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De La Línea Al Círculo
De La Línea Al Círculo
A partir del siglo XV, con el inicio de la llamada edad moderna, se impuso la estructura de
consciencia mental, asociada a la figura de la línea y a los conceptos de tiempo lineal, cálculo,
ego racional, dualismo, monoteísmo y materialismo. La entrada de la estructura de la
consciencia mental estuvo marcada por la ruptura del círculo y “la salida del ser humano de la
superficie bidimensional al espacio, que intentará dominar con su pensamiento” (Jean Gebser,
Origen y Presente). El empuje de la estructura mental supuso un progresivo arrinconamiento
de las concepciones mágicas y míticas que habían impedido el pleno desarrollo de la capacidad
intelectual del ser humano. Gebser distinguió entre la expresión eficiente y deficiente de la
estructura de la consciencia mental. Esta última, como hemos comentado, adquiere total
preponderancia en el Renacimiento con el descubrimiento de la perspectiva y el ansía de
expansión territorial y económica, unido a la explotación material de los recursos naturales.
Siguiendo a Jean Gebser, el pensador Keiron Le Grice (“el Cosmos Arquetipal”), señala que “la
estructura mental deficiente ha creado un mundo de aislamiento, mentalidad de masas,
fenómenos de masas y atomización. Ha promovido estilos de vida caracterizados por la
actividad sin sentido, la fragmentación y la compartimentación. Lo más importante de todo es
que el desarrollo excesivo de la racionalidad ha hecho que la estructura en su forma deficiente
niegue la realidad de las otras estructuras y, por lo tanto, se desvincule de los significados
vitales y las experiencias unitivas accesibles a las estructuras mágica y mítica”.
Lo que Jean Gebser y otros autores proponen es ir más allá de la modernidad y avanzar hacia
la estructura integral de la consciencia. Este tipo de estructura trasciende el tiempo lineal, las
limitaciones del ego y hace posible la coexistencia simultánea, así como la comprensión
consciente del resto de las estructuras (arcaica, mágica y mítica). Si bien la figura geométrica
asociada a las estructuras mágica y mítica era el círculo, y la línea a la mental, Gebser puso en
relación la estructura de la consciencia integral con la esfera. Necesitaríamos mucho más
espacio a explicar los entresijos de la evolución de la consciencia humana, pero no disponemos
de él y tampoco encaja con el objetivo de artículo de opinión. Lo que queremos transmitir es la
idea de que la transformación que necesita la humanidad para garantizar nuestro futuro como
especie en el planeta tierra requiere la aceleración de la transición iniciada a comienzos del
siglo pasado desde la estructura de consciencia mental deficiente a la integral. Este cambio
está operando a muchos niveles y son cada vez más las personas que buscan vivir una vida
verdaderamente integral desde el reconocimiento a lo que aporta lo mágico, lo mítico y lo
trascendente para lograr una existencia plena y significativa. Un síntoma de la revitalización de
las reprimidas estructuras de consciencia mágica y mítica es la reconstrucción del círculo que
une origen y presente, así como la vida, la muerte y la permanente renovación de la energía
vital.
No obstante, no podemos caer en un falso optimismo. Son muchos los seguidores del mito de
la máquina anclados en la estructura de consciencia mental deficiente que niegan cualquier
validez a las aportaciones de lo mágico y lo mítico. La inercia del concepto del progreso y la
expansión lineal ilimitada de la economía mantiene en movimiento a un sistema que ha
causado graves daños a los ecosistemas naturales y condenado el presente y el futuro de
muchas naciones y regiones. Como sucedió en tiempos del gran sabio murciano y ceutí
durante varias décadas, Ibn Sabin (1217-1270), los “hijos del círculo” (Ibn Dara) se enfrentan a
los “hijos del ángulo” o de la línea recta. Estos últimos, afectados por la hipertrofia del ego,
niegan cualquier tipo de realidad y validez a todo aquello que escapa al escrutinio de la prueba
material y científica.
El Alma del Mundo fue expulsada y arrinconada en los estratos más profundos de nuestro ser y
en los rincones más alejados del cosmos. Si deseamos su regreso “tenemos que cultivar una
nueva perspectiva o visión en profundidad; y también un sentido de la metáfora, una doble
visión” (Patrick Harpur, “El fuego secreto de los filósofos”). Se trata, como dijo William Blake,
en aprender a ver “a través” de lo que observamos. Hay muchos que miran, pero no consiguen
ver otra cosa que no sean oportunidades para el enriquecimiento personal. Para los “hijos del
ángulo o la línea” la tierra es algo baldío, inútil si no se le saca un provecho económico.
Tampoco le dan ningún valor a las criaturas de naturaleza y mucho menos a las actividades
simbólicas que aportan significado a la vida, como el arte, la poesía, el teatro, la música, la
filosofía o la religión. Como escribió H.D. Thoreau, “si un hombre dedica la mitad del día a
pasear por el bosque por puro placer, corre el riesgo de que lo tilden de holgazán, pero si
consagra todo el día a especular, a talar los bosques y a dejar la tierra baldía antes de tiempo,
lo tendrán por un ciudadano solícito y emprendedor”.