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El salario
Sobre la base del sistema del salariado, también el trabajo no retribuido aparece
como trabajo pagado. En la esclavitud, por el contrario, la parte del trabajo pagado
del esclavo aparece también como trabajo no retribuido. Naturalmente que el
esclavo, para poder trabajar, necesita vivir y una parte de su jornada de trabajo se
destina a reponer el valor consumido para su propio sustento. Pero, como entre el
esclavo y su dueño no media ningún trato ni se celebra entre ambas partes contrato
alguno de compraventa, todo el trabajo del esclavo aparece como trabajo gratis.
El valor de la fuerza de trabajo está formado por dos elementos, uno de los cuales
es puramente físico y el otro histórico o social. Su límite extremo lo determina el
elemento físico; es decir, que para poder manetenerse y reproducirse, para poder
asegurar a la larga su existencia física, la clase obrera necesita recibir los medios de
vida absolutamente indispensables para vivir y reproducirse. El valor de estos
medios de vida imprescindibles constituye, pues, el límite extremo del valor del
trabajo2 [...].
Pero, aparte de este elemento puramente físico, el valor del trabajo se halla
determinado en cada país por un standard de vida tradicional. Este no se refiere ya
a la vida puramente física, sino a la satisfacción de determinadas necesidades,
nacidas de las relaciones sociales en las que se ve colocado el hombre y en las
cuales se cría y vive [SPG, 506-507].
1
Véase la sección del capítulo 3 titulada "Las condiciones para la
aparición de un excedente".
2
Marx utiliza aquí la expresión "valor del trabajo" como "expresión
corriente y vulgar" que tiene el sentido de "valor de la fuerza de trabajo"
[SPG, 496].
de necesidades determinadas socialmente.
La producción de la fuerza de trabajo es un proceso que se desarrolla a
escala de la sociedad en general. Consiste en un conjunto de actividades,
privadas y públicas, cuyo producto no es el trabajador individual, o, por
extensión, el trabajador y su familia, sino la fuerza social de trabajo en su
totalidad y con sus diversos componentes, constantemente renovada. Por ello
es un proceso más complejo que la producción de mercancías en general.
Pero está influida, como cualquier otra producción de mercancías, por la
evolución de la productividad que reduce el tiempo de trabajo socialmente
necesario para la producción de los bienes consumidos habitualmente por los
trabajadores. Si el abanico de estos bienes no cambiara, el valor de la fuerza
de trabajo disminuiría sistemáticamente con el aumento de la productividad.
Pero precisamente este abanico no es fijo. Las necesidades de consumo de la
fuerza de trabajo evolucionan históricamente con el contexto social que él
mismo se modifica gracias a las nuevas posibilidades técnicas de la
producción.
Nuestras necesidades y nuestros goces brotan de la sociedad, razón por la cual los
medimos por ella, y no por los objetos que los satisfacen. Y como son de carácter
social, tienen también un carácter relativo [TAC, 20-21].
3
Véase a este respecto Rosdolsky [(1968) 1978, 336-343].
las mismas proporciones que el aumento de la productividad había sido
especialmente defendida por Henry Charles Carey del que Marx presenta
una crítica en El capital [K, II, 687-689]. También se encuentra en el centro
de la teoría marginalista del salario para la que la búsqueda de la ganancia
máxima por la empresa implica que el salario sea igual a la productividad
marginal en valor del "factor" trabajo.
El salario, en la medida en que es un precio, influido por la oferta y la
demanda en el mercado de trabajo y por otros factores, como la fuerza o
debilidad respectivas de los asalariados y de sus empresarios, puede elevarse
por encima del valor de la fuerza de trabajo, así como puede fijarse por
debajo de este valor. Ésta es la situación normal de oscilación del precio de
toda mercancía alrededor de su valor. En circunstancias particularmente
desfavorables, el salario puede caer hasta un nivel que apenas permita la
compra de los medios de subsistencia imprescindibles. Si esta situación
persiste, a más o menos largo plazo implicará un deterioro de la fuerza de
trabajo, que se traducirá en un estado de salud degradado, en una
disminución de la esperanza de vida, etc. En tales circunstancias, el salario
alcanza su mínimo allí donde se junta con el nivel de las prestaciones
sociales abonadas por los gobiernos a los beneficiarios de ayudas sociales,
prestaciones establecidas en función de un "umbral de pobreza" oficial bajo
el que no obstante está condenada a vegetar una fracción importante de la
población (más de un cuarto de la población en el país más rico del mundo,
Estados Unidos, a finales del siglo XX).
Pero la tendencia histórica general del salario no es la de que se fije en
el mínimo de subsistencia vital como afirma la "ley de bronce de los
salarios", defendida especialmente por Ferdinand Lasalle en el siglo XIX y
que Marx criticó vivamente4. Sin embargo, diversos autores han presentado
a la teoría marxista del salario como una teoría del salario de subsistencia.
Desde esta óptica, la tendencia general de la producción capitalista no sería
4
Ferdinand Lassalle (1825-1864), socialista alemán, fundó en 1863 la
Asociación General de Trabajadores Alemanes, primer gran partido de la
clase obrera. La Asociación General se fusionará en 1875 en el congreso de
Gotha con el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán fundado en 1869 por
Wilhelm Liebknecht y August Bebel, para constituir la Unión Socialista de
los Trabajadores, que en 1891 en el congreso de Erfurt adoptó el nombre de
Partido Socialdemócrata de Alemania, SPD (Sozialdemokratishe Partei
Deutschlands). Marx criticó las tesis de Lassalle, en particular en las Glosas
marginales al programa del Partido obrero alemán, mejor conocidas por el
nombre de Crítica al programa de Gotha [Gotha, 20-22 y 32-33].
la de elevar el nivel medio de los salarios, sino la de bajarlos, llevándolos de
nuevo más o menos a su límite más bajo. De ahí resultaría una tendencia
hacia un empobrecimiento absoluto de la clase obrera. Esta teoría se conoce
como la "teoría de la pauperización absoluta".
Los autores que atribuyen esta teoría a Marx se apoyan
particularmente en algunos pasajes del Manifiesto Comunista, redactado en
colaboración con Engels en 1847, y del libro I de El capital, publicado en
1867. El hecho es que, en el Manifiesto, Marx y Engels se adherían todavía
claramente a la definición del salario como mínimo de subsistencia vital y a
la teoría de la pauperización. Definían el precio medio del trabajo asalariado
como "la suma de los medios de vida necesarios para mantener la vida del
obrero en cuanto tal" [Manif., 291]; éste, dicen ellos, "en vez de elevarse con
los progresos de la industria, se hunde cada vez más [...] El obrero se
empobrece, y el pauperismo se desarrolla más rápidamente todavía que la
población y la riqueza"5 [ibídem, 289]. Por importante que sea el Manifiesto
como documento político, no se le puede considerar como el texto que
traduce de forma acabada el pensamiento económico de Marx, pensamiento
que alcanza su madurez en El capital. Sin embargo, ciertos pasajes de El
capital han sido interpretados como la confirmación de la adhesión de Marx
a una teoría del empobrecimiento absoluto de los trabajadores. "A medida
que se acumula el capital, empeora la situación del obrero sea cual fuere su
remuneración". Por otra parte, afirma él, como manifestación de la ley de la
acumulación capitalista, se "produce una acumulación de miseria
proporcionada a la acumulación de capital. La acumulación de riqueza en
un polo es al propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de
trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el
polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio
producto como capital" [K, III, 805].
El análisis de la acumulación del capital es el objeto del capítulo
siguiente (capítulo 6) de la presente obra. Sin anticipar su contenido,
mencionemos que una de las consecuencias de la producción capitalista, que
escapa a los ojos en la vida cotidiana, es la condena de un número creciente
de asalariados a ingresar en las filas de los desempleados. Por otra parte, este
hecho real, que es una característica inherente al capitalismo y por
consiguiente inevitable, y cuyo contenido está descrito en las secciones de El
capital de donde son extraidos los pasajes que acaban de ser citados, no
cambia en nada el hecho de que la tendencia de largo plazo del capitalismo
5
El término latino pauper (pobre) es el que Marx y Engels utilizan en el
Manifiesto.
es la de incrementar los salarios reales, aunque coyunturalmente puedan
disminuir. Por supuesto, de esta elevación de los salarios sólo se beneficia
directamente la parte activa de los asalariados, la parte empleada que, a pesar
del aumento del número de desempleados, sigue siendo el componente
principal de la clase obrera. Pero la elevación del salario real o elevación del
patrón de vida, que es una consecuencia del progreso técnico, no afecta sólo
a los asalariados que tienen un empleo. Las prestaciones de seguro contra el
paro, igual que el umbral de pobreza, experimentan también durante un
largo período un aumento cuyo nivel se determina por la elevación de los
salarios reales. Por otra parte, este aumento es absolutamente esencial puesto
que apenas permite ajustar el nivel de subsistencia al nuevo patrón de vida
alcanzado por la sociedad. Como demuestra el análisis expuesto hasta aquí,
la teoría del empobrecimiento absoluto de la clase obrera, que por otra parte
está desmentida por los hechos, no puede ser atribuida a Marx. Diversos
autores lo han subrayado, como Rosdolsky, tal y como hemos visto antes;
mencionemos también a Ernest Mandel [1987, 24] y William Baumol [1979,
124-128].
El único sentido en el que se habla de pobreza absoluta en Marx es
cuando él examina la situación del trabajo asalariado, la que se ha precisado
al principio del capítulo 4. Marx utiliza esta expresión para dar cuenta del
hecho de que el trabajo asalariado está excluido de la riqueza producida
como resultado de su intercambio con el capital. El trabajo asalariado sale de
este intercambio como ha entrado, simplemente reproducido, mientras que el
capital sale aumentado. En este sentido, y únicamente en este sentido, el
trabajo está excluido de la riqueza, es decir, del enriquecimiento capitalista,
resultado de la circulación D-M-D'. El salario real incrementado que percibe
el trabajador, como resultado de un crecimiento de la productividad social,
no es un "enriquecimiento" de este tipo. Él le procura el acceso a una mayor
cantidad de bienes, de valores de uso, para fines de consumo final y no de
consumo productivo, un proceso que se desarrolla en el plano de la
circulación simple M-D-M. Si bien no se puede hablar de empobrecimiento
absoluto de la clase obrera, puesto que la situación real que se deriva del
funcionamiento normal del capitalismo es, a la inversa, una tendencia de
largo plazo a la elevación de los salarios reales, se debe constatar por el
contrario que existe un empobrecimiento relativo, en la medida en que el
capital se enriquece por su intercambio con el trabajo asalariado, que sale
aumentado, mientras que el trabajo asalariado sale de él idéntico.
6
Véase la sección del capítulo 1 titulada "El trabajo cualificado".
de escalones salariales, número que puede variar según las categorías de
empleo; el salario llega al máximo una vez alcanzado el último escalón de la
categoría.
Como hemos visto, la producción de la fuerza de trabajo es un proceso
que se desarrolla a escala de la sociedad en general. Consiste en un conjunto
de actividades privadas y públicas cuyo producto no es el trabajador
individual, o por extensión el trabajador y su familia, sino la fuerza social del
trabajo en su totalidad y con diversos componentes, constantemente
renovada. Ciertas actividades que concurren en la producción de la fuerza de
trabajo son efectuadas gratuitamente en el interior de la familia, por el
trabajo doméstico. Otras, como el cuidado de los niños, la educación, la
salud y, en una cierta medida, el transporte y el alojamiento, son asumidas
parcial o totalmente por el Estado y por consiguiente financiadas por medio
de los impuestos procedentes de los salarios y las ganancias. Por último,
otras corresponden al ámbito del gasto privado, consumo de alimentación,
vestido, diversión, medicamentos, etc., y la parte de los gastos de educación,
de salud, de transporte, etc. que no son asumidos por el Estado.
Al ser el salario el precio de la fuerza de trabajo, es decir, la expresión
monetaria de su valor, cada fuerza de trabajo recibe un salario que refleja los
gastos de tiempo de trabajo necesarios para su producción. Pero éstos, como
acabamos de ver, no son todos del mismo tipo, y los gastos de educación y
de formación que están en el origen del valor acrecentado del trabajo
cualificado están financiados en gran medida por el Estado mediante los
impuestos percibidos de la colectividad. Por tanto, la fuerza de trabajo
cualificado recibe individualmente una remuneración más elevada que
corresponde a un conjunto de gastos necesarios para su formación, algunos
de los cuales, sin embargo, están a cargo de la sociedad en su conjunto. Esta
situación se explica porque, en la sociedad capitalista, los trabajadores
siguen siendo los propietarios privados de su fuerza de trabajo, aunque ésta
tenga marcadamente el carácter de un bien público o colectivo, debido a la
parte significativa de su financiamiento por la sociedad en su conjunto.
La situación es contradictoria por ser público el financiamiento
mientras que la apropiación de sus resultados sigue siendo privada. Algunos
han querido ver una solución a esta contradicción en la reducción de la parte
del financiamiento público y el aumento de los derechos de acceso a la
formación, o gastos de escolarización, para que así aquellos y aquellas que se
benefician individualmente de los salarios más elevados vinculados a su
cualificación estén instados a contribuir individualmente al costo de su
formación. Desde una visión opuesta de las cosas, el financiamiento público
debe ser apreciado como una adquisición social que permite un acceso
democrático a la formación. Su mantenimiento y su eventual extensión
señalan la perspectiva de una actividad de formación de los diversos tipos de
fuerza de trabajo asumida esencialmente por la sociedad en su conjunto,
cuyo producto tiene las características de una fuerza de trabajo social con sus
múltiples componentes, y de cuyos efectos, en consecuencia, ya no estaría
justificado apropiarse individualmente sino de manera colectiva. De este
modo, las fuerzas de trabajo particulares que pertenecen privadamente a los
trabajadores individuales estarían fundadas en una fuerza de trabajo social
de la que ellas constituyen sus componentes. Éstas perderían por ello su
carácter de mercancía y las diferencias salariales perderían así su
justificación, al menos la que se basa en la existencia de mercancías
diferentes que tienen valores distintos.
Evidentemente, la apropiación por la sociedad de los resultados de la
formación de la fuerza de trabajo de la que acaba de tratarse es puramente
ilusoria en el marco de la sociedad mercantil, de la sociedad de la propiedad
privada de los medios de producción. Si bien el financiamiento público de la
formación abre esta perspectiva cuando se plantea hasta su límite el análisis
de la situación contradictoria que hace surgir, sin embargo él no deja de ser,
en la sociedad capitalista, un cuerpo extraño impuesto por las aspiraciones
democráticas de la población trabajadora, pero continuamente sometido a los
ataques del capital que apuntan a reducir su importancia, incluso a
eliminarla. También es ilusoria la eliminación de las diferencias salariales
cuya posibilidad estaría abierta por una apropiación tal por la sociedad de los
resultados de la formación de la fuerza de trabajo, pero cuya realización
efectiva supondría la supresión de la producción mercantil.
7
Se profundizará en las relaciones entre salario monetario e inflación en el
capítulo 14 en la sección titulada "Los efectos de la inflación".
aumento del nivel general de precios. No debe servir de medio indirecto para
realizar el otro objetivo que es el de la reducción de las diferencias entre
altos y bajos salarios. La reducción de las diferencias es un objetivo distinto
que debe ser abordado como tal y no por medio de la indexación.
Las reivindicaciones salariales deben:
1. Aspirar al aumento del salario real de todos los salarios, que por
lo menos impida su deterioro;
2. Aspirar a la reducción de la diferencia ente altos y bajos salarios,
que por lo menos impida su aumento; la disminución de la
diferencia debe hacerse elevando los bajos salarios sin disminuir
los salarios más elevados.
8
Véase Statistique Canada, Prix à la consommation et indices des prix
precios tal como la experimenta el salario medio, el que se gasta según el
presupuesto tipo. La indexación de los salarios al costo de la vida según el
aumento del IPC corrige exactamente la pérdida del poder de compra de este
salario medio. Para los otros, esta corrección será superior o inferior a su
pérdida efectiva de poder de compra según su presupuesto particular, que es
con toda probabilidad diferente para las diferentes categorías de salario. Ni
que decir tiene que un IPC diferenciado por tramos de salarios sería un
instrumento más preciso que permitiría evaluar mejor la pérdida real de
poder de compra sufrida por cada categoría de asalariados y pagar a cada
uno la plena compensación que le corresponde. En ausencia de tal IPC
diferenciado, algunos han querido ver en la reclamación de una cantidad
fija, igual para todos, el medio de reflejar mejor una pérdida de poder de
compra que atacaría más severamente a los bajos salarios que a los altos.
Supongamos que el salario medio es de 30.000 dólares por año y que el IPC
ha aumentado el 4%. Una indexación del salario anual en la forma de una
cantidad fija de 1.200 dólares concedida a cada asalariado asegura una
compensación de:
9
En 1990, en Canadá, los progresos realizados en 70 años, desde 1920,
seguían estando fuertemente limitados en materia de equidad salarial.
Mientras que el salario anual medio de las mujeres equivalía al 54,6% del de
los hombres en 1920 (4.100 frente a 7.500 dólares), en 1990 solamente
alcanzaba el 60% (17.900 frente a 29.800 dólares).
Al ser diferentes las condiciones sociales en los diferentes países,
resulta que el precio de la fuerza de trabajo es en general más elevado en los
países más industrializados. Pero en términos relativos, es decir, cuando se
relaciona con la plusvalía, es más elevado en los países menos
industrializados [K, II, 685-686]; esto expresa el hecho de que la tasa de
plusvalía, pv/v, al reflejar un grado de productividad más elevado, es más
elevada en los países industrializados. Como Marx nombra tambien a la tasa
de plusvalía con el término de "tasa de explotación", estamos en presencia de
una situación bastante inesperada en la que la tasa de explotación es más
elevada en los países desarrollados que en los países menos avanzados. Es
necesario, claro está, tomar esta realidad por lo que es. Si los trabajadores de
los países industrializados son más "explotados" que sus compañeros de los
países subdesarrollados, en el sentido preciso que da la teoría marxista a este
término, esto es la consecuencia de la abundancia de los medios técnicos con
los que ellos se combinan en la producción. De ello se sigue que una parte
inferior de su tiempo de trabajo es suficiente para reproducir su fuerza de
trabajo, cuyo valor es sin embargo superior al de la fuerza de trabajo de los
países subdesarrollados, y que los capitalistas de los países industrializados
recogen una mayor plusvalía.
Si el salario por hora se fija de tal manera que el capitalista no se obliga a pagar un
jornal, o un salario semanal, sino únicamente las horas de trabajo en las cuales tiene
a bien ocupar al obrero, podrá ocuparlo durante menos tiempo del que
originariamente sirvió de base para estimar el salario por hora [...]. El capitalista
puede ahora arrancar al obrero determinada cantidad de plustrabajo sin concederle
el tiempo de trabajo necesario para su autoconservación. Puede anular toda
regularidad de la ocupación y, según su comodidad, capricho e intereses
momentáneos, hacer que el trabajo más monstruosamente excesivo alterne con la
desocupación relativa o total [K, II, 664-665].
La jornada laboral normal existe aquí como fracción de la jornada laboral real, y
suele ocurrir que la última sea, durante todo el año, más larga que la primera. El
aumento en el precio del trabajo al prolongarse la jornada laboral más allá de cierto
límite normal, adopta [...] la forma de que el bajo precio del trabajo durante el
llamado horario normal obliga al obrero, si quiere obtener un salario suficiente, a
efectuar horas extras, mejor remuneradas [K, II, 666].
La calidad del trabajo está controlada aquí por la obra misma, que debe poseer la
calidad media para que se pague íntegramente el precio de cada pieza. El pago a
destajo se convierte, en este sentido, en fuente abundantísima de descuentos
salariales y fullería capitalista.
Esta forma de pago brinda al capitalista una medida rigurosamente precisa de la
intensidad del trabajo. Sólo el tiempo de trabajo que se encarna en una cantidad de
mercancías determinada previamente y fijada por la experiencia, cuenta como
tiempo de trabajo socialmente necesario y se lo remunera como tal [...].
Como la calidad e intensidad del trabajo están controladas aquí por la forma misma
del salario, ésta vuelve superflua gran parte de la vigilancia del trabajo [K, II, 673-
674].
12
Véase la sección titulada "La determinación social del salario".
evolución de la productividad que reduce el tiempo de trabajo socialmente
necesario para su producción. La reducción de los costes de producción de
los bienes que entran en el consumo corriente de la fuerza de trabajo
entrañaría una disminución de su valor si el abanico de los bienes de
consumo corriente no se ampliara con la evolución del nivel de vida
tradicional. Se produciría una desvalorización de la fuerza de trabajo, un
descenso del salario nominal, sin que, no obstante, el salario real bajara, al
encontrarse los mismos bienes disponibles desde entonces a menor precio.
Otras formas de desvalorización de la fuerza de trabajo son también la
consecuencia del progreso técnico y del crecimiento de la productividad. La
transformación del proceso de producción por la introducción de nuevos
métodos de organización del trabajo y por la mecanización de las tareas
provoca desplazamientos, reorientaciones, hace inútiles las funciones
previamente ejercidas por ciertos tipos de fuerza de trabajo que, por ello,
pierden su razón de ser, dejan de ser socialmente necesarios. El tiempo de
trabajo necesario para su producción se convierte en nulo a escala de la
sociedad. Ellas se ven sustraídas de todo valor.
La desvalorización, que en este caso es completa, puede ser sólo
parcial, cuando se desplaza la fuerza de trabajo hacia una tarea de nivel
inferior que da derecho a un salario inferior. Según la amplitud del cambio
introducido, los trabajadores se enfrentan a despidos, son trasladados a
puestos peor remunerados o forzados a emprender una revalorización de su
fuerza de trabajo por la vía del reciclaje, es decir, por la adquisición de una
nueva formación, de la que las más de las veces deben asumir sus gastos.
Una desvalorización parcial de la fuerza de trabajo puede ser también
el resultado de la mejora de las condiciones de su formación como, por
ejemplo, la reducción del número de años socialmente necesarios para
acceder a determinado nivel de cualificación (básica, secundaria,
bachillerato, carpintería, gestión de sistemas informatizados, asistencia
médica, etc.). En Quebec, el programa de estudios escolares se redefinió a
finales de los sesenta para que condujera a un Diploma de Estudios
Colegiales (DEC) al término de 13 años de estudio (6 años de primaria, 5 de
secundaria y 2 de bachillerato), en lugar de un programa que anteriormente
conducía a un Bachillerato en Artes (BA) al término de 15 años de
estudios13. El número de años socialmente necesarios para la obtención de
13
La obtención del DEC exige en realidad dos años de estudio en el sector
"general", que lleva a la continuación de los estudios en el nivel
universitario, pero tres años en el sector "profesional" que da una formación
terminal orientada hacia el mercado de trabajo. El sector general es el que
una cualificación de nivel de bachillerato disminuye en dos años; habiendo
disminuido otro tanto por consiguiente el valor de la fuerza de trabajo que
tiene este tipo de cualificación. En consecuencia, el gobierno decretó en
1972 que a los enseñantes, cuya clasificación en la escala salarial estaba
determinada entre otros factores por su número de años de escolaridad, se les
verían reconocidos no más de 15 años de escolaridad, pero solamente 13 por
su cualificación de nivel de bachillerato. La fuerza de trabajo de los
enseñantes que habían obtenido el Bachillerato en Artes en el antiguo
sistema sufría una desvalorización, se reajustaba a la baja en función de la
nueva norma social.
En el transcurso de la historia del desarrollo del capitalismo, los
trabajadores han reaccionado, en ocasiones violentamente, ante las
consecuencias del progreso técnico, siendo los ejemplos más contundentes
los saqueos de máquinas en la época de la Revolución industrial.
Comentando estos actos desesperados de trabajadores reducidos al paro y a
la miseria que dirigen espontáneamente su revuelta contra las máquinas,
Marx escribe:
14
Veáse particularmente la Resolución de la Asociación Internacional de
Trabajadores (AIT), elaborada por Marx y adoptada en el Ier congreso de la
AIT en Ginebra en 1866 [Marx-Engels, Internac., Manifiesto de la AIT, 7 e
Instrucciones para el Congreso de Ginebra de la AIT en 1866, 20].
15
Resolución de la AIT sobre la acción política, elaborada por Marx y
adoptada por la Conferencia de Londres de la AIT en 1871 [Internac., 129].
16
Carta del 23 de noviembre de 1871 de Marx al militante estadounidense
de origen alemán Friedrich Bolte [Cartas, 471 e Internac., 617].
17
Resolución de 1871 de la AIT sobre la acción política [Internac., 129].
sobre la base de un programa teóricamente perfecto18".
Sin embargo, los sindicatos, artesanos de la construcción de su "brazo
político", nunca deben quedar situados bajo su dependencia; "hacerlo sería
darles un golpe mortal"19. De ninguna manera deben reducirse a ser una
correa de transmisión del partido. Éste es sin embargo el papel trágico al que
fueron reducidos, en nombre del marxismo y del socialismo, en los
regímenes estalinistas en los que el partido de la burocracia parasitaria y
totalitaria, el partido único, reclamándose de manera completamente
fraudulenta de los principios del marxismo, detentaba el monopolio del
poder político.
El análisis del salario presentado en este capítulo será completado en
la sección 5 del capítulo siguiente que estudia los efectos de la acumulación
del capital en el empleo y los salarios.
18
Carta de Engels del 28 de diciembre de 1886 a la militante
estadounidense Florence Kelly [Marx-Engels; Amer., 166].
19
La cita procede de una conversación entre Marx y el tesorero del
Sindicato general de los obreros metalúrgicos alemanes, J. Hamann, que
tuvo lugar el 30 de septiembre de 1869 y de la que se publicó un resumen en
el Volksstatt del 17 de noviembre del mismo año. Un extracto de dicha
conversación aparece reproducido como anexo en la versión francesa de
Trabajo asalariado y capital (seguida de Salario, precio y ganancia)
publicada por Éditions sociales en 1969, de donde se ha tomado el
fragmento citado (p. 120).