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III. Sociología del conocimiento e ideología
El concepto de ideología es, en opinión del autor, uno de los más ricos que ha
introducido Marx. Pero es también muy oscuro. Para comprenderlo bien se hacen unas
consideraciones preliminares:
2. Pero, según Lefebvre, esta definición extremista está sacada fuera de contexto. En
La Ideología alemana, Marx corrige esta unilateralidad, y da al término una entidad más
positiva: es una teoría que ignora sus propios presupuestos, que no se relacionan con la
acción; o también, una teoría que generaliza el interés particular de una clase. Ahora ya la
explicación es más sociológica: no es que un secreto determinismo fuerce el pensamiento a
diferir de la vida, sino que es la división del trabajo, a través del lenguaje, lo que causa la
ideología. Lefebvre explica estas afirmaciones con más detalle: el hombre tiene conciencia.
En esto, concede, los filósofos han acertado. Pero esa conciencia -y aquí ya no han sabido
ver el problema- no puede concebirse como pura y aislada: está en relación con sus objetos,
con lo que no es conciencia, y no puede ser separada de todo eso. Más aún: «ella (la
conciencia) no puede escapar a una maldición: estar infectada de materia, que se presenta
bajo forma de estratos de aire agitados, de sonidos, en definitiva, de lenguaje. El lenguaje
es tan antiguo como la conciencia. No hay conciencia sin lenguaje, ya que el lenguaje es la
conciencia real práctica, que existe también para los otros hombres, y que por tanto existe
también para el ser que ha llegado ya a la fase consciente. El lenguaje no es solamente el
medio o el instrumento de una conciencia preexistente, descubre Marx. El lenguaje es el
ámbito natural y al mismo tiempo social de la conciencia, su existencia. Nace con la
necesidad de comunicación, como el comercio -en el sentido más amplio de la palabra-
entre los seres humanos. La conciencia, indisolublemente ligada al lenguaje es, por tanto,
obra social» (p. 72).
Por tanto, las ideologías son resultado de la división del trabajo: el conocimiento,
intereses, etc., que surgen de estas actividades parcelarias, son también fragmentarios, pero
el grupo de poder quiere erigirlos en verdad total, para justificar su dominio. Siguiendo a
Marx. y Engels, Lefebvre señala las siguientes características de las ideologías:
d) Tienen un doble carácter: general, abstracto y especulativo, por una parte. Y por
otra, de representación de intereses limitados y particulares.
En un cierto sentido -dice Lefebvre, intentando aclarar estos puntos que él mismo se
da cuenta de que quedan oscuros- la ideología se parece a las representaciones colectivas de
Durkheim y su escuela, con la diferencia de que, para Marx, la ideología no es obra de toda
la sociedad, sino de algunos sujetos. Y además, no actúa presionando desde fuera a cada
individuo, sino persuadiéndole desde dentro, de tal manera que le hace creer que puede
realizarse en ella: y él se entrega a la ideología, alienándose.
Ninguna sociedad se basa sobre la violencia pura y simple. Todas deben obtener un
cierto consensus. Y lo consiguen con la ideología, que exalta la clase dominante (ante sus
propios ojos y los de las demás clases), justifica la situación presente y da una imagen
envilecedora de los dominados, también a sus mismos ojos: les convence de que la
situación presente es el mejor modo de vida.
Pero esta situación no puede durar, «¿por qué? Porque la praxis acaba abriendo
siempre una posibilidad nueva, un futuro. Entonces el consensus obtenido por una
ideología en su época propicia, vigorosa, virulenta, se disgrega. Se disuelve frente a otra
ideología que aporta una crítica de la situación existente y el proyecto de algo nuevo» (p.
82).
No se señala aquí cómo se lleva a cabo este proceso: qué elemento o elementos de la
praxis lo ponen en marcha. Sin duda, esto nos llevaría al núcleo del materialismo histórico,
tema que ya se ha apuntado, y que Lefebvre abordará sobre todo en el último capítulo.
Una afirmación histórica de tal envergadura parece que debería requerir alguna
justificación, ya que no es fácil encontrar una demostración, pero Lefebvre no se detiene en
esto, y continúa su argumentación: ya que la religión es el prototipo de las ideologías, de su
examen se pueden extraer tres rasgos sociológicos, que convengan a toda ideología.
las cosas producidas por el hombre, quedan velados en el seno de la trascendencia, es decir,
en el seno de una negación de esos significados, justificando la apropiación de los
productos y de los medios de producción por la clase dominante. Nuevamente Lefebvre
acaba uniendo religión y opresión.
e) También la filosofía 1 segundo tipo de ideologías tiene para el autor estos mismos
caracteres señalados ya en la religión, aunque -a diferencia de ésta- la filosofía lleva en sí
un principio de superación y, además, cuando se disgrega, deja algunos elementos válidos
que se transmiten a la praxis.
Es necesario, para Lefebvre, que haya error: porque no se puede conocer con certeza,
si no hay una base adecuada; y mientras la actividad intelectual se dé separada del trabajo
productivo, será una actividad mutilada incapaz de llevar a un conocimiento verdadero.
Esta es, en síntesis, la idea que se expone en los párrafos anteriores, siguiendo a Marx Junto
a algunas cuestiones de fondo, que permanecen oscuras, el lector queda con nuevas dudas:
¿cuál es la base adecuada para que pueda darse un conocimiento verdadero, y porqué es
ésa? ¿Por qué razón no se puede aplicar al marxismo -a la obra entera de Marx, y a la de
todos los intelectuales marxistas (Lefebvre incluido)- esta crítica, y considerar el marxismo
como pura ideología? Algunos autores (Mannheim, por ej.) han hecho esta crítica al
marxismo, y podría esperarse que Lefebvre saliera al paso de estas observaciones, pero al
parecer no lo ha considerado necesario.
«Una sociología que se inspire en el marxismo puede examinar las relaciones entre
estos términos mal distinguidos: la ideología y el conocimiento, la utopía y la previsión*
del porvenir, la poesía y los mitos. La sociología debe volver a realizar este examen crítico,
ya que las constelaciones cambian incesantemente. El sociólogo descubre aquí un tema de