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1.

Introducción

A causa de la pandemia por COVID-19, los gobiernos decretaron un confinamiento

domiciliario total el 14 de marzo de 2020 (Carreño y Jones, 2020). Todos los habitantes del

país debieron permanecer en sus domicilios, permitiéndose la salida únicamente para

realizar la compra, adquirir medicamentos o ir a trabajar, en el caso de los servicios

esenciales (hospitales, farmacias y supermercados). El confinamiento total duró hasta el día

2 de mayo. Esta situación causó alteraciones en la cotidianidad de las personas,

requiriéndose el ajuste a medidas de restricciones de movilidad y aislamiento, y la

necesidad de incorporar nuevos comportamientos y prácticas de cuidado, hechos que

pueden impactar negativamente en el bienestar psicosocial de la población. Desde entonces,

se han iniciado diversos estudios investigando distintas variables relacionadas con el

bienestar psicosocial y los recursos personales y sociales para hacer frente a la pandemia.

La OMS avisó en marzo sobre los posibles efectos que la situación de pandemia y

de confinamiento podría tener en la salud mental (Agencia AFP, 2020). Dado que nunca se

había vivido una situación similar a la causada por la pandemia de COVID-19, no existen

investigaciones previas que puedan prever los efectos que el la situación de pandemia y un

confinamiento de la magnitud del vivido entre los meses de marzo y mayo de 2020 pueda

causar en la población.

Aun así, existe el precedente de la pandemia por SARS (Severe Acute Respiratory

Syndrome), que tuvo lugar entre 2002 y 2003. A pesar de que el virus del SARS era

considerablemente menos contagioso que el COVID-19 y su letalidad fue muy inferior

(Caldaria et al., 2020), la pandemia tuvo repercusiones psicosociales (Maunder, 2009),


especialmente entre los profesionales sanitarios (Bai et al., 2004; Wu et al., 2009) y las

personas mayores (Lau et al., 2008). La pandemia por SARS también dio lugar a

restricciones de movilidad en forma de confinamiento. A lo largo del año 2003, en Canadá,

aquellas personas que habían estado en contacto con casos positivos de SARS debían

realizar una cuarentena. Investigaciones realizadas con participantes que tuvieron que

someterse a la cuarentena indican que estas restricciones ocasionaron altos niveles de

distrés psicológico (incluyendo síntomas de Trastorno por Estrés Postraumático) y

depresión (Hawryluck et al., 2004; Reynolds et al., 2008). Teniendo en cuenta estos

precedentes, se puede hipotetizar que las restricciones de movilidad implantadas durante los

meses de marzo a mayo de 2020 ocasionadas por la COVID-19 tendrán un efecto en los

niveles de estrés de la población.

El modelo transaccional del estrés, propuesto por Lazarus y Folkman (1984) supuso

un cambio en la visión de este concepto. Según este modelo, el estrés es el resultado de la

interacción entre la situación objetiva y la valoración subjetiva que realizamos sobre la

misma. Los autores definen el estrés como la interacción entre las personas y su entorno,

produciendo una evaluación de la situación como desbordante en relación a los recursos

disponibles para hacerle frente. Tras valorar una situación como estresante, se ponen en

marcha las estrategias de afrontamiento. Lazarus y Folkman definen el afrontamiento como

los esfuerzos cognitivos y conductuales desarrollados para manejar las demandas de la

situación, evaluada como desbordante en relación con los recursos personales. Esta

definición hace hincapié en el papel activo de la persona para manejar las situaciones

consideradas estresantes.
En cuanto a las estrategias de afrontamiento en mención, es posible identificar tres

tipos, unas centradas en el problema, otras centradas en las emociones, y las centradas en el

significado. El primer tipo, comprende acciones orientadas a cambiar la situación

estresante, una postura activa en la transformación del entorno y de uno mismo, a partir de

un plan, búsqueda de ayuda, o el enfrentamiento de algo o alguien. El segundo tipo, supone

no tanto cambiar la situación estresante, sino la sensación generada alrededor, este

afrontamiento puede abarcar acciones de evitación, distraerse, e intentar relajarse.

Finalmente, el último tipo de afrontamiento hace referencia a cambiar el punto de vista

desde cual se ha leído la situación problemática, para ajustar las metas, viendo la situación

no como una amenaza sino como un reto u oportunidades (Fernández-Castro, 2009).

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