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Revisión bibliográfica:
Rubén Núñez Vega.
Diagramación textos:
Mariana Torres Barahona.
Diseño:
Carla Borneck.
Este libro es una investigación que duró dos años y que se desarrolló en el
Taller de Patrimonio Escolar de la Escuela Proyecto de Futuro, de la comuna
Paillaco, ubicada en la XIV región de Los Ríos, para conmemorar sus cien años
de existencia y compartir con la comunidad las memorias de distintas personas
que vivieron o viven parte de su vida en esta escuela.
La escuela comienza en el año 1918, con toda una tradición de historia oral.
Hoy en día, cuando las comunidades van madurando, se hace necesario dejar
registro escrito de las vivencias que han ocurrido dentro de este espacio de tanto
crecimiento cognitivo y valórico.
Quiero dar gracias a las personas que han sido parte de esta historia, a las personas
que han colaborado con un grano de arena en la vida de tantos estudiantes.
Agradecer a los profesores, a los equipos directivos, a los asistentes, a los
apoderados y a todo el personal que ha forjado esta escuela a lo largo de sus 100
años y que han confiado en esta comunidad educativa.
También debemos dar gracias a las personas que han recopilado estos testimonios,
principalmente a Mariana Torres y Rubén Núñez y a todos los alumnos del
Taller de Patrimonio escolar durante los años 2017 y 2018, que en conjunto han
elaborado este libro. Esta acción es muy relevante, porque esta historia escrita va
a ser incorporada a los procesos de enseñanza dentro de la escuela. Esperamos que
este libro sea parte importante para la historia de Paillaco y que sea compartido
en nuestras unidades curriculares, para el trabajo de la identidad, el Patrimonio y
el afecto por nuestro territorio.
Agradecer también a las personas que han confiado en este trabajo. A todos los que
han colaborado con entrevistas, han prestado fotografías, han dado documentos,
que nos permiten reconstruir a través de la historia oral parte de la gran cantidad
de generaciones que se vinculan a nuestra comunidad.
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Para el año 1902, “Washington Bannen presentó una estadística bastante desoladora:
había en Chile 675.000 niños en estado de recibir educación escolar y sólo asistían a
las escuelas públicas y privadas 121.000; por lo tanto, quedaba sin educación el 83%
de la población en estado de recibirla…” (De Ramón, 2003, pág. 106). A pesar de estas
estadísticas, es a partir del gobierno de José Manuel Balmaceda, con su proyecto de
modernización del país, cuando el sistema educativo comienza a tener mayor cobertura,
apoyado por la Iglesia Católica.
Respecto del proceso de colonización en las zonas aledañas a Paillaco, ya sea Río Bueno
y Valdivia, “el gobierno de Chile había dictado en 1845 una ley de colonización que
regulaba la instalación de los colonos nacionales o extranjeros (…) Luego en 1850, el
gobierno designó agente de colonización, en Valdivia, a Vicente Pérez Rosales…” (De
Ramón, 2003, pág. 87).
Hacia 1875, “entre Valdivia y Puerto Montt había 4.256 personas de origen alemán...”
(De Ramón, 2003, pág. 87). Esto demuestra las políticas aplicadas por parte de los
agentes burocráticos del Estado, fomentando la inmigración, para potenciar el modelo
de desarrollo que se quería imponer en la zona. Esta idea de modernizar, es contraria al
pensamiento indígena Mapuche-Huilliche, que vela por la protección y conservación
del medio ambiente. En consecuencia, desde mediados del siglo XIX, comienza a ser
notorio el cambio en el uso del suelo, siendo visto como un medio de explotación para la
obtención de recursos económicos.
“La importancia que en Chile tiene para el progreso y desarrollo del país, la
cuestión de la construcción y administración de los ferrocarriles del Estado,
y de aquéllos de empresas particulares, me ha preocupado vivamente, y he
aprovechado parte del tiempo que he permanecido en esta Legación, como V.
S. sabe, en hacer un estudio á fondo del asunto, para presentar al Gobierno la
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Fuente: Ross, Agustín, Memorias sobre los Ferrocarriles de Chile, Imprimerie Paul
Dupont, Paris, 1892, p. 26
“El tramo de 119 kilómetros entre Antilhue y Osorno, se inició desde Osorno hacia
el norte, quedando terminado en 1895 hasta Pichi Ropulli y en mayo de 1902 hasta
Antilhue, a orillas del río Calle-Calle. El tramo de 114 kms. que quedaba entre
Pitrufquén y Antilhue, fue contratado posteriormente y vino a ser terminado en
septiembre de 1907…” (Alliende, 1993, pág. 161). De este modo, hacia 1913, queda
concluida la construcción ferroviaria de 1.198 kms. longitudinales, para circulación de
aproximadamente 600 locomotoras que conectan nuestro país, pasando a ser Pichirropulli
y Paillaco, protagonistas de este proceso, haciéndose fundamental poseer educación para
la población que migra a esta zona tan austral del país.
Cuadro 1: Se muestran las redes ferroviarias hacia 1901, donde la ruta que conecta
Paillaco con Valdivia y Osorno, está en proceso de construcción. Este cuadro, registra
de manera global la relevancia que otorga el Estado chileno a la construcción de líneas
ferroviarias.
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Fuente: Caracterización del patrimonio ferroviario de la Región de Los Ríos, Consejo nacional de
la cultura y las artes, 2015, p. 15.
La gran pregunta es: ¿Qué relación tiene nuestra escuela con el proceso de modernización
de Chile, entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX? Existe una necesidad por
parte del Estado chileno de instruir a la población y tener personas con cierto nivel
cultural, aptos para desempeñar rubros que posibiliten el desarrollo económico del
país. De este modo, se crean diversas escuelas en el sur de Chile, claramente con poca
cobertura poblacional, pero que irán incrementando paulatinamente en el transcurso
de las décadas. Gracias a estas nuevas vías de comunicación, el Estado chileno busca
conectar nuestro país, dando sentido a través del sistema educativo formal. Dentro de los
aspectos fundamentales de este sistema educativo está la “la expresión de la civilización
y el artífice natural de la construcción de ciudadanía…” (Orellana, 2009, pág. 23).
Cabe destacar que se fundara una escuela femenina en Paillaco, no es algo fortuito, sino
que “hay consenso en que en Latinoamérica y en Chile, los nuevos Estados nacionales
necesitaban legitimarse, desarrollar identidad nacional y construir ciudadanía, procesos
político-culturales que tenían a la escolarización como principal instrumento. Para
tener un sistema escolar eficaz, debían hacer por sí mismos el esfuerzo de configurarlo.
En ese esfuerzo, el naciente sistema de enseñanza en Chile, reprodujo muchos de los
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Dentro del sistema educativo, se buscaba impulsar ciertos aspectos de la vida del
ciudadano, como por ejemplo, manuales de higiene y salud, entregados desde 1910 en
las escuelas. También es común la entrega de silabarios, para la enseñanza de la lectura
y la escritura. Además, se inculcan los símbolos patrios, principios y valores para vivir
en ciudadanía, respetando nuestro entorno escolar y familiar, sumado a la celebración de
efemérides patrias como el 18 de septiembre y el Combate Naval de Iquique (el 21 de
mayo). Todo esto, va generando un nuevo sentimiento nacionalista, inculcado desde el
sistema educativo.
Fuente: María Isabel Orellana, Cultura, ciudadanía y sistema educativo: cuando la escuela adoctrina,
Santiago, Chile, LOM Ediciones, 2009.
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Fuente: Exposición Retrospectiva de la Enseñanza (1541 – 1941), en María Isabel Orellana, Cultura,
ciudadanía y sistema educativo: cuando la escuela adoctrina, Santiago, Chile, LOM Ediciones, 2009
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Fuente: Arturo Mancilla, Antecedentes para una historia de la educación primaria en Chile. Siglos XIX
y comienzos del XX, tesis para optar al grado de Magister en Historia, Universidad de Chile, 2005, p.
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Para concluir, a través de las diversas fuentes recopiladas, nos podemos dar cuenta que
la fundación de la Escuela N°11 no es un hecho aislado en la extensa historia de nuestro
país, sino que es un proyecto que nace con la finalidad de instruir a los ciudadanos,
dándoles herramientas como la posibilidad de aprender a leer y escribir; inculcar el
sentimiento de ‘ser chileno’, fomentados por el reconocimiento a nuestros símbolos
patrios; instrucción sobre algunos oficios domésticos para las mujeres y agrícolas para el
desarrollo económico del país; entre otros aspectos que trascienden hasta nuestros días.
La historia de nuestra escuela, está marcada por la influencia del contexto nacional, es
por ello que, cada persona que pasó por este establecimiento educativo, se constituye
como un aporte para la construcción de nuestro sistema educativo del país.
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La Escuela Proyecto de Futuro, fue fundada en 1918, siendo uno de los primeros
establecimientos educacionales de la comuna de Paillaco. Desde 1918 a 1940 no existen
registros de su labor educativa, los archivos de aquel período se perdieron en algún
lugar o edificio donde funcionó. Sabemos que, en 1940 funcionó bajo la dirección de
Eudomilia Castro del Río, ejerciendo también como docentes Teresa Paredes Cárdenas y
Tegualda Moreno Alegría, entre otras. Así, comienza a escribirse la historia.
En 1971 la población aumenta debido a la reforma agraria y la matrícula crece año tras
año, también la dotación docente. En 1975 se crea el primer Kínder, a cargo de Verónica
Yunger. Durante 1979 se clasifican las escuelas del país de acuerdo al número de
matrícula y la Escuela de Niñas N° 11 pasa a llamarse Escuela D-287, con una matrícula
de 1000 alumnos. Este mismo año se crea el segundo Kínder.
A comienzos de la década de los ’90, por concurso interno, pasó a llamarse Escuela
Proyecto de Futuro y, entre 1996 y 2001, fue reconocida por el Sistema Nacional de
Evaluación de Desempeño (SNED) como ‘Destacada’, obteniendo por seis años el
premio de Excelencia Académica.
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Mi Escuela PDF,
Matilde Buenotripay Parra.
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“Don Juan Epuyao estuvo como director hasta el año 2006. Como director venía desde
La Unión y de ahí lo trasladaron a Paillaco. En sus inicios, era la Escuela de Niñas y,
posteriormente, la Escuela Proyecto de Futuro. Siempre se estaba para todos los eventos,
colaborando, ayudando. Había una relación cercana con la comunidad, no sólo por el
quehacer educativo, sino también en el quehacer social y de apoyo en el desarrollo de
Paillaco…”
“Dentro de la importancia de la escuela para Paillaco hay que considerar que es una de
las más antiguas de la comuna, además era una escuela de mujeres. Siempre ha sido
reconocida a nivel regional. Tú llegas a esta escuela y es imposible no comprometerse…”
“En ese galpón, cuando era la Escuela de Niñas, se hacía un gimnasio dentro de la
misma sala. El polvo era terrible. Yo ahora veo a los profesores trabajar y digo: ‘Ustedes
nacieron parados’…”
“En la Escuela N°11 éramos una familia. Ahí aprendimos a cocinar, a tejer, a copuchar.
Mis tres hijos estudiaron en esta escuela y dos de ellas son profesoras y toda mi familia,
las hermanas de mi mamá, son profesoras. Trabajé 44 años en la escuela, igual que mi
madre. Me jubilé el año 2009. Cuando llegué a trabajar a la escuela empecé con 4° año
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“Tengo muy lindos recuerdos de la Escuela de Mujeres, ahí estuve hasta 6° año. Yo venía
del campo hacia Paillaco. Era como una huasita, media callada, muy reservada y tímida.
Acá aprendí muchas cosas, principalmente de Historia. Me gustaba mucho, igual que
dibujar. Mi profesora se llamaba Rosalía Ojeda, muy buena profesora. Muy amorosa, me
enseñó muchos hábitos. El ambiente en la escuela era muy ordenado, no había peleas.
Lo lindo es que este trabajo de educar que tomó la escuela, y que empezó hace 100
años, es un trabajo hermoso, porque antes no teníamos esto, teníamos hasta vergüenza
de hablar. Gracias a los profesores, nos pudimos desenvolver. Los estudios, como la
universidad, era para los ricos. Ahora es para todos…”
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Querida escuela
En tu patio jugamos
Y en tus aulas nos educamos.
Mi escuela,
Daira Vidal Troncoso.
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“Nos decían ‘no salgan al patio, porque no está pavimentado’ y nosotras las desobedientes
igual salíamos. Chapoteábamos en el agua y me acuerdo que en muchas ocasiones me
devolvieron a mi casa con mi delantal blanco todo lleno de barro. La profesora me retaba
con la varilla y después mi mamá seguía en la casa…”
“Una vez hicimos un desorden en la sala. Como juego, hicimos un casamiento. Nosotras
nos pintamos las uñas y me acuerdo que después nos sacaron la pintura con hoja de
afeitar. Nos pintamos porque nosotras éramos las invitadas a la fiesta. Teníamos como
nueve años. Algunas vestidas de hombre, de cura. Había un gran desorden y nos dieron
un varillazo a cada una.
Otra vez venía descalza atravesando mi casa. Yo vivía en Vicuña Mackenna, al ladito de
la plaza. Iba corriendo y había una cuncuna colorada tan grande y, de casualidad, la piso.
La cuncuna me llenó el pie de espinas, se me hinchó el pie y se me hizo tremenda roncha.
Mi mamá me tuvo que castigar, porque de juego íbamos descalzos a la escuela…”
“Nací prácticamente en la Escuela N°11, porque mi mamá trabajó durante 44 años y ella
me llevaba. Los patios y los juegos los viví en la escuela, que era como mi casa. Después,
estudié en la Escuela Normal de Angol y luego me vine a trabajar a la escuela que se
llamaba D-287 y que hoy es la Escuela Proyecto de Futuro.
Cuando chica me gustaba mucho Castellano, Lenguaje como le dicen hoy. En esa época
éramos tan inocentonas que ni siquiera copiábamos. Los castigos eran severos cuando no
cumplíamos con nuestros deberes: un tirón de oreja, un tirón de pelo, con la regla. Éramos
muy sanas, no pensábamos en el pololeo, no conocíamos la televisión. Los romances
eran intercambiarse papeles de una escuela a otra. Me acuerdo que una compañera de
curso, me dijo que su hermano estaba enamorado de mí y que él había escrito mi nombre
en esas casetas que eran baño. Yo me sentí tan orgullosa…”
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“¿Cómo eran los remediales?, ¿golpes? Sí, antes eso ocurría frecuentemente. Yo antes
creía que debíamos respetarnos, pero con la visión de antes, como 40 o 50 años atrás, la
disciplina era muy distinta. Es real que en la escuela le pegaban a uno. Cuando volvías a
la casa te volvían a dar la misma, porque los padres no querían que los niños se portaran
mal. Cuando le decían que su hijo se portó mal en la casa, le sacaban la mugre. Si
trasladamos esta realidad a 40 años atrás, el grado de violencia que hay ahora…no estaba
dada la violencia que hay en día, no estaba porque la disciplina era más rigurosa…”
“Yo no soy un ogro, yo lo único que hacía es que les tiraba las patillas. Pero a nadie le tiré
las patillas de puro gusto, siempre fue por un sermón: ‘te voy a tirar las patillas por esto,
por esto y por esto. Ahora, si no quieres que te tire las patillas, llamo a tu apoderado’. Y
nunca querían que llamáramos al apoderado…”
“Recuerdo que cuando tenía diez años, más o menos, en una mañana que debe haber
sido de invierno -porque nos levantamos aún de noche- mis amigos del pasaje donde
yo vivía, iban de casa en casa pasándose a buscar para irnos juntos a nuestra Escuela
D-287. En aquel entonces, no existía el furgón escolar ni tampoco era habitual que los
papás nos fuesen a dejar al colegio. En fin, eran otros tiempos y para nadie era extraño
que los niños caminaran solos por las calles de madrugada, en dirección a su escuela. No
era lejos, no atravesaba campos ni cercos, como otros compañeros a los que recuerdo,
que hasta ordeñaban las vacas antes de ir a la escuela. Pero ese día de mañana oscura,
fue particular, porque me desperté muy apurada. Mi hermana mayor ya había insistido en
que me levantara, por lo menos dos veces, y cuando escuché que se acercaban las voces
alegres de mis amigos, que ya pronto pasaban por mi puerta, de un salto bajé de la cama
y me puse mi jumper y mis zapatos, una lavada poca de cara y ya estaba alcanzando al
grupo con los que recorríamos el trayecto de cinco cuadras, que separaban mi casa de
la Escuela. Y allá estaba sentada la tía Paty contenta, alegre como siempre, abriendo
su libro de clases y pasando lista. En ese instante, miré hacia abajo y se me paró el
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Mi escuela es linda
Y entretenida,
Como todos los días.
Mi escuela es entretenida
Entregando sabiduría
Y también alegría.
Mi Escuela PDF,
Florencia Araneda Naegel.
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Otros recuerdos que tengo: es que las clases empezaban en marzo y yo me casé en febrero
y todos me querían ayudar para que me casara en la escuela. También nos reunimos en
grupo para juntar cuotas y salir a conocer la región, gracias a don Jaime Olivares que
tenía furgones escolares en Valdivia. Nosotros le pagábamos la bencina y paseábamos…”
“Mi sueño era ser profesor, pero a veces las condiciones económicas no favorecen. A
pesar de eso, tuve la posibilidad de enseñarle a dos niños a leer y escribir. Yo era sordo,
pero algo escuchaba. Y mi profesora de básica María Inés Montecinos le dijo a mi mamá:
‘Yo le voy a enseñar a hablar más que un loro, a que se desarrolle bien’. Y gracias a todo
ese esfuerzo soy lo que soy ahora. Tuve varias instancias de participar en concursos de
poesía a nivel nacional. Participé igual en radio. Ahí descubrí que todo el esfuerzo de la
profesora valió la pena…”
“Llegué a la comuna de Paillaco en el año 1973 y me fui a trabajar al campo, a una escuela
rural a 25 kms. de Paillaco urbano, camino a Futrono antiguo, cerca de Santa Filomena.
Ese sector se llamaba La Serena. Ahí construimos la escuela, porque no había, ya que
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Cuando llegué a la escuela el año 1978, el país estaba pasando por una crisis económica
significativa. Por el Golpe Militar y la situación política que se veía en el país, se vivió
un período de mucha escasez, donde la gente, las familias, tenían muy poco en sus
despensas. Por lo tanto, la Escuela vivió un período de mucha ayuda para los estudiantes.
Lo que más recuerdo en el tiempo en que llegué a la escuela, es que la junta de ayuda si
bien existía, la cantidad de alumnos que atendía sería el 10% de lo que hoy atiende. El
resto lo hacían los apoderados de esta escuela, han desplegado una gran labor de realizar
beneficios para la adquisición de alimentos y en las actividades de aniversario de la
comuna. Todo el año se entregaba alimentación a una cantidad importante de alumnos,
con recursos que eran procedente de los padres y apoderados.
Una de las cosas que más impactaba al llegar a la escuela, era el trabajo de los padres
y apoderados, eso era muy notorio. La solidaridad y el sentido de pertenencia. De los
años que yo estuve, de los 70’ y los años 80’, al principio del año se organizaba una rifa
que fue característica por 20 años o un poco más. En esa rifa podíamos reunir entre 5 o
7 millones de pesos y, con eso, se compraban: todas las hojas para el mimeógrafo de la
escuela o los equipos de multicopiados para todo el año, todos los plumones, las tintas
para la escuela y muchas cosas. La escuela se auto financiaba con esos recursos. Siempre
estuvo a la vanguardia en el trabajo y el compromiso del quehacer y eso todo el mundo
lo apoyaba. Decían: ‘Hay que trabajar, porque la escuela tiene que tener sus cosas’.
Recuerdo a niños destacados que fueron excelentes alumnos, con excelente rendimiento.
También hay excelentes personas, gente trabajadora, distinguida, con valores personales
muy correctos. Esos valores son muy importantes, porque tampoco podemos dejar de
mirar a los que no entraron a la universidad, porque también hay gente común que
no tuvo los apoyos necesarios. A lo mejor, porque no tuvo los medios, pero que son
excelentes personas: papás de familia o mamás de familia, hay una cantidad importante
de profesionales que trabajan en la escuela, que ayer fueron alumnos de la escuela…”
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“Me interesé por la Educación Diferencial porque yo decía: ‘Tiene que haber un método
para aprender’. Me preocupaban los chicos. Antes les decían que eran flojos. Entonces
me dije ‘tiene que haber algo, cómo no van a poder atender estos chicos’. Igual les
enseñé a leer a todos. Un día, una de las chicas con parálisis aprendió a andar. El doctor
dijo: ‘¡Sácale las muletas, esa es tu misión!’. Ahí yo no dejaba entrar a la mamá a la
sala, porque le daba susto que se cayera. Hasta que aprendió a caminar y llorábamos de
felicidad. Un día llegó una chica muy grande y muy linda, que me dijo: ‘Soy la Alejandra,
usted me enseñó a andar’. La mamá estaba al lado y me abrazaba. Estaba muy bien…”
“En el año 2009, cierto día un perrito fue atropellado frente a la entrada de nuestra
Escuela; le prestaron auxilio don Guido Filún, los asistentes Sebastián Riffo y Óscar
Quezada. Fue llevado a la veterinaria en donde fue examinado, vacunado y con
indicaciones médicas. Desde ese momento se llamó: ‘Futuro.’
También era un perro muy enamorado, por lo que a veces se desaparecía unos días.
Finalmente, cierto día, Futuro no volvió más…”
“Yo estudié en este colegio, salí el año 1973. El Golpe Militar nos pilló celebrando el
día del Profesor. En ese entonces mi profesora jefa era María Inés Montecinos, que la
recordamos con mucho cariño. Nos protegía mucho. Cuando hacíamos fiestas con los
chicos de la otra escuela y la profesora nos acompañaba.
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En la comisión estaba don Juan Epuyao, Santiago Santana y Marta Hermosilla. Cuando
me hicieron la entrevista, me preguntaban cómo trabajaría con un profesor, un apoderado,
un alumno en casos problemáticos. Yo les respondí todas las situaciones.
Esta es una escuela unificadora, integradora. Vi estos valores como estudiante y como
funcionaria. Esta escuela me dio todo lo que soy ahora, he dedicado mi vida a la
educación. Agradezco a todo el cuerpo docente, los asistentes, apoderados y estudiantes
que siempre han sido muy respetuosos.
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Democracia
Esperanza
Felicidad
Unidad
Tranquilidad y
Un futuro de
Respeto y
Orgullo, querida Escuela.
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“Siempre he vivido acá en Paillaco, pero antes vivía en el campo. Yo era de los niños que
caminaba ocho kilómetros en la mañana, ocho kilómetros en la tarde, lloviera o no, todos
los días para llegar a la escuela. Antes no había buses ni furgones. La gente que podía
tenía auto solamente. A veces la gente pasaba al lado tuyo y no te llevaba. Quizás por eso
yo hago lo que hago: trabajo en un bus que transporta a trabajadores de una empresa de
caminos. Yo no los puedo pasar a buscar a su casa, pero si los veo los llevo, porque sé lo
que es caminar y caminar y que nadie te ayude…”
“Fui criada por mi abuelita. Nos costó mucho, porque en los años ‘80 había mucha
cesantía, mucha pobreza. En esos años, mis tres tíos se tuvieron que ir a Argentina a
trabajar. Yo me crié en el campo a la entrada de Paillaco, donde está la línea del tren, al
lado del puente, camino a Pichirropulli. No había nada de luz por allá. Ya con los años
empezaron a poner luz afuera, en las calles.
Una vez, me faltaban los zapatos y no teníamos para comprar. Mi abuelita no tenía
y no podía trabajar, porque ella tenía sus años, así que optamos porque yo trabajara.
Para la semana del 18 de septiembre me puse a trabajar hasta las primeras semanas de
noviembre. Ahí vi al profesor de música Jaime Valenzuela. Él viajaba a Valdivia porque
vivía allá, me fui por ese sector, me vió y me preguntó qué me pasaba, si es que estaba
enferma. Le respondí que estaba trabajando, porque no tenía zapatos. Me dijo que no
podía dejar de estudiar: ‘Estás en 8°año, tienes que licenciarte, no eres una mala alumna,
así que yo voy a hablar con los profesores para que te den trabajos y te evalúen para que
te pongas al día’.
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“Mis alumnos tenían que caminar 17 kms., muchas veces, casi dos horas caminando.
Llegaban mojados, tenía que secarles la ropa o les llevaba la ropa de mis hijos. Cuando
se enfermaba uno, se enfermaban todos. Cuando llegó la Aspirina para niños, que es
dulce, se la di a una niña. Se corrió la voz y se hacían los enfermos para probar la pastilla
que era rica, según ellos.
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De ser
Educado
Feliz de la
Unidad con
Todos y todas con otra
Unidad nueva
Respetuosa y
Organizadora.
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“Yo quería ser profesora. Hay cosas que son vocacionales y creo que la tuve. Aquí trabajé
casi 40 años. Toda la vida en la Proyecto. En esta escuela pasé muchas cosas. Llegaba
muy temprano a la escuela y era la última en irme. Cuando un niño no aprendía a leer,
yo le enseñaba hasta el último, aunque fuera a mi casa en vacaciones a estudiar, porque
mi objetivo era que ese niño no quedara repitiendo y aprendiera en todo momento. De
chiquitita decía que quería ser profesora y, como era la mayor de mis hermanos, yo les
enseñaba a ellos. También por mi mamá, que hacía talleres de manualidades. Y pienso
que esas cosas se van heredando. Me gustó ser profesora y fui feliz. De todo, hacer clases
era mi mundo. Cada niño que le costaba era mi desafío.
Me acuerdo que había un niñito que no lograba su aprendizaje y era inquieto y distraía
demasiado a los otros. Yo me venía a la biblioteca con él y le costaba. Yo dije: ‘este
chiquito tiene que aprender. Con guitarra, con puras letras y canciones le enseñé a leer
y después ya cuando lo logró no hizo más desorden, porque se sentía feliz. Otro chico
que no sabía leer y lo pasaban de curso por edad, porque era más grande que el resto
y era bastante adulto, un día no quiso venir más a clases y yo lo convencí de que era
importante que aprendiera a leer, para escribir y leer cartas de las niñas que le gustaban.
Así pasó el tiempo y un día grita: ‘¡aprendí a leer!’. Llegó hasta la Dirección su grito.
Don Juan Epuyao me pregunta: ‘¿Qué pasó?’ y yo le dije que el niño había gritado de
alegría. Los niños aplaudían.
Muchos ex alumnos te escriben, te pasan a ver a la casa. Una vez, vino uno de Punta
Arenas. Eran las cinco o seis de la mañana. Tocó mi puerta y dijo que quería ver a su
profesora. Otra vez, yo estaba en Neuquén (Argentina) y una niña muy bonita me dice:
‘Tía Juanita, tía Juanita, ¡hola, que alegría!’. Era una ex alumna. Yo le había hecho clases
y ahora era dueña de una boutique en Argentina. Me agradeció que yo le haya enseñado
a bailar cueca, porque ahora va las fondas organizadas por los chilenos allá en Argentina,
participa siempre y ha ganado en varias oportunidades. Otras veces, he ido al banco y me
dan el asiento, porque me reconocen por ser su profesora…”
“Me encantó ser profesora. De hecho, después de que me jubilé, seguí trabajando. Hice
clases en un Programa de Integración Escolar en Los Lagos, Río Bueno y acá en Paillaco,
en otra escuela. Dejé de trabajar porque me dio una enfermedad.
Creo que te marca mucho el profesor que tuviste. A mí me marcó mi profesora de básica,
que era muy completa, traté de imitarla en todo. Ella me enseñó a no quedarme callada,
porque si tú actúas con respeto y buenos argumentos, no hay porqué callar.
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Un día me fui a pelear con el alcalde, porque no tenía sala en nuestra escuela para
enseñarles a los niños y tenía que ir a la Escuela de Hombres. Una vez, empezó a llover
mucho y se nos calló el cañón de la sala y yo con todos mis cabritos juntitos, muertos
de frío. Ahí me dije: ‘Qué tengo que estar leseando aquí, si hay tanta plata y yo aquí en
esta ruina’. Y le dije a los niños: ‘Se van, salgan’. Fui donde el alcalde y le dije: ‘Yo en
este momento me voy, porque no tengo ni un mísero calentador en la sala’. Y él me dijo:
‘Anda a decirle a tu director, si yo no soy tu director’. Era don Juan, que en un comienzo
no le gustó mucho la Educación Diferencial. Pero después sí, le gustó. Le digo: ‘don
Juan, estoy en paro’. ‘¿Tú sola?’ -me pregunta-. ‘Si, yo sola’ -le respondo-. Todo esto
en pleno Régimen Militar. Yo pensé que me iban a llevar presa. Fui nuevamente a una
reunión con el alcalde y le dije: ‘Llevo cinco años trabajando de Educadora Diferencial
en esta comuna, con niños con problemas de aprendizaje. No tengo sala y la sala que me
prestan no tiene fuego. Estamos entumidos con los niños y hoy decidí no trabajar más’.
‘No tenía idea’ –dijo el alcalde– ‘llamaré al DAEM para pedir que compren urgente un
calentador’. La jefa del DAEM me compró un calentador que no calentaba, alumbraba
nomás, eran unas barritas. Me fui a la municipalidad a pelear otra vez. Finalmente me
compraron un calentador grande, creo que don Juan todavía lo tiene. Después de todo
esto, llamaron al jefe de Obras, para buscar un lugar donde me podían hacer una sala,
porque yo dije: ‘¡Si no me hacen la sala, renuncio! Y voy a hacer una carta, la voy a
enviar a todos los diarios contando que soy una profesora de Educación Diferencial que
no tiene sala’. A las 2 de la tarde estaba el constructor de la municipalidad tomando las
medidas en la escuela.
Yo venía a pedir cosas para los niños, porque ellos no pueden pasar frío, ni hambre.
Cuando hicieron la sala, don Juan Epuyao me hizo los bancos, las mesas, todo, y recién
ahí conseguimos 500 mil pesos mensuales para materiales…”
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“De antes, me gustaba la cercanía con los profesores, la capacidad que tenían de ser
profesores y amigos. La mayoría se comportaban como tus papás. Yo era de una familia
que no tuvo muchos recursos y tuve una profesora que fue como una mamá para mí, la
señora María Eugenia Contreras. Cuando me faltaba algo, ella me lo hacía llegar…”
“Nadie daba un peso por mí, por mi sordera. A quién yo rescato es a la señora María Inés
Montecinos, profesora de Educación Diferencial, porque ella logró hacer de este carbón
que no valía nada, un diamante en bruto. A pesar de no tener una profesión establecida,
porque ahora me dedico a la construcción esporádicamente, ella logró sacar de mí el
potencial que quería la escuela: ser una persona. Esa profesora yo la recuerdo mucho.
La forma de enseñar de don Jaime Olivares era muy buena, porque podía pasar cinco
veces la misma lección hasta que nosotros aprendiéramos a pronunciar bien. Tenía
paciencia con nosotros, las clases eran más personalizadas. Nos revisaba y decía: ‘esto
está bien, esto está mal, podrías mejorar de esta manera’. Era como un papá, porque
también era estricto…”
“Soy valdiviana y llegué a la escuela el año ‘82. Vine por un tiempo y me gustó. No me
quise ir. Me sentí muy agradada, hice mis colegas y amigas y los niños me conquistaron.
En ese tiempo, me llamó la atención la buena disciplina y la buena acogida y el espíritu
de superación que tenían los niños.
Hay que reconocer también el rol de los asistentes de la educación y los psicopedagogos.
Algo que quiero destacar es a mi colega Betty Larenas, nosotras llegamos juntas y es una
gran alegría trabajar con ella. Es una amistad de años.
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“Hay varias personas que puedo destacar: la señora Nury Silva, la señora María Eugenia,
don Jaime Olivares que fue un profesor extraordinario, Jaime Valenzuela profesor de
Música, pero que tuvo una pasada muy corta por la escuela.
La señora Nury, que vive aquí al lado, llegó y se especializó en Matemática y trabajó
toda su vida en eso, por lo tanto, logró un nivel importantísimo y significativo como
profesora básica de esa asignatura. La señora Cristina Sáez en Lenguaje, la señora María
Contreras trabajó el área de Ciencias por muchos años, la señora Dorila Isla en Educación
Tecnológica, entre otros. La María Inés Montecinos, la profesora de Educación Especial,
fue una luchadora y siempre se perfeccionaba en la Educación Especial, con la finalidad
de ayudarle a los niños que tenían dificultades por diferentes razones…”
“No recuerdo el año, pero estábamos en el edificio antiguo, ubicado en calle Barros Arana
y el director era don Juan Epuyao. Por calendario semanal, nos correspondía Consejo de
Profesores, de 18:00 a 20:00 horas, y hubo un corte de luz que afectó el sector donde
se ubicaba la escuela D-287, donde trabajábamos. Don Guido Filún, subdirector, salió
rápidamente a comprar velas. Se escuchaban reclamos: ‘¿Cómo vamos a estar haciendo
consejo con velas?’, ‘los únicos lesos van a estar en consejo, todos los demás estarán
en sus casas tomando once’, ‘corten su leseo’. De repente, en medio de la oscuridad, se
escucha una voz: ‘Vámonos todos, nomás’. Más que rápido, tomamos nuestras cositas
y nos fuimos…”
“Era el principio del año ’90, cuando compartíamos el desayuno que nos acogía y nos
preparaba tan cariñosamente María Inés Montecinos, junto a algunos colegas, como:
Jaime Olivares, Lucho Carrasco, Cristina Sáez, entre otros. Cuando, de repente, tocó la
campana y estaban todos los cursos formados y don Juan se encontraba solo haciendo
el turno, mirando desde la galería (ventanal) y empezó a mirar de lejos a la sala en
que nos encontrábamos. Como las cortinas eran transparentes, se dio cuenta de todo el
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“¿Qué hice en el último día de trabajo?: Saqué un poco de cosas que tenía en la escuela,
entregué las llaves y me fui. Y asumió Guido. Yo me había hecho un lavado de cerebro,
me olvidé la parte de Educación, la borré. Terminé mi casa y nos vinimos a vivir aquí. No
he echado de menos nada. Lo único que celebro es que me retiré muy a tiempo, porque
están demasiado complicadas las cosas, el exceso de papeleo para los profesores, entre
otras cosas. Yo soy de la opinión que el profesor que cumple con todo el papeleo, no
alcanza a hacer clases…”
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La escuelita de mi vida
Me hace grato día a día
Y en las mañanas me
Voy con alegría.
Mi Escuela,
Catalina Salgado Pontigo.
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Para que se conozca, la escuela tiene que salir con cosas para la comunidad…”
“Fuerte es el tema, por ejemplo, del atletismo escolar. La escuela tiene niños que han
estado en competencias a nivel regional y, algunos que posteriormente fueron al Liceo,
llegaron a los campeonatos nacionales a competir. Esos recuerdos, lamentablemente no
los tenemos registrados en ninguna parte, porque en el ámbito país no se destacaba
mucho el tema artístico ni lo deportivo...”
“Yo participaba en el Club de Tenis y me invitaron a un evento del club. Como sabía
que no me iban a dejar ir, vine a la escuela, salté la pandereta y fui al torneo de tenis.
Supieron que yo no estaba, le avisaron a mi mamá y a mi hermana y anduvieron como
locos buscándome por todo Paillaco. Y yo, estaba jugando tenis.
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“La ‘Revista de Gimnasia’ fue el nombre con que se denominó a las actividades públicas y sociales destinadas a las
demostraciones de la actividad física. Estas acciones fueron creadas con el fin de incrementar las fuerzas defensivas
del país mediante el desarrollo de las fuerzas físicas y morales que ofrecía la gimnasia, a partir de los círculos
médicos, higienistas, pedagógicos (…) También fueron realizadas por iniciativas de clubes deportivos…”. Fuente:
Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-97435.html
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“Nuestra escuela era famosa por los números artísticos. A mí me gustaba mucho el
Teatro. Hacía mis obras que eran cómicas, cosas del pueblo. Trabajábamos en equipo,
con bailes, música ambiental y varias cosas iban complementando…”
“En 3° o 4° año hacíamos la ´Revista de Gimnasia´. Esto fue como en la década del ‘40.
Yo era flacuchenta antes y jugábamos a la ronda o al ´pescado´. Nos tomábamos de las
manos y me tiraban encima, como era la más flaca…”
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Mi escuela
Es muy popular
Y me gusta estudiar.
Mi escuela,
Nicanor Vásquez Cossio.
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“En el edificio antiguo, no teníamos gimnasio, el comedor era chico, era menos que una
sala, y ahí comían los niños, todos amontonados…”
“Cuando era niña, recuerdo que hacíamos desorden, pero desorden sano. El patio de
nuestra Escuela N°11 estaba separado con una reja chica con la Escuela de Hombres.
Jugábamos al luche, al lazo, a la ronda. En los tiempos que fui profesora, en los recreos
nos arrancábamos a comprar al comercio, hacíamos matute con nuestros colegas y nuestro
jefe se enojaba. En la escuela éramos como una familia, ahí aprendimos a cocinar, a tejer,
a copuchar, pero cuando nos trasladamos al edificio nuevo, de la calle Mac-Iver (la actual
dirección), como que todo se derrumbó. Las colegas nuevas se apartaban y no era lo
mismo que antes…”
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“Una de las razones del cambio de casa de escuela fue por la Jornada Escolar Completa.
Antes teníamos a todos los chiquititos en la tarde y los de 5° a 8° venían en la mañana.
Acá es más moderno, tenemos Sala de Informática, más computadores, la sala para la
Banda, entre otros…”
“La escuela empezó a cambiar, al llegar más personal cuando nos cambiamos al edificio
actual. Ahora somos seis auxiliares. Hay inspectores, más secretarias. Yo hice las oficinas,
algunas divisiones de las paredes, como las del PIE y de la oficina de Convivencia
Escolar, donde está la tía Paty…”
“Cuando estaba en 8° básico inauguramos este nuevo colegio. En esa época, estaba
todo un poco desordenado y había que transportar cosas. Un día, nos quedamos solos
y empezamos a hacer desorden. Cuando viniera el profe, acordamos salir corriendo.
Cuando íbamos corriendo, yo iba mirando el suelo y le di un cabezazo a una ex profesora
y ella se cayó. Chocamos. Pudo haber sido más grave, pero terminó siendo algo cómico...”
Gonzalo Villanueva,
ex estudiante (24 años).
“De todas maneras creo que la escuela es un Patrimonio. Por esta escuela ha pasado un
montón de gente, mucha gente, la escuela se ha cambiado de lugar. Antes estaba cerca
de la plaza y ahora en lo que era el antiguo liceo, pero la escuela sigue guardando las
mismas cosas bonitas que tenía antes, los mismos valores…”
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Poema Centenario,
Brandon Carrasco Esparza y Mauricio Zuazo Beltrán.
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“Para mí, en la escuela uno adquiere conocimiento. La educación, los valores, uno los
recibe en casa y los transmite acá en la escuela. La forma en que se les enseña ahora
a los niños me gusta: más tecnológica, no sólo escribiendo o dibujando como antes.
Se han hecho importantes adelantos aquí en la escuela, para que los estudiantes sean
profesionales y mejores personas…”
“Llegué en 1991 y la primera sala con computadores la hice para hacer Computación.
Eso se hizo en 1992 o 1993. Era la primera escuela en la comuna que tenía sala de
computación, pioneros. Empezamos con un computador en servicio de la UTP. Para
conseguir materiales, se buscaban con el DAEM y el Ministerio y, cuando no se
conseguían con ellos, los autogestionábamos. Este gimnasio no es producto de un
proyecto con el Ministerio de Educación, por ejemplo, esto se impulsó aquí en Paillaco
no más. La estructura la hizo el Soto, de los mayores de la familia, que vive al frente.
Él hizo la estructura metálica. Luego, le pusimos techo al otro año con el Centro de
Padres. Se fue armando por partes. Después, se cerraron las paredes, se empezaron a
hacer bloques de cemento para la pared, para ser rápidos y para el cerco. También ésta
fue la primera escuela que tuvo sillón dental, en el 2010. Los niños que tenían que ir al
dentista y perdían media mañana de escuela, desde esa fecha pudieron ser atendidos aquí
mismo. Para tener un sillón dental hay que tener la autorización sanitaria, no es llegar e
instalar. Hay que lidiar con el Ministerio de Salud para que todo sea legal…”
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“Los computadores que teníamos en el otro colegio eran esos blancos grandes, con
Windows XP o Windows 98. Nos turnábamos una vez al mes para ir a esa sala. Antes,
usábamos la enciclopedia. Ahora Wikipedia y un pantallazo…”
“Cuando trabajaba aquí, enseñaba a cerca de 40 niños, sin asistente. Antes no había
tecnología como hoy. Creo que ahora se está perdiendo el contacto humano entre las
personas, antes había mucho más. La tecnología si bien es buena, complica un poco la
vida, hace que perdamos las comunicaciones y el respeto muchas veces…”
“Antiguamente era todo muy tranquilo, los niños eran muy amorosos, se compartía
mucho, se trabaja más duramente. Ahora no, porque tienen todas las tecnologías”.
“Entre las cosas que se destacan hechas, cuando trabajé con el Centro de Padres, fue la
compra de una fotocopiadora Print Copy -que era la segunda en la región-, la ampliación
del comedor para la comodidad de los niñas y niños, el cierre perimetral de la escuela
y la edificación de la Biblioteca, que en ese momento la escuela no contaba con una.
Fue uno de los grandes logros que ha perdurado hasta estos días. En ese entonces, la
Escuela Proyecto de Futuro funcionaba donde hoy están las oficinas municipales de
Organizaciones Comunitarias. Todo lo que se hizo en ese momento no hubiera sido
posible sin la colaboración de los apoderados y profesores. No quiero dejar pasar la
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Todo el trabajo realizado fue siempre pensando en darle apoyo, seguridad y calidad a
los niños y niñas. Hasta hace poco, siendo presidenta de la Comisión de Educación del
Concejo Municipal, me preocupé por el bienestar, no sólo de los alumnos, sino también
por los docentes, quienes cada día forman personas de bien a través de su enseñanza y
conocimiento...”
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2
Los relatos que se comparten en este capítulo fueron entrevistas o historias compartidas por diferentes personas
de nuestra comunidad educativa, tras un llamado a participar de una recopilación de memorias de Paillaco y nuestra
escuela, que fueron expuestas con una muestra, para conmemorar el Día del Patrimonio Cultural de Chile, en mayo
de 2018.
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La ciencia y la tecnología
en nuestra escuela van de la mano.
El recuerdo del pizarrón y la tiza,
han quedado en el pasado.
Propuesta de himno,
escrita por la ex profesora Graciela Carrillo Ruiz en 1997.
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“Esto pasó cuando fue el aniversario N° 99 de la escuela. En cada curso tenía que
haber una candidata y el curso que tuviera más puntos ganaba y de ahí saldría la Reina,
además cada alianza tenía un color. Yo fui candidata con otro compañero de mi curso
y había muchas actividades entretenidas. Después de haber terminado los concursos,
hicieron una ceremonia para ver qué alianza había ganado. Los candidatos y las reinas
del anterior aniversario tenían que bailar un vals. Al final de la ceremonia dijeron los
lugares. ¡Nuestra alianza había ganado! Fue lo mejor que me había pasado en la escuela,
estaba muy emocionada y nunca lo olvidaré”...
“Cuando era pequeño y estaba en Pre-Kínder, estaba en el baño lavándome los dientes y
me fui a ver TV y apareció una asistente que me asustó. Cerré la puerta y le apreté todos
los dedos. Luego fui al baño rápidamente, cerré la puerta con seguro y me quedé ahí
durante más de 10 Minutos. Estuve en una esquina sin moverme hasta que salí. Después,
llegó la tía y me disculpé por haberle apretado los dedos. Ella me perdonó. Luego, fui a
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“Me acuerdo que cuando iba en Primero básico participaba harto en los actos. Tenía
mucha personalidad, era una persona sociable que compartía mucho con mis compañeros.
Me acuerdo de una anécdota: cuando era más pequeña estuve en un acto de Música,
entonces una amiga dirigía, pero se le olvidó todo y yo empecé a dirigir. Al final, salió
todo muy bonito. Puedo decir que me encanta la escuela en la que estoy, tengo muy
bonitos recuerdos de los años que llevo de estudiante en la Escuela Proyecto de Futuro…”
“Mi mamá cuenta que es casi es una tradición estudiar en la Escuela Proyecto de Futuro:
mi mamá, mi abuelita que se llama María, mi tía Paola y mi tío Chino estudiaron en esta
escuela cuando sus nombres eran otros. Por ejemplo, Escuela de Mujeres cuando estudió
mi abuelita y escuela D-287 después. También estudiaron aquí sus primos, sobrinos y
hoy nosotros, sus hijos. Cuenta que el establecimiento estaba en otra dirección, cerca de
la plaza de Paillaco, y recuerda con mucho orgullo y cariño las impecables actividades.
Como, por ejemplo, las ´Revistas de Gimnasia´ que se presentaban frente a la comunidad.
Sus anécdotas nos hacen reír mucho cuando imaginamos cómo era de niña: una vez en el
recreo, jugando al trencito humano, todos se soltaron y fue a caer donde estaban cortando
la leña y terminó con un inmenso moretón en la pera, o cuando fue a almorzar garbanzos
y dice que la comida venia enlatada y la señora Marta la obligaba a comer y no se podía ir
hasta que terminara, pero como no le gustaba, comenzó a jugar con la comida hasta que
se le enfrió y la tía le rogaba que se la comiera, porque ella se quería ir. Después llegó la
tía Carmencita Coronado y le dijo que la deje ir, porque no le gustaba la comida.
Ella dice que eran más ordenados. Cuando le tocaba de semanera, enceraban, le lavaban
el mantel de la mesa a la tía y le colocaban flores. También en los actos izaban la bandera,
no gritaban y tomaban distancia para evitar el desorden. Recuerda con cariño a sus
directores y profesores, como la tía Ester Calderón, que era viejita pero muy cariñosa
con todos. Edith Cuevas, Jaime Valenzuela que la tenía en el coro, Jaime Olivares que
hacía unos dibujos muy lindos en la clase de inglés, don Gabriel Alarcón, Luis Carrasco
y muchos otros que aún hacen clases. Así como también se acuerda de don José y el tío
Oscar.
Ojalá yo pueda contar algún día a mis hijos las historias de mi mamá y las mías en la
escuela Proyecto de Futuro…”
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Respecto a su experiencia laboral cuenta: ‘Mis experiencias vividas durante mis 40 años
de trabajo fueron variadas, positivas y también negativas, pero destaco las presentaciones
gimnásticas masivas que preparábamos con todos los alumnos y alumnas de la escuela,
las cuales desarrollábamos en el Estadio Municipal, donde asistían padres, apoderados
y la comunidad en general a disfrutar de estas presentaciones que realizábamos año tras
año. Otra actividad que recuerdo gratamente fue el trabajo artístico que realizaba en el
colegio, donde con más de 40 alumnos dábamos vida al conjunto folclórico de la escuela.
Realizábamos presentaciones en los actos oficiales de la escuela y de la comuna, como
también, en muchas oportunidades fuimos invitados a participar y demostrar nuestro
arte y trabajo a comunas vecinas. Otro tema que trabajé en la escuela fue el deporte, en
la rama del básquetbol. Se hizo una preselección entre la Escuela Nº 11 y Nº 12 (actual
escuela Olegario Morales) y de este trabajo logramos formar la selección de básquetbol
escolar de la comuna. Con este equipo, fuimos a competir a Potrerillos, al norte del
país, donde competimos con más de 20 selecciones de básquetbol, con escolares de todo
Chile. Sacamos el Tercer lugar en básquetbol femenino y Segundo lugar en básquetbol
masculino, resultados que llenaron de orgullo, a la comunidad escolar y también a
nuestra comuna’.
‘Como profesora jubilada, me siento muy orgullosa de haber trabajado y formado por
más de 40 años a cientos de niños y niñas en mi querida escuela, entregando y recibiendo
cariño, esfuerzo, trabajo. Para mí, es algo muy especial haber trabajado como profesora
en esta escuela, ya que forma parte de mi vida. Fue mi casa en la cual me crié y también
fui alumna de este establecimiento de Primero hasta Sexto de preparatoria’…”
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En conclusión, esta anécdota nos demuestra que cuando hay compromisos y dedicación
en un proyecto, ya sea musical, artístico o social, podemos obtener frutos, con la ayuda
de la Municipalidad de Paillaco, al igual que con organizaciones de músicos de nuestra
comuna…”
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Y así llegué a 1° básico. Ahí me recibió la tía Érica Bahamondes en el año 1994. Con
orgullo digo que ella me enseñó a leer y qué alegría me da saber que aún es parte de la
escuela. Qué paciencia tuvo ella, en ese tiempo sin ayuda, sin asistente, se preocupaba de
cada uno de los 30 alumnos en la sala. Esa sala que recuerdo con nostalgia de la antigua
escuela, eso que un día se convirtió en llamas. Esa escuela que tenía 2 patios: el de los
grandes y el de los pequeños. En el patio de los grandes, estaba el baño de hombres y,
en el de los pequeños, el de mujeres. Teníamos un comedor pequeño, pero entrábamos
todos. Tomábamos la leche de vainilla con unas galletas muy ricas, pero muy duras, por
eso las remojábamos en la leche. En el almuerzo nos cuidaba el tío Jaime Olivares, mi
profesor de Inglés, que ya no está en este mundo.
Con el paso del tiempo tuve una larga fila de profesores: en 4° básico (1997) mi profesora
fue la tía Marina Vargas y ahí culminó una etapa de mi educación, pasaría a Segundo
ciclo. Llegué a 5°B en el año 1998 y ahí nos recibió don Luis Carrasco: estricto, pero
justo…un buen profesor, que me enseñó que en la vida las cosas se ganan con esfuerzo
y perseverancia. En esta época, quiero detenerme y recordar con muchísimo orgullo y
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Y así fue mi paso por esta gran escuela. Culminó con una bella ceremonia de licenciatura
en el Gimnasio del liceo, el que hoy es el gimnasio de la Escuela Proyecto de Futuro.
Puedo decir, con gran orgullo, que mi enseñanza básica la hice en esta prestigiosa escuela,
a cargo del director don Juan Epuyao y sub-director don Guido Filún…”
Ornamentando la sala…
“Para un aniversario de la Escuela Proyecto de Futuro, se hacían competencias y una
de las actividades que más daba puntos era la ornamentación de salas. Entonces, la
profesora jefe del 8°A (1993), Graciela Carrillo, llevó un cuadro a la sala del curso. El
cuadro era conocido: el niño que llora. Supuesto cuadro maldito y con una historia más
que terrorífica. Con el pasar de los días, se empezó a contar la supuesta historia que trata
de que este niño en realidad llora y se puede ver cómo las lágrimas corren por el cuadro.
Un día, uno de los alumnos, asustado, tomó el cuadro y lo dio vuelta, porque le daba
miedo que el niño lo mirara. Pero, al reverso, estaba una parte aún más terrorífica del
cuadro: la escena era el niño del cuadro siendo devorado por un tiburón, en un ambiente
muy, pero muy terrorífico. Al final, la profesora prefirió botar el cuadro a la basura,
porque antes que viera esto, no sabía de aquella historia…”
Relato anónimo,
rescatado por Sebastián Ormeño Beltrán, estudiante 8°B (2018).
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Una noche común y corriente yo estaba durmiendo, porque al día siguiente teníamos
clases. Sonó la sirena a las doce de la noche. Mi mamá me despierta llorando y yo no
sabía lo que pasaba. Me vistió, me dijo que sólo me colocara los zapatos y que no le
abriera la puerta a nadie, sólo a mi hermana que iba a venir a buscarme en el auto de
mi tía. Me quedé acostada mirando monitos y tocaron la puerta. Miro por la ventana y
era mi hermana. Le abrí la puerta y ella tenía su cara hinchada de tanto llorar que me
di cuenta, porque tenía algunas lágrimas que todavía le salían. Me fui en el auto de mi
tía, con mi tío, mis primos y mi hermana me llevaba en brazos. Llegamos a Valdivia
y yo no entendía por qué estaba toda la familia en un mismo sitio. Mi mamá lloraba
desconsoladamente y yo la tranquilizaba. Pasa una camilla y pregunto si era mi papá.
Me dijo que no. Al día siguiente, fuimos a Santiago y nos quedamos en la casa de unos
tíos. Eran viejitos. Llegamos y tenían una mesa llena de cosas dulces, como berlines, etc.
Había un perro que me asustaba mucho y tenía mucho pelo que le tapaba los ojos, era
grande y me ladraba todo el rato y a mis hermanos no. Mi mamá me contó ahora, con
más edad, que yo no reconocí a mi papá cuando chica en el hospital de Santiago, porque
recordaba que él tenía más barba y las enfermeras se la cortaron. También me dijo que
reté a las enfermeras porque le habían cortado la barba a mi papá. Recuerdo que un día
mi papá despertó. Había una enfermera que le iba a colocar una inyección y mi papá
pidió que yo le tomara la mano.
Al cabo de algunos días, nos fuimos a Valdivia con mis hermanos, porque ya no podían
perder más clases. Yo me quedaría con mi tío y mi tía. Yo lloraba en el bus de regreso,
porque no me quería ir. Mis hermanos me tranquilizaron con una bolsa con golosinas y,
al rato, me quedé dormida. Llegamos a Valdivia y en la tarde mi hermana me fue a buscar
y nos fuimos a Paillaco. Todo estaba igual, tal y como habíamos dejado la casa. Pasaron
los meses y mi mamá no regresaba. El 19 de enero yo cumplí los 5 años y recién en
febrero llegó mi papá. Nosotros teníamos una fiesta sorpresa para él. Mi mamá lo traía.
Pusimos un cartel en el que me pintaron las manos mis primos para colocar: ´Bienvenido
papá´. Ese día mi mamá me tenía un regalo, porque no pudo estar en mi cumpleaños.
Lloré de alegría y de tristeza, porque esos días no me los puedo quitar de mi cabeza.
Hasta hoy mi papá está igual. En el accidente, que fue un incendio que ocurrió en la
escuela Olegario Morales -donde antes estaba la Proyecto de Futuro- se le cayó una viga
en la cabeza…”
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Proyecto de Futuro
Sembrando esperanza
Escuela Proyecto de Futuro
‘Educando para el mañana’
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1: 6° año de 1960 de la Escuela N°11 de Mujeres. Al fondo, su profesora Olga Sánchez Delpino. 2:
profesora María Cristina Sáez (al centro) junto a sus alumnas de 6° año. 3: estudiantes en sala de
clases cuando sólo asistían mujeres a la escuela. Años ‘70. 4: El profesor Sergio Florín estaba a cargo
de la ‘Brigada de Tránsito’ de 2° ciclo. Además, era corresponsal del diario El correo de Valdivia, por
lo que registró muchas actividades que ocurrieron en Paillaco y en la escuela. Años ’70.
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1: la Escuela de Niñas N°11, cuando se ubicaba frente a la Plaza de Paillaco. 2: desfiles comunales en
la Plaza. 3: desfilando el 1er año y las profesoras María Inés Montecinos y Berta Yáñez. Años ’70.
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1: de izq. a der.: Isabel Molina (segunda), esposa del director Juan Epuyao, su hija Maribel y la profesora
Ester Calderón. Imagen sacada entre 1977 y 1978. 2: desfile comunal años ‘80.
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2 5
1: señora recibe reconocimiento por ser apoderada antigua, de parte del presidente del
Centro General de Padres. Años ’80. 2: cóctel de inauguración de baños para Kínder en
1977. 3: ex director Guido Filún y su esposa Olga Schilling Vera, ex profesora de la escuela. 4:
reunión del Consejo local de Deportes. Participan Guido Filún, Mario Gómez y Juan Epuyao,
entre otros. 5: ex directora Tegualda Moreno y ex profesora Silvia Guarda.
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1: Profesora Juana Cea Gómez. 2: Profesora María Crisitna Sáez y sus hijas María
Teresa y Alejandra Salgado. 3: Gala aniversario escuela D-287. Elección Reyes y Reinas.
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1: profesoras Edith Cuevas, Lily Velásquez, Marina Vargas y Graciela Carrillo en paseo de fin de año
de profesores a Saltos del Petrohué. 2: Nancy Ortiz, Juana Cea y Graciela Carrillo en Panguipulli.
Década de los ’90.
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1: estudiante Isaías Torres con el director Juan Epuyao. 2: Juana Neira en su licenciatura de 8° año
junto a la profesora Silvia Villanueva. 3: acto artístico en el patio de la escuela. 4: grupo diferencial,
años ’90.
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1: profesora María Inés Montecinos y director Juan Epuyao, jurados de las comparsas. 2 profesora
Patricia Albornoz y su curso en comparsa. Años ’90. 3: Actividades artísticas de estudiantes y
apoderados. Años 2000.
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1: Día del Profesor 2018. Docentes, ex docentes, director Escuela Proyecto de Futuro Erwin Fonseca
y director DAEM David Martínez. 2: Día del Asistente 2018. Asistentes y Reyes del aniversario
Centenario, tía Carmen Gloria y tío José.
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Actividades del Taller de Patrimonio 2018. 1: estudiantes entrevistando a ex profesoras María Cristina
Sáez y Edith Cuevas. 2: señora Alicia Espinoza, bisabuela de la estudiante Almendra Ojeda. 3: Taller
de Patrimonio escolar y Taller de Gestores Culturales 2018 en el Centro Cultural La Unión.
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A quienes recopilaron memorias para el Día del Patrimonio Cultural 2018 y sus
familias por participar
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