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Entrevista de Gustavo Comte a Cergio Prudencio

para la revista «Cultura» de la Fundación Cultural Banco Central de Bolivia

1.) ¿Cómo ha logrado conciliar el carácter abstracto de la música moderna con el


empleo rural y tradicional de los instrumentos autóctonos?

La música es siempre abstracta, también la “rural y tradicional”. En mi caso la conciliación, si


la hay, se da entre dos pensamientos, dos maneras de entender el tiempo y de
representarlo, dos formas de concebir el sonido y de codificarlo en lenguaje musical, dos
órdenes correspondientes a vertientes culturales amplias: la andina altiplánica y la europea
occidental.

Por una parte, los instrumentos nativos proponen unas sonoridades de enorme potencial
expresivo, cuando se los acepta en su propia condición, no en otra. Además cargan una
historia, son objetos significantes, ánimas vitales, y suenan como tales, pues. La música
culta de raíz europea, por otra parte, propone – en el siglo XX – rupturas y libertades que
expanden ampliamente sus espacios conceptuales. Mi música intenta una construcción
desde esas premisas, las unas y las otras. Por lo que – más que una conciliación – viene a
ser una irrupción, un florecimiento nuevo de base genética antigua, paradójicamente
germinado en antípodas históricas.

2.) ¿Considera usted que en su música hay un mensaje de interculturalidad? Si es


así, ¿de qué manera se plasma?

Más que un mensaje, en mi música hay una propuesta, una acción intercultural concreta,
con todos sus riesgos. En origen los instrumentos nativos y su música responden a
funciones sociales específicas, casi nunca transgredidas. Constituyen expresiones cíclicas
del calendario agrícola. Suenan para algo. Son comunicación directa entre los seres
humanos y la naturaleza, tributo de ellos a ésta. El primer desafío que mi música asume es
el de llevar ese universo a un comportamiento distinto, ajeno en cierta medida, donde el
sonido cobra valor por sí mismo, más allá de sus connotaciones contextuales, aunque
teniendo a éstas – eso sí – como referente intrínseco.

Al otro lado también hay transgresión. El espacio de la música culta está pensando en
principio como un modelo dominante desde donde se establece supremacía. Es una
categoría colonial, de la cual la América Latina en su proceso de independencia se ha ido
apropiando, especialmente a lo largo del siglo XX. En ese marco general, mi música
impregna de indianidad lo que fue durante la conquista un arma de sumisión de indios. Y
lo hace no sólo con la mera incorporación de los instrumentos nativos, sino mediante la
afectación de la estructura misma de la música culta mediante técnicas y filosofías
procedentes del mundo indígena altiplánico.
Se trata entonces de desafiar a ambas orillas, de relativizar la una ante la otra, de probarlas
en su capacidad de sobrevivencia en el ejercicio de mezclarse. Porque creo que la cultura es
como la familia; sólo puede reproducirse en cuanto agrega, no en cuanto excluye. Y cuando
la interrelación es igualitaria, eso es posible, antes no.

3.) La música que usted compone, ¿qué elementos de la propia cultura rescata o
reinterpreta?

¿Qué es la propia cultura en 2010? ¿La que teníamos en estas tierras antes de 1492? ¿La que
trajimos desde allende los mares en las carabelas? ¿La que destruimos? ¿La que sobrevive?
Personalmente me siento heredero de muchas propiedades, y rechazo toda postura
“rescatista” de nada. Creo en la idea de construir. Si algo hice en ese sentido tiene que ver
con haber llevado las vertientes de nuestra historia a un diálogo en igualdad, ninguna por
encima, y más bien ambas en la necesidad de la otra. Y considerando que venimos de siglos
y siglos de sometimiento y aniquilación, de presunción de superioridad de la cultura política
y militarmente vencedora, de invisibilidad de los valores de la cultura vencida, entonces sí es
verdad que levantar un paradigma de igualdad y mutuo reconocimiento tiene algún valor,
mucho sentido y posible trascendencia. Mi música intenta cuestionar aquellas jerarquías,
busca visibilizar (audibilizar en este caso) pervivencias maravillosas, y en vez de aniquilar o
someter, propone un orden espiritual incluyente.

4.) ¿Cómo describiría la recepción de su música en el exterior? ¿Qué elementos de


ella son los que llaman más la atención?

Llama la atención la cualidad “no-escuchada” de los sonidos (que es uno de los ideales de la
música contemporánea, por cierto). Y son sonidos tan antiguos… Una crónica de prensa en
Austria define nuestras últimas presentaciones con la Orquesta Experimental de
Instrumentos Nativos (OEIN) como una “muestra de sonidos no-escuchados”. El público
europeo se sorprende ante un producto que percibe distinto de sus propios productos, y
nuevo respecto de los que habitualmente recibe desde por acá, considerada normalmente
como su “área de influencia”. Valora mucho, hay que reconocer, la coherencia, la
originalidad, la propositividad, pero de manera especial el desprendimiento de los modelos
vigentes en el mundillo de la nueva música (neue Musik). Las audiencias reciben con respeto
y emoción, se conmueven genuinamente con una música para la cual están posiblemente
más preparadas que las de esta orilla.

Pero la pregunta plantea una curiosidad por el otro, por su reacción. Importante, porque
esos otros pueden ser aquellos, pero también puede ser algo (alguien) en nosotros mismos;
nosotros como cuerpo social y nosotros como individuos. Mi música puesta en el exterior,
en ese exterior, es una forma de retribuir, de devolverle a esas fuentes una imagen (sonora)
transmutada en algo irreconocible para ellas mismas. Así como mi música puesta en el
interior, en este interior social y psicológico, también retribuye y devuelve a estas otras
fuentes una imagen (sonora) no menos transmutada e irreconocible. Toda una paradoja.

5.) ¿De qué manera los jóvenes se acercan a su música y se apropian de ella? ¿Se
puede hablar de una influencia de su música que esté señalando o abriendo un
camino a seguir?

No aspiraría a influir ni estética ni técnicamente en los jóvenes. Sí éticamente. Ellos se


acercan a mi trabajo, y de hecho yo no podría realizarlo si no fuera por su participación y
compromiso, valiosísimos, debo decir. La OEIN es un espacio casi íntegramente de jóvenes.
El “casi” refiere sólo a mi presencia. En ella encuentran tierra y territorio centenares de niños
y niñas que con asombro y alegría viven la experiencia de iniciación en la música vivamente;
centenares de jóvenes (hombres y mujeres por igual, todo un desafío a las fuentes rurales
de origen, muy regidas por la división del trabajo, dicho sea de paso) que viven sin traumas
su relación entre lo tradicional y lo contemporáneo; y decenas de jóvenes que empiezan a
expresarse por sí mismos en propuestas de creación y realización innovadoras. Y no es que
estén siguiendo mi camino (No hay caminos, hay que caminar…, profetizó Luigi Nono), sino
que probablemente hayan sido motivados por una actitud que les permite reconocerse y
manifestarse abiertamente. El espacio que construimos en la OEIN es tierra y territorio, pero
los frutos los cultiva cada quien. Eso está pasando, y eso quise siempre que pasara.

En señal de ello, conmemorando los 30 años de fundación de la OEIN este 2010, lanzaremos
un nuevo disco compacto doble1, con estadísticas incontrastables: 4 composiciones, todas
compuestas en los últimos 2 años; 3 de ellas pertenecientes a jóvenes (menores de 30 años)
vinculados a la OEIN. Interpretaciones de 4 diferentes elencos de la OEIN, separados o
integrados, dirigidos por 3 directores distintos (incluido yo mismo, ciertamente).

En esta producción y también en este trance general, Carlos Gutiérrez, Miguel Llanque,
Canela Palacios, Daniel Calderón, Carlos Nina, Andrés Salinas, Alejandro Rivas, Lluvia Bustos
son algunos nombres que llaman la atención con voces propias, y de los que se puede
esperar una renovación generacional de amplias perspectivas en una dirección mucho más
descolonizada de la que la realidad intentaba marcarnos hace 30 años. Ni qué decir hace
100.

La Paz, 10 de abril de 2010

www.oein.org

1
Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos – 30 Años. Cantvs CA-114-2. La Paz, Bolivia 2010.

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