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Inteligencia Emocional ¿Cuánto de Inteligencia?

y ¿Cuánto de
Emocional?

Desde hace ya muchos años, allá por el 2002, en aquella época en la que comencé
a formarme para ser lo que hoy ocupa la mayor parte de mi trabajo diario, según
dice mi perfil de twiter: «ayudar a otros a desarrollar todo su potencial», el tema
de la Inteligencia Emocional me ha ocupado y preocupado de forma contínua.

En mi viaje formativo siempre ha estado presente la Inteligencia Emocional, y la


verdad, salvo una magnífica excepción, la mayor parte de las ocaciones con
bastante poca fortuna, y bastantes dosis de decepción. A ello se suma lo que veo
en redes sociales y blogs sobre el tema, y lo que escucho en ámbitos profesionales y no profesionales. En la mayor
parte de la formación a la que he asistido, en la que se ha trabajado la Inteligencia Emocional mi conclusión es que la
centran en expresar a raudales las emociones, y si es posible con cuantas más lágrimas mejor, y en dar feedback
positivo sobre las cualidades de los compañeros/as de curso queriendo elevar la autoestima a base de  dosis de pildoritas
edulcoradas, con alguno que otro concepto teórico más afortunado que otro. En otras ocasiones he tenido que
presenciar, como el que llaman facilitador/a del aprendizaje, lo que acaba es generando una tensión emocional en el
grupo, que más que facilitar lo que hace es empeorar la relación con las emociones.

En más de una ocasión, diferentes personas que han asistido a cursos en los que se ha trabajado la Inteligencia
Emocional, me han comentado que «el/la facilitador» ha fomentado, insistido y propiciado de manera bastante
insistente la apertura en canal de las emociones de los asistentes, saliendo al campo de juego situaciones, vivencias y
emociones que no se podían gestionar allí, y dejando a las personas abiertas a la intemperie, sin poder gestionar el
cierre emocional. Y con todo esto no quiero decir, que todas las personas que se dedican a la Inteligencia Emocional
incurran en estas osadías u ocurrencias, porque me consta que hay grandísimos profesionales en la materia, yo tengo el
gusto de conocer personalmente a unos/as cuantos. Lo que quiero es poner el acento sobre un concepto, el de la
Inteligencia Emocional, que a mi entender se nos está gastando de tanto usarlo, como dice la canción de Rocio
Jurado, hablando del amor, y de usarlo mal.

Y esta reflexión viene a mi en un momento en que tengo por delante el gran reto de diseñar e impartir un  Programa de
Gestion Emocional para los Directivos/as de una multinacional del sector financiero. Y digo reto, porque es la primera
vez que voy a trabajar única y exclusivamente contenidos de Inteligencia Emocional, siempre los he tocado dentro de
otros programas, principalmente de desarrollo del talento, liderazgo, coaching, mentoring, gestión del cambio, pero
nunca de forma exclusiva. Y reto también, porque tengo muy presente mis decepciones con la formación en esta
materia, las cosas que yo no quiero hacer, o en las que no quiero caer. Un compañero de profesión me dijo una vez que
tenía que reconciliarme con la Inteligencia Emocional. Parece ser que ha llegado el momento, este nuevo reto, que he
aceptado con toda la consciencia del mundo, será mi reconciliación y la oportunidad de transmitir lo que yo creo que es
verdaderamente la Inteligencia Emocional, y que quiero avanzar en este post.

La primera vez que apareció el concepto de Inteligencia Emocional fue hace aproximadamente 30 años, y sin duda
para mi una de las mejores definiciones es la contenida en el Handbook of Intelligence de John D. Mayer, Peter
Salovey y David R. Caruso: «La habilidad para percibir y expresar las emociones, asimilar las emociones en el
pensamiento, comprender y razonar a través de las emociones y regular las emociones en uno mismo y en los
demás»

Esta definición de Inteligencia Emocional está cargada de inteligencia, porque percibir, asimilar en el pensamiento,
comprender, razonar y regular son funciones de la inteligencia. Me resultan curiosos esos comentarios, bastante
frecuentes, acerca de que la inteligencia no es suficiente para triunfar en la vida, que hace falta y es más importante la
inteligencia emocional, como si la inteligencia emocional no fuera inteligencia. Yo creo que el gran error, en el que
hemos caído prácticamente todos, es disgregar el concepto, y poner el acento en emocional y no en inteligencia.  La
inteligencia emocional no son las emociones, y ser emocional no es ser inteligente emocionalmente , dejarse llevar
por las emociones no es ser inteligente emocionalmente, expresar las emociones sin límites ni control, no es ser
inteligente emocionalmente. De la misma forma que no es signo de inteligencia emocional no darle el espacio
necesario a las emociones, no ser consciente de ellas, no expresarlas de forma ecológica, no tenerlas en cuenta, y otras
cruzadas inquisidoras contra las mismas.

Las emociones forman parte de nuestras vidas, al igual que los pensamientos, están ahí, no podemos eliminarlos
son funciones vitales. La manera en cómo utilizamos unas y otros, junto con otros factores (nuestro cuerpo, nuestras
relaciones, la comunicación….), determina cómo somos de inteligentes. Y la clave de todo esto está en la manera en
cómo utilizamos nuestros recursos (emociones, motivaciones, valores, pensamientos, cerebro, cuerpo…) porque eso es
la inteligencia: recopilación de información, procesamiento y tratamiento de dicha información, comprensión y
aprendizaje de dicha información y utilización de dicha información para orientar el pensamiento, la resolución de
problemas y la acción. La inteligencia es una habilidad mental ligada a operaciones cognitivas. La Inteligencia
Emocional es una habilidad mental en el manejo y gestión de las emociones.

La emoción como la cognición son dos operaciones mentales. La emoción es una respuesta ante la percepción de un
cambio en las relaciones y el entorno. Cada emoción organiza diversas respuestas que se traducen en acciones ante
cada situación. Por ejemplo, ante una situación de peligro, la emoción del miedo puede optar por la respuesta de huir,
atacar, o paralizarse. En este sentido las emociones gozan de cierta dosis de flexibilidad en cuanto a número de
respuestas y elección de las mismas. Las respuestas de la emoción son más automáticas, rápidas y menos elaboradas o
deliberadas. La cognición también ofrece respuestas ante diversas situaciones del entorno, pero además tiene la
capacidad de aprender del entorno y de innovar en cuanto a las respuestas, es decir, es capaz de crear respuestas
diferentes y nuevas ante situaciones hasta ahora no conocidas. La cognición es un proceso mental de mayor flexibilidad
que la emoción, de más elaboración, deliberación y tiempo de respuesta.

La Inteligencia Emocional es una función mental en la que se interconectan emoción y cognición. En el ejemplo
de la situación de peligro la emoción del miedo sin filtro de la cognición tenderá a generar la misma respuesta que una
primera vez funcionó. Cuando entra en juego la cognición se analiza el tipo de peligro, las opciones de respuesta y se
elige la más adecuada en función de la situación concreta.

Inteligencia Emocional
Para entender aún mejor lo que es el desarrollo de la Inteligencia Emocional, pondré un ejemplo con una de las
llamadas competencias emocionales: la empatía. Para desarrollar la empatía hace falta desarrollar funciones mentales
propias de la inteligencia como son la atención, la capacidad de observación, la percepción, la capacidad de procesar
diferentes informaciones (tono voz, lenguaje no verbal, palabras, etc), de comprenderlas y darles un significado
acertado y elaborar una respuesta acorde a ello. De esta forma somos capaces de detectar estados de ánimo más allá de
las palabras, por ejemplo, cuando a pesar de que una persona sonría y nos diga que todo está bien, sabemos que no es
así, y que se siente mal, y en base a ese conocimiento podemos decidir actuar y  acompañarla en esa emoción y
ayudarla a gestionar esa emoción. A su vez, la conciencia emocional, otra de las competencias emocionales estrella,
requiere consciencia, que es una de las operaciones mentales fundamentales.

Identificar la inteligencia emocional con competencias emocionales confunde las cosas, lo mismo que incluir en la
Inteligencia Emocional rasgos de personalidad, porque confunde las áreas de intervención y aprendizaje para la mejora
de la inteligencia emocional. Si realmente queremos desarrollar la inteligencia emocional, no nos centremos en
desarrollar la empatía, la conciencia emocional, la conciencia política, el trabajo en equipo, el optimismo, por citar
algunas. Vayamos al origen, a la fuente de las capacidades mentales que es necesario desarrollar y cultivar para ser
emocionalmente inteligentes.

Y en este punto, para mi una guía muy acertada es el modelo integrativo de Inteligencia Emocional de Mayer y
Salovey:

1.- Percepción y evaluación de las emociones: capacidad de identificar emociones en nosotros y los demás a través
de estados físicos (cuerpo), de pensamientos, de comportamientos, en el lenguaje. Esto requiere desarrollar la atención,
la observación, la  consciencia y la reflexión.

2.- Autorregulación emocional: capacidad de utilizar las emociones para generar experiencias emocionales o estados
de animo que faciliten el pensamiento y la acción. Esto implica identificar cual es el estado emocional optimo para
llevar a cabo cada acción, saber como llegar a dicho estado y hacer todo lo necesario para provocarlo, evitando los
distractores, y permanecer en él. Esto tiene mucho que ver con el  uso de la atención, de la energía, de la
concentración. En la motivación hay mucho de autorregulación emocional.

3.- Comprensión, razonamiento y expresión emocional: supone la capacidad de reconocer cada emoción
exactamente y en el grado de intensidad emocional en el que está, el momento en que aparece y qué la desata, detectar
la necesidad insatisfecha,  así como analizar y razonar sobre todo este proceso, como me afecta e influye en mis
pensamientos y actos, y que puedo hacer para dar una expresión adecuada a dicha emoción.  Aquí intervienen
funciones mentales como el análisis, la toma de decisiones y el lenguaje.

4.-Manejo y regulación emocional: consiste en la habilidad para usar las emociones, por ejemplo en ser capaz de
asociarse y disociarse emocionalmente según sea necesario, calmarse a uno mismo y a otros en un momento de ira,
tranquilizarse en caso de nerviosismo, etc. Aquí intervienen funciones mentales como la atención, consciencia, análisis,
toma de decisiones.

Alinear emoción y cognición, hacerlas bailar juntas de forma armónica y acompasada es Inteligencia
Emocional. Esto requiere la capacidad mental de razonar adecuadamente a través de la emoción, de incorporar la
información emocional en la toma de decisiones (que no son reacciones instintivas ni emocionales, sino actos de
voluntad deliberados), integrándola en nuestro proceso de deliberación de una forma acertada y servirnos útilmente de
la emoción para pensar eficazmente.

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