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Importancia socio-económica
Como lo anota la exposición de motivos de nuestra ley del 60, la propiedad horizontal tiende a
solucionar el problema de la vivienda, ya que permite la construcción de grandes edificios que
aprovechan mejor el espacio y pueden hacer más baratas las casas. Un mismo suelo sirve para
muchos, y ahora, en las grandes ciudades el terreno se cotiza en sumas fabulosas.
Los edificios altos favorecen una mayor densidad urbana con el consiguiente ahorro de gastos
de urbanización. Ciudades excesivamente grandes en proporción a su población resultan
antieconómicas.
En cambio, se ha objetado que la división de casas por pisos podría dificultar la movilidad
económica de la propiedad raíz. Pero la práctica ha demostrado precisamente lo contrario,
como observa Batle, tratadista español que ha estudiado ampliamente el fenómeno; resulta que
la habitación se ha vuelto más asequible para un mayor número de personas por
el costo reducido y las facilidades crediticias que permite la propiedad horizontal en las
legislaciones que la regulan.
Las relaciones más íntimas de convivencia y vecindad que impone este sistema de propiedad,
suponen un elevado nivel de virtudes cívicas, pero también las exigencias mismas de ellas,
fomentan esas virtudes sociales.
Naturaleza jurídica
El punto es muy debatido tanto en el plano teórico y de derecho comparado, como en la
exégesis positiva de las leyes de cada país.
Hay que partir del concepto de propiedad horizontal y de sus características fundamentales
para llegar a una determinación de su naturaleza jurídica. Así, habrá que convenir en que se
trata de una propiedad muy especial o modificada por la conjunción con otros factores
jurídicos. No hay en ella una libertad de disposición total, sino condicionada al objeto propio
del piso, y al interés de los demás propietarios del edificio; tampoco hay libre división, porque
las partes comunes siguen como accesorias de lo principal que está constituido por los
apartamentos de cada uno; el uso del propietario o del inquilino etc., está igualmente
condicionado al interés colectivo; no se sigue la regla de la accesión de la edificación al suelo;
no da derecho de dominio sobre el subsuelo ni sobre el espacio superior; adquieren en ella
mayor intensidad los problemas de vecindad y exigen una prolija regulación que debe
reglamentarse.
De esta sintética descripción se deduce que fácilmente se pueden hallar analogías con otras
figuras jurídicas, pero al mismo tiempo, no se puede encuadrar plenamente en ninguna de ellas
el régimen de propiedad por pisos.
He aquí las principales tendencias al respecto:
a) La identificación con las servidumbres. Esta doctrina inspiró el Código Napoleón y
el de Andrés Bello. Una objeción fundamental se puede hacer: no cabe servidumbre sobre
cosas propias.
b) Que se trata de una forma de derecho de superficie. Esta tendencia se sigue en
los países germanos, aunque algunos autores señalan sus graves deficiencias, por ejemplo
Hedemann, ya que el dueño del suelo no lo es del subsuelo; y nos hallamos ante algo mucho
más complejo que una simple edificación en suelo ajeno.
c) Sociedad. En Inglaterra y Estados Unidos, países en los que el concepto de
asociación y de sociedad tienen gran amplitud y variedad muy rica de formas, se procura
englobar también la propiedad horizontal en ese esquema, y efectivamente sirve para
explicar la organización de los aspectos administrativos del edificio, mas no es suficiente
para justificar otros puntos aún más importantes: constitución, enajenación, etc.
d) Condominio de indivisión forzosa. Ciertamente una parte de la realidad
jurídica se explica con esta fórmula, pero no abarca toda la complejidad del fenómeno. Con
acierto señala Albadalejo, que son aplicables supletoriamente las normas de la copropiedad,
pero esto se refiere evidentemente sólo a la parte común, más no a la privativa de cada
propietario, ni a las relaciones de índole social. El concepto de copropiedad domina en
muchos autores belgas, italianos y españoles.
e) La naturaleza jurídica propia de una entidad mixta: propiedad y condominio,
siendo lo principal lo individual y accesorio lo común. Este concepto es el que tiende a
imponerse y el que parece más acertado.
Castán recoge y aprueba la opinión de Batle de que en la propiedad por pisos existe
una comunidad de ciertos elementos, pero sobre la casa entera no hay comunidad, sino una
simple concurrencia de propietarios, que no es lo mismo, y por tanto nos hallamos ante una
institución de carácter complejo. Concluye este mismo autor que en la nueva ley española del
año 1960, se da una mezcla de propiedad exclusiva (sobre cada piso) y de copropiedad (sobre
los elementos comunes), en la cual combinación tiene cierto predominio el derecho de
propiedad del piso o departamento, considerado como sustantivo e independiente. También
Arroyo del Río aceptaba la tesis de que la propiedad horizontal tiene carácter mixto y por
tanto se diferencia de una simple comunidad. Pescio, precisa aún más, diciendo que la
propiedad horizontal es una especie del género comunidad: es una forma de la copropiedad y,
según el Profesor Butera, presenta una característica muy peculiar: es la síntesis de una cosa
principal dividida y una cosa accesoria indispensablemente común. En las demás figuras de la
comunidad, la comunión recae sobre lo principal; en la propiedad horizontal, recae sobre lo
accesorio. Y una particularidad más: la comunión de lo accesorio es necesaria; el acto
dispositivo sobre lo principal se extiende de pleno derecho, al accesorio correspondiente.