Resumen del Libro "El Currículum Oculto" de Jurjo Torres
Primer Capítulo: El Currículum y la Ideología.
Todos los sistemas educativos tienden a oscilar entre dos polos discursivos, por una parte las que defienden que la educación es una de las vías privilegiadas para paliar y corregir las disfunciones de las que se resiente el modelo socioeconómico y cultural vigente y, por otra, las que sostienen que las instituciones educativas pueden ejercer un papel decisivo en la transformación y el cambio de los modelos de sociedad de los que venimos participando. Los sistemas educativos y, por tanto, las instituciones educativas guardan siempre una relación estrecha con otras esferas de la sociedad. Lo que en cada una de ellas sucede repercute, con mayor o menor intensidad, en las demás. De ahí que, a la hora de reflexionar sobre la política educativa, sobre las instituciones escolares y las curricula que planifican y desarrollan, sea necesario contemplarlos desde ópticas que van más allá de los estrechos límites de las aulas. Las relaciones laborales e intercambio, la producción cultural y el debate político van a tener algún reflejo en las instituciones y aulas escolares. Los proyectos curriculares, los contenidos de la enseñanza, los materiales didácticos, las conductas del alumnado y del profesorado, etc.., no son algo que podamos contemplar como cuestiones técnicas y neutrales, al margen de las ideologías y de lo que sucede en otras dimensiones de la sociedad, tales como la economía, cultural y política. Al contrario, gran parte de las decisiones que se toman en el ámbito educativo y de los comportamientos que aquí se producen están condicionados o mediados por acontecimientos y peculiaridades de esas otras esferas de la sociedad. El sistema educativo y, por tanto, las instituciones escolares son una construcción social e histórica. Las practicas escolares tal como me vienen realizando en las últimas décadas, acostumbran a regirse por el esquema simplista de un profesorado que sabe mucho y un alumnado que apenas sabe nada y que, por consiguiente, necesita aprender mediante la enseñanza toda una serie de asignaturas con nombres como matemáticas, geografía e historia, lenguaje, o educación física. Todo ello acompañado de una estrategia metodológica muy condicionada por recursos didácticos como los libros de texto, así como de un sistema de evaluación reducido así exclusivamente a lo que conocemos como exámenes que avalan ante el resto de la sociedad los méritos y deméritos alcanzados por el alumno. Un modelo donde no se acostumbra a cuestionar de forma explícita otras posibles responsabilidades que no sean las del propio estudiante. Un modelo sustentador de una escuela donde cada estudiante debe autoconocerse como ignorante y, por tanto, a quien se le niega la capacidad o posibilidad de negociar democráticamente lo que se le ofrece etiquetado como de interés para cada persona a título individual y para toda la sociedad, según llega a decidirse. Pero la vivencia de este modelo no significa que sea el único posible, como cualquier otro modelo, se ha desarrollado en una época histórica concreta; sus peculiaridades y características específicas, responden a circunstancias culturales, económicas y políticas de otros momentos de la historia de la humanidad. Olvidarse de reflexionar el presente desde la historia es un peligro que transporta de un modo oculto el mensaje de la inevitabilidad y la imposibilidad de transformar la realidad. Ideología y poder. Las ideologías someten y cualifican a los sujetos diciéndoles, haciéndoles reconocer y relacionándolos con: Lo que existe y lo que no existe- Lo que es bueno, correcto, justo, hermoso, atractivo, agradable, así como todos sus contrarios- Lo que es posible e imposible. Esta concepción del mundo que traduce la ideología dota a los ciudadanos y ciudadanas que la comparten de un sentido de pertenencia e identidad. La ideología, por tanto implica asunciones sobre el propio ser individual y su relación con otros colectivos humanos y con la sociedad en general. Segundo Capitulo: Legitimación y discurso científico en educación. Las legitimaciones son las que pueden aprender las nuevas generaciones durante el mismo proceso que las socializa dentro de los marcos del orden institucional. En los diferentes niveles de legitimación, siempre hay que tener presente: Primer nivel: la legitimación incipiente en la que aparece objetivaciones lingüísticas de la experiencia humana. Nivel todavía “pre-teórico”. Las “explicaciones” forman parte del vocabulario que se posee y pueden tener repercusiones en los comportamientos de esas personas que lo utilizan. Segundo nivel: la legitimación en este punto tiene proposiciones teóricas en forma rudimentaria. Esquemas explicativos sumamente pragmáticos y se relacionan directamente con acciones concretas. Son comunes los proverbios, refranes, leyendas, cuentos populares. Tercer nivel: la legitimación de teorías explicitas, vienen a ser el fundamento en el que cada grupo institucional se apoya para poder justificarse. La legitimación comienza a trascender la aplicación pragmática y a convertirse en “teoría pura”. Cuarto nivel: la legitimación lo constituyen los universos simbólicos. La sociedad entera adquiere sentido. Nos permite ordenar la historia y ubicar acontecimientos colectivos. El universo simbólico se concibe como la matriz de todos los significados social y subjetivamente reales. La legitimidad los especialistas la adquieren en medida en que se conocen y comparten las teorías y saberes especializados. La estrategia de la legitimación fue empleada a fondo por los grupos sociales con poder económico, político y cultural para imponer sus visiones interesadas. Desde este punto, la función que se espera que cumpla el sistema educativo giran en torno a la preparación de las personas más jóvenes para ser ciudadanos y ciudadanas activos, miembros solidarios y democráticos de y para una sociedad similar. Es así como surgen las diferentes filosofías y modelos educativos, sobre la base de interpretaciones y matizaciones específicas, con sus justificaciones correspondientes. Cada modelo educativo, es reflejo de una concreta interpretación del enunciado anterior. Es así por tanto, que las ciencias que más influencia han tenido en la construcción e implementación de lo que hoy llamamos las ciencias de la educación, son dos y las que destacan particularmente son: la psicología y la sociología, aunque en mayor medida es la psicología. Es por tanto que la psicología tiene una importancia decisiva, junto con otros campos del saber, para la construcción de las propuestas de intervención en educación. Johann Friedrich Herbart (1776-1841) padre de la Pedagogía, declara que esta ciencia depende de la filosofía practica y de la psicología. La filosofía tiene como finalidad la de la educación y la psicología la que subraye los medios y los obstáculos. Desde finales del siglo XIX hasta la actualidad la psicología pasara a modelar la teoría y la práctica curricular. En 1910 se realiza una fusión entre “la ciencia de la psicología y el arte de la enseñanza”, existe la necesidad de afrontar la, investigación sobre el aprendizaje escolar mediante el uso del método experimental. A partir de ese momento las investigaciones psicológicas sean tenidas directamente en cuenta en todos los procesos de educación. Por tanto se busca un conocimiento “serio” que le ayudase a este a informar “objetivamente” de qué modo una sociedad puede ser dirigida y funcionar. En la psicología, tanto su rama educativa como en la social, son abundantes los discursos articulados en torno a visiones idealistas y personalistas. La sociología por tanto es una especie de socio-psicología que estudia los comportamientos del individuo y las relaciones interpersonales como condicionadas por las definiciones y atribuciones del rol, papel, que desarrollan. Joan Broadus Watson defiende la cooperación en la elaboración de un marco teórico explicativo de la conducta al que no le preocupa lo que sucede en la mente del ser humano, sino exclusivamente la manera de excitar respuestas conductuales, por ello dan origen a este nuevo movimiento psicológico, el conductismo. La psicología se convierte en la ciencia de las conductas observables y la ingeniería de la conducta hace su entrada en escena. El reduccionismo psicologicista introduce el problema de la reificación. Las actividades humanas y sociales se considera que existe fuera de nuestra subjetividad, voluntad e historia. Ver el mundo de un modo ratificado es situarnos ante un mundo deshumanizado que el hombre experimenta como algo extraño, como algo sobre lo que no puede ejercer ningún tipo de control. Una línea de investigación y aplicación al mundo del trabajo se podrá de moda: el control científico de la producción. La ingeniería científica de la conducta aplicada a la industria, el de Frederik Winslow TAYLOR, defendía lograr un crecimiento económico, y no circunscribiéndolo solamente al mundo del taller, donde se desarrollen formas de trabajo y también a la industrialización escolar. Solo un aumento de la productividad del trabajo puede favorecer el desarrollo de la acumulación del capital, por ello, los tiempos de reacción, ritmos de aprendizaje, estímulos conductuales, etc.., serán el sustrato del modelo propuesto por F.W. TAYLOR. El taylorismo va ir incluso más allá, al tratar de justificar la eficacia de la producción por las características individuales de los trabajadores y trabajadoras. Una vez más vemos como de lo que se trata es de aislar a la persona cuanto más mejor, para dejarla también más indefensa. Esta forma de organización va a llevar a actividades excesivamente rutinarias, asimismo que es el precio que hay que pagar si queremos incrementar la productividad y los beneficios. En este caso, el fin de esta transformación del ser humano en robot se limitaría a un aumento de los salarios percibidos. Para favorecer modalidades organizativas de trabajo tal como estos modelos proponen y conseguir un incremento de la productividad, el recurso de la fuerza, lograr antes una aquiescencia de los trabajadores y trabajadoras, cuanto mayor era la unión entre el colectivo trabajador, más se necesitaba recurrir a mecanismos internos de control ideológico. Las ideologías humanistas fueron un punto de apoyo importante para lograr esta aquiescencia. Tratar de humanizar los lugares de trabajo, integrar e involucrar la personalidad de los obreros en los procesos de producción y distribución, por ello había que aumentar sus niveles de eficacia y, por consiguiente, que las empresas viesen incrementada su producción. La orientación profesional (y escolar) y la selección científica de personal para una más eficaz producción e incremento de capital. Incrementar la producción y “convencer” a los trabajadores y trabajadoras de que sea era la única solución. En definitiva, el sistema educativo se pone de forma manifiesta al servicio de un modelo de sociedad y de relaciones de producción, de circulación e intercambio definitivo en los términos eficientitas que venimos comentando.
Tercer Capítulo: Practicas tecnocráticas en la escuela y poder.
Las responsabilidades del fracaso escolar se localizan así fuera del control de las organizaciones existentes de la sociedad. La preocupación fundamental de los intelectuales orgánicos, es la de tratar de demostrar de una manera “científica” la existencia de esas capacidades individuales que facilitan el éxito escolar y el triunfo social. Los esfuerzos se concentran, por tanto, en convencer a toda la población y a las personas interesadas de sus posibilidades y limitaciones innatas para desempeñar puestos de trabajo y roles sociales. Inculcar en los alumnos y alumnas, la convicción de que cada ser humano, por naturaleza, viene ya condicionado, va a servir además para reforzar los sentimientos individualistas. Una persona que no llega a obtener un título en el sistema de enseñanza, no está capacitada para ir con exigencias a la búsqueda de un trabajo y de un buen salario. Por ello se intenta razonar el fracaso escolar recurriendo a algún tipo de alteración o daño en el cerebro. Por ello se tiene la idea de que la inteligencia se trasmite a través de la herencia genética, acepta, implícitamente, que la inteligencia, el éxito y la jerarquía social correlacionan positivamente entre sí. En general, todos los test que se aplican para conocer la inteligencia tienen múltiples sesgos culturales lo que hace que en su resolución salgan beneficiados los que están más próximos a ese grupo cultural-patrón. Discursos de legitimación que aclaran que la estructura de la sociedad viene predeterminada por agentes externos a ella, es decir, el ser humano no puede intervenir en algo que ya está programado. La escuela no cambia en realidad a las personas; lo que hace es clasificar, etiquetar y categorizar a los niños con vistas al mercado de trabajo. Dicho de otro modo, las escuelas no vuelven más inteligentes a los niños; se limitan a certificar a los patronos cuales son los más inteligentes… la escuela es básicamente una agencia de prueba, selección y distribución. Por tanto, el sistema educativo puede convertirse en un seleccionador legítimo y eficiente de seres humanos. En nuestra sociedad, la educación es un proceso de selección y elección, tanto durante los años de escuela como después. El problema de la enseñanza, es lograr que niños y niñas aprendan las definiciones correctas. En el diseño del currículum se deja al margen de la reflexión crítica la forma en que las pautas sociales que existen y condicionan el desarrollo de la ciencia se entremezclan con la creatividad y las habilidades personales del alumnado y de las profesoras y profesores. Participar en las escuelas es participar en un contexto social que contiene pautas de razón, normas de práctica y concepciones del conocimiento. Los exámenes como control reorientador y vigilancia de lo “legitimo”. Un recurso clave con el que se pretende difundir este modelo del conceso y de la no existencia del conflicto y la confrontación, son las evaluaciones, pero con el significado tradicional de exámenes, con un fuerte énfasis en su dimensión de sanción y de etiquetamiento, como también quien es el que tiene la última palabra o, lo que es lo mismo, el verdadero poder. - El examen invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder. - El examen hace entrar también la individualidad en un campo documental. - El examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada ser humano “un caso”. En definitiva, las exigencias de los exámenes son, asimismo, las que otorgan el calificativo de importante a las diferentes actividades de enseñanza y aprendizaje.