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Nuestro análisis de la ideología se inició con Marx y ha pasado por Mannheim, Gramsci,

Althusser, y Adorno y Horkheimer. En 1962, Habermas publicó su libro Historia y crítica de la


opinión pública donde plantea un argumento muy parecido al de Adorno y Horkheimer. Habla
de un espacio público que se creó en los cafés y salones europeos hacia finales del siglo 17
donde la gente podía debatir cuestiones de carácter público, pero que pronto desapareció con el
desarrollo de grandes organizaciones comerciales. Lo que antes era un foro para el debate crítico
se convirtió en otro modo de consumo cultural regido por las exigencias económicas de la
industria de la cultura. Después, en 1970, Althusser publicó el texto que ya analizamos. Desde
entonces, nadie ha tocado el tema de la ideología realmente. Pero eso no es de extrañar, por dos
razones – una histórica y otra filosófica. En 1989, el muro de Berlin se vino por abajo y con él la
guerra fría entre los EE.UU. y Rusia llegó a su fin. En su lugar, se erigió lo que el primer
presidente Bush declaró cómo un Nuevo Orden Mundial. El vencedor no era tanto los EEUU
como la democracia liberal y la economía del mercado libre. Con la derrota del socialismo, la
era de las ideologías llegó a su fin y entramos supuestamente en un mundo post ideológico.
Filosóficamente, en los años 70 el pensamiento así llamado postmoderno estaba en ascenso y
pronto llegó a influir mucho en las humanidades. Lo que diversos autores han acentuado es la
imposibilidad de salir del contexto histórico social de uno para juzgar las cosas con un juicio
absoluto de verdad o falsedad. Criticar a la ideología implicaría semejante posibilidad. Por esta
razón y por el dato histórico que mencionamos, no tiene sentido seguir discutiendo la ideología.
Pues, si fuera así, este vídeo terminaría aquí. ¡Pero no! En 1989, mientras caía el muro de Berlin,
Slavoj Zizek publicó su primer, y todavía su mejor, libro: El sublime objeto de la ideología. A la
fecha, Zizek es autor de 44 libros y co-autor de varios más. Al parecer, escribe tan
frenéticamente cómo habla (seguramente has visto vídeos de él en Youtube). Pues por su
voluminosa producción la gente piensa que ha de ser muy difícil su pensamiento, pero no es así.
Para entender lo que dice sobre la ideología y para leer con provecho la gran mayoría de sus
libros, sólo hay que entender sus fuentes, los autores que influyen en su modo de pensar. Los
más importantes son tres: Hegel, Marx y Lacan.
Empecemos con Hegel. De él Zizek toma la noción de dialéctica, pero no la noción que todos
conocemos en términos de tesis-antitesis-síntesis. En esta interpretación muy común, dos
puntos de vista contradictorios entre sí se elevan a una nueva postura en la que son
reconciliados, sus diferencias contradictorias borrándose en una perspectiva más amplia en la
que los dos tienen razón. Este nuevo punto de vista, tarde o temprano, encuentra otro que lo
contradice, y así sigue la dialéctica, impulsada por la contradicción, hasta llegar a una
perspectiva de la más
amplia posible, lo absoluto, en la que toda contradicción se ha eliminado, y toda perspectiva
particular termina cómo un elemento en el sistema de la totalidad. Zizek no acepta esta
interpretación. En el texto que estamos considerando dice que “El ‘conocimiento absoluto’
denota una posición subjetiva que finalmente acepta la ‘contradicción’ como condición interna
de toda identidad”. La verdad, no sé cómo deriva esta interpretación de los textos de Hegel, pero
la idea es muy interesante, a saber, que la identidad de cualquier cosa encierra necesariamente
una contradicción o un antagonismo que no puede eliminarse. Da el ejemplo de la democracia.
Dice que “la democracia siempre acarrea la posibilidad de corrupción, del gobierno de la obtusa
mediocridad. El único problema es que cada intento de eludir este riesgo inherente y de restaurar
la democracia “real" acarrea necesariamente su opuesto, termina en la abolición de la democracia
misma”. Tratar de suprimir el antagonismo de la sociedad civil sólo conduce al totalitarismo.
Vemos este fenómeno en la revolución cubana. Para evitar la posible corrupción de la
revolución y sus ideales, Fidel Castro y su hermano no han soltado el control, conduciendo a un
estado no democrático, cómo pretendía Marx, sino totalitario. Si luchamos por la democracia,
una democracia radical, Zizek dice que tendríamos que entenderla de un modo algo paradójico.
Su carácter radical implicaría no la democracia pura o verdadera, sino, en cambio, “que
únicamente podemos salvar la democracia tomando en cuenta su propia imposibilidad radical”.
Paradójicamente, la democracia es posible al reconocer su imposibilidad. Veremos este tipo de
contradicción o antagonismo que no puede resolverse en el análisis de la ideología en cuanto a
creencias que la gente sostiene en contradicción con otros aspectos de su experiencia social.
Pasando a Marx, lo que Zizek le toma es, obviamente, la noción de ideología. Aunque el estudio
de la ideología es interesante en sí mismo, le interesa a Zizek por la misma razón por la que le
interesaba a Marx, como elemento en el estudio más amplio de la realidad social. Marx analiza
esta realidad de forma teórica, sin duda, pero la motivación no es el puro placer de conocer, sino
un motivo práctico, el deseo de cambiar el mundo. Zizek está de acuerdo con Marx en este
sentido y casi todo lo que escribe está guiado por la motivación básica de mejorar el mundo. Sin
embargo, para hacer eso hay que entender cómo el estatus quo se mantiene, a través de qué
mecanismo el cambio es frenado u obstaculizado. La respuesta, en buena medida, es la ideología.
Pero así como Zizek dio su giro a la dialéctica hegeliana, transforma también la ideología tal y
como Marx la entiende. La ideología no es un discurso que oculta la verdad a la gente, creando
así una falsa conciencia que puede ser corregida con una descripción veraz de la realidad. Más
adelante veremos cómo Zizek entiende este fenómeno, pero para desarrollarla necesita la ayuda
de alguien más. El pensamiento de Marx se centra en el nivel macro, en la dinámica social de
mucha gente actuando y los fenómenos económicos que surgen como resultado. Explica
bien el sistema económico, pero no tan bien el sistema psicológico del individuo. Es en el nivel
de los deseos y las creencias de los individuos donde funciona la ideología. Marx no le ayuda
mucho en este sentido, pero Jacques Lacan sí. Lacan es un psicoanalista francés quien con base
en las ideas de Freud armó una novedosa e interesante visión de la psique humana. Su teoría
consta de muchos conceptos, pero lo que nos interesa aquí son los más básicos, los que
conforman el andamio estructural de su propuesta. Se trata de los conceptos de lo Imaginario, lo
Simbólico, y lo Real. Lacan los llama órdenes o registros. En filosofía, se llamarían categorías,
cómo las que usan Aristóteles y Kant. En todo caso, para Lacan, la realidad psíquica, toda
experiencia posible, encierra una combinación de estos tres registros. En otras palabras, son las
tres dimensiones fundamentales de la subjetividad psíquica.
Empecemos con lo Imaginario. Éste es el registro que nos resulta más familiar porque tiene que
ver con nuestro ego, con nuestra sensación de quienes somos. ¿Alguna vez has escrito un perfil
para uno de esos sitios para conocer gente para relación o encuentros más pasajeros? El chiste es
describirte, expresar cómo eres. Estrictamente, no estás comunicando cómo eres, sino cómo te
imaginas. Para Lacan, el ego se forma de muy joven para dar unidad y estabilidad al
desordenado flujo de sensaciones que siente el bebé. Se hace al identificarse con la imagen de
uno en el espejo, la cual manifiesta un ser unificado, o con la imagen que miembros de la
familia cercana presentan, como la madre. El detalle es que esta identificación no es, ni nunca
puede ser, completa. El ego se conforma así por una división entre sí mismo y la imagen de sí
mismo proporcionada por el otro. Ese otro toma diferentes formas a lo largo de la vida, pero lo
que persiste es el intento del ego de superar la división, de reconciliar el otro consigo mismo. Es
muy parecido a lo que dice Sartre sobre la conciencia, la cual por mala fe rechaza su libertad al
tratar de identificarse con una cosa en-sí, la cual tiene una esencia y una naturaleza estable. Trata
de detener el devenir de su ser-para-sí en la estática calma de un ser-en-sí.
Ahora, en buena medida el orden imaginario hace referencia a la experiencia de uno de vivir
encerrado en la privacidad de su cabeza, de estar solo con sus pensamientos. Es la dimensión del
ego individual. El orden simbólico, en cambio, es la dimensión de lo social la cual es ocupada no
por el ego, sino por el sujeto. Hace referencia a las instituciones, prácticas, costumbres, leyes,
reglas y ritos del mundo socio-cultural. El individuo no controla estos fenómenos, sino que está
sujeto a ellos, por lo que no se trata de un ego sino precisamente de un sujeto. Desde que nace, el
bebé ya está subjetivizado en el sentido de entrar en el mundo con cierto género, cierto color de
piel, nace en una familia de cierta clase socioeconómica, etc. Todo esto quiere decir que está
individualizado e identificado como una pieza en una tabla de ajedrez. Introduzco esta metáfora
del ajedrez porque es la que usa el lingüista suiza Ferdinand de Saussure para ilustrar la
naturaleza del lenguaje. Para Lacan, el
lenguaje es de suma importancia. Casi siempre, cuando habla de lo simbólico, está hablando
del lenguaje, no porque el medio del lenguaje, la palabra, sea más importante que el medio
físico de una costumbre o un rito, sino porque la estructura del lenguaje y su funcionamiento
ejemplifica el funcionamiento de las instituciones sociales y su manera de subjetivizarnos. El
registro de lo simbólico se llama así debido a la naturaleza del símbolo. Para entender la
naturaleza de éste, pasemos a Saussure.
Cualquier símbolo, cómo la palabra “gato”, significa lo que significa no por alguna cualidad
inherente que tenga, sino por un acuerdo arbitrario, una convención social, cómo las reglas del
ajedrez. Pero además, y más importante, el símbolo puede significar, puede funcionar, sólo si se
distingue de los demás símbolos en el sistema lingüístico - “gato” se distingue de “pato” y de
“gano”. Así, el lenguaje es un sistema de diferencias sin términos positivos que detuvieran el
paso de símbolo en símbolo. Vemos lo mismo en el cerebro. Un pensamiento determinado es
posibilitado no por una neurona en particular, sino por una relación diferencial entre muchas
neuronas. No hay ninguna neurona que rige a las demás. He hablado de todo esto con más
detalle en mi vídeo sobre Saussure y en otro sobre Derrida. Pondré las ligas en la descripción
aquí abajo.
Lacan, siguiendo a Saussure, llama al símbolo el significante, y el paso de significante en
significante lo llama la cadena significante. Para que esté claro, esto significa el hecho de que
el lenguaje nunca revela la pura y simple presencia de un significado que no sea susceptible de
interpretaciones adicionales por significantes posteriores. Pues, esa cadena y la estructura
diferencial del lenguaje es lo que conforma el mundo social, el orden simbólico.
Desde las reflexiones que Heidegger y Gadamer hicieron sobre el lenguaje, se ha vuelto común
decir que nosotros no hablamos el lenguaje, sino que el lenguaje habla nosotros. En cierto
sentido, sin duda, nosotros hablamos el lenguaje, lo estoy haciendo yo ahora mismo. Desde el
punto de vista del ego, yo estoy aquí y tú estás allá y van de por medio los significantes que voy
enunciando. Escojo los signos que estimo necesarios para trasmitir la idea que tengo en mi
cabeza al tuyo. Sin embargo, esta caracterización de la comunicación ignora la estructura del
lenguaje que acabamos de ver. La unidad básica no es de ego a ego mediante el significante,
sino de significante a significante mediante el sujeto. El ego piensa que habla el lenguaje al
utilizarlo como una herramienta, cuando en realidad, para Lacan, es el lenguaje el que habla, el
lenguaje en el sentido amplio del lenguaje institucional, social, cultural que, en tanto un sistema
de diferencias, te subjetiviza en una amplia gama de categorías cuyo significado, siendo una
función de relaciones diferenciales, es movedizo y a fin de cuentas inestable. La forma en que
todo esto está expresado en un individuo particular lo demuestra no el ego, sino el inconsciente.
Y así
podemos entender la famosa afirmación de Lacan de que el inconsciente es
estructurado como un lenguaje.
Curiosamente, la naturaleza de los tres registros de Lacan puede ilustrarse, formalmente, con las
tres categorías de Peirce. Si no conoces estas categorías, tengo un vídeo al respecto, ta sabes, la
liga aquí abajo. Bueno, sus categorías son la primeridad, la segundidad, y la terceridad. Son
categorías de relación, es decir, enumeran las posibilidades de relación entre las cosas. La
segundidad tiene que ver con una relación dual, entre dos cosas, como el ego y la imagen. De
hecho, Lacan dice: “Toda relación dual conlleva siempre el estilo de lo imaginario”. La
terceridad se refiere a las relaciones triádicas donde un símbolo media entre un objeto y un
intérprete. Esto obviamente tiene que ver con el registro de lo simbólico. Ahora podemos pasar
al registro de lo Real, que en las categorías de Peirce correspondería a la primeridad. En
términos de relaciones, la primeridad trata no de lo triádico ni de lo diádico, sino de lo
monádico, de algo en sí mismo sin comparación con otra cosa. Psicológicamente, podemos
experimentar algo al representarlo con el pensamiento (la terceridad), o mediante una reacción
bruta con su existencia fáctica (la segundidad), o al sentirlo (la primeridad). Disfrutar una pieza
musical (sin reflexionar sobre el goce o fijarse en ciertas notas, comparándolas con otras) sería
un ejemplo psicólogo de la primeridad. Peirce lo describe muy bien en la siguiente cita:
“Precede a toda síntesis y a toda diferenciación: no tiene unidad ni partes. No puede pensarse de
manera articulada: afírmenlo, y ya ha perdido su característica inocencia, pues la afirmación
siempre implica una negación de alguna otra cosa. ¡Deténganse a pensarlo y se ha ido! Lo que el
mundo fue para Adán el día que abrió sus ojos ante él, antes de haber hecho distinción alguna o
de haber llegado a ser consciente de su propia existencia, eso es primero . . . Acuérdense sólo de
que toda descripción suya debe ser falsa”.
Incluyo esta cita larga porque nos ayuda entender la noción de lo Real en Lacan. Lo Real es
aquello que no puede ser simbolizado, que no puede ser conocido. Volvamos al ejemplo de la
pieza musical que mencioné antes. Hay un anécdota sobre un compositor famoso, no recuerdo
quien, que invitó a varios amigos a su casa a escuchar una nueva composición. La tocó en el
piano y hubo aplausos y una amiga dijo “Maestro, fantástico, pero díganos, ¿qué significa?” Sin
decir palabra alguna, volvió al piano a tocar toda la pieza nuevamente. El significado de la pieza
es su ejecución, es la emoción que crea en el oyente. Si hubiera abierto la boca para decirle con
símbolos de qué se trataba, el objeto de sus símbolos no habría sido la pieza musical en sí, ya
que, cómo dijo Peirce: “¡Deténganse a pensarlo y se ha ido!”. Conocemos el mundo no
directamente, sino sólo por mediación de los símbolos, cómo una representación. Lo Real es el
mundo antes de que sea trinchado por el lenguaje.
Entonces, si es imposible conocer lo Real, si estamos atrapados en el orden simbólico ¿por qué
le interesa a Lacan? Porque los dos órdenes están íntimamente relacionados. Aun cuando
nuestra experiencia del mundo sea simbólica, representativa, no somos simplemente robots
siguiendo su programación simbólica. Un robot nunca puede tener una experiencia de lo Real
más allá de su esquema representacional, pero nosotros sí. Lo Real irrumpe en nuestra
experiencia al trabar el funcionamiento normal de la maquinaria simbólica. Para Lacan, esa
experiencia es una trauma. ¿Cuál sería un ejemplo de eso?
Todo el planeta en este momento está viviendo semejante trauma. Me refiero a la pandemia del
coronavirus. Por un lado, experimentamos la pandemia de manera simbólica. Algunos la
representan como algo ingeniado por la CIA, otros cómo consecuencia de la globalización
capitalista que destruye los ecosistemas, otros cómo un complot de la industria farmacológica, y
otros como un pretextos por gobiernos para controlar a la población. Al margen de estas
representaciones, los efectos de la pandemia siguen dándose. En los noticieros, he visto que
comentan que la gente ya tiene fatiga del virus, está cansada, sin embargo, dicen, el virus no. El
virus no respeta nuestra simbolización de él. Su bruta perseverancia es una irrupción de lo Real
en nuestra experiencia.
El académico lacaniano Tony Myers ha descrito la relación entre lo Real y lo Simbólico de
forma muy llamativa. Cómo hemos visto, los símbolos captan sólo fragmentos de lo Real, pero
no su totalidad. Pero si lo Simbólico pudiera captar lo Real directamente, entonces nosotros
como sujetos desapareceríamos. ¿Por qué? Pues, si captáramos completamente el mundo tal
cómo es, si todo significante se emparejara perfectamente con cada significado, entonces no
habría una cadena significante. Sólo habría el orden Simbólico en una correspondencia perfecta
con lo Real. Lo que nos hace sujetos es la cadena significante y las decisiones e interpretaciones
que hacemos al respecto, de modo que si la cadena significante desaparece, si nuestros símbolos
enganchan perfectamente con lo Real, entonces ya no seríamos sujetos. Seríamos cómo ese robot
que mencioné, siguiendo ciegamente los dictados del orden Simbólico.
El otro día, estaba leyendo Diferencia y repetición de Gilles Deleuze. En el comienzo del
quinto capítulo dice algo que refleja muy bien lo que acabamos de comentar. Dice: “Es muy
cierto que Dios hace el mundo calculando, pero esos cálculos nunca son exactos, y esa
inexactitud en el resultado, esa irreductible desigualdad es la que forma la condición del
mundo. El mundo ‘se hace’ mientras Dios calcula, no habría mundo si el cálculo fuera exacto”.
Bonito ¿no? Pues ya hemos hablado mucho de Lacan. Esto, junto con lo que comentamos
sobre Hegel y Marx, nos va a ayudar a comprender el interesante libro de Zizek - El sublime
objeto de la ideología - tema del proximo vídeo.

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