicnres.
conrribuyó, apane de la alre¡nancia normal de generecio-
nes, la persecución de los movimientos de la juventud ca- Comenzaron con la aparición d.el bbro Imtege und Unzøege
tólica por el nacionalsocialismo. Esto hizo que en el traba-
in Frönmigâeit:/eben der Gegetuart (<Exrravíos y rodeos de la
religiosidad actual,,, 1919), de Ma-r Kassiepe, y deÌ aún más poìé-
jo regular de las parroquias se incluyera la tarea de da¡
mico y parcial Sentire cun¿ Eccleiø (1)41), de August Dö¡ner. A
cabi¿a las fo¡mas ya aceptadas de pastoral juvenil. En estas dos obræ siguieron los 17 þuntot de G¡öber (Iÿ43), arzo-
^
1936 los obispos empezaron a dar directrices en esre senti- bispo de Friburgo, que exigían una intervención tajante del ma-
do. En especial durante aquel.los años, la <,comunidad en gisterio y dieron origen a un inrenso debace en læ filas del epis-
to¡no de I altar> se experimentó como fuente primordial de copado alemán- La imporrancia y actualidad de esca discusióo no
Ieststencra lntetnâ y pelsevetancla Sin esta función inte- dejaba lugar a dudas, ya que precisamente la liturgia, cal como

195
se pracricaba en las diócesis de Alemania Occidental, había sido 3,2.3.3. Lø Acción Católica
para [oda una generacióo, en medio de las ribulaciones ocasio-
nadas por el nazismo, fuente de consuelo y energía interna para La actividad seglar marcó la hisroria de la lglesia en el
sob¡evivi¡. Desde luego el debare no acabó en rablas. La embesri- siglo XIx, al menos en los países situados al norte de los
da cont¡a el movimien¡o liúrgico quedó rechazada; mas también .A.lpes, tanto o incluso más que en el siglo xx. No obstan-
es cierto que, debido a la desunióo de los obispos, no se logró re, esta iealidad viv.ida no llegó a integrarse en la imagen
del todo lo que ya anres Pío xr, a petición de los obispos Stohr oficial de la Iglesia ni fue objeto de elaboración teológica']¿,
(Maguncia) y Landersdorfer (Passau), había estado dispuesto a si se prescinde del cardenal Newman que por ello mismo
conceder: un mayor uso de la lengua alemana y el fin de la divi-
suscitó viÿâs polémicas. Dicha imagen ofìcial tampoco co-
sión ent¡e olìturgìa del sacerdoteu y ulirurgia del pueblo>.
rrespondía a la del catolicismo asociativo de los alemanes,
re lativamente autónomo de cara a la jel;'quia. Se ca¡acte-
La encícIica Mediøtor Dei, de t94j , ral'ificílos aspectos
rizó sob¡e todo por la entera dependencia de los seglares,
más importantes del movimiento litúrgico, aunque tarn-
âun en su actuación po.lítico-social, con relación a Ia auto-
bién puso en guardia conrra la âüibución de un ca¡ácre¡
¡idad eclesiástica, tal como Io había delineado Pío x tras
absoluro a la liturgia, la depreciación de fo¡mas de predad
la disolución àe la Oþerø dei congressì en ltalia e inrimado
no litúrgicas y las arbitrariedades de algunos en lo litúrgi-
más adelante (1905) en su encíclica Il ferrzo proþosito
co. Pol lo general, en los te¡rito¡ios de influencia alemana,
(cf . 3.1.2). P¡e domina aquí una imagen monolítica donde
se ìmpuso casi sin reservas, hasta el concilio, la <primera
los seglares sólo consrituyen un sumiso órgano ejecutivo y
etapao de I mov.imiento litúrgico: pârticipación de la comu-
donde toda iniciativa emana de lz jetzquia.
nidad en fo¡ma de oraciones, cánticos u oficios en alemán,
Las dife¡encias existentes según los países y las situacio-
lectura pública de la epístola y el evangelio, rambién en
nes políticas t¡ansfo¡ma¡on y diferenciaron también el im-
alemán (mientras el celeb¡ante leía silenciosamente los pulso dado a la Acción Católica por Pío Xt desde 7)22. La
mismos textos en latín), y comunión dent¡o de la misa
AC, defìnida por el mismo Pío XI como <participación de
(que se inrrodujo casi en todas partes hacla 1930).
Ios seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesio, se si-
títa para êl dentro de un concepto global de ¡enovación re-
Otras importanres reformas romanas, llevadas a cabo bajo el
ponrificado de Pío xu a inscancias de los alemancs, fueron la ¡e-
Iìgiosa que tiende activamente a
una <¡econversiónn
novación de la lirurgia de la vigilia pascual (19)1) y la reducción
c¡istiano-eclesial de todos los ámbitos de la vida mediante
del ayuno euca¡ístico a tres hora¡ (1917), lo que por vez primera el influjo social y político de los católìcos comprometidos.
hacía posible ¡ecibi¡ la comuqión duranre una misa vespertina, Punto cént¡ico de la AC es para el papa la fiesta de Cristo
Rey,.instaurada en 1925 como testimonio de Ia soberanía
Fo¡zoso es añadir que, fuera del ámbito de las lenguas unive¡sal de C¡isto, en contrâ del laicismo. Oponiéndose
alemana y francesa, âpenas se notó cambio a.lguno hasta el z toàa pri'tetización de Io religioso y a todo confinamiento
concilio Var.icano tt, toda vez que los países me¡idìonales
y anglosajones seguían bien anclados en las tendencias pia-
22. Âquí no deja de ser eiocuente que, en 1849, el cardenal sec¡cta-
dosas que prolongaban los impulsos del siglo XIX, tenden- rìo de Escado -Á.nconelli considerara expresamenre como signo de trnos
cias muy a menudo explícitamente marianas y ligadas a Fá- orristes ciempos, el que la lglesia tuviera que ser defcndida por asociacio.
tima (apariciones de la Santísima Virgen en 1ÿ17). nes de seglares (Marrina, Pro IX, 1846-1850, p- t06).

196 197
de.la Iglesia en su espacio propio, la fiesta de Crìsto Rey
subraya como primordral en el quehacer cristiano su pre_
jerarquía. l¿ AC alemana, tras su supresión por los nazts,
sencia en la opinión pública, la polítrca y la sociedad. En
îr. rårr"rr"d, con flo pocas reservas en 1945 Pese a todas
la encíclica Quø: þimøs, que introduce dicha fiesta, se Ia_ Ias objeciones procedentes del movimiento litúrgico, con
s,., nueva imagen de la lglesia (revalorización de
la comuni-
menta el papa de la <(âpâría o timidez de los buenos>, que altar'), y de los
dad parroquial como.,Iglesia en torno del
<ni tienen en ia convivencia social el puesto qu. l.s .orè._
ponde ni gozan d.e la auroridad qre ,rronrtl.*e.r.. d._ defeiso¡es de la AC conforme âl concepto de Pío XI, este
ben tene¡ los que alzan a la vista àe todos la antorcha de catolicismo corporativo se mantuvo sobre todo porque en
la ve¡dadr23. Â partir de aquí, el modo como pío XI con- un lugar social concreto procuraba una socialización de la
cibe la ÂC adquiere un rasgo agresivo-com bat ivo con miras Iglesia que no era posible basar únicamente en la pârro-
a rranslormar el mundo. No se rrara ya simplemenre de
qîia. La amplia base de este movimiento y su gran eficacia
n., .. d"ban en otras formas de acrivtdad seglar' Una lerce-
consewâ¡ la fe y dar restimonio de la misma. sino de re_
conquistar el perdido inlìujo crìstiano en el campo social ra modalidad apareció en Bélgica y Francia A diferencia
y político. del <monolito> italiano, predominaron aquí las ramas es-
pecialìzadas y articulâdas en torno â distintos grupos o me-
, Obviamente el concepto estructu¡al del papa, a saber,
la unión de todos .los carólicos <compro-.,idoìn bajo una äios profesionales (verbigracia, juventud obrera' juventud
est¡icta dirección eclesiástica, no se mate¡ializó poi igual campesina, juventud estudiantil, etc ) Entre estas ramas
en todas partes. Se ¡efería demasiado en particular a" las IIegå a cobrár gran importancia laJuventud Obrera C¡istia-
ci¡cunstancias específicas de Ìtalia y a las coìldiclones de la na (JOC), fundada en 192i por Joseph Cardiin (t 1967)'
vida, eclesìal.ba¡o el fascismo, que sólo permiría ext;diéndose a otros países después de Ia segunda guerra
la existen- mundial (en Alemania desde 1947, con las siglas CÀJ), Su
cla de organrzacrones autónomas en el espacìo estrictamen-
te eclesiástico-religioso. El impulso dadã por pío Xr a Ia concepción t¡opezó al principio con la resistencia en blo-
que di ambienìes eclesiásticos de ideología más paternalis-
acrividad de los seglares tuvo en principio una ¡esonancia
favo¡able en toda la lglesia, pero t¡opezó también y se en_ ta, y sólo consiguió imponerse con la ayuda del papa Pío
trecruzó con otros impulsos. Con el propio pío xr y luego xr (cf. 3.1.1). iaJOC llegó a ser en los países de habla
con Pío x , surgieron esencialmente tres distintas'estru"c_ fiaÀ.esa Ia fo¡ma más âctivÀ y <agresiva> de acción seglar
ru¡as de AC..En lølía y la mayoría de países ibéricos y es_ organizzàa.. Lo mismo sucedió en España y en pâíses de
lavos se traraba de una organizacrón unida v cent¡alizada .A.mérica Latina.
en eJ plano nacional, que se â¡ticulabâ.on arreglo a ocate_ Pío xll se mantuvo firme en las ideas básicas que ha-
gorías naturales> y estaba estrictamente subordinada a bían dado vida a la AC. Ésta, sin embargo' experimentó
la durante su pontificado una considerable diferenciación de
auro¡idad jerárquica. En Alemanìa, y de modo análogo en
los. países anglosa.jones, la nueva idea de ÂC no
formas. -A.sí-, ya en 1)21 se fundó en Irlandâ la Legión
llegä del de María, que eiercía sobre todo un apostolado individual
rodo a abri¡se paso y siguió prevaleciendo la forma"habi_
tual de actividad segJar en agrupaciones reparridas según auxiliando ä p.rronæ fracasadas o en situación de peligro'
Ios est¡atos profesionales y bastant" independientes dã l, y en 1ÿ48 apãrecieron también las Congregaciones Maria-
n"r, ,..o.to.ldæ oficialmente en Bis søecu/øri como moda-
23. À.{S 17 (1925) lidad de la AC. Hacia fines del Ponti{ìcâdo de Pío xlt se
606
acentuó, especialmente en el ámbito f¡ancés' la c¡isis del
198
199
separados y, en todo lo demás, pe¡manecer al margen es-
concepto básico de Pío xl tendente a recuperar el influjo
perando el desarrollo de los acontecimientos
c¡ìstiano en la sociedad. Las categorías de uconquistao no
Centro principal del ace¡camiento acuménico después
correspondían ya sin más a la nueva conciencia crisrjano-
eclesial, que las empezaba a sustitui¡ por las de <testi- de la segunda guerra fue la República Fede¡al Älemana'
monl0)>
Este ecu¡nenismo está directamente vinculado a Ia evolu-
ción de Ia ceología tanto católica como luterana, mâs tam-
bién, de modo decisivo, a las expetiencias vividas en la
época del nacionalsocialismo Hasta entonces la vida públi-
3.2. 3.4. E/ nzol)inziento ecun¿tnrca
ca estaba profundamente marcada por el antagonismo en'
En el siglo xlx los únicos contâctos ecuménicos de tre ambas confesiones. La opresión del terce¡ Reich provo-
có un cambio general en Ia conciencia c¡istìana, que más
cierra magnitud entre personalidades católicas y dirigentes
de otras Iglesias se dieron sobre todo en Ia alta Iglesia an'
adelante, a partir de 1945, se concretó en un deseo de
glicana. Estos contactos se intensificaron a fìnales de siglo, acercamiento y colaboración no sólo en los campos
pero quedaron abruptamente interrumpidos en 1896, político-social y humano, sino también en el teológico
cuando León XIII decla¡ó inválidas las ó¡denes anglicanas. Èst. anhelo tomó fo¡ma material en el movimiento llama'
do en aquel ento¡ces [Jnø Sanctø. Inmediztamente des-
En esta cuestión, ace¡ca de la cual se dividían læ opiniones pués de lã guertâ comenzâron a surgir en muchas ciudades
de los miemb¡os de la Comisión preparatoria, se t¡ataba en defi- ãl.-rnrr, con este nomble, grupos todavía mal organiza'
niriva del combate entte dos discinras tendencias dentro de la cu- dos de católicos y protestantes que oraban en común y tra-
ria ¡omana (la abierta de Rampolla contra la intransigence de taban de las cuestiones que los dividían. Roma -después
Merry del Val), así como del problema de la identidad del cacoli- àe un nzonitam del todo negâtivo emitido por el Santo
cismo inglés en su autoafi¡mación f¡ente a Ia mayoría angli- Oficio en 1948- ala66 prudentemente esras iniciativas en
canaz4 .
una inst¡ucción àe 1949. La. reunificación de todos los cris-
rianos se ve aquí como tarea pastoral de máxima importan-
Ante eì movimiento ecuménico, nacido a impulsos del cia y como objeto urgentísimo de o¡ación Los límites del
protestântismo mundial (hitos decisivos: 1910, Conferen- ecumenismo romano anteriol al concilio Vaticano tl se
cia mundial de las misiones protestântes, en Edimburgo; aprecian, no obstante, en que a los grupos Una Sancta.no
1927 , Conferencia mundial parz la fe y la constitución de
sê les da otro sentido que el de brindar a los no católicos
la Iglesia, en Lausana), Pío xt adoptó una actitud no hos- la oportunidad de superar sus prejuicios contra la Iglesia
tìI, pero sí reservada, manteniéndose a la expectativa' Veía ,at6lirz y llegar a conocer a fondo su doct¡ina. Al mismo
en ese movimiento una acción positiva del Espíritu Santo tiempo se advierte del riesgo que corten los católicos de
para las lglesias protestântes, pero pensaba que la mejor dejarse contagiar por los protestantes y caet así en el indi-
manera en que los católicos podían prestade servic.io era feientismo. La instrucción aconseja, pues, sopesar en cada
orar por la unldad, destrui¡ los preiuicios de los he¡manos caso los pros y contras de la participación en tales
grupos"

24. JJ. Hughes, Absalute/1 nu/l ard utterll ttoìd T/te þøpal con'
¡lenznation of Anglican Orcler¡, Lo¡d¡es 1968.
2r. A,A.S 42 (IotOr I42-147 aqui I4¿s

201
200
En lo sucesivo las conve¡saciones ecuménicas tend¡ían L. Scheffczyk, Eao/ución de la teología enire /q. pn:?zena. gaena
sobre todo lugar entre teólogos profesionales, en el plano tzzandiøl 1' e/ cancilio Vø¡icano II, en H. Jcdin y K. Repgen
universitario. Aquí fue determinante, desde 1946, Ia ini, (dirs.), Matzaøl de ltìrtoria de /.¿ lgler;a, t. IX, Herder, Barce-
ciativa del arzobispo de Pade¡bo¡n, Lorenz Jaeger, por pa¡- Io¡a. 7984, p. )89-439.
te católicâ, y del obispo lute¡ano de Oldemburgo, ÿi1-
helm Stählin. Un duro revés para el diálogo ecuménico
fue, en 1950, la definición del dogma de la asunción js 3.3. El concilio Vaticano II
María a los cielos, que dio pie entre los protestantes a vio-
lentas ¡eacciones contra la iglesia católica. Hubo también, 3.3.1. Preparøción: 19t8- 1962
es cie¡to, reacciones más m.itigadas, como en el cæo de
Stählin y otros teólogos que se remirían a las raíces bíblicas A. la muerte de Pío xtl, el 9 de octubre de 1958, nada
de una piedad ma¡iana no del todo aiena a lz tradición parecía augurar t¡ansfo¡maciones râdicales en el proceso
protestante?6. histó¡ico de la lglesia. El patriarca de Venecia Ângelo Ron-
calli (nacido en 1881 en Sotto il Monte , cerca de Bérga-
mo), que tomó el nombre de Juan xxrtr al ser elegido
Bibliografía nuevo pâpâ (1958-1963), tefí'- ya 7l años cumplidos. Se
le consideró al principio como un <papâ de trânsición> y,
dada su edad, nadie esperaba de él nuevas o¡ientaciones
R. Âube¡t, Díe Tlteologìe wiibrend der ersten Hiilfte de: 26. básicas.
Jahrhunderts. en H. Vorgrimler y R. van der Gucht rdirs.¡, Po¡ ello fue grande la sorpresa cuando el pontífice, en
Bi/anz de¡ Tbeologie in 20. Jahrhundezr. r. ll. Friburgo
su alocución del 2t de enero de 1959 a los cardenales reu-
1969, p. 7 -70; versión casr., Lø îeo/ogíø en el iglo X.X, ¡. iy,
Madrid 1973. nidos en San Pablo Extramuros, anunció (junto con la ce-
P. Hastenteufel, Jagendbeutegung und Jugendte e/sorge. ç"- lebración de un sínodo de la dlócesis de Roma y Ia revisión
¡cbichte and Problene der Ãathalì¡cl:en Jagendarbeìt rm 20 àel Código de dereclto canónico) la convocación de un
JaÀrhundert, Munich 1962. concilio ecuménico. En aquellos momentos, no cabe duda,
E. Ise¡loh, Lat n2otinzienÍor intruec/esiãsticos I i erþiriÌtalidød, esta decisión esteba muy lejos de traducir un deseo gcneral
en H. Jedin y K. Repgen (àirc.), Mønual de birtoilt de la en vasros sectores de la lglesia. Las esperanzas, difìculrades
Igleiø, t. IX, He¡der, Ba¡celona 1984, p. 440-492. y ânsiâs de reforma que existían desperdigadas por roda la
T. Maas-E¡ve¡d, Die Krise der litargiscÀen Bewegung h Deulrcþ- Iglesìa no se habían todavía aunado y concenüado en un
/ønd and O¡teneic/t. Za dezz Au¡eìnandeTretzanger um di¿
fuerte ímpetu ¡efo¡mador capaz ð.e cústalizà1en un conci-
diturgircbe Frøger in den Jøhren 1939 bit 1944, Ratisbona
198 r.
lio. Esto aconteció sobre todo en los rres o cuat¡o años si-
guientes, bajo el influjo del concilio mismo.
Su convocación tuvo lugar en el contexto de una adhe-
26. Cf. también la respuesca, muy inreresance y hasra la fecha ìgoo_ sión más honda y decidida de Roma al movimiento ecu-
¡ada. de los miembros proresranres de los grupos [Jnø Sancta de Zýri.h, ménico, en vez de la actitud pasiva y expectante que había
reproducida parcialmeote en L. Höfe¡, Otto Katrer, Kàmpfex nd Leì. prevalecido en dempos de Pío xtt. Ya a finales de 1959
,y'en fùr ezne ueltoffete Kirche, Friburgo 1985, p. 234-216.
quedó claro que serían invitados al concilio observado¡es
202
203
de las Iglesias separadas. El ob;etivo mismo del concilio muy diversas aspiraciones y esperanzâs, llevando a tomar
fue defìnido en septiemb¡e de 1959 en Ia. enclclíca Ad Pe- profundamente conciencia de problemas no ¡esueltos, hi-
ti cøthedram: renovación inte¡na de Ia lglesia y adapta- potecas históricas y anhelos de ¡eforma. A esto se añade,
ci6n (øggiornamento) àe su o¡den externo a las condicio- como facto¡ de gran peso sobre todo en los países de Euro-
nes de nuest¡o tiempo, a fin de hacerla más atractiva a los pa occidencal, que precisamente en esos años cierros esque-
cristianos separados. En 1ÿ60 se creó el Secretariado para mas de Ia postguerra, tanto interiores como exte¡iores a la
la unidad de los c¡istianos, con el cardenal Augustin Bea Iglesia, comenzaban a parecer poco plausibles. Quedaba
a Ia czbeza, dando así cabida institucional a la tarea ecu- cad.a vez mâs lejos una época en que la lglesra había busca-
ménica en la propia cu¡ia românâ. do con absoluta prioridad lo seguro, lo fijo, lo enteramen-
Durante la preparación del concilio se ttató de hacer te fiable. Con ello corría parejas Ia creciente c¡ítica de las
un inventa¡io lo más completo posible de los deseos y aspi- tendencias ,,¡estau¡adoras,r de después de la guerra, así
¡aciones de todos los ambientes eclesiales, pero al propio como la incipiente disgregación del umedio católico> y Ia
tiempo lâ cur.ia romana cuidó de no perder el control de propensión a situa¡ Ia religión y Ia fe exclusivamente en el
todas esas tendencias, para evitar sorpresas. En total se ¡e- plano de lo subjetivo, Io privado, lo existencial, en el de
cibie¡on cerca de 2800 postulados. En las comisiones prepa- Ia honda interpretación de la ¡ealid¿d, y no ya el de su
ratorias la lglesia universal estaba mucho más ampliamente r¡ansfo¡mación y estructuracìón desde fue¡a.
representada que en tiempos del concilio Vaticano I, don- La lista de lo que en cotcreto se esperaba del concil.io
de los consultores de dichas comisiones habían sido en su e¡a ¡e.lativamente modesta. Aquí seguían ocupando el pri-
inmensa mayoría miemb¡os de la cu¡.ia. Con todo, tam- mer puesto las metas y aspiraciones del movimiento litúr-
bién ahora las comisiones seguían sujetas a la influencia gico (mejor selección de las lecturas, posibiüdades de con-
curial, puesto que sus presidentes se identificaban con los celebración, comunión de los fìeles con el cáliz, reci¡ación
de las respectivas congregaciones romanas, Precisamente del breviario en la lengua materna). Tocante al uso de la
esto daba pábulo al escepticismo de muchos obìspos ansio- Iengua vernácula en Ia liturgia, pocos se atrevían aún a es-
sos de ¡efo¡mas. En conjunto salie¡on de las comisiones pera¡ qu€ llegarz a imponerse a corto plazo en algo más
preparatorias 69 proyectos, lo que parecía àat la raz6n a que en las lecturas y oraciones recitadas juntamente con el
esos obispos, pero también hay que decir que sólo 12 de pueblo. Otros deseos iban hacia una mayor diferencìación
tales proyectos lìegaron a ser adoptados por el concilio, y del ministerio eclesial mediante el restablecimiento del
ello después de numerosas e importantes enmiendas. Lo diaconado (ordenando a fie.les casados) y hacia una descen-
que se decía de que este concilio se¡ía uel mejor preparado, tzlizacì1n interna de la lglesia, ampliando .las atribuciones
de la historia despertó también no pocâs veces Ia sospecha de las confe¡encias episcopales. Especialmente en la RFA,
de que en el fondo se pretendía tener un concilio oprefa- .la reforma de la legislación ¡elativa a los mat¡imonios mix-
b¡icador, pâra no exponerse al riesgo, imposible de eva- tos cobró particular relieve en las expectativas de Ia base.
luar, de que una asamblea tan ingente y por ende poco En el terreno de la doctrina, se aspiraba sobre todo a una
manejable pusiera de nuevo sobre el tapete todos esos años ¡evalorización del oficio ep.iscopal y de la dignidad de.los
de trabajo. seglares en su papel de miemb¡os de Ia lglesia. Sin emba¡-
Entre el público católico, el concilio que iba a celebrar- go, a medida que el tiempo pasaba, iban también toman-
se actuó durante los años 1959-1962 como catalizado¡ de do cuerpo .las ideas pesimistas, que aún ganaron en inten-

204 205
sidad en Iÿ62 y àuraron hasta los comìenzos mìsmos del deseo de que âl menos el concilio no crearâ todavía más
concilio. Esto se agudizó cuando el pâpâ, en Navidad de dificuhades cerrando puertes medianre nuevas rest¡icciones
1961, fij6 la inauguración del concilio para el otoño del y condenas. El propio Juan XXIII, mucho menos <progre-
sista> de lo que su famâ dio más tarde a entender y me nos
aõo siguiente.
't no pocos, que asistían de ce¡ca a los t¡a-
bajos preparatorios o estaban bien info¡mados por otros también que su sucesor, sólo acabó por enconrr una línea
conductos, les pareció p¡ematura esa fecha, lo que les ha- clârâ y coherente gracias al concilio y a lo acontecido du-
cía presentir un fracaso. En efecto, no carecía de funda- rante la primera semana de su celeb¡ación. No siempre
mento el temo¡ de que los obispos de Europa central y oc- ejerció un totel dominio sob¡e la curia ni percibió con en-
cidental, famllia¡izados con los mode¡nos problemas tera clâr.idad el alcânce de algunas de sus decisiones.
pastorales y teológicos, a la hora de votar fue¡an de¡¡otados
por la mayoría de padres conciliares venidos de países don-
de la renovación litúrgica, la teología bíbüca y la apertura 3.3.2. Ertrucl¿¿ra. frentes I tendencias
ecuménica e¡en cosâs poco menos que desconocidas. .A.lgu-
nos hechos concretos acrecentaron todavía más estos te- El Vaticano Ii, cuyo oúme¡o de miembros oscìló entre 2000
mores y 2500, estuvo est¡uccurado de mane¡a parecida al Vacica¡o ¡.
En ambos concilios el trabajo se desa¡¡olló principalmence en dos
En primer lugar, el sínodo diocesano de Roma anurÌciado al niveles: eÌ de las <congregaciones generales> o asambleas con la
parricipación de rodos los padres conciliares, donde se discutía y
mismo tiempo que el concilio y celebrado en enero de 1960. Esce
sínodo, con sus minuciosas disposicioncs en la típica línea de re-
votaba, y el de las <comisiones> (llamadas <diputaciooes> en el
concilio Vaticano t) encargadas, después de los debates pleoa-
fo¡ma del clero que continuaba la ya iniciada en la segunda mi-
rios, de la elaboración y redaccióo defini¡iva de los esquemas. Las
tad del siglo xx, dio pie a la sospecha de que cor ese mismo es-
congregaciones generales del Vaticano lt tuvieron lugar en cuatro
píriru se llevaría a cabo el concilio ecuménico.
períodos o usesiones,r, que comenzaban en septiembre u octubre
Un seguodo factor de inquierud fue, en 1ÿ61, la campaña
y duraban hasta finales de noviembre o principios de diciemb¡e.
promovida en los ambienccs conservadores, sob¡e todo de la Uni
El trabajo de las comisiones se prolongaba, natu¡almence, du¡an-
ve¡sidad de Let¡án, contra el Ponrificio Instituro Bíblico v su em-
re todo el año. En las vo¡aciones era posiblc ya lo había
pleo del método histó¡ico-crítico. Esta campaña, qu. p"ácía am- -como t- adoptar
sido también para los padres del concilio Vaticano
pararse en Dìaìxa øfr|ønte Spiitu y temouatse a los tiempos de
una posición marizada ance los rextos prcsenrados, por medìo del
la c¡isis mode¡nista, costó Ia cátedra de teología a dos profesores
jesuitas (Zerwick y Lyonner), que hubìeron de esperar hasta el þ/acet iaxÍø nzodunz, es decir, pronuncìándose por un <sí coo re-
servas> (excepto en la solemne votación fioal) en lugar de un es-
pontificado de Pablo vl para ser rehabilitados. cueto <sí> o (no); en tal caso las leservas se hacían luego constar
Po¡ úlrimo, vino también a añadi¡se el nota þroþrio Vete- por escrico. Únicamente esce proceder permiría a una asamblea
rum Mpieîliø, de febre¡o de 1962, que urgía uoa vez más el uso
râr numerosa, cuyos grupos no esraban vinculados a ninguna dis-
de la lengua latina (nunca abolido oficialmente) en toda la ense- ciplina <de partido', no sólo expresar su aprobación o desaproba-
ñanza de la teoÌogía. cióo eo una mate¡ia dere¡minada, sino ejercer también una in-
flueocia, con su actitud al voca¡, en la elabo¡ación misma de los
Todo esro no sólo cont¡ibuyó a reducir considerable- texlos
mente las esperanzas de quienes conocían bien.la situa- Mi¡ando al aspecto técnico y organizativo, la libe¡tad de- los
ción, sino que los dejó prácticamente limitados al modesco padres en esre concilio fue más limìtada que en el Vaticano t, en

206 207
razón del número tres veces mayor de panicìpantes'?7, También pero de hecho las comisiones examinaban y discutían a
fue aquí más enérgica Ia acción moderado¡a del papa. La diferen- fondo las <<ieservâs> de la mino¡ía, âun muy pequeña, has-
cia respecto del concilio ante¡io¡ no residía erÌ Ia ¡elación encre ta llegar a un consenso prácticamente unánime. Âl fìnal,
el papa y los padres conciliares, sino en Ia actitud de la mayoria, en ningún decrero la mayoria bej6 àel ÿ6 o/o, y en los más
en cada caso, f¡enre a Ia minoría. de los casos zlctnzí o superó el 99 o/o. Los dos papas del
concilio, en especial Pablo vl con sus discutidas interven-
Muy pronto se puso ya de manifiesto, en las .interven-
ciones du¡ante la <c¡isis de noviemb¡e> de 1964, hicieron
ciones públicas, la división de los padres en nconservado-
cuanto estuÿo en su mano Pala imPedir Ia <mayorización>
res, y .,progresistas>. Estâ diferencla, no obstante, influyó
de una minoría, aun â costa de dilui¡ las fo¡mulaciones de-
muy poco en el contenido esencial de los debates. seadas por la mayoría conciliar.
En primer lugar, la minoría conservado¡a en el concilio
Todo esto fue posibLe gracias al proceso de encuentro
Vaticano II no constituía, como en el Vaticano I, un blo- y aprendiza.ie mutuos que se desarrolló en el seno del con-
que cerrado y compacro que pudiera más o menos califi-
cilio mismo, no dando lugar a la fo¡mación de rígidos
carse de partidista. En torno al unúcleo duio, formado pot
f¡entes cla¡a¡nente opuestos enue sí. A ello contribuyó
lz riada de los cardenales Ottaviani (Santo Oficìo), Siri tanto la es¡lecha colabo¡ación entre obispos y teóìogos
(Génova) y Ruffìni (Palermo), que personifìcaban el lla-
como sob¡e todo el aspecto inrernacional del diálogo. En
maào coetas internaTiona/is þøtr nt, se agrupaba un nú-
Ia primera sesión dominó netârnenre la teología europea
mero movedizo e indeterminado de partidarios cuyas posi-
de los países de lengua alemana y f¡ancesa. Su impacto en
ciones no eren constantes, sino que fluctuaban según los
el te¡ce¡ mundo de Ladnoamé¡ica, .A.frica negra y.A.sia se
temas y problemas tratados. En cuestiones muy controvel-
vio favorecido por las reÌaciones internacionales que ya
tidas, estos uadeptos, al grupo conservado¡ solían llegar existían entre esâs zonâs del planeta y el episcopado ale-
se desprende del ¡esultado de las votaciones- al
-como o/o
mán, especialmente a través del ca¡denal Frings (Colonia)
10-11 del toral, aunque en casos aislados alcanza¡on el
y de sus organizaciones caritativas (Âdveniat y Misereor),
25-30 o/o o incluso un porcenta.ie más elevado. Al acabarse
Estos lazos, que ya durante las primeras semanas del conci-
la drscusión de un esquema, cuando todo se había ya he-
lio se dejaron ve¡ en la eìección de las comisiones, se basa-
cho para evitar las formulaciones ambiguas, su número ban también en una afìnidad ob.jetiva: Ios obispos de tales
disminuía notablemente. países podían vincula¡ más fácilmente sus aspiraciones y
Un rasgo esencial del concilio Vaticano II es que el problemas pastorales a una reología que hacía hincapié en
principio de la unanimidad mo¡al, desdeñado por el Vati-
la dimensión histórica de la Iglesia, abogando asimismo
cano I, se tespetó con una escrupulosid¿d ¡aras veces vista
por su d escentrali zaciôn y una rcvalorización del ministerio
en otros concilios ecuménicos. Ofìcialmente, es cie¡to, bas-
episcopal, en lugar de preferir un sistema cerrado con res-
taba una mayoría de dos tercios para adoptar un decreto,
puestas lisras para todas las cuestiones. Este predominio de
la teología de Europa occidental disminuyó a ojos vistas a
27. Por ejemplo, las inte¡veociones debÍan aquí durar sólo 10 minu- partir de .la terce¡a sesión (fines ð,e 1ÿ64), eclipsado prime-
ros como máximo, reducidos más tard€ a 8, mietúas en el coocilio de
ro por la presencia de Norteamérica y luego_ también de
186911870 cada cual podía hablar el tìempo que quisiera, con tal de no
salirse del tema. Los discu¡sos de hora y media no cuìrie¡on oade de ex- .A.mé¡ica Larina y las lglesias misioneras de Âfrica y,{sia.
cepcional en Varicano ¡. Los té¡minos de <.conservadoro y oprogresista, (o udere-

208 209
chao e uizquierdar) tenían su origen en las revoluciones y concilia¡ismo, el jansenismo y la ilustración católica que an-
combates suscitados por el liberalismo decimonónico. En taño se habían combatido por considerarse <antieclesialeo. El
su send¿o más amplio se relacionaban con la postura Vaticano II debía, pues, eparecer como una parcìaÌ rehabiL-
adoptada f¡ente a los nuevos conceptos históricos de Iibe¡- tación de los mismos. A partir de aquí se aspiraba, tanro mâ-
tad tal como se concretaron z raíz àe la ilustración y Ia re- te¡ial como fo¡malmente , a un verdadero cambio de rumbo.
volución francesa. Si las discrepancias entre los padres del
concilio Vaticano It pudieran reduci¡se sin más a esa fór-
mula, uno llegaría ciertamente â tocar fondo, yâ que su ac- 3.J.3. Pimer¿ sesión (aîo;È.o cle 1962)
titud f¡ente a lo mode¡no y al mundo <ilustrado, era un
punto esenc.ial de divergencia entre ambas orientaciones. AI inaugurar solemnemente el concilio, el 11 de octu-
Esto se puso de relieve sobre todo, aunque no solamente, bre de 1962, el papa Juan )C(ttt de,ó ya unâ setie de pun-
en los debates sobre la liberrad religiosa. Los conservado¡es tos bien cla¡os. Abogaba por una otienrâción más abie¡ta
vivían aún del antiÌiberalismo y oposición a los principios que no se ciñera a condenar errores, sino que se planteara
de 1789, en la forma en que tales posturâs se habían dado
también las cuestiones del mundo moderno, para poder
en el siglo anterio¡. Más en general, Ia tendencia conserva-
luego anunciarle correcremente el evangelio. Pe¡o aún más
dora dent¡o y fuera del concilio podría defini¡se como una
decisivo para la marcha futura de los acontecimientos fue
prolongación rectilíneâ del ¡umbo específico tomado por la
el 13 de octub¡e.
lglesia durante el segundo milenio de su historia (reforma
grcgoria.na contratreforma, ântiliberâlismo, etc.), con su
Ese día el sec¡eta¡io del corÌcilio Pericle Felici declaraba ante
men¡alidad e impulsos propios. Estaba también más ligada unos padres esrupefactos que debía ya procederse a la elección de
a la t¡adición inmediatamente anterio¡, viviendo de sus las comisiones. Inmediatamente ¡ecibie¡on todos una lista con los
ideales y opciones históricas. A su vez el grupo reformista, nombres de los miemb¡os del corÌcilio que habían formado parte
apoyado en el desa¡rollo de los nuevos principios teológi- de læ comisiones preparatoriæ. De aceptarse esra votación por una
cos que venía dándose desde los años veinte, t¡ataba de re- asamblea de 2500 parricipantes que ap€nas se conocían ni habían
lativtzar y corregir tales posturas, y ello basándose precisa- todavía enr¡ado eo contacto unos con octos, la mayoría de los su-
mente en elementos de Ia tradición ya en buena parte fragios irían por fuerza a los obispos que figuraban en dicha lista.
ente¡rados u olvidados. El punto álgido de la discrepancia De este modo se garantizaba con basrante seguridad que los de-
enrre ambos secrores era, al menos tanto como su respecti- cretos concilia¡es continuarían en la línea de los cextos preparados,
sin ninguna enmienda esencial. Intervinie¡on entonces dos ca¡de-
va âctitud ante lo moderno, su modo de concebi¡ la tradi-
nales, primero Liénart (LilÌe) y a continuación Frings (Colonia);
ción, a la pâr con su imagen de la Iglesia y la catolicidad.
ambos explicaron que los padres no se conocían suficientemente
Mientras para los consewado¡es la auténtica tradición de la
unos a otros y que por eÌlo había que darles tiempo para deliberar
Iglesia consistía esencialmente en lo que la conciencia ecle- ent¡e sí, sob¡e todo a través de las cooferenciæ episcopales. El pleno
sial de los tiempos actuales seguía manten.iendo vivo y acogió los dos discursos con un aplauso unánime, por Ìo que Ia
bien preservado, los otros estimaban que las rectificaciones di¡ección del concilio accedió a aplazar la eleccióq t¡es díai.
y cl recurso a lo abandonado y olvidado formaban parte
integrante de esa misma tradìción. Justamente esto ca¡ac- Los alemanes y franceses, en colabo¡ación con las con-
terizó una y otta vez los movimientos de refo¡ma como el ferencias episcopales no europeas, compusieron una lista

210 211
inte¡nacional que por fin, el 16 de octub¡e, salió elegida tables innovaciones de detalle, pero en su concepción bási-
por una abrumadora mayoría de votos. Un contrapeso a ca seguían dependiendo de una imagen más bien estática
este resultado pudo sólo aportarlo el papa, que según el de la lglesia, que excluía en gran medida la dimensión his-
reglamento del concilio nombraba personalmente a un ter- tórica del cambio y rectificación. El esquema De Ecc/esiae
cio de los miemb¡os de las comisiones, t¡atando así de evi unitøte rcflejaba claramente un uirenismo preecuménico>.
tar una composición demasiado parcial de las mismas y Âun admitiendo de lleno el carácter específico de las lgle-
asegurar la conrinuidad con el uaba.jo preconciliar. sias orienrales con sus t¡adiciones y confesândo la parte de
En la consulta sobre el primer esquemâ se puso una vez responsabilidad de la Iglesia católica en el cisma, todavía
más en evidencia la autonomía del concilio. Especialmente continuàba entendiéndose esrádcamente Ia deseada uni-
quedó bien a la vista que éste, pcse a ser rân numeroso, dad: la fo¡ma de la unidad está fìjada de antemano, y la
estaba en condiciones de crear sus propios mecanismos de Iglesia católica no está rodavía en camino hacia ella: ya Ia
comunicación y llegar por tanto a formular con indepen- ha logrado, En cuanto al primer esquemâ De Ecc/esia, se
dencia sus deseos. El esquema que suscitó las más vivas po- le reprochó una o¡ientación demasiado jurídica y muy
Iémicas no fue el de la liturgia, que se discutió en primer poco ligada a un concepro sâcrâmental de la lglesia. EI tex-
lugar, sino el doctrinal sob¡e las fuentes de la revelación. to insistía excesivamente en la t¡adición a partir del siglo
Caía de lleno en las competencias del grupo Ottaviani-Siri- Xtl, ¡efi¡iéndose mucho menos a la Esc¡irura y los santos
Ruffìni y erâ mâyoimente ob¡a del .jesuita Sebastian padres, sin llegar por ello a superar los esr¡echos límites de
Tromp, profesor de la Gregoriana . Patecian confirmarse la di¡ección tomada en el segundo milena¡io.
aquí los temcires reavivados po¡ la recienre campâñâ contra La primera sesión del concìlio no produjo resultados
el Instituto Bíblico,.ya que el texto sometido a discusión concretos, pero dejó bien senrado que la mayoría de los
defendía un concepro sumârnente <ce¡rado, y restringido de padres no estaban dispuestos a aceprar sin resisrencia pro-
la ¡elación entre Esc¡itu¡a y tradición (como dos fuenres posiciones teológicas que brindaban soluciones demasiado
de la revelación paralelas y mutuamente complementarias fáciles e ignoraban los progresos y nuevos planteamientos
en cuanto a su contenido), de la imposibilidad de e¡ro¡ en teológicos de los últimos años.
la Escritu¡a y de la historicidad de los Evangelios. Fuera del
expedìente de los <géneros lite¡ariosr, que ya figuraba en
Ditino ffiante Spiritu, el esquema no dejaba resquicio al- 3.3.4. Segunda sesión (otoño de 1ÿ63)
guno para una posible apertura. Tropezó, pues, en el aula
concilia¡, con una enérgica oposición. T¡as una votación Entre la primera y segunda sesiones se sitúa el aconteci-
malograda por un planteamiento poco claro del estado de miento decisivo del cambio de pontifìcado: de Juan xxttl
cosas y que daba lugar a una dudosa situación jurídica, a Pablo vl (1963-1918). La elección del ca¡denal arzobispo
Juân )o(ttt decidió que volviera a elabo¡arse el esquema de Mi.lán Giovanni Battista Montini a la sede de Ped¡o, el
por una nueva comisión compuesta paritariamente de 21 de junio de 1963, t¡as un cónclave que sólo duró tres
adeptos a unâ y orrâ tendencia, días, no constituyó ninguna sorpresâ, pues más bien se es-
Fue ron también c¡iticados ot¡os dos esquema-s, De Ec- peraba. Esta elección no debilitaría, sino que consolidaría
clesiae unifate, ¡elativo a las Iglesias orientales separadas, la línea emprendida por el concilio. Homb¡e reflexivo y de
y el primer esquema sobre la lglesia. Ambos contenían no- ¡eacciones matizadas, más intelectual v consciente de los

212 213
problemas que su predecesor, cuyos orígenes campesinos lo ¡eferente.a ella. En definidva se tratâbâ del puesto que de-
habían inclinado a una piedad sencilla, el nue\¡o pâpa ca- bía atribuirse a la devoción mariana y a la mariología en
recía, con todo, de Ia natu¡alidad y espontaneidad huma- el contexto de la predad general y de Ia labo¡ teológica.
nas de Juan )c{lll. Alguna-s de las iniciativas de Pablo Vt Los partidarios de un esquema separado veían sobre todo
al comienzo de su pontificado dieron ya a entender que se aMaria <<aI lado de Criston, desempenando un papel activo
conrinuaba por el camino de la apertura: petición de per- de .,co¡¡edentora) y <mediâdorâ de todas las graciasu,
dón a los he¡manos separados en el discu¡so inaugural de mient¡as el otro bando, siguiendo la línea de los padres de
la sesión del concilio, c¡eación de un equipo di¡ectivo de la lglesia, hacíz mâs bien resaltar su receptividad y âperru-
cuat¡o mode¡adores (los cardenales Döpfner, de Munich, ta a Iz gracia y la contemplaba como dechado y prototipo
Suenens, de Malinas, Lercaro, de Bolonia, y Lgagianian, de la lglesia creyente. Por fin, el 2ÿ de octubre, tuvo lugar
prefecto de la Congregación de Propøgønda Fide) y, por la votación pata zanjar est€ punro, oídas por última vez
último, supresión del secreto ¡elarivo a las congregaciones con todo detalle las razones de los dos grupos, que fueron
generales. Sin embargo, los dos mayores resultados de la
expuestâs respectivamente por los ca¡denâles König (de
segunda sesión concilia¡ fue¡on la incorporación de los Viena, a favor de un capítulo incluido en el esquema De
nuevos principios teo.lógicos en el esquema De Ecclesia y Ecclesiø) y Santos (de Manila, en pro de un esquema inde-
la aprobación de la Constitución sobre la liturgia. pendiente). Por una escasísima mzyorîa àel J0,ÿ o/o (tII4
E.l esquema De Ecc/esìa aparecía ahora sustancialmente
cont¡a 1074 votos), el concilio decidió la inclusión de un
reelaborado y enriquecido en numerosos aspectos. Un fac- capítulo mariano en el esquema sobre Ia Iglesia, Esta deci-
ror importante fue el apoyo que recibió de Ia mayor-la de sión llegaría a revestir suma importancia por su influjo en
los oradores Ia propuesta del ca¡denal Suenens de que se Ia piedad y teología actuales. Denoraba que la devoción
viera la lglesia como upueblo de Diosn antes que como.je- a la Santísima Vi¡gen y la mariología separadas del contex-
rarquía, Con ello se superaba una noción de la misma lgle- to ec.lesial no ¡ecibían la sanción del concilio y que por ello
sia demasiado unilate¡al y centrada casi exclusivamente en tampoco había de proseguirse la línea de los recientes dog-
su ca¡ácrer jerárquìco. Las cont¡oversias más apasionadas mas marlânos
gi¡a¡on en rorno al concepto y contenido real de la ucole- Nuevas votaciones indicativas se celeb¡aron al día si-
gialidad, de los obispos, y luego también, generalmente, guiente a propósito de la colegialidad episcopal, su arraigo
ace¡ca de rodo cuanto exigía ir más allá de una perspectiva sacramental en la consagración de obispos y el restableci
limitada a Io jurídico-institucional. La colegialidad, com- miento del diaconado permanente. Los dos primeros remas
batida enérgicamerte por el grupo Ottaviani-Siri-Ruffìni, obtuvie¡on una mayotía del 80-84 o/o y el del diaconado
se oponía a una imagen de la Iglesia que ponía de relieve LIeg6 aI 75 %. Con ello caían por tier¡a cie¡tas ba¡¡e¡as
la responsabilidad monárquica de un solo pâstor pârâ con eclesiológicas. En especial se superaba la división ent¡e el
todo el pueblo de Dios, tal como la había expresado el orden sacramental y el de jurisdiccrón, así como la estrecha
concilio Vaticano I. Al conflicto ent¡e dos nociones distin- ¡eferencia a una idea de la Iglesia cent¡ada en la preemi-
tas de la lglesra vino a sumarse el de dos tipos de p.iedad, nencia o Ia subo¡dinación jurisdiccionales.
cuando se planteó la cuestión de si había que presentat un Tamblén se expuso y discutió du¡ante esta sesión el es-
esquema independiente sob¡e la Santísima Virgen o con- quema sobre el ecumenismo, elabo¡ado en abril de 1963
tenrarse con incluir en el esquema De Ecc/e:iø un capítulo por el Secretario para la unidad de los c¡istianos. De este
2r4
21t
esquemâ formaban todavía parre dos rextos que debido
a
por 3.3.).
Ias críticas de muchos padres del concilio' se tratarían Tercerø sesión (atoøo de 1964)
se¡arado más tarde, en Ia tercera sesión: uno sobre Ia Iiber-
irä ,.ligior^ y el otro sobre los judíos AI iniciarse el deba- La te¡cera sesión fue la más rormentosa y dramática. En
,. d..rtos t.*to, se pusieron ya de manifiesto fuer- ella tuvie¡on lugar durísirnos enf¡entamientos que desem-
tes"."r.ä
discrepancias. En la cuestión del ecumenismo' el bocaron en el t¡ance más delicado del concilio, la llamada
cardenal Ituffini defendió la posición clásica de los católi- ocrisis de noviemb¡e> (1964).
cos, hasta entooces predominante, citando como
principios La aguàizaci1o de las respectivas posturas se produjo ya
más importantes de un ecumenismo católico los siguientes: al reanuda¡se el debate sobre el esquema De Ecc/esiø, cuyo
Ia lslesîa carólica es rnfalible y la única en posesiÓn de la punto álgido seguía siendo la colegialidad. Del 10 al 15 o/o
verãad; allí donde se han dado rrrores y culpas con rela- de los padres veían en ésta una merma de la plena autori
ción a quienes profesan otra fe o como causa de escisión' dad pontificra tal como la había presentado el concilio Va-
<hi- ticano i y como ellos mismos la enrendían: un poder es-
no hay qrr. achicárselos a la lglesia católica, sino a los
io, dárob.di.nt.s> que no quisieron prestarle oídos ni trictamente monárquico y personal. Pese a que el nuevo
,t..rd., , sus doct¡inas; la unidad cristiana consiste en que esquema propuesto subrayaba una vez más ese poder sobe-
los hermanos separados regresen al seno de la Iglesia rano del papa, la minoría en cuestión manrenía su actiûd
romano-católicai il único sentido posible del diálogo es in- de absoluta intransigencia.
tentaf que las oveias ext¡aviadas vuelvan a su auténtico re- En la discusión sob¡e la nueva interpretación de la li-
dil. En esta perspectiva, sólo Ia Iglesia católica tiene algo bertad religiosa tampoco logró vencerse la resistencia de la
que d.ar y ensenar, y nada que aprender ni escuchar'* minoría, que defendía la clásica doctrina fo¡mulada en el
' ,tl final de esta sesión se aprobaron dos textos; un De- Sy/løbas y la encíclìca Quønta cura. sólo a la ve¡dad Ie asis-
creto sobre los medios de comunicación social, sin particu- ten de¡echos, y no al error. Defensores de la libertad ¡eli-
lar t¡ascendencia, y la Constitución sobre Ia liturgìa Este giosa eran sobre todo los obispos norrcam ericanos, pero
segundo documerrio .o.t..d. teológicamente a- la liturgia también algunos del bloque oriental de Europa (llyszynski,
un" puesto importantísimo como actualización del
misterio de Varsovia, Beran, de Praga, Wojtyla, de Cracovia, etc.),
.r^råual de Cr-isto v Þlena au torre alizac ión de Ia lglesia En que reconocían su importancia para la lglesia que vivía
ia práctica no tieÅe-aún el alcance material de la ulterior bajo regímenes comunistas.
reforma litúrgica y se aprecian en él los vestigios de un Todavía suscìtó emociones más intensas la decla¡ación
arreglo solución viable en aquel entonces- entre ace¡ca de los judíos. ,A.quí la oposición no constaba única-
-única todo
las fie¡zas progresistas y conservadoras Esto es sobre
evidente ei li cuestión de la lengua vernácula, donde la¡ leccu¡as, cánticos y oraciones recitadas junramenre con eJ pueblo- <Si
hubo de llegarse a una componenda, si bien la puerta que- en algún sìtio parece oporruoo un uso más amplìo de la lengua vernácula
daba abiena a posteriores âvances'8' en la misao, la decisión será romada por ole compereoc€ aucoridad ecle-
siásticao, es decir, las conferencias episcopales, con la aprobación de la
Sede Apostólica. El paso complero a la misa en lengua vulgar se dio de
: 28. En Los números 36 y )á de la Constirución sobre la ìiturgie se
hecho du¡ante los úhimos âños sesenra en la mayoría de los sirios, y en
dicer EI uso de la lcngua latioa debe conservarse; sìn embargo' podrá
dar'
-A.lemania en 1967. El nueÿo Ordina¡io de la misa y las nuevas lecru¡as
::,
se {mayo!} (o umás j-usta') cabida a la lengua veroácula, uante todo' en
se publicaron ya a fioes de 1968, pero sólo a parrir de 1!76 sc prescribìe-
ili ron con carácrer obligarorio.
216
Þ;i
menre del típico grupo corservador amalgamado en rorno ción y consumac.ión del progreso marerial. Las c¡íticas vi-
àl coel t internationa/is þatrulz, sino también de padres nieron aquí no de los padres del concilio, sino de los ob-
venidos de los países árabes, para quienes sobre esa decla- servadores de las Iglesras reformadas, quienes juzgaban
ración se cernía la somb¡a del con{licro que hacía furor en que no se tomaban en se¡io los peligros del <mundo) como
el Medio Oriente . poder del pecado y del despotismo y aurodivinización del
Mucho más pacífico, en cambio, fue el debate sobre el homb¡e .

esquemâ de la ¡evelación, que ahora reemplazaba el de las Con todo, tres importantes textos conciliares parecían
<fuentes de Ia ¡evelacióno, rechazado en la primera sesión estar ya madutos para su promulgación: los ¡elativos a la
del concilio. En Ia Comisión paritaria que enronces se ha- Iglesia, al ecumenismo y a la libertad religiosa. Pero iba
bía nomb¡ado para reelaborar el tema, los choques entre entonces a producirse la c¡isis más aguda del concilio, de
las distintas opiniones habían sido muy violentos, en parti- resultas de la cual buena parte de los padres urenovadores,
cular sobre la ¡elac.ión ent¡e Escr.itura y tradición y sobre el vieron el horizonte, a fines del año 1964, oscurecido por
modo de entende¡ la ausencia de error en Ia Esc¡itu¡a. El espesos nubarrones. El trasfondo de Ia c¡isis lo constituía
texto ahora presentado se mantenía acerca de estas cuestio- la voluntad del papa de evitar a cualquier precio una uma-
nes en la linea de Diuino øf|lante Sþiiru y por ello fue yorìzaciír> de las mino¡ías, a lo que se sumaban los apre-
blanco de c¡íricas en el aula conciliar, sobre todo por patre mios de tiempo que impedían prolongar las deliberaciones
del ca¡denal König, que volvió a plantear el problema de concilìares.
Ios.,e¡¡ores,r contenidos en la Sagrada Esc¡iru¡a.
También se discutió de nuevo la Constirución pastoral P¡imero, al texto definitivo de Ia Constirución sobre la Igle-
sob¡e ula lglesia en el mundo acrual,>, conocida entonces sia, que se entregó a los padres el 14 de noviembre, se le había
igualmente por el nombre de <esquema 13>. En esta te¡ce- añadido una onota explicativa previar. Esra nota, redactada por
ra sesión surgió Ia idea de anadir un documento sob¡e la el caoonista \X/ilhelm Be¡rrams, Âo era uD documenro concilia¡
Iglesia, la revelación, la liturgia y el ecumenismo, donde propiamente dicho, sino una mera determinación del papa. La
el concilio hablara más .,hacia fue¡ar. Este documento era votación, según explicó el sec¡etario del concilio, cardenal Felici,
una novedad en su género; en él la lglesia debía tomar po- se ¡efe¡ía al esquena De Ecc/esia irterprerado auténticamente, es
sicìón frente al mundo de hoy y los desafíos que entrañabe decir, confo¡me a la nota en cuestión. En ella se subrayaban una
para el catolicismo, mas no había de hace¡lo invocando vez más las prerrogarivas del primado, que podía rambién actua¡
principios absractos de o¡den sobrenatu¡al ni proclaman- por sí solo, sin el colegio, y de nuevo también se rechazaba un
concepto de la colegialidad que pudiera de cualquier modo aten-
do verdades eternas, sino entab.lando un diálogo histó¡ico.
tar contra los derechos sobe¡anos del papa. En esre sentido, ya en
En la Comisión correspondiente colabo¡aron con los miem-
eI pânaIo 22 de la Constitución se repetía con machacona insis-
bros de la misma numerosos seglares (mientras los oaudito- cencia que el colegio episcopal sõ/o tiene potestad unido con el
res> .laìcos int¡oducidos por Pablo VI en el aula concilia¡ papa, como cabeza suya.
desempañaban más bien un papel de figurantes). El pri- Ot¡as desilusiones siguieron el 1ÿ de noviembre. Felici dejó
mer proyecto, muy imbuido de una teología f¡ancesa de atóoitos a los padres ¡eunidos en congregación general al anun-
las <realidades terreras>, se caracte¡ìzaba por cierta vis.ión ciarles que la votación que debía tener lugar aquel día sobre la
ub¡.illanre> y optimista del mundo, que tendía quizá de- Iibenad relig.iosa se aplazaba hasta el año siguicnte. Motivo de
masiado a considerar la esperanza c¡.istiana como prolonga- esta decisión era que cerca del 10 o/o de los padres, Ia mayoriz

21.8 219
italianos y españoles, habían solicicado que se les concedie¡a más pias del segundo milenario y en especial de la época de la
tiempo para estudiar el texto. Ello provocó una oleada de cons- contra¡reforma, recupe¡endo la visión global de la Escritu-
ternación ent¡e los ¡esrantes- Algunos obispos no¡teamericanos
ra y la ffâdición y abriendo así también una þuerta a las
hicieron ci¡cular una petición, que acabó por recoger unas mil
demás Iglesias cristianes,
firmas y fue avalada por casi la mitad del concilio, donde se rc-
quería la promulgación del tex¡o en aquella misma sesión, upara
no perder la confianza del mundo. ¡an¡o c¡isriano como no c¡js-
tiano>. 3.3,6, Cuarra sesión þrono de 196)
Po¡ úl¡imo, aún rese¡vaba ese día otra sorpresa, relativa esta
vez al Decreto sobre el ecumenismo. ,{. instancias de los conserva- En la última sesión se lleva¡on a buen término y pro-
dores, el papa, sin consulta¡lo con el corÌcilio, había propuesto mulga¡on una serie de importantes documentos conciliâres
al Sec¡etariado para la unidad 40 enmiendas, dejándole con rodo de los que sólo cita¡emos aquí los más sobresalientes.
decidir cuáles podían introducirse en el rexto ya aprobado sin fal- Ent¡e ellos figuraba la Declaración Dignìtøtis humø-
sea¡lo ni altera¡lo en sustancia. Como esto sucedió la víspera del nøe, sol)rc la libe¡tad religiosa. Ésta recibía ahora una más
día en cuesrión, Bea ni siquiera ruvo tiempo para (onvo(ar una profunda base reológica en la relación del hombre con Ia
sesión del Sec¡eta¡iado, y sólo pudo reflexiona¡ con sus más pró- verdad, que sólo puede darse por medio de la conciencia.
xìmos colabo¡ado¡es sobre qué enmiendas eran aceptables. El
Uno de los aspectos más importantes de la Declaración es
grupo opró po¡ retener 19 de las 40, lo que no supuso ningún
que en su punto realmente central y neurálgico se afirma
cambio suscancial en la Decla¡ación.
como conforme al evangelio la historia contemporánea de
Ia libertad. Con ello se ponía término a Ia lucha defensiva
La ve¡dadera causa de la pesadumbre y desazón de los
y antiliberal por el Estado católico y la societøs christiana,
pad¡es fue Ia co.incìdencia de las tres decisiones y el que
lucha que un siglo antes había culminado en eI Sýløbas
se impusiesen autoritaÍiâmente, sin conta¡ pala nada con
y la encíclica Quøntø curø.
el concilio. En la opinión pública sufrió su primer golpe
La Decla¡ación sobre los judíos, políticamente muy
la fama casi generâl de que hasta entonces gozaba Pablo
conrrovertida, aparecía ahora fo¡mando parte del contexto
VI como progresista. Aquí comenzó su reputación (inexac-
más amplio de una Decla¡ación sobre las religiones no cris-
ta en el câso que nos ocupa) de papa <irresoluto)>, contra-
tianas. Se le quitaban así sus connotâc.iones políticas, pues-
puesta a la de .,valiente, que se hâbía atribuido a Juan
to que se reconocían igualmente la dignidad y valores reli-
xxlll Lo único intrínsecamente importante en rales deci- giosos del iSlam. De modo explíc.ito se excluía la idea de
siones fue la <nota pre via, añadida al esqtema De Ecc/esia.
una culpa colectiva de los judíos en Ia mue¡te de Jesús o
Cierto que esra notâ no modlficó las declaraciones conteni- de un <¡echazoo de los mismos como pueblo, es decir, de
das en la Constitución, pero, ¿ada su insisrencia en el po- todo antisemitismo, y ye en Ia parte final cualquier discri-
de¡ absoluto y personel del papa, volvió a inclina¡ clara- minación de personas por motivos de raza o religión.
mente lâ balanza hacia este lado. No volvió a discuri¡se sustancialmente el esquema so-
De todos modos se promulgó ya la Constitución Izz- b¡e la ¡evelación (Dei Verbum); sólo se introdujeron en el
nxen gentiam, sobre la Iglesia, y el Decrero sobre e.l ecu- texto algunas enmiendas. Las dos principales fueron pro-
menismo. En estos dos documenros se lograba, sin ¡ompe¡ puestas po¡ Pablo vl a petición de los padres conservado-
con.la t¡adición carólica, superar muchas parcialidades pro- res, pero esra vez no de modo âutoritârio ni con carácte¡
220 221
obligarorio, sino como sugerencias dejadas a jurcro de la EI texto más polémico de esta úhima sesión conciliâr.
Comisión, lo cual e¡a ciertamente una novedad en la histo- como se puso de manifiesro en su djscusión definiriva, fue
ria conciliar. .A.mbas se aceptâron en lo esencial. Una se ¡e- Gaadianz eÍ sþes (sobre la Iglesia en el mundo actual). En
îeria a le ausencia de e¡ro¡ en Ia Escritura2e, y lz orra e la especial varios padres alemanes (Frings, Höffner, Volk) vol_
¡elación entre Esc¡itu¡a y tradiciónro. vieron a c¡itica¡ su renor demesiâdo optimisra: ,p.nr, ,.
En Dei Verbum se superaba un concepto <aditivo> o aludía en él al pecado y la cruz y a toàa la ambivalencia
complementario de las <fuentes de la revelaciónu y del <mundo> en su sentido escritu¡ísrico. En la ¡edacción
-sin
l\egar a aclam la cuestión de la ¡elación entre dichas fuentes final del texto se tuvielon parcialmente en cuenÌa esas ctí-
y por ende la de Ia usuficiencia mate¡ial, de Ia Escritu¡a- se ticas. Ce¡ca del 20 o/o de los padres concilia¡es (unos 450)
ponía de ¡el.ieve la coherencia int¡ínseca de la palabra de pidieron una condena expresa del comunismo en ese do.l,-
Dios, Esc¡itu¡a y t¡adición. No se resolvie¡on así de un plu- mento. Si no llegaron a ver cumplido su deseo, fue porque
mazo todos los problemas planteados por la dolorosa historia el Vaticano no quiso poner en peligro sus gestionès para
de las relaciones entre el magister.io eclesiástico y la investi- mejorar la situación de la Iglesia en los países del bloque
gación histórìco-crítica, pero se limaron muchas aristas. En o¡iental de Europa. Más vivo todavía fue el debate sob¡e
particulâr, el problema de Ia verdad divina sujeta a límites las cuestiones de guerra, paz y conflicto âtóm.ico. Los <pâ-
humanos no se explicaba ya exclusivamente por los <.,géneros cifistas> del concilio exigían una reprobac.ión mucho másla-
lite¡a¡iosr, como todavía cra el caso en las primeras propues- dical de la guerrâ y unâ clara condena de las a¡mas atómi-
tas presentadas a los padres del conciliort. cas, así como la ¡evisión de la doct¡ina tradicional ace¡ca
de la uguerra justao. Ä este grupo pertenecían los ca¡dena-
les Alfrink, Liénart y Léger (Montreal), pero ramb.ién Otra-
29. En el texto se decía que las Sagradas Esc¡iruras contienen sin erro¡ viani, que en ìa cuesrión àe la paz se siùabâ en Ia línea
la verdad de la salvacióo (teitø sal*ait). Coor¡a esro se elevaron c¡íricas
que veían puesra en peligro la inspiración de toda la Esc¡itura en el hecho de muchos pâdres progtesistas. El ot¡o bando hacie mzyor
de Ìimira¡se materìalmenre a esa uve¡dad salvadorao. Pablo vt pidió cn- hincapié en el de¡echo a la legítrma defensa. -A.quí figuraban
ronccs a la Comisión que ¡eflexionara sobre si convenía omitir dicha expre- tanto los conservadores àel coetas internariona/is batrunz
sión, por no esrar lo bastante madu¡ada. la Comisión, oo obstante, la (salvo Orraviani) como la mayoría de los no rreame¡ican os,
susritL.ryó por otra fórrn:ula (Dei Verbum, n9 11): los libros de la Esc¡icu¡a
enseñan sin er¡or la verdad que, <pare nuest¡â sel,vxìôrr (nostrae salutit
con el ca¡denal Spellman (Nueva York) a Ia cabeza. De este
caun) goiso Dios coosignar en ellos. A.quí no hay referencia a ninguna segundo grupo, sob¡e todo, salieron los votos en conüa del
lìmitación ma¡erial de la falta de er¡o¡, con codo, el opara nuestra salva- texto definitivo, que (en los núme¡os 79 y g0) daba mayor
cióno consciruye un objero formal a partir del cual hay que decerminar ¡elieve a la condena de la guerra poniendo prácricâmenre
de qué verdad se trara en la Escri¡u¡a. La uverdad, bíblica no es, pues,
entre pârénresis, como caso extfemo, el derecho a defen-
algo que deba entende¡se como informacióo independiente o aìslada so-
bre cualquier cosa; sólo dene senrido si se capu con refcrencia a la salvación. de¡se. Po¡ eso, en la votación que tuvo lugar el 4 de di-
30. En el ng 9 se le€: oPor eso la Iglesia no saca exclusivamente de ciemb¡e sob¡e este punto, hubo todavía 483 non
þlacet,Io
la Escritura la certeza de todo lo revelado-, que representâba aproximadamente eI 2oo/o de los padres.
3Ì. En el n9 12 se dice, sin más, que Dios habló eo la Sagrada Escri-
La Constitución en¡era obtuvo el g9 o/o de los sufragios, y
tura opor medio de hombres a manera humana,; así, para encontrar el
sencido cor¡ecto de la palabra divina hay qu€ ren€l en cuenla, (enue más adelante, en Ia solemne votación final, el 97 i1o.
ot(as cosas>, los géoeros lìterarios. Â continuación se elude también a cir- El 8 de diciemble de 1965 se cer¡aba oficialmente el
cunsrancias y condiciones temporales, cuhurales, etc. concilio. En general el Vaticano se distingue de todos
222
221
los concilios anteriores en que no sólo abo¡dó cuestiones H. leàJ-ra,.E/ concilio Vøticøno 11, en H. Jedin y K. Repgen
delicadas reformando, ordenando y aclarando o limitando (àrs.),' Manual de /tiltaiø de le lglesiø, c. tX, He¡der, Blice-
parcialmente ciertos puntos, sino que trató tambiéû de lona l!84, p. 111-235.
E. Klinger - K. líircscadr (àirc.), Glaube inz Proze¡s. Chrìç¡eìn
responder a las exigencias de su época y vincularse a la
nach denz 2. Vatihanun, Fe:t:cÀrìft fi;r Karl Raltner, fuil>ur-
totalidad de la tradición, int¡oduciendo nuevas nociones go 1984
en casi todos los campos de la vida eclesial Y esto no M. Lackmann, Mit eønge/ischen Augen. Beobøc/ttungen eines
principalmente por medio de reglamentaciones jurídicas, Lutberøners auf dem II. VatiÁani¡chen Konzìl, 5 comos, Graz
sino a partir de conside¡aciones ascético-teológicas. Nunca 1963-1966.
antes se había dado algo parecido en ningún otro conci- J. Ratzinger, Vatiçønam II, Ergebnis:e and Prob/e¡ne, 4 rcmos,
lio. De ahí también la necesidad de decirlo todo, preten- Colonta 1963 -1966 .

sión que no tuvieron los concilios precedentes Al propio H. VorgrimÌer, Døs 2, VetiÁani¡¿be Konzil. DoÁumente and
Ko?n7nerhlre, 3 tomos, Friburgo 1966-1968.
tiempo nacía aquí la exigencia, asimismo original, de im-
primir a Ia vida de la lglesia en rodas sus facetas un nue-
yo carácre¡. Semejante intención, es cierto, podía fácil-
mente interpretarse por amigos o enemigos como unâ 3.4. Panorama de la época postconciliar
intole¡ancia inconciliable y como devaluación de todo lo
precedente (uHasta aquí todo era falsor). Sobre todo co- La esperanza de que al concilio seguiría un período de
serena madu¡ación y asimilación no se realizó. P¡imero con
rría el riesgo de verse defraudada si las decisiones del con-
cilio se ¡ecibían, como se daría a veces el caso, con un es- lentitud y luego a ritmo más acele¡ado, la evolución post-
conciliar ¡omó el carácter de una rempesruosa crisis y una
píritu muy selectivo.
polarizaci1n crec.ienre. Su fase aguda culmìnó en 1968, po¡
Sólo unos pocos temâs se sustrajeron, por voluntad deL
un lado en raz6n ð.e la repercusión que tuvo en las menra-
papa, a los debates concilia¡es, entre ottos los que más tar-
lidades Ia urevuelta esrudiantil, de aquel año, y por orro
de da¡ían precisamente pie a nuevas crisis: la ¡eforma de
a causa de la encíclica Humønøe u:tae (29 de .¡ulio) sobre
la curia, la ley del celibato y la regulación de la natalidad.
Ia regulación de la naralidad, documento que frustró las
esperanzas de que se revisara la doctrina ofìcial de la lgle-
sia en esta mate¡ia.
Fuentes y bibüograf"ra
Al emprender un análisis histórico de la <crisis postcon-
ciliarr, por cauteloso y reservado que fuere, debemos em-
A¿ta Concilìi Vøýicøni 11.48 tomos, Vaticano 1960-1978 pez por decir que nuestras obse¡vaciones se ciñen al
Conai/io Vøticøno IL Constìtuciones, Deareîo¡, Dec/arøciones,
mundo occidental, concretamente Europa occidental y
Católica, Mad¡idtt967.
Norteamé¡ica, no sìendo válidas sin mâs para otras zonas
Y. Congar, Vaticøn II, Le Conci/e øa lout /e 1our,4 ¡omos, Pa¡ís
1963-1966.
del globo. -4. nuest¡o juicio, las causas de la crisis pueden
L..4.. Do¡n, Pablo W. El refornzødor so/itørio, He¡de¡, Barcelona dividirse en dos grandes grupos.
1990 1) Primeramente las de orden interno, que tienen no
H. Helbling, Dø¡ Zweite VatiÁanische Konzil Ein Bericb¡, Basi' poco que ver con el <.lugar histórico> de es¡e concilio- Ânre
lea 1966 todo, el Vaticano tt hubo de ocuparse de un tngente cú-

224 225
??zalo de þrob/emøs. En los más diversos campos se vio
Con ello guardan relación l^s ten:ioneJ interna¡ deI
obligado a romper con ideas y parcialidades histó¡icas bien propio cdncilio Vaticano tt. Por una parre, en los docu-
implantadas y solìdificadas, para volver a la totalidad de la mentos conciliares se refleja el afán de que la Iglesia se
tradición primitiva. Era preciso supetar la visión, ya hon- ab¡a al <<mundo actual>, más por otra rambién el de afe-
damente arn:Lgaãa en Ia conciencia eclesial y opuesta al t¡arse a la tradición. Cierto que ambas cosas no son de por
conciliarismo, Ìa reforma, el jansenismo, la ilustración y el sí contradictorias, sino más bien complementarias. En la
mode¡nismo, de que la tradición de la iglesia debía seguir práctica, no obstante, <mode¡nidad> y <apego a la t¡adi
aceptándose sólo como se había materializado en épocas ción> ent¡an en conflicto cuando, como a menudo sucede,
rardías y no invoca¡se como instancia c¡ítica contra defo¡- se acentúa más lo uno o lo otro. Así ocu¡re con la reforma
maciones ultetiores. EI concilio se enf¡entó, pues, con la postconciliar de la liturgia, las tendencias a Ia democratiza-
rârea concretâ de reìativizar las concepciones del segundo ción de la iglesia y el problema del valo¡ que ha de atri-
milenarìo, las cuales se vinculaban a lo uespecíficamente buirse a una tradiclón (verbigracia la de excluir del sace¡-
católico) en su sentido estricto y servían así para afianzar docio a la mujer) de hecho unánime a lo largo de los
la identidad confesional. Tanto a la reforma como a la siglos, pero ya no tan evidente para la conc.iencia mode¡na.
ilust¡ación había que darles cabida en Io que tenían de po- Ot¡a tensión es la que se da entre la visión eclesiocénuica
sitivo, El ve¡dadero problema no residía en la renovación del cristian.ismo, tal como aparece en la Constitución Zz-
teológica, ya preparada desde hacía decenios, sino en Ia ra- men gentinz y en los documenros sob¡e la liturgia, la reve-
dical transformación de Ìa mentalidad global de la iglesia. lación y el ecumenismo, y el concepto más relativo de Ia
Y fo¡zoso es añadìr que no ere todavía posrble dar una ¡es- Iglesia abierta a.l mundo, como lo vemos en la Constitu-
puesta definitiva y plenamente madurada a todas estas ción pastoral Gaa¿lium et spes. Mtchos problemas todavía
cuestiones. ,A veces el concilio no pudo evitar el quedarse no resueltos, entre otros los que giran en torno e la <teolo-
a medio camino y yuxtaponer ciertas declaraciones dìfíciles gia de la llbe¡aciónr, son en el fondo aspectos parciales de
de a¡moniza¡ ent¡e sí. En la mayotia de estos casos el Vati- esta tenslon
cano lt sólo podía expresarse con miramiento y cìrcunspec- En cuanto a la ¡ealidad misma de Ia Iglesia, el proble-
ción, para no violar el principio de la unanimidad moral ma más conflictivo que plantea Ia Constitucìón Lumen
y llega.r a un cuasi consenso, preservando de este modo su gentium quìzá todavía imposible de resol-
ve¡_ -problema
el àe lzs dos imágenes yuxtøþuestøs de la lg/esiø.
propia autoridad. Àun tratándose de una institución uni- es
versal y animada de las me.iores intenciones, el Vatica- La primera depende de la eclesìología fuertemente acen-
no ll, en su esfue¡zo por adaptarse ¡ealmente a los nuevos tuada en el concilio Vaticano t, donde predominan los
tiempos y resolve¡ los problemas planteados, en íncapaz conceptos àe jurisdicción y autorìdød. Aquí la Iglesia se ve
de i¡ a Ia par con el ritmo.cada vez más rápido de la con- principalmente consdtuida con arreglo a una jerarquía de
ciencia de esos problemas. Resultaba inevitable, como en tipo piramidal. El crire¡io básico de la eclesialidad y del
la mayor parte de los procesos revolucionarios, que la dis- <sentir con la Iglesio es la obediencia al magisterio y la
crepancia entre la sociedad real y Ia conciencia de los gru- autoridad jerárquica, y en definitiva al papa. Por más que
pos más marginales no disminuyera, sino que, pese a la se fomenten y subrayen también otras acdtudes, éstas, al
voluntad institucional de refo¡mas, fue¡a constantemente menos en caso de conflicto, siguen estando subo¡dinadas
en âumento a la obediencia. La otra imagen es Ia de la lglesia como ra-

226 227
mlnìón, donde ¡esalta ante toðo el aspecto comunitario y cosas siguen como ânres. Todavía agtdiza más esra tensión
de íntima vinculación de los c¡istianos entre sí. Aun la la política ¡omana, bien compre nsible, de no permirir nin-
función propia de la autoridad jerárquica no se entiende gún debilitamiento de la propia autoridad y de poner la
en este caso como <superpuestan a la comunidad, sino colegialidad, en mâyot o menor grado según las necesida-
como pâ¡te integrante de la misma, algo que está uen des, al servicio de un gobierno más eficaz de.la lglesia, evi-
es punto de unión y centro de una Igle-
ellao; la autoridad tando que se convie¡ta en molesto elemento crítico y factor
sia primordialmente fraterna, y de ahí también colegial y de riesgo. Las decisiones colegiales se desean, pues, en los
sinodal. EI criterio predominante es la responsabilidad de casos donde no son de esperar sorpresas desagradables, y
todos por el todo, y la obedlencia asume el papel de prin- no cuando hay peligro de repercusiones imprevisibles.
cipio ordenador y coordinador de los carismas dentro de 2) El otro grupo de causas determinantes de la crisis
esta responsabìlidad colectiva que se concreta en distintos se relaciona con Ia acogida opopularn del concilio, es decir,
tipos de servicio (cf. lCor 12). Àhora bien, en muchos ni- el modo en que conscientemente se ha asimilado el <espíri-
veles el Vaticano tl hâ puesto nuevemente de relieve esta ru del concilio> a ciertas øspirøcione¡ o tendenciøs de /ø sa,
eclesiología ude comunióno, pero no ha sido capaz de lle- cìedad secu/arizada. AI menos de manera inconsciente, se
gar a una síntesis, ni teológica ni sobre todo práctico-jurí- ha entendido a veces el concilio como confi¡mación de ta-
d.ica, entre las dos imágenes de la lglesia. Ello se aprecia .les tendencias, mientras que sus declaraciones o normâs en
muy claramenre en el modo como Lumen genîianz etLt|s'en- conÍeste con ellas eran fácilmente tildadas de (<reâcciona-
de la colegialidad (el texto mismo neutraliza esta noción rias> o <preconcilia¡esr. .4. este cofìtexro pertenece en gene-
mediante una reite¡ada insistencia en el primado) y en la ral \a desinfegración de los <cøtolicisrnos¡ o pérdida de la
unota explicativa previo añadida a la Constitución. .A.mbos homogeneidad que antes tenían, debida prime¡o a factores
conceptos de la Iglesia apârecen ahí desligados, el uno jun- extraeclesiales y luego sin duda también a la aperrura del
to al otro, como elementos de construccìón que correspon- propio concilio, ranto más cuanro qu€ después de la se-
den a épocas y estilos distintos, y en ambos también hay gunda guerra esos catolicismos no se encontraban ya en si-
su{ìciente materia explosiva para hacer estallar conflictos tuación marginal o de intrusos en ningún país del mundo
postconciliares. Es más, al repetirse hasta el agobio que en no comunista ni necesitaban por tanto fo¡mar bloque. Casi
ningún caso la colegialidad puede funcionar en cont¡a del en todas partes los católicos estaban plenamente integrados
primado o sin é1, tampoco es posib.le utlliza a como co- al ¡esto de la sociedad. Esto también se ¡efìere a los católi-
¡¡ectivo c¡ítico o freno de un eventual abuso de poder o cos estadounidenses, quienes, faltos ante¡io¡mente de toda
un fracaso del papa en el ejercicio de su ministe¡io, como representación en las altas esferas políticær2, tuvieron por
ftecuentemente sucedió en tìempos pasados (recuérdense fin acceso a ellas en 1ÿ60, con la elección de John F. Ken-
de modo especial las épocas del G¡an Cisma y del concilio nedy a la presìdencia. Â la ausencia de motivos para seguir
de Constanza). Aquí el Vaticano ll a diferencia del Vatica- manreniéndose en posición defensiva y al nuevo ambiente
no I, parte de un modelo de <a¡monío que no corlespon-
de e la ¡ealidad de los conflictos surgidos en la historia de
la lglesia, Muy en particular se aplica esto al nuevo CIC 32. De 1789 1933, sólo cuarro católicos llegaron a ser minisuos fe-
^ 1928, el nombramiento
derales. Todavía en del gobernador carólico de
tì de 1981; sob¡e todo en los puntos jurídicamente más deli- Nueva York, ,A.lf¡ed E. Smirh, como candidato demócrara a la presìden-
:a,
'i:) cados, por ejernplo el del nombramiento de obispos, las cia, hizo estallar una violenra tempesrad anticarólica de proccsias.
i1
Ê1
lL-.

f,r
de apertura vinieron a añadirse una movilidad y liberali- dad y del senti¡ de entonces. Con esto corría también pare-
jas la exigencia de una udemocr^tizaci6î>> inte¡na de la
dad c¡ecientes que exponían a cada cual a un sinnúmero
de info¡maciones y ofertas. Iglesia, la ufijación, exclusiva en el cambio social, la <apre-
Or¡o factor importante es la euforiø r/e refornzas y pra- ciación negativao de todo cuanto se relacionara con autori-
grelos q:ue alcanzó su punto cumbre du¡ante los úlrimos dad, o¡den, tradición o leyes, y Ia actitud de rechazo para
años sesenta, basada en el sen¡imiento entonces predomi- con la histo¡ia y el pasado que a priori se entendían como
nante de una posibilidad ilimitada de refo¡mas, junto con rémoras y facto¡es de coacción, justo lo contrario de la an-
la convicción de que la buena voluntad y el diálogo eran siada libe¡tad. Âún venía aquí a sumatse el nuevo hábito
medios suficientes para acabar con toda clase de bloques de equiparar la ya manida noción conciliar de <pueblo de
y sistemas ideológìcos. -4. esto correspondía, dentro de la Dios, con una idea marxista-popular de la llamada ubase,
lglesia, una noción del concilio y de su espíritu identifica-
y con el miro de su fuerza liberadora y no¡mâtiva, de su
da sin más con la apertura, que provocaría el de¡¡umba' inocencia y poder salvífico, denunciando al propio tiempo
miento de todos los baluartes y llevaría Ia nave de Pedro cualquier pensamiento venìdo ude arribo. Verdad es que
por nuevos de¡roteros. Se creía en el diálogo sin límites han quedado yâ muy atrás para la Iglesia los efectos inme-
pata resolver todos los problemas, en la superfluidad de diatos de Ia manera revoluciona¡ia del 68, pero no Io es
cualesquiera trabas jurídicas o dogmáticas y en Ia apertura menos que su influjo durade¡o continúe percibiéndose, so-
total de Ia Iglesia al mundo como única fo¡ma legítima de bre todo en lo que toca a lo histó¡ico e institucional, con
amor cnsüâno lo que ello ent¡aña de fuerza destructiva para Ia conciencia
Merecen igualmente citarse aquí las esperanzas del de Ia lglesia en su sentido más est¡ictamente <católico>.
pueblo católico czda vez más imbuidas de una mentalidad ¿Cómo evolucionerân toàavia las cosas? ¿Llegarâ a im"
ponerse un modo más <<sereno)> y acompasado de asumir el
libera/ indivìdualisla ,de cansamo'. En cfecto. era casi
inevitable que el mayor espacio de libertad delado por el concilio contra los ext¡emismos de de¡echas e izquierdas,
concilio, la apertura ecuménica, el abandono oficial u ofi- o nos aguarda quizá una fase mucho más restauradora que
cioso de normas ester€otipadas de conducta y rígidas repre-
la que esramos at¡avesando? El histo¡iado¡ es incapaz de
sentaciones de la fe, se interpretaran con arreglo a câtego-
brindar aquí unâ ¡espuesta. Entre otra,s razones, porque Ia
acogida de los concilios no fue nunca cuestión de años, ni
rías mentales y hábitos de vida propios de la ac¡ual
tan siquiera de decenios. Suele t¡atarse de una histo¡ìa im-
sociedad de abundancia. Esta postura se refue¡za todavía
previsible, llena de sorpresas. Viene bien a este respecto la
más cuando, como en el caso de Humanøe ùtae, Ie autori-
parábola de la semilla que brora por sí sola, sin que nos-
dad eclesiástica trata de imponer reglas que de hecho no
orros podamos plani{ìcar su crecimiento ni interveni¡ en él
aparecen ya como plausibles y que aun en el seno de Ia
(Mc 4,26-2ÿ), o el otro símil en consonancia con las
Iglesia suscitan un amplio movimiento de oposición. -más
Por último, un elemento de mãxima trascendencia es desilusiones y disteleologías de la historia- sob¡e la cizaña
la oreao/ución cuhurø/', de fnes de la décørla de /os sesenîø en el trigo (Mt 13,24-30).
en Occidenre, que culminó en el olevantamiento estudian-
tiÌ,> de 1968. La acogràa que tuvieron el concilio y sus nue-
r-os impulsos, sobre todo por parte de la generación más
t' joven de sacerdotes, dependía no poco de aquella mentali
)):.

i: 210 23r
Ë
,-,
-FT

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Lo Iç/e-
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212 231
E:

Índìce alfabético

.Acción Católica 19I I97 -200 APostolìci munent 172


Actìon Frøxçøìse 141 Anículos orgánicos de Napoleón
Acton, J.E. 97 27
Acue¡dos de Ler¡án 16 Js Asociaciones católícas 89 122
Ad Petri catbedrøm 204 l97ss
,Adam, K. 187 Asuncìón de Ma¡ía a los cielos,
Adenauer, K. 172 definición dogmática 1)5s
Aetemi Poîir 115 190 202
75 17 114 I71 Ù9s Au mìlieu des sollicitudes I38
Á.gagianian, G.P. 214
^f\ica Auer, A. 191
Alemania, ámbito lingüístico Âust¡alia 55
alemáq 15 19 28-11 18 41 Ausr¡ia, Aus¡ria-Hu rlgú^ 36 43s
4, 41 49s ,2 59 61 63 66ss tls 61 66 r24 162 165
70 76 18s 82 84ss 89 96 Avarzo, B.D' ÿ1
t04 r12 It7 119s 121s
l2ts 128s l)0 731s I43 Baden t2 161
1tos 1t7 161s 166 169- Ba¡at, S.2)
171113 184 187 19r 194- Bautain, L.-E.'M. 61
i96 198s 200s 205 Baviera 30 43ss 18 16l
Alf¡ink, B. 223 Bea, A. 204 220
Alzog, J.B. ÿ4 Bélgica 25 38 47 49s 61 63 10
América Latina 19 32s 44 41 7 6 81 84s 126 r29s 133 Ig9

51s 61 2O9 Benedictinos 1ÿ2s


-A.ntisemitismo véase Judíos e Benedicto xÿ 116 152 1,56-trÿ
Iglesia católica 178 180
Antonelli. G. 40 99 197 Benigni, U. 152
Apologética de la inmanencia Beru, J. 173 217
181 Bertram, ,4. 170

21t
Berrrams, \ÿ. 219 Conco¡datos 26s 30 3i 4t 43s 51 Derecho Espaia 36 43ss 47 5f 61 762 l7I
Beuron, congregaciót de 192 75 81 I40 161-t64 I6Bs de resrstencra JLs E3 Il¿ Espiritanos 77
Biblio, l. 100 171 esra¡al al nombramie nto de 37 -43 96s
Estados Pontificios 34s
Billo¡, L. 14i Confe¡encìas de San VicerÌte de obispos 18 21 21 )I 4)s véase también Cuestión Ro-
Bir røeculoi 199 Paúl 120 16ls menâ
Blondel, lvf. 148 183 Congar, Y. 188 Devoción tstaclos Uordos 4/ >I) l1ó l¿ls
Brasll 44 Congregaciones femenìnas 25 a los santos 68 )?o
B¡entano, C. )9 71-13 lrs a María, mariología 68 1)5 Estatutos de gara.otia.42 134
Buonaiuti, E. 148 150 Congregaciones Marianas 199 r95s 215 Etsi longissinzo 12s
Buss, F. -J. 102s Congreso de ÿjena 29 j5 3:s al papa ÿ0 Exclusiva 36
Congresos euca(ísricos 192 al sagrado Corazón dc Jesús Exégesis 14ó lrls 184 189 206
CaD^àá 56 Consalvi, E. 26 37s 68 131 190 r95
Capponi, G. 87 Corrstinrción civil del clero l)-23 Dignitøtit l¡anzenøe 100 22I Fa-scismo 166 1ó8s 198
Capuchinos 71 Convenco, véase ó¡denes ¡el.i- DiurunTun illud 132 Fehronius vé¿se Hontheim
CaÀLjû, J. t29 199 giosas Diuini Redemptois 165 Felice, P. 211 21ÿ
Carroll, J. 16 Conversiones, conve¡sos 55 59 Diøixo øfflønte Spirìtu 185 189 Fessler, J. 112
C¿sel, O. 188 Corea 77 171 206 2r2 218 Fideísmo 65s i03
Catolicismo C¡isis de noviembre del Vati- Döllinger, L voû 67 96ss 104 113 Firmi¡¡imønz c o n rî aû Í idnz 17 2
liberal 80-88 94-101 l04s c Ao I1 219-221 Domìnicos 71 Fogazzaro, A. 145
1I9s 138 143 C¡isrianos de Santo Tomás 171 Donoso Cortés, J. 78 Formación sace¡doral 6o-63
reformista 14J 778 Döpfoer, ]. 214 F¡ancia 15 18-28 16s 40 41s 49s
social, doct¡ina social de la Cristo Rey, fiesta de 164 t97s Dörner, A. 195 52 58 6lss ó5 68 70 73 77s
Iglesia 117-131 136 165s Cto^cia 165 \11 D¡e1ú¡s, caso 139 81 8t 9t 104 1I2l20lzts
Cavour, C. 41 Cuestión romana I33s l36s 14, Droste zu Vischering, K.A. 85 128s 117 -142 145-148 156
Ciencìa bíblica véase Exégesis 157 159 t63s Duchesne, L. 146 157 181 1r9 I62s I77 183s 188s
Cí¡culos cacólicos de obre¡os 126 çun pnmam t/2 Dam acerbi¡sinzø¡ 65 192 199
129s Dupanloup, F.-,{.97 100 104 F¡anciscanos 71
Cisma de Goa yéue Pødroado Chateaubriand, F.-R. de rS Francmasón, francmasonería 23
Co¿lex luris Cønonìcì (CIC 1917) Lnecoslovaquta I /J Erlesialismo estatal l)s 21s 27 28- 69 112
116 162 Chioa 76 lTts 178 1sl 31 43'48 ios 80 90 91s 161 Franco, F. 162 171
Codex Iuris Cenonici (ClC 1981) Ecume nismo 191 200-202 2o4s Friogs, J. 209 211 223
228 Dalberg, K.Th. voo 2ÿ 2I5s 22O
I
Colegialidad episco pal214s 2I7 Daniélou, J. 188 I Ehrha¡d, Â. 144 i50 Gale n. C.A. 170
219s 228 Dechamps, V..4. 109 I
Episcopalismo 14s Galicanismo I, 21 26s 80 9, I09
Colonialismo 74 116-180 Deharbe, I. 69 i <!.le nouvelle" llu lll 1l0s
Comboni, D. 77 Dei Filia: 102 l Escuela Bíblica deJerusalén 146 Galìiczin, A. 59
Comisióo Bíblica, Pontificia 151 Dei Verbum 227s 1
L84 Gambctta, L. 137
r84 Democracia e lglesia 20 22 j4 56 I
Escuela de Tubinga 65s 184 Gasparrí, P. tó4
Comunismo Il9 160 165 167 89 r20 126 t 32s t3js 137 " I Bcuela romana véæe Gregoriala Gasperi , .,4. . de 164 11 2
771,-173 211 223 140 r42 r53 166 t
Escuelas, enseñanza. 48 5t 163 Gøudiøn et tpet 218 221s 227
I
236 ¡ 237
Geiselmann, J. 1ÿl Hirze, F. 12 is 7r 14 r0I I11 Lercaro, G.214
Jesuitas 46 61 65
Geissel, J. 96 Hochhurh, R. 160 \54 r71 182 Le Roy, E. 147
Gibbons, J. 127 Hofbaue¡, C.M. 58 H. 188 Le Sage ten Broek, J.G. 92s
Jone,
Gioberri, V. 88 144 Hötroer, l. 223 i Leconia 162
Josefinismo 13 5
Görres, J. 59 78 8ó Hontheim, N. de Liberalismo 40s 46-48 51s 99
15s
Juar )o{Ìll 181 203 206s 211s
G¡acias, V. l8l Hügel, F. de 148 católica 160 168s
e Iglesìa ro4 1\9 12t 11rr42 116
Judíos
Gratry, A. t04 Humanae lilae 225 210 111 2l6s 221 165
Graøes de commaxz 135 139 Hanzani geneñs 18)s Libe¡ato¡e, M. 80 rOi
Jungmann, A. 187
Gregortana 63 65 Hungría i73 Libenad religiosa 82 84 92s 98s
j4 Juramento antimodernisra 151
Gregorio Xvr 32 39s 49 65 1ÿ 2I0 2I6s 220
82-84 86 172 ldealismo ó6 Kassiepe, M. 195 Li b e / ter þ rd.e J, en t is ìmu n 1 32
Gröbe¡, K. 191 Il feftno þroparito 136 197 Kennedy, J.F. 229 A. 211
Liêr'\^rt, 223
Grupo de Maguncia 66 82 B5 96 Ilust¡ación católica 1ls 15 58 \ÿ.E. Lievens, K. 175
Kerteler. 122s 125
Gua¡dini, R. 18t 1s7 194 60s 64 68 86s 112 143 I92 Kntgbrr of Lëboør 121 Li:.uania. 1.62
Guéranger, P. 109 I92 211 Loìsy, A. 143 146s 154
König, F. 215 218
Gue¡¡a, actirud de la Iglesia Imnortale Dei 112 Lortz, J. l)1
Kopp, G. 128
ante I^ 157 223 Impostura de Taxil 69 Lubac, H. de 188 190
Kraus, F.X. 143
Guera c.ivil española 171 Iodia 75 175 178 18i Luis xvl 24 ó8
Kultaþdmþf 47 122 113 r37
Guer¡a del Sanderbund 4i Indochina i4 77 Ii, 177 Lanzen genti rn 2llss 217 2I9-
Guer¡a mundial, prime ra 156- lnoonesta l/) Laberthonniè¡e, L. 181 221 227s
160 161 Indumentaria cle¡ical 62 uL'univers, 101 i04
ula civiltà caccolico 80 99 104
Gue¡¡a mundial, seguûda l59s Ine¡¡ancia de la Esc¡itu¡a 146 r29 154
Grinther, A. 66 189 212 2I8 222 8l
Laco¡daire, J.'8.-H. Maiscre, J. de 78s 108 110
InfalibiÌidad papal 79s 91s Lagrange, A. 146 rr2 181 Manning, H.E. ti 78 104ss 109
Hannove r, re.ino 31 45 véase cambién Vaticano t Lakne¡, F. 187 118 121
Häring, B. 188 Inglaterra 37 38 54 1t8 200s Lambruschini, L. 39 50 Maret, H.-L.Ch. 9t I04
Ha¡mel, L. 126 139 Inmaculada Concepción, defi - Lambruschini, R. 87 Ma¡cin, K. 109
Ha¡nack,,4. 146 nición dogmática 68 Lammenais, F. de 50 80-8t Masón, Masone¡ía véase F¡anc-
Høørietis øqaes 1)0 Inmunidades eclesiásricas 13s Lande¡sdorfe¡, K. 19ó masón
Hében, M. 147 48 Lø Søpìnìère vêtse Sodalitian Matrimonio
Hermanas de SanJosé de Cluny Integrismo ll7 141 t 53s Pienunz civtl 46
76 Irlanda 76 8l 118 <L'avenio 81s 84 legislacióo matrimonial 48 51
Hermanas del Sagrado Co¡azón ]talia 19.43 41 50 52 61 6) 76 Lavigerie, C. 138 176 r64
25 86s 97 119 t14ss V4 r57 Lêget, P.-8. 221 mixto 86 205
He¡mes, G. (hermesianismo) 1t9 1ó3ss 168 198 Legión de Mzria I99 Maurras, Ch. 141
64ss Marin¿a¡n illud 118 180
Legicimismo 32s 4!
Herwegen, L 193 J^eget, L. 202 Mediator Dei 189 196
León XII 39
Historia Janseolsmo lt o/ u/ r43 2r1 Leóo xrrr 47 51 7' 11' r19 Mercier, D. 12ÿ
de la lglesia 15 67 1,46 184 Japón 77 l7t 181s 111-ß6 l38s 145s ltl Metternich, C. 16 66 84
de los dogmas 184 Javouhey, M.-A. 76 i71
L72 116 zOOs Mindszenty, J.
2J8
Mirøi rc¡ 85 ponrificia de Ia propagación Pío vlll 39 Revolución
Misiones 74-78 114-181 209 àe la fe 76 Pío rx a9-42 55 62 66 70 88s de julio 49 8l
extrantems ae ya s /)s tl I O'Connell, D. t4 83 90 99s 102 10is 11i 192 e Iglesia véase Derecho de re-
populares 68 Operø dei Congresi t34s Pío x 11ts t28 116s 141s 149- sistencia
Mit þrennender Sorge 165 166 O¡denaciones anglicanas, valì- 1t4 19) 191 f¡ancesa 18-28 37 68 116 l24s
Mode¡nismo, crisis modernisra oez ¿l)0s Pío xr 129 141 161.164 t68 137 210
142-155 183s 188 ó¡denes 170s 179ss 197-200 Ria¡io Sforza, S. 91
Möhler, J.A. 65 184 femeninas véæe Congregacio- Pío XII 116 141 1t, 1t8ss l70ss Ricasoü, B.87
Moqtalemben, Ch. de 41 50 8ls nes femeninas 179 181 184 189 196 203 Roche, T. 180
85 91 9t 98 100 misione¡as 75s Platet 29 4, Romanticismo 58 64 79
Movimienco religiosas 12 23 25 2Bs 46 jO Politicø¡ttì 34ss 11 19 Rosmini, A. 88 144
juvenil l8j 194 70-73 7rs 162 173 Polonia 41 49 81 8, 1.60 162 Rufiìoi, E. 208 2r4 216
l.irúrgico 191-196 I99 2Oj 2t6 Ottaviani, A. 2OB 214s 223 r71 Rugambwa, L. 181
Una Sancta 201s Ozanam. F. 89 120 Ponugal 44 47 52 61 75 Kumanra lol f /J
Mun, Â. de 12ls Preysing, K. de 170 Rusia véase rambìén Uniórr So-
Murri, R. 116 Pablo vr 1i 1 206 209 2t4 2I8s Proþagønda Fide 74s 179 yié.rica 41
Mussolini, B. 163s 168 221 P¡otecrorado de las mìsiones 76
Mystìci Corþoris 186 \89 Pacelli, E. 159 Prauidenýi¡¡inzu¡ Deu¡ 146 Sace¡dotes obreros 190
véase tambiéq Pío xtl Prusia 3i 38 45 41 50 86 16I Sailer,
J.M. 57s
NacionalsocialÀmo tjgs \66 168- Padres blancos 177 Sangnier,M. 140
l7I t94s 201 Quødrøgeizno ønno I29 165 Scheeben, MJ. 6ó
Napoleón \r 40 136 Países Bajos t8 H.
53 76 Quøxtø cura 99 211 227 Schell, 143
Napole ón Bonapate 26s 37s Pa¡tido del Ccnt¡o 122 127 t3O Schlegel, F.V. 59
Qaø!þrimar 798s
Nápoles, reino 43s 61 133 144 157 169 Qui Chistì Doøini oìces 27 Schmaus, M. 187
Neoescolás¡ica 65 9i 14Bs Pø:cendi 142 t49s Schotr, A.
Quicb.born 194 192
véase t¿mbién Tomismo Passaglia, C. 42 65 Schrader, C. 65 101
Qaot øliqlØnlunz 22
Neogüelfismo 40 88 97 Pørror øetern/rJ l}is \\l Schumao, R. 172
Newman, J.H. 15 184 Par¡onato español 19 32s Rahne¡, H. 187 Secularización 28s 46s t1s 116
Non øbbiømo bì:ogno 168 Pauperismo 117 12t Rahne¡, K. 191 110 ú4
Non expedù 42 134 136s Pavelió, A. 171 RDA véase Alemania Segesser, Ph.Á.. von 97
Noneamé¡ica véase Canadá; Es- Paz, gestiones eclesiásticas cn fa- RF,A. véase Alemania Senestrey, L von 105s 109
tados Unidos vor de la paz 1j8-160 Rallienent 126 112 117-140 Separación entre lglesia y Esta-
Notø exþlitøtiuø prøet)ia 219s 228 Peregrinacìones 12 25 2g 67 145 ào 46-48 81 99 r40s
Nouøel/e tbêologìe lBSs Persecuciones contra la lglesia Rampolla, M. 132 138 200 Senillanges, Ä.G. It9
23s 76 160s 171ss Recursu¡ ab øbu¡a 45 Sí/lar 140s 153
Obispos, elección, nomb¡a- Phillips, G. 78 Redenrorisras 46 70s S.indicatos, sindicalìsmo 12 5s
mLeýß 4is l62s 227 Piamonte-Ce¡deña 47 Reisach, K.A. von 66 96 127s 134 144 r51
Ob¡a Pie, L. 101 Renania 21 Síngularì quadøm 12ÿ
de asistencia a las misiones 76 Pio ÿ\ 22s 37s Rerunz notøra¡n 122 127 132 Si¡i, G. 208 2 i4
de la santa tnfancia i6 Pío ylt 26s 32 38 138 Sistemas totalìtarios 165 -71 1

240 24r
Socialismo l19s 132 1)6 16j T¡ento, concilio de 60 64
Sodelìtiam Pìanurn 152 Tromp, S. zt2
Sollìcitudo ecclesierum 32 Tyrrell, G. r48
S¡¿ihün,\V. 202
Stepinac, A. 171 173 Ult¡amonta¡rismo lóss 23 39 tos
<Srimmen aus Ma¡ia Laach, 101 56 78-82 84 86 88.t}r 192
1>4 Unión Soviética 167 173
Stohr, A. 196 utøta tegrmen de I/ I
Scolberg, F.L. 19
Srrossmayer, JJ. 112 Varicano r 52j7 9t g4 t}2-tt1
Stu¡zo, L. 168 r44 207 2r4 2t1 227
Suceso de Colonia B5s Vaticano ll 100 1ti 180 302-
Suenens, J.L. 214 231
Sutza 25 41 47 ,2 6t It2 I33 Ventu¡a, G. 80
Sunzmi pontifcøtus I5B Vetelun laþieùilte 206
Suramé¡ìca véase ,{mérica La- Veco i¡landés 44
rina Veuillo¡, L. 101 104
Sl¡llebus 94s 99-tot t34 t'B Viejos católicos 112
217 221 Vietnam véase lndochina
Vogelsang, C. vol, I24
l alwan L/) Volk. H. 223
Taschereau, E.-A. 12i VolLsuerenz 122 126 130 144
Teologie 61-67 94s 98 1,44 145-
r54 181-192 \X/a¡d, G. 78 91
de los miste¡ios 188 r[y'ernz, F.X. 129
Kerygmanca t8/ \Wessenberg, I. voq 29
60
moral 188 \X/indrho¡st, L. 122
Tillmarn, F. 188 Viseman, N. 55 90
Tien, T. 181 Vojtyla, K.217
Thils, G. 191 \X/olter, M. l!2
Tomismo l its 188 Volter, P. 192
Toscana 51 87 !Øyszynski, S. t73 21i
Tou¡ du Pin, R. de la 12ts
Tradicionalismo ó5 101 I ugosravta lbl 1/J

242
BIBLIOTECA DE TEOLOGíA

Panorama actual del pensamiento cr¡stiano

Esta nueva B¡bl¡oteca de TeologÍa pretende presentar


di_
versos temas monográficos tratados de forma sintètjca.
u?oq lomo abarca, a la vez, el contenido trad¡cionalmente
do
y tos probtemas
que ta ciencia teotogica y bíbtica
:9q:']
se han planteado en nuestros d¡as. Los témaô están
elaborados de forma introductoria priÁuã inr.'._
V
mación. pero con material suficiente "orno
purá u-oli"i lã=
cuestiones. Ei Ienguaje es también sencilìo y tran.'pài"nt".
bstas obras pueden servir de lectura básíca en ios
. estu_
dios de teología para sacerdotes y en los cursos ¿e teoio_
gía para seglares, asícomo en la iormación
a¿utta Oe lã ie
tan en auge hoy.

1. Fr.-J. Schierse, lntroducción al Nuevo Testamento,


228 págs.
? 1,.-l.Schierse,
-¡.
Cristotogía, 172 pâgs.
9 f,H. Ziker, Crit¡ca
4.
Nocke, Escato/ogia, 196 págð.
de ta retigión, 252 págs.
5. W. Kern y Fr_-J. N¡emann , Teoría deì cõnoc¡miento
teolog¡co, 240 págs.
6. O. Muck, Doctrina filosófica de Dios, 222 pâgs.
7. A. Ganoczy, Doctr¡na de la creac¡ón,2OS pá-gs.

ry jlrgx .H/slo4a de ta tgtesia prim¡t¡va,26a pägs.


Õ-
9. J. Schmitz, Fitosof ía de ta retigion, 216 págs. "
10. Vorgrimler, Doctrina teológ-ica de DÌos,"22A p.
f-f .
11.
lI..Fll.I, Historia de ta tgtesia medieva,t. 2s2'p.
12. K., WalÍ, Derecho ecleslásüco, 236 págs.
13. H, Vorgrimler, Teolog ia de los sacramen¡os,
416
pagrnas.
14. W. Stenger, Los métodos de ta exégesis bíbtica.
360 págs.
15 J, Schmitz, La revetación.292 págs, UNIVERSIDAD P. CO ¡ILLAS

tb K Schatz. Histor¡a de ta tgtesia óonþmporánea,


244 págs.
17 J. Werbick, Soteriotog ía. tilililfi[ilililil|il|ffi|Iilililil
L265962
Edilorial Herder S. A., provenza 3BB,08025 BARCELONA \1r8 a22

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