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Los días animales

Keila Vall de la Ville

Rafael está en el borde de un gran muro empedrado, moviendo los brazos hacia arriba y hacia
abajo como un pájaro, flexionando las rodillas y aleteando como si fuera a volar, como si
fuera a saltarme encima. No para de hablar. Cada vez que se inclina hacia delante creo que
está por caerse. Juega, hace amagos, retoma el equilibrio, le da a las alas, se tambalea y parece
nuevamente que se cae pero vuelve al centro.

Todo es training, dice. Control. El control se aprende. Aletea más, mueve las caderas, sigue
diciendo. Hay que cerrar los ojos, dice doblando las rodillas, y cerrándolos.

Comienzo a preguntarme cuánto durará la danza, qué clase de tempo es éste. El ritual
comienza a cansarme. Cuando estoy a punto de irme y dejarlo allí, todo se acelera. Aterriza a
mi lado, tan liviano como subió.

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