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ORÍGENES DE LA FUNDICIÓN

La fundición de metales puede rastrearse hasta alrededor de 4000 a.C. El oro fue el primer metal
descubierto y usado por las civilizaciones antiguas; era maleable y se martillaba con facilidad para
darle forma a temperatura ambiente. Parecía que no hubiera necesidad de otras maneras para dar
forma al oro. Fue el descubrimiento posterior del cobre lo que originó la necesidad de la fundición.
Aunque el cobre podía forjarse para darle forma, el proceso era más difícil (debido al
endurecimiento por deformación) y se limitaba a formas relativamente simples. Los historiadores
creen que transcurrieron cientos de años antes de que el proceso de fundir cobre se llevara a cabo
por vez primera, es probable que por accidente durante la reducción del mineral de cobre durante
la preparación para martillar el metal en alguna forma útil. Así, por azar, nació el arte de la
fundición. Es probable que el descubrimiento ocurriera en Mesopotamia, y la “tecnología” se
difundiera con rapidez por el resto del mundo antiguo. Fue una innovación de importancia
significativa en la historia de la humanidad. Con la fundición podían obtenerse formas mucho más
intrincadas que por medio del martillado. Era posible fabricar herramientas y armas más
sofisticadas. Se obtenían implementos y ornamentos más detallados. Se hacía joyería fina de oro,
más bella y valiosa que con los métodos anteriores. Primero se emplearon aleaciones para fundir,
cuando se descubrió que la mezcla de cobre y estaño (la aleación que se formaba era bronce)
producía fundidos mucho mejores que el cobre solo. La fundición permitió la creación de riqueza
en aquellas naciones que la hacían del mejor modo. Durante la edad de bronce (cerca de 2 000
años), Egipto dominó el mundo civilizado antiguo gracias a su capacidad de efectuar el proceso de
fundición. Durante la Edad Media (de 400 a 1400 d.C.), la religión fue una influencia importante
para perpetuar las habilidades del fundidor. La construcción de catedrales y templos requería la
fundición de las campanas que se empleaban en esas estructuras. En realidad, el tiempo y
esfuerzo necesarios para fundir las grandes campanas de bronce de esa época ayudaron a que el
proceso de fundición pasara del ámbito del arte al de la tecnología. Hubo avances en las técnicas
de fundición y hechura de moldes. Se mejoró el procedimiento de fundición que consistía en el
moldeo por fosos, en el que los moldes se formaban en un pozo profundo ubicado frente al horno
para simplificar el proceso de vertido. Además, el fundidor de campanas aprendió la relación que
había entre el tono de éstas, que era la medición importante de la calidad del producto, y su
tamaño, forma, espesor y composición del metal. Otro producto importante asociado con el
desarrollo de la fundición fue el cañón. Cronológicamente, siguió a la campana y por ello muchas
de las técnicas que se usaron para fundirlas se aplicaban a la fabricación de cañones. El primero de
ellos se elaboró en Ghent, Bélgica, en el año 1313. De entre todas las personas posibles, lo hizo un
monje. Estaba hecho de bronce y el agujero se formó por medio de un núcleo durante la
fundición. Debido a la rugosidad del agujero que se creaba durante el proceso de fundición, estas
armas primeras no eran exactas y tenían que dispararse en un rango relativamente corto para que
fueran eficaces. Pronto se hizo manifiesto que la exactitud y rango se podrían mejorar si el agujero
se hacía suave mediante la maquinación de la superficie. Este proceso de maquinado recibió el
nombre muy apropiado de perforado (taladrado).

FUENTE: Mikell P. Groover, FUNDAMENTOS DE MANUFACTURA MODERNA. Materiales, procesos y


sistemas. Tercera edición. McGraw Hill (2007). Pag 195-196.

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