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La Marea despliega su mirada.

El pensamiento económico Clásico

Carolina Costanzo Caso


Luciana Storti

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Es posible pensar que la economía moderna comienza con el período clásico, y que
encuentra su máxima expresión a partir de la obra de Adam Smith, en 1776, con su
investigación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones.
Los pensadores clásicos fueron los primeros en desarrollar una aproximación
sistemática a la economía como una disciplina distinta, independiente de la Filosofía y
el Derecho Natural, sin embargo, mantienen algunas conexiones con la ética y la
política. Más allá de las diferencias metodológicas existentes entre los distintos autores,
el sistema teórico de la economía política clásica se caracteriza por el énfasis puesto en
las cuestiones del valor (como una medida del producto), el interés por el crecimiento
del producto nacional y la distribución, ambos vistos como preocupación social y como
determinantes de la acumulación de capital para el crecimiento. En definitiva, la
preocupación central de la economía clásica es entender las leyes que movían al
naciente sistema capitalista industrial (Dow, 1996:55). A lo largo de este capítulo
vamos a ver los aportes que, sobre estos temas, desarrollaron Adam Smith, David
Ricardo y Tomas Malthus.

ADAM SMITH

Consideraciones generales

Adam Smith (1723 - 1790) escribe en los albores de la Revolución Industrial, con
el capitalismo consolidándose por toda Europa, y madurando con singular velocidad en
su Gran Bretaña natal. Llegó a ser profesor de lógica y luego de filosofía moral en la
Universidad de Glasgow; institución donde había realizado previamente parte de sus
estudios. En este capítulo, trabajaremos fundamentalmente con los conceptos
desarrollados en su obra “Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las
Naciones” (1776).
Esta obra adquiere singular importancia al establecer la agenda que va a ocupar a los
economistas a lo largo de todo el siglo siguiente a su aparición. En ella, se puede
encontrar una pregunta fundamental que aparece en forma subyacente, y que claramente
tiene relación con los cambios que se empezaban a vislumbrar en la época, esto es:

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dentro de una economía de mercado cómo pueden los individuos cooperar para crear un
sistema cohesivo (Dow, 1996: 51).
Salvo unas pocas apreciaciones, la Riqueza de las Naciones no tiene un tratamiento
explícito sobre los vínculos entre la conducta humana y la economía, más allá que la
totalidad del libro se encuentra impregnada de estas relaciones. El estudio de la
conducta humana podemos encontrarlo en su primera publicación: “Teoría de los
sentimientos morales” de 1759. Sin embargo, como plantea Roll (1994: 147-148), es
importante para entender las ideas económicas de La Riqueza de las Naciones tener
conocimiento sobre la filosofía de esta obra.
Por último, y en relación a su metodología de análisis, Smith se caracteriza por su
dualismo. Se puede encontrar en el análisis de una misma categoría un Smith que
intenta explicar las relaciones de causalidad en el sistema económico y un Smith que
sólo describe las apariencias de los fenómenos económicos.

Leyes Económicas, orden natural y motivaciones humanas

En la Riqueza de las Naciones se ve reflejado su intento por mostrar cómo una


sociedad fundada en procesos económicos de mercado es viable e incluso genera
riquezas crecientes que “se derraman” al conjunto de la sociedad. “En las naciones
civilizadas y emprendedoras […] el producto del trabajo entero de la sociedad es tan
grande que todos se hallan abundantemente provistos, y un trabajador, por pobre y
modesto que sea, si es frugal y laborioso, puede disfrutar una parte mayor de las cosas
necesarias y convenientes para la vida que aquellas de que puede disponer un salvaje”
(Smith, 2004: 4). De esta manera, avanza en el debate contra la cuestión religiosa y la
escolástica. Contra la idea dominante de que las comunidades garantizaban la
reproducción de la sociedad, y que romper con eso era dejar a las sociedades libradas al
“caos” de estar organizadas a partir de mecanismos de mercado.
Smith introduce la idea de “Leyes Económicas” que rigen al proceso económico. En
este sentido, la viabilidad del capitalismo se explica por dichas leyes que rigen la
actividad humana y la alejan del “caos”. El origen y la naturaleza de las mismas no son
totalmente claros. Descarta que sean producto de algo divino, como así también que
sean propias de la conciencia humana: operan por encima de la conciencia de los
individuos. En definitiva, plantea que las leyes provienen del “instinto” humano, son

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propensiones naturales del hombre individual instintivas lo que pone en movimiento las
“Leyes Económicas”.
Es decir, son leyes naturales pero que rigen históricamente en el capitalismo. Por lo
tanto, Smith no hace más que naturalizar el capitalismo y presentarlo como algo eterno,
ahistórico, sin fin.
Dicha naturalización del sistema capitalista se visualiza -entre otros pasajes de la
obra- al momento de explicar el problema de la división del trabajo y el problema de la
génesis del dinero, donde hay una naturalización del intercambio que pone al mercado,
al intercambio y a la mercancía en el centro del debate.
Numerosos ejemplos se presentan a lo largo de los tópicos que abordamos de la obra
de Smith que dan cuenta de la forma de interpretar las motivaciones humanas. Y cómo
estas últimas conducen a las sociedades hacia su “orden natural”. Es decir, cómo cada
individuo regido por un mecanismo que opera a espaldas de los hombres, una “mano
invisible”, actúa en pos de la armonía y el bienestar común (Ruiz Valiente, 2006: 38).
En definitiva, Smith construye en La Riqueza de la Naciones un orden social ideal al
que denomina “sistema de libertad natural”. En él, cada individuo aisladamente por
conveniencia, persiguiendo un interés individual aprueba el mercado y contribuye al
interés de toda la sociedad; podemos entender que presupone un Estado que busca
potenciar la acumulación de capital y actúa como complemento en ciertas actividades
que el mercado no hace.

La división del trabajo y el crecimiento

A diferencia de los mercantilistas -que sostienen que el enriquecimiento de una


nación está dado por la acumulación de metales preciosos- y de los fisiócratas -que
señalan que éste depende sólo del trabajo aplicado en la producción agrícola-, para
Smith la riqueza de una nación proviene del trabajo de sus habitantes y está dada por la
cantidad de mercancías disponibles para su consumo, sean estas agrícolas o no.
Considera que el incremento de la riqueza o, en términos más modernos, el
crecimiento económico depende fundamentalmente de dos cuestiones:
1. Del incremento de la cantidad de trabajadores útiles que se empleen. Para
ello es preciso un incremento en el capital total, pues considera que éste es
necesario para adelantar salarios a los trabajadores.

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2. Del progresivo aumento de la “capacidad productiva” de los trabajadores. Es
decir, del crecimiento en la cantidad de mercancías que cada obrero puede
obtener en un tiempo determinado.
Respecto a esta segunda razón, señala que la causa que determina el incremento de
la productividad de la mano de obra empleada es la división técnica del trabajo. Para
mostrar esto utiliza su conocido ejemplo de una fábrica de alfileres, en la que diez
trabajadores se especializan en una o dos de las dieciocho operaciones distintas en las
que puede subdividirse la elaboración de un alfiler. En este taller se producen más de
cuarenta y ocho mil alfileres por día, es decir, alrededor de cuatro mil ochocientos por
persona. Luego, compara con la cantidad de alfileres que hubiese hecho una de estas
personas si llevaba adelante todas las tareas, sin especializarse en ninguna de ellas en
particular, y concluye que “es seguro que no hubiera podido hacer veinte, o tal vez, ni
un solo alfiler al día” (2004: 9).
En su opinión, el aumento en la productividad de los trabajadores se relaciona
fundamentalmente con tres sucesos:
• La mayor destreza de cada obrero particular. Esto se debe a que la división
de trabajo reduce las tareas del operario a una operación sencilla, y ésta es la
única tarea que realiza y en la que se vuelve un especialista.
• El ahorro del tiempo que comúnmente se pierde al pasar de una ocupación a
otra, o eliminación de los tiempos muertos.
• La creación de maquinaria más apropiada. Considera que es natural que sean
los operarios que llevan adelante una tarea específica los que encuentren más
“pronto el método más fácil y rápido de ejecutar su tarea” (2004: 12).
Si bien asocia a la riqueza tanto con las mercancías agrícolas como con las
manufacturas, entiende que el crecimiento económico de una nación va a depender
fundamentalmente del desarrollo del sector industrial y, esto se debe precisamente a las
mayores posibilidades de intensificar la división del trabajo en la industria. Las
dificultades de dividir el trabajo en la producción agrícola las vincula a características
propias de este tipo de actividad.1
Una vez que identifica la división del trabajo como una de las principales causas del
progreso económico, va más atrás e intenta explicar a qué se debe o qué es lo que

1
Al llevarse adelante en distintos momentos de tiempo -o temporadas- las tareas en las que suele
subdividirse el trabajo, considera que no tiene sentido que una persona se dedique por entero a una sola de
ellas.

5
motiva esta división del trabajo. En primer lugar, descarta como causa de la misma una
diferencia de talentos innata entre los hombres, de hecho considera que las personas
nacen iguales y que la diversidad de aptitudes es un resultado de dicha división. Para él,
la división del trabajo es la consecuencia gradual de “una cierta propensión de la
naturaleza humana a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra” en función de su
propio interés. Al respecto dice: “No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o
del panadero las que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés.
No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de
nuestras necesidades sino de sus ventajas” (2004: 17). Es decir, los hombres se
especializan para poder obtener más excedentes de productos intercambiables. En este
sentido, afirma que sí no hubiera inclinación al cambio, todos tendrían que hacer todo
para conseguir los bienes que le permiten satisfacer sus necesidades, entonces las
diferencias de talentos entre individuos y los productos disponibles para su consumo
serían muy pocos. Esta explicación es criticada por autores como Ronald Meek (1980) y
Eric Roll (1994), fundamentalmente porque consideran que no es necesario el cambio
privado para que en una sociedad exista división del trabajo. Es decir, sostienen que
Smith está naturalizando una característica que es propia del sistema capitalista.
Por otra parte, “así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la
amplitud de esta división se halla limitada por la extensión de dicha facultad o, en otras
palabras, por la extensión del mercado. Cuando éste es muy pequeño, nadie se anima a
dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad de cambiar el sobrante del
producto de su trabajo, en exceso del propio consumo, por la parte que necesita de los
resultados de la labor de otros” (Smith, 2004: 20). Considera que el tamaño del mercado
no sólo depende de la cantidad de población que tenga sino también, de las facilidades
de comunicación que posea. En el momento que escribe Smith el comercio marítimo
estaba más desarrollado y era menos costoso que el terrestre, por eso es que destaca la
mayor división del trabajo posible y, por lo tanto, el mayor progreso en las ciudades
portuarias que en el interior de los países. Se deriva de esto que las restricciones
comerciales impuestas por los mercantilistas -para acrecentar las tenencias de metales
preciosos- eran una traba a las posibilidades de expansión del mercado y, por ende, al
crecimiento económico. La libertad comercial es considerada como indispensable para
lograr una mayor intensificación en la división del trabajo.
La disponibilidad de capital es otro factor que limita el desarrollo de la división del
trabajo y, por lo tanto, de la productividad. Como señala Napoleoni (1974: 45), Smith

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entiende que el capital, al reunir una gran cantidad de empleados, no sólo permite llevar
acabo una más eficaz división y distribución del trabajo, sino que también proporciona a
los operarios de más y mejores máquinas. En opinión de tal autor, éste es el motivo que
lo lleva a sostener que la forma capitalista de producción terminaría sustituyendo a las
actividades organizadas en torno al trabajo independiente.
Hasta acá hemos analizando los efectos de la división del trabajo sobre la evolución
de la actividad económica, los motivos por los que suele dividirse el trabajo y algunos
de los factores que limitan o condicionan su intensificación. Dentro de los resultados,
Smith pone el mayor énfasis en el crecimiento económico, sin embargo, no es el único
sobre el que se extiende. Revisaremos brevemente algunos otros.
En primer lugar, es interesante destacar que concibe a la división del trabajo como
ordenadora de la sociedad. La razón es que a medida que se reduce la cantidad de tareas
que lleva a cabo cada trabajador se produce “una más estrecha integración social entre
los diversos trabajadores, en el sentido de que cada uno debe entrar en relación de
cambio con un número siempre mayor de trabajadores para poder satisfacer sus propias
necesidades de consumo” (Smith en Napoleoni, 1974: 38).
Por otra parte, piensa que “la gran multiplicación de producciones en todas las artes,
originadas en la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa
opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo” (2004: 14). El
hecho de que se incremente la cantidad de mercancías con la división del trabajo -junto
con la libre competencia- también provoca una disminución en sus precios, de esta
forma no sólo las clases ricas se verán beneficiadas, sino también las clases más pobres
ya que podrán acceder a una gran cantidad de productos más baratos.
Finalmente, Smith advierte algunas consecuencias adversas de la división del
trabajo. Entre ellas se destacan, fundamentalmente, los efectos negativos que provoca en
el desarrollo intelectual y motriz de aquellos trabajadores que se someten a ella.
Entiende que este es un costo del crecimiento que, si bien no pretende eliminar, el
Estado debe intentar reparar. Por ejemplo, a partir de brindar educación gratuita a los
hijos de los obreros.

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Hacia una teoría del valor

Luego de presentar los aspectos centrales que distinguen al capitalismo, en donde el


intercambio y la división del trabajo definen su caracterización como sociedad
mercantil, el autor se introduce en el estudio de la mercancía, es decir, en el problema
del valor.
Antes de pasar a estudiar lo que determina el precio (o valor) al que son
intercambiadas las mercancías en la sociedad, Smith advierte que la palabra “valor”
tiene dos significados distintos: a veces expresa la utilidad que un objeto particular tiene
para los individuos y otras, la capacidad de comprar otros bienes. Al primero lo llama
“valor de uso” y al segundo “valor de cambio.” Señala que algunas cosas -por ejemplo,
el agua- pueden tener un gran valor de uso y, sin embargo, poseen poco valor de
cambio. Otras por el contrario, como es el caso de los diamantes, tienen poco valor de
uso pero poseen un gran valor de cambio, es decir, son muchos los productos que se
pueden obtener a cambio de ellos. De esta manera, adelanta que descarta la utilidad de
una mercancía como explicación de su capacidad de intercambio.
Luego de hacer esta distinción, avanza tratando de:
• Descubrir los principios o “leyes naturales” que regulan el valor al que se
intercambian las mercancías, es decir, su valor de cambio o “precio real”;
• Encontrar los motivos por los que algunas veces el “precio real” difiere del
precio que efectivamente se paga en el mercado.
Ambos aspectos serán abordados a continuación.

El valor de cambio

En relación al primer aspecto, Smith a veces parece concluir que la cantidad de


trabajo que cuesta producir una mercancía es lo que determina su precio real. Sin
embargo, luego aclara que esto sólo es válido bajo algunas condiciones muy restrictivas
y que, en todo caso, en cualquier otro contexto sólo es un patrón de medida que utiliza
como podría haber sido el oro o el trigo.2

2
Estos últimos son descartados por él, básicamente por la inestabilidad en el valor de los metales
preciosos en el largo plazo -por el descubrimiento de alguna mina- y por la inestabilidad del valor del
trigo en el corto plazo -por su cosecha durante la temporada-. Considera que el trabajo es mejor como
unidad de medida porque entiende que es la única que se mantiene invariable en el tiempo.

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Siguiendo a Fernández López (1998: 201), para explicar la determinación real del
valor de cambio, Smith describe dos sociedades opuestas a las que les corresponden
precios distintos. En un extremo, la sociedad civilizada. En el otro, el estado rudo y
primitivo de la sociedad, que se caracteriza por la no apropiación de la tierra, la
ausencia de acumulación de capital y la inexistencia de división del trabajo. En esta
última, la magnitud del valor de cambio sólo se puede fijar en relación al trabajo, único
factor que limita la cantidad de producción. Esto es, los hombres cambiarán lo que
producen de acuerdo al siguiente criterio: la mercancía que cuesta dos días de trabajo
vale el doble que aquella que cuesta un día de trabajo.
Particularmente, en este estado de cosas, como todo el producto del trabajo se lo
apropia quien lo fabricó, la cantidad de trabajo que puede comprar con una mercancía es
igual a la cantidad de trabajo directo insumido en la producción de esa mercancía. Sin
embargo, al superarse las condiciones primitivas -la tierra se distribuye en propiedad y
el capital participa en la producción- deja de regir la igualdad entre trabajo insumido y
el poder de compra del trabajo. Esto lo lleva a abandonar su incipiente teoría del valor-
trabajo, válida sólo en ese “estado rudo y primitivo de la sociedad”.
Según Smith, el capitalista adelanta el capital previamente acumulado por él para
pagar los materiales y los salarios a los trabajadores, entonces cuando se vende un bien
espera obtener un beneficio por haber comprometido su capital en el proceso
productivo. De hecho, la utilidad que espera obtener está en proporción al capital
adelantado. Observemos que el beneficio está referido a la forma de capital adelantado y
no a un trabajo -de inspección o control-, que el capitalista podría haber hecho. Por otra
parte, Smith (2004: 49) destaca que “desde el momento en que las tierras de un país se
convierten en propiedad privada de los terratenientes, éstos, como los demás hombres,
desean cosechar donde nunca sembraron, y exigen una renta hasta por el producto
natural del suelo”.3
Por lo tanto, el producto ya no le pertenece íntegramente al trabajador, ya que una
parte de dicho producto le será deducida a favor del capitalista y otra del terrateniente.
Esto lo lleva a concluir que, en una sociedad capitalista, el precio en general tiene tres
componentes: la remuneración que es otorgada a los trabajadores -o salario-; la
remuneración que perciben los dueños de la tierra -o renta- y; la remuneración que

3
Al igual que los fisiócratas, el rol de los terratenientes en la producción es considerado pasivo. Se
limitan a ceder su propiedad en arriendo, cobrar una renta y consumirla (en bienes necesarios, suntuarios
y en emplear trabajo improductivo).

9
obtiene el capitalista -la cual llama utilidad o beneficio-. “Salarios, beneficio y renta son
las tres fuentes originarias de toda clase de renta y de todo valor de cambio” (2004: 51-
52).

En síntesis, el valor de cambio de una mercancía en una sociedad capitalista está


determinado por el nivel de salario, por el nivel de beneficios y por el nivel de renta. Y,
“el valor real de todas las diferentes partes que componen el precio se mide […] por la
cantidad de trabajo que cada una de estas porciones dispone o adquiere”. 4 Por otra parte,
como el mecanismo competitivo genera tasas ordinarias o promedios del salario, el
beneficio y la renta –llamadas por Smith “tasas naturales”-, la cantidad de trabajo que
una mercancía puede disponer, está determinada por el precio natural de la propia
mercancía, es decir, por el precio que corresponde a las tasas naturales del salario, el
beneficio y de la renta.
Ahora bien, como plantea Napoleoni (1974: 48), las tasas naturales del salario, del
beneficio y de la renta son también valores, de los que sería necesario precisar por qué
están determinados. En este sentido, considera que la teoría del valor de Smith es un
fracaso, pues no consigue formular una teoría del valor de cambio que satisfaga aquel
requisito formal esencial que consiste en determinar los valores a partir de elementos
que no dependen ellos mismos de los valores. Sin embargo, tal autor señala que existe
un sentido en el cual la teoría del valor smithiana, lejos de ser un fracaso, constituye una
etapa decisiva del pensamiento económico. El sentido en que este concepto de valor
cobra relevancia es en el contexto de una teoría del desarrollo capitalista. Esto se debe, a
que la existencia y la intensidad del mismo están determinadas, en la obra de Smith,
por la cantidad de trabajo productivo que el excedente de valor -por encima del salario-
puede poner en movimiento.

4
“El trabajo no sólo mide el valor de aquella parte del precio que se resuelve en el trabajo, sino también
el de aquella otra que se traduce en renta y en beneficio” (Smith, 2004: 49).

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Diferencias entre precio natural y de mercado

Para ver el segundo aspecto señalado al inicio de este apartado -por qué el precio
que efectivamente se paga en el mercado a veces difiere del precio real-, es preciso
distinguir entre “precio natural” y “precio de mercado”.
El precio natural de una mercancía se define como aquel suficiente para pagar la
renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado. Es decir,
por los precios promedios de los recursos productivos que fueron necesarios para
obtenerla, prepararla y traerla al mercado.
El precio de mercado, en cambio, es la cantidad de dinero por la que efectivamente
se venden las mercancías: puede coincidir con el precio natural o ser, superior o inferior
a éste. El precio de mercado es el que resulta de la interacción entre la oferta y la
demanda. Es decir, entre la cantidad de producto que hay en ese momento en el
mercado y la demanda de quienes están dispuestos a pagar el precio natural del artículo,
o sea, su demanda efectiva.
En relación a esto, Smith (2004: 55) señala que esta demanda es diferente de la
llamada absoluta: “un pobre […] desea tener un coche y desearía poseerlo; pero su
demanda no es una demanda efectiva, pues el artículo no podrá ser llevado al mercado
para satisfacer su deseo”.
En la obra, la libre competencia en el mercado garantiza que el precio de mercado
de una mercancía fluctúe siempre alrededor de su precio natural. El equilibrio -o la
convergencia entre ambos tipos de precios- se logra mediante la incorporación o el
retiro de algún factor de la producción cuando hay excesos de demanda o de oferta, ya
que se les está pagando de más o de menos respecto a sus tasas naturales. Veamos ahora
como opera el mecanismo de mercado, bajo el supuesto de que existe competencia,
para alcanzar este equilibrio.
Si en algún momento la cantidad efectivamente demandada de una mercancía es
mayor a la cantidad que es llevada al mercado (oferta), es imposible satisfacer toda la
demanda. Algunos individuos estarán dispuestos a pagar más por ella con tal de
adquirirla. La competencia entre ellos por comprarla hará subir el precio de mercado por
sobre su precio natural. El mayor precio que se obtiene por la venta de estas mercancías,
llevará a que los factores empleados en su producción perciban ingresos por encima de
sus tasas naturales. Esta situación, generará una tendencia a atraer recursos hacia la
producción de esa mercancía. La incorporación de los mismos aumentará la producción

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(oferta) hasta que se iguale a la demanda. El crecimiento de la oferta, llevará a que el
precio de mercado converja con el natural, y los ingresos tenderán a equilibrarse en sus
valores naturales. Lo contrario sucede cuando la cantidad que efectivamente se demanda
de una mercancía es inferior a la oferta que de ella hay en el mercado.
Por lo tanto, como plantea Dobb (1998: 60), “la justificación de la competencia, que
tiende por medio de frecuentes y algunas veces largas fluctuaciones a igualar el precio
de mercado con el precio natural, significa que la cantidad total empleada anualmente
por la industria, a fin de llevar a cabo cualquier mercancía, se adecua naturalmente de
esta manera a la demanda efectiva”.
La intervención del gobierno con impuestos, subsidios o cualquier tipo de
regulación, que alteren este mecanismo automático que tiene el mercado competitivo de
llevar los precios de mercado a sus valores naturales, aunque fueran creados con fines
benéficos, tiende a reducir la riqueza pública. La mejor política es dejar que las cosas
sigan su curso natural. “Eliminar, si no todos al menos la mayoría de los monopolios y
restricciones al comercio interior y exterior; permitir que cada hombre haga lo que
quiera con lo que es suyo (y en particular con su capital); dar rienda suelta al sistema
evidente de libertad natural, y la famosa mano invisible maximizará automáticamente la
tasa de crecimiento del producto nacional y fomentará la difusión de una mayor
opulencia entre el pueblo” (Smith en Meek, 1980: 6). En opinión de Meek (1980: 6), el
gran mensaje de optimismo de Smith es que el capitalismo competitivo si no es el mejor
de todos los sistemas económicos, es en cualquier caso el mejor de los sistemas
posibles.
Antes de finalizar este apartado, parece interesante señalar que las distintas (e
incluso rivales) teorías del valor y la distribución desarrolladas a lo largo del siglo XIX,
han tenido como antecedente a Smith. En este sentido, Meek (1980: 21) señala que: los
aspectos vinculados a la técnica y a las relaciones de producción sirvieron de base a las
teorías del valor-trabajo desarrolladas por Ricardo y Marx; y los aspectos vinculados a
las condiciones del intercambio fueron usados por Malthus y, posteriormente, por los
austriacos y Marshall en sus teorías del valor y la distribución.

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Hacia una teoría de la distribución del ingreso

Como ya mencionamos, Smith considera que salarios, beneficios y rentas no son


sólo la fuente originaria de todo valor, sino también de todo ingreso. En este apartado
intentaremos profundizar que entiende este autor por sus “niveles naturales” o, lo que es
lo mismo, como se distribuye normalmente el producto entre las distintas clases
sociales.
El salario es la recompensa que se le otorga al trabajador cuando es una persona
distinta al propietario del capital que lo empleó. La tasa natural de salario tiene un
componente básico que está dado por el nivel de subsistencia y reproducción del
trabajador y su grupo familiar. A este nivel mínimo se suman otra serie de factores:
como un plus dado por la tasa de crecimiento de la economía -que puede ser progresivo,
regresivo o nulo-, o el cambio de los bienes que entran a formar parte de las cosas
consideradas necesarias para la subsistencia y la reproducción.
Como señala Napoleoni (1974; 54), en la Riqueza de las Naciones hay dos
mecanismos que llevan a que el salario de mercado se mantenga en un mínimo, al que
Smith llama nivel natural. El primero está vinculado a la relación de fuerza entre los
trabajadores y los propietarios del capital; el segundo, a los movimientos demográficos.
En relación al primer aspecto, tenemos, por un lado, a los trabajadores tratando de
obtener niveles elevados de salarios y, por el otro, a los capitalistas intentando pagar lo
menos posible. Sin embargo, advierte Smith, en esta lucha -o negociación- las partes no
se encuentran en igualdad de condiciones, sino que son los patrones los que tienen
mayor relación de fuerza. Luego enumera una variedad de ejemplos que dan cuenta de
esto. Los fenómenos demográficos -el segundo de los mecanismos- también fuerzan a
que el salario se encuentre en un nivel mínimo. Esto se debe a que considera que el
incremento en los salarios de mercado -que se produce con la creciente demanda de
trabajo- estimula los matrimonios y, por lo tanto, lleva al crecimiento de la población.
De esta manera, se produce un incremento en la oferta de obreros que presionará a la
baja los niveles salariales.5
Por lo tanto, el nivel natural de salarios se encuentra en un nivel mínimo de
subsistencia y reproducción pero tiene una tendencia a largo plazo al aumento y a la
mejora cualitativa. El origen de esta tendencia lo podemos encontrar en la creciente

5 Por el contrario, si en un momento determinado la remuneración fuera inferior a ese mínimo, la deficiencia de mano de obra lo haría subir a aquel nivel que la
circunstancia de la sociedad impone.

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demanda de mano de obra motivada por la mayor acumulación de capital y, por tanto,
por el continuo crecimiento económico vislumbrado por Smith.
La naturaleza del beneficio ya ha sido señalada en el apartado anterior, por lo tanto
examinaremos cual debería ser su nivel natural. Smith piensa que es muy difícil calcular
la tasa promedio de beneficios porque depende de muchas circunstancias distintas
(variaciones en el precio de las mercancías, objeto del negocio, buena o mala fortuna de
de los rivales o clientes, etc.), lo que la lleva a ser muy fluctuante en el tiempo. Por otra
parte, resalta que la misma varía de negocio en negocio. Estas razones lo llevan a
proponer estimarla a partir de la tasa de interés del dinero. Para mostrar por qué elige el
tipo de interés señala que “en cualquier parte donde se hagan grandes utilidades
recurriendo al uso del dinero, se pagará también una buena suma por utilizarlo; y que,
cuanto menos se gane, menos se dará corrientemente por su uso. Por consiguiente, en
estas condiciones, cuando el interés corriente en el mercado varía en un país, podemos
asegurar que también varían en él los beneficios ordinarios del capital, bajando si aquel
baja y subiendo si aquel sube” (2004: 86).
Al igual que el salario, el beneficio se ve afectado por el estado “progresivo o
decadente de la riqueza de la sociedad”, pero en este caso de una manera inversa. Es
decir, la tasa de beneficio tiende a disminuir a medida que la acumulación del capital se
incrementa y a aumentar cuando ésta se reduce. “El aumento del capital, que hace subir
los salarios, propende a disminuir el beneficio” (Smith, 2004: 85). Sin embargo, no da
una explicación muy satisfactoria de esta tendencia. En sus argumentos, se limita a
explicitar que la competencia que se produce entre los capitalistas -cuando invierten en
una determinada rama de actividad- lleva a reducir la tasa de beneficios. Luego,
generaliza esta hipótesis a todas las ramas. Esta tendencia a la reducción de la tasa de
beneficio en el largo plazo, reiteradamente es trabajada en la historia del pensamiento
económico. En la sección dedicada a Ricardo, esta misma problemática será
considerada pero con argumentos totalmente distintos.
Finalmente, Smith considera que la renta de la tierra crece con el progreso de la
sociedad. Sin embargo, su teoría de la renta, al igual que en muchos de los otros temas
analizados, es un punto que ha sembrado confusión en los autores que intentan
interpretar su obra. Esto se debe, a que se pueden encontrar distintas explicaciones a las
expuestas cuando analiza el valor de cambio o precio natural de las mercancías. Por un
lado, señala “la renta de la tierra, considerada como un precio que se paga por su uso, es
naturalmente un precio de monopolio. No guarda proporción con las mejoras que el

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propietario pudiera haber hecho en ella, ni con lo que la tierra puede rendir, sino con lo
que el agricultor pueda dar”. Pero también habla, de una tasa natural regulada en parte
por las circunstancias generales de la sociedad y en parte “por la fertilidad natural y
artificial del precio”. Por otro lado, plantea que la renta, a diferencia de los beneficios y
los salarios, “es consecuencia del precio” de las mercancías. Recordemos que en el
estudio del valor de las mercancías los tres tipos de ingresos eran los determinantes o
causantes del precio y no un resultado del mismo.
A partir de esto, se podría concluir que el interés particular de las distintas clases no
está en correspondencia “con el interés general”. El interés de los asalariados y de los
terratenientes queda identificado con el progreso de la acumulación del capital (el cual,
como veremos en el próximo apartado, conduce al crecimiento económico), no así el de
los empresarios capitalistas. En opinión de Dobb (1998: 70), la oposición de intereses
de ésta clase al interés general se puede vincular al contexto de su obra, donde los
beneficios de los manufactureros se lograban por medio de restricciones al comercio. En
este sentido, considera que hay que interpretarlo a la luz de su interés por eliminar las
limitaciones impuestas por el sistema mercantil y de apresurar la competencia y la
ampliación de los mercados, en las vísperas de la Revolución Industrial.

La acumulación de capital y el crecimiento

En el apartado 1.3 vimos que, en la obra de Smith, el crecimiento económico no


sólo se logra a partir del mayor rendimiento de la mano de obra empleada sino también
por el aumento en el empleo de trabajadores útiles. Pero ¿qué entiende Smith por
trabajo útil o productivo? ¿Qué es lo que lleva a que se empleen más trabajadores
productivos?
En primer lugar, rechaza la idea fisiocrática de que tanto el trabajo artesanal, como
el industrial o el de comercio son improductivos. Sin embargo, no son claras las
definiciones que hace de ellos. Por un lado, considera como productivo aquel trabajo
que no sólo reproduce el valor de los propios medios de subsistencia y otros gastos
directos que acarrea la producción de mercancías (como pueden ser la reposición de
materias primas y el gasto que cubre el desgaste de las herramientas y maquinarias),
sino que produce además un valor adicional. Ahora bien, a esto agrega que el trabajo,
para ser productivo, debe ser incorporado a una mercancía que sea vendible, es decir,
que pueda ser objeto de reventa. De esta manera, no incluye dentro de esta categoría a

15
todos los trabajadores que brindan servicios, dado que los mismos perecen en el mismo
instante en que se consumen.
Por lo tanto, al limitar el trabajo productivo a aquel que se incorpora a una
mercancía vendible, Smith descarta actividades donde los trabajadores generan un valor
adicional a aquel que perciben como salario y aquel necesario para cubrir otros gastos
directos. Es decir, un excedente del cual se apropian los capitalistas y los terratenientes
en forma de beneficios y rentas.6 A pesar de esta contradicción, la definición implica un
avance respecto de la concepción fisiocrática al considerar no sólo el trabajo agrícola
sino el industrial dentro de esta categoría.
La importancia de este concepto radica en que considera que ese excedente mide la
contribución que la producción de una mercancía en particular puede dar a la
ampliación del proceso productivo mediante el aumento de la ocupación.
Particularmente, sostiene que para que dicha posibilidad se realice, este excedente debe
transformarse en capital, es decir, ser acumulado o ahorrado. Esto se debe a que la
acumulación de capital se resuelve en la contratación de más trabajadores productivos y
en la compra de maquinarias o herramientas indispensables para incrementar el
producto anual. Por lo tanto, la base del aumento de la riqueza está en el ahorro.
En su opinión, la única clase capaz de ahorrar es el empresario capitalista. Los
terratenientes, por el contrario, muestran una tendencia al lujo y a mantener empleos
improductivos (es decir, trabajadores que sólo producen un valor equivalente al que
necesitan para su subsistencia). Al respecto dice, “aquella porción de sus rentas que se
gasta anualmente el rico, se consume, en la mayor parte de los casos, por los criados y
los huéspedes ociosos, que nada producen a cambio de lo que consumen. Sin embargo,
la proporción de la renta que ahorra al cabo de un año, como se emplea en la
consecución de una ganancia, se emplea en concepto de capital, y se consumen en la
misma forma y más o menos en el mismo período de tiempo, pero por una clase distinta
de gente, los manufactureros, trabajadores y artesanos, que reproducen, con una
ganancia neta, lo que anualmente consumen” (2004: 306).
Por lo tanto, para motorizar el crecimiento económico es fundamental que sean los
capitalistas, y no los terratenientes, los que se apropien de una mayor parte del

6
Como plantea Dobb (1998: 76), puede ser que Smith no haya visto la contradicción en esta definición
porque no consideraba la posibilidad de un beneficio o excedente, a menos que el trabajo en cuestión
produjera una mercancía vendible. Tomando a Marx señala: “un escritor es un trabajador productivo, no
en la medida que produce ideas, pero sí en cuanto enriquece a un editor.” Es decir, lo que importa es “la
relación social de producción” y no “la especialidad particular del trabajo”.

16
excedente. Ellos lo usarán para emplear más trabajadores productivos, únicos capaces
de generar nuevos excedentes. La idea de que “todo hombre prodigo es un enemigo de
la sociedad, y todo hombre sobrio, un benefactor de la misma” (Smith, 2004: 3), debe
interpretarse en este contexto.
Es importante tener presente que su postura se enmarca en un momento histórico
caracterizado por el paso de una economía señorial a una capitalista burguesa. Al
respecto, Napoleoni (1974: 52) plantea: “en términos smithianos, podemos decir que el
excedente que se formaba en la sociedad señorial, estando destinados casi
exclusivamente al mantenimiento de trabajo improductivo, condena a la economía a una
situación estacionaria, en la cual no es posible que aumenten, sino en medida omisible,
ni la ocupación ni el nivel de vida de los ocupados. La economía capitalista, y su
característica esencial que es la acumulación, se presentan en Smith como los elementos
esenciales de la resolución de una crisis histórica profunda; y lo que constituye la
grandeza de Smith es la clara conciencia de la novedad radical que el mecanismo
capitalista representa respecto a la economía de la antigua sociedad…”

Hacia una teoría del libre comercio internacional

En la obra de Smith, las políticas promovidas por los mercantilistas para acumular
metales preciosos son precisamente las que limitan el crecimiento de una nación, dado
que reducen la competencia, impiden la obtención de mercaderías baratas e
imposibilitan la expansión progresiva de la división del trabajo.
Consideraremos aquí algunos fundamentos de estos ataques, de los cuales se
derivarán las ventajas que le atribuye a un comercio internacional libre.
En primer lugar, considera una falacia identificar la riqueza con el dinero y su
atesoramiento como la forma más rápida para el enriquecimiento de una nación.
Entiende que el dinero debe estar siempre en proporción a la cantidad de mercancías
existentes en cada país porque si hay más -como consecuencia de su atesoramiento- se
elevarán los precios de las mercancías y entonces, a los extranjeros les convendrá
comprar en otro lado, como consecuencia el dinero se marchará hacia otras naciones.
En segundo lugar, al analizar los efectos que producen las restricciones impuestas
sobre las mercancías extranjeras que se pueden producir en el país, intenta mostrar
cómo no son éstas, sino el interés individual en combinación con la libre competencia lo

17
que va a llevar a una asignación de los recursos que maximice el interés general (es
decir, que incremente los ingresos reales y la riqueza de la sociedad).
Considera que la actividad económica de una sociedad está limitada por la cantidad
de capital y que el mismo no se incrementa a partir de restricciones sino que
simplemente se reasigna de ciertas actividades hacia otras protegidas. Es decir, cuando
el Estado interviene concede monopolios en el mercado doméstico y, de esta forma,
interfiere en la asignación de los recursos que los individuos hubiesen hecho libremente.
Particularmente, cuando estas intervenciones llevan a que se produzca un producto que
es más barato importarlo, desplaza el empleo de los recursos desde la producción de
mercancías de más valor hacia otras de menos importancia y reduce, en mayor o en
menor medida, el producto anual.
Para justificar esta hipótesis señala: “siempre será máxima constante de cualquier
prudente padre de familia no hacer en casa lo que cuesta más caro que comprarlo.” Y,
“lo que es prudencia en el gobierno de una familia particular, raras veces deja de serlo
en la conducta de un gran reino. Cuando un país extranjero nos puede ofrecer una
mercancía en condiciones más baratas a las que nosotros podemos hacerlas, será mejor
comprarlas que producirlas, dando por ella parte del producto de nuestra propia
actividad económica, y dejando a ésta emplearse en aquellas ramas en que saque ventaja
al extranjero” (2004: 402-403).
De esta manera, ninguna política es más eficaz, en la promoción de la riqueza
nacional, que la mano invisible que a través del estímulo de la conveniencia privada
empuja a los particulares sin que ellos lo sepan, a promover un fin, esto es la ventaja
general que no tiene ninguna parte en sus intenciones (Smith, 2004: 402). Es decir, en
condiciones de libertad, cuando los individuos deciden emplear su capital en aquellas
industrias que rinden más valor, cada uno contribuye necesariamente al máximo ingreso
anual para la sociedad.7
Finalmente, y como ya fue adelantado en el apartado 1.3, si se eliminan las
restricciones comerciales impuestas por los mercantilistas se incrementa el tamaño del
mercado local y, con ello, las posibilidades de intensificar la división del trabajo. Para
Smith, la importancia del comercio internacional radica precisamente en que otorga
valor a aquellas mercancías que exceden las propias necesidades de consumo de los
habitantes de una nación. De esta forma, el producto anual -y, por lo tanto, el ingreso

7
Si bien promueve la libertad comercial –interna y externa- admite ciertos límites a los productos
extranjeros asociados, por ejemplo, con las industrias esenciales para la “defensa nacional”.

18
real- se incrementará al máximo porque al aumentar la cantidad de mercancías que se
producen en una nación se podrán comprar con ellas muchos otros bienes más baratos
en otros países.
Estas son algunas de las razones por las que considera que es fundamental un
comercio internacional libre. De hecho, entiende que esta libertad debería conducir a
una división internacional del trabajo donde cada país se especialice en la elaboración
de aquellas mercancías en las que posee “ventajas absolutas”, es decir, aquellas que
produce en forma más barata. El resto de las mismas debería obtenerlas a través del
intercambio. De esta manera, todos los países dispondrían de más bienes para satisfacer
las necesidades de consumo de sus habitantes, cuestión que es, para él, “el fin y objeto
único de la industria y el comercio”.

Las Finanzas Públicas

Aunque Smith sostiene que el Estado no debe interferir en el mecanismo que tiene
el mercado para asignar recursos, esto no significa que este no deba cumplir ninguna
función en la actividad económica. Las cuatro obligaciones básicas que le atribuye son:
• Garantizar la Defensa Nacional (al interior de la nación y contra la
agresión extranjera);
• Establecer una buena Administración de Justicia;
• Sostener obras e instituciones públicas que no son rentables para ningún
particular, aunque sean útiles para la sociedad en general y;
• Garantizar la defensa de la propiedad privada.
Al caracterizar los distintos tipos de gastos y las posibles fuentes de ingresos para
financiarlos sostiene que, en términos generales, los gastos deberían ser pagados por
aquellas personas que se ven favorecidas directamente por los servicios que presta el
Estado. A su juicio, si parte de la población obtiene más beneficios que otros, deberían
aportar para su financiamiento un monto mayor.
En relación a las formas de recaudar los ingresos públicos, enuncia sus famosas
cuatro máximas sobre la tributación, las cuales han sido el punto de partida de la teoría
liberal sobre este tema: igualdad, certidumbre, conveniencia y economía. Esto es, que
los contribuyentes paguen de acuerdo a su capacidad contributiva; que los impuestos
deben ser ciertos y no arbitrarios -en lo que respecta al tiempo de pago y el modo que es

19
probable sea más cómodo para el contribuyente ese pago-; y que el costo de la
administración financiera tiene que ser lo más pequeño posible.
Explica que todos los impuestos que financian los gastos del Estado, siempre
terminan recayendo sobre alguno de los tres tipos de ingresos de la sociedad (rentas,
beneficios y/o salarios). Algunos en forma “directa”, esto sucede cuando los impuestos
recaen sobre alguno de los ingresos en particular -por ejemplo, sobre las ganancias del
capital- o cuando gravan las tres fuentes de ingreso indistintamente; y otros en forma
“indirecta”, esto es cuando los que se gravan son los bienes. Smith analiza cada uno de
estos impuestos tratando de identificar las posibles incidencias de los mismos en la
actividad económica.
En su opinión, de todas las formas de imposición específica la más apropiada es la
que recae sobre la renta de la tierra porque es la que menos afecta a la formación de
riqueza. En relación a los impuestos sobre los beneficios del capital, si bien los admite,
los considera menos oportunos que aquellos que recaen sobre los ingresos de los
propietarios de la tierra, básicamente por dos razones:
A veces no son realmente pagados por los beneficios sino por los consumidores en
general. Esto sucede cuando los capitalistas están en condiciones de trasladar el monto
del impuesto al precio de los bienes.
El daño que ocasionan sobre la actividad económica cuando efectivamente inciden
sobre ellos. Entiende que la menor rentabilidad podría provocar una transferencia de
capitales desde el país donde se establece el impuesto a otros países donde los
beneficios no estén gravados o lo estén pero a una tasa menor.
En cuanto a los impuestos sobre los salarios, destaca que como los éstos se
encuentran siempre en un nivel mínimo de subsistencia y reproducción, nunca podrán
ser pagados realmente por los trabajadores asalariados. Se terminan convirtiendo en un
impuesto sobre los beneficios y siguen las leyes de estos (Napoleoni, 1974: 65).
Respecto a los impuestos indirectos, considera que si los artículos gravados son de
primera necesidad, el efecto será el mismo que el de un impuesto sobre los salarios,
porque los trabajadores gastan la mayor parte de sus ingresos en ellos. Contrariamente,
como los bienes de lujo son fundamentalmente consumidos por los terratenientes, los
impuestos que recaigan sobre estos afectará principalmente la renta. De acuerdo a lo
señalado sobre los impuestos específicos que recaen directamente sobre los ingresos, se
deduce que Smith prefiere estos últimos a los primeros.

20
En síntesis, los impuestos deben recaer principalmente sobre la renta. Sin embargo,
como señala Napoleoni (1974: 65) esto es lógico cuando tenemos en cuenta que el
contexto que plantea Smith es tal que el salario es el mínimo de subsistencia y
reproducción, y los beneficios están destinados principalmente a la formación de
capital.

DAVID RICARDO

Consideraciones Generales

David Ricardo (1772-1823) desarrolla su actividad social y literaria en el primer


cuarto del siglo XIX, caracterizado en Inglaterra por un impetuoso desarrollo del
capitalismo industrial. La lucha política principal se daba entre los terratenientes
aristócratas y la burguesía industrial-mercantil, que acababa de asumir el poder. Las
reivindicaciones de la burguesía se basaban en la libertad de comercio y de
competencia, contra el proteccionismo que beneficiaba a los terratenientes al impedir el
ingreso de grano más barato desde el exterior, disputa que tenía como telón de fondo la
explosión demográfica y el creciente urbanismo provocados por la revolución industrial,
que aumentaban la demanda de granos. Como señala Dobb (1973: 31), su teoría de la
renta diferencial, fue una artillería pesada teórica contra los intereses de los
terratenientes y contra la legislación, como las Leyes de Granos (Corn Laws) que al
aumentar la renta reducían los beneficios de las clases industriales.
Ricardo tomó parte activa en esa lucha como miembro del Parlamento, pero su
principal papel fue el de inspirador de la economía política clásica de la burguesía
inglesa.
En 1817 publica la primera edición de su obra más importante: “Principios de
Economía Política y Tributación”, donde aparece una teoría integrada del valor, del
beneficio y de las rentas, a los cuales se les agregó un corolario de política. Sin
embargo, los elementos esenciales de esta teoría datan en realidad del momento en que
publicó su folleto en 1815 “Ensayo sobre la influencia del bajo precio del trigo sobre las
utilidades del capital”, donde demuestra la ineficacia de las restricciones a la
importación.

21
La convicción ideológica predominante que había inspirado las teorías políticas de
Ricardo y había dado forma a su singular marco conceptual era la inquebrantable
creencia en que existe un vínculo causal entre libertad económica -no intervención del
Estado- y el progreso económico.
Por último y antes de abordar los tópicos más resonantes de su obra, podemos
destacar que su análisis es, sobre todo, deductivo. El alto desarrollo del capitalismo, es
lo que le permite a Ricardo una mayor rigurosidad terminológica, un mayor grado de
abstracción, universalidad expositiva y un marco analítico que caracteriza a la disciplina
hacia adelante. De acuerdo a Ruiz Valiente (2006: 41), Ricardo -al igual que sus
predecesores- considera a las relaciones de producción capitalista como naturales y
eternas. Es decir, encuentra su principal limitación en la ausencia de un enfoque
histórico de las categorías económicas.

Teoría del Valor Trabajo.

En el primer capítulo de “Principios de economía política y tributación”, comienza


coincidiendo con Smith respecto a que “la palabra Valor tiene dos significados
diferentes, a veces expresa la utilidad de un objeto particular, y, otras, la capacidad de
comprar otros bienes” (Ricardo, 1997: 9). Asimismo, coincide en creer que la utilidad
de una mercancía no es un determinante de su valor de cambio, aunque le es esencial.
Esto se debe a que si una mercancía carece de toda utilidad -en otras palabras, si no
puede contribuir de ninguna manera a nuestras satisfacciones- nadie estaría dispuesto a
dar algo a cambio de ella.
Ahora bien, una vez que poseen utilidad, los bienes obtienen su valor de cambio de
dos fuentes: su escasez y la cantidad de trabajo requerido para obtenerlos.
Luego advierte que existen ciertos bienes cuyo valor está determinado tan sólo por
su escasez. Dentro de este grupo se encuentran aquellos bienes cuya cantidad no pueden
aumentarse con ningún trabajo y, por lo tanto, su valor no puede bajar por una mayor
oferta de los mismos. Se refiere a “ciertas estatuas y cuadros raros, libros y monedas
escasos, vinos de calidad peculiar […] del cual existen una cantidad muy limitada”
(Ricardo, 1997: 9 -10). Sin embargo, “estos bienes constituyen tan sólo una pequeña
parte de todo el conjunto de bienes que diariamente se intercambian en el mercado”.
Destaca que “la mayoría de los bienes que son objetos de deseo se procuran mediante el
trabajo, y pueden ser multiplicados, no solamente en una nación, sino en muchas, casi

22
sin ningún límite determinable, si estamos dispuestos a dedicar el trabajo necesario para
obtenerlos” (Ricardo, 1997: 109). Por tal motivo, son estos últimos el objeto de su
reflexión.
Ricardo critica a Smith cuando mezcla la cantidad de trabajo empleado para su
producción con la compensación que se paga por ese trabajo, el salario. Para él, “el
valor de un artículo, o sea, la cantidad de cualquier otro artículo por la cual puede
cambiarse, depende de la cantidad relativa de trabajo que se necesita para su
producción, y no de la mayor o menor compensación que se paga por dicho trabajo”
(Ricardo, 1997: 10). Luego ejemplifica con el esfuerzo necesario para cazar castores y
ciervos en una sociedad primitiva. La relación entre ambas mercancías -es decir, su
capacidad de intercambio- es dos a uno, tanto sí en un día de trabajo pueden cazar dos
castores y un ciervo, como sí en el mismo tiempo cazan cuatro castores y dos ciervos.
Vemos que lo importante son los niveles relativos, no los absolutos.
Por lo tanto, “si la cantidad de trabajo cristalizada en los bienes determina su valor
en cambio, cualquier aumento de la cantidad de trabajo debe elevar el valor de este bien
sobre el que se ha aplicado, así como cualquier disminución debe reducir su valor”
(Ricardo, 1997: 11). Esto difiere sustancialmente de lo afirmado por Smith, en donde el
salario es un determinante del precio y, por lo tanto, un alza de los mismos conduciría a
que se incrementen los precios de las mercancías. En Ricardo, en cambio, algo vale más
o menos según lo que cuesta hacerlo, entonces un aumento del salario no explicaría el
incremento general de los precios sino -como se verá más adelante- una reducción del
beneficio de los capitalistas.
Un mérito de este clásico es que determina la magnitud del valor no sólo mediante
el trabajo aplicado directamente, sino también mediante el trabajo materializado, es
decir, el que se empleó con anterioridad en instrumentos y medios de producción y en
materias primas. “Sin arma alguna, ni el castor ni el venado pueden ser cazados, y por
tanto el valor de dichos animales dependerá no solamente del tiempo y del trabajo
necesario para su captura, sino también del tiempo y del trabajo indispensable para que
el cazador se provea de su capital, del arma, con cuya ayuda efectuó la cacería”
(Ricardo, 1997: 18). El valor de éstos se traslada a la nueva mercancía, ya sea
íntegramente en el caso de las materias primas, o en fracciones, en el caso de las
máquinas, herramientas, instalaciones, edificios, etc.
Observemos que a diferencia de Smith -que sólo adhería a la teoría del valor -
trabajo en condiciones precapitalistas-, Ricardo considera que el trabajo es la fuente del

23
valor independientemente de quien tenga la propiedad del capital (trabajo acumulado).
Es decir, no afecta si el trabajador posee o no dicha propiedad.
Si bien siempre fue consecuente con esta idea, cuando intenta corroborar su teoría
del valor-trabajo con el proceso económico real, tropieza con algunos problemas de
difícil resolución. Esto lo lleva, en algunos pasajes de su obra, a ciertas contradicciones
y a acercar su teoría del valor a la teoría de los costos de producción. Los dilemas que se
plantea y que quedan sin resolución, serán luego retomados por Marx, en El Capital. Sin
embargo, estas contradicciones -a diferencia de lo que sucede en Smith- no lo llevan a
abandonar su teoría del valor y la causa principal de la variación en el valor de las
mercancías sigue siendo la cantidad de trabajo necesario para reproducirlos.

Distribución del ingreso y Crecimiento

Para Ricardo investigar las leyes que rigen la distribución del producto social es el
objetivo fundamental de la Economía Política. Entiende que la totalidad del producto
que realizan los hombres se reparte entre trabajadores, capitalistas y terratenientes, y
que dicha distribución supone un conflicto entre las partes. Así como mayores salarios
significan disminuciones de los beneficios capitalistas, incrementos en las rentas de la
tierra conllevan una relación conflictiva con los salarios y los beneficios. En el
pensamiento de Ricardo estos conflictos ocupan un lugar central. Esta es la razón por la
cual, autores como Burkun y Spagnolo (2001: 29-30) lo señalan como el antecedente
inmediato de Marx.
En opinión de Ricardo, la renta existe con la apropiación privada de la tierra, y
consiste en la “…parte del producto de la tierra que se paga al terrateniente por el uso de
las energías originarias e indestructibles del suelo” (Ricardo, 1997: 51). Antes la tierra
prestaba servicios gratuitamente al hombre, tal como lo hacen el aire y el agua, y esto se
debe a que existía gran cantidad de tierra no apropiada a disposición de aquel que desee
cultivarla, es decir en “cantidades ilimitadas”. Sin embargo, a diferencia de otros
recursos de la naturaleza, la tierra es limitada en cantidad y de diversa calidad. Por lo
tanto, se paga renta por su uso porque (una vez establecida la propiedad privada) la
creciente demanda de alimentos como consecuencia del incremento de la población,
hará necesario cultivar aquellas tierras de inferior calidad o menos ventajosamente
situadas. Cabe destacar que la propiedad de la tierra se vuelve en Ricardo incuestionable
y eterna.

24
Siguiendo a Napoleoni (1974:69) podemos analizar la formación de la renta
diferencial en Ricardo en los siguientes términos. Al inicio de un determinado proceso
de desarrollo nacional, se puede suponer que la demanda corriente de alimentos esté
satisfecha cultivando sólo las tierras más fértiles y/o mejor situadas. En esta primera
fase, en la cual el tipo de tierra puesta en cultivo está disponible en cantidad
prácticamente ilimitada, no hay renta. Si a continuación del proceso de desarrollo deben
ser puestas en cultivo tierras menos fértiles y/o menos favorablemente situadas, para
obtener la misma cantidad de producto que en la primera fase se requerirá mayor
cantidad de trabajo.
De acuerdo a la teoría del valor - trabajo, el valor del trigo, en esta segunda fase,
será mayor que en la primera y éste será el precio del trigo en cualquier tierra. Esto se
debe a que Ricardo supone mercados competitivos, por lo tanto, no puede haber precios
distintos para un mismo bien y cualquier valor menor al que surge de la segunda fase no
haría viable la explotación de estas nuevas tierras. Se deduce de esto que el cultivo de la
tierra en la segunda fase hace surgir una ganancia diferencial sobre la tierra cultivada en
la primer fase, en la que el costo de producción es menor. Este excedente constituía la
renta económica y tocaba al terrateniente, de un modo directo si era a la vez propietario
y agricultor, e indirectamente a través de la competencia de los agricultores por los
mejores suelos, si el propietario arrendaba sus tierras.8
Si como consecuencia del incremento de la población y del progreso general de la
sociedad, sigue creciendo la demanda de productos alimenticios, será necesario poner a
cultivar tierras aún menos fértiles o más alejadas de los centros de consumo para
satisfacerla. Por lo motivos señalados, el valor del trigo en esta tercera fase será mayor
que el de la segunda. Esta circunstancia, dará origen a una renta en las tierras explotadas
en la segunda fase y generará un incremento sobre aquellas que ya se conseguían en la
primera fase.
De ello se deduce que, a medida que avanza el proceso de desarrollo y se pasan a
cultivar tierras aún menos fértiles y/o todavía más alejadas del lugar de consumo la
renta territorial aumenta. Esto se debe a que nuevas tierras dan lugar a rentas
diferenciales, o a que aumentan las rentas sobre tierras que ya las consiguen (Napoleoni,
1974: 70).

8
Al igual que Smith, Ricardo supone un rol pasivo de terratenientes. Es decir, se limitan a poner en
arriendo sus tierras y cobrar una renta por ello.

25
Observemos que la renta de la tierra no aumenta los precios, sino que es un
resultado del progreso general de la sociedad. "El maíz […] no se encarece porque hay
que pagar una renta, sino que debe pagarse una renta porque el cereal es caro" (Ricardo,
1997: 56). En este sentido, recordemos que en la tierra marginal -la que determina el
precio del trigo- no existe renta.
En cuanto a la parte del producto social que perciben los trabajadores señala que: el
salario, es decir, “el precio natural de la mano de obra es el precio necesario que permite
a los trabajadores, uno con otro, subsistir y perpetuar su raza, sin incremento ni
disminución” (Ricardo, 1997: 71). En otras palabras, el precio del trabajo está regulado
por su propio costo de producción, en el sentido de un nivel de salarios que fuera
suficiente para mantener una población trabajadora dada. Al igual que Smith, a este
elemento biológico agrega un elemento histórico: “Esto no quiere decir que el precio
natural de la mano de obra, aun estimado en alimentos y productos necesarios, sea
absolutamente fijo y constante. En un mismo país varia en distintas épocas, y difiere
cuantiosamente de un país a otro. Depende esencialmente de los hábitos y costumbres
de la gente” (Ricardo, 1997: 73-74).
Al igual que Smith, entiende que el salario de “mercado” o corriente puede elevarse
respecto del “natural” o de subsistencia, cuando aumenta la demanda de trabajo, pero
esto es sólo temporal. Para la explicación de esta tendencia toma la teoría de la
población de Malthus, según la cual ante el estímulo de salarios mayores a los de
subsistencia aumenta la población, la mayor oferta de trabajadores que esto implica,
provocará que los salarios vuelvan a descender al de subsistencia.
Finalmente, considera que la ganancia o beneficio del capital agrícola es un residuo,
es lo que queda después de haber pagado la renta al terrateniente y el salario a los
trabajadores. Como señala Fernández López (1998), en Ricardo el beneficio es aleatorio
en el sentido de que el capitalista sabe que va a pagar rentas y salarios, como partes del
producto de la tierra, pero no sabe si le va a quedar ganancia y cuanto será ella. Para el
análisis de la dinámica de los mismos es importante tener presente un supuesto que hace
sobre los mismos y es que siempre que estos sean positivos los capitalistas lo
reinvertirán -y, por lo tanto, contratarán más trabajo- con el objetivo de tener más
ganancias.
Plantea que existe una relación inversa entre los salarios y el beneficio y, esto se
debe a la existencia de rendimientos decrecientes de la producción agrícola analizados
en los párrafos anteriores. Veamos que significa esto:

26
Al incrementarse el valor del grano, como consecuencia del progreso de la sociedad,
el capitalista deberá adelantar a sus trabajadores un mayor nivel de salarios. Esto se
debe a que los granos, o los productos agrícolas en general, son el principal componente
para la subsistencia del trabajador. Observemos que la situación de los trabajadores no
se ve modificada porque si bien el salario nominal es ahora mayor, la cantidad de
productos agrícolas que puede comprar sigue siendo la misma.
Como consecuencia del incremento en el salario, el margen para beneficios en las
últimas tierras explotadas (en las que no hay rentas) caerá a medida que se exploten
tierras de inferior calidad o más alejadas. Luego, este nivel de beneficios, se
generalizará a todas las parcelas explotadas porque, como vimos al analizar la
formación de las rentas de la tierra- los propietarios de las tierras más fértiles exigirán a
los agricultores las diferencias en las ganancias que se originan en el cambio del precio
del grano.
Ni los precios de los bienes manufacturados, ni de ningún otro bien distinto del
grano, se ven alterados por este proceso, porque como fue señalado, estos están
determinados por la cantidad de trabajo que cuesta obtenerlos. Sin embargo, los
beneficios del capital industrial sí se verán afectados por los rendimientos decrecientes
del trabajo en la actividad agrícola que llevan al incremento de los salarios de “todos”
los trabajadores. Por lo tanto, la caída en el beneficio es general, tanto en la actividad
agrícola como en la industria. La competencia, luego, garantizará la igualdad de los
mismos en los distintos sectores.
La menor o nula tasa de ganancia de los capitalistas, que se deriva de la creciente
explotación de tierras menos fértiles, llevaría al estancamiento de la economía porque
para él, al igual que para Smith, el crecimiento depende de la acumulación de capital y
su posterior inversión en trabajadores productivos y medios de producción. Por lo tanto,
bajo el supuesto de no existir la posibilidad de importar alimentos y en ausencia de
mejoras significativas en la agricultura, esta es la predicción del modelo.9
El sistema teórico que desarrolla Ricardo, más allá de todas las imperfecciones que
pueda tener, muestra claramente los intereses antagónicos entre los capitalistas y los
terratenientes. Estos últimos se verán beneficiados de cualquier circunstancia que haga
elevar el precio del grano, mientras que los capitalistas por el contrario abogaran por
una reducción de los mismos. En esta disputa, en principio, la posición de los

9 Ambos llevarían a una reducción del precio del grano, lo que traería como consecuencia una reducción en los salarios de subsistencia y por tanto
, un
incremento en los beneficios.

27
trabajadores es “neutra”, porque si bien obtendrán un salario nominal mayor, su
capacidad adquisitiva no se verá afectada. Sin embargo, la posibilidad de que los
trabajadores obtengan un diferencial de salarios positivos en el corto plazo (antes de que
opere la ley de la población de Malthus), depende de la creciente demanda de
trabajadores por parte de los capitalistas y, por lo tanto, del tamaño de los beneficios. De
esta manera, los intereses de la clase trabajadora también se opondrán al de los
propietarios de las tierras.

Comercio Internacional

Ricardo siguió los preceptos del liberalismo económico y sentó las bases de la teoría
clásica del comercio internacional. “La libertad de importar era […] la compensación
esencial a los rendimientos decrecientes” (Dobb, 1998: 105), dado que se podrían
proveer del exterior alimentos más baratos. La consecuente disminución del precio de
los cereales se traduciría en un menor salario de subsistencia, eliminando de esta forma
la presión sobre las ganancias. De este modo se favorecía la acumulación del capital y,
por lo tanto, el crecimiento. La derogación de las tarifas, necesarias para este ventajoso
proceso, se veía obstaculizada por el interés de los terratenientes de mantener sus
rentas.10
El sistema teórico que presentaremos a continuación, permitió reforzar su ataque a
la protección en la agricultura y sentó las bases de su teoría sobre el comercio
internacional basada en las ventajas comparativas. La idea es que “para que se abra un
comercio internacional mutuamente ventajoso, es necesario y suficiente que las tasas de
intercambio [entre los bienes], o valores de cambio, sean distintos en uno y otro país.
Esto incluye el caso en que un país sea más ineficiente que otro en todas las
producciones, es decir, que produzca todos los bienes con mayor cantidad de trabajo
que otro país” (Fernández López, 1998: 249-250). De esta manera, la posibilidad de que
algún país no se especialice en la elaboración de algún producto -posibilidad que está
implícita en la división internacional del trabajo de acuerdo a las Ventajas Absolutas
planteadas por Smith- queda descartada.

10
Las rentas caerían porque el libre comercio haría que sólo se exploten aquellas tierras en las que el costo de
producción iguale el precio de los productos agrícolas importados.

28
Veamos un ejemplo en el que el comercio se reduce a sólo dos bienes: vinos y
tejidos. La cantidad de dichas mercancías que Inglaterra y Portugal pueden obtener en
una semana de trabajo son:
Tej V
idos inos
Inglat 10 2
erra 0
Portug 10 4
al 0

Si cada uno fuera más eficiente en la producción de un bien, entonces habría una
razón obvia para que cada país se especialice en la producción de uno y que luego
intercambien, y es que ambos obtienen más productos que en una situación de
autoabastecimiento. Sin embargo, en este ejemplo, que el intercambio beneficie a los
dos no es tan aparente, dado que Portugal es igual o más productivo que Inglaterra. Para
ver cómo Ricardo explica que ambos países se verían favorecidos si Portugal se
especializa en la producción de vinos e Inglaterra en la de tejidos y luego intercambian,
analizaremos tres posibilidades. Primero, que los bienes se comercializan de acuerdo a
los valores de cambio de Portugal, esto es ¼; luego a los de Inglaterra (½) y, por último
supondremos una tasa intermedia, por ejemplo 1/3.
De acuerdo a la primera posibilidad, corresponde que Portugal de cuatro vinos a
cambio de un tejido a Inglaterra. En este caso, Portugal no vería alterada su situación
previa es decir, cuando su país estaba cerrado al comercio internacional. Sin embargo,
Inglaterra tendría ventajas en el comercio, ahora con un tejido consigue cuatro vinos,
antes sólo obtenía dos.
En la segunda posibilidad, en la que Portugal da dos vinos a cambio de un tejido a
Inglaterra, el que saca provecho del intercambio es Portugal. Cuando no había comercio
este país necesitaba producir cuatro vinos para obtener un tejido, ahora puede
conseguirlo con sólo dos. En cambio, en este caso, para Inglaterra especializarse e
intercambiar es lo mismo que mantener su economía cerrada.
Sin embardo, sí Portugal da tres vinos a cambio de un tejido a Inglaterra, ambos se
verán beneficiados con el comercio. Para advertir esto recordemos que Portugal antes
necesitaba cuatro vinos para obtener un tejido (ahora necesita tres) y que Inglaterra por
un tejido sólo conseguía dos vinos (ahora tres). Es más, cualquier tasa de intercambio
que se encuentre entre las dos tasas internas hará que el libre comercio sea mutuamente

29
ventajoso. Es decir, que los países puedan disponer de más mercancías para su
consumo, cuando dedican todos sus recursos a la producción del bien que le cuesta
“relativamente menos” producir y luego los intercambia. De esta manera, quedaría
establecida entre Inglaterra y Portugal una división internacional del trabajo de acuerdo
a las “ventajas comparativas”.
En el momento que Ricardo publica sus Principios, Inglaterra era claramente más
eficiente que otros países en las producción de manufacturas (sino la única). Por lo
tanto, el libre cambio llevaría a Inglaterra a destinar sus recursos productivos a ellas y
luego las cambiaría por productos primarios con aquellos países que, dada una
determinada dotación de recursos naturales favorable, tenían una ventaja comparativa
en su elaboración. En consecuencia, la libertad de comercio sostenida por los
industrialistas en Inglaterra, y apoyada desde la teoría económica por Ricardo, no sólo
les permitiría tener alimentos y materias primas más baratas para sus industrias, sino
que les aseguraría mercados donde poder colocar sus manufacturas.
La reforma realizada por el Parlamento Inglés en 1831, que anuló el impuesto
aduanero sobre la importación de granos (Leyes de Granos), significó la victoria de los
capitalistas industriales sobre la aristocracia terrateniente inglesa.
En relación a esto, parece interesante hacer una observación. Como muchos autores
han señalado, este patrón de incorporación al mercado mundial fomentado desde
Inglaterra y que tuvo su apogeo a mediados del siglo XIX, generó un desarrollo desigual
entre países y una situación de dependencia de aquellos países periféricos (exportadores
de materias primas) respecto de un grupo de países “desarrollados” (exportadores de
manufacturas). En diferentes grados y de distintas formas los Estados han jugado algún
papel en los procesos de desarrollo de sus países, incluso en aquellos que aún hoy
difunden la no intervención como condición para el mismo.

Teoría Cuantitativa del Dinero y Ley de Say

Otros dos aspectos del pensamiento económico de Ricardo que merecen ser
destacados son sus adhesiones a la “teoría cuantitativa del dinero” y a la “ley de Say”.
Sus primeros escritos (1809-1811) se centraron principalmente en temas referentes
al dinero y los precios y a su relación con el cambio exterior. En ellos, sostenía que los
problemas monetarios vividos en Gran Bretaña a comienzo del siglo XIX se debían
básicamente a la excesiva emisión de billetes del Banco de Inglaterra durante las

30
guerras napoleónicas. El exceso de emisión provocaba, el continuo incremento en el
nivel de precios y depreciaba la libra esterlina frente al oro.
Su planteo se fundamentaba en lo que se conoce como la “teoría cuantitativa del
dinero”, según la cual existe una determinada relación entre la cantidad de dinero (M),
su velocidad de circulación (V), el nivel de precios (P) y la cantidad de bienes
producidos en un determinado lapso de tiempo (T), y es la siguiente:
M*V=P*T
Ricardo, al igual que otros monetaristas, considera constantes tanto la velocidad de
circulación, como la masa de mercancías. Por lo tanto, todo incremento en la cantidad
de dinero se vería reflejado en un aumento directamente proporcional en el nivel de
precios, sin que se vea afectada la actividad económica (T).
En relación al segundo aspecto, Ricardo se opuso -especialmente en sus polémicas
con Malthus- a la posibilidad de que la economía estuviera sometida a crisis de
sobreproducción general, o sea a que hubiera una causa de disminución de los
beneficios intrínsecas en el sistema capitalista. Al respecto señala: “ningún hombre
produce si no es para consumir o vender, y nunca vende si no es con la intención de
comprar alguna otra mercancía que le pueda ser de utilidad inmediata, o que pueda
contribuir a una producción futura. Al producir entonces el hombre se transforma
necesariamente en consumidor de sus propios productos, o en comprador de los
productos de otra persona. No cabe suponer que el hombre se mantenga por largo
tiempo mal informado acerca de las mercancías que él puede producir con más ventaja,
para lograr la finalidad que persigue, a saber, la posesión de otros bienes; y, por lo tanto,
no es probable que continúe produciendo una mercancía de la cual no existe demanda”
(Ricardo en Napoleoni, 1974: 92). Las crisis son atribuidas por este autor a elementos
exógenos al sistema, como pueden ser las guerras, las modas o los impuestos.
En este sentido, Ricardo adhería a la ley de Say. El francés Jean Baptiste Say (1767-
1832) defiende la premisa de que existe un equilibrio natural entre los bienes que se
llevan al mercado y los que salen del mismo, es decir, un equilibrio natural entre
producción y consumo. Según este autor, toda oferta tiene su demanda correspondiente,
es decir todo lo que se quiere vender posee un comprador potencial, conclusión que
derivaba de que todo ingreso es gastado en bienes de inversión o de consumo. De esta
manera, excluye la posibilidad de una sobreproducción general, aunque no descarta que
pudiera darse una parcial -una situación en la que algunas industrias o empresas

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individuales no fueran capaces de colocar toda su producción-, que también tendería a
corregirse por si misma.

TOMAS MALTHUS

De las distintas contribuciones que Malthus (1766-1834) hizo a la ciencia


económica se han distinguido dos. En primer lugar, se destaca su famosa “ley de la
población,” la cual refleja una visión pesimista respecto al futuro de la sociedad. En
segundo lugar, su reacción frente a la imposibilidad de que en el sistema se produzca
una sobreproducción general. Como puede observarse, los aportes que analizaremos no
son precisamente sus puntos de contacto con el pensamiento clásico sino las críticas que
le hace al mismo.

La ley de la población

En su “Ensayo sobre el principio de la población” editado en 1798 introduce el


problema de la explosión demográfica. En él observa que la población crecía más
deprisa que los medios de subsistencia, y que esta dificultad de obtener alimentos
actuaría como un constante freno sobre el crecimiento de la población. Considera dos
supuestos para llegar a esta conclusión, uno es que siempre que aumenten los medios de
subsistencia la población crece, y otro es que los alimentos indispensables para la
subsistencia están sujetos a los rendimientos decrecientes de la tierra. Según Malthus,
esta situación genera miseria y hambre en la población, a menos que el crecimiento de
esta última se impida por algún medio. El gran aumento demográfico que revela el
censo de población inglés de 1801, el cual él ve como avalando su tesis, lo llevará a
publicar otra edición de su ensayo en 1803.
Para Malthus diferentes factores pueden frenar el rápido crecimiento de la población
-incluso antes que actúe la falta de alimentos-, a unos los llama positivos y a otros
preventivos. En los primeros se incluyen todos aquellos que incrementan la mortalidad,
como guerras, enfermedades, plagas o pestes; y en los segundos aquellos que
disminuyen la natalidad, como pueden ser el vicio y la restricción moral o abstinencia.
Para evitar la futura miseria, pensaba que se debía desalentar la procreación. Entre
sus propuestas se destacan las relacionadas con practicar la abstinencia. “Los pobres,

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sobre todo, debían ser amonestados para que procediesen con gran prudencia y no se
lanzaran al matrimonio y procreación de una familia sin tener en cuenta el futuro. En
consecuencia, Malthus fue un adversario decidido de la beneficencia pública. Sostenía
que el Estado no debía reconocer a los pobres el derecho de percibir ayuda, y que se
debía abolir la Ley de Pobres. La caridad, privada o pública, no era un remedio a la falta
de prevención causante de la miseria de los pobres. Estos habían producido su propia
desgracia (o, en todo caso, sus padres, no instruidos en la teoría maltusiana, eran los
responsables), y la ayuda no era sino un incentivo para agravar el problema” (Roll,
1994: 196). Como señala Guerrero (2002: 243), esta visión es claramente pesimista
pues, como fue adelantado en los apartados anteriores, este autor consideraba además
que cualquier mejora en los niveles de ingresos sería neutralizada por la expansión
demográfica y que los salarios tenderían al nivel de subsistencia ante el aumento de la
población.

La demanda efectiva y el rol de las clases improductivas

En sus “Principios de Economía Política” publicado en 1820 y reeditado en 1836,


planteará por primera vez la posibilidad de crisis inherentes al sistema capitalista.
Observa que los bienes producidos en la sociedad no podrán ser absorbidos totalmente
por el mercado debido al reducido poder adquisitivo de la clase trabajadora y al alto
deseo de ahorrar de las clases ricas. De esta manera, rechaza la opinión tradicional
clásica de que existe un permanente equilibrio entre la cantidad ofrecida y la cantidad
demandada de mercancías y de que todo hombre frugal era un benefactor público.
En este sentido, Malthus escribe: “Es posible, sin duda, con economía (parsimony),
dedicar de pronto una parte mucho mayor que la usual de la producción de cualquier
país a mantener trabajo productivo; y si suponemos que ello se haga, es del todo cierto
que los trabajadores así empleados son tan consumidores como los ocupados en
servicios personales, y que en lo que respecta a los trabajadores no disminuye el
consumo o demanda. Pero ya se vio que el consumo y la demanda ocasionados por los
trabajadores empleados en trabajos productivos no pueden nunca por sí solos ser
aliciente para la acumulación y empleo de capital; y en cuanto a los capitalistas mismos,
junto con los terratenientes y otras personas ricas, se convino en suponer que son
económicos (parsimonious), y se privan de comodidades y lujos para ahorrar su ingreso

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y sumarlo a su capital. Bajo estas circunstancias es imposible que la mayor cantidad de
mercancías, obtenida por un número mayor de trabajadores productivos, encuentre
compradores, si no es por tamaña reducción del precio que haga quizás bajar su valor
por debajo de los costos, o cuanto menos, que hagan caer tanto las utilidades como para
disminuir tanto la posibilidad como la voluntad de ahorrar” (en Fernández López, 1998:
220).
De esta forma, intenta demostrar que la imposibilidad de realizar como dinero las
mercancías producidas -debido a la insuficiencia de demanda- terminaría afectando el
incentivo a acumular y a producir de los capitalistas.
Siguiendo a Guerrero (2002: 235), podemos señalar que Malthus defiende el
consumo improductivo de los terratenientes como forma de compensar el exceso de
productos en los mercados, advirtiendo, además de las consecuencias adversas del
exceso de ahorro y frugalidad. De esta manera, Malthus no sólo critica la Ley de Say
sino que defiende el consumo improductivo que criticaban otros clásicos como Smith y
Ricardo, al defender la frugalidad de la burguesía que destinaba su excedente a la
acumulación.
En esta disputa Ricardo sale victorioso, y la capacidad de auto corrección del
sistema prevalece en la opinión generalizada. Sin embargo, cien años después y en
medio de la Gran Depresión que afectaba a Estados Unidos y que repercute en otras
economías del mundo, Keynes retomará la idea de Malthus de la existencia de crisis de
subconsumo relativo debido a la tendencia inherente del sistema a no generar una
demanda efectiva suficiente.

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GUÍA DE AUTO-EVALUACIÓN.
• Analizar y comparar el pensamiento de Adam Smith, David Ricardo y
Tomas Malthus, respecto a los tópicos que se señalan en el siguiente cuadro:

VARIABLE ADAM SMITH D. RICARDO T. MALTHUS


Concepto de Riqueza y
1 determinantes del
crecimiento económico.

2 Papel del mercado.

Determinantes del valor de


3
las mercancías.
Distinción en clases,
4 distribución del ingreso y
posibles conflictos.

5 Rol del Estado.

6 El comercio exterior.

Posibilidad de crisis
7
inherentes al sistema.

• Indicar verdadero (V) o falso (F). Justificar brevemente.


Según Smith:
a) Las políticas relacionadas al comercio internacional que más favorecen al
crecimiento económico son aquellas propuestas por los mercantilistas.
b) El precio de mercado siempre es igual al precio natural cuando el estado no
interfiere en el mecanismo de mercado.
c) Las posibilidades de aprovechar las ventajas de la división del trabajo están
limitadas por el tamaño del mercado y la disponibilidad de capital.
Según Ricardo:
a) La utilidad de una mercancía determina su valor de cambio porque es
indispensable que alguien la desee para poder ser vendida en el mercado.
b) La renta que perciben los terratenientes se origina en las diferentes fertilidades de
la tierra.

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c) La libertad de importar es fundamental para evitar los rendimientos decrecientes,
ya que de esta forma se podrían proveer del exterior los alimentos necesarios a cambio
de manufacturas, y no se dejaría de acumular riqueza.
Ricardo y Smith coinciden en que:
a) La apropiación por parte de los capitalistas de una mayor parte del excedente
generado por los trabajadores productivos origina una tendencia al estancamiento
económico.
b) Para favorecer el crecimiento económico, cada país debe especializarse en la
producción de aquellas mercancías que produce a un menor costo y obtener el resto a
través del intercambio.
c) La ley de la población de Malthus es el mecanismo que asegura que el salario de
mercado tienda siempre a un nivel mínimo de subsistencia y reproducción del trabajador
y su grupo familiar (salario natural).

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