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MAQUIJATA.

ENCOMIENDA, TRIBUTOS Y SOCIEDAD EN EL TUCUMAN COLONIAL


TEMPRANO

A Sofy
"Esta tierra es hermosa,
déjenme que la alabe desbordado,
que la vaya cavando
de canto en canto turbio,
y de semilla en semilla
demorado..."
- Manuel J. Castilla -

Publicado en Lorandi, Ana María (compil.); Charcas y Tucumán. La Colonia en los siglos XVI al XVIII; T.
II, Publicación de la Sección Etnohistoria del ICA-FFyL-UBA, 1997, Pp. 73/128

EL PLEITO Y SUS ACTORES (a manera de Introducción)

A) Las fuentes

Un afortunado hallazgo de la Prof. Ana María Presta en el Archivo Nacional de Bolivia, en Sucre,
nos permitió tomar contacto con una rica fuente documental temprana referente a Santiago del
Estero. Más específicamente, con el juicio por las cuentas y administración de la encomienda de
Maquijata, en la Sierra de Guasayán. A través de este extenso pleito (160 fojas) aparece claramente
representado el funcionamiento interno de una encomienda temprana en el Tucumán; las relaciones
sociales que la sustentaban, su particular estructura productiva, y las redes sociales y económicas que
se tejían a su alrededor. De ahí que la importancia de esta documentación esté dada por la escasez de
fuentes similares para el Tucumán colonial; salvo, desde luego, el estudio de caso realizado por el Dr.
Gastón Doucet sobre materiales referentes a la encomienda cordobesa de Quilpo.
Con este trabajo pretendemos aproximarnos, a través del funcionamiento de una encomienda puntual,
a la dinámica de aquella sociedad colonial, que con los recientes estudios comienza a revelarnos su
verdadero grado de complejidad y la riqueza de sus matices.
La estructura productiva de esta institución será el objeto central de nuestro análisis. Aquella,
determinada por relaciones sociales donde se entrecruzan lo étnico, lo estamental y la propiedad o no
de los medios de producción, adquirió un carácter particular y distintivo. La red desplegada de dichas
relaciones nos informará sobre cual era y cómo actuaba la estructura social interna de la encomienda
de Maquijata; sin olvidar que, en esta red, la relación blanco/indio aunque ocupaba un lugar central
no era la única; prefigurando esta "micro-sociedad" el ámbito donde se manifiesta la multiplicidad de
ordenamientos sociales que comenzamos a encontrar en la sociedad colonial de la región.
Finalmente, se nos dispensará aquí de ofrecer una conclusión formal (cuyo contenido, por otra parte,
se despliega a lo largo del trabajo); nuestra actual investigación sobre la élite encomendera en Jujuy
durante los siglos XVI y XVII nos permite observar una gran diferencia no sólo en el
funcionamiento, sino también en lo que podríamos denominar provisoriamente el "tipo" de las
encomiendas de la región; lo cual nos inclina a presentar este trabajo más como un aporte a una
casuística regional que como un estudio cerrado en sí mismo. El carácter comparativo que
pretendemos darle a la última parte del artículo refuerza esta opción.

B) Los actores

La disputa judicial que nos ocupa llevó a los estrados a Antonio de Mirabal, vecino de La Plata,
terrateniente del valle de Mizque y encomendero de Maquijata por un lado; la otra parte estuvo
representada por Antonio Ybáñez del Castillo, administrador de los bienes de Mirabal en Santiago
del Estero. El conflicto fue planteado por el primero de los nombrados en contra de Ybáñez del
Castillo, por no satisfacerle la rendición de cuentas que éste último presentó al final de su período, en
1603.
Ahora bien, detrás de esta disputa aparentemente banal se oculta no sólo una verdadera "maraña"
legal, que lleva al pleito luego de su resolución por la justicia santiagueña a los estrados de la Real
Audiencia de La Plata; también encontramos una compleja trama histórico-política que comienza a
revelarnos (aunque de manera fragmentaria), algunos de los rasgos claves de la temprana colonia en
la región.
Se sabe que Antonio de Mirabal fue Maestre de Campo del Gobernador Hernando de Lerma, y que
en esa función cumplió un papel decisivo en los arrestos del Gobernador Gonzalo de Abreu y del
cura vicario de Santiago del Estero, uno de los aliados de aquél (Di Lullo, 1953). No obstante, el
vínculo que lo unía a Lerma iba más allá de ser parte de su cohorte, ya que según el historiador
tucumano Cerviño (1962), ambos eran primos hermanos. Aunque no conocemos con certeza la fecha
de la concesión de la merced de encomienda hecha a Mirabal, todo permite suponer que data de la
época en que su pariente fue Gobernador; abonan este argumento, además, la política discrecional y
nepotista que caracterizó a la gestión de este último, y que terminó con su destitución a poco más de
un año y medio de comenzada su administración.
Es muy significativo que, en este contexto, Mirabal aparezca como residente de La Plata (cuando el
poseer una encomienda exigía "hacer vecindad"); que de los testigos presentados en el juicio sólo dos
lo conozcan personalmente (uno, su cuñado, de unos 50 años; y otro, un viejo de "más de 70"); y
finalmente, que la primer resolución del juicio sea a favor del administrador Ybáñez del Castillo,
mientras que el dictamen de la Real Audiencia (que no resuelve en contra de Mirabal) condena al
administrador a pagar las costas y algunas cuentas. Finalmente, sabemos que en 1617 (y por motivos
aún hoy desconocidos) la encomienda le es quitada a Mirabal y queda vaca, otorgándosela
provisoriamente a Juan de Cifuentes y Diego Fernández de Andrada. A fines de ese siglo (1681) la
encomienda era poseída por Gaspar de Guzmán Pacheco, feudatario catamarqueño antepasado de
Luis de Gallegos de Guzmán; personaje con el cual pleiteó Mirabal por la posesión de indios de su
encomienda. Entre 1681 y 1718 la encomienda desaparece definitivamente, transformándose las
tierras de este grupo nativo en parte de la Estancia Maquijata. Precisamente para esta época
encontramos que esta última propiedad, ubicada en el piedemonte oriental de El Alto-Ancasti (en
Catamarca y frente a Guasayán), está en manos de la familia Ybáñez del Castillo (Bazán; 1987).

UBICACION GEOGRAFICA Y CARACTERIZACION ECOAMBIENTAL

La Sierra de Guasayán se extiende de Norte a Sur por espacio de 76 Km., desde la altura del "codo"
del Río Dulce hasta Villa La Punta. Esta serranía se encuentra, a la latitud de la ciudad de Santiago
del Estero, a unos 80 Km. al Oeste de la misma, quedando una zona de llanura hacia el occidente,
entre Guasayán y la Sierra de El Alto-Ancasti (Catamarca).
Dicha serranía ocupa la porción occidental de los actuales departamentos de Guasayán y Choya; y su
cota máxima es alcanzada en Horco Esquina (729 m.s.n.m.), ubicada unos pocos Km. al Norte de la
quebrada de Maquijata, en la zona conocida como Sinchi Caña.
La ubicación del antiguo pueblo de Maquijata, adonde funcionaba la reducción de la encomienda, se
encuentra en la base de una profunda y angosta quebrada que se interna en la sierra en dirección E.-
O. y a unos 4 Km. de la ruta provincial que une Villa La Punta con la capital provincial.
Distintos especialistas ubican fitogeográficamente a la zona en el área transicional entre la Provincia
de Monte y el Parque Chaqueño (Morello, Cabrera, Battaglia). Se caracteriza por presentar zonas de
bosques abiertos de Schinopsis (quebracho) y Prosopis (algarrobo), conviviendo con otras especies
arbóreas como Churquis, Ceviles, Chañares y Guayacanes. Otras comunidades vegetales que
caracterizan el área son los cardonales de Opuntia quimilo, los pastizales de perennes y la estepa
arbustiva, correspondiente esta última a la Provincia fitogeográfica del Monte.
En términos Climatológicos se define a la zona comprendida entre Guasayán y Sumampa como la de
mayor sequedad de la provincia, presentando un régimen pluvial transicional entre la zona de pampa
y la selva tucumano-boliviana. Más puntualmente, para la zona de la quebrada de Maquijata se
establece una curva pluviométrica de 524 mm. anuales (Ledesma; 1961), con el agravante de
presentar un alto índice de evapo-transpiración y una capa húmica sumamente delgada, situándose a
la zona, en términos hidrológicos, dentro del tipo Semiárido. A este panorama se debe agregar la falta
de cursos de agua permanentes, debido a la composición geomorfológica de la Sierra de Guasayán,
proveniendo de vertientes de caudal errático el agua utilizable para riego y consumo. Estas vertientes,
que se revelaron fundamentales a través de la historia, se ubican preponderantemente en la vertiente
oriental de la Sierra, adonde además, se encuentra la mejor calidad de agua. Es en esta vertiente
adonde está situada Maquijata, y es precisamente allí, sobre las laderas y fondo de la quebrada donde
podemos encontrar actualmente, junto a jagüeles abandonados y secos, algunas de la vertientes más
importantes de toda la serranía. Como mencionábamos más arriba el aporte hídrico es irregular y a-
periódico y fue, inclusive, registrado en los siglos XVI y XVII, transformándose en el principal
condicionante ambiental al desarrollo de la zona:"...sabe y vio que en el dicho pueblo no había
ninguna cosa de lo contenido en la presente chacra de trigo ni de maíz ni cebada ni se había
cojido cosa alguna porque las chacras que este testigo hizo sembrar se secaron por falta de agua
del cielo y del suelo y no había bueyes ni ganado ninguno que comer..."(Pleito Mirabal/Castillo,
1604:75). De todas maneras, es justamente en la vertiente oriental de la sierra, en los valles
intermontanos y en las quebradas que pueden resguardar algo de humedad, donde se encuentra una
cubierta cultivable un poco más desarrollada. Aún así, encontramos que:"...la cubierta húmica en la
llanura oriental santiagueña y catamarqueña, oscila entre 0,20 y 0,45 m. de espesor, aún entrando
hacia el naciente donde predomina una típica planicie..."(Battaglia, 1982:19). Con respecto al
aprovechamiento hídrico mediante la excavación de pozos o jagüeles, resulta ser una práctica
bastante antigua en la zona, lo que también atestigua la persistencia del problema hídrico, ya
que:"...Esta en llano (La ciudad de Santiago del Estero) catorze leguas d la çierra por donde mas
cerca. no tienen otra agua mas queste rrio (Dulce). En mas de doze leguas de contorno. y en los
traveseros (¿de la sierra?) a cinco leguas ayxagueyes hechos a mano..."(Relación de Pedro Sotelo
de Narváez, 1582:79). Continuando con la misma relación Sotelo de Narváez observa que:"...Por la
otra parte tanbienay y[ndi]os q[ue] sirven asantiago q[ue] entran en El numero d[ic]ho biben en la
çierra la qual tiene falta de aguas beben de manantiales pequeños y rriachuelos y xagueyes
sustentanse como los demas y senbran de temporal y algun poco rregadio..."(Relación de Pedro
Sotelo de Narváez, 1582:81).
El problema de la relación agua/suelo, como factor perturbador de la producción vuelve a hacerse
presente alrededor de 1593 en las áreas de Santiago y de Esteco, ya que, de acuerdo a lo visto por el
padre Alonso Bárzana:"...En las tierras de San Tiago y Esteco, que, cuando se poblaron era un
vergel y se regaban con dos caudalosos rios, se ha visto lo que dijo David: terram fructiferam in
salsuginem propter malitiam habitantium in ea, ha dado en todos los campos y casas salitre y las
casas se caen, cada dia, y es menester cada dia repararlas, y las huertas y campos se hacen
estériles, y creemos por la grande opresión con que son fatigados los indios..."(Furlong, 1968:86).
Al margen de la explicación dada por el funcionario eclesiástico, ya que no dudamos de la
explotación brutal a la que era sometida la mano de obra indígena, creemos que a lo que hace
referencia es a un fenómeno de capilaridad, por el cual las capas superficiales del terreno absorben
capilarmente a las napas freáticas poco profundas, las cuales, en su ascenso arrrastran elementos
minerales que son depositados en la superficie. Sotelo, a su vez, nos proporciona una caracterización
climatológica general del área que rodea a la ciudad de Santiago del Estero (que a falta de
información más puntual extenderemos provisoriamente hasta Guasayán):"...Es tierra calurosa.
aunque los meses mayo junio y julio haze frio. bañanla todos los vientos y los que mas Reynan son
norte. sud. tiene muchas montañas aparte y tierra raza de sabanas.Es tierra sana y mas en tienpo
de calor q cuando haze frio..."(Relación de Pedro Sotelo de Narváez, 1582:79).
Los registros obtenidos en Guasayán a principios de la década del 1960 nos informan que las medias
estivales oscilan alrededor de los 30° C, siendo su máxima promedio 40° C en enero. El promedio
invernal se fija en 15° C, pudiendo alcanzar una mínima promedio de 4° C. Con relación a los
vientos, la dirección predominante es NE/SO, aunque se presentan también vientos con un eje
SE/NO. Volviendo por un momento a Sotelo, cuando hace mención a la "tierra raza de sabanas",
creemos que se refiere al área comprendida desde la capital santiagueña hacia el O., en dirección a la
Sierra de Guasayán, ya que actualmente existe allí como formación vegetal predominante un monte
bajo de tipo xerófilo, con presencia de gramíneas y una población boscosa aislada, constituída por
Palmeras (Thritrinax campestris) y, en aún menor densidad, agrupaciones de algarrobo (Prosopis
nigra) y chañar.
El jesuita Guevara, en cambio, nos habla del área que rodea a Santiago del siguiente modo:"...El
temperamento es ardiente y seco. El terreno es poco apetecible, y está rodeado de espesos bosques,
principalmente de algarrobas, que suministran sustento a sus habitantes..."(De Angelis, {1836}
1969:693).
La caracterización fitogeográfica del área pedemontana de Guasayán es aún más dificultosa, ya que
no contamos con la mención de comunidades vegetales completas, sino sólo con datos referentes a
algunas especies aisladas. A partir de aquí y aunque es imposible, con los datos con los que
contamos, dar una descripción precisa del distrito, intentaremos completar una visión aproximativa a
las características paleo-ambientales de la zona enumerando las especies mencionadas en la
documentación, con el objetivo de destacar los condicionantes ecoambientales a la producción de la
encomienda.
El algarrobo (ignoramos la especie, aunque podría tratarse de Prosopis nigra) es nombrado en un par
de oportunidades, no obstante, no se lo encuentra en la lista de especies recolectadas, y aunque esto
podría sugerir su ausencia en la zona, optamos por no pronunciarnos; ya que el algarrobo es
característico del Monte y del bosque Chaqueño, y además, es una especie tributable de acuerdo a las
Ordenanzas dictadas por el Gobernador Gonzalo de Abreu.
El chaguar (Bromelia hyeronimi), con cuyas fibras se confeccionaban suelas de alpargatas, tenía de
acuerdo a la información, una presencia muy débil en Maquijata, ya que, como nos informa el
administrador Ybáñez del Castillo:"...y en cuanto al chaguar para los costales que dice tampoco la
hay en el dicho pueblo que van siete y mas leguas del los indios a cogerla..."(Pleito
Mirabal/Ybañez, 1604:62). A su vez, el poblero Diego Sánchez, comenta que:"...no había lana ni
chaguar sino de muy lejos trajeran un poco de chaguar para solar unos alpargates..."(Pleito...,
1604:77). Esta especie, característica del distrito chaqueño, se presenta también en terrenos poco
salitrosos y en matorrales de baja densidad. En estos casos, se la suele encontrar asociada a arbustos
de zonas normales como el chañar (Gourliea spinosa), y la brea (Cercidium australe) (Morello,
1958).
El cevil utilizado en la zona es el conocido como cevil moro o colorado, esta especie es identificada
como Piptadenia peregrina por Burkart (Burkart, 1952:146) y son utilizadas sus semillas tostadas y
molidas por sus efectos alucinógenos. Dicha utilización parecería estar asociada al denominado
"Snuff Complex" sudamericano. Su presencia en Maquijata también es débil, ya que, a pesar de lo
exigido por el encomendero Mirabal (10 fanegas en 4 años), el administrador sólo declara 1 fanega,
recolectada durante el período 1603. Para los dos años siguientes (1604/5), el nuevo administrador y
futuro gobernador "fantasma" del Chaco, don Martín de Ledesma Balderrama, declara que:"...este
testigo no sabe la cantidad de cevil que saco el dicho Antonio Ybáñez. Y que en el tiempo que este
testigo a administrado no sacó ninguno porque es trabajoso de sacar..."(Pleito..., 1604:110v.). Nos
llama poderosamente la atención el argumento de la inexistencia del cevil en la tributación esgrimido
por Ledesma Balderrama, ya que es una especie de fácil recolección durante la etapa de fructificación
(diciembre a mayo), y para su preparación sólo requiere de procesos mecánicos y térmicos muy
simples. Creemos, más bien, que la dificultad estribaba en la inexistencia de la especie en la zona
aledaña a la quebrada de Maquijata. En este caso, es muy posible (y quizás demostrable por la
Arqueología) que el lugar donde se proveían de esta especie fuese en la zona de cumbres conocida
actualmente como El Cebilar, cercana a Villa Guasayán, adonde aún hoy existe un área relictual de
dicha leguminosa (Lic. G. Batallán, com. pers.) y ubicada a unas 7 leguas del sitio que tratamos aquí.
O bien, que se recolectase esta especie en la vertiente occidental atravesando la sierra. Esta especie es
característica de la zona subtropical con lluvias poco abundantes (hasta 1000 mm.). El cevil da a su
vez el nombre a una zona fitogeográfica ubicada por Teodoro Meyer (1963) dentro del distrito basal
de la selva tucumana subtropical donde comparte un mismo piso con otras especies como el tarco
(Jacaranda mimosifolia) y el lapacho (Tabebuia avellanedae). Dicho distrito se mezcla, en su estrato
inferior, con el Bosque Chaqueño (Hauman, 1960).
Otro de los elementos utilizados es la resina de brea (también llamada pez), sobre la cual el
administrador Ybáñez escribe al encomendero:"...Y asimismo cuando fue Fran[cis]co Rey que llevó
la pez escribí a v[uesa].m[erced]. como la enviaba con el porque El señor Joan Farfan me dijo se
lo había Escrito v[uesa].m[erced]. a cuya Persuasión yo la envié y compre con reales en Esteco
porque en Maquijata no se saca..."(Pleito..., 1604:113v.). Ahora bien, la brea (Cercidium australe)
es una leguminosa arbustiva chaqueña que se asienta sobre terrenos normales; aunque puede
presentarse en terrenos de salinidad variable, si bien no intensa. Sin embargo, también se presenta en
el distrito central de Monte, conocido también como Monte Arborescente, adonde éste toma contacto
con el Parque Chaqueño (Hauman, 1960). Allí se la puede encontrar asociada a otras especies
chaqueñas como el mistol Ziziphus mistol), el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho), el tala
(Celtis spinosa) y grandes cactáceas. Esta ubicación explica porqué la pez se trae desde Esteco,
población localizada en el Chaco Austral Occidental; ya el mencionado Sotelo de Narváez apunta en
su Relación:"...cojese abundancia de miel y cera y cochinilla pastel y añil y hay mucha raiz con
que tienen gualda y otras colores que se crian y dan en la tierra y muncha Abundançia de pez...".
(Op. cit., 80)
Con respecto al maíz y al trigo, sabemos que en 1603 el administrador Ybáñez declara 9½ arrobas.
En los dos períodos anuales siguientes no se recoge cosecha alguna; sin embargo, poco antes, en
1603/1604, se entregaron 12 fanegas de trigo. Antes de 1604 el panorama parece haberse presentado
difícil para la población residente en Maquijata, ya que:"...en el dicho pueblo no había chacara de
maíz ni trigo ni cebada ni de algodón ni bueyes conque hacer las dichas chacras ni había ningún
ganado para sustento del poblero..."(Pleito..., 1604:76). Asimismo, el poblero recién citado, Manuel
González, (circa 1599) dice:"...y así mondo sólo los indios le entregó (a Ybáñez) este testigo y luego
se salió del dicho pueblo..."(Pleito..., 1604:75v.). Por otra parte se registra que en 1601 y 1602 no
hubo algodón en la ciudad de Santiago del Estero, ni en el pueblo, y lo poco que se consiguió estaba
"helado". Finalmente, sabemos por la cita de fojas 75 que durante el período 1600/1603 hubo una
prolongada sequía que impidió cualquier tipo de siembra y, consecuentemente, de cosechas; a más de
una enfermedad contagiosa (¿sarampión?) que debilitó la ya frágil fuerza de trabajo de la
encomienda.
Con relación a este tipo de cultivo es preciso aclarar que en el distrito de Monte las lluvias
estacionales no alcanzan a cubrir por sí solas los requerimientos hídricos necesarios para mantener
cultivos de ciclo vegetativo corto (p.ej.: Maíz, Sorgo, Zapallo, etc.); cosa que sí ocurre en las zonas
semiáridas.
La última especie tratada será el Coro. Esta, también denominada Tabaco del Campo, Petî Haetê y
Petén, se encuentra en el S.O. de la provincia del Chaco, y los grupos étnicos del litoral ribereño
norte de Santa Fé y Chaco hacían expediciones anuales a Campo del Cielo (Chaco) en su busca. A
esta zona se la denominaba, precisamente, "Campo del Coro". Parodi, en su despcripción de este
tabaco silvestre, lo identifica como Nicotiana alata, y puntualiza que con él se elabora el denominado
tabaco persa (Parodi, 1959). En la zona de Maquijata, este era uno de los productos que debían ser
recolectados y tributados, en opinión del encomendero Mirabal. No obstante, durante la gestión de
Ybáñez del Castillo no se registra volumen alguno de esta especie y sí, en cambio, durante la gestión
siguiente, la de Ledesma de Balderrama. Este último informa al Justicia Mayor de Santiago
que:"...tiene por cosa cierta que en tiempo que administró el dicho Ant[oni]o Ybáñez sacaban los
yndios del dicho pueblo coro porque los curacas del y todos los yndios de razón que en el hay se lo
han dicho a este testigo e que asimismo fulano(¡sic!)ferreyra pulpero que vive en la çiudad de
santiago le dijo que había vendido algun coro el tiempo que administraba el dicho repartimiento el
dicho Ant[oni]o Ybáñez e que diego Sánchez poblero que fue del dicho repartimiento le dijo que
los yndios habían sacado coro y lo que recoje el dicho pueblo es hordinario sacarlo para su
encomendero..."(Pleito...,1604:110). Además sabemos que el mismo Ledesma recogió coro en su
período por valor de 65 pesos de plata corriente.
Luego de su identificación y ubicación positivas en el distrito chaqueño y otras zonas del N.E.
argentino, queremos reproducir una cita que nos aclara algunos de los usos que se hacían de esta
especie (en este caso, terapéutico):"...130.Un tabaco silvestre llamado coro.Suarez, p. 24. Hay otra
segunda o por decir mejor una 3a. especie de tabaco silvestre, al cual llaman coro en lengua del
Cuzco y aquí entre los indios petî haetê...que es el más eficaz en casos de violencia calentar y
resolver, que el grande negro: sus hojas y tallos menores, asimismo sus flores y semillas"."la raíz del
coro, mascado de ella un pedacito, como una pulgada de ancho, la mujer que no puede echar la
criatura muerta ó viva ó las pares tragando el zumo luego los echa si es que no está tan atravesada la
criatura que no pueda salir sin que la revuelvan...La misma raíz mascada, á falta de la del tabaco
negro saca la sangre retenida así del parto como la menstrua y provoca las...á cámara y orría. Mata
las lombrices y gusanos chatos, y otra cualquier sabandija que se cría en los cuerpos por malos
mantenimientos..." (Suárez,{1710}, en: Rojas, 1915:111).
Con respecto a la tributación de añil sabemos que Antonio de Mirabal acusa a su administrador
(Ybáñez del Castillo) de no haberse hecho cargo de 10 fanegas de una:"...yerba que llaman añil a
manera de coca..."(Pleito...,1604:3). Aunque no hemos podido identificar positivamente la especie,
sugerimos que se trata de Solanum tinctorium (Roj.), también llamada Ivá Cambá, y que se encuentra
en el distrito chaqueño. Rojas (1897) afirma que con sus frutos negro-azulados se confeccionaba añil
hacia fines del siglo pasado en la zona chaco-litoral argentina.
Aunque no se puede decir que estamos ante una "Política de Recursos" particular (para esta época y
esta región), ya que hacerlo implicaría un ingenuo y peligroso reduccionismo "ecologizante"; sí
creemos, en cambio, que la política meramente extractiva que asumió la producción de Maquijata
condicionó de tal modo el uso eficaz de los recursos, que sirvió para potenciar los rasgos mas
extremos de un equilibrio ambiental sumamente delicado. Sin embargo, este problema, como hemos
sugerido, no nace en la relación hombre-medio, sino en las relaciones que aquellos hombres
guardaban entre sí. En este caso podría decirse que las alteraciones del medio que contribuyeron al
fracaso de la empresa-encomienda, fueron un "efecto de arrastre" de esas relaciones. Pasaremos
ahora a presentar el contexto histórico en el que se desarrollaron estas prácticas.

ANALISIS DE LA ENCOMIENDA DE MAQUIJATA

A) La encomienda en el Tucumán
Se puede interpretar a la colonización del N.O.A. como un movimiento expansivo interior,
relativamente tardío, y determinado por dos factores fundamentales: 1 - La política interior del
Virreinato, y más puntualmente la denominada "descarga de la tierra". 2 - La expansión económica
de Potosí. Ambas vertientes confluyeron en el interés de obtener en el Tucumán una región apta para
la exportación al mercado potosino de productos naturales básicos, cría e invernada de ganados y
cultivos (Assadourian, 1985). A partir de esta política se comienza a consolidar la instalación de las
primeras aldeas y sus correspondientes rutas comerciales. Cercana a la principal de estas vías, el
camino que unía el Tucumán con el Alto Perú, se encontraba la encomienda de Maquijata.
El contexto colonial interior en el que se sitúa nuestra encomienda estaba signado, entonces, por una
plena expansión del comercio a nivel continental. Potosí, el polo hacia el cual giraban sus productos
estas regiones interiores, está en uno de sus picos productivos:"...es entre 1585 (descripción de
Capoche) y los primeros años del siglo XVII (Lizárraga) que Potosí gravita con su mayor peso en
una economía-mundo en gestación, para culminar de 1610 a 1630y luego empezar su
declinación..."(Garzón Maceda, 1968:28). Esta expansión está indicada, básicamente, por el
crecimiento del volumen comercial; en 1585 entran a Potosí mercaderías tucumanas por valor de
25.000 pesos; para pasar en 1603 a una cifra de 100.000 pesos, ¡y solamente en el rubro textil!
(Mörner, 1985). A todo esto debemos especificar que el Tucumán enviaba ganado, tejidos, miel, cera
y alfombras. Paralelamente, se comienzan a exportar esclavos, vía Tucumán, hacia Chile y el Alto
Perú; aunque un volumen, al principio bastante modesto, eran internados en la misma región, debido
a que:"...como los naturales van en disminución, las personas pobres con uno o dos (esclavos) se
sustentan..."(Obispo Trejo y Sanabria, en: Garzón Maceda, 1968). Estudios recientes sugieren la
posibilidad de que estos esclavos no fueran tanto un supletorio de la mano de obra indígena como
una especie de "cuenta corriente", con un alto valor de reventa (D. Santamaría, com. pers.). Cabe
aclarar, también, que los negocios internos se hacían en "moneda de la tierra", esto es, en algún
producto cuyo precio era predeterminado (aunque habitualmente era lienzo de algodón); y los
negocios del comercio exterior en reales de plata. Esta situación trae como consecuencia que la
acumulación de capitales se efectuase no en el sector industrial, o "artesanal", sino en el tráfico
mercantil a gran escala, posibilitando con esto la concentración de los mismos en relativamente
pocos individuos. Estos no demostraron mayor interés en invertir en la producción, sino en gastos
accesorios (Garzón Maceda, 1968); o en esclavos u otros productos que sirviesen bien para atesorar
capital, bien para marcar a través del consumo la posición social adquirida.
La conquista y colonización del Noroeste argentino tuvo su apoyo y eje vertebrador, en su primer
momento, en una serie de instituciones de las cuales la encomienda resultó no sólo la más ligada a la
producción, sino además, la herramienta más efectiva en la consolidación del dominio europeo
(cuando no en su construcción directa), constatándose sus efectos, siglos después, a través de los
cambios operados en las estructuras socio-económica y cosmovisional que adquirió la población
nativa. Este régimen fue uno de los principales elementos adoptados, entonces, para adaptar los
sistemas tradicionales locales a las nuevas necesidades y condiciones (aunque, desde luego, con
resultados sumamente variados y habitualmente nocivos para la población indígena).
Los antecedentes de esta institución se pueden encontrar en los repartimientos antillanos efectuados
por Colón, y las encomiendas de las órdenes militares españolas, esencialmente circunscriptas a
cobrar el tributo real por parte de un concesionario (Lockhart, 1982). Tanto ese doble origen, como la
relación establecida entre europeos y nativos convergieron para caracterizar a un régimen de
características señoriales, destinado a extraer los excedentes económicos producidos por las
comunidades indígenas y a reclutar mano de obra barata (y en la mayor parte del N.O.A., hasta muy
avanzado el siglo XVII, gratuita). Dicha institución, en el caso del Virreinato del Perú, como de toda
la América Española, se otorgaba a aquellos individuos caracterizados por sus servicios a la Corona
en título de merced. La misma entrañaba un vínculo de dependencia personal entre el indio y el
español beneficiado, quien cobraba un tributo a cambio de protección, cuidados y adoctrinamiento en
la nueva fé; pero no implicaba en caso alguno, al menos para el Derecho Indiano, la posesión de las
tierras donde ese grupo humano residía.
El mecanismo de otorgamiento de mercedes de encomienda en el N.O.A. estuvo ligado, desde muy
temprano, a la ya mencionada política estatal de descarga de la tierra, por la cual "premiaban" (esto
es, sacaban de la zona central del Virreinato) a capitanes y otros jefes españoles de segunda
importancia. El proceso aludido tuvo, en la región, características particulares que lo diferencian de
sus símiles peruanos y altoperuanos; es así que podemos encontrar muchos casos de encomiendas
otorgadas por 3 o 4 vidas (el caso de los Casabindo y Cochinoca en la actual Provincia de Jujuy),
cuando la ley prescribía un máximo de dos vidas, y esto en un caso excepcional. En la zona central
del Virreinato, y como parte de esta política, se tendió a no disgregar (al menos en los primeros
momentos de la conquista) a los grupos indígenas, agrupando pueblos enteros bajo una misma
encomienda. En el caso de nuestro Noroeste, la situación fue radicalmente distinta, llegándose a
encomendar a ¡1 indio! (Lorandi y Ferreiro, 1991). El resultado, parece obvio decirlo, fue la
consecuente disgregación y desarticulación de la enorme mayoría de las comunidades locales,
quedando al margen de este violento proceso comunidades como las de los Tafí-Amaicha (Cruz,
1989), que constituyeron casos aislados y absolutamente excepcionales.
Llegados a este punto es necesario precisar un aspecto que consideramos de relevancia para el tema y
que puede prestarse a confusiones. Si bien existía entre el feudatario y el grupo encomendado un
vínculo de dependencia próximo a la servidumbre, los indígenas no eran vasallos de éste sino
súbditos de la Corona, la cual concedía la posesión y tutela de los mismos al beneficiario; en virtud
de asimilarse a los primeros al status jurídico de los rústicos y menores dentro del derecho castellano
(Ots Capdequí, 1982). Sin embargo, y como muy bien lo destaca Sempat Assadourian (1985:93) el
encomendero:"...logró en sus pequeños dominios un verdadero poder doméstico, apenas atemperado
por el control de la administración central y provincial...". Fenómeno que se observará con más
claridad al tratar puntualmente los datos.
Decíamos más arriba que la cesión de un grupo en encomienda no entrañaba jurídicamente derecho
algunos sobre la tierra que ese grupo ocupaba; sin embargo para el N.O.A., este fue un postulado
altamente teórico, ya que la realidad mostrada por las investigaciones más recientes demuestran que
el proceso de ocupación de tierras sí estuvo ligado (y en forma estrecha) a la posesión de
encomiendas (Piana de Cuestas, 1988; López de Albornoz, 1989; Gónzalez Rodríguez, 1989); uno de
estos casos es la precedencia de los encomenderos en el otorgamiento de mercedes de tierras. Hecho
comprensible si se toma en cuenta que la mayoría de los más importantes feudatarios (sino todos) del
área ocupaban, paralelamente, puestos claves en el aparato estatal colonial, en el comercio, etc.
Además, la práctica de usufructuar ilegalmente las posesiones territoriales indígenas no fue un hecho
excepcional sino una táctica corriente. Estas prácticas recién mencionadas, la irregularidad en el
otorgamiento de las mercedes, las arbitrariedades cometidas en numerosos casos por los
encomenderos en relación a las exigencias tributarias, y la sobre-explotación habitual a la que era
sometida la mano de obra indígena resultó en un impacto violentísimo sobre la estructura
demográfica tradicional regional, derivando en una baja productiva que a la larga neutralizó el papel
de la institución encomienda como proveedora de mano de obra y de productos a muy bajo costo. Sin
embargo, no debe entenderse esta situación como resultado de un proceso lineal y sin alteraciones,
antes bien la temprana historia del área no sólo conoció luchas de poder entre encomenderos, sino
que (y esto resulta evidente en la información) las fricciones entre los feudatarios y el aparato estatal
colonial, la iglesia, y naturalmente los grupos nativos, fueron moneda corriente en la época. El
segundo tipo de conflicto citado tiene directa relación con la política anti-encomendera generada por
el Virrey Toledo y sus sucesores, que también puede ser entendida en el marco de la lucha llevada a
cabo por el Estado español colonial por imponer su presencia y su autoridad en regiones donde los
intereses privados surgidos directamente de la conquista, habían limitado ese accionar.
Un producto de esto, y a pequeña escala, pudo ser la lucha jurisdiccional desatada entre la Audiencia
y la Gobernación del Tucumán, en 1596, por la nominación del Teniente de Gobernador de Jujuy. Lo
cierto es que motivos como estos son los que llevaron a que en 1611, y a través de la visita realizada
por el célebre Oidor don Francisco de Alfaro, las autoridades de la Audiencia de Charcas intentasen
modificar el estado de la situación, recortando el poder del sector encomendero a través de la
anulación de una de sus herramientas favoritas: el Servicio Personal, y del no otorgamiento de nuevas
mercedes de encomienda; pasando desde ese momento todas las que vacaren a cabeza del Rey; por lo
menos eso es lo que pretendía Alfaro, aunque se siguieron otorgando.
A los efectos de nuestra investigación, el problema más grave que planteaba la encomienda en la
región era la forma de explotación de la fuerza de trabajo, sus efectos sobre la reproducción de la
misma y sobre la producción que se generaba en ese ámbito. Otro problema, y creemos que
estrechamente vinculado al anterior, fue la extraordinaria perduración temporal de la institución en la
zona, lo que la diferencia netamente de sus similares altoandinas. De todas formas, es necesario
aclarar que la situación de la encomienda en el N.O.A. presenta una serie de matices importantes de
acuerdo a la microrregión de la que se trate; más adelante veremos las posibles diferencias que
comienzan a surgir en este sentido, distinguiendo a las encomiendas ubicadas en la zona de llanura
tucumano-santiagueña, de aquellas ubicadas en Salta y Jujuy que por su especialización productiva
presentan características distintas.
Como vimos antes, el vínculo que relacionaba a dominadores y dominados en la esfera de la
encomienda era el tributo. Este debía ser realizado, de acuerdo a la legislación, por todos los varones
entre 18 y 50 años que no estuviesen impedidos, exceptuando a las mujeres, curacas y alcaldes.
Aunque nuevamente debemos hacer una salvedad, ya que en el Tucumán, verdadero "Far South" del
imperio español en América, esta división entre tributarios e individuos exentos de tasa fue, en
muchos casos, sólo de carácter formal. Las transgresiones a la ley, por parte del español de la zona,
formaban parte de su vida cotidiana. A pesar de que este tributo era percibido en especies (Rutledge,
1985), la base real de la encomienda no era tanto el tributo fijo, como una compleja mezcla de éste y
de utilización gratuita de la mano de obra encomendada; ya que la tasa tributaria era impuesta por el
gobernador y ejecutada según la conveniencia de los encomenderos:"...e por razon dello no poder
dar como hasta agora no se a dado ni puesto tasa [...] y hize e mande apregonar cierta tasa e
moderacion de la orden que de aqui adelante se auia de tener en el aprouechamiento y servicio
personal que los dichos naturales auian de dar a sus encomenderos [...] y atento aquel cabildo e
vezinos desta ciudad se an apartado de la apelacion que de la dicha tasa e moderacion tenian
ynterpuesta..."(Ordenanzas del Gobernador Gonzalo de Abreu (1576), en Levillier, 1920 (II):32/33).
En la realización de tal tributo todos los miembros de la sociedad nativa (a excepción de los curacas
y sus familiares directos), tenían un papel asignado. Tanto así que el peso central de la producción
del tributo recaía en las mujeres, tema que trataremos cuando analizemos el Servicio Personal y la
producción de la encomienda.
Los excesos e irregularidades a que eran sometidos los nativos y las violaciones a las disposiciones
vigentes están registradas, inclusive, por la misma legislación local, que en muchos casos debió
actuar para recortar el poder encomendero. Tomemos como ejemplo las Ordenanzas dictadas por el
Gobernador interino Fernando de Zárate a principios de la década de 1590, y luego utilizadas por el
Gobernador don Pedro de Mercado de Peñaloza en 1596. En el traslado que de ellas existe en el
Archivo de Tribunales de Jujuy, se advierte claramente que se trata de medidas destinadas a corregir
violaciones a las normas establecidas por la Corona, y realizadas, en este caso, por los encomenderos
y sus asociados eventuales (comerciantes, tratantes, etc.). Tales transgresiones eran, en este caso, de
dos tipos: la primera, y que luego encontraremos en Maquijata, giraba alrededor del alquiler de indios
por parte de sus encomenderos (lo cual estaba expresamente prohibido), fenómeno también conocido
como "saca de indios"; (mecanismo por el cual un feudatario alquilaba algunos de sus encomendados
a un tratante o a un comerciante, o a un sacerdote, el cual los llevaba a Chile, Paraguay o el Perú, de
donde obviamente no volvían). El segundo tipo se relacionaba más directamente con la producción
del tributo, y hacía mención a los trabajos excesivos a los que eran sometidos los indios. En el caso
de los adultos varones:"...haziendoles abrir la tierra En que an de sembrar con sus personas sin dar
bueyes conque aren y siembren y haziendoles cargar cargas Exçesivas y traerlas de veynte y
treynta y quarenta y cinquenta leguas hasta esta çiudad E las demas donde biben los dichos
vezinos..."(A.T.J., Caja 1, legajo 2, fs. 112 (21)). Los demás miembros de las comunidades locales, y
a juzgar por esta fuente, no la pasaban mejor, por ejemplo, los niños:"...y por causa de hazer
travaxar los muchachos E niños no se crian con la fortaleza E sanidad q tenian si de tan tierna
Edad no los travajasen en los turnos [de mita] E otros travaxos y si esto no se remediasse y los
dhos yn[di]os no se rreservasen de tan Exçesivos travaxos todos se vendrian a acabar..."(Loc. cit.).
Estos, y siempre de acuerdo a estas Ordenanzas, eran utilizados en el hilado durante el turno de
"mitas de lienço" de las indias hilanderas. El castigo a estas violaciones, era también, muy
significativo; se privaba al culpable del servicio, posesión y aprovechamiento de los indios durante
un plazo nunca inferior a un año, amén de cierta cantidad de dinero en calidad de "multa".
Estas situaciones no expresaban otra cosa que las profundas contradicciones existentes entre los
intereses de los encomenderos y aquellos del Estado colonial. Este conflicto encontraba un lugar
neurálgico y privilegiado en lo que hoy se nos aparece como el eslabón más vulnerable del sistema
jurídico y político colonial en la región: las autoridades locales; cuyas funciones y espacio de poder
parecen haber constituido el punto desde donde las surgentes y cambiantes elites locales construían o
perdían su posición en la naciente sociedad del Noroeste:"...yten dixo que por quanto de dar
posesión de yndios que vacan en esta governación y de otros que tiene muchos encomendados por
notiçias y En otras maneras los thenientes de G[obernad]or y alcaldes hordinarios y otras
just[ici]as resultan muchos ynconvinientes los quales Es bien obviar y Estorban porque dellos
resultan pleitos E diferençias mandaba y mando que ninguna de la dichas just[ici]as desde hoy En
adelante de posesión de yndios a ninguna persona por suçesión ni encomienda ni título que En
ninguna manera tengan por donde se les pueda dar porque esto reservaba y reservo para que lo
vengan a pedir ante su señoría atrayendo E mostrando cada uno el recaudo que tuviere para que
se dé la posesión..."(A.T.J., Caja 1, legajo 2, fs. 113). Un claro ejemplo de este tipo de conflictos de
intereses lo muestra la ya mencionada lucha por la designación de la máxima autoridad de Jujuy,
adonde se enfrentan, del lado del Gobierno local el fundador de la ciudad, encomendero y Teniente
de Gobernador, don Francisco de Argañaraz; y del lado de la Audiencia don Juan Ochoa de Zárate,
conocido y poderoso empresario-encomendero, cuya familia e intereses lo vinculaban a La Plata.
Creemos, y entrando ya definitivamente en el tema puntual que nos ocupa, que el caso de Maquijata
puede representar otro ejemplo de esta situación; ya que, como destacamos al principio de este
artículo, Mirabal no sólo fue miembro de la gestión de Hernando de Lerma, sino también su pariente
cercano. A esto debe añadírsele el hecho de que la primera instancia del pleito, resuelta por las
autoridades locales, le fuese desfavorable (como también fue señalado), a pesar de haber sido
representado por el conocido comerciante Rodrigo de Salinas (Assadourian; 1982). En el año 1617,
finalmente, la encomienda le fue quitada. Aunque por el momento no conocemos los motivos
precisos, se puede suponer que se debió a algunos de los factores comentados en el párrafo anterior y
desarrollados en el punto "El pleito y sus actores".

B) Las Relaciones Sociales al interior de la Encomienda

Maquijata presenta en su organización interna, la división clásica de toda encomienda: aquella entre
dominadores y dominados. Dentro del primero de los segmentos sociales citados encontramos una
serie de gradaciones y jerarquías que ordenan a los individuos en función de su grado de poder sobre
los productores directos y de acuerdo a su relación respecto a la propiedad sobre los medios de
producción (tierras, posesión de encomiendas, herramientas, etc.). Estas situaciones sirvieron de base
de apoyo a otros principios jerárquicos como son el status y el honor, los cuales limitaban o
facilitaban la movilidad social ascendente (de acuerdo al caso).
En algunos casos, determinados individuos (normalmente pertenecientes a un estrato inferior al
encomendero) actuaban a manera de "brokers" (articuladores), que mediaban entre el sustrato
subordinado y la sociedad mayor. A raíz de la presencia de estos elementos, de la superexplotación
de la mano de obra, la ocupación del territorio de los grupos locales y la subordinación étnica,
caracterizamos a la zona de nuestro estudio como un "área de fricción interétnica" (en el sentido que
le otorgase Cardoso de Oliveira; 1977), en el cual predomina un sistema de relaciones asimétrico
plasmado en criterios de dominación/subordinación.
Podemos, entonces, intentar analizar las relaciones antes bosquejadas como una pirámide, cuya
amplia base está ocupada por la mano de obra indígena. En su cúspide situaremos, obviamente, al
encomendero y entre ambas, los pobleros o mayordomos. Nos detendremos aquí por un instante. Si
bien Antonio de Mirabal era el beneficiario de la merced de Maquijata no residía ni en la reducción,
ni en la ciudad de Santiago, sino en La Plata; lo cual lo llevó a delegar poderes en un administrador
(el cual, en la teoría, ocuparía el rango inferior en la pirámide). Antonio Ybáñez del Castillo había
recibido del feudatario un poder para que:"...en todo y por todo rija y administre y gobierne a los
dichos indios de mi encomienda, y los sustente y compre comida y algodón, y disponga todas
aquellas cosas que fueran necesarias y útiles y lo que yo podría hacer que siendo por el hechas y
otorgadas las dichas escrituras de transacción y conciertos, y otras que fueren necesarias, para la
administración y buen gobierno de los dichos indios..."(Pleito...; 1611:38). Este último cumplió, en
los hechos, el papel que Carlos Mayo (1978) atribuye a los encomenderos; esto es, la articulación
entre dos formas diferentes de economía: una de carácter natural (la indígena), y otra monetarizada
(la hispana)1. Además de estas funciones el administrador podía y debía llevar adelante pleitos de
toda índole que concerniesen a los intereses de Mirabal (cuando estos se presentasen). A cambio de
esto Ybáñez percibía una serie de ingresos a manera de pago. Los mismos, aparentemente, provenían
de la recaudación del tributo indígena. Inclusive, cuando durante el juicio solicita que se le abone el
"alcanze" (diferencia entre lo producido y lo gastado en la encomienda), aclara que éste último le es
pagado:"...de los frutos y rentas del repartimiento de maquijata (porque) por las dichas escrituras y
cédula parece estar obligados los dichos tributos a ello..."(Pleito...; 1611:82). Es de lamentar el
hecho que no contemos con la mencionada cédula de concierto entre ambos personajes, la cual podría
echar luz sobre este problema.
El poblero o mayordomo, que en este caso era designado por el administrador, es el personaje que le
sigue en la jerarquía descendente. Su función era supervisar in situ y dirigir la producción y el trabajo
indígena en la reducción adonde se había relocalizado a los indígenas encomendados. Era, también
aunque en menor grado, el nexo entre la institución y su variada red de actividades económicas;
encargado de transportar los productos a la ciudad, y desde ésta la comida, los medicamentos, etc. Su
papel estaba bien definido por el mismo encomendero:"...que en mi nombre pueda recibir y reciba
cualesquiera criados mayordomos que comúnmente se llaman pobleros para que asistan en el
dicho pueblo de mi encomienda e industrie a los indios en lo que deben hacer como se acostumbra
en las dichas provincias de Tucumán por el precio y en la forma que con los tales se
conviniere..."(Pleito...;1611:38). Los haberes percibidos parecen haber sido otorgados en términos de
"salario", aunque no podemos determinar si éste fue pagado en moneda acuñada, en "moneda de la
tierra", o en especies. No obstante, su estipendio se realizaba en función de un monto anual
aparentemente fijo y expresado en moneda de curso legal. Por ejemplo, Diego Sánchez que sirvió
desde 1600 a 1602, recibió 338 pesos por dos años y tres meses de servicio, a razón de 150 pesos
anuales. A Sancho Maldonado, que ocupó el cargo durante 1603, se le abonaron 137 pesos por once
meses de servicio, a la misma tasa anual que el anterior. Finalmente, a Juan Rabelo, se le pagaron 16
pesos por 6 semanas de trabajo durante 1603/1604, con idéntica tasa a los anteriores.
Existe dentro de este esquema un tercer componente, esta vez ajeno a la institución encomienda, pero
que cubrían una de las funciones centrales de la misma: el sacerdote.
El papel de éstos era, fundamentalmente, el control y conversión de los nativos al nuevo orden de
cosas, a través de la modificación y reemplazo de sus estructuras cosmovisionales tradicionales. Por
lo que hoy sabemos este proceso de conversión estuvo lejos de ser lineal y unidireccional, ya que la
historia de la colonización evangélica de América se nos aparece como una serie de procesos y
fenómenos de alto grado de complejidad, que incluían la violencia de los colonizadores, la resistencia
nativa, fenómenos de tipo sincrético, etc. Por otra parte, los intereses eclesiásticos frecuentemente
divergían, y hasta se oponían en algunos casos, a los intereses particulares de los feudatarios. Existen
numerosos ejemplos de esto último en las fuentes referidas al N.O.A. (p.ej.: el jesuita Bárzana).
Los sacerdotes que sirvieron en Maquijata fueron cinco, para el período que va desde 1598 a 1604 y
percibían su estipendio de acuerdo al número de doctrinados que atendían (como era de uso en el
Tucumán):"...en las dichas provincias de tucuman está en uso y costumbre todas ellas que de cada
yndio que el clérigo sacerdote tiene a su cargo los dichos pueblos para doctrinarlos se le da y paga
un peso corriente y estando en el dicho pueblo treinta y cinco yndios o treinta y seis y pagando por
esta cuenta en cada uno [año] treinta y cinco pesos..." (Pleito...; 1611:101). En todos los casos la
suma era aportada por el encomendero o el administrador, pero junto a esto, percibían ingresos por la
realización de funciones rituales como asistir casamientos, entierros, bautismos, etc. No obstante, no
se agotaba en estas tareas el desempeño de los religiosos, sino que las extendían al campo
económico, en este caso particular el comercio. Tomemos, para ejemplificar esto último, los negocios
que involucran a los sacerdotes que asistieron a Maquijata.
1: Es necesario hacer la salvedad, no obstante, que más que articular dos economías diferentes, se relacionaban dos formas productivas distintas; ya que la "economía"
indígena quedaba subsumida dentro de la esfera económica colonial.
El doctrinero Alonso Diaz de Gata, quien asistió ritualmente a la encomienda durante 22 ½ meses
entre 1598 y 1600, vende al administrador en 1601 cuatro arrobas de algodón por valor de 20 pesos.
Hacia 1603 el Maestre Escuela de la Catedral de Santiago del Estero, Francisco de Aguilar, obtiene
en alquiler 3 indios de Maquijata2, a los cuales envía a Chile en compañía de un soldado:"...porque
queriendo ir a la ciudad de Mendoza el maestre de escuela de la catedral de aquella ciudad
[Santiago del Estero] por no haber en ella indios de mita ordinaria para aviarle y acomodarle..."
(Pleito...;1611:94). Ese mismo año son abonados 20 pesos "en reales" al administrador (en concepto
de primer pago). Luego el Maestre Escuela vende a Ybáñez 5 arrobas de algodón "a cuenta" del
alquiler de los indios. Lo convenido con respecto a estos, era el pago al encomendero de 6 pesos por
individuo y por mes (aunque suponemos que la cifra abonada a los nativos por el viaje era otra).
Suponemos que el monto total nunca fue abonado, ya que el clérigo argumentó que el alquiler fue por
espacio de 5 meses, mientras que el encomendero afirmaba que había sido por un año3.
La relación entre el Maestre de Escuela de la Catedral y el administrador parece provenir de largo
tiempo atrás, de la época en la que Ybáñez administraba la encomienda de Toamagasta (junto al Río
Dulce y en las cercanías de la capital santiagueña, unas cinco leguas al norte de ésta). En ese período
el sacerdote envió a un tal Juan de Salazar a ocupar el pueblo citado, y luego de expulsar al poblero y
a la despensera:"...no se contentó con esto sino que a veinte bueyes que yo tenía en el repartimiento
para ayudar a las sementeras se me quedó con ellos más de ocho meses..." (Pleito...; 1611:93v.)
Un tema derivado de este esquema piramidal que sugerimos y que plantea interesantes problemas
acerca de la conformación socio-cultural de la encomienda es el de la alimentación. Algunas citas
parecen insinuar que las diferencias culturales y sociales iban acompañadas de una diferenciación
concomitante en la dieta.
Tomemos por caso la actividad pecuaria. En 1600 Ybáñez registra la compra de 120 cabezas de
ovejas y cabras, las cuales fueron consumidas por el poblero, el cura y el mismo administrador "las
veces que allí iba". En cambio, no se dice palabra sobre su inclusión dentro de la dieta indígena.
En el caso de las especies recolectadas, y/o cosechadas, sabemos que ambos segmentos socio-
culturales (indios y blancos) debían ser alimentados desde afuera del repartimiento, (salvo en 1603
que se produjo maíz, aunque no sabemos si fue consumido en la reducción), debido a una serie de
fenómenos que impedían la autosubsistencia a través de la cosecha de los cultivos propios. No
obstante el mismo encomendero plantea que:"...los dichos indios de maquijata hacían sementeras
para sí y cogían algarroba y con ello se sustentaban..." (Pleito...; 1611:68v.). Precisamente en este
punto surge un sugestivo interrogante, ya que no tenemos datos sobre la recolección de esa especie
en la reducción, al mismo tiempo que se la menciona muy pocas veces a lo largo del extenso
documento. Por otra parte la cita arriba expuesta fue extraída de la 16a. pregunta del interrogatorio
presentado por Antonio de Mirabal durante el pleito (el cual nunca fue contestado, siendo sustituido
por otro cuerpo documental). Este primer cuestionario esta integrado por preguntas que sugieren la
idea de haber sido elaborado sin tomar en cuenta (o desconociendo) las particularidades de la zona en
materia de recursos; a la vez que nos muestra la utilización de categorías en boga en el Alto Perú,
pero no utilizada en los cuestionarios que obran en esta fuente (los cuales fueron confeccionados en
Santiago del Estero). Dos ejemplos aclararán esta breve disgresión. En las preguntas presentadas por
Mirabal se menciona a una bromeliácea característica del ámbito chaco-santiagueño, el chaguar,
como a una:"...cabuya que llaman chaguar..." (Pleito...; 1611:57). Por otra parte se pide a los
testigos que manifiesten si conocen los quipus presentados por los curacas locales. Esta práctica,
extendida en el Perú y parte del Alto Perú, registra escasísimos antecedentes para el Tucumán y en
particular para Santiago del Estero. En definitiva, creemos estar en presencia de un juego de argucias
legales elaborado sin mayor conocimiento de la zona, que repercutieron en las exigencias tributarias
e indirectamente en la dieta, a través de una división en el consumo que coincide con la división
socio-cultural.
Pasaremos a considerar ahora la base de la pirámide: el grupo indígena en su calidad de fuerza de
trabajo.

2: Lo cual estaba expresamente prohibido por las Ordenanzas de Gonzalo de Abreu, las de Mercado y Peñaloza, y las promulgadas por el Virrey Velasco algunos años
antes.
3: Desconocemos, también, la suerte corrida por dos de los tres nativos (ya que uno murió en Chile). Con esto parece cumplirse uno de los temores expresados por el
Gobernador Mercado y Peñaloza en sus Ordenanzas; los indios en tránsito fuera de la Gobernación no regresaban jamás, y su efecto demográfico era un severo desbalance
de la pirámide de edades y de sexos, además de la consecuente despoblación progresiva.
El grupo encomendado no residía permanentemente en la reducción de Maquijata, sino que acudía
allí "por veces" (esto es, por turnos de mita), ubicándose su localización permanente en la Sierra de
Guayamba o Maquijata, la cual forma parte del Alto-Ancasti, en la actual provincia de Catamarca;
frente a Guasayán y a unos 40 o 50 Km. en dirección O. El grupo que concurría al "pueblo" de
Mirabal estaba constituido por mujeres, tributarios y reservados (ancianos) en un número que
oscilaba entre 50 y 70 personas. Sin embargo las tareas concretas presentaban, además de esta
tripartición socio-jurídica, una fuerte división sexual del trabajo. Según ésta las mujeres eran las
verdaderas productoras del tributo (el lienzo), ya que eran las encargadas del "beneficio" del algodón,
el hilado del mismo y el tejido de ropa4; quedando reservado para los varones (de acuerdo a la
legislación los ancianos y los niños) la confección de manufacturas derivadas de esa labor, como
calcetas y alpargatas. Los tributarios podían participar de estas últimas actividades, pero,
fundamentalmente, se dedicaban a las actividades agropecuarias y a la confección de manufacturas
relacionadas con ese ámbito laboral (arreos, jáquimas, cabestros, etc.). No obstante esto último, toda
la producción derivada del beneficio del algodón (exceptuando el lienzo) y de las actividades
agropecuarias era "reconvertida" en materia prima para la confección de lienzo.

DESCRIPCION COMENTADA DE LAS CUENTAS DE MAQUIJATA

A) CARGO. Producción del tributo y bienes de la encomienda

La actividad registrada documentalmente sobre Maquijata cubre un período sumamente breve, el que
media entre 1600 y 1604, esto es, durante las gobernaciones de Francisco Martínez de Leiva
(1600/1602) y la de Francisco de Barrassa y Cárdenas (1602/1606). Durante este tiempo la
encomienda estuvo dirigida por tres administradores: Alonso Sánchez Cavallo (¿?/1600); Antonio
Ybáñez del Castillo (1600/1603); y Martín de Ledesma Balderrama (1604/1605); además de un
brevísimo interregno entre 1603 y 1604 en el que provisoriamente estuvo a cargo de Sebastián de
Vargas. Sólo poseemos datos completos del período de administración de Ybáñez del Castillo, más
algunas referencias muy significativas del período de Ledesma Balderrama, del resto sólo hemos
encontrado menciones aisladas y de escasa utilidad.
En las cuentas de la encomienda aparecen registrados todos aquellos productos o transacciones
destinadas vinculados al tributo, tanto compras de materia prima, como venta de la producción
propia.
El mencionado tributo era cobrado en especies y era girado, teóricamente, al encomendero en el Alto
Perú:"...si saben que si el dicho Antonio Ybáñez le enviara al dicho Antonio de Mirabal a esta
ciudad o a la villa de Potosí los dichos frutos y lienzo en especie conforme al poder que el dicho
Antonio de Mirabal le dio..." (Pleito...;1611:77).
En el balance global de los casi cuatro años de gestión se produjeron 10 tipos de producto distintos:
lienzo de algodón, piezas de ropa, calcetas (de lana y de algodón), jáquimas y guascas para los
arreos, alpargatas, chumbes (fajas), miel, cevil, maíz e hilo de algodón (ver gráfico I). Es necesario
aclarar que estos productos eran elaborados, recolectados o cosechados en la esfera de la
encomienda, ya que las exigencias tributarias en especies incluían, además, trigo, coro, cebada, añil,
cera, pabilo, costales, sogas, aparejos, algarroba y sobrecamas. Estas, obviamente, no eran producidas
en Maquijata, pero sí en el área santiagueña.
De lo producido efectivamente por la encomienda se puede observar claramente el peso que tenían
los textiles, ya que sobre 10 tipos de productos, 6 son manufacturas de ese tipo; su volumen ocupa un
porcentaje relativo enorme en el monto total de la producción: 94% (ver Gráfico n° II). Dentro del
rubro textil el lienzo ocupó, a su vez, el lugar central con un 62% del total de lo producido5.(Ver
Gráfico n° III). Podemos ver, también, la importancia del lienzo reflejada en la declaración del
administrador Ledesma Balderrama que

4: Tal situación estaba prevista por las Ordenanzas, tanto en la promulgadas por Gonzalo de Abreu (Ordenanzas 11 a 14), como en las de Mercado y Peñaloza. Lo cual
daba forma legal a una diferencia esencial entre la encomienda peruana y la tucumana. En la primera, el encargado legal del tributo era el varón tasado, en la segunda lo era
la comunidad toda.
5: Hemos establecido, para su mejor visualización, tres grandes grupos dentro de los gastos de producción: 1- Algodón; 2- Lana; y 3- Gastos Generales, adonde incluimos
compras de herramientas, medicamentos, compra de granos para siembra y comida, ropa, ganado de tiro y ganado para alimentación diferencial.
Gráfico I - relación de la producción de textiles con otras especies

TEXTILES
MIEL
CEBIL
ALQUILER
MAIZ
JAQUIMAS

GRAFICO I
informa lo siguiente:"...tienen obligación cuatrocientos y ochenta pares de alpargatas y doscientos
y veinte pares de calcetas y cuarenta botijas de miel y sesenta y cinco pesos de coro y cuarenta
guascas y veinte y cuatro jáquimas, todo lo cual vendió el dicho Martín de Ledesma Balderrama
para pagar el algodón que compró para hacer las dichas mil y seis baras de lienzo [...] y el flete
que tuvo el dicho lienzo de traslado a esta ciudad..." (Pleito...; 1611:126). Este dato, sumado a
inferencias hechas en base al material correspondiente al período de la gestión Ybáñez del Castillo,
nos permiten suponer que el resto de la producción no textil pudo cumplir dos funciones: o bien
servir para completar un monto fijo de antemano en calidad de tributo (sobre lo cual no hay ninguna
evidencia); o para subsidiar la producción textil propiamente dicha, a partir de la venta de estas
especies provenientes tanto de la recolección, cuanto de la manufactura secundaria del hilo de
algodón. La producción textil subsidiada habría sido, en este último caso, la que iría a constituir el
tributo.
Pasaremos ahora a considerar la descripción comentada de la producción anual. Previamente,
es necesario destacar que las cifras monetarias ofrecidas en los gráficos han sido transformadas a
base decimal, ya que no se utilizaba en la época ese sistema, sino que estaban expresadas
originalmente en reales de a ocho unidades el peso. Como se desprende de esta última aclaración,
compararemos los volúmenes expresados en valores monetarizados (salvo en el caso puntual de la
producción textil), siendo ésta la única variable común a todas las especies que se puede
individualizar en la documentación de referencia.
Gráfico 2 - porcentaje relativo de textiles valuados en pesos de a 8 reales

1%
0%

7%

24%

62%
6%

LIENZO ROPA ALPARGATAS CALCETAS CHUMBES HILO

GRAFICO II
Gráfico 3 - Montos de producción relativos por especie en pesos

1600 1601
1602 1603

600

500

400

Monto en pesos
300

200

100

0
LIENZO

ROPA

1602
ALPARGATAS

CALCETAS

CHUMBES

HILO

MIEL

1600
CEBIL

ALQUILER

MAIZ

JAQUIMAS

Años de producción

Productos
ALPARGACALCETACHUMBE ALQUILE JAQUIMA
LIENZO ROPA HILO MIEL CEBIL MAIZ
TAS S S R S
1600 94,4 65 55,3 8,3 0 0 0 0 0 0 15,8
1601 221,3 65 200,5 52,7 12 0 71 0 0 0 10
1602 590,1 0 239,2 37,9 0 0 18 0 0 0 0
1603 408,6 0 19,6 48,7 0 8 0 6 20 35,9 0

GRAFICO III
El primer año de producción, 1600, (que comienza hacia febrero o marzo) logramos identificar
como el mayor volumen monetarizado a los textiles, grupo que comprende a todas las manufacturas
secundarias del laboreo del algodón y la lana, esto es, alpargatas, calcetas, chumbes, ropa y lienzo.
No se registra durante este año ningún tipo de producción agropecuaria, debido tal vez, a que recién
recomienza el funcionamiento económico de la encomienda; paralelamente (aunque esto tiene una
explicación obvia), el volumen total anual de producción de este año es el más bajo de todo el
período.
El segundo año, 1601, se repite la situación, pero con algunos matices. Se registra una suba en el
volumen de lienzo; y además aparecen algunas especies recolectadas, aunque con un monto mínimo.
Este año, y el que le sigue fueron los más afectados por una intensa sequía.
En 1602 la producción del "resto de textiles", categoría bajo la cual incluimos todas las manufacturas
confeccionadas con algodón y/o lana exceptuando el lienzo, baja relativamente en comparación al
año anterior, ocupando el segundo puesto desplazada por el aumento del volumen del lienzo
producido (ver gráfico n° IV). Este hecho seguramente está vinculado a que en 1603 se exportó
lienzo por valor de 100.000 pesos hacia el mercado potosino; creemos que estas exportaciones
correspondieron a la producción de 1602. Paralelamente, los productos agropecuarios experimentan
un fuerte descenso en términos absolutos y relativos. Aquí cabe acotar que lo resembrado durante ese
año no prosperó (lo cual tal vez nos esté indicando el pico de la crisis climática).
Finalmente, en 1603, el "resto textil" vuelve a descender, produciéndose en este caso una inversión
de los elementos componentes internos, ya que por primera vez, las calcetas ocupan el mayor
volumen por sobre la producción de alpargatas; también por primera vez se elabora hilo de algodón.
A la vez, el lienzo vuelve a ocupar el primer lugar. Debemos agregar a esto un aumento de la
producción agropecuaria, relacionado con la superación de la crisis climática que se produjo,
precisamente, durante ese año. Lo que hemos venido indicando hasta aquí como producción agrícola
estaba constituída por Jáquimas (como manufactura derivada de esta actividad), maíz, cebil, y miel.
El primer año (1601) sólo se registran jáquimas, ya al año siguiente se agrega la miel, la cual pasa a
ocupar el primer lugar dentro del rubro1. Por otra parte, este es un producto típico de la zona chaco-
santiagueña del cual, por la información de que disponemos, no se podía obtener cera. Creemos,
además, que los volúmenes de esta especie estaban relacionados con los eventos ambientales
mencionados más arriba. La miel vuelve a registrarse durante el tercer año de ejercicio, esta vez
como único producto no textil, aunque en un volumen sensiblemente inferior. Finalmente, durante
1603, esta especie y las jáquimas desaparecen por completo, dejando lugar al cebil y al maíz.
También durante ese año se registra la sustitución de la lana por el algodón en la elaboración de
calcetas. Vemos, entonces, que durante ese último año comienza a diversificarse la producción,
introduciéndose tres especies nuevas y registrándose la más alta producción textil de los últimos dos
años.
A continuación ofrecemos las cuentas del cargo de la encomienda tal cual las presentase Antonio
Ybáñez del Castillo; la única innovación que hacemos es ordenarlas en seis columnas para facilitar su
lectura.

1: Si bien no hemos podido identificar positivamente el tipo de miel que se recolectaba, las características mismas de la zona facilitaban (y facilitan) la existencia de
colmenas silvestres de avispas (conocidas en la zona como "chilalos"). Por otra parte sabemos que en la zona del Río Dulce se recolectaba, en épocas previas a la conquista,
miel de avispa.
DESCARGO ENCOMIENDA DE MAQUIJATA

882,2 782,2

871,2

PAGO DE SERVICIOS GASTOS ADMINISTRATIVOS GASTOS DE PRODUCCION

grafico IV
CARGO
B) DESCARGO. Gastos en Salarios, Insumos, Ceremonial y otros.

Este listado de compras y erogaciones presenta una serie de obstáculos al análisis. El primero de ellos
es que es incompleta la lista de vendedores de productos y no se registran las fechas de las
transacciones. Ocasionalmente aparecen el origen del producto y su destino útil. Sin duda alguna el
problema más serio es el de la falta de registros contables cronológicos precisos. No obstante, y en
algunos casos, se registra la fecha del pago de la deuda, aunque da la impresión que éstos se realizan
de manera diferida y aperiódica. Todo lo cual nos lleva a cronologizar las entregas registradas de una
manera tentativa. La comparación, entonces, tendrá un carácter global.
La representación de estos volúmenes de gastos (gráfico V) ha sido ordenada, con el propósito de
hacer una descripción "económica" y fácilmente visualizable, en tres grandes grupos: Gastos
Administrativos (que incluyen pago de diezmo, depósitos, derramas, cédula, pleitos, derechos de
mandamiento, y sustituciones); Pago de Servicios (en el cual se incluyen doctrina, pago a pobleros,
pago a mercenario, servicios rituales y búsqueda de indias huidas); y finalmente, Gastos de
Producción (en el cual ubicamos las compras de grano para siembra y comida, adquisición de materia
prima, compra de animales de tiro y ganado ovino y caprino, compra de herramientas y compra de
medicamentos para los enfermos). Asimismo, reiteramos que el cálculo ha sido realizado
convirtiendo los valores monetarizados de la época a una base decimal.
Es interesante observar el alto porcentaje de gastos administrativos (34%), relacionados con
compromisos administrativo-burocráticos a los que estaba atado el funcionamiento de la encomienda;
así también, como el alto (31%) volumen de gastos en servicios. Esto de alguna manera preludia lo
que luego destacaremos, el fracaso de la encomienda como empresa; situación, que aunque se presta
a muchas discusiones, está relacionada directamente con la incidencia de los dos ítemes antes
nombrados, a través del escaso margen de reinversión "productiva" que permitían.
Trataremos primero la significación de los gastos de Producción, para cerrar este punto analizando
las transacciones y su contenido social, político y económico.
Entre las compras que caracterizamos como relacionadas directamente con la producción (insumos o
"gastos de producción"), encontramos que sólo 34 fanegas de maíz y 100 de trigo estaba destinadas a
comida en la reducción. Por el momento no podemos hacer un cálculo preciso del consumo ni del
rinde de trigo y de maíz, ya que no hemos podido identificar positivamente las especies. No obstante,
se desprende de la documentación que una carga equivale aproximadamente a ½ fanega; de acuerdo a
lo calculado por la Lic. Mercedes Del Río (Com. Pers.), hacia 1610, una carga contenía
aproximadamente unos 40 Kg.. Por lo tanto el volumen
PRODUCCION DE LIENZO 1600-1603

1000
900 935
800
700
600
500
400 545

300 355
219
200
100
0
1600
1601 S1
1602
1603

GRAFICO V
calculado para alimentación habría sido, para 34 fanegas, unos 2720 Kg.. Por su parte, el trigo, cuyo
volumen era de 100 fanegas habría resultado en unos 8.000 Kg.. Reiteramos que, por no conocer el
rendimiento de estas especies para el ecotono Monte/Parque Chaqueño, ni el número preciso de
consumidores, no podemos concluir si esta cantidad fue acaso suficiente para alimentar a la
población reducida en Maquijata; o si por el contrario, complementaban su dieta con productos
provenientes de su localización valliserrana, o con especies recolectadas (¿algarroba?) sobre lo cual
no aparecen datos.
En el caso de las adquisiciones de materia prima para textilería, registramos 104,5 arrobas de algodón
y 19 de lana, lo cual arroja, para el algodón (aceptando como promedio la elaboración de 25 baras
por arroba) unas 2400 baras beneficiadas en todo el período. Sin embargo, si evaluamos las baras de
lienzo declaradas por Ybáñez del Castillo, veremos que llegan a 2034. (Nuestros cálculos, en cambio,
indican que las baras de lienzo ascendían a 2054). La diferencia entre las 2034 baras declaradas y las
2400 que montarían de acuerdo al promedio, se explica tomando en consideración al "resto de
textiles", los deshechos, la calidad variable de la materia prima y el robo, que habrían actuado como
eventuales factores de "dispersión" del volumen inicial.
Finalmente, trataremos de ubicar cronológicamente las transacciones, al tiempo que a través de
algunas de ellas se descubrirán las relaciones que ligaban a los distintos personajes que participaban
de este circuito comercial, en el cual esta inserta la encomienda.
Pero antes quisiéramos llamar la atención sobre un punto importante: la existencia de una diferencia
negativa en las cuentas de Maquijata. El balance entre el cargo (2324$), y el descargo (2499$), arroja
un saldo negativo (Alcanze) de 175$. Obviamente este saldo ha sido realizado sobre la base de todo
el período, ya que no existen cuentas anuales precisas. No obstante, si tomamos en cuenta esto, y le
añadimos las exigencias del encomendero, (que nos son cumplidas ni siquiera en un 60%), surge con
toda claridad la fragilidad empresarial de esta institución.
La primer compra de materia prima parece haber sido realizada al ex-doctrinero Alonso Diaz de
Gata, entre 1600 y 1601, quien le vende a Ybáñez algodón procedente de Catamarca (es interesante
observar que una importante zona de algodonales en esa provincia se ubicaba en la ladera occidental
de El Alto-Ancasti, cuyo sector frente a Guasayán se denominaba Sierra de Maquijata). Al año
siguiente encontramos cuatro compras, todas de algodón. La primer remesa es vendida por Julián
Cardozo (luego testigo por Ybáñez en el juicio), con un volumen de 10 arrobas procedentes de
Toama (esta zona era considerada en el Santiago Colonial como el área triguera; además el
repartimiento homónimo allí asentado fue administrado a fines de la década de 1590 por...Antonio
Ybáñez del Castillo). Luego, y durante ese mismo año, Lope Bravo de Zamora (Teniente de
Gobernador y Justicia Mayor de Santiago, y además la primera instancia en la que se resolvió el
juicio entre el encomendero y el administrador), vende a Ybáñez 9½ arrobas procedentes de
Sumamao, junto a 10 arrobas más de procedencia desconocida. Esta última transacción reviste un
carácter excepcional en nuestra documentación ya que, no se vende para Maquijata sino para Toama,
que aparentemente habría seguido siendo administrada por Ybáñez; su pago es registrado en lienzo
(cosa muy corriente en la época). Entre 1601 y 1602 se registran compras a Francisco Rodríguez (a
razón de 16 baras por arroba), este algodón proviene de Esteco, coincidiendo con la crisis climática
que afectó la zona de Guasayán y que seguramente afectó la capacidad productiva de los
abastecedores de la zona. El mismo año Julián Cardozo vende nuevamente algodón procedente de
Toama y entregado en ese lugar al poblero de Maquijata. 1602 es el año más importante en términos
de adquisición de materia prima, en el cual, además, se compran 19 arrobas de lana y otras dos de
algodón. Al año siguiente (1603) y último de esta administración se registraron tres compras: 4
arrobas de algodón a Duarte Juan Moreira, por valor de 20 pesos; a Francisco Gómez de Chavez, 8
arrobas a veinte pesos y a Francisco de Mata, 5 arrobas a 17,4 pesos. (ver DESCARGO).
Hay que consignar, al margen de esta periodificación, el gasto que se efectúa al pagar al soldado
Francisco Alvarez, quien va de "maloca" a la sierra. Creemos que esta expedición "punitiva" se
realizó en busca de los indios huidos y en posesión de Luis de Gallegos de Guzmán en la Zona de El
Alto-Ancasti, aproximadamente en la zona conocida como Sierra de Maquijata.
DESCARGO 1
DESCARGO 2
APROXIMACION AL FUNCIONAMIENTO ECONOMICO DE MAQUIJATA. ANALISIS
DE LOS DATOS.

A) Régimen tributario y Fuerza de trabajo.

Desde 1576 y hasta, por lo menos 1611, estuvieron en vigencia y cumplimiento dos cuerpos de
Ordenanzas, las dictadas por el Gobernador Abreu en 1576 y las dictadas por Fernando de Zárate en
1592, refrendadas por Mercado y Peñaloza en 1594 y mediante las cuales se regulaban tanto las
relaciones sociales entre indios y blancos, como el régimen laboral al cual eran sometidos los
primeros. Esta regulación, cualitativamente distinta de las tasas toledanas, medía el tributo no tanto
en un monto determinado1, como en una cantidad de tiempo de trabajo ejercido, estipulada por
Ordenanzas. La mencionada situación es claramente expresada por el mismo administrador Ybáñez
del Castillo:"...los yndios de esta gobernación y los del dicho pueblo de Maquijata no tienen más
tasa señalada que cuatro dias de trabajo cada semana [...] en el dicho pueblo no hay tasa conocida
y puesta en cada yndio como en el Perú..." (Pleito...; 1611:51). El monto de este tributo, a su vez,
parece haber estado sujeto a las oscilaciones del mercado (en este caso el de Santiago del Estero y el
de Potosí), como lo demostrase Tristan Platt para la zona de Macha y Chaqui en Bolivia (Platt, 1978).
Dicha situación vuelve a ser confirmada por el mismo administrador:"...ni hubiera yo de mi
hacienda comprado el algodón para ello y haber subido el valor del lienzo de algodón en aquella
tierra estos años últimos como ha subido por la cual razón han valido más los tributos del dicho
pueblo unos años que otros..." (Pleito...; 1611:50). Ahora bien, ya tenemos una idea aproximada de
cual era la situación de tributaria "legal" a la que eran sometidos los naturales; pero aún no queda
claro que sucedía en el concreto real. Intentaremos describir ahora, con un poco más de profundidad,
a la fuerza de trabajo nativa; aunque sabemos que esta tarea va a tener, por momentos, un carácter
altamente presuntivo, dada la escasez de información con la que contamos para el caso2. El número
de personas reunidas en esta encomienda-reducción, en consecuencia, no deja de ser tentativo.
Creemos, luego de haber evaluado las opiniones de casi una docena de testigos, que la cantidad oscila
alrededor de las 70 personas, ya que:"...se tenían treinta indias hilanderas dos más o menos y
cuarenta indios en todo ese trabajo..." (Pleito...; 1611:62).
De este número global se desprenden tres grupos socio-genérico-laborales claramente definidos; uno,
que parece ser el principal, estaba constituído por 30 o 40 indias hilanderas; el segundo eran los
indios calceteros y alpargateros (aproximadamente 18); y el tercero, los reservados, curacas y
fiscales. Reiteramos que no podemos ser rigurosos con estas cifras. Del trabajo femenino, esto es, el
primer grupo, sabemos que consistía, básicamente, en la manufactura de textiles de algodón:"...dice
que tiene por cosa cierta que estando ocupadas e hilando las dichas cuarenta indias por tiempo de
diez meses del año que es lo que la ordenanza manda trabajar cuatro dias en la semana como
tiene dicho daban hiladas más de mil y cien varas de lienzo por el primer año que este testigo
administró el dicho pueblo [...] con treinta e treinta y una indias que hilaban hilando cada una
onza hizo mil y seis varas de lienzo..." (Pleito...; 1611:107, Declaración del administrador Ledesma
Balderrama).
Sobre el sector masculino de la población el panorama se presenta aún más confuso, ya que, según el
administrador Ybáñez del Castillo:"...se debe bertir que de cuarenta indios de doctrina que están en
el dicho repartimiento los treinta solos son de trabajo porque los demás son viejos, curacas y
fiscales..." (Pleito...; 1611:94). No obstante, Rodrigo de Salinas, apoderado del feudatario en el
pleito, afirma que los indios dedicados al laboreo y confección de alpargatas son 18. Uno de los
testigos, Bartolomé Navarro, afirma en cambio, que:"...es uso y costumbre en aquella provincia que
los indios viejos se ocupen en hacer alpargatas y los muchachos calcetas, y a lo que este testigo se
quiere acordar de cada indio un par de alpargatas cada semana y los muchachos un par de

1: El monto al que hacemos referencia no estaba fijado por la legislación, sino por las demandas del encomendero Mirabal, las cuales ascendían a un monto anual de 1000
pesos por todo concepto.
2: Lo cual, además, no hace otra cosa que seguir las "generales de la ley" de la documentación del Tucumán Colonial Temprano. Los indios no tenían voz propia, (salvo
casos absolutamente excepcionales); siempre accedemos a ellos por la vía mediatizada de un escriba colonial, el cual tampoco se refiere a ellos en forma extensa, o tan
siquiera clara.
calcetas cada uno..." (Pleito...;1611:108). Creemos que este problema se puede comenzar a resolver,
al menos en un plano especulativo, si se toma en cuenta el sistema de mitas o turnos al que estaban
sujetos, tanto por las ordenanzas, como por la realidad concreta que les imponía la
administración:"...unos meses suele haber más indios que hacen alpargatas que otros, conforme a
la ocasión que se ofrece..." (Pleito...; 1611:108). Sea como fuere, si tomamos en cuenta lo expuesto
y la incidencia relativa sobre el volumen total que le cupo a la producción textil, llegaremos a la
conclusión de que el trabajo femenino fue determinante. Los hombres, aunque también participan en
él, lo hacen a partir de manufacturas secundarias, esto es, elaborando otros productos en base al
algodón hilado por sus mujeres. Este número oscilante de trabajadores masculinos (y creemos que
también en el sector femenino se presentaba esta situación) puede explicarse, también, por otros dos
factores: las crisis climáticas, que liberaban fuerza de trabajo desde el sector agrícola; y las
enfermedades:"...así habiendo falta de comida como muchas enfermedades contagiosas conque
estaban..." (Pleito...; 1611:50 v.).
Tenemos ya un panorama con respecto a la fuerza de trabajo; quisiéramos continuar ahora con su
producción y con las condiciones en las que vivían y trabajaban. Decíamos páginas atrás que los
trabajadores tenían vedado el acceso al mercado, esto es cierto ma non troppo. Ambos
administradores (Ledesma Balderrama e Ybáñez del Castillo) en sus declaraciones exponen que no
les llegaba todo el algodón que compraban, y que este faltante era robado por sus mismos
"transportistas": los indígenas de la comunidad y sus curacas (o curaca, ese tema tampoco está
suficientemente claro en las fuentes). Estos actos de robo pueden ser interpretados, a la luz de la
experiencia altoperuana3 y tucumana, como estrategias implementadas por los grupos nativos, y que
garantizarían, o colaborarían con ello, a reproducir tanto la fuerza de trabajo como la comunidad
(reproducción biológica). Esta potencial salida podría haber tenido, a nuestro criterio, dos objetivos
posibles: paliar la presión tributaria robando materia prima, lo que les garantizaría un plus utilizable
en caso de mayor exigencia4. La otra posibilidad sería la de la venta directa (ya sea de la materia
prima o de sus manufacturas derivadas), lo cual también apuntaría a una mejora parcial de las
condiciones de subsistencia y reproducción. Este último caso, sobre todo, facilitaría un acceso, si
bien restringido, al mercado.
Aspectos significativos del trabajo desempeñado por este grupo se enmarcan dentro de la
problemática del Servicio Personal, que trataremos luego.
Decíamos que el trabajo no era fijado por una tasa valuada en un monto tributable, sin embargo y
como lo destacáramos antes este mecanismo presentó en Maquijata algunos matices de
consideración. Existía, de hecho, un monto fijado por el encomendero y que, como ya lo
adelantáramos, montaba 1000 pesos anuales. Sin embargo, este monto, ya convertido en valor
monetarizado, en realidad expresaba otra cosa:"...si saben que maquijata puede dar y da mil pesos
de renta y tributo libre de doctrina y otros gastos..." (Pleito...; 1611:66; 3a. pregunta del cuestionario
presentado por Antonio de Mirabal). Representaba otra cosa porque el mismo feudatario aclara que si
el algodón no alcanzare para cubrir la cifra se podrían agregar enjalmas, aparejos, jáquimas,
cabestros, miel, cera, coro, cevil "que los da la misma tierra sin que hayan de comprar", y lana, ya
que:"...las piezas de lana ropa tienen y han tenido mucho valor y ha habido falta de ellas..."
(Pleito...; 1611:56 v.). Sin embargo, fue el mismo Ybáñez el que respondió a esta pregunta:"...es
imaginación decir que en costales miel y cera puedan dar los dichos indios tan grande cantidad
pues si el mayor repartimiento del pueblo hubiese de trabajar en lo dicho no podrían dar los
dichos mil pesos..." (Pleito...;1611:62). Con relación a la lana:"...tampoco la tienen de cosecha y la
que han beneficiado hasta aquí ha sido comprada con mi hacienda además de ser de poco valor
para su encomendero..." (Pleito...;1611:62). En cuanto al chaguar para confeccionar costales y solar
alpargatas, ya vimos que no se presenta en la zona y que tenían que recorrer no menos de siete leguas
para recolectarlo. Al margen de la interesada discusión entre estos dos personajes, la realidad nos
muestra que la recolección de cevil era bajísima, con el coro ocurría algo similar y los demás

3: Hacemos referencia al fenómeno descrito y analizado por el Dr. E. Tandeter para Potosí, denominado Kajcheo. Este se trataba de robo de mineral, y exigía de parte de
los "ladrones domingueros" un cierto nivel de organización. Pero apuntaba a la obtención de beneficios directos del trabajo propio por parte de los nativos (ya sea que fuese
destinado a cubrir necesidades tributarias, o que coadyuvase directamente a la reproducción de los grupos indígenas participantes). En nuestro caso, y aunque no
pretendemos extrapolar dicho modelo, creemos que el robo de algodón tal vez cumplió con una funcionalidad emparentada a la descrita por Tandeter.
4: Creemos que este último caso es el menos probable, ya que para su eficaz funcionamiento haría falta un prerrequisito indispensable y ausente en la zona: la
monetarización del tributo.
productos no parecen haber sido confeccionados nunca en la esfera de esta encomienda (esta opinión
se basa en el testimonio de la gran mayoría de los testigos, y, obviamente, en el listado de tributos).
Como se puede observar fácilmente, el eje de la actividad productiva era el beneficio del algodón, del
cual las trabajadoras indígenas de Maquijata daban, según la experta (e interesada) opinión de
Rodrigo de Salinas5 y de algunos otros testigos:"...el lienzo que se hace en maquijata y se ha hecho
ha sido de algodón que ha rendido a veinte y seis y a veinte y siete varas por arroba como se
probara de más que no le hace cargo de más de veinte y cinco varas que es lo que común rinde en
todas partes..." (Pleito...;1611:58) (Ver gráfico VI). Aunque Ybáñez dio una cifra menor a ésta que
oscilaba entre 21 y 22 baras por arroba, optamos por la de Salinas ya que está avalada por la mayoría
de las opiniones que se registran en el juicio (y algunas de testigos aportados por el administrador) y
se condice, además, con el rendimiento general de la producción textil que presenta el área. Esta
última cita tiene una relevancia especial, ya que según Assadourian (1982) el rendimiento normal de
trabajadoras entrenadas es de 25 baras por arroba, y el de trabajadoras no entrenadas de 23 baras por
la misma unidad. Esto nos lleva a considerar los indicadores arqueológicos y etnográficos. Durante la
fase Oloma Bajada-Icaño (última de la Tradición Chaco-santiagueña, y por consiguiente, con la que
se encontraron los europeos) se observa la profusa presencia de "torteros"6. Raúl Ledesma, en su
trabajo sobre Maquijata ha logrado fotografiar algunos de estos utensilios, ubicados en la zona de Las
Llastas, a unos 3 o 4 Km. del lugar donde presumiblemente se ubicó la encomienda-reducción.
Finalmente, encontramos que Pedro Sotelo de Narváez observa que los naturales de Guasayán "se
visten a fuer de los de pirú", con ropas de lana y algodón; y ya en 1576 destaca que muchos pueblos
de la zona benefician el algodón en telares. Lo cual nos indicaría que los europeos, en este caso, se
habrían apoyado sobre una base paleo-tecnológica

5: Aludimos al famoso mercader radicado en Córdoba citado por Assadourian (1982), y que actuaba en el circuito Córdoba-Chile-Potosí.
6: Contrapesos de husos de telar rústico, (Lorandi, 1978)
GRAFICO VI
29

preexistente, transformando, en cambio, el sistema de relaciones de producción tradicional.


Finalmente, y para cerrar este punto, queremos tratar las condiciones de vida y producción que
afectaban a este grupo humano.
Según lo ya visto, Maquijata mantuvo una situación bastante precaria durante toda la gestión de
Antonio Ybáñez. De acuerdo al testimonio de su primer poblero, el comienzo de la gestión debió
encarar graves falencias:"...sabe y vio que en el dicho pueblo no había cosa ninguna de lo
contenido en presente chacra de trigo ni de maíz ni cebada ni se había cogido cosa alguna..."
(Pleito...;1611:75, testimonio de M. González). Esta situación planteaba, evidentemente, dificultades
para abastecer de alimentos a la población asistente. Diego Sánchez, a su vez también poblero,
manifiesta que:"...sabe este testigo que de ello ni de lo que se sembró y cogió nunca se vendió grano
y todo ello se gastaba con los indios y con los enfermos y pobres y en sementeras y enviaba
asimismo pan y otras cosas para el sacerdote y doctrinante del dicho pueblo y para este testigo que
era poblero..." (Pleito...; 1611:77 v.). El mismo Salinas reconoce que Ybáñez tuvo que comprar
comida para la población, dado que no podían mantenerse por sí mismos. El testigo y comerciante
Julián Cardozo asevera lo anterior, agregando que en todo el período de Ybáñez no hubo comida, y
que éste debió alimentarlos, tanto como a los pobleros y doctrinantes. La información sobre este
hecho es abundante y coincidente; y tiende a hacernos pensar en la atipicidad de esta encomienda, ya
que los productores directos debían ser sustentados desde fuera de la reducción. Uno de los
elementos claves para la comprensión de este fenómeno es, sin duda alguna, la crisis climática (y
posiblemente las características anotadas sobre la conformación del ecoambiente, la falta de agua,
etc.). Otro de los elementos, al cual adjudicamos gran importancia, fue el sistema de trabajo allí
impuesto bajo la forma de servicio personal, que llevaba la coacción más allá de los límites de lo
económico y sometía a la población a una explotación cuyo límite se encontraba muy cercano, sino
por debajo, de aquel de la mera subsistencia.

B) Servicio Personal y caracterización de la Encomienda.

El carácter privado de la conquista creó un particular sistema de recompensas como fue la


encomienda; dentro de éste, el Servicio Personal fue quizás la forma más "pura" de representación de
tal sistema de premios, al otorgar la posesión de mano de obra "servil":"...Desterrada la esclavitud
de los indios, ocupó su lugar el servicio personal, a que eran obligados los miserables por un
moderado tributo [...] Era el servicio personal, para explicarlo de una vez, una opresión tiránica,
que compelía a los indios con sus mujeres, hijos e hijas a trabajar de noche y día en utilidad de los
encomenderos: era una libertad esclava: libertad en el nombre, y esclava en la sustancia, en los
efectos y en la realidad: era un disfraz de servidumbre, que empobrecía la pobreza de los indios, y
enriquecía los tesoros de los encomenderos; era un dogal, que a fuerza de increíbles vejaciones y
trabajos excesivos, sofocaba los espíritus de los indios, y privaba a millares de la vida; era un tocar
alarma, para que se rebelaran contra la opresión, y sacudido el yugo de Cristo, sacudiesen
también el del español..." (Guevara S.J., en: Col. Pedro De Angelis, T. I, 1969:770/71).
Evidentemente, el Padre Guevara, importante cuadro eclesiástico del siglo XVIII, ve con claridad
meridiana los resultados socio-políticos a los que llevó la existencia (y supervivencia) de esta
particular forma que adquirió la encomienda inicial. A través de ella se manifestaban, de manera casi
arquetípica, las relaciones de la temprana sociedad colonial del N.O.A. Y también a través de ella se
puede leer una parte breve aunque importante de la historia del Temprano Virreinato del Perú, ya sea
enfocada desde una perspectiva política global (Las Leyes Nuevas, los esfuerzos de La Gasca,
Velasco y Toledo, la revuelta de Hernández Girón); o bien desde una óptica micro-sociológica,
cotidiana1.
El Dr. Gastón Doucet en un reciente y agudo artículo (1991), que afortunadamente llegó a nuestras
manos antes de concluir este trabajo, plantea un interesante interrogante acerca de la legalidad o no
del régimen de Servicio Personal vigente en la encomienda del Tucumán temprano. Creemos que la
legitimidad del sistema no estaba dada tanto por la jurisprudencia vigente, cuanto por la situación de

1: Como la lectura, casi ficcional, que nos propone Enrique Mayer (1982) de una revisita peruana; por la cual logramos acceder al mundo cotidiano, rutinario, de la
encomienda y de sus encomendados.
facto. Eran las mismas relaciones políticas que guardaban los encomenderos entre sí, y a la vez, con
los funcionarios de turno, las que dictaban que podía y que no podía hacerse. Recién con el Oidor
Alfaro el estado colonial comienza a tener peso propio en la vida social de la región. Parece evidente
que en aquellas tempranas épocas la "Sociedad Civil" abrumaba con su fuerza y poderío al Aparato
del Estado Colonial en la región (por lo menos al nivel de los órganos de gobierno de las primeras
ciudades). Dicha sociedad se constituyó básicamente alrededor de individuos desplazados de la zona
nuclear del virreinato por la política de "descargar la tierra". Muchos de estos personajes,
precisamente, venían no sólo en busca de un lugar que en el Perú y Alto Perú ya había sido ocupado,
sino que, también, algunos de ellos habían tomado parte en las guerras civiles formando en las
mesnadas acaudilladas por Hernández Girón. Tomado esto en cuenta, es posible pensar en que
durante un tiempo al menos, el aparato estatal colonial permitió (o no tuvo fuerzas para rechazar) las
irregularidades que se presentaban en estas regiones marginales del Virreinato. Esta pudo ser la
situación que se vivió, años después, en Santiago del Estero, y que alimentaba al régimen de la
encomienda, otorgándole tan particulares rasgos. Tal planteo concuerda, además, con nuestra
proposición de que los conflictos más agudos se daban al nivel de los cabildos y otros estamentos de
gobierno de cada ciudad; adonde los encomenderos tenían un peso político decisivo (que comienzan
a perder a mediados del siglo XVII).
Quisiéramos pasar a considerar ahora al Servicio Personal en el caso puntual de nuestra encomienda
santiagueña y, también, como elemento distintivo de la encomienda del Tucumán:"...los indios de
esta gobernación y los del dicho pueblo de Maquixata no tienen más tasa señalada que cuatro dias
de trabajo cada semana en los cuales su encomendero los ocupa en aquello que conforme al
tiempo y a la ocasión más le pueden aprovechar y dándole el algodón para hilar que lo ordinario
que en el dicho pueblo se hace y en los demás pueblos de esta ciudad lo cual en el dicho pueblo no
hay [...] y lo que han beneficiado haberlo yo comprado de mi hacienda que si no lo hubiera hecho
no tuvieran qué dar el tributo que han dado a su encomendero..." (Pleito...; 1611:50/50 v.;
Declaración de Antonio Ybáñez Del Castillo). Esta significativa cita nos llama la atención por varios
motivos. El primero, es que Ybáñez se está refiriendo, aparentemente, a la Ordenanza nº 10 dictada
por Abreu (Versión Levillier). Esto en sí mismo podría ser irrelevante, si no fuese que en las
Ordenanzas citadas el tiempo señalado de trabajo no es para los indios de tasa (varones), sino para las
indias de hilado; y este tiempo de trabajo es, precisamente, cuatro dias a la semana (para ser más
precisos: de lunes a jueves). Segundo, los indios de tasa sólo ven fijados los número de turnos y la
cantidad de individuos que cumplirán mitando a las propiedades del encomendero (este es strictu
sensu el denominado Servicio Personal). Y tercero, la misma cita hace referencia específica a que la
labor a desarrollar es el hilado, el que realizan las indias (mientras los varones, ancianos y muchachos
confeccionan manufacturas derivadas del lienzo). Todo lo cual nos lleva a reafirmar nuestra
proposición de que las efectivas productoras de la tasa (en el sentido de tributo) eran las indias
hilanderas, y no los varones tasados, y que éste revestía un carácter particular. Este rasgo se observa
claramente en lo demandado por Mirabal a su administrador (los problemáticos 1000 pesos). La
obligación del tributo, entonces, significaba la prestación de servicios personales, teóricamente
equivalentes al monto exigido. Finalmente, todo lo producido (textil o no) se cambiaba por algodón,
con el cual se confeccionaba el lienzo que era girado a Potosí, donde era recibido por Mirabal y luego
vendido. Este último paso (el intercambio de los demás productos por materia prima) nos permite
sugerir la existencia de una racionalidad subyacente en Mirabal que no parece haber sido extraña en
la época, la cual le habría permitido poner en juego una serie de estrategias, que sin violar
expresamente la legislación, la reinterpretasen a su beneficio2. Cuando en 1601, el Rey Felipe III
promulgó la prohibición del servicio personal, lo hizo en una serie de 25 artículos el primero de los
cuales obligaba a la conmutación de estos por los frutos que pudiese dar la tierra, o en su equivalente
monetarizado. Tal lo hecho por Mirabal, quien exigía 1000 pesos anuales de tributo a una
encomienda ubicada a más de mil Km. de su residencia, la cual, obviamente, no podía proveerlo de
tales servicios. En este sentido, se podría interpretar que Mirabal está operando ya con una lógica
acorde a los nuevos ordenamientos producidos por el aparato estatal colonial (aunque no
necesariamente respondiendo a las Reales Ordenanzas). Cuando exigió 1000 pesos de tributo (para lo

2: No queremos pasar por alto que si bien la encomienda se encontraba en un territorio donde el Estado Colonial parece haber tenido una presencia relativa débil, el
encomendero residía (de allí sus prácticas) en el asiento de La Real Audiencia: la ciudad de La Plata; y que, seguramente, en sus posesiones del Valle de Mizque, debió
poner en juego Ordenanzas que de haber vivido en Santiago, tal vez hubiese podido ignorar.
31

cual se podían conmutar especies), en realidad, estaba poniendo en juego una estrategia para
transformar el Servicio Personal en tributo, ya que con el primero no podía obtener los beneficios que
deseaba (los cuales en todo caso, habrían ido a parar a manos del administrador). Esto es, estaba
tratando de conmutar el uno en el otro. Existe, sin embargo, otra interpretación posible (y paralela)
acerca de la conmutación. Aquella planteada por Efraín Trelles Aréstegui como una práctica
relativamente corriente en las encomiendas del sur peruano (p. ej: el caso de la encomienda de
Gómez Arias); que consistía en echar mano, llegado el caso, de recursos "menores" (por su peso en la
tributación) para completar el monto fijado; actuando, entonces, como una suerte de "cuenta
corriente" laboral a la que podía recurrir el feudatario. Nuevamente, tal parece ser nuestro
caso:"...pues cuando no quisiera labrar ni beneficiar el algodón podía tener y tuviera los dichos
mil pesos (exigidos por Mirabal) de costales enjalmas y aparejos jáquimas y cabestros miel y cera
coro y cevil que se lo dá la misma tierra sin que se haya de comprar..." (Pleito...; citado). Esta
parece haber sido una práctica ejercida por el feudatario proveniente de su experiencia altoperuana, y
que no tuvo resultados visibles en la encomienda santiagueña. En la cual los recursos "menores" no
podían, por lo que sabemos, completar bajo ninguna circunstancia el monto requerido.
Finalmente, al comparar esta situación con el panorama pintado por Trelles (1978) para la
encomienda peruana poseída por Lucas Martínez Vegazo, donde la relación de dependencia de los
indios con respecto a su encomendero adquiría una doble forma: tributo en especies y servicios
personales, podemos observar que en Maquijata esta división no figuraba de manera explícita. No
obstante, las dos formas mencionadas se confundían, como vimos, en la práctica. El Servicio
Personal se transformaba, también, en la manufactura de derivados de lienzo.
Sintetizando lo antes expuesto, creemos que Maquijata representa la fase de tránsito entre el sistema
de Servicio Personal y el del tributo tasado. El Servicio Personal no desaparece, sino que es utilizado
como la vía privilegiada para producir el tributo, o renta, de la encomienda. Al no estar tasado en
montos fijos como en el Perú, el volumen de tributación queda a criterio del feudatario, quien utiliza
el Servicio Personal preexistente y remanente para la obtención de beneficios a través de
manufacturas específicas (lienzo de algodón). En Maquijata confluyen tres mecanismos distintos y se
yuxtaponen: El Servicio Personal, El tributo, y la mita. El primero y el tercero coadyuvan a la
producción del segundo. Esto es, generan productos que "subvencionan" la confección de lienzo de
algodón.
Son precisamente la perduración e importancia del Servicio Personal, las características que dotan de
un singular "arcaísmo" a la encomienda temprana del Tucumán, aspecto que ya fuese reconocido por
autores como Silvio Zavala (1978: (I)) y Gastón Doucet (1991)". Creemos que este rasgo es,
precisamente, el que corresponde a una institución donde la relación de dependencia personal y de
total sujeción estaban separadas en la legislación, pero en los hechos la situación distaba de ser tan
clara; lo cual nos hace ver a la encomienda santiagueña como un relicto cuasi-esclavista (el "disfraz
de servidumbre" mencionado por el Padre Guevara). En este sentido encontramos un símil de tal
situación en la encomienda temprana chilena, tal cual la analizara Alvaro Jara. El encomendero
chileno, y este pareciera ser también el caso de los feudatarios santiagueños, tiene una visión de su
autoridad sobre los indígenas que supera aquella que el señor feudal europeo tenía sobre sus siervos.
Jara plantea que : "La lucha entre los dos conceptos, las relaciones de dependencia personal -
representadas por la encomienda- y la propiedad plena del indio -representada idealmente por la
esclavitud-, no alcanzó una definición absoluta, pero la diferencia entre ambas no residía más que un
matiz" (Jara; 1990:307). En nuestro caso (Maquijata) el matiz se vuelve casi imperceptible, ya que
los nativos no se pueden mover de su reducción ni de su pueblo (a menos que se lo ordene su
administrador); son alquilados para traslados (el caso de los indios llevados a Chile) como "indios de
carga"; además, deben ser alimentados desde fuera de la reducción. Este último aspecto es de gran
relevancia. En el caso chileno arriba citado, el mantenimiento de la masa indígena en un nivel
mínimo de subsistencia es la expresión histórica del subconsumo explicada a través de una estructura
social; para Maquijata, la situación parece ser la inversa, las relaciones de dependencia personal bajo
un régimen de tipo señorial (que posee rasgos esclavistas) producen un subconsumo que está
determinado por la estructura social3. La expresión histórico-económica de estas relaciones de
dependencia personal es el subconsumo.
Un elemento que si bien no formaba parte orgánica del régimen de encomienda, pero que colaboraba
en acentuar aún más los rasgos de la época, de las relaciones interétnicas y de la institución fue la
incursión punitiva denominada "maloca". Este mecanismo consistió, muchas veces, en realizar
expediciones armadas a los territorios de nativos indóciles, gracias a lo cual se obtenía mano de obra
gratuita y, generalmente, se la sometía a una esclavitud velada (p.ej.: yanaconas). Pero también servía
para "rescatar" a los indígenas fugados de la reducción adonde se los había relocalizado; este es el
caso precisamente, de Maquijata; en el que se contrata a una mercenario (Francisco Alvarez), quien
va a la Sierra (seguramente a El Alto-Ancasti) integrando una fuerza militar cuya misión es traer
nuevos brazos a los "vecinos" de Santiago4.
Las Ordenanzas dictadas por Abreu (y refrendadas por algunos de sus sucesores en el cargo), y las
obligaciones militares a las que estaban sujetos los encomenderos, convergían para justificar,
inclusive legalmente, este tipo de procedimientos. Vemos un ejemplo de esto en la primer Ordenanza
(de un grupo de 41) dictada por el referido Gobernador, adonde se hace referencia a la obligación que
tenían los feudatarios de hacer poblar una reducción con nativos (inclusive a "compeler y apremiar a
los dichos yndios de su encomienda"). Esos apremios, destinados en primera instancia a poblar,
podían llegar (y existen referencias históricas de ello) a someter militarmente a uno o varios grupos
humanos, trasladándolos desde su natural a una "reducción" (al parecer este sería el caso de los
supuestos yocaviles de Maquijata)5. Lamentablemente, contamos con muy pocos datos sobre la
respuesta indígena a estas estrategias (ya que descontamos que provocó algún tipo de reacción).
Aunque podemos anotar, provisoriamente, dos mecanismos básicos: la huida, que implicaba una
solución puramente personal y condenaba al fugado a un incierto y seguramente prolongado
destierro; y el robo de materias primas o de alimentos, que implicaba ya algún tipo de organización
colectiva y que, sin eliminar la situación creada, permitía generar algunas condiciones favorables
para la subsistencia.

ENCOMIENDA, TEXTILES Y OBRAJE. UNA COMPARACION POSIBLE

Al cotejar la información referente a la encomienda procedente de la zona nuclear del Virreinato y


del Alto Perú, con la que aquí presentamos surgen una serie de notorias diferencias que nos obligan a
reflexionar sobre el verdadero carácter del fenómeno que analizamos. En primer lugar los volúmenes
demográficos implicados. Si tomamos, por ejemplo, la encomienda de Lucas Martínez Vegazo,
(Efraín Trelles Aréstegui, 1982), la comparación con nuestro caso resulta casi un ejercicio de
imaginación. Contra los 8.500 individuos que componían esta merced, considerada mediana, (en la
cual se podían contar, por lo menos, tres grupos étnicos distintos), Maquijata nos ofrecía entre 40 y
50 tributarios, en otros términos, entre 200 y 250 personas (aparentemente del mismo "grupo
étnico"). Si la comparamos, en cambio, con la encomienda de Songo, Suri y Oyune en las yungas de
La Paz, descrita y analizada por Romano y Tranchand (Romano y Tranchand; 1983 y Tranchand;
1985), la situación es más o menos similar a la anterior, ya que poseían entre las tres comunidades
más de 5.000 personas, y alrededor de 1.100 tributarios. Estas enormes diferencias de tamaño con
respecto a sus símiles andinas y altoandinas también son generalizables a toda la región aledaña. La
encomienda más grande de Santiago del Estero, la de Soconcho y Manogasta, tenía a fines del siglo
XVI, aproximadamente unos 500 tributarios. Como resultado de esto encontramos en la zona un
nutrido grupo de encomenderos, aunque de rangos disímiles y claramente diferenciados. Para 1582

3: La expresión en el concreto histórico de este subconsumo se dá a través de la dieta diferenciada; de la prohibición de utilizar la ropa producida en la encomienda (salvo
un caso excepcional y aislado), lo cual está expresamente manifestado por el administrador Ybáñez; y finalmente, por no poder auto-abastecerse de productos alimenticios
de origen agrícola.
4: Citamos, en este caso, la autorizada opinión de dos jesuítas que la definieron claramente:"...y los (pueblos) que no están aún del todo conquistados y se van reduciendo
con correrías que en esta tierra llaman malocas..." (Bárzana, en: Furlong; 1962:82)"...hallamos algunas malocas (esto es, entradas a cautivar y apresar indios para venderlos,
y servirse de ellos furtivamente en los domésticos ministerios)..." (Guevara, en: De Angelis; 1969:769).
5: Es necesario aclarar que la identidad étnica de los habitantes de Maquijata aún nos es desconocida, aludimos a los yocaviles debido a que 60 o 70 años después se
encuentran miembros de este grupo en la zona de Maquijata y en la sierra homónima; no obstante que la zona de Guasayán ha sido considerada por Serrano y otros autores
como territorio Tonocoté.
33

en la jurisdicción de Santiago del Estero se contabilizaban 48 feudatarios para, aproximadamente,


12.000 tributarios (aunque esta última cifra puede estar algo "inflada"); mientras que la zona
dependiente de San Miguel de Tucumán tenía 25 encomenderos para 3.000 tributarios. A principios
del siglo siguiente (1607) ya había en Santiago 100 feudatarios percibiendo el tributo de 6.729
individuos; y a fines de ese siglo, en la jurisdicción de San Miguel había 32 encomiendas con ¡441
tributarios!.
El segundo aspecto que llama la atención es la perduración de la institución en la región N.O.A.,
vigencia sólo comparable a la que tuvo en Nueva Granada (Fals Borda; 1979). En ambos casos la
encomienda llega hasta principios del siglo XIX6, como es el caso de la encomienda de Casabindo y
Cochinoca, en Jujuy, que persiste hasta 1806 (Madrazo, 1982). En la zona central peruana y en el
Alto Perú, en cambio, su vida es mucho más corta. En el primer caso es durante la gestión del Virrey
Toledo que se decreta su fin institucional; y a mediados del siglo XVII ya no existe ninguna bajo una
forma reconocible.
Un tercer elemento diferenciador lo constituye el papel de las autoridades nativas como articuladores
de la relación blanco/indias. Sabemos por las crónicas que, para el área tucumano-santiagueña, el
curaca se asemejaba más a un "primus interpares" que al curaca de la región centro y surandina. Este
último logró un espacio político suficiente como para actuar como intermediario privilegiado entre el
ámbito étnico y el colonial; logrando, muchos casos, importantes beneficios personales apoyado en
su jerarquía tradicional y en el nuevo papel que le asignaban los europeos. Casos similares
comienzan a encontrarse en la documentación de Salta y Jujuy; sin embargo no ocurre lo mismo para
nuestra zona de estudio, adonde el espacio de maniobra del curaca tradicional parece haber sido
mucho más restringido, y su papel menos relevante.
El cuarto aspecto, y tal vez el más significativo de todos, es el referido a la modalidad socio-laboral
que encarnó la encomienda de Maquijata; esto es, el tema del Servicio Personal.
Pasaremos ahora a analizar comparativamente la situación de nuestra encomienda santiagueña con la
de Quilpo, en Córdoba. Hemos escogido a esta última no sólo por ser el único antecedente que existe
en el país de análisis puntual sobre esta institución, sino porque dicha encomienda presenta algunas
similitudes pertinentes a nuestro caso.
Quilpo fue otorgada inicialmente a Juan de Soria, luego de su muerte, en 1593, pasó a manos de su
hijo Felipe Bustos de Soria; siendo éste aún menor se hace cargo de su administración el nuevo
marido de su madre, don Luis de Abreu de Espinoza. En ambos casos, el administrador proveía de
alimentos a la mano de obra indígena. Esto tenía como objetivo maximizar el rendimiento
productivo, y como efecto no dejaba tiempo disponible para la atención de las sementeras comunales.
El panorama, tomadas estas variables, presenta algunas semejanzas para ambos casos; aunque no
podemos afirmar que la comunidad haya sido provistas de alimentos en cualquier circunstancia, o
que, por el contrario, esto ocurriese sólo en períodos de mita y se brindase exclusivamente a aquellos
individuos involucrados en los turnos laborales.
La característica productiva de dicha unidad, y esta es otra semejanza con nuestro caso, es la de
producir textiles. En ambas el peso de los textiles en la tributación alcanza alrededor de un 90%,
aunque en la institución cordobesa ese porcentaje baja luego a un 60%.
La producción de Maquijata era realizada (como ya vimos), por unas 60 o 70 personas de las cuales
40 eran tributarios. En Quilpo la cifra de tributarios ascendía a 100, los cuales y a diferencia del caso
santiagueño, no poseían experiencia previa en la confección de textiles. Lo que arrojaba un diferencia
entre ambas en relación a la producción promedio por unidad de medida (en Quilpo se sacaban 23
baras de lienzo por arroba de algodón, mientras que en Maquijata la cantidad de baras por arroba era
de 25). La máxima producción de esta especie en Quilpo se efectúa durante el período 1596 y monta
1150 baras. En la encomienda santiagueña la máxima producción se da durante 1602 y alcanza un
volumen de 935 baras. El mínimo, para Maquijata, se alcanza en 1600 (que no constituye un período
productivo completo) con 189 baras; mientras que en el caso cordobés la cifra mínima será de 200
baras para el período 1598 (que también constituye un período incompleto). Los promedios globales
anuales, construidos en base a estos datos, arrojan para Quilpo 612 baras de lienzo; mientras que para

19: Su perduración como institución no debe hacernos perder de vista que esto no significa haber conservado sus características tradicionales. Muy por el contrario, en la
zona central del N.O.A., las encomiendas tardías (segunda mitad del siglo XVII y siglos XVIII y XIX) habían perdido casi todos sus rasgos originales, conservando sólo la
relación paternalista-servil, la cual se insertaba en una sociedad con características sociales y políticas distintas.
Maquijata son 506 baras. Tomando estos promedios y dividiéndolos por el número de trabajadores
efectivos veremos que la encomienda santiagueña soporta una presión tributaria mayor por cabeza,
7,2 baras per capita (recordemos a estos efectos que no existía una tasa de volúmenes fijos y
permitidos como en el Perú); mientras que en Quilpo será de 6 baras por tributario. En este contexto
es necesario destacar que la especialización de la encomienda santiagueña está más acentuada que la
de su símil de Córdoba, ya que en el primer caso el producto central del beneficio del algodón es el
lienzo (ocupando más del 60% del textil producido, mientras en Córdoba ese porcentaje es
sensiblemente menor) y no existe, como en Quilpo, el sayal. Este último es "reemplazado" en
Santiago por las calcetas de lana.
El resto de la producción sujeta a tributación es, también, muy similar; aunque los volúmenes
manejados por la encomienda cordobesa son algo mayores. Estos productos son, básicamente,: miel,
calcetas, ropa de lana, lienzo, costales, brea; y en el caso de Quilpo hay que añadir el sayal (que
ocupa un lugar importante en cuanto a volumen) y la grana.
En el rubro en el que se encuentran diferencias importantes es el de la producción pecuaria, ya que en
el caso cordobés existía no sólo un volumen mayor de ganado, sino también animales que no se
encuentran en Santiago. Esta última cuenta, cuando Ybáñez del Castillo se hace cargo de la
administración, con dos yuntas de bueyes y 136 ovejas y cabras. Quilpo, en cambio, para cuando
asume Abreu de Espinoza, contaba con 9 bueyes, 7 novillos, 340 vacas y 48 yeguas. Este volumen
inicial se incrementa durante su gestión, llegándose a encontrar 236 ovejas, 161 cabras, 740 vacas, 8
potros, 5 yeguas, 18 novillos, 2 bueyes carreteros y 88 yeguas cerreras. Además de esta gran
diferencia cuantitativa existían otras dos características muy importantes. Los encomendados en
Bustos de Soria poseían vacas marcadas, cosa que no está registrada en Maquijata; el ganado ovino,
en el caso cordobés, servía como reserva de lana para la confección de textiles. En Maquijata, y por
lo que hoy sabemos, este tipo de ganado eran parte de los bienes del administrador o del
encomendero y servía de reserva alimentaria a la población jerarquizada de la reducción;
registrándose para la confección de artículos de lana, la compra de esta materia prima. Los circuitos
comerciales a los cuales se integraban ambas encomiendas también parecen haber sido distintos. Juan
de Soria mantenía estrechos vínculos comerciales con el mercado chileno y, obviamente, con el
circuito local. Mirabal, en cambio, estaba mucho más vinculado a los circuitos altoandinos (Potosí,
La Plata), además del ingreso de productos desde y hacia el propio mercado santiagueño.
En el ámbito de la producción agrícola, sin embargo, parece existir un problema común a las dos
encomiendas, el referido a las tierras comunales. En Quilpo pareciera haber una división de tierras
entre aquellas de uso del feudatario, y las de beneficio comunal; abasteciéndose el grupo nativo con
alimentos provistos desde afuera de la esfera de la encomienda y de lo producido en las tierras del
encomendero. En Maquijata a pesar de que existen referencias a tierras del encomendero por un lado,
y por el otro a las sementeras de comunidad, no hay datos que nos permitan pensar que sus productos
servían de alimento o facilitaban el acceso al mercado a los indígenas. Más bien se nos representa
una situación, de acuerdo a lo testimoniado por el administrador y algunos pobleros, por la cual el
primero "reconvirtió" la producción agrícola en materia prima para la confección de lienzo (algodón),
salvo en el caso del maíz, cuya utilización nos es desconocida (aunque tal vez sirvió de alimento...).
Pero, y al margen de las diferencias anotadas en ambos casos, encontramos que el denominador
central común lo constituye la producción de textiles de lienzo; lo cual nos lleva a plantear no sólo
diferencias posibles con encomiendas de otras áreas (cuyo género de producción era otro), sino
también a preguntarnos sobre la relación entre estas encomiendas "textiles" y el obraje.
Algunos de los géneros producidos en Quilpo y Maquijata eran comúnmente confeccionados en los
obrajes santiagueños (lienzo, sayal, hilo de algodón, mantas, sobrecamas, alpargatas, fajas, costales,
etc.). Paralelamente, podemos observar que también en estas dos se recolectan sustancias vegetales
tintóreas, como la grana y el añil; las cuales se usaban corrientemente en los obrajes. No obstante las
encomiendas vistas no contaban con el volumen tecnológico propio del obraje (telares, batanes, etc.),
ni con la relación de producción clave y definitoria de esta segunda institución: el asalariamiento.
Este se constituía en jornal a través de dos formas principales; aquel pagado al mitayo, y el salario
abonado al trabajador libre. Existen, además, dos características importantes que definían al obraje y
lo caracterizaban: la división interna del trabajo, y la concentración de la mano de obra (Silva
Santisteban; S/F). Tomando la primera de estas y en referencia a Quilpo no hemos encontrado
información sobre su existencia. En cuanto a Maquijata creemos que el fenómeno que observamos es
de carácter más complejo. Si bien se puede argüir que existe un principio de división social del
35

trabajo, tal división se apoya más en líneas demarcatorias de tipo étnico y estamental, que en una
división estricta de clases; a lo cual hay que añadir, desde luego, la asignación de tareas de acuerdo al
sexo y a la pertenencia a grupos etarios. Por otra parte, y tomando el segundo elemento en
consideración, aún cuando pudiese tomarse la reducción de los habitantes de Maquijata como un caso
de concentración de mano de obra, no se debe pasar por alto que tal fenómeno no respondía a una
racionalidad basada en una relación de tipo salarial, sino que encontraba sus fundamentos en las
formas coloniales de apropiación de los excedentes y utilización de la fuerza de trabajo (mita,
tributos, relocalización forzosa, etc.); esto es, en la política misma de la expansión y conquista
territorial a través de la encomienda, que incluía la protección de las frágiles fronteras de la hostilidad
de los grupos vecinos (p.ej.: los del Valle Calchaquí).
Si bien aún no tenemos una respuesta definitiva que dé cuenta de este particular comportamiento de
algunas encomiendas del Tucumán Colonial Temprano, creemos que existen algunos indicios
generales que pueden ser tomados en cuenta. Distintas ordenanzas y cédulas nos proporcionan
posibles pistas a seguir. Por ejemplo, la ordenanza número 5 dictada por el Virrey Velasco en enero
de 1597:"...Algunos encomenderos que tienen obrajes en sus repartimientos, no obstante que por
las tasas les está mandado que no conmuten las especies del tributo en plata ni en otra cosa, las
conmutan en servicio de indios para los obrajes; no se haga esa dicha conmutación..."(Zavala;
1978, (I):202). Paralelamente, este cuerpo de jurisprudencia regimienta el salario a pagar a los indios
(para lo cual no hay datos en nuestra zona de estudio). Finalmente, Felipe III toma cartas en el asunto
directamente, y en el capítulo II de la Real Cédula de noviembre de 1602, prohíbe la mano de obra
indígena en los obrajes de españoles. Evidentemente toda esta legislación trataba de anular o corregir
situaciones De facto. Una de estas era la sobreexplotación, ya mencionada por el Gobernador Zárate
para otros ámbitos de la producción en sus Ordenanzas de 1592. En el caso que nos atañe
encontramos que la producción textil se efectúa en la esfera de la encomienda, con lo cual quedaría
anulado el problema referido por el Virrey Velasco; no habría conmutación en servicios porque no
había obraje, esto es, la estrategia adoptada por el encomendero no constituiría motivo de sanción.
Otra consecuencia obvia, pero destacable, es que siguiendo este tipo de maniobras los costos de
producción se reducían muchísimo y el precio del producto tributado, al ubicarse en el mercado
potosino, potenciaba varias veces este efecto.
Por todo lo visto ambos casos parecen responder a un mismo tipo de relaciones de producción
caracterizado por alguna forma de compulsión extraeconómica que adquirió un carácter particular de
acuerdo a la modalidad laboral sobre la que se aplicaba; y en el que se subvenía, parcial o totalmente,
las necesidades alimentarias de la mano de obra indígena en función de la maximización de la
producción tributaria.
Finalmente, creemos que es posible comenzar a explicar la declinación y el fracaso "empresarial" de
Maquijata a través de las consecuencias socio-demográficas de lo recién expuesto. En otras palabras,
las contradicciones que existían entre las aspiraciones de Mirabal (expresadas a través de sus
exigencias tributarias), el grado de desarrollo de las fuerzas productivas implicadas en la
encomienda, el tipo de relaciones sociales sobre las cuales se sustentaba (que no sólo impedía el
acceso al mercado de la población encomendada, sino que además no permitía, en el ámbito de la
reducción, su propia manutención alimenticia) y las limitaciones ambientales.

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