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2ª SESIÓN: EMOCIONES

2. CEREBRO Y EMOCIONES
La etimología de la palabra
“emoción” remite al movimiento de
nuestro organismo hacia una dirección
determinada, al hecho de accionar de
un modo u otro, entre el amplio
abanico de posibilidades disponibles y
en función de la situación vivenciada.
El mapa de las funciones que cumplen
las emociones aun no ha sido agotado en las últimas décadas de investigación
neurocientífica, sin embargo, sí se conoce su participación en muchos de los
mecanismos que controlan y dirigen nuestro comportamiento. Sirvan de
ejemplo algunos de éstos:

Reacción de alarma. La capacidad de reaccionar de forma rápida a


estímulos potencialmente peligrosos es una clave para la supervivencia. El
papel que juegan las emociones en este mecanismo permite prescindir del
análisis racional de las claves contextuales, asegurando una respuesta rápida y
efectiva a las demandas del medio. Cuando reaccionamos impulsivamente ante
el pitido de un coche en mitad de la calzada, apartándonos vertiginosamente
de la fuente de peligro, estamos ejecutando una reacción de alarma que nos
permite salvarnos de un posible accidente. Analizar racionalmente la existencia
y características reales de la situación de peligro y planificar el plan de acción
más adecuado para enfrentar la situación, requiere, por muy rápido y
sofisticado que sea el modo en que nuestros cerebros son capaces de realizar
tal acción, un tiempo precioso que nuestro organismo no puede perder en aras
de salvaguardar nuestra integridad.

Direccionamiento de la atención. Las emociones juegan también un


papel fundamental a la hora de enfocar nuestro sistema atencional en una
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dirección u otra. Somos capaces de reconocer rostros conocidos entre una
multitud gracias al papel que las emociones juegan como claves de
reconocimiento.

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Motivación. También en los mecanismos motivacionales las emociones


juegan un papel fundamental. Situaciones experienciadas emocionalmente
como placenteras suponen un estímulo para su búsqueda o repetición. Del
mismo modo, las claves registradas por nuestro organismo en una situación
displacentera o peligrosa, reducen la motivación para reemprender tales tareas
o emprender tareas similares.

Estos mecanismos, aparentemente


básicos, son parte fundamental de
sistemas más complejos sobre los que
articulamos nuestro comportamiento.
Otros mecanismos, como la planificación,
o establecimiento de prioridades para la
acción, los cambios comportamentales
asociados a las claves emocionales de
nuestra experiencia biográfica, o los mecanismo de regulación social, tales
como el establecimiento de alianzas, amistad, relaciones de pareja, relacionales
familiares, establecimiento de jerarquías y un largo etcétera, están también
mediadas por las funciones emocionales.

2.1. Perspectiva filogenética


De forma breve y simplificada podría afirmarse que el desarrollo del
cerebro ha crecido en una dirección ascendente, de tal modo que las
estructuras que constituyen la base del cerebro son aquellas más antiguas y
primitivas y las que se encuentra en la zona superior son las más tempranas y
últimas en desarrollarse. Asumiendo este planteamiento, la región más
ancestral de nuestros cerebros es el tallo encefálico, asentado sobre la médula
espinal.

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 Tallo encefálico

El tallo encefálico se encarga del


mantenimiento y regulación de las funciones vitales
más básicas, tales como la respiración, los
movimientos reflejos o el mantenimiento de
determinadas rutas metabólicas. En cierta medida,
podría describirse como un pequeño cerebro encargado de mantener las
constantes vitales de nuestro organismo, garantizando la regulación necesaria
para su correcto funcionamiento.

Imagen por Xtbay

 Sistema límbico

Si se continúa ascendiendo
anatómicamente en la estructura cerebral se
acceden a nuevos estratos cuyo desarrollo se
cifra en épocas más cercanas en el tiempo. Así,

3 rodeando el tallo encefálico se encuentra el


sistema límbico. Este sistema, llamado así por
el modo en que circunvala el tronco del encéfalo (limbus en latín significa

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anillo), está compuesto a su vez por varias estructuras cerebrales, tales como el
hipotálamo, el hipocampo o la amígdala, entre otras. También se trata de una
estructura remota en términos evolutivos, pero no tanto en comparación con el
tallo encefálico y sobre ella se asienta gran parte del funcionamiento fisiológico
de las emociones. De algún modo puede afirmarse que las emociones nacen
con la aparición de esta zona cerebral. Cuando un ser humano huye
despavorido empujado por el miedo o despliega una gran cantidad de energía
en una acción guiada por la rabia, puede afirmarse que está bajo la influencia
del sistema límbico.

 Neocórtex

Finalmente, continuando con el viaje


anatómico en sentido ascendente, encontramos el
neocórtex, etimológicamente, “la nueva corteza” o
“la corteza más reciente”. En ella se asientan
facultades como el pensamiento, la integración y
procesamiento de datos, la capacidad de predicción o la planificación para la
acción. Pensar qué vamos a hacer mañana, cómo nos disculparemos ante tal
personal o resolvemos un problema de matemáticas, es posible gracias a la
existencia de la corteza cerebral.

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Lo descrito en los párrafos anteriores compone una visión fugaz y


superficial de la compleja estructura cerebral, sin embargo, prescindir de la
profusa densidad de estructuras anatómicas del cerebro, así como de la
sofisticada evolución realizada por la misma a lo largo de miles de años, nos
permite clarificar algunos hechos fundamentales y aumentar nuestra
comprensión la inteligencia emocional. De algún modo coexisten tres tipos de
funciones en nuestro cerebro. Por un lado, una parte del mismo, la zona más
primitiva evolutivamente, se encarga de los procesos automáticos, de mantener
la homeostasis necesaria para la supervivencia y de garantizar el correcto
funcionamiento de nuestros sistemas reflejos en aras de la supervivencia. Un
segundo cerebro se encargaría de las emociones, especialmente de las más
básicas, posibilitando la existencia y funcionamiento de las mismas. El tercer
cerebro posibilita el lenguaje simbólico, el arte o las ideas. Los tres cerebros
son en realidad uno, por lo que se encuentran interconectados en una
totalidad. No pensamos a secas, ajenos a toda emoción. Todos nuestros
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pensamientos están de alguna forma impregnados, imbuidos, afectados, por el
universo emocional del sistema límbico. Del mismo modo que cualquier

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perturbación o alteración del tallo encefálico tendría consecuencias en las


emociones que vivimos. A su vez, nuestra capacidad de planificación, las
acciones que ejecutamos teniendo en cuenta las claves de predicción de datos
procesados por el neocortex, son capaces de alterar el modo en que vivimos
nuestras emociones.

2.1. La amígdala y el miedo


Los estudios de LeDoux han supuesto un punto crucial para comprender
las emociones a un nivel cerebral y más específicamente el papel de la
amígdala y el miedo.

La amígdala es un conjunto de núcleos de


neuronas con forma almendrada (del latín amygdala, es
decir, almendra) cuya función principal es el
almacenamiento y procesamiento de reacciones
emocionales. Goleman (2000) describe la amígdala
como un centinela cerebral, un vigía de la vida mental
que afronta toda sensación y percepción con el único
propósito de responder a una pregunta: ¿se trata de
algo que odio, de algo que temo, de algo que puede herirme de algún modo?
En caso afirmativo la amígdala informa al resto del cerebro y desencadena la
reacción consecuente.

LeDoux generó miedo


condicionado a ratas en su laboratorio.
Para ello asoció un determinado sonido
a un choque eléctrico, por lo que la
mera percepción de dicho sonido
generaba respuestas asociadas al
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miedo tales como el aumento de la
presión arterial y la paralización
motora. Siguiendo la activación

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eléctrica de las zonas cerebrales, logró ir construyendo un mapa de la actividad


cerebral ante estímulos temibles. Descubrió que la amígdala recibe información
a partir de dos vías. Por un lado, recibía información del tálamo, puerta de
entrada de la información sensorial al cerebro. Por otro, recibía información de
la corteza cerebral. Finalmente la amígdala elaboraba las respuestas
endocrinas, conductuales y motoras que suponen, en definitiva, la respuesta
emocional.

Amígdala en rojo. Imagen generada por Life Science Databases

Esta visión propuesta por LeDoux contradijo la visión tradicional que


describía como la estimulación sensorial era analizada en la corteza cerebral
tras su paso por el tálamo. Si bien esto sucede durante la mayor parte del
tiempo, existe otra vía que conduce la información del tálamo a la amígdala,
logrando gestionar una respuesta, en caso necesario, antes de que dicha
información alcance el neocórtex. Es, por así decirlo, un atajo emocional. Así,

7 las ratas cuya corteza auditiva era destruida, es decir, aquella área de la
corteza cerebral encargada de analizar la información auditiva, seguían
aprendiendo a temer el sonido asociado a la descarga eléctrica. No era

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necesario el procesamiento de información de la corteza para aprender a


percibir, recordar y accionar el miedo. Al fin y al cabo, la amígdala recibe dos
tipos de información, una inconsciente y otra consciente.

El procesamiento del miedo

Estímulo Visual.
(Ejemplo: Tarántula)

TÁLAMO

CÓRTEX
AMÍGDALA
VISUAL

Reacción

En multitud de ocasiones, cuando caminamos por la calle, un ligero


vistazo, o algún tipo de sonido aceleran nuestras pulsaciones y nos hace brincar
hacia la acera. A veces erramos y lo que creíamos era una moto o un coche
avanzar vertiginosamente hacia nosotros era cualquier otro tipo de ruido o
relampagueo visual que nada tenía que ver con una amenaza. Otras veces, sin
8 embargo, sí que evitamos el peligro poniendo en marcha dicha reacción.
Nuestro organismo yerra múltiples veces, pero en un plano evolutivo, nos
compensa.

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Imaginemos que Jaime y María son una pareja. María se ha ausentado


de la ciudad y Jaime duerme solo. Un imprevisto la hace volver en mitad de la
noche, sin previo aviso y entrar de madrugada a su habitación. Miguel se
despierta y ve la sombra de un cuerpo en el umbral de la puerta a escasos
metros de la cama. De repente se revuelve sobre sí mismo dando un brinco que
le coloca en posición defensiva, a la par que comienza a gritar. María se acerca
calmándole con palabras, pero Miguel casi la golpea. En cuestión de segundos
Miguel toma conciencia de la situación y amaga el siguiente golpe, esta vez más
certero, que estaba a punto de dar. Continúan muchos de los síntomas de la
reacción emocional ante la amenaza, como las palpitaciones que poco a poco
van recuperando su ritmo normal y la situación va a aclarándose en su cerebro.
Al ver la silueta borrosa en el umbral, la amígdala de Miguel dispuso una
reacción defensiva que dejó, por un breve instante, fuera de juego el análisis y
planificación que la corteza cerebral hubiera podido ejercer. Sin embargo, en
caso de tratarse de un ladrón o alguien dispuesto a hacerle daño, el tiempo
dedicado a sopesar las posibilidades, entre las que se encontraba que fuera
María el cuerpo que vislumbraba en la oscuridad, hubiera podido costarle la
vida o sufrir un grave ataque. Por eso, de algún modo, puede afirmarse que la
corteza cerebral permaneció como desconectada por un breve lapso de tiempo.
Aunque María trataba de tranquilizarle con palabras, éstas no alcanzaban el
escrutinio del neocórtex y la respuesta defensiva desencadenada por la
amígdala continuaba ejerciendo el control de Miguel. A dicho periodo puede
denominársele rapto emocional y es responsable de muchos actos que
ponemos en marcha sin tener auténticamente consciencia de los mismos.

Tàlamo en rojo. (Imagen generada por Life Science Databases)

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SECUESTRO EMOCIONAL

Siguiendo las investigaciones de LeDoux, antes de que la


información visual y auditiva llegue a la corteza cerebral, pasa por el
tálamo y de ahí, a una distancia ínfima, a la amígdala. Otra vía
procedente del tálamo lleva la información hacia la corteza, más alejada
anatómicamente. Ésta estructura permite al cerebro, por intermediación
de la amígdala responder a los estímulos antes de que éstos sean
analizados en el neocórtex. Éste hecho explicaría por qué en muchas
situaciones se describen desbordamientos emocionales, raptos de
cordura, actos de pura impulsividad pasional, etc., ya que en ocasiones
las respuestas no vienen mediadas por el análisis, ponderación y
planificación de la corteza cerebral, sino por estimaciones inconscientes
elaboradas desde la amígdala, capaz de orquestar acciones de
respuesta inmediata.

La amígdala también juega un importante papel en el aprendizaje de los


comportamientos emocionales, más específicamente a través del denominado
“condicionamiento de contexto”. Este condicionamiento se refiere al aprendizaje
de conductas que pueden conducir al animal a aumentar la frecuencia de
contactos con estímulos importantes para la propia supervivencia o la de la
especie, tales como la alimentación o el sexo. Así, el animal aprende a
comportarse de tal modo que aumenten los contactos con situaciones que
entrañan una recompensa, sea sexual, nutritiva o relacionada con drogas de
abuso. Todos los estímulos presentes en el contexto cuando se obtiene la
recompensa, se asocian a ésta. Este proceso de aprendizaje se realiza a través
10 de la amígdala.

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