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UNA “K” MISTERIOSA

Descubrí un bello atardecer y decidí caminar por la


playa, con los ojos fijos en la arena que precede a cada
paso. Allí, en medio del homogéneo terreno, destacado por
su tamaño y forma ovalada, descubrí el esqueleto de un
pequeño molusco que probablemente vivió en los alrededores
no hace mucho tiempo atrás. Tenía en su caparazón, en alto
relieve, la insignia de una letra ya desgastada por la
acción corrosiva del viento y la arena del mar, entonces
sutilmente, toqué con la yema de mis dedos y como si
supiera el lenguaje braille, pude descubrir con mis ojos
cerrados que se trataba de la letra “K”. Abrí mis ojos y
en esa figura geométrica vislumbré la punta de una saeta
sobre una pared recta; vino de nuevo el bombardeo de
tantos pensamientos que inexplicablemente no sabía dónde
me encontraba, ni el lugar ni el tiempo.

Aparecieron consigo dos figuras más, estas muy diferentes


al pequeño molusco, pero que cada vez que las tocaba
cambiaban de tamaño y de color, las seguí hasta que se
entraron al mar y no tuve tiempo de librarme de la inmensa
ola que en ese momento se había levantado arrasando todo
lo que había alrededor, sentí por un momento que todo
había acabado; pude experimentar un inmenso frío en cada
parte de mi cuerpo y los latidos de mi corazón dejaron de
escucharse por completo.

Mi mano derecha estaba empuñada como aferrándose a algo,


lentamente abrí mis dedos y pude fijarme que se trataba
del pequeño molusco que tenía la insignia de la pequeña
letra, si, la pequeña letra K. Quise levantarme pero una
fuerza extraña presionó mi tórax, susurrándome a la vez –
tranquilo soy yo-, con mis ojos entreabiertos supe de
quien se trataba, volvió a darme reanimación mientras me
decía, no te vayas, te estuve esperando todo este tiempo,
y conté día tras día esperando tu llegada; tallé la
primera letra de mi nombre en un molusco, procurando
dejarte una señal del lugar que habíamos acordado
encontrarnos la noche que te besé.
Pude entonces comprender que no estaba en el lugar
equivocado, solo había olvidado por completo la promesa de
acudir en la fecha específica al encuentro con ella.

Como pude estreché su mano con mi mano izquierda y con mi


mano derecha toqué su pelo mojado por las olas del mar y
acaricié su piel llena de arena; sabía que vendrías volvió
a repetir, guardó silencio y su mirada fija en mis ojos
hablaban más que sus palabras. De repente comenzó a
obscurecer, y una pequeña llovizna envolvió el lugar donde
estábamos sin dar lugar a movernos de allí.

La lluvia limpió mi cara, y mis lágrimas se unían con las


gotas caídas del cielo, la tomé sobre mi pecho y ambos
temblábamos más de nervios que de frío; -llegó el momento
le dije-, ella asintió con su cabeza y entrelazó sus
labios en los míos destilando aquel deseo guardado por
mucho tiempo, -lo haré, exclamó-, poco a poco quité su
vestido blanco haciéndome dueño de su piel y de su cuerpo,
traté de detenerme pero sus brazos fueron más fuertes que
los míos y quedé vencido como el que queda sin espada en
medio de la batalla.

Aparecieron nuevamente las dos criaturas que cambiaban de


color y de forma, esta vez aladas de plumas grises y
plateadas, una se paró sobre mi mano que estaba guardada
dentro del cuerpo de ella y la otra voló por encima de mi
cabeza; es tu turno –dijeron al tiempo-. Volví a recordar
entonces que aquella noche que acudí al encuentro fui
tomado cautivo por estas criaturas y que posteriormente me
liberaron a causa de mi deseo. Vendrás otra vez? –preguntó
ella-, no lo sé –respondí-, solo seré libre cada vez que
me desees y acudas a este lugar, cada vez que la marea
suba y libere un molusco que permita tallar tu nombre,
pero no talles el mío, porque si lo haces seré libre para
siempre, ya no para quedarme volando sobre las alas del
tiempo, sino para apresarme a ti sin que me dejes jamás.

Desperté otra vez, y

Ivanjo 2016

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